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BLOQUE 1: Prehistoria e Historia Antigua

1.1. El Neolítico: características y cambios con respecto a la época


Paleolítica (cambios económicos, sociales y culturales).

Hace unos diez mil años finalizó la última glaciación. El cambio climático y el
crecimiento demográfico condujeron a la aplicación de nuevas estrategias de
supervivencia: la agricultura y la ganadería, teniendo lugar la revolución
neolítica en el Creciente Fértil (Oriente Próximo).

Hasta ese momento, los grupos paleolíticos eran de reducido tamaño, nómadas y
practicantes de una economía depredadora (utilizaron la caza, la pesca y la
recolección como estrategias de supervivencia). Su adaptación al clima hostil vino
dada gracias a una tecnología basada en el control del fuego y en la fabricación de
herramientas en piedra, hueso y madera, cada vez más complejas, y que
culminaron con el invento del arco y las flechas, hacia el final del Paleolítico. Al
mismo tiempo, los grupos humanos se hicieron más complejos, distribuyéndose
tareas entre sus componentes (aunque no se pueda hablar de especialización). Las
primeras muestras artísticas aparecen durante esta etapa, destacando las pinturas
rupestres de la cueva de Altamira. Igualmente, aparecen las primeras
preocupaciones funerarias, con enterramientos intencionados.

Hace unos siete mil años se constata la presencia de las primeras comunidades
neolíticas en la costa mediterránea: han domesticado distintas especies vegetales
(trigo, cebada, legumbres) y animales (cabra, oveja), y han incorporado nuevas
tecnologías: la cerámica cardial1, y el tejido de fibras animales (lana) o vegetales
(lino). Asimismo, se ha producido la sedentarización de las poblaciones. El resto
de la Península se neolitizará progresivamente, teniendo lugar una primera
expansión hacia el 4000 a.C en el valle del Ebro y País Vasco, y produciéndose en
Cataluña y sur de Francia la cultura de los sepulcros de fosa. En ella podemos

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Llamada así por la decoración con imprimaciones del molusco cardium edule. Es decir, el berberecho.
distinguir grupos sociales diferenciados, por el trabajo realizado.

A partir del 3.700 a.C aparece la cultura megalítica, llegando en la península


desde la fachada atlántica a Almería. Se caracteriza por las primeras construcciones
monumentales, especialmente funerarias: sepulcros colectivos en piedra, cubiertos
de túmulos de tierra. En Galicia reciben el nombre de “mámoas”, siendo su
estructura interna el dolmen. Destacan los dólmenes de Dombate, Domaio y
Axeitos.

A esta época corresponde el yacimiento de Los Millares (Almería) la más antigua


“ciudad” peninsular atestiguada, con poderosas fortificaciones.

En suma, observamos en la transición del paleolítico al neolítico unos cambios


revolucionarios en los que aparecen asentamientos fijos, la sociedad se vuelve
más compleja, la economía pasa a ser productiva en vez de depredadora y las
culturas toman formas cada vez más complejas.
1.2. Los pueblos prerromanos de la Península Ibérica

(pueblos del sur y del levante, meseteños y del occidente peninsular)

En la segunda mitad del primer milenio a. C., la influencia de los celtas o de las
colonizaciones fenicias, griegas y cartaginesas diferenció dos grupos culturales en
la Península: los iberos y los celtas indoeuropeos.

Los íberos eran un conjunto de pueblos localizados en la franja mediterránea y en


el sur peninsular, desde el norte de Cataluña hasta la desembocadura del
Guadalquivir y en el valle del Ebro hasta Zaragoza: ilergetes, layetanos, edetanos,
carpetanos, turdetanos... Su cultura, que surgió con fuerza hacia el siglo VII a. C.,
es el resultado de la evolución de los pueblos indígenas de la zona bajo la influencia
de los fenicios y griegos y de las tradiciones del mundo tartésico. Vivían en
ciudades-estado, con sus magistrados. Su sociedad estaba jerarquizada y
dirigida por una aristocracia guerrera. En lo económico vivían de la tríada
mediterránea (cereales, vid y olivo) y de la ganadería, donde destacaron en la cría
de caballos. Dominaban también la cerámica y la metalurgia. Conocían el uso de
la moneda, por los intercambios con griegos y fenicios.

