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Honorarios no regulados.

Verificación en el concurso del condenado en costas 12/12/22 09:13

Título: Honorarios no regulados. Verificación en el concurso del condenado en


costas
Autor: Moro, Carlos Emilio
País: Argentina
Publicación: El Derecho - Diario, Tomo 229, 134
Fecha: 01-09-2008 Cita Digital: ED-DCCLXX-306

Sumarios

I. El caso. Una acreencia alimentaria. La obligación de verificar está tabulada y no discrimina. – II. La
manda legal es clara. – III. El tratamiento del tema está lejos de ser uniforme. – IV. No hay lugar para
peticiones abiertas. – V. La falta de regulación no es una excusa absolutoria. – VI. Si se pide, hay que
decir por cuánto. – VII. Conclusión.

Honorarios no regulados. Verificación en el concurso del condenado en costas

Nota a Fallo

I
El caso

Dos abogados se insinuaron tardíamente en un proceso concursal pidiendo se les verificaran sus
honorarios, y obtuvieron sentencia favorable, pero a la vez se les impuso la típica sanción que,
pacíficamente, doctrina y jurisprudencia reservan para los “tardíos”: las costas de la incidencia.
Apelaron los letrados, y el Tribunal de Alzada rechazó el recurso. El tema, bien resuelto a nuestro
criterio por la Cámara paranaense, no deja de ser controvertido, toda vez que algunos jueces mandan,
siempre, a que regule el magistrado que originariamente había entendido en la causa donde se hubiese
generado la acreencia de los letrados; otros también lo hacen pero sólo si el expediente no hubiere sido
succionado por el fuero de atracción, en cuyo supuesto, sí, regulan ellos.

Lo cierto es que la forma en que se resolvió el caso anotado, tengo para mí que marca el camino
correcto para hacerlo: cuando un condenado en costas se concursa, aunque los honorarios no estén
regulados, el abogado debe inexcusablemente insinuarse en el pasivo concursal. Al formular el pedido
de verificación, para indicar el “monto” por el que lo hace, al no existir regulación, deberá practicar
los cálculos correspondientes conforme a la ley de aranceles, relatando circunstanciadamente la causa
de su crédito; a su turno el síndico aconsejará, y finalmente el juez del concurso resolverá.

Una acreencia alimentaria

El honorario es al abogado lo que el salario es al trabajador en otras ramas o actividades. El abogado


vive de su noble y loable tarea de “abogar”, y por ella percibe como retribución: honorarios. Distintas
legislaciones le han dado el trato preferencial que corresponde. Poseyendo habitualmente la jurídica
calidad de frutos civiles, todos y cada uno de los honorarios originados en el trabajo inmaterial de las
ciencias y como justa retribución de éste (art. 2330, cód. civil). Consecuentemente, la palabra
honorario se utiliza cuando se trata de pagar a los abogados, sin perjuicio de otras acepciones.

Además de la distinción honorífica que significa ser un “auxiliar de la justicia” y gozar por ello de la
asimilación a los magistrados judiciales en cuanto al respeto y consideración que debe guardársele, es

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dable admitir que pueda plantearse quién le paga, no si cobra.

En efecto, debe quedar claro que como regla el abogado “siempre” tendrá derecho a cobrar sus
honorarios, lo que puede ocurrir es que deba percibirlos de quien fue su mandante y no del que resultó
condenado en costas.

La obligación de verificar está tabulada y no discrimina

Es tan indiscutible como indiscutido que todos los acreedores de causa o título anterior al
concursamiento deben (rectius, pueden) requerir su verificación ante el Síndico, pudiéndose liberar el
deudor, total o parcialmente, de todas las obligaciones de causa o fecha anterior a su presentación,
según el acuerdo preventivo homologado o el producido de la liquidación de los bienes desapoderados,
a cuyo efecto el importe de las deudas resulta de vital importancia. Es menester precisar exactamente
el monto del pasivo, como correlativamente corresponde indagar simultáneamente la cuantía del
activo(1).

En esa inteligencia es indiferente que el crédito sea líquido o ilíquido, haya sido o no reconocido por el
concursado en la presentación; conste o no en los libros de comercio del deudor, esté documentado en
instrumento público o escritura privada –con o sin fecha cierta–, tenga fuerza ejecutiva o carezca de
documentación, haya surgido durante el período de sospecha o antes, se trate de obligaciones de dar,
hacer o no hacer(2).

