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Algunos prolongan la infancia hasta los 14 años y sitúan la adolescencia entre los 14 y 18 años, como una simple
transición hacia la edad adulta. Aquellos que la detienen en términos de crecimiento se sienten tentados de
prolongación hasta los 20 años. Algunos sociólogos reducen la adolescencia a un capítulo final de la infancia.
Concepto de adolescencia como “mutación”: el adolescente pasa por una muda, transición, del cual no puede
decir nada, resultando molesto para los adultos.
La debilidad del adolescente: La sociedad tiene interés en que el adolescente no pierda el tiempo en una vida de
beneficiado, pero esa preocupación lleva también al exceso de estimular demasiado a un niño de 11 años a no ser un
niño prolongado. Si bien no hay que dormirse, tampoco hay que precipitar las cosas.
“Siempre te portas como un niño, pero ya no eres un niño” Este tipo de lenguaje es totalmente pernicioso y
culpabilizante.
Igualmente, él no les presta atención a estas palabras, lo haría si fuese uno de sus compañeros quien se lo dijera.
Pero los padres dejan de ser los valores de referencia. Es también muy vulnerable a las observaciones procedentes
de otros adultos que tienen el papel de mandar jóvenes. El papel de las personas ajenas a la familia que conocen
al adolescente es muy importante durante algunos meses. Durante ese período reproduce la fragilidad del bebé que
nace, sumamente sensible a lo que ve y lo que ello con respecto a él. Pero, desgraciadamente, la gente no sabe cuál
es ese período sensible para dicho joven.
La inopia es debilidad de la adolescencia. Ponemos como ejemplo a las langostas que pierden su caparazón. Hasta que tengan
el próximo, si reciben golpes, quedan heridos para siempre. Su nuevo caparazón cubrirá las cicatrices, pero no las borrará .
¿La sexualidad podría ser un recurso para ellos? No tienen vida sexual si no es a través de la imaginación. La
masturbación, de remedio de su depresión, se convierte en trampa, porque de este modo se descargan
nerviosamente y tienen más dificultad para enfrentar la realidad.
Sus deficiencias, mucho más imaginarias que reales, son alimentadas por frases inoportunas de las madres “No
llegarás a ser nadie”, o por alguno que lo hace ruborizar “¿Esa es tu novia?”. Resulta espantoso para un joven ser
descubierto así y que quede expuesto el sentimiento precoz que experimenta; ello puede llevarlo verdaderamente a
la masturbación.
Desgraciadamente, como se satisface de manera imaginaria, carece de la fuerza para ir a buscar en otro ser humano
(real), el apoyo para salir de esta trampa en la que lo han encerrado adultos indiferentes o agresivos. Existen adultos
celosos de esta “edad ingrata”. Recuerdan que ellos fueron maltratados y cometen el mismo error con otros.
Cuando un joven comienza a tener ideas propias los adultos lo desalientan “No estás en edad de pensar”, en lugar de
darle la palabra “¿Esto te interesa? ¿Cuál es tu opinión?”. El padre quiere seguir teniendo la supremacía, no saben
ser padres de adolescentes. Principalmente frente a su mujer y su hija, pero cuando están a solas los entienden
mejor. El adolescente que fue interrumpido o subestimado en la casa, no se atreve a expresarse en otros lugares
donde el hacerlo le conferiría valor, ya que fue desvalorizado en la casa.
Es a los educadores a los que les corresponde darle la voz al niño, pidiéndole su opinión. Y no solo a aquellos más
dados, sino también a aquellos más callados. Estos últimos reconocerán que, a pesar de no estar entre los activos, el
profesor los tiene en cuenta. El profesor puede salvar a un muchacho que este abrumado por sus padres. El
adolescente también reacciona a todo lo positivo que se hace por él, solo que no lo manifiestan en el mismo
momento. Por eso hay que insistir a los adultos en perseverar que, aunque el joven parezca “tomarles el pelo”
cuando son varios, cuando está solo, esta persona es para ellos muy importante.
De los 11 a los 13 años están en un punto de máxima fragilidad: tienen rubores, se tapan la cara con el cabello,
sienten vergüenza, etc. La época difícil es la preparación de la primera experiencia amorosa. El joven la desea, pero
le teme al mismo tiempo. El alta estadística de conductas suicidas plantea ¿Lo problemático es la primera relación
sexual o cierta necesidad de experimentar la muerte? Son indisociables porque precisamente, el riesgo del primer
amor, es experimentado como la muerte de la infancia.
