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SALA DE CASACIÓN CIVIL


Exp. N° 2006-000457

Ponencia del Magistrado: ANTONIO RAMÍREZ JIMÉNEZ.

En la incidencia de medidas cautelares surgida en el juicio por cobro de honorarios profesionales,

intentado ante el Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la

Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, por los abogados ALONSO RODRÍGUEZ

PITTALUGA, ANDRÉS RAMÍREZ DÍAZ, ÁNGEL GABRIEL VISO, LUIS GARCÍA MONTOYA,

ALEXANDER PREZIOSI, MARÍA CAROLINA SOLÓRZANO, ALFREDO ABOU-HASSAN F. y

ÁLVARO PRADA, actuando en sus propios nombres y con el carácter de apoderados judiciales de las

sociedades mercantiles MAVESA, S.A. y PRODUCTORA EL DORADO, C.A., contra las sociedades
mercantiles DANIMEX, C.A., VIKING INTERNATIONAL COMPANY, C.A., ambas representadas

judicialmente por los abogados Ramón Escovar León, Pedro J. Mata H., Naual Naime, Marisela Estrada y
Marysabel Pérez S., e INDUSTRIAS DANATEC, C.A., representada judicialmente por los abogados Ramón

Escovar L., Pedro J. Mata H. y Marysabel Pérez S.; el Juzgado Superior Segundo en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la misma Circunscripción Judicial, conociendo en apelación, dictó sentencia en fecha 14 de marzo de

2006, mediante la cual declaró sin lugar el recurso de apelación interpuesto por el abogado Álvaro Prada,
actuando en nombre propio y como representante judicial de la sociedad de comercio Mavesa, C.A., contra el

auto proferido por el a quo el 15 de noviembre de 2005, mediante el cual negó la medida cautelar solicitada por
los intimantes.

Los abogados Alexander Preziosi, actuando con el carácter de apoderado judicial de la empresa
demandante, y Pedro J. Mata H., actuando con el carácter de apoderado judicial de la parte demandada,

anunciaron recurso de casación en fechas 20 y 21 de marzo de 2006, respectivamente, los cuales fueron
admitidos por auto de fecha 5 de abril de 2006, siendo oportunamente formalizados ambos recursos el día 15 de

mayo de 2006. En ambos hubo impugnación, réplica y contrarréplica.

En fecha 4 de mayo de 2006, se recibió el expediente y se dio cuenta del mismo el día 16 del mismo
mes y año, asignándosele la ponencia al Magistrado Antonio Ramírez Jiménez.

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Concluida la sustanciación del recurso y cumplidas las demás formalidades legales, pasa esta Sala a

dictar sentencia bajo la ponencia del Magistrado que con tal carácter suscribe el fallo, en los términos que
siguen:

La Sala pasa a resolver, en primer lugar, el escrito de formalización presentado por la parte intimada

el 15 de mayo de 2006, a las 12:42 p.m.; y, en segundo lugar, el presentado en la misma fecha por la parte
intimante, a la 1:50 p.m.

RECURSO DE CASACIÓN DE LA PARTE INTIMADA


INFRACCIÓN DE LEY

ÚNICA

Con fundamento en el ordinal 2° del artículo 313 del Código de Procedimiento Civil, se
denuncia en la recurrida la infracción del artículo 281 eiusdem, por falta de aplicación, con apoyo en los

siguientes argumentos:
“…Ante todo vamos a consignar las razones por las cuales NO es aplicable al caso
presente, el precedente contenido en la sentencia del 10 de septiembre de 2003, la cual
dictaminó lo siguiente:

“…un procedimiento de estimación e intimación de honorarios profesionales, no puede


generar sucesivos juicios intimatorios de la misma índole. Quiere esto decir, que el
procedimiento de intimación de honorarios profesionales no puede generar condenatoria
en costas, caso contrario, serían procedimientos interminables que darían lugar a que el
abogado intimante pudiese cobrar honorarios múltiples a un mismo intimado…”
(Subrayado del texto).

La sentencia de esa Sala número 441 del 20.05.04 califica al criterio anterior como
precedente. Esto nos obliga a distinguir entre precedente y jurisprudencia. Esto último no
vincula a los jueces, por mandato del artículo 320 del C.P.C. (sic). El precedente, en
cambio, sí tiene una fuerza vinculante. En verdad, en Venezuela rige un sistema de
precedentes. Así tenemos el precedente constitucional que vincula a todos los jueces de la
República y el precedente laboral que vincula a los jueces laborales. Y de acuerdo con las
expresiones literales de la sentencia número 441 de la Sala de Casación Civil, también
habría el precedente civil, aunque más bien se trataría de una jurisprudencia que contiene
una doctrina que deben seguir los jueces.

