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9 Principio de Preclusión:
Según AZULA CAMACHO, Profesor de la Universidad Autónoma de Bogotá (2006), “el Proceso
se surte mediante una serie de etapas o instancias concatenados entre sí, de tal manera que uno
es presupuesto del siguiente y éste, a su vez, del posterior, destinados cada uno a realizar
determinados actos procesales”.
Para el Profesor PEDRO BARSALLO (2009), “con este Principio se pretende buscar un orden y
rapidez; así, de conformidad con el mismo se establece en el Proceso un orden consecutivo
dividiéndose en fases o etapas, en cada una de las cuales deben forzosamente realizarse
determinados actos procesales, cuya falta de ejercicio o el ejercicio indebido del acto procesal
dentro del orden o el periodo señalado, trae aparejada la extinción de la fase respectiva y la
imposibilidad de realizar el acto correspondiente”.
La Preclusión significa pues, a nuestro criterio, la clausura o cierre de fases o etapas, por el
vencimiento de los términos fijados por la ley procesal. Luego entonces, el principio de preclusión
supone que en cada fase del proceso deben realizarse los actos que la Ley determina y que, una
vez vencida esa fase, ya no pueden efectuarse porque la misma se cerró”. Es decir, que la actividad
procesal debe cumplirse en cada una de sus fases conforme los términos legales.
Nuestro Código Judicial vigente introduce este Principio de Preclusión en sus Artículo 508, que a
la letra preceptúan:
Significa este Principio que el Juez u Operario judicial debe fundamentar sus resoluciones
(especialmente autos y sentencias) exponiendo las razones y motivos de su decisión.
La motivación desarrolla el razonamiento lógico – jurídico del Juez, apreciando y valorando las
pruebas aportadas; con sustento en la Ley, la jurisprudencia (si la hay) y la Doctrina, de ser
necesario.
En nuestro Derecho Procesal básico este Principio se encuentra consagrado en los Artículos 989 y
990 del Código Judicial de 1984 (vigente desde 1987); que dicen:
En el Proceso Civil existe una estricta aplicación de este principio. No obstante, en los Procesos
de Familia, así como en los Laborales y aquellos de naturaleza social, no rige ni aplica la
congruencia procesal, ya que puede existir la ultra petita (más de lo pedido) y la extra petita (fuera
de lo pedido) debido a otros principios de interés superior.
Este Principio se encuentra regulado en el Artículo 991 del Código Judicial, que establece:
La impugnación como acto procesal esta relacionada con el Principio procesal Constitucional del
Debido Proceso, ya que “constituye el derecho que tienen las partes a atacar y recurrir las
resoluciones judiciales que le causen agravios y perjuicios, ante un superior Jurisdiccional para
un nuevo examen valorativo, en base a su revocación, ya sea parcial o total” (SANTANA
VÁSQUEZ, 2019).
La vía idónea para solicitar la revisión o revocación de las resoluciones judiciales son los
denominados: Medios de Impugnación o Recursos que en opinión del maestro JORGE FÁBREGA
(2011) “es el remedio que queda a la parte agraviada en un proceso para ocurrir al Tribunal que
ha dictado una resolución o al respectivo superior en solicitud de enmienda al agravio (de
carácter material o procesal) que cree se le ha inferido”.
Los Recursos o Medios de Impugnación pueden ser: Ordinarios y Extraordinarios. Entre los
Ordinarios, encontramos: La Reconsideración (o de Rectificación entre otras legislaciones); la
Apelación (que es el típico y natural medio de impugnación) y el llamado Recurso de Hecho (o de
Reposición, también en otras legislaciones); y en los Extraordinarios, la Casación y la Revisión.
Nuestro Código Judicial recoge lo referente al Principio de Impugnación, en su Artículo 1119, que
señala:
ARTÍCULO 1119. Las resoluciones judiciales sólo podrán ser
impugnadas por los medios y trámites previstos en este Código, a
efectos de que el propio juez que ha dictado una resolución o el
respectivo superior enmiende el agravio que estime se ha inferido. Las
resoluciones dictadas en procedimientos cautelares son igualmente
recurribles, con arreglo a las disposiciones de este Título. En este caso,
el recurso no suspende la medida cautelar, mientras no se ejecutoríe la
resolución que lo decida favorablemente. Los recursos pueden ser
interpuestos por la parte agraviada, por el tercero agraviado o por el
respectivo agente del Ministerio Público en los casos en que por
disposición de la ley interviene. Cualquiera de las partes está legitimada
para impugnar una resolución aunque lo dispositivo le sea favorable y
pueda sufrir un perjuicio substancial o procesal o justifique interés
legítimo en la impugnación.
El Artículo 1122 del mismo cuerpo legal procesal, consagra los Recursos o Medios de
Impugnación, al detallar:
Tenemos, que de manera específica la principal ley Procesal regula cada recurso en Capítulos
separados y artículos del Título XI del Libro II del aludido Código Judicial, así: Cap. II
Reconsideración (Arts. 1129 y ss.), Cap. III y IV Apelación (Arts. 1131 y ss.), Cap. IV Recurso de
Hecho (Arts. 1152 y ss.), Cap. VI Recurso de Casación (Arts. 1162 y ss.) y Capítulo VII Revisión
(Arts. 1204 y ss).
Este Principio se deriva del de impugnación, toda vez que al recurrir las partes contra una
resolución de un Tribunal o Juez determinado ante su superior, el primario o aquo, se constituye
en tribunal de Primera Instancia y el superior o a quem, actúa como tribunal de Segunda Instancia.
El Código Judicial Panameño establece este Principio de Doble Instancia, en su artículo 463, que
prescribe:
ARTÍCULO 463. Todos los procesos admiten dos instancias o grados,
salvo que la ley los sujete expresamente a una sola instancia.
Guarda relación este principio, al igual que el de impugnación con el principio Constitucional del
Debido Proceso; al garantizar la oportunidad de acudir ante un Tribunal o Juez superior para
procurar una revisión o reparación procesal de las actuaciones judiciales, a favor de las partes.
Este principio, conocido también como: “Autoridad de la Cosa Juzgada”, emana de la necesidad
en un estado de derecho de garantizar la seguridad jurídica de las resoluciones y fallos judiciales;
ya que una vez concluido un proceso en todas sus fases y haberse agotado todos los recursos
o medios de impugnación dispuestos por la Ley, se hace tránsito a la cosa juzgada como
elemento de estabilidad del sistema, terminando de manera definitiva la controversia y hacer
viable su cumplimiento o ejecución.
El maestro EDUARDO PALLARES (2012) define la cosa juzgada como “la autoridad y la fuerza
que la ley, atribuye a la sentencia ejecutoriada” (la que está en firme porque no admite ya recurso
alguno y agrega que: “se entiende por autoridad, la necesidad jurídica de que lo fallado en las
sentencias es considere como irrevocable e inmutable”.
El efecto de cosa juzgada opera en el mismo proceso objeto de la controversia y en otro donde
haya identidad de partes, cosa u objeto y de la causa o razón de pedir. Nuestra legislación procesal
consagra este Principio de Cosa Juzgada, en el Artículo 1028 del Código Judicial, cuyo texto dice: