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TÍTULO: SOBRE LA POSIBILIDAD DE IMPONER LAS COSTAS AL JUEZ

AUTOR/ES: Quadri, Gabriel H.


PUBLICACIÓN: Temas de Derecho Procesal
TOMO/BOLETÍN: -
PÁGINA: -
MES: Julio
AÑO: 2021

DEFECTOS EN LA SENTENCIA. COSTAS AL JUEZ

Las costas de esta instancia corresponde imponerlas a los jueces del tribunal conforme lo dispuesto en
el artículo 106 del CPC. En los sistemas judiciales de magistratura profesional, la adecuada prestación
del servicio de justicia supone que el justiciable pueda conocer de manera acabada, explícita y sencilla
las razones por las cuales se decidió el caso que lo involucra.
“Carrasco, Oscar Roberto c/Federación Patronal Seguros SA” - Sup. Corte Just. Jujuy - 19/5/2021 - Cita digital
IUSJU005827F

Sobre la posibilidad de imponer las costas al juez

(1)
Gabriel H. Quadri

I - Este es solo un aporte breve, con algunas reflexiones


Comenzamos con una advertencia acerca de los límites del trabajo.
No intentamos, con esto, realizar un abordaje profundo o exhaustivo de la materia.
Lo que procuramos, en cambio, es compartir con el lector algunas reflexiones a las que nos lleva un
precedente de la jurisdicción jujeña, que en seguida vamos a resumir, y que parece un buen punto de partida
para, aunque sea, empezar a pensar en ciertas cuestiones, latentes, pero generalmente no explicitadas.
Comenzaremos con el fallo.
II - La sentencia jujeña
Vamos a hablar de la sentencia dictada por la Sala Laboral del Superior Tribunal de Justicia de la Provincia
de Jujuy, en el expediente caratulado “Oscar Roberto Carrasco c/Federación Patronal Seguros SA”, con fecha
19/5/2021.
Se trataba del recurso interpuesto contra una sentencia de determinado tribunal, colegiado, de trabajo.
Por lo que leemos en la decisión del Superior Tribunal, el fallo que llegaba recurrido aparecía afectado por
gravísimos defectos, que se calificaron de graves e insanables.
Básicamente, el voto inicial menciona una incapacidad pero luego efectúa el cálculo de la indemnización
computando otra; en el segundo voto, que disiente del anterior (y forma mayoría) se incurre en errores de
cálculo evidentes, además de otros errores.
Es así como el Superior Tribunal califica a las falencias indicadas como errores de fundamentación y termina
señalando que estos “no permiten conocer cuáles son los motivos que justifican el grado de incapacidad
determinado en cada uno de esos votos”.
Además, lo que se califica de más grave es que en el voto de la mayoría se dispuso diferir la estimación del
monto de condena hasta que las partes aporten pautas para efectuarla, mientras que en la parte resolutiva de
la sentencia se fijó el monto de condena “conforme se propicia en los considerandos y el voto de la mayoría”,
contradiciendo lo expuesto anteriormente.
Estos graves e insalvables defectos que presenta la sentencia, según dice el Superior Tribunal, la privan de
validez.
Coincidimos: cuando se trata de sentencias de tribunales colegiados, los fundamentos que la abastecen
