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“el sentido de la necesaria eticidad que connota expresivamente la naturaleza de la práctica educativa, en cuanto práctica
formadora”..., …“Es por esta ética inseparable de la práctica educativa, no importa si trabajamos con niños, jóvenes o adultos,
por la que debemos luchar. Y la mejor manera de luchar por ella es vivirla en nuestra práctica, testimoniarla, con energía, a los
educandos en nuestras relaciones con ellos”(Freire, 2004).
la humildad para admitir las propias fisuras y trabajar en pos de nuestra
profesionalización advirtiendo que hay otras versiones posibles y qué hay una
construcción previa en nuestro entorno, ya desactualizada, sobre la que muchas
veces no se ha realizado ningún tipo de interpelación, por ende tampoco se ha
podido decidir. Freyre en su libro pedagogía de la autonomía: necesarios para la
práctica educativa plantea que enseñar también implica asumir lo nuevo, implica
riesgo y rechazar cualquier tipo de discriminación “Es propio del pensar acertado la
disponibilidad al riesgo, la asunción de lo nuevo que no puede ser negado o recibido
sólo porque es nuevo, así como el criterio de rechazo a lo viejo no es solamente
cronológico. Lo viejo que preserva su validez o que encarna una tradición o marca
una presencia en el tiempo continúa nuevo. También el rechazo definitivo a
cualquier forma de discriminación forma parte del pensar acertadamente nuestro
hacer como docentes. La práctica prejuiciosa de raza, clase, género, ofende la
sustantividad del ser humano y niega radicalmente la democracia” (Freyre,2004). Es
urgente llevar adelante prácticas qué enriquezcan y abran opciones y direcciones
múltiples al momento de diseñar, coordinar y analizar situaciones vinculadas a
nuestro hacer docente en camino a un hacer más actual, relacional, sensible y
menos funcionalista y tecnicista.
La posibilidad de modificar nuestro hacer considerando prácticas más plurales y
horizontales, singulares y afectuosas desde la flexibilización de ese estatus y la
decisión política de generar (o iniciar) una modificación flexible y progresiva de
algunos lugares conocidos, muchas veces de autoafirmación (altamente exigentes y
perjudiciales para nuestro rol docente) y de Advertir cuál es el lugar desde el cual
parte de nuestra experiencia como sujetes actuales de la producción del saber que
lo que hacen es, parafraseando a Freire, fomentar y crear posibilidades de
producción o construcción del conocimiento, no transferirlo. Revisar abordajes y
conceptos, como el de transmisión del conocimiento2, nos actualiza y propicia la
generación de espacios de interacción y diálogo en relación al conocimiento;
espacios que abren posibles en el cuerpo de docentes y estudiantes, que potencian
las capacidades de análisis, la confianza y el desarrollo de saberes emergentes
plurales. Espacios que ponen en valor los saberes previos y las experiencias del
alumnado, fomentando así la posibilidad de transcurrir por un aprendizaje vincular,
crítico, amable, placentero y disfrutable, emancipador, con potencia transformadora.