Independientemente de cualquier consideración de orden teórico sobre esta materia, lo


cierto es que en materia civil, como dijimos, no está previsto en la ley un sistema de
precedentes, salvo la doctrina vinculante que dicta la Sala para el caso concreto. Sin
embargo, y es lo que importa, en la práctica casacional venezolana, la jurisprudencia de la
Sala Civil (sic) se ha convertido en una suerte de precedente. De allí que, en ocasiones, la
Sala califique de precedente a sus doctrinas jurisprudenciales. Es tal vez por esta razón que

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la referida sentencia número 441 del 20.05.04 califica de precedente a la doctrina que
copiamos (ex ante) literalmente.

Siendo así las cosas, y admitiendo que la doctrina reseñadas (sic) constituye un precedente (o
una jurisprudencia, según como desee llamarse) alegamos que la misma no es aplicable a
nuestro caso.

En efecto, en materia de precedentes es sabido que existen dos criterios. El precedente


maximalista y el minimalista. El primero constituye una doctrina con carácter general y
abstracto y, por consiguiente, debe aplicarse en todos los casos independientemente que
exista o no identidad fáctica entre ellos. En el segundo, al contrario, el precedente solo (sic)
se aplica al caso concreto, siempre que exista identidad en los hechos.

Pues bien, la doctrina o precedente de la Sala que proclama que no existen costas en los
procedimientos de estimación e intimación de honorarios está dirigida a la parte intimante,
pues caso contrario el intimado tendría que pagar costas indefinidamente, lo cual le afecta
su derecho a la defensa, y no es lo que señaló la Sala en el precedente que se comenta. En
efecto, si el intimado, como ocurre en el caso presente, está amenazado con una intimación
enorme, y se siente nuevamente amenazado con otra posible intimación de honorarios,
sentiría afectado su derecho a la defensa.

Lo anterior autoriza a interpretar que el precedente de la Sala se dirige a la parte intimante,


que es la que no puede seguir aspirando a honorarios de manera indefinida. Por eso
alegamos que el precedente de la Sala debe interpretarse según la visión minimalista que
inspira la teoría de los precedentes en el derecho comparado. En estos casos el precedente
solo (sic) puede aplicarse de manera restringida cuando haya identidad fáctica entre el caso
que decidió el precedente y aquel al cual pretende aplicarse.

Obsérvese que la parte medular del precedente bajo examen señala que no puede haber
costas en este tipo de juicio porque si no “serían procedimientos interminables que darían
lugar a que el abogado intimante pudiese cobrar honorarios múltiples a un mismo
intimado”.

Desde luego que dada la claridad del precedente, su correcta interpretación, permite afirmar
que el intimado sí tiene derecho a costas. Ello porque ha sido obligado a litigar y sufragar
una serie de gastos para poder ejercer su derecho de defensa, sobremanera en un caso como
el que nos ocupa, en el cual la reclamación formulada es de una magnitud enorme (para
decirlo con cortesía).

Sería admitir que nuestras patrocinadas no pueden cobrar costas, porque de admitirse tal
tesis, se le estaría afectando su derecho a la defensa.

De manera que la recta interpretación el (sic) precedente de la Sala debe ser entendida en el
sentido que el intimante no está autorizado a cobrar honorarios en múltiples oportunidades a su
contraparte porque ello daría lugar a “procedimientos interminables que darían lugar a que el
abogado intimante pusiese cobrar honorarios múltiples a un mismo intimado”.

Siendo así el asunto, y como quiera que la recurrida no aplicó el dispositivo técnico del artículo
281 del Código de Procedimiento Civil, al declarar que “dada la naturaleza de lo juzgado no se
produce condenatoria en costas”, violó por falta de aplicación el mencionado artículo 281,…

“Se condenará en costas del recurso a quien haya apelado de una sentencia que sea
confirmada en todas sus partes”.

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En la sentencia recurrida consta claramente que la apelación propuesta por la parte actora
contra el auto dictado por el a quo en fecha 15 de noviembre de 2005 fue declarada sin
lugar. Pese a ello, en el numeral segundo del dispositivo, la recurrida declara:

“Dada la naturaleza de lo juzgado no se produce condenatoria en costas”.


Ahora bien, ¿Cuál es la naturaleza de lo juzgado? Simplemente una solicitud de medida
cautelar solicitada por la parte actora en un procedimiento de estimación e intimación de
honorarios, el cual, desde luego, produce costas para la parte intimada. En este sentido, esa
Sala de Casación Civil en sentencia número 16 de fecha 25 de enero de 2006, al declarar
improcedente un recurso de casación formalizado con ocasión de un procedimiento de
cobro de honorarios condenó en costas al recurrente…”. (Resaltados del texto).

