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El estudio de los detalles contenido en las fuentes grecorromanas sobre

Tarteso, si bien resulta harto interesante, consiguió desviar la atención


durante mucho tiempo respecto del análisis fundamental de la realidad
global de un importante territorio peninsular durante una época que
abarcó desde finales del siglo IX hasta mediados del VI a.C. Hoy por
hoy sigue siendo en su mayor parte una cultura desconocida, no
obstante, gracias a los avances arqueológicos, que se suceden a menudo
al margen de los indicios historiográficos, vamos desenterrando y
sacando a la luz retazos de una civilización a todas luces fascinante y
con un carácter y personalidad propios. En el presente Histórico
analizaremos la cultura tartésica en Extremadura.
Tartesos en Extremadura.

Si observamos con atención el período tartésico, podemos distinguir un


Tartesos inicial atribuido desde finales del s. IX al VIII a.C., un
Tartesos pleno que abarca desde el s. VII hasta la primera mitad del s.
VI, y, por último, un Tartesos final desde mediados del s. VI a
comienzos del s. IV a.C.).
El asunto que vamos a tratar en este Histórico es el período del
Tartesos final.
El conocimiento de toda esta temática es reciente o relativamente
actual, ya que esta etapa empieza a manejarse a partir de los años 90
del siglo XX, con anterioridad no se conocía. En este significativo
descubrimiento para la arqueología se descubrieron dos yacimientos:
la necrópolis de Medellín y Cancho Roano.
Sobre Medellín, población de la actual Extremadura, (denominada
Metellinum en época romana) todo lo que se ha publicado es de época
romana, aunque algunos expertos defienden que en este cerro se
encontraba el asentamiento tartésico de Conis Turgis, aunque por el
momento no se han encontrado restos arqueológicos que así lo avalen.
Cancho Roano fue una revolución para la época, albergando una
estructura a todas luces espectacular.
Con este yacimiento se empezó a pensar que estaba surgiendo en
Extremadura algo nuevo que no se conocía, ya que el conocimiento
sobre Tartessos antes del descubrimiento era casi nulo.
Con el paso del tiempo y la evolución de las investigaciones, se pasó a
pensar que Cancho Roano podía haber sido el Tartesos nuclear,
abarcando su existencia desde el s. VIII al VI antes de nuestra era.
Esta cultura ya estaba presente en tierras de la actual Extremadura,
pero el papel era periférico, es decir, la parte sur del actual Badajoz
era una región conectada con el mundo nuclear tartésico y servía para
el abastecimiento de productos agropecuarios, ya que se cree que la
zona era muy rica en agricultura y ganado.
Esta región limítrofe no solo cumplía con esta importante función, sino
que, por su privilegiada ubicación, conectaba el ámbito tartésico con
otras zonas donde se extraían los preciados minerales, sobre todo el
estaño y el oro, aunque este último en una mucho menor producción.
En definitiva, debemos considerar que no se trata de que la cultura
tartésica se inicie o desarrolle a partir de mediados del s. VI a.C. en la
actual Extremadura, sino que parece ser que se venía desarrollando
desde tiempos más antiguos, eso sí, aunando características culturales
propias de las comunidades que poblaron la región desde el período del
Bronce Final al Hierro Inicial, todo ello se pone de manifiesto en
algunos rasgos de las ya famosas estelas decoradas, de las cuales el
mayor número de ellas se encuentran precisamente en esta zona.
En los pequeños detalles arqueológicos se observa que esta región
estuvo influenciada por el ámbito tartésico ya en el s. VII a.C., y es ya
en el s.VI a.C. cuando se experimenta la crisis en el mundo tartésico,
adquiriendo los pobladores del actual territorio extremeño en la época
una personalidad propia y desarrollándose sobre la base de la cultura
tartésica preexistente, y, a su vez, se dio una última fase de esta
fascinante cultura, una forma de realidad de asentamiento que le
confirieron unas señas de identidad y carácter propios que definieron a
esta zona.
Una de las realidades de este espacio geográfico, el extremeño, es que
está cerrado al mar; sin embargo, esta barrera física no impidió que le
llegaran fuertes influjos desde la vinculación interior del sudeste
peninsular, es decir, los productos griegos, como utensilios de lujo,
vajillas, asadores, etc. Y más tarde también púnicos van a llegar desde
el interior hasta Extremadura.

