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El psicoanalista Otto Rank dijo en una oportunidad que todo el que quisiera sobresalir por
encima de la masa, tenía que soportar el inevitable ataque de los envidiosos.
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Por: Dr. César Landaeta @Cesarland29
(Créditos: Archivo)
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Por: César Landaeta @cesarland29
(Créditos: Archivo)
Muchos de ellos han visto complicado su cuadro por la acción de personas en el medio social,
quienes les presionan para que se atrevan a hacer aquellas cosas hacia las cuales se sienten
totalmente inhabilitados, a veces haciéndoles objeto de escarnio o burlas por mantenerse
inhibidos y aislados.
Poco imaginan, tanto los afectados como quienes tratan de sacarlos a la fuerza de su
condición, que están en presencia de un padecimiento de origen fóbico. Es decir, de una
afección emocional caracterizado por temores intensos, imposibles de reducir por la simple
voluntad.
La fobia social es un fenómeno de ocurrencia más común de lo que se cree, se instala por lo
general en la adolescencia y puede avanzar hasta alcanzar niveles verdaderamente
patológicos.
Quien la padece, vive lleno de dudas y ansiedades hacia el contacto con el medio que les
rodea, intuye críticas y juicios negativos de los demás, rehuyendo hasta normales encuentros
con familiares, amigos y desde luego, con desconocidos.
En la juventud, estos síntomas son aún más molestos, puesto que es en esa edad cuando
deben consolidarse los procesos de socialización y la necesidad de pertenecer a grupos o
tener pareja es un tema cotidiano. El estrés causado por el conflicto interno, en ocasiones, les
lleva a consumir alcohol o drogas para “darse valor”, con lo cual no hacen más que complicar
aún más el cuadro.
La fobia social no debería tratarse con liviandad, ni confundirla con la simple timidez.
Es un trastorno de ansiedad de cierto calibre y por lo tanto requiere más de comprensión y
apoyo, que de procesos “a la fuerza”.
Afortunadamente, existen procedimientos terapéuticos como el modelo hipnótico o el
procedimiento de aproximaciones sucesivas, los cuales en un relativo corto período de tiempo,
pueden ayudar a llevar una vida normal.
DIVAN.
Pregunta.
Y.R. quiere saber cómo hacer para diferenciar cuándo tiene que ser comprensiva y tolerante
con sus hijos y cuándo ser firme o represiva. Le preocupa ser una madre excesivamente
permisiva a la que los hijos irrespeten o una figura represiva que les cause mucho dolor o
malestares psicológicos. ¿Cómo hallar el punto medio?, pregunta.
Respuesta.
El solo hecho de que estés preocupada por este tema es un signo positivo. Muchos padres no
se plantean tal cosa y simplemente actúan por impulso emocional. Esto último es lo que NO se
debe hacer. La disciplina tiene que existir, pero debe ser aplicada con el mayor control posible
sobre las emociones. Si quieres una regla de oro, puedes ubicar en tu mente, las normas
básicas y tenerlas en cuenta para explicárselas a ellos. Es conveniente hacerles ver el por qué
de esas reglas y cómo pueden negociarse, pero sin trampas, abusos o desviaciones muy
grandes de las mismas.
Una autoridad que razona y negocia, siempre es mejor que una mano que golpea cuando se le
alteran los nervios.
Te va a ir bien.
C.L.
CG Latin
Impacto benigno
Lo que fue, ya no será. Aquella promesa de amarse “hasta que la muerte nos separe” ha
sido rota y en el proceso circulan suficientes elementos cuyos focos protagónicos se posan
en el modo en que, frente a tal decisión, actúen los padres, proceder directamente
proporcional a la estabilidad o perjuicio de los hijos. La noticia no tiene que ser trágica si es
asumida desde la cordura de todos involucrados. Dos expertos aclaran el panorama y
brindan herramientas para que el “tarugo” familiar deje la menor secuela posible
De pronto, ya no será posible despertarse y acostarse en familia. Así, casi de un día para
otro, todo cambia. La decisión es irreversible. No hay nada que alguien pueda hacer… La
impactante noticia deja un eco definitivo en el fruto de la desecha unión: los hijos. Aunque
habían oído la palabra de innumerables bocas, nunca pensaron que esta vez sería su
turno.
Vista desde varios ángulos, enfrentar una separación resulta, para todos los afectados, un
consternado proceso en el que, de sopetón, la costumbre tambalea para dar paso a una
imperativa readecuación de vida. Ya nada será igual, ni para los actores, ni para los
espectadores cercanos. Sin embargo, la tribulación puede dejar el menor rastro posible en
las entrañas emocionales de los implicados.
El reconocido locutor, productor radial, conductor por 14 años del
programa Conociéndonos transmitido por Pentagrama 107.3FM en Puerto Ordaz,
orientador, terapeuta familiar, conferencista, escritor del libroConociéndonos para padres y
autor de la columna “Conociéndonos” impresa en el diario guayanés Correo del Caroní,
Gastón Maldonado, revela que el “trance” tendrá mucho que ver con el perfil de los adultos
y el modo en que éstos vivan la circunstancia, aspectos que serán trasladados a su prole.
