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~(111\t!"cs~I
Promover la lectura, la inclusión
cultural y dar sentido ciudadano al
acceso a la información, son algunas
<le las razones de ser de las
Bibliotecas Populares.
•
CATERVA
el cuenco de plata
Juan Filloy
•
CATERVA
el cuenco de plata
Filloy, Juan
Caterva - 1' cd. - Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2006.
384 p. ; 20xl3 cm. - (Biblioteca Juan Filloy)
ISBN-JO: 987-1228-18-X
ISBN-13: 978-987-1228-18-8
•
BIBLIOTECA oat CONGRESO
Of LA NACl(!N
•
tlu111•·I() \lt' lt'IJIStr .. b.t<ii(J'Jl3h,;..i
CATERVA
\ IH\l\\11\ 1 \\ \1\ll\l\ l\\U \li\\l \\\\\ l\l~\ 11\l\111\ \HI
1/0536738
Prohibida la reproducción parcial o rotal de este libro sin b autorización previa del editor ylo herederos.
Filloy, Juan
Caterva - 1' cd. - Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2006.
384 p. ; 20xl3 cm. - (Biblioteca Juan Filloy)
ISBN-JO: 987-1228-18-X
ISBN-13: 978-987-1228-18-8
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BIBLIOTECA oat CONGRESO
Of LA NACl(!N
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CATERVA
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Prohibida la reproducción parcial o rotal de este libro sin b autorización previa del editor ylo herederos.
NOTICIAS
NO SE BUSQUE UN CARÁCTER
• AGONAL A ESTA DERIVA DE
ltRACASOS, QUE SE CONVIERTE
EN J'\ULICIA ASTUTA, YENDO EN
• VI.A.JE DE TURISJ'\10 AL IDEAL
DE LOS DEJ'\lÁ.S.
CATERVA DE AVENTUREROS
SIN :FATIGA, SU HEROÍSJ'\IO EN
J'\IARCHA NO PROCURA NADA
J\LÁ.S QUE VENCER A LA :MUERTE
EN LA CERCANA DIJ'\USIÓN DE
LA VIDA.
J. l'.
NOTICIAS
NO SE BUSQUE UN CARÁCTER
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ltRACASOS, QUE SE CONVIERTE
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• VI.A.JE DE TURISJ'\10 AL IDEAL
DE LOS DEJ'\lÁ.S.
CATERVA DE AVENTUREROS
SIN :FATIGA, SU HEROÍSJ'\IO EN
J'\IARCHA NO PROCURA NADA
J\LÁ.S QUE VENCER A LA :MUERTE
EN LA CERCANA DIJ'\USIÓN DE
LA VIDA.
J. l'.
....................... ....................
• MACKENNA UCACHA
MOLDES BENGOLEA
• BULNES OLAETA
SAMPA CHO CHARRAS
JAGUELES CHUCUL
HOLMBERG HIGUERAS
RÍO CUARTO: RÍO CUARTO:
dada de moscardones de humo-, el viento volvía a refregar la - ... Gran Comandante de la Orden del Imperio Indio, Gran
hediondez por sus narices. A beber el sudor de sus andrajos. Comandante de la Estrella ...
A lamer la roña de los muros orinados. -Comandante de la otra banda ...
-¡Qué tufo! - ... Gran Cruz de la Orden Victoriana, Gra? Maestre del
-¿En qué estercolero estamos? Imperio Británico, Poseedor del Servicio Imperial.... .
-Paciencia. Un poco de paciencia. Ya pasará. Es el basural -¡Del «servicio» imperial! ¿Donde defecan australianos, hin-
vecino. La «quema», viejo ... dúes, egipcios? ¡Qué honor! . . . .
El que leía, dejó el diario. Y le esperó con rabia: - ... Poseedor de la Cruz Militar, Miembro de la Real Socie-
-Usted siempre lo tnismo. Tolerante con todo ... dad, Ayudante de Campo ...
-Y... ¿Qué podemss hacer? Si fuese posible apagar la «que- -¡Ufa! [Basta! ¡Acabala! , :>
ma», meando en ella, iría. Hay que soportar ... Seguí leyendo. -Eso no convence a nadie. [Ayudante de campo.1 ¿Donde.
Dentro de un rato la lhivia sepultará al fuego. ·Cuándo?
-Eso cree. El fuego nace del agua. El agua aviva la llama. ( El lector arrojó el diario. Las hojas, sueltas, rodaron saltando
Los dos restantes le clavaron la vista. Extendieron el belfo, los churcales como escolares de guardapolvo en días de_ rabona.
irónicamente. Y, notando que agarraba el diario otra vez, aco- Nervioso por los comentarios y las vah~radas pe~t1feras del
modaron el oído: basural, trazó una serie de ademanes convuls1v~s. Parecía espantar
- ... el nuevo monarca se llamará Eduardo VID, Rex, Imperaron los malos olores con gestos y puteadas proferidas entre dientes.
Como príncipe tuvo los siguientes nombres: Eduardo, Alber- Chascó la lengua. Y gruñó: , ,
to, Crisrián, Jorge, Andrés ... -Mayordomo ... Ayudante de campo ... Tirulos. ¿Que ~aben
-¡Eh, bárbaro! .11 de campo los farabutes de la nobleza? Oprimirlo. Estrujarlo.
- ... Patricio, David; Príncipe de Gales, Conde de Cambridge, Puro nombre, puro título. No van al campo calentando c~-
Conde de Garrick, Conde de Ch ester ... sueños de trabajo, prontas las manos y la voluntad par~ el ~s-
-¡Buen queso! fuerzo. No conocen el hacinamiento de los galpones .m la in~
- ... Duque de Cornwall, Duque de Lancaster, Duque de temperie de los arreos. No conocen los callos del_ esqu1lad?r ni
Rothesay, Duque de Cornouaille ... los sofocones del pistín. No van al campo con fiebre de liber-
-¡Qué carnaval! tad a chairar en el aíre filoso del alba la esperanza que vuela
- ... Barón de Renfrew ... hacia el ideal. Son puro nombre, puro título. No han hecho
-¿Varón? Está por verse. Si es como el her ... un carajo en la vida. Nada substantivo. Nada human~. Van
- ... Lord de las Islas Británicas, Gran Mayordomo de Wmdsor:.. al campo a pasear, confortables, mimados, entre cortejos de
-¿De qué estancia dijiste, che? lacayos. Van a engrupir orarios con la apostura llena de galo-
- ... Protector de la fe anglicana . nes y brademburgos. Con la ilusión barata de cazar venados
-Macanudo. De la fe de erratas . ya cazados. O con la estupidez presunta de ganar marches de
- ... Caballero de la Orden de la Liga, Caballero de Thistle ... polo a perdedores complacientes ... Ayudante ?e c~mpo ...
-Sí; muy caballero: deslomado a golpes ... Entelequias. Títulos. Farsas. Frente a la d.esolada mqu1~tud de
- ... Gran Maestre de la Orden de San Miguel, Gran Maestre los colonos, frente al sudor útil del labriego, ellos ensillan el
de la Orden de San Jorge, Gran.Maestre de Escocia ... ocio. Relinchan sus ínfulas. Y salen a los ped~s en~re el aplau-
-¡Sofrená: rnirá la zanja! so de los cretinos. ¡Son puro nombre, puro título!
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dada de moscardones de humo-, el viento volvía a refregar la - ... Gran Comandante de la Orden del Imperio Indio, Gran
hediondez por sus narices. A beber el sudor de sus andrajos. Comandante de la Estrella ...
A lamer la roña de los muros orinados. -Comandante de la otra banda ...
-¡Qué tufo! - ... Gran Cruz de la Orden Victoriana, Gra? Maestre del
-¿En qué estercolero estamos? Imperio Británico, Poseedor del Servicio Imperial.... .
-Paciencia. Un poco de paciencia. Ya pasará. Es el basural -¡Del «servicio» imperial! ¿Donde defecan australianos, hin-
vecino. La «quema», viejo ... dúes, egipcios? ¡Qué honor! . . . .
El que leía, dejó el diario. Y le esperó con rabia: - ... Poseedor de la Cruz Militar, Miembro de la Real Socie-
-Usted siempre lo tnismo. Tolerante con todo ... dad, Ayudante de Campo ...
-Y... ¿Qué podemss hacer? Si fuese posible apagar la «que- -¡Ufa! [Basta! ¡Acabala! , :>
ma», meando en ella, iría. Hay que soportar ... Seguí leyendo. -Eso no convence a nadie. [Ayudante de campo.1 ¿Donde.
Dentro de un rato la lhivia sepultará al fuego. ·Cuándo?
-Eso cree. El fuego nace del agua. El agua aviva la llama. ( El lector arrojó el diario. Las hojas, sueltas, rodaron saltando
Los dos restantes le clavaron la vista. Extendieron el belfo, los churcales como escolares de guardapolvo en días de_ rabona.
irónicamente. Y, notando que agarraba el diario otra vez, aco- Nervioso por los comentarios y las vah~radas pe~t1feras del
modaron el oído: basural, trazó una serie de ademanes convuls1v~s. Parecía espantar
- ... el nuevo monarca se llamará Eduardo VID, Rex, Imperaron los malos olores con gestos y puteadas proferidas entre dientes.
Como príncipe tuvo los siguientes nombres: Eduardo, Alber- Chascó la lengua. Y gruñó: , ,
to, Crisrián, Jorge, Andrés ... -Mayordomo ... Ayudante de campo ... Tirulos. ¿Que ~aben
-¡Eh, bárbaro! .11 de campo los farabutes de la nobleza? Oprimirlo. Estrujarlo.
- ... Patricio, David; Príncipe de Gales, Conde de Cambridge, Puro nombre, puro título. No van al campo calentando c~-
Conde de Garrick, Conde de Ch ester ... sueños de trabajo, prontas las manos y la voluntad par~ el ~s-
-¡Buen queso! fuerzo. No conocen el hacinamiento de los galpones .m la in~
- ... Duque de Cornwall, Duque de Lancaster, Duque de temperie de los arreos. No conocen los callos del_ esqu1lad?r ni
Rothesay, Duque de Cornouaille ... los sofocones del pistín. No van al campo con fiebre de liber-
-¡Qué carnaval! tad a chairar en el aíre filoso del alba la esperanza que vuela
- ... Barón de Renfrew ... hacia el ideal. Son puro nombre, puro título. No han hecho
-¿Varón? Está por verse. Si es como el her ... un carajo en la vida. Nada substantivo. Nada human~. Van
- ... Lord de las Islas Británicas, Gran Mayordomo de Wmdsor:.. al campo a pasear, confortables, mimados, entre cortejos de
-¿De qué estancia dijiste, che? lacayos. Van a engrupir orarios con la apostura llena de galo-
- ... Protector de la fe anglicana . nes y brademburgos. Con la ilusión barata de cazar venados
-Macanudo. De la fe de erratas . ya cazados. O con la estupidez presunta de ganar marches de
- ... Caballero de la Orden de la Liga, Caballero de Thistle ... polo a perdedores complacientes ... Ayudante ?e c~mpo ...
-Sí; muy caballero: deslomado a golpes ... Entelequias. Títulos. Farsas. Frente a la d.esolada mqu1~tud de
- ... Gran Maestre de la Orden de San Miguel, Gran Maestre los colonos, frente al sudor útil del labriego, ellos ensillan el
de la Orden de San Jorge, Gran.Maestre de Escocia ... ocio. Relinchan sus ínfulas. Y salen a los ped~s en~re el aplau-
-¡Sofrená: rnirá la zanja! so de los cretinos. ¡Son puro nombre, puro título!
12 13
-Bien: no te enojés. Es el «prontuario» de ellos. y fusilería de chaparrón. Entre la atmósfera rayada, se filtra-
-Total: están lejos ... ban gases y resplandores.
-No importa. Jovencitos que no tienen otro mérito que ser -¡La gran puta, cómo llueve!
hijos de sus papás, nietos de borrachos, choznos de degenera- -Vamos a guarecernos.
dos, refriegan en la jeta de la ltumanidad todo el sarcasmo del -Rápido.
privilegio con la retahíla de sus nombres y sus títulos. Acepto Hubo un revuelo de pilchas y blasfemias.
que es su «prontuario»; pero es un prontuario incompleto.
Porque ellos heredan los nombres y los títulos como heredan
la sífilis. La savia de IQ.5 árboles genealógicos está henchida de Pasado el chubasco, volvían.
treponemas. Los historiales nobiliarios hieden a virus rancios. Eran tres vagabundos calvos.
Sangre azul: sangre podrida, que florece sus pechos con bubones Uno de pelada socrática, redonda. Sus patillas, prolongándose
de esmalte, con chancros de décoraciones. Cada nombre, cada en barba de rizos grisáceos, ponían bajo de la cara el adorno
título de nobleza, es una llaga viva de ignominia.
capilar que debía estar arriba. .
Se calló en seco. Pero no dejó resquicio a la interrupción. Otro, el más joven, tenía una calva circular, en forma de
Viraba rabioso por otro sendei:o del raciocinio:
tonsura: pista sagrada de ideas diabólicas. .
-Y pensar que nosotros no tenemos ningún nombre, nin-
El tercero el más viejo, mostraba un cráneo agudo, termi-
guna palabra que nos pertenezca; pues hemos abdicado hasta
nado en nariz corva. La piel suelta -granulosa y rojiza-le daba
de eso. Pensar que cuando alguien de nosotros muere, tratan
con dos equis -así: XX-, con dos cruces chuecas, ladeadas, la el aspecto de una cabeza de águila desplu~ada. ,
doble incógnita de nu).'>tra identidad. Pensar que la gente de La tarde estaba más fresca. Aunque el cielo segura blanco,
campaña nos computa con dos enes mayúsculas, como signi- tuerto con el ojo del sol vaciado ... Aunque la hediondez de la
ficado: Nadie. Nada ... ¡Ah, pero esto cambiará! Un día se ni- «quema» seguía contaminando, contaminando ...
velará su menosprecio con nuestro vilipendio. No habrá es- Olores de basura apagada. Olores de meconium. Olores de
clusas sociales. Ni «diques» ... Es necesario reaccionar, enton- axilas de prostitutas. Olores de emanacion~s cianhídr~cas. Olo-
ces. Es necesario boicotear reyes, príncipes, duques y demás res típicamente agrios, volaban ahora, casi a ras de tierra, sus-
comparsas, dejándolos que se asfixien en la antipatía pública tentados por las alas vaporosas de la humedad. .
y el ambiente nocivo de los discursos oficiales. Es necesario ... -¿Qué les parece si juntamos los cacharros y piantamos a
-Acabala, vos también. otra parte? . .
-Si es lo mismo, «Katanga». O peor ... Siquiera en este tra-
mo no hay inmundicias. Y el agua está a mano. Ni bien cam-
Se convulsionaban los odres del cielo. bie el viento ...
Caían gruesos goterones. La lluvia preparaba el ataque con -¡Ah! Ahora debe cambiar el viento ... Recién bastaba con
su artillería pesada. Reventaban, espaciadas, sus granadas lí- la lluvia ...
quidas. Aquí, allá, doquiera. En la arista de los hierros. Sobre Su sorna fue vencida por dos sonrisas. Se quedaron.
la mole de los pilares. En la calva de los cantos rodados. Sobre «Katanga», el más joven, se sentó en un rebarbo del basa-
la calva de los vagabundos... . mento. Calzó la cara en el hueco de ambas manos, cuyos bra-
El calibre de las gotas se hiao menor. Un tableteo espanto- zos se afirmaban como dos puntales sobre los muslos abier-
so y ceñido de líneas de agua se generalizó en la tarde. Sharpnells tos. Contempló así, inmóvil, largo rato, la corriente del río.
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-Bien: no te enojés. Es el «prontuario» de ellos. y fusilería de chaparrón. Entre la atmósfera rayada, se filtra-
-Total: están lejos ... ban gases y resplandores.
-No importa. Jovencitos que no tienen otro mérito que ser -¡La gran puta, cómo llueve!
hijos de sus papás, nietos de borrachos, choznos de degenera- -Vamos a guarecernos.
dos, refriegan en la jeta de la ltumanidad todo el sarcasmo del -Rápido.
privilegio con la retahíla de sus nombres y sus títulos. Acepto Hubo un revuelo de pilchas y blasfemias.
que es su «prontuario»; pero es un prontuario incompleto.
Porque ellos heredan los nombres y los títulos como heredan
la sífilis. La savia de IQ.5 árboles genealógicos está henchida de Pasado el chubasco, volvían.
treponemas. Los historiales nobiliarios hieden a virus rancios. Eran tres vagabundos calvos.
Sangre azul: sangre podrida, que florece sus pechos con bubones Uno de pelada socrática, redonda. Sus patillas, prolongándose
de esmalte, con chancros de décoraciones. Cada nombre, cada en barba de rizos grisáceos, ponían bajo de la cara el adorno
título de nobleza, es una llaga viva de ignominia.
capilar que debía estar arriba. .
Se calló en seco. Pero no dejó resquicio a la interrupción. Otro, el más joven, tenía una calva circular, en forma de
Viraba rabioso por otro sendei:o del raciocinio:
tonsura: pista sagrada de ideas diabólicas. .
-Y pensar que nosotros no tenemos ningún nombre, nin-
El tercero el más viejo, mostraba un cráneo agudo, termi-
guna palabra que nos pertenezca; pues hemos abdicado hasta
nado en nariz corva. La piel suelta -granulosa y rojiza-le daba
de eso. Pensar que cuando alguien de nosotros muere, tratan
con dos equis -así: XX-, con dos cruces chuecas, ladeadas, la el aspecto de una cabeza de águila desplu~ada. ,
doble incógnita de nu).'>tra identidad. Pensar que la gente de La tarde estaba más fresca. Aunque el cielo segura blanco,
campaña nos computa con dos enes mayúsculas, como signi- tuerto con el ojo del sol vaciado ... Aunque la hediondez de la
ficado: Nadie. Nada ... ¡Ah, pero esto cambiará! Un día se ni- «quema» seguía contaminando, contaminando ...
velará su menosprecio con nuestro vilipendio. No habrá es- Olores de basura apagada. Olores de meconium. Olores de
clusas sociales. Ni «diques» ... Es necesario reaccionar, enton- axilas de prostitutas. Olores de emanacion~s cianhídr~cas. Olo-
ces. Es necesario boicotear reyes, príncipes, duques y demás res típicamente agrios, volaban ahora, casi a ras de tierra, sus-
comparsas, dejándolos que se asfixien en la antipatía pública tentados por las alas vaporosas de la humedad. .
y el ambiente nocivo de los discursos oficiales. Es necesario ... -¿Qué les parece si juntamos los cacharros y piantamos a
-Acabala, vos también. otra parte? . .
-Si es lo mismo, «Katanga». O peor ... Siquiera en este tra-
mo no hay inmundicias. Y el agua está a mano. Ni bien cam-
Se convulsionaban los odres del cielo. bie el viento ...
Caían gruesos goterones. La lluvia preparaba el ataque con -¡Ah! Ahora debe cambiar el viento ... Recién bastaba con
su artillería pesada. Reventaban, espaciadas, sus granadas lí- la lluvia ...
quidas. Aquí, allá, doquiera. En la arista de los hierros. Sobre Su sorna fue vencida por dos sonrisas. Se quedaron.
la mole de los pilares. En la calva de los cantos rodados. Sobre «Katanga», el más joven, se sentó en un rebarbo del basa-
la calva de los vagabundos... . mento. Calzó la cara en el hueco de ambas manos, cuyos bra-
El calibre de las gotas se hiao menor. Un tableteo espanto- zos se afirmaban como dos puntales sobre los muslos abier-
so y ceñido de líneas de agua se generalizó en la tarde. Sharpnells tos. Contempló así, inmóvil, largo rato, la corriente del río.
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15
La pla.ya alisada por la lluvia. Y una planta de cebadilla -lunar
de tallíros glaucos en~e la arena- relamiéndose graciosamente inauditas de lo intrascendente. Si descubría ahí, en lo nimio,
en la frescura de la brisa. Y murmuró: en lo que nadie respeta, en lo que todos ultrajan, correspon-
-T?do es correspondencia. Una gota de rocío para cada poro dencias sublimes, ¿qué fantasmas, qué genios, qué númenes no
de la tierra. Un chorrito de lluvia para cada tallo de cereal. Una habría en las comarcas de lo trascendente? Su mirada se adecuó
e~trel~a para cada gran? de la espiga. Todo es corresponden- desde entonces a profundizar el sentido de lo que veía. No
cia. Solo. el hombre es disgregado, arisco, disímil. ¡Sólo el hom- recalaba como un barco cualquiera en su rada de color o en
bre no tiene correspondencia! sus muelles de líneas. No. Penetraba a su esencia, a su arcano,
-¿Hablabas? -de~andó .".Viejo Amor», secándose con la a los sutiles puertos donde reside la hierarcheia: el orden divi-
pal~a ?erecha el su.d.or perlificado en su calva socrática. no del mundo. El universo no era para él, en consecuencia, un
-.Solo, u~o no t1e~e correspondencia! -continuó hablan- conglomerado físico de seres y de astros. Odiaba lo concreto:
do para si, ajeno a la ~ncornprensión de los otros. lo que puede ponderarse objetivamente, ¡que es lo que «pon-
. -¡Sab~ que e~t~ .lindo! ¿Cómo vas a tener correspondencia dera» la vulgaridad! El universo era para él: la huella, el ras-
si no tenes domicilio> tro, la estela ... No la chispa eléctrica del rayo, sino su trayecto-
Apenas alzó los ojos. Sonrió nasalrnenre. ria zigzagueante. No el agua del río, sino el recuerdo de su paso
-¡Debiera h.aber post~-res~ante en los espíritus! [Sitios donde en la rama del sauce. No los hombres, sino la trama inconsútil
r~scatar al olvido o al silencio las emociones afines de miste- de sus acciones. En la leve urdimbre de una tela de araña per-
riosos corresponsales metapsíquicos! ¡Debiera! ... cibió, cierta ocasión, la propia alegoría de su vida. Sentíase
. Pero no valía la pena explicar. Y volvió a bañar sus pensa- maneado por filamentos tenuísimos, que eran verdaderas
mientos en la corriente diáfana. A gozar con la coquetería de amarras telúricas. Pasó largas noches de insomnio, meditan-
la planta -lunar de tal~tos glaucos en la arena. do. Hasta que Rimbaud le dio la clave:
Sus compañeros, salvo uno o dos, eran notables camara-
das. Aptos como pocos para afrontar las vicisitudes de Ja vida Par délicatesse
trashumante. Pero andaban casi todos con el cerebro incrus- i'ai perdu ma uie.
tado en las nalgas, la mente localizada al nivel de los zócalos
a la alt~ra exacta del.os escaparates de almacenes y fiambrerías'. Y supo el encandilamiento de los símbolos.
No les interesaba ~ttsbar a los recintos del más allá, ni curio- Balanceó cavilosamente la cabeza:
sear -<:~~o a traves ,de las ventanas- la intimidad de los enig- El destino se jactaba en decretarle yugos, en infringirle a cada
mas próximos '. ¿Que podían entender, por tamo, de las sutiles paso la derrota de frenarle. Su marcha se hizo ficticia: mera va-
cor~esp~nde~c1as que enlazan y traban los seres y las cosas? nagloria superficial. Era un «detenido» de la conciencia. Y en el
¿Como imbuirles, entonces, de los secretos amores que reinan dolor de saberse triste, por exceso de inteligencia, se tornó ale-
en el panteísmo del mundo? gre por carencia de afectos .
.Miró de reojo. «Longines» y «Viejo Amor» se afanaban -Che: vení a ayudar.
seriamente en los preparativos de la cena. Hacía años que ambulaba por la Argentina. La vida nómade
Sus labios finos se plegaron en un rictus desdeñoso ... tonificaba su carne: hurtándola, descentrándola, desparramán-
.Mucha~ veces, en su obstinada vagancia, se había detenido dola. No cobijaba ya egoísmos ni preocupaciones. Sólo nutría
de improvrso ante los anuncios•enigmáticos, ante las alarmas un ideal. Constatar cómo se muere poco a poco viviendo lo más
posible. Constatar cómo se vive mucho ubicando el alma en la
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La pla.ya alisada por la lluvia. Y una planta de cebadilla -lunar
de tallíros glaucos en~e la arena- relamiéndose graciosamente inauditas de lo intrascendente. Si descubría ahí, en lo nimio,
en la frescura de la brisa. Y murmuró: en lo que nadie respeta, en lo que todos ultrajan, correspon-
-T?do es correspondencia. Una gota de rocío para cada poro dencias sublimes, ¿qué fantasmas, qué genios, qué númenes no
de la tierra. Un chorrito de lluvia para cada tallo de cereal. Una habría en las comarcas de lo trascendente? Su mirada se adecuó
e~trel~a para cada gran? de la espiga. Todo es corresponden- desde entonces a profundizar el sentido de lo que veía. No
cia. Solo. el hombre es disgregado, arisco, disímil. ¡Sólo el hom- recalaba como un barco cualquiera en su rada de color o en
bre no tiene correspondencia! sus muelles de líneas. No. Penetraba a su esencia, a su arcano,
-¿Hablabas? -de~andó .".Viejo Amor», secándose con la a los sutiles puertos donde reside la hierarcheia: el orden divi-
pal~a ?erecha el su.d.or perlificado en su calva socrática. no del mundo. El universo no era para él, en consecuencia, un
-.Solo, u~o no t1e~e correspondencia! -continuó hablan- conglomerado físico de seres y de astros. Odiaba lo concreto:
do para si, ajeno a la ~ncornprensión de los otros. lo que puede ponderarse objetivamente, ¡que es lo que «pon-
. -¡Sab~ que e~t~ .lindo! ¿Cómo vas a tener correspondencia dera» la vulgaridad! El universo era para él: la huella, el ras-
si no tenes domicilio> tro, la estela ... No la chispa eléctrica del rayo, sino su trayecto-
Apenas alzó los ojos. Sonrió nasalrnenre. ria zigzagueante. No el agua del río, sino el recuerdo de su paso
-¡Debiera h.aber post~-res~ante en los espíritus! [Sitios donde en la rama del sauce. No los hombres, sino la trama inconsútil
r~scatar al olvido o al silencio las emociones afines de miste- de sus acciones. En la leve urdimbre de una tela de araña per-
riosos corresponsales metapsíquicos! ¡Debiera! ... cibió, cierta ocasión, la propia alegoría de su vida. Sentíase
. Pero no valía la pena explicar. Y volvió a bañar sus pensa- maneado por filamentos tenuísimos, que eran verdaderas
mientos en la corriente diáfana. A gozar con la coquetería de amarras telúricas. Pasó largas noches de insomnio, meditan-
la planta -lunar de tal~tos glaucos en la arena. do. Hasta que Rimbaud le dio la clave:
Sus compañeros, salvo uno o dos, eran notables camara-
das. Aptos como pocos para afrontar las vicisitudes de Ja vida Par délicatesse
trashumante. Pero andaban casi todos con el cerebro incrus- i'ai perdu ma uie.
tado en las nalgas, la mente localizada al nivel de los zócalos
a la alt~ra exacta del.os escaparates de almacenes y fiambrerías'. Y supo el encandilamiento de los símbolos.
No les interesaba ~ttsbar a los recintos del más allá, ni curio- Balanceó cavilosamente la cabeza:
sear -<:~~o a traves ,de las ventanas- la intimidad de los enig- El destino se jactaba en decretarle yugos, en infringirle a cada
mas próximos '. ¿Que podían entender, por tamo, de las sutiles paso la derrota de frenarle. Su marcha se hizo ficticia: mera va-
cor~esp~nde~c1as que enlazan y traban los seres y las cosas? nagloria superficial. Era un «detenido» de la conciencia. Y en el
¿Como imbuirles, entonces, de los secretos amores que reinan dolor de saberse triste, por exceso de inteligencia, se tornó ale-
en el panteísmo del mundo? gre por carencia de afectos .
.Miró de reojo. «Longines» y «Viejo Amor» se afanaban -Che: vení a ayudar.
seriamente en los preparativos de la cena. Hacía años que ambulaba por la Argentina. La vida nómade
Sus labios finos se plegaron en un rictus desdeñoso ... tonificaba su carne: hurtándola, descentrándola, desparramán-
.Mucha~ veces, en su obstinada vagancia, se había detenido dola. No cobijaba ya egoísmos ni preocupaciones. Sólo nutría
de improvrso ante los anuncios•enigmáticos, ante las alarmas un ideal. Constatar cómo se muere poco a poco viviendo lo más
posible. Constatar cómo se vive mucho ubicando el alma en la
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inestabilidad y la lucha de una agonía eterna. Así, cuando la Regalo de un oficial teutón, que hospedara en Friburgo en
muerte lo ahogase, obtendría lo que no pudo lograr su espíri- trances difíciles, acompañaba sus andanzas igual que un es-
tu. Bastaba superar escrúpulos. Sobre lechos de escrúpulos se capulario. Lento, prolijo, meticuloso, se arrimó a la parrilla.
desborda la virilidad. Sobre lechos de escrúpulos engendra la y empezó a comer, sin pausa y sin prisa, masticando tan bien,
muerte los hechos máximos de la vida. tan sin ruido, que parecía masticarse las mejillas.
-Oí, che: vení a ayudar. De vez en cuando volvía el rostro para observar a «Katanga»
Arrancó lentamente la cara del hueco de las manos. Liberó y «Viejo Amor». Miraba como los loros: de lado. Era casi tuer-
sus muslos de la presión de los codos. Flexionó los brazos para to: un ojo le supuraba siempre. Viéndolos dialogar despreocu-
extender cardinalmente sus bostezos. E incorporando su ca- padamente, su apetito se trancaba. Juzgaba afrentoso su afán.
chaza, ni bien abrió IQs ojos, topó con la espejería de una tar- E inmovilizadas las mandíbulas, detenía la deglución. Mas, de
de esplendorosa. súbito, cambiaba de criterio. Reputaba desdeñosa aquella in-
• diferencia. Y tragaba el bolo alimenticio -papilla suavísima-
con el gesto altivo conque los antifascistas, en vez de claudicar,
Las nueve de la noche. tragaban la dosis bárbara de aceite de ricino ...
-Vamos a cenar. El asado está a punto. Los compañeros seguían charlando:
-Esperemos. «Fortunato», «Lon Chaney» y «Dijunto» no -Fijate. ¡Qué soberbia noche! Todavía se ve en el poniente
tardarán en llegar. la herencia del sol. Oro fundido en sombras. Fuego filtrados
-¡Pero es que ya debían estar acá! Es lo convenido. Vos siem- en arambeles de bruma. ¡Esa franja!. .. Notá, «Viejo Amor»,
pre lo mismo. Compasivo con ellos ... esa franja de seda fulgurante. Ni más ni menos que el muslo
«Katanga» rumió la jección del suizo. Estricta. Cabal. Su bon- de una doncella recostada ...
dad, que lo hacía «tolerante con todo», no admitía disculpas -¿Dónde?
en materia de puntualidad. Por algo lo apodaban «Longines» ... -Allá. Sobre el campanario. Donde se frunce en mil arru-
-Hagamos una excepción. Si no vienen dentro de cuarto gas el ropaje de las nubes.
de hora, rnorfamos, -¿A la izquierda?
-Es que ya tiene limón la ensalada. Se va a echar a perder. -No. Aquellas que tienen una especie de ruedo de plata.
-Con no comerla ... ¿No te acordás de los trajes antiguos? ¡Lo que es la naturale-
Para él la puntualidad era una pavada: una constricción za! Esta tarde nos pesaban las nubes como si fueran de estopa.
voluntaria a la desfachatez de los demás; puesto que el hom- Ahora nos entusiasman por su ligereza. ¡Las robustas matro-
bre puntual es siempre el que sufre la angustia irascible de la nas del día convertidas en gráciles muchachas! A propósito.
espera. Por eso, al revés, no siendo puntual, no habiendo in- Mirá. ¡Mirá! ¿No te parece una chiquilla desnuda?
currido en la petulancia de pactar con el albur que retarda las -¿Dónde, dónde?
cosas y demora los hombres, era «compasivo con ellos». -No, hombre, no. ¡Arriba! En el cielo ... Allá. En dirección
«Longines» no aceptó la propuesta. a Ja torre de la municipalidad. Fijare bien, pronto; porque los
Lento, prolijo, meticuloso, extrajo su cortaplumas-tenedor- escultores del firmamento trizan las creaciones ni bien alguien
cuchara-punzón-a brela ta -tira buzón-lezna-destornillador- las mira. ¿Ves? Una chiquilla agachada hacia una fuente. Ilu-
cortavidrio-tijera. «Los diez mandamientos», como solía de- minada por la espalda, desde la nuca a las nalgas, por un refle-
cir. El utensilio radiaba de limpio. Era fetiche más que prenda. jo cobrizo.
16 17
inestabilidad y la lucha de una agonía eterna. Así, cuando la Regalo de un oficial teutón, que hospedara en Friburgo en
muerte lo ahogase, obtendría lo que no pudo lograr su espíri- trances difíciles, acompañaba sus andanzas igual que un es-
tu. Bastaba superar escrúpulos. Sobre lechos de escrúpulos se capulario. Lento, prolijo, meticuloso, se arrimó a la parrilla.
desborda la virilidad. Sobre lechos de escrúpulos engendra la y empezó a comer, sin pausa y sin prisa, masticando tan bien,
muerte los hechos máximos de la vida. tan sin ruido, que parecía masticarse las mejillas.
-Oí, che: vení a ayudar. De vez en cuando volvía el rostro para observar a «Katanga»
Arrancó lentamente la cara del hueco de las manos. Liberó y «Viejo Amor». Miraba como los loros: de lado. Era casi tuer-
sus muslos de la presión de los codos. Flexionó los brazos para to: un ojo le supuraba siempre. Viéndolos dialogar despreocu-
extender cardinalmente sus bostezos. E incorporando su ca- padamente, su apetito se trancaba. Juzgaba afrentoso su afán.
chaza, ni bien abrió IQs ojos, topó con la espejería de una tar- E inmovilizadas las mandíbulas, detenía la deglución. Mas, de
de esplendorosa. súbito, cambiaba de criterio. Reputaba desdeñosa aquella in-
• diferencia. Y tragaba el bolo alimenticio -papilla suavísima-
con el gesto altivo conque los antifascistas, en vez de claudicar,
Las nueve de la noche. tragaban la dosis bárbara de aceite de ricino ...
-Vamos a cenar. El asado está a punto. Los compañeros seguían charlando:
-Esperemos. «Fortunato», «Lon Chaney» y «Dijunto» no -Fijate. ¡Qué soberbia noche! Todavía se ve en el poniente
tardarán en llegar. la herencia del sol. Oro fundido en sombras. Fuego filtrados
-¡Pero es que ya debían estar acá! Es lo convenido. Vos siem- en arambeles de bruma. ¡Esa franja!. .. Notá, «Viejo Amor»,
pre lo mismo. Compasivo con ellos ... esa franja de seda fulgurante. Ni más ni menos que el muslo
«Katanga» rumió la jección del suizo. Estricta. Cabal. Su bon- de una doncella recostada ...
dad, que lo hacía «tolerante con todo», no admitía disculpas -¿Dónde?
en materia de puntualidad. Por algo lo apodaban «Longines» ... -Allá. Sobre el campanario. Donde se frunce en mil arru-
-Hagamos una excepción. Si no vienen dentro de cuarto gas el ropaje de las nubes.
de hora, rnorfamos, -¿A la izquierda?
-Es que ya tiene limón la ensalada. Se va a echar a perder. -No. Aquellas que tienen una especie de ruedo de plata.
-Con no comerla ... ¿No te acordás de los trajes antiguos? ¡Lo que es la naturale-
Para él la puntualidad era una pavada: una constricción za! Esta tarde nos pesaban las nubes como si fueran de estopa.
voluntaria a la desfachatez de los demás; puesto que el hom- Ahora nos entusiasman por su ligereza. ¡Las robustas matro-
bre puntual es siempre el que sufre la angustia irascible de la nas del día convertidas en gráciles muchachas! A propósito.
espera. Por eso, al revés, no siendo puntual, no habiendo in- Mirá. ¡Mirá! ¿No te parece una chiquilla desnuda?
currido en la petulancia de pactar con el albur que retarda las -¿Dónde, dónde?
cosas y demora los hombres, era «compasivo con ellos». -No, hombre, no. ¡Arriba! En el cielo ... Allá. En dirección
«Longines» no aceptó la propuesta. a Ja torre de la municipalidad. Fijare bien, pronto; porque los
Lento, prolijo, meticuloso, extrajo su cortaplumas-tenedor- escultores del firmamento trizan las creaciones ni bien alguien
cuchara-punzón-a brela ta -tira buzón-lezna-destornillador- las mira. ¿Ves? Una chiquilla agachada hacia una fuente. Ilu-
cortavidrio-tijera. «Los diez mandamientos», como solía de- minada por la espalda, desde la nuca a las nalgas, por un refle-
cir. El utensilio radiaba de limpio. Era fetiche más que prenda. jo cobrizo.
1 8 19
-Verdad. ¡Qué pebeta! ¡Quién pudiera ser nube! Ja. Esa rebeldía consustancial entusiasmaba a ".~ªtanga».
-Nube macho, por cierro ... Nunca había pescado un espécimen así. Por ello, d1s1~ulando
«Viejo Amor» 'continuó embebido contemplando la juste- samaritanameme su superioridad, condescendía, ba¡ando de
za del perfil. La voz de «Katanga» lo arrancó del éxtasis: su cetro intelectual, a explicarle así, con pala~ras entrecortadas
-Varnos. Los tipos no vieneñ. Dejare de suspirar. Vos ya no que rimaran con su tartamudez, la elocuencia del amor en las
podés ser nube. No podés volver atrás. ¡La ley de Karma, vie- cosas bellas de la naturaleza.
jo! Toda tu vida es un nubarrón ... El asado estaba seco ya.
El perfume del costillar, que hasta media hora ar:tes
En realidad, se distraía, distrayéndole. Y lo distraía con la
flameaba al nivel de las narices como una bandera de apetito-
magia profunda de las eosas frívolas. A pesar de la tosquedad
primitiva de sus instintos, «Viejo Amor» era susceptible a los sa suculencia, era ahora un jirón de humo irritante.
Apenas probaron bocado.
matices más recoletos de la belleza. «Katanga» conocía su
monstruosidad psíquicá, traducida en dos procesos por estu- El olor de la carne quemada torcía el gesto y la cara.
«Viejo Amor» arremetió al pan y al queso. «Karanga» atra-
pro y uno por incesto. Conocía muchos relatos de sus aberra-
ciones homosexuales y bastantes evidencias de su actual voca- jo para sí la fuente de ensal~da. El, b~rro esta.ba amazac~t~do:
las hojitas crespas y los tallitos fragiles sumidos por el ácido.
ción a la sodomía. Pero no se asustaba. Al contrario, gustaba
De reojo sorprendió a «Longines» que mondaba una pera de
su proximidad. Por estudio. Para analizar su enorme lubrici-
dad -especie de macrocefalia interior- que hacía bambolear su agua. Lento, prolijo, meticu~oso, parecía ext.raer de su boca
una espiral de sornas, tan fina como la espiral dorada que
psiquismo a cada instante. Y, además, porque tras la pintura
extraía de la fruta. Le oyó murmurar:
de emociones o paisajes, solía contemplar el alma de «Viejo
-Con no comerla ...
Amor» dulcificada, apaéiguada, relamiéndose en ternuras in-
«Katanga» rugió una sorda diatriba. Y, briosamente, ape-
efables, como si todos sus desbordes y excesos pasados, toda
chugando el escarnio, se atosigó con la pulpa sangrienta de los
su abruptez erótica, en una palabra, no fuera más que resultancia
tomates.
de la incapacidad expresiva de su instinto genésico.
El amor es elocuente en unos, tartamudo en otros. Es un
don. «Ka tanga» lo sabía. En su larga odisea a través del albur,
«Longines» y «Viejo Amor» estaban acostados. Sus catres
había visto cómo toscos galanes persuaden y cogen las flores
plegadizos chirriaban al girar sus cuerpos en busca de la pos-
más finas. Y, al revés, cómo sabios notables maceran sus an-
tura propicia al sueño. _
sias sin llegar jamás al deleite del sexo. El instinto es igual en
Pero el sueño aún no entraba. Porque el sueno entra por
todos los varones: una enorme cisterna de deseos perdida en la
los oídos, conducido por falanges d~ elfos sagaces y misterio-
maraña del ser. Pero los canales que desembocan en los labios
sos, ni bien los párpados ceden y bajan.
se atragantan de emoción en las personas cultas.
Ambos conversaban todavía.
«Viejo Amor» era un tartamudo nato. Si le faltaban pala-
bras para convencer, le sobraban, en cambio, fuerzas para ven- Las falanges del sueño rondaban sus cabezas: !~fundían los
susurros monótonos que ablandan la carne y la distienden. Irra-
cer. Su brutalidad compensaba así la carencia de expresión de
diaban las corrientes de fluido, que inundan el cerebro y lo pro-
su alma. Y perentorio, sin admitir ruegos ni promesas, satisfi-
longan horizontalmente.
zo, doquiera, su capricho. Desgraciadamente, la moral existe.
Balbucearon las buenas noches.
Y pagó en cárceles y prontuarios el desenfado de contradecir-
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-Verdad. ¡Qué pebeta! ¡Quién pudiera ser nube! Ja. Esa rebeldía consustancial entusiasmaba a ".~ªtanga».
-Nube macho, por cierro ... Nunca había pescado un espécimen así. Por ello, d1s1~ulando
«Viejo Amor» 'continuó embebido contemplando la juste- samaritanameme su superioridad, condescendía, ba¡ando de
za del perfil. La voz de «Katanga» lo arrancó del éxtasis: su cetro intelectual, a explicarle así, con pala~ras entrecortadas
-Varnos. Los tipos no vieneñ. Dejare de suspirar. Vos ya no que rimaran con su tartamudez, la elocuencia del amor en las
podés ser nube. No podés volver atrás. ¡La ley de Karma, vie- cosas bellas de la naturaleza.
jo! Toda tu vida es un nubarrón ... El asado estaba seco ya.
El perfume del costillar, que hasta media hora ar:tes
En realidad, se distraía, distrayéndole. Y lo distraía con la
flameaba al nivel de las narices como una bandera de apetito-
magia profunda de las eosas frívolas. A pesar de la tosquedad
primitiva de sus instintos, «Viejo Amor» era susceptible a los sa suculencia, era ahora un jirón de humo irritante.
Apenas probaron bocado.
matices más recoletos de la belleza. «Katanga» conocía su
monstruosidad psíquicá, traducida en dos procesos por estu- El olor de la carne quemada torcía el gesto y la cara.
«Viejo Amor» arremetió al pan y al queso. «Karanga» atra-
pro y uno por incesto. Conocía muchos relatos de sus aberra-
ciones homosexuales y bastantes evidencias de su actual voca- jo para sí la fuente de ensal~da. El, b~rro esta.ba amazac~t~do:
las hojitas crespas y los tallitos fragiles sumidos por el ácido.
ción a la sodomía. Pero no se asustaba. Al contrario, gustaba
De reojo sorprendió a «Longines» que mondaba una pera de
su proximidad. Por estudio. Para analizar su enorme lubrici-
dad -especie de macrocefalia interior- que hacía bambolear su agua. Lento, prolijo, meticu~oso, parecía ext.raer de su boca
una espiral de sornas, tan fina como la espiral dorada que
psiquismo a cada instante. Y, además, porque tras la pintura
extraía de la fruta. Le oyó murmurar:
de emociones o paisajes, solía contemplar el alma de «Viejo
-Con no comerla ...
Amor» dulcificada, apaéiguada, relamiéndose en ternuras in-
«Katanga» rugió una sorda diatriba. Y, briosamente, ape-
efables, como si todos sus desbordes y excesos pasados, toda
chugando el escarnio, se atosigó con la pulpa sangrienta de los
su abruptez erótica, en una palabra, no fuera más que resultancia
tomates.
de la incapacidad expresiva de su instinto genésico.
El amor es elocuente en unos, tartamudo en otros. Es un
don. «Ka tanga» lo sabía. En su larga odisea a través del albur,
«Longines» y «Viejo Amor» estaban acostados. Sus catres
había visto cómo toscos galanes persuaden y cogen las flores
plegadizos chirriaban al girar sus cuerpos en busca de la pos-
más finas. Y, al revés, cómo sabios notables maceran sus an-
tura propicia al sueño. _
sias sin llegar jamás al deleite del sexo. El instinto es igual en
Pero el sueño aún no entraba. Porque el sueno entra por
todos los varones: una enorme cisterna de deseos perdida en la
los oídos, conducido por falanges d~ elfos sagaces y misterio-
maraña del ser. Pero los canales que desembocan en los labios
sos, ni bien los párpados ceden y bajan.
se atragantan de emoción en las personas cultas.
Ambos conversaban todavía.
«Viejo Amor» era un tartamudo nato. Si le faltaban pala-
bras para convencer, le sobraban, en cambio, fuerzas para ven- Las falanges del sueño rondaban sus cabezas: !~fundían los
susurros monótonos que ablandan la carne y la distienden. Irra-
cer. Su brutalidad compensaba así la carencia de expresión de
diaban las corrientes de fluido, que inundan el cerebro y lo pro-
su alma. Y perentorio, sin admitir ruegos ni promesas, satisfi-
longan horizontalmente.
zo, doquiera, su capricho. Desgraciadamente, la moral existe.
Balbucearon las buenas noches.
Y pagó en cárceles y prontuarios el desenfado de contradecir-
20 21
Y las falanges del sueño penetraron de inmediato.Taponaron Siendo niño, una noche esplendorosa igual a ésta, a la vera
por dentro las orejas. Y en zarabanda alegre y macabra llena- de su tienda, su padre le previno:
ron la cavidad interna con la dicha y la zozobra del deliquio y -Es bueno, hijo mío, que te afirmes en ti mismo; porque el
la pesadilla. dolor te acosará. Yo no temo a la muerte porque amo demasiado
«Katanga» desplegó su cat¡e. Hizo algunas flexiones con a la vida. Los egoístas, los cobardes, los que no saben que el amor
el tórax desnudo. Y se apartó a orinar entre los yuyos. es lo más próximo al no ser, tiemblan como el agua de los estan-
Noche lisa, tirante como un raso en el bastidor de los hori- ques de Azem ni bien el anuncio de la muerte irisa la superficie de
zontes. El fruncido de nubes de la tormenta había desapareci- su piel. Yo te he traído en estas andanzas épicas para que com-
do. Noche de obsidiana, con fulgencias verdinegras de vidrio prendas desde pequeño que no hay otra ley que el dolor. Pero al
volcánico. • mismo tiempo, para que te imbuyas que, cuando arremete con-
[Caerse para arrlba! Sí. Hay emociones paradójicas. tra la ignominia, el dolor se santifica con el llanto o se aerifica
«Katanga» cayó en éxtasis en la magnificencia del gran hueco hecho canción. Mientras La dicha de Armenia desenvolvía su pa-
de arriba. Éxtasis tranquilo. Arrobamiento en Ja luz hilada de linodia de rubaiyats, mi vida fue un rabel acompañándola. Mas
lo inmaterial. Pero su carne, adicta a la tierra, seguía en la ru- llegó la tromba infame del Sultán Rojo. Desde entonces, desde
tina, ausente a su embeleso. Y mientras la imaginación iman- que Abd-ul-Hamid II soltó sus furias obstinadas en la maldad y
tada por las estrellas cruzaba las áreas siderales, su mano con- el crimen, nuestro brazo erigió en armas el anatema de nuestros
tinuaba sacudiendo el pene laxo en la acostumbrada tarea de corazones. Nos titulan insurrectos, bandidos ... ¡Siempre son ban-
desmoronar hasta la más rebelde gotita de orina. didos los seres dignos que respaldan el decoro de los oprimidos,
Es difícil cronometrar el éxtasis. Los segundos tienen en él encarando a pecho abierto al agresor! No importa. Mi dignidad
la eternidad del cosmos. Se injertan a los vuelos astrales. Y sólo aspira a enfrentarme con Abd-ul-Hamid ... Para estampar
mientras dura la efusitn contemplativa, los ojos -dos huevos en su cara mi credencial para el infierno. Sólo así pagará el Sultán
miríficos- empoUan para adentro la verdad de una cosmogonía Rojo la crueldad conque trata a mis paisanos. He puesto la pa-
maravillosa. tria sobre la religión, como se pone la espada sobre el Corán. Yo
En ella vio «Katanga» el rostro de su padre. Su cabeza de le estamparé mi sello, cueste lo que cueste. Aunque unte en mi
degollado era el eje de una constelación sangrienta. Giraba a propia sangre sus caracteres ... Es bueno, hijo mío, que te afirmes
su alrededor, al modo de las sierras sin fin, un collar de estre- en ti mismo, porque el dolor te acosará. Que seas un poliorceta,
llas con escintilaciones filosas de alfanjes y cimitarras. ¡Ronda que defienda con tino y bravura la fortalezadel propio yo. Cuando
trágica de héroes decapitados! Cada estrella era un símbolo en grande, tú sabrás, acaso, cómo cumplimos con nuestro deber. No
la coordinación total del sacrificio. Habían sido hombres de te será difícil. Aprende a contemplar el firmamento. Doquiera
honor en medio de las llanuras de Armenia. Y su brillo argén- andes, doquiera te afinques, aprende a contemplar el firmamen-
teo, que resaltó en el ocre de los eriales, radiaba ahora en los to. Tras su nielado, tras su comba de acero capuchonada con oro
negros desiertos del cielo. y pedrería, está escrito el destino de los hombres. ¡ Kismet! ¡ Kismet!
«Katanga» vibró estremecido: afloraba un recuerdo inédi- El rastro de los planetas, la trayectoria de las nubes, el vuelo de las
to. Y casi mudo, moviendo apenas los labios, moduló: aves, son grafismos, misteriosos grafismos de la escritura de Al/ah.
-¡Almudafar! ¡Almudafar! No leas para abajo; lee arriba. Aprende a contemplar el firma-
Sí. Estaba escrito. ¡Era él! Almudafar: «el Valeroso». mento. Cuando puedas descifrar la trama sublime, vulgar o gro-
-¡Almudafar! ¡Almudafad sera que describen los rayos de luna, las aristas del sol y el lampo
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Y las falanges del sueño penetraron de inmediato.Taponaron Siendo niño, una noche esplendorosa igual a ésta, a la vera
por dentro las orejas. Y en zarabanda alegre y macabra llena- de su tienda, su padre le previno:
ron la cavidad interna con la dicha y la zozobra del deliquio y -Es bueno, hijo mío, que te afirmes en ti mismo; porque el
la pesadilla. dolor te acosará. Yo no temo a la muerte porque amo demasiado
«Katanga» desplegó su cat¡e. Hizo algunas flexiones con a la vida. Los egoístas, los cobardes, los que no saben que el amor
el tórax desnudo. Y se apartó a orinar entre los yuyos. es lo más próximo al no ser, tiemblan como el agua de los estan-
Noche lisa, tirante como un raso en el bastidor de los hori- ques de Azem ni bien el anuncio de la muerte irisa la superficie de
zontes. El fruncido de nubes de la tormenta había desapareci- su piel. Yo te he traído en estas andanzas épicas para que com-
do. Noche de obsidiana, con fulgencias verdinegras de vidrio prendas desde pequeño que no hay otra ley que el dolor. Pero al
volcánico. • mismo tiempo, para que te imbuyas que, cuando arremete con-
[Caerse para arrlba! Sí. Hay emociones paradójicas. tra la ignominia, el dolor se santifica con el llanto o se aerifica
«Katanga» cayó en éxtasis en la magnificencia del gran hueco hecho canción. Mientras La dicha de Armenia desenvolvía su pa-
de arriba. Éxtasis tranquilo. Arrobamiento en Ja luz hilada de linodia de rubaiyats, mi vida fue un rabel acompañándola. Mas
lo inmaterial. Pero su carne, adicta a la tierra, seguía en la ru- llegó la tromba infame del Sultán Rojo. Desde entonces, desde
tina, ausente a su embeleso. Y mientras la imaginación iman- que Abd-ul-Hamid II soltó sus furias obstinadas en la maldad y
tada por las estrellas cruzaba las áreas siderales, su mano con- el crimen, nuestro brazo erigió en armas el anatema de nuestros
tinuaba sacudiendo el pene laxo en la acostumbrada tarea de corazones. Nos titulan insurrectos, bandidos ... ¡Siempre son ban-
desmoronar hasta la más rebelde gotita de orina. didos los seres dignos que respaldan el decoro de los oprimidos,
Es difícil cronometrar el éxtasis. Los segundos tienen en él encarando a pecho abierto al agresor! No importa. Mi dignidad
la eternidad del cosmos. Se injertan a los vuelos astrales. Y sólo aspira a enfrentarme con Abd-ul-Hamid ... Para estampar
mientras dura la efusitn contemplativa, los ojos -dos huevos en su cara mi credencial para el infierno. Sólo así pagará el Sultán
miríficos- empoUan para adentro la verdad de una cosmogonía Rojo la crueldad conque trata a mis paisanos. He puesto la pa-
maravillosa. tria sobre la religión, como se pone la espada sobre el Corán. Yo
En ella vio «Katanga» el rostro de su padre. Su cabeza de le estamparé mi sello, cueste lo que cueste. Aunque unte en mi
degollado era el eje de una constelación sangrienta. Giraba a propia sangre sus caracteres ... Es bueno, hijo mío, que te afirmes
su alrededor, al modo de las sierras sin fin, un collar de estre- en ti mismo, porque el dolor te acosará. Que seas un poliorceta,
llas con escintilaciones filosas de alfanjes y cimitarras. ¡Ronda que defienda con tino y bravura la fortalezadel propio yo. Cuando
trágica de héroes decapitados! Cada estrella era un símbolo en grande, tú sabrás, acaso, cómo cumplimos con nuestro deber. No
la coordinación total del sacrificio. Habían sido hombres de te será difícil. Aprende a contemplar el firmamento. Doquiera
honor en medio de las llanuras de Armenia. Y su brillo argén- andes, doquiera te afinques, aprende a contemplar el firmamen-
teo, que resaltó en el ocre de los eriales, radiaba ahora en los to. Tras su nielado, tras su comba de acero capuchonada con oro
negros desiertos del cielo. y pedrería, está escrito el destino de los hombres. ¡ Kismet! ¡ Kismet!
«Katanga» vibró estremecido: afloraba un recuerdo inédi- El rastro de los planetas, la trayectoria de las nubes, el vuelo de las
to. Y casi mudo, moviendo apenas los labios, moduló: aves, son grafismos, misteriosos grafismos de la escritura de Al/ah.
-¡Almudafar! ¡Almudafar! No leas para abajo; lee arriba. Aprende a contemplar el firma-
Sí. Estaba escrito. ¡Era él! Almudafar: «el Valeroso». mento. Cuando puedas descifrar la trama sublime, vulgar o gro-
-¡Almudafar! ¡Almudafad sera que describen los rayos de luna, las aristas del sol y el lampo
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23
de los meteoros, entonces verás que toda la sabiduría de los ante-
pasados vive en la perennidad de su secreto. Y por lo mismo que Si en esa circunstancia no hubiesen confluido sideralmente
nuestros antepasados tachonaron la bóveda del cielo con nom- añoranzas y recuerdos de una infancia alucinada de espantos,
bres. árabes: Achernar, Mirafeh, Algeiba, Sirah, Deneb, Mirath, escarpada de fugas, castigos y aventuras, quizás, al bajar la mi-
Albiret, Unukalai, Mirfek, Hamal, Mirzam, Alphart, Sadalmelik, rada absorbida por la noche, su vista hubiera notado un gru-
Menkab ... desde ya, hijo mío, persuádete de que brotará en azu- po de individuos que se acercaban hacia él, alumbrando la
les prados la constelación de Almudafar, tu padre, «el Valeroso». marcha en el cauce pantanoso del río con los focos de dos lin-
D?qu1era andes, doquiera te afinques, búscame. Se cansará tu ternas eléctricas.
mirada en los desiertos de arriba. La limarán yermos de astros «Fortunato.» «Lon Chaney.» «Dijunto.»
caducos, la ensuciaránÍoluanerasde nebulosas; pero no te ame- Pero no venían solos.
drentes. Vaga, indaga. Hay estupendos oasis de estrellas. Hay Dos pesquisas, revólver en mano, alargaban y acortaban el
caravan~errallos en doníle amenizan el desaliento y confortan el cono luminoso en zigzagueante búsqueda.
cansanc~o las más, esplé1~didas huríes. Vaga, indaga. Si no puedes Al chocar la luz con el tórax de «Katanga», las dos linternas
ser astronomo, se nejelibata. ¡Me encontrarás! Recorre todo el concentraron súbitamente los reflectores en su cara. Casi no se
ecuador celeste. ¡Siempre encaminé mis pasos por la senda más percató. Estaba tan alelado en arar saudades, en remozar rostros
larga en vicisitude~! No desmayes. Aprende a contemplar el fir- de ascendientes, en concatenar leyendas por sus tierras islámicas,
mamento. Y tu mirada entrará en mi tienda ... en esta tienda ... que, sólo cuando oyó a uno de los pesquisas preguntar:
a~uar de bravos ... mientras yo ... tu padre ... afuera ... aquí ... con -¿Quién es ése?
o¡os astrales ... s~guiré espiando la caravana del Sultán Rojo... al y escuchar la voz quebrada, de inflexión agónica de «Dij unto»:
borde de este páramo dsestrellas ... que es la Vía Láctea ... -Es «Katanga»,
. «Ka,tanga», ~mbebido biológicamente por el recuerdo, no se sobrepuso filosóficamente al instante, asintiendo:
d1scern~a.la ~eahdad del ensueño. Estaba absorto en su magia. -Abd-ul-Katan ben Hixem ... Abd-ul-Karan ben Hixem ...
Su calvicie circular en forma de tonsura había crecido tanto Pero tronó una voz perentoria:
tanto en la abstracción, que coincidía con la eclíptica en la noche -¡No insulte! ¡Arriba las manos!
de su bóveda craneal. -No insulto. Soy Abd-ul-eKatanga» ben Hixem.
El consejo paterno,. de tan vívido parecíale reciente. En la
dob~e.~oncav1dad del cielo y del pensamiento, se mantenía fija
su visión: -Aquí hay siete catres. No cabe duda. ¡Falta uno! Las señas
-Sí. Sí. Es ésa, no cabe duda] la constelación de Almudafar: que tenemos no coinciden con la filiación de ustedes. ¡A ver:
«el Valeroso». digan de una vez! ¿Dónde está el otro tipo?
, Parci:n~o de Sirius hacia Alderabán, había trepado el esca-
lan fantástico que demarcan Rigel, Orión, las Tres Marías y
Betelgeuse. Y ya en Alderabán, a un tercio del trayecto que va
po- Nath a Menkalinan, a los cincuenta grados de altura, más
o menos, estaba goteando una luz sangrienta, la cabeza dego-
lla~a .de su padre, en m~dio tle un collar de estrellas que
escintilaban con lampos filosos" de alfanjes y cimitarras. -Pero ¿qué mierda esperan? ¿No oyen que les habla el jefe?
¿O quieren que los caguemos a sopapos? ¿Dónde está el otro tipo?
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de los meteoros, entonces verás que toda la sabiduría de los ante-
pasados vive en la perennidad de su secreto. Y por lo mismo que Si en esa circunstancia no hubiesen confluido sideralmente
nuestros antepasados tachonaron la bóveda del cielo con nom- añoranzas y recuerdos de una infancia alucinada de espantos,
bres. árabes: Achernar, Mirafeh, Algeiba, Sirah, Deneb, Mirath, escarpada de fugas, castigos y aventuras, quizás, al bajar la mi-
Albiret, Unukalai, Mirfek, Hamal, Mirzam, Alphart, Sadalmelik, rada absorbida por la noche, su vista hubiera notado un gru-
Menkab ... desde ya, hijo mío, persuádete de que brotará en azu- po de individuos que se acercaban hacia él, alumbrando la
les prados la constelación de Almudafar, tu padre, «el Valeroso». marcha en el cauce pantanoso del río con los focos de dos lin-
D?qu1era andes, doquiera te afinques, búscame. Se cansará tu ternas eléctricas.
mirada en los desiertos de arriba. La limarán yermos de astros «Fortunato.» «Lon Chaney.» «Dijunto.»
caducos, la ensuciaránÍoluanerasde nebulosas; pero no te ame- Pero no venían solos.
drentes. Vaga, indaga. Hay estupendos oasis de estrellas. Hay Dos pesquisas, revólver en mano, alargaban y acortaban el
caravan~errallos en doníle amenizan el desaliento y confortan el cono luminoso en zigzagueante búsqueda.
cansanc~o las más, esplé1~didas huríes. Vaga, indaga. Si no puedes Al chocar la luz con el tórax de «Katanga», las dos linternas
ser astronomo, se nejelibata. ¡Me encontrarás! Recorre todo el concentraron súbitamente los reflectores en su cara. Casi no se
ecuador celeste. ¡Siempre encaminé mis pasos por la senda más percató. Estaba tan alelado en arar saudades, en remozar rostros
larga en vicisitude~! No desmayes. Aprende a contemplar el fir- de ascendientes, en concatenar leyendas por sus tierras islámicas,
mamento. Y tu mirada entrará en mi tienda ... en esta tienda ... que, sólo cuando oyó a uno de los pesquisas preguntar:
a~uar de bravos ... mientras yo ... tu padre ... afuera ... aquí ... con -¿Quién es ése?
o¡os astrales ... s~guiré espiando la caravana del Sultán Rojo... al y escuchar la voz quebrada, de inflexión agónica de «Dij unto»:
borde de este páramo dsestrellas ... que es la Vía Láctea ... -Es «Katanga»,
. «Ka,tanga», ~mbebido biológicamente por el recuerdo, no se sobrepuso filosóficamente al instante, asintiendo:
d1scern~a.la ~eahdad del ensueño. Estaba absorto en su magia. -Abd-ul-Katan ben Hixem ... Abd-ul-Karan ben Hixem ...
Su calvicie circular en forma de tonsura había crecido tanto Pero tronó una voz perentoria:
tanto en la abstracción, que coincidía con la eclíptica en la noche -¡No insulte! ¡Arriba las manos!
de su bóveda craneal. -No insulto. Soy Abd-ul-eKatanga» ben Hixem.
El consejo paterno,. de tan vívido parecíale reciente. En la
dob~e.~oncav1dad del cielo y del pensamiento, se mantenía fija
su visión: -Aquí hay siete catres. No cabe duda. ¡Falta uno! Las señas
-Sí. Sí. Es ésa, no cabe duda] la constelación de Almudafar: que tenemos no coinciden con la filiación de ustedes. ¡A ver:
«el Valeroso». digan de una vez! ¿Dónde está el otro tipo?
, Parci:n~o de Sirius hacia Alderabán, había trepado el esca-
lan fantástico que demarcan Rigel, Orión, las Tres Marías y
Betelgeuse. Y ya en Alderabán, a un tercio del trayecto que va
po- Nath a Menkalinan, a los cincuenta grados de altura, más
o menos, estaba goteando una luz sangrienta, la cabeza dego-
lla~a .de su padre, en m~dio tle un collar de estrellas que
escintilaban con lampos filosos" de alfanjes y cimitarras. -Pero ¿qué mierda esperan? ¿No oyen que les habla el jefe?
¿O quieren que los caguemos a sopapos? ¿Dónde está el otro tipo?
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«Fortunato», azorado y tímido, balbuceó: comunistas al margen de la ley. De yapa, en sus valijas, varios
-Por lo visto ... se ha mudado ... volúmenesreveladores de su fe política. No pudo evitar un es-
Una cachetada rotunda rubricó su ingenuidad. calofrío. Recordó lo que tantas veces sostenía:
Hubo un conato de reacción colectiva. -Solamente snobs, pitucos, fils a papa, pueden leer, imbuirse
-¡Alto! Al primero que se mueva lo quemo a balazos. y cocinar la literatura de combate. Si me encuentran a mí un
El foco de las linternas pasaba nerviosamente de una cara libro o una revista de izquierda, me revientan: cana, hambre,
a otra. Desde atrás, agazapado en los puños, cada revólver tortura, para rato. ¡La libertad de pensamientol, ¡la libertad
apuntaba al centro mismo de los blancos de luz. de emitir ideas! ...
Quedaron amilanados, rechinando su oprobio. Acto continuo ocuparon su memoria los sujetos de la B. E.
-Van a contestar, carajo, ¿sí o no? ¿Dónde está el otro tipo? c. E. C. Por delitos forjados: «portación de armas», «instiga-
El silenc~o iba a explotarY:· Entonces «Katanga», sacan- ción de la rebelión», había caído cierta vez en sus garras. No
pudo evitar otro escalofrío. Su espalda fue curtida a gornazos.
do de su baul de burlas-una voz meliflua apropiada a la emer-
gencia, manifestó: Sus testículos habían sido retorcidos como un cordón. Su vien-
-¡Caballeros, por favor! Diremos lo que sea necesario. No tre estaba tatuado por la sensación terrible de la «picana eléc-
se sulfuren. Somos hombres de bien. No sabíamos que ustedes trica». Su garganta conocía el fuego de la sed provocada por
representasen la autoridad de esta culta población. Como no arenques y otras gourmandises policiales ...
han dado a conocerse, no podíamos captar sus intenciones. Observando disimuladamente al jefe, se iluminó. Tuvo la
-Pero ¿qué mierda se cree? ¿Piensa que vamos a andar con impresión inmediata de que era un buen hombre, vale decir
tantas contemplaciones a unos linyeras desgraciados? un pobre hombre. Amén de viles desafueros, desperdigados en
-Ni linyeras, ni desgraciados, señor. cachetadas o gomazos, no demostraba instintos para más. Sus
-¡Cállese la boca! No me interrumpa. ojos miraban casi naturalmente. No tenían el fulgor maligno,
-No interrumpo, señor. Prosiga. sarcástico de los componentes de esa Okchrana ali uso nostro.
Hubo otro silencio embarazoso. No lo consideró capaz de traiciones importantes a su concien-
El pesquisa percibió en la modulación de «prosiga» algo cia de padre de familia. Y seguro de no estar frente a uno de
de una chunga secreta que le mortificó profundamente. Lo es- los tantos Torquemadas de la Santa Inquisición contra el Co-
crutó de rabillo. Masculló agrias blasfemias. Volvió a mirarle munismo, tomó el partido de ganarle su simpatía, aunque
insidiosamente. Y dirigiéndose al superior, le expresó: bufara el subalterno, a todas luces más sagaz y decidido.
-¿Por qué no los arreamos a.todos? Es mejor. Allá los hace- Arreglándose el pañuelo del cuello, acercose al jefe. Ya ha-
mos cantar ... bía compuesto la garganta para un falsete de adulonería.
-Sí: es mejor. A ver, ustedes: vístanse. Su cautela, igual que la antena de ciertos insectos, explora-
Mientras «Longines» y «Viejo Amor», medio adormilados, ba el camino a seguir. Pensó que, en el caso, se trataba de una
refunfuñaban en sordina contra la inoportunidad policial, nueva trastada de «Aparicio». ¡Siempre el mismo bribón! En
«Katanga» se puso reflexivamente la camiseta, el saco y el som- la incertidumbre del motivo auténtico del procedimiento po-
brero de paja. Fue una operación más que lenta, ralentizada licial, juzgó lo más prudente esclarecer si la orden de arresto ya
por la medulación de los riesgos. La situación, a no ser una dada no era más que una treta extorsiva para sonsacar su pa-
mer~ amenaza de los pesquisas.se tornaba difícil. Tenía en sus radero.
bolsillos cartas comprometedoras, provenientes de periódicos Su voz meliflua de emergencia, recomenzó:
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«Fortunato», azorado y tímido, balbuceó: comunistas al margen de la ley. De yapa, en sus valijas, varios
-Por lo visto ... se ha mudado ... volúmenesreveladores de su fe política. No pudo evitar un es-
Una cachetada rotunda rubricó su ingenuidad. calofrío. Recordó lo que tantas veces sostenía:
Hubo un conato de reacción colectiva. -Solamente snobs, pitucos, fils a papa, pueden leer, imbuirse
-¡Alto! Al primero que se mueva lo quemo a balazos. y cocinar la literatura de combate. Si me encuentran a mí un
El foco de las linternas pasaba nerviosamente de una cara libro o una revista de izquierda, me revientan: cana, hambre,
a otra. Desde atrás, agazapado en los puños, cada revólver tortura, para rato. ¡La libertad de pensamientol, ¡la libertad
apuntaba al centro mismo de los blancos de luz. de emitir ideas! ...
Quedaron amilanados, rechinando su oprobio. Acto continuo ocuparon su memoria los sujetos de la B. E.
-Van a contestar, carajo, ¿sí o no? ¿Dónde está el otro tipo? c. E. C. Por delitos forjados: «portación de armas», «instiga-
El silenc~o iba a explotarY:· Entonces «Katanga», sacan- ción de la rebelión», había caído cierta vez en sus garras. No
pudo evitar otro escalofrío. Su espalda fue curtida a gornazos.
do de su baul de burlas-una voz meliflua apropiada a la emer-
gencia, manifestó: Sus testículos habían sido retorcidos como un cordón. Su vien-
-¡Caballeros, por favor! Diremos lo que sea necesario. No tre estaba tatuado por la sensación terrible de la «picana eléc-
se sulfuren. Somos hombres de bien. No sabíamos que ustedes trica». Su garganta conocía el fuego de la sed provocada por
representasen la autoridad de esta culta población. Como no arenques y otras gourmandises policiales ...
han dado a conocerse, no podíamos captar sus intenciones. Observando disimuladamente al jefe, se iluminó. Tuvo la
-Pero ¿qué mierda se cree? ¿Piensa que vamos a andar con impresión inmediata de que era un buen hombre, vale decir
tantas contemplaciones a unos linyeras desgraciados? un pobre hombre. Amén de viles desafueros, desperdigados en
-Ni linyeras, ni desgraciados, señor. cachetadas o gomazos, no demostraba instintos para más. Sus
-¡Cállese la boca! No me interrumpa. ojos miraban casi naturalmente. No tenían el fulgor maligno,
-No interrumpo, señor. Prosiga. sarcástico de los componentes de esa Okchrana ali uso nostro.
Hubo otro silencio embarazoso. No lo consideró capaz de traiciones importantes a su concien-
El pesquisa percibió en la modulación de «prosiga» algo cia de padre de familia. Y seguro de no estar frente a uno de
de una chunga secreta que le mortificó profundamente. Lo es- los tantos Torquemadas de la Santa Inquisición contra el Co-
crutó de rabillo. Masculló agrias blasfemias. Volvió a mirarle munismo, tomó el partido de ganarle su simpatía, aunque
insidiosamente. Y dirigiéndose al superior, le expresó: bufara el subalterno, a todas luces más sagaz y decidido.
-¿Por qué no los arreamos a.todos? Es mejor. Allá los hace- Arreglándose el pañuelo del cuello, acercose al jefe. Ya ha-
mos cantar ... bía compuesto la garganta para un falsete de adulonería.
-Sí: es mejor. A ver, ustedes: vístanse. Su cautela, igual que la antena de ciertos insectos, explora-
Mientras «Longines» y «Viejo Amor», medio adormilados, ba el camino a seguir. Pensó que, en el caso, se trataba de una
refunfuñaban en sordina contra la inoportunidad policial, nueva trastada de «Aparicio». ¡Siempre el mismo bribón! En
«Katanga» se puso reflexivamente la camiseta, el saco y el som- la incertidumbre del motivo auténtico del procedimiento po-
brero de paja. Fue una operación más que lenta, ralentizada licial, juzgó lo más prudente esclarecer si la orden de arresto ya
por la medulación de los riesgos. La situación, a no ser una dada no era más que una treta extorsiva para sonsacar su pa-
mer~ amenaza de los pesquisas.se tornaba difícil. Tenía en sus radero.
bolsillos cartas comprometedoras, provenientes de periódicos Su voz meliflua de emergencia, recomenzó:
-
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27
-Vamos, «Longincs», apúrese. ¡Que tenga paciencia el reu-
-Sí. El Congreso Eucarístico nos pateó el nido. ¡Lo q~~ ~e
ma! No hay más remedio. La autoridad es la autoridad. Y vos,
llama patear el nido! Las distinguidas damas de la cornision
«Fortunato», ¿qué hacés? Cerrá los catres, pues. Vos lo mis-
mo, viejo. No te hagás el sonso. organizadora opinaron q~e nuestra Villa s~ría .una ~frenta a la
piadosa vista de los peregnnos. Y llena de m1sencord1~, ~n 1~om-
-¡Cómo! ¿Vamos a ir con todos los cachivaches?
-Claro. No queda nadie. ¿Verdad señor? b de una enorme cruz de cemento y celotex, la Municipalidad
re espiantó de Buenos Aires como tipos apesta d os. ¡ S omos. mil
nos
-¡Qué hora para ir en cafúa!
de dolientes, retorcidas cruces de carne, a la ~uena de Dios. 1es
El Jefe de Investigaciones -ya condenado a saltar del pues-
-¡Hum! Son demasiado limpios para ser hn~eras. ,
to merced al próximoscarnbio de gobierno- había perdido el
-No somos linyeras, somos desocupados. Supimos 9ue aquí
antiguo celo. El pundonor del cargo le importaba tres comi-
construirán pavimentos. Estamos a la pesca de trabajo.
nos. Y la prístina mirada de lince se empañó en la amargura
-Trabajo... sí, ¿eh? ¡Mostrá las ~nanos! .
de la cesantía ... El coree diálogo anterior-decorado con opor-
«Dijunro» y «Longincs», conscientes del peligro del c~l;-
tunos lamentos y quejidos- pareció dulcificarlo. Los vagos sin-
ga alargaron presurosos las suyas. Sabían que «Katan9a» ( «ma
tieron su benevolencia como upa brisa ... Casi podían afirmar
m~erco») en semejante exhibición. Fue una sugerencia astuta,
que, in mente, el jefe pensaba:
-Esto es un abuso. ¡Pobres linyeras! oblicua.
