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La conducta de los hombres era regida por las sastras, las cuales se clasificaban en tres
géneros: virtud, interés y placer.
El dharmasastra, indica las reglas de la vida moral con la finalidad de la beatitud eterna.
La arthasastra, es la ciencia de lo útil y de la política, que ensena a los hombres el arte de
enriquecerse y al príncipe el arte de gobernar. El kamasastra, desarrolla las reglas relativas
al cuerpo que aseguraban una vida larga y agradable.
Las reglas del kama son comunes a todos los hombres y a todas las personas a las que
están destinadas. El dharma se impone a los brahmanes, y el artha rige la conducta de los
dirigentes y de los comerciantes.
Sobre este derecho, Gautama escribió para una sociedad pastoral, Manou para una
sociedad agrícola, y Yanavalkya para una sociedad comerciante.
La conducta de los individuos de la India, no podía regirse solo por el dhrama, ya que se
admite la costumbre contra legem, así como la costumbre praeter legem. Si no llega a
identificar una solución, se recurre a la razón y a la equidad.
En la legislación del derecho hindú, se acepta que el soberano legisle, y este arte de
gobernar proviene del artha. El dharma obliga al cumplimiento de las órdenes legítimas
del soberano, pero estas carecen de efectos en el dharma, son medidas que se dictan en
razón de oportunidad que se justifican por las circunstancias, equivaliendo a la costumbre.
La jurisprudencia, se decía que era inexistente en este derecho, hasta que se instalaron los
tribunales europeos. La justicia era oral, y se guardaban en la memoria colectiva.
Es evidente, también, que el sistema jurídico hindú comprende interiormente dos tipos de
ordenamiento jurídico: uno postcolonial de inspiración occidental (británico y francés), y
uno más antiguo resultado de la amplia retrospectiva histórica cultural del país. Es difícil
comprender el sistema jurídico hindú sin conocer las etapas de su evolución cultural y
religiosa; un desarrollo cultural que a pesar de situaciones históricas contingentes ha
cultivado y afirmada la primacía de la convivencia y de la tolerancia, donde han convivido
y se han mezclado elementos y principios positivos o laicos como Estado, ley, democracia
con una visión de la vida fuertemente religiosa. El concepto de origen divino como
el Dharma, es central en la vida del hindú; éste abraza toda la existencia humana,
espiritual y material (también con referencia a su organización política y social) y su
significado como religión, como ley o justicia, tiene el fin último del mantenimiento del
orden civil y religioso. Tal noción, es así profunda y radicada en la concepción hindú de
la vida que nadie ha considerado la posibilidad de ponerla en discusión. Nunca pasó, en
la mente de un rey hindú, el pensamiento que él pudiera, si lo deseaba, alterar o abrogar
algunas de las leyes existentes (Benerjiee, 1984: 3). Así la sabiduría de los textos sagrados
fue asimilada por la cultura hasta convertirse ella misma en fuente de nueva cultura.