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El problema del mal

EL PROBLEMA DEL MAL

José Manuel Mariscal Carbajo


Ética II – Filosofía
Turno tarde

Romanos 7: 19-25.
“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.”
“La única excusa que tiene Dios es que no existe”. Stendhal
“El infierno son los otros”. Sartre

Hablar sobre el mal es hablar sobre esas cuestiones relacionadas con el drama de la
libertad humana, es tratar con esas nociones que tratadas abstractamente permite muchas
perspectivas (teológicas, teológicas, naturales, morales, etc.) pero que vividas a pie de obra,
esto es, en nuestro devenir, nos paraliza, nos resulta opaco y perturbador.

Pero el mal, ¿tiene sustantividad o es simplemente una de las innumerables


antropometrías con que el hombre quiere explicar y explicarse? ¿El mal tiene ser o es
simplemente, como creyeron los medievales, carencia, privación de una categoría
ontológicamente positiva? Para algunos autores (Safranski) el mal no es propiamente un
concepto sino el nombre que recibe lo amenazador: “algo que sale al paso de la conciencia
libre y que ella puede realizar” (1)

Por cuestiones metodológicas prescindiré de la cuestión teológica que busca respuesta a


la paradoja de la existencia del mal en un mundo creado por un ser bondadoso y

(1) Rudïger Safranski. Tusquest Editores, 2005

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providente. Me centraré, ante todo, en la condición moral del mal. “En términos éticos, el mal
es el nombre de aquellas causas o razones y aquellos efectos o consecuencias negativos o
perversos de las acciones humanas, al considerarlas desde algún criterio de bondad moral”. (2)

El mal moral produce el quebrantamiento de la dignidad: “El mal radical consiste en desalojar
a los seres humanos de la orbita de la dignidad”. (3)

Hay visiones que consideran que el mal forma parte de la realidad porque sin su
presencia ésta sería incompleta. Esta idea fue defendida, entre otros, por los pensadores
estoicos, por Plotino, Leibniz, y otros filósofos optimistas modernos; otras visiones, aunque
conciben el mal como privación del Ser, debe ser considerado como una privación
determinada. Esta es la tesis de San Agustín y varios autores escolásticos.

¿Qué respuestas ha dado la Filosofía al problema del origen del mal? Soslayando, como
hemos anticipado, la cuestión teológica (el mal procede de la causa primera o Dios) muchas
opiniones sostienen que es el hombre el origen del mal, que éste ha entrado en el mundo de su
mano. La rebelión del hombre contra Dios, su alejamiento, su caída en el relativismo moral
son la causa del mal, o la causa es inmanente, reside en la naturaleza humana, en la perversión
de su conducta. Es frecuente proponer una distinción entre el mal físico y el mal moral. El
primero sería equivalente al sufrimiento, al dolor y, en última instancia, a la muerte; el
segundo sería un padecimiento que no se identifica con el físico aunque, en ocasiones, le
acompañe.

A fin de contextualizar el problema veremos qué piensan algunos filósofos o escuelas de


pensamiento.

(2) Conceptos fundamentales de Filosofía. Alianza Editorial. Madrid 2000


(3) J. A. Marina. Ética para náufragos. Anagrama. Barcelona. 1995

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El mal y Platón

El propósito ético de Platón es articular un ideal de vida donde el individuo sea


autosuficiente y supere aquello que le haga caer en el error (alma irascible, alma
concupiscible), lo desvíen del bien y le impidan forjarse un orden (racional).

El mal en la cosmovisión medieval: Santo Tomás

Tomás de Aquino es, sobre todo, un teólogo sistemático que pensaba que la teología era
una ciencia superior a las demás. En el problema del mal Santo Tomás propone una tesis
metafísica: que el Bien es idéntico al Ser y que el Mal es opuesto al Bien, no tiene existencia
propia sino que es subsidiario del Bien. De aquí se extrae que quien posea un mal no posea
una forma, más bien posee una forma indebida por lo que el mal le viene por lo que esa forma
tiene de privación del sujeto. Si el mal altera el orden de las cosas, debe haber alguna causa
que hace que no suceda lo que debería suceder. La causa primera del mal es un bien que no
opera como tal sino que opera como defectuosa.

El mal en la cosmovisión moderna: Kant y Schopenhauer

Kant define su concepto de mal radical en “La religión dentro de los límites de la mera
razón”. Para Kant el mal es una norma mala deducible de la acción que anula la ley moral.
Para Kant, ni la determinación de la naturaleza ni las causas empíricas pueden engendrar
normas malas, esto sería más bien una tendencia en el hombre. Kant afirma que el objeto de la
disposición al mal es el mismo sujeto, pues éste hace lo malo cuando hace de los motivos del
amor a sí, y de las inclinaciones de éste, la condición de obediencia a la ley moral.

Kant distingue entre la maldad, hacer el mal accidentalmente, y la malignidad, es decir,


hacer el mal por el mal.

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Frente al optimismo metafísico del Racionalismo, Schopenhauer nos expondrá su


pesimismo metafísico. Su punto de partida es el mal y el dolor. Su doctrina reflexiona sobre el
dolor que acompaña toda la vida.

Para el Racionalismo, el Mal era algo secundario, era el peaje que tenía que pagar la
vida por obtener el Bien. Su problema fue tratado por Leibniz en su Teodisea que lo
justificaba como una privación, no un ser; el mal es una privación de lo que debería ser. Para
Leibniz el mal tiene una causa eficiente, no deficiente. Schopenhauer recusa aquellas
concesiones que muestran un optimismo fácil y se olvidan del lado oscuro de la existencia
humana. Realiza una síntesis entre la idea privativa y la idea privativa del mal. Él está en el
origen de la existencia y, por ello, el ser en si de las cosas conduce invariablemente al
pesimismo. La voluntad es un ciego impulso, una fuerza irrestricta, devenir eterno. Por su
constitución incondicionada nunca puede alcanzar el bienestar, su esfuerzo no tiene
recompensa. La voluntas se caracteriza por la privación, por tanto la vida es dolor,
insatisfacción, mal.

La realidad del mal en Zubiri

Para Zubiri el mal está asentado en la realidad, es una condición suya. Las cosas no son
en si mismas buenas o malas; son buenas o malas por su condición. Pero la condición no es
buena o mala sino sólo en tanto lo es respecto al hombre. Y así “las cosas son de buena o de
mala condición por la conformidad o disconformidad de su condición con lo que es el bonum
de la sustantividad humana” (4)

La propuesta de Zubiri permite un acercamiento al mal desde una perspectiva realista. El


mal no es principio sustancial, no existe un mal originario como un principio innato; el bien y
el mal son, para la persona, su bien o su mal. El mal es aquello que promueve la sustantividad
con el bonum de la sustantividad humana. Pero no pensemos en una reciprocidad entre el bien
y el mal. El mal supone la existencia del bien en el sentido de que es privación de algo propio

(4) Xabier Zubiri. Sobre el sentimiento y la volición. Alianza Madrid. 1992

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de la sustantividad humana. Lo ontológico sería el bien, el mal sería su lado defectuoso


(recordemos que esta idea era querida a Santo Tomás y los escolásticos).

Por todo lo anterior, lo esencial para entender la idea metafísica del concepto de mal en
Zubiri es acercarnos a su idea de sustantividad humana. Aquello que promueva la armonía de
la complejidad humana es un bien, y cuanto promueva la desarmonía es un mal. Pero la
sustantividad es algo más que la armonía de las facultades psicobiológicas. El ser humano
también está dotado de inteligencia y voluntad. Estas facultades se expresan intencionalmente.
Esta intencionalidad no puede ser buena o mala en si misma, sino en tanto que referida a si
misma. La volición es buena o mala según quiera un objeto bueno o malo, y en tanto que la
volición es lo que el hombre quiera ser en si mismo; en tanto que quiere un objeto malo,
constituye la malicia como carácter moral opuesto a la bondad. La malicia es la volición del
mal porque este acto es visto como un poder: es la instalación del mal como poder.

La “simbólica del mal” en Paul Ricoeur

Para Ricoeur el mal, más que un problema que admita una serie de soluciones, se nos
presenta en su nuda crudeza como un desafío que nos obliga a combatir, abdicar, no cabe:
“desafío a la filosofía y a la teología”. Ricoeur acepta pues el desafío y se propone conjurar
los peligros. Prevenido contra la rebelión muda o las racionalizaciones engañosas, señala un
camino intermedio: el mito y el símbolo (camino explorado en su obra “La simbología del
mal”). Según Ricoeur, el símbolo “da que pensar”, ayuda a vivir. En él, encuentra el mal un
lenguaje más primitivo y esclarecedor que en las grandes síntesis especulativas. La tarea del
filósofo será descifrar ese lenguaje, el lenguaje de los mitos, y liberar los recursos
existenciales. La experiencia de la injusticia ha estimulado vivamente la reflexión de Ricoeur
sobre el mal. Una serie de indignaciones biográficas le habían llevado no sólo a un
compromiso político sino también a la deriva crítica de su filosofía.