Atenuado su afán, el pesquisa joven demandó: -A ver, vos.
No hubo ninguna requisa. Apenas trazaron las linternas unos
Pero no consiguió nada. «Katan~a». ha~~a rae.o que,hab~~-
cuantos garabatos de exploración. Les interesaba exclusivamente
ba con el jefe. Su malicia, oyendo la mciracion, hizo mas cern-
la detención de «Aparicio», a quien se sindicaba como «el agi-
do el diálogo: ,
tador profesional que había traído a los huelguistas locales diez
-Le aseguro, señor, que no. Son supercherías. No ~encmos
mil pesos del Socorro Rojo Internacional». De tal manera, pa-
otra relación con dicho sujeto que la de comer y dormir. Usted
saron por alto las características peculiares del campamento,
habrá advertido que somos personas necesitadas. ¡Co1:110 para
compuesto por catres y asientos plegadizos de campaña, canas-
regalar sumas fantásticas de dinero cuando nos morimos de
tos con ingeniosos equipos para picnics, toldo desarmable de lona,
hambre en la intemperie!
primus, calentadores de alcohol sólido y una pequeña radio.
El subalterno comprendió que la pesquisa estaba ma!ograda.
El Jefe se arrimó a su inferior.
-Siempre el mismo cretino -farfulló-. En vez de indagar,
-¿Qué te parece si los citamos para mañana?
expone. Ofrece puentes al enemigo, puentes de palabras para
-¿Citarlos? ¡No, no! Mañapa ... se han hecho humo. Usted
sabe ... esta gente ... Hoy, aquí. .. mañana ... que huya la impunidad. ¡Cretino~ . .
Su rabia se crispó en la obscundad. Tra10 a su mernona el
Hizo un firulete nervioso en el aire. Y cerró la frase:
affaire del Banco. Su pista era la auténtica; pero a él se le ocu-
- ... signo de interrogación.
rrió que no. Que el cadete, sumiso, servicial, de r:z ~e durazno
-Si me permite-intervino «Karanga», amerengándosc-. Yo
y ojos de besugo, era inocente ... ¡inocente!. .. ¡Que tnunfo mag-
puedo informarles sobre nuestra presencia en esta culta ciudad.
nífico le había malogrado!
Somos desocupados. Pertenecíamos a los habitantes de «Villa
Por lecturas, por el cine o por intuición -¡vaya a saberse.té)
Desocupación» antes que el Congreso Eucarístico se metiera
con nosotros ... dudaba siempre. Siempre. Sistemáticamente. Era un profesio-
nal de la duda. Un explorador de la mentira. Un pioneer. del.as
-¿Cómo metiera?
cosas aparentemente descabelladas. Confiaba en su expenencia.
-
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-Vamos, «Longincs», apúrese. ¡Que tenga paciencia el reu-
-Sí. El Congreso Eucarístico nos pateó el nido. ¡Lo q~~ ~e
ma! No hay más remedio. La autoridad es la autoridad. Y vos,
llama patear el nido! Las distinguidas damas de la cornision
«Fortunato», ¿qué hacés? Cerrá los catres, pues. Vos lo mis-
mo, viejo. No te hagás el sonso. organizadora opinaron q~e nuestra Villa s~ría .una ~frenta a la
piadosa vista de los peregnnos. Y llena de m1sencord1~, ~n 1~om-
-¡Cómo! ¿Vamos a ir con todos los cachivaches?
-Claro. No queda nadie. ¿Verdad señor? b de una enorme cruz de cemento y celotex, la Municipalidad
re espiantó de Buenos Aires como tipos apesta d os. ¡ S omos. mil
nos
-¡Qué hora para ir en cafúa!
de dolientes, retorcidas cruces de carne, a la ~uena de Dios. 1es
El Jefe de Investigaciones -ya condenado a saltar del pues-
-¡Hum! Son demasiado limpios para ser hn~eras. ,
to merced al próximoscarnbio de gobierno- había perdido el
-No somos linyeras, somos desocupados. Supimos 9ue aquí
antiguo celo. El pundonor del cargo le importaba tres comi-
construirán pavimentos. Estamos a la pesca de trabajo.
nos. Y la prístina mirada de lince se empañó en la amargura
-Trabajo... sí, ¿eh? ¡Mostrá las ~nanos! .
de la cesantía ... El coree diálogo anterior-decorado con opor-
«Dijunro» y «Longincs», conscientes del peligro del c~l;-
tunos lamentos y quejidos- pareció dulcificarlo. Los vagos sin-
ga alargaron presurosos las suyas. Sabían que «Katan9a» ( «ma
tieron su benevolencia como upa brisa ... Casi podían afirmar
m~erco») en semejante exhibición. Fue una sugerencia astuta,
que, in mente, el jefe pensaba:
-Esto es un abuso. ¡Pobres linyeras! oblicua.
Atenuado su afán, el pesquisa joven demandó: -A ver, vos.
No hubo ninguna requisa. Apenas trazaron las linternas unos
Pero no consiguió nada. «Katan~a». ha~~a rae.o que,hab~~-
cuantos garabatos de exploración. Les interesaba exclusivamente
ba con el jefe. Su malicia, oyendo la mciracion, hizo mas cern-
la detención de «Aparicio», a quien se sindicaba como «el agi-
do el diálogo: ,
tador profesional que había traído a los huelguistas locales diez
-Le aseguro, señor, que no. Son supercherías. No ~encmos
mil pesos del Socorro Rojo Internacional». De tal manera, pa-
otra relación con dicho sujeto que la de comer y dormir. Usted
saron por alto las características peculiares del campamento,
habrá advertido que somos personas necesitadas. ¡Co1:110 para
compuesto por catres y asientos plegadizos de campaña, canas-
regalar sumas fantásticas de dinero cuando nos morimos de
tos con ingeniosos equipos para picnics, toldo desarmable de lona,
hambre en la intemperie!
primus, calentadores de alcohol sólido y una pequeña radio.
El subalterno comprendió que la pesquisa estaba ma!ograda.
El Jefe se arrimó a su inferior.
-Siempre el mismo cretino -farfulló-. En vez de indagar,
-¿Qué te parece si los citamos para mañana?
expone. Ofrece puentes al enemigo, puentes de palabras para
-¿Citarlos? ¡No, no! Mañapa ... se han hecho humo. Usted
sabe ... esta gente ... Hoy, aquí. .. mañana ... que huya la impunidad. ¡Cretino~ . .
Su rabia se crispó en la obscundad. Tra10 a su mernona el
Hizo un firulete nervioso en el aire. Y cerró la frase:
affaire del Banco. Su pista era la auténtica; pero a él se le ocu-
- ... signo de interrogación.
rrió que no. Que el cadete, sumiso, servicial, de r:z ~e durazno
-Si me permite-intervino «Karanga», amerengándosc-. Yo
y ojos de besugo, era inocente ... ¡inocente!. .. ¡Que tnunfo mag-
puedo informarles sobre nuestra presencia en esta culta ciudad.
nífico le había malogrado!
Somos desocupados. Pertenecíamos a los habitantes de «Villa
Por lecturas, por el cine o por intuición -¡vaya a saberse.té)
Desocupación» antes que el Congreso Eucarístico se metiera
con nosotros ... dudaba siempre. Siempre. Sistemáticamente. Era un profesio-
nal de la duda. Un explorador de la mentira. Un pioneer. del.as
-¿Cómo metiera?
cosas aparentemente descabelladas. Confiaba en su expenencia.
-
28 29
La realidad se viste de falsías. Las rosas son tanto más hermosas -Me parece una macana que llevemos a estos desgraciados.
cuanto más abonada con estiércol fue la planta. Las acciones lo ¿No te dan lástima? No hay ningún indicio.
mismo: nacen de pudrideros, pero fulgen hidalgas y generosas. -¿Y el catre del tipo?
¡Falacias! Igual que los avaros ocultan su dinero en tachos, bo- -Bah, un catre ... ¡Míralos! Si son unos pobres diablos ...
tijos y aun en escupideras infectás, porque nada custodia mejor -Mientras tanto no sueltan prenda.
que el disimulo, así, en el envase humano más normal, ingenuo -Pero ¡míralos!... Nos vamos a tirar una plancha colosal. Tan
o inverosímil, está casi siempre ebullendo la esencia misma del luego ahora con el cambio de_ gobierno. ~s b_u~l~s y pifias que ...
delito. Los criminales de vocación, no los zoquetes que desna- -Vea, jefe: haga lo que quiera. Pero rru opimon es arrearlos a
turalizan el oficio, conocen el poder desorientador de la buena todos. Y fajarlos sin asco.
voluntad, del candor, de la desgracia. Y por eso, sagazmente, -Es absurdo. Total: el cargo no es concreto. Díceres ... Creo
disfrázanse con las virtudes mejores o las circunstancias más tris- que con arrestar a ése ...
tes, para alejar la responsabilidad, inyectándola precisamente en -¿A «Katanga»?
la compasión de las gentes. -Sí: a ése, basta.
Los habitantes del campamento se agrupaban con sus bár- -Como guste.
tulos, ya listos para marchar. Había corrido entre ellos la con- El subalterno viró el rostro hacia la penumbra.
signa de exagerar el desgano y la quejumbre. Cada esfuerzo era El calor de la vergüenza le anegaba, sofocándole.
un ¡ay! complicado de protesta. Cada paso una chirria de hue- El lema de cualquier investigador serio: de omnibus
sos y gesticulaciones. dubitandum, yacía, junto a los zapatos malolientes del jefe, bajo
Cuando iniciaron la marcha, la noche, que sublimiza las cosas la estupidez de la jerarquía.
bellas, puso acentos sórdidos a la miseria de la caterva.
El subalterno, que caló la estratagema, no pudo resistir:
-¡Farsa! ¡Mentira! -bufó para sí, tremando de grima-. Ya La felicidad es un concepto incoercible. Huye a toda con-
les daría yo, trompetas. ¡Parece escarnio dejarnos engrupir! creción. Cada cual la perfila conforme a su perspicacia o la de-
Y siguió a retaguardia, firme en su duda, firme en sus trece, fine de acuerdo a sus aspiraciones. Pero nadie acierta. A pesar de
con el designio cargado con más balas que el revólver. poseer una ubicuidad permanente, es tan huidiza, que los hom-
Llegando a los terraplenes de acceso, los detritus que acu- bres se empecinan en negar su presencia. Se dan cuenta de sus
mulan bajo el puente los viandantes apremiados lanzaban tu- favores recién cuando la protección se ha ido. Entonces la añoran.
fos insoportables. El jefe embadurnó sus zapatos. La pestilen- Y como la dicha no se retrotrae, la forjan como un ideal para el
cia, acompañándole con sus fermentos agrios, equivocó su ol- futuro ...
fato. Imputó a la recua, que conducía el olor empalagoso que «Lon Chaney», al revés de la generalidad, tenía el sentido de
empezaba a obsederle. Se sumaron después otras vaharadas. Pes- la felicidad. Por lo mismo que había sido sumamente desdicha-
cado podrido. Ropa sudada. Brea y óxidos. Vasijas percudidas. do, cualquier coyuntura propicia, cualquier brecha amable que
Cebolla y ajo. hallaba entre sus penurias, cotidianas, la aprovechaba. Y colán-
Ni bien salieron a un descampado, avanzó a grandes tran- dose por ella reía, reía, como el sol que se filtra por las rendijas.
cos en el camino. Respiró con ansia. Refregó en unos yuyos los Cuando los pesquisas se perdieron de vista, conglomeró a sus
zapatos. Y juzgando a la distancia la mezcla de harapos, de som- compinches. Sus modales pesados y pesarosos se aligeraron de
bras y lamentos, llamó a su inferior: repente. Abandonó el riccus pazguato, ya casi estereotipado en
-
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La realidad se viste de falsías. Las rosas son tanto más hermosas -Me parece una macana que llevemos a estos desgraciados.
cuanto más abonada con estiércol fue la planta. Las acciones lo ¿No te dan lástima? No hay ningún indicio.
mismo: nacen de pudrideros, pero fulgen hidalgas y generosas. -¿Y el catre del tipo?
¡Falacias! Igual que los avaros ocultan su dinero en tachos, bo- -Bah, un catre ... ¡Míralos! Si son unos pobres diablos ...
tijos y aun en escupideras infectás, porque nada custodia mejor -Mientras tanto no sueltan prenda.
que el disimulo, así, en el envase humano más normal, ingenuo -Pero ¡míralos!... Nos vamos a tirar una plancha colosal. Tan
o inverosímil, está casi siempre ebullendo la esencia misma del luego ahora con el cambio de_ gobierno. ~s b_u~l~s y pifias que ...
delito. Los criminales de vocación, no los zoquetes que desna- -Vea, jefe: haga lo que quiera. Pero rru opimon es arrearlos a
turalizan el oficio, conocen el poder desorientador de la buena todos. Y fajarlos sin asco.
voluntad, del candor, de la desgracia. Y por eso, sagazmente, -Es absurdo. Total: el cargo no es concreto. Díceres ... Creo
disfrázanse con las virtudes mejores o las circunstancias más tris- que con arrestar a ése ...
tes, para alejar la responsabilidad, inyectándola precisamente en -¿A «Katanga»?
la compasión de las gentes. -Sí: a ése, basta.
Los habitantes del campamento se agrupaban con sus bár- -Como guste.
tulos, ya listos para marchar. Había corrido entre ellos la con- El subalterno viró el rostro hacia la penumbra.
signa de exagerar el desgano y la quejumbre. Cada esfuerzo era El calor de la vergüenza le anegaba, sofocándole.
un ¡ay! complicado de protesta. Cada paso una chirria de hue- El lema de cualquier investigador serio: de omnibus
sos y gesticulaciones. dubitandum, yacía, junto a los zapatos malolientes del jefe, bajo
Cuando iniciaron la marcha, la noche, que sublimiza las cosas la estupidez de la jerarquía.
bellas, puso acentos sórdidos a la miseria de la caterva.
El subalterno, que caló la estratagema, no pudo resistir:
-¡Farsa! ¡Mentira! -bufó para sí, tremando de grima-. Ya La felicidad es un concepto incoercible. Huye a toda con-
les daría yo, trompetas. ¡Parece escarnio dejarnos engrupir! creción. Cada cual la perfila conforme a su perspicacia o la de-
Y siguió a retaguardia, firme en su duda, firme en sus trece, fine de acuerdo a sus aspiraciones. Pero nadie acierta. A pesar de
con el designio cargado con más balas que el revólver. poseer una ubicuidad permanente, es tan huidiza, que los hom-
Llegando a los terraplenes de acceso, los detritus que acu- bres se empecinan en negar su presencia. Se dan cuenta de sus
mulan bajo el puente los viandantes apremiados lanzaban tu- favores recién cuando la protección se ha ido. Entonces la añoran.
fos insoportables. El jefe embadurnó sus zapatos. La pestilen- Y como la dicha no se retrotrae, la forjan como un ideal para el
cia, acompañándole con sus fermentos agrios, equivocó su ol- futuro ...
fato. Imputó a la recua, que conducía el olor empalagoso que «Lon Chaney», al revés de la generalidad, tenía el sentido de
empezaba a obsederle. Se sumaron después otras vaharadas. Pes- la felicidad. Por lo mismo que había sido sumamente desdicha-
cado podrido. Ropa sudada. Brea y óxidos. Vasijas percudidas. do, cualquier coyuntura propicia, cualquier brecha amable que
Cebolla y ajo. hallaba entre sus penurias, cotidianas, la aprovechaba. Y colán-
Ni bien salieron a un descampado, avanzó a grandes tran- dose por ella reía, reía, como el sol que se filtra por las rendijas.
cos en el camino. Respiró con ansia. Refregó en unos yuyos los Cuando los pesquisas se perdieron de vista, conglomeró a sus
zapatos. Y juzgando a la distancia la mezcla de harapos, de som- compinches. Sus modales pesados y pesarosos se aligeraron de
bras y lamentos, llamó a su inferior: repente. Abandonó el riccus pazguato, ya casi estereotipado en
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los diez mil pesos. No había nadie en el pasillo. Ni nadie se -¡Buena mierda la emoción! ¿~uándo aprenderán los hom-
percató de nada. bres a dominarse, a regular sus impulsos, a embrayar con la
-Mientras tanto te detuvieron. Y a mí de yapa. flema para vencerse? Has hecho bien en no divulgar estas co-
-Averiguaciones ... averiguaciones ... Vos ves. sas d;lante de los demás. Andate. Dejame un momento solo.
-Lo que quieras; pero la policía llegó hasta aquí. Constató «Fortunato» hacía sobre el basamento del pilar pequeñas
la existencia de un catre vacío y llevó preso a «Katanga». columnas de monedas.
-No hay peligro. No logrará individualizar a ninguno. De «Viejo Amor» era un tronco. Un tronco que serruchaban
paso, frente al paso a nivel, he visto la señal prefijada en un vagón. sus ronquidos.
-¿U o S? «Lon Chaney» estiraba ya sus miembros.
-U. Ubi bene. ¿Qi¿é preguntas hacés? No puede ser otra. A poco andar sus sombras se injertaron en la noche. Sus
«Aparicio» saldrá esta noche en el tren de carga de las tres y conciencias en el silencio. Sus alientos en el ritmo de la brisa.
veinte. Corresponde al.itinerario. «Dijunto» volvió a sentarse sobre el canasto.
«Longines» interrumpió secamente el diálogo: El honor lo mantenía erecto. Era español. Su flacura ma-
-Basta. Eso no interesa ahora. Lo que incumbe es que las gra, enteca, traga~a a m~nudo la _espa?~ ?e la honra. [Era su
órdenes se cumplan. Hay que odiar lo simple porque lo sim- idiosincrasia! Podía sufrir cualquier vicisitud, menos Ja de la
ple nos delata y perjudica. Cuanto más nos esmeremos en duda. Quedó mirando a la distancia, sin mirar.
maquinizar nuestros actos, mejor nos ocultaremos en lo com- No vio, de tal manera, la proximidad activa de «Longines».
plejo. Somos un reloj en marcha, un heroísmo en marcha, que Su abrir y cerrar valijas. Su celo escudriñador. Su andar agaza-
no debe detenerse por ninguna falla de organización. pado hacia la margen del río. Ni la pequeña hoguera de carcas,
El conciliábulo tocajia a su fin. Algunos se levantaron y se volantes, volantes y libros, que hizo. Ni su cautela en esparcir
movían -fantasmas nictálopes- armando sus catres. las cenizas al cauce. No vio nada. Sino su pundonor mancha-
«Dijunto», ya sin sueño, no podía contener el resquemor: do, revolviéndose en su espíritu, con una turbulencia extraña.
-Dígame, «Longines», ¿qué culpa tengo yo de que el Teso- Sin embargo, «Longines» seguía, otra vez cerca, afanado
rero del Sindicato fuese un batata? «Lon Chaney», que presu- en reflexivas operaciones. Sigilos en destapar agujeros secretos.
me de psicólogo, debió prever las cosas. El pobre hombre no Sigilos en abrir frascos. Sigilos en destornillar dobles fondos.
creyó, seguramente, en la efectividad de nuestra adhesión. Mas, Sigilos densos de cavilación. Sigilos hábiles para componer el
al convencerse de lo contrario, ya con la plata en el bolsillo, plan suplementario de desorientación ...
salió echando putas como un energúmeno. En esa circunstan- Había entrevisto que la libertad de «Katanga» dependía de
cia, tal un viandante cualquiera, «Aparicio» fue llevado por su sagacidad. Si huían en esa emergencia todo se desbarataba.
delante cuando estaba por entrar al bar de la esquina. La culpabilidad les asediaría. Era forzoso permanecer. Pero per-
-¡Entonces ... «Aparicio»! ... manecer dentro la impunidad de una coartada, en el gracioso
-¡ .. .fue visto! Sí. El pelotudo del Tesorero se paró y le pidió alibí de algo tan sonoro que los amparase con su estruendo ...
disculpas como a un viejo conocido. La escena, rapidísima, fue Una estrella errante trazó una estela dorada de puntos
interceptada por el pesquisa joven de recién. ¡Una coinciden- suspensivos ... Pareció instarle a la ironía ...
cia extraordinaria! Después, cuando circuló la bola del Soco- Merced a ese buen augurio, preparó en el acto, con los ele-
rro Rojo, la imagen de «Aparicio» saltó a luz en su memoria. mentos rescatados al misterio de rendijas, tapas y recintos má-
Por eso le buscan. A no ser la émoción ... gicos, cuatro cartuchos de melinita accionados por resortes y
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los diez mil pesos. No había nadie en el pasillo. Ni nadie se -¡Buena mierda la emoción! ¿~uándo aprenderán los hom-
percató de nada. bres a dominarse, a regular sus impulsos, a embrayar con la
-Mientras tanto te detuvieron. Y a mí de yapa. flema para vencerse? Has hecho bien en no divulgar estas co-
-Averiguaciones ... averiguaciones ... Vos ves. sas d;lante de los demás. Andate. Dejame un momento solo.
-Lo que quieras; pero la policía llegó hasta aquí. Constató «Fortunato» hacía sobre el basamento del pilar pequeñas
la existencia de un catre vacío y llevó preso a «Katanga». columnas de monedas.
-No hay peligro. No logrará individualizar a ninguno. De «Viejo Amor» era un tronco. Un tronco que serruchaban
paso, frente al paso a nivel, he visto la señal prefijada en un vagón. sus ronquidos.
-¿U o S? «Lon Chaney» estiraba ya sus miembros.
-U. Ubi bene. ¿Qi¿é preguntas hacés? No puede ser otra. A poco andar sus sombras se injertaron en la noche. Sus
«Aparicio» saldrá esta noche en el tren de carga de las tres y conciencias en el silencio. Sus alientos en el ritmo de la brisa.
veinte. Corresponde al.itinerario. «Dijunto» volvió a sentarse sobre el canasto.
«Longines» interrumpió secamente el diálogo: El honor lo mantenía erecto. Era español. Su flacura ma-
-Basta. Eso no interesa ahora. Lo que incumbe es que las gra, enteca, traga~a a m~nudo la _espa?~ ?e la honra. [Era su
órdenes se cumplan. Hay que odiar lo simple porque lo sim- idiosincrasia! Podía sufrir cualquier vicisitud, menos Ja de la
ple nos delata y perjudica. Cuanto más nos esmeremos en duda. Quedó mirando a la distancia, sin mirar.
maquinizar nuestros actos, mejor nos ocultaremos en lo com- No vio, de tal manera, la proximidad activa de «Longines».
plejo. Somos un reloj en marcha, un heroísmo en marcha, que Su abrir y cerrar valijas. Su celo escudriñador. Su andar agaza-
no debe detenerse por ninguna falla de organización. pado hacia la margen del río. Ni la pequeña hoguera de carcas,
El conciliábulo tocajia a su fin. Algunos se levantaron y se volantes, volantes y libros, que hizo. Ni su cautela en esparcir
movían -fantasmas nictálopes- armando sus catres. las cenizas al cauce. No vio nada. Sino su pundonor mancha-
«Dijunto», ya sin sueño, no podía contener el resquemor: do, revolviéndose en su espíritu, con una turbulencia extraña.
-Dígame, «Longines», ¿qué culpa tengo yo de que el Teso- Sin embargo, «Longines» seguía, otra vez cerca, afanado
rero del Sindicato fuese un batata? «Lon Chaney», que presu- en reflexivas operaciones. Sigilos en destapar agujeros secretos.
me de psicólogo, debió prever las cosas. El pobre hombre no Sigilos en abrir frascos. Sigilos en destornillar dobles fondos.
creyó, seguramente, en la efectividad de nuestra adhesión. Mas, Sigilos densos de cavilación. Sigilos hábiles para componer el
al convencerse de lo contrario, ya con la plata en el bolsillo, plan suplementario de desorientación ...
salió echando putas como un energúmeno. En esa circunstan- Había entrevisto que la libertad de «Katanga» dependía de
cia, tal un viandante cualquiera, «Aparicio» fue llevado por su sagacidad. Si huían en esa emergencia todo se desbarataba.
delante cuando estaba por entrar al bar de la esquina. La culpabilidad les asediaría. Era forzoso permanecer. Pero per-
-¡Entonces ... «Aparicio»! ... manecer dentro la impunidad de una coartada, en el gracioso
-¡ .. .fue visto! Sí. El pelotudo del Tesorero se paró y le pidió alibí de algo tan sonoro que los amparase con su estruendo ...
disculpas como a un viejo conocido. La escena, rapidísima, fue Una estrella errante trazó una estela dorada de puntos
interceptada por el pesquisa joven de recién. ¡Una coinciden- suspensivos ... Pareció instarle a la ironía ...
cia extraordinaria! Después, cuando circuló la bola del Soco- Merced a ese buen augurio, preparó en el acto, con los ele-
rro Rojo, la imagen de «Aparicio» saltó a luz en su memoria. mentos rescatados al misterio de rendijas, tapas y recintos má-
Por eso le buscan. A no ser la émoción ... gicos, cuatro cartuchos de melinita accionados por resortes y
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meca~is!nos reglados al segundo. Fue una tarea pulcra
pulquernma, que consumó en poco tiempo su destreza, no obs- ces, en lacrimosas autocomparaciones. Y, perdonándose, afron-
tante la precaria luz de un cabo de vela. ta con ceño adusto las últimas escarpaturas, llevando como guía
Lista ya, l? demás fue fácil. No debía más que dinamizar el prístino candor de la infancia.
el amor propio herido de «Dijunto». Y le instó: Lento, prolijo, meticuloso, armó su catre.
-Es necesario que vindiques tu comportamiento, afirman- Escrutó circularmente el campamento. En el concierto des-
do ~n la prueba a que te someto la corrección de tu conducta. concertado de respiraciones atragantadas, resuellos y bufidos,
Quiero que salgas ya mismo y coloques, en cuatro obras en cons- su carácter era una batuta erecta inútilmente.
truccion, en l~s punto~ más diametrales, estas cuatro carnpani- Se acostó.
llas:·· Vos veras en cqáles, pues vos mismo levantaste el censo. No podía dormirse. El deber, que había sido pauta y cruz
Están cronometrad.as par~ que la explosión se verifique, simultá- de su existencia, le ordenó velar hasta que «Dijunto» volviese.
neamente, a los v~mte.mm~tos que vos te reintegres aquí. Dos Cerró los ojos, no obstante. El espectáculo que iban a ofre-
horas en total. [Cuidado! [Fijare bien en los números de tiza! ·No cer era estupendo. Avaluó su trascendencia en la comunidad
alterar el orden de colocación! Cuando el estampido acontezca solidaria del ideal. Y al rehenchirse su pecho, sintió que el man-
el t_ren~e carg~ ya habrá partido con «Aparicio». La policía ven: to de Ja noche lo cubría con la antigua ternura conque lo ha-
drá d:_ inmediato al campamento. Nos encontrará roncando ... cía su madre. Y le vino sueño.
Y man.~na «Katanga», suelto, y vos, otra vez, en mi concepto. Recordó, entonces, que, cierta vez, leyendo a Sainte-Beuve,
«Dijunto» aceptó la empresa reconocido a la lealtad de su jefe encontró una definición curiosa: «La felicidad es como una
El cansancio se di~ipó como. por ensalmo. Y gozó por antici~ gana de dormir ... ». Le intrigó profundamente. Siempre había
pado la vol~p_n~os1dad. del nesgo que virtualizaría su decoro. pensado que la felicidad residía en estar lo más posible fuera
No fue. difícil esconder en sus faltriqueras las máquinas de de sí mismo, ajeno a toda introversión, olvidado de la propia
alarma. Dio las buenas noches. Y partió camuflando su figura individualidad. Y no pudo aquilatarla. [Ahora daba en Ja cla-
de churque entre los churques de la ribera. ve! Ahora que el deber lo instaba a no dormirse ... Ahora que
L~ bondad de «Longines» se complugo en acompañarle des- la hazaña de «Dijunto» iba a identificar en el ámbito del cie-
de lejos. lo, el cielo rojo de muchas ilusiones ... Había ido así, por la lí-
Después, juzgó para sí: nea de una parábola, desde el silencio a la gloria. Y todo era
-Es tocante la pureza de los seres más abyectos. Tras de ha- poco. Supo entonces que la felicidad no se contenta con nada.
ber chapaleado el infortunio, la deshonestidad el delito mues- Que la felicidad no se vence; sino que vence, como el sueño.
t¡an en el ~egreso de la edad,como limpios espej~s mora/e;, zonas Estaba ... en lo cierto Sainte-Beuve «La ... fe-li-ci-dad ...
mcon_tammadas de la conciencia. ¡Es la venganza del tiempo! es ... como u-na ga-na de ... dormir »
Del tiempo malogrado, que señala la clara vivencia de cualida- Y se durmió.
des que (u:ron sojuzgadas en los primeros hervores de la juven-
tud. !l-1 vre¡o. Cr?nos gusta hilar fino: emociones sin nudos, pen-
~am_re:ito.s sin hilachas... De tal modo, el portador de cada alma Tres pitadas.
inválida msurge ante la evidencia de virtudes auténticas. Se con- Un brusco zarandeo.
templa en ellas. Anhela atrasarel reloj de la vida. Pero 1iimpos 1·- El convoy partía ...
ble'· La decepcion" ya esta, en el rostro.
• Uno se infantiliza, enton- Escondido en el hueco oloroso formado por enormes vigas
de cedro, «Aparicio», por fin, se sintió a buen recaudo.
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meca~is!nos reglados al segundo. Fue una tarea pulcra
pulquernma, que consumó en poco tiempo su destreza, no obs- ces, en lacrimosas autocomparaciones. Y, perdonándose, afron-
tante la precaria luz de un cabo de vela. ta con ceño adusto las últimas escarpaturas, llevando como guía
Lista ya, l? demás fue fácil. No debía más que dinamizar el prístino candor de la infancia.
el amor propio herido de «Dijunto». Y le instó: Lento, prolijo, meticuloso, armó su catre.
-Es necesario que vindiques tu comportamiento, afirman- Escrutó circularmente el campamento. En el concierto des-
do ~n la prueba a que te someto la corrección de tu conducta. concertado de respiraciones atragantadas, resuellos y bufidos,
Quiero que salgas ya mismo y coloques, en cuatro obras en cons- su carácter era una batuta erecta inútilmente.
truccion, en l~s punto~ más diametrales, estas cuatro carnpani- Se acostó.
llas:·· Vos veras en cqáles, pues vos mismo levantaste el censo. No podía dormirse. El deber, que había sido pauta y cruz
Están cronometrad.as par~ que la explosión se verifique, simultá- de su existencia, le ordenó velar hasta que «Dijunto» volviese.
neamente, a los v~mte.mm~tos que vos te reintegres aquí. Dos Cerró los ojos, no obstante. El espectáculo que iban a ofre-
horas en total. [Cuidado! [Fijare bien en los números de tiza! ·No cer era estupendo. Avaluó su trascendencia en la comunidad
alterar el orden de colocación! Cuando el estampido acontezca solidaria del ideal. Y al rehenchirse su pecho, sintió que el man-
el t_ren~e carg~ ya habrá partido con «Aparicio». La policía ven: to de Ja noche lo cubría con la antigua ternura conque lo ha-
drá d:_ inmediato al campamento. Nos encontrará roncando ... cía su madre. Y le vino sueño.
Y man.~na «Katanga», suelto, y vos, otra vez, en mi concepto. Recordó, entonces, que, cierta vez, leyendo a Sainte-Beuve,
«Dijunto» aceptó la empresa reconocido a la lealtad de su jefe encontró una definición curiosa: «La felicidad es como una
El cansancio se di~ipó como. por ensalmo. Y gozó por antici~ gana de dormir ... ». Le intrigó profundamente. Siempre había
pado la vol~p_n~os1dad. del nesgo que virtualizaría su decoro. pensado que la felicidad residía en estar lo más posible fuera
No fue. difícil esconder en sus faltriqueras las máquinas de de sí mismo, ajeno a toda introversión, olvidado de la propia
alarma. Dio las buenas noches. Y partió camuflando su figura individualidad. Y no pudo aquilatarla. [Ahora daba en Ja cla-
de churque entre los churques de la ribera. ve! Ahora que el deber lo instaba a no dormirse ... Ahora que
L~ bondad de «Longines» se complugo en acompañarle des- la hazaña de «Dijunto» iba a identificar en el ámbito del cie-
de lejos. lo, el cielo rojo de muchas ilusiones ... Había ido así, por la lí-
Después, juzgó para sí: nea de una parábola, desde el silencio a la gloria. Y todo era
-Es tocante la pureza de los seres más abyectos. Tras de ha- poco. Supo entonces que la felicidad no se contenta con nada.
ber chapaleado el infortunio, la deshonestidad el delito mues- Que la felicidad no se vence; sino que vence, como el sueño.
t¡an en el ~egreso de la edad,como limpios espej~s mora/e;, zonas Estaba ... en lo cierto Sainte-Beuve «La ... fe-li-ci-dad ...
mcon_tammadas de la conciencia. ¡Es la venganza del tiempo! es ... como u-na ga-na de ... dormir »
Del tiempo malogrado, que señala la clara vivencia de cualida- Y se durmió.
des que (u:ron sojuzgadas en los primeros hervores de la juven-
tud. !l-1 vre¡o. Cr?nos gusta hilar fino: emociones sin nudos, pen-
~am_re:ito.s sin hilachas... De tal modo, el portador de cada alma Tres pitadas.
inválida msurge ante la evidencia de virtudes auténticas. Se con- Un brusco zarandeo.
templa en ellas. Anhela atrasarel reloj de la vida. Pero 1iimpos 1·- El convoy partía ...
ble'· La decepcion" ya esta, en el rostro.
• Uno se infantiliza, enton- Escondido en el hueco oloroso formado por enormes vigas
de cedro, «Aparicio», por fin, se sintió a buen recaudo.
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Nada como el movimiento para neutralizar el miedo. Por No se hizo más preguntas. Chascó la lengua con más asco
más que la angustia nos persiga, corriendo uno se evade. Por que nunca. Y medulando bien el concepto, compuJsó que en
más que la aflicción nos cerque, fugando uno se liberta. Estar las fuerzas ignotas del mundo hay una actividad irónica que
en sí, es estar preso. ¡Escabullirse! Huir es abrir picadas en la Jabra con rasgos irrisorios el contrapeso necesario a la exalta-
maraña de la razón, túneles en el humus del instinto. [Escabu- ción de los valores humanos.
llirse! No hay nada como injertar el miedo dentro de la velo- -Sí: eso; sí. Hacer bien y esconderse ... Tender la mano al
cidad ... y dejar que rueden las ruedas del tiempo. menesteroso y huir. .. ¿Por qué? Si cada cual, en vez de prodigar
Cuando el tren pasaba por el puente, «Aparicio» se deslizó al cascotazos al semejante, agotara su buena voluntad para el triun-
extremo del vagón paraznirar el campamento. No lo distinguió. fo de los propósitos nobles, se edificaría para beneficio de todos
El estrépito del convoy martillando la juntura de los rieles y el una sociedad bien arquitecturada de bienestar. Dar, para el po-
torbellino visual de tirantes y durmientes lo ofuscaron. Aunque bre, implica adelantar una obligación de esfuerzos y fatigas,
negativa, su deferencia lo tranquilizó. A no ser un evento extraor- siempre mal oculta en el número de sus tributos. Dar, para el
dinario la marca puesta en el vagón debía haber sido advertida rico, implica devolver lo apropiado ilícitamente en la «legal»
ya. Y, por ende, conocida su decisión de adelantarse aJ itinerario. especulación de su fortuna. Es tiempo ya de que los magnates se
Volvió a acomodarse, embutiéndose dentro su vaina de ce- cercioren y los desheredados se convenzan de lo deleznable del
dro. Hacía fresco. El saco y la gorra le sirvieron de almohada. dinero en la aspiración eterna de la felicidad. El dinero no sirve,
Se desprendió de roda ligadura. hoy por hoy, más que para gastarlo en orgías de altruismo. En
Mantuvo los ojos abiertos, largo rato. Porque sí, ya que el ellas se experimenta, en verdad, el deleite voluptuoso de borrar
prisma bloqueaba a veinte centímetros su visión. AJ percatarse todas las privaciones del ahorro y todas las penurias del trabajo.
de semejante incongrueocia, los cerró de inmediato. Y ensegui- La única satisfacción de la fortuna reside en extravasarla de la
da, como es lógico, comenzaron a escrutar dentro sí mismo. caja fuerte del egoísmo al cofre cordial de la comunidad. El per-
El episodio de esa carde le apabullaba por su estolidez. Chascó sonaje de Zola, que repetía, en su vejez torturada de riqueza:
la lengua con asco. El destino, que a veces forja héroes con ele- «¡Hay que devolver! ¡Hay que deuoluer!», entreveía la verda-
mentos de cobardía, se complace a menudo en escarnecer la bra- dera justicia: la que consiste en reintegrarse al corazón de todos
vura legítima, jugando con ella igual que un gato con un ovillo. sin la infamia del hambre, la ignorancia y la miseria del próji-
¿Por qué él, tan luego él, debía enredarse en la madeja de mo. La que consiste en unirse al movimiento de superación de
estupidez del Tesorero del Sindicato en huelga? ¿Por qué él, tan la humanidad con un aliento generoso de amor. Por eso, pobre
luego él, que había actuado con Aparicio Saravia en las epope- o rico, la consigna no está en arrojar cascotazos sino en arrimar
yas civiles del Uruguay, debía ceder a la suspicacia de un pesqui- ladrillos... ¿Por qué, entonces, el sarcasmo que nos abruma si
sa de campaña? ¿Por qué él, tan luego él, que desde trompa de casualmente nuestro dinero fue a salvar del hambre a docenas y
Elíseo Lamas había llegado a ayudante del más célebre degollador docenas de hogares; de la miseria física, a miles de criaturas; de
de prisioneros colorados, debía recular ante el amago de unos la desesperación, a centenares de hombres? ¿Es crimen ser gene-
cuantos patanes? ¿Por qué él, tan luego él, que intervino en los roso? ¿ES CRIMEN SER GENEROSO?
furiosos entreveros de Tres Árboles, Hervidero, Arbolito, No tuvo otra respuesta que el chascar de su lengua.
Masaller y Tupambay, debía abandonar la ciudad por la sola Iba a abandonarse ya; pero, de súbito, revino a su ilación.
insinuación de un colega de aventuras? ¿Es que su valor estaba Encarnó en la policía esa actividad irónica que contesta: «Sí.
anquilosado? ¿Es que su rebeldía estaba sin sentido? ¿Es que ... ? Es crimen ser generoso». Puesta de lado de quienes gozan to-
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Nada como el movimiento para neutralizar el miedo. Por No se hizo más preguntas. Chascó la lengua con más asco
más que la angustia nos persiga, corriendo uno se evade. Por que nunca. Y medulando bien el concepto, compuJsó que en
más que la aflicción nos cerque, fugando uno se liberta. Estar las fuerzas ignotas del mundo hay una actividad irónica que
en sí, es estar preso. ¡Escabullirse! Huir es abrir picadas en la Jabra con rasgos irrisorios el contrapeso necesario a la exalta-
maraña de la razón, túneles en el humus del instinto. [Escabu- ción de los valores humanos.
llirse! No hay nada como injertar el miedo dentro de la velo- -Sí: eso; sí. Hacer bien y esconderse ... Tender la mano al
cidad ... y dejar que rueden las ruedas del tiempo. menesteroso y huir. .. ¿Por qué? Si cada cual, en vez de prodigar
Cuando el tren pasaba por el puente, «Aparicio» se deslizó al cascotazos al semejante, agotara su buena voluntad para el triun-
extremo del vagón paraznirar el campamento. No lo distinguió. fo de los propósitos nobles, se edificaría para beneficio de todos
El estrépito del convoy martillando la juntura de los rieles y el una sociedad bien arquitecturada de bienestar. Dar, para el po-
torbellino visual de tirantes y durmientes lo ofuscaron. Aunque bre, implica adelantar una obligación de esfuerzos y fatigas,
negativa, su deferencia lo tranquilizó. A no ser un evento extraor- siempre mal oculta en el número de sus tributos. Dar, para el
dinario la marca puesta en el vagón debía haber sido advertida rico, implica devolver lo apropiado ilícitamente en la «legal»
ya. Y, por ende, conocida su decisión de adelantarse aJ itinerario. especulación de su fortuna. Es tiempo ya de que los magnates se
Volvió a acomodarse, embutiéndose dentro su vaina de ce- cercioren y los desheredados se convenzan de lo deleznable del
dro. Hacía fresco. El saco y la gorra le sirvieron de almohada. dinero en la aspiración eterna de la felicidad. El dinero no sirve,
Se desprendió de roda ligadura. hoy por hoy, más que para gastarlo en orgías de altruismo. En
Mantuvo los ojos abiertos, largo rato. Porque sí, ya que el ellas se experimenta, en verdad, el deleite voluptuoso de borrar
prisma bloqueaba a veinte centímetros su visión. AJ percatarse todas las privaciones del ahorro y todas las penurias del trabajo.
de semejante incongrueocia, los cerró de inmediato. Y ensegui- La única satisfacción de la fortuna reside en extravasarla de la
da, como es lógico, comenzaron a escrutar dentro sí mismo. caja fuerte del egoísmo al cofre cordial de la comunidad. El per-
El episodio de esa carde le apabullaba por su estolidez. Chascó sonaje de Zola, que repetía, en su vejez torturada de riqueza:
la lengua con asco. El destino, que a veces forja héroes con ele- «¡Hay que devolver! ¡Hay que deuoluer!», entreveía la verda-
mentos de cobardía, se complace a menudo en escarnecer la bra- dera justicia: la que consiste en reintegrarse al corazón de todos
vura legítima, jugando con ella igual que un gato con un ovillo. sin la infamia del hambre, la ignorancia y la miseria del próji-
¿Por qué él, tan luego él, debía enredarse en la madeja de mo. La que consiste en unirse al movimiento de superación de
estupidez del Tesorero del Sindicato en huelga? ¿Por qué él, tan la humanidad con un aliento generoso de amor. Por eso, pobre
luego él, que había actuado con Aparicio Saravia en las epope- o rico, la consigna no está en arrojar cascotazos sino en arrimar
yas civiles del Uruguay, debía ceder a la suspicacia de un pesqui- ladrillos... ¿Por qué, entonces, el sarcasmo que nos abruma si
sa de campaña? ¿Por qué él, tan luego él, que desde trompa de casualmente nuestro dinero fue a salvar del hambre a docenas y
Elíseo Lamas había llegado a ayudante del más célebre degollador docenas de hogares; de la miseria física, a miles de criaturas; de
de prisioneros colorados, debía recular ante el amago de unos la desesperación, a centenares de hombres? ¿Es crimen ser gene-
cuantos patanes? ¿Por qué él, tan luego él, que intervino en los roso? ¿ES CRIMEN SER GENEROSO?
furiosos entreveros de Tres Árboles, Hervidero, Arbolito, No tuvo otra respuesta que el chascar de su lengua.
Masaller y Tupambay, debía abandonar la ciudad por la sola Iba a abandonarse ya; pero, de súbito, revino a su ilación.
insinuación de un colega de aventuras? ¿Es que su valor estaba Encarnó en la policía esa actividad irónica que contesta: «Sí.
anquilosado? ¿Es que su rebeldía estaba sin sentido? ¿Es que ... ? Es crimen ser generoso». Puesta de lado de quienes gozan to-
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das las ventajas y privilegios del mundo, su puntería y su ma- -Perfectamente, mi jefe.
chete se obstinan contra la plebe que reclama. No deja que la Hacía más de una hora que lo habían depositado en la guar-
magnanimidad crezca en el sector de abajo, sino en el de arri- dia de prevención. Como un peón tomado en un gai:1bito.
ba; porque la bondad del rico es un modus operandi, como «Katanga» seguía igual, sin impacientarse. Jugador de ajedrez,
tantos otros, para perpetuar inrcuamente la injusticia. Cuida así tenía Ja pachorra de los jugadores de ajedrez. Esa variante nue-
que la planta de la miseria se desarrolle en eterno desamparo, va le intrigaba; pero, poco, en realidad. Sabía que los hechos no
sin otro alivio que las eventuales aguas servidas de la riqueza ... surgen por generación espontánea. Que son resultancias t?isre-
Esa actividad irrisoria de la policía le intoxicó de rabia. Se riosas de impulsos y razonamientos. Que llegan a determinada
tiró los pelos de la ingle en el encono de meditar que la gene- actualidad desde lejos, como la ola a la duna, que trae un
rosidad del pobre resulte sospechosa, cuando, por estar más complexo de flexiones y reflexiones del océano. Plácidamente,
cerca del dolor, debiera ser, aunque proviniese de un delito,
por consiguiente, ?ejó que las circunsr~ncias crecier~n. Su ex-
santa, santísima. Y gargajeando su odio, carraspeó la proter-
periencia era amplia al respecto. Conocía los desbarajustes que
via del régimen social, que priva a los humildes de roda coope-
causa la inoportunidad cuando se pretende aprovechar las cosas
ración y solidaridad que vaya en detrimento de la burguesía.
El tren llegó a una estación. antes de tiempo -verdes- o se las recoge tardíamente -podridas.
El crujido de los frenos, el tironeo de las maniobras, desar- Compulsando su situación, repitió, para su coleto, lo que
ticularon su pensamiento. tantas veces solía aconsejar.
De vez en cuando, el foco rojo del cambista penetraba por -¡Cuidado con caer en la trampa de la tentación! ¡Cuida-
el resquicio de las vigas. ¿Saludos o señales? En cierro momen- do con intoxicarse con el escarmiento! Los hechos maduran
to, creyó que el reflejo )e adulaba como una caricia ideal. En- por sí solos. Avanzan estando inmóviles. Adquieren la sazón
tonces se anegó de alegría. Y murmuró: debida en climas psicológicos, ajenos por completo a la vo-
-Socorro Rojo ... Plata del soviet ... En fin, [que digan lo que luntad de quien los goza o sufre. Los hechos, como la fruta,
quieran! Lo cierto es que la huelga triunfará. Que nuestro aporte hay que cogerlos a punto... ,
evitó la claudicación del hambre. Y que, frente a las obras en El fatalismo era el hermano mayor de su flema. ¿Para que
construcción, los brazos que ya se extendían laxos, implorantes, afanarse entonces? Había que soportar. Y soportó el olor a
mañana erigirán la amenaza del puño cerrado. tinta vieja de la oficina, el rufo de cloaca del papel Romaní
Cuando el convoy retomó Ja marcha, «Aparicio» ya no es- enmohecido y el picor de polilla de los muebles desvencijados.
taba contento. En el ínterin, paseó su displicencia por los cuadros
Suspiró intensas decepciones, antropométricos y la galería de delincuentes. ¡Qué antigualla!
Seccionó el insomnio con varios chasquidos de lengua. La vetustez de los primeros remontaba a la época de Lavatcr,
Y saturando el rostro con una desprestigiada melancolía Las fotografías descoloridas mostraban poses feroces de la va-
-Ilorosa y blandengue- tuvo la tristeza que abruma a todos riedad criminal extinguida con la «escuela positiva». ¡Qué an-
los redentores. tigualla!
No pudo reprimir una sonrisa:
-Seguro que el fotógrafo era de aquellos que mineteaban
... .
-Bien. Siéntese ahí. Recuerde, Inspector: está incomunicado.
las placas ... ¡Qué atraso técnico exhibir semejantes esperpentos,
ahora que la ciencia fisiognomónica se ha agudizado con Pierre
Abraham a límites increíbles! ¡Qué ignominia persistir en la
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das las ventajas y privilegios del mundo, su puntería y su ma- -Perfectamente, mi jefe.
chete se obstinan contra la plebe que reclama. No deja que la Hacía más de una hora que lo habían depositado en la guar-
magnanimidad crezca en el sector de abajo, sino en el de arri- dia de prevención. Como un peón tomado en un gai:1bito.
ba; porque la bondad del rico es un modus operandi, como «Katanga» seguía igual, sin impacientarse. Jugador de ajedrez,
tantos otros, para perpetuar inrcuamente la injusticia. Cuida así tenía Ja pachorra de los jugadores de ajedrez. Esa variante nue-
que la planta de la miseria se desarrolle en eterno desamparo, va le intrigaba; pero, poco, en realidad. Sabía que los hechos no
sin otro alivio que las eventuales aguas servidas de la riqueza ... surgen por generación espontánea. Que son resultancias t?isre-
Esa actividad irrisoria de la policía le intoxicó de rabia. Se riosas de impulsos y razonamientos. Que llegan a determinada
tiró los pelos de la ingle en el encono de meditar que la gene- actualidad desde lejos, como la ola a la duna, que trae un
rosidad del pobre resulte sospechosa, cuando, por estar más complexo de flexiones y reflexiones del océano. Plácidamente,
cerca del dolor, debiera ser, aunque proviniese de un delito,
por consiguiente, ?ejó que las circunsr~ncias crecier~n. Su ex-
santa, santísima. Y gargajeando su odio, carraspeó la proter-
periencia era amplia al respecto. Conocía los desbarajustes que
via del régimen social, que priva a los humildes de roda coope-
causa la inoportunidad cuando se pretende aprovechar las cosas
ración y solidaridad que vaya en detrimento de la burguesía.
El tren llegó a una estación. antes de tiempo -verdes- o se las recoge tardíamente -podridas.
El crujido de los frenos, el tironeo de las maniobras, desar- Compulsando su situación, repitió, para su coleto, lo que
ticularon su pensamiento. tantas veces solía aconsejar.
De vez en cuando, el foco rojo del cambista penetraba por -¡Cuidado con caer en la trampa de la tentación! ¡Cuida-
el resquicio de las vigas. ¿Saludos o señales? En cierro momen- do con intoxicarse con el escarmiento! Los hechos maduran
to, creyó que el reflejo )e adulaba como una caricia ideal. En- por sí solos. Avanzan estando inmóviles. Adquieren la sazón
tonces se anegó de alegría. Y murmuró: debida en climas psicológicos, ajenos por completo a la vo-
-Socorro Rojo ... Plata del soviet ... En fin, [que digan lo que luntad de quien los goza o sufre. Los hechos, como la fruta,
quieran! Lo cierto es que la huelga triunfará. Que nuestro aporte hay que cogerlos a punto... ,
evitó la claudicación del hambre. Y que, frente a las obras en El fatalismo era el hermano mayor de su flema. ¿Para que
construcción, los brazos que ya se extendían laxos, implorantes, afanarse entonces? Había que soportar. Y soportó el olor a
mañana erigirán la amenaza del puño cerrado. tinta vieja de la oficina, el rufo de cloaca del papel Romaní
Cuando el convoy retomó Ja marcha, «Aparicio» ya no es- enmohecido y el picor de polilla de los muebles desvencijados.
taba contento. En el ínterin, paseó su displicencia por los cuadros
Suspiró intensas decepciones, antropométricos y la galería de delincuentes. ¡Qué antigualla!
Seccionó el insomnio con varios chasquidos de lengua. La vetustez de los primeros remontaba a la época de Lavatcr,
Y saturando el rostro con una desprestigiada melancolía Las fotografías descoloridas mostraban poses feroces de la va-
-Ilorosa y blandengue- tuvo la tristeza que abruma a todos riedad criminal extinguida con la «escuela positiva». ¡Qué an-
los redentores. tigualla!
No pudo reprimir una sonrisa:
-Seguro que el fotógrafo era de aquellos que mineteaban
... .
-Bien. Siéntese ahí. Recuerde, Inspector: está incomunicado.
las placas ... ¡Qué atraso técnico exhibir semejantes esperpentos,
ahora que la ciencia fisiognomónica se ha agudizado con Pierre
Abraham a límites increíbles! ¡Qué ignominia persistir en la
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teoría d~l uomo criminale, ahora que el maquillage y el make texto de una chance, se mezcló en la marea de esa ralea ... Da-
up convierten demonios en ángeles! taba desde tal ocasión su cariño por los gángsters. El formida-
c_omo glisando por un tobogán, pensó en la soberbia ga- ble golpe de audacia, dado ese día por una de las bandas, era
llardía de los gangscers, canto en el cine como en la realidad un episodio encalabrinante de heroísmo y audacia. La frusle-
tanto en Chicago como en B~enos Aires. La belleza física y~ ría del delito individual quedaba relegada a la pifia de la jus-
no estaba reñ!da c~n. el ?elico. Ya el confort de la seda y del ticia y a la tradición de los relapsos. Allá habían industrializado
auto no e~a solo pnv1l~g10 de magnates. Ya la cirugía facial y la coima, el vicio, el contrabando. Luchaban los monopolios
la elegancia de los Casinos no eran exclusivas de Cecilia Sorel del crimen. El trust de Al Capone con el de ... Buck Moran (no
o André de Fouquieres. Ya.el crimen no era producto de suje- se acordaba bien) en la eterna aspiración de dominio y preva-
tos as~rosos y cavern~t1os, sino la fine f/eur de individuos apues- lencia. Nada más. Lucha limpia. Lucha con altura desde la
t~s Y Jocundos. Stavisky y Baby Face Dillinger le guiñaron el bajeza. Lucha épica. ¡Qué diferencia con los canallas de Wall
OJO d~sde el fondo de Ta muerte ... [Qué patada en el vientre a Street, que especulan con el hambre, la salud y el honor -¡lo
la tesis de la Lombroso! imprescindible!- de media humanidad menesterosa! Los
. De ahí a sumergirse en los coeficientes morales del bando- gángsters, por lo mismo que explotan lo superfluo de una
lerismo moderno, no fue más que un tránsito. minoría rica, han dignificado la profesión de delincuente. Ya
R_ecordó que hallábase en Nueva York cuando la «masacre no incurren en el oprobio de saquear la menguada bolsa del
del d~a de San yatencín». Tr~baj.aba ya de ilusionista por cuenta caminante, sino practican el racketeering a los pulpos del co-
propia, despues de haber sido iluso por cuenta ajena ... mercio y a los tiburones de la banca: a quienes succionan y
trituran precisamente los dineros del pueblo .
• El Inspector seguía curvado en el escritorio. Tal vez en el suma-
rio de un punguista ... Tal vez en la ficha de un cuatrero ... La sos-
1)0QTOR fNHELL pecha de lo ínfimo de su preocupación le molestó sobremanera.
Su rumia se tornó exacerbada:
T~H T~UCOS EN UNO: -Los gángsters son herederos directos de Robin Hood, de
1HU~STON - HOU'DINI - FR€QOLI Schinderham, de Cartouche, de Carmine Donatelli Crocco, il
massimo brigante del seccolo decimonono, de Joaquín Murrieta,
de Diego Corrientes ... De cuantos cansados de esperar la protec-
• ción de la ley terminaron por maldecirla. De cuantos enarbola-
El afiche de sus triunfos remotos pasó por su memoria como ron el puñal y la carabina para imponer la justicia más cabal: la
una obses}ón dantesca. ¡También llamarse Doctor Inhell! ... que emerge del dolor de la injusticia ... Los gángsters son los pró-
Pero torno al tema. La concurrencia del café-concierto -rni- ceres de esta actualidad turbulenta. El culto moderno del heroís-
tad sp~ak eaS)J mitad casa non sancta- en que actuaba esa noche mo requiere algo más que audacia: la envergadura moral de un
no se m.tereso en ~bsoluco por sus juegos. Prestidigitaba ella alma bien templada en las desigualdades de la vida. Para ser pró-
en ne~v1osos cuchicheos. Sacaba ella, de su conmoción las cer es requisito indispensable identificar en la pureza de los senti-
aposull~s más curiosas; ni más ni menos como él, de su chiste- mientos la aspiración fecunda de llantos de la conciencia popular
r~, conejos, banderas, lico~es y eorpiños ... Él, entonces, se con- Los gángsters jamás ostentan aureolas de ridículo o vergüenza.
viruo en espectador. Y ba¡ando del escenario a la sala, so pre- Cuando caen se les respeta. No conocen la ignominia musical o
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teoría d~l uomo criminale, ahora que el maquillage y el make texto de una chance, se mezcló en la marea de esa ralea ... Da-
up convierten demonios en ángeles! taba desde tal ocasión su cariño por los gángsters. El formida-
c_omo glisando por un tobogán, pensó en la soberbia ga- ble golpe de audacia, dado ese día por una de las bandas, era
llardía de los gangscers, canto en el cine como en la realidad un episodio encalabrinante de heroísmo y audacia. La frusle-
tanto en Chicago como en B~enos Aires. La belleza física y~ ría del delito individual quedaba relegada a la pifia de la jus-
no estaba reñ!da c~n. el ?elico. Ya el confort de la seda y del ticia y a la tradición de los relapsos. Allá habían industrializado
auto no e~a solo pnv1l~g10 de magnates. Ya la cirugía facial y la coima, el vicio, el contrabando. Luchaban los monopolios
la elegancia de los Casinos no eran exclusivas de Cecilia Sorel del crimen. El trust de Al Capone con el de ... Buck Moran (no
o André de Fouquieres. Ya.el crimen no era producto de suje- se acordaba bien) en la eterna aspiración de dominio y preva-
tos as~rosos y cavern~t1os, sino la fine f/eur de individuos apues- lencia. Nada más. Lucha limpia. Lucha con altura desde la
t~s Y Jocundos. Stavisky y Baby Face Dillinger le guiñaron el bajeza. Lucha épica. ¡Qué diferencia con los canallas de Wall
OJO d~sde el fondo de Ta muerte ... [Qué patada en el vientre a Street, que especulan con el hambre, la salud y el honor -¡lo
la tesis de la Lombroso! imprescindible!- de media humanidad menesterosa! Los
. De ahí a sumergirse en los coeficientes morales del bando- gángsters, por lo mismo que explotan lo superfluo de una
lerismo moderno, no fue más que un tránsito. minoría rica, han dignificado la profesión de delincuente. Ya
R_ecordó que hallábase en Nueva York cuando la «masacre no incurren en el oprobio de saquear la menguada bolsa del
del d~a de San yatencín». Tr~baj.aba ya de ilusionista por cuenta caminante, sino practican el racketeering a los pulpos del co-
propia, despues de haber sido iluso por cuenta ajena ... mercio y a los tiburones de la banca: a quienes succionan y
trituran precisamente los dineros del pueblo .
• El Inspector seguía curvado en el escritorio. Tal vez en el suma-
rio de un punguista ... Tal vez en la ficha de un cuatrero ... La sos-
1)0QTOR fNHELL pecha de lo ínfimo de su preocupación le molestó sobremanera.
Su rumia se tornó exacerbada:
T~H T~UCOS EN UNO: -Los gángsters son herederos directos de Robin Hood, de
1HU~STON - HOU'DINI - FR€QOLI Schinderham, de Cartouche, de Carmine Donatelli Crocco, il
massimo brigante del seccolo decimonono, de Joaquín Murrieta,
de Diego Corrientes ... De cuantos cansados de esperar la protec-
• ción de la ley terminaron por maldecirla. De cuantos enarbola-
El afiche de sus triunfos remotos pasó por su memoria como ron el puñal y la carabina para imponer la justicia más cabal: la
una obses}ón dantesca. ¡También llamarse Doctor Inhell! ... que emerge del dolor de la injusticia ... Los gángsters son los pró-
Pero torno al tema. La concurrencia del café-concierto -rni- ceres de esta actualidad turbulenta. El culto moderno del heroís-
tad sp~ak eaS)J mitad casa non sancta- en que actuaba esa noche mo requiere algo más que audacia: la envergadura moral de un
no se m.tereso en ~bsoluco por sus juegos. Prestidigitaba ella alma bien templada en las desigualdades de la vida. Para ser pró-
en ne~v1osos cuchicheos. Sacaba ella, de su conmoción las cer es requisito indispensable identificar en la pureza de los senti-
aposull~s más curiosas; ni más ni menos como él, de su chiste- mientos la aspiración fecunda de llantos de la conciencia popular
r~, conejos, banderas, lico~es y eorpiños ... Él, entonces, se con- Los gángsters jamás ostentan aureolas de ridículo o vergüenza.
viruo en espectador. Y ba¡ando del escenario a la sala, so pre- Cuando caen se les respeta. No conocen la ignominia musical o
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poética de tantos bribones insustanciales. Fra Diáuolo con papeles -¡p~r ~arta!-, cifr~s -:-¡por telégrafo!-'}' títulos -tpor
solfas de Auber. Juan Moreyra con versitos de todos los vates radio!-, ¡que ejemplo de. dignidad ofrecen los gangs!ers!, [cuan
criollos ... superlativa es la esplendidez moral de sus actos!, ¡como llena el
El sarcasmo lo dulcificó, sin detenerle: alma de gozo el viril espejo de sus proezas!
-A_demás ¡qué belleza en el desplante enérgico y en la asepsia Todo su ser, abstraído, vibraba de emoción.
del crimen! Nada de paradojas a la maniere de. Nada de solapa- ·Se ama siempre lo que no se puede alcanzar!
do y de sucio. Prefieren lo simple, lo exacto, lo expeditivamente Vibrando todavía, los ojos de «Katanga» se empañaron.
m~rtífero. Para ello decoran el delito con pasiones altivas, no con Veía desfilar en el recuerdo el encierro de Joe Aiello. Todos los
~umdades morbosas. ¡~on adversarios, no enemigos! Odiarse, ojos humildes de Norteamérica llorando a su paso. Y en sun-
¡ugarse entero, matarse espectacularmente, significan franqueza cuosas carrozas, los cinco vagones de flores llegados desde la
en el resentimiento, vértigo en la conquista del logro, sacrificio Florida para perfumar su cadáver ...
nítido en la acción. • • -¡Ser así!¡ Vivir y morir así! ¡Glorificar la vida con una muer-
Hubo el hiato de un suspiro. Y continuó: te así!
-El altruismo de los gángsters fue el único en Estados Uni- ¡Oh, se ama siempre lo que no se puede alcanzar! La he-
dos, durante la depresión. Después del crack de noviembre de rencia heroica no traspasa su gallardía de padres a hijos. Salta,
mil novecientos, veintinueve, la presunta filantropía de los po- como los monos, por el ramaje de los árboles genealógicos. Los
tentados quedo manca. Su «conciencia» cohibía el brazo en gajos más débiles a veces la recogen. Y fructifican en gestas y
actitudes roñosas. Lock-ours. Disminución de salarios. hazañas, mientras los tallos más erectos se agostan en la pusi-
Unemployed gimiendo: «Buy an apple, buy an apple! » ... Mien- lanimidad. Lo sabía muy bien. En cien ocasiones había incu-
tras tanto, ellos expandían por doquiera su magnanimidad. rrido en la flagrante desdicha de sorprender su propia flaque-
Iba a las barriadas indigentes de Cbicago y Detroit. Allanaba za. Y deplorando su falta de coraje, se consoló por contraste,
los tugurios sombríos de Pittsburg y San Francisco. Creaba re- con el don de superarlo mediante la astucia ...
fugios para desocupados en los muelles de Nueva York. Res- ¡Pero no era lo mismo! Sorberse los mocos, amilanado,
cataba bajo los puentes a miles de ancianos ateridos. Y a las rumiando coartadas y escapatorias, no era tan elegante y per-
filas infames del Salvation Army y de la Christian Science toda suasivo como accionar una Colt 45. Aplastarse el coxis en esa
una juventud demacrada por la maceración del hambre. Guardia de Prevención para evitar la persecución al compañe-
Casi hubiera llorado. Lo salvó un envión de rabia en el si- ro, no era tan fulgurante y decoroso como defenderlo desde un
lencio: auto blindado con un equipo moderno de ametralladora.
-Se dijo y se dice que el dinero ~o les cuesta nada a los gángsters. Hinchó el pecho para gemir.
Que es la esencia del delito. Diatribas. ¡CAiumnias! No es así. Pero el gemido se trancó en atonía ...
El delito reside.e~ la miseria general, explotada y mantenida por Una,
el bloq1;1e de v~vdlos 9,ue detentan el poder y los privilegios. La dos,
ley esta en la liberacion de ese dolor, en el alivio de su penuria tres,
merced a la decisión de unos cuantos. ¡Que no les cuesta nada! .. '. cuatro explosiones, casi simultáneas, le contuvieron el aliento.
El peligro, el riesgo, lo álgido, son las cosas más caras del mun- El Inspector dio un respingo.
do, pues a menudo cues_tan la ~ida. En tal sentido, frente al La proximidad del último estampido conmovía aún los vi-
amarretismo y la cobardia de los magnates, que sólo aventuran drios de la vencana.
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poética de tantos bribones insustanciales. Fra Diáuolo con papeles -¡p~r ~arta!-, cifr~s -:-¡por telégrafo!-'}' títulos -tpor
solfas de Auber. Juan Moreyra con versitos de todos los vates radio!-, ¡que ejemplo de. dignidad ofrecen los gangs!ers!, [cuan
criollos ... superlativa es la esplendidez moral de sus actos!, ¡como llena el
El sarcasmo lo dulcificó, sin detenerle: alma de gozo el viril espejo de sus proezas!
-A_demás ¡qué belleza en el desplante enérgico y en la asepsia Todo su ser, abstraído, vibraba de emoción.
del crimen! Nada de paradojas a la maniere de. Nada de solapa- ·Se ama siempre lo que no se puede alcanzar!
do y de sucio. Prefieren lo simple, lo exacto, lo expeditivamente Vibrando todavía, los ojos de «Katanga» se empañaron.
m~rtífero. Para ello decoran el delito con pasiones altivas, no con Veía desfilar en el recuerdo el encierro de Joe Aiello. Todos los
~umdades morbosas. ¡~on adversarios, no enemigos! Odiarse, ojos humildes de Norteamérica llorando a su paso. Y en sun-
¡ugarse entero, matarse espectacularmente, significan franqueza cuosas carrozas, los cinco vagones de flores llegados desde la
en el resentimiento, vértigo en la conquista del logro, sacrificio Florida para perfumar su cadáver ...
nítido en la acción. • • -¡Ser así!¡ Vivir y morir así! ¡Glorificar la vida con una muer-
Hubo el hiato de un suspiro. Y continuó: te así!
-El altruismo de los gángsters fue el único en Estados Uni- ¡Oh, se ama siempre lo que no se puede alcanzar! La he-
dos, durante la depresión. Después del crack de noviembre de rencia heroica no traspasa su gallardía de padres a hijos. Salta,
mil novecientos, veintinueve, la presunta filantropía de los po- como los monos, por el ramaje de los árboles genealógicos. Los
tentados quedo manca. Su «conciencia» cohibía el brazo en gajos más débiles a veces la recogen. Y fructifican en gestas y
actitudes roñosas. Lock-ours. Disminución de salarios. hazañas, mientras los tallos más erectos se agostan en la pusi-
Unemployed gimiendo: «Buy an apple, buy an apple! » ... Mien- lanimidad. Lo sabía muy bien. En cien ocasiones había incu-
tras tanto, ellos expandían por doquiera su magnanimidad. rrido en la flagrante desdicha de sorprender su propia flaque-
Iba a las barriadas indigentes de Cbicago y Detroit. Allanaba za. Y deplorando su falta de coraje, se consoló por contraste,
los tugurios sombríos de Pittsburg y San Francisco. Creaba re- con el don de superarlo mediante la astucia ...
fugios para desocupados en los muelles de Nueva York. Res- ¡Pero no era lo mismo! Sorberse los mocos, amilanado,
cataba bajo los puentes a miles de ancianos ateridos. Y a las rumiando coartadas y escapatorias, no era tan elegante y per-
filas infames del Salvation Army y de la Christian Science toda suasivo como accionar una Colt 45. Aplastarse el coxis en esa
una juventud demacrada por la maceración del hambre. Guardia de Prevención para evitar la persecución al compañe-
Casi hubiera llorado. Lo salvó un envión de rabia en el si- ro, no era tan fulgurante y decoroso como defenderlo desde un
lencio: auto blindado con un equipo moderno de ametralladora.
-Se dijo y se dice que el dinero ~o les cuesta nada a los gángsters. Hinchó el pecho para gemir.
Que es la esencia del delito. Diatribas. ¡CAiumnias! No es así. Pero el gemido se trancó en atonía ...
El delito reside.e~ la miseria general, explotada y mantenida por Una,
el bloq1;1e de v~vdlos 9,ue detentan el poder y los privilegios. La dos,
ley esta en la liberacion de ese dolor, en el alivio de su penuria tres,
merced a la decisión de unos cuantos. ¡Que no les cuesta nada! .. '. cuatro explosiones, casi simultáneas, le contuvieron el aliento.
El peligro, el riesgo, lo álgido, son las cosas más caras del mun- El Inspector dio un respingo.
do, pues a menudo cues_tan la ~ida. En tal sentido, frente al La proximidad del último estampido conmovía aún los vi-
amarretismo y la cobardia de los magnates, que sólo aventuran drios de la vencana.
44
45
Ambos salieron despavoridamente a la calle. Un periodista tahúr, macilento, de ojos biliosos, comentó:
Todo era confusión y pánico. Silbatos de auxilio. Alarmas -¡Qué ricos tipos! Después de haber sido quemados en vida
de autos. Gente corriendo.
gozar todavía el lujo de arder en efigie en este holocausto ...
Cuando el Inspector pudo orientarse, corrió a su vez. AJ lado Su agudeza apenas fue oída por un amigote de timba; pues
con igual velocidad iba «Kataaga». El peligro identificaba e~ los chillidos del dueño de la sanrería partían el alma de la mul-
ambos lo~ movimientos del instinto. Pero surgió la autoridad: titud ya apiñada.
-¿A donde va? [Vuélvase! Está incomunicado.
Alucinado por el incendio, la desesperación del judío hacía
-Déjerne ... Lo acompaño. No ha quedado nadie allá.
flamígeros sus ademanes, sus imprecaciones, sus llantos. Corría.
Los trancos seguían retumbando. Entonces frenando en
seco, le espetó, jadeante: ' Accionaba. Quería penetrar al negocio y retrocedía ante el es-
-¡Vuélvase, le ordeno! cuadrón de las llamas. Trataba de encaramarse por sobre los
-¿Sólo?... • muros y reculaba entre ahogos y toses. Toda su movilidad cho-
. El Inspector sufrió ;onvulsamenre la ironía. Ante la urgen- caba, grotesca, ante el fragor de los cristales, el rojo candente de
cia d~ dos deberes no supo al punto qué atinar. Le vino una las cortinas metálicas y el aliento infernal de las vaharadas.
especie de grima. Y asintió: -¡Ji, jiii! ¡Pir Dios quiridosl [Protege la sancos! ¡Toda la
-Bueno, venga. Pero sea decente. No se escabulla. nigocios in humos! ¡Ji, jiii!
-¡Qué esperanza, Inspector! Nada me interesa canto como No había bomberos en la ciudad.
el honor de seguir incomunicado ... Vigilantes y vecinos aportaban escépricarncnte los insufi-
cientes baldes de su buena voluntad. Una manguera de jardín,
tendida desde la ferretería de la esquina, trazó la comba irriso-
Al estrépito sobrevtno la catástrofe. ria de una meada de niño. Para mayor escarnio, en el patetis-
Cuando ambos llegaron al lugar del siniestro -dos cuadras mo de la escena, el andaluz de la estación de servicio trajo su
Y media de la policía- entre polvareda del derrumbe danza- extinguidor para automóviles. Su chorro, sin fuerza, fragmen-
ban ya grandiosas llamas. tado, era semejante a la micción de un perro atacado de insu-
La, d~lantera del edificio en construcción para el «Banco ficiencia renal. La risotada del público lastimó su altruismo:
de Crédito Rural» era un montón de escombros. Techos caí- -¡Mardita zea! Er cacharro es bueno. Lo que hay es que no
dos. Tabiques llenos de muescas. Paredes exhibiendo los dien- cié prezión por falta de ázido zurfúrico. ¡Atiza, no reírse ya!
tes rotos de la mampostería. Don Ezekiel seguía dando alaridos. Iba y venía, de un lado
L~s andami~s rodaron desarticulados, Paranres, alfajías, para otro, automatizado por el terror. Lo mismo que los pa-
mechinales, crupan entre el fuego y la tierra en suspensión igual yasos de los circos, que pretenden ayudar a los que trabajan,
que cien esqueletos de fantasmas trabados en lucha macabra. entorpecía a diestra y siniestra. En cierto instante que el Ins-
El estrago había derruido la casa contigua: la «SANTERÍA pector y «Ka tanga» se proponían abatir una puerta de la tras-
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS». tienda, con una viga usada en forma de ariete, el dueño se
La zarabanda del fuego cobró en ella, con la brisa noctur- abalanzó para impedirlo, gimiendo más que nunca:
na, un furor dionisíaco. El stock místico de Don Ezekiel -¡Progrom! ¡Progrom! ¡Fíjace in riliquias! [Asisinos di Santa
Leibowich crepitaba en medio. de una hecatombe resplande- Tirisitas!
ciente y agna de colores y olores que hubiera entusiasmado a Pero no le hicieron caso. Y mientras retrocedían una vez más
Juliano el Apóstata. • para cobrar impulso, la voz del periodista paralizó a «Katanga »,
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Ambos salieron despavoridamente a la calle. Un periodista tahúr, macilento, de ojos biliosos, comentó:
Todo era confusión y pánico. Silbatos de auxilio. Alarmas -¡Qué ricos tipos! Después de haber sido quemados en vida
de autos. Gente corriendo.
gozar todavía el lujo de arder en efigie en este holocausto ...
