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Tenemos noticias escritas sobre los habitantes de la Península Ibérica desde el primer
milenio a. C. Así conocemos que habían llegado inmigrantes centroeuropeos y
comerciantes del Mediterráneo y que en la zona meridional se desarrolló el reino de
Tartessos.
Cuando los romanos inician la conquista de la Península Ibérica el siglo III a. C., llegan a
la costa este, bañada por el Mediterráneo, a esta zona habían llegado otros pueblos en
la antigüedad pues seguían la misma ruta, al provenir de áreas del Mediterráneo
oriental. Desde los inicios del siglo V a. C., la Península se dividía en dos realidades
culturales diferentes, los pueblos iberos y los celtas.
Los pueblos iberos se localizaban en la costa mediterránea hasta llegar al valle del
Guadalquivir. Tenían una economía agrícola (tríada mediterránea, trigo-vid-olivo),
cultivan plantas textiles y explotan las minas, desarrollaron la metalurgia fabricando
armas y la orfebrería. Otras actividades son la cerámica y la textil, practican el comercio
y acuñan moneda, algunos pueblos conocen la escritura.
Viven en poblados amurallados, socialmente se organizan en tribus con una jerarquía
donde destaca una aristocracia guerrera. Nos han dejado manifestaciones artísticas en
escultura y cerámica (la Dama de Elche, por ejemplo).
Estos pueblos están más desarrollados porque habían recibido la visita de los pueblos
colonizadores, en el tránsito del segundo al primer milenio a. C. los fenicios llegaron y
fundaron sus primeras colonias en el sudeste peninsular, destaca Gadir (Cádiz), son un
pueblo de comerciantes que busca metales como el cobre, el oro y la plata que se
encuentran en la Península. Comercian en particular con un pueblo que habita en el sur
peninsular, Tartessos, este pueblo es el primer pueblo autóctono que se conoce,
explotan el oro, plata y cobre, puede que controlen el comercio de estaño, pero, en la
actualidad todavía no se han encontrado restos de ciudades, aunque sí de tesoros
(tesoro de Carámbolo en Sevilla, hoy se puede ver en el Museo Arqueológico Nacional)
Los griegos también llegaron a la Península hacia el siglo VIII a. C., fundaron ciudades
como Ampurias y Mainake (Málaga), estas ciudades eran asentamientos permanentes
de griegos que emigraban de sus localidades de origen por la presión demográfica, aquí
se dedicaban al comercio y trajeron sus aportaciones culturales. Los cartagineses
llegarían poco después (siglos VI-V a de C)
Esta presencia de fenicios y griegos favoreció el desarrollo agrícola, las actividades
artesanales, la metalurgia del hierro, el uso de la moneda, el urbanismo y la escritura de
los pueblos indígenas que tuvieron contacto con ellos.
Por el norte peninsular habían llegado a la península los pueblos indoeuropeos, celtas,
desde finales del siglo XI al siglo VI a C, aproximadamente. Buscaban nuevas tierras, su
lengua era del grupo indoeuropeo, se asentaron en la actual Cataluña y en la Meseta, se
expandieron por el norte y oeste peninsular, conocían el hierro, su economía se basaba
en la agricultura y ganadería, practicaban la incineración y depositaban las cenizas en
urnas (campos de urnas).
Los pueblos celtas tienen elementos culturales autóctonos, otros son de origen ibero
(sobre todo los de aquellos pueblos próximos al área ibera -celtíberos) y también de
influencia indoeuropea. Los pueblos de la Meseta son principalmente agricultores
cerealistas y los del Sistema Central e Ibérico ganaderos. Destacan los celtíberos por
encontrarse en un área intermedia y tener una cultura con sustrato tanto celta como
íbero (los arévacos y otros a los que pertenece Numancia).
Los del norte de la Península son menos conocidos y más primitivos, así aparece en los
escritos de Estrabón (geógrafo griego S. I a C). Sus trabajos artesanales, cerámica, tejido,
metales, son de poca calidad, no practican el comercio y desconocen la moneda, los
agricultores son sedentarios y viven en castros, los ganaderos practican el nomadismo.
Se organizan en tribus, hablan una lengua indoeuropea y no conocen la escritura.
Así pues, a la llegada de los romanos no se encuentran con una población homogénea
culturalmente hablando, hay una importante diferencia entre los iberos de la costa
mediterránea acostumbrados al contacto con los pueblos colonizadores de quienes
habían recibido mucha influencia, y los pueblos del norte península, cántabros, astures
o vascones, con un desarrollo culturas más pobre y cuando llegue Roma serán quienes
más resistencia ofrezcan.
1.3.Define el concepto de romanización y describe los medios empleados para llevarla
a cabo.