Martín Almagro Gorbea, historiador y arqueólogo español,


especializado en la protohistoria de Tartessos, plantea con bastante
seguridad que, dentro de todo este intríncado panorama, se desarrolla
la cultura tartésica y que a partir del siglo VI a.C. ya avanzado y sobre
todo ya en el siglo V a.C. extremeño, nos indica que la región del actual
pueblo de Medellín podría ser una especie de centro nuclear de
desarrollo de la cultura tartésica en Extremadura.
El propio autor plantea que en el actual cerro del castillo debió de
ubicarse un oppidum que podría ser Conis Turgis y que, el oppidum
sería precisamente ese centro nuclear del ámbito tartésico extremeño,
ya a partir de finales del siglo VI y prácticamente todo el siglo V.
Cabe remarcar que a día de hoy en la zona nombrada no ha aparecido
ningún resto de estructura, únicamente la necrópolis, pero sí
muchísima cerámica de diferentes períodos. No obstante Martín
Almagro insiste y defiende con convicción que Conis Turgis estuvo allí,
aunque la realidad de las excavaciones arqueológicas solo ha arrojado
restos romanos.
Sebastián Celestino Pérez y otros investigadores plantean que no se
termina de ver muy claro, ya que, en la actual Córdoba existe un
yacimiento en la población de Montoro, donde la presencia del
calcolítico es indiscutible, el bronce es clarísimo y la cantidad de
material arqueológico de la época es enorme, aunque la presencia de
estructura es nula, pero claro, en la excavaciones de las termas
romanas, las estructuras se situaban exactamente sobre las últimas
estructuras del bronce final, es decir, la acción constructora de los
romanos había eliminado las posibles construcciones de épocas
anteriores.
Cuando analizamos esta cuestión, podemos pensar que es extraño que
los romanos se asentaran en mitad de la alta campiña cordobesa y la
subbética, ya que los romanos tendían a construir sus asentamientos
sobre o cerca de otros más antiguos. Si sabemos por la epigrafía que
Montoro se constituye como municipio flavio y ciertamente no quedan
restos de época anterior porque los romanos arrasaron con todo.
Se podría plantear por lo tanto que ocurrió algo parecido en el cerro
de Medellín, ya que, según las fuentes literarias, apuntan que su
nombre viene de Metellum y sabemos con certeza por las fuentes
romanas que Conis Turgis fue arrasado por los turdetanos y sobre el
solar se asentó Metellinum, asentamiento ya romano.
En definitiva, sobre este particular no podemos afirmar nada claro.
Son numerosos los yacimientos que hay en Andalucía donde el período
ibérico no existe en el registro arqueológico, salvo en las laderas,
repletas de material cerámico de la época y muy rico tipológicamente
hablando.
El Tamborrillo es un yacimiento muy importante para Sebastián
Celestino y otros investigadores, apuntan los expertos que Conis
Turgis no se encontraba en el cerro de Medellín, sino en el
Tamborrillo, ya que cumple con algunas de las características propias
de los oppidum iberos.
En el Tamborrillo se han documentado restos de murallas con
cronología de los siglos VI al V a.C., y aquí si han aparecido
estructuras para el almacenamiento de productos agropecuarios, este
yacimiento se localiza muy cerca de Medellín.
Cuando se descubrió el yacimiento de Tamborrillo, se hicieron catas, lo
que vienen a ser sondeos arqueológicos y se documentaron muy cerca
de Medellín y de la necrópolis, siendo ambos descubrimientos
cercanos. Cabe remarcar que todos los oppidum ofrecen un alto grado
de control del territorio circundante.
Todo lo expuesto anteriormente son circunstancias que concurren en el
s.V a.C. en el Tamborrillo, así que, como hipótesis para sustituir a
Medellín, sería importante contemplar esta última opción, cabe añadir
que en las catas arqueológicas realizadas se observan ciertos grados de
destrucción.
La evolución de la investigación arqueológica en Extremadura es de
vital importancia, aunque por otra parte, no se ha avanzado lo
suficiente para que tengamos una certeza absoluta sobre el período que
nos atañe.
Otro yacimiento importante en Extremadura es el de Cerro
