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1 - Anatomía del Aparato Digestivo 1

El aparato digestivo se enmarca dentro de los aparatos de la nutrición y contribuye a la


homeostasis fragmentando el alimento para poder asimilarlo y eliminando desechos. Está compuesto
esencialmente por el tubo digestivo o tracto gastrointestinal, extendido entre boca y ano con 5-7
metros de longitud en el vivo (debido al tono muscular), al que se agregan glándulas anexas. Dada su
longitud, el tubo digestivo suele estudiarse dividido en una porción supradiafragmática (que incluye
boca, faringe, y porciones cervical y torácica del esófago) y otra porción infradiafragmática (que incluye
porción abdominal del esófago, estómago e intestinos delgado y grueso). Los procesos que desempeña
este aparato incluyen: ingestión, incorporación de alimentos a la boca; secreción, numerosas glándulas
que forman parte del tracto gastrointestinal y otras anexas a él producen aproximadamente 7 litros de
secreciones ricas en enzimas vertidas al lumen del tracto; mezcla y propulsión, mediante contracción y
relajación del músculo liso de las paredes del tubo digestivo en toda su extensión; digestión, suma de
procesos químicos y mecánicos que implican la ruptura del alimento en sus partes constitutivas;
absorción, la entrada de los productos de la digestión al organismo (al ser incorporadas en las células de
la mucosa que reviste al estómago e intestinos); defecación, donde sustancias no asimiladas, células
descamadas, bacterias, etc. constituyen las heces y son expulsadas. Detrás de estas diversas funciones
se encuentra una estructuración del tubo digestivo en cuatro capas: túnica mucosa, tela submucosa,
túnica muscular y túnica adventicia.

A continuación revisaremos cómo estas capas presentan distintas características a lo largo del
tubo digestivo para desempeñar distintas funciones. En términos generales, la mucosa o túnica mucosa
está compuesta por un epitelio, el corion (tejido conectivo que soporta al epitelio) y la lámina muscular
de la mucosa, una pequeña capa de músculo liso. El epitelio o revestimiento epitelial desempeña una
función protectora especialmente en la parte alta (ingesta, masticación y conducción de alimentos) y
baja del tubo (defecación) por medio de células escamosas que toleran el roce, mientras que en la parte
media cuenta con células columnares que participan de la absorción y, gracias a la existencia de células
exocrinas, de la secreción (también hay células enteroendocrinas que secretan hormonas como la
colecistoquinina). El corion o lámina propia de la mucosa sustenta al epitelio y aporta vasos sanguíneos
y linfáticos para la conducción de los nutrientes absorbidos, y aloja a las células del MALT. La lámina
muscular de la mucosa proyecta a la mucosa hacia el lumen, provocando un leve plegamiento que
aumenta la superficie para la digestión y absorción, a la vez que con su motilidad permite que todas las
células epiteliales tomen contacto con las sustancias alimenticias. La submucosa o tela submucosa
consiste en tejido conectivo laxo que enlaza a la mucosa con un tejido subyacente (ya sea músculo,
hueso o un plano fibroso), contiene vasos sanguíneos y linfáticos, y glándulas pluricelulares, además de
alojar a las neuronas del plexo submucoso [de Meissner]. La túnica muscular presenta músculo
esquelético en la parte alta del tracto gastrointestinal para la deglución y en la parte final del canal anal
(esfínter anal externo) para el control de la defecación, mientras que cuenta con musculatura lisa en el
resto (desde el tercio medio del esófago) para ayudar a fragmentar, mezclar y propulsar los alimentos.
Dicho músculo –ya sea voluntario o involuntario- habitualmente se dispone en dos láminas: estrato
circular de disposición interna, y estrato longitudinal de disposición externa; entre ambos estratos se
dispone el plexo mientérico [de Auerbach]. La túnica adventicia consiste en un tejido conectivo que
enlaza al órgano con otros próximos, posibilitando sus cambios de forma y posición; también se le suele
denominar túnica subserosa en atención a que media la unión de la víscera con el peritoneo (esto último
es válido para casi toda la porción infradiafragmática del aparato digestivo).