En cualquier caso, el proceso de romanización se llevó a cabo en todos los rincones del
Imperio a través de los mismos cauces:
a) La extensión de la vida urbana. En el sur aprovecharon la amplia red de ciudades
preexistentes y se limitaron a transformar sus órganos de gobierno autónomos
en órganos dependientes de la administración general romana. En cambio, en el
resto de la Península se crearon nuevas ciudades, según el modelo romano, para
romper las primitivas formas indígenas de organización económica, social y
política.
b) El papel del ejército. El ejército fue uno de los más importantes vehículos de
difusión de la civilización romana. Se reclutaron tropas auxiliares entre los
pueblos indígenas, lo que facilitaba su contacto con los romanos, y, además, al
término de su servicio militar, podían obtener el privilegio de la ciudadanía
romana y recibir lotes de tierras. A veces, junto a los campamentos de las
legiones, se formaron canabae (núcleos urbanos habitados por mercaderes,
mujeres e hijos de soldados, etc.) Es el caso, por ejemplo, de León, cuyo nombre
deriva de la legio, ya que allí estuvo asentada la Legio VII Gemina.
c) La fundación de colonias. El asentamiento de ciudadanos romanos en colonias
de nueva creación o en tierras confiscadas a los indígenas también extendió el
modelo de vida romano. En general, se trataba de soldados veteranos, a los que
se entregaban tierras en pago por su servicio militar. Mérida (Emérita Augusta),
fue fundada por orden del emperador Augusto para asentar a los veteranos de
las guerras cántabras.
d) La Concesión de la ciudadanía romana a los indígenas. La obtención del título de
ciudadano romano suponía gozar de numerosos derechos y privilegios, por lo
que se utilizaba su concesión como reclamo para imponer la dominación
romana. Fue un proceso progresivo que se inició con la aristocracia indígena,
para asegurarse su apoyo y colaboración.
Con esta romanización la población indígena asimiló los modos de vida romanos en
diversas facetas (lengua, religión, obras públicas, derecho, administración, urbanismo…)
La romanización conllevó cambios radicales para la historia peninsular: la latinización
(expansión del latín y eliminación de las lenguas ibéricas e indoeuropeas, lo que supuso
la unificación lingüística de la Península), creación de estructuras político-
administrativas (provincias, gobernadores, ciudades, municipios), principios de derecho,
red viaria, grandes infraestructuras, cultura romana, nuevos sistemas religiosos
(incluido, ya muy tardíamente, siglo III de nuestra era, el cristianismo).
Las ciudades peninsulares, tras el impulso romano a la urbanización: Itálica, Córduba,
Tarraco, Híspalis (Sevilla), Emérita Augusta, Caesaraugusta (Zaragoza), se configuraron
según el modelo de la propia Roma e incorporaron por ello construcciones
características de la vida urbana romana: termas y baños, teatros (Mérida, Itálica,
Sagunto), foros, arcos de triunfo (Medinaceli), murallas (Lugo)… La amplia red viaria de
calzadas construidas (Vía Augusta, Vía de la Plata…) y las obras de infraestructura
complementarias (puertos, puentes) vertebraron la Península.
Por todo ello, Hispania terminó por ser una de las provincias más romanizadas del
imperio. Así lo demuestra la aparición de importantes personalidades romanas
originarias de Hispania: escritores (el filósofo Séneca, el poeta Lucano, etc.), senadores,
emperadores (Trajano, Adriano, Teodosio). En suma, las elites hispanas se integraron
pronto en el sistema romano.
1.4.Características de la monarquía visigoda y por qué alcanzó tanto poder la Iglesia y
la nobleza.
A lo largo de los siglos IV y V tuvieron lugar las grandes invasiones protagonizadas por
los llamados pueblos bárbaros, los cuales irrumpieron en el Imperio romano acelerando
de esa forma su caída. La Península Ibérica fue finalmente ocupada por los visigodos que
se asentaron de forma definitiva en la Península en el año 509, tras perder frente a los
francos en la batalla de Vouillé (507). Los visigodos fueron un grupo reducido (entre
80.000 o 300.000, según autores) frente a los hispanorromanos (4.000.000), se
asentaron preferentemente en la Meseta. El estado visigodo estableció su capital en
Toledo y unificó territorialmente la península venciendo al reino suevo, expulsando a los
bizantinos y pacificando a los vascones. Durante todo el tiempo de presencia visigoda
en Hispania estos tuvieron que hacer frente a graves problemas:
a) La difícil convivencia entre las dos comunidades, la hispanorromana conquistada
y la germana conquistadora. Las continuas disputas entre los clanes visigodos y
la nobleza hispanorromana condujeron a los reyes a llevar a cabo un proceso de
unificación para conseguir la fusión de ambas comunidades.
b) Intensificación de las tendencias económicas iniciadas en el Bajo Imperio:
ruralización, latifundismo y economía cerrada.
c) En el plano social, se reforzaron las relaciones de tipo personal. Por otro lado, la
monarquía visigoda era electiva y la designación del rey dependía de los
magnates (Nobleza). Además, el poder del rey estaba limitado por esa misma
nobleza. Este control que los poderosos ejercían sobre la realeza se hacía
evidente en estas dos instituciones: el Aula Regia, asamblea de carácter
consultivo, integrada fundamentalmente por la nobleza y el Officium Palatinum,
también formado por la nobleza de mayor confianza del rey.