II
La manda legal es clara

El art. 32(3) de la ley 24.522 exige al acreedor la indicación del monto de su acreencia, la fórmula legal
no es más exigente que la contenida en el art. 330(4) del CPCCN, que prevé que la demanda deberá
precisar el monto reclamado, salvo cuando al actor no le fuere posible determinarlo al promoverlo.

La estimación del monto por el que un abogado fuera beneficiario de una condena en costas contra el
concursado, al insinuarse y pedir verificación, debe ser hecha en el pedido verificatorio cuando no
están regulados los honorarios, ya que, en caso contrario, esto es, si la regulación ya se hubiese
efectuado, sólo habrá que reproducir la cifra regulada.

III
El tratamiento del tema está lejos de ser uniforme

La sindicatura podrá expedirse sobre el monto y la causa invocada (art. 35, LC[5]); los demás
acreedores podrán hacer las observaciones que estimaren (art. 34, LC[6]) y finalmente el juez resolverá
verificar o declarar admisible o inadmisible la pretensión (art. 36, LC)(7).

No obstante, es usual que al actuar el abogado en la forma señalada, el síndico se oponga a esa práctica
tildándola de constituir una “autorregulación”, desaconsejando su verificación; algún acreedor la
observe por la misma razón; y a su turno el juez declare “inadmisible” la pretensión, coincidiendo todos
que al tratarse de honorarios los mismos deben ser regulados por el juez de la causa, esto es, el del
juicio individual donde se generaron.

En efecto, ordinariamente en la oportunidad de dictar la sentencia del art. 36 de la LC el sentenciante


coincidiendo con el consejo sindical emitido a la sazón del informe del art. 35 de la LC, declara
“inadmisible” estos créditos así pedidos porque, se suele decir, “que la tarea de estimar los honorarios
era privativa del juez de la causa, cálculo en el que aquel magistrado no puede ser en manera ninguna,
ni por nadie, suplido”(8). Incluso, como usualmente el abogado agrega toda la documentación que
acredita la existencia de su crédito, y tanto esa documental cuanto la existencia misma de la acreencia
no es desconocida ni cuestionada por el concursado o los acreedores, como así tampoco cuestionada por
la sindicatura en su informe individual, el juzgado a la hora de resolver suele postergar su admisión al
pasivo con un “hasta cuando los estipendios se hallen regulados (por el juzgado de origen) y firmes”.

No es correcto, desde nuestro punto de vista, ese criterio de esperar la regulación del juez de origen,

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porque dicho magistrado habría perdido ya su competencia a tenor del artículo 21 de la LC, y
consecuentemente lo que aquel juez resuelva será nulo de nulidad absoluta de conformidad al artículo
18 del código civil. Si bien este argumento se diluye a partir de la ley 26.086, para los juicios de
conocimiento, no por ello desaparece. Más aún si reparamos en la autonomía de los honorarios respecto
de la causa principal en cuya tramitación se generaron.

IV
No hay lugar para peticiones abiertas

A la hora de verificar ya no se trata de una hipótesis objetiva y abstracta de laboratorio, ni se trata de


limitar el alcance de la onerosidad de las tareas profesionales que presumen los arts. 1627 y 1871 del
cód. civil, de allí que sostengamos que debe permitirse el debate amplio y típico del proceso de
verificación, pudiéndose en esa inteligencia, también, rechazar la verificación de honorarios si la
liquidación aprobada en la que se basara desbordara –como lo resolvió la Corte Federal–, los estándares
valorativos a que alude la parte final del Código Civil violentando la regla que ordena dar a cada uno lo
suyo, acordando a los abogados una retribución cuya magnitud hiera el más elemental sentido
común(9).

De otro lado, en un caso exactamente contrario, donde los abogados acreedores habían pedido “menos”
que la suma que luego se les reguló en un juicio que seguían contra el concursado y unos fiadores, dijo
la ministra Kemelmajer de Carlucci al preopinar, en criterio al que adhirieron luego sus pares:

“a) Los letrados no necesitaban tener honorarios regulados en las ejecuciones individuales para pedir
su insinuación en el pasivo de los fiadores. Si tenían derecho a ser insinuados por alguna suma, les
bastaba con presentarse al síndico y hacer los cálculos.

b) Siendo así, no hay razón alguna para que los profesionales no pidieran insinuación por los honorarios
correspondientes a toda la labor desarrollada hasta antes de la declaración en concurso de los fiadores,
sobre todo, porque por tratarse de una ejecución de sumas de dinero, el cálculo no ofrecía dificultad
alguna.

