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SOCIEDADES DEL CERCANO ORIENTE / FHUC-UNL

SOCIEDADES DEL CERCANO ORIENTE

ROLLINGER, ROBERT (2017) Assyria in Classical Sources. En E. Frahm (ed.), A Companion to


Assyria. Malden: John Wiley & Sons. Pp. 570-582. Traducción del inglés: Federico Luciani,
2018.

Asiria en las fuentes clásicas

Hay en Asirias muchas grandes ciudades, pero la más famosa y la más poderosa es Babylonia, donde se instaló la
realeza luego de la destrucción de Ninus
(Heródoto 1.178.1, Godley, Loeb)

La imagen cambiante de Asiria en los textos griegos y romanos


Las primeras atestaciones de Asiria en las fuentes clásicas aparecen solamente a partir
de la caída del imperio neo-asirio. Dado que el fragmento de Focílides (fr. Gentili-
Prato), un poeta que vivió probablemten durante el siglo VI a.C., sigue siendo
dudoso (Korenjak and Rollinger 2001), la fuente clásica más temprana que habla
sobre Asiria la constituyen las Historias de Heródoto, publicadas en 420 a.C. (Bichler
and Rollinger, 2nd edition, 2011; see also Bichler 2000; Rollinger 2003b). A pesar
de que sabemos que los griegos estuvieron en contacto con el imperio neo-asirio al
menos desde el siglo VIII a.C. en adelante; solo 300 años después, Asiria y Babilonia
no no se distinguían una de la otra en los textos clásicos. De acuerdo con Heródoto,
el imperio asirio tenía dos residencias reales. La más antigua era Ninus, que estaba
lacalizada en sobre el río Tigris (véase Hdt. 1.193.2; 2.150.3). Luego de su
destrucción, Babilonia se convirtió en la sede de la realeza asiria, donde los reyes
supuestamente se comprometieron en proyectos constructivos, principalmente
murallas y santuarioas (Hdt. 1.184). Con respecto a la historia de Asiria, el relato de
Heródoto es muy incompleto. Así y todo, desarrolló un concepto de largo alcance
que se volvería una parte definitiva de todas las historias mundiales al menos hasta

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el siglo XXVIII d.C. d (Rollinger 2003a; Wiesehofer 2003, 2005). De acuerdo con
este concepto, la historia mundial estaba estructurada en una seria de imperio: Asiria
era el primero de ellos, seguido por los medos y persas. El imperio asirio se
caracterizaba por su logevidad: gobernó sobre Asia Occidental por 520 años (1.95.2;
see Bichler 2000: 136). Pero Heródoto tenía poca información sobre la historia de
estos cinco siglos. Más allá de Ninus, el hijo de Belus, quien sigue siendo una figura
mítica; solo se mencionan dos reyes asirios. El primero, Sardanápalo, aparece en el
contexto de una leyenda sobre su gran riqueza, que mantenía en una bóveda
subterránea (Hdt. 2.150.3). Cronológicamente, puede haber sido considerado como
uno de los primero teyes, dado que es presentado como el hijo de Ninus (véase
Zawadzki 1990b). El segundo, el rey Sennacherib atacó Egipto “con gran un gran
grupo de árabes y asirios” (Hdt 2.141) pero no tuvo éxito porque, en Pelusium, una
multitud de ratones de campo devoraron los arcos y carcajs del ejército invasor y por
lo tanto tuvieron que retirarse. El ataque de los medos sobre la capital asiria de
Ninus, otro episodio de las Historias, no se vincula con ningún rey asirio específico
(véase Rollinger 2010b, 2011a). Dos asaltos fracasaron: el primero a cargo del rey
Fraortes y el segundo a cargo del rey Ciáxares (Hdt. 1.102; 1.103). Eventualmente,
Ciáxares tomó la ciudad y logró gobernar la ciudad y “toda Asiria excepto la
provincia de Babilonia” (1.106.2). Heródoto anunció que daría más información
sobre este evento, así como sobre la historia asiria en general en su Assyrioi Logoi
(Hdt. 1.184); sin embargo, esta promesa quedó lamentablemente sin cumplir
(Zawadzki 1990a).
Como hemos visto, solo a partir de las Historias de Heródoto es que Asiria
cobra importancia en la tradición clásica. El autor creó un modelo que sería la base
de todos los tratados venideros. Comparada con la evidencia de la Biblia hebrea, es
asombroso que muchos poderosos reyes neo-asirios no figuran en esta tradición.
También es llamativo que, con una posible excepción 1, la ciudad de Ashur no se

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Polibio 5,51,2, donde se menciona una ciudad llamada Libba, que podría ser Libbi-āli, i.e. Ashur (positivo:
Lipinski 2000: 256–57; negativo: Hauser 1995: 232 n. 50).