deben encontrarse contenidos en los votos que forman mayoría (o en su caso en la postura unánime de sus
integrantes) y, obviamente, la parte dispositiva debe guardar perfecta concordancia con lo que se votó en el
acuerdo.
El fallo del Superior Tribunal jujeño lo explica muy bien, y abunda en citas a la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación que, para evitar reiteraciones, no evocaremos nuevamente aquí.
Volviendo a la sentencia en glosa, obviamente sucedió lo inevitable: su anulación de oficio.
Anulación de oficio que procede por la sencilla razón de que, si no se la decreta, es imposible que el tribunal
revisor cumpla su función: ¿cómo abordar un recurso cuando no se sabe, a ciencia cierta, cuáles son los
fundamentos del fallo recurrido o cuál es su -real- alcance práctico, al señalar algo en los votos y otra cosa
distinta en su parte dispositiva?
Hasta aquí, hablamos de la anulación.
Pero este trabajo versa, principalmente, sobre otra cosa: sus consecuencias en lo atinente a las costas.
III - Un tirón de orejas (pero no muy fuerte, no vaya a ser que duela)
El fallo del Superior Tribunal debía expedirse sobre las costas.
La postura mayoritaria (pues existía una disidencia del Dr. Jenefes) consideró que las costas debían
imponerse a los jueces del tribunal, apoyándose en lo dispuesto en el artículo 106 del CPC.
Recordemos que dicho artículo establece que “Si el procedimiento se anulase por causa imputable a una de
las partes, serán a su cargo las costas producidas con motivo del acto o la omisión que dio origen a la nulidad.
Si ella debiera atribuirse a culpa de los jueces cargarán estos con las costas”; la norma se inscribe en un
contexto más amplio, que es el de su artículo siguiente (107), el cual indica que “en toda clase de procesos los
funcionarios judiciales, abogados, procuradores, peritos y en general toda persona que por su impericia,
negligencia o mala fe ocasionare costas será personalmente responsable de aquellas. La condena en estos
casos será especialmente pronunciada, haciendo mérito de las circunstancias que la motiven”.
Ahora, y sin perjuicio de ello, el tribunal opta por no regular honorarios a los letrados que representaron a
las partes porque considera que, al no haber ninguno de ellos advertido los defectos del pronunciamiento y la
nulidad que acarrean, su actuación -en esta instancia- resultó inoficiosa.
De este modo, vemos que es una imposición de costas solo nominal y carente de contenido patrimonial
concreto. Simbólica, podríamos decir: se condena en costas a los magistrados que trabajaron mal, pero no
deberán aportar nada de su bolsillo.
Ahora, ¿procedía la imposición de costas, según el artículo 106 antes citado?
Nos parece que sí.
La norma aparece redactada en sentido imperativo (no solo como facultad) y se activa cuando la anulación
deriva de la culpa de los magistrados.
¿Hubo culpa, en el sentido del artículo 1724 del CCyCo.?
Leamos el artículo y veremos que este refiere que “la culpa consiste en la omisión de la diligencia debida
según la naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la
imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión”.
En este contexto, creemos que dictar un fallo en las condiciones descriptas (donde los votos resultan
infundados, contradictorios, con graves errores y la parte dispositiva contradice lo señalado en la votación)
configura una clara omisión de la diligencia debida.
No se está ante una cuestión de apreciación probatoria, o de interpretación normativa, y ni siquiera de
definición de algún tema jurídico complejo; nos hallamos ante una exposición totalmente irrazonable, sin
fundamentos e, incluso, la formulación de una parte dispositiva ajena a lo expuesto en los votos.
Es un yerro evidente, que podía apreciarse a simple vista.
¡Y que además, por las fechas que leemos en el fallo, generó más de un año de demora en el trámite!
Por eso, nos parece que se configura la hipótesis del artículo 106 del ritual jujeño.
Ya aprehendido el sentido del fallo, y habiendo analizado un poco los alcances de la decisión, quisiéramos
ampliar el panorama, para que este aporte vaya un poco más allá de la mera cuestión, anecdótica, del fallo.
IV - La imposición de costas al juez, en otros ámbitos
Ahora, esta posibilidad que hemos visto no es patrimonio exclusivo del procesalismo jujeño.
En otras jurisdicciones existen normas similares.
Así, por ejemplo, el artículo 161 del Código Procesal Civil y Comercial de La Rioja indica que “las costas que
se devengaren por motivo de la anulación de actuaciones, podrán ser impuestas a los magistrados,
funcionarios, empleados, peritos profesionales u otros auxiliares que las hubiesen ocasionado. Los abogados y
procuradores serán condenados en costas personalmente, cuando actuaren con notorio desconocimiento del
derecho, negligencia, falta de probidad o de lealtad procesal”.
El artículo 254 del Código Procesal Civil y Comercial de Santa Fe establece que “si el procedimiento se
anulase por causa imputable a una de las partes, serán a su cargo las costas producidas desde el acto o la
omisión que dio origen a la nulidad. Si esta debiera atribuirse a culpa del juez o tribunal que sentenció la
causa, se lo impondrán las costas”.
En la Provincia de Mendoza, el artículo 36 apartado III indica que “las costas de los incidentes de nulidad
serán a cargo de quien ocasionó esta, sean litigantes, jueces, funcionarios o empleados judiciales,
profesionales, peritos u otros auxiliares de la justicia, salvo que medie contienda entre las partes en cuyo caso
las costas se pagarán por el litigante vencido. En el caso de los jueces, funcionarios y empleados judiciales, el
importe de las costas a su cargo no podrá exceder de cuatro (4) meses de sueldo”.
En Córdoba, el artículo 135 de su Código Procesal Civil y Comercial, bajo el título “Costas disciplinarias a los
jueces”, establece que “los tribunales superiores deberán aplicar las costas a los jueces integrantes de los
inferiores cuando revoquen o anulen sus resoluciones o actuaciones y la revocación y anulación sea
consecuencia de un inexcusable error de hecho o de derecho. La sanción es recurrible de acuerdo con el
artículo 127”.