Para decidir, la Sala observa:

Los formalizantes denuncian la falta de aplicación del artículo 281 del Código de

Procedimiento Civil, sobre la base de que la recurrida declaró sin lugar la apelación interpuesta por la
parte intimante y no condenó en costas del recurso a la parte perdidosa apelante por tratarse de un juicio

de estimación e intimación de honorarios profesionales.

Como se desprende de su argumentación, los formalizantes exponen toda una disertación sobre lo

que significa el vocablo precedente, su diferencia con el vocablo jurisprudencia, y los distintos criterios que –a

su decir- existen en materia de precedentes, originada por la expresión “precedente jurisprudencial” utilizada

por esta Sala en su sentencia N° 441 de fecha 20 de mayo de 2004, dictada en el juicio seguido por Dora Ramos
de Jiménez y Jorge E. Jiménez Cunha contra Inversiones Saydor, s.r.l., Inversiones Verdor s.r.l., Confecciones

Mervacol s.r.l., y otras empresas, exp. N° 03-384, en la que se expresó lo siguiente:

“…La Sala ha establecido de forma reiterada que el procedimiento de intimación y estimación de


honorarios no causa costas, pues ello daría lugar a una cadena interminable de juicios.

En ese sentido, entre otras, en sentencia del 10 de septiembre de 2003, (Iraida Carolina Cabrera
Medina contra Hernán Ramón Carvajal Morales) dejó sentado que “...un procedimiento de
estimación e intimación de honorarios profesionales, no puede generar sucesivos juicios
intimatorios de la misma índole. Quiere esto decir, que el procedimiento de intimación de
honorarios profesionales no puede generar condenatoria en costas, caso contrario, serían
procedimientos interminables que darían lugar a que el abogado intimante pudiese cobrar
honorarios múltiples a un mismo intimado...”.

La Sala reitera este precedente jurisprudencial, y deja sentado que el juez de alzada infringió
los artículos 281 y 274 del Código de Procedimiento Civil, por haber condenado en costas en un
procedimiento de estimación e intimación de honorarios profesionales. Así se establece…”.
(Negrillas de la Sala).

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De la simple lectura de la sentencia en comento se infiere, que la mencionada expresión


“precedente jurisprudencial” fue utilizada por la Sala para dejar sentado que en esa oportunidad reiteraba

lo expresado y decidido en su sentencia de fecha 10 de septiembre de 2003, aplicando ese mismo criterio

al caso que en aquella ocasión era objeto de revisión ante esta sede de casación.

A manera de ilustración, el vocablo precedente, entre otras acepciones, significa la aplicación

de una resolución anterior en un caso igual o semejante al que se presenta, y eso fue lo que hizo la Sala

en la sentencia N° 441 de fecha 20 de mayo de 2004, que citan los formalizantes. (Ver Diccionario de la

Lengua Española, Real Academia Española, Tomo II, 2001, pág. 1817).

En cuanto al punto señalado por los formalizantes –relativo a que el intimado sí tiene derecho

al cobro de las costas del recurso de apelación- la Sala debe destacar que, contrariamente a ello, e
independientemente de la posición que tengan las partes en un juicio como el de autos, permitir la

condenatoria en costas en este tipo de procedimiento daría lugar a una cadena interminable de juicios por

cobro de honorarios, en los cuales ambas partes, intimante e intimado, dependiendo de quien haya sido

condenado en costas en esos múltiples juicios, se estarían demandando perpetuamente para el cobro de
unos nuevos honorarios derivados de la reclamación de los honorarios primigenios, lo que implicaría que

ninguna de las partes involucradas podría alcanzar una justicia responsable, idónea y expedita como la

garantiza el artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

En cuanto al señalamiento de que esta Sala en sentencia N° 16 del 25 de enero de 2006,


condenó en costas del recurso de casación al recurrente perdidoso en un juicio por cobro de honorarios

profesionales, similar al de autos, cabe destacar que cuando la parte beneficiada por la condena en costas

intente una nueva demanda por estimación e intimación de honorarios profesionales contra la parte

afectada por esa indebida condenatoria, la misma tendrá que ser declarada inadmisible por los tribunales

de instancia, con fundamento en el criterio jurisprudencial expresado en la sentencia N° 284, dictada el

14 de agosto de 1996 en el juicio de Carmen Rosa López Barrios contra La Industrial Entidad de Ahorro

y Préstamo, ratificado en sentencia N° RC-00505 del 10 de septiembre de 2003, exp. N° 02-340 y en

sentencia N° 441 de fecha 20 de mayo de 2004, ya identificada en el cuerpo de este mismo fallo, el cual tiene

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más de una década en vigencia y que hoy nuevamente se reitera, según el cual en los procedimientos

similares al de la presente causa, vale decir, cobro de honorarios profesionales, no se generarán

condenatorias en costas porque ello daría lugar a que tales juicios se hicieran perpetuos e interminables.