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menciona, lo cual también es cierto para la Biblia (Frahm 2003a: 19, Frahm 2011:
271–2).
Al margen de las Historias de Heródoto, otra obra clásica dio forma a la
tradición griega sobre Asiria. La “Historia de Persia”, escrita por Ctesias de Cnido
comprende veintres libros y apareció hacia el 392 a.C. Finaliza con un catálogo de
reyes que van de Ninus hasta Artajerjes II. Esta obra solo sobrevivió en fragmentos
(las ediciones modernas son Lenfant 2004; Stronk 2010; Llewellyn‐Jones and
Robson 2010; see generally Wiesehofer, Rollinger, and Lanfranchi 2011). La
historia asiria se discute en los primeros tres libros, donde nos enteramos que la
historia mundial comenzó con el primer rey asirio: “en los tiempos antiguos,
entonces, Asia era gobernada por reyes nativos, de quienes no se tiene memoria ni
de sus hazañas ni de sus nombres. El primer en ser recordado por la historia y la
memoria, para nosotros com alguien que logró grandes cosas es Ninus, rey de los
asirios” (F. 1b (i.4), Stronk 2010: 203). Es descripto como un rey guerrero que
conquistó las tierras alrededor de Asiria, entre el Tanais y el Nilo, en un periodo de
diecisiete años. Solo Bactria e India siguieron independientes. Por lo tanto, el
imperio de Ninus ya imitaba al imperio mundial del tiempo de Ctesias, el persa
(Boncquet 1990). En la propia Asiria, Ninus fundó una nueva ciudad desde cero y
“no solo sería la más grande que haya existido en el mundo habitado, sino que
ningún de sus sucesores, si es que alguno se dedicara a ello; podría superarlo” (F. 1b
(iii.1), Stronk 2010: 205). A pesar de que el encuadre es legendario, la metáfora de
sobrepasar a cualquier sucesor o predecesor es un rasgo característico de la ideología
real neo-asiria (Rollinger 2008a). Ninus gobernó el primer imperio mundial, su
ciudad fue la primera verdadera metrópolis:

Luego de haber reunido a gente de todos lados y los materiales necesario, él mismo fundó
una ciudad junto al río Eufrates, bien fortificada con murallas y con forma de rectángulo. Los lados
más largos de la ciudad tenían ciento cincuenta estadios de largo, los más cortos medían 90 estadios.
La ciudad tenía una circunferencia total de cuatrocientos ochenta estadios, y él no se sintió
desilusionado en su deseo: nadie fundaría luego una ciudad semejante, sea en tamaño o
magnificencia de sus murallas. Después de todo, la muralla tenía una altura de cien pies y su ancho

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permitía que circularan tres carros, uno al lado del otro. Había 1.500 torres y su altura era de 200
pies. En esta ciudad, Ninus asentó a los más poderosos entre los asirios y a aquellos que quisieran
venir de otros lugares. Nombró a esta ciudad Ninus, como él mismo; y agregó al territorio de sus
colonos una gran parte del campo circundante (F. 1b (iii.2–4), Stronk 2010: 205–7).

Claramente Ctesias está jugando con la descripción de Babilonia hecha por


Heródoto (Bichler 2011). Por esta razón, incluso ubicaba a Ninus sobre el río
Eufrates. El mismo caso aparece en el retrato de Semíramis, quien en las Historias
de Heródoto se dice que es una reina babilónica. La leyenda de Semiramis com reina
asiria fue acuñada por Ctesias y se volvió parte de la tradición clásica (Rollinger
2011b). Ella estaba casada con Ninus, con quien tenía un hijo llamado Ninyas.
Semiramis fundó Babilonia, conquistó Egipto, Libia, la mayor parte de Etiopía y
gobernó Asiria por 42 años. Solo la India pudo resistir su avance. La reina se volvió
famosa por la gran cantidad de amantes que tuvo, a quienes solía asesinar luego de
un tiempo. Pero a pesar de este desliz, su reinado fue impecable. Solo a partir de su
hijo Ninyas las cosas cambiaron sustancialmente. El despotismo comenzó a
caracterizar al gobierno asirio y el rey no abandonó jamás su palacio:

El hecho de que nadie lo vio fuera de su palacio hizo que que todos fueran ignorantes del
lujo de su modo de vida. Debido al temor que le tenían, como a un dios no visto, nadie se animaba
a faltarle el respeto ni siquiera de palabra. Permaneció toda su vida en Níniveh y gobernó designando
generales, sátrapas, oficiales financieros y jueces para cada pueblo, y arreglando todos los asuntos a
su conveniencia (F. 1b (xxi.7), Stronk 2010: 235).