Otros Códigos Procesales, como el nacional, por ejemplo, no contienen previsiones similares.
Y todavía tenemos otros que, para ciertos casos de anulación prevén multas, no imposición de costas.
Así, por ejemplo, el ritual bonaerense, al referirse al recurso extraordinario de nulidad, indica que “cuando
la Suprema Corte lo acogiera, se declarará nula la sentencia recurrida y se remitirá la causa a otro tribunal
para que la decida nuevamente. En este supuesto se aplicará a cada juez del tribunal una multa idéntica a la
establecida por el artículo 45, siempre que, a juicio del tribunal, existiera manifiesta o inexcusable infracción a
los preceptos constitucionales aludidos. Cuando la Corte estimare que no ha existido infracción a las precitadas
disposiciones de la Constitución, así lo declarará, desestimando la impugnación y condenando al recurrente en
las costas causadas”.
Como se ve, aquí nos hallamos ante una multa y no ante una imposición de costas.
Llegado este punto, parece bueno afinar algunos conceptos.
V - ¿De qué hablamos cuando hablamos de costas?
Podetti señala que las costas son las erogaciones que necesariamente deben hacer los sujetos del proceso
para obtener la actuación de la ley mediante la resolución judicial que pretenden.(2)
Por su parte, Palacio denomina a las costas como los gastos que las partes se ven obligadas a efectuar
como consecuencia directa de la sustanciación del proceso, y en principio dentro de él.(3)
La Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires ha establecido que la condena en costas
comprende todos los gastos causados u ocasionados por la sustanciación del proceso.(4)
Sentado todo ello, podríamos decir -como regla general- que las costas pesan sobre las partes(5) y el
instituto se encamina a determinar cuál de ellas debe afrontar los gastos del proceso.
En efecto, si observamos la forma en que se estructuran nuestros ordenamientos rituales veremos que, en
la mayoría de ellos, se sientan reglas generales (que las costas las absorbe el vencido en la litis, art. 68, CPCC)
y en seguida algunas, puntuales, para los distintos supuestos que se van presentando (allanamiento,
nulidades, vencimientos parciales y mutuos, pluspetición, etc.).
Aquí nos detenemos para señalar que, normas como las indicadas en los puntos anteriores entran,
justamente, en esta categorización específica.
Vamos a detenernos, en el punto siguiente, en lo relativo a su aplicación en casos concretos.
VI - Interpretación de las normas vinculadas con la imposición de costas al juez
Sobre esta materia, y su regulación en el Código mendocino, tenemos un lúcido precedente de la Suprema
Corte de aquella jurisdicción, donde el voto inicial es de la Dra. Kemmelmajer de Carlucci.(6)
En el caso, lo que había sucedido era lo siguiente: abierta la causa a prueba, el juez hace lugar,
erróneamente, a una prueba informativa. El demandado plantea incidente de nulidad contra el auto; el juez no
abre el incidente de nulidad sino que advertido del error lo corrige invocando las facultades del artículo 46; y
no impone costas por el incidente promovido.
Frente a la apelación del demandado, la Cámara impone las costas de lo actuado al juez.
Recurrido este fallo, la Suprema Corte razona que
“a) Las costas al juez en los supuestos de nulidades procesales tienen un régimen específico, el art. 36
inc. III del CPC que dispone:
Las costas de los incidentes de nulidad serán a cargo de quien ocasionó esta, sean litigantes, jueces,
funcionarios o empleados judiciales, profesionales, peritos y otros auxiliares de la justicia, salvo que
medie contienda entre las partes en cuyo caso las costas se pagarán por el litigante vencido. En el caso
de los jueces, funcionarios y empleados judiciales, el importe de las costas a su cargo no podrá exceder
de cuatro meses de sueldo.
b) Como he dicho en los anteriores precedentes, no es un típico caso de responsabilidad civil pues la
norma introduce un presupuesto ajeno a los criterios clásicos que la rigen (la contienda) y un límite
inexistente (los cuatro sueldos).
c) Tampoco es un caso de ‘costas al vencido’, pues tal carácter no puede predicarse del juez.
d) La norma establece que responde quien causó la nulidad y, en tal sentido, una interpretación
gramatical y aislada parecería apoyar la idea que basta la relación causal; mas es evidente que una
interpretación armónica y razonable de la disposición legal exige interpretarla en el contexto de todo el
ordenamiento (procesal y sustancial). Dice magistralmente Morello al comentar el fallo de esta Corte del
13/6/1991 antes reseñado: ‘Nos parece que el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación ha querido
‘gambetearle’ a una imposición que no está en la idiosincrasia forense argentina. Al mal juez se le
promueve un juicio político, pero no se le persigue con la imposición de costas por las irregularidades
con que, por error, falta de oficio o impericia ha estructurado el desarrollo de un litigio y de cuyas faltas
y consecuencias es principalmente responsable. La ley mendocina también se fuga hacia los principios
generales...’.
e) En ese contexto general están, indudablemente, el elemento daño, el deber de probidad, y la
prohibición del abuso. De otro modo, habría un trato excesivamente riguroso para el juez si se lo
compara con el régimen de costas impuestas al abogado.

