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Universidad Autónoma de Santo Domingo.

(UASD)

Materia: Historia de las ideas políticas II.

Maestro: Elías Santos.

Sección: 01.

Nombres:
 Oliver Cabrera................................................Ce5161.
 Katheryn María Campos Pérez..............100456693.
 Rosenny Carolai Campos Pérez.............100456730.
 Angie Lantigua Rojas.................. 100446415
 Albania Leclerc Moncion........................100410929.
Las ideas presocia listas antes del siglo XIX:

Tradicionalmente, el socialismo es una doctrina que exige la sustitución de la propiedad


privada por la colectiva en los medios de producción, cambio y distribución; del mismo
modo, pide la distribución igualitaria de la riqueza y la eliminación de las clases sociales.
Los antecedentes del socialismo son tan antiguos como la propia historia de la humanidad,
pero el término “socialismo” fue acuñado a principios del siglo XIX. De hecho, en las
aportaciones de los socialistas utópicos (Robert Owen) y, sobre todo, en los escritos de Karl
Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) se hallan los antecedentes más inmediatos
del socialismo moderno.
Desde una perspectiva ideológica, la idea de democracia social proviene de las revoluciones
democráticas de la modernidad, como la norteamericana y la francesa. En cierto modo,
desde los primeros socialistas, pasando por los primeros anarquistas, hasta llegar a los
bolcheviques rusos (que en la clandestinidad usaban como seudónimos los nombres de los
grandes revolucionarios franceses), la idea del socialismo fue entendida en general como la
continuación y, en cierto modo, como la radicalización de los ideales proclamados por las
revoluciones democráticas de los siglos XVIII y XIX. En ese contexto se explica ese verdadero
canto de amor de Marx a las conquistas «revolucionarias» de la burguesía europea, dentro
de las cuales incluyó el propio colonialismo, canto que aparece en todo su esplendor en esa
alegoría ideológica que es el Manifiesto comunista.
El tema a tratar aquí es el socialismo en el siglo XVIII o pre-socialismo sin embargo se puede
denotar que el socialismo o la ideología del mismo para esta época es escasa e incluso con
poca claridad en cuanto a su diferenciación, definición y objetivos. La evolución y expansión
del socialismo y su ideología se desarrolla en el siglo XIX.
Las Doctrinas en discusión a mediados del siglo XIX, durante el tiempo en que se formó la
Liga de los Justos y, más tarde, la Primera Internacional, son las de Babeuf, Saint-Simón,
Owen, Fourier y Cabet, que comprenden el período de 1800 a 1850. Correspondientes a
otra etapa aparecen Blanqui, Proudhon, Blanc, Marx y Engels, que inician una nueva época
en la historia del movimiento obrero. En esta época de mediados de siglo existía una gran
confusión entre las palabras socialismo y comunismo. “En 1847 –dice Engels en su prefacio a
la edición inglesa del Manifiesto del Partido Comunista se llamaban socialistas, de una parte,
todos los adeptos a los diferentes sistemas utópicos: los owenistas en Inglaterra y los
fourieristas en Francia, reducidos a meras sectas y en proceso de extinción paulatina; de
otra, toda clase de curanderos sociales que prometían suprimir, con sus diferentes
emplastos, las lacras sociales sin dañar el capital ni el beneficio. En cambio, la parte de la
clase obrera que había llegado al convencimiento de la insuficiencia de las simples
revoluciones políticas y proclamaba la necesidad de una transformación fundamental de
toda la sociedad se llamaba comunista...”
El documento que, en nombre de la Liga de los Justos, elabora Weitling en 1836, La
Humanidad tal como ella es y tal como ella debiera ser, está inspirada en las ideas de Babeuf
mezcladas con las utopías de Fourier y Cabet.

Babeuf (1760-1797) es el primer propagandista de un socialismo o comunismo popular,


insurreccional, sin doctrinarismo ni retórica, pero utópico, que reclama para el pueblo
“libertad, pan, pan bueno; todos los objetos indispensables y necesarios, pero de buena
calidad y en abundancia...” Los documentos que dan una idea más exacta de sus
concepciones son el llamado Manifiesto de los Iguales y su Análisis. Del Manifiesto de los
Iguales arranca la conspiración de Babeuf (1796) y sus teorías insurreccionales situadas en el
campo de la lucha de clases y de la defensa de los intereses de las masas populares. Por su
interés histórico y por la relación directa que guarda con la creación de la Liga.

Las bases ideológicas o de doctrina del comunismo de Babeuf están sintetizadas en su


Análisis, en quince puntos:

1. La naturaleza ha dado a todos los hombres un derecho igual al disfrute de todos los
bienes.
2. El fin de la sociedad es defender esa igualdad, atacada frecuentemente por el fuerte y el
malo en el estado natural, y aumentar, con el concurso de todos, los disfrutes comunes.
3. La naturaleza ha impuesto a todos la obligación de trabajar. Nadie puede sin crimen
sustraerse al trabajo.
4. Los trabajos y los frutos obtenidos deben ser comunes para todos.
5. Hay opresión cuando uno se agota por el trabajo y carece de todo mientras el otro nada
dentro de la abundancia sin trabajar.
6. Nadie puede sin crimen hacerse exclusivamente dueño de los bienes de la tierra o de la
industria.
7. En una verdadera sociedad no debe haber ni ricos ni pobres.
8. Los ricos que no quieren renunciar a lo superfluo a favor de los indigentes son enemigos
del pueblo.
9. Nadie puede por acumulación de todos los bienes, privar a otro de la instrucción
necesaria para su felicidad; la instrucción debe ser común.
10. El fin de la Revolución es destruir la desigualdad y restablecer la felicidad de todos.
11. La Revolución no está terminada; porque los ricos consumen todos los bienes y mandan
exclusivamente, mientras los pobres trabajan como verdaderos esclavos, se consumen
dentro de la miseria y no son nada dentro del Estado.
12. La Constitución de 1793 es la verdadera ley de los franceses porque la ha aceptado
solemnemente el pueblo; porque la Convención no tenía el derecho de cambiarla; porque,
para llegar a ello, ha hecho fusilar al pueblo que reclamaba su ejecución; porque ha
destituido y degollado a los diputados que cumplían su deber con defenderla; porque el
terror contra el pueblo y la influencia de los emigrados han presidido a la redacción y a la
pretendida aceptación de la Constitución de 1795, que no tiene para ella, ni siquiera la
cuarta parte de los votos que había obtenido la de 1793; porque la Constitución de 1793 ha
consagrado los derechos inalienables para cada ciudadano de aceptar las leyes, de ejercer
los derechos políticos, de reunirse, de reclamar lo que considere útil, de instruirse y de no
morir de hambre, derechos que el acto contrarrevolucionario de 1795 violó abierta y
completamente.
13. Todo ciudadano tiene que restablecer y defender, dentro de la Constitución de 1793, la
voluntad y la felicidad del pueblo.
14. Todos los poderes procedentes de la pretendida Constitución de 1795 son ilegales y
contrarrevolucionarios.
15. Los que han puesto la mano sobre la Constitución de 1793 son culpables de lesa
majestad.