De acuerdo con Ctesias, todos los reyes sucesivos habrían seguido este modelo. Con
dos excepciones, estos reyes, unas treinta generaciones en las cuales el hijo heredaba
al padre en el trono, aparecen en el texto sin nombres. Los únicos que son
nombrados son Teutamus y Sardanápalo. Del primero de ellos, el 21º rey luego de
Ninyas, se dice que envió tropas a su vasallo, el rey Priam de Troya. La segunda
excepción, el segundo rey nombrado, Sardanápalo, es caracterizado como el
pináculo de la decadencia y la afeminación. Ctesias indica que fue vencido por una
coalición del medio Arbaces y el babilónico Belesys, quienes sitiaron Ninus y

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finalmente la conquistaron (Rollinger 2010b, 2011b). Sardanápalo de suicidó,


prendiéndose fuego junto con sus tesoros y séquito. La ciudad fue completamente
destruida y el imperio asirio llegó a su fin. Ctesias calculó la duración del imperio
en 1.300 años (véase Rollinger 2011a, 328–9). Esta cifra es más del doble del cálculo
de Heródoto.
Ctesias creó un relato de la historia asiria que tuvo gran impacto en las
tradiciones posteriores. Una gran parte de esta fue transmitida en citas del
historiador griego Diodoro, quien fue a su vez muy influyente cuando su obra se
tradujo al latín en el siglo XIV d.C. Asiria, de acuerdo con Ctesias, no solo había
sido el primer imperio en gobernar toda Asia sino que estaba vinculado con formas
específicas de realeza “asiática”, i.e. despotismo, aislamiento del rey en su palacio,
lugo exótico, revueltas e intrigas. Ctesias estableció una imagen del imperio y su
corte que delata “orientalismo” avant la lettre (Briant 1989) y que tenía poco que ver
con la realidad histórica (Rollinger 2010b, 68 con n. 31).
Ya en la antigüedad, la obra de Ctesias desencadenó un tipo de “contra-
historia”, pero que no tuvo ímpetu dentro de la tradición clásica. Se trata de la
Babyloniaca del sacerdote babilónico Beroso, aparecida durante el reinado del rey
seléucida Antíoco I (281-261 a.C.) . El hecho de que escribiera en griego muestra
que estaba destinado a un público “occidental”. Pero a pesar de ello, parece no haber
sido consultado muy a menudo y solo sobrebvivió en algunos fragmentos (todos los
fragmentos están ahora disponibles en la serie New Jacoby de Brill; para Beroso en
general véase Kuhrt 1987 y Haubold et al. 2012). En contraste con Heródoto y
Ctesias, la concepción de Beroso de la historia mundial no se estructuraba en una
sucesión de imperios. Antes bien, presentaba la historia de Asia como una secuencia
de dinastías. Asiria perdió su posición “canónica” como el primer imperio mundial.
Fue reemplazado por una antigua Babilonia. En su relato de la historia post-
diluviana, Beroso señala el reinado de Semiramis sobre Asiria (FGrHist 680 F *5
(25)) y declara que luego, cuarenta y cinco reyes gobernados por 526 años. Si estos
reyes eran considerados asirios no es claro. Luego de este periodo, Beroso cita a un
rey caldeo, Phulos (Pulu, otro nombre de Tiglat-pileser III) que fue sucedido por

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Senecherib (Sennacherib), rey de los asirios. Este último luchó contra Asia y Egipto
y conquistó Babilonia. En los fragmentos que sobrevivieron, solo se detalla su
campaña con Cilicia (Dalley 1999; Lanfranchi 2000: 23–31). Senecherib colocó a
su hijo Asordan (Aššur-nadin-šumi) como rey de Babilonia. Luego de reinar por
dieciocho años, Senecherib fue asesinado. Lo sucedió su hijo, quien reinó por ocho
años y un tal Sammuges/Samoges (Šamaš-šumu-ukin), que a su vez reinó cuarenta y
un años. Este último fue sucedido por su hermano, Sardanápalo. El último rey asirio
fue Sarakos (Sin-šarru-iškun), un hombre calificado como caldeo. El general de
Sarakos, Nabopolasar, conspiró junto con el sátrapa de Media, Astiages y ambos
conquistaron Ninus. Allí, Sarakos se prendió fuego y murió en su palacio (para
detalles véase Rollinger 2011a: 331 f.). Parece que a Beroso solo le interesaba la
historia asiria a partir de su contacto con Babilonia. De todas formas, su
preocupación central era Babilonia, y Ninus solo se nombra cuando fue capturada
por la coalición medo-babilónica.
Como ya se mencionó, fue la visión de Ctesias, más que cualquier otra, la
que dio forma a la tracidición posterior. No solo fue citada por la historiografía
convencional, sino que también fue integrada en nuevos géneros historiográficos.
Uno de estos fueron las crónicas que se originaron en los tiempos helenísticos y que
buscaban registrar la historia del mundo desde su comienzo hasta épocas recientes,
estructurando los eventos en un orden cronológico. Hasta donde sabemos por los
textos que sobrevivieron, una de las preocupaciones de las crónicas era separar el
“mito” de la “historia”, desarrollando así un enfoque de tipo científico (véase Geus
2002). La historia tradicionalmente comenzaba con la Guerra de Troya o los
primeros Juegos Olímpicos. En sus comienzos, las chronographiai compartían una
perspectiva mayormente griega, pero luego de un tiempo comenzaron a ensanchar
su visión e insertaron toda la historia de la humanidad en una gran secuencia
cronológica. Como consecuencia de esto, los estudiosos tuvieron que recurrir a
obras más allá de la historia griega. En este contexto, Ctesias se convirtió en una
fuente importante. Uno de los primeros autores que utilizó a Ctesias fue Castor de