c) Consecuentemente, si se presentaron y pidieron una suma determinada, resulta correcta la actitud


de tomar esa suma como limitativa de la pretensión deducible en el trámite de verificación tempestiva.

d) Aunque sin mención expresa, los recurrentes parecen imputar al tribunal exceso de rigor ritual; sin
embargo, la posición asumida por las sentencias de grado, más allá de los fundamentos esgrimidos,
responde a la lógica del concurso. La decisión de incorporar los créditos sólo por las sumas peticionadas
no es neutra; por el contrario, la mayorías reclamadas por el art. 45 de la ley de concursos se computan
sobre los créditos de los acreedores quirografarios verificados y declarados admisibles. En
consecuencia, no es posible formular peticiones “abiertas” para ser concretadas fuera de las
oportunidades legalmente previstas, pues a diferencia de lo que ocurre en una demanda individual, la
determinación de los montos no resulta indiferente para los modos extintivos del concurso(10).

V
La falta de regulación no es una excusa absolutoria

Desde nuestra óptica, entonces, para la verificación del crédito proveniente de honorarios no es
necesario que estén regulados, correspondiendo al juez del concurso (en virtud del fuero de atracción)
la estimación de los mismos en base a la tarea profesional desplegada en el juicio seguido contra el
deudor con anterioridad a la presentación concursal(11), y frente a la falta de tiempo para requerir
regulación, por vencerse el plazo establecido para verificar, el pretenso acreedor debe intentar
insinuarse igual ante la Sindicatura, requiriéndole que cuantifique la acreencia en función de las normas
arancelarias correspondientes a la jurisdicción en la cual tramitó el pleito en el que aquélla se habría
devengado. Siendo de esta manera posible lograr la admisión de un crédito por honorarios de un
profesional, aunque éste no hubiese logrado su cuantificación en el proceso en el cual participó(12).

Esta postura es la que observarían mayoritariamente los tribunales cordobeses conforme lo relataron los
profesores Francisco Junyent Bas y Efraín Hugo Richard en las Jornadas Nacionales de Institutos de

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Derecho Comercial de la República Argentina realizadas en Paraná, Entre Ríos, en agosto del año 2007.
En forma coincidente, tampoco en jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires es posible solicitar la
regulación de honorarios en el juicio suspendido ya que tal menester corresponde al Juez del juicio
universal según criterio constante de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia(13), compartido por
ambas Salas de la Cámara de Apelaciones del Departamento Judicial de Bahía Blanca:
“...Consecuentemente, la regulación de honorarios –como los pasos previos para su determinación–
deberá tramitar ante el juez del proceso universal...”(14); “...la circunstancia de que los honorarios
cuya verificación tardía se requirió no estuvieran regulados antes de vencido el termino para presentar
al síndico los pedidos de verificación, no impedía tal presentación, desde que también pueden
insinuarse los acreedores por deudas ilíquidas, cuya liquidación constituye –en definitiva– uno de los
cometidos del juez del concurso. Luego, también en este punto lo resuelto se ajusta a derecho...”(15).
Sin fisuras aparece la posición de este prestigioso Tribunal de Alzada, cuya onda expansiva potenciaron
por décadas los luminosos votos de Pliner, en cuya buena senda se continúa.

VI
Si se pide, hay que decir por cuánto

También en Entre Ríos viene consolidándose esta saludable tesis: “...si bien los honorarios se
encuentran vinculados al juicio principal, a la hora de su verificación éstos gozan de autonomía y
aplicando las disposiciones del art. 21 de la LCQ, el actor ha optado por peticionar la verificación de su
crédito, es por ello que en el presente caso corresponde al juez del concurso determinar los honorarios
del abogado por la tarea desarrollada en los juicios seguidos contra el concursado. Que asimismo y a
contrario de lo expresado por el a quo, ante la declaración de inadmisibilidad del crédito del
profesional, la vía del incidente de revisión es la prevista por el art. 37 de la ley concursal. Que en base
a lo expuesto corresponde hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por Daniel Beltrame y en
consecuencia revocar lo resuelto, haciendo lugar al incidente de revisión declarando admisible el
crédito del mencionado profesional”(16).

