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MATERIAL DE ESTUDIO

GRADO HISTORIA DE LA CULTURA MATERIAL DEL MUNDO CLÁSICO


DE LA PENÍNSULA IBÉRICA. DE IBERIA A HISPANIA
TEMA 2 Tarteso

CURSO 2021-2022

Virginia García Entero, Carmen Guiral Pelegrín Y Mar Zarzalejos Prieto

GRADO EN GEOGRAFÍA E HISTORIA


TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA
MARIANO TORRES ORTIZ

Publicado en: PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA:


DEL NEOLÍTICO A LA ROMANIZACIÓN
ISBN: 978-84-92681-89-1 (Edición impresa)
978-84-92681-90-7 (e-book)
Mariano Torres Ortiz* Taršiš, Tartessos, Turdetania

Introducción En este sentido, el contenido histórico que cabe


atribuir a Tartessos es el desarrollo de una sociedad
Concepto y etnogénesis de carácter urbano y estatal en el Sudoeste de la Pe-
nínsula Ibérica como consecuencia de su integración
Tartessos es una de las cuestiones que más interés en las redes de comercio e intercambio atlánticas
ha suscitado en el campo de la Prehistoria Reciente, y mediterráneas, pero dentro de un área que debió
básicamente porque su generalizada identificación contar con cierta homogeneidad étnica según se de-
con el Taršiš bíblico supone la primera mención de la duce de los datos lingüísticos conservados y con una
Península Ibérica en las fuentes escritas1 y, por tanto, trayectoria común al menos desde finales del Neolíti-
se considere que marca el punto de transición de la co o inicios del Calcolítico.
Prehistoria a la Historia.
De hecho, en el Sudoeste de la Península Ibérica
Si a ello se une las referencias de autores griegos ya se había iniciado desde el segundo cuarto del III
como Herodoto (I, 163) que aluden a su estructura milenio a.C. un proceso de jerarquización social muy
política, en concreto una monarquía plasmada en la acusado como queda atestiguado en los grandes po-
figura del rey Argantonio, y las contenidas en la Ora blados fortificados de Valencina de la Concepción, La
Maritima de Avieno, que describen un amplio terri- Pijotilla o Zambujal4 que, aunque colapsan a inicios
torio que se extendía desde la desembocadura del río de la Edad del Bronce, suponen un importante prece-
Guadiana a la del río Segura, dato que dio pie a Adolf dente del posterior desarrollo tartésico.
Schulten2 a plantear la existencia de un extenso y
Es en este proceso de larga duración donde hay
poderoso reino tartesio creando un topos historiográ-
que situar, por tanto, el origen de la etnogénesis tar-
fico del que ha sido muy difícil desprenderse, dicho
tésica, que cristalizará definitivamente en el Bronce
interés se ve aún se acrecienta más. Final por los motivos mencionados anteriormente.
Además, esta primera mención a un reino y a una
monarquía hispana ha provocado igualmente que
desde el siglo XVI, pero sobre todo a partir del si- El marco geográfico
glo XVIII, Tartessos se convirtiese en la historiografía El área donde se desarrolla la cultura tartésica se
de la época en un precedente de la monarquía y el reduce a varias comarcas del Sudoeste de la Península
estado nacional español cuya interpretación y valora- Ibérica, no extendiéndose por el Sudeste de la misma
ción ha variado según las circunstancias históricas y tal y como planteó en su momento Adolf Schulten5 a
la ideología de cada momento histórico3. partir de las referencias de Avieno (O.M. v. 462), que
No obstante, las posibles distorsiones producidas situaba el límite o la frontera de los tartesios en algún
por las referencias de las fuentes clásicas, en buena punto al norte de la desembocadura del río Segura.
manera superadas desde fines de los años 60 al darse Incluso dentro del Sudoeste, no todas las regiones
una mayor importancia a la cultura material y a la se pueden englobar en el mundo tartésico, ya que to-
Arqueología a la hora de investigar el mundo tartési- das las áreas interiores del Alentejo poseen unas tra-
co, unidas a su malinterpretación a causa de factores yectorias y una cultura material que las separan del
ideológicos modernos, no justifica rechazar el fenó- proceso histórico de Tartessos.
meno en su totalidad como parece hacer parte de la
investigación actual, sino que hay que incidir en su Además, el área ocupada por la cultura tartésica
estudio desde una actitud crítica y rigurosa. varía y evoluciona a lo largo del tiempo, extendiéndo-
se de sus áreas nucleares en los tramos medio y bajo
del valle del Guadalquivir y las comarcas del sur de la
*
Universidad Complutense de Madrid, mtorreso@ghis.ucm.es
1
Koch, 1984.
2
Schulten, 1922; 1945. 4
vid. Nocete en este volumen.
3
Álvarez Martí-Aguilar, 2005. 5
Schulten, 1945: 204, nota 2.
252 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