A este respecto, señala que suelen sentir “rencor producido por el dolor, la frustración y
decepción que puedan estar viviendo en ese momento”. Quienes arrastren grandes
carencias, “o aquellos que se sienten culpables o heridos, proyectarán el malestar en
inadecuados comportamientos extensivos a los hijos” traducidos en irritabilidad o en ver
reflejados en los chicos a la ex pareja (ya que simbolizan un lazo perpetuo con él o ella), lo
que les hace descargar malos comentarios como “Eres igualito a tu padre o madre’ y todo
hijo tiene el derecho de ver a cada uno de sus progenitores partiendo de la relación que
tengan con él”, analiza.
La reacción. Así sea en la mejor de las lides y con las más cuidadosas palabras, escuchar
que las columnas de la familia se separan, cae como un “balde de agua fría”, afectando
hasta al más maduro de los seres humanos. Esto, como explica Maldonado, se debe a que
de inmediato coloca al niño “frente al sentimiento de pérdida”. Landaeta acota otra variable
y es que “en muchos casos, tienden a sentir que, de alguna manera, ellos pueden haber
influido en la decisión. Ya sea por lo que consideran mal comportamiento, por sus propias
fantasías derivadas de castigos o restricciones que se les hayan impuesto o simplemente,
por elaboraciones muy particulares de cada cual”. En consecuencia, en el sistema
emocional de los hijos sobreviene “culpa, rabia dirigida hacia quien fue responsable por la
determinación o hacia quien no quiere retractarse de haberla tomado o aceptado y temor
por lo que sucederá en el futuro”.
El duro escenario será superable si, como propone el orientador, “los padres se mantienen
firmes, amorosos y con buen trato entre ellos, porque en verdad lo que más afecta no es
tanto que ya no haya amor, sino que, por ese desamor, lo dejen de amar a él (al hijo)”.
En el caso de niños muy pequeños, el panorama no es más sencillo, porque, aun cuando
parezcan no entender, “el lenguaje adulto o las situaciones que manejan los más grandes,
en su inconsciente la huella de la vicisitud queda marcada, y tarde o temprano ejercerá su
influencia. Así que lo mejor es ser honestos, adaptar la comunicación a la edad y condición
particular de cada cual y esperar la respuesta emitida, para ir ajustando el mensaje, hasta
que no queden dudas o incertidumbre (un monto de ella, de todos modos, siempre
quedará, porque muchos niños -especialmente los más chicos y algunos adolescentes-,
guardan la esperanza de que eventualmente los padres se volverán a reunir)”, razona
Landaeta.
Conductas contraproducentes. Si hay un inocente en todo este horizonte, son los hijos.
Por esta razón, los adultos deben enfocarse en proteger su integridad psicológica y
ofrecerles eficaces armas para que salgan lo mejor parados posibles.
Para aliviar el contexto de una fractura familiar, Maldonado acuña un útil consejo, que los
ex no los conviertan “ni en mensajeros, ni en espías averiguadores de la vida del otro,
porque ese rol afectaría su estabilidad emocional”, también deben prescindir de conductas
“exageradas de permisividad para pagar el sentimiento de culpa que muchos
experimentan al divorciarse y separarse de los hijos. Esto hará que manipulen y controlen
la vida de sus mentores, desobedezcan sus órdenes y no crean en ellos”.
Otra de las prácticas inapropiadas es establecer, como explica Landaeta, un tácito “pique”
“entre los progenitores, en donde uno desea ser el personaje ‘bueno’, lo que afectaría el
trabajo de crianza. En tal caso, los hijos suelen manipular la relación para salir
beneficiados. Es la vieja táctica de, ‘divide y vencerás”, confirma quien anota un asunto
más: “Jamás extender el divorcio al rol de padre, hay quienes, una vez concluido el
proceso legal, se alejan hasta desaparecer. Otros, optan por tratar de vencer en una
competencia desleal por ser el mejor y se vuelven extremadamente generosos, dan
regalos sin ton ni son, no ponen límites y juegan a que el otro lo haga mal, para que se
arrepienta de haber querido separarse, lo que es muy frecuente en aquel que queda
resentido por la decisión”.
Para tantear los golpes que pudieran “abollar” la estabilidad emocional de los hijos, será
oportuno estar atentos a los indicativos de posibles “marcas” como “las actitudes de
confianza y credibilidad en sí mismo, en el cumplimiento de sus aspiraciones y en el trato
que mantenga con las demás personas”, enumera Maldonado. Si el proceso de separación
es tormentoso, violento o tiene un recorrido posterior de errados manejos, evidentemente
los efectos serán más dramáticos y se evidenciaran en individuos que “mantienen una
conducta inestable, de poca entrega amorosa y con relaciones problemáticas”.
El “Alerta pasivo”, como lo llama Landaeta, está expuesto por la “tendencia anormal al
aislamiento, cambios y problemas de aprendizaje y conducta (a veces se producen
regresiones a etapas superadas), bajas ostensibles en las calificaciones escolares,
decaimiento o rabietas incontroladas, desarrollo de fobias, reacciones psicosomáticas y en
casos menos severos, rechazo a la idea de formar una pareja feliz, ya sea por
descreimiento en su existencia o por no perjudicar la imagen de unos padres que no
pudieron mantenerse unidos”.