Los plexos nerviosos mencionados constituyen parte de lo que se conoce como Sistema
Nervioso Entérico (SNE), una red de 100 millones de neuronas sensitivas, motoras y de asociación. Las
neuronas motoras del plexo mientérico controlan la fuerza y frecuencia de la contracción de los miocitos
de los estratos de la túnica muscular, es decir, la motilidad; por su parte, las motoneuronas del plexo
submucoso controlan a las células secretoras del revestimiento epitelial; las interneuronas conectan a las
neuronas de ambos plexos; y las neuronas sensitivas inervan la mucosa (captando irritación mecánica y
química, además de distensión). Estas neuronas están implicadas entre sí en vías reflejas locales
operando con secreción y motilidad ante la presencia de alimento. Aun cuando el SNE puede funcionar
de manera independiente, está regulado por el Sistema Nervioso Autónomo a través del nervio vago y
de diversos nervios esplácnicos (cabe señalar que el estudio de las vísceras se denomina esplacnología);
la estimulación parasimpática del SNE causa incremento en secreción y motilidad, mientras que la
estimulación simpática las reduce. Ahora revisaremos los distintos órganos que componen el tubo
digestivo.

Boca

También denominada cavidad oral/bucal, se ubica bajo las fosas nasales y cuenta con seis
paredes. La presencia de los arcos gingivoalveolodentarios determina dos sectores: periféricamente, el
vestíbulo oral; centralmente, la cavidad oral propiamente tal ocupada por la lengua Fig.1.

La pared anterior de la cavidad oral se encuentra formada por los labios orales, pliegues
mucomusculocutáneos que delimitan entre sí la rima/abertura oral (si los labios orales están juntos se
habla de hendidura labial). La piel del borde libre o rojo del labio (bermellón del labio) es delgada,
ricamente irrigada e inervada, permitiendo discriminar la temperatura y la textura de los alimentos.
Labios superior e inferior se encuentran lateralmente en el ángulo oral constituyendo la comisura labial.

La pared superior o techo de la cavidad oral, está formada por el paladar, el cual presenta una
porción anterior y fija que cuenta con un esqueleto óseo (paladar duro), y otra posterior y móvil,
denominada paladar blando (velo palatino/del paladar); esta pared se comporta como una separación
entre las vías aérea y digestiva. En el esqueleto del paladar duro intervienen ambas maxilas y huesos
palatinos, revestidos por una tenue submucosa (de ahí el dolor de las inyecciones anestésicas en el
paladar debido al poco espacio que encuentra el líquido para “acomodarse”) y una gruesa mucosa que
soporta la presión de los alimentos durante la masticación y que presenta una serie de rugosidades muy
características, rugas palatinas, que pueden ser usadas -teniendo registros dentales previos- para la
identificación en procedimientos forenses. Fig.1b. El velo palatino es un pliegue fibromucomuscular que
se inserta en el borde posterior del paladar duro y cuenta con músculos que lo elevan o deprimen para
dar paso o no a los alimentos hacia la faringe desde la cavidad oral; las glándulas palatinas son
especialmente abundantes en el velo palatino (de ahí su coloración levemente violácea). Desde el borde
posterior de velo del paladar, a cada lado de la úvula palatina, se desprenden hacia abajo, primero, los
arcos/pliegues palatoglosos o pilares anteriores del velo palatino que delimitan entre sí el istmo de las
fauces, y, más atrás, los arcos/pliegues palatofaríngeos o pilares posteriores del velo palatino, que
delimitan el istmo nasofaríngeo que separa nasofaringe de orofaringe (esto también será estudiado en
Aparato Respiratorio). Cabe señalar que el concepto pliegue implica un solevantamiento linear de la
mucosa debido a alguna estructura subyacente a ella (generalmente, un músculo o nervio); en el caso de
los pliegues palatinos anteriores y posteriores, subyacente a ellos se encuentran los músculos
palatogloso y palatofaríngeo, respectivamente (ambos músculos son ejemplos de músculos depresores
del velo palatino, como ya veremos). A cada lado, entre ambos pliegues se ubica la fosa tonsilar ocupada
por la tonsila palatina. Algunos autores consideran que el techo de la boca corresponde únicamente al
paladar duro, mientras que incluyen al velo palatino como parte de la pared posterior de la boca.

La pared posterior corresponde al istmo de las fauces, espacio que comunica cavidad oral y
orofaringe, y que está limitado por la úvula, el borde posterior del velo palatino, los arcos palatoglosos y
la mucosa del dorso lingual (cerca del surco terminal lingual). Las fauces corresponden a una región con
forma de prisma triangular (como la estructura de un columpio) comprendida entre ambos arcos
palatoglosos y palatofaríngeos; sin embargo, este concepto no es empleado en Latinoamérica,
considerándose esta región parte de la orofaringe.

