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FACULTAD DE DERECHO
CIENCIAS POLITICAS Y CIENCIAS SOCIALES
TALLER No. 3
ANTIJURIDICIDAD-CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN-CULPABILIDAD.
1. ¿Qué es la antijuridicidad? Relación con el injusto.
Mientras que la antijuridicidad es una cualidad de la acción común a todas las ramas del
ordenamiento jurídico, el injusto (a veces también llamado ilícito) es una acción antijurídica
determinada: la acción antijurídica de hurto, de homicidio, de incumplimiento contractual,
de infracción administrativa. Por eso se habla de injusto o ilícito penal, de injusto civil o de
injusto administrativo, aunque la antijuridicidad sea unitaria para todo el ordenamiento
jurídico.
Antijuridicidad formal y material no son sino aspectos del mismo fenómeno, una acción que
contradice la norma puramente formal no puede ser calificada de antijurídica, como tampoco
puede ser calificada como tal la lesión de un bien que no esté protegido jurídicamente. La
esencia de la antijuridicidad es, por consiguiente, la ofensa a un bien jurídico protegido por
la norma que se infringe con la realización de la acción.
Este criterio de la antijuridicidad material puede servir también para una interpretación
restrictiva de los tipos penales. Por ejemplo, exigir una relación sexual a una mujer,
amenazándola con revelar su verdadera edad a una revista del corazón podrá ser un hecho
constitutivo de amenazas, pero difícilmente uno de agresión sexual. Y, por las mismas
razones, habría que negar la calificación de robo, cuando con amenazas se pide a alguien que
pague un café o haga cualquier contribución económica de escasa cuantía (un euro, por
ejemplo) a una institución benéfica.
En estos casos solo se afecta la libertad, pero no la libertad sexual o la propiedad de un modo
relevante. Igualmente, el concepto de antijuridicidad material sirve para graduar la gravedad
de la misma (no es igual un hurto de veinte euros que uno de cien mil) y para elaborar criterios
como el de insignificancia, intervención mínima, etc., que restringen el ámbito de aplicación
del derecho penal a los ataques verdaderamente graves a los bienes jurídicos más
importantes.
La lesión del bien jurídico es un concepto normativo. Por tal no solo debe entenderse la
destrucción o daño de un objeto material, sino también las ofensas inferidas a bienes jurídicos
de tipo ideal que no tienen un sustrato material. Tal lesión es la destrucción de la vida o de
una cosa ajena en los delitos de homicidio y de daños, como la ofensa al honor en el delito
de injurias.
TEORIA DEL DELITO
Normalmente, la forma consumada de los tipos delictivos contiene una lesión del bien
jurídico protegido en dicho tipo. Pero, junto a la lesión, en el derecho penal se castiga también
la puesta en peligro de bienes jurídicos. El peligro es un concepto también normativo en la
medida en que descansa en un juicio de probabilidad de que un determinado bien pueda ser
lesionado por el comportamiento realizado, aunque después esa lesión de hecho no se
produzca.
Delitos de lesión (2) o afectación: el tipo penal se satisface con un daño efectivo al bien
jurídico protegido, de modo que, si no se ha producido el daño, o bien puede quedar la acción
en grado de frustrado o tentativa, o bien no configurarse el delito y por tanto el autor no
puede ser condenado.
La regla general es que los delitos sean de lesión, es decir, que el bien jurídico protegido se
afecte. Así, para el homicidio se requiere la privación de la vida, para el robo la sustracción
del bien mueble, para el secuestro la efectividad de impedir la libertad de la persona, etc.
Delitos de peligro: a diferencia de los anteriores, no es necesario que el bien protegido sufra
un daño, sino que la acción típica tenga la potencialidad necesaria para que el daño sea
efectivo o inminente. Lo que definiría a estos delitos es una posibilidad o probabilidad que el
acto del autor genere una amenaza plausible al bien.
Como dijimos, los delitos de lesión (afectación) son la regla general, y por excepción se penan
conductas que, sin ser lesivas, puedan provocar un delito. Esto, por cuanto el legislador ha
decidido que ciertos bienes jurídicos requieren una protección mayor y se adelante a etapas
previas a su lesión efectiva. Ejemplos son especialmente algunos ilícitos de alta connotación
social, como la conducción en estado de ebriedad, el tráfico de drogas, la venta ilegal de
alcohol, etc.
No debe confundirse esta clasificación con la existente entre delitos “de mera actividad” (el
delito se configura por la sola realización del hecho típico) y “de resultado” (se configura por
el acabamiento del acto típico), aunque hay cierto paralelismo mera actividad/peligro y
resultado/lesión, aunque no sean sinónimos.