Lo segundo es convenir “las reglas y planes que tengan para su descendencia”. Será
fundamental ser coherentes con las normas para seguir un mismo lineamiento. Landaeta
sostiene que “el trato debería seguir siendo muy parecido (dentro de lo posible), a como
era antes de la crisis. No es conveniente relajar la normativa, ni echarse culpas entre los
padres por algo que parezca no estar bien. Es sano que recuerden que el problema es
entre ellos dos y no hay por qué distanciarse de los patrones que antes les parecían
correctos”.
Acoplarse a estas sugerencias tiene un fin adelantado por Landaeta: llevar a ese niño a
ser un adulto “estable y con atinado manejo de las emociones” lo que es reflejado en su
comportamiento habitual y en la planificación de sus metas de vida: “La medida de
eficiencia en su personalidad, es que sepa valorar a los demás, tanto como a sí mismo,
sea capaz de sentir empatía con el otro; se pueda enojar cuando haga falta -sin hacer
berrinches o volverse violento-, entristecerse si los eventos así lo demandan, darse el
permiso para sentir miedo y superarlo razonablemente y en especial… saber reír de lo que
sea divertido, sin caer en la mofa despiadada o en la risa pueril. ¡He allí lo que yo llamo un
ser evolucionado y que tal vez otras personas, llamen ‘feliz’! Los hijos de divorciados,
también pueden serlo”, concluye el experto.
Contacto: conociendonos@live.com/cesarlandaeta29@gmail.com
Los especialistas Gastón Maldonado -productor radial, conductor por 14 años del
programa Conociéndonos, orientador, terapeuta familiar, conferencista y escritor del
libro Conociéndonos para padres-, y el psicólogo con postgrado en Psicología Clínica,
columnista de la Revista Dominical, escritor de 14 títulos publicados y psicoterapeuta en
ejercicio, César Landaeta, exponen valiosas ideas y consideraciones sobre el difícil
proceso del divorcio:
2. “En el caso del divorcio, el tener un hermano con quien compartir las penas, hace
más llevadera la situación que para un hijo único, quién tendrá que quedarse con
uno de los padres que se encuentra herido y al cual le resultara difícil ayudar”.
Gastón Maldonado
3. “Lo primero es aprender a manejar las emociones propias, después, transitar por el
proceso de separación con la mayor serenidad posible y, por último, hacer
entender a los hijos que se trata de un duelo común, que no hay ganadores ni
perdedores y que quien se va, estará disponible dentro de sus capacidades, para
cuando sea necesaria su presencia”. César Landaeta
GRACIAS POR NO MALTRATARME. Artículo en
Revista Dominical.
Posted by César Landaeta H.
Un jefe autoritario que se impone a sus empleados, el capataz de la hacienda que maltrata
a los peones y aquellos que asumen el rol sádico en la pareja humana, son los clásicos
representantes de este tipo de abuso.
La relación más frecuente es la que se establece cuando uno de los personajes se arroga
la identidad de un dios poderoso que opera de acuerdo a su voluntad o de un proveedor
que reparte ciertos bienes, según se levante de la cama con el pie derecho o el izquierdo.
Para la comparsa hace falta entonces quien crea en su proclama y se doblegue a ella,
como un menesteroso ante el transeúnte que mete su mano en el bolsillo para sacar una
moneda. La transacción queda instalada y prevalecerá, mientras ninguno de los dos haga
algo para romperla.
Así, el tiramealgo estará contento con lo que se le dé y el otro, feliz de tener un esclavo
obediente. Claro, que esto no le basta del todo y por ello exige no solo la genuflexión, sino
además el gesto agradecido de quien recibe la limosna sin que se le propine una patada
en el trasero o una bofetada adicional en la mejilla.
Quienes trabajamos con la mente humana sabemos lo difícil que es esperar una mejoría
en el oprobioso cuadro. Lo más seguro es que nuestro intento sea descalificado primero
por quien padece la humillación.
Este nos mirará con desdén, mientras susurra complaciente a su amo: ¡Gracias por no
maltratarme!, y luego nos cierra la puerta en la cara.
EL ESTRÉS DE NO SER COMO
UNO QUIERE
Posted by César Landaeta H.
Sobre el tema del estrés se ha derrochado tanta escritura como la que habría si sumamos
la guía telefónica de Nueva York, con los caracteres que forman el código de Hammurabi.
Una pléyade de “motivadores” y gurús del coaching, viven diciendo que TODO puede
lograrse si se le pone el empeño suficiente. Claro… no puede ser de otro modo, si lo que
quieren es llenar sus auditorios con gente deseosa de llegar al sol, aunque sea
poniéndose las deficientes alas de Ícaro.
¿Por qué no se menciona allí el malestar que aqueja a quienes viven mirando por las
ventanas, envidiando a los supuestamente exitosos y suspirando por ser lo que no son ni
pueden llegar a ser?
¡No!… ¡No vas a ganar el premio a novato del año en ninguna disciplina deportiva, si
tienes 45 años y una barriga cervecera!
