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“El miso casero está vivo”, afirma Toyoda. Muchas de las marcas que se comercializan
en Japón esterilizan el miso antes de ponerlo a la venta, de ahí que no continúe
fermentándose. Sin embargo, esto no ocurre cuando se prepara en casa, motivo por el
cual no se pierden los componentes que resultan beneficiosos para la salud. Además,
el miso va cambiando de sabor conforme va madurando.
Por lo general, el miso se elabora con tres ingredientes: soja, kōji y sal. En la receta
tradicional de Sakai, utilizan dos partes de soja por cada parte de kōji.
Soja Tsurumusume, producida en Hokkaidō. Esta variedad destaca por el tamaño y el dulzor de sus granos.
“Es un tipo de moho, pero no es perjudicial para el consumo, sino que tiene muchos
beneficios en lo que respecta al sabor y a la nutrición”, explica Toyoda. En su
establecimiento son expertos en elaborarlo: desde su fundación, hace más de tres siglos,
siguen el método tradicional, según el cual se tarda dos días y solo se utilizan
instrumentos de madera.
Kōji elaborado a partir del moho que se reproduce en el arroz cocido al vapor. Si miramos la fotografía
atentamente, veremos que la superficie del arroz está cubierta de unas hifas blancas de textura esponjosa.
El siguiente paso es añadir la soja aplastada y mezclarlo todo muy bien con las manos,
una tarea ardua si se tiene en cuenta que de ello depende el sabor: cuanto más tiempo se
dedique a esta labor, mejor sabrá el miso.
Posteriormente, se hacen con la mezcla unas bolas del tamaño de una pelota de béisbol
y se van poniendo en el recipiente (hacer las bolas sirve para quitar el aire). Una vez
esté lleno, se van aplastando hasta que queden planas.
Hacer bolas con la mezcla sirve para quitar el aire. Para evitar que entre más, se aplastan hasta que queden
planas.
Por último, se esparce sal para evitar que salga moho, se pone film transparente y se
cierra el recipiente. Encima se coloca una piedra que pese aproximadamente un 30 %
del peso total del recipiente —también se puede usar una bolsa con sal— y se deja
madurar entre tres y seis meses en un lugar oscuro y fresco. Aunque el tiempo de
fermentación varía en función de la estación, se sabe que el miso está listo para su
consumo cuando la superficie se llena de un líquido que emana del fondo del recipiente
y que recibe el nombre de misotamari.
No hay nada como hacer el miso a mano para darse cuenta de las maravillas de los
alimentos fermentados, todo un orgullo de la gastronomía japonesa.
Al final, se esparce sal para evitar que salga moho.
Conviene recordar que el miso no se puede llevar en el equipaje de mano en los vuelos
internacionales. Por ello, habrá que meterlo en un recipiente hermético y facturarlo. Si
se quiere llevar en cabina, es necesario introducirlo en varios recipientes cuya capacidad
sea inferior a cien mililitros y meterlos todos en una bolsa de plástico transparente con
cremallera. En cualquier caso, no está de más consultar, con antelación, con el personal
del aeropuerto o de la aerolínea en cuestión.
Información
Kōjiya Amekaze
Dirección: Ōsaka-fu Sakai-shi Nishi-ku Tsukuno-chō 3-32-11
Sitio web: http://www.amekaze-sakai.com (solo en japonés)
Tel.: 072-262-0333
Cómo llegar: a dos minutos a pie de la estación de Tsukuno de JR. Hay
aparcamiento.
Horario: la tienda abre de 9 a 17; la cafetería, de 10 a 18. Cerrado por descanso los
domingos y los días festivos, excepto desde mediados de noviembre hasta
mediados de diciembre.
La clase de preparación de miso se imparte durante todo el año, pero es necesario
pedir cita. Hacer tres kilos de miso cuesta 3.402 yenes; el recipiente se cobra aparte
(540 yenes), aunque es posible llevar uno propio. Se recomienda contratar un
intérprete si no se habla japonés.
MISO EL CONDIMENTO JAPONES