Pero el concepto de peligro se utiliza actualmente también como punto de referencia para
basar en él un concepto unitario de dolo (cfr. supra capítulo VI) y para fundamentar una
expansión del derecho penal que tiene su máxima expresión en los llamados delitos de
peligro.
Los delitos de peligro. La distinción entre delito de lesión y delito de peligro tiene razón de
ser en relación con bienes jurídicos de carácter individual con un soporte físico material u
objeto de la acción (vida, integridad física, propiedad). En este caso, tanto la lesión, como la
puesta en peligro concreto del bien jurídico son realidades tangibles que deben ser objeto de
prueba en el correspondiente proceso penal. Sin embargo, hay supuestos en los que el
peligro a que se refiere el delito en cuestión es meramente abstracto o no va referido
directamente a bienes jurídicos individuales, sino a bienes jurídicos colectivos inmateriales
tales como la seguridad en el tráfico automovilístico (art. 382), la salud pública (art. 364,2,49)
o el equilibrio de los sistemas naturales (art.325,1).
TEORIA DEL DELITO
Todo ello ha producido una enorme expansión del derecho penal, que se utiliza como un
instrumento de intervención en sectores tradicionalmente alejados del derecho penal, pero
que cada vez son más importantes en las sociedades modernas, como el medio ambiente, la
salud pública o la economía. Y para hacer más eficaz esa intervención se recurre a
instrumentos como los delitos de peligro hipotético, cuyo supuesto de hecho describe una
"aptitud o "idoneidad de la acción típica para producir resultados lesivos o incluso
catastróficos (cfr., por ejemplo, arts. 364,1 y 365), y a técnicas legislativas como la norma
penal en blanco, hasta el punto de que incluso prescindiendo de la idea de peligro ya la
infracción de una norma extrapenal (generalmente una de carácter reglamentario
administrativo) es constitutiva de delito (cfr., por ejemplo, art. 364,2,49).
La principal crítica que cabe hacer a esta expansión del derecho penal es que con ella se
pierde muchas veces el contenido material del injusto penal, pues no quedan claras las
referencias a un determinado bien jurídico protegido, y también quedan difuminados los
límites entre el injusto penal y los ilícitos puramente formales o administrativos.
Así, por ejemplo, el Código Penal castiga el apoderamiento de cosa mueble ajena (art. 234)
solo si se realiza con intención de apropiársela; imputa resultados solo cuando han sido
producidos dolosa o imprudentemente (arts. 5º y 10); castiga más gravemente algunos
hechos ya delictivos cuando se realizan de una forma especialmente intolerable, como el
asesinato (art. 139) o el robo (arts. 237 y ss.), etc.
El valor o desvalor de una conducta supone siempre el valor o desvalor de un resultado. Así,
por ejemplo, la prohibición de matar es una consecuencia de la protección y el valor que se
concede a la vida; la prohibición de robar, una consecuencia de la protección a la propiedad
y el valor que se concede a la propiedad, etc. En ambos ejemplos, el desvalor de la acción
(matar, robar) se deriva ya del desvalor del resultado (destrucción de la vida, lesión de la
propiedad). Lógicamente los mandatos "no matar" "no robar" , etc., solo tienen sentido si
previamente se reconocen los valores que los fundamentan: vida, propiedad, etc. Pero
igualmente la protección a esos valores, por medio de la norma penal solo puede conseguirse
sancionando o prohibiendo las acciones humanas que puedan lesionarlos. El derecho penal
no protege por ejemplo la vida o la propiedad frente a una inundación o un terremoto.
Por ello parece superflua la polémica sobre la prioridad entre el desvalor de la acción y el
desvalor de resultado y, en consecuencia, entre norma de determinación y norma de
valoración. No existe una jerarquía lógica o valorativa entre ellos, ya que ambos contribuyen,
al mismo nivel, a constituir la antijuridicidad de un comportamiento. Lo que sucede es que,
por razones político-criminales, a la hora de configurar los tipos delictivos el legislador puede
destacar o hacer recaer más el acento en uno u otro tipo de desvalor. En el derecho penal
tradicional, por influencia de la idea de la responsabilidad objetiva, es decir, sin exigencia de
dolo o imprudencia respecto al resultado, se hacía recaer el centro de gravedad en el desvalor
del resultado, especialmente en la lesión del bien jurídico, castigando más gravemente el
TEORIA DEL DELITO
delito consumado que la tentativa, admitiendo los delitos cualificados por el resultado, en los
que un resultado más grave que el pretendido agravaba la responsabilidad, aunque no
hubiera ni siquiera imprudencia respecto a ese resultado, etc.
