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Voces: 

ABOGADO ~ CULPA PROFESIONAL ~ DAÑOS Y PERJUICIOS ~ ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA ~


RESPONSABILIDAD OBJETIVA ~ RESPONSABILIDAD PROFESIONAL

Tribunal: Cámara 1a de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Bahía Blanca, sala II


(C1aCivyComBahiaBlanca)(SalaII)
Fecha: 01/04/1997
Partes: Raeburn, Ernesto J. c. Salas, Gerardo
R.
Publicado en: LLBA 1998, 745 - RCyS 1999, 639 - DJBA 155, 745 - JA 1998-IV, 23

SUMARIOS:
1. El actor pretende responsabilizar al letrado que lo representó en una causa en la que fue
demandado, alegando que aquella demanda fue acogida porque no se presentó en tiempo y
forma la ratificación de la gestión, pero dado que las constancias de dicha causa dan cuenta de
las infructuosas gestiones de cobro efectuadas por el acreedor y la imposibilidad de encontrar
bien alguno del deudor para su embargo, lo que significa que el actor nada pagó ni surge la
posibilidad de que lo haga, no existe daño patrimonial que deba ser resarcido en los términos de
los arts. 519, 1069 y concs. del Cód. Civil, apareciendo la pretensión vacía de sustento jurídico y
como una intención de obtener un enriquecimiento sin causa.
2. Si el letrado demandado alega que no pudo cumplir con la obligación impuesta por el art. 48 del
Cód. Procesal de ratificar la gestión porque su cliente no concurrió a firmar el escrito respectivo,
es a cargo del actor acreditar en forma fehaciente que había cumplido con dicho trámite en
tiempo y forma y que fue el letrado quien negligentemente no lo presentó ante el tribunal,
consecuentemente no habiendo acreditado esta circunstancia no puede responsabilizarse al
profesional por su actuación.
3. La responsabilidad objetiva del letrado por los daños ocasionados por la falta de ratificación
oportuna de su gestión, que establece el art. 48 del Cód. Procesal fue prevista a favor de la parte
contraria, siendo en cambio la que pudiera caberle respecto a quien representó de carácter
subjetivo, con sustento en la culpa profesional, por lo que a quien le alega le corresponde
acreditarla.

TEXTO COMPLETO:

2ª Instancia.- Bahía Blanca, abril 1 de 1997.

1ª ¿Es justa la sentencia apelada? 2ª ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?

1ª cuestión.- La doctora Vázquez dijo:

I. En el juicio laboral agregado como prueba se declaró la nulidad de todo lo actuado por el letrado aquí
demandado, por haber invocado al contestar la demanda el art. 48 del Cód. Procesal, sin acompañar
luego dentro del término legal poder del accionado, ni éste ratificado su gestión.

En razón de haberse dictado en dicho juicio sentencia condenatoria, el entonces demandado promovió
esta acción, tendiente a que el abogado cuya actuación se declaró nula le indemnice los daños y
perjuicios que dice haber experimentado como consecuencia del progreso de la demanda laboral en su
contra, imputándole violación de la praxis jurídica. objeto o pretensión.

Antes de darse traslado de la acción se acompañó una cesión de los derechos y acciones del juicio a
favor de quien continuó con el trámite.

El demandado en su responde negó la negligencia que se le imputaba, expresando que la razón por la
que no se presentó oportunamente la ratificación de lo actuado se debió a que quien promovió esta
demanda no concurrió a su oficina a firmar el escrito respectivo. Defensa del abogado.

Negó además que la nulidad dispuesta le hubiera ocasionado a éste daño alguno.

La a quo rechazó la demanda con fundamento en que no fue probada la negligencia del profesional, ya
que el incumplimiento de la obligación procesal de ratificar la gestión o acompañar el instrumento de
poder que impone el art. 48 del Cód. Procesal no pudo ser cumplido por imposibilidad derivada de la
ausencia de un acto expreso producido por quien debía otorgar el poder o ratificar la gestión. Consideró
además que la demanda era improcedente porque tampoco se había probado una lesión patrimonial por
causa de un incumplimiento culpable. Lo que se resulve por a quo

El perdidoso apeló el pronunciamiento y expresó sus agravios a fs. 151/157, los que fueron respondidos
por su contrario a fs. 159/160.