Las paredes laterales están formadas por las mejillas, constituidas, desde afuera hacia dentro,
por un plano cutáneo (que incluye músculos faciales superficiales como el platisma y los músculos risorio
y cigomático mayor) , un plano muscular (representado por el músculo buccinador, que también es un
músculo facial pero de disposición más profunda) y plano mucoso (constituido por la mucosa de la cara
interna de la mejilla). Esta mucosa es gruesa y blanquecina, soporta el roce de los alimentos y dientes
durante la masticación; en ella, la papila parotídea marca la desembocadura del ducto parotídeo. En la
profundidad del plano cutáneo, es decir, entre los músculos superficiales y profundos, existe un panículo
adiposo (muy desarrollado en el lactante) denominado cuerpo adiposo de la mejilla [bola adiposa de
Bichat], que puede removerse quirúrgicamente con fines estéticos.

La pared inferior o piso de la boca, se pone de manifiesto cuando se eleva la lengua; está
constituida por toda la mucosa oral que une el arco gingivoalveolodentario inferior con la lengua. Esta
mucosa es muy delgada y transparente, permitiendo la administración sublingual de algunos fármacos
(evitando el primer paso hepático). En el piso de la boca destaca: en la línea media, el frenillo lingual; y a
cada lado de él, las carúnculas sublinguales, que marcan la desembocadura de los ductos
submandibulares; más allá, el pliegue sublingual, alargado, señala la ubicación de las glándulas
sublinguales y la desembocadura de sus numerosos ductos sublinguales. Fig1a.

La lengua es un órgano constituido por numerosos músculos que en parte se sustentan en un


esqueleto osteofibroso (donde participa el hueso hioides), conjunto tapizado por distintos tipos de
mucosa, destacando aquella de su dorso por la presencia de papilas linguales de variadas formas
(papilas filiformes, fungiformes, caliciformes y foliadas) que pueden o no tener receptores/corpúsculos
gustativos. Cuenta con músculos extrínsecos e intrínsecos, dependiendo de si su origen toma lugar fuera
de la lengua o en ella; así, los músculos estilogloso e hiogloso son ejemplos de músculos extrínsecos,
mientras que los músculos longitudinal superior y vertical lingual son músculos intrínsecos. Más allá de
su diferencia en origen, funcionalmente se comportan distinto: mientras los primeros afectan la posición
de la lengua, los segundos modifican su forma. La lengua consta de una gran porción, denominada
cuerpo lingual, que se sitúa entre el ápice lingual y la raíz lingual; esta última corresponde a la amplia
zona de anclaje de la lengua, de menor movilidad. Cabe señalar que en posición anatómica la lengua se
estudia de manera vertical, como si su ápice tocara el paladar; además, dado que es algo aplanada, se
estudian en ella dos caras: dorso lingual y cara inferior/ventral de la lengua, que se continúan entre sí
en el borde lingual (que contacta con los dientes; por eso en patologías con agrandamiento lingual -
macroglosia- se puede ver la impresión de los dientes en su borde periférico). El surco terminal lingual [v
lingual] divide al dorso lingual en una porción anterior (o 2/3 anteriores de la lengua), horizontal, y una
porción posterior (1/3 posterior de la lengua), vertical, que aloja a la tonsila lingual; el surco terminal
lingual está precedido por una hilera de papilas circunvaladas (también en forma de V).

El ser humano presenta dos denticiones. La dentición temporal (coloquialmente llamada de


leche) está formada por 4 incisivos, 2 caninos y 4 molares en cada arcada dentaria, con un total de 20
dientes. Esta dentición aparece desde los seis meses, con la erupción de los incisivos centrales, y termina
de evolucionar más o menos a los dos años, cuando aparecen los segundos molares temporales. Estos
dientes se caracterizan por ser más pequeños y blancos; su importancia radica en el cambio de dieta del
lactante y en resguardar el espacio para el recambio dentario. La dentición definitiva presenta 4
incisivos, 2 caninos, 4 premolares y 6 molares por arco dentario, con un total de 32 piezas dentarias.
Comienza con la erupción a los seis años de edad de los primeros molares permanentes, y termina entre
los 18 a 25 años aproximadamente con la aparición en boca de los terceros molares. El molar de los seis
años aparece en la boca del niño por detrás del último molar temporal, siendo fácil de identificar por su
mayor tamaño y color amarillento (aunque su erupción suele pasar inadvertida para los cuidadores). La
erupción del molar de 6 años determina el llamado levantamiento de la mordida en el niño (es decir, la
altura del tercio inferior de la cara aumenta).