Los letrados beneficiarios de una condena en costas, afirman con toda razón los jueces entrerrianos en
el fallo que se anota, “no necesitan tener honorarios regulados para pedir su insinuación en el pasivo
(...) El límite o tope del crédito estará dado en tal caso, por la propia determinación del profesional, o
por la menor estimación que haga el magistrado a cargo del concurso llamado a decidir. Nada obstaba a
que los insinuantes liquidaran el monto total del pleito a fin de calcular sus honorarios y precisar el
alcance de una presentación verificatoria tempestiva en el concurso”.

En forma coincidente, en un pronunciamiento reciente de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo


Comercial –cuya jurisprudencia tiene una innegable fuerza expansiva en todo el país–, la sala D señaló
que la orfandad regulatoria en el juicio individual no representa obstáculo para la procedencia de la
pretensión insinuatoria en el pasivo concursal de un crédito por honorarios, toda vez que esa resolución
no es en sí misma el título hábil para una verificación causada por honorarios, sino la labor
efectivamente desplegada por el profesional que es la que genera el derecho a los estipendios, cuya
mensura siempre “queda a consideración del juez del concurso, tanto en la etapa tempestiva, tardía o,
en su caso, en la eventual revisión”(17).

VII
Conclusión

Nuestro procedimiento concursal, entonces, que es inquisitivo, pero no oficioso, no suple las peticiones
de los interesados(18); luego, si el acreedor pide que se verifique menos de lo que le corresponde, el
monto pedido será el techo de la sentencia del art. 36 de la LC, y el carácter universal y de orden
público que tiñe todo el proceso fallimentario, inhibe al juez del concurso de delegar facultades en
otros jueces, cuyas resoluciones, a mayor abundamiento, no obligan a aquél, toda vez que a la hora de
verificar no hay sentencia que valga como verificación, sin más, ni siquiera por el hecho de haberse
dictado en un proceso sumario u ordinario. Mucho menos aún, entonces, corresponde que el juez del
universal haga un reenvío de la causa al magistrado que entendió en el juicio individual para que regule
los honorarios, como no obstante lo entiende prestigiosa doctrina.

Luego, como resolvió la Cámara paranaense al confirmar la sentencia de grado, la determinación del

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monto por el cual el peticionante pide verificación, debe ser hecha al momento de la insinuación, con
el fin que la sindicatura pueda expedirse sobre el monto, causa y privilegio. Se trata en definitiva del
cumplimiento de una carga legal: indicar el monto del crédito (art. 32, LC) por el que finalmente, en su
caso, se lo incluya en la sentencia de verificación (art. 36, LC) que es “definitiva a los fines del
cómputo en la evaluación de mayorías y base del acuerdo”. La determinación de los montos de esa
sentencia no resulta indiferente en un proceso concursal, donde la mecánica del art. 45 de la LC los
requiere precisos para conformar las mayorías.