Es raro encontrar en la bibliografía política o social referencias a las doctrinas del gran
revolucionario francés guillotinado a los treinta y siete años de edad por querer transformar
la sociedad burguesa en una sociedad “comunista”, de acuerdo con sus concepciones
idealistas, en la que la igualdad social no fuera un mito, sino una realidad.

Después de Babeuf aparece Saint-Simón, esa figura singular descendiente de Carlomagno,


heredero de una corona ducal, grande de España, considerado como uno de los precursores
del socialismo. Saint-Simón aboga por reformas, pero no ataca las causas que determinan la
miseria de las masas. Respetando la estructura social del régimen burgués, lo confía todo al
establecimiento de reformas que den solución a los problemas fundamentales que se
derivan de la estructura económica del sistema capitalista. No se propone destruir la
sociedad burguesa, sino mejorarlas por medio de un orden social perfecto establecido a
priori que no es más que la justificación de la utopía de sus concepciones basadas en gran
parte en las ideas de los “reformadores” del siglo XVIII. Saint-Simón no confiaba en el
pueblo. Para él las masas eran incapaces de asegurar la dirección económica y política de la
sociedad, atribuyendo esa misión “a los más capaces”, es decir, a los “industriales, a los
“sabios”, si bien condicionaba que este papel dirigente se ejerciera no en beneficio de una
minoría, sino de la colectividad, en particular de “las clases más numerosas y pobres”.

“Todas las instituciones sociales dicen Saint-Simón- deben tener por propósito el
mejoramiento de la condición moral, intelectual y física de las clases numerosas y pobres...”
A cada uno pedía según su capacidad; a cada capacidad, según su trabajo... Saint-Simón ya
aparece en el movimiento obrero español. Algunos “radicales” y “federales” de aquella
época (1850) se llamaban simonianos. Sin embargo, Núñez Arenas afirma que son las
doctrinas de Fourier las que introducen el socialismo en España. Después de terminada la
guerra en los Estados Unidos, en la que había tomado parte luchando a las órdenes de
Washington, Saint-Simón habíase desplazado a México, donde propuso al virrey establecer
un canal que uniera los dos océanos a través del istmo.

La idea central de Saint-Simón aspiraba a “la organización científica de la Humanidad” con la


exaltación “a la industria”. Pero entendiendo por “industria” el trabajo, todo lo que hay de
creador en el nombre laborioso. Propugnó por una federación europea y por su
organización política. Para Saint-Simón había tres clases sociales fundamentales: el clero, la
nobleza y la clase “industrial”. En 1821 publica su obra El sistema industrial. Para él no había
proletarios: todos eran productores. Prescindiendo del pueblo trataba de establecer los
principios de una nueva religión desarrollando sus ideas por medio de un “catecismo de los
industriales” y de su obra definitiva: El nuevo cristianismo (1825). No se pueden calificar de
socialistas la mayor parte de las ideas de Saint-Simón; pero, teniendo en cuenta la época en
que vivió, anterior a la formación del movimiento obrero, puede ser considerado como uno
de los precursores del socialismo científico de mediados del siglo XVIII. Según el profesor
Jean Dautry, en su prefacio del estudio Saint-Simón, trozos escogidos, Saint-Simón da
continuidad a los enciclopedistas y anuncia a Marx. “Pos-enciclopedista y prosocialista –
dice-” serían los términos que mejor lo definirían...”

El socialismo reformista de Robert Owen.


Robert Owen fue un teórico y activista por los derechos laborales y sociales. Es considerado
padre del laborismo inglés y del cooperativismo. Defendió la cooperación y la fraternidad
para reducir las desigualdades sociales, frente a la revolución y la lucha de clases. Por ello,
los marxistas lo definieron como un socialista utópico.
Robert Owen nació en Newton (Gales), el 14 de mayo de 1771 y murió en la misma ciudad
en 1858. Fue el sexto de siete hermanos. Su padre era un ferretero quien también se
desempeñó como jefe de correos local, y su madre provenía de una de las familias de
agricultores prósperos de Newtown.
Su reformismo y su oposición a la idea de la lucha de clases marcó la historia del socialismo
inglés. Es considerado padre del laborismo inglés y del cooperativismo.
Robert Owen es uno de los principales exponentes del llamado socialismo utópico. Este
término fue acuñado por Marx y Engels, para contraponerlo a sus teorías, que denominaron
socialismo científico.
Owen no propugnaba la violencia revolucionaria y la lucha de clases. En su opinión, una
educación que promoviese los valores de solidaridad y fraternidad bastaría para que las
diferentes clases sociales colaborasen en la construcción de una sociedad más justa. Sin
duda, Robert Owen era heredero de los valores de la Ilustración y creía con firmeza que el
ser humano podía dar lo mejor de sí mismo y que lo único necesario era darle la
oportunidad y las herramientas para demostrarlo.
Su legado es fundamental para entender el socialismo inglés y el Partido Laborista. Este
grupo siempre se ha reclamado heredero del pensamiento de Owen y de otros socialistas no
marxistas. Al contrario, la mayor parte de los partidos socialistas europeos, sí adoptaron las
premisas básicas del marxismo.
El reformismo es un tipo de ideología social o política que generalmente apunta a realizar
cambios graduales a fin de mejorar un sistema, proyecto o sociedad. Esos cambios se
refieren generalmente solo a ciertos aspectos, a veces necesarios o fundamentales, más que
a la totalidad, lo que lo diferencia tanto de posiciones como el reaccionarismo y el
revolucionismo.
Es necesario también diferenciar el reformismo del centrismo. Para el centrismo, la
búsqueda y promoción de políticas consensuales, equidistantes de los "extremos políticos"
es un fin en sí mismo. Para el reformismo, tales acuerdos son una manera de avanzar
paulatina pero seguramente hacia un objetivo final que -se postula- es de interés general.
Su pensamiento se proyectó sobre el primer período de la Primera Internacional por
mediación de los dirigentes tradeunionistas. “La naturaleza –decía Owen- nos ha dado un
suelo capaz de producir en abundancia todo lo que el hombre desea, más en nuestra
ignorancia, hemos plantado el espino en lugar de la viña.” Su socialismo tiene un sentido
filantrópico. En una ocasión se dirige a los reyes de Europa “Suplicándoles tomen en sus
manos la regeneración social...” Owen trata de demostrar por medio de ejemplos la
posibilidad de establecer sociedades, cooperativas modelo, en las que se confundirían
obreros y patronos, teniendo los primeros una participación en los beneficios. Siendo
director de una fábrica en New Lanark (1800), perfecciona el trabajo y el maquinismo,
consagrándose a la vez a la educación de los trabajadores de su empresa y al mejoramiento
de sus condiciones de vida. Preconizaba una política de altos salarios, en la época primitiva
de la acumulación del capital, que determinaba las condiciones de miseria de las masas que
describe Marx en El Capital y Engels en La situación de las clases obreras en Inglaterra. En
ese mismo período aparece la acción de los obreros en contra del maquinismo, en el que
veían un nuevo instrumento de explotación determinante de una mayor miseria, y las leyes
para la protección de las máquinas.