La evolución de la dentición es un factor importante en el crecimiento del esqueleto de la cara,


tanto por la erupción de los dientes definitivos (acompañados de un proceso alveolar también en
crecimiento), así como por la influencia de la fuerza masticatoria. La relación de contacto que presentan
las arcadas dentarias entre sí (oclusión dentaria) es característicamente plana en la dentición temporal
(lo que favorece el rechinar dentario de los niños y el crecimiento sin obstáculos de la mandíbula y
maxila), pero esta se hace más engranada y trabada en la dentición definitiva. La propia oclusión
dentaria está en íntima relación con la articulación entre los cóndilos mandibulares y el hueso temporal
(ATM), así como también con la actividad de los músculos masticadores, y con la salud del tejido óseo y
gingival que soporta al diente (tejidos periodontales). Los problemas de oclusión dentaria suelen
manifestarse con problemas en el eslabón más débil en la forma de dolor articular, dientes desgastados,
contracturas musculares o recesiones gingivales (o, más grave aún, movilidad dentaria).

Glándulas Salivales

Normalmente, sólo se requiere un poco de saliva para mantener las mucosas húmedas y esta
función es especialmente desempeñada por las glándulas salivales menores, pequeñas glándulas
individuales ubicada en la submucosa de diversas paredes de la boca; su denominación se corresponde
con su ubicación, teniéndose: glándulas labiales, bucales/molares, palatinas y linguales. Por otra parte,
cuando ingerimos comida aumenta notoriamente la secreción de saliva, con el fin de lubricar y disolver
los alimentos; esta función corre a cargo de las glándulas salivales mayores que por medio de sus ductos
vierten saliva en la cavidad oral. Fig2a. Diariamente, secretamos entre 1 y 1,5L de saliva por estimulación
parasimpática, lo que mantiene nuestra mucosa oral húmeda y lubricada para hablar; luego, ella es
tragada, humectando y lubricando al esófago, para finalmente ser reabsorbida, evitando la pérdida de
fluidos.

La glándula parótida es la de mayor tamaño y se ubica, como su nombre lo sugiere, cerca del
oído. Toma relación con los ramos del nervio facial en su trayecto hacia los músculos faciales, con la
arteria carótida externa que termina dividiéndose -en su espesor- en las arterias maxilar y temporal
superficial, y con la vena retromandibular que luego contribuye a dar origen a la vena yugular externa. La
secreción salival de la glándula parótida es de tipo seroso (saliva fluida, rica en amilasa salival), y ella es
conducida por el ducto parotídeo [de Stenon/Steensen] que atraviesa al músculo buccinador para
abrirse en el vestíbulo bucal (desembocando como papila parotídea).

La glándula submandibular produce una saliva mixta, predominantemente serosa (similar a la


anterior, más algo de mucus). Se ubica medial al ángulo mandibular, en relación con el músculo
milohioídeo. Su conducto, el ducto submandibular [de Wharton], se abre en proximidad al frenillo
lingual (determinando la carúncula sublingual).

La glándula sublingual es la más pequeña, su saliva es mixta con predominio mucoso, y se ubica
bajo la mucosa del piso de la boca, elevándola (pliegue sublingual); su secreción fluye a través del ducto
sublingual mayor [de Bartholin-Rivinus] y de numerosos ductos sublinguales menores, que se abren
individualmente a lo largo del pliegue sublingual desde la carúncula sublingual.
Faringe

Debido a que participa de la digestión y la respiración, este órgano será estudiando en ambas
sesiones con distinto énfasis. La faringe es parte del extremo craneal del aparato digestivo y se sitúa
posteriormente a las cavidades nasal y oral; este canal mucomusculomembranoso tiene
aproximadamente la forma de un cono de vértice inferior y se divide en las siguientes tres porciones
superpuestas Fig2b.

La porción nasal de la faringe o nasofaringe se ubica detrás de las fosas nasales y sobre el
paladar blando. Tiene función respiratoria, y constituye la extensión posterior de las fosas nasales que se
abren a la nasofaringe a través de las coanas.

La porción oral de la faringe u orofaringe se ubica detrás de la cavidad bucal. Se extiende desde
el paladar blando hasta un plano que intersecta la parte más alta de la epiglotis. Cumple una función
digestiva, la deglución, pero también respiratoria. A cada lado de las paredes de la orofaringe se ubican
los arcos palatoglosos (más ventrales) y palatofaríngeos (más dorsales), y entre ellos, a cada lado, se
forma la fosa tonsilar que aloja a las tonsilas palatinas (aun cuando estos elementos dependen en parte
del velo palatino, se ubican en la orofaringe). En ocasiones estos acúmulos de tejido linfático se
hipertrofian.

La porción laríngea de la faringe o laringofaringe se ubica detrás de la laringe y a continuación


de la orofaringe; hacia abajo se continúa, hasta un plano horizontal que intersecta el borde inferior del
cartílago cricoides, con el esófago. Se comunica con la laringe por medio de la abertura/adito laríngeo
en su pared anterior.

