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entonces el pequeño se tira al piso y, entre llantos, se sacude, grita y, si uno de sus
progenitores se le acerca, lo muerde o le da patadas. ¿A quién no le resulta familiar
esta escena?
Un ejemplo. Hace un par de años, Mariana (38, relacionadora pública), quedó para
ir al teatro con Pedro (39), abogado y su pareja de entonces. Antes de la función,
pasaron por un negocio. Pedro le preguntó a Mariana si quería un chocolate, ya que
él pretendía comprar una barra grande. Ella le dijo que no. Pedro hizo un
escándalo, porque iba a tener que comer solo, y no compró el
chocolate. Fue la primera vez que ella lo vio como si fuera un niño. Más adelante,
no pudo con sus escenas y lo dejó. “En ese caso, la reacción de él pudo tener que ver
con no tener control de la relación o con tener que restringirse, aunque podría
haber comprado el chocolate, comer la mitad y guardar la otra mitad para
después. Hubo una frustración frente al hecho de que la otra persona no
hiciera lo que él quería”, comenta Valenzuela.
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La gente que hace berrinches acostumbra decir cosas como “me nublé” o “me fui a
negro”. En el fondo, que no ha podido controlar sus emociones. Es como si “les
saliera” el infante que llevan dentro. En el caso de los niños, “detrás hay padres que
no ponen límites”. Valenzuela subraya la importancia de educarlos en vínculos
emocionales seguros y con tolerancia a la frustración. “Hay que fomentar la
espera. Enseñarles que si tienen hambre, tienen que esperar cinco minutos a que
la madre caliente la comida. O que si la familia está a la mesa, y quieren hablar, tal
vez no es que los demás tengan que callarse para que ellos hablen, sino que tienen
que esperar hasta que les toque. Que tienen que hacer cosas que no les
gustan, como ordenar la pieza. Si no, uno está criando futuros adultos
que solo buscan la autosatisfacción”.
Para lograr una transformación, alguien mayor que sufre pataletas endemoniadas
tendría que hacer un análisis profundo de sus acciones y consecuencias. “La
reflexión instala el cambio. Tendría que preguntarse, ¿cómo les afecta a sus hijos
verlo fuera de sus cabales pegándole al computador?”.
Con respecto a los demás, en lugar de intentar controlar lo que digan o hagan, es
importante el desarrollo del autocontrol para mantener relaciones
sanas. “Una persona tiene que profundizar en sí misma, comprender”, afirma
Valenzuela. “Si la impulsividad comanda su vida, sería bueno que busque ayuda”.