Como otros utopistas, Owen sueña con la creación de comunidades modelo, de población
limitada. Realiza en Inglaterra algunos ensayos que fracasan. Más tarde intenta llevarlos a la
práctica en América, fracasando igualmente. Con Owen inícianse en Inglaterra la legislación
social, la política de reformas, “las leyes de caridad para los pobres” y los primeros
fundamentos del derecho obrero. El socialismo inglés vivió bajo la influencia de las doctrinas
de Owen durante mucho tiempo. Los owenistas jugaron un gran papel en la formación de
los sindicatos y cooperativas ingleses. Los dirigentes británicos que participaron en la
formación de la Primera Internacional, en su mayoría obedecían a las influencias del
pensamiento oweniano. En esa medida frenaron su acción revolucionaria y fueron, hasta
nuestros días, el pensamiento conservador y reaccionario que impidió el desarrollo del
movimiento obrero internacional de acuerdo con principios y concepciones
verdaderamente socialistas y revolucionarias.

Charles Fourier:
François Marie Charles Fourier (Besanzón, 7 de abril de 1772-París, 10 de octubre de 1837)
fue un socialista utópico francés de la primera parte del siglo XIX y uno de los padres del
cooperativismo. Fourier fue un crítico de la economía y el capitalismo de su época.
Adversario de la industrialización, de la civilización urbana, del liberalismo y de la familia
basada en el matrimonio y la monogamia. El carácter jovial con que Fourier hace algunas de
sus críticas hace de él uno de los grandes satíricos de todos los tiempos.
Propuso la creación de unas unidades de producción y consumo, las falanges o falansterios,
basadas en un cooperativismo integral y autosuficiente. En esta forma anticipa la línea de
socialismo libertario dentro del movimiento socialista pero también líneas críticas de la
moral burguesa y patriarcal basadas en la familia nuclear y en la moralidad cristiana
restrictiva del deseo y el placer y por ende en parte al psicoanálisis. Así pues, el siglo XX
encontró interés en las perspectivas libertarias de cuasi-hedonismo como las de Herbert
Marcuse y su freudomarxismo, o las de André Breton líder del movimiento surrealista.
En su proyecto de una sociedad socialista justa y feliz incorporó a la mujer como objeto de
reflexión dentro su proyecto utópico. Su tesis de que la situación de las mujeres era un
indicador del nivel de civilización de la sociedad fue literalmente asumida por el socialismo
posterior. A Fourier se le ha atribuido durante años el inicio de la utilización de la palabra
"feminismo" sin embargo estudios posteriores han demostrado que el concepto ya existía
en el vocablo médico francés del siglo XIX.
Asimismo, usó en 1837 la palabra féminisme; y seguidores de sus ideas establecieron
comunidades intencionales como La Reunión en Texas, Estados Unidos, y La Falange
Norteamericana, en Nueva Jersey, Estados Unidos, a mediados del siglo XIX.
Existe constancia de que ejerció alguna influencia directa en el movimiento obrero español
por medio de ciertos intelectuales radicales de aquella época. Sus teorías fueron conocidas y
divulgadas por los periódicos revolucionarios de aquel período. “La felicidad del pueblo no
puede encontrarse más que en la Asociación”. “Saltibanques del progreso en tanto vea uno
en vuestras sociedades un enfermo falto de socorro, o un hombre en plena validez falto de
trabajo y de pan, vuestro sistema no será más que una caricatura social, ausente de razón,
de luz y de espíritu religioso...” Las violencias de la Revolución Francesa le horrorizaban
porque, en el fondo, no era más que un reformador social. Fourier exaltaba el principio de
“asociación” con la creación de ciudades modelo, ciudades perfectas en las que
desaparecerían todos los males sociales y el hombre alcanzaría la suma perfección.
Esperaba encontrar un día un potentado filantrópico que pusiera a su disposición su fortuna
para con ella convertir en realidad su teoría ofreciendo el primer ejemplo de una ciudad
modelo, de un falansterio. Esperando este potentado se pasó la vida. En 1842 publícanse en
España por primera vez las obras de Fourier. “Más tarde –dice Núñez de Arenas en su
estudio sobre el movimiento obrero español- propáganse las ideas fourieristas por medio de
la “Democracia Pacífica”, que tuvo la habilidad de hacerlas aceptar incluso por los
capitalistas...”
Fourier parte de una crítica a las posiciones que justifican y perpetúan el sufrimiento
humano como es el caso del cristianismo, del conservadurismo o del nihilismo. Así pues, en
el cristianismo esta la imagen del pecado original. "Fourier encarna un singular momento
del pensamiento occidental; lleva la crítica de la religión, elaborada por el movimiento
filosófico, hasta consecuencias últimas y lógicas, hasta el rechazo de la moral familiar y de la
jerarquía social tradicional y todo ello en un momento en que la reacción postrevolucionaria
estaba en todo su apogeo e iba a frenar por mucho tiempo buena parte de las conquistas
intelectuales del siglo XVIII." En esta línea argumentativa ubicaba la palabra civilización la
cual siempre usaba en forma peyorativa. Denunciaba a la civilización como la forma social
contemporánea que había que superar. En esta forma Fourier trascendía el economicismo
de gran parte del pensamiento socialista de ese entonces y posterior. Así pues, no solo
criticaba las estructuras económicas del capitalismo sino la moral entera de la sociedad
contemporánea y las costumbres.
Debido a que rechazaba esta moral pesimista y enfocada en el dolor proponía una enfocada
en la felicidad en la cual se entendía a la felicidad como satisfacción de los sentidos y como
placer. Todo esto iba contra lo que él llamaba masoquismo "mental". Así pues, algo que fue
blanco fundamental de su crítica fue la estructura de familia nuclear promocionada por el
cristianismo, las comunidades campesinas y el capitalismo de ese entonces. Decía que esa
estructura era al mismo tiempo absurda económicamente y absurda pasionalmente. Lo
primero era porque la unidad económica de la familia no puede por sí sola proveer para la
sustentación de todos los envueltos en ella y se necesitaba una mayor cooperación entre un
mayor número de personas, así como el trabajo cooperativo de un mayor número de
personas que se desperdicia a veces en el trabajo familiar de parcelas pequeñas. Lo segundo
era porque Fourier decía que el vivir con la misma gente toda la vida, todo el tiempo y peor
en el caso de la pareja, el mantener una relación amorosa / sexual con la misma persona
toda la vida condenaba a los envueltos en ella a la monotonía y al aburrimiento, así como al
conformismo y evitaba un mayor desarrollo de la personalidad que hubiera sido posible en
relaciones más múltiples de diversa duración.