¡Nada de eso!… ¡No sueñes con inscribirte en la academia de danza, si tienes el oído
rítmico de un galápago y la destreza física de un mastodonte!
¿Por qué no aceptar la realidad y entender que hay límites para todo?
En cambio la adultez implica diferenciar la fantasía del plano real, trabajar para mejorar en
lo posible, contentarse con lo bueno que se logre cada día y seguir avanzando hasta
alcanzar el tope que permitan las cualidades que Dios te dio.
¿Qué todo se puede, si uno hace lo correcto? Perfecto… ¡al carajo vaya el libro de la
motivación junto con las charlas de los gurús y tú, a casita donde tanto te quieren!
Amor, respeto y miedo
Cada vez que escucho hablar a alguien sobre cómo en el pasado se imponía a los niños el
respeto con una sola mirada fija y amenazante, un escalofrío me recorre el cuerpo.
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Por: Dr. César Landaeta psichocaesar@yahoo.es
Nunca podré entender por qué se llegó a confundir al miedo con el respeto, pero el caso es que
así ha sido desde tiempos inmemoriales y lo peor es que en este “evolucionado” siglo XXI,
todavía se siga acudiendo nostálgicamente a semejante aberración.
La verdadera esencia de aquella práctica intimidatoria era la afirmación en el niño de su
inferioridad y del estado de sumisión en que se encontraba ante la voluntad de un adulto quien,
recurriendo al miedo, intentaba ocultar su incapacidad para transmitir amor.
Pero no sólo en las interacciones de padres e hijos pueden verse los perniciosos efectos de
mezclar los conceptos emocionales, como se hace con los cócteles de frutas tropicales, los
cuales terminan por dejarnos un impreciso sabor a cualquier cosa.
Las relaciones de pareja también tienen lo suyo de confusión y, en ellas, las consecuencias de
no saber administrar los afectos pueden ser todavía más graves que en el caso anterior. Un
individuo que no acepte que el respeto antecede al amor, seguramente va a tener dificultades
para convencer al otro de que su conducta procede de ese noble sentimiento y no de un deseo
de atropellarlo.
Son muchas las personas involucradas en una relación sentimental que pasan las de Caín en
nombre de un supuesto amor que existe entre ellas, cuando lo que hay en verdad es una
imposibilidad para exigir y demostrar el respeto que merecen.
Y me pregunto: ¿Cómo puede decirse que uno ama verdaderamente a alguien, si no toma en
cuenta su valor como individuo y su cualidad de ser humano respetable? Que una persona le
tema a otra no implica nada amoroso. En el amor hay, por definición, confianza y cercanía, no
temblores ni sumisión.
Si nos dejáramos de tanta cantaleta romántica y optáramos por respetar más a nuestros
semejantes, probablemente habría menos gente amargada y más sonrisas en el ambiente. Qué
buena falta nos hacen.
DIVAN
M. desea saber si las enfermedades psicosomáticas son inventadas por el paciente y si hay
que ignorarlas para que se desaparezcan. Su esposo padece de algunas de ellas y un
hermano de ella le aconseja no hacerle caso.
Respuesta
Hay que diferenciar las enfermedades psicosomáticas de lo que es el fingimiento y los
trastornos hipocondríacos. En las primeras, por lo general hay lesiones reales, tales como en
las úlceras y padecimientos sentidos físicamente, como en el asma o en las cefaleas
tensionales.
Ignorar o reprimir a la persona que sufre de este tipo de reacciones al estrés o a las ansiedades
que pueda tener, es agravar el problema. Lo mejor es buscar la atención profesional más
adecuada para ellas y ayudarlas a bajar sus niveles de ansiedad. No hay que olvidar que el
primer paso para aliviar cualquier malestar, es una compañía buena y comprensiva.
C.L.
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Por: Dr. César Landaeta psychocaesar@yahoo.es
Naturalmente, en los primeros días de nuestra vida, era imposible concebir un solo momento
de estar solos puesto que no teníamos ni las condiciones físicas, ni las habilidades psicológicas
como para sobrevivir por nuestra propia cuenta. Pero, ¿Por qué será tan difícil aceptar la
ausencia de compañía en la adultez, cuando se supone que ya hemos adquirido los recursos
suficientes para valernos por nosotros mismos?
La respuesta a esa pregunta es muy variable, según sea el individuo que vaya a responderla,
pero en general podríamos buscar su esencia en una emoción básica: el miedo.
Estar solos nos atemoriza, porque se nos despiertan fantasías que están ligadas a los tiempos
infantiles las cuales, por no haber sido revisadas suficientemente, han permanecido inalterables
en nuestro inconsciente.
Una autocrítica excesivamente severa, la falta de una buena conexión con la identidad interna y
la incapacidad para desprenderse de los criterios sociales que se aceptan como válidos, están
también entre las causas de la desazón que produce la soledad.
Sin embargo y contrariamente a lo que se cree, estar solo puede ser un estado altamente
positivo si uno no se teme a sí mismo y logra convertirse en el mejor amigo que se pueda tener.
Desde esa posición aceptada y disfrutada, se ve mejor el mundo exterior y puede elegirse de él
los ámbitos en que se quiere vivir y las personas con las que se desea compartir.