actual Extremadura en torno al valle del Guadiana, a Así, definir a partir de qué momento se puede ha-
otras zonas como el Algarve y la desembocadura de blar de Tartessos o de cultura tartésica es una labor
los ríos Tajo y Sado. complicada, aunque hay toda una serie de hechos
Para la localización del área nuclear tartésica en que se pueden fechar en el siglo X o, como mucho,
los valles medio del Guadiana y medio y bajo del finales del XI a.C. que sirven para identificar el inicio
Guadalquivir, el criterio utilizado es básicamente el del proceso.
lingüístico, ya que en ambos se concentra toda una El primero de dichos acontecimientos es la men-
serie de topónimos con los formantes Ipo–, –ipo, –oba, ción de los viajes a Taršiš en los textos bíblicos en
–uba, Ob–, Lac–, etc. (fig. 9), que se pueden atribuir a tiempos de los reyes Hiram de Tiro y Salomón de Is-
la lengua tartésico-turdetana (vid. infra). rael hacia mediados del siglo X a.C., una Taršiš que
cabe identificar con pocas dudas con la Península
En ambas zonas se localiza también desde el Bron-
Ibérica6.
ce Final una cultura material cerámica muy similar,
aunque con las lógicas matizaciones regionales, que El segundo es la generalización de los contactos
permite, junto a las evidencias lingüísticas, situar allí del Sudoeste de la Península Ibérica con la fachada
el núcleo geográfico de la cultura tartésica. atlántica europea como atestigua la generalización en
esta área de la metalurgia atlántica en bronce, princi-
Desde el punto de vista geográfico, ambas zonas se
palmente a partir del Bronce Final Atlántico III y la
caracterizan por territorios relativamente llanos y ap-
expansión de las espadas de tipo Huelva7.
tos para la práctica de la agricultura y la ganadería, lo
que les permite sostener densas poblaciones. Además, Esta generalización de los contactos atlánticos
el área de separación entre ambos valles, la Sierra Mo- coincide con la reanudación de las relaciones con el
rena, es rica en recursos minerales, principalmente de Mediterráneo plasmados en la llegada a la Península
cobre y plata, lo que proporcionó a las elites tartésicas Ibérica de fíbulas del Mediterráneo central, que ser-
un excedente comercializable con el que construir y virán como prototipo para el desarrollo de este tipo
consolidar su situación de privilegio. A ello hay que de objetos en la misma, en concreto las fíbulas de
unir que en el reborde montañoso que cierra el valle codo, además de otras importaciones del Mediterrá-
del Guadiana por el norte existen filones de estaño neo oriental, cuyo ejemplo más característico es el
que les permitía la obtención de este estratégico metal cuenco de Berzocana, además de la llegada a diversas
imprescindible para la fabricación del bronce. áreas del Mediterráneo central y oriental de objetos
de procedencia peninsular como espadas y fíbulas de
Igualmente, las desembocaduras del Guadiana codo de tipo Huelva, asadores articulados y diferen-
y del Guadalquivir en el Atlántico proporcionaron tes tipos de hachas de talón y anillas y de apéndices
a las poblaciones tartésicas puertos naturales para laterales8.
comercializar su producción metalúrgica, entre los
que destaca el de Huelva –la antigua Onuba–, que En lo concerniente a la cerámica, es en este mo-
son punto de tránsito obligado para las rutas marí- mento cuando surgen producciones con la superficie
timas que conectaban la fachada atlántica europea. exterior cuidadosamente bruñida y la interior decorada
Además, la cercanía de estos puertos al Estrecho de mediante la técnica de la retícula bruñida, consistente
Gibraltar los convirtió en último destino de las rutas en trazar una decoración geométrica, generalmente de
marítimas de carácter comercial que desde inicios del líneas entrecruzadas, con un punzón de punta roma
primer milenio a.C. enlazaban ambos extremos del que tras la cocción de la pieza adquiere un aspecto
Mediterráneo. más brillante que el resto de la superficie.
Por ello, la interacción de todos estos factores pro- Es precisamente en este momento de creciente
vocó el inicio y posterior consolidación del proceso conectividad e interacción del Sudoeste de la Penín-
de creciente jerarquización social, urbanización y es- sula Ibérica con otras regiones atlánticas y medite-
tatalización de la cultura tartésica. rráneas cuando se inicia el proceso de crecimiento
económico que dará lugar a relaciones sociales cada
vez más complejas y se pondrán en marcha los me-
Marco cronológico y periodización canismos que llevaran a la aparición en la Edad del
Hierro de una sociedad plenamente urbana.
Definir un marco temporal y una periodización
para cualquier proceso histórico de larga duración es Todos estos fenómenos se iniciaron y solaparon a
ciertamente complejo, por lo que la división en pe- lo largo de la primera mitad del siglo X a.C. durante
ríodos, sus denominaciones y la cronología propuesta
no dejan de ser convenciones como consecuencia de 6
Koch, 1984.
la dificultad de encontrar cesuras nítidas en fenóme- 7
Coffyn 1985; Ruiz-Gálvez 1998; Brandherm 2007: 56 s.
nos tan complejos. 8
Lo Schiavo, 1991; Crielaard, 1998; Torres, 2008.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 253

