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Doltó- “La causa de los adolescentes” – 1988

 Algunos prolongan la infancia hasta los 14 años y sitúan la adolescencia entre los 14 y 18 años, como una simple
transición hacia la edad adulta. Aquellos que la detienen en términos de crecimiento se sienten tentados de
prolongación hasta los 20 años. Algunos sociólogos reducen la adolescencia a un capítulo final de la infancia.

Concepto de adolescencia como “mutación”: el adolescente pasa por una muda, transición, del cual no puede
decir nada, resultando molesto para los adultos.
La debilidad del adolescente: La sociedad tiene interés en que el adolescente no pierda el tiempo en una vida de
beneficiado, pero esa preocupación lleva también al exceso de estimular demasiado a un niño de 11 años a no ser un
niño prolongado. Si bien no hay que dormirse, tampoco hay que precipitar las cosas.
“Siempre te portas como un niño, pero ya no eres un niño” Este tipo de lenguaje es totalmente pernicioso y
culpabilizante.
Igualmente, él no les presta atención a estas palabras, lo haría si fuese uno de sus compañeros quien se lo dijera.
Pero los padres dejan de ser los valores de referencia. Es también muy vulnerable a las observaciones procedentes
de otros adultos que tienen el papel de mandar jóvenes. El papel de las personas ajenas a la familia que conocen
al adolescente es muy importante durante algunos meses. Durante ese período reproduce la fragilidad del bebé que
nace, sumamente sensible a lo que ve y lo que ello con respecto a él. Pero, desgraciadamente, la gente no sabe cuál
es ese período sensible para dicho joven.
La inopia es debilidad de la adolescencia. Ponemos como ejemplo a las langostas que pierden su caparazón. Hasta que tengan
el próximo, si reciben golpes, quedan heridos para siempre. Su nuevo caparazón cubrirá las cicatrices, pero no las borrará .