Cuando el Inspector pudo orientarse, corrió a su vez. AJ lado Su agudeza apenas fue oída por un amigote de timba; pues
con igual velocidad iba «Kataaga». El peligro identificaba e~ los chillidos del dueño de la sanrería partían el alma de la mul-
ambos lo~ movimientos del instinto. Pero surgió la autoridad: titud ya apiñada.
-¿A donde va? [Vuélvase! Está incomunicado.
Alucinado por el incendio, la desesperación del judío hacía
-Déjerne ... Lo acompaño. No ha quedado nadie allá.
flamígeros sus ademanes, sus imprecaciones, sus llantos. Corría.
Los trancos seguían retumbando. Entonces frenando en
seco, le espetó, jadeante: ' Accionaba. Quería penetrar al negocio y retrocedía ante el es-
-¡Vuélvase, le ordeno! cuadrón de las llamas. Trataba de encaramarse por sobre los
-¿Sólo?... • muros y reculaba entre ahogos y toses. Toda su movilidad cho-
. El Inspector sufrió ;onvulsamenre la ironía. Ante la urgen- caba, grotesca, ante el fragor de los cristales, el rojo candente de
cia d~ dos deberes no supo al punto qué atinar. Le vino una las cortinas metálicas y el aliento infernal de las vaharadas.
especie de grima. Y asintió: -¡Ji, jiii! ¡Pir Dios quiridosl [Protege la sancos! ¡Toda la
-Bueno, venga. Pero sea decente. No se escabulla. nigocios in humos! ¡Ji, jiii!
-¡Qué esperanza, Inspector! Nada me interesa canto como No había bomberos en la ciudad.
el honor de seguir incomunicado ... Vigilantes y vecinos aportaban escépricarncnte los insufi-
cientes baldes de su buena voluntad. Una manguera de jardín,
tendida desde la ferretería de la esquina, trazó la comba irriso-
Al estrépito sobrevtno la catástrofe. ria de una meada de niño. Para mayor escarnio, en el patetis-
Cuando ambos llegaron al lugar del siniestro -dos cuadras mo de la escena, el andaluz de la estación de servicio trajo su
Y media de la policía- entre polvareda del derrumbe danza- extinguidor para automóviles. Su chorro, sin fuerza, fragmen-
ban ya grandiosas llamas. tado, era semejante a la micción de un perro atacado de insu-
La, d~lantera del edificio en construcción para el «Banco ficiencia renal. La risotada del público lastimó su altruismo:
de Crédito Rural» era un montón de escombros. Techos caí- -¡Mardita zea! Er cacharro es bueno. Lo que hay es que no
dos. Tabiques llenos de muescas. Paredes exhibiendo los dien- cié prezión por falta de ázido zurfúrico. ¡Atiza, no reírse ya!
tes rotos de la mampostería. Don Ezekiel seguía dando alaridos. Iba y venía, de un lado
L~s andami~s rodaron desarticulados, Paranres, alfajías, para otro, automatizado por el terror. Lo mismo que los pa-
mechinales, crupan entre el fuego y la tierra en suspensión igual yasos de los circos, que pretenden ayudar a los que trabajan,
que cien esqueletos de fantasmas trabados en lucha macabra. entorpecía a diestra y siniestra. En cierto instante que el Ins-
El estrago había derruido la casa contigua: la «SANTERÍA pector y «Ka tanga» se proponían abatir una puerta de la tras-
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS». tienda, con una viga usada en forma de ariete, el dueño se
La zarabanda del fuego cobró en ella, con la brisa noctur- abalanzó para impedirlo, gimiendo más que nunca:
na, un furor dionisíaco. El stock místico de Don Ezekiel -¡Progrom! ¡Progrom! ¡Fíjace in riliquias! [Asisinos di Santa
Leibowich crepitaba en medio. de una hecatombe resplande- Tirisitas!
ciente y agna de colores y olores que hubiera entusiasmado a Pero no le hicieron caso. Y mientras retrocedían una vez más
Juliano el Apóstata. • para cobrar impulso, la voz del periodista paralizó a «Katanga »,
46
47
-No se preocupen. [Es un farsante ese moscovita de mier- era «fantástico». Y recibió junto con los plácemes de la mu-
da! Está bien asegurado. ¡Dejen que arda todo! El espectácu- h durnbre nuevos machucones, como es natural...
lo vale la pena. Ya lo dijo el clásico: Un beau désordre est un c eDon Ezekíel Leibowich, frangoJla~d? un descons~~ado con-
grand effet d art ... se arrimó también. Como msisna en sus plañideras la-
sue 1 o, ,
«Ka tanga» arremetió entorrces, casi arrastrando al Inspec- mentaciones, «Karanga» le expr~so: . , ~
tor, con un brío desconcertante. Hacer precisamente lo con- -Gracias, amigo. Pero ¿por que Llora~º~?. sr esta ase~ado.1
trario en esa circunstancia valía tanto como ganar el concepto -¡Ji, jiii! ¡Pirqui no astoy la bastante! 1J1, jiii! ¡Apenas la justo:
policial. El prestigio -lo sabía- es con frecuencia corolario de
una estrategia inútil... l' no perdió la ocasión.
La maniobra resultó de una estupidez soberbia. Primero, Sonaban las cuatro en el reloj de .la parroquia. .
porque la viga derribó no sólo la puerta, sino también hizo Fue en esa coyuntura, cuando amba.ron al lugar del meen-
saltar en añicos una vitsina todavía intacta, repleta de imáge- dio el jefe de Investigaciones y el Pesquisa. . ,
nes piadosas, trípticos, tablillas esculpidas, camafeos, vírgenes ¡Nada! Habían recorrido los prostíbulos, las rot1se.nas noc-
de esmalte, rosarios y miniaturas. Y, segundo, porque un car- rurnas, las fondas. El presunto r:epresen~ante del soviet, el ,re-
gamento de quincalla religiosa -medallas, cirios, escapularios, tidor de oro rojo , no aparecía por
parnsultado .
ninguna parte. ~ab1an
. id o a 1 os crurmros en -
libros de misa, estarnpas-, recibido para las fiestas patronales, a varios rompehuelgas, mquin
interceptó el avance, y «Karanga» cayó de bruces casualmente ~~biertos que pululan en los sindicatos, indagado a los alca-
en el momento en que una estantería desplomaba sobre él una huetes del propio «Comité de huelga» de los obreros de la cons-
ringlera de hornacinas de cristal con San Roque, su llaga y su trucción ... ¡y nada en absoluto!
perro. .# Las cuatro explosiones les habían causado el efecto con-
La maniobra resultó de una estupidez soberbia. Pero en esas vulsivo de cuatro hipos colosales. Estaban cenando en la pa-
emergencias la apreciación cabal de los actos se eclipsa, para rrilla criolla contigua a la «Embajada Fra~cesa» -elegante eu-
dejar brillando como hazañas verdaderos contrasentidos. Cuan- femismo del burdel más acreditado de la c~udad- cua~do acae-
do «Karanga» fue extraído de entre los escombros, ya hedien- cieron los estampidos. El movimiento subitáneo ~el diafragma
do a chamusquina, con medio lomo magullado, todavía se y la violenta interrupción del aliento les encajo a c~?ª cual
oían sus insultos. Fue una larga retahíla contra todos los san- sendos pedazos de matambre en la garganta. ~egluttendolos
tos de las listas litúrgicas conservadas en las catedrales, contra entre arcadas, abandonaron ipso facto la parr.1lla. ,
todos los santos de las listas litúrgicas del martirologio y con- Sus averiguaciones empezaron por el ~uburb10. Acercandose
tra todos los santos de las listas litúrgicas de las bulas de cano- al centro se concretaban ya en tres formidables estragos. Al lle-
nización. San Roque no pudo escapar ... gar al «edificio» del «Banco de Crédito Rural», toda la ~sru-
Extendido sobre la vereda de enfrente, jadeante, sudoroso, pefacción juncada en el trayecto se les fue por el alelamiento
fue el primero en alarmarse con el elogio colectivo. La piedad de sus bocas abiertas. .
se agachaba hasta su espalda. Ungía sus hematomas con des- Pero faltaba aún. No fue extrañeza sino asombro. Al abnrs.e
infectantes y felicitaciones. paso en el corro vieron un hoi_nbr~ con el tórax de,snudo, en-
Viendo al Inspector y al médico de policía dispensarle solí- zado de concusiones. El elogio circundante segura cayendo
citos cuidados, acentuó, entre contorsiones mudas, su dolor. como un ungüento. No fue asombro, sino estupor cuando re-
¡Ya estaba hecho el mito y había que consolidarlo! Su arrojo conocieron a «Katanga»:
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-No se preocupen. [Es un farsante ese moscovita de mier- era «fantástico». Y recibió junto con los plácemes de la mu-
da! Está bien asegurado. ¡Dejen que arda todo! El espectácu- h durnbre nuevos machucones, como es natural...
lo vale la pena. Ya lo dijo el clásico: Un beau désordre est un c eDon Ezekíel Leibowich, frangoJla~d? un descons~~ado con-
grand effet d art ... se arrimó también. Como msisna en sus plañideras la-
sue 1 o, ,
«Ka tanga» arremetió entorrces, casi arrastrando al Inspec- mentaciones, «Karanga» le expr~so: . , ~
tor, con un brío desconcertante. Hacer precisamente lo con- -Gracias, amigo. Pero ¿por que Llora~º~?. sr esta ase~ado.1
trario en esa circunstancia valía tanto como ganar el concepto -¡Ji, jiii! ¡Pirqui no astoy la bastante! 1J1, jiii! ¡Apenas la justo:
policial. El prestigio -lo sabía- es con frecuencia corolario de
una estrategia inútil... l' no perdió la ocasión.
La maniobra resultó de una estupidez soberbia. Primero, Sonaban las cuatro en el reloj de .la parroquia. .
porque la viga derribó no sólo la puerta, sino también hizo Fue en esa coyuntura, cuando amba.ron al lugar del meen-
saltar en añicos una vitsina todavía intacta, repleta de imáge- dio el jefe de Investigaciones y el Pesquisa. . ,
nes piadosas, trípticos, tablillas esculpidas, camafeos, vírgenes ¡Nada! Habían recorrido los prostíbulos, las rot1se.nas noc-
de esmalte, rosarios y miniaturas. Y, segundo, porque un car- rurnas, las fondas. El presunto r:epresen~ante del soviet, el ,re-
gamento de quincalla religiosa -medallas, cirios, escapularios, tidor de oro rojo , no aparecía por
parnsultado .
ninguna parte. ~ab1an
. id o a 1 os crurmros en -
libros de misa, estarnpas-, recibido para las fiestas patronales, a varios rompehuelgas, mquin
interceptó el avance, y «Karanga» cayó de bruces casualmente ~~biertos que pululan en los sindicatos, indagado a los alca-
en el momento en que una estantería desplomaba sobre él una huetes del propio «Comité de huelga» de los obreros de la cons-
ringlera de hornacinas de cristal con San Roque, su llaga y su trucción ... ¡y nada en absoluto!
perro. .# Las cuatro explosiones les habían causado el efecto con-
La maniobra resultó de una estupidez soberbia. Pero en esas vulsivo de cuatro hipos colosales. Estaban cenando en la pa-
emergencias la apreciación cabal de los actos se eclipsa, para rrilla criolla contigua a la «Embajada Fra~cesa» -elegante eu-
dejar brillando como hazañas verdaderos contrasentidos. Cuan- femismo del burdel más acreditado de la c~udad- cua~do acae-
do «Karanga» fue extraído de entre los escombros, ya hedien- cieron los estampidos. El movimiento subitáneo ~el diafragma
do a chamusquina, con medio lomo magullado, todavía se y la violenta interrupción del aliento les encajo a c~?ª cual
oían sus insultos. Fue una larga retahíla contra todos los san- sendos pedazos de matambre en la garganta. ~egluttendolos
tos de las listas litúrgicas conservadas en las catedrales, contra entre arcadas, abandonaron ipso facto la parr.1lla. ,
todos los santos de las listas litúrgicas del martirologio y con- Sus averiguaciones empezaron por el ~uburb10. Acercandose
tra todos los santos de las listas litúrgicas de las bulas de cano- al centro se concretaban ya en tres formidables estragos. Al lle-
nización. San Roque no pudo escapar ... gar al «edificio» del «Banco de Crédito Rural», toda la ~sru-
Extendido sobre la vereda de enfrente, jadeante, sudoroso, pefacción juncada en el trayecto se les fue por el alelamiento
fue el primero en alarmarse con el elogio colectivo. La piedad de sus bocas abiertas. .
se agachaba hasta su espalda. Ungía sus hematomas con des- Pero faltaba aún. No fue extrañeza sino asombro. Al abnrs.e
infectantes y felicitaciones. paso en el corro vieron un hoi_nbr~ con el tórax de,snudo, en-
Viendo al Inspector y al médico de policía dispensarle solí- zado de concusiones. El elogio circundante segura cayendo
citos cuidados, acentuó, entre contorsiones mudas, su dolor. como un ungüento. No fue asombro, sino estupor cuando re-
¡Ya estaba hecho el mito y había que consolidarlo! Su arrojo conocieron a «Katanga»:
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·c,orno...
-1 · iftea ... este hom bre ... aca., ,
é·Q
ue- s1gru
Inspector '.... Sí. Supóngase. ¡Cincuenta y cuatro volúmenes! Yo hojeé el
-Después les explicaré. Basta por ahora que certifique su «Acta Sanctórum» en la biblioteca mayor de la Universidad de
heroísmo. Oigan el comentario general. Jamás en la vida he Córdoba. La obra, iniciada por el jesuita Juan Balando, es una
visto un ser más dispuesto a sacrificarse por el bien público. especie de Gotha de la corte celestial y anexos. Figúrese: la guía
El pesquisa joven -profesional de la duda- quedó tieso, telefónica de Buenos Aires, con milagros y portentos en vez del
parpadeante, como columbrando un error. número y el domicilio. Como nomenclátor de los santos es un
«Karanga», mientras tanto, bajó los ojos con ufanía. prodigio. Pero como esencia vital, una empalagosa extravagan-
El corazón -pájaro loco- aleteaba contento dentro su alma. cia. Nada aburre tanto como la virtud ejemplar que se enjaretan
¡Al fin héroe! Pero se nubló de repente. Compulsaba su caso. entre sí los dignatarios de la iglesia. A su parecer, ningún farabute
A menudo el audaz qt¿e arrostra mil vicisitudes coronándose del cielo ha debido yugada en este valle de lágrimas. ¡Nos han
de gloria, muere en el aleve resbalón de una cáscara de bana- hecho un honor bárbaro en aterrizar y sufrir por nuestra reden-
na ... A menudo el cobarde, que encubre en la ficción la infa- ción! ... En el «Gran Martirologio Romano», por Varonio, us-
mia de sus actos, por recoger taimadamente esa cáscara, se lle- ted puede leer, además, el catálogo de los santos que fueron «ser-
na de alabanzas ... vidos» por los paganos. Una bicoca, en puridad, comparándo-
Meduló su situación: los, sin ir más lejos, con los centenares de muchachos que cagaron
-¡No! Es una estafa. Yo no puedo aceptar este «triunfo». fuego de sed y de hambre en la guerra del Chaco ... Pero los frai-
Lo declino ante mi fuero interno. Es deprimente. Sólo man- les saben magnificar las cosas. Y un sacerdote del siglo quinto,
tendré la jactancia, por razones obvias. La jactancia que me Sedulio, por ejemplo, que compuso el himno «A solis ortus
blinda y me protege. cardine», o una beata con furor uterino del siglo décimoquinto
Y sumiso bajo la ((gl9ria» conquistada, aherrojó sus sensa- -Santa Teresa, por ejernplo-, que veía a Dios por el ojo de buey
ciones para ocultarse de sí mismo. del sexo, ¡todavía son recordados con laúdes y hosannas por la
Ya el incendio había perdido valor como espectáculo. La grey de pleno siglo veinte! ... [Es una papa, amigo! Cuando pienso
gente empezó a ralear. que los concilios de Nicea y Tremo restauraron el culto de las
De perfil, apoyado en un reclinatorio salvado de la hogue- imágenes, me río de la versatilidad de los hombres. La icono-
ra, «Karanga» escuchaba al Periodista. En el regodeo de la grafía es algo horrible; una verdadera iconocaquia. La gente no
«fama» se estiró hacia él, como recabando tácitamente su aten- sabe lo que venera. Y la liturgia un fandango en que los toterns
ción. No la obtuvo. Ello le dio la pauta de su valer. La indife- primitivos han sido cambiados por monigotes ... Empecemos por
rencia es la gran insignia en la bolsa de la vida. Cuanto más se el principio: Benedicamus Domino. Cristo, que era representa-
desdeña, más se posee. • do imberbe hasta el siglo once, aparece después, como buen ju-
El Periodista hablaba al amigote. Lenta, pero continuamen- dío, con toda la barba ... Las estatuas y figuras de los santos vie-
te. Mascullando las frases. Voz casi torva de ser tan pastosa. nen después, talladas, incrustadas o pintadas en portales,
Su faz demacrada, su exoftalmia, su aplomo de tahúr, lo con- trascoros, retablos, frisos, eucologios, antifonarios. ¡La invasión
quistaron de inmediato; pues las taras que afligen a una fuerte es tremenda! Cada artesano, cada artista, en trance de dar ex-
individualidad concitan siempre más simpatía que la belleza. presión, imbeciliza sus habituales modelos depravados. ¿Por qué?
Sin rencor a su desdén, «Ka tanga» paró la oreja. Pocas ve- Así la variedad antropomórfica de los santos se unifica en la
ces, su espíritu impermeable al 'bochorno de la deslealtad co- idiotez del éxtasis y el amerengamiento de la postura. Bien hi-
lectiva, oyó cosas tan interesantes: cieron los herejes del Cisma. de los iconoclastas en rechazar se-
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·c,orno...
-1 · iftea ... este hom bre ... aca., ,
é·Q
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Inspector '.... Sí. Supóngase. ¡Cincuenta y cuatro volúmenes! Yo hojeé el
-Después les explicaré. Basta por ahora que certifique su «Acta Sanctórum» en la biblioteca mayor de la Universidad de
heroísmo. Oigan el comentario general. Jamás en la vida he Córdoba. La obra, iniciada por el jesuita Juan Balando, es una
visto un ser más dispuesto a sacrificarse por el bien público. especie de Gotha de la corte celestial y anexos. Figúrese: la guía
El pesquisa joven -profesional de la duda- quedó tieso, telefónica de Buenos Aires, con milagros y portentos en vez del
parpadeante, como columbrando un error. número y el domicilio. Como nomenclátor de los santos es un
«Karanga», mientras tanto, bajó los ojos con ufanía. prodigio. Pero como esencia vital, una empalagosa extravagan-
El corazón -pájaro loco- aleteaba contento dentro su alma. cia. Nada aburre tanto como la virtud ejemplar que se enjaretan
¡Al fin héroe! Pero se nubló de repente. Compulsaba su caso. entre sí los dignatarios de la iglesia. A su parecer, ningún farabute
A menudo el audaz qt¿e arrostra mil vicisitudes coronándose del cielo ha debido yugada en este valle de lágrimas. ¡Nos han
de gloria, muere en el aleve resbalón de una cáscara de bana- hecho un honor bárbaro en aterrizar y sufrir por nuestra reden-
na ... A menudo el cobarde, que encubre en la ficción la infa- ción! ... En el «Gran Martirologio Romano», por Varonio, us-
mia de sus actos, por recoger taimadamente esa cáscara, se lle- ted puede leer, además, el catálogo de los santos que fueron «ser-
na de alabanzas ... vidos» por los paganos. Una bicoca, en puridad, comparándo-
Meduló su situación: los, sin ir más lejos, con los centenares de muchachos que cagaron
-¡No! Es una estafa. Yo no puedo aceptar este «triunfo». fuego de sed y de hambre en la guerra del Chaco ... Pero los frai-
Lo declino ante mi fuero interno. Es deprimente. Sólo man- les saben magnificar las cosas. Y un sacerdote del siglo quinto,
tendré la jactancia, por razones obvias. La jactancia que me Sedulio, por ejemplo, que compuso el himno «A solis ortus
blinda y me protege. cardine», o una beata con furor uterino del siglo décimoquinto
Y sumiso bajo la ((gl9ria» conquistada, aherrojó sus sensa- -Santa Teresa, por ejernplo-, que veía a Dios por el ojo de buey
ciones para ocultarse de sí mismo. del sexo, ¡todavía son recordados con laúdes y hosannas por la
Ya el incendio había perdido valor como espectáculo. La grey de pleno siglo veinte! ... [Es una papa, amigo! Cuando pienso
gente empezó a ralear. que los concilios de Nicea y Tremo restauraron el culto de las
De perfil, apoyado en un reclinatorio salvado de la hogue- imágenes, me río de la versatilidad de los hombres. La icono-
ra, «Karanga» escuchaba al Periodista. En el regodeo de la grafía es algo horrible; una verdadera iconocaquia. La gente no
«fama» se estiró hacia él, como recabando tácitamente su aten- sabe lo que venera. Y la liturgia un fandango en que los toterns
ción. No la obtuvo. Ello le dio la pauta de su valer. La indife- primitivos han sido cambiados por monigotes ... Empecemos por
rencia es la gran insignia en la bolsa de la vida. Cuanto más se el principio: Benedicamus Domino. Cristo, que era representa-
desdeña, más se posee. • do imberbe hasta el siglo once, aparece después, como buen ju-
El Periodista hablaba al amigote. Lenta, pero continuamen- dío, con toda la barba ... Las estatuas y figuras de los santos vie-
te. Mascullando las frases. Voz casi torva de ser tan pastosa. nen después, talladas, incrustadas o pintadas en portales,
Su faz demacrada, su exoftalmia, su aplomo de tahúr, lo con- trascoros, retablos, frisos, eucologios, antifonarios. ¡La invasión
quistaron de inmediato; pues las taras que afligen a una fuerte es tremenda! Cada artesano, cada artista, en trance de dar ex-
individualidad concitan siempre más simpatía que la belleza. presión, imbeciliza sus habituales modelos depravados. ¿Por qué?
Sin rencor a su desdén, «Ka tanga» paró la oreja. Pocas ve- Así la variedad antropomórfica de los santos se unifica en la
ces, su espíritu impermeable al 'bochorno de la deslealtad co- idiotez del éxtasis y el amerengamiento de la postura. Bien hi-
lectiva, oyó cosas tan interesantes: cieron los herejes del Cisma. de los iconoclastas en rechazar se-
so 51
rnejantes linajes de sujetos. La oración no podía encaminarse mente su producción de ídolos. Y los santeros judíos como
hacia una pléyade de eunucoides, narcisistas y paranoicos ... La Ezekiel Leibowich se enriquecen a luces vistas.
oración es cosa seria. Es el vehículo espiritual mediante el cual -Sin embargo, Leibowich ha quebrado dos veces.
se invoca, demanda y obsecra la misericordia de un favor. En -Una vez.
otros términos: la forma de adular al santo de preferencia o de -Dos veces.
turno para que nos haga una gauchada ... Usted comprenderá -Una quiebra y una convocatoria. No es lo mismo. Cuan-
que un fetiche de estos que vende Don Ezekiel... do Je remataron la «SANTERÍA LA VIRGEN DE LUJÁN», él
-Vendía. mismo compró todas las existencias por interpósita persona.
- ... al menudeo no se Je puede pedir nada. Son de tan baja Hizo un negocio pingüe. Se quedó con los santos ... y los divi-
catadura artística que repelen. Ni bien un fiel culto, por más fiel dendos. Años después, siendo dueño de la «SANTERÍA DON
a culto que sea, le ve la pinta, se desafora de risa. Y las preses no BOSCO», el concordato le permitió seguir usufructuando los
pasan del cielo raso ... Lo eorrectosería que los católicos, como santos del santoral al diez por ciento de su valor ...
los musulmanes o como los mismos protestantes, forjaran con el -Entonces es un negocio que rinde en el cielo y en la tierra:
fervor la imagen devora. Nadie es mejor escultor que la imagina- arriba y abajo ...
ción propia cuando la sublima el ideal. Es preciso depurar la téc- -No le quepa la menor duda. Todo lo que atañe a la reli-
nica de la plegaria. La «manga» de gracias divinas debe hacerse gión de Occidente ha estado siempre en manos de judíos, arri-
en silencio, a escondidas de todos, y hasta de uno mismo; porque ba y abajo, en el cielo y en la tierra ... Jehová y Moisés ...
nada subleva tanto como pechar beneficios sin entregar envuelta -Dios y Jesús.
en pudores la candidez del ruego. Así, quizás, se harían algunas -Exactarncnte. No hay dioses húngaros, franceses, italia-
obras buenas en acción deegracías: colegios, hospitales, piletas, nos, yanquis. Meros amanuenses, meros peones ... Por eso este
usinas ... Obras por cierto superiores al Te Deum compuesto por incendio ... este incendio ... pondría la cabeza en el fuego que
San Ambrosio y San Agustín por la pavada de haber recibido es intencional... que es otro negocio.
éste el bautismo ... Los católicos actuales son como los cabritos. En ese instante pasaba delante de ellos el Jefe de Investiga-
-¿Como los cabritos? ciones. Al escuchar la última frase del Periodista, torció el ros-
-Sí: como los cabritos. Se hincan para poder mamar ... tro, moviéndolo negativamente:
Rehúyen la fatiga interior de la fe. No se arremangan las po- -No. No. Está equivocado.
lleras o los pantalones sin ánimo de lucro. No se ponen flexis -¿Equivocado? ¿Qué va a decirme a mí? Es un farsante, ese
genibus sin especular ostensiblemente con los sufragios. ¡Son moscovita de mierda. Tiene seguros con creces.
ominosos pichincheros! ¡Y ay de1 santo que los defraude! Lo -Ustedes los de La Verdad lo saben todo ... Pero esta vez han
boicotean sin asco. De aquí la necesidad siempre renovada de perdido la oportunidad de callarse la boca.
intercesores. El Papa lo sabe. Y como Administrador General Hubo una pausa grávida.
de la Indulgencia, va soltando mártires, beatos, virgos y con- El Periodista -redactor del diario de la oposición- se que-
fesores, que acaparan las preces en el furor de la moda. Porque dó mirándolo sobradoramenre. Como columbrando un ton-
los santos se usan un determinado tiempo. Como el organdí, go. Se rió para sus adentros con tres resoplidos nasales. Y diri-
la crepe albene, la tafeta ce/lophane ... Así, mientras que las giéndose a su compañero, lo invitó:
canonizaciones se suceden, las fápricas judías de imágenes no -Vamos. Ya está armado el acomodo. Es de los suyos. ¡Voy
dan abasto. Los yeseros judíos de los suburbios agotan fácil- a estar equivocado, yo! ...
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rnejantes linajes de sujetos. La oración no podía encaminarse mente su producción de ídolos. Y los santeros judíos como
hacia una pléyade de eunucoides, narcisistas y paranoicos ... La Ezekiel Leibowich se enriquecen a luces vistas.
oración es cosa seria. Es el vehículo espiritual mediante el cual -Sin embargo, Leibowich ha quebrado dos veces.
se invoca, demanda y obsecra la misericordia de un favor. En -Una vez.
otros términos: la forma de adular al santo de preferencia o de -Dos veces.
turno para que nos haga una gauchada ... Usted comprenderá -Una quiebra y una convocatoria. No es lo mismo. Cuan-
que un fetiche de estos que vende Don Ezekiel... do Je remataron la «SANTERÍA LA VIRGEN DE LUJÁN», él
-Vendía. mismo compró todas las existencias por interpósita persona.
- ... al menudeo no se Je puede pedir nada. Son de tan baja Hizo un negocio pingüe. Se quedó con los santos ... y los divi-
catadura artística que repelen. Ni bien un fiel culto, por más fiel dendos. Años después, siendo dueño de la «SANTERÍA DON
a culto que sea, le ve la pinta, se desafora de risa. Y las preses no BOSCO», el concordato le permitió seguir usufructuando los
pasan del cielo raso ... Lo eorrectosería que los católicos, como santos del santoral al diez por ciento de su valor ...
los musulmanes o como los mismos protestantes, forjaran con el -Entonces es un negocio que rinde en el cielo y en la tierra:
fervor la imagen devora. Nadie es mejor escultor que la imagina- arriba y abajo ...
ción propia cuando la sublima el ideal. Es preciso depurar la téc- -No le quepa la menor duda. Todo lo que atañe a la reli-
nica de la plegaria. La «manga» de gracias divinas debe hacerse gión de Occidente ha estado siempre en manos de judíos, arri-
en silencio, a escondidas de todos, y hasta de uno mismo; porque ba y abajo, en el cielo y en la tierra ... Jehová y Moisés ...
nada subleva tanto como pechar beneficios sin entregar envuelta -Dios y Jesús.
en pudores la candidez del ruego. Así, quizás, se harían algunas -Exactarncnte. No hay dioses húngaros, franceses, italia-
obras buenas en acción deegracías: colegios, hospitales, piletas, nos, yanquis. Meros amanuenses, meros peones ... Por eso este
usinas ... Obras por cierto superiores al Te Deum compuesto por incendio ... este incendio ... pondría la cabeza en el fuego que
San Ambrosio y San Agustín por la pavada de haber recibido es intencional... que es otro negocio.
éste el bautismo ... Los católicos actuales son como los cabritos. En ese instante pasaba delante de ellos el Jefe de Investiga-
-¿Como los cabritos? ciones. Al escuchar la última frase del Periodista, torció el ros-
-Sí: como los cabritos. Se hincan para poder mamar ... tro, moviéndolo negativamente:
Rehúyen la fatiga interior de la fe. No se arremangan las po- -No. No. Está equivocado.
lleras o los pantalones sin ánimo de lucro. No se ponen flexis -¿Equivocado? ¿Qué va a decirme a mí? Es un farsante, ese
genibus sin especular ostensiblemente con los sufragios. ¡Son moscovita de mierda. Tiene seguros con creces.
ominosos pichincheros! ¡Y ay de1 santo que los defraude! Lo -Ustedes los de La Verdad lo saben todo ... Pero esta vez han
boicotean sin asco. De aquí la necesidad siempre renovada de perdido la oportunidad de callarse la boca.
intercesores. El Papa lo sabe. Y como Administrador General Hubo una pausa grávida.
de la Indulgencia, va soltando mártires, beatos, virgos y con- El Periodista -redactor del diario de la oposición- se que-
fesores, que acaparan las preces en el furor de la moda. Porque dó mirándolo sobradoramenre. Como columbrando un ton-
los santos se usan un determinado tiempo. Como el organdí, go. Se rió para sus adentros con tres resoplidos nasales. Y diri-
la crepe albene, la tafeta ce/lophane ... Así, mientras que las giéndose a su compañero, lo invitó:
canonizaciones se suceden, las fápricas judías de imágenes no -Vamos. Ya está armado el acomodo. Es de los suyos. ¡Voy
dan abasto. Los yeseros judíos de los suburbios agotan fácil- a estar equivocado, yo! ...
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Yo trataba de hablarlo así... Si me estiré hacia él fue para rójimo. La zarandean. La estrujan. Y, claro, algo cae. Sí, con
recabarlesu atención, no su estímulo por la capciosa hazaña. p ngo con usted. La prensa es el dios Moloch de los t1em~~s
Me llenaba de alegríala presencia de un espíritu como el suyo, v~ominables que vivimos. Reclama cotidianamente el sacrifi
de amplitudes señoriales. Quise entrar en su contacto para a , .
cio de inocentes victimas.
uindicarme de la farsaconsumada. Pero fue un torpe. No me ·Díganmelo a mí! Por eso siempre deploro que los
dio calce. Peraltado en su indiferenciame dejó con la cruz de asq:UUes locales no cuenten con material gráfico. Con cinco
gloria falsaque me cargó la multitud... ~seis fotograbados de football por edición ¡de lo que me hu
Barullo de pasos y de voces. biera librado! _,
El Inspector se acercó a la puerta del pasillo. Al mencionar el football, el Juez se enfurruno:
Eran nuevas personas que indagar. ·Por qué el football, precisamente? Cualquier deporte ...
Regresando al escritorio, levantó La Verdaddel suelo. No C~mo presidente de la «Pía Unión de San Jerónimo», había
la había aún guardado euando'aparecieron el Jefe de Investi integrado varias veces el «tearn de veteranos». Y era famosa la
gaciones, el Pesquisa y el juez de Instrucción. Anticipadamen anécdota de que muchos malevos de equipos contrarios,_cuan
te. La sorpresa lo amilanó. do él avanzaba con la pelota, le abrían cancha, prorrumpiendo:
Siempre se lo he dicho, Inspector: ¡Aquí no se leen dia ¡Guarda! ¡El Juez de Instrucción!
rios locales! ¡Todos pasquines! ¡Y sobre todo ése! ¡Recuérdelo! con Jo cual, merced a la complacencia de perdularios y anti
Y dirigiéndose al juez, agregó: guos reos, lograba aproximarse a la valla y marcar goles ...
Es una lástima que no haya en nuestra ciudad ningún ta El Jefe advirtió el encono: . . ,
ller de fotograbado. Por lo menos así, repletas de clichés, las Bien. Cualquier deporte, actos religiosos, cnmenes, casa
• .."' páginas no contendríaneantas estupideces. mientos ... Pero, fotograbados. [Fotograbados!
Una sonrisa ambigua apenas leve torción de la rebaba car La rebaba carmín que era el belfo del juez se estiró en una
mín que era su labio inferior fue la respuesta. El juez de Ins mueca rabiosa. Iba a contestar:
trucción era lo que se llama un pituco. Lampiño, de lentes, olo ¡No es igual un match de rugby que la extremaunción, la
roso a Narcysse Noir, sienes azuladas y cabello finísimo noche de bodas que la hiperdulía!
engominado, su prestancia no rimaba con la función. Puesto Pero se contuvo. Y haciendo un mohín desdeñoso, optó
por influencias políticas, se sostenía por influencias religiosas. por ordenar al Pesquisa:
Presidente de la «Pía Unión de San Jerónimo», leía solamente Haga pasar los tipos esos.
la Hoja Parroquial. A poco, penetraban.
En efecto agregó desengañado. Los periodistas son la Diestros en exaccionar la compasión ajena, «Fortunaro» y
chusma del pensamiento. Usted se habrá fijado que no lo mas «Viejo Amor» entraron primero. Mejor: se deslizaron. Fue una
tican como los eclesiásticos en hondas meditaciones, sino que deriva llena de harapos y miradas medrosas. Gordo, fofo, ca
lo trituran con fiebre en la máquina de escribir. Son maestros beza cuadrada, semblante congestionado, ojillos legañosos,
en simplificar las cosas embarullándolas. Ignaros, mutilan el nariz en forma de bulbo cubierta de tubérculos vinosos: el uno.
orden y la moral. Groseros, materializan el ideal y los senti Deforme, de pelada socrática, rizos de chivo en la patilla y la
mientos. Los diarios son verdaderos antros de corrupción. En barba, con redondeles de grasa en el vientre y el cogote: el otro.
su afán de informar, de propalarsensacionalismos, incurren en Y quedaron allí, en medio de la pieza, como petrificados. El
infundios, injurias, calumnias. No les interesa la reputación del letargo animal. En pasividad de idiotas.
56 57
Yo trataba de hablarlo así... Si me estiré hacia él fue para rójimo. La zarandean. La estrujan. Y, claro, algo cae. Sí, con
recabarlesu atención, no su estímulo por la capciosa hazaña. p ngo con usted. La prensa es el dios Moloch de los t1em~~s
Me llenaba de alegríala presencia de un espíritu como el suyo, v~ominables que vivimos. Reclama cotidianamente el sacrifi
de amplitudes señoriales. Quise entrar en su contacto para a , .
cio de inocentes victimas.
uindicarme de la farsaconsumada. Pero fue un torpe. No me ·Díganmelo a mí! Por eso siempre deploro que los
dio calce. Peraltado en su indiferenciame dejó con la cruz de asq:UUes locales no cuenten con material gráfico. Con cinco
gloria falsaque me cargó la multitud... ~seis fotograbados de football por edición ¡de lo que me hu
Barullo de pasos y de voces. biera librado! _,
El Inspector se acercó a la puerta del pasillo. Al mencionar el football, el Juez se enfurruno:
Eran nuevas personas que indagar. ·Por qué el football, precisamente? Cualquier deporte ...
Regresando al escritorio, levantó La Verdaddel suelo. No C~mo presidente de la «Pía Unión de San Jerónimo», había
la había aún guardado euando'aparecieron el Jefe de Investi integrado varias veces el «tearn de veteranos». Y era famosa la
gaciones, el Pesquisa y el juez de Instrucción. Anticipadamen anécdota de que muchos malevos de equipos contrarios,_cuan
te. La sorpresa lo amilanó. do él avanzaba con la pelota, le abrían cancha, prorrumpiendo:
Siempre se lo he dicho, Inspector: ¡Aquí no se leen dia ¡Guarda! ¡El Juez de Instrucción!
rios locales! ¡Todos pasquines! ¡Y sobre todo ése! ¡Recuérdelo! con Jo cual, merced a la complacencia de perdularios y anti
Y dirigiéndose al juez, agregó: guos reos, lograba aproximarse a la valla y marcar goles ...
Es una lástima que no haya en nuestra ciudad ningún ta El Jefe advirtió el encono: . . ,
ller de fotograbado. Por lo menos así, repletas de clichés, las Bien. Cualquier deporte, actos religiosos, cnmenes, casa
• .."' páginas no contendríaneantas estupideces. mientos ... Pero, fotograbados. [Fotograbados!
Una sonrisa ambigua apenas leve torción de la rebaba car La rebaba carmín que era el belfo del juez se estiró en una
mín que era su labio inferior fue la respuesta. El juez de Ins mueca rabiosa. Iba a contestar:
trucción era lo que se llama un pituco. Lampiño, de lentes, olo ¡No es igual un match de rugby que la extremaunción, la
roso a Narcysse Noir, sienes azuladas y cabello finísimo noche de bodas que la hiperdulía!
engominado, su prestancia no rimaba con la función. Puesto Pero se contuvo. Y haciendo un mohín desdeñoso, optó
por influencias políticas, se sostenía por influencias religiosas. por ordenar al Pesquisa:
Presidente de la «Pía Unión de San Jerónimo», leía solamente Haga pasar los tipos esos.
la Hoja Parroquial. A poco, penetraban.
En efecto agregó desengañado. Los periodistas son la Diestros en exaccionar la compasión ajena, «Fortunaro» y
chusma del pensamiento. Usted se habrá fijado que no lo mas «Viejo Amor» entraron primero. Mejor: se deslizaron. Fue una
tican como los eclesiásticos en hondas meditaciones, sino que deriva llena de harapos y miradas medrosas. Gordo, fofo, ca
lo trituran con fiebre en la máquina de escribir. Son maestros beza cuadrada, semblante congestionado, ojillos legañosos,
en simplificar las cosas embarullándolas. Ignaros, mutilan el nariz en forma de bulbo cubierta de tubérculos vinosos: el uno.
orden y la moral. Groseros, materializan el ideal y los senti Deforme, de pelada socrática, rizos de chivo en la patilla y la
mientos. Los diarios son verdaderos antros de corrupción. En barba, con redondeles de grasa en el vientre y el cogote: el otro.
su afán de informar, de propalarsensacionalismos, incurren en Y quedaron allí, en medio de la pieza, como petrificados. El
infundios, injurias, calumnias. No les interesa la reputación del letargo animal. En pasividad de idiotas.
58
El Juez mordió en seguida: Entre ambos había cal ensambladura de perspicacia. 9ue hase~
¡Qué fiasco! la más ligera nimiedad, hasta la más tenue entonación confi
Y al ver, después, la cabeza de águila desplumada de dencial, era interceptada. Leaders del grupo, cada cu~l er_a ~n
«Longines», su piel suelta granulosa y rojiza y su ojo sano prodigio de confianza y comedimiento. Salvaban por mturcion
vichando de coscado, a causa del ótro supurante, no demoró más: tos trances más difíciles. Parco, el uno, gárru_lo, el otr~,
Está bien. ¡Afuera! Son vagos ... Mendigos ... complemencábanse de manera estricta. Para ~n mismo propo
¿No va a indagarlos, señor juez? insinuó el Pesquisa. sito, «Longines» po~ía su v_?luntad de ~otenc1a; «Kara.~ga•> su
No. Se ve a la legua que son unos pobres diablos. Deberían facilidad en persuadir. Aquel era codo calculo en la aceren, este,
darles refugio en el •IJ\silo San Vicente de Paúl». codo cálculo en la inacción. Aquél, vencía; éste, convencía. De
Es lo que yo sostengo: linyeras ... corroboró el Jefe. Se lo cal suerte en cualquier asunto, mientras uno sufría la vergüenza
he dicho. s~creta d~ hacer, otro gozaba la desfachatez de fingir.
Sin embargo... • Irernos muy lejos, así solía comentar «Aparicio» . Ust~d
Sin embargo ¿qué? Tenga más puntería, amigo. No me haga encarna la precisión en la audacia; vos el aplomo en la astucia.
perder el tiempo con sospechas ridículas. ¿No vio los Yo... ni mus.
escapularios? Los comunistas son jóvenes, ateos, activos. ¿Cuán Al recordar el juicio del compañero, los ojos de «Katanga»
do conoció un agitador con esa traza? ¿Cómo quiere que esa se llenaron de risa. Contemplaban la feria interior. En ella, pre
gente regale dinero si lo anda mendigando? Hay que ser más cisamente danzaba la imagen de «Aparicio», un malambo gra
lógico, más sagaz. ¿De dónde saca que esta gence, que no da con cioso por ia libertad de sus contorsiones. Igual que un apóstol
sus huesos, sea terrorista? Vaya. Averigüe y obre con más tino. borracho sus anatemas de corte social se habían trocado en
Sin embargo, yo tengo mis dudas. alaridos ~bscenos. Y desde la realidad de la distancia situada
¿Qué dudas tiene? ¡A ver! ahora tras la inmediatez de sus párpados la voz del camarada
Un catre. En el campamento de ellos, bajo el puente, so ausente le llamaba.
bra un catre. -¡Sí, sí! le contestó «Katanga», tragándose el soni~o de
¿Y por eso cree usted que el sujeto que falta, de la misma las palabras. Pronto nos encontraremos. ¡Esto se acabo!
calaña por cierto, sea el que entregó el dinero, el que puso las Cuando puso de nuevo su atención en la Oficina de Gua_r
bombas, etcétera, etcétera? dia, el alma triunfante percutía aún en los ojos. La presencia
Afirmó categóricamente con la cabeza. de la autoridad lo ofuscó un canto. Por entre la red de las pes
Hubo una grima nerviosa. AP.arcándose un poco, resumió: tañas, como los miopes, escrutó a los reunidos. Y notando que
Hágame el favor, Jefe. Diga a su subordinado que vaya a bus el juez avanzaba hacia él, escondió bajo las emanaciones de
car el catre y acueste a dormir su imbecilidad. ácido fénico, lo mismo que una tortuga, su cabeza y su emo
ción.
Permítame, señor, que le signifique mi complacencia y mi
Cuando salió el Pesquisa, arreando a sus compañeros, halago. Su comportamiento en el incendio de anoche ha .bo
«Katanga» levantó del suelo una mirada brillante de malicia. rrado hasta la menor sospecha. Está libre. El Jefe de lnvesng~
Y la alargó hacia ellos. «Longines» la captó al pasar. Fue un ciones y el Inspector acaban de informarme de su exc~aordt
gesto de inteligencia y de sátira. Una furtiva y amable indica naria valentía. No es común el heroísmo civil en estos tiempos
ción de que todo quedaba resuelto. impíos de lucro y de vicio. Está libre. Ahora, si usted deseara ...
58
El Juez mordió en seguida: Entre ambos había cal ensambladura de perspicacia. 9ue hase~
¡Qué fiasco! la más ligera nimiedad, hasta la más tenue entonación confi
Y al ver, después, la cabeza de águila desplumada de dencial, era interceptada. Leaders del grupo, cada cu~l er_a ~n
«Longines», su piel suelta granulosa y rojiza y su ojo sano prodigio de confianza y comedimiento. Salvaban por mturcion
vichando de coscado, a causa del ótro supurante, no demoró más: tos trances más difíciles. Parco, el uno, gárru_lo, el otr~,
Está bien. ¡Afuera! Son vagos ... Mendigos ... complemencábanse de manera estricta. Para ~n mismo propo
¿No va a indagarlos, señor juez? insinuó el Pesquisa. sito, «Longines» po~ía su v_?luntad de ~otenc1a; «Kara.~ga•> su
No. Se ve a la legua que son unos pobres diablos. Deberían facilidad en persuadir. Aquel era codo calculo en la aceren, este,
darles refugio en el •IJ\silo San Vicente de Paúl». codo cálculo en la inacción. Aquél, vencía; éste, convencía. De
Es lo que yo sostengo: linyeras ... corroboró el Jefe. Se lo cal suerte en cualquier asunto, mientras uno sufría la vergüenza
he dicho. s~creta d~ hacer, otro gozaba la desfachatez de fingir.
Sin embargo... • Irernos muy lejos, así solía comentar «Aparicio» . Ust~d
Sin embargo ¿qué? Tenga más puntería, amigo. No me haga encarna la precisión en la audacia; vos el aplomo en la astucia.
perder el tiempo con sospechas ridículas. ¿No vio los Yo... ni mus.
escapularios? Los comunistas son jóvenes, ateos, activos. ¿Cuán Al recordar el juicio del compañero, los ojos de «Katanga»
do conoció un agitador con esa traza? ¿Cómo quiere que esa se llenaron de risa. Contemplaban la feria interior. En ella, pre
gente regale dinero si lo anda mendigando? Hay que ser más cisamente danzaba la imagen de «Aparicio», un malambo gra
lógico, más sagaz. ¿De dónde saca que esta gence, que no da con cioso por ia libertad de sus contorsiones. Igual que un apóstol
sus huesos, sea terrorista? Vaya. Averigüe y obre con más tino. borracho sus anatemas de corte social se habían trocado en
Sin embargo, yo tengo mis dudas. alaridos ~bscenos. Y desde la realidad de la distancia situada
¿Qué dudas tiene? ¡A ver! ahora tras la inmediatez de sus párpados la voz del camarada
Un catre. En el campamento de ellos, bajo el puente, so ausente le llamaba.
bra un catre. -¡Sí, sí! le contestó «Katanga», tragándose el soni~o de
¿Y por eso cree usted que el sujeto que falta, de la misma las palabras. Pronto nos encontraremos. ¡Esto se acabo!
calaña por cierto, sea el que entregó el dinero, el que puso las Cuando puso de nuevo su atención en la Oficina de Gua_r
bombas, etcétera, etcétera? dia, el alma triunfante percutía aún en los ojos. La presencia
Afirmó categóricamente con la cabeza. de la autoridad lo ofuscó un canto. Por entre la red de las pes
Hubo una grima nerviosa. AP.arcándose un poco, resumió: tañas, como los miopes, escrutó a los reunidos. Y notando que
Hágame el favor, Jefe. Diga a su subordinado que vaya a bus el juez avanzaba hacia él, escondió bajo las emanaciones de
car el catre y acueste a dormir su imbecilidad. ácido fénico, lo mismo que una tortuga, su cabeza y su emo
ción.
Permítame, señor, que le signifique mi complacencia y mi
Cuando salió el Pesquisa, arreando a sus compañeros, halago. Su comportamiento en el incendio de anoche ha .bo
«Katanga» levantó del suelo una mirada brillante de malicia. rrado hasta la menor sospecha. Está libre. El Jefe de lnvesng~
Y la alargó hacia ellos. «Longines» la captó al pasar. Fue un ciones y el Inspector acaban de informarme de su exc~aordt
gesto de inteligencia y de sátira. Una furtiva y amable indica naria valentía. No es común el heroísmo civil en estos tiempos
ción de que todo quedaba resuelto. impíos de lucro y de vicio. Está libre. Ahora, si usted deseara ...
60 61
Era la coyuntura propicia. No debía ocultar la máscara de Gracias ... Infinitas gracias ... ¡Cómo consuela hallar a lo
humildad y sufrimiento que había medulado su jactancia. largo del camino hombresoasis como ustedes! ¡Cómo descansa
«Katanga», entonces, trató de incorporarse, para agradecerle. la fatiga a la sombra de la comprensión! [Cómo se sacia la sed
Haciéndolo, un movimiento deliberado dejó caer una peque en el manantial de los corazones nobles!
ña libreta. " Simulando un sollozo, «Katanga» se restregaba los ojos.
Ante la ficción de agudos dolores, el propio Jefe se agachó a El juez, conmovido, le palmeó el hombro. Y dejó caer su
recoger los papeles y carnets desparramados. Quedó atónito. piedad:
¡Cómo! ¿Usted pertenece al Partido Conservador de Bue ·Llora!
nos Aires?
Asintió tímidamente.
.. Sí. ..Déjeme ... No puedo retener las lágrimas ... ¡La felici
dad hace llorar!
¡Hombre! Lo hubiese dicho. ¡Cómo siento que haya ... ! Sumido en la ficción, mientras gimoteaba, siguió sorbien
El juez arrimó su curiosidad. r" leyendo un certificado de bue do inexistentes mocos.
na conducta del Obispo de Paraná, sus sienes azuladas y la tersura Los demás se conglomeraron en un aparte.
del cabello engominado se arrugaron en el encandilamiento. Presa ¡Es un verdadero filósofo! ¡Un estoico!
de entusiasmo subiráneo, continuó: Yo he conocido muchos linyeras inteligentes; pero ¡como
Le repito: si usted desea quedarse aquí, nosotros haremos éste!. ..
lo imposible para darle una plaza de vigilante. Estos documen ¿Qué les parece si le damos unos pesos para que se cure,
tos y su buena acción son preciosas credenciales. Si se decide ... mate el hambre y se cobije?
«Karanga» suspiró lastimosamente. Aceptado,
Gracias ... Infinitas gracias ... No podría desempeñarme ... Da pena ver hombres así, castigados por el destino.
Yo no rengo autoridad ni sobre mí mismo ... El coraje que us En ese momento apareció el Pesquisa, torvo, retorvo, con
rede~ me at~ibuyen no es mío ... Es un impulso misterioso que el Tesorero del «Comité prohuclga» y varios albañiles deteni
alguien me infunde ante el horror o la miseria, sin explicarme dos. Al verlo, los tres tuvieron un gesto incómodo de hostili
yo de dónde viene ... [Dios, quizás!. .. Muchas veces he pensa dad.
do en la fuerza moral que animó al Buen Samaritano. ¡Un momento! [Espere!
Tocado por el fervor de los conceptos, el Juez insistió con Ya lo llamaremos.
más vehemencia todavía: ' Reculando hasta el umbral, el Pesquisa mordíase los labios
Decídase. Contará con toda mi ayuda. En la «Pía Unión de rabia. Desde allí observó la entrega de la colecta y la tocan
de San Jerónimo» yo le aseguro u·nhogar de dignidad y sosiego. te despedida del juez:
. Gracias ... Infinitas gracias ... Ya pensaré ... Permíranme que Vaya, buen hombre. Está libre. Nadie le molestará. ¡Que
piense y que ore ... Necesito confortarme en la oración ... La vida Dios lo acompañe!
ha sido tan dura para mí que ya estoy acostumbrado a recha Al pasar frente a él, la mirada del Jefe parecía tenderle una
zar la almohada de plumas de la bondad ... alfombra de ternura.
Instado por la circunstancia, el Inspector agregó: Indignado, el subalterno casi reventó de oprobio. Se con
Acepte la propuesta. No tendrá que pensar en el futuro. tuvo a medias. Mascullándolo, le vomitó en sordina:
('.on la palanca del señor Juez de.lnstrucción, el cambio de go ¡Andá, nomás, juna gran pura! ¡Nadie te molestará!. .. Yo
bierno no lo afectará en lo más mínimo. re mandaría con bolero de perro al infierno.
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Era la coyuntura propicia. No debía ocultar la máscara de Gracias ... Infinitas gracias ... ¡Cómo consuela hallar a lo
humildad y sufrimiento que había medulado su jactancia. largo del camino hombresoasis como ustedes! ¡Cómo descansa
«Katanga», entonces, trató de incorporarse, para agradecerle. la fatiga a la sombra de la comprensión! [Cómo se sacia la sed
Haciéndolo, un movimiento deliberado dejó caer una peque en el manantial de los corazones nobles!
ña libreta. " Simulando un sollozo, «Katanga» se restregaba los ojos.
Ante la ficción de agudos dolores, el propio Jefe se agachó a El juez, conmovido, le palmeó el hombro. Y dejó caer su
recoger los papeles y carnets desparramados. Quedó atónito. piedad:
¡Cómo! ¿Usted pertenece al Partido Conservador de Bue ·Llora!
nos Aires?
Asintió tímidamente.
.. Sí. ..Déjeme ... No puedo retener las lágrimas ... ¡La felici
dad hace llorar!
¡Hombre! Lo hubiese dicho. ¡Cómo siento que haya ... ! Sumido en la ficción, mientras gimoteaba, siguió sorbien
El juez arrimó su curiosidad. r" leyendo un certificado de bue do inexistentes mocos.
na conducta del Obispo de Paraná, sus sienes azuladas y la tersura Los demás se conglomeraron en un aparte.
del cabello engominado se arrugaron en el encandilamiento. Presa ¡Es un verdadero filósofo! ¡Un estoico!
de entusiasmo subiráneo, continuó: Yo he conocido muchos linyeras inteligentes; pero ¡como
Le repito: si usted desea quedarse aquí, nosotros haremos éste!. ..
lo imposible para darle una plaza de vigilante. Estos documen ¿Qué les parece si le damos unos pesos para que se cure,
tos y su buena acción son preciosas credenciales. Si se decide ... mate el hambre y se cobije?
«Karanga» suspiró lastimosamente. Aceptado,
Gracias ... Infinitas gracias ... No podría desempeñarme ... Da pena ver hombres así, castigados por el destino.
Yo no rengo autoridad ni sobre mí mismo ... El coraje que us En ese momento apareció el Pesquisa, torvo, retorvo, con
rede~ me at~ibuyen no es mío ... Es un impulso misterioso que el Tesorero del «Comité prohuclga» y varios albañiles deteni
alguien me infunde ante el horror o la miseria, sin explicarme dos. Al verlo, los tres tuvieron un gesto incómodo de hostili
yo de dónde viene ... [Dios, quizás!. .. Muchas veces he pensa dad.
do en la fuerza moral que animó al Buen Samaritano. ¡Un momento! [Espere!
Tocado por el fervor de los conceptos, el Juez insistió con Ya lo llamaremos.
más vehemencia todavía: ' Reculando hasta el umbral, el Pesquisa mordíase los labios
Decídase. Contará con toda mi ayuda. En la «Pía Unión de rabia. Desde allí observó la entrega de la colecta y la tocan
de San Jerónimo» yo le aseguro u·nhogar de dignidad y sosiego. te despedida del juez:
. Gracias ... Infinitas gracias ... Ya pensaré ... Permíranme que Vaya, buen hombre. Está libre. Nadie le molestará. ¡Que
piense y que ore ... Necesito confortarme en la oración ... La vida Dios lo acompañe!
ha sido tan dura para mí que ya estoy acostumbrado a recha Al pasar frente a él, la mirada del Jefe parecía tenderle una
zar la almohada de plumas de la bondad ... alfombra de ternura.
Instado por la circunstancia, el Inspector agregó: Indignado, el subalterno casi reventó de oprobio. Se con
Acepte la propuesta. No tendrá que pensar en el futuro. tuvo a medias. Mascullándolo, le vomitó en sordina:
('.on la palanca del señor Juez de.lnstrucción, el cambio de go ¡Andá, nomás, juna gran pura! ¡Nadie te molestará!. .. Yo
bierno no lo afectará en lo más mínimo. re mandaría con bolero de perro al infierno.
62 63
«Viejo Amor» pasaba por turno el jarro de café. amantes, sus hijas entregadas al libertinaje y al hijo entregado
A propósito. A vos te toca. Servite «Lon Chaney». a su anomalía. Y se fue por el mundo, como anduvo antes,
¡Cómo «Lon Chaney»! soltero, de un lado a otro, a la buena de Dios. De tal suerte, el
Fue una risa homérica, después de la estupefacción general. antiguo pinche del «Restaurant Phararnond», 24, Ruede la
Descolgándose por los travesaños y barrotes de la baranda, Grande Truanderie, París, que en las rutas de Marsella a Beirut
se deslizaba basta la puerta del vagón el mismísimo «Lon y de Liverpool a Sydney conoció los estragos de la soledad,
Chaney» ... Para él una operación sencilla. Su destreza era ex ahora, tránsfuga del matrimonio, gozaba la dicha de superar
cepcional. Sabía encabalgarse sobre el riesgo, dislocarse en apre el amor y la familia en las tribulaciones de la solidaridad.
turas, reírse del vértigo y .cnarcárscle al peligro ... Sabía cien oficios, pero no practicaba ninguno. Cuando se
Hacen bien en reír. Ha sido muy gracioso. Vean cómo ven llega a ese desdén es porque se es dueño de una habilidad ma
go. Casi desnudo. ¡Lástima que el episodio no se filmó!. .. Cuan yor: la de vivir sin trabajar. Fotógrafo ambulante en Haití, socio
do entregué el recado vernal, dos pesquisas me corrieron. Les de una empresa minera en Colombia, gamonal en Ecuador, botero
saqué ventaja. A la vuelta de la esquina, tras el muro de un en el lago Titicaca, recorrió internacionalmente todos los cami
sitio baldío, tiré las otras pilcbas. Todo en un santiamén. Y nos del bienestar y la ruina. Hasta que al fin, siendo espía chileno
avancé en sentido contrario ... Cojeaba tan naturalmente que en Perú y espía peruano en Chile, supo que el éxito de la vida reside
no sospecharon de mí. en vencer a la voluntad con los recursos de la imaginación.
»-¿No ha visto un tipo que corría? preguntó uno enfo No es el caso señalar uno a uno los peldaños que escaló su
cándome. indiferencia, mientras la reputación los bajaba cuatro a cua
»Corno tenía también la mandíbula fuera de quicio, le con tro. En «los seres que se encuentran» incide de mala forma la
testé en pazguato: _. desorientación colectiva.
»-A-jah ... Sí. .. A-llá ... Su-bió a la [ardine-ra de un le-cbero ... Pero, desde entonces, «Loo Chaney» ruvo conciencia de la
Allá ... verdad de la vida. No se entretuvo más en las filigranas del ho
»Después, un camión me dejó en el paso a nivel. Y aquí nor ni en las frivolidades del deber. Sus actos alcanzaron, por
estoy. Voilá tout! ficción, el reverso de la realidad. Y con esa máscara tocó la cru
La risa barbotaba aún. deza de la pasión y del instinto, mientras, adentro, su alma se
Lo llamaban «Lon Chaney» por eso: por poseer la misma alelaba en una fantasía, mezcla de monstruosidad y ensueño.
capacidad proteica del actor cinematográfico. Los tipos más Cubriendo de tinturas las canas obstinadas, exasperando
dispares, las caracterizaciones más. extrañas, los temperamentos el cosmético para tapar los surcos inevitables, el engaño
más opuestos, cabían en su eximia capacidad de simulación. autenticó la propia mentira de su adultcz. Y ya trunco para el
Era francés. Tenía cincuenta y dos años, un presente lleno amor y la vehemencia, su placer consistió en burlarse de los
de imprecaciones contra la familia y un rostro azorado y tími demás, empezando, como es lógico, por sí mismo.
do. Así, todo junto, embarullado; porque la edad no lo abru Espíritu cosmopolita, sus ojillos rojizos y su tez violácea se
maba, sino la vergüenza de su mujer y sus hijos; porque la sa adecuaron a las muecas y modalidades más distintas. En pos
lud no lo afligía, sino la tragedia de ser cocu y padre de dos del provecho sin fatiga, fue canadiense, chino, lapón, hindú,
mantenidas y un pederasta. lituano, donde casualmente era necesario. Y rengo, jorobado,
En el desquicio del hogar sólo.había salvado la picardía de tuerto, patizambo, cuando quiso mofarse de la teratología con
la voz y su jopo de payaso. Dejó la esposa entregada a sus la piedad que arranca su reflejo.
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«Viejo Amor» pasaba por turno el jarro de café. amantes, sus hijas entregadas al libertinaje y al hijo entregado
A propósito. A vos te toca. Servite «Lon Chaney». a su anomalía. Y se fue por el mundo, como anduvo antes,
¡Cómo «Lon Chaney»! soltero, de un lado a otro, a la buena de Dios. De tal suerte, el
Fue una risa homérica, después de la estupefacción general. antiguo pinche del «Restaurant Phararnond», 24, Ruede la
Descolgándose por los travesaños y barrotes de la baranda, Grande Truanderie, París, que en las rutas de Marsella a Beirut
se deslizaba basta la puerta del vagón el mismísimo «Lon y de Liverpool a Sydney conoció los estragos de la soledad,
Chaney» ... Para él una operación sencilla. Su destreza era ex ahora, tránsfuga del matrimonio, gozaba la dicha de superar
cepcional. Sabía encabalgarse sobre el riesgo, dislocarse en apre el amor y la familia en las tribulaciones de la solidaridad.
turas, reírse del vértigo y .cnarcárscle al peligro ... Sabía cien oficios, pero no practicaba ninguno. Cuando se
Hacen bien en reír. Ha sido muy gracioso. Vean cómo ven llega a ese desdén es porque se es dueño de una habilidad ma
go. Casi desnudo. ¡Lástima que el episodio no se filmó!. .. Cuan yor: la de vivir sin trabajar. Fotógrafo ambulante en Haití, socio
do entregué el recado vernal, dos pesquisas me corrieron. Les de una empresa minera en Colombia, gamonal en Ecuador, botero
saqué ventaja. A la vuelta de la esquina, tras el muro de un en el lago Titicaca, recorrió internacionalmente todos los cami
sitio baldío, tiré las otras pilcbas. Todo en un santiamén. Y nos del bienestar y la ruina. Hasta que al fin, siendo espía chileno
avancé en sentido contrario ... Cojeaba tan naturalmente que en Perú y espía peruano en Chile, supo que el éxito de la vida reside
no sospecharon de mí. en vencer a la voluntad con los recursos de la imaginación.
»-¿No ha visto un tipo que corría? preguntó uno enfo No es el caso señalar uno a uno los peldaños que escaló su
cándome. indiferencia, mientras la reputación los bajaba cuatro a cua
»Corno tenía también la mandíbula fuera de quicio, le con tro. En «los seres que se encuentran» incide de mala forma la
testé en pazguato: _. desorientación colectiva.
»-A-jah ... Sí. .. A-llá ... Su-bió a la [ardine-ra de un le-cbero ... Pero, desde entonces, «Loo Chaney» ruvo conciencia de la
Allá ... verdad de la vida. No se entretuvo más en las filigranas del ho
»Después, un camión me dejó en el paso a nivel. Y aquí nor ni en las frivolidades del deber. Sus actos alcanzaron, por
estoy. Voilá tout! ficción, el reverso de la realidad. Y con esa máscara tocó la cru
La risa barbotaba aún. deza de la pasión y del instinto, mientras, adentro, su alma se
Lo llamaban «Lon Chaney» por eso: por poseer la misma alelaba en una fantasía, mezcla de monstruosidad y ensueño.
capacidad proteica del actor cinematográfico. Los tipos más Cubriendo de tinturas las canas obstinadas, exasperando
dispares, las caracterizaciones más. extrañas, los temperamentos el cosmético para tapar los surcos inevitables, el engaño
más opuestos, cabían en su eximia capacidad de simulación. autenticó la propia mentira de su adultcz. Y ya trunco para el
Era francés. Tenía cincuenta y dos años, un presente lleno amor y la vehemencia, su placer consistió en burlarse de los
de imprecaciones contra la familia y un rostro azorado y tími demás, empezando, como es lógico, por sí mismo.
do. Así, todo junto, embarullado; porque la edad no lo abru Espíritu cosmopolita, sus ojillos rojizos y su tez violácea se
maba, sino la vergüenza de su mujer y sus hijos; porque la sa adecuaron a las muecas y modalidades más distintas. En pos
lud no lo afligía, sino la tragedia de ser cocu y padre de dos del provecho sin fatiga, fue canadiense, chino, lapón, hindú,
mantenidas y un pederasta. lituano, donde casualmente era necesario. Y rengo, jorobado,
En el desquicio del hogar sólo.había salvado la picardía de tuerto, patizambo, cuando quiso mofarse de la teratología con
la voz y su jopo de payaso. Dejó la esposa entregada a sus la piedad que arranca su reflejo.
66
67
La sensación fue siempre dócil a su mandato. Viajó con ella
perra fiel de un fantasma por mares y desiertos, por urbes y El café circulaba en ronda matemática.
campiñas. Conoció tumbos y naufragios. Encalló en los su El silencio de la espera de turno concertaba con el silencio
burbios de Londres y en los saloons de Vancouver, en las cloa litúrgico de beberlo.
cas de París y en los bajos fondos de Sincopare. Pero salió del Una larga pitada de la locomotora anunció la proximidad
trance, indefectiblemente. Y a la par de serpentear escalofríos de otra población.
en la espalda de las gentes desprevenidas, nutrió a los ávidos ¿Qué estación viene? demandó «Forrunato».
de verismo con el fuerte deleite del horror. Helena. ¿No sabes? Debías saberlo ...
De regreso de su periplo, atracó en el asco definitivamente. Sí, «Longincs». Pero la vista me flaquea. ¡La letra de la
Siendo un conocedor sarcástico de todas las latitudes de la idio guía es tan pequeña!
sincrasia humana, pudo afincarse en la renuncia del ser, pero optó ¡Siempre con recursos de mala ley!
por el renunciamiento atodo. Ea nobleza le enorgullecía. Y al Mala ley... Mala ley ... gruñó.
rememorar Proteo en bancarrota la diversidad canallesca de ¿Y el catre de «Aparicio»? ¿Por qué no está?
su propio mito, empujando para atrás su jopo payaso, hacía ¡Cómo! ¿Había que traerlo? Claro. A ver, otro recurso
relucir la picardía de su voz compulsando en lontananza, como de mala ley.
un friso, su ecuación personal llena de incógnitas indescifrables: Mala ley... Mala ley ...
Viéndolo compungido, « Katanga» intervino:
Familia Todas las, leyes son malas. No discutan por pamplinas.
----- + X tedio + X odio + X asco = O ilusión El catre quedo como recuerdo ...
Amor _. 9ué lindo, ¿no? Recuerdo de la «Colonia de Vacaciones
del Tigre;···· ¿No te acordás que fue denunciado el hurto? ¿No
te acordas que estaban marcados?
Iban callados. Ése, no. Yo le borré el sello con una navaja ...
El café circulaba en ronda matemática. Los dos se rieron.
Una suerte de rito los cohibía aspirando el vaporoso alien ¡Qué ?ien en~~jaban las sonrisas en las miradas recíprocas!
to del jarro. Los demas también se rieron.
Ninguno alteraba en tales circunstancias la degustación de ¡Qué gozosamente aplaudían el celo y la sagacidad de uno
nadie. El café era para ellos su nepente. Elixir y bálsamo. Ha y otro corriendo en yunta!
bían resuelto, casi por unanimidad, prescindir de cualquier otra ¡Tres cor;as pitadas a1:mn~iaron la inminencia del paso a nivel!
infusión. «Fortunato», que preconizó el té, citando la opinión Agachemonos insmuo «Katanga».
de Okamura Kakuzo: «El té no tiene la arrogancia del vino, el Al obedecerle, cada cual espió el contorno derecho en bus
individualismo consciente del café, ni la inocencia sonriente ca de la señal convenida.
del cacao», fue vencido merced a su propio postulado: Nada.
¡Viva el individualismo consciente del néctar negro! Pasaban ahora frente al cementerio del pueblo: una hectá
Y «Aparicio», que defendió denodadamente el mate, alu rea de muerte con maizales hasta los mismos pies del muro cir
diendo a mil leyendas de fogó¡\ y tradición, sucumbió ante la cundante.
acometividad de mil reproches higiénicos. Como cumpliendo .una con;i~na, gorras, boinas y sombre
ros reverentes descubneron media docena de cráneos.
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La sensación fue siempre dócil a su mandato. Viajó con ella
perra fiel de un fantasma por mares y desiertos, por urbes y El café circulaba en ronda matemática.
campiñas. Conoció tumbos y naufragios. Encalló en los su El silencio de la espera de turno concertaba con el silencio
burbios de Londres y en los saloons de Vancouver, en las cloa litúrgico de beberlo.
cas de París y en los bajos fondos de Sincopare. Pero salió del Una larga pitada de la locomotora anunció la proximidad
trance, indefectiblemente. Y a la par de serpentear escalofríos de otra población.
en la espalda de las gentes desprevenidas, nutrió a los ávidos ¿Qué estación viene? demandó «Forrunato».
de verismo con el fuerte deleite del horror. Helena. ¿No sabes? Debías saberlo ...
De regreso de su periplo, atracó en el asco definitivamente. Sí, «Longincs». Pero la vista me flaquea. ¡La letra de la
Siendo un conocedor sarcástico de todas las latitudes de la idio guía es tan pequeña!
sincrasia humana, pudo afincarse en la renuncia del ser, pero optó ¡Siempre con recursos de mala ley!
por el renunciamiento atodo. Ea nobleza le enorgullecía. Y al Mala ley... Mala ley ... gruñó.
rememorar Proteo en bancarrota la diversidad canallesca de ¿Y el catre de «Aparicio»? ¿Por qué no está?
su propio mito, empujando para atrás su jopo payaso, hacía ¡Cómo! ¿Había que traerlo? Claro. A ver, otro recurso
relucir la picardía de su voz compulsando en lontananza, como de mala ley.
un friso, su ecuación personal llena de incógnitas indescifrables: Mala ley... Mala ley ...
Viéndolo compungido, « Katanga» intervino:
Familia Todas las, leyes son malas. No discutan por pamplinas.
----- + X tedio + X odio + X asco = O ilusión El catre quedo como recuerdo ...
Amor _. 9ué lindo, ¿no? Recuerdo de la «Colonia de Vacaciones
del Tigre;···· ¿No te acordás que fue denunciado el hurto? ¿No
te acordas que estaban marcados?
Iban callados. Ése, no. Yo le borré el sello con una navaja ...
El café circulaba en ronda matemática. Los dos se rieron.
Una suerte de rito los cohibía aspirando el vaporoso alien ¡Qué ?ien en~~jaban las sonrisas en las miradas recíprocas!
to del jarro. Los demas también se rieron.
Ninguno alteraba en tales circunstancias la degustación de ¡Qué gozosamente aplaudían el celo y la sagacidad de uno
nadie. El café era para ellos su nepente. Elixir y bálsamo. Ha y otro corriendo en yunta!
bían resuelto, casi por unanimidad, prescindir de cualquier otra ¡Tres cor;as pitadas a1:mn~iaron la inminencia del paso a nivel!
infusión. «Fortunato», que preconizó el té, citando la opinión Agachemonos insmuo «Katanga».
de Okamura Kakuzo: «El té no tiene la arrogancia del vino, el Al obedecerle, cada cual espió el contorno derecho en bus
individualismo consciente del café, ni la inocencia sonriente ca de la señal convenida.
del cacao», fue vencido merced a su propio postulado: Nada.
¡Viva el individualismo consciente del néctar negro! Pasaban ahora frente al cementerio del pueblo: una hectá
Y «Aparicio», que defendió denodadamente el mate, alu rea de muerte con maizales hasta los mismos pies del muro cir
diendo a mil leyendas de fogó¡\ y tradición, sucumbió ante la cundante.
acometividad de mil reproches higiénicos. Como cumpliendo .una con;i~na, gorras, boinas y sombre
ros reverentes descubneron media docena de cráneos.
68 69
Esros colonos son incorregibles. No plantan un ár~ol .ni He sido chacarero, veinte años, en General Pico. He
en la chacra ni en el cementerio. El ansia de fortuna los metra deschurcado miles y miles de hectáreas. He roto con mí rastra
a sembrar a sembrar, a sembrar ... Y todo ¿para qué? ... Para millones y millones de cerrones. He regado con mi sudor la cie
gemir, estando vivos, contra plaga~ sequías y especulador~s ... rra de muchos aristócratas. ¿Beneficio? ... Ninguno. Al pedo.
y para oler, estando muertos, la brisa que adula las espigas AJ reverendísimo pedo. Nada más que para tener los ojos co
frescas ... lor tierra, la cara semejante a un terrón con paja brava y el tra
je igualito a un churque.
Su voz y su cabeza se abatieron en un gesto decepcionado.
• A la verdad. Lo que es a vos el trabajo no te engordó, que
HELENA: digamos. Sos tan flaco que si ce pica el lomo te rascás el pecho ...
