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Hans Rudolf Picard (1981) en su artículo, El diario como género entre lo íntimo y
lo público enuncia que un texto literario debería caracterizarse, por lo menos, por
cumplir con la función pública de la comunicación. Clasificación que excluiría a
todos los diarios que no fueron publicados puesto que tendrían como destinatario
al mismo escritor. Lejeune Philippe (1994) considera que el diario debe ser leído a
partir de una postura pragmática, caracterizando el texto en su desarrollo
performativo dentro de la comunicación. El diario según este enfoque pragmático
se caracteriza por la existencia un pacto en la que el lector acredita en la
veracidad y correspondencia referencial entre la vida del autor y la narración, a
pesar de que no se pueda considerar de ninguna forma la verdadera
correspondencia entre el autor y el narrador. Este pacto interpreta el diario como
un texto documental o una narración basada en una versión testimonial. Los
signos de texto se configuran bajo su carácter referencial, produciendo la
sensación de veracidad y certeza en la narración.
Esa postura teórica puede ser contra argumentada de diversas formas, pues
habría que preguntarse ¿Existe una escritura que no sea escrito para otro? ¿Es
posible una escritura en la que el sujeto se cierre completamente sobre sí mismo?
De ser afirmativa la respuesta, se consideraría la existencia de una escritura
hermética, de un lenguaje encerrado en una monada. Idea absurda, con la que se
definía el diario, al determinarlo como una escritura para sí mismo, un texto sin
lector debido a que eran textos escritos para no ser publicados. Tesis que se
puede falsear desde distintos flancos, ya que distintas teorías filosóficas han
convergido en acentuar el carácter comunicativo del lenguaje. Hans-Georg
Gadamer (1998) en su libro Arte y verdad de la palabra, afirma que el lenguaje
sobrepasa el hecho de constituirse por palabras, por estar enmarcado siempre en
la función comunicativa, Gadamer en el texto Verdad y método señala que esa
función se estructura en la escritura, mismo que existan escritos sin especificar el
destinatario, no por ello, el texto queda excluido de la dimensión universal de la
comunicación. El texto puede ser leído por cualquier lector, eso permanece y lo
constituye en su praxis comunicativa.
Bajtín (Bajtin) en su texto El marxismo y la filosofía del lenguaje expone como toda
enunciación está inscrita dentro de una comunicación. El monologo interior, estado
psíquico introspectivo, se produce como un pensamiento indisociable de un otro,
la persona se imagina dialogando o estando en una discusión con otro, razón que
nos muestra que dialécticamente el sujeto en sí se dispone a considerarse en su
posición intersubjetiva. En síntesis, el lenguaje únicamente puede ser pensado en
su dimensión comunicativa.
Ahora bien, el problema de la literalidad del diario se debate desde dos enfoques,
uno que resalta su aspecto referencial y documental, otro que destaca su aspecto
literario. La primera perspectiva se fundamenta en la correspondencia entre el
nombre del autor con el narrador y por desarrollase testimonialmente ambientando
los signos para ser considerados como veraces. El segundo enfoque se basa en la
construcción literaria de una identidad, lo narrativo se articula y converge en la
identidad del personaje.
Por otro lado, Bajtín (1985) en el libro Estética de la Creación Verbal, platea la
configuración del otro como parte esencial de la construcción estética, su idea
inicial parte de las posibilidades de percepción y comprensión que tiene los seres
humanos para reconocerse los unos a los otros. Los limites ontológicos de la
existencia determinan la comprensión de la experiencia de si mimo dentro de un
horizonte inconcluso; la perspectiva de sentido solo puede definirse a partir de una
perspectiva exterior. La teoría estética de Bajtín corresponde a los planteamientos
ontológicos de Sartre, que gnoseológicamente al diferenciar entre ver y ser visto
plantea que nuestro ser se revela como objeto para el otro y nunca como sujeto,
debido a que nadie puede ver ni pensar a partir de nuestra conciencia, es
imposible ponerse completamente en lo zapatos del otro: ser el otro.
Dialécticamente ese límite determina que únicamente se pueda desarrollar una
imagen de sí mismo a través del otro. Según ese enfoque, Bajtín plantea que la
narración parte de la completitud del héroe visto por el autor a partir de una mirada
exterior. Dinámica que también se presenta en la escritura autobiográfica:
representarse como personaje implica escribirse como si se fuese otro.
Según lo anterior, para el diario ser una creación estética debe prescindir de la
construcción de un personaje, esa característica estética acoge únicamente a los
diarios que forman parte del género autobiográfico, en donde pese a los avatares
de las circunstancias se mantiene la construcción de un personaje: permanece la
identidad del Yo en la narración.
Según Enric Bou (1996) uno de las características para definir como literario un
diario es la construcción del Yo, en este caso, la construcción de un personaje
despliega lo narrativo sobreponiéndose a apuntes reflexivos. Tipología que lo
diferencia del dietario en donde simplemente se pueden exponer fragmentos de
los más diversos temas, sin necesidad de construir la identidad de un ser ni narrar
ningún tipo de acontecimiento. El diario de Alfonso Reyes (2010) se destaca por
anotaciones intelectuales en las que no se configuran ningún tipo de narración,
texto distinto al diario de Virginia Woolf (1982) que permite una lectura literaria al
desarrollar una narración del Yo.
Otras de las características que definen el diario son las delimitaciones temporales
al tener que delimitarse al orden cronológico del calendario como es mencionado
por Maurice Blanchot (1959) en El libro que vendrá, destacando las diferencias
temporales entre un diario y una autobiografía, el primero se destaca por ser
narrado a partir de una proximidad de los acontecimientos que tiene una persona
en su vida cotidiana. El segundo, intenta construir la secuencia temporal con la
que se ha constituido el Yo desde sus orígenes. Wilhelm Dilthey (1944) en su libro
El mundo histórico ya había enunciado que la mejor forma de la búsqueda de
sentido de la existencia se encontraba dentro del género autobiográfico, pero que
se deberían tener en cuenta las formas en que se configura el punto de vista
según la perspectiva y estructura temporal.