donde se generen versiones posibles a partir de sujetos dialogantes que ponen en
valor su propia singularidad, su condición humana de inacabamiento. “El profesor
que piensa acertadamente deja vislumbrar a los educandos que una de las bellezas
de nuestra manera de estar en el mundo y con el mundo, como seres históricos, es
2
Al respecto Freyre, 2004 escribe “Saber que enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las
posibilidades para su propia producción o construcción. Cuando entro en un salón de clases debo
actuar como un ser abierto a indagaciones, a la curiosidad y a las preguntas de los alumnos, a sus
inhibiciones; un ser crítico e indagador, inquieto ante la tarea que tengo -la de enseñar y no la de
transferir conocimientos. Es preciso insistir: este saber necesario al profesor -que enseñar no es
transferir conocimiento- no sólo requiere ser aprehendido por él y por los educandos en sus razones
de ser -ontológica, política. Ética, epistemológica, pedagógica, sino que también requiere ser
constantemente testimoniado, vivido”
la capacidad de, al intervenir en el mundo, conocer el mundo. Pero, histórico como
nosotros, nuestro conocimiento del mundo tiene historicidad. Al ser producido, el
nuevo conocimiento supera a otro que fue nuevo antes y envejeció y se "dispone" a
ser sobrepasado mañana por otro. De allí que sea tan importante conocer el
conocimiento existente cuanto saber que estamos abiertos y aptos para la
producción del conocimiento aún no existente. Enseñar exige respeto a los saberes
de los educandos: por eso mismo pensar acertadamente impone al profesor o, en
términos más amplios, a la escuela, el deber de respetar no sólo los saberes con
que llegan los educandos, sobre todo los de las clases populares -saberes
socialmente construidos en la práctica comunitaria-, sino también, como lo vengo
sugiriendo hace más de treinta años, discutir con los alumnos la razón de ser de
esos saberes en relación con la enseñanza de los contenidos” (Freire, 2004).
Respecto de la transmisión del conocimiento cito las palabras de Verónica Edwards
R. “En la particular concreción que el conocimiento adquiere al ser transmitido, éste
se define de diversas maneras, según como se articula una determinada lógica de
interacción de las relaciones sociales en el aula con una determinada lógica del
contenido. El conocimiento escolar es apropiado y significado en una relación social,
no es una “cosa” que se trasmite inalterada; se transforma en su circulación, los que
lo transforman son los sujetos. Un mismo contenido propuesto por el programa, por
ejemplo, “aparato digestivo” puede ser transmitido como forma de conocimiento
tópico, como operación o situacional por distintos maestros. Ello es así porque el
sujeto es el lugar donde el conocimiento se “transforma” en una particular
explicación de la realidad: esta concreción por tanto, no es estable, homogénea,
unívoca para toda situación social. La transformación (cambio de forma) del
conocimiento tiene relación con la historia específica de relación con el
conocimiento de los maestros, en tanto maestros y en tanto mujeres y hombres: y
con la historia de los alumnos en el mismo sentido: historias que se ponen en juego
en la lógica de la interacción en el salón” (Edwards, 1989)
Entender la importancia sociocultural de nuestro hacer docente nos permite
reconocer, recordar y ver que hay distintos procesos y momentos, dentro del
sistema educativo, en los cuales siempre se sigue aprendiendo; que la educación y
el aprendizaje como experiencias son procesos expandibles, cambiantes, situados y
sensibles y que ni el lugar de les docentes ni las dinámicas de trabajo en el aula son
inmutables. Recuerdo, al escribir esto, a Daniel Brailovsky quien en la clase sobre
viejas tecnologías en tiempo de cuarentena habla de ser arquitectes y anfitriones
para producir una experiencia donde las relaciones, la empatía y sensibilidad y las
herramientas adecuadas son más que importantes. Les docentes podemos
construir prácticas a través de distintos métodos que generen en el aula instancias
de encuentro y diálogo, podemos leer los tiempos y espacios necesarios para les
estudiantes y para nosotres en relación a determinadas situaciones, podemos
situarnos y darnos lugar mutuamente para enriquecer y posibilitar la educación
como una experiencia expansiva.
Para terminar no quería dejar de nombrar que me queda más que clara la
importancia del análisis didáctico de las propuestas que llevamos al aula, para
crecer para mejorar para rescatar lo que ha funcionado y enriquece la clase y para
poder construir saberes acerca de las propias prácticas de enseñanza. El análisis de
nuestro trabajo en la educación también desde la perspectiva del mismo como
práctica social juega un rol muy importante, hay cambios que se vienen dando de
los que formamos parte cada vez más activamente y eso es un montón para la
educación en todos los niveles.
Bibliografía
Dussel, Inés y Caruso, Marcelo. 1999 La invención del aula. Una genealogía de las
formas de enseñar. Santillana, Buenos Aires.