Una ganancia extra es que al vivir bien en soledad, se vive mejor en compañía, puesto que
nadie puede manejarle a uno el chantaje de: “si no haces lo que digo, te abandono”.
Quien aprende a vivir bien consigo mismo puede reírse de semejante treta, la cual se
escucharía como cuando alguien amenaza a un pescado con devolverlo al agua.
Siempre la elección debe ser nuestra y en todo caso, es conveniente recordar aquel viejo lema
que dice: mejor solo que mal acompañado.
DESTACADO
Contrariamente a lo que se cree, estar solo puede ser un estado altamente positivo si uno no
se teme a sí mismo y logra convertirse en el mejor amigo que se pueda tener
DIVAN
L.H. es un adolescente que tiene temor de no ser exitoso en el futuro. A veces piensa que será
un fracasado y que no tendrá ni cómo mantener a una familia. Esos pensamientos lo agobian y,
lejos de estimularlo a estudiar y a prepararse mejor, le desaniman en exceso. Quiere saber si
es normal lo que le pasa o si es que está deprimido.
Respuesta
Las dudas acerca del futuro y los temores asociados a ellas son muy frecuentes en la
adolescencia, puesto que hay mucha presión del medio familiar y social para que definan el
curso de su vida y se esfuercen por rendir académicamente. La baja autoestima característica
de esa edad, es otro factor contribuyente a los malestares que en efecto, pueden llevar a un
estado depresivo.
Lo importante es tener claro que siendo tan joven, no hay prisa por definir con precisión lo que
vas a hacer y que, por cuenta propia, encuentres tus motivaciones personales para seguir
adelante. Es decir, fija tus metas sin influencias externas. Si sientes que tu estado no mejora y
tardas en tener mejores pensamientos al respecto, tal vez sea bueno buscar orientación con un
buen psicólogo de adolescentes.
¡Saludos y mucha fe en tus capacidades!
C.L.
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Por: Dr. César Landaeta psychocaesar@yahoo.es
Naturalmente, en los primeros días de nuestra vida, era imposible concebir un solo momento
de estar solos puesto que no teníamos ni las condiciones físicas, ni las habilidades psicológicas
como para sobrevivir por nuestra propia cuenta. Pero, ¿Por qué será tan difícil aceptar la
ausencia de compañía en la adultez, cuando se supone que ya hemos adquirido los recursos
suficientes para valernos por nosotros mismos?
La respuesta a esa pregunta es muy variable, según sea el individuo que vaya a responderla,
pero en general podríamos buscar su esencia en una emoción básica: el miedo.
Estar solos nos atemoriza, porque se nos despiertan fantasías que están ligadas a los tiempos
infantiles las cuales, por no haber sido revisadas suficientemente, han permanecido inalterables
en nuestro inconsciente.
Una autocrítica excesivamente severa, la falta de una buena conexión con la identidad interna y
la incapacidad para desprenderse de los criterios sociales que se aceptan como válidos, están
también entre las causas de la desazón que produce la soledad.
Sin embargo y contrariamente a lo que se cree, estar solo puede ser un estado altamente
positivo si uno no se teme a sí mismo y logra convertirse en el mejor amigo que se pueda tener.
Desde esa posición aceptada y disfrutada, se ve mejor el mundo exterior y puede elegirse de él
los ámbitos en que se quiere vivir y las personas con las que se desea compartir.
Una ganancia extra es que al vivir bien en soledad, se vive mejor en compañía, puesto que
nadie puede manejarle a uno el chantaje de: “si no haces lo que digo, te abandono”.
Quien aprende a vivir bien consigo mismo puede reírse de semejante treta, la cual se
escucharía como cuando alguien amenaza a un pescado con devolverlo al agua.
Siempre la elección debe ser nuestra y en todo caso, es conveniente recordar aquel viejo lema
que dice: mejor solo que mal acompañado.
DESTACADO
Contrariamente a lo que se cree, estar solo puede ser un estado altamente positivo si uno no
se teme a sí mismo y logra convertirse en el mejor amigo que se pueda tener
DIVAN
L.H. es un adolescente que tiene temor de no ser exitoso en el futuro. A veces piensa que será
un fracasado y que no tendrá ni cómo mantener a una familia. Esos pensamientos lo agobian y,
lejos de estimularlo a estudiar y a prepararse mejor, le desaniman en exceso. Quiere saber si
es normal lo que le pasa o si es que está deprimido.
Respuesta
Las dudas acerca del futuro y los temores asociados a ellas son muy frecuentes en la
adolescencia, puesto que hay mucha presión del medio familiar y social para que definan el
curso de su vida y se esfuercen por rendir académicamente. La baja autoestima característica
de esa edad, es otro factor contribuyente a los malestares que en efecto, pueden llevar a un
estado depresivo.
Lo importante es tener claro que siendo tan joven, no hay prisa por definir con precisión lo que
vas a hacer y que, por cuenta propia, encuentres tus motivaciones personales para seguir
adelante. Es decir, fija tus metas sin influencias externas. Si sientes que tu estado no mejora y
tardas en tener mejores pensamientos al respecto, tal vez sea bueno buscar orientación con un
buen psicólogo de adolescentes.