En esta forma la sociedad tendría una muy clara base de hipocresía o una estructura
básicamente hipócrita. Esto debido a que se tiene una constante contradicción entre
palabras y acciones, así como entre deberes y aspiraciones. Así pues, en realidad los
individuos desean la realización de los deseos, pero se reprimen y recurren a la moral para
auto justificarse y reprimir a los que sí quieren perseguir sus deseos o como diría Fourier
pasiones.
En contra de esta moral, la cual atraviesa tanto el ámbito doméstico como el del trabajo, la
economía y la política; Fourier abiertamente afirma que las pasiones no son nocivas sino en
realidad parte fundamental de la naturaleza humana y así mismos ámbitos necesarios para
la expansión de la personalidad.
Fourier también denunció la explotación de que eran objeto los obreros, las mujeres y niños
y la desigualdad social en su época. Fue el primero que llegó a afirmar por ejemplo que "el
grado de emancipación de la mujer en una sociedad es el barómetro general por el que se
mide la emancipación general"
Pierre Leroux:
(Bercy, 1797-París, 1871) Político y pensador francés. Fundó Le Globe (1824), que se
convirtió en órgano del sansimonismo. Posteriormente lanzó la Encyclopédie nouvelle
(1836-1843) y la Revue indépendente (1841-1848), en la que expuso su teoría de un deísmo
nacional para reemplazar a las religiones cristianas. Defensor de la clase obrera y partidario
de un socialismo místico y del feminismo, fue diputado en la asamblea constituyente y en la
asamblea legislativa (1849).
Leoux se unió a los sansimonianos, pero en 1831 se apartó del movimiento al haberse
convertido en una especie de iglesia. Entonces se acerca a los republicanos y también
recoge ciertos elementos del fourierismo. Sus obras alcanzan una notable difusión, pero no
entre los obreros, sino entre ciertos medios literarios Eugène Sue, George Sand, Victor
Hugo. Sin embargo, no abandona completamente una de las ideas básicas del
sansimonismo: dividir la sociedad en dos grandes clases, la clase productiva, en la que no
sólo están integrados los obreros sino también los propietarios de las fábricas, los
«industriales», y la no productiva encabezada por los grandes propietarios agrarios que
viven de las rentas que les proporcionan sus tierras. Pero en su libro titulado Sobre la
plutocracia llega a una conclusión distinta al dejar fuera de los productores a los capitalistas,
situándolos al lado de los rentistas agrarios:
Podrá venir una nueva era, porque la actual sólo es nueva para los capitalistas. El error de
Saint-Simon consiste en llamar industriales a los capitalistas, e industrial al capital. Que el
poder ha pasado de las manos de los militares a las de los capitalistas es indiscutible; que el
gobierno ha caído en manos de los propietarios de las riquezas, es evidente. Pero que estos
propietarios, estos capitalistas o, si se quiere, estos industriales, sean capaces de organizar
un verdadero gobierno, es lo que nos negamos, en nombre de la naturaleza humana, a
concederles.
Preocupado por los temas religiosos y espirituales y por los sociales, los aúna mediante la
caridad, entendida no en su sentido cristiano, que consideraba una manifestación del
egoísmo, sino como el «principio de la solidaridad humana», que sólo se podía alcanzar en
el marco del «socialismo», lo opuesto al individualismo.
La familia, el Estado, la propiedad han engendrado hasta ahora muchos males, y el hombre
ha encontrado en ellas pesadas cadenas; pero, una vez más, no es que estas cosas sean
malas en sí, ni que la naturaleza humana sea malvada; lo que ocurre es que esas
instituciones, en lugar de estar organizadas para servir de comunión indefinida del hombre
con sus semejantes y con el universo, se han dirigido, en cambio, contra tal comunión del
hombre con sus semejantes y con el universo.

Estuvo en la lucha contra la monarquía de la Restauración, abrazando ideas liberales,


primero adhiriendo a la Carbonería, luego como redactor principal de Le Globe. Pero luego
de la Revolución de Julio comprende que el ideal de libertad debe ser completado a través
de la “asociación”. Adhiere entonces al movimiento sansimoniano, que se propone
reorganizar metódicamente el trabajo bajo la dirección de una elite industrial y religiosa.
Logra que el grupo sansimoniano compre el diario, que pasa a ser el órgano oficioso de la
doctrina, teniendo como principales inspiradores a Enfantin y a Michel Chevalier.
El cisma que se produce entre Bazard y Enfantin en noviembre de 1831 lleva a Leroux a
alejarse del movimiento sansimoniano, aunque durante el resto de su vida mantendrá el
ideal de un socialismo humanitario y reformista. En 1834 es Leroux justamente quien crea la
palabra “socialismo”, según afirmó él mismo. Al principio, con sentido peyorativo, para
designar el peligro de una planificación abusiva de la sociedad. Vincula al “socialismo” con la
Inquisición, con el Terror y profetiza los totalitarismos del siglo XX.
Más tarde, Leroux retomará el término “socialismo” de manera positiva, para designar el
ideal de una sociedad que reconciliará los imperativos de libertad y de igualdad. Criticará
simétricamente el “individualismo absoluto” y el “socialismo absoluto”. Este equilibrio se
encuentra en la base de su pensamiento. Sostendrá un socialismo republicano, es decir, un
pensamiento que le dé todo el lugar posible a la libertad, tomando el ideal de igualdad en su
sentido más exigente, el sentido social.
Leroux rechazará la conformación de agrupaciones o partidos socialistas, ya que, según él,
asociarse políticamente implica dar a entender que se quieren imponer las ideas por la
fuerza y no por el convencimiento paulatino.
En febrero de 1848 Leroux proclama la república en Boussac. Nombrado alcalde de la
comuna por el gobierno provisorio, el 4 de junio es elegido diputado por el departamento
del Sena, como candidato de los demócratas-socialistas, para la Asamblea Constituyente de
1848. Sus votos le otorgan el sexto lugar sobre once bancas en juego, con 91.375 votos
sobre 248.392 votantes y 414.317 inscriptos. En la Asamblea se ubica entre las bancas de la
Montaña.
Allí abogará por un socialismo mutualista y asociacionista. Toma la defensa de los
insurrectos de junio de 1848, aunque ya estaba muy alejado de compartir el camino de las
armas, como en sus tiempos de juventud en la Carbonería.
Reelecto en las elecciones legislativas del 13 de mayo de 1849, representando al
departamento del Sena en la Asamblea legislativa, logra el puesto 22 sobre 28 bancas en
juego, con 110.127 votos sobre 281.140 votantes y 378.043 inscriptos. Se opone a la política
del nuevo presidente, Luis Bonaparte, pero no participa en el fracasado motín republicano
del 13 de junio de 1849.