Por último, respecto a lo señalado por los formalizantes en cuanto a que el derecho a la defensa de
sus patrocinadas se ve afectado al no permitirles el cobro de las costas del recurso de apelación, es de resaltar

que ese planteamiento debieron hacerlo en el marco de una denuncia por defecto de actividad, con la

correspondiente mención de las formas esenciales del proceso que fueron quebrantadas y de las normas

jurídicas que consideran fueron infringidas

No obstante lo antes advertido, la Sala debe acotar que la decisión del juez sobre si condena o no en

costas a la parte perdidosa de un juicio o de una incidencia, pronunciamiento que sólo daría lugar a una eventual
denuncia de infracción de ley por violación de una norma jurídica, no se puede equiparar a la privación o

limitación que el juzgador haga a las partes litigantes de alguno de los medios y recursos previstos en la Ley,

pues con ello sí se violaría o menoscabaría el derecho de defensa de la parte afectada. Así se establece.

Por consiguiente, con base en los razonamientos expuestos, la Sala desecha por improcedente

la presente denuncia por falta de aplicación del artículo 281 del Código de Procedimiento Civil, y en el

dispositivo de este fallo declarará de manera expresa, positiva y precisa, sin lugar el recurso de casación

anunciado por la parte intimada contra la sentencia de alzada de fecha 14 de marzo de 2006. Así se
decide.

RECURSO DE CASACIÓN DE LA PARTE INTIMANTE

INFRACCIÓN DE LEY

ÚNICA

Con apoyo en el ordinal 2° del artículo 313 del Código de Procedimiento Civil, se denuncia en la

recurrida la infracción del artículo 585 eiusdem, por errónea interpretación, con base en la siguiente
fundamentación:
“…En el caso de autos la sentencia recurrida expresa, para resolver el tema de la improcedencia
de la medida cautelar solicitada expresa que:

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“…En lo atinente a la prueba del peligro en la mora, la actora pretendió probar dicho requisito
consignando copia certificada de actas de asambleas y balances (f. 15 al 41) de dos (2) de las
compañías accionadas DANUMEX, C.A., e INDUSTRIAS DANATEC, C.A., aduciendo que
en cuanto a la tercera VIKING INTERNATIONAL COMPANY, C.A., por ser una sociedad
extranjera, se desconocían sus activos. De éstos documentos que se aprecian a los efectos de la
decisión de conformidad con lo establecido en los artículos 1.383 y 1.384 del Código Civil, se
desprende que efectivamente el capital de la primera de las nombradas es de Bs.18.000.000,00
para el año 1989 y los balances de la segunda de las nombradas DANATEC, C.A., entre los
años 1987 y 1989, reflejan un patrimonio que no sobrepasa Bs. 2.000.000,00, no obstante ello,
al no estar los mismos actualizados no reflejan el estado financiero real de dichas empresas y
no prueban de manera objetiva que se estén produciendo actos que pongan en peligro la
ejecución del fallo, y así se declara…”.

…omissis…

En contraste con lo señalado anteriormente tenemos que la recurrida al aplicar el artículo 585 del
Código de Procedimiento Civil, interpreta la norma en el sentido de que resulta necesario que se
verifiquen, realicen o se manifieste la intención de efectuar actos tendentes a evadir la sentencia
definitiva, es decir, requiere una demostración irrefutable de la parte solicitante de la cautela para
producir la convicción requerida sobre su necesidad en el proceso.

Ahora bien, antes al contrario, la norma en comentarios, lo que requiere es que por la demora en
la decisión se puedan realizar o verificar actos que desmejoren la posición del demandado
alternado el equilibrio que haga difícil la ejecución del fallo definitivo.

Es decir, lo que requiere la norma acusada de infracción es la simple posibilidad de que puedan
ocurrir actos que puedan distraer la ejecución definitiva en el proceso, no la absoluta certeza como
lo entiende la recurrida, al interpretar la norma.

…omissis…

En el presente caso la decisión recurrida no cumplió con los postulados de la doctrina


jurisprudencial de esa Sala, pues no entró a verificar la verosimilitud de la necesidad de la medida
cautelar, en lo que se refiere al periculum in mora.

De haber interpretado adecuadamente la norma en cuestión, el fallo recurrido habría decretado la


medida cautelar, en tanto que en este caso se verifica efectivamente el peligro de la mora
(periculum in mora) habida cuenta del poco capital con que cuentan las compañías según los
últimos balances que constan en el registro mercantil.

