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Extrañamiento:
Se denomina extrañamiento a el procedimiento mediante el cual la literatura
des automatiza nuestra relación con la lengua y vuelve extraña y desconocida.
Consiste en presentar el mundo como si se viera por primera vez, con una
mirada inaugural. La literatura no refleja la realidad, sino que la inventa, lo que
enuncia y funda eso otra realidad, ajena, diferente, nueva, original, siempre
extraña. son creados nuevamente por el lenguaje, por lo que, si bien son lo que
parecen ser en la realidad cotidiana, también son otra cosa. Se trata de un
rasgo que está presente en la literatura como parte constitutiva, ya que todo
enunciador presenta siempre un mundo en el que percibe cosas y aspectos
hasta entonces nunca antes percibidos. Podemos pensar el extrañamiento,
entonces, como una mirada singular del mundo, propia del arte que se
relaciona con el carácter estético de la literatura.
Connotación:
la connotación es ese rasgo propio, pero no exclusivo del discurso literario,
relacionado con el empleo del lenguaje, que pone de manifiesto la importancia
no sólo de lo que se dice sino también de cómo se lo dice, porque en la
literatura a pesar de lo que pueda parecer, nunca hay un uso espontáneo e
irreflexivo de la lengua, por el contrario, se trata del espacio privilegiado de
reflexión y trabajo consciente con las posibilidades artísticas y estéticas del
lenguaje.
El enunciado en la literatura no sólo posee un sentido literal, denotado, sino
que a través de la connotación se potencian al máximo sus posibilidades
significativas. Este rasgo del discurso literario, como también el de
ficcionalidad, se construye y manifiesta en todo el texto. No hay una frase o
palabra que uno pueda identificar como connotativa, ya que tanto los sentidos
agregados como aquellos sugeridos, que no nos son dichos directamente, son
resultado del texto en su totalidad. Entre estos sentidos y sugerencias pueden
señalarse connotaciones afectivas, valorativas, intenciones del emisor, miradas
irónicas de situaciones, hechos o personajes, relaciones inesperadas entre las
palabras (como las metáforas o las metonimias), etc.
Ahora bien, también existe un plus de significado en aquello que cada lector
agrega, pone de sí en lo que lee, que no es previsto por el texto, pero sí es
favorecido por el lenguaje literario que busca la apertura de diversas
posibilidades interpretativas. En otras palabras, las resonancias que despierta
una obra están marcadas, por un lado, por el texto y, por el otro, son fruto de la
experiencia de cada lector en particular.
Para poder reconocer los recursos que dan lugar a la connotación es preciso
saber que en ella intervienen no sólo el aspecto semántico, sino también los
otros aspectos del lenguaje escrito: el aspecto fónico, gráfico, prosódico y
sintáctico. Todos estos aspectos enriquecen el aspecto connotativo que es
específicamente semántico.
Por último, no es posible dar cuenta de la connotación sin tener en cuenta los
procedimientos retóricos presentes en los textos literarios. En el discurso
literario, aparecen una serie de recursos verbales (metáforas, metonimias,
personificaciones, comparaciones, hipérbaton, etc.) que afectan a la propia
palabra poética y logran que el lenguaje adquiera mayor densidad literaria.
Estos recursos contribuyen a la conformación de los sentidos del texto.
Polisemia:
El concepto de polisemia alude a la diversidad de significaciones que pueden
estar contenidas en las palabras, como también a los nuevos sentidos que las
palabras pueden adquirir en el texto. Tanto la connotación como la polisemia
son propiedades de los textos literarios relacionadas con la significación de los
mismos, con la multiplicidad de interpretaciones que los mismos habilitan. El
discurso literario busca abrir los sentidos más que cancelarlos, por eso, nunca
es totalmente explícito, ofrece silencios o vacíos que debe completar el lector
para así construir su lectura. Por eso se pueden dar diversidad de lecturas
sobre un mismo texto, aunque estas no son infinitas, ya que deben estar
contenidas en los límites que el mismo texto impone. Hay varias lecturas de un
texto: algunas son razonables, otras son imposibles y ninguna es verdadera.
Intertextualidad:
Todo discurso, oral o escrito, se construye sobre la base de otro discurso: cada
texto responde, niega, interroga, dialoga y recrea otros textos. la originalidad
absoluta es imposible. La multiplicidad de voces que conviven dentro de un
texto literario no son sólo las del narrador o narradores, o la de los personajes,
sino también las implicadas en diferentes discursos sociales, como por ejemplo
la política, la ciencia, la psicología, el arte, etc. También lo son La cita directa
de otra obra, la alusión a un autor mediante el uso de un personaje del mismo,
la parodia, el epígrafe, entre otros.
La intertextualidad implica un agregado de significado al texto que se está
leyendo, es una referencia concreta y un guiño hacia lector a quien se le
demanda reconocer esa alusión intertextual. Se le pide al lector un trabajo extra
para completar el sentido.
Autorreferencialidad:
La autorreferencialidad supone un movimiento de auto-retorno del discurso
ficcional hacía sí mismo como fuente de la referencia. Se obstruye,
literalmente, la relación ficción-realidad para proponer a cambio, como
referente del discurso, el mundo representado por ese mismo entramado de
enunciados., los textos sobreviven a su autor y a su tiempo, no pueden ser
evaluados según la realidad externa, sino a través de su propio mundo,
autónomo y sugerente.
El lenguaje poético tiene dos características propias: una estructura (una forma
especial dada por los versos) y la concentración de significados, esta
característica se reconoce porque en los poemas se “juega” con el significado
de las palabras y muchas veces se usan con sentidos que no son de
diccionario, estas posibilidades de juego con el lenguaje se expresan a través
de los recursos poéticos: