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Reflexión personal
El mal es una realidad encarnada desde que el hombre fue expulsado del Edén,
es decir, desde que el hombre es uno inclinado hacia el pecado, o una tendencia hacia la
nada,1 cuando el mismo hombre es, siendo esta ida en picada el origen del mal, puesto
que el hombre destruye su ser que no lo tiene en plenitud, puesto que recibe el ser de un
Ser en acto puro.2
Volviendo al tema central, el mal es una realidad que siempre estará presente en la vida
de cada individuo, estas palabras se confrontan con lo experimentado en cada situación,
las cuales además de chocar y menguar la vida del ser humano, no comulga la situación
del mal, con lo que en muchos casos profesa un ser humano, una creencia, una religión,
que le inyecta un sentido a la vida del ser humano.
1
De Aquino Tomás, Summa Theologica, VII, Tratados de la fe y la esperanza, Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid, España, 1969.
2
Fraile Guillermo O.P., Historia de la filosofía II (2°) Filosofía judía y musulmana. Alta
escolástica: desarrollo y decadencia. Capítulo X, Santo Tomás de Aquino, Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid, España, 2005.
Así pues, como el ser humano se encuentra en camino hacia una plenitud, es desde
luego entender que el hombre no se encuentra pleno, no es perfecto, está sometido a su
imperfección y las consecuencias de esta, por lo tanto, muy a la manera platónica, el
hombre está condenado a la crueldad de la naturaleza humana, la cual es desde luego
imperfecta y no puede trascender, entonces, el hombre en su camino por esa plenitud,
está obligado a superar estas situaciones.
Teodicea
El dilema de Epicuro, es la paradoja que pone entre la espada y la pared al Dios de los
cristianos, “ya no justifiquen a su Dios” dice Benjamin, él es el causante del mal, Dios
no es lo que espera el ser humano, no es un Dios misericordioso, otra visión, la de
Manuel Fraijo, donde coquetea con una antropodicea, no una teodicea en la que el
hombre es el causante del mal, no Dios.
Cabe mencionar, otra postura, más analítica, en la que se busca una reconciliación entre
estas dos posturas, William Lane Craig, filósofo de corte analítico, el cual retoma la
formulación de Lactancio respecto al problema del mal: 1) Dios si quiere y no puede, lo
cual hace a Dio débil, lo cual no es propio de Dios; 2) Dios si puede y no quiere, hace
a Dios malvado, lo cual no es propio de Dios; 3) Dios no puede y no quiere, hace a
Dios malvado y débil, claramente este no es Dios; 4) Dios quiere y puede, ese es Dios.
Esta propuesta, reconcilia estos dos puntos, cuando se menciona un problema intelectual
del mal y una problemática emocional del mal, siendo esto un punto de inflexión
importante en el desarrollo de una Teodicea a la cual se le propone un nuevo modo de
crecer, uno a la manera de la lógica y la metafísica.
Nuevamente, el mal no existe en cuestiones intelectuales del mal, ya que por medio del
principio del tercer excluso, el mal no tiene cabida en el cuarto juicio de Lactancio, el
cual da las características correspondientes a Dios, bueno y poderoso, el cual puede y
quiere quitar el mal, entonces, por medio de la lógica, Dios es superior al problema del
mal.
Con relación al problema del mal en la cuestión sentimentalista, cabe decir que es una
situación en la que se le presta mucha más atención al drama que hacen corrientes
pesimistas. Si, bien es cierto que el hombre es también vulnerable al sentimiento que le
provoca la manifestación del mal de muchas formas, está de más decir que la esencia
del hombre implica esto, él es un ser contingente, que habla de un continuo paso de la
potencia al acto, el sistema intelectual, no dice mucho, es muy árido, pero es quien
afirma algo, e indica una ruta en la búsqueda de sentido.
En base a lo anterior, se puede entender la crisis de sin sentido que se vive actualmente,
el aborto, la eutanasia, la sobreprotección animal, hace que el hombre, ya no busque un
fundamento que le pertenece, sino busque como compensar ese vacío que él no quiere
llenar, puesto que, si se encuentra encapsulado en un pesimismo nihilista, nunca va a
hallar una salida, puesto que esto es una dosis de victimismo, el cual hace al hombre
más voluble de lo que es, reduciendo mucho al mero sentimiento y no a la acción, que
también implica un sufrimiento.