En el moderno derecho penal, del que es un buen ejemplo el Código Penal vigente, se tiende
a dar mayor importancia al desvalor de la acción, haciendo recaer el acento en la peligrosidad
de la acción en sí misma considerada, por el mero hecho de infringir determinadas normas o
reglamentos de carácter extrapenal, sancionando la simple desobediencia a la norma sin
requerir ningún tipo de peligro concreto para el bien jurídico protegido (de ahí la proliferación
de los dey el medio ambiente" , algunos delitos socioeconómico, contra la salud pública, etc.).
Para limitar en la medida de lo posible estos excesos por vía interpretativa deben tenerse en
cuenta siempre las ideas anteriormente expuestas del principio de intervención mínima (solo
los ataques más graves a los bienes jurídicos más importantes deben ser objeto de sanción
penal) y de la antijuridicidad material (solo la lesión o la puesta en peligro concreto de un
bien jurídico debe ser sancionada con una pena; (cfr. lo dicho supra 3, en relación con los
delitos de peligro). Carece, por tanto, de sentido, desvincular la norma de conducta, que da
lugar al desvalor de acción, de la lesividad, que da lugar al desvalor del resultado, porque
incluso, como sucede en los casos de tentativa idónea (cfr. infra capítulo X VI.7), la referencia
a una potencial lesividad de la conducta es requisito esencial para su punición.
Rta: Ahora bien, los delitos de peligro pueden subdividirse en “peligro concreto” y “peligro
abstracto”, según la proximidad de concreción de la amenaza que representa el actuar ilícito.
Delitos de peligro concreto: en estos hechos, la actividad crea una amenaza inminente de
lesión para un bien jurídico determinado. La regla general es ésta. Por eso, los delitos de
peligro concreto suelen ser de resultado, mientras que los de peligro abstracto de mera
conducta. En la primera categoría se incluiría, por ejemplo, la conducción “con temeridad
manifiesta” que “pusiera en concreto peligro la vida o la integridad de las personas” y en el
segundo la conducción “bajo influencia de drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias
psicotrópicas o bebidas alcohólicas”
La diferencia no es baladí, puesto que para uno u otro caso será importante determinar las
circunstancias que el autor del hecho conocía o debía conocer, y la previsibilidad de la lesión
que se esperaba.
TEORIA DEL DELITO
Así las cosas, en el peligro concreto debe haber en la conducta una posibilidad de que el
hecho cause daño, representable en la mente del autor, como en la evidencia del momento
en que ocurrió el evento. Cosa que en el peligro abstracto no sucede, porque basta su
realización para presumir el riesgo de daño.
Rta: El principio de intervención mínima del derecho penal, también conocido como principio de
ultima ratio, es un criterio jurídico básico que indica que el derecho penal solo debe utilizarse
cuando no haya más remedio, es decir, cuando no exista otro modo de protección menos
invasivo.
Además, también implica que las sanciones penales se han de aplicar solo a las infracciones
más graves.
Por lo tanto, los comportamientos que son relevantes solo para la moral o no afectan a bienes
jurídicos especialmente protegidos quedan fuera del ámbito del derecho penal.
2. El derecho penal solo debe aplicarse como último recurso a falta de otros medios
menos lesivos, ya que se considera que la pena es una solución imperfecta e irreversible
que solo debe imponerse cuando no quede más remedio.
Rta: En derecho penal la existencia de un hecho típico supone la realización de un hecho prohibido,
en la medida en que el tipo constituye o describe la materia de prohibición, es decir, aquel o
aquellos hechos que el legislador quiere evitar que realicen los ciudadanos. Pero en algún caso
concreto el legislador permite ese hecho típico, en cuanto hay razones políticas, sociales y
jurídicas que así lo aconsejan.
En estos casos, el indicio de la antijuridicidad que supone la tipicidad queda desvirtuado por la
presencia de una causa de justificación, es decir, por una causa de exclusión de la
antijuridicidad que convierte el hecho, en sí típico, en un hecho perfectamente lícito y
aprobado por el ordenamiento jurídico.
A diferencia de lo que sucede con las causas de exclusión de la culpabilidad, las causas de
justificación no solo impiden que se pueda imponer una pena al autor de un hecho típico, sino
que convierten ese hecho en lícito, con todas las consecuencias que ello comporta.