El conde Claude-Henri de Rouvroy de Saint-Simón


Nació en París como aristócrata francés en 1760. Ya desde joven tenía consciencia de que
llegaría a realizar grandes tareas en ayuda de la humanidad. Así desde los quince años,
ordenó a sus ayudantes de cámara que lo despertaran diciéndole: «Levántese, señor conde,
tiene usted grandes cosas que hacer».
Durante su juventud, se dice que fue discípulo de Jean le Rond d'Alembert. Luchó en
la guerra de independencia de los Estados Unidos «por la libertad industrial de América».
Creía que tal revolución marcó el comienzo de una nueva era. Al servicio del bando
estadounidense, se enroló con solo diecisiete años en el ejército al mando de Marqués de La
Fayette.participó en la Batalla de Yorktown bajo el general Washington y fue encarcelado
por las fuerzas británicas. Después de su liberación, regresó a Francia para
estudiar ingeniería e hidráulica en la Ecole de Mézières. Entre sus planes estaba uno para
conectar los océanos Atlántico y Pacífico mediante un canal, y construir un canal
desde Madrid hasta el mar.

Al comienzo de la Revolución francesa en 1789, Saint-Simón apoyó rápidamente los ideales


revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad. En los primeros años de la revolución,
Saint-Simón se dedicó a organizar una gran estructura industrial para fundar una escuela
científica de mejora. Necesitaba recaudar algunos fondos para lograr sus objetivos, lo que
hizo mediante la especulación de tierras. Esto solo fue posible en los primeros años de la
revolución debido a la creciente inestabilidad de la situación política en Francia, que le
impidió continuar con sus actividades financieras y de hecho puso en riesgo su vida. Saint-
Simón y Talleyrand planearon aprovecharse durante El Terror comprando la Catedral de
Notre-Dame, despojando su techo de metal y vendiendo el metal como chatarra. Saint-
Simón fue encarcelado en Luxemburgo bajo sospecha de participar en actividades
contrarrevolucionarias. Fue puesto en libertad en 1794 al final del Terror.
Las ideas de Saint-Simón han sido influyentes durante el siglo XIX en Francia y en Europa.
Tienen la particularidad de haber influido más o menos fuertemente en corrientes
ideológicas muy variadas, que van desde el socialismo, el socialismo utópico,
el materialismo al positivismo, el liberalismo, etc.
 Agustín Thierry, historiador, fue secretario de Saint-Simón desde 1814 hasta 1817.
 Auguste Comte, politécnico (destituido en 1816), filósofo, fue también secretario de
Saint-Simón de 1817 a 1824; Auguste Comte comenzó a elaborar su ley de las tres
fases positivistas con Saint-Simón (fase teológica, metafísica y positiva).

Prosper Enfantin, politécnico, retomó y amplió la doctrina saintsimoniana. Enfantin era de


tendencia liberal. Se aireó doctrina en empresas mediáticas de ferrocarriles Enfantin fue el
primer director de la Compagine du chemin de fer Paris-Lyon-Méditerranée. Saint-Amand
Bazard fue más una tendencia que uno podría entender cómo (pre) socialista. En 1826 había
comenzado a crecer un movimiento que apoyaba sus ideas y, a finales de 1828, los
sansimonistas celebraban reuniones en París y en muchas ciudades de la provincia.
La revolución de 1830 trajo una nueva libertad a los reformadores socialistas.  fue
un filósofo, filántropo, economista y teórico socialista y positivista francés, o cuyo
pensamiento tuvo una influencia sustancial en la política, la economía, la sociología y
la filosofía de la ciencia.

Pensador en plena revolución industrial francesa y proceso de suplantar a la sociedad


del Antiguo Régimen, sus ideas dieron nacimiento a una ideología política y económica
conocida como sansimonismo, que afirmaba que las necesidades de la clase
trabajadora debían ser reconocidas y satisfechas para tener una sociedad y una economía
eficiente. Para alcanzar esa sociedad que acabara con la «anarquía» capitalista proponía la
constitución de un nuevo Estado dirigido por los científicos y por los «industriales» que
sustituirían a los «ociosos»: curas, nobles y explotadores. Su carácter teórico industrial le
llevó el título de fundador del socialismo francés, y junto a su alumno Auguste Comte, padre
de la sociología. Su propuesta ha sido calificada como «socialismo aristocrático» ,
antecedente de lo que en siglo XX se llamaría tecnocracia.
El reconocimiento conceptual de Saint-Simón de la amplia contribución socioeconómica y su
valoración ilustrada del conocimiento científico pronto inspiraron e influyeron en
el socialismo utópico, en el político liberal John Stuart Mill en el nacionalismo italiano, en
el anarquismo a través de Pierre-Joseph Proudhon y en el marxismo de Karl Marx y Friedrich
Engels, identificando a Saint-Simón como inspiración para sus ideas y clasificándolo entre los
socialistas utópicos. El economista André Piettre lo describe con la fórmula: "el último de los
señores y el primero de los socialistas". Saint-Simón también influyó en el reformador
social Enfantin y en sociólogo Thorstein Veblen, incluido en la creación de la economía
institucional, que ha incluido a destacados economistas como adherentes.