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Rodas (FGrHist 2B 250), quien escribió una crónica mundial que extendió el
horizonte de la guerra troyana.
No es sorprendente que se haya vuelto una versión estándar en los estudios
sobre historia mundial, incluyendo a Asiria y a su rey Ninus (Adler 1989: 17 f). Se
pueden encontrar rastros de esta conceptuaización cronográfica en obras de otros
periodos y en autores como Varro, Cefalión, Julio Africano, Eusebio, Oroso, los
Excerpta Barbari y Sincelo (Schwartz 1885: 6–7; Adler 1989: 17; Adler and Tuffin
2002: 91; Wallraff 2007: 130–1). Al leer estos escritos, se puede apreciar una
concepción bastante uniforme de la historia asiria. Todas comienzan con Ninus y
concluyen con Sardanápalo, sumando entre treinta y seis y cuanrenta reyes en total
(para detalles véase Rollinger 2011a: 323 f.). Solo algunas mencionan a Ninus como
el segundo rey, comenzando la historia asiria con Belus o incluso aduciendo un
supuesto Ninus II como último rey. La Guerra de Troya y el rey Teutamus (26º o
27º rey asirio), proveyeron un importante anclaje cronológico. De esta manera, dos
tercios de la historia asiria fueron considerados más allá del pilar de la historia griega.
Solo hay un desacuerdo mayor entre los varios autores, con respecto a la duración
total del imperio asirio: los cálculos fluctúan entre 1.240 y 1.540 años.
Los libros cronográficos recién mencionados se desviaron de la concepción
de Ctesias en un aspecto central: no consideraron a la historia mundial como una
sucesión de imperios. Pero incluso en este aspecto, Ctesias tenía sus epígonos. En la
segunda mirad del siglo IV a.C., este modelo de tres imperios consecutivos -Asiria,
Media, Persia- fue retomado por Aristóxeno de Tarento quien le agregó uno más:
Siria (es decir Asiria2), Media, Lidia y Persia (fr. III 1 20, lines 23–5: Kaiser 2010:
58; véase Zecchini 1988). Y en el siglo I a.C., apareció Roma como el quinto y último
imperio (Wiesehöfer 2005).
Un ejemplo promimente de esta concepción duradera son las Historicae
Philippicae de Pompeyo Trogo. Su escrito historiográfico databa del siglo I d.C. y solo
sobrevivió en la forma de una cita abreviada de Justino en el siglo III d.C. (Bertelli

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Siria es una forma abreviada de Asiria: véase Rollinger 2006.

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1983; traducciòn en inglés: Yardley 1994; referencias véase Rollinger 2011a: 316–
18). La historia de la humanidad comienza con los asirios, quienes son sucedidos
por los medios, los persas, los macedónicos y eventualmente los romanos.
De acuerdo con Trogo, Ninus y Semíramis fueron los primeros reyes de un
imperio que comprendía toda Asia. La fase expansiva había llegado a su fin con el
hijo de Semíramis, Ninyas; para dar lugar a una era de decadencia. El rey se quedaba
en su palacio rodeado de sus concubinas y se no era visto por nadie. Si bien declara
que el imperio duró 1.300 años, Trogus no menciona a ningún rey entre Ninyas y
Sardanápalo. Según su relato, no hubo más cambios: la “historia” se había detenido.
El imperio asirio se había vuelto un símbolo del estancamiento y el poder despótico.
Cuando Sardanápalo llegó al poder, se comportó como una mujer y demostró ser
un inepto para aplacar la revuelta del gobernador de Media, Arbacto. Hacia el final,
el rey se suicidó sobre la pira funeraria, llevándose consigo todos los tesoros.
Uno de los autores más influyentes que se inscribe en la misma tradición que
Trogo fue Orosio, aunque hay una diferencia fundamental entre ambos: este último
ofrece una visión cristina de la historia de la humanidad, considerando también las
fuentes bíblicas (Goetz 1980; Kaletsch 1993; Bellen 1998; traducción en inglés:
Raymond 1936). En este aspecto, Orosio siguió el ejemplo del cronógrafo cristiano
Julio Africano (ca. 200 d.C.).
La Historiae adversum paganos de Orosio, escrita entre 416 y 418 d.C., daría
forma considerablemente a la visión occidental de ls historia mundial por los siglos
siguientes. Asiria aparece todavía como el primer imperio mundial, pero integrado
en un marco bíblico-criatiano; dado que la historia de Orosio solo se entiende como
una historia de salvación. Ninus se vuelve contemporáneo de Abraham y se dice de
ambos que vivieron 3.184 años luego de Adán (1.1.5), y 2.015 años antes que
Jesucristo (1.1.6). Orosio también asocia a Ninus cronológicamente con la historia
romana, al ubicarlo 1.300 años antes de la fundación de la ciudad de Roma (1.4.1).
Su reinado es presentado siguendo las líneas tradicionales, lo único nuevo es la
declaración de que venció a Zoroastro, rey de Bactria (1.4.3). Sobre Semíramis,
Orosio crea una imagen imbuída en la moral cristiana: el libertinaje sexual y el