Parafraseando a Roxin, una causa de justificación puede definirse -o más bien se reconoce-
cuando presupone que dos intereses colisionan entre ellos, de tal manera que solo uno de ellos
puede imponerse.
Rta: El caso fortuito es un hecho imprevisto que no es posible resistir y cuyas características
corresponden a la imprevisibilidad (hechos súbitos, sorpresivos o insospechados) o
irresistibilidad (los efectos del hecho no pueden ser exitosamente enfrentados o detenidos
por una persona común). El artículo 64 del Código Civil dice: “Se llama fuerza mayor o caso
fortuito el imprevisto o que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el
apresamiento de enemigos, los actos de autoridad por un funcionario público, etc.”
También la ausencia de dolo o imprudencia, el llamado caso fortuito, es más bien una causa
de ausencia de tipicidad, ya que no se da la relación psicológica mínima que permite en ese
ámbito la imputación del hecho. En todo caso, parece claro que el catálogo de las causas de
justificación no es un catálogo cerrado, por cuanto las causas de justificación no son un
problema específico del derecho penal, sino un problema general del ordenamiento jurídico.
Cualquier acto lícito, desde el punto de vista del derecho público o privado, puede serlo
también para el derecho penal y, a la inversa, cualquier acto justificado en el derecho penal
es también un acto lícito para las restantes ramas del ordenamiento jurídico.
9. ¿En qué consisten las teorías monista en la concepción de las causas de justificación?
Rta: La doctrina se ha esforzado por reconducir las causas de justificación a una serie de principios
generales que informan su regulación jurídica concreta.
TEORIA DEL DELITO
Las teorías monistas pretenden reducir todas las causas de justificación a un principio único
que algunos ven en la idea de "empleo de medios adecuados para un fin lícito", otros en la de
"más beneficios que perjuicio" y, finalmente, otros en la de la "ponderación de bienes". Sin
embargo, estas teorías han sido abandonadas, por cuanto utilizan conceptos vagos e
indeterminados, incapaces de explicar unitariamente la naturaleza de cada causa de
justificación en concreto, ya que cada una responde a ideas diferentes o a la combinación de
varias de ellas.
Frente al monismo jurídico las realidades plurales de nuestro país contrastan entre sí. El
monismo jurídico es estático por no reconocer otros sistemas jurídicos.
10. ¿En qué consisten las teorías de pluralismo de principios en la concepción de las causales de
justificación?
Para justificar una acción típica no basta con que se dé objetivamente la situación justificante,
sino que es preciso, además, que el autor conozca esa situación e, incluso, cuando así se exija,
que tenga las tendencias subjetivas especiales que exige la ley para justificar su acción.
Así, por ejemplo, solo puede actuar en legítima defensa quien sabe que se está defendiendo.
En el estado de necesidad, el numeral 5 del artículo 20 exige que el autor actúe "para evitar
un mal propio o ajeno". Si falta alguno de estos elementos subjetivos, el acto no queda
justificado, a pesar de que objetiva mente se den los presupuestos objetivos de una causa de
justificación. Para la justificación de una acción no es suficiente, por tanto, que el autor
alcance un resultado objetivamente lícito, sino que es preciso, además, que haya actuado
TEORIA DEL DELITO
No actúa, por ejemplo, en legítima defensa quien mata por venganza a otro sin saber que la
víctima estaba esperándolo precisamente para matarlo; la exclusión de la legítima defensa
en este caso no se debe a que se mate por venganza, sino a que el autor no sabía
subjetivamente que estaba defendiéndose de la agresión de la víctima.
El elemento subjetivo de justificación no exige, por tanto, que los móviles del que actúa
justificadamente sean valiosos, sino simplemente que el autor sepa y tenga la voluntad de
actuar de un modo autorizado o permitido jurídicamente. Así, por ejemplo, un funcionario
de presiones puede ejercer su profesión porque es un sádico y disfruta con el dolor ajeno,
pero, en la medida en que actúe dentro de los límites legales y sepa y quiera actuar dentro
de esos límites, actúa justificadamente. Lo mismo sucede en las demás causas de
justificación. No se trata aquí en absoluto de valorar los motivos e intenciones últimas del
acusado, sino de probar, simplemente, que conoce la situación objetiva justificante y actúa
voluntariamente
dentro de los límites autorizados.