¿La sexualidad podría ser un recurso para ellos? No tienen vida sexual si no es a través de la imaginación. La
masturbación, de remedio de su depresión, se convierte en trampa, porque de este modo se descargan
nerviosamente y tienen más dificultad para enfrentar la realidad.
Sus deficiencias, mucho más imaginarias que reales, son alimentadas por frases inoportunas de las madres “No
llegarás a ser nadie”, o por alguno que lo hace ruborizar “¿Esa es tu novia?”. Resulta espantoso para un joven ser
descubierto así y que quede expuesto el sentimiento precoz que experimenta; ello puede llevarlo verdaderamente a
la masturbación.
Desgraciadamente, como se satisface de manera imaginaria, carece de la fuerza para ir a buscar en otro ser humano
(real), el apoyo para salir de esta trampa en la que lo han encerrado adultos indiferentes o agresivos. Existen adultos
celosos de esta “edad ingrata”. Recuerdan que ellos fueron maltratados y cometen el mismo error con otros.
Cuando un joven comienza a tener ideas propias los adultos lo desalientan “No estás en edad de pensar”, en lugar de
darle la palabra “¿Esto te interesa? ¿Cuál es tu opinión?”. El padre quiere seguir teniendo la supremacía, no saben
ser padres de adolescentes. Principalmente frente a su mujer y su hija, pero cuando están a solas los entienden
mejor. El adolescente que fue interrumpido o subestimado en la casa, no se atreve a expresarse en otros lugares
donde el hacerlo le conferiría valor, ya que fue desvalorizado en la casa.
Es a los educadores a los que les corresponde darle la voz al niño, pidiéndole su opinión. Y no solo a aquellos más
dados, sino también a aquellos más callados. Estos últimos reconocerán que, a pesar de no estar entre los activos, el
profesor los tiene en cuenta. El profesor puede salvar a un muchacho que este abrumado por sus padres. El
adolescente también reacciona a todo lo positivo que se hace por él, solo que no lo manifiestan en el mismo
momento. Por eso hay que insistir a los adultos en perseverar que, aunque el joven parezca “tomarles el pelo”
cuando son varios, cuando está solo, esta persona es para ellos muy importante.
De los 11 a los 13 años están en un punto de máxima fragilidad: tienen rubores, se tapan la cara con el cabello,
sienten vergüenza, etc. La época difícil es la preparación de la primera experiencia amorosa. El joven la desea, pero
le teme al mismo tiempo. El alta estadística de conductas suicidas plantea ¿Lo problemático es la primera relación
sexual o cierta necesidad de experimentar la muerte? Son indisociables porque precisamente, el riesgo del primer
amor, es experimentado como la muerte de la infancia.
En nuestra sociedad los jóvenes no reciben ayuda, no tenemos ritos de iniciación, pruebas colectivas a niños de la
misma edad. A los niños, aunque no estaban igualmente maduros, la sociedad les reconocía que habían superado la
iniciación. Los jóvenes de hoy no son conducidos a la otra orilla y se ven obligados a conseguir ese derecho por sí
mismos. El hecho que marca el fin del estado de la infancia es poder disociar la vida imaginaria de la realidad. Tras la
crisis del Edipo, el muchacho enamorado de la madre y rival del padre, el fuego se apaga y el niño entra en la
latencia, se resigna a esperar el futuro. Comprende que no podrá encontrar u objeto de amor dentro de la familia.
A los 11 años se presentan los primeros indicios de sexualidad, antes de que el cuerpo entre en juego, sienten un
amor imaginario por modelos, ídolos de masa que han sucedido a los héroes de ayer.
La primera vida imaginaria que se inicia a los 3 o 4 años, pone la mira en las personas del grupo próximo al niño
(padre, madre, hermanos, etc.). Está en relación con el mundo exterior mediante las opiniones de los padres, pero
no le interesa directamente salvo por grandes acontecimientos (guerras, catástrofes, etc.). Los niños son
enteramente la opinión de los padres, cuando ellos discrepan, tienen dificultades para pensar por su cuenta.
Pero, desde los 11 años, estallará el problema latente en su segunda vida imaginaria. El padre que no ama porque se
ha divorciado de la madre, la madre que está mal vista por los dichos del padre, la abuela que no se lleva con su
nuera, conflictos de relación que trastornan la vida imaginaria de un chico de entre 9 y 11 años, pero cuyos efectos
no se ven hasta los 11 años; sigue teniendo dificultades para distinguir la realidad de lo imaginario. Pero si todo va
bien, en un segundo mundo imaginario, el niño no necesitará tomar sus modelos dentro de la familia, aunque sigue
contando con la familia como valor-refugio, pero sus modelos serán exteriores. Toda su energía se dirige ahora hacia
el grupo de compañeros de la escuela, deportivos, etc. Y hacia la vida imaginaria que pueden proporcionar la TV, las
lecturas o las invenciones en los juegos. Fantasea con lo que pasa en el exterior.
Cuando llega la adolescencia, este mundo imaginario exterior le provocará salir. Salir a hacer eso que fantaseaban.
Es atraído por pequeños grupos de jóvenes mayores que él a los que quiere integrarse. Entrará así a su adolescencia,
saliendo de la familia y mezclándose con estos grupos constituidos que tendrán momentáneamente para él un papel
de sostén extra familiar. No puede abandonar los modelos del medio familiar sin antes disponer de modelos de
relevo. No son sustitutos sino relevos. El relevo es saludable, el sustituto no. Los relevos identitarios, son móviles,
intercambiables, hoy me peino como uno, mañana camino como otro.
¿Cuál es la frontera que indica el final de la adolescencia? Los neurólogos dirán 20 años, cuando el tejido
cerebral queda totalmente construido. Los especialistas en crecimiento apuntaran al final de la osificación de la
clavícula, a los 25 años. Muchos factores sociales abogan por la emaciación juvenil. Pero los jóvenes se demoran en
el hogar en un estado de post adolescencia.
Entonces, ya que no se puede fijar una edad, ¿Cuál es el fin de la adolescencia? Se sale de la adolescencia cuando la
angustia de sus padres no le provoca ningún efecto inhibidor. Cuando son capaces de librarse de la influencia
paterna y no tiene sentido de culpa al abandonarlos. Esto no puede ser vivido antes de los 16 años porque la
sociedad no se lo permite. El joven no encuentra soluciones legales para abandonar a sus padres, las leyes no le
permiten a un joven ganarse la vida. El paso a la edad adulta es casi sinónimo de independencia económica.
Dejar de recibir dinero de los padres no es la solución si se lo sigue recibiendo de otro adulto. Esto es peor porque
surge un sentimiento de dependencia que no se tiene respecto a los padres. Lo que nuestros padres nos han dado, lo
devolvemos a nuestros hijos., pero lo que nos da una tercera persona culpabiliza mucho más porque esa donación
no será devuelta. Las influencias de esos protectores pueden truncar la libertad de sus protegidos, incluso más allá
de la muerte de esos “tutores” (Por ejemplo, la maestra que no le permitía a su tutora cursar estudios superiores). La
fidelidad hacia quien nos subvenciona sin pertenecer a la familia es mucho mayor. A la familia se le es infiel (el
pájaro “… Yo no puedo prometer que te voy a cuidar tanto, lo que si te puedo prometer es que voy a cuidar a mis
hijos así como vos nos cuidas a nosotros...”). Un joven tiene la necesidad de amar a personas de su edad, y de
formarse a través de su generación y no seguir dependiendo de alguien de una generación anterior. Es un modelo
desestructurado. Momentáneamente, parece ayudar al joven a realizarse, pero en realidad lo aplasta, porque el
joven cree estar en deuda. Esto no le permite seguir creciendo y termina pasando a ser patológico.