Así, de asumir la tesis de la recurrida, en el caso que no existan balances actualizados en el


Registro Mercantil, no podrá acordarse cautela alguna para garantizar el pago, cuestión esta que
no está prevista en la norma acusada de infracción...”. (Resaltados del texto).

Para decidir, la Sala observa:

El formalizante denuncia en la recurrida la infracción del artículo 585 del Código de

Procedimiento Civil, por errónea interpretación, con base en que la precitada norma no exige “…una

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demostración irrefutable de la parte solicitante de la cautela para producir la convicción requerida sobre

su necesidad en el proceso…”.

El comentado artículo 585, es del tenor siguiente:

“…Las medidas preventivas establecidas en este Título las decretará el Juez, sólo cuando
exista riego manifiesto de que quede ilusoria la ejecución del fallo y siempre que se
acompañe un medio de prueba que constituya presunción grave de esta circunstancia y del
derecho que se reclama…”.

Sobre la correcta interpretación de la precitada norma, esta Sala en sentencia N° RC-00442 del
30 de junio de 2005, caso: Virginia Margarita Mendoza de Brewer contra Julieta Elena Mendoza de

Cosson, exp. N° 04-966, dejó sentado el siguiente criterio jurisprudencial:

“…De la anterior trascripción de la sentencia recurrida se observa que el Ad quem consideró que
el “periculum in mora”, es la probabilidad potencial del peligro de que una de las partes pueda
causar un daño en los derechos de la otra, debido a circunstancias provenientes de las mismas,
específicamente en lo que se refiere al demandado, cuando éste realice o tenga la intención de
realizar, y así lo manifieste, actuaciones tendientes a burlar la decisión que eventualmente pudiera
beneficiar al demandante.

Ahora bien, en la esfera de las medidas cautelares, para declarar o no su procedencia, corresponde
al juez verificar los extremos que la ley exige, y realizar un verdadero análisis de los hechos
señalados y probados por el solicitante para constatar si los mismos tienen una
trascendencia jurídica tal que haga necesaria la medida, es decir, es determinante que el juez
precise en cada caso, si el daño que el solicitante dice haber sufrido o la amenaza de que se
produzca, es posible en la realidad (el riesgo o peligro de infructuosidad del fallo y la apariencia
del buen derecho). (Negrillas y subrayado de la Sala).
Con respecto al periculum in mora, el maestro Piero Calamandrei sostiene lo siguiente:
“…En sede cautelar el juez debe en general establecer la certeza (en las diversas
configuraciones concretas que estos extremos puedan asumir según la providencia
solicitada) de la existencia del temor de un daño jurídico, esto es, de la existencia de un
estado objetivo de peligro que haga aparecer como inminente la realización del daño
derivable de la no satisfacción de un derecho. Las condiciones de la providencia cautelar
podrían, pues, considerarse estas dos: 1ª la existencia de un derecho; 2ª el peligro en que
este derecho se encuentra de no ser satisfecho.
...II) Por lo que se refiere a la investigación sobre el peligro, el conocimiento en vía
cautelar puede dirigirse a conseguir, dentro del mismo procedimiento cautelar y antes de
que se dicte la providencia principal, la certeza (juicio de verdad, no de simple
verosimilitud) sobre la existencia de las condiciones de hecho que, si el derecho
existiese, serían tales que harían verdaderamente temer el daño inherente a la no
satisfacción del mismo.

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Sin embargo, como también una cognición completa y a fondo sobre el punto exclusivo
del peligro podría exigir una dilación incompatible con la urgencia de la providencia, la
declaración de certeza del peligro puede obtenerse de diversas maneras, correspondientes
a las especiales finalidades asegurativas a que cada tipo de medida cautelar debe servir.
a) En ciertos casos la declaración de certeza del peligro se realiza de un modo pleno y
profundo, antes de la concesión de la medida cautelar: piénsese, por ejemplo, en el
secuestro judicial previsto por el artículo 921 del Cód. de Proc. Civ., cuando, según nos
enseña la jurisprudencia dominante, se solicita mediante citación en las formas del
proceso ordinario; o también en el secuestro conservativo, en los casos en que el
interesado, en lugar de utilizar el procedimiento especial del recurso, prefiera, y no está
prohibido, pedirlo mediante citación. Aquí la concesión de la providencia cautelar se
basa siempre en un juicio de probabilidades, por lo que se refiere a la existencia del
derecho, pero en cuanto a la existencia del peligro, y en general a la existencia de
todas las circunstancias que pueden servir para establecer la conveniencia de la
cautela pedida, está basada sobre un juicio de verdad...”. (Providencias Cautelares,
Buenos Aires, 1984, págs. 78-81). (Negritas y subrayado de la Sala) (Resaltado del
texto).