12. Explique las distintas clases de error en las causas de justificación y cuál es la consecuencia jurídica.
Rta: EL ERROR EN LAS CAUSAS DE JUSTIFICACIÓN. La justificación de una acción solo se da, por
tanto, si concurren tanto el elemento subjetivo como el objetivo de la respectiva causa de
justificación. La falta de cualquiera de estos elementos determina que el acto siga siendo
antijurídico. Esto puede darse tanto por falta de elemento subjetivo (el autor no quiere
actuar conforme a derecho, pero su acto causa un resultado objetivamente lícito), como por
falta del elemento objetivo (el sujeto quería actuar conforme a derecho, pero el acto que
produjo no está objetivamente autorizado por el derecho).
Tanto en un caso como en otro nos encontramos con un error que, aunque no afecta a la
antijuridicidad, puede tener repercusiones en otra categoría del delito (la culpabilidad) o en
la determinación de la pena. El error en las causas de justificación puede referirse a distintos
elementos de las mismas y presentar distintas particularidades que conviene examinar por
separado.
Uno de estos casos en que falta el elemento objetivo es en el supuesto de la creencia errónea
en la existencia de los presupuestos objetivos de una causa de justificación: el sujeto creía en
la existencia de un hecho que, de haberse dado realmente, hubiera justificado su acción (el
autor disparó porque creía erróneamente que la víctima iba a dispararle). Para resolver esta
clase de error, hay que tener en cuenta, sin embargo, que, igual que sucede respecto a otros
elementos subjetivos del delito (dolo, 94 imputabilidad), también en el ámbito de los
TEORIA DEL DELITO
2. El error sobre los límites y sobre la propia existencia de una causa de justificación.
También puede darse un error sobre los límites de la causa de justificación: el sujeto creía
erróneamente que su acción estaba autorizada (el policía creía que podía disparar contra
todo el que pasara un semáforo en rojo); o un error sobre la existencia de la causa de
justificación a la misma (creer que cabe defender la patria organizando un grupo paramilitar
para la "guerra sucia" contra el terrorismo, o para dar un golpe de Estado).
El hecho es antijurídico. Lo que la doctrina se plantea aquí es si cabe castigarlo por el delito
consumado, ya que el resultado producido objetivamente era aprobado por el ordenamiento
jurídico. La cuestión es muy discutida. La doctrina dominante se inclina por castigar por
tentativa ya que, aunque el resultado pretendido por el autor se ha producido y,
TEORIA DEL DELITO
Las causas de exclusión de la antijuridicidad solo excluyen esta cuando se dan completos
todos sus elementos, objetivos y subjetivos. La ausencia de alguno de estos elementos o el
exceso en el ejercicio de la causa de justificación pueden incidir, sin embargo, atenuando el
juicio global sobre el merecimiento de pena del hecho, bien porque disminuyen el desvalor
de acción, bien porque disminuyen el desvalor de resultado, que constituyen la base del juicio
de antijuridicidad. Así, el que mata a otro porque cree erróneamente estar defendiendo su
vida, o porque se excede en el ejercicio de una legítima defensa o de un deber en sí legítimo
merece, ciertamente, una mayor condescendencia que el que lo hace sin encontrarse en esa
situación. De ahí que la justificación incompleta y la putativa puedan dar lugar a una
atenuación o, en su caso, a una exención absoluta de pena.
El Código Penal recoge esta idea de un modo general para todas las eximentes en el artículo
21, al considerar como la primera de las circunstancias atenuantes las expresadas en el
artículo anterior (es decir, las eximentes), cuando no concurran todos los requisitos
necesarios para eximir de responsabilidad en sus respectivos casos. La incidencia práctica de
esa declaración se refleja luego en la determinación de la pena, ya que el artículo 68 prevé
para estas eximentes incompletas la aplicación de la pena prevista para el delito rebajada en
uno o dos grados. Sin embargo, cuando la exención incompleta provenga de una causa de
justificación y se deba a un supuesto de error de prohibición, será de preferente aplicación el
artículo 14,3, que de todas formas contiene para los supuestos de error vencible la misma
regla de determinación de la pena (véase infra capítulo XIV).
La exención incompleta queda, pues, reservada para los casos en que falte algún elemento
no esencial. Los casos en los que se dé la situación objetiva justificante pero el sujeto no lo
sepa (es decir, falte el elemento subjetivo de justificación), deben tratarse como una tentativa
con su correspondiente régimen de atenuación de la pena.
(iii) Agresión actual o inminente: exige analizar la justificante más allá de la norma legal,
habida cuenta de que este requisito se refiere exclusivamente a lo fáctico. La agresión
debe consistir en la exteriorización del propósito de lesionar un bien jurídico, mediante
actos idóneos, sea que se utilice o no la violencia, armas u otros mecanismos físicos
finalísimamente orientados a provocar daño.
