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EL SIGNIFICADO GEOESTRATÉGICO DE LA PENÍNSULA IBÉRICA Y LA
IMPORTANCIA DEL LEGADO HISTÓRICO Y CULTURAL.
INTRODUCCION
La Historia viene a ser como el sedimento que los hombres han dejado sobre la Tierra.
En nuestro caso, dado que desde hace varios miles de años España ha estado
siempre poblada, y fue acogiendo, de grado o por la fuerza, a otras gentes, es lógico
pensar que algo de esas gentes que nos precedieron, nativos o inmigrados, forma
parte de nuestra esencia.
La posición en el extremo sur de Europa, (en el sur de Europa y demasiado al oeste),
situada entre dos continentes Eurasia y África no tiene las características ni de uno ni
de otro, como ocurre también respecto a los dos mares, Atlántico y Mediterráneo.
Respecto a su configuración, los antiguos quisieron ver el perfil de una piel de toro,
que puede servirnos para darnos idea de cómo es el viejo solar ibérico: un territorio
compacto, macizo, con costas rectilíneas y poco articuladas (lo que implica pocos
puertos naturales), con una red fluvial escasa e irregular. La multiplicidad de formas
del relieve ha provocado una red viaria difícil y costosa.
De todas las grandes penínsulas europeas, la Ibérica es la que tiene unos límites más
definidos y precisos. El RELIEVE peninsular, se caracteriza por el peso relativo del
núcleo central (el macizo central), el CLIMA templado con tendencia a cálido y seco
admitiendo diferencias locales, las AGUAS, sufre fuertes estiajes excepto la zona norte
y noroeste, por la escasez e irregularidad, y el SUELO agrario español no destaca por
su bondad. Casi los mismos elementos que han servido para definir la unidad
geográfica peninsular sirven para afirmar la diversidad.
Las relaciones con el exterior elementos constitutivos de la historia de España. Por el
Norte, se relacionó con pueblos y culturas del norte y centro de Europa (indoeuropeos,
germanos, normandos, el comercio castellano en el mar del Norte, …), por el Este
recibimos y ejercimos influencias en el Mediterráneo (fenicios, griegos, cartagineses,
romanos, los territorios de la Corona de Aragón, …), por el Sur llegaron los primeros
pobladores históricos de la Península, el cristianismo, la cultura árabe. Por el Oeste
abierto al mar, por el finis terrae, cuando las Canarias se unieron a los reinos
peninsulares, permitió que los vientos alisios pudieran atravesar el Mar Tenebroso y
llegar a América, dirigiendo desde Sevilla, Cádiz y Lisboa el intercambio económico y
cultural con América.
EL SUSTRATO HISTÓRICO-CULTURAL
El Paleolítico es el periodo más antiguo de la humanidad, dividido en tres
grandes etapas -Inferior, Medio y Superior-en la Península Ibérica hay restos
arqueológicos que atestiguan la presencia de comunidades humanas desde épocas
muy antiguas. Se han encontrado restos de cultura material, como instrumentos líticos
(cantos tallados, bifaces, industria lítica variada y especializada) en muchos
yacimientos. En Castilla y León los yacimientos más señalados son los de Torralba
(Soria) y Atapuerca (Burgos). En Atapuerca se han hallado algunos de los restos
homínidos más antiguos de Europa, Homo Antecessor, con una antigüedad de mas
800.000 años.
Esta etapa está marcada por la sucesión de glaciaciones -periodos
caracterizados por un clima más frío que el actual con un medioambiente y unos
ecosistemas adaptados a esas circunstancias-, condiciones climáticas distintas a la
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actualidad, un clima más frío y con lluvias abundantes con clima polar de nieves
perpetuas en las zonas de montaña, la fauna se caracteriza por grandes herbívoros
típicos del clima frío -bisontes, uros, caballos, ciervos, renos, ..-
La economía era recolectora-depredadora (caza, pesca y recolección) como
base de subsistencia, en consecuencia una forma de vida nómada con asentamientos
estacionales en cabañas junto a los ríos y en cuevas, el fuego se convierte en un
elemento fundamental (protección, para alimentación, …), y diferencias sociales
mínimas, primando la necesidad de cooperación , reforzando la cohesión interna y la
igualdad, las únicas diferencias sociales de género, destacando ciertos personajes
(jefe del grupo, chaman, …). Durante el Paleolítico Medio se encuentran los primeros
restos funerarios -cueva de Morin, Asturias- reflejando sus creencias en el mundo de
ultratumba. Los útiles y armas aumentan en número y perfeccionan su calidad según
se desarrollan las distintas etapas, están realizados en piedra, hueso y asta (buriles,
raspadores, puntas de flecha,)
La fase climática actual se inicia hacía el 9.000 aC, volviéndose un clima más
cálido y seco, con la retirada de los hielos permanentes hacia el norte. Hacía el 8.000
ac produjo la revolución neolítica en el Creciente Fértil, desarrollando la producción de
sus propios alimentos -agricultura y ganadería-, dando paso al sedentarismo y la
edificación de las primeras viviendas. En España se han encontrado restos de esta
época en toda la fachada mediterránea, lo que hace pensar en unas relaciones
mercantiles o una colonización a través del mar. A finales del milenio III ac, los
habitantes de la Península crean dólmenes, destaca el de Antequera (Málaga), como
sepulcro o como santuario, demuestran ser expertos ceramistas, destacando el vaso
campaniforme (de moda en gran parte de Occidente).