Piaget- “seis estudios de la psicóloga”-


Desarrollo psíquico: marchas constantes hacia el equilibrio. Se evoluciona hasta llegar a un nivel evolutivo estable,
pasando por etapas.
El recién nacido y el lactante (0-2 años) Estadio sensorio-motriz.
La primera infancia (2-7 años) Estadio pre-operacional.
La infancia (7-12 años) Estadio de las operaciones concretas. Momento previo a la adolescencia, comienza
la escolaridad y aparece el pensamiento lógico.
Comienza a cooperar dejando de lado el egocentrismo y logra disociar su pensamiento del de los otros. Mantiene
una conducta de reflexión, piensa antes de actuar.
Aparecen sentimientos morales y voluntad, hay un gran respeto entre niños, la lealtad entre ellos tiene un peso muy
grande.
La adolescencia (12 años) Estadio de las operaciones abstractas.
La maduración del instinto sexual viene marcada por desequilibrios momentáneos, que convergen con una
coloración afectiva muy característica a todo ese último período de evolución psíquica. Si bien hay desequilibrio
provisional, las conquistas propias de la adolescencia aseguran al pensamiento y a la actividad un equilibrio superior
al que tenían durante la segunda infancia.
El pensamiento y sus operaciones.
Hacia los 12 años, empieza el auge en la dirección de la reflexión libre y desligada de lo real, ya que tiene lugar una
transformación fundamental en el pensamiento del niño que marca su final con respecto a las operaciones
construidas durante la segunda infancia: el paso del pensamiento concreto al pensamiento formal o hipotético
deductivo. Cuando el pensamiento del niño se aleja de lo real, es simplemente que sustituye los objetos ausentes
por su representación acompañada de creencia y equivalente a lo real. Después de los 11 o 12 años, el pensamiento
formal se hace posible, es decir que las operaciones lógicas comienzan a ser transportadas del plano de la
manipulación concreta al plano de las meras ideas, expresadas en un lenguaje cualquiera, pero sin el apoyo de la
percepción, ni la experiencia, ni siquiera la creencia. El pensamiento formal es hipotético deductivo, es decir que es
capaz de deducir las conclusiones que hay que sacar de puras hipótesis, y no solo de la observación real.
Las condiciones de construcción del pensamiento formal se tratan de “reflexionar” estas operaciones
independientemente de los objetos y de reemplazar a estos por simple proposiciones. Esta “reflexión” es como un
pensamiento de segundo grado: el pensamiento concreto es la representación de una acción posible, y el
pensamiento formal, la representación de una representación de acciones posibles. Solo después de comenzado
este pensamiento formal, hacia los 11 o 12 años, la construcción de los sistemas que caracterizan la adolescencia se
hace posible: las operaciones formales le permiten al pensamiento distinguirse de lo real para edificar a voluntad
reflexiones y teorías (libre actividad de la reflexión espontanea).
Todo nuevo poder de la vida mental empieza por incorporar el mundo en una asimilación egocéntrica, para
encontrar más tarde el equilibrio para componerse con una acomodación a lo real. Existe, pues, un egocentrismo
intelectual de la adolescencia. Esta última forma de egocentrismo se manifiesta a través de la creencia de la reflexión
todopoderosa, como si el mundo tuviera que someterse a los sistemas y no los sistemas a la realidad. Es la edad
metafísica por excelencia: el yo es lo bastante fuerte como para reconstruir el universo y lo bastante grande como
para incorporarlo. El egocentrismo metafísico del adolescente encuentra poco a poco su corrección en una
reconciliación entre el pensamiento formal y la realidad: el equilibrio se alcanza cuando la reflexión comprende que
la función que le corresponde no es la de contradecir sino la de anticiparse e interpretar la experiencia. Y entonces
este equilibrio, además del mundo real, engloba las construcciones indefinidas de la deducción racional y de la vida
interior.
La afectividad de la personalidad en el mundo social de los adultos.
La vida afectiva de la adolescencia se afirma por la doble conquista de la personalidad y su inserción en la sociedad
adulta. La personalidad se inicia a finales de la infancia (8 a 12 años) con la organización autónoma de las reglas de
los valores y la afirmación de la voluntad como regulación y jerarquía moral de las tendencias.
Hay personalidad a partir del momento en que se forma un programa de vida, que a la vez sea fuente de disciplina
para la voluntad e instrumento de cooperación; pero dicho plan de vida supone la intervención del pensamiento y de
la recesión libre. La personalidad implica es descentramiento del yo que se integra en un programa de cooperación y
se subordina a disciplinas autónomas y libremente construidas. El adolescente se atribuye con toda modestia un
papel esencial en la salvación de la Humanidad y organiza su plan de vida en función de esta idea. El adolescente se
prepara para insertarse en la sociedad de los adultos: por medio de proyectos, de programas de vida, de sistemas
teóricos, planes de reformas políticas o sociales, etc.
En cuanto a la vida social del adolescente, podemos encontrar una fase inicial de relegamiento, una fase positiva. En
el transcurso de la primera, el adolescente parece muchas veces completamente asocial. Sin embargo, esto es falso
puesto que el adolescente medita sin cesar en función de la sociedad, pero le interesa aquella sociedad que quiere
reformar. Además, la sociabilidad del adolescente se afirma, a menudo desde los primeros momentos, a través de la
vida de los jóvenes entre ellos. Las sociedades de adolescentes son principalmente sociedades de discusión: el
mundo se reconstruye en común y los jóvenes se pierden en discursos sin fin destinados a combatir el mundo real.
Luego vienen las sociedades más amplias, los movimientos de Juventud, dentro de los cuales se despliegan los
ensayos de organización positivos y los grandes entusiasmos colectivos. La verdadera adaptación a la sociedad habrá
de hacerse al fin automáticamente cuando el adolescente para de reformador a realizador. La metafísica propia del
adolescente es una verdadera preparación para la creación personal, siempre existe una continuidad entre la
formación de la personalidad desde los 11 o 12 años y la obra ulterior del hombre.