¡Saludos y mucha fe en tus capacidades!
C.L.
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Por: César Landaeta psichocaesar@yahoo.es
Miles de personas piensan que la soledad acecha por doquier (Créditos: Archivo Dominical)
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Por: Dr. César Landaeta @celand29
El archiconocido eslogan No eres tú, soy yo, utilizado por quienes quieren terminar una relación
sin que la otra persona pueda oponer algún argumento que anule la decisión, tiene su
contraparte en aquellos que no son capaces de aceptar sus responsabilidades y las proyectan
en los demás.
Este mecanismo de defensa, conocido en la corriente psicoanalítica como Proyección, busca
colocar en un objeto externo aquellos elementos que un individuo - o una organización - no
quiere admitir como propios, debido a que ello le exigiría un honesto reconocimiento de sus
defectos o limitaciones.
¿Qué clase de personalidad es esa que carece de unos esquemas de análisis por lo demás,
necesarios para su progreso y bienestar? La respuesta es sencilla: una personalidad endeble,
poco evolucionada y ansiosa por encontrar depositarios vulnerables, para ver en ellos los
defectos que en realidad le caracterizan.
Por lo común, sus pretensiones son tantas que llegan a agobiar a quienes le rodean, hasta
agotar su paciencia y lograr exactamente lo que en el fondo temen, el abandono total.
Claro está, que siempre existen contrapartes útiles para establecer una relación
complementaria en la cual el receptor de la “basura”, es un ser pasivo dispuesto a cargar con
cuanto despojo se le arroje, sin chistar y sin posibilidad alguna de devolver el envío a su
remitente original.
Así, se perpetúa el lamentable cuadro reflejado en aquella vieja imagen: los mochos se juntan
para rascarse, aludiendo a parejas, amigos, familiares y contendores políticos o profesionales
que no saben las maravillas de la equidad y el respeto en el trato entre la gente; pero sobre
todo, el placer que da percibir el deseo que otro tiene de controlar nuestra conducta y, con toda
la fuerza que nos da la autoestima, mandarlo larguísimamente al carajo.
Leer mas en: http://www.revistadominical.com.ve/noticias/firmas/no-soy-yo--eres-
tu.aspx#ixzz3asdh6hwj
Detrás de la máscara
No voy a cometer la exageración de afirmar que está en el número 1, pero seguramente dentro
del Top Ten de la ridiculez debe estar el hecho de colocarse una máscara
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Por: Dr. César Landaeta @celand29
No voy a cometer la exageración de afirmar que está en el número 1, pero seguramente dentro
del Top Ten de la ridiculez debe estar el hecho de colocarse una máscara poseedora de
aquellas cualidades que a uno le faltan, y creer que con tal recurso se compensa la carencia.
Algo así como lo que lograba Stanley Ipkiss, el personaje protagónico de la película The mask.
Dentro de este patético rango caen aquellos que se disfrazan de cultos y disertan sobre
cualquier tema como eruditos, cuando en realidad su ilustración no pasa de una lectura a los
titulares de los diarios o, en caso de loable empeño, un repaso somero a los datos de
Wikipedia. Igual actúan los pobres de espíritu que al alcanzar ciertos niveles de autoridad, son
poseídos por los espíritus errantes de Napoleón, Stalin y hasta del enloquecido Calígula.
Y por no dejar de anotar otros casos adicionales, tenemos al personaje que jamás ha tenido un
ápice de gracia y se vuelve un frenético contador de chistes, así como al debilucho de carácter
que va al gimnasio para sacar una musculatura similar a la de Schwarzenegger, en la
esperanza de que esta le sirva de conjura a sus miedos más profundos.
Lamentablemente para estos personajes, el cerebro humano funciona en una frecuencia más
alta a la que ellos aspiran y por más que reciba información contraria, en el fondo siempre sabe
lo que se esconde detrás de la máscara.
Aun cuando el engaño pueda ser exitoso al principio, más temprano que tarde se descubre la
patraña y el montaje cae por su propio peso. Harían mejor los enmascarados adquiriendo las
cualidades que les faltan mediante un entrenamiento sistemático y productivo, entender que la
honestidad y la aceptación de los límites son mejor recibidos que el ocultamiento y que, en
definitiva, las mejores satisfacciones de la vida vienen del contacto afectuoso con nuestros
semejantes. Pero, ¿quién les convence de esta verdad?
Mejor será seguirles cantando aquel estribillo guayanés: “Por más que te contonees, siempre
se te ve el bojote”.
DIVÁN
El estrés sí nos enferma
Pregunta
Una profesional de ventas en bienes raíces pregunta si la influencia del estrés puede ser tan
grande como para producirle agudos dolores en el cuerpo y molestias tan desagradables que, a
veces, hasta le impiden dedicarse con eficiencia a su trabajo.
Varios médicos que ha visitado le han diagnosticado deficiencias en ciertas vitaminas, mientras
que otros se han orientado hacia problemas neurológicos. Descartados unos y otros
problemas, recientemente leyó un artículo sobre fibromialgia y piensa que ese puede ser su
padecimiento. El factor estrés es señalado como un componente básico del cuadro.