voces: concursos - honorarios - costas - abogado - provincias

(1) Cámara, Héctor, El concurso preventivo y la quiebra, 2ª ed. actualizada bajo la dirección de Ernesto
E. Martorell, LexisNexis, t. I, pág. 652.
(2) Ibídem, pág. 662.
(3) Art. 32, LC: “Todos los acreedores por causa o título anterior a la presentación y sus garantes, deben
formular al síndico el pedido de verificación de sus créditos, indicando monto, causa y privilegios...”.
(4) Art. 330, CPCCN: “...La demanda deberá precisar el monto reclamado, salvo cuando al actor no le
fuere posible determinarlo al promoverla, por las circunstancias del caso...”.
(5) Art. 35, LC: “...el síndico deberá (...) expresar respecto de cada crédito, opinión fundada sobre la
procedencia de la verificación del crédito...”.
(6) Art. 34, LC: “...el deudor y los acreedores (...) podrán (...) formular por escrito las impugnaciones y
observaciones respecto de las solicitudes formuladas...”.
(7) Art. 36, LC: “...el juez decidirá sobre la procedencia y alcances de las solicitudes formuladas por los
acreedores (...) Cuando existan observaciones, el juez debe decidir declarando admisible o inadmisible
el crédito o el privilegio...”.
(8) En un atípico concurso preventivo con un período de exclusividad que lleva ya más de un año, que
tramita por ante un Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Comercial –no se consigna carátula ni
radicación, porque precisamente está en trámite en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires–, el 6 de
febrero de 2007, en la oportunidad de dictar la sentencia del art. 36 de la LC, coincidiendo con el
consejo sindical emitido a la sazón del informe del art. 35 de la LC, se declararon “inadmisibles” los
créditos por honorarios que habían pedido dos abogados, beneficiarios de una condena en costas contra
la concursada en un juicio individual, donde no se les habían regulado sus honorarios a la fecha que
tenían que verificar. Se dijo al así fallar, que la tarea de estimar los honorarios era privativa del juez de
la causa, cálculo en el que aquel magistrado no podía ser en manera ninguna, ni por nadie, suplido. A
ello se agregó, que toda vez que se encontraban debidamente probadas la existencia y causa del
crédito de los abogados por las constancias acompañadas, el juzgado iba sólo a postergar su admisión al
pasivo hasta “cuando los estipendios se hallen regulados (por el juzgado de origen) y firmes”. Cuando
los abogados articularon sendos recursos de revisión, se señaló que ambos letrados debían ser
considerados “acreedores admisibles”... pero sin monto. Los interrogantes que surgen no son pocos, por
citar algunos: ¿las regulaciones que pudiera hacer el juez de la causa, obligan acaso al juez del
concurso?; ¿si los abogados se disconformaran con esas regulaciones, tendrían que apelar ante el
Tribunal de Alzada del juez de origen, o deberían deducir revisión ante el juez concursal?; ¿existen los
acreedores sin montos, como serían estos abogados: “admisibles por montos a decidir”?; ¿si
hipotéticamente existieran, votan?; ¿si votaran sólo se los computaría en las mayoría de personas, pese
a la clara manda legal de valorizar el pasivo –arts. 19 final, 32, 36 y 45, LC–?; ¿si el juez de origen
remitiera el expediente individual por la succión del fuero de atracción, se le reenviarían los autos para
que regule?
(9) CS, marzo 23-2003, “Banco Central de la Rep. Argentina en Centro Financiero S.A. Cía. Financiera -
Inc. de verificación tardía - Rec. de inconstitucionalidad y recurso directo”, Zeus, t. 92-fallo 14349, con
comentario de Jorge W. Peyrano, Ratificación de los lineamientos pretorianos y doctrinales de la
revisión de la cosa juzgada.
(10) SC Just. Mendoza, sala lª, 2-4-02. Expte. 70.215 “Bayón, Jorge Luis y otro en j. 3382/38509
Vázquez Soaje, Esteban y Jorge Luis Bayón en Jº 38.014 Vizcaíno p/Conc. Rev. s/Rec. Rev. s/Cas.”; fallo
registrado en la corte mendocina como LS:306-225, conf. Moro, Carlos E., Ley de Concursos, Buenos
Aires, Ad-Hoc, noviembre 2005, t. 1, pág. 754.
(11) Rivera - Roitman - Vítolo, Ley de Concursos y Quiebras, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, marzo de

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2005, t. I, pág. 557.


(12) Martorell, Ernesto Eduardo, Tratado de Concursos y Quiebras, Buenos Aires, Depalma, octubre de
2001, pág. 412.
(13) SCBA, Ac. 53.047, 6-4-93, Reg. 353 Sec. SC.
(14) CCiv. y Com. de Bahía Blanca, sala 2, expte. nº 98255, “Coop. Agrícola Ltda. de Cascallares c.
Alzugaray, Marcelo A. s/ejecución prendaria”, 15-4-97, Libro de Interlocutorias nº 18, Libro de
Sentencias Nº 0, Nº de Orden 128.
(15) CCiv. y Com. de Bahía Blanca sala 1, expte. nº 91932, “Alvarado, Jorge Contra Martínez, Roberto
s/concurso preventivo –Incidente de verificación tardía–”, 26-7-94, Libro de Interlocutorias Nº 0, Libro
de Sentencias Nº 92, Nº de Orden 95.
(16) Cámara III, sala II de Paraná con Competencia Civil y Comercial, 31-3-08, Autos: nº 5229 - “Desio
Carlos Alberto-Quiebra-Concurso Preventivo s/incidente de Revisión (Promovido por Daniel Beltrame)”.
(17) CNCom., sala D, 4-2-08, “Farjat, Carlos s/Concurso Preventivo”, ED, fallo 55.352, diario del 17-6-
08, pág. 7.
(18) Maffía, Osvaldo J., Verificación de créditos, Buenos Aires, Zavalía, 1982, pág. 23 y pág. 67 en la 4ª
ed. actualizada y ampliada, Buenos Aires, Depalma, 1999 (tampoco el juez puede suplir presentar la
propuesta concordataria, arrimar las conformidades, impugnar, revisar, entre otros impulsos de
parte).    

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