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Van De Mieroop, Marc (2007) The Eastern Mediterranean in the Age of Ramesses II, Blackwell:
Nueva York. Cap. 3 “The Other Actors: On the Fringes of the States”. Pp. 46-50 (selección).
Traducción del inglés: Federico Luciani, 2016.
Los historiadores tienden a centrarse en las personas que participaban en la vida de los
Estados, los actores principales de las historias que escribimos. Después de todo, estas
personas produjeron la mayoría de los registros escritos y arqueológicos a nuestro alcance.
Vivían en ciudades y aldeas y confiaban en los campesinos del country para su sustento. Pero
no debemos olvidarnos que en las periferias del mundo de los actores principales vivían
muchos otras personas que no dejaron restos escritos o monumentales. Geograficamente, las
periferias que habitaban eran tanto el exterior como el interior de los Estados que estudiamos.
Desde las fronteras hacia las tierras distantes vivían pueblos extranjeros con quienes los
residentes de los Estados del Mediterráneo oriental tenían contactos ocasionales. Pero
también al interior del territorio de los Estados, existían personas que no encajaban en las
estructuras sociales de los autores de nuestros textos. Estas aparecen como parias,
marginados, aunque estuvieran en estrecho contacto con los actores principales. Entre estas
personas, los extranjeros y los marginados sociales se superponían de muchas maneras y
compartían un estilo de vida que difería del de la ciudad y del de los residentes de las aldeas.
Para los autores de nuestros textos y documentos, estas personas eran “los otros”, a quienes
veían pero no entendían. Estos ajenos estaban sin embargo muy vinculados en la historia de la
región e ignorarlos es un error. El historiador necesita estudiarlos a pesar de que sea difícil
acceder a ellos.
En un sentido, el mundo exterior no tenía límites y los bienes podían viajar
notablemente lejos. La canela y la pimienta del sudeste asiático parece haber llegado a Egipto,
y el lapislázuli –una piedra obtenida en Afganistán- era codiciado por todas las élites del
Mediterráneo oriental. Cuán lejos estos bienes viajaban, cuánto duraba el viaje y cuántos
intermediarios había implicados es imposible de decir. En el tercer milenio, mercaderes del
valle del Indo habían llegado a los puertos babilónicos. Aunque [47] nos falta evidencia más
reciente para comprobarlo, la tecnología necesaria para emprender el viaje todavía estaba
disponible en el segundo milenio tardío. Es posible que los pueblos del Cercano Oriente
navegaran el Océano Índico, pero nada nos lo demuestra. Hacia otra dirección, los habitantes
de las ciudades costeras sirias y Grecia -famosos por su experticia en las artes de la
navegación en el primer milenio temprano- muy probablemente podían alcanzar las regiones
del Mediterráneo oriental en la última parte del segundo milenio. Por los bienes que dejaron,
sabemos que marineros micénicos visitaron Italia y la isla de Sicilia.
No hay registros o descripciones en las altamente letradas sociedades del Medirráneo
oriental de estos viajes a tierras distantes. Lo más cerca que llegamos es un registro escrito y
una descripción visual de una expedición que promocionó la reina Hatshepsut al país de Punt,
localizado en algún lugar de la costa del Mar Rojo en África oriental. Los egipcios
representaban a Punt como una tierra extranjera habitada por gente exótica y que vivía en un
ambiente natural diferente y en casas extrañas (v. Figura 3.1). Punt era una tierra de gran
misterio.
Figura 3.1 Detalle de la representación de la tierra de Punt en el templo de Hatshepsut en Deir el-Bahri. Esta es
una descripción etnográfica porque muestra la flora y fauna del país, y sus (para los ojos egipcios) extrañas casas
sobre plataforma con forma de domo, a las que se accede por una escalera.
Los habiru
Un grupo que ejemplifica perfectamente la compleja relación entre el núcleo de los Estados y
la periferia se identifica con el nombre de Habiru, Hapiru o ‘Apiru (los académicos nos se
ponen de acuerdo sobre cómo escribirlo). La etimología del término sugiere ‘el que ha
abandonado su casa, un refugiado, un exiliado o emigrante’ Los escribas a menudo usaban
para describirlos los términos sumerios o babilónicos para “asesino, ladrón” (sumerio sa.gaz,
babilónico ḫabbatu). Sin bien para el término Habiru ya era viejo para la segunda mitad del
segundo milenio solo en ese momento las personas que identificaba cobraron gran
importancia en el área siropalestina. Las referencias a los habiru aparecen en los textos
cuneiformes de todo el Cercano Oriente: en el Levante en los sitios de Kumidu, Ugarit, Alalakh
y varias ciudades cuyas cartas se encontraron en el archivo de Amarna; en Anatolia en [49] la
ciudad de Hattusa; en Nuzi hacia el norte de la Mesopotamia y en Nippus y Babilonia en la
Baja Mesopotamia. Los egipcios usaban también el término en sus incripciones en jeroglíficos.
¿Quiénes eran? En el siglo XIX de nuestra era muchos académicos argumentaban que
el nombre se trataba de una designación étnica conectada con el término Hebreo pero esta
idea ya no está más vigente. La mayoría de los estudiosos ve hoy a Habiru como un término
genérico que indica miembros dislocados de las sociedades urbanas y tribales. Fueron
pensados como la “tercera posición”, ni sedentarios ni nómades1. Tanto en las sociedades
urbanas como tribales, los individuos podían “desprenderse”, abandonar sus familias a causa
de la pobreza, el crimen o razones políticas. Esto incluso sucedía en los niveles más altos de la
sociedad. Idrimi, un miembro de la casa real de Aleppo, relata como dejó su casa y su hogar y
vivió entre los Habiru por siete años:
Tomé mi caballo, mi carro y mi mozo y partí hacia el desierto. Estuve con los guerreros suteos,
pasé la noche con ellos... Al día siguiente me marché y llegué a la tierra de Canaán. Me quedé en
el pueblo de Ammia en Canaán. En Ammia vive gente de Aleppo, de las tierras de Mukish, niya y
Amae. Descubrieron que yo era el hijo de su señor y se reunieron a mi alrededor... Por siete años
viví entre los Habiru2.
Y los Habiru capturaron Gilunu, una ciudad del rey, la saquearon y la prendieron fuego, apenas si
una familia de Gilunu escapó3.
Envíame Habiru..., sobre quien yo escribí en estos términos: “Los daré a las ciudades en la tierra
de Kush (Nubia), para que pueda asentarlos en lugar de aquéllos que deporté”5.