Finalmente murió, El 9 de marzo de 1823, decepcionado por la falta de resultados de su


escritura (esperaba que guiaran a la sociedad hacia la mejora), intentó suicidarse.
Sorpresa prudentemente, se disparó en la cabeza seis veces sin lograrlo, perdiendo la
vista en un ojo.
Finalmente, muy tarde en su carrera, se vinculó con algunos discípulos ardientes. La
última y más importante expresión de sus opiniones es Nouveau Christianisme (1825),
que dejó inconclusa.
Murió en París el 19 de mayo de 1825 a la edad de sesenta y cuatro años. Fue enterrado
en el cementerio de Père Lachaise en París, Francia.

Louis de Rouvroy, Duque de Saint-Simón


fue un escritor y diplomático francés. Es conocido por sus famosas Memorias acerca de la
corte de Versalles durante el reinado de Luis XIV. Político, memorialista e historiador francés
del siglo XVIII, de excepcional agudeza psicológica y rara libertad de pluma. Tras participar
en diversas acciones militares, en 1702 abandonó el ejército, al no haber sido aceptado en
una promoción de brigadieres, tras lo cual se integró en la vida de la corte. En el terreno
político, se mostró contrario a la autocracia de Luis XIV y abogó por un mayor peso y poder
de la nobleza en la alta política, lo cual le impidió desempeñar cargos de relevancia. Llevó a
cabo algunas misiones diplomáticas, en calidad de embajador, hasta que, tras la muerte del
regente, decidió retirarse de la vida pública y dedicar su tiempo al estudio y a la redacción
de ensayos históricos sobre la Iglesia y la alta nobleza, y, sobre todo, a su obra capital,
sus Memorias (1739-1752), que había soñado escribir desde joven, y en las cuales se
muestra como un certero observador de su tiempo, con gran talento en la recreación de
ambientes, aunque con tintes parciales en el juicio de hechos y personajes.
Fue hijo único de Claude de Rouvroy, duque de Saint-Simon, y de su segunda esposa,
Charlotte de L'Aubespine, y nació cuando el anciano duque tenía 68 años. Le dieron en su
juventud el título de Vídamo de Chartres y recibió de su madre una educación cuidada,
aunque austera; pronto trabó amistad con Felipe de Orleáns, duque de Chartres, futuro
regente, quien habrá de transformarse en su protector y será fundamental en su carrera
política.
Descendía de una antigua familia de caballeros; era hijo único de un hombre muy rico de 68
años, nombrado duque y par por Luis XIII de Francia, y de una madre de menos de 30,
perteneciente a una familia de ministros. Emparentado con las familias más poderosas y
prestigiosas de la época, el recién nacido fue sostenido en la fuente bautismal por Luis XIV y
la reina María Teresa de Austria, en Versalles.

Compañero de juegos y de estudio del duque de Chartres, sobrino del rey, fue educado en
una atmósfera rigurosa y un poco triste. Recibió una educación sólida, especialmente en
historia, filosofía y teología, y conoció el alemán a la perfección. En 1690 hizo sus ejercicios
de esgrima y de danza en una academia de equitación, antes de entrar en los mosqueteros
al año siguiente. Su carrera militar tuvo poco brillo y se retiró de ella en 1702.

Entre 1700 y 1715, su vida fue la de un cortesano que intrigaba de forma muy activa para
preparar la sucesión del Rey Sol, cuya autocracia le indignaba. La muerte del duque de
Borgoña, en la que vio un signo de la cólera divina contra el absolutismo de Luis XIV, le
produjo un profundo abatimiento y le inspiró una ardiente Lettre anonyme au Roi (1712). A
la muerte del rey, entró por fin en el Consejo de Regencia. Pero Felipe II de Orleans se
mostró menos dócil de lo que esperaba y poco a poco fue disminuyendo su influencia en la
Corte hasta que se alejó definitivamente de ella y se retiró a sus tierras, en La Ferté-Vidame.
A partir de entonces se dedicó por completo al estudio. Se le había confiado el Diario de la
Corte de Francia del marqués de Dangeau, memorial de todo lo que había ocurrido en la
Corte entre 1684 y 1720, y Saint-Simon hizo adiciones al mismo durante diez años, las cuales
constituyeron la materia prima de las futuras Memorias. En 1739 se volcó en la redacción de
sus Memorias, que cubrían los años de 1691 a 1723. Esos once años (1739 a 1750) le
permitieron componer su versión del fin del "siglo de Luis XIV" y de la Regencia,
defendiendo una concepción estrictamente jerárquica de la sociedad. En 1746 redactó su
último texto importante, panegírico de Luis XIII, presentado como un rey más grande que su
padre enrique IV y que su hijo Luis XIV. El final de la existencia de Saint-Simón fue sombrío:
cubierto de deudas, había perdido a su amada mujer en 1743, y en 1746 y 1754 fallecieron
sus dos hijos.
Las Memorias de Saint-Simón
Escritas con la clara intención de dar un cuadro completo de la vida y de la política de la
Corte de Versalles, y basadas en el testimonio directo del propio Saint-Simón, las Memorias
sobre el reinado de Luis XIV y la Regencia abarcan un espacio de tiempo de más de 30 años
(de 1691 a 1723), por lo que llega a tratar incluso de la "Regencia" de Felipe II de Orleans,
con frecuentes digresiones que ilustran la época anterior al 1691; sin embargo, el mayor
interés del relato radica en los últimos lustros del reinado del Rey Sol, por lo que el libro fue
titulado por algunos editores Memorias de la Corte de Luis XIV. Valiéndose del material
recogido desde su primera juventud, Saint-Simón se dedicó primero, a partir de 1723, a
componer escritos diversos de historia y política; hacia 1730 empezó a anotar el Diario de la
Corte de Francia de Dangeau, que le sirvió más tarde de guía en la composición de
las Memorias, en las que confluyó todo el material de sus estudios precedentes.
Desde el punto de vista de la exactitud histórica, la obra es de valor bastante desigual y todo
lo contrario de imparcial. Saint-Simón es enemigo declarado de Luis XIV y de su reinado ("ce
Long règne de vile bourgeoisie"); el absolutismo, la centralización del gobierno y la
nivelación política de las clases sociales ante la autoridad regia le parecen la ruina de
Francia. La única solución posible es para él un retorno al régimen feudal, en el que los
duques y pares de Francia (es decir, los nobles de su rango) recobren toda la autoridad
tradicional. La innata honradez de su alma y la sinceridad de su fe religiosa sirven para
hacerle tolerante al menos en este campo (de hecho, reprobó la Revocación del Edicto de
Nantes); pero para todo lo demás es un ciego y estrecho "laudator temporis anti", dispuesto
a criticar sin discernimiento cualquier novedad, y defensor ridículamente puntilloso y
formalista de todas las prerrogativas y los privilegios tradicionales de la nobleza.