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incesto se vuelven los componentes de la vida de la reina (1.4.7s). Del mismo modo
que en los escritos de Trogo, los únicos soberanos asirios que se mencionan son
Ninus, Semíramis y Sardanápalo. Al margen de estos tres, aparece otro rey por su
nombre: Baleo, de quien se dice que gobernó cuando José estaba en Egipto, 1.008
antes de la fundación de Roma (1.8.1 y 10). En conjunto, Orosio calcula 1.160 años
de dominación asiria con “alrededor de 50 reyes” (Rollinger 2011a: 313). Si bien no
figuran los nombres de los soberanos, Orosio parece no considerar al imperio asirio
como un periodo de estancamiento, dado que informa que las guerras fueron un
rasgo a lo largo de los siglos (1.12.2). Esto solo cambió con Sardanápalo, “un hombre
más corrupto que una mujer” (1.19.1). Aquí vuelve a aparecer la concepción del rey
afeminado, que se queda en el palacio con sus concubinas hasta que el gobernador
medio Arbatus/Arbaces lo desalojó del trono (1.19.1). Posteriormente en su obra,
el autor parece referir una tradición diferente cuando menciona al padre de Ninus,
Belus; como el primer rey de los asirios (7.2.13).
Tan importante como fue Orosio para las futuras visiones de la historia
mundial en occidente, así lo fue John Malala en oriente, autor de la primera crónica
mundial bizantina. Esta comprendía dieciocho libros, comenzando con la creación
del mundo y finailzanfo en 563 d.C. (Thurn 2000: 1*–4*, Thurn and Meier 2009:
1–27; traducción al inglés: Jeffreys et. al. 1986). Al igual que Orosio, se caracteriza
por una visión cristiana; pero a diferencia de este último y también de Trogo, Malala
integra los mitos griegos a su obra, interpretados de manera evemerística. De este
modo, la historia no comienza con Asiria sino con una generación de gigantes. Uno
de ellos era Nimrod, fundador de Babilonia (12 [I.7]) 3. Pero con Kronos, el primer
gobernante propiamente dicho, Malala se refiere a Asiria, dado que es caracterizado
como el primer como el primer rey de los asirios (12 [I.8]). Su esposa era
Semíramis/Rea. La pareja tuvo tres hijos: dos varones, Picus/Zeus y Ninus; y una
hija, Hera. Luego de que Kronos conquistó occidentes, Picus/Zeus lo sucedió en el

3
La fundación de Babilonia por gigantes ya aparece en las obras de algunos de los Pdres de la Iglesia
Temprana. Lo mismo se aplica a la vibrante tradición de Babilonia como capital de los asirios; cf. Markschies
2011: 289-91.

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trono. Pero a partir de este momento la realeza parece estar dividida en dos línas,
dado que el hijo de Picus, Belus, se convirtió en el rey de Asiria. Allí fue sucedido
por Ninus, quien se casó con su madre, Semíramis/Rhea. Ninus fundó la ciudad de
su mismo nombre, “ciudad de los asirios” (15 [I.11]).
Un rasgo característico de esta obra es que Malalas no logra distinguir
realmente a los asirios de los persas; por ello incluso Zoroastro se vuelve un miembro
de la familia de Ninus. Luego de Ninus, el guerrero Thouras/Ares, un sobrino de
Semíramis se convirtió en rey, luego sucedido por Lames y finalmente por Lames
Sardanápalo el Grande. A pesar de que Sardanápalo es vencido por Perseo, el
imperio asirio sigue existiendo hasta la época de Alejandro Magno, con reyes locales
nuevamente a cargo. Uno de estos es Senakherim, cuyo reinado se describe
detalladamente siguiendo la tradición bíblica del sitio asirio a Jerusalén (144–9
[V.70–2]). Posterior a su asesinato, su hijo Nachordan se convierte en rey. Los
siguientes reyes “asirios” son Nabukhodonosor (150 [VI.1]) y su hijo Baltasar. Solo
con la llegada de Alejandro Margno, el imperio asiro-persa colapsa (Rollinger 2012b:
321). En la crónica de Malalas no aparece la idea de la sucesión de imperios
mundiales.