Largas maniobras ~n la.playa de la estación. , Bromas, aparte. Cuando se ha trabajado corno lo he he
El convoy se desamculo en vanos e~pa~es y ?esv1os. En cho yo, sin descanso, en una fatiga continua, que unió los días
ganches y desenganches. La jaula quedo a cinco rmnutos cerca y las noches con los meses y los años, no hay derecho que la
del brece. meta del esfuerzo sea el hambre. ¡No, carajo! No hay derecho
Con tal que no metan más animales ... que la fortuna que uno engendra, preñando la tierra, la rapten
La estolidez del chiste patinó en todos. y becerreen unos cuantos señoritos. Si es así, [abajo el trabajo
Igual que una serpiente, la máq~ina se arrastró p~ra deglu y quien lo trajo!
tir cuatro vagones de cerdos, quince _cha~~s de trigo y dos Sí. Desgraciadamente es así. Pues los señoritos gritan a su
harnburgos de lino. Atascada por la digestión, pesadamente, vez: «¡Viva el lujo y quien lo trujo!» ...
se retorció sobre el carril. Y~tra vez unidos sus segmentos, mo «Katanga» comprobó que era malinterpretado. Debía ex
viendo el cascabel del furgón, encaró en derechura al Norte. playar su contestación. Mientras los demás seguían adheridos
Desde el borde del andén, taumaturgo satisfecho, el cam al enojo de «Dijunro», cavilando, lubrificó su garganta con
bista se enjugaba la frente mirando la marcha del convoy. saliva. Y dijo:
Mañana untada de sol. Agua áurea, más que luz, sobre la Sí, viejo. La humanidad es así. Al «jAbajo el trabajo y
panza de las vacas. Sobre el dorso del terraplén. Sobre las taja quien lo rrajol», que vociferan los pobres, los ricos responden:
das de pan negro de los campos rastrilla?os. . «jViva el lujo y quien lo trujo!» ... La justicia es una lechuza.
La serranía embellecida por sus reflejos era, a lo lejos, un Guiña los ojos, alrernarivamcnte, a la izquierda y a la derecha.
tenue festón rosado. Cerca ¡quién sabe qué abrupta mezcla de Guiños de esperanza al miserable ... Guiños de inteligencia al
breñas y precipicios! potentado ... Grabalo bien en tu memoria. La justicia es una
La hermosura del trayecto desató las lenguas: lechuza. Guiña los ojos, alternativamente, a la «izquierda» y
¡Qué cielo de porcelana! En Praga yo... . a la «derecha». Promete consuelos a los pobres. ¡Y brinda iro
Aquella planicie de esmalte, en la ladera, me recuerda cier nías canallescas a los ricos!
tos aspectos de SainrMorirz.; , , Impacto.
Lo único que me gusta es ese escuadron de alamos ... La comparación dio en el corazón de la caterva.
A mí la pampa me fastidia. «Lon Chancy» y «Dijunto» balancearon afirmativamente
A mí también: por ser ajena . . . , . la cabeza.
La salida de «Dijunto» satisfizo a todos. Ello le dio animo: Tenían aún el belfo estirado, cuando «Karanga» prosiguió:
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Esros colonos son incorregibles. No plantan un ár~ol .ni He sido chacarero, veinte años, en General Pico. He
en la chacra ni en el cementerio. El ansia de fortuna los metra deschurcado miles y miles de hectáreas. He roto con mí rastra
a sembrar a sembrar, a sembrar ... Y todo ¿para qué? ... Para millones y millones de cerrones. He regado con mi sudor la cie
gemir, estando vivos, contra plaga~ sequías y especulador~s ... rra de muchos aristócratas. ¿Beneficio? ... Ninguno. Al pedo.
y para oler, estando muertos, la brisa que adula las espigas AJ reverendísimo pedo. Nada más que para tener los ojos co
frescas ... lor tierra, la cara semejante a un terrón con paja brava y el tra
je igualito a un churque.
Su voz y su cabeza se abatieron en un gesto decepcionado.
• A la verdad. Lo que es a vos el trabajo no te engordó, que
HELENA: digamos. Sos tan flaco que si ce pica el lomo te rascás el pecho ...
Largas maniobras ~n la.playa de la estación. , Bromas, aparte. Cuando se ha trabajado corno lo he he
El convoy se desamculo en vanos e~pa~es y ?esv1os. En cho yo, sin descanso, en una fatiga continua, que unió los días
ganches y desenganches. La jaula quedo a cinco rmnutos cerca y las noches con los meses y los años, no hay derecho que la
del brece. meta del esfuerzo sea el hambre. ¡No, carajo! No hay derecho
Con tal que no metan más animales ... que la fortuna que uno engendra, preñando la tierra, la rapten
La estolidez del chiste patinó en todos. y becerreen unos cuantos señoritos. Si es así, [abajo el trabajo
Igual que una serpiente, la máq~ina se arrastró p~ra deglu y quien lo trajo!
tir cuatro vagones de cerdos, quince _cha~~s de trigo y dos Sí. Desgraciadamente es así. Pues los señoritos gritan a su
harnburgos de lino. Atascada por la digestión, pesadamente, vez: «¡Viva el lujo y quien lo trujo!» ...
se retorció sobre el carril. Y~tra vez unidos sus segmentos, mo «Katanga» comprobó que era malinterpretado. Debía ex
viendo el cascabel del furgón, encaró en derechura al Norte. playar su contestación. Mientras los demás seguían adheridos
Desde el borde del andén, taumaturgo satisfecho, el cam al enojo de «Dijunro», cavilando, lubrificó su garganta con
bista se enjugaba la frente mirando la marcha del convoy. saliva. Y dijo:
Mañana untada de sol. Agua áurea, más que luz, sobre la Sí, viejo. La humanidad es así. Al «jAbajo el trabajo y
panza de las vacas. Sobre el dorso del terraplén. Sobre las taja quien lo rrajol», que vociferan los pobres, los ricos responden:
das de pan negro de los campos rastrilla?os. . «jViva el lujo y quien lo trujo!» ... La justicia es una lechuza.
La serranía embellecida por sus reflejos era, a lo lejos, un Guiña los ojos, alrernarivamcnte, a la izquierda y a la derecha.
tenue festón rosado. Cerca ¡quién sabe qué abrupta mezcla de Guiños de esperanza al miserable ... Guiños de inteligencia al
breñas y precipicios! potentado ... Grabalo bien en tu memoria. La justicia es una
La hermosura del trayecto desató las lenguas: lechuza. Guiña los ojos, alternativamente, a la «izquierda» y
¡Qué cielo de porcelana! En Praga yo... . a la «derecha». Promete consuelos a los pobres. ¡Y brinda iro
Aquella planicie de esmalte, en la ladera, me recuerda cier nías canallescas a los ricos!
tos aspectos de SainrMorirz.; , , Impacto.
Lo único que me gusta es ese escuadron de alamos ... La comparación dio en el corazón de la caterva.
A mí la pampa me fastidia. «Lon Chancy» y «Dijunto» balancearon afirmativamente
A mí también: por ser ajena . . . , . la cabeza.
La salida de «Dijunto» satisfizo a todos. Ello le dio animo: Tenían aún el belfo estirado, cuando «Karanga» prosiguió:
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70
... Entonces, según usted, ¿LA GLEBAdebe seguir sufriendo?
... . Sí, viejo. La justicia es una lechuza ... Hay do~ clas~s de seres
en la humanidad: los que tienen motivos por que q~eiarse Y l~s
Naturalmenre. Hasta que pierda la pésima costumbre de
ser pobre.
que carecen de motivos por qué quejarse. Los que tienen moti Fue gracioso el desconcierto.
vos por qué quejarse hacen perfectamc;nte en propugnar a que Cada cual resumió en un segundo la empresa que venían de
cambie el estado de cosas que les aflige. Los que carecen de realizar. ¡Semejantes argumentos! ... ¿Cavilación o exabruptos? ...
motivo por qué quejarse hacen perfect~me.nte en ~rocurar q.ue Cada cual rumió una especie de desencanto:
las cosas sigan iguales. Para unos, su 1~1sena ~onsnruye una ig No es posible, «Longines», que usted piense así. ..
nominia flagrante a los fuerqs de la eqwdad social. Para los otros, ¿Cómo se explica, de otro modo, que andemos en esta
la equidad social es una pa¡.raña que n~ respeta el confort de sus aventura que demuestra lo contrario? ...
privilegios. De tal modo, mientras aquellos luchan por bor~ar las Nos hubiéramos repartido la plata ... y tableau.
desigualdades, éstos se encastillan eñ el g?'e de sus sens~aJi~~os. Tan luego nosotros, mendigos de chirolas, repartiendo pesos ...
Ala izquierda y ala derecha de la humaruda~. Pero .. : Ja jusncia es ¡Es un absurdo nuestra solidaridad, entonces! ...
una lechuza. Guiña alternativamente los OJOS. Guiños de espe No, no, no y no. Es rotundamente lógica. No somos siete
ranza al miserable ... Guiños de inteligencia al patentad?··· fichas arrojadas al azar. Somos siete conciencias que se juegan
«Longines», de espalda a los demás, ~evisaba cuidadosa enteras en este viaje de turismo al ideal de los demás. Nuestros
mente su valija. Fingía no escuchar, abstraído en su tarea. Mas, respectivos fracasos no podrán cancelarse repartiendo nueve mil
de rato en rato, girando su ca~eza de.~guila desp~umada, cap pesos por cabeza. Tenemos demasiado morbo interior para cu
taba con el ojo supurante la impresion del corrillo. Cuando rar la llaga de nuestra experiencia con el dinero robado a Freya.
terminó «Karanga», él sensenció: . . , . Si la pobre vieja supiese que los sesenta y tres mil pesos que guar
La humanidad seguirá siempre así. Lo vancmo Larnennais: daba en la alcancía de un pan duro fueron al bolsillo de sus
«La sociedad entera se funda en la resignación». antiguos colegas de «Villa Desocupación», se moriría de pena
¡Qué esperanza! ¡En otras épocas! La resignación fue el en el acto. Debemos evitarle esta vergüenza ... Aunque más no
anestésico inventado por Cristo. El invento nefando, p~ra per sea para que siga pidiendo limosna ... A nosotros, la plata, ya
petuar la desigualdad de las clases. Hoy n_o se usa. El k?mmtern... no nos sirve para nada. Tenemos el alma y la carne mordidas
Vos todo lo resolvés con el comunismo. Yo odio a la bes~ por la desesperanza de la vida y la desesperación de la muerte.
ria multitudinaria. En la más amplia acepción del vocablo. S1 Por lo tanto, es menester dinamizar ese dinero junto con nues
la multitud no puede desintegrarse, mediant: la cult1:1~ª· en un tro dolor. Galvanizar nuestra decadencia para que brille en un
anarquismo individualista que coordine: la mter.acc1on como crepúsculo de promesas. Hacer que el dinero sirva de agente de
un reloj, para marcar la hora de su destino, prefiero. que se la redención. Porque sin dinero, hic et nunc, no se puede comprar
flagele, se la arrastre y se la humille.en la ~e?r esclavitud. Pue la justicia privada ni alentar la conciencia de la justicia social.
de ser que así, comprendiendo la ignorruma de su suerte, la Para eso, basta y sobran las ideas.
turba se levante desde la impotencia. Y ya educad~ en la ve~· Dejate de ideas «Katanga». La importancia de las ideas se
dad del esfuerzo individual, no en la cha~la reform1sta,de tai ha disipado por completo. Los enciclopedistas pudieron plas
mados leaders, insurja, se rebele y extermine todos 1.os satra~as mar el clima propicio de la Revolución Francesa, tan sólo por
y tiranos que viven abanicándose. en medio de su ignorancia. que sus ideas, sembradas en millones de almas oprimidas, bro
Entonces según usted, ¿la gleba ... ? taron en el pueblo con un garrote en cada mano. La toma de
Gleba es 'una palabra muy manoseada. Buscá otra.
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... Entonces, según usted, ¿LA GLEBAdebe seguir sufriendo?
... . Sí, viejo. La justicia es una lechuza ... Hay do~ clas~s de seres
en la humanidad: los que tienen motivos por que q~eiarse Y l~s
Naturalmenre. Hasta que pierda la pésima costumbre de
ser pobre.
que carecen de motivos por qué quejarse. Los que tienen moti Fue gracioso el desconcierto.
vos por qué quejarse hacen perfectamc;nte en propugnar a que Cada cual resumió en un segundo la empresa que venían de
cambie el estado de cosas que les aflige. Los que carecen de realizar. ¡Semejantes argumentos! ... ¿Cavilación o exabruptos? ...
motivo por qué quejarse hacen perfect~me.nte en ~rocurar q.ue Cada cual rumió una especie de desencanto:
las cosas sigan iguales. Para unos, su 1~1sena ~onsnruye una ig No es posible, «Longines», que usted piense así. ..
nominia flagrante a los fuerqs de la eqwdad social. Para los otros, ¿Cómo se explica, de otro modo, que andemos en esta
la equidad social es una pa¡.raña que n~ respeta el confort de sus aventura que demuestra lo contrario? ...
privilegios. De tal modo, mientras aquellos luchan por bor~ar las Nos hubiéramos repartido la plata ... y tableau.
desigualdades, éstos se encastillan eñ el g?'e de sus sens~aJi~~os. Tan luego nosotros, mendigos de chirolas, repartiendo pesos ...
Ala izquierda y ala derecha de la humaruda~. Pero .. : Ja jusncia es ¡Es un absurdo nuestra solidaridad, entonces! ...
una lechuza. Guiña alternativamente los OJOS. Guiños de espe No, no, no y no. Es rotundamente lógica. No somos siete
ranza al miserable ... Guiños de inteligencia al patentad?··· fichas arrojadas al azar. Somos siete conciencias que se juegan
«Longines», de espalda a los demás, ~evisaba cuidadosa enteras en este viaje de turismo al ideal de los demás. Nuestros
mente su valija. Fingía no escuchar, abstraído en su tarea. Mas, respectivos fracasos no podrán cancelarse repartiendo nueve mil
de rato en rato, girando su ca~eza de.~guila desp~umada, cap pesos por cabeza. Tenemos demasiado morbo interior para cu
taba con el ojo supurante la impresion del corrillo. Cuando rar la llaga de nuestra experiencia con el dinero robado a Freya.
terminó «Karanga», él sensenció: . . , . Si la pobre vieja supiese que los sesenta y tres mil pesos que guar
La humanidad seguirá siempre así. Lo vancmo Larnennais: daba en la alcancía de un pan duro fueron al bolsillo de sus
«La sociedad entera se funda en la resignación». antiguos colegas de «Villa Desocupación», se moriría de pena
¡Qué esperanza! ¡En otras épocas! La resignación fue el en el acto. Debemos evitarle esta vergüenza ... Aunque más no
anestésico inventado por Cristo. El invento nefando, p~ra per sea para que siga pidiendo limosna ... A nosotros, la plata, ya
petuar la desigualdad de las clases. Hoy n_o se usa. El k?mmtern... no nos sirve para nada. Tenemos el alma y la carne mordidas
Vos todo lo resolvés con el comunismo. Yo odio a la bes~ por la desesperanza de la vida y la desesperación de la muerte.
ria multitudinaria. En la más amplia acepción del vocablo. S1 Por lo tanto, es menester dinamizar ese dinero junto con nues
la multitud no puede desintegrarse, mediant: la cult1:1~ª· en un tro dolor. Galvanizar nuestra decadencia para que brille en un
anarquismo individualista que coordine: la mter.acc1on como crepúsculo de promesas. Hacer que el dinero sirva de agente de
un reloj, para marcar la hora de su destino, prefiero. que se la redención. Porque sin dinero, hic et nunc, no se puede comprar
flagele, se la arrastre y se la humille.en la ~e?r esclavitud. Pue la justicia privada ni alentar la conciencia de la justicia social.
de ser que así, comprendiendo la ignorruma de su suerte, la Para eso, basta y sobran las ideas.
turba se levante desde la impotencia. Y ya educad~ en la ve~· Dejate de ideas «Katanga». La importancia de las ideas se
dad del esfuerzo individual, no en la cha~la reform1sta,de tai ha disipado por completo. Los enciclopedistas pudieron plas
mados leaders, insurja, se rebele y extermine todos 1.os satra~as mar el clima propicio de la Revolución Francesa, tan sólo por
y tiranos que viven abanicándose. en medio de su ignorancia. que sus ideas, sembradas en millones de almas oprimidas, bro
Entonces según usted, ¿la gleba ... ? taron en el pueblo con un garrote en cada mano. La toma de
Gleba es 'una palabra muy manoseada. Buscá otra.
72
73
La Bastilla fue posible por la sencilla razón de que la fuerza de
la muchedumbre era superior a la de la monarquía. Frente a ¡Qué va a lograr! ... ¡Fue el dinero! El dinero responde a todas
cada esbirro del rey con una espingarda a cargar por la boca las preguntas. Es el contestador universal en la civilización de
arremetieron veinte palos de hacha, diez horquillas, cinco pu deudores que vivimos. Astucia ... ¿dijiste? ¡Ilusiones! ·Acaso ol
ñales y una pistola. Ahora, frente a_pna ametralladora, se cagan v.idas las ~nicas ~es~uestas decisivas? ¿Qué fueron las explo
de miedo diez mil hombres en igualdad de condiciones. Las srones, los incendios. Respuestas. Respuestas con melinita com
ideas ... Las ideas ... ¿Para qué diablos sirven las ideas? Lo que el prada en Pergamino ... Comprada. Comprada. ¿Oíste bien?
pueblo necesita es plata. Plata. ¡Nada más que plata! Plata para En la marc?a .Yª amortiguada del convoy, las chirolas de
educarse en la revolución que empieza en la intimidad de cada «Fortunato» tintineaban con júbilo insolente.
uno, frente al contraste de lz realidad. Plata para oponer al poder Callaron.
armas similares a las que detenta merced a un ominoso control Cada cual retornó a espiar por entre los barrotes la señal
de clase. Placa para dinamitar el armatoste jurídico que sopor convenida.
tamos. Plata. Plata. ¡Nada ·más que plata! Nada.
Sólo «Fortunato» asentía: maquinalmente, bamboleando El tren entraba en agujas, jadeando como un perro.
la cabeza. O tintineando las chirolas de su faltriquera.
«Karanga» farfulló:
Convengo en esa misión augusta del dinero. ¡Pero el di
............................
nero no es todo! LOS CÓNDORES:
Verdad: no es todo. Sin embargo es lo único que vale. Lo Cuando se disipó la tolvanera del paso a nivel «Fortunato»
único que doblega. El Ecclesiastés lo dice: «Al dinero obede n? compus? como !o~
demá~ su postura ameridr. Se incorpo
cen todas las cosas». ¡Es e1' patrón del mundo! Sólo a los re ro del corrillo. Estiro sus piernas mohosas y chirriantes. Y,
beldes, a quienes abjuramos de él haciéndole sangrar sudores trasvasando de una palma a otra un puñado de moneditas
de tragedia, no nos domina. Aunque parezca irrisorio, noso an?~vo.por el vagón lo mismo que un viejo buey que rumiase
tros venceremos al dinero con la fortaleza de nuestro repudio. la iniquidad de no ser toro para arremeter de improviso.
Y al darlo y prodigarlo, sin sacar de él ningún provecho egoís .Marcha pesada y pesarosa. Marcha de hombre vencido a
ta, realizaremos el más rendidor de los sabotages, emancipan quien dos garras plúmbeas, invisibles, aplastasen por los ho:O
do nuestra fe en un porvenir aséptico y nuestra pasión dentro bros. ~archa de mendigo, forzado continuamente, por razón
la claridad de un cielo exento de esa supuración de Dios. de oficio, a dobla~ ~1 busto y la .cerviz. Marcha de paria, que
Nunca había hablado con tantavehemencia. Tuvo una piz un tmpromptu quisiera convertir en furia de [ührer de tropa
ca de rubor. Casi pidió excusas. La efusión desacredita a los de asalto.
temperamentos concisos. Ello le obligó a recapitular, concen Separó en seco. Alzó los puños. Brillaron los ojos. Y revolcó
trando sus argumentos: · todo junto en una blasfemia incomprensible. Hubo una sor
Sin plata no hubiéramos sido la providencia de ciemos de na nasal.
albañiles y peones hambreados ... Sin plata no hubiéramos elu ¿Qué bicho te ha picado? lo interpeló «Katanga».
dido la sospecha policial... No contestó.
Se equivoca. Eso lo logró «Ka tanga» con su astucia aven . «forr~nato» era parco en palabras. No porque su racioci
turó «Viejo Amor». m? .estuviese embotado; sino por economía: por conocer la in
utilidad de todo afán persuasivo. Sabía por experiencia que
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La Bastilla fue posible por la sencilla razón de que la fuerza de
la muchedumbre era superior a la de la monarquía. Frente a ¡Qué va a lograr! ... ¡Fue el dinero! El dinero responde a todas
cada esbirro del rey con una espingarda a cargar por la boca las preguntas. Es el contestador universal en la civilización de
arremetieron veinte palos de hacha, diez horquillas, cinco pu deudores que vivimos. Astucia ... ¿dijiste? ¡Ilusiones! ·Acaso ol
ñales y una pistola. Ahora, frente a_pna ametralladora, se cagan v.idas las ~nicas ~es~uestas decisivas? ¿Qué fueron las explo
de miedo diez mil hombres en igualdad de condiciones. Las srones, los incendios. Respuestas. Respuestas con melinita com
ideas ... Las ideas ... ¿Para qué diablos sirven las ideas? Lo que el prada en Pergamino ... Comprada. Comprada. ¿Oíste bien?
pueblo necesita es plata. Plata. ¡Nada más que plata! Plata para En la marc?a .Yª amortiguada del convoy, las chirolas de
educarse en la revolución que empieza en la intimidad de cada «Fortunato» tintineaban con júbilo insolente.
uno, frente al contraste de lz realidad. Plata para oponer al poder Callaron.
armas similares a las que detenta merced a un ominoso control Cada cual retornó a espiar por entre los barrotes la señal
de clase. Placa para dinamitar el armatoste jurídico que sopor convenida.
tamos. Plata. Plata. ¡Nada ·más que plata! Nada.
Sólo «Fortunato» asentía: maquinalmente, bamboleando El tren entraba en agujas, jadeando como un perro.
la cabeza. O tintineando las chirolas de su faltriquera.
«Karanga» farfulló:
Convengo en esa misión augusta del dinero. ¡Pero el di
............................
nero no es todo! LOS CÓNDORES:
Verdad: no es todo. Sin embargo es lo único que vale. Lo Cuando se disipó la tolvanera del paso a nivel «Fortunato»
único que doblega. El Ecclesiastés lo dice: «Al dinero obede n? compus? como !o~
demá~ su postura ameridr. Se incorpo
cen todas las cosas». ¡Es e1' patrón del mundo! Sólo a los re ro del corrillo. Estiro sus piernas mohosas y chirriantes. Y,
beldes, a quienes abjuramos de él haciéndole sangrar sudores trasvasando de una palma a otra un puñado de moneditas
de tragedia, no nos domina. Aunque parezca irrisorio, noso an?~vo.por el vagón lo mismo que un viejo buey que rumiase
tros venceremos al dinero con la fortaleza de nuestro repudio. la iniquidad de no ser toro para arremeter de improviso.
Y al darlo y prodigarlo, sin sacar de él ningún provecho egoís .Marcha pesada y pesarosa. Marcha de hombre vencido a
ta, realizaremos el más rendidor de los sabotages, emancipan quien dos garras plúmbeas, invisibles, aplastasen por los ho:O
do nuestra fe en un porvenir aséptico y nuestra pasión dentro bros. ~archa de mendigo, forzado continuamente, por razón
la claridad de un cielo exento de esa supuración de Dios. de oficio, a dobla~ ~1 busto y la .cerviz. Marcha de paria, que
Nunca había hablado con tantavehemencia. Tuvo una piz un tmpromptu quisiera convertir en furia de [ührer de tropa
ca de rubor. Casi pidió excusas. La efusión desacredita a los de asalto.
temperamentos concisos. Ello le obligó a recapitular, concen Separó en seco. Alzó los puños. Brillaron los ojos. Y revolcó
trando sus argumentos: · todo junto en una blasfemia incomprensible. Hubo una sor
Sin plata no hubiéramos sido la providencia de ciemos de na nasal.
albañiles y peones hambreados ... Sin plata no hubiéramos elu ¿Qué bicho te ha picado? lo interpeló «Katanga».
dido la sospecha policial... No contestó.
Se equivoca. Eso lo logró «Ka tanga» con su astucia aven . «forr~nato» era parco en palabras. No porque su racioci
turó «Viejo Amor». m? .estuviese embotado; sino por economía: por conocer la in
utilidad de todo afán persuasivo. Sabía por experiencia que
r
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74
la dicha de recibir un crédito, una ofrenda, un homenaje.
para convencer es necesario encontrar una disposición galan ¡Recibir! He ahí el supremo anhelo. Por algo acapara Dios la
te, una especie de caridad al revés, de parte del interlocutor. Un~ aventura de ser el receptor máximo. Sé lo que hablo. He sido
caridad que acepte el argumento que no convence. Una can gerente de banco en Praga.
dad que sofoque la virtualidad de la propia razón. Una cari Su incoherencia no alarmaba. Causaba gracia a unos y pre
dad sumisa, permeable, que no retruque con hermético ocupación a otros. Era el más viejo del conjunto. Un raté. Su
dogmatismo. Una caridad lógica, que abdique su luz, para pensamiento confuso ostentaba puntos lúcidos, es verdad; pero
brindar al «convencedor» la gloriola del convencimiento ... eran estrellas en lagunas turbias. Lo que nadie comprendía era
Por lo mismo que sabia eso, odiaba el amor propio de cier la afirmación última:
tas almas blindadas, que i;;echazan la delicia que zahúma el rostro -Sé lo que hablo. He sido gerente de banco en Praga,
de los pobres diablos que discuten y polemizan con pertina que indefectiblemente rubricaba sus desvaríos como recalcan
cia. ¡Si la delicia del imbécil es et homenaje de lo irracional a do la autoridad de su entendimiento.
nuestra superioridad! «Katanga» quiso tirarle la lengua:
Para él, nada era tan agradable como prodigar a la fatuidad Mula ... 1 las sido tan gerente <le banco en Praga como yo
los aplausos que aumentan su presunción. Gustaba el deleite de capador de monos en el Peloponeso. Toda tu vida has vivido
castigar con el elogio. Porque, cuando un individuo ha llegado a de arriba. Tirando el sable cuando tenías pinta o tirando la
la capciosa etapa que es «tener razón», entonces acontece la trá manga ahora que estás despintado ... Conservás esa idea meti
gica metamorfosis. Su semblante se nubla. El sol interior desapa da en el mate, porque, matemáticamente, algún gerente te
rece. Y en vez de engreírse por «el triunfo de su tesis», una exacer mandó de culo cuando le mendigabas crédito. Sos un limos
bación misteriosa y opacase imbuye la sensación de su ignoran nero froracsquina, vulgar y silvestre.
cia y su estolidez. Todo, sencillamente, porque el hombre que tra «Forrunato» entarugó sus piernas mohosas y chirriantes. In-
ta de convencer a otro casi nunca se ha convencido a sí mismo ... fló el pecho para enderezar la espalda. Y enarcando bravíarnente
La pausa, de larga, casi se había extinguido. Ja ceja derecha, exclamó:
Mas, de repente, cesó. «Fortunato» iba a hablar. No cabía No permito insolencias. ¡Soy un técnico de la limosna! ¡No
duda. Se cuadró frente al corro en actitud altanera y rotunda. puedo bajar a tamañas bajezas!
Y ahuecando ambas manos, mientras campanillaba sus chirolas Sin embargo, bajaste a ser entregador. Primero de «Carade
en un cuenco de nervios y venas, prorrumpió: pandulcequemado». Después, de la «Chancharusa». En fin,
Ustedes son los bichos. Ustedes: los que discuten. Yo no de Freya ...
comulgo con nada. Ni comunismo, ni fascismo, ni anarquis La sangre le anegó la faz. Su esrarura pequeña facilitó a la
mo. Prejuicios modernos. ¡Puah! El día menos pensado voy a vergüenza la carea de moscrar su oprobio. Los perisos, ha dicho
aniquilar todos los «ideales» de ustedes con la fiebre del em Rabelais, son irascibles porque tienen la mierda muy cerca del
pleado de bazar que se vuelve loco y destroza a manotones toda corazón ... En la incidencia, ya estaba en el torrente circulatorio
la mercadería. ¡Estupideces! El dinero sirve para esto: para adu de «Fortuna to». Invadió su respiración. La trasudaba en el eno
lar el oído y el estómago. Para halagar la vista y el cerebro. El jo. Y estalló en grimas y pataletas malolientes, terminando:
dinero alcanza su plenitud cuando se lo recibe, no cuando se Los que bajan más bajo en el alma ajena son los que escán
utiliza. Yo que he llegado de financisra a pordiosero afirmo más alto en la propia. Vos, en cambio ...
que la limosna es el gran evangelio del mundo. Nada hay como Era un ascua de indignación.
la dicha de dar los buenos días, la razón, la vereda a no ser
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la dicha de recibir un crédito, una ofrenda, un homenaje.
para convencer es necesario encontrar una disposición galan ¡Recibir! He ahí el supremo anhelo. Por algo acapara Dios la
te, una especie de caridad al revés, de parte del interlocutor. Un~ aventura de ser el receptor máximo. Sé lo que hablo. He sido
caridad que acepte el argumento que no convence. Una can gerente de banco en Praga.
dad que sofoque la virtualidad de la propia razón. Una cari Su incoherencia no alarmaba. Causaba gracia a unos y pre
dad sumisa, permeable, que no retruque con hermético ocupación a otros. Era el más viejo del conjunto. Un raté. Su
dogmatismo. Una caridad lógica, que abdique su luz, para pensamiento confuso ostentaba puntos lúcidos, es verdad; pero
brindar al «convencedor» la gloriola del convencimiento ... eran estrellas en lagunas turbias. Lo que nadie comprendía era
Por lo mismo que sabia eso, odiaba el amor propio de cier la afirmación última:
tas almas blindadas, que i;;echazan la delicia que zahúma el rostro -Sé lo que hablo. He sido gerente de banco en Praga,
de los pobres diablos que discuten y polemizan con pertina que indefectiblemente rubricaba sus desvaríos como recalcan
cia. ¡Si la delicia del imbécil es et homenaje de lo irracional a do la autoridad de su entendimiento.
nuestra superioridad! «Katanga» quiso tirarle la lengua:
Para él, nada era tan agradable como prodigar a la fatuidad Mula ... 1 las sido tan gerente <le banco en Praga como yo
los aplausos que aumentan su presunción. Gustaba el deleite de capador de monos en el Peloponeso. Toda tu vida has vivido
castigar con el elogio. Porque, cuando un individuo ha llegado a de arriba. Tirando el sable cuando tenías pinta o tirando la
la capciosa etapa que es «tener razón», entonces acontece la trá manga ahora que estás despintado ... Conservás esa idea meti
gica metamorfosis. Su semblante se nubla. El sol interior desapa da en el mate, porque, matemáticamente, algún gerente te
rece. Y en vez de engreírse por «el triunfo de su tesis», una exacer mandó de culo cuando le mendigabas crédito. Sos un limos
bación misteriosa y opacase imbuye la sensación de su ignoran nero froracsquina, vulgar y silvestre.
cia y su estolidez. Todo, sencillamente, porque el hombre que tra «Forrunato» entarugó sus piernas mohosas y chirriantes. In-
ta de convencer a otro casi nunca se ha convencido a sí mismo ... fló el pecho para enderezar la espalda. Y enarcando bravíarnente
La pausa, de larga, casi se había extinguido. Ja ceja derecha, exclamó:
Mas, de repente, cesó. «Fortunato» iba a hablar. No cabía No permito insolencias. ¡Soy un técnico de la limosna! ¡No
duda. Se cuadró frente al corro en actitud altanera y rotunda. puedo bajar a tamañas bajezas!
Y ahuecando ambas manos, mientras campanillaba sus chirolas Sin embargo, bajaste a ser entregador. Primero de «Carade
en un cuenco de nervios y venas, prorrumpió: pandulcequemado». Después, de la «Chancharusa». En fin,
Ustedes son los bichos. Ustedes: los que discuten. Yo no de Freya ...
comulgo con nada. Ni comunismo, ni fascismo, ni anarquis La sangre le anegó la faz. Su esrarura pequeña facilitó a la
mo. Prejuicios modernos. ¡Puah! El día menos pensado voy a vergüenza la carea de moscrar su oprobio. Los perisos, ha dicho
aniquilar todos los «ideales» de ustedes con la fiebre del em Rabelais, son irascibles porque tienen la mierda muy cerca del
pleado de bazar que se vuelve loco y destroza a manotones toda corazón ... En la incidencia, ya estaba en el torrente circulatorio
la mercadería. ¡Estupideces! El dinero sirve para esto: para adu de «Fortuna to». Invadió su respiración. La trasudaba en el eno
lar el oído y el estómago. Para halagar la vista y el cerebro. El jo. Y estalló en grimas y pataletas malolientes, terminando:
dinero alcanza su plenitud cuando se lo recibe, no cuando se Los que bajan más bajo en el alma ajena son los que escán
utiliza. Yo que he llegado de financisra a pordiosero afirmo más alto en la propia. Vos, en cambio ...
que la limosna es el gran evangelio del mundo. Nada hay como Era un ascua de indignación.
la dicha de dar los buenos días, la razón, la vereda a no ser
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La escena hubiera cobrado trascendencia a no ser la opor
Medió una pausa levísima, brevísima. La que emplea la an
tuna intervención de «Lon Chaney». Su bondad vertió en la
gustia de un suspiro que no cuaja. Y de súbito, como movidos
coyuntura el bálsamo apaciguante:
por el mismo resorte de la amistad, los unió una corriente tem
No, no, no. Está mal. Esto no debe continuar así. Te exijo,
«Katanga», una retractación. Sé leal. Vos sabés que nuestro blorosa, que escaló los brazos, perforó el cráneo y erizó el cue
ro cabelludo de ambos.
modus operandi no consiste en pedir. Nadie mendiga. Exten
demos el brazo y nos concretamos a recibir. Nada de limosneros «Longines» sonreía de ufanía igual que un bufón estático.
frotaesquinas. Fallutos dioses en miniatura. Nada más. El que
da es porque tiene algún remordimiento que eludir, alguna ig
norninia que vencer, algún. ~obo que disimular con la limosna.
Sobra tu desprecio, en consecuencia. Si «Fortunato» dijo que ALMAFUERTE:
llegó de financista a pordiosero, esporque no existe una pala La escaramuza se perdió en el polvo del trayecto.
bra adecuada para los que industrializamos la compasión ajena Cada cual comenzó a ordenar sus pilchas.
presentando una copia vívida de la infamia general. Todos, menos «Fortunaro». Iba abstraído en remembranzas
El tiro había salido por la culata· ... «Katanga» ni se movió. tercamente guardadas en su intimidad. Pensaba:
Con el rostro obscurecido por el humo del fracaso, meduló en -Nadie, nunca, sabrá nada de mí. [aroslau Kopecky no exis-
tonces la manera de borrar su consternación. Siguió impertur te, en realidad: vive. Vive como los símbolos, sin existencia vi-
bable otro momento. Y, poco a poco, la consternación se sible. Esta carne que soporto, que fue suya, es sólo una especie
trasfundió en la ternura sobrenatural que patina el rostro de de liquen. Vive; no por mí; sino gracias a los demás ... Mis la-
ciertos paralíticos. bios jamás referiránsu «vía crucis» auténtico. ]aroslav Kopecky
¡Por Judas, hombre, fife una broma! Todos nosotros so clausuró su vida como un negocio fatal. Bajó un día las per-
mos limpios en el fondo. Nos vestimos de andrajos por pura sianas de su alma y se alejó de ella. Ha enmudecido para siem-
vocación de farsa. Para esquivar la mugre bien vestida que tran pre. ¡Qué intento ridículo pretender que hable! Enmudecerá
sita a nuestro lado ... Para equivocar a la muerte, emperrada doquiera, más allá de los muros de «siempre». Ya no tengo las
siempre en olfatear los tipos más jarifos ... No he abrigado ni llaves de su voz. Fueron arrojadas al piélago de una conciencia
abrigo propósitos de ofensa para «Fortunato». Lo que hay es vacía. [aroslau Kopecky no existe en realidad: vive. Vive por
que me impresiona siempre su alusión: mera costumbre de vivir. Los que han recorrido a paso redo-
-Sé lo que hablo. He sido gerente de banco en Praga, blado, en fiel compañía de la suerte, la mitad del curso de una
... y quise esclarecerla con el acicate.de una pulla. Desgraciada, vida, son los únicos que conocen la tragedia de volver a andar
sin vuelta. Lo declaro lealmente, como vos querés. Por lo de con muletas de recuerdo el camino del triunfo pasado. Ése es
más, me complazco en reconocer que su actuación en el asun tu «vía crucis». ¡Ése,]aroslav Kopecky! ... [Como impregnaba
to de Freya fue estrictamente la indicada por «Longines». Una entonces tu senda el perfume de La dicha! Salías de tu casa, 110
injerencia mecánica, de austeridad mecánica, por lo tanto. Pues lejos de la Catedral de San Vito, en el elegante faubourg de
el robo, o mejor dicho la confiscación de los sesenta y tres mil Hradchany, y la dicha te aligeraba haciendo cosquillas en tus
pesos de la vieja, sigue siendo para mí un capolaboro de relo talones. Cruzabas el Puente Carlos IV, con saludos y zalemas
jería humana, en el cual cada uno de nosotros no fue otra cosa para sus treinta efigies, y la dicha se enredaba voluptuosamente
que un engranaje de cálculo y preqisión. Acabemos. Dame la en tus piernas. Desde la Torre Gótica del extremo, te alucinaba,
mano, «Fortunato». en el espejo del río, la crestería del Palacio Real, y la dicha era
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La escena hubiera cobrado trascendencia a no ser la opor
Medió una pausa levísima, brevísima. La que emplea la an
tuna intervención de «Lon Chaney». Su bondad vertió en la
gustia de un suspiro que no cuaja. Y de súbito, como movidos
coyuntura el bálsamo apaciguante:
por el mismo resorte de la amistad, los unió una corriente tem
No, no, no. Está mal. Esto no debe continuar así. Te exijo,
«Katanga», una retractación. Sé leal. Vos sabés que nuestro blorosa, que escaló los brazos, perforó el cráneo y erizó el cue
ro cabelludo de ambos.
modus operandi no consiste en pedir. Nadie mendiga. Exten
demos el brazo y nos concretamos a recibir. Nada de limosneros «Longines» sonreía de ufanía igual que un bufón estático.
frotaesquinas. Fallutos dioses en miniatura. Nada más. El que
da es porque tiene algún remordimiento que eludir, alguna ig
norninia que vencer, algún. ~obo que disimular con la limosna.
Sobra tu desprecio, en consecuencia. Si «Fortunato» dijo que ALMAFUERTE:
llegó de financista a pordiosero, esporque no existe una pala La escaramuza se perdió en el polvo del trayecto.
bra adecuada para los que industrializamos la compasión ajena Cada cual comenzó a ordenar sus pilchas.
presentando una copia vívida de la infamia general. Todos, menos «Fortunaro». Iba abstraído en remembranzas
El tiro había salido por la culata· ... «Katanga» ni se movió. tercamente guardadas en su intimidad. Pensaba:
Con el rostro obscurecido por el humo del fracaso, meduló en -Nadie, nunca, sabrá nada de mí. [aroslau Kopecky no exis-
tonces la manera de borrar su consternación. Siguió impertur te, en realidad: vive. Vive como los símbolos, sin existencia vi-
bable otro momento. Y, poco a poco, la consternación se sible. Esta carne que soporto, que fue suya, es sólo una especie
trasfundió en la ternura sobrenatural que patina el rostro de de liquen. Vive; no por mí; sino gracias a los demás ... Mis la-
ciertos paralíticos. bios jamás referiránsu «vía crucis» auténtico. ]aroslav Kopecky
¡Por Judas, hombre, fife una broma! Todos nosotros so clausuró su vida como un negocio fatal. Bajó un día las per-
mos limpios en el fondo. Nos vestimos de andrajos por pura sianas de su alma y se alejó de ella. Ha enmudecido para siem-
vocación de farsa. Para esquivar la mugre bien vestida que tran pre. ¡Qué intento ridículo pretender que hable! Enmudecerá
sita a nuestro lado ... Para equivocar a la muerte, emperrada doquiera, más allá de los muros de «siempre». Ya no tengo las
siempre en olfatear los tipos más jarifos ... No he abrigado ni llaves de su voz. Fueron arrojadas al piélago de una conciencia
abrigo propósitos de ofensa para «Fortunato». Lo que hay es vacía. [aroslau Kopecky no existe en realidad: vive. Vive por
que me impresiona siempre su alusión: mera costumbre de vivir. Los que han recorrido a paso redo-
-Sé lo que hablo. He sido gerente de banco en Praga, blado, en fiel compañía de la suerte, la mitad del curso de una
... y quise esclarecerla con el acicate.de una pulla. Desgraciada, vida, son los únicos que conocen la tragedia de volver a andar
sin vuelta. Lo declaro lealmente, como vos querés. Por lo de con muletas de recuerdo el camino del triunfo pasado. Ése es
más, me complazco en reconocer que su actuación en el asun tu «vía crucis». ¡Ése,]aroslav Kopecky! ... [Como impregnaba
to de Freya fue estrictamente la indicada por «Longines». Una entonces tu senda el perfume de La dicha! Salías de tu casa, 110
injerencia mecánica, de austeridad mecánica, por lo tanto. Pues lejos de la Catedral de San Vito, en el elegante faubourg de
el robo, o mejor dicho la confiscación de los sesenta y tres mil Hradchany, y la dicha te aligeraba haciendo cosquillas en tus
pesos de la vieja, sigue siendo para mí un capolaboro de relo talones. Cruzabas el Puente Carlos IV, con saludos y zalemas
jería humana, en el cual cada uno de nosotros no fue otra cosa para sus treinta efigies, y la dicha se enredaba voluptuosamente
que un engranaje de cálculo y preqisión. Acabemos. Dame la en tus piernas. Desde la Torre Gótica del extremo, te alucinaba,
mano, «Fortunato». en el espejo del río, la crestería del Palacio Real, y la dicha era
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frenesí en tu sexo. Entrabas así en la Ciudad Antigua, en el
vértigo paradoja/ de tu querida Praga, y la dicha convertía tu Varia~ voces perentorias rompieron su soliloquio.
corazón en perinola. La sucursal de la Zemska Banka se pre- La mirada de «Forrunato», ausente aún, volando en el deli
sentaba entonces a tu visión, y la dicha de hallarte en la geren- rio, chocó en la baranda del vagón de hacienda. Mas el descon
cia te embriagaba, semidiós, come un holocausto ... ¡Pobre cierto sensorial no pudo atajar la fluencia de su devaneo, Y la
]aroslav Kopecky! Tu triste carne contempla ahora por mis ojos voz muda, confidente, que iba al mundo interior; se transformó
tu calvario de hombre rico. Supiste tarde -¡ay, demasiado tar- en voz alta:
del=que, desde Midas a Rocke(eller, desde Creso a Mister Insull, , :· .. en mí, J~rosl~v ~opecky. Y si la riqueza antigua supura
toda opulencia es relativa. Que la felicidad que aporta la for- lagrimas todavía ... lagrimas que son óxidos de juventud llo
tuna tiene un gorgojo qu~ la carcome. Un gorgojo llamado ra '". llora ... que tu carne exhausta se disgrega ... se disgrega es
«Más Aún» ... ¡Ah, si en vez de instalar tu inquietud en aque- tatuilla de barro ... entre torbellinos de vientos ásperos ...
lla hilandería sita en Yinoarady, hubieras instalado tu ocio Barullo y sornas.
en la biblioteca del Convento de Premonstratenses! ¡Ah, si El interés del descenso tragó sus palabras.
en vez de apilar monedas de plata, te hubiera bastado com- ¿Viste bien? ¿Dónde?
pulsar los treinta quintales macizos de la Tumba de San juan ¿Blanco o marrón? ¿Trapo o papel?
Nepomuceno! ... ¡Pobre ]aroslav Kopecky! La economía, que En el semáforo. Trapo blanco.
es en los pobres tm vicio sin trascendencia, se toma en los po- Bien. Fijarse entonces en el esquinero del cuadro de la esta
tentados un estigma estrafalario. ¿Lo ves? Los magnates están ción.
más cerca de la miseria que los mismos miserables. ¡Cuánto Pasó un minuto.
mejor hubiera sido que hipetecaras tu tiempo con muchachas ¡Trapo blanco!
en las islas-parques del Moldava; que comprometieras tu cál- ¡Trapo blanco!
culo en la gimnasia geométrica de los sokols; que contaras una Bueno. Descolgarse por parejas. Discreción. Dentro de hora
a una las setecientas once habitaciones del Palacio Real en vez y media nos juntaremos como siempre.
de contabilizar los vencimientos de tus deudores! ¡Pobre «Katanga» dispuso, para favorecerlo con su solicitud, bajar
]aroslav Kopecky! ¿Lo ves? Tanto el afán de Pluto como la con «Forrunato». Fueron los últimos. Le prestó su apoyo. Le
fiebre de Harpagán atrofian el sentido de la riqueza. «Nihil tomó los bártulos. Y lo condujo.
nimis!» ¡Dilo, si no! Obséruate en mí, que soy la amarga re- . S~fría la responsabüídad de su trastorno emotivo. Quería
versión de tu destino. Obsérvate en esta deriva ruin, por ruines vindicarse. Pero vindicarse en secreto, fervorosamente vertien
escarpaturas del mundo, tú, que Heriuabas los domingos se- do el lenitivo exacto en la llaga abierta. Pero no pudo.'¡ Y supo
dantes por el Puente de las Legiones, y deslizabas tu angustia I~ ~rduo que es entrar en la soledad ajena, en el momento pro
por la alegría de los muelles; tú, que aspirabas la frescura de la p1c10, para ensamblar nuestro aporte de gracia y consuelo en el
Myslikova Hice y, ya en la rada de luz de la calle Zitna, ibas hueco de un espíritu que necesitaba de ellos!
frente a la estatua de San Wenceslao, a descansar tu sed sobre «Longines» y «Dijunto» se encaminaron derechamente al
el colchón de espuma de un vaso de cerveza. Obsérvate. poste esquinero.
¡Ahí! ¡Ahí! Mientras simulaba ararse un botín, apoyado en el alambre
¡La señal! «Longines» copió las siguientes letras, escritas con lápiz en ei
¡La señal! trapo: aiuaoauuieaüuuaüuaiaui.
Listo. Vamos.
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frenesí en tu sexo. Entrabas así en la Ciudad Antigua, en el
vértigo paradoja/ de tu querida Praga, y la dicha convertía tu Varia~ voces perentorias rompieron su soliloquio.
corazón en perinola. La sucursal de la Zemska Banka se pre- La mirada de «Forrunato», ausente aún, volando en el deli
sentaba entonces a tu visión, y la dicha de hallarte en la geren- rio, chocó en la baranda del vagón de hacienda. Mas el descon
cia te embriagaba, semidiós, come un holocausto ... ¡Pobre cierto sensorial no pudo atajar la fluencia de su devaneo, Y la
]aroslav Kopecky! Tu triste carne contempla ahora por mis ojos voz muda, confidente, que iba al mundo interior; se transformó
tu calvario de hombre rico. Supiste tarde -¡ay, demasiado tar- en voz alta:
del=que, desde Midas a Rocke(eller, desde Creso a Mister Insull, , :· .. en mí, J~rosl~v ~opecky. Y si la riqueza antigua supura
toda opulencia es relativa. Que la felicidad que aporta la for- lagrimas todavía ... lagrimas que son óxidos de juventud llo
tuna tiene un gorgojo qu~ la carcome. Un gorgojo llamado ra '". llora ... que tu carne exhausta se disgrega ... se disgrega es
«Más Aún» ... ¡Ah, si en vez de instalar tu inquietud en aque- tatuilla de barro ... entre torbellinos de vientos ásperos ...
lla hilandería sita en Yinoarady, hubieras instalado tu ocio Barullo y sornas.
en la biblioteca del Convento de Premonstratenses! ¡Ah, si El interés del descenso tragó sus palabras.
en vez de apilar monedas de plata, te hubiera bastado com- ¿Viste bien? ¿Dónde?
pulsar los treinta quintales macizos de la Tumba de San juan ¿Blanco o marrón? ¿Trapo o papel?
Nepomuceno! ... ¡Pobre ]aroslav Kopecky! La economía, que En el semáforo. Trapo blanco.
es en los pobres tm vicio sin trascendencia, se toma en los po- Bien. Fijarse entonces en el esquinero del cuadro de la esta
tentados un estigma estrafalario. ¿Lo ves? Los magnates están ción.
más cerca de la miseria que los mismos miserables. ¡Cuánto Pasó un minuto.
mejor hubiera sido que hipetecaras tu tiempo con muchachas ¡Trapo blanco!
en las islas-parques del Moldava; que comprometieras tu cál- ¡Trapo blanco!
culo en la gimnasia geométrica de los sokols; que contaras una Bueno. Descolgarse por parejas. Discreción. Dentro de hora
a una las setecientas once habitaciones del Palacio Real en vez y media nos juntaremos como siempre.
de contabilizar los vencimientos de tus deudores! ¡Pobre «Katanga» dispuso, para favorecerlo con su solicitud, bajar
]aroslav Kopecky! ¿Lo ves? Tanto el afán de Pluto como la con «Forrunato». Fueron los últimos. Le prestó su apoyo. Le
fiebre de Harpagán atrofian el sentido de la riqueza. «Nihil tomó los bártulos. Y lo condujo.
nimis!» ¡Dilo, si no! Obséruate en mí, que soy la amarga re- . S~fría la responsabüídad de su trastorno emotivo. Quería
versión de tu destino. Obsérvate en esta deriva ruin, por ruines vindicarse. Pero vindicarse en secreto, fervorosamente vertien
escarpaturas del mundo, tú, que Heriuabas los domingos se- do el lenitivo exacto en la llaga abierta. Pero no pudo.'¡ Y supo
dantes por el Puente de las Legiones, y deslizabas tu angustia I~ ~rduo que es entrar en la soledad ajena, en el momento pro
por la alegría de los muelles; tú, que aspirabas la frescura de la p1c10, para ensamblar nuestro aporte de gracia y consuelo en el
Myslikova Hice y, ya en la rada de luz de la calle Zitna, ibas hueco de un espíritu que necesitaba de ellos!
frente a la estatua de San Wenceslao, a descansar tu sed sobre «Longines» y «Dijunto» se encaminaron derechamente al
el colchón de espuma de un vaso de cerveza. Obsérvate. poste esquinero.
¡Ahí! ¡Ahí! Mientras simulaba ararse un botín, apoyado en el alambre
¡La señal! «Longines» copió las siguientes letras, escritas con lápiz en ei
¡La señal! trapo: aiuaoauuieaüuuaüuaiaui.
Listo. Vamos.
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Bajo la sombra de una acacia, sentado sobre el borde de la plantas, legumbres. Su noción del mun?o versa sobre lo ~or
cuneta, extrajo un cuadrito de celuloide: venir concreto de la naturaleza. Un relojero, un cronornetnsta
como yo, hecho a los fenómenos que brotan del tiempo, está
a e o u obligado a calcular las contingencias del azar. Hay diferencias,
avbdqm por lo tanto. Pero no hablemos más de esto. «Viejo Amor» y
echpft «Lon Chaney» se encargaron de ir a comprar lo necesario para
u a k 1 o preparar el almuerzo de hoy. ~sperarem<;>s aquí_. Satisface c~ns
o i g e y tatar cómo vamos compenetrandonos, sin sentir, de la concien
usxrzn cia de un destino superior a nosotros mismos; y cómo el deber
de cada cual engrana y actúa dulcemente en la mecánica de
Anotando el resultado en un papel, leyó: esta gira.
-Usina, dos k. sur. • «Dijunto» frunció la frente. Ni bien oía aludir al deber, que
«Dijunto» observó la tarea de descifrar con desdeñosa cu daba arada en el acto, por profundos surcos, su tez aterronada.
riosidad. Mas no advirtiendo el desdén, halagado por su cu Se estremecía después el matorral de cejas y bigote. E, igualito
riosidad, «Longines» explicó: que perdices, volaban suspiros, de repente.
Es muy sencillo. Se trata de una clave de letras. Las cinco El deber le punzaba el corazón como si fuese una picana.
vocales, repetidas en línea horizontal y vertical, sirven de Había cinchado tanto bajo su férula que, a su mera resonancia,
indicadoras de veinticinco casillas que contienen en orden ca agachaba el lomo, sumiso, presto al avión de nuevos arranques:
prichoso las principales letras del abecedario. Cada letra se de A usted le consta, «Longines»: lo que yo deba hacer, se
signa por las vocales que enc.'abezan la vertical y horizontal que hará. Nunca me ha asqueado el trabajo, por duro y peligroso
pasa I?~r la respectiva casilla. Para dificultar el enigma, que fuera, sino el sacrificio inútil del trabajo. Flaco y retorcido
«Aparicio», «Katanga» y yo hemos convenido no separar las como soy, mis brazos esperan órdenes, nada más. Estoy hecho
palabras. La frase cifrada parece así, siempre, la transcripción al deber, aunque el deber me empacha. Mándenme. Pero no
de un jipio de cantejondo ... Aiuaoauuieaiiuuaiiuaiaui ... me metan en andurriales de palabras. Soy chúcaro. No entiendo
¿Notás? Otros, en vez de vocales, usan números. Es mejor; pero otra filosofía que la que me enseñó la miseria. Díganme que
resulta más bonita esta «vocalización» del pensamiento ... empuje y empujaré. Pero no que medite. Siempre salí mal con
Pues, mire usted: para mí semejante lío es un dislate. jueces de paz, procuradores y los intermediarios que me arren
No, «Dijunto». Lo importante en la vida es la táctica de daron campos. No sé razonar. No sé sacar nada de adentro mío.
vivirla. No preguntar nada a nadie revela independencia de ca Por eso, firmar, yo firmé lo que la lealtad me puso por delante.
r~cter. N~ depend~r ~el error o de la opinión del prójimo signi Por eso, firmar, me costó siempre más que deschurcar cien hec
fica valonzar el cnteno propio. Por eso usamos estas patrañas, táreas y más perjuicios que perder tres cosechas seguidas.
que nos ponen a cubierto de sospechas insidiosas. Si nos vieran Recostado sobre la plataforma de la cuneta, «Longines»
a todos juntos, averiguando el paradero de «Aparicio», a estas lo escuchaba con penetrante simpatía.
horas con captura recomendada, figurare lo que pasaría ... Cuando calló, puso la valija de almohada bajo la nuca. Que
¡Hombre! ría perseguir, mirando al cielo, el sufrimiento soñador del ca
Se explica tu sorpresa. El agricultor cultiva el sector de su marada.
mente que se relaciona a cuanto brota de la tierra: cereales, Su ojo purulento pareció, depurarse en el azul.
80 81
Bajo la sombra de una acacia, sentado sobre el borde de la plantas, legumbres. Su noción del mun?o versa sobre lo ~or
cuneta, extrajo un cuadrito de celuloide: venir concreto de la naturaleza. Un relojero, un cronornetnsta
como yo, hecho a los fenómenos que brotan del tiempo, está
a e o u obligado a calcular las contingencias del azar. Hay diferencias,
avbdqm por lo tanto. Pero no hablemos más de esto. «Viejo Amor» y
echpft «Lon Chaney» se encargaron de ir a comprar lo necesario para
u a k 1 o preparar el almuerzo de hoy. ~sperarem<;>s aquí_. Satisface c~ns
o i g e y tatar cómo vamos compenetrandonos, sin sentir, de la concien
usxrzn cia de un destino superior a nosotros mismos; y cómo el deber
de cada cual engrana y actúa dulcemente en la mecánica de
Anotando el resultado en un papel, leyó: esta gira.
-Usina, dos k. sur. • «Dijunto» frunció la frente. Ni bien oía aludir al deber, que
«Dijunto» observó la tarea de descifrar con desdeñosa cu daba arada en el acto, por profundos surcos, su tez aterronada.
riosidad. Mas no advirtiendo el desdén, halagado por su cu Se estremecía después el matorral de cejas y bigote. E, igualito
riosidad, «Longines» explicó: que perdices, volaban suspiros, de repente.
Es muy sencillo. Se trata de una clave de letras. Las cinco El deber le punzaba el corazón como si fuese una picana.
vocales, repetidas en línea horizontal y vertical, sirven de Había cinchado tanto bajo su férula que, a su mera resonancia,
indicadoras de veinticinco casillas que contienen en orden ca agachaba el lomo, sumiso, presto al avión de nuevos arranques:
prichoso las principales letras del abecedario. Cada letra se de A usted le consta, «Longines»: lo que yo deba hacer, se
signa por las vocales que enc.'abezan la vertical y horizontal que hará. Nunca me ha asqueado el trabajo, por duro y peligroso
pasa I?~r la respectiva casilla. Para dificultar el enigma, que fuera, sino el sacrificio inútil del trabajo. Flaco y retorcido
«Aparicio», «Katanga» y yo hemos convenido no separar las como soy, mis brazos esperan órdenes, nada más. Estoy hecho
palabras. La frase cifrada parece así, siempre, la transcripción al deber, aunque el deber me empacha. Mándenme. Pero no
de un jipio de cantejondo ... Aiuaoauuieaiiuuaiiuaiaui ... me metan en andurriales de palabras. Soy chúcaro. No entiendo
¿Notás? Otros, en vez de vocales, usan números. Es mejor; pero otra filosofía que la que me enseñó la miseria. Díganme que
resulta más bonita esta «vocalización» del pensamiento ... empuje y empujaré. Pero no que medite. Siempre salí mal con
Pues, mire usted: para mí semejante lío es un dislate. jueces de paz, procuradores y los intermediarios que me arren
No, «Dijunto». Lo importante en la vida es la táctica de daron campos. No sé razonar. No sé sacar nada de adentro mío.
vivirla. No preguntar nada a nadie revela independencia de ca Por eso, firmar, yo firmé lo que la lealtad me puso por delante.
r~cter. N~ depend~r ~el error o de la opinión del prójimo signi Por eso, firmar, me costó siempre más que deschurcar cien hec
fica valonzar el cnteno propio. Por eso usamos estas patrañas, táreas y más perjuicios que perder tres cosechas seguidas.
que nos ponen a cubierto de sospechas insidiosas. Si nos vieran Recostado sobre la plataforma de la cuneta, «Longines»
a todos juntos, averiguando el paradero de «Aparicio», a estas lo escuchaba con penetrante simpatía.
horas con captura recomendada, figurare lo que pasaría ... Cuando calló, puso la valija de almohada bajo la nuca. Que
¡Hombre! ría perseguir, mirando al cielo, el sufrimiento soñador del ca
Se explica tu sorpresa. El agricultor cultiva el sector de su marada.
mente que se relaciona a cuanto brota de la tierra: cereales, Su ojo purulento pareció, depurarse en el azul.
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82
Voy. Pero ... dame el sarcófago. No puedo dejarla así, con
.1 «~ijuntof »,,tercamente aferrado a la tierra, continuaba en la curiosidad insatisfecha ... ¿No es cierro?
sr enero per orandola con el recuerdo. Claro. ¿Qué tiene que venir a meterse, usted?
y se abismó en su corazón como en el agua de un aljibe. ¿Lo ves? ...
«Lon Chaney» fue magnánimo. Igual que aquel famoso
vigilante de provincia (que sorprendió a una ~areja ayunt~d,a
No rimaban los pasos de « ViejÓ Amor» y «Lon Chaney en el parque y palmeando la espalda del galan, le conrruno:
And,an?o por la ~ocalidad en busca de una carnicería, laC:~ «-Acabe, mozo, pa llevarlo preso») él le entregó el chiche, apar
tándose del lugar. Estaba tan seguro de su alborozo como de
~haza lubnc:a del pnmer? se detenía al paso de cualquier hem
ilis No le importaba ru edad ni pinta. Obsceno hacedor de la pudibunda alarma de la fám,ula. .
ta sm~~es de hueso y madeea en los cuales la higa o los miern A los diez metros le alcanzo una carca¡ada de fauno y el
b~s ~mies eran tallados siempre con deformes tumefacciones hilo picaresco de la risa de ella. Viró la cabeza. Notó que «Vie
" rejo Amor» había llegado ª la erapa morbosa correlativa' jo Amor» se alejaba del zaguán y que la sirvienta desde el
e~ la_ cual la voluptuosidad', tornada fetichista se opera o; umbral con mirada pegajosa, pugnaba por retenerle.
via ~1sual, produciendo hú~edos frenesíes de bdba y orina.1'La ¿N~ te dije? ¡Ya está! Mañana a la madrugada me la tiro ...
mujer.en ver.dad, n? lo at~a1a como agente actual de goce, sino «Lon Chaney» sonrió:
como i~cennvo,de imposibles deleites. Su memoria era la acti -A la madrugada ... Se ve que estás caduco. El verdadero Don
~ª· Alh, ~n el serano del cerebro, la presencia de la mujer era Juan practica su culto de noche, sobre altares de sombra, ante
'?terna e p~sadas proezas. Alumbraba su lascivia. y al revi los mil riesgos que oculta. La madrugada es la hora del amor
virla, su erotismo se cristalizaba en anomalía. ¿Qué mejor sig agrio. La hora del amor de los esposos decrépitos, cuyo sexo
~o qu_e su ?c:lo e? la ~abric~ción de muñecos procaces y figuras eventualmente se iergue, ya por la tibieza del lecho, ya por la
b<:rttnasd.. cQue mejores md\ces de esos jalones priápicos de presión de la vejiga llena ... A la madrugada, todo es agrio y fé
su irreme iable ocaso sexual? tido. El rocío no es más que el sudor de la naturaleza tras el
, «Lo~ Chaney», q.u.e lo esperaba por quinta vez, no resistió orgasmo nocturno. Por lo demás, a mí me asquean los tenorios
m~s .tar ª~·Expeditivo como era desandó media cuadra ara matutinos que, mientras duermen los padres o patrones <le las
ex1~1rle rap1d:z! imperativamente. Metido en el zaguán d~ un «doncellas», se adelantan al lechero en el reparto de la leche ...
f?t~grafo, « Viejo Amor» se relamía de gusto charlando con la No seas estúpido.
s1rv1entf. ~na de esas mujeres desahuciadas del amor que acep Eso, cuando disponen del producto ... Porque, lo qu~ es vos ...
tan cua quier ofe?s~ viniendo de un varón. AJ ver que ya tenía No seas estúpido, repito. Estoy lejos de ser un upo hors
en la mano el diminuto «sarcófago de TuthAnkAmón» d'ceuvre ... El amor presenta mil formas, posee mil liturgias. Pre
pronta a toca~ el .c,onsabido resorte que soltando una tap~ cisamente, los que se empecinan en no variar su repertorio son
provocla la osc1l.ac1on de un pene fenomenal, casi tan grande los que atrofian primero el apetito. Yo, en cambio ...
como ~«momia», prorrumpió: En la fruición de sus palabras, proferidas con malicia in
¡Deme es?! ¿No te da vergüenza a vos? Salí. ¡Vamos' munda, «Lon Chaney» advirtió la firmeza de su depravación.
S U~a desaz~n ll~rosa anegó el semblante de «Viejo Am~r». El virus viscoso de la concupiscencia filtraba por sus poros,
ernejante ª.ct1~ud importaba para él una conmoción idéntica bombeado por un corazón de vicio. Ahuyentaba la sangre y la
ª1 la de un.~01ro mter~upto. Suspiró desoladamente. y abuenando vergüenza, imponiendo su máscara ominosa.
a expresión, le rogo:
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Voy. Pero ... dame el sarcófago. No puedo dejarla así, con
.1 «~ijuntof »,,tercamente aferrado a la tierra, continuaba en la curiosidad insatisfecha ... ¿No es cierro?
sr enero per orandola con el recuerdo. Claro. ¿Qué tiene que venir a meterse, usted?
y se abismó en su corazón como en el agua de un aljibe. ¿Lo ves? ...
«Lon Chaney» fue magnánimo. Igual que aquel famoso
vigilante de provincia (que sorprendió a una ~areja ayunt~d,a
No rimaban los pasos de « ViejÓ Amor» y «Lon Chaney en el parque y palmeando la espalda del galan, le conrruno:
And,an?o por la ~ocalidad en busca de una carnicería, laC:~ «-Acabe, mozo, pa llevarlo preso») él le entregó el chiche, apar
tándose del lugar. Estaba tan seguro de su alborozo como de
~haza lubnc:a del pnmer? se detenía al paso de cualquier hem
ilis No le importaba ru edad ni pinta. Obsceno hacedor de la pudibunda alarma de la fám,ula. .
ta sm~~es de hueso y madeea en los cuales la higa o los miern A los diez metros le alcanzo una carca¡ada de fauno y el
b~s ~mies eran tallados siempre con deformes tumefacciones hilo picaresco de la risa de ella. Viró la cabeza. Notó que «Vie
" rejo Amor» había llegado ª la erapa morbosa correlativa' jo Amor» se alejaba del zaguán y que la sirvienta desde el
e~ la_ cual la voluptuosidad', tornada fetichista se opera o; umbral con mirada pegajosa, pugnaba por retenerle.
via ~1sual, produciendo hú~edos frenesíes de bdba y orina.1'La ¿N~ te dije? ¡Ya está! Mañana a la madrugada me la tiro ...
mujer.en ver.dad, n? lo at~a1a como agente actual de goce, sino «Lon Chaney» sonrió:
como i~cennvo,de imposibles deleites. Su memoria era la acti -A la madrugada ... Se ve que estás caduco. El verdadero Don
~ª· Alh, ~n el serano del cerebro, la presencia de la mujer era Juan practica su culto de noche, sobre altares de sombra, ante
'?terna e p~sadas proezas. Alumbraba su lascivia. y al revi los mil riesgos que oculta. La madrugada es la hora del amor
virla, su erotismo se cristalizaba en anomalía. ¿Qué mejor sig agrio. La hora del amor de los esposos decrépitos, cuyo sexo
~o qu_e su ?c:lo e? la ~abric~ción de muñecos procaces y figuras eventualmente se iergue, ya por la tibieza del lecho, ya por la
b<:rttnasd.. cQue mejores md\ces de esos jalones priápicos de presión de la vejiga llena ... A la madrugada, todo es agrio y fé
su irreme iable ocaso sexual? tido. El rocío no es más que el sudor de la naturaleza tras el
, «Lo~ Chaney», q.u.e lo esperaba por quinta vez, no resistió orgasmo nocturno. Por lo demás, a mí me asquean los tenorios
m~s .tar ª~·Expeditivo como era desandó media cuadra ara matutinos que, mientras duermen los padres o patrones <le las
ex1~1rle rap1d:z! imperativamente. Metido en el zaguán d~ un «doncellas», se adelantan al lechero en el reparto de la leche ...
f?t~grafo, « Viejo Amor» se relamía de gusto charlando con la No seas estúpido.
s1rv1entf. ~na de esas mujeres desahuciadas del amor que acep Eso, cuando disponen del producto ... Porque, lo qu~ es vos ...
tan cua quier ofe?s~ viniendo de un varón. AJ ver que ya tenía No seas estúpido, repito. Estoy lejos de ser un upo hors
en la mano el diminuto «sarcófago de TuthAnkAmón» d'ceuvre ... El amor presenta mil formas, posee mil liturgias. Pre
pronta a toca~ el .c,onsabido resorte que soltando una tap~ cisamente, los que se empecinan en no variar su repertorio son
provocla la osc1l.ac1on de un pene fenomenal, casi tan grande los que atrofian primero el apetito. Yo, en cambio ...
como ~«momia», prorrumpió: En la fruición de sus palabras, proferidas con malicia in
¡Deme es?! ¿No te da vergüenza a vos? Salí. ¡Vamos' munda, «Lon Chaney» advirtió la firmeza de su depravación.
S U~a desaz~n ll~rosa anegó el semblante de «Viejo Am~r». El virus viscoso de la concupiscencia filtraba por sus poros,
ernejante ª.ct1~ud importaba para él una conmoción idéntica bombeado por un corazón de vicio. Ahuyentaba la sangre y la
ª1 la de un.~01ro mter~upto. Suspiró desoladamente. y abuenando vergüenza, imponiendo su máscara ominosa.
a expresión, le rogo:
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pensado me meteré en él, dejando las piernas afuera ... [Oh, la rte «Fortunato» no incurre
sensación de despertar en ciudades extrañas, cuando los sueños -Estaba er~ado d~ pa~te ~ P~o Son frases cabales a un in-
que uno sueña acontecen en la propia! ... Y, entonces, tirando en incoherencias de mng~~ ~e.'!; a. a saberlo! Lo mismo que
para adentro, las decapitaré ... [Para lo que sirven mis piernas! ... ter/ocutor secre to . ?. Quién:
. .
1 vay
demos locuciones a1s. 1ad as
Yo sé lo que hablo. He sido gerente de banco en Praga ... ·1 s a quienes sorpren ,
los somnt docuo , no se pue d e attrm s: ar que desoaria.
.
Lo que
Evidentemente, tenés coda la razón del mundo replicó mientras uerm~n, difícil dialogar consigo mismo y ~on_-
con lenta, inefable bonhomía. hay es que, desp1er~o, ~s , nte Las respuestas al ser inti-
Aún duraba la ofuscación de «Fortunato». versar con otros, simu taneamet . nosotros. Hilos cambia-
Para distraerlo frustrado el último espinel lanzado a su es mo se mezclan con ~as resuves as a
píritu «Karanga» cornenzq a silbar. dos. Ecco il imbrogho!
Silbaba magisrralmenre, Sabía devanar el aire de los pul
mones con la misma destreza melódica de Woodrow Wilson,
chiflador insigne. Excénrrics como· éste pero no al extremo Estaban ya frente al ~ema, foro. eruz ó el alambrado. Leyó:
de fundar otra Sociedad de Naciones, su excentricidad musi aiuaoauuieaiiuuaiiuaiam. 1 . o a la derecha de la línea,
cal databa de la adolescencia. Nada de instrumentos ni de Vamos bien. Allá, por ~ .caAmmm Adelante.
fiorituras. Ni el caramillo de Pan ni la flauta doble de Marsias. vienen «L on 1 e l aney» y «V1c¡o
,
or».
d s mustios.
¡Silbar a labio limpio! Su habilidad más notoria consistía en Caminaban otra vez, mas qu_e i:iu ·cºo, 'a ((Katanga» a mecer
imitar al «violín chino», de una sola cuerda. Inflados los mo 1. mpulso extrano 10c1 1 1
De pronto, un d 1 And vo así chapaleando e po
fletes, el aire retenido en la boca parecía engolosina de. ¡Tal era se en lo má~ suelto de~ _!;Uª ~~so u~smo d~ viejo. No midió en
su delectación de auletes innato! Y mimado por su lengua, lo vo, con sadismo ~e nmo Y d m~aba en él: si el prurito de fas
vertía suave, sutilmente, afiligranándolo en los matices cano el acco la aberración qu~ pre o . creta enitencia o mortifica
ros de un aria o de un lied. ridiar o el placer dc.cast~g~,rsed~':i~icio oppesadumbre de escar
::~s
¿Qué te gustó más: la «Medicación», de «Thais», o el ción exacerbada. S~ fru1c1odn leta obnubilación, eras los
«Core'ngraro», de Cardillo? La elección es difícil, ¿eh? Escuchá . to Fueron minutos e comp
ahora esto: el «Improviso» de la ópera Andrea Chénier, del ~alió su voz lo mismo que un sol bronco:
maestro Giordano.
No. Silbá algo ... ¿cómo te diré? ... Hay que llegar .
Ya, ya. Algo más cerca a vos. Encamado. ¿Qué preferís: el por la disciplina de la indiferencia
Danubio azul, de Srrauss, la Po/ka en pizzicatto, de Krull; la a la gran sabiduría del abandono.
Princesa de las Czardas; • Hay que vencer
jusro. por la disciplina del abandon? .
a la gran tribulación de la m1sena.
«Karanga» llenó los pulmones. Y atacó briosamente la im
ponente intrade de Kalmann. Después, en cono más bajo, casi Hay que rendir . .
con unción, debobinó el hilo subyugante de media opereta. por la disciplina de la rmscna
Casi con unción, porque, mientras tanto, su pensamiento se a la gran fortaleza de Ja muerte.
Hay que sobrar
distrajo. Y a la par del hilo sonoro, su ilación bordó este racio
cinio sobre el canevá de su experiencia: !ª
por la disciplina de muerte_
a la gran indiferencia de la vida.
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pensado me meteré en él, dejando las piernas afuera ... [Oh, la rte «Fortunato» no incurre
sensación de despertar en ciudades extrañas, cuando los sueños -Estaba er~ado d~ pa~te ~ P~o Son frases cabales a un in-
que uno sueña acontecen en la propia! ... Y, entonces, tirando en incoherencias de mng~~ ~e.'!; a. a saberlo! Lo mismo que
para adentro, las decapitaré ... [Para lo que sirven mis piernas! ... ter/ocutor secre to . ?. Quién:
. .
1 vay
demos locuciones a1s. 1ad as
Yo sé lo que hablo. He sido gerente de banco en Praga ... ·1 s a quienes sorpren ,
los somnt docuo , no se pue d e attrm s: ar que desoaria.
.
Lo que
Evidentemente, tenés coda la razón del mundo replicó mientras uerm~n, difícil dialogar consigo mismo y ~on_-
con lenta, inefable bonhomía. hay es que, desp1er~o, ~s , nte Las respuestas al ser inti-
Aún duraba la ofuscación de «Fortunato». versar con otros, simu taneamet . nosotros. Hilos cambia-
Para distraerlo frustrado el último espinel lanzado a su es mo se mezclan con ~as resuves as a
píritu «Karanga» cornenzq a silbar. dos. Ecco il imbrogho!