De igual forma, el autor Rafael Ortiz -Ortiz expresa:

“…Doctrinariamente, tal vez, esto es a los efectos de la comunidad científica, podemos definir
este requisito de la siguiente manera:
Es la probabilidad potencial de peligro de que el contenido del dispositivo sentencial pueda
quedar disminuido en su ámbito patrimonial, o de que una de las partes pueda causar un daño
en los derechos de la otra, debido al retardo de los procesos jurisdiccionales, aunado a otras
circunstancias provenientes de las partes con la consecuencia de quedar ineficaz la majestad
de la justicia en su aspecto práctico.
Este peligro -que bien puede denominarse peligro de infructuosidad del fallo- no se presume
sino que debe manifestarse de manera probable o potencial, además de ser cierto y serio; en
otras palabras, el Periculum in mora no se presume por la sola tardanza del proceso sino
que debe probarse de manera sumaria, prueba esta que debe ser a lo menos una
presunción grave, constituyendo esta presunción un contenido mínimo probatorio…” (El
Poder Cautelar General y las Medidas Innominadas, Caracas-2002, págs. 283 y 284).
(Resaltado de la Sala).

Por su parte, el autor patrio Ricardo Henríquez La Roche señala:


“…Periculum in mora.- La otra condición de procedibilidad inserida en este articulo bajo
comento -sea, el peligro en el retardo- concierne a la presunción de existencia de las
circunstancias de hecho que, si el derecho existiera, serían tales que harían verdaderamente
temible el daño inherente a la no satisfacción del mismo. No establece la ley supuestos de
peligro de daño, tipificados en varios ordinales, como ocurría en los supuestos de embargo y
prohibición de enajenar y gravar del Código derogado. Esta condición de la medida ha quedado
comprendida genéricamente en la frase <<cuando exista riesgo manifiesto de que quede ilusoria
la ejecución del fallo y siempre que se acompañe un medio de prueba que constituye
presunción grave de esta circunstancia...”. El peligro en la mora tiene dos causas motivas:
una constante y notoria que no necesita ser probada, cual es la inexcusable tardanza del
juicio de conocimiento, el arco de tiempo que necesariamente transcurre desde la
deducción de la demanda hasta la sentencia ejecutoriada; otra causa es los hechos del
demandado para burlar o desmejorar la efectividad de la sentencia esperada. A este

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supuesto se refiere la presunción hominis exigida por este artículo en comento. (Código de
Procedimiento Civil, Tomo IV, Caracas- 1995, págs. 299 y 300)…” (Negritas y subrayado de la
Sala).

La Sala en sentencia de once (11) de agosto 2004, en incidencia de medida preventiva caso: María
Trinidad Naidenoff Hernández contra Vicente Emilio García Calderón, exp. Nº AA20-C-2003-
000835, estableció lo que sigue:
“…En consecuencia, para que proceda el decreto de la medida no sólo debe evaluarse la
apariencia de certeza o credibilidad del derecho invocado, sino que debe determinarse si de las
argumentaciones y recaudos acompañados por el peticionario se deduce el peligro de
infructuosidad de ese derecho, no sólo en virtud del posible retardo de la actividad del juez, sino
también de los hechos que pudieran resultar atribuibles a la parte contra la que recae la medida,
si fuere alegado por el solicitante de la cautela, supuesto éste que debe ser apreciado en
conjunto, pues la sola demora del pronunciamiento sobre la pretensión constituye en sí mismo
un hecho notorio y constante que no amerita prueba.
En el presente caso, la recurrida no erró en la interpretación que hizo del requisito del periculum
in mora...”.
En base a las consideraciones doctrinales y jurisprudenciales anteriormente expuestas aplicables
al caso subjudice, la Sala considera que de acuerdo a la naturaleza de la cautelar solicitada, el
sentenciador debe apreciar, no solo el hecho de la tardanza del juicio que no es imputable a las
partes, sino todas aquellas circunstancias que pongan de manifiesto que en virtud de ese retardo,
no podrá satisfacerse la pretensión del actor, es decir, en cada caso el juez deberá ponderar si el
demandado ha querido hacer nugatoria de cualquier forma la pretensión del accionante
valiéndose de la demora de la tramitación del juicio.
De esta forma, el juez puede establecer si se han cumplido los extremos de acuerdo a la cautela
solicitada, para lo cual deberá verificar que exista una presunción grave de un estado objetivo de
peligro que haga aparecer como inminente la realización del daño derivable por la insatisfacción
del derecho, para lo cual tiene amplia discrecionalidad. (Negrillas de la Sala).
Es claro pues, que en el caso en estudio el juez superior interpretó correctamente el articulo 585
del Código de Procedimiento Civil, en lo que respecta al requisito del periculum in mora, al dejar
sentado que este no sólo se verifica con la tardanza en el proceso, sino que también debe
evaluarse aquellas posibles circunstancias capaces de poner de manifiesto la infructuosidad en la
ejecución del fallo definitivo por razones atribuibles a la parte demandada.
Por lo anteriormente expuesto, la Sala considera que el juez de alzada no incurrió en errónea
interpretación del artículo 585 del Código de Procedimiento Civil, motivo por el cual no es
procedente la denuncia. Así se decide…”.