Su apasionamiento le induce a formular una cantidad de juicios políticos de increíble


ingenuidad y a alterar incluso, alguna vez de buena fe, la verdad de los hechos. Por otra
parte, su espíritu novelesco, preocupado siempre en escudriñar detrás de los bastidores de
la escena histórica, dispuesto a creer el menor chisme ligado casi siempre a los testimonios
orales, lo lleva a aceptar como verdad una cantidad de noticias y de rumores que la historia
ha reconocido como infundados.

Sin embargo, su obra es de capital importancia para la historia de las costumbres, y es un


monumento literario de los más grandiosos y característicos de la literatura francesa; este
implacable y malévolo testimonio, este hombre de mente estrecha y lleno de prejuicios, es,
por naturaleza, un psicólogo de maravillosa profundidad y seguridad, capaz de expresarse
en la forma más precisa, pintoresca y genial que haya alcanzado nunca la prosa del "siglo de
oro". Su obstinación en buscar siempre la verdad por encima de las apariencias le sirve aquí
admirablemente; no sabe valorar el verdadero alcance de los hechos, carece de sentido
político, pero siente profundamente el drama de la vida del individuo en relación con su
grupo social; capta la verdad de las almas, atisba el secreto mecanismo de los sentimientos
y de las pasiones, revela con certera intuición el desarrollo de las ambiciones, del amor
propio, de los profundos afectos y de las tenaces vanidades que gobiernan las acciones de
sus personajes.

Sus treinta volúmenes son, pues, una inmensa galería de insuperables "retratos", sin que
por otra parte se le escape el sentido de las masas ni la fisonomía de los grupos. La vida de
la Corte de Versalles revive en sus páginas como en un desmesurado fresco con estilo
personalísimo, donde la expresión rebuscada alterna con la frase trivial, el vocablo selecto
con las palabras más brutalmente vulgares, y las leyes de la sintaxis quedan infringidas por
el impetuoso vigor de su apasionado temperamento. Saint-Simón pone un gran
refinamiento psicológico al servicio de sus incomparables cualidades de escritor nato. La
obra permaneció inédita durante todo el siglo XVIII (época típicamente cerebral, en la que
Saint-Simón hacía un papel de superviviente); los pocos que la conocieron manuscrita
(Duclos, Mme. du Deffand) la consideraron carente de interés literario. Publicada en 1830,
fue, en cambio, apasionadamente leída y exaltada por la primera generación de los
románticos.

Duque de Saint-Simón
(Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simón; París, 1675-1755) Político, memorialista e
historiador francés del siglo XVIII, de excepcional agudeza psicológica y rara libertad de
pluma. Tras participar en diversas acciones militares, en 1702 abandonó el ejército, al no
haber sido aceptado en una promoción de brigadieres, tras lo cual se integró en la vida de la
corte. En el terreno político, se mostró contrario a la autocracia de Luis XIV y abogó por un
mayor peso y poder de la nobleza en la alta política, lo cual le impidió desempeñar cargos
de relevancia. Llevó a cabo algunas misiones diplomáticas, en calidad de embajador, hasta
que, tras la muerte del regente, decidió retirarse de la vida pública y dedicar su tiempo al
estudio y a la redacción de ensayos históricos sobre la Iglesia y la alta nobleza, y, sobre todo,
a su obra capital, sus Memorias (1739-1752), que había soñado escribir desde joven, y en las
cuales se muestra como un certero observador de su tiempo, con gran talento en la
recreación de ambientes, aunque con tintes parciales en el juicio de hechos y personajes.