Tras usar durante tiempo el cobre (metal dúctil y maleable) se da paso al
bronce (dos partes de cobre y una de estaño, metales que abundan en la Península
Ibérica convirtiéndola en un foco de atracción para los pueblos mediterráneos. Destaca
la ciudad amurallada de El Argar (2.000 ac), manifestando del desarrollo de gran parte
de Andalucía. Se mantiene el desarrollo de dolmenes y en las islas de Mallorca y
Menorca se desarrollan los talayots, taulas y navetas.
Durante la Edad del Hierro gentes indoeuropeos procedentes del interior de
Europa, los celtas, llegaron en oleadas sucesivas (1200 ac), introduciendo en la
Península la metalurgia del hierro, fabricando espadas de doble filo. Su imposición
sobre los pueblos peninsulares junto a la fusión con estos da paso a los celtiberos.
Simultáneamente a la llegada de los indoeuropeos por el norte fueron llegando
por el litoral mediterráneo poblaciones atraídas por las riquezas mineras: los fenicios
que fundan Gadir, los griegos posteriormente, estableciendo relaciones con el reino de
Tartessos y creando diferentes enclaves comerciales en el litoral -Cartagonova,
Malaka, Rosas, Emporion-. Enseñaron a los habitantes de la Península diversas
técnicas mineras, la salazón del pescado, la cerámica por torno, e incluso, a escribir.
Los cartagineses llegan a la Península como ayuda de los fenicios en su
enfrentamiento con los griegos, imponiéndose sobre ambos. Los Barca utilizaron los
territorios de la Península y balear como plataforma para luchar contra Roma tras
someter la costa mediterránea y el valle del Guadalquivir. Serán Aníbal quien ataque
Italia desde la Península Ibérica, produciendo el desembarco de los romanos en la
Península -218 ac- y los romanos ya no abandonan la Península.
LA HISPANIA ROMANA
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La ocupación romana se desarrolló entre los años 218 ac y el 19 ac a lo largo
de cuatro etapas:
- Desplazamiento de los cartaginenses, con la derrota de Cartago en la Segunda
Guerra Púnica y usando Tarraco como base de operaciones
- Sometimiento del interior peninsular enfrentándose a los lusitanos, dirigidos por
Viriato, y a los celtiberos, con episodios como Numancia
- Guerras civiles durante la Republica, los partidarios de Pompeyo habían adoptado la
Península como base y son derrotados por Cesar en Córdoba.
- Sometimiento de las montañas del norte, zona habitada por tribus de cántabros y
astures, victoria lograda por Octavio que fundo Mérida con los soldados veteranos de
esa campaña.
Se entiende por Romanizacion el proceso de imposición y/o adaptación de los
pueblos hispanos a las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales del
Imperio romano (218 ac- 416 dc). Se trata de la asimilación, voluntaria o forzada, de la
cultura y formas de vida romanas por parte de los pueblos prerromanos peninsulares.
En el caso peninsular el proceso tuvo dos fases: la conquista militar y la integración en
el Imperio romano. Pero no fue un proceso homogéneo, es un proceso discontinuo con
resultados desiguales, en el área ibérica (sur y levante) más urbanizada y con formas
de organización similares a las de Roma la conquista y su inserción fue fácil, en el
centro y oeste peninsular tuvo mayor dificultad y en la zona norte no se impondría del
todo el modelo romano de vida.
Las ciudades se convirtieron en la unidad administrativa y el instrumento de
romanización fundamental. Núcleos urbanos de nueva creación como Emérita
Augusta, Mérida, o ciudades federadas por colaborar con Roma-ya existente que
obtienen un estatus privilegiado, libres de impuestos y tropas- como Tarraco o Cartago
Nova. Sin olvidar las ciudades indígenas que los romanos habían sometido.
LA MONARQUÍA VISIGODA
A partir del s. III se inicio el declive del imperio romano debido a la decadencia
de algunos núcleos urbanos (como Itálica o Gades), al malestar social y a la
importancia de las autoridades imperiales para mantener el orden. En estar
circunstancias los romanos recurrieron a reclutar mercenarios bárbaros (procedentes
del exterior del Imperio) y a dividir el imperio en dos: Occidente, con Hispania incluida,
y Oriente. Estas circunstancias favorecieron la invasión de bandas de suevos, alanos y
vándalos (409) que penetraron en la Península como aliados de uno de los bandos
romanos enfrentados entre sí y se instalaron en el oeste y el sur.
Los grandes problemas a los que la monarquia debe hacer frente son la difícil
convivencia entre las comunidades hispanorromana mayoritaria y la germana
minoritaria con leyes y doctrina religiosas distintas y, por otra parte, la intensificación
de la feudalización:
1.- La unidad religiosa: los visigodos son arrianos y los hispanorromanos católicos,
como no se consiguió atraer al arrianismo, Recaredo se convirtió al catolicismo en el III
Concilio de Toledo (589), más como medida política que como religiosa, de este modo,
consiguió para la monarquía el apoyo tanto de la aristocracia hispanorromana como de
la cada vez más poderosa Iglesia católica.
A partir de ese momento, los Concilios de Toledo (hasta entonces asambleas
eclesiásticas) integraron al rey, la nobleza y la Iglesia y tuvieron carácter de asamblea
legislativa, por lo que se convocaron cada vez que debía tratarse un asunto importante
que afectar a la monarquía.