Respuesta
Indudablemente, el estrés puede producir lesiones en el nivel físico hasta el punto de que
muchas investigaciones lo incluyen como elemento actuante en enfermedades tan graves
como el cáncer.
La fibromialgia es un trastorno que genera múltiples dolores musculares, decaimiento y otra
sintomatología incapacitante, la cual debe ser atendida por profesionales especializados, a los
cuales creo que debes remitirte.
No obstante, para ir actuando sobre el tema del estrés, mi recomendación es que revises el
cómo estás afrontando tu día a día. Tal vez la contracción del mercado inmobiliario, pueda
estar influyendo en las contracciones que experimentas en tus músculos.
Trata de comenzar por una terapia de relajación que te ayude a distender el cuerpo y el
sistema de respuesta emocional. Esto ayudará a cualquier otro tipo de tratamiento médico.
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Por: Dr. César Landaeta @celand29
En un párrafo de la obra Nueva refutación del tiempo, Jorge Luis Borges se refiere a uno de
sus ascendientes diciendo: le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir.
Rescaté esta frase de mi memoria luego de ver un noticiero matutino y contemplar una vez más
las calamidades por las que atraviesa el mundo y, en particular, esta parte de él en que nos
toca habitar.
Al principio, estimé que mi mente solo me estaba dando una vía de escape a la turbulencia
emocional que se me había generado; pero al analizar su contenido con más calma, encontré
el significado profundo de lo que el poeta argentino quería decir.
Es cierto, a nadie le ha tocado jamás un ambiente edénico rodeado de una paz total,
armonizada por querubines haciendo sonar sus liras; pero también es verdad que algunas
personas tienen menos sufrimientos que otras y que de estas últimas, hay quienes toleran sus
crisis con gran entereza, llegando hasta a superarlas con éxito.
La diferencia entre quienes sucumben y aquellos que salen a flote, está en una conjunción de
factores que actúan para producir un buen resultado. En primer lugar, mantener un monto de fe
en tus recursos personales para avanzar dentro de la situación crítica y eventualmente, sacar la
cabeza con una sonrisa. Segundo, ¡no enfermarte! Si la desesperación o el miedo perjudican tu
salud tendrás un gran problema, adicional al que ya enfrentas. Tercero, cuidar tu ambiente
afectivo (pareja, familia y amigos en general). Y por último, ejecutar un plan lógico que te lleve
hacia adelante. Esto desde luego, elimina el juego de azar, las inversiones a ciegas en
proyectos “milagrosos” y cualquier otra acción que no tenga los pies sobre la tierra.
Diversificarse y multiplicar las fuentes de satisfacción profesional, también es de lo más
recomendable.
He allí lo que debes hacer frente a las crisis que a diario tenemos que soportar los humanos.
Nos seguirán tocando tiempos duros, pero ganaremos si somos del tamaño del compromiso
que se nos presente.
¿De acuerdo?
DIVÁN
Pregunta
Un joven profesional, quien dice haberse graduado con buenas calificaciones, trabajado mucho
para aprender cada día más y tener un expediente impecable en su desempeño, no puede
evitar una mezcla de rabia y envidia al ver que en la oficina pública en la que presta sus
servicios, otros menos calificados ascienden con mayor rapidez que él.
Ha consultado con su supervisor inmediato y con el departamento de Recursos Humanos y
toda la respuesta que obtiene es: “Órdenes superiores”.
Hace dos preguntas. La primera, si el experimentar tales emociones le puede causar algún
daño a su salud física o mental; la segunda, qué hacer ante la impotencia y el desgano que a
veces siente y que le lleva a disminuir la calidad de sus funciones.
Respuesta:
Sin duda, la rabia impotente es una de las emociones más problemáticas que se pueden sentir,
debido a que ella disminuye el entusiasmo para el trabajo, genera resentimientos y
eventualmente, puede llegar a dañar la salud.
Mi mejor recomendación es que evalúes la situación específica que te molesta, determinando
el grado de objetividad con que estés haciendo tu análisis. Si te convences de que estás siendo
objeto de una injusticia insoportable, deberías hablar claramente con tus jefes y exponer el
caso, apelando a los derechos laborales que puedas tener. Cuando hayas agotado todas las
instancias y si ves que las condiciones siguen siendo las mismas, tal vez deberías considerar
retirarte de ese empleo y buscar nuevas opciones.
La salud es lo más importante y cuando ella está en peligro, lo indicado es protegerse uno
primero y tomar después las decisiones a que haya lugar.
Advertencia: Cuídate de actuar bajo impulsos vengativos o que puedan ponerte en riesgo a ti o
a los demás. Ojalá puedas lograr, muy pronto, un cambio favorable y recuperar tu estabilidad.
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Por: Dr. César Landaeta @celand29
¿Cuántos padres (especialmente madres) no han exclamado de esta forma, al ver que su
hijo(a) deja el cuarto desarreglado, pospone los trabajos escolares para la última noche antes
de la entrega o cualquiera de esas otras tareas que se espera realicen como parte de su rutina
diaria, los niños y adolescentes?