15. ¿Qué son los mecanismos automáticos de autoprotección? ¿Cuál es su consecuencia jurídica de la
defensa preventiva?
El problema que plantean estos sistemas de autoprotección es que lo mismo pueden alcanzar
al delincuente que pretende robar o cometer cualquier otro hecho delictivo grave, como
también a quien, para guarecerse de un temporal, o por error, o porque está embriagado o
pretende recoger una pelota que ha caído dentro o coger unas peras del huerto, penetre en
TEORIA DEL DELITO
esos lugares así protegidos. Desde luego, nada habría que objetar si esos medios de
autoprotección fueran simples alarmas, descargas eléctricas de escaso voltaje, videos o
circuitos cerrados de televisión, obstáculos que dificulten el acceso a la casa, alambradas,
rejas puntiagudas, etc., sin capacidad ofensiva automática en sí mismos, que estarían dentro
de las precauciones y medidas elementales de defensa de la propiedad y de la intimidad
domiciliaria (cfr., por ejemplo, art. 238,5º).
Pero el problema no es tan fácil de resolver cuando el sistema instalado es ofensivo y puede
herir gravemente o incluso matar a quien, con ánimo de cometer un delito o por cualquier
otra causa, invade el ámbito protegido. Admitir legítima defensa en estos casos, aparte de
que pueda ser ya desproporcionada, supone reconocer una "defensa preventiva" antes de
que se actualice la agresión ilegítima e incluso aunque no llegue a producirse una verdadera
agresión. Pero en algunos casos extremos de amenaza seria y grave de muerte, sujetos
especialmente vulnerables, lugares peligrosos, despoblados, etc., podría admitirse un
sistema de autoprotección que pudiera excepcionalmente llegar a herir o matar.
Para ello, además de la situación de peligro inminente, habría que exigir una posibilidad de
control permanente sobre el sistema y la clara advertencia de que existe ese sistema, de
manera que todo el mundo pueda quedar bien informado de la peligrosidad de acceder o
entrar en el lugar así protegido. De hecho, en casos extremos de guerra o situaciones de
conflicto similares se recurre a sistemas de este tipo, como la instalación de alambradas con
gran voltaje eléctrico, minas, etc.
Pero incluso en estos casos sería necesaria una reglamentación estricta que determinara las
situaciones en las que estos sistemas pueden ser utilizados y minimizara sus riesgos mediante
avisos y anuncios suficientemente claros para todos los que se aproximen. También se
admite, dentro de lo proporcional, instalar videos y circuitos de televisión que pueden afectar
a la intimidad de los trabajadores dentro de las empresas para detectar robos. La utilización
de perros puede también incluirse dentro de las medidas de autoprotección legítimas; pero
siempre que se tenga sobre ellos un control.
El uso incorrecto de estos sistemas o la falta de vigilancia sobre los mismos (especialmente
en el caso de los perros) puede dar lugar a una responsabilidad por imprudencia según sea el
resultado producido. Una solución por la vía del riesgo permitido (cfr. supra capítulo VII) o del
estado de necesidad (cfr. infra) podría también venir en algún caso en consideración.
También es posible que la propia imprudencia del afectado por el sistema de autoprotección
(persona que desatiende los avisos o que provoca al perro) pueda excluir la responsabilidad
del que lo instaló (efr. infra capítulo XI: consentimiento y auto puesta en peligro).
16. ¿Qué es el estado de necesidad? ¿Cuáles son sus presupuestos y sus requisitos?
Rta: Existen dos formas distintas de concebir el estado de necesidad, una es la necesidad
justificante la cual surge de la coaliciono tención de dos bienes jurídicos distintos y el sacrificio
del bien de menor valor para salvaguardar el de mayor; por otra parte, la necesidad
meramente exculpante, precedida por el principio de no exigibilidad de un comportamiento
distinto y que se da cuando los bienes poseen el mismo valor.
TEORIA DEL DELITO
“Se obre por la necesidad de defender un derecho propio o ajeno contra injusta agresión
actual o inminente, siempre que la defensa sea:
Legítima defensa privilegiada. Se presume también como legítima la defensa que se ejerza para
rechazar al extraño que usando maniobras o mediante violencia penetre o permanezca
arbitrariamente en habitación o dependencias inmediatas, o vehículo ocupado. La fuerza letal
se podrá ejercer de forma excepcional para repeler la agresión al derecho propio o ajeno.”
Presupuestos
Existencia de una situación de necesidad, existencia de dos bienes don uno de los dos será
sacrificado para salvaguardar el otro; sin ella no puede darse causa de justificación quien
apreciando la situación cuidadosamente y dentro de los márgenes de riesgo permitidos,
considera erróneamente que existe una situación de peligro que no se da realmente.