Silbaba magisrralmenre, Sabía devanar el aire de los pul
mones con la misma destreza melódica de Woodrow Wilson,
chiflador insigne. Excénrrics como· éste pero no al extremo Estaban ya frente al ~ema, foro. eruz ó el alambrado. Leyó:
de fundar otra Sociedad de Naciones, su excentricidad musi aiuaoauuieaiiuuaiiuaiam. 1 . o a la derecha de la línea,
cal databa de la adolescencia. Nada de instrumentos ni de Vamos bien. Allá, por ~ .caAmmm Adelante.
fiorituras. Ni el caramillo de Pan ni la flauta doble de Marsias. vienen «L on 1 e l aney» y «V1c¡o
,
or».
d s mustios.
¡Silbar a labio limpio! Su habilidad más notoria consistía en Caminaban otra vez, mas qu_e i:iu ·cºo, 'a ((Katanga» a mecer
imitar al «violín chino», de una sola cuerda. Inflados los mo 1. mpulso extrano 10c1 1 1
De pronto, un d 1 And vo así chapaleando e po
fletes, el aire retenido en la boca parecía engolosina de. ¡Tal era se en lo má~ suelto de~ _!;Uª ~~so u~smo d~ viejo. No midió en
su delectación de auletes innato! Y mimado por su lengua, lo vo, con sadismo ~e nmo Y d m~aba en él: si el prurito de fas
vertía suave, sutilmente, afiligranándolo en los matices cano el acco la aberración qu~ pre o . creta enitencia o mortifica
ros de un aria o de un lied. ridiar o el placer dc.cast~g~,rsed~':i~icio oppesadumbre de escar
::~s
¿Qué te gustó más: la «Medicación», de «Thais», o el ción exacerbada. S~ fru1c1odn leta obnubilación, eras los
«Core'ngraro», de Cardillo? La elección es difícil, ¿eh? Escuchá . to Fueron minutos e comp
ahora esto: el «Improviso» de la ópera Andrea Chénier, del ~alió su voz lo mismo que un sol bronco:
maestro Giordano.
No. Silbá algo ... ¿cómo te diré? ... Hay que llegar .
Ya, ya. Algo más cerca a vos. Encamado. ¿Qué preferís: el por la disciplina de la indiferencia
Danubio azul, de Srrauss, la Po/ka en pizzicatto, de Krull; la a la gran sabiduría del abandono.
Princesa de las Czardas; • Hay que vencer
jusro. por la disciplina del abandon? .
a la gran tribulación de la m1sena.
«Karanga» llenó los pulmones. Y atacó briosamente la im
ponente intrade de Kalmann. Después, en cono más bajo, casi Hay que rendir . .
con unción, debobinó el hilo subyugante de media opereta. por la disciplina de la rmscna
Casi con unción, porque, mientras tanto, su pensamiento se a la gran fortaleza de Ja muerte.
Hay que sobrar
distrajo. Y a la par del hilo sonoro, su ilación bordó este racio
cinio sobre el canevá de su experiencia: !ª
por la disciplina de muerte_
a la gran indiferencia de la vida.
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88
• . 1
·«Apanc10».
1 ••
No habló más. Había hecho semiinconscicnrcmcnre el «Apanc10.» .. d Como siempre. Simbólicamente.
resumen aciago de un capítulo más de la caterva. Estaba en ~a :n~rucl)a ~· , s a han llegado. Paramos en
Por aquí indico. Los ema y
El camino principal corre en la otra margen de la línea. Al aquel rancho d los días anteriores parecía no preocupl~rlo.
La peripecia e mezcla de arrugas y re revés
pretender llegar a ella, «Fortuna to» enredó sus vestimentas entre Su cara abollada.Y promber~~~osuaba ninguna inquietud.
las púas del alambrado lateral. La excitación que traía torna con huellas de virue a n? , todo . No te han contado el
ba sumamente torpes sus movimientos. Por lo que presumo, ignoras .e
,)
Un segundo de paciencia. No forcejeés. ¡Te vas a lastimar! lío que se armo. , .
Hubiera sido fácil poner el pie, hacer presión y franquearle «Aparicio>• chasco la lengua.
el paso. Pero «Katanga» no se fijabaen minucias. Sacó la pin N,o vengás coacnamnaªscanCa~.acro incendios ... Y un héroe.
za de su maleta y con dos corees allanó el acceso. Renegando, -A troque m • ···
comentó: El héroe sos vos. Ni que hablar ... 'd ·También el otario
El carácter de este país cambiaría por completo si cada ha . ~ laron ensegui a. 1
En seno, e 1re .. e ~a e huel a t Por un pelo no nos
bitante del campo dispusiera de una pinza ... Y no anduviese con del Tesorero del S1nd1cato ~ i·dgeo;por su cuenta cuatro
escrúpulos. Corte aquí. Corte doquiera. Es ridículo constatar que todos «Longmes» .
encanastaron. a . , . y raba en cafúa en esa c1rcunstan
cinco hilos de acero sofrenen el derecho de todos a la tierra. Sim explosiones s1~,u~a~~as. o e:¡ incendio provocado por el de
ples cuerdas de guitarra ... En Europa, vos sabés, los privilegios
cía. Ybladtraba¡ede elase~~~=~ en construcción. Por poco me as
se limitan con muros, zanjones o arboledas seculares. ¡Verdade rrurn e e una . . '
ras fortalezas! Yendo de La Valerte a Cirtavecchia, en Malta, vi Cienden de preso ... ¡a v1g1lante ", ilá todo
los predios diminutos de la isla aparcelados a cal y canto. Un d Vos v1g1 as ··· , ¡
Hubieras acepta o... . di la expresión Le basto e
laberinto de paredes y cebada. Aquí, vos notás, es una fruslería. bió de mrne 1ato · .
«Katanga» cam t • d «Aparicio» para certificar cierta
Tac, tac, tac: unos cuantos corees, ¡y la propiedad se desparra no ligeramente despecnvo e
ma en los caminos!. .. Quinientos mil camaradas que maneja ~~justificada inquina. Pr:~un;ó solamente:
ran la pinza, dentro de un plan de comunización premeditado, ¿En aquel rancho, dijisrei
arrasarían en diez minutos estas fronteras tirantes. Simples cuer ¡Ajah! . , . . da energía transportando lo suyo
das de guitarra ... El latifundio quedaría suprimido. Se lograría y se encammo con musita ,
la ansiada confusión. Enredos de alarqbres. Piras de troncos. l b allo de «Fortuna to». .
Montones de torniquetes. Y ya en pleno caos agropecuario, y e ag , 11 , a arte a «Longmes»:
Cuando lle~o, ª~º d¿ una felpeada a «Ap.aricio» .. Sobre
vendría de cajón la gratisslma rerum possesio comunis ... ¡Ah si Es necesano que e . ! lujo de la 111solenc1a. No
uno pudiera teorizar aquí la revolución de la pinza! de encarajinar las cosas, se ~er~1tedc smán De cualquier indo
-¡Gratissima rerum possesio comunis... ! ¡Puah! [Irnposi estoy dispuesto a tolerarle mngun e .
ble! Alguien tiene que dar. ¡Eso! Dar, no repartir. La limosna le que sea. er ara canto. Dejalo por mi cuent~.
es el gran evangelio del mundo. Sé lo que hablo. He sido ge ¡Epa, epa!~º. debcdsl p ho Si no vas a encularte mas
rente de bando en Praga. Ocupare de la h1g1ene e ranc . ,
«Katanga» se tragó la réplica. ¿Para.qué excitarlo de nue todavía ...
vo? Tres cuadras al sur tuvieron la gran sorpresa:
89
88
• . 1
·«Apanc10».
1 ••
No habló más. Había hecho semiinconscicnrcmcnre el «Apanc10.» .. d Como siempre. Simbólicamente.
resumen aciago de un capítulo más de la caterva. Estaba en ~a :n~rucl)a ~· , s a han llegado. Paramos en
Por aquí indico. Los ema y
El camino principal corre en la otra margen de la línea. Al aquel rancho d los días anteriores parecía no preocupl~rlo.
La peripecia e mezcla de arrugas y re revés
pretender llegar a ella, «Fortuna to» enredó sus vestimentas entre Su cara abollada.Y promber~~~osuaba ninguna inquietud.
las púas del alambrado lateral. La excitación que traía torna con huellas de virue a n? , todo . No te han contado el
ba sumamente torpes sus movimientos. Por lo que presumo, ignoras .e
,)
Un segundo de paciencia. No forcejeés. ¡Te vas a lastimar! lío que se armo. , .
Hubiera sido fácil poner el pie, hacer presión y franquearle «Aparicio>• chasco la lengua.
el paso. Pero «Katanga» no se fijabaen minucias. Sacó la pin N,o vengás coacnamnaªscanCa~.acro incendios ... Y un héroe.
za de su maleta y con dos corees allanó el acceso. Renegando, -A troque m • ···
comentó: El héroe sos vos. Ni que hablar ... 'd ·También el otario
El carácter de este país cambiaría por completo si cada ha . ~ laron ensegui a. 1
En seno, e 1re .. e ~a e huel a t Por un pelo no nos
bitante del campo dispusiera de una pinza ... Y no anduviese con del Tesorero del S1nd1cato ~ i·dgeo;por su cuenta cuatro
escrúpulos. Corte aquí. Corte doquiera. Es ridículo constatar que todos «Longmes» .
encanastaron. a . , . y raba en cafúa en esa c1rcunstan
cinco hilos de acero sofrenen el derecho de todos a la tierra. Sim explosiones s1~,u~a~~as. o e:¡ incendio provocado por el de
ples cuerdas de guitarra ... En Europa, vos sabés, los privilegios
cía. Ybladtraba¡ede elase~~~=~ en construcción. Por poco me as
se limitan con muros, zanjones o arboledas seculares. ¡Verdade rrurn e e una . . '
ras fortalezas! Yendo de La Valerte a Cirtavecchia, en Malta, vi Cienden de preso ... ¡a v1g1lante ", ilá todo
los predios diminutos de la isla aparcelados a cal y canto. Un d Vos v1g1 as ··· , ¡
Hubieras acepta o... . di la expresión Le basto e
laberinto de paredes y cebada. Aquí, vos notás, es una fruslería. bió de mrne 1ato · .
«Katanga» cam t • d «Aparicio» para certificar cierta
Tac, tac, tac: unos cuantos corees, ¡y la propiedad se desparra no ligeramente despecnvo e
ma en los caminos!. .. Quinientos mil camaradas que maneja ~~justificada inquina. Pr:~un;ó solamente:
ran la pinza, dentro de un plan de comunización premeditado, ¿En aquel rancho, dijisrei
arrasarían en diez minutos estas fronteras tirantes. Simples cuer ¡Ajah! . , . . da energía transportando lo suyo
das de guitarra ... El latifundio quedaría suprimido. Se lograría y se encammo con musita ,
la ansiada confusión. Enredos de alarqbres. Piras de troncos. l b allo de «Fortuna to». .
Montones de torniquetes. Y ya en pleno caos agropecuario, y e ag , 11 , a arte a «Longmes»:
Cuando lle~o, ª~º d¿ una felpeada a «Ap.aricio» .. Sobre
vendría de cajón la gratisslma rerum possesio comunis ... ¡Ah si Es necesano que e . ! lujo de la 111solenc1a. No
uno pudiera teorizar aquí la revolución de la pinza! de encarajinar las cosas, se ~er~1tedc smán De cualquier indo
-¡Gratissima rerum possesio comunis... ! ¡Puah! [Irnposi estoy dispuesto a tolerarle mngun e .
ble! Alguien tiene que dar. ¡Eso! Dar, no repartir. La limosna le que sea. er ara canto. Dejalo por mi cuent~.
es el gran evangelio del mundo. Sé lo que hablo. He sido ge ¡Epa, epa!~º. debcdsl p ho Si no vas a encularte mas
rente de bando en Praga. Ocupare de la h1g1ene e ranc . ,
«Katanga» se tragó la réplica. ¿Para.qué excitarlo de nue todavía ...
vo? Tres cuadras al sur tuvieron la gran sorpresa:
90
91
ELongines» :s'.aba en antecedentes.
Tima mutua. Agria emulación b
. . nrre «Apanc10» y «Katan a » b JI' .
d u ia_n pasiones hostiles.
gl?meraron en «Villa Desocu . .e_s e la epoca en que se con
Por lo visto, sólo « Karanga» hace bien las cosas. Optaré
por retirarme.
p~imero iban directamente a é;ac~n», la~ pull.as hirientes del Nunca, «Aparicio», nunca. Sos el único sudamericano en
viven dos individuos de te. osa ca1onana: cuando con nuestra pandilla. Ello te confiere un gran honor. Pero debés
burdo pugna siempre pomranas yltemperamemos afines, el más medirte. Comportarte como la gente. Cepillar de tu espíritu
., preva ecer, Y preva] las estupideces de este continente estúpido. Somos un heroís
que 1 a. e d ucacion transige achicánd , cce a ratos, por
tragedia de tantos matrim . Lose, segun acontece en la mo en marcha, no una tropa de burros.
ma arma: Ja astucia condi~~1os~j· os dos empleaban Ja mis Bah ... -corncnró gruñendo. ¡Ojalá hubiera seguido en el
diferencia enorme· uno co ,.7 ~ a la palabra. Pero con una tren de carga! Dentro del hueco de las vigas. En su obscuridad
de claustro fetal. Tal vez habría visto una luz mejor. Con uste
doble versus estile~e Es ob ~n asrs, otro ~on sagacidad. Man
último. Pero es tan ~ arar vio que v;nce rrrefragabJemente el des no la pego en la perra vida. .
pre se adjudica el tri~nfo ..~sq,Ja lucha que el derrotado siern Su rostro exhibía la tristeza que abruma a todos los reden
En cualquier circunstancia frente a . . tores. Compuso el garbo y se apartó.
verbal rayana en el del' . 'A .. 9wenqu1era, con fluencia Sin moverse, el ojo supurante de «Longincs» se enturbió.
fi
mesianismo político. Su 1~a«a partero» exaltaba el rol de su Más que por su imagen ya distante, por la nube de un pensa
lo~ años, se peraltaba e; ínfuJ~~e~a, auoque ~esmedrada por miento próximo:
?l1vaceo. y desmelenando su cab~lle ong~st1onabas~ el rostro -¡Qué lindo bribón! Me repugna su conciencia elástica.
rmperuosamente sus conceptos co ~~ el muda, endrina, salían Todo en él es burdo, espeso. Carece del sentido de la solidari-
de un corral de potros A .. rno sr a boca fuese la tranquera dad. Su pasión vindicatoria es un camelo. Pifia en cuanto
b · « pan»10» entonce dí aborda. No hay bloques dignos, sino complejos inferiores en
marana a en su propia oratoria. y Í1 s, se per ia. Se en
tumbos entre lo prudente 1 . asta no agotarse, andaba a su personalidad. Hojarasca, no humus.
la osadía, entre la historia yy 1º incongrluenre, entre Ja rebeldía y Pero reaccionó en seco. Debía impedir cualquier disiden
. a vanag ona cia. Se acercó. Y palmeándote fraternalmente, transformó su
« Longines» no l d ·, ·
Evitemos las ~ beJo peror~r en esa ocasión: anatema:
disciplina, el debe~ª ª ras. A mi me convencen los hechos, la ¡Vamos! No seas bribón. Vos sos bueno. Pero «no das»
·Y -~ A con tu bondad. Te molesta. Te carga. Es tu hija malcriada. Lo
=No~ue. ¿ caso no cumplí mi parte? horrible es que, no pudiéndola aguantar, nos la endosás a no
¿No? sotros ...
¡No! ¡Y ustedes la castigan, de yapa!
y mientras el suizo le fue escalonand Entonces, con medirte ... Con cepillarte ... La bondad es una
proche tras reproche él b . d 1 . o cargo tras cargo re cualidad que debe reprimirse, regularse, administrarse con cau
e d d ' ' a1an
ron o el fracaso mordido d o a cabeza, b ajo., por ellos' al tela, so pena de caer en la pelotudez. Perdón por el término;
rosa y blandengu;. e nuevo por una melancolía llo pero es así. Vos caés a menudo. Tiene razón «Karanga» cuan
Cuando <Longines» acabó ·1· . do te incrimina: «-¡Mirá que sos pelotudo, "Aparicio"!»,
sumió: su can mana, el uruguayo re ¡Cuándo no iba a tener razón, «Katanga»!
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ELongines» :s'.aba en antecedentes.
Tima mutua. Agria emulación b
. . nrre «Apanc10» y «Katan a » b JI' .
d u ia_n pasiones hostiles.
gl?meraron en «Villa Desocu . .e_s e la epoca en que se con
Por lo visto, sólo « Karanga» hace bien las cosas. Optaré
por retirarme.
p~imero iban directamente a é;ac~n», la~ pull.as hirientes del Nunca, «Aparicio», nunca. Sos el único sudamericano en
viven dos individuos de te. osa ca1onana: cuando con nuestra pandilla. Ello te confiere un gran honor. Pero debés
burdo pugna siempre pomranas yltemperamemos afines, el más medirte. Comportarte como la gente. Cepillar de tu espíritu
., preva ecer, Y preva] las estupideces de este continente estúpido. Somos un heroís
que 1 a. e d ucacion transige achicánd , cce a ratos, por
tragedia de tantos matrim . Lose, segun acontece en la mo en marcha, no una tropa de burros.
ma arma: Ja astucia condi~~1os~j· os dos empleaban Ja mis Bah ... -corncnró gruñendo. ¡Ojalá hubiera seguido en el
diferencia enorme· uno co ,.7 ~ a la palabra. Pero con una tren de carga! Dentro del hueco de las vigas. En su obscuridad
de claustro fetal. Tal vez habría visto una luz mejor. Con uste
doble versus estile~e Es ob ~n asrs, otro ~on sagacidad. Man
último. Pero es tan ~ arar vio que v;nce rrrefragabJemente el des no la pego en la perra vida. .
pre se adjudica el tri~nfo ..~sq,Ja lucha que el derrotado siern Su rostro exhibía la tristeza que abruma a todos los reden
En cualquier circunstancia frente a . . tores. Compuso el garbo y se apartó.
verbal rayana en el del' . 'A .. 9wenqu1era, con fluencia Sin moverse, el ojo supurante de «Longincs» se enturbió.
fi
mesianismo político. Su 1~a«a partero» exaltaba el rol de su Más que por su imagen ya distante, por la nube de un pensa
lo~ años, se peraltaba e; ínfuJ~~e~a, auoque ~esmedrada por miento próximo:
?l1vaceo. y desmelenando su cab~lle ong~st1onabas~ el rostro -¡Qué lindo bribón! Me repugna su conciencia elástica.
rmperuosamente sus conceptos co ~~ el muda, endrina, salían Todo en él es burdo, espeso. Carece del sentido de la solidari-
de un corral de potros A .. rno sr a boca fuese la tranquera dad. Su pasión vindicatoria es un camelo. Pifia en cuanto
b · « pan»10» entonce dí aborda. No hay bloques dignos, sino complejos inferiores en
marana a en su propia oratoria. y Í1 s, se per ia. Se en
tumbos entre lo prudente 1 . asta no agotarse, andaba a su personalidad. Hojarasca, no humus.
la osadía, entre la historia yy 1º incongrluenre, entre Ja rebeldía y Pero reaccionó en seco. Debía impedir cualquier disiden
. a vanag ona cia. Se acercó. Y palmeándote fraternalmente, transformó su
« Longines» no l d ·, ·
Evitemos las ~ beJo peror~r en esa ocasión: anatema:
disciplina, el debe~ª ª ras. A mi me convencen los hechos, la ¡Vamos! No seas bribón. Vos sos bueno. Pero «no das»
·Y -~ A con tu bondad. Te molesta. Te carga. Es tu hija malcriada. Lo
=No~ue. ¿ caso no cumplí mi parte? horrible es que, no pudiéndola aguantar, nos la endosás a no
¿No? sotros ...
¡No! ¡Y ustedes la castigan, de yapa!
y mientras el suizo le fue escalonand Entonces, con medirte ... Con cepillarte ... La bondad es una
proche tras reproche él b . d 1 . o cargo tras cargo re cualidad que debe reprimirse, regularse, administrarse con cau
e d d ' ' a1an
ron o el fracaso mordido d o a cabeza, b ajo., por ellos' al tela, so pena de caer en la pelotudez. Perdón por el término;
rosa y blandengu;. e nuevo por una melancolía llo pero es así. Vos caés a menudo. Tiene razón «Karanga» cuan
Cuando <Longines» acabó ·1· . do te incrimina: «-¡Mirá que sos pelotudo, "Aparicio"!»,
sumió: su can mana, el uruguayo re ¡Cuándo no iba a tener razón, «Katanga»!
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1~t;ios1
eludir el escándalo de esau!~eo e'ª·~ o~das. y silen~iosos, para ción. [El cuerpo desnudo de «Katanga», como una cariátide,
El goce de la naturaleza a ~ ~e s~merg1eron. erecta en el filo del canal!
morosa fruición del · · L nrnudeció. Giraban la cara en Era nudista de corazón, pero hombre vestido por necesidad.
yerbabuena. Exhalac~~!:~:I~ s~rf ían. Perfumes de menta y Tapado por el peplurn del aire, por un manto de rayos de
se vitalizaban recónditas celdilla~ e ts barrancas. Notaron que sol, o por la túnica del claro lunar, se sentía mil veces mejor
geo del entusiasmo la luz ·.pu monares. Y en pleno apo que forrado a la moda por el sastre más insigne de Londres.
píriru, iluminando s~ctores
dades.
f:Ie~~10
entrar¡· a bocanadas a su es
os por e surmenage de las ciu
Entre el oprobio del vestido y la sencillez conmovedora de la
piel a la intemperie, jamás dudó. Optaba imperiosamente por
Seguían callados. El sol entraba e 1 linf . la segunda, que lo retrotraía al prístino encanto de la felicidad
sutil como la aguja que perf
aguijonó sus carnes llegando
brados, Experimentaban un ese
~:~t.:~
1 n ª a.Su acción catalítica
l~sº~~~aa tSavé~ del corcho
. . , .as. e ITilraron_ asorn
paradisíaca.
Cuando sus compañeros se acercaron, la cariátide erecta se
curvó en repetidas flexiones. Sin doblar las piernas, el cuerpo
tenosa. Como si repentinament~~o1b !f1ed1to. {!na euforia mis- se plegaba a tal punto que sus dedos tocaban el agua del ca
toxinas. Como si la anemia J ~ resen enugrado todas sus nal. No demostró ningún cansancio. Al contrario: cierta com
hubiesen desaparecido al b~s~sdat~o iaf, los morb?s profundoe, placencia de liturgia musulmana; pues, ante la admiración por
«Longines» murmuró: e os e ementos cosnucos. su destreza, cada movimiento rítmico tuvo la salmodia mo
;Agua, sol, aire luz' ·Q , ºJJ nótona de este comentario:
planta que animal. Revi~e' enu:umarav1 ~! El hombre es más Los músculos abdominales son los músculos de la salud.
rru alma coincide con la de
pose identifica al vigor de
cura de estos berros.
:s;~el~~sconnubio. En este momento
sauc~_venerabl~s. Mi cuer
mos, J sangre tiene la fres
Los músculos abdominales son los músculos de la salud. Los
músculos abdominales son los músculos de la salud.
Enderezado, por fin, no exteriorizó apuro alguno en ves
tirse. Anduvo de un lado a' otro conversando. Sin ningún
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1~t;ios1
eludir el escándalo de esau!~eo e'ª·~ o~das. y silen~iosos, para ción. [El cuerpo desnudo de «Katanga», como una cariátide,
El goce de la naturaleza a ~ ~e s~merg1eron. erecta en el filo del canal!
morosa fruición del · · L nrnudeció. Giraban la cara en Era nudista de corazón, pero hombre vestido por necesidad.
yerbabuena. Exhalac~~!:~:I~ s~rf ían. Perfumes de menta y Tapado por el peplurn del aire, por un manto de rayos de
se vitalizaban recónditas celdilla~ e ts barrancas. Notaron que sol, o por la túnica del claro lunar, se sentía mil veces mejor
geo del entusiasmo la luz ·.pu monares. Y en pleno apo que forrado a la moda por el sastre más insigne de Londres.
píriru, iluminando s~ctores
dades.
f:Ie~~10
entrar¡· a bocanadas a su es
os por e surmenage de las ciu
Entre el oprobio del vestido y la sencillez conmovedora de la
piel a la intemperie, jamás dudó. Optaba imperiosamente por
Seguían callados. El sol entraba e 1 linf . la segunda, que lo retrotraía al prístino encanto de la felicidad
sutil como la aguja que perf
aguijonó sus carnes llegando
brados, Experimentaban un ese
~:~t.:~
1 n ª a.Su acción catalítica
l~sº~~~aa tSavé~ del corcho
. . , .as. e ITilraron_ asorn
paradisíaca.
Cuando sus compañeros se acercaron, la cariátide erecta se
curvó en repetidas flexiones. Sin doblar las piernas, el cuerpo
tenosa. Como si repentinament~~o1b !f1ed1to. {!na euforia mis- se plegaba a tal punto que sus dedos tocaban el agua del ca
toxinas. Como si la anemia J ~ resen enugrado todas sus nal. No demostró ningún cansancio. Al contrario: cierta com
hubiesen desaparecido al b~s~sdat~o iaf, los morb?s profundoe, placencia de liturgia musulmana; pues, ante la admiración por
«Longines» murmuró: e os e ementos cosnucos. su destreza, cada movimiento rítmico tuvo la salmodia mo
;Agua, sol, aire luz' ·Q , ºJJ nótona de este comentario:
planta que animal. Revi~e' enu:umarav1 ~! El hombre es más Los músculos abdominales son los músculos de la salud.
rru alma coincide con la de
pose identifica al vigor de
cura de estos berros.
:s;~el~~sconnubio. En este momento
sauc~_venerabl~s. Mi cuer
mos, J sangre tiene la fres
Los músculos abdominales son los músculos de la salud. Los
músculos abdominales son los músculos de la salud.
Enderezado, por fin, no exteriorizó apuro alguno en ves
tirse. Anduvo de un lado a' otro conversando. Sin ningún
94
95
escrúpulo. Sin pizca de ver .. .
de un chiquilín. Las manos ~enza. Con Ja ingenua sans far;:on Vistiéndose, ultrajando el cuerpo, su memoria iluminóse. El
adocenados no preocupaba treKmendo escollo de los nudistas lampo subitáneo se transformó en vislumbre de nostalgia. Es-
. n a « aranga» D' Id taba en Barcelona. ¡Ah, Barcelona! Cuando el «Doctor Inhell»
zar un manojn aromático de hie b . . rstrat as en tren
g~~~:;¡i:d~=
manera simple el arduo bl r as silvestres, resolvían de rres trucos en uno: Thurston, Houdini, FregoLi daba paso al
obsede a a.quéllos. En la 0 «dónde. meterlas», que hombre, en el receso de las temporadas, el hombre se encamina
obse~::~r
la elegancia de evitar cual . , .,, . proporcionaron de yapa ba al campo en compañía de varios amigos. ¡Oh, tiempos deli
Ustedes habrán muruca a sus palabras: ciosos del «Gymnos Club»! ¡Oh, la victoria de imponer el des
ta naturalidad. Es cosa mucho. Y? lle~? ~I desnudo con a bsolu nudismo integral, sin slip ni maillot, frente al ludibrio de per
gen~e de Occidente se ha acos~u:b dificil de l~ que parece. La versiones sociales bien caracterizadas! Poniéndose la camiseta le
cresta, vulgar taparrabo d 1 d rado a cubnrlo con la hipo vantó los brazos al cielo. Coincidía la acritud con una impreca
e oeca o. A ene b · ¡ · . ción profunda. Y. aparecieron los manes de Joaquín Valldaura,
porque l a ropa constituye el encub . . u nr,a, m.e1or dicho;
perpetrado los siglos El e rnruento mas ruin que han el camarada erudito que afrontó los primeros embates de la cle
más decorosa y dign~ Nouel'lrpo~stenta en su pureza la altivez recía. Su remembranza se tornó sonriente. La polémica inicial
an d a, desde entonces ' cad · ecesita tapuJ'os D' f d respaldada ~or Hip~crates, Galeno y Paracelso, por Priesnirz:
· a cuerpo es un res . is raza . o como Kuhne, Kneipp, Rikli y Souza; por Fletchcr, Hanisch, Pascault
truoso y lascivo. Es preciso reacci . ur:11en aciago, rnons
desnudez esplenda su prest . donar, ,reacc1onar!, para que la Cartón y Duliu, fue un fracaso: ¡el periodista cristiano negó
r uruid amente, costeandoanc1a el a
e salud beJI
'
.. .
eza y eqwhbno. dogmáticamente la jerarquía mental de tales sujetos! ... La segun
un hombre de talla pequeña dp rapero, se aproximó al corro da polémica, con el profesor del Liceo Católico, fue también otro
modales cohibidos igual y e cráneo alargado y grande Sus fracaso. Instalados ambos contenedores en sus respectivas trincheras
arru?as, llamaron ia atcncf~e su faz descortezada, lustrosa·, sin Rousseau, Michelet, Reclus versus Duns Scotto, San Francisco,
Santo Tomás no fue admitida la terapéutica del cuerpo y del alma
Sm pr~ámbulos, señaló: :
por la influencia magnética de [rate so/e -altissimu omnipotente,
No sr poede bácñar áqui.
La prohibición molestó a « Apanc10»· .. bon signore- de sor acqua -la qua/e e molto utile et humile et
·P , pretiosa et casta- y de nostra matre terra -la qua/e sustenta el
~ or, que, cabezadehuevoded . , gouema, et produce diuersi [ruai con coloriti fiare et herba ... La
Aclla lectrero. Orcden s , . por que?
-La orden ced d upmor e ecrnc1dá.1°sy~r:ias, última polémica fue el fracaso máximo. El adversario, un canó
., e cuan o el gusto es mí -dii nigo apoplético, justificó su admonición al libreculrurismo espi
se arro10 a la corriente. o IJO «Katanga», y
Tranquilo a · gando la Biblia y los Santos Doctores de la Iglesia. Valldaura hizo
1
.. ; pasitos, e guardián se diri ·' · lo propio. No era maturango. ¡Y lo corrió con sus propias armas!
Yo p1d1ra. ' pir tiléfano , po 1.1cz1a., • gro a la usma.
« Longmes» colun1bró el I' Al capítulo 18 del Levítico, que abomina de la desnudez, él res
go en alemán. Sin éxito puepe igrdo. Le llamó. Tentó un diálo pondió con los versículos del Cantar de los Cantares que la
ya, ta l vez por afinidad 'fonéris era e Esto rua. · M as, a b !andado sublimizan. Y se trabaron así en un truco y retruco interminable:
rna, accedió: 0
rea por alguna resonancia ínri
Boeno. Quí no bácñe Q · · , «Yo te aconsejo que compres oro
. K · ui st vacya probado por el fuego, a fin de que te
, « atanga» : afuera! Vesnre. .
vuelvas rico, y seas VESTIDO de vesti
El tono perentorio apresuró la obedi encra, . duras blancas, para que no se descubra
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escrúpulo. Sin pizca de ver .. .
de un chiquilín. Las manos ~enza. Con Ja ingenua sans far;:on Vistiéndose, ultrajando el cuerpo, su memoria iluminóse. El
adocenados no preocupaba treKmendo escollo de los nudistas lampo subitáneo se transformó en vislumbre de nostalgia. Es-
. n a « aranga» D' Id taba en Barcelona. ¡Ah, Barcelona! Cuando el «Doctor Inhell»
zar un manojn aromático de hie b . . rstrat as en tren
g~~~:;¡i:d~=
manera simple el arduo bl r as silvestres, resolvían de rres trucos en uno: Thurston, Houdini, FregoLi daba paso al
obsede a a.quéllos. En la 0 «dónde. meterlas», que hombre, en el receso de las temporadas, el hombre se encamina
obse~::~r
la elegancia de evitar cual . , .,, . proporcionaron de yapa ba al campo en compañía de varios amigos. ¡Oh, tiempos deli
Ustedes habrán muruca a sus palabras: ciosos del «Gymnos Club»! ¡Oh, la victoria de imponer el des
ta naturalidad. Es cosa mucho. Y? lle~? ~I desnudo con a bsolu nudismo integral, sin slip ni maillot, frente al ludibrio de per
gen~e de Occidente se ha acos~u:b dificil de l~ que parece. La versiones sociales bien caracterizadas! Poniéndose la camiseta le
cresta, vulgar taparrabo d 1 d rado a cubnrlo con la hipo vantó los brazos al cielo. Coincidía la acritud con una impreca
e oeca o. A ene b · ¡ · . ción profunda. Y. aparecieron los manes de Joaquín Valldaura,
porque l a ropa constituye el encub . . u nr,a, m.e1or dicho;
perpetrado los siglos El e rnruento mas ruin que han el camarada erudito que afrontó los primeros embates de la cle
más decorosa y dign~ Nouel'lrpo~stenta en su pureza la altivez recía. Su remembranza se tornó sonriente. La polémica inicial
an d a, desde entonces ' cad · ecesita tapuJ'os D' f d respaldada ~or Hip~crates, Galeno y Paracelso, por Priesnirz:
· a cuerpo es un res . is raza . o como Kuhne, Kneipp, Rikli y Souza; por Fletchcr, Hanisch, Pascault
truoso y lascivo. Es preciso reacci . ur:11en aciago, rnons
desnudez esplenda su prest . donar, ,reacc1onar!, para que la Cartón y Duliu, fue un fracaso: ¡el periodista cristiano negó
r uruid amente, costeandoanc1a el a
e salud beJI
'
.. .
eza y eqwhbno. dogmáticamente la jerarquía mental de tales sujetos! ... La segun
un hombre de talla pequeña dp rapero, se aproximó al corro da polémica, con el profesor del Liceo Católico, fue también otro
modales cohibidos igual y e cráneo alargado y grande Sus fracaso. Instalados ambos contenedores en sus respectivas trincheras
arru?as, llamaron ia atcncf~e su faz descortezada, lustrosa·, sin Rousseau, Michelet, Reclus versus Duns Scotto, San Francisco,
Santo Tomás no fue admitida la terapéutica del cuerpo y del alma
Sm pr~ámbulos, señaló: :
por la influencia magnética de [rate so/e -altissimu omnipotente,
No sr poede bácñar áqui.
La prohibición molestó a « Apanc10»· .. bon signore- de sor acqua -la qua/e e molto utile et humile et
·P , pretiosa et casta- y de nostra matre terra -la qua/e sustenta el
~ or, que, cabezadehuevoded . , gouema, et produce diuersi [ruai con coloriti fiare et herba ... La
Aclla lectrero. Orcden s , . por que?
-La orden ced d upmor e ecrnc1dá.1°sy~r:ias, última polémica fue el fracaso máximo. El adversario, un canó
., e cuan o el gusto es mí -dii nigo apoplético, justificó su admonición al libreculrurismo espi
se arro10 a la corriente. o IJO «Katanga», y
Tranquilo a · gando la Biblia y los Santos Doctores de la Iglesia. Valldaura hizo
1
.. ; pasitos, e guardián se diri ·' · lo propio. No era maturango. ¡Y lo corrió con sus propias armas!
Yo p1d1ra. ' pir tiléfano , po 1.1cz1a., • gro a la usma.
« Longmes» colun1bró el I' Al capítulo 18 del Levítico, que abomina de la desnudez, él res
go en alemán. Sin éxito puepe igrdo. Le llamó. Tentó un diálo pondió con los versículos del Cantar de los Cantares que la
ya, ta l vez por afinidad 'fonéris era e Esto rua. · M as, a b !andado sublimizan. Y se trabaron así en un truco y retruco interminable:
rna, accedió: 0
rea por alguna resonancia ínri
Boeno. Quí no bácñe Q · · , «Yo te aconsejo que compres oro
. K · ui st vacya probado por el fuego, a fin de que te
, « atanga» : afuera! Vesnre. .
vuelvas rico, y seas VESTIDO de vesti
El tono perentorio apresuró la obedi encra, . duras blancas, para que no se descubra
96
97
... .,
-Es inútil ilusionarse demasiado. Ya veo. Todo el ensue-
ño de la vida se esfuma con un dolor de muelas o con un aviso
de vencimiento. Yo sé lo que hablo. He sido gerente de ban-
co en Praga. Pretender la eternidad en la existencia es una
gollería de ricos inaperentes'o de pobres diablos vueltos mi-
llonarios en la senectud. •
-La salud se consigue manteniendo el alma libre de preocu-
paciones y el cuerpo exento de las hipotecas estigmáticas de la
adolescencia y la juventud. Con eso, una buena dosis de al-
truismo, un par de chancletas, un hondo caudal de amor en
los corazones y un poco de espinacas cada día, la longevidad
más noble corona la dulce fatiga de los afanes y la grata in
quietud de los ideales.
-Dulce ... Grata ... Yo vendería el alma al diablo con cal de
renacer para el amor. Lo que me molesta en la vejez es que las
fuerzas se contentan con la e1igañifa del amor platónico. ¡La
porquería peor! El amor platónico es la forma vegetariana del
amor físico ...
-¿Por qué no vamos a ser viejos como se debe? Seamos vie-
jos con la amable vejez que soñara Horacio en el Canto Secular
o que materializara Zola en el Papa Froment de uno de sus evange-
lios. Y dejémonos de pamplinas: de glándulas de mono, de sue-
ros vivificantes, de aguas de Juvencia ... Ya lo dijo el filósofo: nada
es más calamitoso para el ser humano que el ansia de futuro.
Los últimos conceptos de «Lon Chaney» zozobraron en la
somnolencia general.
Cinco catres se apretaban en el rancho.
«¡Qué hermoso es, cuando hay sueño,
dormir bien... y roncar como un sochantre!»
Desafiando el sopor de la siesta, «Longines» y «Aparicio»
habían salido del rancho. Tenían mucho que hablar. -Supon-
go que habrás cumplido el programa -A medias.
99
Ángelus.
Sobre el facistol de la montaña, el ocaso abría su libro de
horas. Horas miniadas por monjes expertos. Horas disgregadas
101
en la fu~aci~ad de cambiantes minutos. Pastoral en conos gri -Dique: valla, freno, límite, censura. ~a/la artificial. Freno
ses de ~1lenc10. En pardo de mugidos. En rojos de campana. autoritario. Límite obtuso. Censura preuta. ¡A mi "?me ve1~-
La iglesita de «El Quebracho» quedó al coscado del camino gan con ~1ques! pe cualq~.tier clase que sean. 1:4º sirven mas
como una vieja inválida, humillada por las flatulencias del motor. que para industrialtzar los instmtos del 1111111do. 1 Y los d~I hom-
Las sombras del crepúsculo imp'ónían su diapasón grave. bre! Para llevarlos por canales urbanos. Para resumirlos en
El trayecto se pobló de rezongos de breviario. De perros re represas místicas ... Todo falso. ¡Falso! La sociedad no debe
motos. De chillidos espeluznantes. st1jetar con diques las corrientes del ser. La I~ no ~ebe emb~e!~r
Poco raro; porque brotó la luna. La luna que afina la no mis actos por calicantos de estrechas convemenctas. La religion
che. ¡La luna! Sonoridad pusa, Timbre de cristal. Voz de liqui 110
debe abismarse en el estancamiento pútrido del ascetismo.
dez argentina que sinfoniz.a.codo: los ojos del búho con los sal ¡Hay que minar todos los diques! Arrasarlos de la conciencia.
mos del viento. La fosforescencia del cielo con la efervescencia Para que rueden las fuerzas humanas torrenctalmente a su
del lodo. La transmutada fiebre dél infierno con el apacible destino. Sin muros de «defensa». Si11 paredones de «conten-
trasmundo de la vida. ción». A otro, con diques sociales ... Canales urbanos ... Repre-
Una tranquera. sas místicas ... ¡Puah!
La camionera se introdujo por caminos rugosos. Y chascó la lengua.
Nadie lo vio eras su soliloquio. Estaba soliviantado.
Otra tranquera.
Convencido por sus propios argumentos. Temblorosos los la
La camionera comenzó a bufar por cuestas empinadas. Vi
bios aberenjenados dentro la rigidez despótica de su cara abo
rajes bruscos.
De ~e~ente: ¡el embalse del lago! Coruscante. Neta copia, llada de matón.
La camioneta trastabilló en consecutivos barquinazos.
al carbónico, de la noche. Catla estrella, un asterisco en el mar Seguro que vamos llegando avcnturó «Katanga».
azul. Cada perfil de nube, una escama de piara ... Mar azul con
Así cs. ¿Cómo lo sabe? .
bahías señoriales. Radas translúcidas de sueños tranquilos. Ca Es una modalidad argentina. Los peores caminos son los
letas flamígeras penerrando en el vientre de la montaña. Ce adyacentes a las poblaciones. ¡Hay que ver cómo se ~raquerea
rros acantilados que semejan proas de buques fantasmas. a la entrada y salida de los pueblos! ¿A que son cnollos sus
Allá, fíjese bien, está el dique del Río Tercero. Es una obra
patrones?
formidable.
Así es.
¿Suya? Cuando paró la camioneta frente a las casas, hervía el agua
Cómo va a ser mía ...
del radiador.
Entonccs, omita la propaganda, Vayan denrrando, nomás. Esos cuartos son para ustedes.
EL breve diálogo entre «Dij unto» y Don Rufo Pereyra pasó «Viejo Amor» bajó el primero. Ladrando, un perro gran
desconectado. Todos, excepto «Aparicio», mantenían torci dote se abalanzó en su contra. Un peón se interpuso.
do el pescuezo observando en el confín del agua un trazo blanco No se asuste. Es perro capón. No muerde. Dentre. ¡No
la parte superior del muro de contención, un arco audaz la tenga miedo! Es perro capón. .
boca del vertedero de descarga y el tope de un cilindro la ¿Por qué insiste en lo de capón? ¡No rengo miedo a que
torre de coma. me coja, sino a que me muerda!
«Aparicio» odiaba la palabra «dique», que seguía vibran Las dos piezas daban a una galería adornada con madre
do en su intimidad. selvas y geranios. En el pario froncero eres árboles de níspero Y
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en la fu~aci~ad de cambiantes minutos. Pastoral en conos gri -Dique: valla, freno, límite, censura. ~a/la artificial. Freno
ses de ~1lenc10. En pardo de mugidos. En rojos de campana. autoritario. Límite obtuso. Censura preuta. ¡A mi "?me ve1~-
La iglesita de «El Quebracho» quedó al coscado del camino gan con ~1ques! pe cualq~.tier clase que sean. 1:4º sirven mas
como una vieja inválida, humillada por las flatulencias del motor. que para industrialtzar los instmtos del 1111111do. 1 Y los d~I hom-
Las sombras del crepúsculo imp'ónían su diapasón grave. bre! Para llevarlos por canales urbanos. Para resumirlos en
El trayecto se pobló de rezongos de breviario. De perros re represas místicas ... Todo falso. ¡Falso! La sociedad no debe
motos. De chillidos espeluznantes. st1jetar con diques las corrientes del ser. La I~ no ~ebe emb~e!~r
Poco raro; porque brotó la luna. La luna que afina la no mis actos por calicantos de estrechas convemenctas. La religion
che. ¡La luna! Sonoridad pusa, Timbre de cristal. Voz de liqui 110
debe abismarse en el estancamiento pútrido del ascetismo.
dez argentina que sinfoniz.a.codo: los ojos del búho con los sal ¡Hay que minar todos los diques! Arrasarlos de la conciencia.
mos del viento. La fosforescencia del cielo con la efervescencia Para que rueden las fuerzas humanas torrenctalmente a su
del lodo. La transmutada fiebre dél infierno con el apacible destino. Sin muros de «defensa». Si11 paredones de «conten-
trasmundo de la vida. ción». A otro, con diques sociales ... Canales urbanos ... Repre-
Una tranquera. sas místicas ... ¡Puah!
La camionera se introdujo por caminos rugosos. Y chascó la lengua.
Nadie lo vio eras su soliloquio. Estaba soliviantado.
Otra tranquera.
Convencido por sus propios argumentos. Temblorosos los la
La camionera comenzó a bufar por cuestas empinadas. Vi
bios aberenjenados dentro la rigidez despótica de su cara abo
rajes bruscos.
De ~e~ente: ¡el embalse del lago! Coruscante. Neta copia, llada de matón.
La camioneta trastabilló en consecutivos barquinazos.
al carbónico, de la noche. Catla estrella, un asterisco en el mar Seguro que vamos llegando avcnturó «Katanga».
azul. Cada perfil de nube, una escama de piara ... Mar azul con
Así cs. ¿Cómo lo sabe? .
bahías señoriales. Radas translúcidas de sueños tranquilos. Ca Es una modalidad argentina. Los peores caminos son los
letas flamígeras penerrando en el vientre de la montaña. Ce adyacentes a las poblaciones. ¡Hay que ver cómo se ~raquerea
rros acantilados que semejan proas de buques fantasmas. a la entrada y salida de los pueblos! ¿A que son cnollos sus
Allá, fíjese bien, está el dique del Río Tercero. Es una obra
patrones?
formidable.
Así es.
¿Suya? Cuando paró la camioneta frente a las casas, hervía el agua
Cómo va a ser mía ...
del radiador.
Entonccs, omita la propaganda, Vayan denrrando, nomás. Esos cuartos son para ustedes.
EL breve diálogo entre «Dij unto» y Don Rufo Pereyra pasó «Viejo Amor» bajó el primero. Ladrando, un perro gran
desconectado. Todos, excepto «Aparicio», mantenían torci dote se abalanzó en su contra. Un peón se interpuso.
do el pescuezo observando en el confín del agua un trazo blanco No se asuste. Es perro capón. No muerde. Dentre. ¡No
la parte superior del muro de contención, un arco audaz la tenga miedo! Es perro capón. .
boca del vertedero de descarga y el tope de un cilindro la ¿Por qué insiste en lo de capón? ¡No rengo miedo a que
torre de coma. me coja, sino a que me muerda!
«Aparicio» odiaba la palabra «dique», que seguía vibran Las dos piezas daban a una galería adornada con madre
do en su intimidad. selvas y geranios. En el pario froncero eres árboles de níspero Y
......
103
102
Trashumante por chacras y colonias conoció el desamparo y
~o d~ magnolia. De fondo, una hilera de cipreses. A derecha Ja soledad. Sequías y solazos. Así la cierra del vergel fue trans
e. izquierda dos batallones de álamos. Quedaron bien impre formándose en yermo. Vientos agrios. Desilusiones.
s1ona~os. Pis~s limpios. Tiestos fragantes. Se notaba un esme En un respiro de la suerte sintió revenar su carne. Pasaba
ro casi femenil. • una mujer por él. Hubo brotes de lirismo. Álabes de dichas
Dejen sus cosas. Y arrimesén, pues. frutales. Se casó. Tuvo un hijo ...
En la cocina los esperaba la hospitalidad olorosa del asado Pero el destino se ensañó de nuevo. Y lo heló por comple
en las brasas y del pan recién sacado del horno. to. Hacía cuatro meses que estaba viudo.
Una alegría bulliciosa los excitaba por dentro. Pero cena Un llanto molesto, persistente, monótono, llegaba desde su
ron cal.l~dos. Amaban la ilvemura sin fatiga, los hallazgos sin pieza.
decepc1?!1· Y estaban contentos allí, en el regazo de la natura No le hizo caso. Seguía disimulando en la tertulia, la desa
leza, dejándose mimar poc.la ternura del aire y la bondad de zón de su tragedia. Si la suerte no hubiera sido tan zaina, tal
Don Rufo. vez habría llegado a ser el gaucho florido que soñaba. Gaucho
Er~ esto, precisamente, lo que buscábamos. Un refugio florido de esos que injertan su fama en la eternidad. No payador
tranquilo ... de boliche ... Cantor austero del campo y las tradiciones crio
¿Refugio? saltó «Longines». llas. No payador de carreras cuadreras ... Bardo auténtico de la
... un asilo tr~nquil~ en la dulzura del ambiente rústico. grandeza y miseria del paisano. No payador de cementerio los
Don Rufo p~ro la oreja. No tanto por la rectificación como días de codos los sancos y codos los muertos ...
por la Eras~ ,bo~1ta. E~a su debilidad. Mejor: lo fue. Desde niño Don Rufo: está yorando el changuito vino a avisarle el
una voca~1011 invencible lo;:ondujo a los primores del habla. peón.
Tuv~, ya ¡ov.en, un hermoso jardín de palabras. Lo cuidó con Lo sabía. Esbozó un gesto de impaciencia. Le afrentaba que
celo irnpropio ~ su, rango. Y se hizo can famoso, que todo el se lo recordaran. Pidiendo mil excusas se apartó de la reunión.
concorn~ acudía a el para deleitarse con las galas del lenguaje. ¿Por qué no lo atendió usced?increpó «Aparicio» al peón.
Él r~partt~ generosamente sus flores. En cualquier ocasión, con Dios me libre y me guarde. No almite que naide le coque
motivos diversos, hacía ram~~ de palabras. Ya para el peón ile l'hijo. Asigún las malas lenguas tiene un'hernia de umbil y cal.
trado, en trance de decla~ac1on. Ya para la china pintona en Por eso lo cría él solo. ¡Pobre Don Rufo! Está cada día más
arnonos. Ya para elcompinche en sobrepasos de conquista. Ya enteco.
para el deudo afligido por la desgracia. Ya para consuelo del En efecto. Su carácter era otro. Su físico también. Apenas
colo_n?, p~~ los desastres del granito o la partida del hijo al con treinta años a la espalda, se notaba en Rufo Pereyra el ago
serv1c10_ m1l.1rar. Flores oportunas. Ramos sentimentales. Deli bio de la fatalidad que avejenta. La carga de la desesperación
cada miel silvestre de la expresión. que hurañiza. Y, a veces, en los momentos de olvido, corrobo
Llega~on a doler~e los oídos de tanto elogio: rando su descalabro, el sosiego senil que endulza el rostro de
-¡Qr~e mozo pulido es Rufo Pereyra! los seres precoces en el infortunio.
-A c~en leguas a ~a redonda no se halla otro igualito. Salgamos un raro.
-Naide tan baquiano pa'enlazar los pensamientos. Salieron.
Ad~lto ya, la vida se encargó de arruinarle el jardín. Male La noche era un portento de transparencia. Piara de ála
zas de impulsos. Matorrales de pasión ... Se desgajaron del tron mos. Bronce de cipreses. Noche tímida, sin aspavientos de nubes
co familiar su padre y su madre. Cayeron pedreas y ventiscas.
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Trashumante por chacras y colonias conoció el desamparo y
~o d~ magnolia. De fondo, una hilera de cipreses. A derecha Ja soledad. Sequías y solazos. Así la cierra del vergel fue trans
e. izquierda dos batallones de álamos. Quedaron bien impre formándose en yermo. Vientos agrios. Desilusiones.
s1ona~os. Pis~s limpios. Tiestos fragantes. Se notaba un esme En un respiro de la suerte sintió revenar su carne. Pasaba
ro casi femenil. • una mujer por él. Hubo brotes de lirismo. Álabes de dichas
Dejen sus cosas. Y arrimesén, pues. frutales. Se casó. Tuvo un hijo ...
En la cocina los esperaba la hospitalidad olorosa del asado Pero el destino se ensañó de nuevo. Y lo heló por comple
en las brasas y del pan recién sacado del horno. to. Hacía cuatro meses que estaba viudo.
Una alegría bulliciosa los excitaba por dentro. Pero cena Un llanto molesto, persistente, monótono, llegaba desde su
ron cal.l~dos. Amaban la ilvemura sin fatiga, los hallazgos sin pieza.
decepc1?!1· Y estaban contentos allí, en el regazo de la natura No le hizo caso. Seguía disimulando en la tertulia, la desa
leza, dejándose mimar poc.la ternura del aire y la bondad de zón de su tragedia. Si la suerte no hubiera sido tan zaina, tal
Don Rufo. vez habría llegado a ser el gaucho florido que soñaba. Gaucho
Er~ esto, precisamente, lo que buscábamos. Un refugio florido de esos que injertan su fama en la eternidad. No payador
tranquilo ... de boliche ... Cantor austero del campo y las tradiciones crio
¿Refugio? saltó «Longines». llas. No payador de carreras cuadreras ... Bardo auténtico de la
... un asilo tr~nquil~ en la dulzura del ambiente rústico. grandeza y miseria del paisano. No payador de cementerio los
Don Rufo p~ro la oreja. No tanto por la rectificación como días de codos los sancos y codos los muertos ...
por la Eras~ ,bo~1ta. E~a su debilidad. Mejor: lo fue. Desde niño Don Rufo: está yorando el changuito vino a avisarle el
una voca~1011 invencible lo;:ondujo a los primores del habla. peón.
Tuv~, ya ¡ov.en, un hermoso jardín de palabras. Lo cuidó con Lo sabía. Esbozó un gesto de impaciencia. Le afrentaba que
celo irnpropio ~ su, rango. Y se hizo can famoso, que todo el se lo recordaran. Pidiendo mil excusas se apartó de la reunión.
concorn~ acudía a el para deleitarse con las galas del lenguaje. ¿Por qué no lo atendió usced?increpó «Aparicio» al peón.
Él r~partt~ generosamente sus flores. En cualquier ocasión, con Dios me libre y me guarde. No almite que naide le coque
motivos diversos, hacía ram~~ de palabras. Ya para el peón ile l'hijo. Asigún las malas lenguas tiene un'hernia de umbil y cal.
trado, en trance de decla~ac1on. Ya para la china pintona en Por eso lo cría él solo. ¡Pobre Don Rufo! Está cada día más
arnonos. Ya para elcompinche en sobrepasos de conquista. Ya enteco.
para el deudo afligido por la desgracia. Ya para consuelo del En efecto. Su carácter era otro. Su físico también. Apenas
colo_n?, p~~ los desastres del granito o la partida del hijo al con treinta años a la espalda, se notaba en Rufo Pereyra el ago
serv1c10_ m1l.1rar. Flores oportunas. Ramos sentimentales. Deli bio de la fatalidad que avejenta. La carga de la desesperación
cada miel silvestre de la expresión. que hurañiza. Y, a veces, en los momentos de olvido, corrobo
Llega~on a doler~e los oídos de tanto elogio: rando su descalabro, el sosiego senil que endulza el rostro de
-¡Qr~e mozo pulido es Rufo Pereyra! los seres precoces en el infortunio.
-A c~en leguas a ~a redonda no se halla otro igualito. Salgamos un raro.
-Naide tan baquiano pa'enlazar los pensamientos. Salieron.
Ad~lto ya, la vida se encargó de arruinarle el jardín. Male La noche era un portento de transparencia. Piara de ála
zas de impulsos. Matorrales de pasión ... Se desgajaron del tron mos. Bronce de cipreses. Noche tímida, sin aspavientos de nubes
co familiar su padre y su madre. Cayeron pedreas y ventiscas.
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ni ademanes de árboles. Noche tibia, acunada por ráfagas de ¡Imposible la evasión! No podían desprenderse de la c~s
perfume. Magnolias y nísperos. Geranios y madreselvas. mbre igual que si se tratara de una. prenda de vestir.
Estiraron colectivamente las piernas. De un lado para otro. tU , d
«Aparicio» escuchó embelesa o su propia perorata:
En silencio panteísta. En comunión cósmica.
«Lon Chaney», pudoroso, aproximó a su vera a «Karanga» Es amargo constatar la fobia est~tal kacia
y «Longines». Tal vez creyeron que iban a escuchar una confi quienes honran los prestigios de la ~aczonalzda~.
dencia. Nada subrepticio, sin embargo. «Lon Chaney» musitó ¿Por qué mi apostolado ha de embicar en el e~z-
lánguida, intencionadamente: lio? ¿Por qué debo andar a salto de mata ~or tie-
• rras extrañas? ¡Perfidia! Todo el chusma¡e de la
Le uent d tité souff/e et caresse politiquería en curso persigue las ideas por mero
La nature et le [irmament fanatismo de vientre abajo. El futuro, según lo
On dirait u1C souff/é d'amant develan los nuevos postulados, está más lejos que
Qui craint d éueiller sa maltresse. nunca de las narices del burgués y del trasero de
la plebe. Cuando regrese al Uruguay seré el mesías
La escena tuvo un encamo perfecto de rima inefable. Ar de la revolución definitiva. [Tronarán los
monía de instante y de alma. Y, lejos de sentirse defraudados, pérfidos! Y por lo mismo que hay que redimir
mostraron al compañero la agradecida ufanía de sus rostros. todas las opresiones y sanear ignominias secula-
res, ¡cuán puro el desplante que se alza en ep~pe-
ya! ¡Cuán noble el puño cerrado que se convierte
«Longines» no quiso montar la radio. en índice!
«Viejo Amor» no salió a escudriñar la noche con ojos de
sátiro.
«Katanga» aprehendió embebido estos renglones:
«Fortunaro» se abstuvo de apilar sus chirolas en pequeñas
columnas. Cuando la cultura se hace eminente, leer es una
«Katanga» no leyó como de costumbre. simple misión óptica, de discriminación. Se ve!'1,
«Dij unto» no deshiló en lamentaciones la hebra de su voz. desde el plinto intelectual en que se halla el sute-
«Lon Chaney» omitió el relato de la aventura habitual. to los panoramas habituales. Y pastando en los
«Aparicio» no dijo su sermón laico ames de acostarse. vdlles de la mente y en las laderas sentimentales,
Una tácita unanimidad los introdujo en las amplias habi el mismo ganado de ideas y emociones, ya mar-
taciones. Cada cual armó su catre. Y, listo, cada uno se tendió cadas con la marca de la propia superación. En-
en la euforia que es dejarse estar dentro la obscuridad con los tonces, acaece el fastidio de las perspectiva~ y de
ojos abiertos. la familiaridad de los conceptos y perc':flczon~s.
«Aparicio», «Katanga» y «Fortunato» ocupaban el cuar Se anhela romper la monotonía y el tedio con in
to vecino al de Rufo Pereyra. cursiones de novedad. Pero la novedad no viene.
Oratoria muda. Se demora en la voluntad agotada. Y sigue la
Lectura a ciegas. desolación interior de la cultura, en el diálogo
Finanza incorpórea. eviterno de la montaña y la nube.
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ni ademanes de árboles. Noche tibia, acunada por ráfagas de ¡Imposible la evasión! No podían desprenderse de la c~s
perfume. Magnolias y nísperos. Geranios y madreselvas. mbre igual que si se tratara de una. prenda de vestir.
Estiraron colectivamente las piernas. De un lado para otro. tU , d
«Aparicio» escuchó embelesa o su propia perorata:
En silencio panteísta. En comunión cósmica.
«Lon Chaney», pudoroso, aproximó a su vera a «Karanga» Es amargo constatar la fobia est~tal kacia
y «Longines». Tal vez creyeron que iban a escuchar una confi quienes honran los prestigios de la ~aczonalzda~.
dencia. Nada subrepticio, sin embargo. «Lon Chaney» musitó ¿Por qué mi apostolado ha de embicar en el e~z-
lánguida, intencionadamente: lio? ¿Por qué debo andar a salto de mata ~or tie-
• rras extrañas? ¡Perfidia! Todo el chusma¡e de la
Le uent d tité souff/e et caresse politiquería en curso persigue las ideas por mero
La nature et le [irmament fanatismo de vientre abajo. El futuro, según lo
On dirait u1C souff/é d'amant develan los nuevos postulados, está más lejos que
Qui craint d éueiller sa maltresse. nunca de las narices del burgués y del trasero de
la plebe. Cuando regrese al Uruguay seré el mesías
La escena tuvo un encamo perfecto de rima inefable. Ar de la revolución definitiva. [Tronarán los
monía de instante y de alma. Y, lejos de sentirse defraudados, pérfidos! Y por lo mismo que hay que redimir
mostraron al compañero la agradecida ufanía de sus rostros. todas las opresiones y sanear ignominias secula-
res, ¡cuán puro el desplante que se alza en ep~pe-
ya! ¡Cuán noble el puño cerrado que se convierte
«Longines» no quiso montar la radio. en índice!
«Viejo Amor» no salió a escudriñar la noche con ojos de
sátiro.
«Katanga» aprehendió embebido estos renglones:
«Fortunaro» se abstuvo de apilar sus chirolas en pequeñas
columnas. Cuando la cultura se hace eminente, leer es una
«Katanga» no leyó como de costumbre. simple misión óptica, de discriminación. Se ve!'1,
«Dij unto» no deshiló en lamentaciones la hebra de su voz. desde el plinto intelectual en que se halla el sute-
«Lon Chaney» omitió el relato de la aventura habitual. to los panoramas habituales. Y pastando en los
«Aparicio» no dijo su sermón laico ames de acostarse. vdlles de la mente y en las laderas sentimentales,
Una tácita unanimidad los introdujo en las amplias habi el mismo ganado de ideas y emociones, ya mar-
taciones. Cada cual armó su catre. Y, listo, cada uno se tendió cadas con la marca de la propia superación. En-
en la euforia que es dejarse estar dentro la obscuridad con los tonces, acaece el fastidio de las perspectiva~ y de
ojos abiertos. la familiaridad de los conceptos y perc':flczon~s.
«Aparicio», «Katanga» y «Fortunato» ocupaban el cuar Se anhela romper la monotonía y el tedio con in
to vecino al de Rufo Pereyra. cursiones de novedad. Pero la novedad no viene.
Oratoria muda. Se demora en la voluntad agotada. Y sigue la
Lectura a ciegas. desolación interior de la cultura, en el diálogo
Finanza incorpórea. eviterno de la montaña y la nube.
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me interesó poco. Disculparne. Por él he conocido mil detalles
«Fortunato» edificó en el aire su crematística: sabrosos. Si no tenés sueño, narrarne cómo fue el final.
Mordió enseguida. Ingenuamente:
Héroes son los individuos que arrojan su fi Una cosa desopilante. Pero fina. Anarolfrancesca ... Después
cha total, que se j"eg,.an enteros en el tapete del del incendio de la SANTERÍA SANTA TER.ESITA,el Inspector
destino, ;y ganan! Lindbergh colocando solo, con- sumariante, el juez de Instrucción y el jefe de Investigaciones
tra el temor universal, su ficha atlántica. Bird lan- cayeron en el garlito. ¡Mediocres! Creyeron en mi pantomima
zando al borderland su ficha polar. Los tripulan- heroica y en la comedia de rru necesidad. Y me colmaron de
t:s del ~Explorer JI» arrojando a la atmósfera su atenciones. Por la primera, me ofrecieron una plaza de vigi
ficha aerea. G'uynemer, Amundsen, etcétera. Ma- lante ... Por la segunda, cobré veintitrés pesos de derecho ...
l~s ganadorés son los tipos como Nobile que vo- ¿Cómo, de derecho?
ciferan contra la suerte en vez de sumirse en el si- Sí. Derechos de autor La compasión les había arañado
lencio de ultrattlmba. Yo necesito muchas mone- la conciencia y los bolsillos [Pobre gente! Siempre me asqueó
das para comprar la gran ficha que deseo. Se fo Ja piedad de los tomos. Carece de contenido moral. Es una
que hablo. He sido gerente de banco en Praga. especie de supuración ... No hay duda: los mediocres son la
morralla del mundo. [Lástima que pululan bajo el ciclo como
El llamo, molesto y persistente, continuaba en la pieza ve las chinches bajo las colchas de las fondas!
cina. Estaban despabilados. A propósito de chinches. Me parece ... ¡Estos catres pres
«Aparici?» recordó entonces la admonición de «Longines», tados! ...
La oportunidad de sincerarse había llegado. Soltó un globo «Aparicio» se escabulló por esa tangente. Su complejo ele
de ensayo: > inferioridad quedaba satisfecho. Había «cumplido» al retrac
¿Estás dormido, «Katanga»? tarse ante su compañero. Sin hacerlo de manera franca, es cier
En absoluto. to; pero muy a gusto suyo: con la raimería que sintoniza el or
No sabía cómo empezar. La reprimenda del suizo aún es gullo y la bajeza. Y se durmió.
taba en su espíritu inhibiéndolo. Es difícil vindicarse. Cuando El llanto, molesto y persistente, continuaba en la pieza ve
~~º.reconoce que ha infringido órdenes y consignas, el envión cina.
•?•~1al se tranca. Y si ~e.insiste es peor; porque la emoción, obs «Karanga» advirtió la preocupación de Don Rufo por acallar
ttnan~ose, se tor~a,v1s1ble y queda patente la responsabilidad la criatura. Sus andanzas preparando el biberón. Su afán por ven
del vejamen. Cavilo un rato más todavía. ¿Quién exonera su cer la negativa en aceptarlo. Sus afligidas incitaciones al sueño.
amor propio? Y halló el pretexto: Nada. La resistencia crispada de chillidos del párvulo pa
No puedo agarrar el sueño en este catre. [Qué macana reció exasperarse.
abandonar el mío en Río Cuarto! Recordó entonces la imagen dada por el peón:
Las circunstancias obligaron. -Es un changuito flaco, color tierra, con hernia, tremen-
Hizo una inspiración a fondo. Complacencia viva. Ya no dos ojos y dos pantallas de oreja.
estaba anclado en la sospecha. Ya podía zarpar hacia la ex Y no pudo menos que asimilarlo a un cachorro frágil, hue
cusa: co de hambre, sucio por el desamparo y la orfandad.
:A propósito. «Longines» me ha referido tu odisea. Esta Pasaron dos horas de zozobra.
rnanana, cuando vos mismo quisiste contarla, no sé por qué
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me interesó poco. Disculparne. Por él he conocido mil detalles
«Fortunato» edificó en el aire su crematística: sabrosos. Si no tenés sueño, narrarne cómo fue el final.
Mordió enseguida. Ingenuamente:
Héroes son los individuos que arrojan su fi Una cosa desopilante. Pero fina. Anarolfrancesca ... Después
cha total, que se j"eg,.an enteros en el tapete del del incendio de la SANTERÍA SANTA TER.ESITA,el Inspector
destino, ;y ganan! Lindbergh colocando solo, con- sumariante, el juez de Instrucción y el jefe de Investigaciones
tra el temor universal, su ficha atlántica. Bird lan- cayeron en el garlito. ¡Mediocres! Creyeron en mi pantomima
zando al borderland su ficha polar. Los tripulan- heroica y en la comedia de rru necesidad. Y me colmaron de
t:s del ~Explorer JI» arrojando a la atmósfera su atenciones. Por la primera, me ofrecieron una plaza de vigi
ficha aerea. G'uynemer, Amundsen, etcétera. Ma- lante ... Por la segunda, cobré veintitrés pesos de derecho ...
l~s ganadorés son los tipos como Nobile que vo- ¿Cómo, de derecho?
ciferan contra la suerte en vez de sumirse en el si- Sí. Derechos de autor La compasión les había arañado
lencio de ultrattlmba. Yo necesito muchas mone- la conciencia y los bolsillos [Pobre gente! Siempre me asqueó
das para comprar la gran ficha que deseo. Se fo Ja piedad de los tomos. Carece de contenido moral. Es una
que hablo. He sido gerente de banco en Praga. especie de supuración ... No hay duda: los mediocres son la
morralla del mundo. [Lástima que pululan bajo el ciclo como
El llamo, molesto y persistente, continuaba en la pieza ve las chinches bajo las colchas de las fondas!
cina. Estaban despabilados. A propósito de chinches. Me parece ... ¡Estos catres pres
«Aparici?» recordó entonces la admonición de «Longines», tados! ...
La oportunidad de sincerarse había llegado. Soltó un globo «Aparicio» se escabulló por esa tangente. Su complejo ele
de ensayo: > inferioridad quedaba satisfecho. Había «cumplido» al retrac
¿Estás dormido, «Katanga»? tarse ante su compañero. Sin hacerlo de manera franca, es cier
En absoluto. to; pero muy a gusto suyo: con la raimería que sintoniza el or
No sabía cómo empezar. La reprimenda del suizo aún es gullo y la bajeza. Y se durmió.
taba en su espíritu inhibiéndolo. Es difícil vindicarse. Cuando El llanto, molesto y persistente, continuaba en la pieza ve
~~º.reconoce que ha infringido órdenes y consignas, el envión cina.
•?•~1al se tranca. Y si ~e.insiste es peor; porque la emoción, obs «Karanga» advirtió la preocupación de Don Rufo por acallar
ttnan~ose, se tor~a,v1s1ble y queda patente la responsabilidad la criatura. Sus andanzas preparando el biberón. Su afán por ven
del vejamen. Cavilo un rato más todavía. ¿Quién exonera su cer la negativa en aceptarlo. Sus afligidas incitaciones al sueño.
amor propio? Y halló el pretexto: Nada. La resistencia crispada de chillidos del párvulo pa
No puedo agarrar el sueño en este catre. [Qué macana reció exasperarse.
abandonar el mío en Río Cuarto! Recordó entonces la imagen dada por el peón:
Las circunstancias obligaron. -Es un changuito flaco, color tierra, con hernia, tremen-
Hizo una inspiración a fondo. Complacencia viva. Ya no dos ojos y dos pantallas de oreja.
estaba anclado en la sospecha. Ya podía zarpar hacia la ex Y no pudo menos que asimilarlo a un cachorro frágil, hue
cusa: co de hambre, sucio por el desamparo y la orfandad.
:A propósito. «Longines» me ha referido tu odisea. Esta Pasaron dos horas de zozobra.
rnanana, cuando vos mismo quisiste contarla, no sé por qué
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Balanceado por el flujo y reflujo del llanto, «Karanga» aca Los párpados pugnaban por bajarse. Se cerrara~ al fin.
bó por acostumbrarse. Hacía la plancha y filosofaba ... Pero le Pero el sueño no fue aprisionado. Detrás de su cortina, los
dolía la preocupación del padre, incansable en su denuedo de ojospéndulos despiertos siguieron escrutando la doble clau
acunarlo. Lo conmovía su empecinada actitud de prescindir sura de la obscuridad.
de ama o mujer que lo cuidase. De improviso, columbró la exis Le interesaba dormir. Sabía que el sueño nutre la matriz de
tencia de motivos secretos para ello. Y, deponiendo su com la muerte. Y que uno renace de ella todo~ los días ..r~~o, esa
prensión, se abismó en la tarea de imaginar los caos pasionales vez la desazón de Rufo Percyra lo tuvo adicto a su vigilia, No
que arrogantemente ocultan ciertos hombres. podía alejarse de él. Una solidaridad morbosa lo in~itaba a
Un breve intervalo. Más de sofocación que de calma. La cria acompañarlo en la tortura de soportar el llanto. La tnsre mo
tura croaba ahora con gorgeriros húmedos de baba. Sudaba. lienda del llaneo en el mutismo de la noche.
Se retorcía. Las pupilas náufragas en un mar de lágrimas. Un mosquito le hizo abrir los ojos.
«Karanga» creyó oír una imprecación furibunda de Don Los árboles empezaban a libertar su silueta. A desprender
Rufo. Afinó el oído y la atentión. El silencio se hizo tan leve, su follaje de las garras de la sombra. Y so!1rió~ Co~srar~?~ la
can nervioso, que en vez de escuchar vio. Sí. Su clarividencia ironía de una vieja regla de puericultura: El 111110 bien dirigido
percibía la faz bermeja, la mirada rajante, el rictus aquilino del debe dormir y dejar dormir a sus padres, entre las nueve de la
padre. Un estremecimiento raro corrió a lo largo de su cuerpo. noche y las seis de la mañana ...
¿Por qué ese aire duro de amenaza? ¿Por qué esa sombra De pronto, el arrullo de un cantito lo sobresaltó. Quedó
maléfica en el semblante? ¿Por qué esa fría desnudez de des suspenso. El arrullo vencía al lloro, a pe.nas ya un rezo~go na
consuelo en el alma? sal. La voz, transida de melancolía, se hizo riera. Marginaba el
Virando hacia otro supuesto, descartó el pecado como ori fastidio y se hundía en el pulmón de la c~na. «.Karanga~> se
gen del niño y la viudez como producto de un crimen. ¡No incorporó a medias en el catre. Nunca ha.b1a hendo sus 01d~s
podía ser!. .. Por más que el mundo está lleno de seres que ven una inflexión más lúgubre. Más amanecida de ternura. Mas
gan agravios, no aniquilando al enemigo, sino casrigando la
propia cobardía con cilicios perennes ... ¿Buscaba escarmien caudalosa de ruego:
tos? ¿Era un masoquista de esa índole? ¡Vaya a saberse! Un Dormite ligero
pensamiento amable, por contrapeso, se le ocurrió entonces: Mocoso de mierda:
-Si en cada eyaculación el hombre segrega de doscientos a Ya viene l'aurora
quinientos cincuenta millones de espermatozoides, es positivamen- Pintando la sierra,
te un privilegio extraordinario que sólo uno procree. ¡Lo que Ya ruempe los óidos
sería este valle de lágrimas si tras el orgasmo de la cópula todos La búia 'e las bestias:
los gérmenes alcanzaran la meta de plasmarse en individuos! ... ¡Dormite ligero
Los ronquidos de «Aparicio» y «Forrunato» hacía tiempo Mocoso de mierda!
que se habían unido al vaivén plañidero. El insomnio tomó
de ellos un pretexto sarcástico. Y divagó por claros pasadizos. Todita la noche
Por mansiones iluminadas. Parecía huir de la noche como de Teniendo la vela:
un cubil de fieras. ¡El alba! Quería la virginidad del alba. Des Culito morado
garrar su veste. Poseerla. Para bañarse después en el torrente De orín y diarrea.
lustral de la madrugada. • ¿Quién tiene coraje
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Balanceado por el flujo y reflujo del llanto, «Karanga» aca Los párpados pugnaban por bajarse. Se cerrara~ al fin.
bó por acostumbrarse. Hacía la plancha y filosofaba ... Pero le Pero el sueño no fue aprisionado. Detrás de su cortina, los
dolía la preocupación del padre, incansable en su denuedo de ojospéndulos despiertos siguieron escrutando la doble clau
acunarlo. Lo conmovía su empecinada actitud de prescindir sura de la obscuridad.
de ama o mujer que lo cuidase. De improviso, columbró la exis Le interesaba dormir. Sabía que el sueño nutre la matriz de
tencia de motivos secretos para ello. Y, deponiendo su com la muerte. Y que uno renace de ella todo~ los días ..r~~o, esa
prensión, se abismó en la tarea de imaginar los caos pasionales vez la desazón de Rufo Percyra lo tuvo adicto a su vigilia, No
que arrogantemente ocultan ciertos hombres. podía alejarse de él. Una solidaridad morbosa lo in~itaba a
Un breve intervalo. Más de sofocación que de calma. La cria acompañarlo en la tortura de soportar el llanto. La tnsre mo
tura croaba ahora con gorgeriros húmedos de baba. Sudaba. lienda del llaneo en el mutismo de la noche.