Tengo el convencimiento de que en nuestro Código, redactado por un hombre sabio y conocedor del
derecho sustancial y procesal, como fue Podetti, si el juez responde por la nulidad declarada es porque
se presume que esa nulidad ha generado un daño de alguna significación mínima. Si así no fuese, no
tendría justificación esta disposición excepcional, desde que la regla es que las costas las soporta el
vencido.
Pues bien, en el caso, dado que el juez eliminó el error procesal en el que había incurrido, hasta ese
momento, el único daño emergente causado al demandado era el pago de la tasa de justicia ($24) pues
el incidente fue interpuesto por el demandado, que es abogado. Tengo para mí que, en este caso, no
existía tal daño reparable: Tengo especialmente en cuenta: (I) El monto de la demanda (200.000
dólares); (II) Las partes del proceso (no son excluidas sociales, ni de pobreza extrema); (III) Los
intereses en juego en el incidente (no están implicados derechos de los consumidores, ni del medio
ambiente, etc.); por el contrario, el valor económico del incidente generador de costas se reduce a la
tasa de justicia y a los honorarios del abogado, que es parte, y de su letrada; (IV) otras circunstancias
del proceso (el incidente de nulidad se interpuso en un expediente iniciado en 1998, que no logra aún
pasar a la etapa de los alegatos).
En otras palabras, aunque en general no es aceptable la regla de Pothier según la cual ‘casi nada debe
ser considerado como nada’, el caso muestra con verdad enceguecedora la necesaria aplicación de la
regla romana ‘de minimus non curat proetor’ (el pretor no se ocupa de lo mínimo).
Nada justificaba, pues, la aplicación de la regla excepcional. Por el contrario, el tribunal de apelaciones,
aun haciendo lugar al recurso de apelación (mal o bien), pudo imponer las costas por su orden y las
comunes por mitades, especialmente porque aunque la actora dijo que nada tenía que ver en el
entuerto trabado entre el juez y el demandado, y consecuentemente, pidió liberación de costas,
defendió la decisión por la que el juez, haciendo uso de las atribuciones previstas en el artículo 46,
había corregido el error sin imponer costas a nadie.
Estableciendo el incumplimiento del primer recaudo mencionado, es innecesario ingresar al deber de
probidad, y la prohibición del abuso”.
En la Provincia de Santa Fe, mientras tanto, se ha considerado inaplicable el artículo 54 del Código
Procesal, que permite imponer las costas al juez cuando la nulidad es atribuible a su culpa, si en el caso
el vicio partió de un explicable error de apreciación acerca de los alcances de un escrito, pues ello torna
discutible la existencia de un grado de evidencia de culpa en dicho proceder.(7)
Mientras tanto, respecto de las costas disciplinarias del ordenamiento cordobés, se ha dicho que “tal
sanción está prevista en forma genérica en nuestra compilación formal para los casos en que la
revocación o anulación sean consecuencia de un ‘inexcusable error de hecho o derecho’. Su imposición
solo se justifica cuando la revocación sea consecuencia exclusiva del error en la representación de las
constancias fácticas del expediente o de la inadecuada subsunción del caso a la norma de derecho
concreta, sumado a que el yerro no admita disculpas por resultar palmario y evidente”.(8)
Como se ve, las normas que se enfocan en la imposición de costas a la magistratura han sido interpretadas
de manera restrictiva.
En doctrina, mientras tanto, Chiappini ha considerado que este tipo de preceptos resulta inconstitucional y
que la cuestión vinculada con el inadecuado cumplimiento de sus funciones debería zanjarse vía disciplinaria
(tribunales de enjuiciamiento).(9)
Capitalizadas estas ideas, podemos ir forjando un parecer personal sobre el asunto.
VII - Algunas conclusiones (provisionales)
De lo brevemente expuesto, pueden ir despuntando algunas ideas.
La primera: muchos Códigos Procesales no contemplan la posibilidad de imponer costas al juez o a los
demás funcionarios, trayendo como única alternativa el imponerlas a las partes y, en algunas ocasiones, a sus
asistentes técnicos (ver, por caso, art. 48, CPCC).
En esos supuestos, sería inviable la imposición de costas al juez, por la sencilla razón de que eso no está
previsto expresamente.
Así, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha descalificado fallos que impusieron las costas al
magistrado cuando la ley no lo permite, señalando incluso que ello implicaba una decisión sancionatoria sin ley
previa.(10)
La segunda: en varios Códigos Procesales, sí está prevista la posibilidad de imponer costas al juez.
En la mayoría de los casos frente a declaraciones de nulidad, pero en algunos supuestos también cuando
sus resoluciones se revoquen (caso cordobés). Esto no es detalle menor, porque en el primer supuesto
estamos ante actos inválidos, mientras que en el segundo frente a actos que pueden llegar a ser incorrectos.
Con todo, estas normas se han interpretado de manera restrictiva y requiriendo la existencia de culpa,
como fundamento de la imposición.
VIII - ¿Significa esto consagrar supuestos de ausencia de responsabilidad por el accionar de los
magistrados?
Para nada.
Siempre hay que tener presente la existencia de responsabilidades disciplinarias (supuestos de mal