En nuestra sociedad los jóvenes no reciben ayuda, no tenemos ritos de iniciación, pruebas colectivas a niños de la
misma edad. A los niños, aunque no estaban igualmente maduros, la sociedad les reconocía que habían superado la
iniciación. Los jóvenes de hoy no son conducidos a la otra orilla y se ven obligados a conseguir ese derecho por sí
mismos. El hecho que marca el fin del estado de la infancia es poder disociar la vida imaginaria de la realidad. Tras la
crisis del Edipo, el muchacho enamorado de la madre y rival del padre, el fuego se apaga y el niño entra en la
latencia, se resigna a esperar el futuro. Comprende que no podrá encontrar u objeto de amor dentro de la familia.
A los 11 años se presentan los primeros indicios de sexualidad, antes de que el cuerpo entre en juego, sienten un
amor imaginario por modelos, ídolos de masa que han sucedido a los héroes de ayer.
La primera vida imaginaria que se inicia a los 3 o 4 años, pone la mira en las personas del grupo próximo al niño
(padre, madre, hermanos, etc.). Está en relación con el mundo exterior mediante las opiniones de los padres, pero
no le interesa directamente salvo por grandes acontecimientos (guerras, catástrofes, etc.). Los niños son
enteramente la opinión de los padres, cuando ellos discrepan, tienen dificultades para pensar por su cuenta.
Pero, desde los 11 años, estallará el problema latente en su segunda vida imaginaria. El padre que no ama porque se
ha divorciado de la madre, la madre que está mal vista por los dichos del padre, la abuela que no se lleva con su
nuera, conflictos de relación que trastornan la vida imaginaria de un chico de entre 9 y 11 años, pero cuyos efectos
no se ven hasta los 11 años; sigue teniendo dificultades para distinguir la realidad de lo imaginario. Pero si todo va
bien, en un segundo mundo imaginario, el niño no necesitará tomar sus modelos dentro de la familia, aunque sigue
contando con la familia como valor-refugio, pero sus modelos serán exteriores. Toda su energía se dirige ahora hacia
el grupo de compañeros de la escuela, deportivos, etc. Y hacia la vida imaginaria que pueden proporcionar la TV, las
lecturas o las invenciones en los juegos. Fantasea con lo que pasa en el exterior.
Cuando llega la adolescencia, este mundo imaginario exterior le provocará salir. Salir a hacer eso que fantaseaban.
Es atraído por pequeños grupos de jóvenes mayores que él a los que quiere integrarse. Entrará así a su adolescencia,
saliendo de la familia y mezclándose con estos grupos constituidos que tendrán momentáneamente para él un papel
de sostén extra familiar. No puede abandonar los modelos del medio familiar sin antes disponer de modelos de
relevo. No son sustitutos sino relevos. El relevo es saludable, el sustituto no. Los relevos identitarios, son móviles,
intercambiables, hoy me peino como uno, mañana camino como otro.
¿Cuál es la frontera que indica el final de la adolescencia? Los neurólogos dirán 20 años, cuando el tejido
cerebral queda totalmente construido. Los especialistas en crecimiento apuntaran al final de la osificación de la
clavícula, a los 25 años. Muchos factores sociales abogan por la emaciación juvenil. Pero los jóvenes se demoran en
el hogar en un estado de post adolescencia.
Entonces, ya que no se puede fijar una edad, ¿Cuál es el fin de la adolescencia? Se sale de la adolescencia cuando la
angustia de sus padres no le provoca ningún efecto inhibidor. Cuando son capaces de librarse de la influencia
paterna y no tiene sentido de culpa al abandonarlos. Esto no puede ser vivido antes de los 16 años porque la
sociedad no se lo permite. El joven no encuentra soluciones legales para abandonar a sus padres, las leyes no le
permiten a un joven ganarse la vida. El paso a la edad adulta es casi sinónimo de independencia económica.
Dejar de recibir dinero de los padres no es la solución si se lo sigue recibiendo de otro adulto. Esto es peor porque
surge un sentimiento de dependencia que no se tiene respecto a los padres. Lo que nuestros padres nos han dado, lo
devolvemos a nuestros hijos., pero lo que nos da una tercera persona culpabiliza mucho más porque esa donación
no será devuelta. Las influencias de esos protectores pueden truncar la libertad de sus protegidos, incluso más allá
de la muerte de esos “tutores” (Por ejemplo, la maestra que no le permitía a su tutora cursar estudios superiores). La
fidelidad hacia quien nos subvenciona sin pertenecer a la familia es mucho mayor. A la familia se le es infiel (el
pájaro “… Yo no puedo prometer que te voy a cuidar tanto, lo que si te puedo prometer es que voy a cuidar a mis
hijos así como vos nos cuidas a nosotros...”). Un joven tiene la necesidad de amar a personas de su edad, y de
formarse a través de su generación y no seguir dependiendo de alguien de una generación anterior. Es un modelo
desestructurado. Momentáneamente, parece ayudar al joven a realizarse, pero en realidad lo aplasta, porque el
joven cree estar en deuda. Esto no le permite seguir creciendo y termina pasando a ser patológico.