Bodeguero, cerca del más famoso Cancho Roano, el cual, es un
yacimiento que está datado a caballo entre el Bronce Final y el Hierro
temprano, contando fundamentalmente con tres fases de ocupación: la
primera del Bronce Final, con una cabaña del siglo IX a.C. La segunda
fase denominada tartésico, de finales del s. VIII y principios del siglo
VII a.C. Una última fase ya de época romana, pero hay un dato que
nos descubre un hallazgo muy importante, el asentamiento es
abandonado mediante un “piacum”, lo que viene a ser un
enterramiento de las construcciones preexistentes.
Según la datación, se abandona el Cerro Bodeguero justo en el
momento en que se empieza a construir Cancho Roano. Un piacum era
un castigo sagrado, y se hacía con determinados recintos en la
Antigüedad cuando un lugar dejaba de tener sentido, no sirviendo por
lo tanto a la causa por la que se construyó, aunque si estando
sacralizado, osease siendo de carácter sagrado para los pobladores.
Volviendo al yacimiento de Cerro Bodeguero, sus habitantes parece ser
que procedieron al piacum y constituyeron un túmulo funerario,
logrando de esta manera que perviviera la visión del espacio y su
memoria. Es un hito en el terreno que forma parte de las señas de
identidad de un antiguo y noble linaje.
El yacimiento de Cerro Bodeguero está, si lo comparamos con el de
Cancho Roano, arrasado, aunque también cuenta con edificios menos
modestos, y, aunque entre ellos no hay contacto visual, controlaron un
gran espacio circundante.
En las prospecciones realizadas en Cerro Bodeguero y Cancho Roano
no aparece ninguna cerámica, a diferencia del yacimiento de la Mata,
que cuenta con una dispersión de hábitat rural constituido por
pequeñas granjas. La principal diferencia entre estos asentamientos es
que el de la Mata era una residencia señorial, siendo Cerro Bodeguero
y Cancho Roano palacios-santuarios.
Otro yacimiento muy importante en la zona es el Turuñuelo.
A continuación vamos a irnos a Cancho Roano, donde analizaremos la
interpretación histórica que pudo tener este importante asentamiento
en Extremadura.
Las primeras hipótesis desde las excavaciones de los arqueólogos
Maluquer y Celestino nos llevaron a pensar que era un santuario,
ambos expertos se basaban en que se descubrió un Sancta Santorum,
lo que viene a ser un altar sagrado de tipo votrox, es decir, circular,
sobre el que se colocaba un altar de tipo lingote chipriota, extendido
como una piel de toro; pero, además, se encontró un hogar de tipo
rectangular que se puede considerar como un espacio de culto
religioso.
Todo lo expuesto anteriormente nos demuestra que hubo un
importante espacio religioso, ahora bien, otro de los argumentos que se
esgrimieron para fundamentar esta hipótesis fue el hallazgo de un gran
número de molinos de mano de tipo barquiforme junto a algunos vasos
rituales, telares, etc.; en el momento del hallazgo se barajó que podía
tratarse de un santuario en el que se desarrollarían una serie de
rituales religiosos, los cuales estarían relacionados con la agricultura:
cosechas y fertilidad de la tierra, y que estos rituales atraerían la
llegada de mucha gente de la región, con el consiguiente y beneficioso
impacto económico para el asentamiento; con esto, se apuntó la
posibilidad de que se tratase de un importante centro de comercio con
connotaciones religiosas, donde tartesios e indígenas podían comerciar
avalados por la protección divina.
Cuando avanzaron las excavaciones, se comienza a analizar y aportar
nuevas hipótesis y llegaron a la conclusión de que aquellos hallazgos
tenían todas las trazas de un palacio orientalizante, por el tipo de
estructura, construcción de paramentos, etc., todo ello lo relacionaba
con el palacio, que era la sede de un importantísimo personaje de
origen aristocrático que allí residía y que desde su palacio controlaba
un amplio territorio e incluso lo explotaba en beneficio propio.
Que el asentamiento de Cancho Roano tuvo una función religiosa es
indiscutible, al igual que es bastante aceptado actualmente la función
del palacio.