desempeño o demás sanciones que ingresan en este ámbito), eventualmente las penales y también las
responsabilidades por error judicial, en el ámbito de las acciones resarcitorias pertinentes.
IX - ¿Son esas responsabilidades suficientes?
Creemos que no, y sabemos que esto puede resultar antipático.
No vamos a hablar aquí de las juezas y jueces que cumplen adecuadamente su función.
Vamos a hablar de los otros y las otras, que no lo hacen; y no lo haremos desde la perspectiva de sus
responsabilidades, sino desde la postura de las partes.
Queremos profundizar en esto: cuando desde el órgano jurisdiccional se incurre en cierto tipo de errores,
estos errores muchas veces generan actividad procesal, que -a su vez- requiere de trabajo, actuación
profesional, gastos, pérdida de tiempo, etc.
Ahora, ¿quién se hace cargo de todo esto?
Porque, a veces, el error es imputable pura y exclusivamente al órgano jurisdiccional, y totalmente ajeno a
las partes.
Es más, muchas veces ni siquiera existe contraparte.
En supuestos así, muchas veces la cuestión termina siendo definida sin imponer costas.
Esto, desde ya, no significa que el trabajo de los profesionales, los gastos y las erogaciones no hayan
existido (una frase difícilmente pueda borrarlos) sino simplemente que cada parte debe pagar sus propias
costas.
Entonces, nos preguntamos, ¿es razonable que las partes deban absorber, en su patrimonio, los gastos
provocados por un error judicial?
O, de lo contrario, ¿será razonable que el profesional no vea retribuidas las labores que llevó a cabo para
enderezar una situación, procesal o sustancial, que se fue torciendo por una inadecuada actuación del órgano
jurisdiccional?
Nos parece que no.
Volvamos al ejemplo jujeño: las costas se impusieron al tribunal, pero las tareas se consideraron
inoficiosas, entonces los letrados no se vieron retribuidos. Es, al menos, atípica esta situación porque, aunque
no hubieran planteado la nulidad, los trabajos tuvieron que hacerse, y nadie va a abonarles por ellos.
Las nulidades de oficio generalmente terminan así, con una imposición de costas por su orden y el proceso
puesto en reversa, volviendo a transitar estadios ya pasados.
Ahora, el trabajo que se hizo en el interín ¿quién lo retribuye?
Aparentemente nadie.
Y esto puede suceder en múltiples situaciones.
Pongamos un ejemplo práctico, elegido arbitrariamente de la práctica profesional, y se entenderá mejor a
dónde queremos ir.
Asumamos que, en un proceso cualquiera, aún no se ha trabado la litis y, por una postura caprichosa o
arbitraria del tribunal, se viene retaceando la posibilidad de cursar una notificación bajo responsabilidad de la
parte actora.
Supongamos que, a la larga, ello se obtiene, recurso de apelación mediante.
Ahora, como la contraparte todavía no vino al proceso, ¿quién abonará, por ejemplo, las costas recursivas
en este caso? ¿El actor? ¿El demandado que no intervino en la cuestión? ¿O nadie?
Quizás pueda replicársenos que los casos por errores judiciales pueden ser canalizados mediante
pretensiones resarcitorias.
Esto es muy cierto.
Pero también es cierto que, frente a ciertos daños de pequeña magnitud, puede ser engorroso transitar todo
un proceso nuevo y seguramente no se lo haga.
Cerramos con una cuestión más, vinculadas a las responsabilidades disciplinarias.
Es indudable que ellas existen.
Pero también es indudable que, en lo que aquí estamos analizando, tienen muy poca incidencia: las
responsabilidades disciplinarias pueden terminar, a lo sumo, con una sanción a quien incurrió en una conducta
indebida, pero en lo que hace a la situación concreta de las partes, es poco lo que suman o enmiendan.
X - Alguna solución para quedarnos meditando
Ahora, en estas situaciones opacas, hay otra salida.
Pues sí: que las costas las asuma el propio Estado.(11)
En efecto, si se produjo una actuación procesal indebida, que generó gastos y erogaciones innecesarias a
quien debió intervenir en el proceso, que podían haber sido evitadas si este se hubiera tramitado de manera
diligente, es el Estado, como prestador del servicio de justicia, quien debería asumir las responsabilidades
patrimoniales del caso, incluso haciéndose cargo de la decisión de haber puesto a una persona, u otra, al frente

