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¿CUÁLES SON LOS TIPOS DE CAFÉ

QUE TOMAN LOS COLOMBIANOS Y


POR QUÉ LA MAYORÍA ES
IMPORTADO?
El consumo se calcula en más de 82.000 toneladas, pero más de 62% de esa
cantidad es con granos que vienen desde el exterior

“La mejor pizza del mundo no está en Italia, está en Brooklyn, y espero que el
mejor café esté en Medellín”, esto lo dijo el ya fallecido y reconocido chef Antony
Bourdain, una de las biblias de la cocina internacional, previo a un viaje que tenía
por Colombia en 2008.

Lo mencionó porque un periodista colombiano le preguntó si estaba listo para “el


mejor café del mundo”, y aunque nunca se supo si Bourdain se fue con la mejor
taza que haya probado, un comentario que sí es común entre otros extranjeros es
que no entienden ¿por qué es difícil encontrar un buen café en Bogotá u otra
ciudad local?

Esto no quiere decir que Colombia no tenga el mejor café del mundo, porque por
algo es que en la Bolsa de Nueva York el grano colombiano tiene una prima
diferencial por encima al precio de otros tradicionales como el de Brasil. Por
ejemplo, la semana pasada cerró la libra en casi US$2 del primero, mientras que
la del otro fue US$1,1.

Por eso, para entender cuál es el café que se toma en Colombia hay cinco
variables, y la primera tiene que ver con que los cafés que se encuentran en el
país son el excelso, que es 100% colombiano y cumple los estándares de
exportación (el que se ha hecho famoso en el mundo como “el mejor”). Luego está
el café pasilla, aquel hecho con granos que presentan defectos, como brocados,
vinagres, negros, partidos, astillados.

Aquí aparece el segundo punto, el consumo se divide entre esas categorías: el


café colombiano tipo exportación, el pasilla y el pasilla importado. A nivel nacional,
Euromonitor estima que en 2019 se movieron 82.145 toneladas, de los cuales,
reportes del Dane hablan de 51.000 toneladas que llegaron de otros países; o
visto de otra forma, más de 62% de las tazas de café que se sirvieron en el año
pasado llegaron desde el exterior.

El tercer punto entonces es ¿por qué se mueve tanto café importado? La razón no
es que los cafeteros estén enfocados en solo en exportar y no les interese dejar
producto para el consumo local. Y eso lo dicen algunos, pues si se tiene en cuenta
que al cierre de septiembre se produjeron 995.000 sacos de 60 kilos, 886.000
salieron de Colombia, lo que lleva a que 109.000 se quedaron aquí.

Y esa cifra es suficiente, “porque un colombiano puede encontrar aquí el mejor


café, con mejores notas que uno que se sirve en Europa, Asia o Estados Unidos,
pero eso es según su capacidad económica, entonces hay que importar café de
menor calidad”, explicó Luis Fernando Vélez, CEO de Amor Perfecto.

“Hoy en Colombia las personas pueden encontrar el mejor café, uno mejor de los
que incluso se pueden servir en París o en Nueva York, producido localmente”.

“Ese segmento de cafés especiales colombianos está creciendo, es


impresionante cómo compiten de bien en los anaqueles de las tiendas contra ese
otro segmento”

Y en efecto, cafés de calidad 100% nacionales van con precios que pueden ir
desde $20.000 la libra, y algunos alcanzan por sus variedades curiosas tarifas
mucho más altas. Mientras que otros, que tienen estas mezclas con materia prima
importada, pueden estar en las tiendas por $7.000, incluso mucho menos como
$4.000.

De aquí se deriva el cuarto punto. Paradójicamente, los colombianos no


reconocen cuál es su propio café al momento de comprar, “entonces la invitación
es a que, si tienen los medios, revisen que en las etiquetas esté el logo de ‘Café
de Colombia’, el cual es el que muestra que fue hecho en el país y tiene el
respaldo de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (Fedecafé)”, agregó
Vélez.

El quinto punto, finalmente llega precisamente desde el gremio cafetero. El


gerente de la Fedecafé, Roberto Vélez, agregó que también “hay parte de
responsabilidad de la propia Federación, pues desde allí fue de donde se impulsó
que hubiese una restricción, se garantizó que no saliera café pasilla y ese se le
vendía a la industria nacional, además era subsidiado. Entonces, esa industria
vivía bien, recibía el café subsidiado y lo vendía en el supermercado. Eso fue algo
que primó por muchos años y fue acostumbrando al consumidor a ese tipo de
referencias”.

Hoy esa restricción ya no existe, y así como en su momento se prohibían las


importaciones de café, son medidas que no están vigentes y permiten por un lado
que los cafeteros nacionales hagan los envíos de su producción al exterior y una
buena cantidad quede para el consumo local. Puntualmente, para esas personas
que lo buscan.
Aunque, en teoría, más de 60% de ese café importado, que es el que mueven las
industrias tradicionales y tienen la mayoría del mercado con marcas colombianas
tradicionales ha perdido terreno por la innovación de 900 tostadores
independientes.

Hay un boom de marcas propias


Un término que se usa en el sector es el de cafés especiales, pero en el propio
gremio aún no se ponen de acuerdo sobre a qué hace referencia. Aun así, la
mayoría lo asocia con esas variedades que tienen unas notas especiales, incluso
sabores que son a base de otros compuestos como vainilla, entre una buena
cantidad más. En el sector se calcula que ese café ha sido desarrollado por un
grupo de más de 100 marcas de emprendedores que han invertido en desarrollo y
tecnología, y al mismo tiempo captando la atención de consumidores más
exigentes.

¿Ahora el eje cafetero no es de la mayor producción, sino Huila, ¿por qué?


Esto es un tema muy interesante y es un cambio del área cafetera del país que
obedece a fenómenos sociodemográficos, Es decir, en la zona central cafetera de
Caldas, Quindío, Risaralda, Norte del Valle y Antioquia, , lo que ha sucedido es
que el costo de la tierra y mano de obra han venido creciendo en una proporción
que para muchos caficultores dejó de ser atractivo seguir en esta actividad.

En el Quindío, en muchos municipios que antes eran cafeteros ha venido


generándose otra actividad productiva, que es el turismo ecológico.

Muchas de esas fincas hoy en día tienen un poquito de cafetal pero como atractivo
turístico. Además, los jóvenes de familias caficultores ya no encuentran el atractivo
de quedarse en la finca.

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