Se retorcía. Las pupilas náufragas en un mar de lágrimas. Un mosquito le hizo abrir los ojos.
«Karanga» creyó oír una imprecación furibunda de Don Los árboles empezaban a libertar su silueta. A desprender
Rufo. Afinó el oído y la atentión. El silencio se hizo tan leve, su follaje de las garras de la sombra. Y so!1rió~ Co~srar~?~ la
can nervioso, que en vez de escuchar vio. Sí. Su clarividencia ironía de una vieja regla de puericultura: El 111110 bien dirigido
percibía la faz bermeja, la mirada rajante, el rictus aquilino del debe dormir y dejar dormir a sus padres, entre las nueve de la
padre. Un estremecimiento raro corrió a lo largo de su cuerpo. noche y las seis de la mañana ...
¿Por qué ese aire duro de amenaza? ¿Por qué esa sombra De pronto, el arrullo de un cantito lo sobresaltó. Quedó
maléfica en el semblante? ¿Por qué esa fría desnudez de des suspenso. El arrullo vencía al lloro, a pe.nas ya un rezo~go na
consuelo en el alma? sal. La voz, transida de melancolía, se hizo riera. Marginaba el
Virando hacia otro supuesto, descartó el pecado como ori fastidio y se hundía en el pulmón de la c~na. «.Karanga~> se
gen del niño y la viudez como producto de un crimen. ¡No incorporó a medias en el catre. Nunca ha.b1a hendo sus 01d~s
podía ser!. .. Por más que el mundo está lleno de seres que ven una inflexión más lúgubre. Más amanecida de ternura. Mas
gan agravios, no aniquilando al enemigo, sino casrigando la
propia cobardía con cilicios perennes ... ¿Buscaba escarmien caudalosa de ruego:
tos? ¿Era un masoquista de esa índole? ¡Vaya a saberse! Un Dormite ligero
pensamiento amable, por contrapeso, se le ocurrió entonces: Mocoso de mierda:
-Si en cada eyaculación el hombre segrega de doscientos a Ya viene l'aurora
quinientos cincuenta millones de espermatozoides, es positivamen- Pintando la sierra,
te un privilegio extraordinario que sólo uno procree. ¡Lo que Ya ruempe los óidos
sería este valle de lágrimas si tras el orgasmo de la cópula todos La búia 'e las bestias:
los gérmenes alcanzaran la meta de plasmarse en individuos! ... ¡Dormite ligero
Los ronquidos de «Aparicio» y «Forrunato» hacía tiempo Mocoso de mierda!
que se habían unido al vaivén plañidero. El insomnio tomó
de ellos un pretexto sarcástico. Y divagó por claros pasadizos. Todita la noche
Por mansiones iluminadas. Parecía huir de la noche como de Teniendo la vela:
un cubil de fieras. ¡El alba! Quería la virginidad del alba. Des Culito morado
garrar su veste. Poseerla. Para bañarse después en el torrente De orín y diarrea.
lustral de la madrugada. • ¿Quién tiene coraje
111
P'alzar la cosecha?
¡Todita la noche La melopea se disipó en el nono del niño. Hubo un suspiro
Teniendo la vela! de liberación. Pero el canrito se había atornillado en el alma
acústica de «Karanga». Lo conturbaba aún la letra de la sal
Con tant'amargura
Saldré de la güeya modia. ¡Esa mezcla de insultos y ternezas! ¡Esa entonación de
Me carga tu yanro plegaria y diatriba! La espiral perforaba ya la subconcicncia.
Jodido, sin tregua; En sordina.
Me duele la vida Medio adormilado sintió un grito perentorio en el patio:
Sin paz ni querencia: ¡A ver! ¡Basta de mate! Andá a buscar los caballos. Hay
¡Con tanta•amargura que seguir arando.
Saldré de 1a güeya ! Era Don Rufo.
Entero de rabia.
Me dijo l'csrinta Deshecho de sueño.
¡Qucrélo, Pereyra!
Ta bien, pero entonce
Caíatc la jera Eran las doce menos cuarto cuando «Karanga» se desper
Qu'esroy medio loco tó. Su asombro rayó en estupor sabiendo que los demás ha
De sueño y de pena bían salido en la camioneta, manejada por «Longines». En la
Pues dijo l'esrinra ranura de su valija halló un retazo de diario: iuooiuueccuioioe.
¡Querélo, Pereyra!
Tradujo mentalmente:
. Ojo x h reg. Ojo, diez horas, regresaremos.
Si fuese colono
Con auto y con rema Le brillaron las pupilas de nuevo:
Tenrías de todo Linda trastada. ¿Qué les costaba avisarme? Esta inquie
Ncnito miseria: tud ... Es mediodía ya. Hemos convenido en que la inquietud
Nodriza redonda ... está abolida entre nosotros. Que no debe provocarse. ¿Por qué
Pañales de seda ... semejante conducta, entonces? lo no soy batea de naide pa que
¡Si fuese colono me zarandeen.
Con a uro y con renta! Agregó la frase final, irreflexivamente. Acababa de cogerla
en el aire. Alguien la estaba repitiendo en el patio.
Dormite ligero Se asomó. Era el peón, en altercado con Don Rufo:
Mocoso de mierda: -lo no soy barca de naidc pa que me zarandeen.
Dormite que yoro Bueno, no ce rerobés. Si no te gusta, anclare.
Con lágrimas d'ella, Págueme, primero. ¿Qué se eré? Toy harto de soportar sus
Pues yora al mirarte viarazas.
Guachiro en la tierra.
Bueno. Pasá pa'dentro.
[Dormire ligero
Mocoso de mierda! . ¡No se jode! Págueme aquí mesmo. Nu'estoy con la tuer
ca cambiada pa que m'embrome .
No grités, carajo. Vení,
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P'alzar la cosecha?
¡Todita la noche La melopea se disipó en el nono del niño. Hubo un suspiro
Teniendo la vela! de liberación. Pero el canrito se había atornillado en el alma
acústica de «Karanga». Lo conturbaba aún la letra de la sal
Con tant'amargura
Saldré de la güeya modia. ¡Esa mezcla de insultos y ternezas! ¡Esa entonación de
Me carga tu yanro plegaria y diatriba! La espiral perforaba ya la subconcicncia.
Jodido, sin tregua; En sordina.
Me duele la vida Medio adormilado sintió un grito perentorio en el patio:
Sin paz ni querencia: ¡A ver! ¡Basta de mate! Andá a buscar los caballos. Hay
¡Con tanta•amargura que seguir arando.
Saldré de 1a güeya ! Era Don Rufo.
Entero de rabia.
Me dijo l'csrinta Deshecho de sueño.
¡Qucrélo, Pereyra!
Ta bien, pero entonce
Caíatc la jera Eran las doce menos cuarto cuando «Karanga» se desper
Qu'esroy medio loco tó. Su asombro rayó en estupor sabiendo que los demás ha
De sueño y de pena bían salido en la camioneta, manejada por «Longines». En la
Pues dijo l'esrinra ranura de su valija halló un retazo de diario: iuooiuueccuioioe.
¡Querélo, Pereyra!
Tradujo mentalmente:
. Ojo x h reg. Ojo, diez horas, regresaremos.
Si fuese colono
Con auto y con rema Le brillaron las pupilas de nuevo:
Tenrías de todo Linda trastada. ¿Qué les costaba avisarme? Esta inquie
Ncnito miseria: tud ... Es mediodía ya. Hemos convenido en que la inquietud
Nodriza redonda ... está abolida entre nosotros. Que no debe provocarse. ¿Por qué
Pañales de seda ... semejante conducta, entonces? lo no soy batea de naide pa que
¡Si fuese colono me zarandeen.
Con a uro y con renta! Agregó la frase final, irreflexivamente. Acababa de cogerla
en el aire. Alguien la estaba repitiendo en el patio.
Dormite ligero Se asomó. Era el peón, en altercado con Don Rufo:
Mocoso de mierda: -lo no soy barca de naidc pa que me zarandeen.
Dormite que yoro Bueno, no ce rerobés. Si no te gusta, anclare.
Con lágrimas d'ella, Págueme, primero. ¿Qué se eré? Toy harto de soportar sus
Pues yora al mirarte viarazas.
Guachiro en la tierra.
Bueno. Pasá pa'dentro.
[Dormire ligero
Mocoso de mierda! . ¡No se jode! Págueme aquí mesmo. Nu'estoy con la tuer
ca cambiada pa que m'embrome .
No grités, carajo. Vení,
113
No quiero. Usté me paga aquí y sanseacabó. Le manyamos la intención puntualizó lleno de sorna
Inopinadamente, con energía inusitada, recomenzó a be «Viejo Amor».
rrear la criacura. Fue un momento álgido de desesperación y Pues bien, seguiremos así hasta que pase alguno. Lo que
grima. Don Rufo no supo qué hacer. Miró alternativamente me extraña es que vos, «Dijunto» ...
al peón y a la pieza. Le rechinaban íos dientes. Crispaba los Yo ... Yo ... Siempre yo ... Todos vosotros sois crueles para
puños. Al fin, se dirigió donde estaba su hijo. conmigo. Mucha labia, mucha labia. Pero el único que ape
«Katanga» se deslizó entonces lleno de autoridad y señorío: chuga soy yo. Siempre yo.
¿Cuánto le debo? Se descalzó y arremangó los pantalones en un santiamén.
Un mes y medio, a razón de cuarenta y cinco pesos. Las piernas dos jambas resecas con grandes nudos en vez
Sesenra y siete cincuenta, ¿no? de rodillas se enterraron hasta la mitad del muslo.
Maver ... La micá de ... Por'ai ha de andar. Inspeccionó.
Bien. Tome. ¡Y váyase ismediafamcnrc! A esto no lo sacan tres yuntas de bueyes.
El peón lo observó atontado. No sabía qué hacer ni qué Mirá: acercare allá, bajo aquel algarrobo. Hay unos peo
decir, con los dos papeles de cincuenta pesos aún en la mano. nes con caballos y arados, en descanso.
¿Qué espera? Usted no es batea para que lo zarandeen ... [Vá Sumiso, en el esfuerzo de ir desenterrando las extremida
yase! des, y sudoroso en el chapaleo del guadal, «Dijunro» se alejó
Se escurrió con recelo, mirando al trasluz los billetes. Fue en procura de ayuda.
hacia el galpón. Alzó una bolsa con sus pilchas. Y ya transpo El sol caía a plomo. Reverberaba en la margarita de zinc
niendo la portezuela del patio, balbuceó entre concento y com del molino lejano y en los élitros de los alguaciles próximos.
pungido: >
Bullía en el agua turbia del pantano y en la descomposición
¡Qué cosa! Uno por poco y otro por mucho. Acá todito de la carroña.
el mundo anda con el apero ladeao. Menos mal que no ha venido «Katanga». La podredum
bre lo asfixia.
Bah. Lo asfixia mucho más la soledad. Estoy oyendo sus
insultos.
«Longines» sabía hablar en varios idiomas, pero prefería A ras de agua, un enjambre de mosquitos parecía alucinarse
callarse en codos. en la viscosidad cromática del aceite desparramado. En el ho
Cuando se empantanó la camionera, yéndose a la zanja, rizonte, nimbada por una tenuidad luminosa, rres parvas eri
apretó los dientes, férrcarnente. Y trapó saliva. Siendo las ma gían su silueta de rancho.
las palabras las primeras que se aprenden, al ser otro, hubiese «Aparicio» permaneció contemplándolas largo rato. Os
pureado en alemán, en francés, en italiano, en español y en tentaban un dibujo familiar: el dibujo del rancho nativo allá,
esperanto. tras la distancia, entre las cuchillas de Paysandú. Fácil presa de
Llevaban cuarenta minutos en medio del camino converti embeleso, sintió que su cuerpo se aerificaba. Y penetrando por
do en cañadón. la presunta puerta al supuesto recinto de la parva, la nostalgia
Ninguno quería descalzarse y atravesar el pantano para ir lo pobló inscantáneamence de afectos y cosas. Pero revino en
hasta la chacra vecina en demanda de auxilio. sí, tal vez hostilizado por algún remordimiento. Y dijo:
Si alguien de ustedes manejara, yo iría se jactó. Fíjense. Allí. El rancho no es más que el molde de la par
La requisitoria no dio resultado. • va. Su cuerpo astral. En él apilan las horas como las gavillas
113
No quiero. Usté me paga aquí y sanseacabó. Le manyamos la intención puntualizó lleno de sorna
Inopinadamente, con energía inusitada, recomenzó a be «Viejo Amor».
rrear la criacura. Fue un momento álgido de desesperación y Pues bien, seguiremos así hasta que pase alguno. Lo que
grima. Don Rufo no supo qué hacer. Miró alternativamente me extraña es que vos, «Dijunto» ...
al peón y a la pieza. Le rechinaban íos dientes. Crispaba los Yo ... Yo ... Siempre yo ... Todos vosotros sois crueles para
puños. Al fin, se dirigió donde estaba su hijo. conmigo. Mucha labia, mucha labia. Pero el único que ape
«Katanga» se deslizó entonces lleno de autoridad y señorío: chuga soy yo. Siempre yo.
¿Cuánto le debo? Se descalzó y arremangó los pantalones en un santiamén.
Un mes y medio, a razón de cuarenta y cinco pesos. Las piernas dos jambas resecas con grandes nudos en vez
Sesenra y siete cincuenta, ¿no? de rodillas se enterraron hasta la mitad del muslo.
Maver ... La micá de ... Por'ai ha de andar. Inspeccionó.
Bien. Tome. ¡Y váyase ismediafamcnrc! A esto no lo sacan tres yuntas de bueyes.
El peón lo observó atontado. No sabía qué hacer ni qué Mirá: acercare allá, bajo aquel algarrobo. Hay unos peo
decir, con los dos papeles de cincuenta pesos aún en la mano. nes con caballos y arados, en descanso.
¿Qué espera? Usted no es batea para que lo zarandeen ... [Vá Sumiso, en el esfuerzo de ir desenterrando las extremida
yase! des, y sudoroso en el chapaleo del guadal, «Dijunro» se alejó
Se escurrió con recelo, mirando al trasluz los billetes. Fue en procura de ayuda.
hacia el galpón. Alzó una bolsa con sus pilchas. Y ya transpo El sol caía a plomo. Reverberaba en la margarita de zinc
niendo la portezuela del patio, balbuceó entre concento y com del molino lejano y en los élitros de los alguaciles próximos.
pungido: >
Bullía en el agua turbia del pantano y en la descomposición
¡Qué cosa! Uno por poco y otro por mucho. Acá todito de la carroña.
el mundo anda con el apero ladeao. Menos mal que no ha venido «Katanga». La podredum
bre lo asfixia.
Bah. Lo asfixia mucho más la soledad. Estoy oyendo sus
insultos.
«Longines» sabía hablar en varios idiomas, pero prefería A ras de agua, un enjambre de mosquitos parecía alucinarse
callarse en codos. en la viscosidad cromática del aceite desparramado. En el ho
Cuando se empantanó la camionera, yéndose a la zanja, rizonte, nimbada por una tenuidad luminosa, rres parvas eri
apretó los dientes, férrcarnente. Y trapó saliva. Siendo las ma gían su silueta de rancho.
las palabras las primeras que se aprenden, al ser otro, hubiese «Aparicio» permaneció contemplándolas largo rato. Os
pureado en alemán, en francés, en italiano, en español y en tentaban un dibujo familiar: el dibujo del rancho nativo allá,
esperanto. tras la distancia, entre las cuchillas de Paysandú. Fácil presa de
Llevaban cuarenta minutos en medio del camino converti embeleso, sintió que su cuerpo se aerificaba. Y penetrando por
do en cañadón. la presunta puerta al supuesto recinto de la parva, la nostalgia
Ninguno quería descalzarse y atravesar el pantano para ir lo pobló inscantáneamence de afectos y cosas. Pero revino en
hasta la chacra vecina en demanda de auxilio. sí, tal vez hostilizado por algún remordimiento. Y dijo:
Si alguien de ustedes manejara, yo iría se jactó. Fíjense. Allí. El rancho no es más que el molde de la par
La requisitoria no dio resultado. • va. Su cuerpo astral. En él apilan las horas como las gavillas
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¡Aura! ¡Póngale! ¡Déle de'ai! [Hiii juee! res de autos, la cosa se está poniendo fiera. ¡Puro camino lisito
Hubo un revoloteo de guascazos e interjecciones. Y dando por toditos lados! ¡Vay'hacer pantanos en el cemento! Nu' hay
tumbos y barquinazos, la camioneta arribó a la playa del ca caso. Por eso hemos tenido que salir a los caminos secunda
mino. rios, por si caen pajueranos, turistas o porteños ...
Ya en seco, todos se descolgaron. Con prisa. Estaban po -,. ....'
seídos por una alegría extraña, casi infantil, y querían Pero risulta que ni así se aventuran. Los automóvil cluses
exteriorizarla. La jarana sobrevino así, a la leve vicisitud de nos perjudican con sus informes y guías. ¡Marcan hasta la ca
haber estado tres horas en una cárcel de barro. gada de una urraca! Y nu'hay más rimedio: hemos tenido que
«Aparicio» intimó con el frincipal de los salvadores. Un crio aumentar la tarifa pa desquitarnos. ¡Si nu'hay tráfico ya!
llo flaco y recio, de ojos zarcos, piel de sol y osa tura de espinillo. Lo que es ésce debe darle mucha leche ... No me engañe.
Adosaba a sus movimientos'y ademanes una gracia y una picar Se'quivoca. lo lu'esroy explorando dende hace siete me
día cimbreantes. «Dijunto»,.que lo trataba confianzudarnenre, ses. Cuanti más doscientos pesos por mes. Porque hay tipos
lo miraba con envidia que es la manera más humana de adrni rumbiadores, vea, crearncló, qu'ensartan la güeya qu'es un pri
ración. Le dolía que, siendo magro como él, no tuviese su gar mor. Pa mí, éste ya nu'es negocio. Se lo dejaré a un sobrino.
bo y su donaire. Tengo en visea un pantano entre Almafuerce y Río Tercero que
Algún signo malandrín; alguna ironía recóndita debió sor es una maraviya. La quincena que viene me mudaré. Ya sabe:
prenderle al uruguayo; porque lo interpeló festivamente: cuando guste ...
Por lo visto, por acá, los pantanos dan «leche», ¿no? Barbotaban el motor y las carcajadas.
Así es. «Aparicio» se trenzó en abrazos con el criollo.
Lo que es a nosotros si jlOS exigen cien pesos, cien pesos A la distancia, las manos en alto, todavía se saludaban.
formamos. La pinta engaña, aparcero.
¡Así es!
Menos mal que siempre hay gente «generosa» en prestar La fatalidad se encargó de proporcionarles nuevos percan
ayuda. ces. La camioneta fallaba notoriamente. Repetidas patines. De
Así es. traqueteo llegaron a un almacén con surtidor de nafta. Cua
La falsía del diálogo los hizo explotar en una risita igual tro piezas petizonas con techos de zinc, tres sauces escuálidos y
mente falsa. Movieron la cabeza. Se estudiaron con sorna, al una cancha de bochas. Por suerte había mecánico y repuestos.
principio. Con lealtad, después. Y se interpretaron a fondo. «Longines» encomendó lacónicamente el arreglo de los des
perfectos. Había una urgencia mayor: la de matar el hambre.
No cerna, amigo, que nosotros lo dela remos. Estamos muy
«Lon Chaney» antiguo marmitón del «Restaurant
gratos. Hacen bien en cavar pozos, en encarajinar pantanos, Phararnond», 24, Ruede la Grande Truanderie, París com
en arruinar caminos. Total: el pobre anda a caballo o en sulky ... puso el menú con seguridad y destreza. Pasó detrás del mos
Así es ... si el paisano tuviera campo, hacienda ... Pero ¡qué va trador. Bajó de los escanees un arsenal de latas de conserva,
a tener! Hijos y piojos ... Ya no servimos más quepa cuartear ... ¡Y legumbres y frutas al natural. Pagó al contado para inspirar
ruarteamos! Es el único oficio que nos han dejau los gringos. confianza. Y mientras los demás tomaban el verrnouth, más
Debe ser rendidor, sin embargo. para aplacar la sed que para abrir el apetito, con una docena
Le diré ... En antes. Aura, con esa cuestión de la vialidad, de cebollas y tornares, preparó un salpicón magnífico de salmón
que asigún tengo encendido es cuestión de extranjis vendedo y unos entremeses bien guarnecidos de salchichas de Frankfurc.
1] 7
¡Aura! ¡Póngale! ¡Déle de'ai! [Hiii juee! res de autos, la cosa se está poniendo fiera. ¡Puro camino lisito
Hubo un revoloteo de guascazos e interjecciones. Y dando por toditos lados! ¡Vay'hacer pantanos en el cemento! Nu' hay
tumbos y barquinazos, la camioneta arribó a la playa del ca caso. Por eso hemos tenido que salir a los caminos secunda
mino. rios, por si caen pajueranos, turistas o porteños ...
Ya en seco, todos se descolgaron. Con prisa. Estaban po -,. ....'
seídos por una alegría extraña, casi infantil, y querían Pero risulta que ni así se aventuran. Los automóvil cluses
exteriorizarla. La jarana sobrevino así, a la leve vicisitud de nos perjudican con sus informes y guías. ¡Marcan hasta la ca
haber estado tres horas en una cárcel de barro. gada de una urraca! Y nu'hay más rimedio: hemos tenido que
«Aparicio» intimó con el frincipal de los salvadores. Un crio aumentar la tarifa pa desquitarnos. ¡Si nu'hay tráfico ya!
llo flaco y recio, de ojos zarcos, piel de sol y osa tura de espinillo. Lo que es ésce debe darle mucha leche ... No me engañe.
Adosaba a sus movimientos'y ademanes una gracia y una picar Se'quivoca. lo lu'esroy explorando dende hace siete me
día cimbreantes. «Dijunto»,.que lo trataba confianzudarnenre, ses. Cuanti más doscientos pesos por mes. Porque hay tipos
lo miraba con envidia que es la manera más humana de adrni rumbiadores, vea, crearncló, qu'ensartan la güeya qu'es un pri
ración. Le dolía que, siendo magro como él, no tuviese su gar mor. Pa mí, éste ya nu'es negocio. Se lo dejaré a un sobrino.
bo y su donaire. Tengo en visea un pantano entre Almafuerce y Río Tercero que
Algún signo malandrín; alguna ironía recóndita debió sor es una maraviya. La quincena que viene me mudaré. Ya sabe:
prenderle al uruguayo; porque lo interpeló festivamente: cuando guste ...
Por lo visto, por acá, los pantanos dan «leche», ¿no? Barbotaban el motor y las carcajadas.
Así es. «Aparicio» se trenzó en abrazos con el criollo.
Lo que es a nosotros si jlOS exigen cien pesos, cien pesos A la distancia, las manos en alto, todavía se saludaban.
formamos. La pinta engaña, aparcero.
¡Así es!
Menos mal que siempre hay gente «generosa» en prestar La fatalidad se encargó de proporcionarles nuevos percan
ayuda. ces. La camioneta fallaba notoriamente. Repetidas patines. De
Así es. traqueteo llegaron a un almacén con surtidor de nafta. Cua
La falsía del diálogo los hizo explotar en una risita igual tro piezas petizonas con techos de zinc, tres sauces escuálidos y
mente falsa. Movieron la cabeza. Se estudiaron con sorna, al una cancha de bochas. Por suerte había mecánico y repuestos.
principio. Con lealtad, después. Y se interpretaron a fondo. «Longines» encomendó lacónicamente el arreglo de los des
perfectos. Había una urgencia mayor: la de matar el hambre.
No cerna, amigo, que nosotros lo dela remos. Estamos muy
«Lon Chaney» antiguo marmitón del «Restaurant
gratos. Hacen bien en cavar pozos, en encarajinar pantanos, Phararnond», 24, Ruede la Grande Truanderie, París com
en arruinar caminos. Total: el pobre anda a caballo o en sulky ... puso el menú con seguridad y destreza. Pasó detrás del mos
Así es ... si el paisano tuviera campo, hacienda ... Pero ¡qué va trador. Bajó de los escanees un arsenal de latas de conserva,
a tener! Hijos y piojos ... Ya no servimos más quepa cuartear ... ¡Y legumbres y frutas al natural. Pagó al contado para inspirar
ruarteamos! Es el único oficio que nos han dejau los gringos. confianza. Y mientras los demás tomaban el verrnouth, más
Debe ser rendidor, sin embargo. para aplacar la sed que para abrir el apetito, con una docena
Le diré ... En antes. Aura, con esa cuestión de la vialidad, de cebollas y tornares, preparó un salpicón magnífico de salmón
que asigún tengo encendido es cuestión de extranjis vendedo y unos entremeses bien guarnecidos de salchichas de Frankfurc.
119
Orgulloso de su habilidad la exhibió con retintines de
maitre. Estaba dicharachero a más no poder: negras de varias ciruelas en compota. Lo ofrecí a un clienre
Vayan sentándose. Además, de plato fuerte, tenemos un malhumorado, de esos que dejan propinas míseras:
suculento ragoút de porotos con pechito de cerdo, que he man -¿Arroz Condé, señor? , .
dado a calentar al bañomaría. Y una abundante macedonia -Traiga. Con D, con X o con Z: para mt es lo mismo.
de frutas. -No es lo mismo, señor. Si quiere le traeré con seta...
Macanudo, che. Te felicito. -Traiga, nomás.
El tardío almuerzo se deslizó en un ambiente de gentilezas Había, en efecto, arroz con seras. Al depositarlo en su mesa
burlonas. hizo un gesto de repulsa:
Sírvase. Hágame el gus~. -¿Qué potaje es éste?
¡Qué esperanza! Usted primero. -Arroz con setas: con hongos frescos en pequeñas rajas. No
Yo paso. Me reservo para los tallarines. es Jo mismo arroz Candé que arroz con setas, señor...
Querido «Viejo Arnorv.Jarnentó expresarle que no están «Aparicio» cortó el relato:
en lista. Por lo demás, los tallarines son lombrices de sémola Quisiera saber ¿qué propina ligaste?
que se enroscan en los intestinos. No le convienen. Se lo digo Exacrarnente la que voy a ligar ahora de ustedes ...
yo que he sido mozo ... El vino clarete insumido había rosificado los semblantes.
Yo también ... Una alegría amable alumbraba rodas las reri?as. Ah~ra
... mozo de hotel. Los mozos de hotel son las únicas per insumían el tiempo en chistesvino rosado que enciende la nsa,
sonas de buen estómago que conozco. [Saben lo que comen! Y reían. Canturreaban ...
Si poseyeran una filosofía altruista podrían establecer la Inter El mecánico avisó que estaba lista la camionera. Excepto
nacional de la Buena Salud . .# «Longines», que habló con él, desdeñosamente, es cierro, como
Tal vez. Pero la única Internacional Culinaria que conoz queriendo demorarse en la jarana, ~adíe le prestó ayención. No
co, más arraigada que la de Marx, Sorel y Lenin, es la de las lo vieron tampoco, cuando escurriéndose por la orilla del mos
habas: en todas part ... trador, se juntó con un parroquiano: comprador de cereales,
¡Ufa! ¡Echenlé flir a «Aparicio»! ¿Cómo única? ¿Y la judío por la pinta y por las erres. Ni se percataron, luego, de la
Rorariana? ... ¡Oh la Internacional gastronómica de los Rorary llegada de dos chacareros, lamentándose del estado de las se
Clubs! ¡Oh qué encantadora ternura, qué imponente ingenui menteras. Estaban ausentes en la algarabía. Recién cuando la
dad, la de cambiarse a los postres banderitas de radiadores de conversación se trabó entre los vecinos, en un tono general de
autos! pesimismo y decepción, se dieron cuenta de ellos. Y, discretos,
«Lon Chaney» presentó solemnemente la macedonia de optaron por escuchar:
frutas. Peras, duraznos y damascos de Mendoza. Habían sido
acondicionados en una fuente redonda en almibarada babel H·a visto, amigo. ¡Qué cosa bárbara! Esa enfermedad nue
de rodajas y fragmentos. va del trigo ha arruinado el treinta por ciento de la cosecha.
-Pour dessert, Monsieur? Esta frase vive siempre en mi me ¡Si no fuera más que eso! ... Los vientos y los calores pasa
moria. La pronunciaba centenares de veces por día, siendo chef dos han sido can desastrosos que debe darse por perdido otro
en Lima. Una noche había un postre sencillo y rico: arroz Condé,
.
c está dire el armiño de un plato de arroz con leche con las moras
cincuenta por ciento.
Yo opino que los colonos tienen la culpa de todo. Cuando
el Ministerio de Agricultura les aconsejaba que araran hondo,
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Orgulloso de su habilidad la exhibió con retintines de
maitre. Estaba dicharachero a más no poder: negras de varias ciruelas en compota. Lo ofrecí a un clienre
Vayan sentándose. Además, de plato fuerte, tenemos un malhumorado, de esos que dejan propinas míseras:
suculento ragoút de porotos con pechito de cerdo, que he man -¿Arroz Condé, señor? , .
dado a calentar al bañomaría. Y una abundante macedonia -Traiga. Con D, con X o con Z: para mt es lo mismo.
de frutas. -No es lo mismo, señor. Si quiere le traeré con seta...
Macanudo, che. Te felicito. -Traiga, nomás.
El tardío almuerzo se deslizó en un ambiente de gentilezas Había, en efecto, arroz con seras. Al depositarlo en su mesa
burlonas. hizo un gesto de repulsa:
Sírvase. Hágame el gus~. -¿Qué potaje es éste?
¡Qué esperanza! Usted primero. -Arroz con setas: con hongos frescos en pequeñas rajas. No
Yo paso. Me reservo para los tallarines. es Jo mismo arroz Candé que arroz con setas, señor...
Querido «Viejo Arnorv.Jarnentó expresarle que no están «Aparicio» cortó el relato:
en lista. Por lo demás, los tallarines son lombrices de sémola Quisiera saber ¿qué propina ligaste?
que se enroscan en los intestinos. No le convienen. Se lo digo Exacrarnente la que voy a ligar ahora de ustedes ...
yo que he sido mozo ... El vino clarete insumido había rosificado los semblantes.
Yo también ... Una alegría amable alumbraba rodas las reri?as. Ah~ra
... mozo de hotel. Los mozos de hotel son las únicas per insumían el tiempo en chistesvino rosado que enciende la nsa,
sonas de buen estómago que conozco. [Saben lo que comen! Y reían. Canturreaban ...
Si poseyeran una filosofía altruista podrían establecer la Inter El mecánico avisó que estaba lista la camionera. Excepto
nacional de la Buena Salud . .# «Longines», que habló con él, desdeñosamente, es cierro, como
Tal vez. Pero la única Internacional Culinaria que conoz queriendo demorarse en la jarana, ~adíe le prestó ayención. No
co, más arraigada que la de Marx, Sorel y Lenin, es la de las lo vieron tampoco, cuando escurriéndose por la orilla del mos
habas: en todas part ... trador, se juntó con un parroquiano: comprador de cereales,
¡Ufa! ¡Echenlé flir a «Aparicio»! ¿Cómo única? ¿Y la judío por la pinta y por las erres. Ni se percataron, luego, de la
Rorariana? ... ¡Oh la Internacional gastronómica de los Rorary llegada de dos chacareros, lamentándose del estado de las se
Clubs! ¡Oh qué encantadora ternura, qué imponente ingenui menteras. Estaban ausentes en la algarabía. Recién cuando la
dad, la de cambiarse a los postres banderitas de radiadores de conversación se trabó entre los vecinos, en un tono general de
autos! pesimismo y decepción, se dieron cuenta de ellos. Y, discretos,
«Lon Chaney» presentó solemnemente la macedonia de optaron por escuchar:
frutas. Peras, duraznos y damascos de Mendoza. Habían sido
acondicionados en una fuente redonda en almibarada babel H·a visto, amigo. ¡Qué cosa bárbara! Esa enfermedad nue
de rodajas y fragmentos. va del trigo ha arruinado el treinta por ciento de la cosecha.
-Pour dessert, Monsieur? Esta frase vive siempre en mi me ¡Si no fuera más que eso! ... Los vientos y los calores pasa
moria. La pronunciaba centenares de veces por día, siendo chef dos han sido can desastrosos que debe darse por perdido otro
en Lima. Una noche había un postre sencillo y rico: arroz Condé,
.
c está dire el armiño de un plato de arroz con leche con las moras
cincuenta por ciento.
Yo opino que los colonos tienen la culpa de todo. Cuando
el Ministerio de Agricultura les aconsejaba que araran hondo,
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gloria de un néctar inapreciable es un sarcasmo acerbo y dolo- que la fatiga de quienes jamás se emplean en esfuerzos profun
roso. dos provoca, más que cansancio, sueño.
Sensibilizado como andaba por la noche en vela y en el sueño Estuvieron mace va, mate viene. Don Rufo los cebaba con
confuso de la mañana, ese caviloso ensimismamiento le hizo unción casi litúrgica. Cada cinco servicios cambiaba la yer
daño. Un sopor raro, una especie dé diatermia de origen psí ba. Conocía por intuición que el mace lavado pierde la
quico, empezó a anegarle. Lo sentía progresar en un marasmo suculencia de sus extraeros. Cuidaba que el agua no hirviera.
visceral y sanguíneo. El mate proveedor de vitaminas del paisano alimentado a
Don Rufo Pereyra, inopinadamente, lo convulsionó, para churrasco y gallera radiaba en la blancura de sus dientes, sig
su bien, incitándole: • no cabal de sus propiedades antiescorbúticas. Tras de repeti
Y bueno: ¿pa'cuándo i'ayuda? das vueltas, dulcificados, laxos, «Katanga» halló el resquicio
Ahora mismo. Pase el arado. • oportuno por donde penetrar a su intimidad:
Su arranque restauró en ~l acto la prevalencia de la volun Anoche estuve despierto coda la noche. No porque me
tad sobre las languideces que afligen a la carne. Azuzó los ca molestara el llanto de su hijito. Por solidaridad con usted. Para
ballos. Respiró con vehemencia. Se salpicó de sudor y polvo. mí no hay nada más impresionante que la orfandad de un hom
Y en rápido vuelo mental, se creyó el auriga de un carro anti bre solitario con un niño de cera. Estrangula de angustia. ¡Qué
guo disfrutando el trofeo de una oda en el stadium. puede hacer!
Ya había dado más vueltas que las que sus fuerzas permi Cierto. ¡Qué puede hacer!
tían. Pero no cejó. Temía la hiriente frasecita de los campesinos: Las manos del hombre son duras y angulosas. Torpes para
-¡Estos puebleros! ... No sirven nipa ver quién llama ... los delicados menesteres que reclama. La barba espinosa, los
Y duro, pero trepidante pt)r dentro, seguía tras la mancera, bigotes, son ineptos para la caricia. Raspan el cutis de seda de
pisando con pisada floja la tierra revuelta por la reja. Trazó dos las criaturas. Y hasta la misma voz varonil parece ofender sus
líneas más de surcos. ¡CUATRO LÍNEAS MÁS DE SURCOS! ¡SEIS tímpanos, hechos al algodón de la ternura. ¡La madre, amigo,
LíNEAS MÁS DE SURCOS, TODAVÍA! Ya iba a ceder la plaza. la madre!
Esraba completamente filtrado, cuando Don Rufo habló: Cicrto. [Buena mierda es uno sin la madre del hijo!
Pare, amigo. Se'ha portao. La lonja que falta l'harernos a Esra madrugada oí que le caneaba. Presté atención. Créa
la caída del sol. me: nunca he oído en mi vida una canción más atravesada de
-La haremos rnusitó acobardado. congoja y...
Dedos, pañuelos, antebrazos, fueron pocos para enjugarse Dígalo. De malas palabras. ¿Qué quiere? M'he güelto agrio
la frente, el cuello, las axilas. En la palma de ambas manos, y sucio. Antes de casarme era el mozo pulido, el cantor más
junto a las articulaciones, nacía un escozor indefinido: mezcla galano ... Dende que murió Jacinta no tengo gusto pa nada.
de dolor y cosquillas. No le hizo caso. Su imaginación forjaba Camino reculando. Emporcándome. Embruteciéndome a pro
ahora, no una carrera olímpica de cuadrigas, sino el reverso pósito. Y he de llegar, Dios no lo permita, a revolcarme en las
triste, el esquema amargo del hombre que ara. peores inmundicias ... Es l'único que me tira y l'único que me
¿Qué le parece unos mates? Bajo los árboles. consuela ... Parece mentira, pero es así. Ni yo mesmo compriendo.
Lindo. Vamos. . Dijo todo con progresivo desengaño. Su mecanismo psíqui
Prefería cualquier otra infusión. Bero esta vez ni hizo ascos. co rareaba. Éxtasis y anulación. Confusión de los sentidos y per
Lo importante para él era tenderse. Desperezarse acostado. Por turbaciones de la conciencia. Palideciendo cada vez más, atrajo
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gloria de un néctar inapreciable es un sarcasmo acerbo y dolo- que la fatiga de quienes jamás se emplean en esfuerzos profun
roso. dos provoca, más que cansancio, sueño.
Sensibilizado como andaba por la noche en vela y en el sueño Estuvieron mace va, mate viene. Don Rufo los cebaba con
confuso de la mañana, ese caviloso ensimismamiento le hizo unción casi litúrgica. Cada cinco servicios cambiaba la yer
daño. Un sopor raro, una especie dé diatermia de origen psí ba. Conocía por intuición que el mace lavado pierde la
quico, empezó a anegarle. Lo sentía progresar en un marasmo suculencia de sus extraeros. Cuidaba que el agua no hirviera.
visceral y sanguíneo. El mate proveedor de vitaminas del paisano alimentado a
Don Rufo Pereyra, inopinadamente, lo convulsionó, para churrasco y gallera radiaba en la blancura de sus dientes, sig
su bien, incitándole: • no cabal de sus propiedades antiescorbúticas. Tras de repeti
Y bueno: ¿pa'cuándo i'ayuda? das vueltas, dulcificados, laxos, «Katanga» halló el resquicio
Ahora mismo. Pase el arado. • oportuno por donde penetrar a su intimidad:
Su arranque restauró en ~l acto la prevalencia de la volun Anoche estuve despierto coda la noche. No porque me
tad sobre las languideces que afligen a la carne. Azuzó los ca molestara el llanto de su hijito. Por solidaridad con usted. Para
ballos. Respiró con vehemencia. Se salpicó de sudor y polvo. mí no hay nada más impresionante que la orfandad de un hom
Y en rápido vuelo mental, se creyó el auriga de un carro anti bre solitario con un niño de cera. Estrangula de angustia. ¡Qué
guo disfrutando el trofeo de una oda en el stadium. puede hacer!
Ya había dado más vueltas que las que sus fuerzas permi Cierto. ¡Qué puede hacer!
tían. Pero no cejó. Temía la hiriente frasecita de los campesinos: Las manos del hombre son duras y angulosas. Torpes para
-¡Estos puebleros! ... No sirven nipa ver quién llama ... los delicados menesteres que reclama. La barba espinosa, los
Y duro, pero trepidante pt)r dentro, seguía tras la mancera, bigotes, son ineptos para la caricia. Raspan el cutis de seda de
pisando con pisada floja la tierra revuelta por la reja. Trazó dos las criaturas. Y hasta la misma voz varonil parece ofender sus
líneas más de surcos. ¡CUATRO LÍNEAS MÁS DE SURCOS! ¡SEIS tímpanos, hechos al algodón de la ternura. ¡La madre, amigo,
LíNEAS MÁS DE SURCOS, TODAVÍA! Ya iba a ceder la plaza. la madre!
Esraba completamente filtrado, cuando Don Rufo habló: Cicrto. [Buena mierda es uno sin la madre del hijo!
Pare, amigo. Se'ha portao. La lonja que falta l'harernos a Esra madrugada oí que le caneaba. Presté atención. Créa
la caída del sol. me: nunca he oído en mi vida una canción más atravesada de
-La haremos rnusitó acobardado. congoja y...
Dedos, pañuelos, antebrazos, fueron pocos para enjugarse Dígalo. De malas palabras. ¿Qué quiere? M'he güelto agrio
la frente, el cuello, las axilas. En la palma de ambas manos, y sucio. Antes de casarme era el mozo pulido, el cantor más
junto a las articulaciones, nacía un escozor indefinido: mezcla galano ... Dende que murió Jacinta no tengo gusto pa nada.
de dolor y cosquillas. No le hizo caso. Su imaginación forjaba Camino reculando. Emporcándome. Embruteciéndome a pro
ahora, no una carrera olímpica de cuadrigas, sino el reverso pósito. Y he de llegar, Dios no lo permita, a revolcarme en las
triste, el esquema amargo del hombre que ara. peores inmundicias ... Es l'único que me tira y l'único que me
¿Qué le parece unos mates? Bajo los árboles. consuela ... Parece mentira, pero es así. Ni yo mesmo compriendo.
Lindo. Vamos. . Dijo todo con progresivo desengaño. Su mecanismo psíqui
Prefería cualquier otra infusión. Bero esta vez ni hizo ascos. co rareaba. Éxtasis y anulación. Confusión de los sentidos y per
Lo importante para él era tenderse. Desperezarse acostado. Por turbaciones de la conciencia. Palideciendo cada vez más, atrajo
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a «Katanga» por el brazo. Se aproximó a su oído. Y ardiente ¡Dende que murió Jacinta
y apagado, en su transporte morboso, erizado de voluptuosi No tengo gusto pa nada!
dad y quejumbre, le confió su secreto:
Ya había susurrado siete décimas. Parecía exhausto. Lángui
Bonira un'era gran cosa do, languideciendo, tuvo fuerzas sin embargo para modular a
Pero sí alegre y astuta: sovoz:
Se portaba como ...
Siendo güena como esposa. Hoy sumido en l'arnargura
Hoy yoro jnnro a su fosa Soy como'un pingo sotreta
Mi suerte perra y malvada, Condenao a la .
Y me voy con la majada Por falta de su .
Oc ricuerdds de l'estinra. Nu'era propiamente pura
Mí dulce esposa adorada;
¡Dende que murió jacinta Mas nu'hay ... comparada
No tengo gusto panada! Con la ... de l'esrinra
a «Katanga» por el brazo. Se aproximó a su oído. Y ardiente ¡Dende que murió Jacinta
y apagado, en su transporte morboso, erizado de voluptuosi No tengo gusto pa nada!
dad y quejumbre, le confió su secreto:
Ya había susurrado siete décimas. Parecía exhausto. Lángui
Bonira un'era gran cosa do, languideciendo, tuvo fuerzas sin embargo para modular a
Pero sí alegre y astuta: sovoz:
Se portaba como ...
Siendo güena como esposa. Hoy sumido en l'arnargura
Hoy yoro jnnro a su fosa Soy como'un pingo sotreta
Mi suerte perra y malvada, Condenao a la .
Y me voy con la majada Por falta de su .
Oc ricuerdds de l'estinra. Nu'era propiamente pura
Mí dulce esposa adorada;
¡Dende que murió jacinta Mas nu'hay ... comparada
No tengo gusto panada! Con la ... de l'esrinra
Hay personas jubiladas en el silencio de la carne y en la des A ver dérne. Le he tomado gusto al laboro.
esperación de la miseria. Seres que tienen el alma remendada; lnterp~etó su bondad. Con ojos agradecidos y sonris~
que aceptan todos los remiendos de la vida. A quienes no les desvaída. Pero una obstinación mayor le apretaba l~s mandí
imporca ya nada, ni morir siquiera; porque su existencia dura bulas. Y siguieron uno a la par del otro, mientras arriba resta
por préstamos de compasión y lástima, ya que es una larga ago llaban los chasquidos como ilusiones rocas.
nía que pugna por cortarse ¡y no se corra! Pero hay otras perso Llevaba una hora de trabajo cuando accedió:
nas, ávidas de amor, sedientas de ventura, que no se resignan. Agarre. Voy'alzar las cosas.
Son los seres de vida interior erecta, misteriosos por fuera, que Hora pastoral. Silencio austero. Los vastos asilos del folla
no soportan la opresión de los sentimientos. Son los seres, ¡ay!, je palpitantes de alas. .
que tienen grabada el almtr con el embargo definitivo de un Bajo el manzano, la silueta de Don Rufo se recortaba en el
destino infausto. • misterio de la bruma incipiente.
Rufo Pcreyra. «Katanga» lo veía. Filosóficamenre. Y seguía arando, go
¡Al fin lo sabía! El halago de haber descubierto la clave in zoso de encarnar la superioridad de un rol bíblico, frente al
fundió a «Katanga» aires de mansuetud y bonhornía. [Nada amigo disminuido en figura de Millec:
como la comprensión para borrar el azoramiento! Desde su ata El hombre es el hachero de su bosque de símbolos. impi-
laya veía codo clarificado. Estaba frente al panorama psicológi de su ascensión hacia la luz. Tala irreflexivamente los enigmas,
co de un sentimental introvertido. Dominando sus escarparuras que se extienden por ramajes de sangre. Destruye simientes que
pasionales, sus recodos de nostalgias, sus fuentes de orgullo ín- hubieran germinado en lo eterno. No respeta la orden de s:r
timo. Examinando su tranquilidad agradable, pero inaccesible; majestuoso por la lentitud. Un anhelo lo absor~e: el ~lac~r. E11
los influjos extraños enfriados por su hipocondría; el control pos de él, abre picadas el deseo. Asusta las propias alimañas. Y
asruto de todos sus actos pof su neurastenia. Señalando los ba cuando cree llegar a la fuente lunar, sólo consigue el desfalleci-
ches patológicos, sus zarzales de angustia, los monstruos de su miento la desolación, el vicio. Entonces, se duele de ver ago-
fantasía erótica y el fervor de su religiosidad oculta. ¡Nada como tada la'savia juvenil en dispendios banales. Y ya empobrecido
la comprensión para anegarse en ternura! el humus del e11s11et10, cae con el tronco podrido en la turbera,
El ocaso encendía entre los cerros sus fuegos transparentes. al lado de la propia hacha de su sexo.
Pronto crepitarían las brasas del crepúsculo en el ámbito de la Una gran algarabía, irrumpiendo desde las casas, corcó su
sobretarde. devaneo.
«Karanga» se incorporó. En la palma de ambas manos, jun Liberados al fin de las pannes de la camioneta, los com
co al arranque de los dedos, habíanbrotado sendas ampollas. pinches avanzaban hacia él, borrosos encrc las primeras som
Dolorido y codo, el deber le ordenó sobreponerse en la emer bras, como una tropa de espantapájaros.
gencia: Lo habían confundido con Don Rufo.
Y, bueno, Don Rufo: aremos. ¡La hilaridad cedió al asombro!
Asintió con la cabeza. Y, ágil, de repente, como espantan ¡Vos ... «Karanga» ... arando!
do una bandada de caranchos que revolotease en corno suyo, ¡Quién iba a pensar!
trazó una serie de ademanes y molinetes. Después, ató los ca ¿«Karanga» ... arando? ... ¡No puede ser!
ballos. Y en seco, con impulso loco, arremetió a latigazos la ¡Oh, «Kaianga», arando!
carca, como queriendo evadirse porla violencia del esfuerzo. ¡Sí, sí: ara! ¡Qué fenómeno!
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Hay personas jubiladas en el silencio de la carne y en la des A ver dérne. Le he tomado gusto al laboro.
esperación de la miseria. Seres que tienen el alma remendada; lnterp~etó su bondad. Con ojos agradecidos y sonris~
que aceptan todos los remiendos de la vida. A quienes no les desvaída. Pero una obstinación mayor le apretaba l~s mandí
imporca ya nada, ni morir siquiera; porque su existencia dura bulas. Y siguieron uno a la par del otro, mientras arriba resta
por préstamos de compasión y lástima, ya que es una larga ago llaban los chasquidos como ilusiones rocas.
nía que pugna por cortarse ¡y no se corra! Pero hay otras perso Llevaba una hora de trabajo cuando accedió:
nas, ávidas de amor, sedientas de ventura, que no se resignan. Agarre. Voy'alzar las cosas.
Son los seres de vida interior erecta, misteriosos por fuera, que Hora pastoral. Silencio austero. Los vastos asilos del folla
no soportan la opresión de los sentimientos. Son los seres, ¡ay!, je palpitantes de alas. .
que tienen grabada el almtr con el embargo definitivo de un Bajo el manzano, la silueta de Don Rufo se recortaba en el
destino infausto. • misterio de la bruma incipiente.
Rufo Pcreyra. «Katanga» lo veía. Filosóficamenre. Y seguía arando, go
¡Al fin lo sabía! El halago de haber descubierto la clave in zoso de encarnar la superioridad de un rol bíblico, frente al
fundió a «Katanga» aires de mansuetud y bonhornía. [Nada amigo disminuido en figura de Millec:
como la comprensión para borrar el azoramiento! Desde su ata El hombre es el hachero de su bosque de símbolos. impi-
laya veía codo clarificado. Estaba frente al panorama psicológi de su ascensión hacia la luz. Tala irreflexivamente los enigmas,
co de un sentimental introvertido. Dominando sus escarparuras que se extienden por ramajes de sangre. Destruye simientes que
pasionales, sus recodos de nostalgias, sus fuentes de orgullo ín- hubieran germinado en lo eterno. No respeta la orden de s:r
timo. Examinando su tranquilidad agradable, pero inaccesible; majestuoso por la lentitud. Un anhelo lo absor~e: el ~lac~r. E11
los influjos extraños enfriados por su hipocondría; el control pos de él, abre picadas el deseo. Asusta las propias alimañas. Y
asruto de todos sus actos pof su neurastenia. Señalando los ba cuando cree llegar a la fuente lunar, sólo consigue el desfalleci-
ches patológicos, sus zarzales de angustia, los monstruos de su miento la desolación, el vicio. Entonces, se duele de ver ago-
fantasía erótica y el fervor de su religiosidad oculta. ¡Nada como tada la'savia juvenil en dispendios banales. Y ya empobrecido
la comprensión para anegarse en ternura! el humus del e11s11et10, cae con el tronco podrido en la turbera,
El ocaso encendía entre los cerros sus fuegos transparentes. al lado de la propia hacha de su sexo.
Pronto crepitarían las brasas del crepúsculo en el ámbito de la Una gran algarabía, irrumpiendo desde las casas, corcó su
sobretarde. devaneo.
«Karanga» se incorporó. En la palma de ambas manos, jun Liberados al fin de las pannes de la camioneta, los com
co al arranque de los dedos, habíanbrotado sendas ampollas. pinches avanzaban hacia él, borrosos encrc las primeras som
Dolorido y codo, el deber le ordenó sobreponerse en la emer bras, como una tropa de espantapájaros.
gencia: Lo habían confundido con Don Rufo.
Y, bueno, Don Rufo: aremos. ¡La hilaridad cedió al asombro!
Asintió con la cabeza. Y, ágil, de repente, como espantan ¡Vos ... «Karanga» ... arando!
do una bandada de caranchos que revolotease en corno suyo, ¡Quién iba a pensar!
trazó una serie de ademanes y molinetes. Después, ató los ca ¿«Karanga» ... arando? ... ¡No puede ser!
ballos. Y en seco, con impulso loco, arremetió a latigazos la ¡Oh, «Kaianga», arando!
carca, como queriendo evadirse porla violencia del esfuerzo. ¡Sí, sí: ara! ¡Qué fenómeno!
131
¡Vos ... «Katanga» !. .. ¡Es increíble! Frente al desastre, «Forrunato» no gimió. Postergó el en
Falcaba una línea de surcos para terminar. La hizo. Y cono apresurándose a juntar las chirolas, Y recién le esperó:
allegándose a sus compañeros, rendido, sudoroso, les exhibió ¡Bruto! ¡Bruto! ¿No viste que era un templete griego? Co
las palmas, ya sanguinolentas: lumnas dóricas, de fuste estriado. Protodóricas, no dóricas. El
No aro. No aro. Me estoy fabricando unos callos. Por si Parthenon partido en dos. ¡Bruto! ¿No has ido a la escuda?
algún pesquisa idiota me obliga otra vez a mostrar las manos ... ¿Ésa es cu educación? ¿Por qué no respetas? ¡Bruto! Sos un chivo
infame. Un viejo degenerado. Anoche mismo te vi cuando ce
le fuiste al humo a la burra, en el galpón. ¿Qué tienes quemo
Eran las once. Mañana eolor de miel. Radiaba el sol entre lestarme? ¿Te he dicho algo yo? [Pobre Parchenon! ¿No ves que
zumbidos de insectos. vinculo el arre y la finanza? ¿El placer de la vista y la segun
Gordo, fofo, desparramado en un sillón de mimbre, dad del f ucuro? ¡Bruto! ¡Bruto! Yo sé lo que hablo. He sido
«Fortuna to» gozaba el tinriñeo de sus consabidas chirolas. De gerente de banco en Praga.
pronto se le ocurrió algo. Aproximó la mesa. Levantó cuatro Psiii. Ya se te rompió la cuerda ...
columniras con monedas de diez centavos. Y, encimando cui Abrumados por su anatema, asomáronsc a la galería
dadosamente piezas de veinte y de cinco sobre entablamientos «Aparicio» y «Karanga».
de escarbadientes, erigió una especie de frontis. ¡A ver: silencio! Estamos tratando asuntos serios urgió
«Viejo Amor» llegó en esa oportunidad. el primero.
¡Qué bcrrcrín con tus monedas! Dcjalas de una vez. Sos «Viejo Amor» se enfadó por la reprimenda. Y lo indujo a
como esos jugadores crnpecipados de dominó, que, a falta de volver sobre la grita de «Fortunaro», que había pasado por aleo:
Yo también tengo asuntos serios que ventilar. No soy un
adversarios, hacen arquitectura con las fichas.
chivo infame. Ni un viejo degenerado.
Ponía ahora tres monedas de cinco, como acrópcera, calza
Sí. Sí. Anoche te le fuiste al humo a la burra en el galpón.
das de canto en la cima triangular. ¿No ven? ¿Por qué me ofende? ¿Acaso Júpiter no se con
Me revienta verte así, ran apegado al dinero. Queda mal. virtió en cisne para engañar a Leda? ¿Acaso Júpiter no se con
Conduce a extremos ridículos ... Conocí en Rosario un avaro virtió en coro para raptar a Europa?
criollo que era monarquista. Figurare: [monarquista! ... Conocía Quedaron bizcos con su erudición. Prudentemente, acercán
al dedillo el nombre y la facha de infinidad de reyes. Hablaba dose al corro, «Karanga» le endilgó:
de ellos con cariño. Siendo ciudadano de una democracia, me Los hombres depravados se complacen en justificar
repugnó esa regresión política. Un élía supe la causa de su fe, literariamente sus aberraciones. Absorben de micos, leyendas,
viéndolo jugar como suelo verte a vos. ¡Era monarquista por relatos, novelas, los fragmentos propicios a sus respectivas
amor a los reyes de sus monedas de oro!. .. psicoparologías sexuales. Exaltan la identidad. Se jactan de ello.
«Fortunato» no atendía, embebido en contemplar su obra. Y el vicio aparece ran sublimado, que la normalidad circun
Se echó para atrás en el sillón. Las redondelas de grasa que opri dante resulta para los rales una afrentosa ñoñería. Conozco pe
mían su vientre, se marcaban ahora en la blandura de la nuca. derastas que exhiben su anomalía como una condecoración
Y sonreía. Sonreía. de la especie. Pero ignoraba que «Viejo Amor» tuviese tam
Pero, carajo: ¿estás sordo? le r~criminó dando un empe bién argumentos para justificar su sodomía ... [Está bueno!. ..
llón a la mesa. En verdad, la sodomía es cosa humana con genealogía divma.
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¡Vos ... «Katanga» !. .. ¡Es increíble! Frente al desastre, «Forrunato» no gimió. Postergó el en
Falcaba una línea de surcos para terminar. La hizo. Y cono apresurándose a juntar las chirolas, Y recién le esperó:
allegándose a sus compañeros, rendido, sudoroso, les exhibió ¡Bruto! ¡Bruto! ¿No viste que era un templete griego? Co
las palmas, ya sanguinolentas: lumnas dóricas, de fuste estriado. Protodóricas, no dóricas. El
No aro. No aro. Me estoy fabricando unos callos. Por si Parthenon partido en dos. ¡Bruto! ¿No has ido a la escuda?
algún pesquisa idiota me obliga otra vez a mostrar las manos ... ¿Ésa es cu educación? ¿Por qué no respetas? ¡Bruto! Sos un chivo
infame. Un viejo degenerado. Anoche mismo te vi cuando ce
le fuiste al humo a la burra, en el galpón. ¿Qué tienes quemo
Eran las once. Mañana eolor de miel. Radiaba el sol entre lestarme? ¿Te he dicho algo yo? [Pobre Parchenon! ¿No ves que
zumbidos de insectos. vinculo el arre y la finanza? ¿El placer de la vista y la segun
Gordo, fofo, desparramado en un sillón de mimbre, dad del f ucuro? ¡Bruto! ¡Bruto! Yo sé lo que hablo. He sido
«Fortuna to» gozaba el tinriñeo de sus consabidas chirolas. De gerente de banco en Praga.
pronto se le ocurrió algo. Aproximó la mesa. Levantó cuatro Psiii. Ya se te rompió la cuerda ...
columniras con monedas de diez centavos. Y, encimando cui Abrumados por su anatema, asomáronsc a la galería
dadosamente piezas de veinte y de cinco sobre entablamientos «Aparicio» y «Karanga».
de escarbadientes, erigió una especie de frontis. ¡A ver: silencio! Estamos tratando asuntos serios urgió
«Viejo Amor» llegó en esa oportunidad. el primero.
¡Qué bcrrcrín con tus monedas! Dcjalas de una vez. Sos «Viejo Amor» se enfadó por la reprimenda. Y lo indujo a
como esos jugadores crnpecipados de dominó, que, a falta de volver sobre la grita de «Fortunaro», que había pasado por aleo:
Yo también tengo asuntos serios que ventilar. No soy un
adversarios, hacen arquitectura con las fichas.
chivo infame. Ni un viejo degenerado.
Ponía ahora tres monedas de cinco, como acrópcera, calza
Sí. Sí. Anoche te le fuiste al humo a la burra en el galpón.
das de canto en la cima triangular. ¿No ven? ¿Por qué me ofende? ¿Acaso Júpiter no se con
Me revienta verte así, ran apegado al dinero. Queda mal. virtió en cisne para engañar a Leda? ¿Acaso Júpiter no se con
Conduce a extremos ridículos ... Conocí en Rosario un avaro virtió en coro para raptar a Europa?
criollo que era monarquista. Figurare: [monarquista! ... Conocía Quedaron bizcos con su erudición. Prudentemente, acercán
al dedillo el nombre y la facha de infinidad de reyes. Hablaba dose al corro, «Karanga» le endilgó:
de ellos con cariño. Siendo ciudadano de una democracia, me Los hombres depravados se complacen en justificar
repugnó esa regresión política. Un élía supe la causa de su fe, literariamente sus aberraciones. Absorben de micos, leyendas,
viéndolo jugar como suelo verte a vos. ¡Era monarquista por relatos, novelas, los fragmentos propicios a sus respectivas
amor a los reyes de sus monedas de oro!. .. psicoparologías sexuales. Exaltan la identidad. Se jactan de ello.
«Fortunato» no atendía, embebido en contemplar su obra. Y el vicio aparece ran sublimado, que la normalidad circun
Se echó para atrás en el sillón. Las redondelas de grasa que opri dante resulta para los rales una afrentosa ñoñería. Conozco pe
mían su vientre, se marcaban ahora en la blandura de la nuca. derastas que exhiben su anomalía como una condecoración
Y sonreía. Sonreía. de la especie. Pero ignoraba que «Viejo Amor» tuviese tam
Pero, carajo: ¿estás sordo? le r~criminó dando un empe bién argumentos para justificar su sodomía ... [Está bueno!. ..
llón a la mesa. En verdad, la sodomía es cosa humana con genealogía divma.
133
Zeus, que era un pillo redomado, no trepidaba en desanrro. El primero inspeccionó desenfadadarnenre a los cuatro.
pomorfizarse ... Dándose un fuerte guascazo en las botas, indagó:
¿En qué? ¿Dónde está Don Rufo? ¿Qué hacen ustedes acá? ..
¿En qué? Estaba nervioso, evidentemente. La respuesta de « V1e10
... en perder la forma propia ... A5í se convirtió en lluvia de Amor» no demoró:
oro para gozar a Danac y se disfrazó de Arnphytrion para engatu Ya viene. Ha salido a arreglar una compuerta. No puede
sar a Alcmena. Así, también, no escatimó recursos de la más baja demorar.
animalidad. Es cierto que se convirtió en cisne para ayuntarse ¡Ajah! Pero, ustedes ¿qué hacen acá?
con la mujer de Tyndaro. Cierro que se convirtió en toro para Estarnos pasando unos días de descanso.
folgar con la ninfa Europ~~ Cierto que se convirtió en águila, ¡De descanso! Ta güeno ... ¿Y de qué descansan?
serpiente, etcétera. Pero, vos, "Viejo Amor», no sos j úpicer... «Aparicio» estaba juntando inquina. Semejante interroga
justo. Por eso no me convierto. [Es júpiter quien me se· torio a boca de jarro ... Sin llenar las formalidades de ley... Iba a
duce converrido en bestia! Por eso me acoplo lisa y llanamen replicar conrundenternente cuando la figura de Rufo Pereyra
te a una yegua; áspera o tortuosamente a una cabra. ¿Qué tic desvió el interés de la respuesta. Hacia él enderezaron.
ne de particular, entonces, que me le arrime a una burrita como Mejor así tartajeó. Ese tipo con las pcloras entre parénte
la de Don Rufo, tan llena de atractivos divinos? ... sis ya me tenía seco. ¡Se necesita insolencia!
¡Sos cínico! No ce calentés por pavadas. Volvamos al cuarto. Me inte
La paradoja impensada condujo a la hilaridad. resa el caso de la Juventud Obrera de Alma fuerte ...
Medio conciliado, «Aparicio» apuntó: Los recién llegados eran nada menos que el Comisario de
¿Y si tenés un hijo morjstruo, animal? Amboy y el Juez de Paz de Pedanía La Cruz. Andaban en pos de
«Viejo Amor» dudó, palideciendo con picardía. Casi iba a un delincuente prófugo. De Rupcrto Alaniz, alias «El Yuyero»,
confesar su derrota, callando, cuando «Katanga» intervino: autor de asalto y robo a Don Bonavenrura Venruri. No oculta
¡Bah! ¿Acaso Pegaso no fue hijo de Poseidón y Medusa? ban su indignación. Cada cual a su modo: uno echando chis
Si el caballo alado que sirvió a Belerofonce para aniquilar a la pas por los ojos; otro atusándose incansablemente el bigote.
Quimera fue hijo de un dios converrido en hombre, ¿por qué Se m'escapao de las propias barbas -cornenró iracundo el
«Viejo Amor» no puede tener a mucha honra, como tanta gen Comisario. Estos perdularios ya no respetan nada. No tienen
te, un hijo animal para matar la quimera? a l'auroridá nenguna consideración. En antes ¿ricuerda? Uno
¡El padre es el animal! dab'un orden y todo el mundo boc'abajo. ¡Aura!. .. Lo que más
Bien, «Forrunaro»: ¡basca! No rénovemos el escándalo. Es me indina es l'ocasión en que lo hizo. ¡Parece cosa del diablo,
tamos en un lugar en donde la deferencia debe ser marco y guión. Don Rufo! Venía con Rupcrto a la parsita mía, revólver en mano.
Se oyeron sordos retumbos de galopes. [Cualquier día se rn'iba dir!
Pronto, detrás de las casas, ladridos de perros. Claro. Usted tira bien.
Luego un chirriar de goznes oxidados. Alguien entraba por Déjese'c lisonjas. Lo rraiba pa La Cruz, pa labrar el suma
la tranquera del patio. rio pertinente, cuando ayciro nomás, en rnedio'el camino, se paró
Apeados, aparecieron dos paisanos. Uno, enjuto, mirada una martinera de mi flor. Usted sabe cómo me gusta cazar.
biliosa, piernas curvadas. Otro, rollizo, circunspecto, bigotes Dejándome yevar por la tentación, y al mesmo tiempo pa de
gachos. • mostrarle al prevenido mi puntería, ay nomás sofrené, apunté ...
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Zeus, que era un pillo redomado, no trepidaba en desanrro. El primero inspeccionó desenfadadarnenre a los cuatro.
pomorfizarse ... Dándose un fuerte guascazo en las botas, indagó:
¿En qué? ¿Dónde está Don Rufo? ¿Qué hacen ustedes acá? ..
¿En qué? Estaba nervioso, evidentemente. La respuesta de « V1e10
... en perder la forma propia ... A5í se convirtió en lluvia de Amor» no demoró:
oro para gozar a Danac y se disfrazó de Arnphytrion para engatu Ya viene. Ha salido a arreglar una compuerta. No puede
sar a Alcmena. Así, también, no escatimó recursos de la más baja demorar.
animalidad. Es cierto que se convirtió en cisne para ayuntarse ¡Ajah! Pero, ustedes ¿qué hacen acá?
con la mujer de Tyndaro. Cierro que se convirtió en toro para Estarnos pasando unos días de descanso.
folgar con la ninfa Europ~~ Cierto que se convirtió en águila, ¡De descanso! Ta güeno ... ¿Y de qué descansan?
serpiente, etcétera. Pero, vos, "Viejo Amor», no sos j úpicer... «Aparicio» estaba juntando inquina. Semejante interroga
justo. Por eso no me convierto. [Es júpiter quien me se· torio a boca de jarro ... Sin llenar las formalidades de ley... Iba a
duce converrido en bestia! Por eso me acoplo lisa y llanamen replicar conrundenternente cuando la figura de Rufo Pereyra
te a una yegua; áspera o tortuosamente a una cabra. ¿Qué tic desvió el interés de la respuesta. Hacia él enderezaron.
ne de particular, entonces, que me le arrime a una burrita como Mejor así tartajeó. Ese tipo con las pcloras entre parénte
la de Don Rufo, tan llena de atractivos divinos? ... sis ya me tenía seco. ¡Se necesita insolencia!
¡Sos cínico! No ce calentés por pavadas. Volvamos al cuarto. Me inte
La paradoja impensada condujo a la hilaridad. resa el caso de la Juventud Obrera de Alma fuerte ...
Medio conciliado, «Aparicio» apuntó: Los recién llegados eran nada menos que el Comisario de
¿Y si tenés un hijo morjstruo, animal? Amboy y el Juez de Paz de Pedanía La Cruz. Andaban en pos de
«Viejo Amor» dudó, palideciendo con picardía. Casi iba a un delincuente prófugo. De Rupcrto Alaniz, alias «El Yuyero»,
confesar su derrota, callando, cuando «Katanga» intervino: autor de asalto y robo a Don Bonavenrura Venruri. No oculta
¡Bah! ¿Acaso Pegaso no fue hijo de Poseidón y Medusa? ban su indignación. Cada cual a su modo: uno echando chis
Si el caballo alado que sirvió a Belerofonce para aniquilar a la pas por los ojos; otro atusándose incansablemente el bigote.
Quimera fue hijo de un dios converrido en hombre, ¿por qué Se m'escapao de las propias barbas -cornenró iracundo el
«Viejo Amor» no puede tener a mucha honra, como tanta gen Comisario. Estos perdularios ya no respetan nada. No tienen
te, un hijo animal para matar la quimera? a l'auroridá nenguna consideración. En antes ¿ricuerda? Uno
¡El padre es el animal! dab'un orden y todo el mundo boc'abajo. ¡Aura!. .. Lo que más
Bien, «Forrunaro»: ¡basca! No rénovemos el escándalo. Es me indina es l'ocasión en que lo hizo. ¡Parece cosa del diablo,
tamos en un lugar en donde la deferencia debe ser marco y guión. Don Rufo! Venía con Rupcrto a la parsita mía, revólver en mano.
Se oyeron sordos retumbos de galopes. [Cualquier día se rn'iba dir!
Pronto, detrás de las casas, ladridos de perros. Claro. Usted tira bien.
Luego un chirriar de goznes oxidados. Alguien entraba por Déjese'c lisonjas. Lo rraiba pa La Cruz, pa labrar el suma
la tranquera del patio. rio pertinente, cuando ayciro nomás, en rnedio'el camino, se paró
Apeados, aparecieron dos paisanos. Uno, enjuto, mirada una martinera de mi flor. Usted sabe cómo me gusta cazar.
biliosa, piernas curvadas. Otro, rollizo, circunspecto, bigotes Dejándome yevar por la tentación, y al mesmo tiempo pa de
gachos. • mostrarle al prevenido mi puntería, ay nomás sofrené, apunté ...
135
y Virgen Santa ... ¡dése cuenta! ... ¡no me sale el tiro!. .. Enculao Está tan lindo el día que haremos picnic, allí, junto a la
apunto de nuevo, gariyo ... ¡y zas!. .. ¡tampoco mi rispond'e] acequia, bajo los manzanos. Vamos. La comida está casi lista.
arma! Taba qu'echaba juego. Entonce ... ¡pa colmo!. .. Ruperro Es qu'invirao a esros amigos ...
Alaniz, que todita la vida jué un desvergonzao, aprovechó la Varnos, dije. Sin hacer distingos. Siendo amigos suyos son
circunstancia: " amigos míos.
»-Güeno, Comisario. Aluierto que tiene un revólver fallu- El] uez de Paz sintió un poco de repulsa. Era un guaso solvente.
to. Adiosito, ¿no? Lo que se llama con soma un guaso solvente. Empaque de estupi
»Y clavó )'espuela en las verijas del tobiano. [Cualquier día dez y engreimiento. Amparado en el abolengo serrano de un ape
l'iba alcanzar yo! Usted ~be, Don Rufo, que'ando medio llido colonial, amparado en su paso por el Seminario, se creía un
jodido'el hígado y qu'el tarambana ése jué el jinete más cotizao ente superior. Marchaba desdeñosamenre. Dueño de una ignoran
en las carreras de San Bartolomé.; Asigún me'han anoriciao cia circunspecta, de esas que escudriñan desde el silencio para emi
rumbeó pa'estos pagos. Deluro que no lu'ha visto. De no ... tir de vez en cuando una frase con substancia de refrán, todo el
En efecto. paisanaje le temía. Le molestó por eso la llaneza de «Aparicio». [Tan
Ya sabe: se lo recomiendo. Si fuera una pamplina, amén. Juego para con él, a quien los políticos profesionales mimaban como
Pe~o lu'ha asonsao a talerazos al gringo Venturi y de yapa li'ha «la persona más caracterizada» de La Cruz!
qurrao la carrera. Cuando llegaron al lugar, los representantes de la autoridad
¿Con plata? quedaron turulatos, estirando el belfo. Sobre el pasriro, un
Um ... no ... sé ... bien. Con unos papeles ... valiosos asigún mantel rendido, rodeado por cuatro bancos plegadizos de lona.
opina; pues la víctima nu'ha declarao enruavía como se debe. Un conjunto brillante de vasos, platos y cubiertos de excursión.
Dirigiéndose hacia doncfe estaban los caballos, el juez de Frutas, pan, queso, botellas y conservas. La pava sobre un trí
Paz, que no había abierto la boca, inquirió: pode de alcohol sólido. Y, crepitando en el Primus, atendidos
Dígame, Don Rufo: ¿quiénes son esos sujetos? por «Forrunato» y «Viejo Amor», dos pollos olorosos de buen
Hombre: me pidieron hospitalidad por unos días. Linyeras aceite, tomates, cebollas y pimientos.
no son. Me'han pagao adelanrao. Traen de rodo. Turistas, tam Cerca, en el pequeño rcprcsarnienro de la compuerta,
poco son. Basta verles la pinta. Por lo que m'enrerao han ve «Karanga» se estaba bañando.
nido a cumplir la manda de un dijunto. Don Rufo los condujo hasta allí.
¿Manda de un dijunro? ¡Guarda! Son esrafadores. Les presento, aquí, al amigo. Es diestro en todo. [Hay que
Um ... me gustaría tantearlos sgregó el Comisario. ver cómo ara!
¡Ya'stá! Quédense'almorzar Comeremos juntos. Ya verán Salió del agua. Sacudió las manos y saludó. Su desnudez
qué bien se la rebuscan. chocaba visiblemente la pudibundez de los visiranres. Para ate
¿Cómo rebuscan? nuar la impresión, expresó:
En la comida. Ellos preparan todo. ¡Y con qué refina El baño, así, es una bendición de Dios ...
miento! ¿De Dios ... así... en cueros? La Sama Madre Iglesia ...