¿Y cuántos no son los adultos que incurren en las mismas faltas que se les imputan a los más
jóvenes, recibiendo la misma forma de reclamo desesperado?
Mi respuesta a quienes refieren el sentimiento de frustración que les invade al tener que
machacar reiterativamente sobre un mismo tema, es que la culpa es toda suya. Si han tenido
que llegar a la vez número mil, seguramente seguirán haciéndolo hasta el fin de los siglos y
quién sabe si aun más allá.
La clave para mantener la maniobrabilidad en la implantación de normas no es un martillar
incesante sino seguir ciertos pasos sencillos. Primero: formular la frase de solicitud en términos
simples, directos y razonados. Por ejemplo: “Los deberes escolares son tu responsabilidad. No
me crees a mí los problemas”. Esperar la reacción y no dar por concluido el intercambio
comunicacional, hasta obtener la aceptación.
La siguiente vez que ocurra la falla, se remarca la idea inicial: “Te he dicho que no quiero más
problemas. Haz tus tareas”.
A partir de aquí, no debería haber más repeticiones. Si se mantiene la desobediencia, el tema
de discusión no será más la tarea escolar sino: “¿A qué se debe tu actitud? y ¿Por qué quieres
causarme problemas?”. Sobre este punto puede desarrollarse todo un proceso indagatorio
acerca de algún resentimiento oculto, que se expresa en la resistencia a trabajar y la creación
de estrés.
Mi experiencia con esta técnica es que el rebelde pasivo termina por acceder a lo que se le
pide, en vez de tener que enfrentar a cada momento una letanía sobre su necesidad de crear
dificultades.
Contrariamente, llegar hasta la forma número mil de solicitar la colaboración requerida, es la
mejor forma de no obtenerla nunca.
DIVÁN
Pregunta
Un señor de 47 años escribe para preguntar si lo que le sucede en su vida amorosa es un
problema de la escogencia de parejas o si es que las mujeres están en una crisis severa con
respecto a los sentimientos.
Dice haber terminado recientemente su tercer proceso de divorcio, por casi las mismas razones
que llevaron al fracaso sus dos anteriores uniones: Incomprensión e infidelidad de parte de la
esposa. Actualmente está saliendo con alguien en plan amistoso con perspectivas (sic), pero
teme que se repita el esquema problemático.
Respuesta
No es fácil darte una conclusión definitiva sobre el tema que planteas, ya que puede haber
factores influyentes que no hayas mencionado por no considerarlos importantes.
Lo cierto es que, la mayoría de las veces, se repite inconscientemente un patrón de selección
basado en elementos que a simple vista no son observables y que inducen al engaño de que
se está haciendo algo del todo novedoso.
Desde luego, no creo en una especie de epidemia que haya contagiado a todas las mujeres,
haciéndolas traicioneras e incomprensivas. Me inclino más bien a pensar que algo en ti provoca
la situación que tarde o temprano te lleva a la decepción.
Mi mejor consejo es que antes de involucrarte más con la persona con quien sales
actualmente, consultes a un especialista en terapia de pareja. Te ayudará a ver si estás en la
misma vía del sufrimiento o si puedes cambiar, a tiempo, el desenlace de tu relación con ella.
Saludos
C.L.
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Por: Dr. César Landaeta @celand29
Dentro de los trastornos que aquejan a parejas integradas por seres poco evolucionados en
sus emociones, uno de los más terribles es el llamado Codependencia emocional. Esta forma
de adicción se caracteriza por una relación conflictiva, en la cual uno de sus integrantes asume
el rol de castigador y el otro de sometido, aun cuando estos papeles pueden intercambiarse
momentáneamente.
Una célebre película de los años 80, de título La guerra de los Roses, dibuja claramente el
perfil extremo de esta patología. Aun cuando en la vida real no todas las codependencias
tienen el trágico desenlace de la célebre producción de Hollywood, en su mayoría existe un
drama perenne y aterrador. El castigador se encarga de administrar el mayor daño posible
(físico y psicológico), y quien lo recibe acusa el dolor, pero sin ocultar la complacencia que le
produce permanecer en el vínculo que le lesiona.
Lo más escalofriante para quien se alarma por el grado destructivo alcanzado en aquel
intercambio de locura, es la respuesta que suelen dar a la pregunta de por qué siguen unidos:
- ¡Porque nos queremos! –dicen casi al unísono, quienes no sabrían vivir de otro modo, como
no fuera tirándose de las greñas con su contraparte. En ocasiones, el angustiado espectador se
alegra al notar ciertas señales de eventual ruptura; pero su complacencia durará poco. En
menos de lo que piensa, les verá de nuevo abrazaditos y haciéndose caricias, jurándose amor
eterno… eso sí, hasta que el maltrato vuelva a hacer acto de presencia.
Por tratarse de personalidades adictivas, el cuadro no mejora con facilidad, ni siquiera con
tratamiento especializado. Así que a la familia y amigos lo que les queda es resignarse y rogar
por un milagro, que casi nunca ocurre.
Pero así son los milagros, poco frecuentes.
Leer mas en: http://www.revistadominical.com.ve/noticias/firmas/el-circulo-vicioso-de-la-
codependencia-emocional.aspx#ixzz3asftzW8K