Los gobernantes asirios en las fuentes clásicas


Como hemos visto más arriba, Asiria tenía un claro lugar en la tradición clásica, al
menos desde Heródoto en adelante. Fue definida como un imperio, como una
capital, Ninus. Sobre su historia, circulaban leyendas en torno a su primer y último
gobernante. El periodo entre ambos, sin embargo, no fue tratado por la tradición
clásica, a pesar de sostener que los asirios habían tenido el mayor imperio hasta el
momento. El principal responsable de esta imagen era Ctesias, y su tratado había
tenido, de acuerdo con Walter Burkert “un éxito inmerecido”. Burkert consideraba
la obra de Ctesias un “escándalo”, dado que “prácticamente nada allí es cierto”
(Burkert 2009: 504). Esto es cierto, pero no es nuestro punto. Es evidente que la
información y las historias sobre Asiria en la tradición clásica deben ser vistas como
un discurso incrustado en una tradición creada para una audiencia griega y latina.

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Es una perspectiva desde afuerta que tiene poco que ver con la “historia” así como
la entendemos hoy en día. Pero a pesar de esto, la tradición mantuvo vivo el
conocimiento de que Asiria había jugado un rol central en la historia mundial y que
el establecimiento del imperio había sido un logro seminal.
Hay pocos hechos históricos correctos. Uno de ellos es la noción de una
capital llamada Ninus, tal como lo plasmaron los griegos y los romanos, un nombre
obviamente derivado del asirio “Ninua” (Niniveh). Si Ninus es verdaderamente una
representación de Níniveh o solo una almagama de varias ciudades residenciales
asirias, inlcuidas Ashur y Kalhu; es otra cuestión. Aparentemente, el nombre del
primer rey, el ficticio Ninus, simplemente se derivó del nombre de la capital. Sobre
los eventos históricos ligados a esa ciudad, solo uno fue fehacientemente preservado
por la tradición clásica: Ninus fue conquistada por los medos (y babilónicos), a pesar
de que el modo en que lo hicieron fuera ficticio.
La importancia de la narración se vuelve evidente cuando consideramos los
soberanos del imperio asirio. Solamente de cuatro de ellos tenemos algún tipo
información. Dos de ellos, Ninus y Ninyas, probablemente son figuras inventadas.
La mayoría de las historias sobrevivientes tratan sobre los otros dos: Semíramis y
Sardanápalo. Los estudios modernos dedicaron mucho esfuerzo a “historizar” a estos
gobernantes, en cierto punto conectando sus nombres con dos figuras históricas:
Sammuramat y Assurbanipal. Pero aun si hay una conección etimológica, esto no
significa que ambos son “históricos” en sentido estricto. Samíramis y Sardanápalo
son producto de la tradición clásica y parte de un discurso específico. Estudiando
esta tradición, podemos aprender mucho sobre el relato, pero muy poco los asirios.
Los dos personajes se presentan como ejemplos típicos de realeza asiática y ambos
se vinculan paradójicamente con eventos específicos: el comienzo y el final del
imperio. Los dos son figurasdeslumbrantes caracterizadas no solamente de una
menera negativa. La excesiva sexualidad juega un rol importante en uno y otro, al
mismo tiempo que son admirados por sus extraoridnarios logros.
Semíramis, aunque era una reina asiria, tenía vínculos especdiales con la
ciudad de Babilonia y se presentaba como la arquetípica “constructora”: con la

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primera lista de las maravillas del mundo, originada probablemente en época


helenística, se volvió famosa por ser la creadora de las murallas de Babilonia. Los
Jardines Colgantes, en cambio, se le adjudiracon a Semíramis solo en épocas
modernas; aunque los intentos de ubicarlos en Níniveh (Dalley 2013) son
problemáticos (Bichler y Rollinger 2005; Rollinger 2008b, 2010a).
Sardanápalo es otra figura prominente en la tradición clásica. Podemos
observar el desarrollo de su leyenda desde su primera mención en el siglo V a.C. a
lo largo de toda la antigüedad. Mientras que Heródoto solamente apuntó la riqueza
del rey, Aristófanes parece haber sido el primero en atribuirle un comportamiento
como de pavo real (Pájaros 1021). Como hemos visto, Ctesias describió al rey como
un gobernante afeminado adicto a la autoindulgencia. El siglo IV a.C. parece haber
sido crucial para la formación de las partes esenciales de la leyenda de Sardanápalo.
A partir de este momento, comenzaron a circular historias que citaban un supuesto
epitafio de Sardanápalo y describían su tumba, localizada en Ninus o
sorprendentemente en Cilicia. Un estudio comprensivo de esta tradición fue obra
de Ateneo en su Banquete de los eruditos (ca. 200 d.C.). Todo el capítulo XII 258-530c
está dedicado a Sardanápalo, citando muchas fuentes. Una de ellas es la Historia
persa (F.1n, F.1pα, F.1q; véase Stronk 2010: 258–61, 266–7) de Ctesias, donde,
entre otros, el rey asirio es descripto como “enjoyado como una mujer, hilando lana
púrpura, en compañía de sus concubinas y sentándose entre ellas con las rodillas en
alto, sus cejas oscurecidas, usando un vestido de mujer y con la barba afeitada; su
rostro restregado con piedra pómez (era más blanco que la leche, y sus pestañas
estaban pintada)” (Gulick, Loeb). Luego se citan otros fragmentos, comentando la
tumba de Sardanápalo y su epitafio (XII 529d–530c):