Los músculos faríngeos pueden ser constrictores o elevadores de la faringe. Los músculos
constrictores son tres y todos se originan en el rafe faríngeo, rafe fibroso vertical y mediano próximo a la
columna cervical; en cambio, se diferencian en su inserción: el músculo constrictor superior de la
faringe se inserta en el hueso esfenoides; el músculo constrictor medio de la faringe se inserta en el
hueso hioides; y el músculo constrictor inferior de la faringe lo hace en los cartílagos tiroides y cricoides
(de la laringe, los estudiaremos en la próxima sesión). Se disponen aproximadamente como 3 embudos o
como tejas en un tejado, es decir, el infrayacente abarca al suprayacente (de modo tal, que el músculo
constrictor inferior de la faringe es el más fácil de visualizar). Esta disposición permite que se generen
hiatos o separaciones entre un músculo y otro, espacio que estructuras vasculares, nerviosas,
musculares y ligamentosas aprovechan para ingresar a la faringe desde fuera. La acción de estos
músculos genera una contracción peristáltica en la faringe durante la deglución.

Los músculos elevadores son dos: músculo palatofaríngeo, que se proyecta desde el paladar
blando hasta la faringe y la laringe; y el músculo estilofaríngeo, que se proyecta desde el proceso
estiloides del hueso temporal. Su accionar común determina la elevación y acortamiento vertical de la
faringe durante la deglución.

Esófago

El esófago es un tubo que conecta la faringe con el estómago, mide aproximadamente 25cm de
longitud y comienza a nivel de vértebra C6 como continuación de la laringofaringe. Posee todas las
túnicas características del tubo digestivo, destacando que su epitelio es pavimentoso (para tolerar el
roce), que su tela submucosa cuenta con glándulas esofágicas (que secretan mucus, para lubricar) y que
la túnica muscular de su tercio superior está integrada por musculatura esquelética, mientras que
aquella de su tercio inferior posee musculatura lisa (mientras que el tercio medio es mixto). Además, el
estrato longitudinal de la túnica muscular comienza anclada a la laringe mediante el tendón
cricoesofágico (recuérdese que la faringe apenas cuenta con un par de músculos longitudinales). Desde
el punto de vista topográfico, en el esófago se distinguen tres porciones.

La porción cervical del esófago o esófago cervical mide 4cm y se ubica detrás de la tráquea y por
delante de la columna vertebral (C6-T1). En su parte inicial presenta la constricción faringoesofágica que
señala la unión faringoesofágica, habitualmente cerrada por la tonicidad del músculo esfínter esofágico
superior (dependencia del músculo constrictor inferior de la faringe, evita el ingreso de aire durante la
inspiración y el reflujo de contenido esofágico hacia la faringe). Se cuentan 15cm entre los incisivos y la
unión faringoesofágica, medida útil en la instalación de una sonda de alimentación.

La porción torácica del esófago o esófago torácico mide 19cm y se ubica tanto en el mediastino
superior como inferior, extendiéndose entre la abertura torácica superior y el hiato esofágico del
diafragma, levemente desplazado hacia la izquierda de la línea media. Las relaciones que toma en esta
zona son: hacia anterior, con la tráquea hasta el nivel de vértebra T4 y más caudalmente con el
pericardio (y, a través de él, con el atrio izquierdo); lateralmente, con las porciones mediastínicas de las
pleuras parietales (y, a través de cada una de ellas, con el pulmón respectivo). Cabe señalar que su
relación con la aorta cambia según la altura en cuestión: en la parte alta del tórax, la aorta torácica se
relaciona con el lado izquierdo del esófago, mientras que hacia caudal la aorta torácica toma una
posición posterior con respecto de él. El segundo estrechamiento del esófago está determinado por el
cruce del bronquio principal izquierdo y del arco aórtico (constricción broncoaórtica). Más hacia distal, el
esófago cruza el diafragma a través del hiato esofágico (a nivel de vértebra T10), lo que determina su
tercer estrechamiento (constricción frénica/diafragmática). Así, el esófago normalmente presenta 3
estrechamientos que no deben ser confundidos como signos patológicos (ellos pueden ser visualizados si
se le da al paciente una papilla de bario y se le toma una radiografía). El esófago está unido al hiato
esofágico por el ligamento frenoesofágico quien limita sus movimientos verticales (la patología conocida
como hernia al hiato consiste en una dilatación excesiva del hiato esofágico y la protrusión en el tórax de
la porción alta del estómago, sobrepasando la capacidad de este ligamento). Nótese que los conceptos
proximal y distal son frecuentemente empleadas en el tubo digestivo.