Asimismo, la medida unificadora más importante fue la unión religiosa llevada a cabo
por Recaredo. En el III Concilio de Toledo (589), Recaredo aceptó el catolicismo como
religión oficial del reino renunciando al arrianismo que practicaban los visigodos. Esta
medida fue más política que religiosa, pues de este modo consiguió para la monarquía
el apoyo tanto de la aristocracia hispanorromana como de la cada vez más poderosa
Iglesia.
Tras la conversión al catolicismo de los visigodos los Concilios de Toledo (hasta entonces
asambleas eclesiásticas) integraron al rey, la nobleza y la Iglesia, y tuvieron un carácter
de asamblea legislativa, por lo que se convocaban cada vez que debía tratarse un asunto
importante que afectaba a la monarquía.
La Iglesia participa en las decisiones políticas, las asambleas en las que se reúnen son los
concilios, que en un principio habían sido asambleas religiosas, pero ahora lo son
también políticas. Además, el rey para ser reconocido por sus súbditos tiene que ser
ungido por la Iglesia, se sacraliza la ceremonia de coronación del rey.
Con la nobleza sucede lo mismo, alrededor del rey están los gardingos, un grupo de
nobles dueño de grandes latifundios que trasmiten a sus herederos, participa en las
decisiones políticas siendo sus integrantes miembros del Aula Regia, asesores del rey, o
pertenecen al Oficio Palatino. Llegan a disputar al rey su poder y ejercen su autoridad
en los latifundios que poseen.
En suma, a pesar de la debilidad de los reyes, los visigodos llegaron a construir un Estado
aparentemente unificado que dio lugar a la aparición de un cierto nacionalismo hispano.
Es en esta época visigoda cuando nace también la idea de España. Sus límites geográficos
ya habían sido establecidos en tiempos de Roma, pero es ahora cuando se empieza a
difundir una noción nacional más allá de las fronteras peninsulares.
No nos han legado grandes manifestaciones artísticas, pero sí personajes como San
Isidoro cuya obra difunde la noción de Hispania más allá de las fronteras peninsulares.
1.5.Identifica las diferencias entre una imagen de pintura cantábrica y otra pintura
levantina.
La prehistoria es el periodo de más larga duración de la existencia del hombre, los
historiadores han visto que ha evolucionado mucho a lo largo de toda la época
prehistórica. La primera etapa se llamó Paleolítico (piedra antigua, o vieja), con
actividades dedicadas a la caza y la recolección y útiles tallados con piedras golpeadas.
Más adelante aparece el neolítico con hombres dedicados a la agricultura y ganadería y
utensilios hechos a base de piedra pulimentada. Vendría después la edad de los metales,
tres etapas protagonizadas por el cobre, eneolítico, seguidas del bronce y del hierro.
En estos periodos además de los útiles los seres humanos nos han dejado también sus
muestras de arte en las pinturas. Las más antiguas y mejor conocidas por el número de
obras son las del paleolítico superior (35.000-10.000 a C.), se trata de pinturas con un
gran realismo, con figuras de bisontes, caballos, ciervos y otros animales, pintados con
grandes rasgos en color negro, coloreadas de amarillo arcilloso, y también figuras en
rojo. Aprovechaban las desigualdades de la pared de la cueva para las representaciones.
Impacta de ellas su gran naturalismo. Estas pinturas son las que podemos ver en la zona
cantábrica de la península (Altamira, el Castillo, la Pasiega)
Otro periodo en el que podemos ver interesantes pinturas es el del Epipaleolítico,
periodo intermedio entre el paleolítico y el neolítico (10.000 a 5.000 a C.). Este arte
rupestre se localiza en la zona de levante y se caracteriza porque no aparecen animales
solos, sino que con frecuencia son figuras humanas que forman escenas con animales,
estas pueden ser de caza, bailes rituales o actividades como la recolección de la miel,
aparecen silueteadas y a veces esquematizadas y con el color ocre extendido de forma
uniforme, y en tonos monocromáticos. Destacan las de Valltorta en Castellón, o Cogull
en Lérida.