Asimismo, más recientemente, en sentencia N° RC-00707 del 10 de agosto de 2007, dictada en

el juicio seguido por Josué Daniel Rodríguez Vásquez contra Nancy Marvelia Gómez de Mujica y Jesús
Alberto Mujica Ortega, exp. N° 07-110, estableció lo siguiente:

“…La norma objeto de esta denuncia es del tenor siguiente:

Artículo 585 del Código de Procedimiento Civil.

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“...Las medidas preventivas establecidas en este Título las decretará el Juez, sólo cuando
exista riesgo manifiesto de que queda ilusoria la ejecución del fallo y siempre que se
acompañe un medio de prueba que constituya presunción grave de esta circunstancia y del
derecho que se reclama...”.

La interpretación de la norma transcrita, lleva a concluir, que para que se acuerden las cautelares
señaladas en el artículo 588 eiusdem, se hace necesario que el solicitante, mediante los alegatos
que esgrima en el libelo de la demanda, como en otros elementos aportados, lleve al
convencimiento del jurisdicente que evidentemente existe presunción de buen derecho y del temor
fundado de que quede ilusoria la ejecución del fallo; lo que se traduce en ineludible apremio de
llevar al ánimo del juez que el derecho reclamado realmente existe y que de no ser acordada la
medida peticionada, se esté ante el peligro de que la decisión que se dicte en la resolución de la
controversia, se convierta en inejecutable, en razón de la posibilidad de haberse modificado las
condiciones patrimoniales del obligado, durante el lapso que mediara entre la solicitud de las
cautelares y el cumplimiento efectivo de la decisión de fondo que se dicte.

La medida cautelar requiere la prueba por el solicitante de la misma, a objeto de producir en el


Juez la convicción de que el aseguramiento preventivo es necesario, para llegar a determinar la
verosimilitud del gravamen o el perjuicio que determine la necesidad de la cautela, y para tomar
tal determinación, el Tribunal resuelve con fundamento en su prudente arbitrio, debiendo
verificar los extremos legales exigidos por los artículos 585 y 588 del Código de Procedimiento
Civil. (Subrayado de la Sala, negrillas del texto).

En el sub-judice el juez de alzada aduce, que con relación al artículo 585 del Código de
Procedimiento Civil, o presunción grave del derecho reclamado, que el demandante argumenta,
que el bien está expuesto al deterioro o destrucción por el uso culposo o doloso que de él hagan
los vendedores, pero, para configurar el peligro en la demora judicial, que conduzca a este
deterioro o destrucción de la cosa, el demandante debía producir una prueba, preconstituida para
acreditar tales extremos y no lo hizo; tal como lo exige el artículo 585 eiusdem.

De allí que la Alzada, luego de analizar la situación que le fue planteada y con base a lo expuesto,
concluyó que no estaban cumplidos los extremos para decretar la medida.

Con base a lo anotado, estima la Sala que el Juez Superior interpretó correctamente la norma
contenida en el artículo 585 del Código Civil Adjetivo; en consecuencia, no se configura en la
recurrida la infracción denunciada. Así se establece…”. (Resaltado del texto).

En el presente caso se observa que el juez ad quem, al decidir lo relativo al requisito del

periculum in mora exigido en el artículo 585 del Código de Procedimiento Civil, expresó lo siguiente:

“…En lo atinente a la prueba del peligro en la mora, la actora pretendió probar dicho
requisito consignando copia certificada de actas de asambleas y balances (f. 15 al 41) de dos
(2) de las compañías accionadas DANIMEX, C.A. e INDUSTRIAS DANATEC, C.A.,
aduciendo que en cuanto a la tercera VIKING INTERNATIONAL COMPANY, C.A., por ser
una sociedad extranjera, se desconocían sus activos. De éstos (sic) documentos que se
aprecian a los efectos de la decisión de conformidad con lo establecido en los artículos
1.383 y 1.384 del Código Civil, se desprende que efectivamente el capital de la primera de
las nombradas DANIMEX, C.A., es de Bs. 18.000.000,00, para el año 1989 y los balances
de la segunda de la nombrada DANATEC, C.A., entre los años 1987 y 1989, reflejan un
patrimonio que no sobrepasa Bs. 2.000.000,00, no obstante ello, al no estar los mismos
actualizados no reflejan el estado financiero real de dichas empresas y no prueban de

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manera objetiva que se estén produciendo actos que pongan en peligro la ejecución del fallo,
y así se declara.
Congruente con todo lo antes expuesto, no habiendo quedado demostrado en autos al menos
presuntivamente el cumplimiento de uno de los requisitos previstos en el artículo 585
eiusdem, para el decreto de la medida preventiva de embargo solicitada, resulta forzoso para
este Tribunal declarar la improcedencia del medio recursivo ejercido y confirmar la
recurrida con la motivación expuesta precedentemente...”.