En su crítica a lo resuelto aduce el apelante que desde un principio, al contestar la demanda en el juicio
laboral, el letrado contra quien aquí acciona se presentó invocando un poder conferido por el
demandado, por lo que a partir de allí asumió la responsabilidad profesional y personal de acreditar esa
personería, arbitrando los medios necesarios para ello, entre los que menciona una intimación
documentada a su cliente, cosa que dice no se ocupó de hace, por lo que contrariamente a lo que
entendió la sentenciante, se configuró la culpa del profesional, que con su negligencia provocó que se
declarara la nulidad de todo lo actuado. Sostiene que el escrito ratificatorio de la gestión fue firmado por
el demandado en sede laboral en el momento y la oportunidad en que su letrado se lo requirió y si
aparece presentado en el Tribunal del Trabajo más allá del término legal en que debía hacerlo, ello es
responsabilidad exclusiva del abogado, ya que los escritos no los presenta el cliente sino su letrado,
contradiciendo la afirmación de éste que el escrito lo firmó tardíamente. Considera además acreditado
con la prueba testimonial que rindió en estos autos que en el momento de realización de la vista de
causa concurrió el demandado a absolver posiciones y su abogado, que tampoco se hizo presente en la
audiencia -no obstante poder hacerlo para alegar no se lo permitió, todo lo que demuestra su desidia.
Critica el fallo porque al hacer mérito de las declaraciones de los dos testigos que ofreció el demandado
omitió considerar la relación que ambos tienen con el mismo, por lo que considera sus dichos interesados
y se queja de que, por el contrario, no hiciera mérito de lo expresado por su cedente al prestar
testimonio. Rebate por último la afirmación de la a quo sobre la inexistencia de un daño que haga
procedente la acción, expresando que la condena en sede laboral originó un menoscabo patrimonial y
colocó al condenado en situación de ser inhibido o declarado en estado de falencia en cualquier
momento, sosteniendo que en caso de entenderse que el monto de los perjuicios no estuviera
acreditado, el Juzgado pudo hacer uso del resorte legal que contiene el art. 165 del Cód. Procesal, ya
que la existencia del daño está legalmente comprobada.

II. Paso a tratar el recurso. El litigio a resolver resulta novedoso en nuestro ámbito judicial y tiene su
sustento en la responsabilidad del gestor procesal, institución que reconoce su más remoto antecedente
en la "cautio de rato et grato" del derecho romano y que se encuentra vinculada a la antigua distinción
que existía entre el "procurator" y el "cognitor", siendo el primero un mandatario designado por la parte
en cualquier forma, sin requerirse la presencia de la otra parte ni del magistrado y que debía prestar la
"cautio de rato" para el supuesto de que el mandante no aprobase su gestión.

Recogida la institución en nuestro derecho procesal, no se exige al gestor caución alguna, pero se
establece su responsabilidad para el supuesto de que no acompañe en tiempo oportuno los instrumentos
que acrediten su personalidad o no sea ratificada su gestión.

A efectos de hacer efectiva dicha responsabilidad se debe determinar sobre quién recae en el supuesto
de incumplimiento con la acreditación o ratificación la carga de la prueba, para lo que es necesario dejar
sentado que la responsabilidad objetiva del letrado por los daños ocasionados por la falta de ratificación
oportuna de su gestión, que establece el art. 48 del Cód. Procesal, fue prevista a favor de la parte
contraria, siendo en cambio la que pudiera caberle con respecto a quien representó de carácter
subjetivo, con sustento en la culpa del profesional, por lo que a quien la alega le corresponde acreditarla
(art. 375, Cód. Procesal).

III. Esta primera premisa es suficiente para desvirtuar la afirmación del accionante, que era a cargo del
demandado probar en forma fehaciente y documentada que Cruz no le firmó el escrito ratificatorio de su
gestión en tiempo oportuno, siendo por el contrario a cargo del nombrado, o en el caso de su cesionario,
acreditar que sí lo hizo y que el letrado negligentemente no lo presentó ante el tribunal.

La prueba de este hecho reviste fundamental importancia, ya que de acuerdo a la postura del actor en
este juicio, la falta de ratificación en término fue lo que de terminó que en sede laboral se tuviera por no
contestada la demanda ni ofrecida la prueba y como consecuencia de ello se acogiera la acción.

Considero al respecto que los elementos de los que se pretende hacer mérito en los agravios resultan
inconducentes, dado que consisten en las declaraciones de tres personas ofrecidas como testigos en la
contestación de demanda alcanzada por la nulidad, que no obstante ello fueron citadas y concurrieron al
Tribunal del Trabajo el día fijado para la vista de la causa y a quienes de acuerdo a sus dichos el letrado
hoy demandado les habría manifestado que se retiraran, actitud que se compadece con la nulidad que
había sido decretada, en razón de la cual no podían declarar, y que en consecuencia ninguna influencia
pudo ejercer en el resultado del pleito. Pero sobre lo decisivo, que constituyó presupuesto de la acción
entablada y fue la firma en tiempo oportuno del escrito ratificatorio de la gestión del letrado, nada dicen
porque nada saben, por lo que este hecho se encuentra huérfano de acreditación por parte de quien lo
alega.