Muchos investigadores afirman que casi con toda certeza era un
palacio, pero que hay que matizar el hecho del santuario, siendo la
connotación religiosa del lugar vinculada al palacio y al linaje del señor
de ese palacio, el cual es un dinasta, es decir, ocupa un lugar dentro de
un linaje gentilicio que controla un extenso territorio en torno a
Cancho Roano, y este señor requiere de elementos religiosos que
avalen su poder sobre el territorio y sus habitantes, y la forma religiosa
es la manera de conferirle ese acatamiento por parte de los habitantes
a su autoridad.
Parece relacionarse con un culto de carácter heroico que se da al
fundador de este linaje, por esta razón se mantiene la estructura de
fondo de cabaña o pequeña estructura tumular funeraria, que es la
más antigua de todo el complejo; el cual también aparece representado
en la estela situada como peldaño en la entrada monumental del
edificio.
Nos encontramos por lo tanto, con una primera fase del asentamiento
de Cancho Roano, que nos pone de manifiesto un culto heroico al
fundador del linaje, en virtud de la cual podemos llamar a este
complejo como “Palacio-Santuario”.
Después, Cancho Roano tiene una particularidad que lo vincula al
carácter religioso, y es que se encuentra en mitad del campo, teniendo
un radio de unos 3 km en los que no hay ningún vestigio arqueológico,
este dato plantea problemas, pero quizá este aspecto de aislamiento del
lugar pudiera tener algo que ver con una connotación religiosa y
sagrada del sitio, el cual se preserva de cierta forma sagrada con un
vacío en el que nadie entra.
Según las investigaciones, también se da una presencia continua del
agua durante todo el año en el foso que rodea todo el complejo.
A continuación vamos a situarnos en otro importante yacimiento, La
Mata, estando datado entre el s. VI - V a.C., siendo este complejo una
residencia señorial, donde pudieron vivir unas 20 a 25 personas, el cual
controlaba un extenso territorio en su contorno, y no teniendo ninguna
connotación religiosa.
Cuando se excavó era un gran túmulo y los lugareños le llamaban “el
montón de tierra grande”, ya que a unos 400 m del mismo se
encontraba “el montón de tierra chico”, el cual en las excavaciones se
descubrió que era una tumba de la época, probablemente
perteneciente a la persona que originó este complejo, cabe remarcar
que la tumba siempre puede ser vista desde el edificio grande, algo a
todas luces dispuesto y construido de tal manera.
Como foso perimetral cuenta con un río y un muro con un pequeño
terraplén, pero no son obstáculos insalvables.
Por otro lado, tiene una connotación simbólica y de representación del
poder que en ella vive.
El edificio de La Mata ha sido muy bien estudiado, y en el entorno de
este aparecen pequeños asentamientos que se han documentado como
granjas, en las que vivían unas 50 personas que eran dependientes de
La Mata; esto marca un sistema de poblamiento que tiene centros
nucleares con asentamientos como Conis Turgis; que a su vez tiene
centros especiales como Cancho Roano; y que cuenta con edificios
como La Mata.
Desde el punto de vista económico, se han hecho análisis exhaustivos, y
este complejo está emplazado en un territorio que cuenta al este de su
posición con tierras fértiles para cultivo, y al oeste con zonas boscosas
de donde obtener abundante materia prima, madera para construir,
caza, etc.
Cuentan además con detallados análisis palinológicos y se han
encontrado restos de miel, olivos, mezclas de piñones, almendras, etc.,
incluso algunos de ellos mezclados con miel. También restos de aves,
bellotas, etc.
Los habitantes contaban también con abundante ganado de diferentes
tipos, como caballos, vacas, cerdos, etc.
Es decir, sus pobladores, tenían sin duda un régimen de vida muy
desarrollado con una economía primaria simple pero fuerte y
próspera.

La cultura tartésica es sin lugar a dudas, uno de los temas más


desconocidos de nuestra Historia y que más dudas, debates e interés
despierta entre arqueólogos e historiadores.

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