el Bronce Final, así que es en este momento cuando y, tras la Segunda Guerra Púnica, por los romanos
se puede situar el inicio de la Cultura Tartésica. (206/5 a.C.), aunque realmente continúa durante los
La primera fase de desarrollo de este proceso es dos primeros siglos de conquista romana.
anterior a la fundación de los primeros establecimien- De hecho, la antroponimia y la cultura material
tos coloniales fenicios en el sur de la Península Ibérica turdetana no desaparecieron hasta el siglo I de la era,
hacia el último cuarto del siglo IX a.C., por lo que a la como demuestran numerosas inscripciones funerarias
misma se le puede asignar una cronología que engloba y la tipología de las urnas utilizadas en tumbas de las
los siglos X-IX a.C. (circa 1000-825/800 a.C.). necrópolis romanas del valle del Guadalquivir, siendo
entonces cuando el proceso histórico tartésico-turde-
Precisamente, la fundación de las primeras colo-
tano llega a su fin, ya que, como señala Estrabón (III,
nias fenicias constituye, de manera convencional, el
2, 15) en época de Augusto, la población del valle del
inicio de la Primera Edad del Hierro y del Período
Guadalquivir ya parecía romana.
Orientalizante en la Península Ibérica, éste último de
forma más específica en Tartessos.
Esta segunda fase duró cerca de tres siglos y su- Primeras referencias a la Península Ibérica en las fuen-
puso la adopción por las poblaciones locales de una tes escritas
serie de técnicas, elementos iconográficos, religiosos y
Con las primeras referencias escritas a la Penín-
culturales que van a ser usados y recontextualizados
sula Ibérica materializadas en los topónimos Taršiš,
para generar una nueva cultura diferente tanto a la
recogido en los textos bíblicos, y Tartessos, atestigua-
local del Bronce Final como a la de los colonos fe-
do en los textos griegos, se empieza a abandonar la
nicios asentados en las costas del sur de la Península
Prehistoria para entrar en el campo de la Historia
Ibérica.
propiamente dicha, una Historia que alcanzará más y
Este proceso de orientalización fue progresivo y más territorios peninsulares según vaya aumentando
se desarrolló de fines del siglo VIII a inicios del VI su conocimiento geográfico y éste quede registrado
a.C., cuando el creciente impacto del comercio con en las fuentes escritas.
la Grecia del Este (Focea, Samos, Quíos, etc.) inicia
Como se ha señalado anteriormente, las prime-
un proceso de helenización cuyo personaje paradig-
ras menciones de la Península Ibérica en las fuentes
mático fue el rey Argantonio (Hdt. I, 163), y que
escritas hacen referencia precisamente a Taršiš en el
posteriormente se plasmará en la escultura ibérica de
caso de los textos bíblicos y a Tartessos en el caso
tradición jonia y el alfabeto grecojonio propio del sur
del mundo griego, aunque se ha discutido mucho si
de la cultura ibérica9.
la localización del primero de estos topónimos con
Por otro lado, el final del Período Orientalizante la Península Ibérica es acertada.
se sitúa a inicios del último tercio del siglo VI a.C. y
Así, en el Libro de los Reyes (I Re. 10, 22) se men-
se relaciona con la crisis del comercio con la Grecia
cionan unas naves de Taršiš pertenecientes a los reyes
del Este como consecuencia de la invasión persa de
Salomón de Israel e Hiram I de Tiro que se encon-
Jonia y la pírrica victoria obtenida por los foceos ha-
traban ha Yam, el nombre que los israelitas daban al
cia el 535 a.C. en la batalla de Alalía, lo que les obliga
mar Mediterráneo, y que cada tres años iban y venían
a retirarse del Mediterráneo central.
trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales ha-
Convencionalmente, desde el punto de vista ar- cia mediados del siglo X a.C.
queológico, el tránsito entre el Período Orientalizante
y la época turdetana se puede situar hacia 520/510 Estas naves se denominaban así porque se utiliza-
a.C. y se materializa en el cese del comercio con la ban en los largos viajes a Taršiš, región que normal-
Grecia del Este, la aparición de las ánforas más anti- mente se sitúa en el Sudoeste de la Península Ibéri-
guas de la serie 11 de Ramon o Mañá-Pascual A4 y la ca11 y con la que también comerciaban los fenicios
llegada de las copas áticas de tipo C y el surgimiento en época más avanzada según se desprende de otros
de sus imitaciones locales, y de las de tipo Droop y textos bíblicos como el segundo oráculo contra Tiro
Cassel10. del profeta Ezequiel (Ez. 27, 12).