de determinado órgano judicial.


Luego, claro está, podrá el Estado analizar el temperamento a adoptar respecto de esta magistrada o
magistrado y si es pertinente activar los carriles disciplinarios correspondientes.
Pero, en el mientras tanto, parece justo y razonable que quien se hubiera visto afectado por el accionar
jurisdiccional encuentre una respuesta rápida y efectiva frente a las complicaciones que lo afectaron.
XI - Resumiendo
Quien está en la práctica forense, sabrá que -a menudo- se escucha, aquí y allá, que en determinados casos
sería procedente que las costas las asumiera el juez o jueza del caso.
Y, en verdad, algunas veces se observan conductas tan extremas, respuestas tan inadecuadas,
temperamentos tan arbitrarios, tan poca contracción al trabajo, que la idea parece seductora. También, hay
que reconocerlo, muchas veces jueces y juezas se ven injustamente fustigados, o bien porque cumplen
adecuadamente su función (e igualmente se los critica) o bien porque les toca trabajar en contextos tan
adversos, en los cuales ya es demasiado lo que logran y los errores o equivocaciones menores pueden ser fruto
del cúmulo de trabajo.
Pero aquí estamos hablando de los jueces que se desempeñan inadecuadamente.
Como se desempeñaron inadecuadamente los magistrados del tribunal jujeño, al emitir un fallo inválido,
afectado por yerros graves y evidentes.
Para estos casos, ¿es razonable que sean las partes quienes deban asumir el impacto económico de la
litigación?
Creemos que no.
Pero muchos ordenamientos procesales no contienen previsiones sobre el particular, con lo cual no queda
espacio para otras soluciones que distribuir estos gastos entre las partes, ajenas la mayoría de las veces al
problema.
Cerramos estas reflexiones advirtiendo que quizás sea el momento de repensar algunas soluciones de lo
procesal, para dar respuestas más eficientes y razonables a la población: escuchar, por unos momentos, la voz
de los usuarios del servicio (profesionales o no) muestra el descontento que existe y, tal vez, la necesidad de
enfocar de otro modo ciertas cuestiones.

Notas:
(1) Abogado (UM). Doctor en ciencias jurídicas y sociales. Secretario de la Cámara de Apelación Civil y Comercial de
Morón. Director del Instituto de Derecho Procesal del Colegio de Abogados de Morón. Autor de varios libros, capítulos
en obras colectivas y múltiples publicaciones en revistas especializadas. Integrante del Foro de Derecho Procesal
Electrónico (E-procesal)
(2) Podetti, Ramiro: “Tratado de los actos procesales” - pág. 111 - nro. 30
(3) Palacio, Lino E.: “Derecho procesal civil” - T. III - Ed. Abeledo-Perrot - Bs. As. - pág. 364
(4) “Arroyo, José Luis v. E.M.A.P.I. S.A.I.C.F. e I s/accidente de trabajo” - SC Bs. As. - L. 92089 S - 26/10/2011
(5) Loutayf Ranea, Roberto: “Condena en costas en el proceso civil” - Ed. Astrea - Bs. As. - pág. 2
(6) “Rey, Alberto A. y otra c. Previtera, José J.” - SCJ Mendoza - Sala I - 11/11/2004 - LLGran Cuyo2005 (mayo), 417
- TR LL AR/JUR/5052/2004
(7) “Calzar Soc. de Hecho c/ Moncada, Fabián E.” - CApel. CC Rosario - Sala IV - 5/8/1999 - LLLitoral 2000, 787 - TR
LL AR/JUR/3535/1999
(8) Aguas Cordobesas S.A. c/ Vilches, Omar E. - CApel. CC 2a Nom. Córdoba - 13/06/2003 - LLC2003 (octubre),
1119 - TR LL AR/JUR/1802/2003
(9) Chiappini, Julio O.: “La condena en costas al juez en el CPC cordobés” - LLC2007 (setiembre), 789 - TR LL
AR/DOC/2286/2007
(10) CSJN - Fallos: 303:1621
(11) Sobre el tema puede verse Juliano, Mario A.: “Costas al Estado por absolución del acusado (A propósito de una
sentencia del Tribunal de Casación Bonaerense)” - disponible en
http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2007/02/doctrina31316.pdf, con un muy buen análisis del voto del
Dr. Sal Llargués en la causa nº 8127 de la Sala I del Tribunal de Casación Penal bonaerense, fallo del 2/5/2006
 
 

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