Ricoeur nos advierte de que el misterio es que somos nosotros los que comenzamos el
mal, su causa. Pero lo comenzamos a partir de un “ya ahí” que nuestro nacimiento carga de
misterio. Esto significa que para Ricoeur no es una “situación límite”, sino una estructura

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contingente que nos toca y nos habita. Ricoeur sostiene que el mal es de orden histórico, por
tanto es revocable. Por eso reclama una “poética de la libertad” que se mueva entre la justicia
y el amor de manera creativa. Esta poiesis de la libertad encuentra en el cristianismo una
“fuente inagotable de energía y motivación” para liberar “el fondo de verdad” que supone
habita en cada uno. Ascesis y esperanza se ligan para que nuestra libertad se vea liberada.

En “Finitud y Culpabilidad. La simbólica del mal” , Ricoeur reconoce la universalidad


(5)

del mal y cómo éste ha sido vivido en las diferentes culturas. No todas recurrirán a conceptos
como pecado o culpa, pero todas las culturas poseerán en su bagaje sus propios “símbolos
primarios” para explicar la experiencia de la “falla”.

(5) Finitud y Culpabilidad. La simbólica del mal. Taurus Ediciones, Madrid, 1982

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Conclusión

Bien y Mal, lo bueno y lo malo por bajarnos a lo concreto, dicotomía dramática de la


volición humana, de la libertad. No hablo del mal de la naturaleza que continuamente acecha
al hombre bajo la forma de catástrofes naturales, enfermedades o, en última instancia, la
aniquilación definitiva, la muerte. Y digo el mal de la naturaleza asumiendo que en ésta sólo
hay leyes ciegas, no voluntariedad, por tanto, no se puede hablar de mal. Hablo del mal
provocado por el hombre, ese mal que nos paraliza, nos amenaza, nos sobrecoge en su
monstruoso travestismo o nos abisma en la perplejidad.

Pero las dos categorías extremas presuponen la capacidad valorativa. Hay bien o mal, o
preferiblemente bueno o malo “en relación a…” y desde una determinada perspectiva: “bueno
para…” o “malo para…”. Esto nos enreda en un cierto relativismo, lo que es bueno para un
fin puede ser malo para otro; y lo que es bueno para mí puede ser nocivo o destructor para
otra persona. Como aseveró Sartre, es necesario elegir. El horizonte inmediato de la ética es,
además de elegir, elegir bien. Elegir lo malo será disminuirnos, mutilarnos, encoger nuestro
crecimiento humano por lo accesorio, lo empobrecedor simbólico (vanidad, afán de
notoriedad, ambición, etc), lo efímero. Elegir lo bueno será acrecentar nuestras posibilidades,
ensanchar nuestra condición creativa, exaltar nuestra humanidad.

Pero el mal en su amenazadora complejidad se presenta con una dicotomía: el mal que
se sufre y el mal que se hace. El mal que se sufre es aquel que nos atenaza y amenaza, es el
sufrimiento que socava nuestros proyectos vitales y podría aniquilarlos; es el mal del dolor
físico o moral, de la injusticia, de la marginación, de la negación de lo humano. El mal que se
hace va desde la ignorante e inofensiva malevolencia a la terrible, por sus consecuencias,
malignidad. Y es esta iniquidad, tantas veces presente en nuestro mundo, travestida de las más
horribles y repugnantes formas, la que nos subleva y mueve. Nunca estaremos lo
suficientemente prevenidos para evitarla. Y termino, a propósito, con ese luminoso dictamen
del “Gorgias” de Platón: “es preferible sufrir una injusticia que cometerla”.

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Bibliografía

Rudïger Safranski. Tusquest Editores, 2005

Conceptos fundamentales de Filosofía. Alianza Editorial. Madrid 2000

J. A. Marina. Ética para náufragos. Anagrama. Barcelona. 1995

Xabier Zubiri. Sobre el sentimiento y la volición. Alianza Madrid. 1992

Finitud y Culpabilidad. La simbólica del mal. Taurus Ediciones, Madrid, 1982

El problema del mal José Manuel Mariscal Carbajo. 8

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