Que la realización del mal o la infracción del deber que el sujeto realiza para evitar un mal así
mismo o a un tercero sea el único camino posible para conseguir la meta salvadora.
En el caso de salvaguardar bienes jurídicos ajeno se trata de un auxilio necesario.
Requisitos
• Que el mal causado no sea mayor al que se pretende evitar. Obliga a realizar un análisis de
los males, el que amenaza producirse y el que se realiza.
• Que la situación de necesidad no haya sido provocada intencionalmente por el sujeto. Impide
que el que la provoco después pueda ampararse en ella, el requisito de la no provocación
intencionada se refiere al que actúa bien sea el propio afectado o un tercero.
• Que el necesitado no tenga, por su oficio o cargo, la obligación de sacrificarse. El estado de
necesidad, como causa justificada, se supone que el que está en esta situación no está
obligado a soportarla. Pero si la situación es normal dentro del ámbito de su oficio o profesión
entonces está, en principio, obligado a soportarla.
17. ¿En qué consiste el actuar en cumplimiento de un deber? ¿Cuáles son las modalidades? Ilustre con
ejemplos.
Como ejemplos podemos enunciar: El militar que bajo las órdenes legitimas cesa la vida
de una persona durante un enfrentamiento militar con un grupo armado ilegal
Como ejemplos podemos enunciar: EL padre que restinga las salidas de un menor por
considerar que no cumple con sus deberes académicos
Como ejemplos podemos enunciar: Repeler el ingreso sin autorización de un intruso que
ponga en riesgo un bien jurídico tutelado de un ciudadano, usando un fuera
proporcional ante el injusto provocado.
Como ejemplos podemos enunciar: El juez que bajo el mandato constitucional y una ves
agotado el debido proceso, como resultado de un proceso ejecutivo da la orden de
entrega de un bien inmueble.
18. ¿En qué consiste el consentimiento como causa de justificación? Explique sus requisitos, de
ejemplos.
Rta: El consentimiento es la única causa de justificación no citada expresa mente entre las
eximentes del artículo 20. En realidad, el Código Penal solo lo menciona expresamente en
situaciones específicas, como, por ejemplo, en el artículo 155 para negarle eficacia eximente
en el delito de lesiones.
No obstante, existen otros tipos especiales en los que, expresa o tácitamente, se concede
eficacia al consentimiento del titular del bien jurídico protegido como elemento del tipo de
injusto del delito en cuestión. Se trata de aquellos casos, como la intimidad domiciliaria, la
propiedad, etc., en los que el ordenamiento jurídico reconoce al titular una facultad
dispositiva sobre el bien jurídico.
consentimiento en algunos tipos penales específicos hace que se le considere más como
una causa de exclusión de la tipicidad, que como una causa de justificación.
Sin embargo, sin perjuicio de reconocer que efectivamente el consentimiento pueda tener
en estos supuestos el efecto de excluir ya la tipicidad del comportamiento hay casos en los
que el consentimiento no excluye directamente la tipicidad de un modo general, sino que
solo, y en la medida en que se den determina dos requisitos, puede excluir la antijuridicidad,
es decir, justificar una conducta que sigue siendo típica. La exigencia, por ejemplo, de un
deber de información al paciente para que el consentimiento de este a una operación
quirúrgica tenga eficacia justificante, o la irrelevancia del consentimiento para
determinadas intervenciones sobre el cuerpo humano (venta de órganos, experimentos
médicos, etc.), demuestran que, en principio, cualquier intervención sobre la integridad
física de una persona requiere de unos requisitos adicionales para que el consentimiento
justifique un hecho en sí típico.
Por todo ello, en estos casos parece más correcto tratarlo como causa de justificación,
dándole también el mismo tratamiento en los casos de error sobre sus presupuestos
fácticos y sobre sus límites.
Requisitos. Tanto si se trata de una causa de exclusión de la tipicidad, como si es una causa
de justificación, el consentimiento del titular del bien jurídico debe quedar claramente
manifestado, aunque no siempre ha de ser expreso. Cabe también el consentimiento tácito;
y el consentimiento presunto, en aquellos casos en los que una previa relación de confianza,
basada en la gestión de negocios, relación de vecindad, etc., permita pensar que el titular
del bien jurídico admite la realización del hecho (la persona que utiliza el automóvil de su
socio para realizar una gestión en favor del negocio común; el vecino que entra en la casa
de su amigo que se halla de vacaciones para regar las flores y evitar que se sequen, etc.).