Comisario y Juez de Paz se miraron significativamente como Uno está en pleno connubio con la naturaleza. Aire, sol y
palpitando la corroboración a su sospecha. Gratos a Ja gaucha agua gravitan sobre el organismo infiltrándole salud, fuerza,
da de Don Rufo se encaminaron a la cocina. No había nadie. gracia. Báñense. Yo voy a demorar un poco. ¿Por qué no se
Nada. Ya prestos a asombrarse, «Aparicio» los tranquilizó: bañan? Está lindísima el agua.
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y Virgen Santa ... ¡dése cuenta! ... ¡no me sale el tiro!. .. Enculao Está tan lindo el día que haremos picnic, allí, junto a la
apunto de nuevo, gariyo ... ¡y zas!. .. ¡tampoco mi rispond'e] acequia, bajo los manzanos. Vamos. La comida está casi lista.
arma! Taba qu'echaba juego. Entonce ... ¡pa colmo!. .. Ruperro Es qu'invirao a esros amigos ...
Alaniz, que todita la vida jué un desvergonzao, aprovechó la Varnos, dije. Sin hacer distingos. Siendo amigos suyos son
circunstancia: " amigos míos.
»-Güeno, Comisario. Aluierto que tiene un revólver fallu- El] uez de Paz sintió un poco de repulsa. Era un guaso solvente.
to. Adiosito, ¿no? Lo que se llama con soma un guaso solvente. Empaque de estupi
»Y clavó )'espuela en las verijas del tobiano. [Cualquier día dez y engreimiento. Amparado en el abolengo serrano de un ape
l'iba alcanzar yo! Usted ~be, Don Rufo, que'ando medio llido colonial, amparado en su paso por el Seminario, se creía un
jodido'el hígado y qu'el tarambana ése jué el jinete más cotizao ente superior. Marchaba desdeñosamenre. Dueño de una ignoran
en las carreras de San Bartolomé.; Asigún me'han anoriciao cia circunspecta, de esas que escudriñan desde el silencio para emi
rumbeó pa'estos pagos. Deluro que no lu'ha visto. De no ... tir de vez en cuando una frase con substancia de refrán, todo el
En efecto. paisanaje le temía. Le molestó por eso la llaneza de «Aparicio». [Tan
Ya sabe: se lo recomiendo. Si fuera una pamplina, amén. Juego para con él, a quien los políticos profesionales mimaban como
Pe~o lu'ha asonsao a talerazos al gringo Venturi y de yapa li'ha «la persona más caracterizada» de La Cruz!
qurrao la carrera. Cuando llegaron al lugar, los representantes de la autoridad
¿Con plata? quedaron turulatos, estirando el belfo. Sobre el pasriro, un
Um ... no ... sé ... bien. Con unos papeles ... valiosos asigún mantel rendido, rodeado por cuatro bancos plegadizos de lona.
opina; pues la víctima nu'ha declarao enruavía como se debe. Un conjunto brillante de vasos, platos y cubiertos de excursión.
Dirigiéndose hacia doncfe estaban los caballos, el juez de Frutas, pan, queso, botellas y conservas. La pava sobre un trí
Paz, que no había abierto la boca, inquirió: pode de alcohol sólido. Y, crepitando en el Primus, atendidos
Dígame, Don Rufo: ¿quiénes son esos sujetos? por «Forrunato» y «Viejo Amor», dos pollos olorosos de buen
Hombre: me pidieron hospitalidad por unos días. Linyeras aceite, tomates, cebollas y pimientos.
no son. Me'han pagao adelanrao. Traen de rodo. Turistas, tam Cerca, en el pequeño rcprcsarnienro de la compuerta,
poco son. Basta verles la pinta. Por lo que m'enrerao han ve «Karanga» se estaba bañando.
nido a cumplir la manda de un dijunto. Don Rufo los condujo hasta allí.
¿Manda de un dijunro? ¡Guarda! Son esrafadores. Les presento, aquí, al amigo. Es diestro en todo. [Hay que
Um ... me gustaría tantearlos sgregó el Comisario. ver cómo ara!
¡Ya'stá! Quédense'almorzar Comeremos juntos. Ya verán Salió del agua. Sacudió las manos y saludó. Su desnudez
qué bien se la rebuscan. chocaba visiblemente la pudibundez de los visiranres. Para ate
¿Cómo rebuscan? nuar la impresión, expresó:
En la comida. Ellos preparan todo. ¡Y con qué refina El baño, así, es una bendición de Dios ...
miento! ¿De Dios ... así... en cueros? La Sama Madre Iglesia ...
Comisario y Juez de Paz se miraron significativamente como Uno está en pleno connubio con la naturaleza. Aire, sol y
palpitando la corroboración a su sospecha. Gratos a Ja gaucha agua gravitan sobre el organismo infiltrándole salud, fuerza,
da de Don Rufo se encaminaron a la cocina. No había nadie. gracia. Báñense. Yo voy a demorar un poco. ¿Por qué no se
Nada. Ya prestos a asombrarse, «Aparicio» los tranquilizó: bañan? Está lindísima el agua.
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No los convenció. En un aparte, el Juez y Rufo Pereyra cu mundo? ¿Para qué horadar la pulpa ya horadada de nuestro
chicheaban en torno a quién sabe qué escrúpulos. Chapaleando, esferoide sólido? Prefirió mortificarse, horadarse a sí mismo:
desde la acequia, «Karanga» reiteró la invitación al Comisario: ¡Ego: anagrama de geo! ¡El yo: mera transposición de la
Vamos. ¡Tírese! [Es un baño magnífico! tierra! ¡La carne: engarce telúrico del hombre! ¡Ego, geo!
¿Yo? ... ¡Cualquier día! ¿Acasosoy atleta? Abismándose en la propia ontología, llegó teóricamente al
La contestación lo convulsionó. Para evitar la carcajada fuego central de Descartes. ¿El corazón? Traspuso la corteza
zambulló la cabeza. La risa exploraba en borbollones y bur de la antípoda. ¿El instinto? Y ya en el vacío inmenso, engra
bujas. Se mantuvo el mayor tiempo posible. De nuevo a nivel nó en la mecánica celeste de Laplace. ¿El pensamiento? No
de luz, no se había disipadozodavía la mirada biliosa, de rabi pudo contestarse las preguntas intuidas. Sentía la impostura de
llo, y la tonada cazurrarnenre cordobesa del Comisario de los goznes falsos de la cosmología. Estaba en trance de conside
Amboy: rar el error geocéntrico y el error egocéntrico. Pero se retuvo. Geo
¿Yo?... ¡Cualquier día! ~Acaso.soy atleta? igual a ego. Y volvió desde el abismo, elásticamente, al nivel del
«Longines», «Dijunto» y «Lon Chaney» habían salido de sentido común. Nada de careos. ¿Para qué? ¿Para qué?
caza esa mañana. Llevaban dos escopetas, un pico y las provi «Lon Chancy» confiaba cazar las aves estupendas forjadas
siones para pasar el día. por su imaginación. Disparó proyectiles fuera del ti~mpo y del
No me explico cómo se puede cazar con esta herramienta espacio. Y el ensueño se deshizo en plumas de cachilas ... _Tuv?
refunfuñó, intrigado, «Dijunto». una amarga sensación de castigo. Curado de su maldad cineg~
Ya verás ... Ya verás ... rica, se complugo en juntar guijarros. En deleitarse en el capri
Se metieron por quebradas abruptas y por quebradas cho granular, escoriáceo o córneo de su masa. En ver en ellos
boscosas. Piedras calvas y sauces melenudos. Formaciones de lo que no hay. En sopesar fragmentos de wolfrang y de amianto.
pudinge, brecha y arenisca. Sombras de molles, cocos, álamos. En consolarse en la muerte sin alas de los minerales.
Laderas de esterilidad bíblica y alcores fecundos de berro y men Sólo «Dijunto» no hacía ni pensaba nada. Andaba en el
ta. Cruzaban paisajes distintos. Ora una serie de cerros áspe paisaje con familiaridad antigua. Como se debe andar en él.
ros, hostiles al pie y a la vista; ora un retazo yermo de paja Incrustado en la tierra, enhebrado en el aire. Respirando con
brava, alparacos y piquillines; ora el valle del río cuya ribera su mismo pulmón cósmico. Siendo una piedra más, una plan
imprime en la página del cauce el clisé de la arboleda. ta más. ¡Nunca un hombre! Porque el hombre siempre cons
Iban contentos, pero callados. El ojo avizor y el oído aler pira contra la integridad de la naturaleza.
ta. La mica fulgía doquiera entre lajas y peñascos. Las perdi Enseñadme, pues, cómo se caza con el pico.
ces aparecían y se escabullían. El pico y la escopeta ... No em Hubo de réplica un dúo de mofas:
plearon ni uno ni otra. ¿Para qué? El pico sirve para cazar orarios.
Saliendo de las casas, «Longines» tuvo intención de reali El pico sirve para cazar orarios. .
zar varios careos. Sabía que la geología cordobesa es rica en Si es para eso, allá él. ¡Bastante he lidiado con palos y pi
tungstenos, vanadio, plomo, etcétera. Que las venas afloran, cos! El pico es el ancla que el hombre desesperado arroja a la
invitando a la desidia de sus pobladores a recoger esa riqueza, tierra. Lo afirma en ella. Mas, ni bien pasa la zozobra, el ancla
apenas con un poquito más de esfuerzo que el necesario para se convierte en garfio. Tengo la entraña rota a picotazos.
recoger la piola de un balde sumergido. Pero él mismo cedió a Bien merecido. Tal le sucede a todos los que cavan el inte
la indiferencia. ¿Para qué mortificar la piel ya mortificada del rés y el lucro. Tal le sucedió a los que se aventuraron a la
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No los convenció. En un aparte, el Juez y Rufo Pereyra cu mundo? ¿Para qué horadar la pulpa ya horadada de nuestro
chicheaban en torno a quién sabe qué escrúpulos. Chapaleando, esferoide sólido? Prefirió mortificarse, horadarse a sí mismo:
desde la acequia, «Karanga» reiteró la invitación al Comisario: ¡Ego: anagrama de geo! ¡El yo: mera transposición de la
Vamos. ¡Tírese! [Es un baño magnífico! tierra! ¡La carne: engarce telúrico del hombre! ¡Ego, geo!
¿Yo? ... ¡Cualquier día! ¿Acasosoy atleta? Abismándose en la propia ontología, llegó teóricamente al
La contestación lo convulsionó. Para evitar la carcajada fuego central de Descartes. ¿El corazón? Traspuso la corteza
zambulló la cabeza. La risa exploraba en borbollones y bur de la antípoda. ¿El instinto? Y ya en el vacío inmenso, engra
bujas. Se mantuvo el mayor tiempo posible. De nuevo a nivel nó en la mecánica celeste de Laplace. ¿El pensamiento? No
de luz, no se había disipadozodavía la mirada biliosa, de rabi pudo contestarse las preguntas intuidas. Sentía la impostura de
llo, y la tonada cazurrarnenre cordobesa del Comisario de los goznes falsos de la cosmología. Estaba en trance de conside
Amboy: rar el error geocéntrico y el error egocéntrico. Pero se retuvo. Geo
¿Yo?... ¡Cualquier día! ~Acaso.soy atleta? igual a ego. Y volvió desde el abismo, elásticamente, al nivel del
«Longines», «Dijunto» y «Lon Chaney» habían salido de sentido común. Nada de careos. ¿Para qué? ¿Para qué?
caza esa mañana. Llevaban dos escopetas, un pico y las provi «Lon Chancy» confiaba cazar las aves estupendas forjadas
siones para pasar el día. por su imaginación. Disparó proyectiles fuera del ti~mpo y del
No me explico cómo se puede cazar con esta herramienta espacio. Y el ensueño se deshizo en plumas de cachilas ... _Tuv?
refunfuñó, intrigado, «Dijunto». una amarga sensación de castigo. Curado de su maldad cineg~
Ya verás ... Ya verás ... rica, se complugo en juntar guijarros. En deleitarse en el capri
Se metieron por quebradas abruptas y por quebradas cho granular, escoriáceo o córneo de su masa. En ver en ellos
boscosas. Piedras calvas y sauces melenudos. Formaciones de lo que no hay. En sopesar fragmentos de wolfrang y de amianto.
pudinge, brecha y arenisca. Sombras de molles, cocos, álamos. En consolarse en la muerte sin alas de los minerales.
Laderas de esterilidad bíblica y alcores fecundos de berro y men Sólo «Dijunto» no hacía ni pensaba nada. Andaba en el
ta. Cruzaban paisajes distintos. Ora una serie de cerros áspe paisaje con familiaridad antigua. Como se debe andar en él.
ros, hostiles al pie y a la vista; ora un retazo yermo de paja Incrustado en la tierra, enhebrado en el aire. Respirando con
brava, alparacos y piquillines; ora el valle del río cuya ribera su mismo pulmón cósmico. Siendo una piedra más, una plan
imprime en la página del cauce el clisé de la arboleda. ta más. ¡Nunca un hombre! Porque el hombre siempre cons
Iban contentos, pero callados. El ojo avizor y el oído aler pira contra la integridad de la naturaleza.
ta. La mica fulgía doquiera entre lajas y peñascos. Las perdi Enseñadme, pues, cómo se caza con el pico.
ces aparecían y se escabullían. El pico y la escopeta ... No em Hubo de réplica un dúo de mofas:
plearon ni uno ni otra. ¿Para qué? El pico sirve para cazar orarios.
Saliendo de las casas, «Longines» tuvo intención de reali El pico sirve para cazar orarios. .
zar varios careos. Sabía que la geología cordobesa es rica en Si es para eso, allá él. ¡Bastante he lidiado con palos y pi
tungstenos, vanadio, plomo, etcétera. Que las venas afloran, cos! El pico es el ancla que el hombre desesperado arroja a la
invitando a la desidia de sus pobladores a recoger esa riqueza, tierra. Lo afirma en ella. Mas, ni bien pasa la zozobra, el ancla
apenas con un poquito más de esfuerzo que el necesario para se convierte en garfio. Tengo la entraña rota a picotazos.
recoger la piola de un balde sumergido. Pero él mismo cedió a Bien merecido. Tal le sucede a todos los que cavan el inte
la indiferencia. ¿Para qué mortificar la piel ya mortificada del rés y el lucro. Tal le sucedió a los que se aventuraron a la
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Atlánt.ida y la Lemur~a. A los que vinieron a buscar Eldorado Calma, sotreta, calma. Me gustas porque eres igual que
Y la .Ciudad de los Cesares. ¡El ancla del pico se convirtió en tu amo. Él se espanta y tú te espantas. Pero, no hay por qué ...
garfio! Cabal, «Dijunto». Al contrario. Ya verás.
Bien merecido. Las aves del paraíso, las oropéndolas las Sacando del morral de provisiones varios terrones de azú
garzas suntuosas, son como el pájaro azul de Maeterlinck al cual car, los arrimó a su hocico:
on cherche par tous places et ... demeure dans la propre maison ... ¿No te decía? ¿Somos o no somos amigos?
Cab~I, «~o~ Chaney». ¿Para qué el pico? ¿Para qué la El caballo vibró en un estremecimiento voluptuoso. Pare
escopeta. ~o un~co que vale es superar el orgullo del bienes cía un escarceo de gratitud.
tar por la virtualidad de la inteligencia. Por ella se trasciende Mientras eso acontecía, el rostro del dueño se alisó. Respi
~~ hom?re ani~al .qu~ e~ergió de la tierra tiene un límit~ raba una dulzura inefable. Los hombres de campo miden
f110 ~e vida: eq~1s.milenios; pues la duración de las especies en certeramente la bondad del prójimo por la efusión de su amor
las epocas geológicas ha sido siempre limitada. De tal suerte a las bestias. Siempre hay grandes porcentajes de reserva, de
el seguro de vida que cobrará el recuerdo del hombre será l~ incógnita, en el amor más puro de dos seres humanos. Mas,
memoria _de su inteligencia. Nada más. ¿Para qué la fortuna? en el cariño animal, la entrega se verifica plena, sin regateos.
¿Para que el amor? ¿Para qué? El paisano trazó un movimiento cordial de abrazo para reco
¡Cabal, «Longines»! ger un manojo de menea. El ademán no ciñó solamence la hier
¡Cabal, «Longines»! ba. Mezclado a su perfume ceñía también a «Dijunro».
Comieron serenamente la merienda. Al salir del agua, la amistad los jumó a la vera del tobiano.
Y serenamente, se recostaron a dormir la siesta. Retozaron con su retozo. Pero, enseguida, al sacar nuevamen
.#
te azúcar, sobrevino una pausa trágica. Pausa de sollozo inmi
nente. Demudado, venciéndose, rogó en voz baja:
Cu~n?o despertaron, advirtieron con angustia que la tarde ¿No podría ... darme un poquito a mí?
se había 1d~ florando e:i !ªcorriente. No quedaba más que el Claro. Tenga. Tenga.
~ond? ~el c1el.o en la pagina del río. La escampa graciosa que Van pa tres días que no como ...
unpnrrua la ribera no era más que un borrón de verdes pro ¿Tres días? Tenga. Tome codo.
fundos, oxidados de sombras. He'stao preso. Me'han golpeao a mansalva. ¡Véia! No me
Vámonos, rápido. Es fácil desorientarse en la obscuridad. alcanzaron ni un pedazo de pan. [Hiju'e puras!
Antes de a.ndar dos cuadras, en un recodo del cauce, un hom Dcspués explicará. ¡Coma! ¡Coma!
bre con las, piernas. desnud~s y los ~razos arremangados, jun Vertidas las provisiones sobre el mandil, «Dij unto» se apartó
taba Y hacia manojos de hierba. Al verlos, se inmovilizó. Las con sus compañeros. El espectáculo del hombre famélico con
escopetas lo asustaban notoriamente. Su faz hosca se llenó de mueve y entristece. Lo conocía por experiencia. Los linyeras
arrugas y de alarma. hambreados que llegaron a su chacra le habían pintado detrás
No se asuste, amigo. No hay por qué ... de la frente, de sien a sien, un friso de facies horribles. Lo veía
¡Ah! Es que yo créiba ... en ese instante. [Ninguna mueca tan patética como la que gri
. El_ tobiano, que !?asaba a la orilla, se encabritó, nervioso. ta la necesidad! Grito mudo, helado, que rnuequea la enorme
Sujetándolo por la rienda suelta, «Dijunro» le palmeó el pes y diminuta agonía de la célula. Agonía múltiple en una sola
cuezo, mimándolo: • desesperación.
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Atlánt.ida y la Lemur~a. A los que vinieron a buscar Eldorado Calma, sotreta, calma. Me gustas porque eres igual que
Y la .Ciudad de los Cesares. ¡El ancla del pico se convirtió en tu amo. Él se espanta y tú te espantas. Pero, no hay por qué ...
garfio! Cabal, «Dijunto». Al contrario. Ya verás.
Bien merecido. Las aves del paraíso, las oropéndolas las Sacando del morral de provisiones varios terrones de azú
garzas suntuosas, son como el pájaro azul de Maeterlinck al cual car, los arrimó a su hocico:
on cherche par tous places et ... demeure dans la propre maison ... ¿No te decía? ¿Somos o no somos amigos?
Cab~I, «~o~ Chaney». ¿Para qué el pico? ¿Para qué la El caballo vibró en un estremecimiento voluptuoso. Pare
escopeta. ~o un~co que vale es superar el orgullo del bienes cía un escarceo de gratitud.
tar por la virtualidad de la inteligencia. Por ella se trasciende Mientras eso acontecía, el rostro del dueño se alisó. Respi
~~ hom?re ani~al .qu~ e~ergió de la tierra tiene un límit~ raba una dulzura inefable. Los hombres de campo miden
f110 ~e vida: eq~1s.milenios; pues la duración de las especies en certeramente la bondad del prójimo por la efusión de su amor
las epocas geológicas ha sido siempre limitada. De tal suerte a las bestias. Siempre hay grandes porcentajes de reserva, de
el seguro de vida que cobrará el recuerdo del hombre será l~ incógnita, en el amor más puro de dos seres humanos. Mas,
memoria _de su inteligencia. Nada más. ¿Para qué la fortuna? en el cariño animal, la entrega se verifica plena, sin regateos.
¿Para que el amor? ¿Para qué? El paisano trazó un movimiento cordial de abrazo para reco
¡Cabal, «Longines»! ger un manojo de menea. El ademán no ciñó solamence la hier
¡Cabal, «Longines»! ba. Mezclado a su perfume ceñía también a «Dijunro».
Comieron serenamente la merienda. Al salir del agua, la amistad los jumó a la vera del tobiano.
Y serenamente, se recostaron a dormir la siesta. Retozaron con su retozo. Pero, enseguida, al sacar nuevamen
.#
te azúcar, sobrevino una pausa trágica. Pausa de sollozo inmi
nente. Demudado, venciéndose, rogó en voz baja:
Cu~n?o despertaron, advirtieron con angustia que la tarde ¿No podría ... darme un poquito a mí?
se había 1d~ florando e:i !ªcorriente. No quedaba más que el Claro. Tenga. Tenga.
~ond? ~el c1el.o en la pagina del río. La escampa graciosa que Van pa tres días que no como ...
unpnrrua la ribera no era más que un borrón de verdes pro ¿Tres días? Tenga. Tome codo.
fundos, oxidados de sombras. He'stao preso. Me'han golpeao a mansalva. ¡Véia! No me
Vámonos, rápido. Es fácil desorientarse en la obscuridad. alcanzaron ni un pedazo de pan. [Hiju'e puras!
Antes de a.ndar dos cuadras, en un recodo del cauce, un hom Dcspués explicará. ¡Coma! ¡Coma!
bre con las, piernas. desnud~s y los ~razos arremangados, jun Vertidas las provisiones sobre el mandil, «Dij unto» se apartó
taba Y hacia manojos de hierba. Al verlos, se inmovilizó. Las con sus compañeros. El espectáculo del hombre famélico con
escopetas lo asustaban notoriamente. Su faz hosca se llenó de mueve y entristece. Lo conocía por experiencia. Los linyeras
arrugas y de alarma. hambreados que llegaron a su chacra le habían pintado detrás
No se asuste, amigo. No hay por qué ... de la frente, de sien a sien, un friso de facies horribles. Lo veía
¡Ah! Es que yo créiba ... en ese instante. [Ninguna mueca tan patética como la que gri
. El_ tobiano, que !?asaba a la orilla, se encabritó, nervioso. ta la necesidad! Grito mudo, helado, que rnuequea la enorme
Sujetándolo por la rienda suelta, «Dijunro» le palmeó el pes y diminuta agonía de la célula. Agonía múltiple en una sola
cuezo, mimándolo: • desesperación.
141
Nutrido con fiambres y pan, reconfortado con frutas y vino -La justicia es una excelsa supercheríasentenció «Longines».
el paisano se allegó. ' -La justicia es tan arbitraria como las modas. Comparto esta
Por lo visto se le fue el julepe ... opinión de Voltaire. Por lo demás agregó «Lon Chaney» uste
Es que yo créiba ... Me deben andar persiguiendo. Pa des conocerán la anécdota de Roca y Bismarck. ¿No? Dícese que
pialarrne, ¿sabe? Ayer me le juyí al Comisario de Amboy cuan Bismarck era un hombre que amaba la justicia. Anarole France,
do me tráiba pal Juzgado. en La Vie Littéraire lo afirma, agregando, para caracterizar su
Sería por algo, don ... vocación, que comía y bebía tanto como un destacamento de
... por algo-don ... y árnica. bomberos ... Lo cierto que su senectud, por ser hombre justo, es
El chiste lo animó. Tenía.Jos ojos apicarados y la respuesta tuvo torturada por el dolor de todos los crímenes que promovie
lista: • ra. Bismarck preguntó cierta ocasión al General Roca, si en la
Esu es. Por algodón y árnica. Por darle una paliza a Argentina llena de grandeza que acababa de pintarle, había esa
Bonavenrura Venturi, un gringo mas yeno de taimería que el cosa que llaman justicia. El «zorro viejo», brillándole toda la as
mismito Mandinga. Era socio mío y de un gayego que'hará tucia en los ojos vidriosos, contestó de inmediato:
cosa di un mes se jué pal Brasil, donde, asigún me dijo, ya'sruvo ¡Y cómo le va! Nuestra Constitución del cincuenta y tres
d'enfermero. Los tres puchereábarrios con la venra'e yuyos. lo establece desde el preámbulo hasta el [inal, vale desde la
Dende'nronce el negocio se vino abajo. Era el más esrruido. pu ... nta de la picana hasta el cul.¿ ató11 de la carreta. ¿Qué
Sabía una fortuna en preparar la carqueja, la raíz de poyo, la se ha creído?
malva, el ricarica, el ropasaire, la peperina, el té'e los nueve Convencido de la sinceridad de la respuesta, el Canciller de
yuyos. ¡Gayego lindo! Daba gusto oírlo alabanciar la virtú de Hierro no insistió. Y tuvo la gentileza de creer que éste es un país
la ncncia, la ipecacuana o lasbarba'e piedra. Llevábamos una civilizado, con justicia y todo ... [Menos mal que han muerto
jardinera que pichinchamos a la viuda de Serafín, el pollero los protagonistas de la anécdota! Su caso, amigo, amasado con
y recorríamos el país vendiendo yuyos de aquí y trayendo yuyos hambre y vejamen, los pondría en aprietos. El desencanto del
de'orras provincias. Encajábamos los del norte al sur y los del uno sólo podría medirse con el papelón del otro ... Yo, que us
este al poniente. ted, buscaría algún espiritista. Y haría transmitir lo que le pasa
Ponían en cajas equivocadas, ¿para qué? al formidable Canciller de Prusia. ¡Tendría tal estilo que, desde
No: encajar significa vender. el bier hallen principal del infierno, le mandaría a Roca el ulti
Esu es. Vendíamos los del norte al sur y a la vice inversa. mátum de un sándwich cargado de mostaza y nain! nainl!
Pero el negocio cagó juego. El gringo Venruri, más afecto al El fondo rojo del crepúsculo se volvió cárdeno. Lejanos
tintío que al laburo, se abrió. Y quiso quedarse con todo en el stratus lo rayaron de estrías verdinegras.
reparto. Veinte veces le pedí los certificados de los cabayos que Obscuro ya, empezaron a parpadear las estrellas y los rucos.
me tocaron y veinte veces se m'hizo el loco. Hace rres días topé El contorno se hizo dintorno. Hubo un conciliábulo per
con él. Lo hablé mansito, por las güenas, Se me rerovó, entuavía. plejo:
¡Y ai nomás lo serví! ¿Qu'iba 'hacer? Debe tener el costillar Ahora sí que estamos fritos.
molido y el mate comu'espumadera. Le saqué los papeles. Pero No se abaraten. ¿Pa'nde van?
la polecía me detuvo, me fajó sin lástima, y esos mesmos pape A lo de Rufo Pereyra.
le~ asigún el Comisario son el cuerpo del deliro. ¡Figurensé! ¡A lo de Don Rufo! ¡Véian la coincidencia! Yo esperaba la
Risulta que yo mesmo m'he jodido por hacerme justicia ... nochecita pa'enderezar a su casa. Es el hombre más entero y
141
Nutrido con fiambres y pan, reconfortado con frutas y vino -La justicia es una excelsa supercheríasentenció «Longines».
el paisano se allegó. ' -La justicia es tan arbitraria como las modas. Comparto esta
Por lo visto se le fue el julepe ... opinión de Voltaire. Por lo demás agregó «Lon Chaney» uste
Es que yo créiba ... Me deben andar persiguiendo. Pa des conocerán la anécdota de Roca y Bismarck. ¿No? Dícese que
pialarrne, ¿sabe? Ayer me le juyí al Comisario de Amboy cuan Bismarck era un hombre que amaba la justicia. Anarole France,
do me tráiba pal Juzgado. en La Vie Littéraire lo afirma, agregando, para caracterizar su
Sería por algo, don ... vocación, que comía y bebía tanto como un destacamento de
... por algo-don ... y árnica. bomberos ... Lo cierto que su senectud, por ser hombre justo, es
El chiste lo animó. Tenía.Jos ojos apicarados y la respuesta tuvo torturada por el dolor de todos los crímenes que promovie
lista: • ra. Bismarck preguntó cierta ocasión al General Roca, si en la
Esu es. Por algodón y árnica. Por darle una paliza a Argentina llena de grandeza que acababa de pintarle, había esa
Bonavenrura Venturi, un gringo mas yeno de taimería que el cosa que llaman justicia. El «zorro viejo», brillándole toda la as
mismito Mandinga. Era socio mío y de un gayego que'hará tucia en los ojos vidriosos, contestó de inmediato:
cosa di un mes se jué pal Brasil, donde, asigún me dijo, ya'sruvo ¡Y cómo le va! Nuestra Constitución del cincuenta y tres
d'enfermero. Los tres puchereábarrios con la venra'e yuyos. lo establece desde el preámbulo hasta el [inal, vale desde la
Dende'nronce el negocio se vino abajo. Era el más esrruido. pu ... nta de la picana hasta el cul.¿ ató11 de la carreta. ¿Qué
Sabía una fortuna en preparar la carqueja, la raíz de poyo, la se ha creído?
malva, el ricarica, el ropasaire, la peperina, el té'e los nueve Convencido de la sinceridad de la respuesta, el Canciller de
yuyos. ¡Gayego lindo! Daba gusto oírlo alabanciar la virtú de Hierro no insistió. Y tuvo la gentileza de creer que éste es un país
la ncncia, la ipecacuana o lasbarba'e piedra. Llevábamos una civilizado, con justicia y todo ... [Menos mal que han muerto
jardinera que pichinchamos a la viuda de Serafín, el pollero los protagonistas de la anécdota! Su caso, amigo, amasado con
y recorríamos el país vendiendo yuyos de aquí y trayendo yuyos hambre y vejamen, los pondría en aprietos. El desencanto del
de'orras provincias. Encajábamos los del norte al sur y los del uno sólo podría medirse con el papelón del otro ... Yo, que us
este al poniente. ted, buscaría algún espiritista. Y haría transmitir lo que le pasa
Ponían en cajas equivocadas, ¿para qué? al formidable Canciller de Prusia. ¡Tendría tal estilo que, desde
No: encajar significa vender. el bier hallen principal del infierno, le mandaría a Roca el ulti
Esu es. Vendíamos los del norte al sur y a la vice inversa. mátum de un sándwich cargado de mostaza y nain! nainl!
Pero el negocio cagó juego. El gringo Venruri, más afecto al El fondo rojo del crepúsculo se volvió cárdeno. Lejanos
tintío que al laburo, se abrió. Y quiso quedarse con todo en el stratus lo rayaron de estrías verdinegras.
reparto. Veinte veces le pedí los certificados de los cabayos que Obscuro ya, empezaron a parpadear las estrellas y los rucos.
me tocaron y veinte veces se m'hizo el loco. Hace rres días topé El contorno se hizo dintorno. Hubo un conciliábulo per
con él. Lo hablé mansito, por las güenas, Se me rerovó, entuavía. plejo:
¡Y ai nomás lo serví! ¿Qu'iba 'hacer? Debe tener el costillar Ahora sí que estamos fritos.
molido y el mate comu'espumadera. Le saqué los papeles. Pero No se abaraten. ¿Pa'nde van?
la polecía me detuvo, me fajó sin lástima, y esos mesmos pape A lo de Rufo Pereyra.
le~ asigún el Comisario son el cuerpo del deliro. ¡Figurensé! ¡A lo de Don Rufo! ¡Véian la coincidencia! Yo esperaba la
Risulta que yo mesmo m'he jodido por hacerme justicia ... nochecita pa'enderezar a su casa. Es el hombre más entero y
..
142 ------------------ 143
Prefiero al aniyo ... se precipita en el mar, allí, en Río de Janeiro, conocí al Doctor
En serio, amigo. Me interesan sobremanera los yuyos de Monteiro da Silva, un verdadero sabio en terapéutica vegetal.
amor . Por él supe la excelencia del «Chá Porangaba», de acción tó
y el amor en los yuyos. nica sobre el corazón; la bondad del « Carrapicho de Carneiro»,
No encordiés, «Fortunato», Va)'a diciendo lo que tiene como poderoso diurético; las tonificantes «Raspas de fuá», para
de uno y otro. vivificar el bulbo capilar, y el mérito de la «Catinga de Bode»
Pal amor en los yuyos, usted se busca la mina. Yo no soy una planta con «olor a chivo», sin alusión para nadie ... cuya
minero ... En cuanto a yuyos pal amor yevo en l'alforja lamen virtud aromática y sudorífica corta influenza, gripes y resfríos.
tada «cola'e quirquincho». Usté hace una decocción y verá la Era curiosa su pasión y su fe en la « Yerna», la «Rasura de Ipé
vitalidá que le proporciona. tf,s una maraviya! Preto», la «Cogonha de Bugre», la «Raíz de Caixeta» ...
¿Una maravilla? Cá, holnbrc, La bebí una vez ... y nada. ¿Raíz de qué?
Bebe dos tés de «baila bien» ~bufarás como un cojudo. (No de lo que pensás) ... el ungüento de «Sapucainha», la
Bueno, a ver: póngase de acuerdo. ¿«Cola de quirquin «Pepira em Pá», las «Fo/has de Maracuyá», el «Sacco-sacco» y
cho» o «baila bien»? Yo necesito un brebaje bueno, de reco
mil plantas más. Partidario ferviente de la terapéutica empírica,
nocida eficacia; porque me sucede lo que a aquel paisano mío
defendía al brujo de la tribu y al curandero del sertáo. A ellos,
que se lamentaba lleno de encono:
decía, debe la ciencia muchos de sus triunfos oficiales. En París,
-Gia non se me para piu: se me ne'hinchal
yo mismo he visto gozando la gloria de la estatua a dos presun
El desenfado de la charla no le produjo a «Katanga» tanta
tos «descubridores» de la quinina ... ¡cuando el tratamiento de
hilaridad como la interior que le causó la pronunciación es
merada de decocción. El esfuerzo de aislar la palabra entre dos las fiebres palúdicas, por la acción de las cáscaras de quina, era
hiatos breves, para destacar lafuerza de la doble ce, le eviden de uso común entre los incas! El brujo y el curandero fueron y
ciaba que Rupcrto tenía algunos conocimientos en la técnica son pioners de la medicina. Obligados a valerse solos, emplea
de preparar la flora medicinal. Y quería demostrarlos. Porque ron su malicia en hurtar los secretos de la naturaleza. ¿Qué otra
el distingo entre infusión y decocción, bien sencillo por cierto, cosa hicieron Hipócrates y Paracelso? La experiencia obstinada
es sumamente importante. La una se verifica con agua hirvien trajo el hallazgo de medicamentos que, de otro modo, quizás,
do. La otra, con agua fría en paulatino cocimiento. Aquélla estarían aún en el misterio. Desde entonces, nunca blasfemo
versa sobre yemas, brotes, hojas, flores. Ésta, sobre raíces, cás contra el brujo o el curandero. Columbro en el pasado cuánto
caras, semillas, aserrines. Amigo como era de las curas natura bálsamo, cuánto alivio, cuánta curación aportaron merced a su
les, de los métodos frugívoros, de la trofología moderna, que amor a las planeas. Y rindo al dolor solitario, rudo, áspero, que
preconiza que el alimento sea la propla medicina, «Karanga» apaciguaron, la reverencia que se rinde, por catarsis, a las fuer
vertió sobre el yuyero un copioso caudal de simpatía: zas rectoras que escarmentaron a dioses y titanes. Soy un con
No sabe, amigo, cuánto me complace encontrar gente que vencido de que el dolor es el gran condimento del mundo. Casi
entiende de yuyos. indispensable. Por eso ¿por qué perseguir a quienes manejan las
Tanro cornu'eso, no. Un socio gayego que se jué pal Bra esencias con delicadeza de intención y sabiduría? ¿Por qué acu
sil, ¡ése sí que pescaba! ¡Nu'he visto tipo más ducho p'allanar sar a los que sazonan la vida, dejando la pizca necesaria a los
padecimientos! felices, o atenuando el exceso de los que no saben cocinar su
Cuando estuve en Brasil, casualmente, allá donde la selva destino? Esté seguro, amigo: yo jamás denunciaría a un yuyero
de tamo dominar se viene impetuosa desde tierra adentro y casi por ejercicio ilegal de la medicina.
144 145
Prefiero al aniyo ... se precipita en el mar, allí, en Río de Janeiro, conocí al Doctor
En serio, amigo. Me interesan sobremanera los yuyos de Monteiro da Silva, un verdadero sabio en terapéutica vegetal.
amor . Por él supe la excelencia del «Chá Porangaba», de acción tó
y el amor en los yuyos. nica sobre el corazón; la bondad del « Carrapicho de Carneiro»,
No encordiés, «Fortunato», Va)'a diciendo lo que tiene como poderoso diurético; las tonificantes «Raspas de fuá», para
de uno y otro. vivificar el bulbo capilar, y el mérito de la «Catinga de Bode»
Pal amor en los yuyos, usted se busca la mina. Yo no soy una planta con «olor a chivo», sin alusión para nadie ... cuya
minero ... En cuanto a yuyos pal amor yevo en l'alforja lamen virtud aromática y sudorífica corta influenza, gripes y resfríos.
tada «cola'e quirquincho». Usté hace una decocción y verá la Era curiosa su pasión y su fe en la « Yerna», la «Rasura de Ipé
vitalidá que le proporciona. tf,s una maraviya! Preto», la «Cogonha de Bugre», la «Raíz de Caixeta» ...
¿Una maravilla? Cá, holnbrc, La bebí una vez ... y nada. ¿Raíz de qué?
Bebe dos tés de «baila bien» ~bufarás como un cojudo. (No de lo que pensás) ... el ungüento de «Sapucainha», la
Bueno, a ver: póngase de acuerdo. ¿«Cola de quirquin «Pepira em Pá», las «Fo/has de Maracuyá», el «Sacco-sacco» y
cho» o «baila bien»? Yo necesito un brebaje bueno, de reco
mil plantas más. Partidario ferviente de la terapéutica empírica,
nocida eficacia; porque me sucede lo que a aquel paisano mío
defendía al brujo de la tribu y al curandero del sertáo. A ellos,
que se lamentaba lleno de encono:
decía, debe la ciencia muchos de sus triunfos oficiales. En París,
-Gia non se me para piu: se me ne'hinchal
yo mismo he visto gozando la gloria de la estatua a dos presun
El desenfado de la charla no le produjo a «Katanga» tanta
tos «descubridores» de la quinina ... ¡cuando el tratamiento de
hilaridad como la interior que le causó la pronunciación es
merada de decocción. El esfuerzo de aislar la palabra entre dos las fiebres palúdicas, por la acción de las cáscaras de quina, era
hiatos breves, para destacar lafuerza de la doble ce, le eviden de uso común entre los incas! El brujo y el curandero fueron y
ciaba que Rupcrto tenía algunos conocimientos en la técnica son pioners de la medicina. Obligados a valerse solos, emplea
de preparar la flora medicinal. Y quería demostrarlos. Porque ron su malicia en hurtar los secretos de la naturaleza. ¿Qué otra
el distingo entre infusión y decocción, bien sencillo por cierto, cosa hicieron Hipócrates y Paracelso? La experiencia obstinada
es sumamente importante. La una se verifica con agua hirvien trajo el hallazgo de medicamentos que, de otro modo, quizás,
do. La otra, con agua fría en paulatino cocimiento. Aquélla estarían aún en el misterio. Desde entonces, nunca blasfemo
versa sobre yemas, brotes, hojas, flores. Ésta, sobre raíces, cás contra el brujo o el curandero. Columbro en el pasado cuánto
caras, semillas, aserrines. Amigo como era de las curas natura bálsamo, cuánto alivio, cuánta curación aportaron merced a su
les, de los métodos frugívoros, de la trofología moderna, que amor a las planeas. Y rindo al dolor solitario, rudo, áspero, que
preconiza que el alimento sea la propla medicina, «Karanga» apaciguaron, la reverencia que se rinde, por catarsis, a las fuer
vertió sobre el yuyero un copioso caudal de simpatía: zas rectoras que escarmentaron a dioses y titanes. Soy un con
No sabe, amigo, cuánto me complace encontrar gente que vencido de que el dolor es el gran condimento del mundo. Casi
entiende de yuyos. indispensable. Por eso ¿por qué perseguir a quienes manejan las
Tanro cornu'eso, no. Un socio gayego que se jué pal Bra esencias con delicadeza de intención y sabiduría? ¿Por qué acu
sil, ¡ése sí que pescaba! ¡Nu'he visto tipo más ducho p'allanar sar a los que sazonan la vida, dejando la pizca necesaria a los
padecimientos! felices, o atenuando el exceso de los que no saben cocinar su
Cuando estuve en Brasil, casualmente, allá donde la selva destino? Esté seguro, amigo: yo jamás denunciaría a un yuyero
de tamo dominar se viene impetuosa desde tierra adentro y casi por ejercicio ilegal de la medicina.
146 147
Usté ... claro. Porqu'es léido y güeno. Y nos aprecea. Pero organismo del enfermo. Su savia es sangre; su esencia es alma.
agarre viaje con nosotros y va 'saber cómo se palenquea 'los hu ¡Toda semilla de verdad fructifica en saludables evidencias! No
mildes. Nu'hay médico o farmachista que no nos denuncée. ceje. El mineral, por lo contrario, es muerte pesada y opaca.
Sin ir más lejos, estando en Sumampa pa'l última gira, pasó La farmacopea sintética, química, es puro rótulo. Fabricada
raspando que un sargento bagual no nos achurase. Risulra en. Envasada por. Una fórmula y una firma. ¡Todo inteligi
qui'un tape santiagueño tenía la mujer mesmo a la tumba. La ble! ... Dios sí, digamos Dios ha dado al hombre dos bocas:
cuñada le'había tráido una bebida'e la botica. Nosotros la codo alimento debe entrar o salir por allí. ¡La inyección es la
revisamos y, es natural, le dimos otro rimedio. Dicen que daba intrusa! La farmacopea sintética es un baluarte que ataca des
gracia ver la furia del fulano cuando a la semana se le presentó de la recámara del infierno. Créame: la jeringa es un arma tan
la propia enferma a la botiea: mortífera como la ametralladora ...
-Aquí le degüeivo la bebida que llevó Regina. Pa lo que sir- Ruperto apenas vislumbró el sentido de lo dicho. Pero certi
ve ... Me curao con «sombra e toro»: ¡Maver los tres ochenta! ficó su acierto con rotundos:
Festejaron la panacea de.la «sombra de toro» con estrepi ¡Claro! ¡Esu'es!
tosas carcajadas. Todos, menos Don Rufo. Su atuendo triste La noche era un portento de diafanidad azul. La «inmi
apenas concedió al jolgorio el esbozo de una sonrisa. Parco para nente luna», que era un resplandor entre los árboles, floreció
adentro más que para afuera, odiaba la hilaridad porque re en el ramaje. Y fue una magnolia más.
nueva con su ventolina la atmósfera interior. Y él estaba có Todos en el patio ya, la charla se diluyó en cuchicheos, en
modo en ella, acurrucado en la lobreguez propicia, soportan
claquear de articulaciones y bostezos. Urgido por el llanto de
do adrede las mayores presiones del renunciamiento.
su hijito, Don Rufo entró a su pieza. Fue en esa coyuntura,
Viéndole tan ensimismado, «Karanga» lo instó a la alegría
como obedeciendo a una consigna tácita, cuando se conglo
por vía indirecta: '
meraron alrededor de Ruperro Alaniz.
A ver, Ruperto: usted que hace cantos milagros: ¿por qué
Bien, amigo: no sea sonso: ¡huya!
no prepara un brebaje para levantarle el ánimo al amigo Don
¿Pa qué? Aquí es un refugio seguro. Cuando me agcncce
Rufo? Eso sí: nada de «baila bien» ni de «sombra de toro» ...
unos riales.
Los dos paisanos se miraron de manera comprensiva y dul
Tendrá codos los reales que quiera.
ce. Y los dos menearon la cabeza negativamente:
¡Cualquiera se lo solivea! A Rufo no lo curan yuyos sino Nosorros le daremos lo que necesite.
palabras. Es como un pingo agusanao. Naide lo curará con ¡Despacio! Yo nu'alrniro limosnas.
unturas ni con teses. Sino con palabras, con palabras: ¿no es No es limosna. Es solidaridad.
cierto? ¿Cómo dijo? ¿Hay de eso, enruavía? ...
Por ... ai ... van las güeyas. «Longincs» tenía listo un fajo de billetes. Insistió:
No era prudente insistir. Su desazón, más intuida que cap Tome. No sea sonso: ¡huya!
tada, prohibía el tránsito de cualquier intento jocundo. Decli Es que me ofiende esca libertad de lástima ...
nó, también apenado. Y para disimular, ya levantándose, tomó ¡Pero amigo! inrercedió «Karanga». Usted se cree que
del brazo al yuyero: somos capaces de semejante porquería. Tenemos una sensibi
Aunque lo sometan a los peores castigos, no ceje en pro lidad que se crispa conrra rodas las férulas y repudia cualquier
pagar las virtudes de la flora medicinal. El vegetal lleva vida al autoridad. Nada más. ¡Acepte!
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Usté ... claro. Porqu'es léido y güeno. Y nos aprecea. Pero organismo del enfermo. Su savia es sangre; su esencia es alma.
agarre viaje con nosotros y va 'saber cómo se palenquea 'los hu ¡Toda semilla de verdad fructifica en saludables evidencias! No
mildes. Nu'hay médico o farmachista que no nos denuncée. ceje. El mineral, por lo contrario, es muerte pesada y opaca.
Sin ir más lejos, estando en Sumampa pa'l última gira, pasó La farmacopea sintética, química, es puro rótulo. Fabricada
raspando que un sargento bagual no nos achurase. Risulra en. Envasada por. Una fórmula y una firma. ¡Todo inteligi
qui'un tape santiagueño tenía la mujer mesmo a la tumba. La ble! ... Dios sí, digamos Dios ha dado al hombre dos bocas:
cuñada le'había tráido una bebida'e la botica. Nosotros la codo alimento debe entrar o salir por allí. ¡La inyección es la
revisamos y, es natural, le dimos otro rimedio. Dicen que daba intrusa! La farmacopea sintética es un baluarte que ataca des
gracia ver la furia del fulano cuando a la semana se le presentó de la recámara del infierno. Créame: la jeringa es un arma tan
la propia enferma a la botiea: mortífera como la ametralladora ...
-Aquí le degüeivo la bebida que llevó Regina. Pa lo que sir- Ruperto apenas vislumbró el sentido de lo dicho. Pero certi
ve ... Me curao con «sombra e toro»: ¡Maver los tres ochenta! ficó su acierto con rotundos:
Festejaron la panacea de.la «sombra de toro» con estrepi ¡Claro! ¡Esu'es!
tosas carcajadas. Todos, menos Don Rufo. Su atuendo triste La noche era un portento de diafanidad azul. La «inmi
apenas concedió al jolgorio el esbozo de una sonrisa. Parco para nente luna», que era un resplandor entre los árboles, floreció
adentro más que para afuera, odiaba la hilaridad porque re en el ramaje. Y fue una magnolia más.
nueva con su ventolina la atmósfera interior. Y él estaba có Todos en el patio ya, la charla se diluyó en cuchicheos, en
modo en ella, acurrucado en la lobreguez propicia, soportan
claquear de articulaciones y bostezos. Urgido por el llanto de
do adrede las mayores presiones del renunciamiento.
su hijito, Don Rufo entró a su pieza. Fue en esa coyuntura,
Viéndole tan ensimismado, «Karanga» lo instó a la alegría
como obedeciendo a una consigna tácita, cuando se conglo
por vía indirecta: '
meraron alrededor de Ruperro Alaniz.
A ver, Ruperto: usted que hace cantos milagros: ¿por qué
Bien, amigo: no sea sonso: ¡huya!
no prepara un brebaje para levantarle el ánimo al amigo Don
¿Pa qué? Aquí es un refugio seguro. Cuando me agcncce
Rufo? Eso sí: nada de «baila bien» ni de «sombra de toro» ...
unos riales.
Los dos paisanos se miraron de manera comprensiva y dul
Tendrá codos los reales que quiera.
ce. Y los dos menearon la cabeza negativamente:
¡Cualquiera se lo solivea! A Rufo no lo curan yuyos sino Nosorros le daremos lo que necesite.
palabras. Es como un pingo agusanao. Naide lo curará con ¡Despacio! Yo nu'alrniro limosnas.
unturas ni con teses. Sino con palabras, con palabras: ¿no es No es limosna. Es solidaridad.
cierto? ¿Cómo dijo? ¿Hay de eso, enruavía? ...
Por ... ai ... van las güeyas. «Longincs» tenía listo un fajo de billetes. Insistió:
No era prudente insistir. Su desazón, más intuida que cap Tome. No sea sonso: ¡huya!
tada, prohibía el tránsito de cualquier intento jocundo. Decli Es que me ofiende esca libertad de lástima ...
nó, también apenado. Y para disimular, ya levantándose, tomó ¡Pero amigo! inrercedió «Karanga». Usted se cree que
del brazo al yuyero: somos capaces de semejante porquería. Tenemos una sensibi
Aunque lo sometan a los peores castigos, no ceje en pro lidad que se crispa conrra rodas las férulas y repudia cualquier
pagar las virtudes de la flora medicinal. El vegetal lleva vida al autoridad. Nada más. ¡Acepte!
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No se decidía aún. Entonces, «Viejo Amor» intervino con imbuidos del concepto de primacía, que trepados a la intendencia
una artimaña para convencerlo: de una ciudad o de un pueblucho cualquiera, su primera deci
Dérne el dinero, «Longines». Bien. Ahora, oiga usted: ne sión consiste en comprar automóvil para ostentar la chapa nú
cesito diez kilos de «cola de quirquincho», el yuyo ese para el mero uno? A lo largo del trayecto a Almafuerte, a caballo los
amor, que usted recomienda. No regateo precios. Tome: pago tres, no hubo margen para conversar. Habían hablado, quizás
adelantado. Cuando tenga listo el producto, se lo manda a Don por exceso, en la mateada que siguió al almuerzo bajo los árbo
Rufo, de cualquier parre de donde esté. Él me lo hará llegar. les. Y el camino desenvolvió su film de panorama a la manera
Agarró el fajo. Lo metió sin verlo en el bolsillo de la blusa de las cincas antiguas, no como un trauel talk.
corralera. Y apenas tartajeó: El uruguayo se había hecho argentino, en una nacionaliza
¡Diez kilos! ¡Qué barbaridad! ¡Cómo andará el pobre! ción instantánea de conveniencia. Ganzúa típica. Estrategia
Dieron las buenas noches. habitual. Así logró adentrarse en el favor de «sus compatrio
Ya en el galpón, rendido e¡i su apero, Ruperto tuvo curio tas»; pues los chuncanos, oyendo hablar de orientales se
sidad. Prendió un fósforo. [Era un montón de plata! Contó persignan con pavura. Los aflige el recuerdo de los pocos uru
febrilmente: guayos que anduvieron o se afincaron en las sierras. Ninguno
¡Trescientos pesos! ¡La gran puta! ¡Aura mesmo rajo! decente. Ninguno que no fuese marrullero. Ninguno que no
Abrumado de azoramientos y sigilos, respirando a la sor
hubiere consumado tropelías arremetiendo enfáticamente con
dina, se vistió de nuevo. Ensilló el robiano. Y dejando las dos
tra la humildad sumisa, aunque rencorosa, de sus habitantes.
bolsas en testimonio de gratitud, se perdió como una idea en
El Juez de Paz, tardo y romo de penetración, ya estaba di
el cerebro de la noche.
suadido. Tamo él como sus compañeros no eran estafadores.
Había visro los dos mil pesos de la manda del finado, sueltos,
Desde el almuerzo, «Aparicio» y el Comisario de Amboy desplegados. No se trataba de un taco de papeles de diarios,
se entendieron. Simpatizaba la astucia común no obstante las con un billete legitimando el canto y la apariencia de los do
ocultas disparidades. Cada cual buey sin horqueta cruzó los bleces. No. Estaba bien disuadido. El Comisario, así nomás ...
alambrados del otro. Y pastaban a sus anchas en la confianza También había visco los billeres sueltos desplegados; pero quería
mutua. tenerlos en su poder ... para examinarlos. Y mordiéndose el bi
El único que recató su campechanía fue el Juez de Paz de gote con los dientes inferiores, calculó al trorecito y planeó al
La Cruz. Blindado en su empaque de guaso solvente, otorgar paso el modo más hipócrita de quedarse con ellos.
la hubiera significado disminuirse. ¡Y él no se disminuía ante Faltaba solamente combinar la estratagema.
nadie, ni admitía que nadie lo pordclanreasel A mirad de la marcha, dentro de un cañadón tapizado de
«Aparicio» caló inmediatamente esa característica. En su vida tréboles y «lenguas de sapo», se apearon. Fingieron que iban a
de trashumancia y aventura había topado con muchos indivi hacer cierras necesidades, mientras «Aparicio» abrevaba las ca
duos similares, que «no se achican por nada, que están por en balgaduras. Viéndoles volver olfateó algo sucio: el pretexto,
cima de todos». ¡Pura parada! Carecen de títulos propios y se no lo otro. El pretexto impregnaba sus semblantes con la su
los forjan a medida. Embaucan, es verdad, a mucha gente. Pero ciedad peor de la ficción. Desde ese instante la confianza mu
quienes cotizan esas aurovaloraciones en la bolsa del camouflage, tua se convirtió en campo de abrojos. Y el camino, una ruta
se ríen de lo lindo. ¿Quién no conoce a esos pobres diablos, erizada de inquisiciones y recelos.
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No se decidía aún. Entonces, «Viejo Amor» intervino con imbuidos del concepto de primacía, que trepados a la intendencia
una artimaña para convencerlo: de una ciudad o de un pueblucho cualquiera, su primera deci
Dérne el dinero, «Longines». Bien. Ahora, oiga usted: ne sión consiste en comprar automóvil para ostentar la chapa nú
cesito diez kilos de «cola de quirquincho», el yuyo ese para el mero uno? A lo largo del trayecto a Almafuerte, a caballo los
amor, que usted recomienda. No regateo precios. Tome: pago tres, no hubo margen para conversar. Habían hablado, quizás
adelantado. Cuando tenga listo el producto, se lo manda a Don por exceso, en la mateada que siguió al almuerzo bajo los árbo
Rufo, de cualquier parre de donde esté. Él me lo hará llegar. les. Y el camino desenvolvió su film de panorama a la manera
Agarró el fajo. Lo metió sin verlo en el bolsillo de la blusa de las cincas antiguas, no como un trauel talk.
corralera. Y apenas tartajeó: El uruguayo se había hecho argentino, en una nacionaliza
¡Diez kilos! ¡Qué barbaridad! ¡Cómo andará el pobre! ción instantánea de conveniencia. Ganzúa típica. Estrategia
Dieron las buenas noches. habitual. Así logró adentrarse en el favor de «sus compatrio
Ya en el galpón, rendido e¡i su apero, Ruperto tuvo curio tas»; pues los chuncanos, oyendo hablar de orientales se
sidad. Prendió un fósforo. [Era un montón de plata! Contó persignan con pavura. Los aflige el recuerdo de los pocos uru
febrilmente: guayos que anduvieron o se afincaron en las sierras. Ninguno
¡Trescientos pesos! ¡La gran puta! ¡Aura mesmo rajo! decente. Ninguno que no fuese marrullero. Ninguno que no
Abrumado de azoramientos y sigilos, respirando a la sor
hubiere consumado tropelías arremetiendo enfáticamente con
dina, se vistió de nuevo. Ensilló el robiano. Y dejando las dos
tra la humildad sumisa, aunque rencorosa, de sus habitantes.
bolsas en testimonio de gratitud, se perdió como una idea en
El Juez de Paz, tardo y romo de penetración, ya estaba di
el cerebro de la noche.
suadido. Tamo él como sus compañeros no eran estafadores.
Había visro los dos mil pesos de la manda del finado, sueltos,
Desde el almuerzo, «Aparicio» y el Comisario de Amboy desplegados. No se trataba de un taco de papeles de diarios,
se entendieron. Simpatizaba la astucia común no obstante las con un billete legitimando el canto y la apariencia de los do
ocultas disparidades. Cada cual buey sin horqueta cruzó los bleces. No. Estaba bien disuadido. El Comisario, así nomás ...
alambrados del otro. Y pastaban a sus anchas en la confianza También había visco los billeres sueltos desplegados; pero quería
mutua. tenerlos en su poder ... para examinarlos. Y mordiéndose el bi
El único que recató su campechanía fue el Juez de Paz de gote con los dientes inferiores, calculó al trorecito y planeó al
La Cruz. Blindado en su empaque de guaso solvente, otorgar paso el modo más hipócrita de quedarse con ellos.
la hubiera significado disminuirse. ¡Y él no se disminuía ante Faltaba solamente combinar la estratagema.
nadie, ni admitía que nadie lo pordclanreasel A mirad de la marcha, dentro de un cañadón tapizado de
«Aparicio» caló inmediatamente esa característica. En su vida tréboles y «lenguas de sapo», se apearon. Fingieron que iban a
de trashumancia y aventura había topado con muchos indivi hacer cierras necesidades, mientras «Aparicio» abrevaba las ca
duos similares, que «no se achican por nada, que están por en balgaduras. Viéndoles volver olfateó algo sucio: el pretexto,
cima de todos». ¡Pura parada! Carecen de títulos propios y se no lo otro. El pretexto impregnaba sus semblantes con la su
los forjan a medida. Embaucan, es verdad, a mucha gente. Pero ciedad peor de la ficción. Desde ese instante la confianza mu
quienes cotizan esas aurovaloraciones en la bolsa del camouflage, tua se convirtió en campo de abrojos. Y el camino, una ruta
se ríen de lo lindo. ¿Quién no conoce a esos pobres diablos, erizada de inquisiciones y recelos.
151
«Apancio» celebró inrimarnente ese vuelco. Favorccia sus Ambos le clavaron la vista. Parecían reconvenirle a que no
• ·"" planes. Porque en sus planes estaba «comprar» la autoridad viniese con macanas. Que fuera sabiendo que no iba a engañarlos
para la realización impune de ciertos trabajos secretos. así nomás ...
«Katanga», esa mañana, se lo había aconsejado: Galoparon un buen trecho.
La manera más correcta de joder u la autoridad es simu- Llegando a «LA l·LOR DE DAMASCO», ALMACÉN, CO
lando que ella nos jode. Hay que pasar p01 pavo, siempre. U11 RREO y TIENDA DI:. NASSIN FLORES, los detuvo el trapecio
cuento del tío ficticio -uale decir auténtico, entregando dine- de luz de la lámpara de carburo.
ro efectivo en vez de recortes- adjudica a quien lo hace una Bajaron. l labía muchos parroquianos, no se sabe si chupando
sinceridad tan grande, una inecenaa tan descomunal, que la o comprando yerba o bramante. El negocio era un revoltijo de
credencial de sonso que se obtiene lo habilita para efectuar mercaderías. En el mismo mostrador se despachaba azúcar, co
después, subrepticiamente, las más delicadas [echorias ... cino, grapa y saciné ... De entrada, el Comisario ordenó:
Pasaban jumo a lo de Gurr!t:rsindoPáez. Un rancho encla Sirva eres ginebras con barrito.
vado en el declive de una loma. Un corral empinado de pircas. Dos nomás. Yo como caña.
Media hectárea de maíz. Y un algarrobo aburrido de ver canea Tres ginebras con barrito. ¡Yo pido y pago!
miseria. Usced puede tragar la porquería que quiera replicó
Se allegaron. Ladridos de perros acobardados de garra «Aparicio» un poco arnoscado, Pero yo tomo lo que me agrada.
patas. Saludos de una mujer desgreñada, con dos chicos Aja h. Ta güeno ...
mugriencos tironeando la pollera: En esos momentos, el sirio vertía en dos vasos unas gotas
Cücnas cardes, compagrc. Tanto tiempo sin verlo. Cuán de fcrnet. El amargo caía turbia y lentamente a través de la
to gusto nos da. Ma'ver usre~s: ¿no conocen al pagrino? ginebra, disolviendo sus espesos néctares igual que un chorrito
¿Quc'hacís vos? Pedile la bendrción, puej. de lodo. El uruguayo comprobó la plancha. Y para borrar la
Desde atrás de su grupa, una vocesilla fosca, articuló: altanería de su enojo, se apresuró a rectificar:
La bendición, pagrino. ¡Sabe que está lindo! Al fernet llamarlo ... Déme a mí tam
Y cayó solemne la respuesta del Juez de Paz: bién una ginebra con barrito.
Dios te haga un sanco, muchacho. Pero ya el Comisario de Amboy no podía con su tirria. Zam
¿Y, qui'hacen que no desmontan? Gumersindo srá al cáir. bulló el líquido de un golpe de codo. Y enérgicamente interrogó:
No, Romualda. Andamos en dcligcncias. Y se nos viene Ma'ver: ¿quién de ustedes ha óido mentar por estos pagos,
la noche encima. dende veinte años a la redonda, un tal Domicilo Sayavedra?
Pero, compagre, no séia así. La pregunta cayó en el vacío.
No accedieron. Todo se redujo a averiguar a «Aparicio» el Entonces, girando los talones y pegándose un talerazo en
nombre del finado y a reproducir la pregunta: la boca, le increpó:
Dígame: por estos pagos no'han óido mentar alguna vez ¿Ha visco? Sayavedra ...
a un tal Domirilo Sayavedra. Y farfulló por lo bajo:
Sayavedra ... Ese apcído nu'es di'aquí, Ya te vi'a dar cuentos, a vos.
Montados de nuevo, «Aparicio» notó que secreteaba al Juez
A mí tampoco me suena ...
¡Ni a mí! de Paz, con el pie ya en el escribo. Y que, enhorquetado, ésce
sonreía con una sonrisa oronda, cachonda y redonda. Sintió
151
«Apancio» celebró inrimarnente ese vuelco. Favorccia sus Ambos le clavaron la vista. Parecían reconvenirle a que no
• ·"" planes. Porque en sus planes estaba «comprar» la autoridad viniese con macanas. Que fuera sabiendo que no iba a engañarlos
para la realización impune de ciertos trabajos secretos. así nomás ...
«Katanga», esa mañana, se lo había aconsejado: Galoparon un buen trecho.
La manera más correcta de joder u la autoridad es simu- Llegando a «LA l·LOR DE DAMASCO», ALMACÉN, CO
lando que ella nos jode. Hay que pasar p01 pavo, siempre. U11 RREO y TIENDA DI:. NASSIN FLORES, los detuvo el trapecio
cuento del tío ficticio -uale decir auténtico, entregando dine- de luz de la lámpara de carburo.
ro efectivo en vez de recortes- adjudica a quien lo hace una Bajaron. l labía muchos parroquianos, no se sabe si chupando
sinceridad tan grande, una inecenaa tan descomunal, que la o comprando yerba o bramante. El negocio era un revoltijo de
credencial de sonso que se obtiene lo habilita para efectuar mercaderías. En el mismo mostrador se despachaba azúcar, co
después, subrepticiamente, las más delicadas [echorias ... cino, grapa y saciné ... De entrada, el Comisario ordenó:
Pasaban jumo a lo de Gurr!t:rsindoPáez. Un rancho encla Sirva eres ginebras con barrito.
vado en el declive de una loma. Un corral empinado de pircas. Dos nomás. Yo como caña.
Media hectárea de maíz. Y un algarrobo aburrido de ver canea Tres ginebras con barrito. ¡Yo pido y pago!
miseria. Usced puede tragar la porquería que quiera replicó
Se allegaron. Ladridos de perros acobardados de garra «Aparicio» un poco arnoscado, Pero yo tomo lo que me agrada.
patas. Saludos de una mujer desgreñada, con dos chicos Aja h. Ta güeno ...
mugriencos tironeando la pollera: En esos momentos, el sirio vertía en dos vasos unas gotas
Cücnas cardes, compagrc. Tanto tiempo sin verlo. Cuán de fcrnet. El amargo caía turbia y lentamente a través de la
to gusto nos da. Ma'ver usre~s: ¿no conocen al pagrino? ginebra, disolviendo sus espesos néctares igual que un chorrito
¿Quc'hacís vos? Pedile la bendrción, puej. de lodo. El uruguayo comprobó la plancha. Y para borrar la
Desde atrás de su grupa, una vocesilla fosca, articuló: altanería de su enojo, se apresuró a rectificar:
La bendición, pagrino. ¡Sabe que está lindo! Al fernet llamarlo ... Déme a mí tam
Y cayó solemne la respuesta del Juez de Paz: bién una ginebra con barrito.
Dios te haga un sanco, muchacho. Pero ya el Comisario de Amboy no podía con su tirria. Zam
¿Y, qui'hacen que no desmontan? Gumersindo srá al cáir. bulló el líquido de un golpe de codo. Y enérgicamente interrogó:
No, Romualda. Andamos en dcligcncias. Y se nos viene Ma'ver: ¿quién de ustedes ha óido mentar por estos pagos,
la noche encima. dende veinte años a la redonda, un tal Domicilo Sayavedra?
Pero, compagre, no séia así. La pregunta cayó en el vacío.
No accedieron. Todo se redujo a averiguar a «Aparicio» el Entonces, girando los talones y pegándose un talerazo en
nombre del finado y a reproducir la pregunta: la boca, le increpó:
Dígame: por estos pagos no'han óido mentar alguna vez ¿Ha visco? Sayavedra ...
a un tal Domirilo Sayavedra. Y farfulló por lo bajo:
Sayavedra ... Ese apcído nu'es di'aquí, Ya te vi'a dar cuentos, a vos.
Montados de nuevo, «Aparicio» notó que secreteaba al Juez
A mí tampoco me suena ...
¡Ni a mí! de Paz, con el pie ya en el escribo. Y que, enhorquetado, ésce
sonreía con una sonrisa oronda, cachonda y redonda. Sintió
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l ;',
un poco la humillación. Le dolía contenerse. Pero se contuvo. plicaban sus sensaciones. Un poco a retaguardia el Comisario
Y recién cuando reiniciaron la marcha, lo ametralló en seco: y el Juez, torvos, venían madurando la connivencia. Habían
No se me escabulla. Dígame: ¿de qué se sonríe ... así... tan ... extirpado roda aparcería. Y él el amigo eventual durante la
sobradoramente? tarde marchaba ahora como marchan los reyes y los delin
Hombre ... A decir la verdad ... De ... ¡la Romualda! Sí: de cuentes: con escolta.
la Romualda.
Inconscientemente, su fastidio chascó la lengua entre los dien
¡De'ande yerba, puro palo!
tes. Fue el chirrido del hierro al rojo que se hunde en la tina de
Sí. Se lo juro ... De la Romualda. Fue cocinera mía, ¿sabe? agua. Y volvió a la realidad. Pero el pensamiento estaba lanza
Era madre de cuatro hijos or~janos, de diversos padres, cuan do. ¿Qué hacer? ¿Desmoralizarse? No. Lo condujo amablemente
do un día se me presentó G\,lmersindo:
por el andarivel que despuntaba en su mente:
-Permiso, patrón. He risuelto casarme con la Romualda,
¿no? Comu ella... • - ¡Qué hallazgo! Los reyes y los delincuentes, entre las mu-
chas cualidades idénticasque poseen, coinciden más que nada
-¿Con la Romualda?¿Has pensado bien? ¡Es curioso! ¿No
ves que tiene una punta de hijos, ya? por la escolta que los acompaña ... La sutilidad del protoco-
-Sí, patrón. Por eso mesmo. ¡Es tan güena palos partos lo, sin embargo, tergiversa la acepción de las cosas. Y a la
que no u'ha haber gastos! manera de una academia supletoria hace lo posible para dig-
Se le había escabullido. nificar a la monarquía. Así llama «guardia de honor» a la
El relato por inverosímil que fuese le resultó en la ocasión colección de esbirros que tutelan la integridad de majestades
como una patada en el sacro. Lo soliviantó en la montura obli y altezas ... Una lógica similar obligaría a designar con el
gándolo a galopar. La cara apjerada de grima. El puño endure nombre de «comitiva» a los pocos deseables policianos que
cido en el rebenque. Por contraste, y para mayor irrisión, la bri custodian al delincuente ... Pero no hay tal, pues la lógica
sa desflecaba en su nariz la falsa hilaridad de los acompañantes. también se adapta al paladar de sus numerosos consumido-
Sabía ya con los bueyes que araba. Y se tornó taciturno: res...
-Es triste pasar por gilastro. Pero no hay otro remedio. La Una tosecilla irónica continuó la reticencia. No era para
plata no llegará a la Juventud Obrera de Almafuerte. Me la menos. Cuando se cree conquistada una etapa de conciencia
decomisarán por su olor afinado... La husmean... El yuyero, en la justicia, dentro la cual no puede desnaturalizarse lo ca
que escapó a su custodia, ya está en el olvido. Ni se acuerdan bal de los conceptos con argucias acomodaticias, repugna todo
ya de él... Vaya en pago de su salvación. Pero me da una pena eufemismo y causa grima roda magnificación capciosa.
pasar por gilastro cuando podría chasquear/os en forma. Pa- Debieron sorprenderle alguna mueca de sarcasmo, prove
ciencia. Resignarse. Hacerse más sonso, todavía. Es una gran niente de esa curiosa constatación. Debieron sorprenderle la
verdad: la manera más correcta de joder a la autoridad es si- risita que decoró su rostro. Debieron intuir algo alusivo en su
mular que ella lo jode a uno. befa, pues la lonja de un talero le serpenteó la espalda y un
La evocación del yuyero fue perjudicial a su aplomo. Lle golpe de puño le doblegó la nuca.
vado por la imaginación algo exaltada, «Aparicio» fue rodando ¿Qué mierda te pensás?
por declives de fatalidad hasta ocupar su puesto. Hasta per ¡No vas a reírte de nosotros, no!
suadirse que él suplía al delincuente. Hasta convencerse que Y la lonja del talero y el puño del Juez de Paz se ensañaron
estaba irremisiblemente perdido. La noche y el silencio coro en una paliza bamboleante a diestra y siniestra.
153
l ;',
un poco la humillación. Le dolía contenerse. Pero se contuvo. plicaban sus sensaciones. Un poco a retaguardia el Comisario
Y recién cuando reiniciaron la marcha, lo ametralló en seco: y el Juez, torvos, venían madurando la connivencia. Habían
No se me escabulla. Dígame: ¿de qué se sonríe ... así... tan ... extirpado roda aparcería. Y él el amigo eventual durante la
sobradoramente? tarde marchaba ahora como marchan los reyes y los delin
Hombre ... A decir la verdad ... De ... ¡la Romualda! Sí: de cuentes: con escolta.
la Romualda.
Inconscientemente, su fastidio chascó la lengua entre los dien
¡De'ande yerba, puro palo!
tes. Fue el chirrido del hierro al rojo que se hunde en la tina de
Sí. Se lo juro ... De la Romualda. Fue cocinera mía, ¿sabe? agua. Y volvió a la realidad. Pero el pensamiento estaba lanza
Era madre de cuatro hijos or~janos, de diversos padres, cuan do. ¿Qué hacer? ¿Desmoralizarse? No. Lo condujo amablemente
do un día se me presentó G\,lmersindo:
por el andarivel que despuntaba en su mente:
-Permiso, patrón. He risuelto casarme con la Romualda,
¿no? Comu ella... • - ¡Qué hallazgo! Los reyes y los delincuentes, entre las mu-
chas cualidades idénticasque poseen, coinciden más que nada
-¿Con la Romualda?¿Has pensado bien? ¡Es curioso! ¿No
ves que tiene una punta de hijos, ya? por la escolta que los acompaña ... La sutilidad del protoco-
-Sí, patrón. Por eso mesmo. ¡Es tan güena palos partos lo, sin embargo, tergiversa la acepción de las cosas. Y a la
que no u'ha haber gastos! manera de una academia supletoria hace lo posible para dig-
Se le había escabullido. nificar a la monarquía. Así llama «guardia de honor» a la
El relato por inverosímil que fuese le resultó en la ocasión colección de esbirros que tutelan la integridad de majestades
como una patada en el sacro. Lo soliviantó en la montura obli y altezas ... Una lógica similar obligaría a designar con el
gándolo a galopar. La cara apjerada de grima. El puño endure nombre de «comitiva» a los pocos deseables policianos que
cido en el rebenque. Por contraste, y para mayor irrisión, la bri custodian al delincuente ... Pero no hay tal, pues la lógica
sa desflecaba en su nariz la falsa hilaridad de los acompañantes. también se adapta al paladar de sus numerosos consumido-
Sabía ya con los bueyes que araba. Y se tornó taciturno: res...
-Es triste pasar por gilastro. Pero no hay otro remedio. La Una tosecilla irónica continuó la reticencia. No era para
plata no llegará a la Juventud Obrera de Almafuerte. Me la menos. Cuando se cree conquistada una etapa de conciencia
decomisarán por su olor afinado... La husmean... El yuyero, en la justicia, dentro la cual no puede desnaturalizarse lo ca
que escapó a su custodia, ya está en el olvido. Ni se acuerdan bal de los conceptos con argucias acomodaticias, repugna todo
ya de él... Vaya en pago de su salvación. Pero me da una pena eufemismo y causa grima roda magnificación capciosa.
pasar por gilastro cuando podría chasquear/os en forma. Pa- Debieron sorprenderle alguna mueca de sarcasmo, prove
ciencia. Resignarse. Hacerse más sonso, todavía. Es una gran niente de esa curiosa constatación. Debieron sorprenderle la
verdad: la manera más correcta de joder a la autoridad es si- risita que decoró su rostro. Debieron intuir algo alusivo en su
mular que ella lo jode a uno. befa, pues la lonja de un talero le serpenteó la espalda y un
La evocación del yuyero fue perjudicial a su aplomo. Lle golpe de puño le doblegó la nuca.
vado por la imaginación algo exaltada, «Aparicio» fue rodando ¿Qué mierda te pensás?
por declives de fatalidad hasta ocupar su puesto. Hasta per ¡No vas a reírte de nosotros, no!
suadirse que él suplía al delincuente. Hasta convencerse que Y la lonja del talero y el puño del Juez de Paz se ensañaron
estaba irremisiblemente perdido. La noche y el silencio coro en una paliza bamboleante a diestra y siniestra.