La porción abdominal del esófago o esófago abdominal mide 2cm de longitud y alcanza a estar
parcialmente cubierta por el peritoneo (una serosa importante en el abdomen). Este segmento terminal
del esófago es el que se conecta con el cardias del estómago en la unión gastroesofágica donde se
continúa con el orificio del cardias. En esta porción existen varias modificaciones, además de cambios en
la musculatura circular, que permiten situar acá el músculo esfínter esofágico inferior, responsable de
controlar el paso de comida al estómago y evitar el reflujo (el cual es inhibido durante el vómito); el pilar
derecho del diafragma también contribuye en este mecanismo, contrayéndose (actuando como un lazo
sobre el esófago, que se encuentra levemente desplazado hacia la izquierda) durante la inspiración y
cuando la presión intraabdominal aumenta.

La unión gastroesofágica se realiza en un plano inclinado, donde el borde derecho del esófago se
continúa insensiblemente con la curvatura menor del estómago, mientras que entre su borde izquierdo
y la curvatura mayor del estómago se forma la notoria incisura cardiaca. Tradicionalmente se plantea
que el músculo esfínter esofágico inferior no es un esfínter anatómico en sí (pues a la palpación no se
percibe un aumento en el grosor de la pared), sino que más bien de carácter fisiológico (funcional, pues
se comporta como tal). Recuérdese que una constricción corresponde a una reducción en el diámetro de
la luz/lumen de un tubo), mientras que un músculo esfínter corresponde a aquel cuyas fibras se
disponen de manera circular, lo que permite variar el diámetro del lumen tubular. Fig. 4a.
La deglución o el acto de tragar, facilitada por la salivación y la masticación, implica el operar
coordinado de boca, faringe y esófago para conducir los alimentos desde la boca hasta el estómago, y
cuenta con tres o cuatro etapas secuenciales según se considere la deglución de líquidos o de alimentos
sólidos y semisólidos. La deglución comienza cuando el bolo es conducido a la parte posterior de la
cavidad oral para luego pasar a la orofaringe en virtud del movimiento de la lengua hacia arriba y atrás
contra el paladar duro y el velo palatino tensado; esto se conoce como etapa voluntaria de la deglución
(incluye etapa preparatoria oral y etapa de tránsito oral, que se consideran una en cuanto a alimentos
líquidos). La etapa faríngea de la deglución, involuntaria, comienza cuando el bolo alcanza la orofaringe,
estimulando receptores de la mucosa que activan el centro de la deglución en el tronco encefálico para
producir el cierre del istmo nasofaríngeo, evitando el paso de alimentos hacia la nasofaringe (y de ahí, a
la nariz), y el cierre del adito laríngeo (para hacer lo propio con la vía aérea inferior; además, laringe y
hueso hioides son elevados y proyectados hacia adelante, permitiendo una mayor dimensión de la
laringofaringe); en otras palabras, esta etapa posibilita que durante un breve período la faringe deje de
ser un canal aéreo entre fosas nasales y laringe (de hecho, la respiración se suspende
momentáneamente), para convertirse en un canal alimenticio entre cavidad oral y esófago. Una vez que
el bolo ha recorrido orofaringe y laringofaringe, la relajación del esfínter esofágico superior permite su
paso hacia el esófago, comenzando la etapa esofágica de la deglución. El peristaltismo del esófago, es
decir, oleadas de contracciones y relajaciones coordinadas de los estratos circular y longitudinal de la
túnica muscular del esófago, permite la progresión del bolo hacia el estómago; esto se produce
mediante oleadas que implican la contracción de las fibras del estrato circular inmediatamente por
arriba del bolo y la contracción de las fibras del estrato longitudinal inmediatamente por debajo de él.
Cuando el bolo se aproxima al final del esófago, el esfínter esofágico inferior se relaja.

Peritoneo

El peritoneo es la membrana serosa más grande del organismo y recubre las paredes de la
cavidad abdominopélvica (recuérdese que la cavidad abdominal y la cavidad pélvica se continúan
libremente), además de los órganos contenidos en ella, sosteniéndolos y facilitando su movilidad
respecto de las estructuras vecinas. Para desempeñar esta función consta de una túnica serosa
(equivalente a la túnica mucosa pero mucho más delgada: con sólo una capa de células escamosas y sin
lámina propia ni lámina muscular de la mucosa; también llamada mesotelio) y tela submucosa (capa de
tejido conectivo con vasos, cumple la función de la lámina propia al soportar al mesotelio). La dificultad
del estudio del peritoneo radica en el concepto en sí y en las complejas relaciones que toma con gran
parte de las vísceras del tubo digestivo, dada la amplia extensión de la cavidad abdominopélvica y el
número de órganos que envuelve y en diferente grado.