La religión estaba muy presente su mundo. En los santuarios se acumulaban


exvotos, ofrendas que representaban en general guerreros con panoplia.
Practicaban la incineración de sus muertos, guardando las cenizas en urnas de
cerámica que eran enterradas con piezas de ajuar.

El resto de la península estaba habitado por pueblos agrícolas y ganaderos con un


menor grado de desarrollo cultural, al estar más alejados de la influencia
mediterránea. En la Meseta y la costa atlántica vivían distintos pueblos célticos
(como los lusitanos) de lengua indoeuropea, y en el norte otros pueblos
preindoeuropeos más o menos celtizados: galaicos, astures, cántabros y vascones.
Los primeros nos sirven de ejemplo para explicar el funcionamiento de estos
pueblos:

Desde el siglo VIII a.C. hasta la ocupación romana, los galaicos desarrollaron la
cultura castreña, caracterizada porque la población habitaba en castros, poblados
de fácil defensa situados por norma en un punto elevado. Son numerosos en
Galicia, destacando los de Santa Tegra, Baroña o San Cibrao de Las.

La sociedad castreña se organizaba por lazos de sangre, y el linaje se trazaba a


través de la mujer, a quien iba posiblemente vinculada la posesión de la tierra. Las
elites las formaban, sin embargo, una aristocracia guerrera de varones. La
economía se basaba en actividades agrícolas y ganaderas, complementadas con
caza, recolección y marisqueo. La minería y metalurgia estaban desarrolladas, y a
nivel comercial, aunque más escaso que en la zona mediterránea, se
intercambiaban metales por productos tales como cerámica de lujo, piezas de
vidrio y otros objetos de valor.

A nivel de cultura y creencias, el panteón religioso era extenso y relacionado con


elementos de la naturaleza tales como os bosques y las aguas, pero también los
caminos y las encrucijadas. De la época del bronce conservamos abundantes
enterramientos en túmulos o mámoas.

La vida del conjunto de los pueblos de la Península cambiaría radicalmente cuando


en el siglo III a.C. las dos principales potencias del Mediterráneo (Roma y Cartago)
se enfrentasen por su control.
1.3. Conquista y romanización

(etapas de la conquista, elementos de romanización: organización político-


administrativa del territorio, lengua y cultura, obras públicas).

Tras derrotar a Cartago en la Segunda Guerra Púnica (218- 202 a.C), Roma se hará
con el control del este y sur de Hispania (la zona de población ibérica). Poco
después, Roma chocará con las poblaciones locales. En el este se producirán las
Guerras Celtibéricas (153-133 a.C.), que concluirán con la toma de Numancia. En
el sur tienen lugar las Guerras Lusitanas (155-139 a.C.) en las que los lusitanos
dirigidos por Viriato amenazan los territorios romanos del valle del Guadalquivir.
Para los romanos, su victoria en ambas supone el dominio de la Meseta y de su
considerable producción de cereales.

Sólo queda al margen de Roma el área del norte situada entre el mar y el sistema
Cantábrico, habitada por cántabros y astures. Será Octavio Augusto, el primer
emperador romano, el que la ocupe tras las Guerras Cántabras (29-19 a.C.),
concluyendo así la conquista de Hispania, y apoderándose de las riquezas mineras
de la región.

Los romanos le dieron el nombre de Hispania a las tierras conquistadas en la


península, que dividieron en provincias para controlar más fácilmente (Llegando
a ser cinco en el siglo III d.C: Gallaecia, Lusitania, Bética, Cartaginense y
Tarraconense)

Tras la conquista, llega la romanización, el proceso por el que las poblaciones


hispánicas se asimilan progresivamente a la cultura romana, incluyendo desde el
idioma (el latín), la religión y la organización social y económica, hasta el atuendo,
diversiones públicas y formas de vida.

El vehículo principal de romanización lo constituyeron las ciudades (que


procuraban ser un reflejo de la ciudad de Roma), y donde destacaban las colonias,
habitadas por ciudadanos romanos. Una red de calzadas bien pavimentadas
aseguraba las comunicaciones entre ellas, destacando la Vía Augusta (que
partiendo de Roma recorría la costa mediterránea) y la Vía de la Plata (de Sevilla
a Astorga).