155
Estupefacto, lleno de magulladuras y comezón, «Aparicio» derecho se atribuyen una potestad que no tienen, estafan a to
no supo a qué atinar. Atajó con el rebenque los golpes que pudo. dos adelantando un juicio que no les pertenece ... Las ideas, como
Y con unas cuantas puteadas la persistencia del atropello. fuerza viral, no se preocupan ni pueden preocuparse de la cosquilla
¡No hay derecho, carajo! ¡No deben aprovecharse así, co morbosa de nadie ... Cumplen su misión impersonalmente. Por
bardes! ¡Soy un hombre pacífico y sit~ fuerzas! ¿Por qué esta eso resulta irrisorio este vejamen ... Cuando la razón exaspera es
infamia, carajo? ¡Voy a telegrafiar al gobierno! porque hay una buena razón ... Y sobre codo, la impo~ibilidad de
El Juez de Paz estaba cambiado. Su expresión se había vuel desvirtuarla. Bien, me quedo con el agravio ... Pero mirad el con
co simpática. Tras el deleite del castigo, la excitación le dotó senso público. Sobre la lealtad de cada pensamiento flamea mi
una atmósfera jocunda. Respisaba con alegría. Abolida la pre verdad ... Sobre la efusión de cada sentir, la solidaridad con mi
sunta autoridad, su cara radiaba de fulgor ufano. Con frui deber... Lo demás, importa poco ... Que siga la paliza ... Que siga
ción sadista. Con la beatitud dominica de los inquisidores ante la bulla de los ineptos ... Que siga el regodeo del egoísmo satisfe
los herejes quemados. Sus ojos ya no delataban doblez. Brilla cho ... Yo, como siempre, venga lo que viniere ... Con mi concien
ban sin falsa nota en la armonía del contenro. cia lista a la equidad y mi rostro abierto a la candidez de todos los
¡No hay derecho, carajo! ¡Es candidez de bruto y brutali brutos y a la brutalidad de todos los cándidos que suponen que
dad de cándido suponer que la verdad pueda ser aniquilada a la verdad se aniquila a sopapos y talerazos ...
sopapos y calerazos! ¡Cualquier día! ¡Ya verán, carajo! El Juez y el Comisario, satisfechos del «escarmiento» pro
Dueño de sí, con simplicidad directa, con frialdad revela pinado, colaron su perorata con desdeñosa indiferencia. No
dora de saña, el Comisario le asestó en el cuello un formidable había palabras gruesas que raparan el oído. El martilleo de las
guascazo. frases no les molestaba. Y siguieron como si tal cosa.
¡Tomá: rascare! Y seguí clrajeando, vas a ver. Se veían ya las luces de Almafuerre.
No insultó más. Le picaba el oprobio. Un escozor psíquico «Aparicio» iba laxo como el lazo. Como una prenda más
más que epidérmico lo sumió en un sollozo que era más bien de la montura. Sin ánimo. El atoramiento del escarnio y la ve
rezongo. En un rezongo que se convirtió después en entrecor hemencia de la declamación lo habían extenuado. ¡Y acaba
tado gemido de protesta. Le picaba el oprobio, no la contun ba de rendirlo el fracaso! Esa monserga, escrita en Paysandú
dencia del desmán. tras la cmpavonadura de un ojo por un político oficial, le había
Belicoso por temperamento, esa pasividad no podía durar. valido allí dos banquetes de desagravio. Ahora, aquí, nada. Ni
Recordó de repente sus correrías en las guerras civiles del Uru explicaciones, siquiera. La ridiculez de haberla repetido con
guay. ¿Qué era una rnarruza más sobre un lomo templado a ligeras variantes le hizo experimentar tanta vergüenza que sólo
machetazos? ¿Qué eran unas cuantas cachetadas en su cara abo tuvo el consuelo de ocultarla en el rebozo de la noche.
llada de matón? Un viento de rebeldía soplaba en su espíritu. No habían recorrido siete cuadras, cuando entraron a un
Salía en ráfagas calientes por sus ojos y su boca. Pero no accionaba callejón de álamos. La sombra compacta del follaje sólo deja
los puños con los antiguos ímpetus. Era ahora la rebeldía caduca ba pasar por el resquicio de los troncos algunas franjas de luna.
del luchador juvenil trocado en viejo marrullero. Y gruñó: Era el punto prefijado.
Es candidez de bruto y brutalidad de cándido suponer que Un breve galopito separó al Comisario llevándolo hasta su
la verdad pueda ser aniquilada a sopapos y talerazos ... Las ideas, jetar por las riendas el caballo de «Aparicio». Ni bien se juntó
cuando las dicta la conciencia del deber; no admiren otra sanción el Juez, en tono brusco le espetó:
que la de la colectividad ... De cal manera, quienes sin ningún Maver: pasá la piara.
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Estupefacto, lleno de magulladuras y comezón, «Aparicio» derecho se atribuyen una potestad que no tienen, estafan a to
no supo a qué atinar. Atajó con el rebenque los golpes que pudo. dos adelantando un juicio que no les pertenece ... Las ideas, como
Y con unas cuantas puteadas la persistencia del atropello. fuerza viral, no se preocupan ni pueden preocuparse de la cosquilla
¡No hay derecho, carajo! ¡No deben aprovecharse así, co morbosa de nadie ... Cumplen su misión impersonalmente. Por
bardes! ¡Soy un hombre pacífico y sit~ fuerzas! ¿Por qué esta eso resulta irrisorio este vejamen ... Cuando la razón exaspera es
infamia, carajo? ¡Voy a telegrafiar al gobierno! porque hay una buena razón ... Y sobre codo, la impo~ibilidad de
El Juez de Paz estaba cambiado. Su expresión se había vuel desvirtuarla. Bien, me quedo con el agravio ... Pero mirad el con
co simpática. Tras el deleite del castigo, la excitación le dotó senso público. Sobre la lealtad de cada pensamiento flamea mi
una atmósfera jocunda. Respisaba con alegría. Abolida la pre verdad ... Sobre la efusión de cada sentir, la solidaridad con mi
sunta autoridad, su cara radiaba de fulgor ufano. Con frui deber... Lo demás, importa poco ... Que siga la paliza ... Que siga
ción sadista. Con la beatitud dominica de los inquisidores ante la bulla de los ineptos ... Que siga el regodeo del egoísmo satisfe
los herejes quemados. Sus ojos ya no delataban doblez. Brilla cho ... Yo, como siempre, venga lo que viniere ... Con mi concien
ban sin falsa nota en la armonía del contenro. cia lista a la equidad y mi rostro abierto a la candidez de todos los
¡No hay derecho, carajo! ¡Es candidez de bruto y brutali brutos y a la brutalidad de todos los cándidos que suponen que
dad de cándido suponer que la verdad pueda ser aniquilada a la verdad se aniquila a sopapos y talerazos ...
sopapos y calerazos! ¡Cualquier día! ¡Ya verán, carajo! El Juez y el Comisario, satisfechos del «escarmiento» pro
Dueño de sí, con simplicidad directa, con frialdad revela pinado, colaron su perorata con desdeñosa indiferencia. No
dora de saña, el Comisario le asestó en el cuello un formidable había palabras gruesas que raparan el oído. El martilleo de las
guascazo. frases no les molestaba. Y siguieron como si tal cosa.
¡Tomá: rascare! Y seguí clrajeando, vas a ver. Se veían ya las luces de Almafuerre.
No insultó más. Le picaba el oprobio. Un escozor psíquico «Aparicio» iba laxo como el lazo. Como una prenda más
más que epidérmico lo sumió en un sollozo que era más bien de la montura. Sin ánimo. El atoramiento del escarnio y la ve
rezongo. En un rezongo que se convirtió después en entrecor hemencia de la declamación lo habían extenuado. ¡Y acaba
tado gemido de protesta. Le picaba el oprobio, no la contun ba de rendirlo el fracaso! Esa monserga, escrita en Paysandú
dencia del desmán. tras la cmpavonadura de un ojo por un político oficial, le había
Belicoso por temperamento, esa pasividad no podía durar. valido allí dos banquetes de desagravio. Ahora, aquí, nada. Ni
Recordó de repente sus correrías en las guerras civiles del Uru explicaciones, siquiera. La ridiculez de haberla repetido con
guay. ¿Qué era una rnarruza más sobre un lomo templado a ligeras variantes le hizo experimentar tanta vergüenza que sólo
machetazos? ¿Qué eran unas cuantas cachetadas en su cara abo tuvo el consuelo de ocultarla en el rebozo de la noche.
llada de matón? Un viento de rebeldía soplaba en su espíritu. No habían recorrido siete cuadras, cuando entraron a un
Salía en ráfagas calientes por sus ojos y su boca. Pero no accionaba callejón de álamos. La sombra compacta del follaje sólo deja
los puños con los antiguos ímpetus. Era ahora la rebeldía caduca ba pasar por el resquicio de los troncos algunas franjas de luna.
del luchador juvenil trocado en viejo marrullero. Y gruñó: Era el punto prefijado.
Es candidez de bruto y brutalidad de cándido suponer que Un breve galopito separó al Comisario llevándolo hasta su
la verdad pueda ser aniquilada a sopapos y talerazos ... Las ideas, jetar por las riendas el caballo de «Aparicio». Ni bien se juntó
cuando las dicta la conciencia del deber; no admiren otra sanción el Juez, en tono brusco le espetó:
que la de la colectividad ... De cal manera, quienes sin ningún Maver: pasá la piara.
157
¿Cómo, pasá? Ese dinero es para los deudos de Dornitilo ... se lo morfarán ustedes.
Sayavedra. Es un mandato de última voluntad. ¡A lo mejor, nomás!
¿Sayavedra ... no? ¡Ya te vo'a eré! Vos lo que sos, sos un No fueron al local de la policía, como era lo correcto.
estafador sin agüela. Viniste'hacer el cuento del tocomocho. Ese Embicaron en la casa particular de su compinche: el Comisario
dinero es falso. • de Almafuerte. La gente ya estaba acostada. Mejor para sus
¿Falso? Ya lo quisieran ... objetivos. El dueño alumbró una salita atascada de cursil~ría.
Claro que lo queremos. ¡Pa comprobancia! Maver: tráilo Presentaron a «Aparicio» como un amigo de absoluta confian
de una vez. De no, no sabís lo que r'espera. za, digno de los mejores respetos. Recomendáronselo encareci
-Es que., • damente. Debían finiquitar una operación comercial y le roga
Entregue, le mando. Es el. cuerpo del deliro. ron papel y tinta.
Aquí no hay ningún delito ni erres delincuentes que ... Se respiraba un aire perfumado de sorna. Ambiente de co
«Aparicio» seccionó la fras~ en el instante exacto. Bloquea media. Movimiento de especiosa cortesía. Usando ademanes
do por ambos lados, un grosero manoseo anticipaba las peores atildados, el Juez se arremangó para escribir.
violencias. Súbitamente añoró sus tiempos de facón, trabuco y -Le haré un documento privado. Dígame bien su nombre y
máuser. La epopeya de Aparicio Saravia. Los furiosos entreveros apellido.
de «Tres Árboles», «Hervidero», «Arbolito», «Masaller» y Ponga Juan Aparicio.
«Tuparnbay». Y las degollarinas de prisioneros. ¡Con qué gus Redactó. Dibujó el rnoñiro de la fuma. Y secó con el aliento.
to les hubiera rebanado la cabeza a los dos esbirros que pade Ya en su poder, el uruguayo trató de leerlo. Imposible. De
cía! ¡Con qué gusto, ya sujetas por las crines, les hubiera dado el bió descifrar los garabatos de la letra y las sandeces del texto.
consabido rodillazo en el trasre'para lanzar sus cuerpos decapi Palabra por palabra. Sin captar el sentido rotal. Recién enton
tados a la típica marcha macabra, agitando los brazos como alas, ces, al recorrerlo panorárnicarnenre, comprendió la insólita ca
hasta verlos caer enterrando el muñón del pescuezo en el polvo lidad del mismo:
del camino! [Con qué gusto! ¡Para relamerse! Pero no podía en
ningún sentido. Su rol era dejarse embromar. Y agachó las ma "El en frasquito juez de Paz de la Cruz scrtifica a
nos y el rostro, ofreciéndose dócilmente al pillaje.
los efeucos que ubiere lugar quen un lugar de su
Era difícil extraer el dinero del bolsillo del pantalón. El apu
Pedanía encontró al endeviduo Juan Aparición con
ro del Juez y del Comisario entorpecía sus maniobras. Juzgando
definitivo el designio de despojarle, se avino a Jo mejor: a ayu villetes que paresen dos mil pesos junto (son 2.000 $)
darles. rrarandosé de un desconocido en la sona que asigun
Bien. Sírvanse. Pero conste que es moneda auténtica de curso él mesmo informa son para cumplir la manda de un
legal. Que tengo la numeración de codos los billetes. Que no finado y como eso ucle a cuento y como delito es codo
me van a meter la mula, cambiándolos por recorres de diario, hecho y dicho no hecho y no dicho conque se
para hundirme. conrrabiene albertidarnente a la ley prosedo a
No; perdé cuidado. sequesrrar la moneda ut supra pa ver si es moneda
Le vamos a dar el recibo correspondiente. que valga o es cuerpo del delito quedando por tanto
Muy bien. Pero el dinero para losdeudos de Domitilo ... el deliro en pie y el interesado a caballo asta tanto se
... Sayavedra ... haigan aberijuado las cornprovacioncs pertinentes».
157
¿Cómo, pasá? Ese dinero es para los deudos de Dornitilo ... se lo morfarán ustedes.
Sayavedra. Es un mandato de última voluntad. ¡A lo mejor, nomás!
¿Sayavedra ... no? ¡Ya te vo'a eré! Vos lo que sos, sos un No fueron al local de la policía, como era lo correcto.
estafador sin agüela. Viniste'hacer el cuento del tocomocho. Ese Embicaron en la casa particular de su compinche: el Comisario
dinero es falso. • de Almafuerte. La gente ya estaba acostada. Mejor para sus
¿Falso? Ya lo quisieran ... objetivos. El dueño alumbró una salita atascada de cursil~ría.
Claro que lo queremos. ¡Pa comprobancia! Maver: tráilo Presentaron a «Aparicio» como un amigo de absoluta confian
de una vez. De no, no sabís lo que r'espera. za, digno de los mejores respetos. Recomendáronselo encareci
-Es que., • damente. Debían finiquitar una operación comercial y le roga
Entregue, le mando. Es el. cuerpo del deliro. ron papel y tinta.
Aquí no hay ningún delito ni erres delincuentes que ... Se respiraba un aire perfumado de sorna. Ambiente de co
«Aparicio» seccionó la fras~ en el instante exacto. Bloquea media. Movimiento de especiosa cortesía. Usando ademanes
do por ambos lados, un grosero manoseo anticipaba las peores atildados, el Juez se arremangó para escribir.
violencias. Súbitamente añoró sus tiempos de facón, trabuco y -Le haré un documento privado. Dígame bien su nombre y
máuser. La epopeya de Aparicio Saravia. Los furiosos entreveros apellido.
de «Tres Árboles», «Hervidero», «Arbolito», «Masaller» y Ponga Juan Aparicio.
«Tuparnbay». Y las degollarinas de prisioneros. ¡Con qué gus Redactó. Dibujó el rnoñiro de la fuma. Y secó con el aliento.
to les hubiera rebanado la cabeza a los dos esbirros que pade Ya en su poder, el uruguayo trató de leerlo. Imposible. De
cía! ¡Con qué gusto, ya sujetas por las crines, les hubiera dado el bió descifrar los garabatos de la letra y las sandeces del texto.
consabido rodillazo en el trasre'para lanzar sus cuerpos decapi Palabra por palabra. Sin captar el sentido rotal. Recién enton
tados a la típica marcha macabra, agitando los brazos como alas, ces, al recorrerlo panorárnicarnenre, comprendió la insólita ca
hasta verlos caer enterrando el muñón del pescuezo en el polvo lidad del mismo:
del camino! [Con qué gusto! ¡Para relamerse! Pero no podía en
ningún sentido. Su rol era dejarse embromar. Y agachó las ma "El en frasquito juez de Paz de la Cruz scrtifica a
nos y el rostro, ofreciéndose dócilmente al pillaje.
los efeucos que ubiere lugar quen un lugar de su
Era difícil extraer el dinero del bolsillo del pantalón. El apu
Pedanía encontró al endeviduo Juan Aparición con
ro del Juez y del Comisario entorpecía sus maniobras. Juzgando
definitivo el designio de despojarle, se avino a Jo mejor: a ayu villetes que paresen dos mil pesos junto (son 2.000 $)
darles. rrarandosé de un desconocido en la sona que asigun
Bien. Sírvanse. Pero conste que es moneda auténtica de curso él mesmo informa son para cumplir la manda de un
legal. Que tengo la numeración de codos los billetes. Que no finado y como eso ucle a cuento y como delito es codo
me van a meter la mula, cambiándolos por recorres de diario, hecho y dicho no hecho y no dicho conque se
para hundirme. conrrabiene albertidarnente a la ley prosedo a
No; perdé cuidado. sequesrrar la moneda ut supra pa ver si es moneda
Le vamos a dar el recibo correspondiente. que valga o es cuerpo del delito quedando por tanto
Muy bien. Pero el dinero para losdeudos de Domitilo ... el deliro en pie y el interesado a caballo asta tanto se
... Sayavedra ... haigan aberijuado las cornprovacioncs pertinentes».
.,
Para no estallar, había refrenado la risa mordiéndose los la-
bios. Empero, se permitió un chiste:
-éDijo usced que era un documento privado?
-Aja h.
-Se ve: privado de fecha, de ortografía, de puntuación y
hasta de firma.
-¡Y eso! éQu'es?
-¡Ah! Permírarne.
Tomó la pluma y escribiá al pie: Firma ilegible.
-Con esto me basca. Tengo la numeración de los billetes.
Ya vendré para su devolución. Mientras tanto háganme un
favor: no me queda ni un ceruavo. Si'fuera cuentero del áo les
hubiera pedido garantías por el depósito. Pero no lo soy. Y
quiero que sigamos amigos.
Juez y Comisario se miraron. Al mismo tiempo recurrieron
al cinturón y al bolsillo. Integraron dos ochenta.
-Bien. Gracias. Hasta la vista.
Desde el umbral del zaguán ambos lo vieron doblar la es-
quina. Iba tranquilo y apuesto. Sonriente. Y murmuraron ca-
bizbajos: ,,
-Enruavía eso de la numeración ...
-A lo mejor la'ernbarrarnos ...
- ... uno de los tipos más brutos de la zona. Cierra vez los
vecinos del lugar le pidieron que firmase una solicitud para el
arreglo de un vado. Ignoraba la significación protocolar de S.
E. Para enterarse, empezó leyendo: A Sur Este el Señor Minis-
tro de Obras Públicas ...
La mención del Juez de Paz produjo interés y regocijo ge-
neral, excepto en el uruguayo. «Katanga» acababa de referir
momentos ames diversas modalidades de aquél y del Comisa-
rio de Amboy. Y repitió: •
-Yo jamás he visto unaestupidez tan alambicada. Su pre-
sunta seriedad es una característica sublime a fuerza de ser
desopilante. Don Rufo, que.es un lrombre silencioso y amar-
gado, no ha podido menos que reír a rajacincha durante el al-
muerzo de ayer. La máscara de la austeridad resulta la más
contraproducente para quienes tienen el alma deforme,
caricaturesca; pues cada ser es un dibujante que se dibuja con
sus propias palabras. Según creo, viene aquí a menudo, a con-
sultarle. Sobrio y reservado como es, Don Rufo me ha conta-
do las sandeces garrafales que consigna en los expedientes.
-Son famosas. ~
-No sé si usted conoce esa de caratular «interdicto de cor-
pus cristi» por interdicto de habeas corpus ... La otra de colo-
no acusado de prendar en «segundas nupcias» una espigadora .
Y aquélla del chuncano detenido por «abigeato de un tílbury» .
-Sí. ¡Cómo no! Hay ciemos. Una sandez que hizo época fue
la que asentó en la denuncia de una patrona de burdel: « ... a
tantos y tantos compareció Doña N N, de sexo francés, de treinta
y no se sabe cuantos años de edad, de pro(esión quehaceres pro-
pios de su nacionalidad, pues es la dueña del prostíbulo ... ».
Antes que las carcajadas se disiparan, continuó:
-¿Y qué me dicen de Jos parres del Comisario de Amboy?
RUMIPAL:
Había un ocaso de estampa japonesa cuando llegaron a la
pensión de Rumipal. Moaré de seda el agua. Pana de seda las
colinas. Lamé de seda el firmamento. Quedaron quietos, ad-
mirándolo mientras los chauffeurs introducían los enseres. Sin
mediar palabra, la belleza unanimizó las voluntades cansadas.
Y se bañaron idealmente en ella, molescos como venían, traji-
nados por rutas polvorosas, la cabeza revuelta por la emoción
y el estómago por los excesos del mediodía.
Permanecían aún así, cuando se acercó la dueña. Los es-
crutó de atrás, a contraluz. Y buscando de reojo a los chauffeurs
pareció recriminarles por la catadura de los clientes que traían.
Era una mujer cincuentona, magra, de mirada lampiña y son-
risa lacia. Una de esas mujeres escarmentadas que, a fuerza de
sufrir engaños, sospechan hasta de su propia sombra. Atenuan-
do, en aras del negocio, su antipatía y desconfianza, hizo lo
posible por desviarlos con su amabilidad:
182
-Asigún ...
-Ma caraco: ¿cóme asicún? E propria la verirá. Non se poede
pecar l'evidenza perque sí.
-¡Oigalé! Por ese camino ustedes van a compadriar encuavía
que le han enseñao a nadar a las viej'el agua del Tercero ...
La salida del paisano produjo hilaridad entre los comensa-
les. Discutía con el cuñado de Saverio Di Noto el eterno tema
rural de la influencia extranjera en el país. Y no estaban de
acuerdo, como es natural, en la proporción del beneficio.
Las fuenres colmadas de tallarines desparramaron su per-
fume incitante desde el corredor. Y ya instaladas en la mesa,
bajo la bóveda del parral, las mujeres de la casa comenzaron a
servir. Sirvieron sans [aqon, a la italiana, soberbias parvas, en
cada plato. No hubo ceremonia en el ataque. Acostumbrados
por la semejanza, la mayoría empuñó el tenedor como se em-
puña la horquilla. Y lo mismo que se alimenta la trilladora
empezaron a cargar la boca ...
«Viejo Amor» y «Aparicio» se hallaban a sus anchas. Se
adaptaron de inmediato al ritmo de la gula. El condimento
fuerte -ajo y hongo- del estofado y el tuco de la pasta excita-
ba su olfato y regalaba su paladar. La privación de los colo-
nos, a través de quince días de incomunicación y calabozo,
justificaba la avidez y la fruición. La sobriedad resultaba un
pecado frente a la bulimia que traducían. «Katanga» trató de
disimularlo. Saboreaba con moderación la apetitosa parva. Se
hartó enseguida. Y pareció deliberado su contraste; pues mien-
tras los demás repetían Ja ración, él se demoraba perplejamente
enrulando los tallarines en el tenedor, para sorberlos después
en degustación voluptuosa y sibilante.
La discusión reanudó:
-Arora, dicame in po: ¿havía ragliarini nel paese, anees?
-No. Pero tampoco había gringos. Todito era felicidá
entonce ...
La risa volvió a subrayar la respuesta. Y hubo resquemo-
res. La discrepancia no se formulaba con palabras amables. La
urbanidad, que otrora fue de estilo, cedía plaza a la pifia y a la
mofa. ¿Para qué discutir? Si la pugna de las ideas se ha vuelto
infructuosa. Si consecuentemente, los caracteres susceptibles,
excitables, levantiscos.
Saverio Di Noto sabía eso por experiencia. Y reclamó más
bondad, más comprensión, más tolerancia.
Era un toscano fornido, de mentón anguloso y frente pro-
minente. Su bigote, con guías para abajo, corría en el borde de
dos hondonadas laterales. Sus pupilas retintas miraban con sua-
vidad de terciopelo; pero al concentrarse destellaban el fuego
frío de la entereza y del valor. Desde años atrás venía bregando
en la zona para alzar el nivel intelectual del chacarero. Tenaz
en el esfuerzo, su vida era un ejemplo de contracción y propa-
ganda. Por él se fundó la primera cooperativa. Por él se mejo-
ró la producción: semillas de pedigree. Sistemas modernos de
208
Se lavora e se fatica
Per la panza e per la fica,
E quel poco que s'avanza
Peri il mánico della panza ...
-¡Bravísimo! ¡A su salud!
-Salute, mío caro.
-Allí sí que da gusto beber. El vino resulta sagrado. ¡El pro-
pio zumo de la tierra donde· están nuestros muertos! Ellos cui-
dan que las raíces cumplan c~n su deber. Y arriba, por respeto
a los de abajo, minga de tongos. Allí el vino es la ofrenda de
los muertos al cariño de los vivos. Aquí...
-Salute, mío caro.
-Salud.
-Veríssimo. lo o bevuto il sangüe del mío padre. 11 campo-
santo e propio al lado della mía casa.
-Aquí el vino es -hip-- una ofensa ... Parece -hip, hip-- un
escarnio de la tierra.
-Salure, mío caro.
Las fisonomías estaban encendidas. La frecuente libación des-
pertó la consabida meiosis itálica. Cada uno a su rumo comenzó
a tararear viejas canciones del solar nativo. Cuando la canción
era conocida, se pegaba la voz del otro, en dúo áspero, pero
affiatado en el contento de recordarla. Revivían así, sus almas,
horas felices, ingenuas, de algazara o tristeza, de amor o nostal-
gia, según la imposición de la letra y la modulación del canto.
En cierto momento, la estridencia llegó a límites inadmisi-
bles. «Aparicio», arrimándose con el Secretario, tiró de la manga
al compinche:
-Che, menos barullo. Hay señoras.
No surtió efecto la reprimenda. Siguieron cantando. Me-
dio aturdidos, iban a separarse cuando pasó la criada. Rolliza
y retaco na, moviendo las nalgas como siempre. «Viejo Amor»,
imantado, dejó el canto y el corrillo: Fue a la zaga de la fámu-
la. Y comenzó a convencerla: •
-Vení. No corrás. Indica me dónde está el servicio. ¿Porqué
ce asustás? Tan luego vos, que sos la mujercita más guapa de la
reunión. ¡Que no se diga!. .. Si fueran los otros mamarrachos,
santo y bueno. Pero vos ...
La muchacha se detuvo. Nadie conquista más rápidamen-
te la simpatía de cualquier mujer que el que le habla mal de las
demás. Especialmente si son sus amigas o superiores ... Alargan-
do el brazo hacia una casucha de material, con cortina de ar-
pillera, señaló:
-Allá.
-Gracias. En pago de rus atenciones voy a hacerte un rega-
lito.
Sacó del bolsillo dos objetos: el sarcófago y un amuleto cir-
cular atado con dos trozos de piolín. La chuncana fijó los ojos
inexpresivos bajo las cejas espesas. Temblaron las aletas de su
ñata y la barbilla, desde la cual abríansc las curvas de los ca-
chetes. Nunca había recibido obsequios de varón. Quedó pre-
sa de azoramiento y curiosidad. ~I insistió con palabras moja-
das de lascivia:
-Agarralos ... Son para vos ... Un recuerdo sincero ...
Deslumbrada por el dorado y el lustre reluciente los acep-
tó. Pero había algo de sospecha en su desconcierto. Algo que
la cohibía, atisbando el rostro faunesco del donante.
-Son dos chiches muy interesantes. ¿Cuál querés ver prime-
ro? ¿tste? Bien. Se trata de un amuleto que usan los marineros
contra los naufragios. ¿Ves? De cada lado de la medalla hay
un nadador. Ahora, observá. Los marineros la hacen girar así
cuando están en peligro. Y entonces aparece la providencia que
los salva. Acercare: ¡vas a ver la providencia!
La criada se acercó .. Clavó la vista en el disco girando ve-
lozmente. Y no pudo más. Reculó eres pasos y le endilgó:
-¡Viejo sucio! ¿Qué se ha creído? ¡Mire que había sido co-
chino!
Tenía aún el sarcófago en la mano. Sin querer, tal vez por
una leve presión de sus dedos, la capa se abrió. Alarmada vio
entonces el cuerpo yacente de un fraile:
-Sírvase. No quiero nada suyo.
214
RÍO TERCERO:
Llegaron quizás demasiado temprano al prostíbulo. Pero era
tanta la urgencia de «Viejo Amor», que «Aparicio» intercedió
para que lo complacieran. El vino, el condimento, las nalgas de
la criada y otros excitantes habíanlo encalabrinado a tal punto,
que su sangre parecía impregnada de esencia de cantáridas.
«Karanga» accedió de mala gana. Estaba de regreso del amor
y del sexo. Del sexo sobre todo. Muchas veces, perforando su
aplomo, examinaba Jos repliegues más ocultos de su psicología
abisal, en busca de su antigua libido. Sin éxito. Ahora, pesado
de apatía, lo explicaba:
-Duranremi carrera ilusionista he tenido mujeres a patadas.
Así, como doctor Inhell, he 'Óvido el infierno de la realidad feme-
nina. Créame: estoy empalagado de cal manera de la facilidad
de la mujer, que, naturalmente, me he vuelco difícil para ellas.
Tanto que me mantengo célibe. Tengo el honor de decirlo: soy
un solcerón, un tipo hors d'ceuure del amor ...
-Está bien; pero aquí no se corre f>eligro que lo devoren
-replicó el Secretario-. Yo le he instado a que viniese, también,
porque este burdel es una de las curiosidades de la localidad.
Usted observe y verá ...
Un buen número de banco¡ rodeaba el rectángulo de mo-
saicos del patio. Era una dicha ver las estrellas desde la
semipenumbra y una desdicha ver las meretrices en la luz.
Permanecían concentradas aún en él salón del bar. Como si
tal cosa. Groseras. Desmañadas. Opacas a la intimidad. En
posiciones forzadamente incómodas. Corno si buscasen en la
distorsión o la tortura muscular, más que una voluptuosidad
nueva, el castigo a su sensualismo. El tedio les mordía el ros-
tro ya maquillado. Un tedio profundo, anatómico, que retor-
cía sus brazos como culebras antes de escabullirse por el abis-
mo de sus bostezos.
«Aparicio» brutalmente rompió el silencio.
-¿A que no saben en qué se parecen las ostras y las prosti-
tutas?
Y rápido, no dando tiempo a pensar, él mismo contestó:
-En que unas y otras se mueren de hastío en la cárcel de su
concha.
Sólo «Viejo Amor» festejó con una risotada babosa la pro-
cacidad del chiste.
El Secretario y «Katanga» se hundieron en cavilaciones:
-¡La cárcel de su concha! [La herida que hiere y que hiede,
al decir de Michelet! ¡La boca vertical por medio de la cual
habla la especie! ¡La ranura donde uno pone su moneda para
ver la vida reflejada en el hijo! ¿Es una cárcel? No, «Aparicio».
¡No es una cárcel! Es una herida, una boca, una ranura que es
preciso dignificar. Seré romántico; pero discrepo con usted.
-Yo también soy romántico. Sin embargo, lo apoyo. ¡Oh,
la cárcel de su concha! ¡El aburrimiento de la carne! ¡El fasti-
dio de la fricción sin goce! ¡El hastío del contacto sin connu-
217
-Queridos oyentes:
Estamos ofreciendo una audición de tangos del
repertorio antiguo.
Cuando jean Richepin hizo en París su memora-
ble defensa del tango, y las contorsiones cadenciosas
de sus cortes y quebradas se impusieron en los caba-
rets de la «Ciudad Luz», nuestra danza nacional, par
droit de conquéte, se había enseñoreado del mundo.
Valses, mazurcas, schotris, lanceros, etcétera,
quedaron eclipsados ante la torturada indolencia de
sus movimientos y ante la quejumbrosa sensualidad
de sus acordes.
El tango, que como baile tiene una perfecta re-
lación al tango como música, lleva en sus ritmos una
dulce melodía decadente. No hay en él los bríos bru-
tales de la maxixe ni el vértigo de los valses. Una
honda ternura de añoranzas, un hastío de placer go-
zado, una profunda tristeza de amor muerto, vibran
en sus notas en amalgama suave y exquisita.
Yacen la pavana y el minuct en el dorado ataúd
de la edad romántica. Agonizan la tarantela y la
jota en un estertor violento como sus giros. Nació
muerta la furlana en el alma inocente de Pío X. Los
one steps y los fox trots se van hacia el olvido en el
galope vertiginoso de su activo frenesí. Pero el tango
-¡sólo el tango!- queda. Con su genuina languidez
sentimental. Para animar, coronado de suspiros, las
cadencias de Euterpe y, coronado de sollozos, los
ritmos de Terpsícore.
Fue en vano el intento del shimmy por desplazarlo.
Todo en él era falso y salvaje. Desde su música
sincopada, robada y estridente, hasta la trepidación
espasmódica copiada a las danzas hawaianas.
Hoy la rumba pretende imponerse. Inútilmente.
Lo que vale es la emoción voluptuosa que filtra el
222
EMBALSE:
En las adyacencias del dique había un movimiento inusita-
do. El Secretario pensó en un día de-pago. Era sábado de quin-
cena, es verdad; pero la gente no mostraba talante risueño.
«Katanga» y «Viejo Amor» descubrieron en ello un síntoma
adverso. Entrando a la calzada que atraviesa el muro de con-
tención, una cantidad de i~ividuos apoyados en la baranda,
con la vista hacia abajo, confirmó la señal del presentimiento.
-¡Es terrible! ¡Ha pasado una desgracia!
«Aparicio» giró la cabeza: •
-¿Qué decís?
-Algo terrible ... Luto. Luto. Ha pasado una desgracia ... No
necesito averiguarlo. Hace una hora que me asedia la premo-
nición. «Viejo Amor» también ha sentido el presagio ... ¡l lay
mensajes telesrésicosl ¡Hay mensajes telestésicos! Luto. Luto.
¡Quién sabe quién!
Al bajar del auto, frente a la escalera que desciende en zig-
zag hacia la usina, un gendasme se opuso al acceso.
«Karanga», delirante, convulso, atropelló:
-Es un amigo Déjeme pasar Ha muerto ya ... No No
quiero que muera Debe vernos No ha mu erro aún No
me ataje ...
Forcejeando con la desesperación de sus brazos y sus pala-
bras, logró pasar. Y se precipitó por las escalinatas en un des-
censo peligroso y alocado. Los demás lo seguían. Anees de lle-
gar, desde varios metros arriba, divisó a «Lon Chancy» rendi-
do en un catre. En tres saltos estuvo a su lado, pálido, exan-
güe. Sin fuerzas para hablar. Como si en vez de bajar hubiera
subido a cimas de horror. Trastornado por la fatiga de la emo-
ción y el desgaste de sus nervios.
-¡Loo Chaney! ¡Lon Chaney! -prorrurnpió golpeándose la
cabeza.
Habían sido lavadas sus heridas visibles. La cura de emer-
gencia no alcanzó más que la asepsia, «Karanga» se hincó. Le
tomó la mano. ¡Fría! Como despertando de un sueño, buscó
229
CIGIT
PARCE QUE VIVRE AVILIT
L'AMIDIT
LON CHANE Y
(MAURICE COUSCOI DE GONDRECOURT)
L' AME D'ÉGLANITNE
COMME UN SOURIRE DANS CES LÉVRES
234
SANTA ROSA:
El Secretario no quiso que lo viera el Presidente de la Comi-
sión Vecinal.
-He tenido un conflicto con él. Me da tirria. Es un chuncano
lleno de vueltas. Tomé el certificado de defunción. Véalo usted.
«Katanga» se dirigió a una casa de adobe, pintada a la cal
con hiriente mal gusto. Al golpear, desde adentro, alguien gritó:
-No es hora de oficina. No se atiende ya.
Quedó en suspenso sin concretar su acritud. Un chiquillo su-
cio y simpático, con un choclo tostado entre los dientes, le pispeaba
desde el extremo del zaguán. Sacó un peso. Se lo dio. Y al instan-
re, tras de huir al interior de las habitaciones, se asomó de nuevo
con un hombre en pijama, que preguntó amablemente:
-¿Usted ha llamado señor?
Era la misma voz. «Katanga» asintió con la cabeza.
-Es algo urgente: Si usted quisiera atenderme ...
Mientras se aproximaba, extrajo el certificado del médico:
-Necesiro el permiso para enterrar al finado que traemos
desde el dique. Comprendo que he llegado tarde. Podría pagar
la multa ...
-¿Multa de qué?
- ... la sobrerasa por pedirlo fu era de hora.
-¡Ah! Bueno. Déme el certificado.
Entró al escritorio. Dos minutos después regresó con un ta-
lonario. Corcó una hoja:
-Sírvase. Son uno cincuenta de derechos.
«Katanga» entregó diez pesos. Embolsillados, su deferencia
se explayó ladinamente, tapando la conducta informal:
-Ahora, señor, debe ver al encargado del cementerio. No sé
si usced dará con la casa. Es un tal Abel Cuimno.
-¿Cómo?
-A bel Cuimno. Lo mejor será que le preste el chico. Cefcrino,
vení. Acompañalo al señor a lo de «Culo Horcau» -con per-
dón de la palabra, pues así lo conoce todo el pueblo.
El chico trepó al desvencijado faetón, cuyo porra-valijas lle-
vaba el féretro bien atado.
Desde el auto de atrás, «Karanga» contemplaba el cajón con
cierra desconfianza profesional. El se había escapado miles de
veces, ante los públicos más sagaces, de cajones semejantes, es-
tando sujeto, embolsado y lacrado ... ¿Por qué no iba a escabu-
llirse «Lon Chaney»? La muerte tiene sus trampas y tramoyas.
A lo mejor, en el primer barquinazo, cedía el resorte secreto.
Y creyendo sepultar un cadáver, sepultaran una burla densa de
piedras de cal. ¡Oh, «Lon Chaney» era capaz de codo!
Cuando llegaron al portón del cementerio, mientras Ceferino
corría a llamar al encargado, «Katanga» estuvo a punto de
bajarse para, como sus partenaires otrora, golpear la caja y pre-
guntarle al muerto si estaba ahí. Fue un impromptu ridículo,
pero absolutamente lógico por asociación de ideas. No tuvo
ningún pudor en constatarlo. Quienes manejan o han mane-
jado los trucos y trapisondas de lo increíble creen más que nadie
en la falacia de las cosas eternas.
-Dice Don «Culo Horcau» que ya viene -informó el chi-
quillo.
Sólo él comprendió. Los demás alzaron las cejas inquisi-
rivamente. No era chiste. Y las cejas se bajaron ante la serie-
dad del dato.
«Aparicio» descubrió a Ht distancia, entre una barriada de
ranchos, a un hombre que venía. Traía algo al hombro. Le in-
trigó su andar extraño, deteniéndose de trecho en trecho. Fijó
la vista y la atención. Descargaba en esas paradas el pico y la
pala. Estirábase los tirantes con ambas manos y proseguía la
marcha. Estando cerca ya, analizó su·facha extravagante: ran-
cho de paja mugriento bailándole en el cráneo. Pantalón de
garnbron color mostaza, a la mitad de la canilla. Y un par de
tirantes nuevos apretados al máximum.
Pasó desgarbadamente delante de ellos. Puso las herramien-
tas jumo al pilar derecho del portón. Estiró los tirantes. Al in-
clinarse para meter la llave, todos apreciaron la justeza del mote.
-¡Culo Horcau!
-¡Culo Horcau!
No habló. Hizo un ademán de pelele. Entraron entonces
los automóviles al indefectible cuadro de ladrillos en donde se
acorrala la muerte en la campaña.
«Aparicio» no pudo con su genio:
-¡Vaya un tipo mal ensillado! ¡Vaya un acierto de sobre-
nombre! ¡Sólo le falta sacar la lengua a Don «Culo Horca u»!
Nadie se rió. Preocupaba su andar indolente, desarticulado.
Requerido el comprobante, empezó la tarea de cavar la fosa.
Su esfuerzo parecía exento de sentido, laxo. De vez en cuan-
do, detenía la faena. Mascullaba algo y escupía las palabras
como si fuesen una «chica» de tabaco. Volvía a estirarse los
tirantes. Y continuaba.
Entonces pasó algo raro. Quizás una percepción idéntica. Tal
vez un contagio psíquico. Todos le miraban ahora con unción y
237
RUMIPAL:
Llegaban a la pensión en el preciso instante en que salía el
boticario. Llevaba como siempre una revista bajo el brazo y el
garbo castizo de un hombre de cepa y de capa. Conociendo
pormenores del accidente mortal de «Lon Chancy», había ido
a refcrírselos a la dueña. Y tomaba.
No hubo sornas ni ironías en el cruce. Sino la dignidad de
los silencios responsables.
Sentados, en rueda, llamaron desde el patio. La patrona,
afectada, recorrió visual menee a los clientes. Individualizó en su
memoria el que faltaba. Suspiró. Y acordándose, de improviso,
de su rol, se lamentó:
-Es una lástima ...
-Paciencia. ¡Qué hacer!
238
«KATANGA»:
¡Eh, «Lon Chaney»! No vayas a creer. .. Me
molesta un poco tu conducta: ¡Esa estafa a la
dicha común que implica tu fallecimiento! ...
¡Esa paz singular lograda por accidente!... ¡Oh,
sí: abrigo mis dudas! La enfermedad, que es
siempre un episodio transitorio, ofrece, mal que
mal, una gentil pelea.con la muerte: fintas de
microbios. Defensas orgánicas. Contraataques
terapéuticos ... El accidente, no. Importa una in-
f antia definitiva. Una traición que revuelca la
salud en estupores. ¡Prefiero mil veces la enfer-
medad! Será le plus coüccx des luxes, según opi-
nara el doctor Berryer; pero deja, por lo menos,
a deudos y amigos, la posibilidad de paulati-
nas adecuaciones y consolaciones en el decur-
241
«LONGINES»:
La muerte es un vulgar cortocircuito. Esta-
lla el fusible ¡y adiós! ¿Quién se jacta de un
descalabro? ¡Si uno tuviera cuerda eterna! ... ¡Si
uno fuera como esos relojes precisos, inaltera-
bles, cuyo mecanismo no se detiene jamás, pues
funcionan merced a las oscilaciones de la pre-
sión atmosférica, santo y bueno! ... Pero el hom-
bre es un cilindro de barro frágil y estúpido. En
vez de aprovechar las fuerzas naturales para
vivir, las emplea para matar. A fa verdad, el
hombre no se muere: se suicida. Sí: a vos te lo
digo. A vos, que estás engordando la mezcla de
arena, arcillas, carbonatos de calcio, hierro, sales
de magnesio, fosfatos y materias húmicas que
244
«APARIQO»:
Yo conocí un ciego que todas las mañanas
se enfrentaba al sol caraieándolo. Tanto lo irri-
tó, que un día un rayo de luz penetró por sus
retinas. Pero, en vez de iluminarle el mundo,
únicamente le alumbró el sótano de miserias
en que vivía. Ciego como antes, empezó a decir
cosas trascendentales de tal categoría, que todo
el pueblo lo~omó por brujo. ¡Cómo podía
conocer tan bien la psiquis humana si sus ojos
seguían blancos como los de las estatuas! Mal-
dito, zurriado, escarnecido, fue proscripto al
fondo de la noche. Yo lo vi a menudo, rodan-
do solitario. Daba lástima. Vociferaba ahora
contra la clarividencia de la introspección.
¡Alerta, «Lon Chaney»! ¡No te pavonees! ¡No
hay peor ceguera que la de 110 saber mirarse!
•
«FORTUNATO»:
Cuando se elevaron los hermanos Montgolfier,
una mujer lloraba gimiendo así: «-¡Qué des-
gracia! Ellos han encontrado el modo de no
morirse más. ¡Y yo que tenga que quedarme
aquí!». Viéndote en el cielo estoy como la
mujer de la crónica. {Felices los que pueden sol-
245
«VIEJO AMOR»:
¡Pobre «Lon Chaney»! ¿De qué te sirvió
ser decente? Recuerdo las confidencias noc-
turnas, en las que siempre repetías el estribi-
llo: EL MATRJMONIO ES LA TUMBA DEL
AMOR. A tu lado, mi soltería de viejo sátiro
se ennoblecía. Tu dolor justificaba mi con-
ducta. Yo amo todo lo que se puede amar con
todas las fuerzas del instinto. La depravación,
la vergüenza, la bajeza, no existen más que
en la moral. El error tuyo fue creer que tu
moral tiene algo que ver con la moral. Tu des-
esperación lo supo tarde: cuando era impo-
sible desesperarse. Otros conjugaron a tu
costa el verbo «cocufier» que tanto te mor-
tificaba. Yo pertenezco a «los otros». Yo
cornudizo siempre. He cornudizado en mi
vida a todos los maridos que he podido. Y
cornudizaré a cuantos pueda todavía, en ju-
gosa colaboración con sus mujeres... La gran
técnica del amor consiste en detestar las pa-
labras y el respeto. En hurgar. En palpar. En
ser discreto y caradura. En agarrara las hem-
bras como se agarran las tortugas: poniéndo-
las de espalda... En fustigar/as como a los ca-
mellos: obligándolasa agacharse, para mon-
tarlas... «Cocufier»: ¡qué gran verbo, «Lon
Chaney»! ¡Ojalá pudiera implantar mi sue-
ño: una agencia de adulterio a domicilio! ...
Una empresa similar a las que limpian cañe-
rías de cloacas y aguas corrientes ... ¡Qué ne-
gocio! ¡Hay tantos individuos que, al revés
tuyo, gustan y admiten la cuchara ajena! Sí,
viejo: es así. No renÍegues más. No te fasti-
dies. Estás en los cielos, a la diestra de Dios,
Nuestro Señor Él te dirá en latín, como
«Katanga»: AMA ET FAC QUODVIS. ¡Sí!
Ama y comete todas las locuras que quieras.
Verás que rü» hay pecados de amor ¡No seas
sonso! El gran stock.de amor que descalabró
tu mujer y tü familia, lo salvó la ternura de
Eglantine. Disfrútalo. Hay once mil vírge-
nes ... ¡No seas sonso! ...
EL CHA UFFEUR:
[Cien pesoques! ¡Ojalá hubiera accidentes
así todos los días! Con cuatro changas como
ésta pagaría fa casita y me dejaría de joder el
usurero. ¡Cien morlacos! No se ven juntos así
como así. Me gustó la confianza del tipo al
pagarme adelantado. VAYA URGENTE A
TRAER UN M¡;_DICO: Casi me maté pero lo
traje a punto. [Cien bataraces! Es como para
bailar de contento. Pero hay que guardar la
forma. ¿Por qué pensará tanto esta gente? A
lo mejor el fulano que cagó fuego es un mi-
llonario excéntrico. La pinta de todos es ... no
sé cómo. Parecen reos pero se portan a lo
hacanes. ¡Cien duraznos! Por si pega, reclama-
ré un pago extra por llevar el cadáver y traer-
los a ellos. Total ... Conociendo lo manosuelta
que son, sería una pelotudez no tirarme el
lance ...
247
EL SECRETARIO:
La muerte es un fenómeno infausto en el
tapete del azar. Seamos un pueblo de jugado-
res trágicos. ¡Que cada cual ponga su ficha!
Yo he puesto la mía frente a los tahúres de la
política. Si gana mi ideal, bien. Seguiré el jue-
go en apuestas sucesivas. Tendré la gloria que
emerge de las paradas felices. Si pierdo, igual.
Me hundiré en el vacío con la conformidad de
un jugador experto en matufias. Y abrazaré
en el más allá el espectro de mí mismo, para
consolarme de la eventualidad terrena ... Ni un
gesto. Nada de histrionismos macabros. Haya
en nosotros la flema opaca de los predestina-
dos, y la impasibilidad que comporta el sen-
tido místico del mundo. Seamos los estetas del
fin. ¿Hay que morir? Bueno, se muere. Mura-
mos sonrientes, con cierto deleite de sensación
higiénica ... Lo mismo que el jugador que pier-
de el concepto del dinero, perdamos la noción
de la existencia. ¡La vida sólo vale como triun-
fo! De otro modo, no le asigno ningún valor,
ningún mérito. Mi plan es comprometerla
siempre en función de la aventura: porque el
riesgo describe grandes curvas de placer, por-
que la audacia poetiza las empresas ¡y el va-
lor es la única generosidad! ... Si podemos ven-
cer la dificultad hostil, gocemos el voluptuo-
so sadismo del triunfo. Y seamos crueles. Si se
malogra nuestro afán en la trama de una de-
rrota, no nos aflijamos. ¿Para qué? Sufrir es
una forma morbosa de gozar. ¡Gocemos como
el masoquista en las garras de la maldad aje-
na! ... Procuremos que nuestra alma sea un
alma desnuda. Sin ropaje de hipocresía. Que
se muestre tal cual es, íntegra en su ascenden-
cia de chusma y de gleba. Que permanezcan
248
CORRALITO:
Salieron de la pensión de Rumipal ya madura la tarde. La
dueña gastó las sonrisas de un año y los consuelos de un lustro
en su homenaje. Al cabo de la estada conocía la calidad de sus
huéspedes. Tanta efusión molestó a «Longines». Casi estuvo
a punto de recordarle la repulsa inicial, cuando, enfurruñada,
les cobró adelantado.
El sol arrastraba el pincel de sus últimos rayos. Los autos,
en dirección a Corralito, se metieron por caminos de tierra
suelta y huella honda. Volaban tolvaneras doradas, a ras de
suelo. Más arriba, los tordos, con ala~ retintas. Y en pleno cie-
lo -entrecornillándolo- bandadas de patos.
249
MONTE RALO:
Viajaba mucha gente. Peones que regresaban borrachos de
la junta de maíz. Chacareros desaprensivos que comían y
gargajeaban sin ningún miramiento. Matrimonios con chiqui-
llos traviesos. Familias humildes sin noción de higiene ni de ur-
banidad. Y la indefectible madre con hijas mozas -rnelancóli-
cas y ernpilchaditas- cuya educación, superior a la «segunda
clase», sufría resignadamente el desorden, la guaranguería y el
desaseo general.
Por más que buscaron, ellos no encontraron mejor ubicación
que la que tenían: cerca de la entrada al vagón, ahogada de ceni-
za y polvareda; cerca de la puerta, batida estruendosamente cin-
co veces cada minuto; cerca del compartimiento del u/ater-closet ...
El retrete lanzaba tufaradas malolientes en sus propias nari-
ces. «Katanga» se levantó a cerrar la portezuela. Imposible: ca-
recía de picaporte. Fracasado su intento de trancada mediante
un tirón brusco, sin querer se asomó al interior. ¡Puff! Creyó
252
DESPEÑADEROS:
Cuando arrancó de nuevo la marcha del convoy, Inspector
y Guarda treparon a los coches de primera. Demorado el últi-
mo en controlar los boletos de los pasajeros recién subidos, el
primero se encaminó directamente a levantar el acta acusatoria.
En la Estación Despeñaderos, por. telégrafo, había corro-
borado la certeza del «acomodo» del Guarda, comunicando-
261
RAFAELGARCÍA:
El Guarda se extrañó sobremanera de no encontrar al Inspec
tor labrando el acta. Habíase encaminado hurañamente a eso.
Don Rufo, que tenía listo el precio del boleto y la multa, para
tratar de arreglar el lío, se quedó con la plata, en expectativa.
Uno frente a otro, esperaron largo rato la llegada. Tembla
ban las manos y el bigote del Guarda. Lamentaba Don Rufo la
trascendencia del conflicto.
No es justo que pierda la jubilación por culpa mía. ¡No
puede ser! Pagaré lo que indique.
Hablando, hablando sin cesar, respecto a la posibilidad de
hallar una solución, intercediendo con ruegos, testigos, media
dores, no se dieron cuenta que el tren entraba en agujas.
Resignado, cariacontecido, el Guarda bajó a sus deberes, entre
chirriar de frenos y resoplidos de vapor, que se confundían con
los suyos en el complejo mecanismo de su ánimo.
La parada, breve, no hizo más que acentuar su desazón.
-¿Estará, quizás, en su compartimiento redactando el parte
acusatorio?
Dada la señal de partida, subió anhelante para cerciorarse.
¡Nada! Corrió a lo largo de los pasillos, revisando los water-
closets.
-¡Ojalá pudiera serle útil, si lo hallase descompuesto! Así,
tal vez ...
¡¡Nada!! Ocurrió alarmadísimo, entonces, a indagar el co
che comedor. ¡¡Nada!! No quedaba más que el furgón. Presu
roso, febril, franqueó codas las puertas. Y tras de inquirir al encar
gado de encomiendas y al estafetero, sumando su bamboleo al
bamboleo del tren, clamó azorado:
¡¡Nada!! Llegaban a Bower.
BOWER:
A lo mejor se ha escondido en la locomotora. ¡El muy ca
nalla, para joderme, es capaz de todo!
Corrió como un loco.
-El Inspector ... ¿sabe algo del Inspector? ... -preguntó an-
sioso al foguisra.
-No me interesa un sorete ese infeliz -blasfemó sin dejar de
enaceitar las bielas. •
-¿Y usted, don Bernardo, no lo ha visto? ... Subió en Des-
peñaderos... •
-¿Yo? ... ¿Qué tengo que ver? ... ¡Ojalá se hubiera despeña-
do!. ..
-¡Ojalá se hubiera despeñado! -répitió abriendo los ojos,
tarnañamenre, como si recién, pronunciando la frase, percibiera
su contenido. ¡Ojalá se ...
Se apartó a grandes trancos para hablar al Jefe:
-¡El Inspector]. .. ¡El Inspectorl. .. Telegrafíe a Despeñade-
ros y Rafael García ... ¡El lns~ctor!. .. ¡No está en el tren! ...
-Salga, nomás. Pero ¿qué le pasa? Muévase. Salga. ¡Hora-
rio! Yo averiguaré y comunicaré a Coronel Olmedo.
Tocó pito dos veces. Confundió la bandera de vía libre. Trepó
al estribo, resbalando casi. Farfullaba, accionaba, sin ton ni
son, exasperado, tembleque, confuso de alegría, DE ALEGIÚA,
DE ALEGRíA.
CORONEL OLMEDO:
Cuando llegaron a la estación, «Longines» parecía entre-
gado por completo a la molicie del sueño.
El coche de segunda quedó frente al letrero de letras blan-
cas, que fosforecían sobre un fondo azul obscuro idéntico a la
noche. ·
(El Guarda atravesó el andén corriendo.)
265
CÓRDOBA:
Llevaban cuatro días de residencia en Córdoba.
Cambiada por completo la indumentaria, pasearon su des-
gano por todos los sectores de la ciudad. No se «hallaban».
Incansables trabajadores del ocio -faena dificilísima de man-
tener al día- la pachorra provinciana los aprisionó en su mela-
za. Bostezos. Horas huecas. Noches inútiles. El activismo de
su indolencia cobró un aderrián inválido y una expresión co-
hibida. Estaban hartos de beatas con manco y alfajores con
arrope. Notaron en el maras~o las mareas del tedio. Y dies-
tros en el salvataje del espíritu, cada vez más rancio y mucila-
ginoso, resolvieron preocuparse en algo.
-Por lo pronto hagamos un censo de placas de bronce
adosadas al alféizar de los zaguanes.
Igual que los pajueranos se descogotan en Buenos Aíres con
tanda uno por uno los pisos de los rascacielos, ellos gozaron
en el ahínco de computar los profesionales universitarios. Dos
días insumidos.
-¡El diluvio! El que no es ábogado aquí, la pasa raspando.
-Hay en actividad, como los volcanes, echando fuego y lava
por la boca, alrededor de mil doscientos.
-¡Qué tufo!
-¿Te acordás del paisano que seguimos por la calle 27 de
Abril, desde la Catedral a Santo Domingo?
-Ya lo creo. Era dcscojonante aquel sortear abogados y
mendigos en la vereda: Adiós, doutor; perdone, hermano.
Adiós, doutor;perdone, hermano. Aditis, doutor; perdone,her
mano... Pero mejor fue el lío de los changadores, la noche de
nuestra llegada. ¿Recuerdas?
Asintieron unánimemente, reconstruyéndolo. Fue, de ve-
ras, un espectáculo sintomático del espíritu forense de la ciu-
dad mediterránea. Dos changad ores, con dos valijas cada uno,
acababan de acomodar el equipaje en el taxi. La dueña, una
encopetada turista rosarina, les preguntó cuánto era. Con in-
negable decoro, el más viejo le indicó!
269
c:GIUMEN O ACCIDENTE?
LA. TRÁGICA DESAPARICIÓN DEL INBP'ECTOR LEFEVRE
1LA mPÓTESIS DEL SUICIDIO DESCARTADA!
TODO SE REDUCE A VENTILAR ESTE ENIGMA:
c:REBBALÓN O EMPELLÓN?
,FATALIDAD O INTENCIÓN DOLOSA?
¡FALTA DE l\lÉRITO!
IN DUBBIO PRO REO:
Pruebas insuñcientes para dictar prisión preventiva
Adiós.
... la dicha fugaz de escenas similares, insubstanciales pero
eternas ...
Adiós.
... que viví en los cafés de Momparnasse.
-Adieu.
-Merci. Au reuoir:
Subieron a un lujoso automóvil color bordeaux.
¡Seguilas! ¡Seguilas! aconsejó entusiasmado «Viejo Amor».
¡Silencio! ¡No seas imbécil! gruñó.
Y alargó la vista hasta que se perdieron en la balumba del
tráfico.
Quedó así, en suspenso, los labios entreabiertos.
Al regresar la mirada, sus ojos estaban llenos de ruidos, es
pirales y fulgores alucinantes.
Había, también, dos lágrimas perdidas.
Alcoba de soltero
Ladino
Invernadero
De mentiras galantes
(Mejor si la que vino
Se marcha cuanto antes.)
Aquí, las mujeres andan blindadas todavía por
el respeto que se les tiene. Nacidas Afroditas
Pandemos viven hurañas, como Artemisa. ¡Hay
que abolir ese respeto! Aproximarlas a la comu
nión del amor. Devolverles la dulzura y el pla
cer de la propia determinación. ¡Hay que abolir
ese respeto! Resabio medieval, moderno cinturón
de castidad, aprisiona el sexo bajo rejas y gar
fios. Igual que los que exhibe el Museo Cluny,
su coraza marchita la juventud y seca las fuen
tes nutricias de la especie. ¡Hay que abolir ese
respeto! Porque el respeto de los hombres niclado
de embustes, repujado de promesas, damasqui
nado de finuras es la obra de arte de su duplici
dad y concupiscencia.
Suspiró.
Se le cerraron los ojos por completo. Hubo una selva de
ronquidos.
Y en su sueño, tres orquídeas de ensueño.
SAN ROQUE:
Orondo y melifluo, «Viejo Amor» se disculpó de no acom
pañarlos esa tarde.
Alegó, como razón plausible, su designio de cuidar a
«Fortunato», cuya gripe inspiraba recelos. A la verdad, su plan
era otro. Lo revelaba la euforia que retozaba en su sangre y la
solicirud falaz erigida de pretexto.
«Aparicio», que conocía los enrrerelones de sus amoríos con
«la niña Visi» la cuarentona dueña de la pensión, le guiñó el
ojo al despedirse:
Que te aproveche ... el escabeche.
¿Escabeche? ... ¡Dulce de leche!
Y torciéndose la guía de un bigote inexistente, agregó, lleno
de sornas:
-No sé...
El trayecto en tranvía hasta la estación del Central Argen-
tino fue corto para su perplejidad. Le parecía mentira que una
mujer así, tan pudibunda y sanrulona, aceptara los galanteos
y asiduidades de un tipo de la catadura de «Viejo Amor». Algo
más le intrigó sobremanera: el desembozo, la murua alegría.
Hay personas a quienes el amor entristece. Novios tristes,
compungidos, como predestinados a la desgracia. Esposos
acongojados, con los brazos sueltos. Viéndolos a ellos, no supo
qué argumentar. La iluminación erótica los hacía radiantes.
Tuvo, más que envidia, una sensación confusa. Avergonzado,
chascó la lengua varias veces.porno diciéndose:
Allá ellos ... Que se arreglen ...
Pero el pensamiento no pudo libertarse. Retornaba al tema
como sujeto a una noria mental. Y giró de nuevo alrededor de
las deferencias especiales de Doña Visitación, percibidas por él
en la atención de su ropa, en el cuidado de su cama, en las ter-
rulias del patio y en el regalo de masas y confituras, a la hora
del mate, en ameno vis á vis ...
Entrando al coche-motor, )~sorna de «Viejo Amor» reper-
cutía aún en sus orejas. Chascó la lengua:
¡Esa tosecilla de jubilado! ... ¡E.Se «110 sé» ... cargado de pi
cardía! ...
Sentados ya, abordó a «Karanga».
-¿No te has dado cuenta que «Viejo Amor» le arrastra el
ala a «la niña Visi»? ...
-El ala. Las bolas, querrás decir. Cree tener mucho arras-
tre ... varonil. Y es efectivamente un pelotudo que acabará por
comprometernos. •
-¿Entonces, vos sabías?
-Evidenre. Lo calé desde el principio. Ella me chocó de en-
trada. Sus pudores y remilgos estudiados son, a mi criterio,
afiches de una perversión segura. Es cierro aquello de:
CÓRDOBA:
A las siete y veintidós subieron al cochemotor,
Habían dormido mal.
La mañana introducía sus nieblas al recinto. Y como ellos
también habían amanecido brumosos, el sol y el humor he
rían foscamente sus ojos.
No se acordaban casi de Freya Bolitho. Ni de sus maldi
ciones a «Loo Chaney» y «Forrunato». La monserga del «Chi
flado» percutía bajo la piel de los rostros. Y la repujaba con
su oprobio.
Es difícil apearse de sí mismo cuando el enojo se encabrita.
«Aparicio» quería reírse de sus propios absurdos, para aven
tar los ajenos y animar al corrillo. Pero no supo cómo. Com
pró LA Nación. La abrió como se abre una ventana al mundo.
Se asomó. Y contando con «Dij unto», tomó un pretexto cual
quiera para debobinar el interés de una charla. No tuvo éxito.
Ni «Katanga» ni «Longines» descabalgaron de su ensimisma
miento.
Diarios, revistas, lotería de Córdoba volvió a pregonar
el vendedor.
Compró un billete entero. Sabía que «Longines» gruñía
contra el azar. Lo hizo palmariamente a propósito. Para pro
vocarlo. La rabieta lo distraería. Pero no mordió ...
Cambiando el rumbo, preguntó a «Katanga»:
¿Qué te parece el 21.147? ¿Te fijás la cábula? Veintiuno,
catorce, siete.
¿Qué me va a parecer? A lo menos, si perdés, te consola
rás. Cábalas y martingalas sirven para eso ...
Yo no busco consuelos proclamó avivando la llama del
diálogo. Soy tan leal conmigo mismo que compro billetes de
lotería nada más que para tener el derecho de putear si no saco
nada; ¡porque hay muchos que purean sin jugar!
Sonrió.
Sonrieron todos.
La ganzúa había dado resultado.
-Es mejor así. ¿Qué ganan con fastidiarse por meras pala-
bras de una vieja de mal agüero y de un loco de remate? Esta-
mos muy por encima de ellas. Si fueran sopapos, todavía ...
-Sí, Monsieur de La Palisse: entre palabras y sopapos hay
que preferir las palabras.
«Longines» participó entonces:
-Nada de Monsieur de la Palisse: ¡Monsieur de la Paliza!
«Aparicio» habla por experiencia. ¿No se acuerdan del vapu-
leo del Comisario de Amboy y del juez de La Cruz?
Monsieur de la Po/ice, entonces ...
-Sí, desquítense ahora conmigo. Saquen rafa, nomás. To-
davía voy a contratar al «Chiflado» para que aprendan a res-
petar a la gente.
«Katanga» se abismó breves segundos y manifestó:
-No voy a incurrir en la estolidez común de decir: «Estoy por
encima de todo vilipendio», por la sencilla razón que no estoy
por encima de nada ni de nadie, sino muy distante de todo ...
-En apariencia.
-Pero hay que reconocer que «El Chiflado» es un tipo de
clase. Su sermón no fue al diving pedo, como dije para despis-
tar, sino un ataque certeramente dirigido. ¡También usted, con-
fesarle que éramos mendigos profesionales!
-¿Qué podía contestarle a un fulano que proclama ser el
dedo que hurga el vientre de la noche?
-¿El dedo que hurga el vientre de la noche?
-Sí, «Dijunto»; un dedo devastador de estrellas-ladillas ...
El uruguayo radiaba de contento. Había logrado revol-
ver la inquietud. Empero, la charla no era lo suficientemente
franca. Con más perspicacia se hubiera'dado cuenta. La reti-
cencia de «Katanga» coincidía con las frases incidentales de
«Longines». Simples concesiones a la amistad.
En efecto. La sátira de agudeza vitriólica del «Chiflado»
quemaba aún su intimidad. Ellos, que habían escuchado las
anatemas de Freya contra «Forrunato», debieron oír todavía
la admonición contra la limosna, que era el gran baluarte de
Jaroslav. Todos los hados parecían adversos contra él. Pensa-
ron en su enfermedad. Y pensando en ella, se entenebrecieron;
309
•
Bajaban del taxi, cuando 'desembccaron en la esquina sur
«Rescoldo» y «fenicio», a todo corree
No habían pagado aún y ya estaban enterados de la terri-
ble noticia:
-Los esperábamos. Mejor dicho los- espera. ¡El pobre viejo
se va! Tal vez no los reconozca ya. Ayer, ni bien ustedes salieron,
empeoró como a propósito. Bronconeumonía. Forma malig-
na. Agarrada a destiempo. Me di cuenta enseguida. Traje dos
médicos jefes de Sala del Hospital de Clínicas. Confirmaron mi
diagnóstico. Fatal. Temperatura elevada. Pulso rápido. Respi-
ración jadeante. Piel cianótica. ÍNo hay nada que hacer!
Más que parados parecían paralizados de estupor.
-Entren. Casualmente fui por unas inyecciones a la farma-
cia del Hospital. Entren. Se las daré ni bien termine el Cura.
-¡El Cura! -clarnó «Longines»-. [Si era protestante!
-¡Bagatelas! No hagamos cuestión ahora.
Cruzaron resueltamente el patio. La puerca entornada
abatió sus impulsos. Cuatro suspiros se deslizaron a la pieza.
La escena solemne de ungir al enfermo, sudoroso, inmó-
vil, les llenó de lágrimas. Y el corazón de pena. Hubieran
querido desatar sus sentimientos. Rodear la cabecera. Hacer-
se escuchar por «Fortunato». Pero el sacramento los cohibía.
La constricción transformó el sollozo en grima. El sacerdote,
orando ceremoniosamente, robaba instantes que les pertene-
cían. La grima fue convirciéndose en odio. Estaban a punto
de estallar.
Suspiraron a fondo.
311
Mimare forforiyera
Mi pare esquilaperros:
¡Vaya una gente fulera!
Miércoles de ceniza.
Iban los cinco en taxi, rumbo al Parque Sarmiento.
Cruzaban la ciudad en la modorra de la tarde. Calles hue
cas. De rato en rato una que otra jardinera de reparto. Gar
gantas y cornetas afónicas. Cenizas de serpentinas y papel pi
cado en el suelo. Cenizas de insomnio en las fisonomías tran
seúntes. Cenizas de holgorio en el aire. La alegría fugaz había
decantado alborozos y arrebatos dejando un tedio gris de se
dimento.
Miércoles de ceniza.
354
Queridos amigos: •
Al doblar de cualquier noche ustedes halla-
rán mi cadáver. Siento la muerte merodeando en
torno mío. No tardará en entrar puesto que le he
abierto la puerta. Quisiera morir de día para que
la llama vital no se notara al extinguirse. Omi-
tan todo velorio. ¡No se pueden encender las ve-
las por las dos puntas! Nada de flores en mi caja.
¡Recuerdan el olor suderoso de la fornicación!
Que sea lo más simple mi sepelio. ¡Me repugna
la levita de los cocheros! Yo sé lo que digo. He
sido gerente de banco en Praga.
He sido y déjé de serlo por mi culpa. Uno es
más culpable del triunfo que de la derrota. Sien
do gerente defraudé trescientas mil coronas. Pe
rito en chanchullos y finanzas, pagó el pato un
pobre subalterno: Viktor Zilahy. ¡Cómo confor
ta decir la verdad, aquí, en este bordo de carne
pútrida, que domina las mentiras humanas y di
vinas! ¡Que Viktor Zilahy me perdone como yo
perdono al buitre de su hijo!
Tras el suicido del padre y el deshonor de su
familia, llegó a Buenos Aires Markus Zilahy.
Vino a matarme; pero prefirió agonizarme. Sí:
agonizarme. Óiganlo bien: ¡la víctima es siem
pre el vencedor del delincuente! Agonizar, estar
bajo la amenaza perenne de la delación es la peor
pena que se puede sufrir. Es padecer la trompa
del vampiro succionando el alma, sin poder es
pantarlo. Es vivir en continua anemia psicoló
gica. Nunca sabrán ustedes lo que he sufrido en
nueve años. ¡Es inenarrable! ¡Reptar la piltrafa
de afuera en angustia y congoja! ¡Reptar la de
adentro en aflicción y deseo!¡ Y no poder morir,
porque alguien dispone la voluptuosidad de
matar sin matar!
¡Oh! Siempre lo di]e: héroes son los indivi
duos que arrojan su ficha total, que se juegan
enteros en el tapete del destino ¡y ganan! Yo
necesitaba apilar monedas y monedas para
comprar la gran ficha de mi liberación. Jamás
lo conseguí. Mendigando, mendigando, he en
tregado a Markus Zilaby veintiocho mil pesos,
en nueve años de rodar y rodar bajo su odio
vigilante. Le debo aún siete mil pesos, para
emanciparme de su saña inexorable y de los
remordimientos míos. ¡Páguenle, por favor! Lo
pido con mirada de perro, desde el sucucho del
alma.
¡Es amargo! El que muere ha perdido el pues-
to en la burocracia de la especie. Pero hay con-
decoraciones post mortera para los que pugna-
ron con sacrificios incontables a la jubilación
de la paz eterna. Tal vez no la merezca. Pero
sean generosos. ;No dejen que mi sombra sea
deshilachada por la maldición! No es remilgo
de moribundo. ~fu el clamor de mi dignidad!
¡Es la dignidad de mi honor arrodillado! Yo sé
lo que digo. He sido gerente de banco en Praga.
Gracias, amigos.¡ Y que se agrande en la tum-
ba el silencio que fue su anticipo en mi vida!
JAROSLAV KOPECKY.
P S.: Markus Zilahy vive en
Cocbabamba 3714, Buenos Aires.
.
Eran las once en punco y «Aparicio» no llegaba.
«Longines» rechinó varios minutos aún. Pero no resistió
,
mas:
Es denigrance. Yo soporto la injusticia, nunca la falra de
puncualidad. Quedó comprorneridq a venir a las diez. ¡A las
diez!... Siempre hay hombres y monedas falsos en circulación.
Acababa de llegar.
A propósito: hablamos de vos ... Yo me retiro. «Longines»
tiene a su cargo la primera parte de la audición ... Mientras tan
to, iremos Don Rufo y yo a comar café.
El suizo se explayó de inmediato.
Bien, «Aparicio». No perdamos tiempo. Agarrare fuerce
para resistir la sacudida. En veincicu$tro horas serás el hombre
más famoso del continente. Todos los diarios de América sem
brarán tu nombre en la primera plana. Las revelaciones que
harás, en mil entrevistas con corresponsales extraordinarios, en
reuniones secretas con gobernantes, diplomáticos y técnicos de
Uruguay, la Argencina y, especialmente, del Brasil y Estados
Unidos, sumarán tanta gloria como no la has soñado nunca
en ru vida. Toda esta enorme documentación, en clave, que
ha llegado a mis manos por mera casualidad, prueba de ma
nera irrefutable la existencia del plan de conquista más teme
rario y audaz que se conozca en la época presente. El Brasil, la
Argentina y tu patria serán las naciones perjudicadas.
¡Mi patria! balbuceó ahogado de emoción. Y, de pron
to, reaccionando en ímpetus enérgicos: ¿Cómo mi patria? ¿Por
qué mi patria?
«Longines» insumió cuarenta minutos en explicarle cir
cunsranciadarnenre las vastas proporciones del plan nazi. No
dejó ningún detalle, por ínfimo que fuese, sin elucidar en for
367
Mon ca ur soupire
La nuit et le [our:
Qui peut me dire
.
Si c'est I amour?
•
BIBLIOTECA OEL C<JNGRESO
DE LA NACIÓN
Nun1 ... •,¡ d.- rc11,.11,¡ l11i>lt<i!J1.lll< v
111111! 1111111111111111111111111111111111111111Ílli1111
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