De la anterior transcripción se infiere, que el juzgador ad quem confirmó la decisión apelada


por considerar que la parte solicitante de la medida cautelar no logró demostrar de manera objetiva, con el

material probatorio relativo a los balances y las actas de asambleas de las empresas co-demandadas
Danimex, C.A. e Industrias Danatec, C.A., que éstas estuvieren realizando actos que pudieren hacer

peligrar la ejecución del fallo definitivo que se dicte en la presente causa.

Y ello, está acorde con las jurisprudencias antes transcritas, en las que se señala la manera
correcta de interpretar el artículo 585 del Código de Procedimiento Civil, haciendo hincapié en que el
solicitante debe probar la necesidad de que en el proceso se decrete la aspirada cautela y debe convencer

de ello al juez; y éste, con fundamento en su prudente arbitrio, verificará la certeza del gravamen o
perjuicio alegado por el peticionario de la medida, para resolver si, efectivamente, quedó demostrada o no

la necesidad o urgencia de la protección cautelar que se pretende.

De manera que, contrariamente a lo sostenido por los formalizantes, de acuerdo con la correcta
interpretación del artículo 585 del Código de Procedimiento Civil, la parte solicitante de la medida debe
demostrar o probar el peligro en la mora que alega, con el fin de convencer al juez de la necesidad

inminente del decreto de la cautela en cuestión.

En adición, la Sala debe reiterar que la amplia discrecionalidad que tienen los jueces para

decidir si en una causa está verificada o no la presunción grave de un estado de peligro que haga parecer
como inminente la realización del daño que puede causar la parte demandada con el fin de evadir la

sentencia definitiva, no es susceptible de ser revisada en esta sede de casación pues dicho
pronunciamiento pertenece a la esfera de su soberanía.

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Sin embargo, si lo que se ataca es el establecimiento de los hechos o de las pruebas efectuado
por el juez al realizar la labor en comento, entonces se debe plantear un recurso de casación sobre los

hechos, con la correspondiente invocatoria del artículo 320 del Código de Procedimiento Civil, norma ésta
que faculta a la Sala para que esculque las actas del expediente con el propósito de examinar y revisar el
establecimiento y apreciación de los hechos y de las pruebas efectuados por los sentenciadores,

planteando en dicho recurso la infracción de las normas jurídicas expresas que regulan tal actividad.

En consecuencia, con base en las razones expuestas, la Sala desecha por improcedente la
denuncia de infracción por errónea interpretación del artículo 585 del Código de Procedimiento Civil. Así

se decide.
DECISIÓN

En fuerza de las anteriores consideraciones, este Tribunal Supremo de Justicia de la República


Bolivariana de Venezuela, en Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y

por autoridad de la Ley, declara: 1) SIN LUGAR el recurso de casación anunciado por la parte intimada
contra la sentencia dictada en fecha 14 de marzo de 2006, por el Juzgado Superior Segundo en lo Civil,
Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas; y, 2) SIN LUGAR

el recurso de casación anunciado por la parte intimante contra el precitado fallo de fecha 14 de marzo de
2006.

Dada la naturaleza del presente juicio, no procede la condenatoria al pago de las costas del

recurso.

Publíquese y regístrese. Remítase el expediente al Tribunal de la causa, es decir, al Juzgado

Primero de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas. Particípese esta remisión al Juzgado Superior de origen, de conformidad con el

artículo 326 del Código de Procedimiento Civil.


Dada, firmada y sellada en la Sala de Despacho de la Sala de Casación Civil del

Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a los treinta ( 30 ) días del mes de enero de dos mil ocho.

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Año 197° de la Independencia y 148° de la Federación.

Presidenta de la Sala,

___________________________
YRIS ARMENIA PEÑA ESPINOZA

Vicepresidenta

_________________________
ISBELIA PÉREZ VELÁSQUEZ
Magistrado ponente,

_________________________
ANTONIO RAMÍREZ JIMÉNEZ

Magistrado,

______________________
CARLOS OBERTO VÉLEZ

Magistrado,

__________________________________
LUIS ANTONIO ORTIZ HERNÁNDEZ

Secretario,

_____________________________
ENRIQUE DURÁN FERNÁNDEZ

Exp. AA20-C-2006-000457

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