Descendía de una antigua familia de caballeros; era hijo único de un hombre muy rico de 68
años, nombrado duque y par por Luis XIII de Francia, y de una madre de menos de 30,
perteneciente a una familia de ministros. Emparentado con las familias más poderosas y
prestigiosas de la época, el recién nacido fue sostenido en la fuente bautismal por Luis XIV y
la reina María Teresa de Austria, en Versalles.
Compañero de juegos y de estudio del duque de Chartres, sobrino del rey, fue educado en
una atmósfera rigurosa y un poco triste. Recibió una educación sólida, especialmente en
historia, filosofía y teología, y conoció el alemán a la perfección. En 1690 hizo sus ejercicios
de esgrima y de danza en una academia de equitación, antes de entrar en los mosqueteros
al año siguiente. Su carrera militar tuvo poco brillo y se retiró de ella en 1702.
Entre 1700 y 1715, su vida fue la de un cortesano que intrigaba de forma muy activa para
preparar la sucesión del Rey Sol, cuya autocracia le indignaba. La muerte del duque de
Borgoña, en la que vio un signo de la cólera divina contra el absolutismo de Luis XIV, le
produjo un profundo abatimiento y le inspiró una ardiente Lettre anonyme au Roi (1712). A
la muerte del rey, entró por fin en el Consejo de Regencia. Pero Felipe II de Orleans se
mostró menos dócil de lo que esperaba y poco a poco fue disminuyendo su influencia en la
Corte hasta que se alejó definitivamente de ella y se retiró a sus tierras, en La Ferté-Vidame.
A partir de entonces se dedicó por completo al estudio. Se le había confiado el Diario de la
Corte de Francia del marqués de Dangeau, memorial de todo lo que había ocurrido en la
Corte entre 1684 y 1720, y Saint-Simon hizo adiciones al mismo durante diez años, las cuales
constituyeron la materia prima de las futuras Memorias. En 1739 se volcó en la redacción de
sus Memorias, que cubrían los años de 1691 a 1723. Esos once años (1739 a 1750) le
permitieron componer su versión del fin del "siglo de Luis XIV" y de la Regencia,
defendiendo una concepción estrictamente jerárquica de la sociedad. En 1746 redactó su
último texto importante, el Parallèle des trois premiers Bourbons, panegírico de Luis XIII,
presentado como un rey más grande que su padre Enrique IV y que su hijo Luis XIV. El final
de la existencia de Saint-Simón fue sombrío: cubierto de deudas, había perdido a su amada
mujer en 1743, y en 1746 y 1754 fallecieron sus dos hijos.
Las Memorias de Saint-Simón
Escritas con la clara intención de dar un cuadro completo de la vida y de la política de la
Corte de Versalles, y basadas en el testimonio directo del propio Saint-Simón, las Memorias
sobre el reinado de Luis XIV y la Regencia abarcan un espacio de tiempo de más de 30 años
(de 1691 a 1723), por lo que llega a tratar incluso de la "Regencia" de Felipe II de Orleans,
con frecuentes digresiones que ilustran la época anterior al 1691; sin embargo, el mayor
interés del relato radica en los últimos lustros del reinado del Rey Sol, por lo que el libro fue
titulado por algunos editores Memorias de la Corte de Luis XIV. Valiéndose del material
recogido desde su primera juventud, Saint-Simón se dedicó primero, a partir de 1723, a
componer escritos diversos de historia y política; hacia 1730 empezó a anotar el Diario de la
Corte de Francia de Dangeau, que le sirvió más tarde de guía en la composición de las
Memorias, en las que confluyó todo el material de sus estudios precedentes.
Desde el punto de vista de la exactitud histórica, la obra es de valor bastante desigual y todo
lo contrario de imparcial. Saint-Simón es enemigo declarado de Luis XIV y de su reinado ("ce
long règne de vile bourgeoisie"); el absolutismo, la centralización del gobierno y la
nivelación política de las clases sociales ante la autoridad regia le parecen la ruina de
Francia. La única solución posible es para él un retorno al régimen feudal, en el que los
duques y pares de Francia (es decir, los nobles de su rango) recobren toda la autoridad
tradicional. La innata honradez de su alma y la sinceridad de su fe religiosa sirven para
hacerle tolerante al menos en este campo (de hecho, reprobó la Revocación del Edicto de
Nantes); pero para todo lo demás es un ciego y estrecho "laudator temporis acti", dispuesto
a criticar sin discernimiento cualquier novedad, y defensor ridículamente puntilloso y
formalista de todas las prerrogativas y los privilegios tradicionales de la nobleza.
Su apasionamiento le induce a formular una cantidad de juicios políticos de increíble
ingenuidad y a alterar incluso, alguna vez de buena fe, la verdad de los hechos. Por otra
parte, su espíritu novelesco, preocupado siempre en escudriñar detrás de los bastidores de
la escena histórica, dispuesto a creer el menor chisme ligado casi siempre a los testimonios
orales, lo lleva a aceptar como verdad una cantidad de noticias y de rumores que la historia
ha reconocido como infundados.
Sin embargo, su obra es de capital importancia para la historia de las costumbres, y es un
monumento literario de los más grandiosos y característicos de la literatura francesa; este
implacable y malévolo testimonio, este hombre de mente estrecha y lleno de prejuicios, es,
por naturaleza, un psicólogo de maravillosa profundidad y seguridad, capaz de expresarse
en la forma más precisa, pintoresca y genial que haya alcanzado nunca la prosa del "siglo de
oro". Su obstinación en buscar siempre la verdad por encima de las apariencias le sirve aquí
admirablemente; no sabe valorar el verdadero alcance de los hechos, carece de sentido
político, pero siente profundamente el drama de la vida del individuo en relación con su
grupo social; capta la verdad de las almas, atisba el secreto mecanismo de los sentimientos
y de las pasiones, revela con certera intuición el desarrollo de las ambiciones, del amor
propio, de los profundos afectos y de las tenaces vanidades que gobiernan las acciones de
sus personajes.
Sus treinta volúmenes son, pues, una inmensa galería de insuperables "retratos", sin que
por otra parte se le escape el sentido de las masas ni la fisonomía de los grupos. La vida de
la Corte de Versalles revive en sus páginas como en un desmesurado fresco con estilo
personalísimo, donde la expresión rebuscada alterna con la frase trivial, el vocablo selecto
con las palabras más brutalmente vulgares, y las leyes de la sintaxis quedan infringidas por
el impetuoso vigor de su apasionado temperamento. Saint-Simón pone un gran
refinamiento psicológico al servicio de sus incomparables cualidades de escritor nato. La
obra permaneció inédita durante todo el siglo XVIII (época típicamente cerebral, en la que
Saint-Simón hacía un papel de superviviente); los pocos que la conocieron manuscrita
(Duclos, Mme. du Deffand) la consideraron carente de interés literario. Publicada en 1830,
fue, en cambio, apasionadamente leída y exaltada por la primera generación de los
románticos.

Étienne Cabet
(Dijon, Francia, 1788 - Saint Louis, Estados Unidos, 1856) Teórico socialista francés. Étienne
Cabet ejerció como profesor y como abogado y, ya desde muy joven, se interesó por los
acontecimientos políticos del país. Fue carbonario y participó activamente en la revolución
de 1830. Aceptó, posteriormente, la coronación de Luis Felipe de Orleans, lo cual le permitió
ser nombrado procurador general de la isla de Córcega. A pesar de sus opiniones políticas,
de marcado carácter progresista y a menudo muy críticas con el sistema vigente, fue elegido
diputado en 1831.

Más adelante, en 1834, fundó Le Populaire, periódico cuyas páginas utilizó para dar a
conocer su ideario político. Ello le acarreó varios problemas con la justicia gala, que a la
postre lo condenó. Para evitar la condena, Cabet buscó refugio en el Reino Unido, donde
tuvo ocasión de conocer de primera mano las tesis de Robert Owen. Éstas causaron en él
una profunda impresión e influyeron en sus obras posteriores. Además de Owen, otra gran
influencia en la obra de Cabet fue la de Tomás Moro, de quien recogió la preocupación por
los más desfavorecidos.
En 1840 publicó Viaje a Icaria, novela que le reportó una merecida fama y en la que trazó las
líneas generales de lo que debería ser una sociedad ideal. En todas sus obras se mostró
partidario de implantar un régimen económico basado en la colectivización de las fuerzas de
producción. Asimismo, quiso implantar dicha sociedad ideal en Francia, pero al no
conseguirlo se trasladó, junto a varios centenares de sus seguidores, a Estados Unidos.
En 1848 se instalaron en Texas, donde les llegó la noticia de que una comunidad mormona
había abandonado la población de Nauvoo, en Illinois, y a ella se trasladaron con intención
de fundar Icaria. Sin embargo, las divisiones internas entre los primeros fundadores y las
nuevas generaciones motivaron que Cabet, junto a 180 seguidores, la abandonara y se
dirigiera a Saint Louis, donde en 1856 fundó una nueva Icaria. Paralelamente, también en
Iowa y en California se fundaron nuevas comunidades socialistas, las cuales, junto con la de
Nauvoo, se mantuvieron durante cerca de cincuenta años. No obstante, fueron perdiendo
progresivamente el espíritu original y Cabet, muy desengañado, se suicidó.

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