Esta es la razón por la que Sardanápalo, el más opulento de todos, que durante toda su vida
rindió honores a los goces, incluso después de muerto pone de manifiesto con sus dedos en la figura
representada sobre su tumba la burla [E] de la que son mecedores los asuntos de los hombres, que
no valen ni el chasquido de los dedos, gesto que se le representa haciendo dos veces en el coro de
danza…

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su celo respecto a los demás asuntos. Pues bien, es evidente que no estuvo ocioso
Sardanápalo, ya que hasta está escrito sobre su tumba: «Sardanápalo, hijo de Anacindaraxes,
construyó Anquíale y Tarso en un solo día, pero ahora está muerto». Amintas, por su parte, en el
libro tercero de sus Etapas, afirma que en Nínive había un elevado túmulo que precisamente fue
derribado por Ciro cuando levantó un [F] terraplén contra la ciudad durante su asedio levantó un
[F] terraplén contra la ciudad durante su asedio. Se dice que dicho túmulo era el de Sardanápalo, el
que fue rey de Nínive, y en él había además grabada sobre una estela de piedra una inscripción en
letras caldeas, que tradujo Quérilo poniéndola en verso. Era la siguiente: “Yo fui rey, y mientras veía
la luz del sol bebí, comí, disfruté de los goces de Afrodita, sabedor de que es breve [530] [A] el tiempo
que viven los hombres, y expuesto, además, a numerosos cambios y padecimientos, y también de
que, de los bienes que dejé atrás, serán otros los que tendrán los goces. Por eso yo tampoco dejé
pasar ni un solo día sin hacer esto”. En cambio, Clitarco, en el Vida de Alejandro, afirma que
Sardanápalo murió de viejo tras la caída del imperio asirio. Por su parte, Aristobulo relata “En
Anquíale, que fue construida por Sardanápalo, acampó Alejandro cuando se adentraba en Persia. Y
no muy lejos estaba el monumento fúnebre de Sardanápalo, sobre el que se alza una figura de piedra
que junta los dedos de la mano derecha, como si los chascara. Sobre él estaba también escrito en
letras asirias: «Sardanápalo, hijo de Anacindaraxes, construyó Anquíale y Tarso en un solo día.
Come, bebe, diviértete, en la idea de que lo demás no merece ni esto», con lo que parece que se
refería al chasquido de los dedos*.

Recientemente, ha sido demostrado que la tríada “comer, beber, jugar” (con


sus connotaciones tanto hetero como homosexuales; Burkert 2009: 50-5) es parte
del discurso griego sobre la conducta correcta en la vida, que comenzó a circular
entre los siglos V y IV a.C. (Bernhardt 2009). En este discurso, la idea de una vida
de gozo y placer se opone a la concepción de la templanza y el autocontrol. Los
epitafios griegos y latinos, similares al de Sardanápalo, exhiben la popularidad de su
comportamiento dentro de la civilización clásica. Por consiguiente, el carácter de
Sardanápalo no tiene un trafondo “oriental” (como lo supone Burkert 2009: 511-
12) sino que es parte de una discusión dentro del mundo clásico en ropajes
orientales (Bernhardt 2009: 16–24; pero cf. Frahm 2003b: 44* para una referencia
a “comer, beber y hacer cosas felices” en una de las inscripcionesd e Assurbanipal).
Como demuestra Ateneo de Náucratis y otras fuentes clásicas, la figura de
Sardanápalo podía ser usada de varios modos (véase el estudio de Weisbach 1920;

*
Tomado de la versión en español de la Biblioteca Clásica de Gredos, vol. 413, Madrid, 2014.