La romanización fue rápida e incluyó a Hispania en el espacio político, económico


y cultural del Imperio romano. Su éxito se manifiesta en la abundante presencia de
hispanos en numerosos ámbitos: filósofos como Séneca, poetas como Marcial, y
emperadores como Trajano y Adriano.

Elemento romanizador de gran importancia fue también la acción de los primeros


cristianos, organizados en núcleos en torno a obispos ya en el siglo II. Las
autoridades romanas alternaron una cierta tolerancia con la persecución de la
nueva religión (San Valero, Santa Engracia), ya que chocaba con el culto al
emperador. En el siglo IV se legalizará el cristianismo, que posteriormente será la
nueva religión oficial del imperio, lo que permitirá la organización de los primeros
concilios hispánicos (en Granada, Zaragoza y Toledo).

En el caso de Galicia, la huella romana es considerable: los romanos introdujeron


el arado y la vid; construyeron calzadas para dar salida a los metales que extraían
en el territorio; realizaron obras públicas, como el faro de la Torre de Hércules,
puentes como la del río Bibei, termas como las de Lugo, etc.; la lengua propia de
Galicia deriva del latín, así como el propio nombre del territorio, procedente de
“Gallaecia”.
1.4. La monarquía visigoda (organización política)

En el siglo V desaparecerá el Imperio Romano de Occidente, como consecuencia


de la tradicionalmente llamada invasión de los bárbaros, en su mayoría germanos.
A Hispania llegarán vándalos, alanos, suevos y visigodos, aunque finalmente
sólo los dos últimos constituirán auténticos reinos. La desaparición del Imperio
supone un creciente retroceso cultural y económico, acompañado de un proceso
de ruralización. Sin embargo, la cultura dominante sigue siendo la romano-
cristiana, a la que progresivamente se asimilarán suevos y visigodos.

Los visigodos establecieron un poderoso estado a caballo de los Pirineos con


capital en Toulouse. Sin embargo, en el 507 fueron derrotados por los francos en la
batalla de Vouillé, y perdieron todas las tierras ultrapirenaicas, a excepción de la
zona de Narbona. Desde la nueva capital, Toledo, los visigodos lograrán en la
segunda mitad del siglo VI unificar políticamente toda la Península, mediante la
conquista del reino suevo del noroeste peninsular y de los territorios del sur
ocupados por los bizantinos2. El principal papel en este sentido correspondió al rey
Leovigildo; su hijo Recaredo será el artífice de la conversión de los visigodos al
catolicismo y, por tanto, de la concertación con los hispanorromanos (necesaria,
dado que los visigodos eran una minoría de 100.000 individuos, aunque armada,
frente a 6 millones de hispanorromanos). Los judíos, al quedar fuera de la
unificación religiosa, fueron perseguidos.

Los visigodos unificaron las leyes del territorio en el Fuero Juzgo (texto dado por
Recesvinto en el 654). Su monarquía era electiva, y tuvieron lugar continuas luchas
sucesorias por el poder, enfrentando a las grandes familias de la nobleza. Para
gobernar, los reyes contaban con el Aula regia, formada por magnates próximos
al rey y con los concilios, donde participaban el rey, la corte y los representantes
del clero (inicialmente los concilios se encargaban de cuestiones religiosas, pero
tras la conversión de Recaredo acabarán encargándose también de asuntos

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Imperio Romano de Oriente, con capital en Bizancio, la actual Estambul.
relacionados con el gobierno del reino). Para facilitar la administración, el reino se
dividía en provincias, dirigidas por un dux.

El reino de Toledo será uno de los principales estados occidentales durante el siglo
VII, a pesar de la inestabilidad política que provoca el sistema electivo de sus reyes
entre la aristocracia goda. Es en esta época cuando San Isidoro de Sevilla
escribirá sus Etimologías, obra que resume el legado de la Antigüedad y que será
muy admirada durante los siglos siguientes en toda Europa.

En el siglo VIII, la autoridad visigoda en la península se verá sustituida por la de


los musulmanes, al comenzar su conquista en el año 711.

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