El peritoneo reviste la cavidad abdominopélvica mediante su hoja parietal, llamada peritoneo


parietal, mientras que su hoja visceral (peritoneo visceral), recubre los órganos de esta cavidad
(mayoritariamente digestivos, aunque también hay circulatorios, endocrinos, urinarios, reproductivos,
etc.); estas hojas son continuas entre sí. Como en otras serosas, entre las hojas visceral y parietal del
peritoneo es posible distinguir la cavidad peritoneal, dotada de una pequeña cantidad de líquido
peritoneal (como resultado de extravasación) que favorece el desplazamiento de los órganos, evitando
que se produzcan adherencias entre ellas; en algunas patologías como la ascitis, la cavidad peritoneal
está distendida, y por ello el abdomen luce abultado, por exceso de formación de líquido peritoneal. Fig.
5a. Fig.5b. La mayor parte de la cavidad peritoneal corresponde al saco mayor, mientras que una
pequeña porción de ella, la que se encuentra entre estómago y páncreas, se conoce como saco menor.

Los órganos de la cavidad abdominopélvica presentan distintos grados de relación con el


peritoneo. Así, se habla de órganos retroperitoneales a aquellos especialmente próximos a la pared
abdominal posterior y que sólo toman contacto con el peritoneo mediante su cara anterior; es decir, se
relacionan con el saco peritoneal sólo por delante; ejemplos de esto son la aorta abdominal, vena cava
inferior, riñones, uréteres y glándulas suprarrenales, entre otros. De manera similar, otros órganos
próximos a la pared abdominal inferior (órganos pélvicos, de hecho) toman relación con el peritoneo
sólo a través de su cara superior; son los órganos subperitoneales; se tiene entre ellos a la vejiga
urinaria, útero, vagina, parte del recto, próstata, vesículas seminales, parte de los uréteres, etc. En
cambio, otros órganos toman una mayor relación con el peritoneo (están bastante envueltos por él), lo
que los define como órganos peritonizados.

Existen diferencias dentro de los órganos peritonizados especialmente en cuanto a su grado de


movilidad: si el órgano envuelto por peritoneo goza de bastante movilidad se clasifica como órgano
peritonizado móvil; si su movilidad está restringida, se habla de órgano peritonizado fijo. Si el órgano
tiene o no un mayor grado de movilidad depende de si el órgano está sujeto a la pared abdominal
(generalmente, posterior) mediante un meso, en caso de los móviles, o mediante ligamentos
peritoneales, en caso de los fijos. Tanto mesos como ligamentos peritoneales se definen como
repliegues de peritoneo que enlazan al órgano en cuestión con alguna pared abdominal (habitualmente
la posterior, aunque también se puede a la anterior y superior), siendo su única diferencia el hecho de
conducir o no vasos y nervios en su espesor (por eso, los ligamentos peritoneales suelen ser
transparentes); también se diferencian en su extensión, siendo los mesos más largos que los ligamentos.
Cabe señalar que los criterios mencionados no siempre aplican, de modo tal que uno debe aprenderse
cuáles son mesos y cuáles son ligamentos (lo cual está facilitado por el nombre de cada repliegue
peritoneal, como ya veremos).

Con el fin de aclarar qué es un repliegue peritoneal, recuérdese la explicación del puño-globo
que se usó para ilustrar cómo el corazón está envuelto por el pericardio seroso, añadiéndole algunas
precisiones. Una diferencia es que la transición entre la hoja parietal y la hoja visceral del pericardio
seroso prácticamente ocurría de la nada; en cambio, la transición entre peritoneo parietal y peritoneo
visceral es fácilmente visible y recibe el nombre de meso o ligamento peritoneal. Para ilustrar esto,
imagine que no sólo mete el puño dentro del globo, sino también la muñeca; el meso/ligamento
peritoneal corresponde a la parte del globo que tapiza la muñeca, comportándose como intermediario
entre el peritoneo parietal y el peritoneo visceral. Gracias a esto, fíjese que ahora usted puede mover el
puño dentro del globo; esa es la movilidad que el órgano peritonizado puede adquirir (en virtud de un
meso o de un ligamento peritoneal) al tomar distancia de la pared a la que se fija.

En resumen, los órganos peritonizados móviles cuentan con un meso, en cambio, los órganos
peritonizados fijos suelen estar anclados mediante ligamentos peritoneales. Tanto meso como
ligamento peritoneal son pliegues de peritoneo que anclan a una víscera con la pared abdominal
posterior (muy pocos anclan vísceras al resto de las paredes abdominales); debido a esto, dicho pliegue
no corresponde a peritoneo parietal ni a peritoneo visceral. Algunos ejemplos de mesos son el
mesenterio (en relación con el yeyunoíleon, permite el paso de los vasos mesentéricos superiores) y el
mesocolon, amplio concepto que engloba al mesocolon transverso (en relación con el colon transverso,
permite el paso de los vasos cólicos medios), mesocolon sigmoides (en relación con el colon sigmoides,
permite el paso de los vasos mesentéricos inferiores) y mesoapéndice. Entre los ligamentos peritoneales
tenemos varios, especialmente los ligamentos hepáticos: ligamento coronario, ligamento falciforme y
ligamentos triangulares derecho e izquierdo, entre otros; estos ligamentos fijan al hígado a la pared
abdominal anterior, superior y posterior. Así, el hígado es un órgano peritonizado fijo, así como también
lo son duodeno, colon ascendente, colon descendente y estómago; sin embargo, mediante algunas
maniobras tanto duodeno como colon ascendente y descendente pueden adquirir movilidad, pues
alguna vez tuvieron meso (lo que sucede es que durante el desarrollo lo perdieron, quedando fijados a la
pared abdominal posterior); así, hay quienes prefieren denominar a estos órganos peritonizados fijos
como órganos retroperitoneales secundarios para poner de relieve esta situación particular (órganos
retroperitoneales primarios serían los que siempre han estado detrás del peritoneo: aorta abdominal,
vena cava inferior, etc.). Aun cuando el bazo está sostenido sólo por ligamentos peritoneales, se
considera órgano peritonizado móvil pues goza de bastante movilidad (pese a no tener meso).

Otro tipo de repliegue peritoneal muy semejante a los mesos y ligamentos peritoneales, son los
omentos/epiplones; su diferencia radica en que vinculan a un órgano con otro órgano, en vez de hacerlo
con alguna pared abdominal. Sólo existen dos: el omento mayor, que enlaza al estómago con el colon
transverso; y el omento menor que enlaza al hígado con el estómago (como se ve, el estómago -órgano
peritonizado fijo- participa de ambos por medio de sus curvaturas mayor y menor, lo que de hecho da
nombre a los omentos). Cabe señalar que en el borde derecho del omento menor transitan la vena porta
hepática, arteria hepática propia y ducto colédoco, conformando la tríada portal.

Otro tipo de relieves que se observan en la cavidad peritoneal resultan del paso de numerosas
estructuras en proximidad al peritoneo generando relieves lineares, conocidos como pliegues
peritoneales (las arterias umbilicales fibrosadas, por ejemplo, forman los pliegues umbilicales mediales
en su tránsito bajo el peritoneo de la pared abdominal anterior en dirección al ombligo); todas estas
formaciones peritoneales son relevantes en el ejercicio de la cirugía para hacer lavados exhaustivos de
cavidades peritoneales infectadas o para no lesionar estructuras subyacentes.

Debido a todos estos relieves, se forman numerosos recesos, fosas y excavaciones; por ejemplo,
el receso subfrénico se sitúa entre el hígado y el diafragma, mientras que la fosa supravesical se sitúa
por encima y anterior a la vejiga urinaria (esta depresión desaparece cuando la vejiga urinaria está llena
de orina). Por su parte, en cuanto a las excavaciones o fondos de saco, ellas corresponden a los puntos
de mayor declive (en bipedestación) de la cavidad peritoneal. La mujer presenta el fondo de saco
vesicouterino, pero destaca más el fondo de saco rectouterino [de Douglas], que se encuentra entre el
útero y el recto, abordable desde la vagina y que hoy se emplea para no dejar cicatrices en piel durante
procedimientos quirúrgicos ginecológicos. Por su parte, el hombre sólo posee el fondo de saco
rectovesical, que se ubica entre la vejiga urinaria y el recto.

Una particularidad digna de mención se presenta en la pelvis femenina donde el mesoovario


llega sólo hasta el borde anterior de la gónada, determinando que el ovario sea el único órgano
intraperitoneal; en otras palabras, el ovario está dentro de la cavidad peritoneal, en contacto con el
líquido peritoneal. Así, durante la ovulación, el óvulo es liberado hacia la cavidad peritoneal y desde allí
las trompas uterinas con sus fimbrias se encargan de tomarlo y conducirlo hacia el lumen tubárico; en
otras palabras, el lumen de la tuba tiene directa comunicación con la cavidad peritoneal y este hecho
explica que ocurran embarazos ectópicos en ella. Fig. 6

Lectura Complementaria:
- “Anatomía con Orientación Clínica”, Moore; 6°, 7° o 8° edición, págs. 217-223.

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