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Bernhardt 2009; Burkert 2009; cf. también Frahm 2003b). De modo proverbial,
Juvenal se refiere a los almohadones de plumas de Sardanápalo (pluma Sardanapali:
Sat. X 362); Polibio culpa al rey bitinio Prusias II de compararse con Sardanápalo;
Dión Casio explota la imagen del gobernante asirio para criticar a su emperador
Heliogábalo y San Agustín lo condena por su hedonismo (Bernhardt 2003: 240–1,
Bernhardt 2009, 2–3). El pluralismo de la tradición es sorprendente. No existçia un
acuerdo sobre dónde y cuándo el rey asirio había muerto, aunque su muerte sobre
una pira funeraria en Ninus se volvó la historia más popular. No es claro por qué su
tumba se ubicaba en Cilicia, pero parece probable que la descripción de la estatua
del monumento -la que se dice que chasqueaba sus dedos- haya sido creada tomando
en cuenta los relieves neo-asirios, en los cuales los reyes son representados con un
dedo extendido y señalando (ubāna tarāṣu), como un gesto hacia los dioses
(Lanfranchi 2003: 83). Por ello, un monumento neo-asirio es un modelo más
probable que uno neo-hitita (Burkert 2009: 509). De las inscripciones de
Sennacherib nos enteramos que erigió un monumento con inscripciones en Cilicia
(Luckenbill 1924, 61–2). Quizás la popularidad de la historia de la supuesta tumba
de Sardanápalo en Cilicia llevó a Beroso a corregir esta tradición, refiriéndose a la
campaña de Sennacherib en esa región (Lanfranchi 2003: 86). Pero claramente no
fue muy exitoso en esto.
Sin embargo, no todos los autores clásicos culpaban a Sardanápalo por su
libertinaje y femeneidad. El comportamiento del rey también podía ser tomado
como un buen ejmplo de savoir-vivre. En este sentido, el propietario de la villa romana
de Catón de Útica en Frascati tenía una estatua de Dionisio —una copia de mármol
de una estatua de bronce del siglo IV a.C.— con el nombre de Sardanápalo inscrito,
identificando así al dios y al rey (Megow 1997; Bernhardt 2009: 21–2 placa 4). La
estatua se originó en época claudiana (mediados del siglo I d.C.) y actualmente se
encuentra en el Vaticano (Sala della Biga, Inv. 2363). Ya en tiempos helenísticos,
truphe, es decir la exquisitez o delicadeza, una característica fundamental de los
“orientales” en genreal y de Sardanápalo específicamente; podía ser reinterpretada

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de modo positivo, demostrando abundancia y resplandor, vinculados al dios


Dionisio (Bernhardt 2003: 246).
Hay todavía un aspecto más de la leyenda de Sardanápalo que debe ser
notado: la tradición clásica estaba al tanto de que el rey asirio era capaz de combatir
si era necesario, y que además había sabido morir de manera heroica. Este elemento
de la tradición fue retomado por el romanticismo en el siglo XIX d.C., cuando Lord
Byron escribió su obra titulada “Sardanapalus” (1821) y cuand Eugène Delacroix
pintó “La mort de Sardanapale” (1827). En esta mirada, el rey asirio, antes que un
tirano arquetípico, parecía estar a la altura de ciertos ideales epicúreos: no derramó
la sangre de su pueblo, no lo oprimió con impuestos, no interfirió en sus vidas
privadas (Bernhardt 2009: 5–11; véase también Frahm 2003b).
Pero esto es otra historia. En la tradición clásica, Sardanápalo generalmente
se convirtió en el prototipo de un monarca éticamente degenerado cuya caída
significó la destrucción de Ninus. La image de un Sardanápalo sin barba no tenía
nada que ver con un rey asirio, así como la ciudad de Ninus era más una
representación arquetípica que un reflejo histórico de Níniveh. Aparte de Ninus,
hubo solo otras dos ciudades cuya captura y destrucción generó tanta reverberación
literaria: Troya y Síbari (Bernhardt 2009: 22). De esta manera, la ciudad y su último
rey fueron símbolos en un discurso clásico antes que constataciones de alguna
realidad histórica. Se tomaban como ejemplos en la contemplación de la ruina y la
muerte, la fugacidad y la transitoriedad, y la eterna cuestión de cómo vivir la vida.
Todas estas preocupaciones quedaron encapsuladas en el pseudo-epitafio de
Sardanápalo, citado por estoico Crisipo de Solos (Ateneo de Náucratis, El banquete
de los eruditos VIII 336a):

Perfectamente consciente de que naciste mortal, levanta tu animo regocijandote con


celebraciones: cuando estes muerto ya no tendras alegria. Que hasta yo soy ceniza, pese a que reine
sobre la poderosa Ninive. Lo que tengo es cuanto comi, las afrentas que infligi y de cuantos placeres

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disfrute con pasion. En cambio, mis muchas y ricas posesiones se han disipado todas. Es este un
sabio consejo de vida, y jamas lo olvidare: que posea quien quiera el oro sin fin.


Tomado de la versión en español de la Biblioteca Clásica de Gredos, vol. 413, Madrid, 2014.

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Referencias

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