IV. Con respecto a la crítica que se efectúa de la valoración hecha en el fallo de la prueba de testigos
rendida por el demandado, al concluir la sentenciante en que dicha prueba corrobora los dichos del
mismo en cuanto a la falta de interés del cliente en el desarrollo del pleito, resulta infundada la
afirmación de que no se tuvo en cuenta la vinculación de los testigos con el accionado, porque se dejó
expresa constancia de que esta prueba fue examinada con el rigor que exige el art. 456 del Cód.
Procesal.

Volviendo en esta instancia a apreciar según las reglas de la sana crítica las circunstancias y motivos que
corroboren o disminuyan la fuerza de las referidas declaraciones, prestadas por la doctora Marcela L.
Aldacour a fs. 117 y Dante Bróndolo a fs. 118 y sin dejar de tener en cuenta la relación de ambos con el
demandado, se observa que no existe en autos elemento alguno que las contradiga, excepto los dichos
de quien promoviera este juicio al declarar como testigo a fs. 111/112 y que por esa sola circunstancia y
el tenor de sus respuestas evidencia mantener la posición interesada que asumiera en el inicio del juicio
en contra del demandado, no obstante la cesión de derechos que instrumentó, por lo que resultan
inhábiles para disminuir la fuerza probatoria de los primeros testimonios, coherentes y coincidentes entre
sí sobre el desinterés manifestado por el cliente para ratificar la gestión del abogado.

Se agrega en consecuencia a lo manifestado, que la carga de la prueba de la negligencia que le imputó al


letrado era a cargo del accionante y éste no cumplió con la misma, que el elemento probatorio meritado
correctamente por la a quo contradice la imputación y resulta de utilidad para demostrar el desinterés
del cliente por el juicio, lo que hace verosímiles los dichos del demandado y deja sin sustento los del
actor.

V. El otro pilar del fallo en recurso que trata de socavar el apelante se basa en que no fue probada una
lesión patrimonial por causa de un incumplimiento culpable, afirmándose por el contrario en los agravios
no sólo la culpa, sino que los daños están representados por el menoscabo sufrido por el patrimonio de
Cruz al ser afectado por una deuda real, compuesta por el reclamo laboral y las costas del juicio.

Sobre la existencia de culpa por parte del profesional ya expresé los motivos por los que no la entiendo
acreditada y el menoscabo que menciona el quejoso no aparece como un daño real como pretende, sino
a lo sumo eventual y poco probable, ya que las constancias de la causa laboral agregada por cuerda dan
cuenta de las infructuosas gestiones de cobro efectuadas por el acreedor, abandonadas en agosto 1993,
y la imposibilidad de encontrar bien alguno del deudor para su embargo.

Si nada pagó ni surge la posibilidad de que lo haga, cabe preguntarse cuál es el daño patrimonial
experimentado que deba ser resarcido en los términos de los arts. 519, 1069 y concs. del Cód. Civil,
apareciendo la pretensión vacía de sustento jurídico, a menos que se pretenda que la justicia convalide
la intención del reclamante de obtener un enriquecimiento sin causa, porque no demostró haber
experimentado daño alguno y no obstante ello pretende ser indemnizado.

Por estos fundamentos y los de la sentencia apelada, que comparto íntegramente, voto por la afirmativa.

Los doctores Viglizzo y García Festa por los mismos fundamentos votaron en igual sentido.

2ª cuestión.- La doctora Vázquez dijo:

Atento lo que surge de la votación precedente, corresponde rechazar el recurso interpuesto y confirmar
la sentencia apelada, con costas en esta instancia al apelante (art. 69, Cód. Procesal). Así lo voto.

Los doctores Viglizzo y García Festa por los mismos motivos votaron en igual sentido.

Que en el acuerdo que precede ha quedado resuelto que es justa la sentencia apelada de fs. 128.

Por ello, se rechaza el recurso interpuesto y se confirma la sentencia apelada, con costas en esta
instancia al apelante (art. 69, Cód. Procesal).-

Hilda S. Vázquez.- Horacio C. Viglizzo.- Osvaldo García Festa.

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