Muchos de estos casos pueden solucionarse por la vía del estado de necesidad, con lo cual
no hay por qué recurrir al consentimiento para justificar, por ejemplo, la acción del que
entra en una morada ajena para apagar un incendio, cortar el agua ante el peligro de
inundación, etc. Para que el consentimiento pueda actuar como causa de justificación se
necesario que se den determinados requisitos:
b. Capacidad para disponer, que no tiene que coincidir necesariamente con la capacidad
civil, pero que, igual que esta, exige unas facultades intelectuales para comprender el
alcance y significación de sus actos por parte de quien consiente.
TEORIA DEL DELITO
c. Cualquier vicio esencial de la voluntad del que consiente (error, coacción, engaño, etc.)
invalida el consentimiento.
La culpa viene siendo una infracción al deber objetivo de cuidado que, sin la intención del dolo,
termina generando un resultado típico.
La culpabilidad es aquel juicio de reproche sobre la conducta del actor que permite imponer una
sanción penal a su acción típica y antijurídica. Tiene como fundamento constitucional la
consagración del principio de presunción de inocencia y el avance hacia un derecho penal del acto,
conforme al artículo 29 Superior.
En ese sentido, el desvalor se realiza sobre la conducta del actor en relación con el resultado
reprochable, más no sobre aspectos internos como su personalidad, pensamiento, sentimientos,
temperamento entre otros. Conforme a lo anterior, está proscrita cualquier forma de
responsabilidad objetiva, pues la base de la imputación es el juicio de reproche de la conducta del
sujeto activo al momento de cometer el acto. Por último, la culpabilidad permite graduar la
imposición de la pena de manera proporcional, puesto que el análisis no se agota en la verificación
del dolo, la culpa o la preterintención, sino que, además, debe tenerse en cuenta el sentido
específico que a la acción u omisión le imprime el fin perseguido por el sujeto.
Actúa culpablemente quien comete un acto antijurídico tipificado en la ley penal como delito,
pudiendo actuar de un modo distinto, es decir, conforme a derecho. Pero, este concepto de
culpabilidad, como reproche que se hace a una persona por haber podido actuar de modo distinto
a como realmente lo hizo, coloca al penalista ante la difícil situación de tener que decidirse entre
dos extremos igualmente cuestionables: o aceptar la capacidad humana para actuar libremente y
aceptar con ello el concepto de culpabilidad; o negar esta capacidad, negando con ello, al mismo
TEORIA DEL DELITO
Esta concepción ve en la culpabilidad un fenómeno individual aislado que solo afecta al autor
de un hecho típico y antijurídico. Pero realmente no hay una culpabilidad o culpabilidad en
sí, sino una culpabilidad en referencia a los demás. La culpabilidad no es un fenómeno
individual, sino social. No es una cualidad de la conducta sino una característica que se le
atribuye para poder imputársela a alguien como su autor y hacerle responder por ella.
Así, por ejemplo; la correlación entre culpabilidad y prevención general, es decir, defensa de
determinados intereses, legítimos o ilegítimos (que esa es otra historia), por medio de la
pena, es evidente. Si en un momento histórico determinado se consideró, por ejemplo, que
debía ser declarado exento de responsabilidad criminal el menor de cierta edad (cfr. art. 19),
el que, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica o de un estado de intoxicación
plena, no puede comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión, o el
que, por sufrir alteraciones en la percepción desde el nacimiento o desde la infancia, tiene
alterada la conciencia de la realidad (cfr. art. 20,1º, 2° y 3º), ello no se hizo para debilitar la
prevención general o la defensa de los intereses de la sociedad frente a esas personas, sino
precisamente por lo contrario, porque el efecto intimidatorio general y la defensa social se
fortalecían al declarar exentos de responsabilidad criminal (es decir, de culpabilidad) a unas
pocas personas de las que, como la experiencia enseña, no puede esperarse que cumplan las
expectativas de conducta contenidas en las normas penales, confirman do así la necesidad
de su cumplimiento por las demás personas que no se encuentran en esa situación.
La imprudencia es actuar con precipitación, con ligereza, sin cálculo, sin precauciones. Actúa
con imprudencia quien conduce un vehículo con exceso de velocidad.
supuestos que se refieren a la madurez psíquica y a la capacidad del sujeto para motivarse
(edad, salud mental, etc.). Es evidente que, si no se tienen las facultades psíquicas suficientes
para poder ser motivado racionalmente, no puede haber culpabilidad (para más detalles cfr.
infra capítulo Alll).