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Dicho esto, la amenaza debe haber tenido por finalidad constreñir, es decir,
obligar a la víctima a comprar el silencio del agente, temiendo la revelación o
la publicación de un hecho difamatorio, esto es, susceptible de afectar su honor
o su consideración. Así, no habrá chantaje cuando el agente se limita a
amenazar a una persona con impedirle obtener una condecoración o un favor.
En cambio, se cometería chantaje si amenaza revelar una condenación que se
había producido en perjuicio de la víctima.
La amenaza puede ser escrita o verbal, siendo esta última la forma más
característica del chantaje. Importa poco que el hecho que se amenaza de hacer
la revelación ejerza una presión decisiva sobre la voluntad de la víctima. Es
indiferente que el hecho difamatorio concierna directamente a la persona
amenazada: es suficiente que el temor de su revelación haya podido ejercer
sobre ella un constreñimiento susceptible de hacerle entregar fondos o valores
o suscribir un compromiso.
EJEMPLO: Así constituye chantaje el hecho de amenazar a una madre con
denunciar una falsificación cometida por su hijo, si ella no paga una suma de
dinero.