Está en la página 1de 4

Un niño de tres o cuatro años pide que le compren algo, sus padres le dicen que no,

entonces el pequeño se tira al piso y, entre llantos, se sacude, grita y, si uno de sus
progenitores se le acerca, lo muerde o le da patadas. ¿A quién no le resulta familiar
esta escena?

Los berrinches son arrebatos emocionales que ocurren cuando no se


puede obtener algo. Su intensidad es tal, que sobrepasa la capacidad para
reconocer o controlar dichas emociones, y estas se expresan de manera inadecuada.
Contrariamente a lo que se cree, las pataletas también son cosas de
grandes. “En los adultos toman formas más sofisticadas, autodestructivas: puede
que las personas se alcoholicen, dejen de ir al trabajo, se vuelvan negligentes”,
explica Paz Valenzuela, psicóloga y docente de la Universidad Diego Portales.

Si bien las rabietas ocasionales se consideran parte del desarrollo normal en la


infancia, reaccionar desmesuradamente o comportarse como un
energúmeno en la adultez no es lo esperable, aunque un individuo pueda
sentirse decepcionado, enrabiado o triste frente a una situación determinada o a lo
que desea de otra persona. Ahora, como dice Valenzuela, “hay adultos más
infantilizados, menos sofisticados en su expresión de molestia y en la manera de
resolver conflictos”.

Un ejemplo. Hace un par de años, Mariana (38, relacionadora pública), quedó para
ir al teatro con Pedro (39), abogado y su pareja de entonces. Antes de la función,
pasaron por un negocio. Pedro le preguntó a Mariana si quería un chocolate, ya que
él pretendía comprar una barra grande. Ella le dijo que no. Pedro hizo un
escándalo, porque iba a tener que comer solo, y no compró el
chocolate. Fue la primera vez que ella lo vio como si fuera un niño. Más adelante,
no pudo con sus escenas y lo dejó. “En ese caso, la reacción de él pudo tener que ver
con no tener control de la relación o con tener que restringirse, aunque podría
haber comprado el chocolate, comer la mitad y guardar la otra mitad para
después. Hubo una frustración frente al hecho de que la otra persona no
hiciera lo que él quería”, comenta Valenzuela.

El berrinche se relaciona con la impulsividad, la frustración y la


rabia. También puede evidenciar trastornos de personalidad. Es una “llamada
estéril al otro, porque no sirve de nada. Tiene que ver con el desarrollo del sujeto
con menos herramientas para hacer frente a la vida, con logros que no se han
tenido, con una falta del sentido del yo que permita gestionar mejor las
frustraciones”. Según Valenzuela, un adulto con rabieta es comparable a un crío
que “consigue que le compren el autito en el supermercado, pero que, a la quinta
vez, dejan de llevarlo. No hay cambio ni crecimiento. Es una demostración
de molestia sin lenguaje, de no tolerar la espera y pasar al acto”.
A medida que crecen, los seres humanos desarrollan métodos socialmente
adecuados para manifestar la rabia y otras emociones. Expresar los sentimientos
verbalmente sería preferible, en lugar de desplegar conductas que dañen a otros.
Suena obvio, pero no lo es, sobre todo para quienes se ven superados por
acontecimientos que los frustran. Hay adultos que se desquitan con objetos:
le pegan un puñetazo a la pared o golpean una laptop. “Es un alivio
temporal de la frustración, pero no soluciona nada”.

Entre los efectos de estas conductas irracionales se cuentan desgaste emocional y


temor, no solo de los otros hacia de la persona que hace pataletas, sino también de
esta. “Si hay instancia de reflexión, se pregunta: ¿Por qué me está pasando
esto?, ¿por qué tiro el computador lejos? Hay reflexión a posteriori, porque en el
momento la persona está tomada por sus emociones”, señala Valenzuela. Es como
si fuera un “Hulk” de no ficción.

Más sobre Sociedad

El conflicto de quién lava los platos o hace el aseo en casa: ¿Hasta que las tareas domésticas nos separen?

8 OCT 2021

Proyecto Santiago en Cleta: U. de Chile crea el “Waze” de las bicicletas con información de rutas y mapas para este
medio de transporte

7 OCT 2021

Sex Education: La serie que necesitábamos ver en la adolescencia

6 OCT 2021

El que haya alguien propenso a los berrinches en un entorno familiar implica el


peligro de que “se vaya instalando el círculo de violencia. Es muy probable que
aquel que sufre pataletas de adulto, las haya tenido de niño. Es
complicado: ¿cómo toleras un ‘no’, si no puedes?”, plantea Valenzuela, que es
psicoterapeuta de niños y adolescentes. Sobre este punto, hace un alcance: “Todos
los maltratadores tienen problemas con la impulsividad, pero no todos los que
tienen problemas con la impulsividad son maltratadores”.

Del “me fui a negro” al autocontrol


Vivir o trabajar con un adulto que experimenta pataletas frecuentes puede resultar
agobiante, ya que en esos momentos pareciera que sus sentimientos son los
únicos que cuentan. Por lo tanto, no muestran ninguna consideración hacia los
demás.

La gente que hace berrinches acostumbra decir cosas como “me nublé” o “me fui a
negro”. En el fondo, que no ha podido controlar sus emociones. Es como si “les
saliera” el infante que llevan dentro. En el caso de los niños, “detrás hay padres que
no ponen límites”. Valenzuela subraya la importancia de educarlos en vínculos
emocionales seguros y con tolerancia a la frustración. “Hay que fomentar la
espera. Enseñarles que si tienen hambre, tienen que esperar cinco minutos a que
la madre caliente la comida. O que si la familia está a la mesa, y quieren hablar, tal
vez no es que los demás tengan que callarse para que ellos hablen, sino que tienen
que esperar hasta que les toque. Que tienen que hacer cosas que no les
gustan, como ordenar la pieza. Si no, uno está criando futuros adultos
que solo buscan la autosatisfacción”.

Para lograr una transformación, alguien mayor que sufre pataletas endemoniadas
tendría que hacer un análisis profundo de sus acciones y consecuencias. “La
reflexión instala el cambio. Tendría que preguntarse, ¿cómo les afecta a sus hijos
verlo fuera de sus cabales pegándole al computador?”.

Con respecto a los demás, en lugar de intentar controlar lo que digan o hagan, es
importante el desarrollo del autocontrol para mantener relaciones
sanas. “Una persona tiene que profundizar en sí misma, comprender”, afirma
Valenzuela. “Si la impulsividad comanda su vida, sería bueno que busque ayuda”.

También podría gustarte