Rascovan- “de la adolescencia a la adultez” -1994


Adolescencia: cambio, crisis vitales. Sentimientos y pensamientos contradictorios. Por ejemplo, al finalizar la escuela
escucharse “me quiero ir, no aguanto más” y más tarde cuando termina “No quiero que termine, fue lo mejor que me
paso en la vida”.
La escuela funciona como uno de los pasajes de la adolescencia a la adultez. Muchas veces se escucha al terminarla
“A partir de ahora se acabó, vienen las responsabilidades, hay que pensar en el futuro”.
El pasaje de la adolescencia a la adultez no tiene fecha determinada, es ante todo un proceso personal y colectivo. Al
terminar la escuela tienen que elegir un proyecto de vida. Elegir es cambiar y estos cambios suponen una transición,
un pasaje de un estado al otro. La adolescencia supone una ruptura con el pasado sin perder la idea de continuidad.
Cada sociedad va construyendo la adolescencia.
El autor supone 3 dimensiones para estudiarla:
 Dimensión biológica: proceso biológico caracterizado por el desarrollo corporal-sexual. Se define por las
transformaciones fisiológicas (crecimiento del cuerpo, surgimiento del vello púbico, aparición del acné,
desarrollo de los órganos genitales, cambio de la voz, etc. Las transformaciones de la pubertad conducirán la
vida sexual infantil a su forma adulta.
Lo biológico abre a lo social: conduce al sujeto a una construcción de su identidad. Este pasaje está marcado
por ritos de iniciación, estos van cambiando a lo largo de la historia. Son prácticas comunes que se realizan
en una cultura para marcar el fin de la infancia y el inicio de la adultez.

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