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Hace unos diez mil años finalizó la última glaciación. El cambio climático y el
crecimiento demográfico condujeron a la aplicación de nuevas estrategias de
supervivencia: la agricultura y la ganadería, teniendo lugar la revolución
neolítica en el Creciente Fértil (Oriente Próximo).
Hasta ese momento, los grupos paleolíticos eran de reducido tamaño, nómadas y
practicantes de una economía depredadora (utilizaron la caza, la pesca y la
recolección como estrategias de supervivencia). Su adaptación al clima hostil vino
dada gracias a una tecnología basada en el control del fuego y en la fabricación de
herramientas en piedra, hueso y madera, cada vez más complejas, y que
culminaron con el invento del arco y las flechas, hacia el final del Paleolítico. Al
mismo tiempo, los grupos humanos se hicieron más complejos, distribuyéndose
tareas entre sus componentes (aunque no se pueda hablar de especialización). Las
primeras muestras artísticas aparecen durante esta etapa, destacando las pinturas
rupestres de la cueva de Altamira. Igualmente, aparecen las primeras
preocupaciones funerarias, con enterramientos intencionados.
Hace unos siete mil años se constata la presencia de las primeras comunidades
neolíticas en la costa mediterránea: han domesticado distintas especies vegetales
(trigo, cebada, legumbres) y animales (cabra, oveja), y han incorporado nuevas
tecnologías: la cerámica cardial1, y el tejido de fibras animales (lana) o vegetales
(lino). Asimismo, se ha producido la sedentarización de las poblaciones. El resto
de la Península se neolitizará progresivamente, teniendo lugar una primera
expansión hacia el 4000 a.C en el valle del Ebro y País Vasco, y produciéndose en
Cataluña y sur de Francia la cultura de los sepulcros de fosa. En ella podemos
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Llamada así por la decoración con imprimaciones del molusco cardium edule. Es decir, el berberecho.
distinguir grupos sociales diferenciados, por el trabajo realizado.
En la segunda mitad del primer milenio a. C., la influencia de los celtas o de las
colonizaciones fenicias, griegas y cartaginesas diferenció dos grupos culturales en
la Península: los iberos y los celtas indoeuropeos.
Desde el siglo VIII a.C. hasta la ocupación romana, los galaicos desarrollaron la
cultura castreña, caracterizada porque la población habitaba en castros, poblados
de fácil defensa situados por norma en un punto elevado. Son numerosos en
Galicia, destacando los de Santa Tegra, Baroña o San Cibrao de Las.
Tras derrotar a Cartago en la Segunda Guerra Púnica (218- 202 a.C), Roma se hará
con el control del este y sur de Hispania (la zona de población ibérica). Poco
después, Roma chocará con las poblaciones locales. En el este se producirán las
Guerras Celtibéricas (153-133 a.C.), que concluirán con la toma de Numancia. En
el sur tienen lugar las Guerras Lusitanas (155-139 a.C.) en las que los lusitanos
dirigidos por Viriato amenazan los territorios romanos del valle del Guadalquivir.
Para los romanos, su victoria en ambas supone el dominio de la Meseta y de su
considerable producción de cereales.
Sólo queda al margen de Roma el área del norte situada entre el mar y el sistema
Cantábrico, habitada por cántabros y astures. Será Octavio Augusto, el primer
emperador romano, el que la ocupe tras las Guerras Cántabras (29-19 a.C.),
concluyendo así la conquista de Hispania, y apoderándose de las riquezas mineras
de la región.
Los visigodos unificaron las leyes del territorio en el Fuero Juzgo (texto dado por
Recesvinto en el 654). Su monarquía era electiva, y tuvieron lugar continuas luchas
sucesorias por el poder, enfrentando a las grandes familias de la nobleza. Para
gobernar, los reyes contaban con el Aula regia, formada por magnates próximos
al rey y con los concilios, donde participaban el rey, la corte y los representantes
del clero (inicialmente los concilios se encargaban de cuestiones religiosas, pero
tras la conversión de Recaredo acabarán encargándose también de asuntos
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Imperio Romano de Oriente, con capital en Bizancio, la actual Estambul.
relacionados con el gobierno del reino). Para facilitar la administración, el reino se
dividía en provincias, dirigidas por un dux.
El reino de Toledo será uno de los principales estados occidentales durante el siglo
VII, a pesar de la inestabilidad política que provoca el sistema electivo de sus reyes
entre la aristocracia goda. Es en esta época cuando San Isidoro de Sevilla
escribirá sus Etimologías, obra que resume el legado de la Antigüedad y que será
muy admirada durante los siglos siguientes en toda Europa.