Esta II Edad del Hierro se extiende hasta finales Se supone que este primer término que hace refe-
del siglo III a.C. con la conquista del Sudoeste penin- rencia a la Península Ibérica se ha formado a partir de
sular en primer lugar por los cartagineses (237 a.C.) un topónimo local con base en una raíz trt, que habría
sido interpretado y adaptado por los israelitas, y es de
suponer que por los fenicios, a su propia lengua.
9
vid. Almagro-Gorbea en este volumen.
10
Cabrera, 1988-89: 74-75; Ramon, 1995: 233 s., fig. 113-
119. 11
Koch, 1984.
254 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Aparte de la existencia de relaciones comerciales El Bronce Final (c. 1000-825/800 a.C.)


con Taršiš y los productos allí obtenidos (Ez. 27, 12),
todos ellos muy abundantes en el Sudoeste de la Pe- Urbanismo
nínsula Ibérica, las fuentes bíblicas no proporcionan
ninguna otra información sobre esta región excep- El conocimiento de las viviendas y de la organiza-
tuando la genérica mención de la existencia de reyes ción urbanística de los asentamientos de esta época
es una de las asignaturas pendientes de la Arqueolo-
(Sal. 72, 10).
gía tartésica, ya que la gran mayoría de los poblados
No mucho más explícitas son las fuentes griegas surgidos ahora van a continuar en uso en épocas pos-
acerca de Tartessos, un topónimo griego formado teriores y, en ocasiones, hasta la actualidad, lo que di-
mediante el añadido del sufijo –sos a la misma raíz ficulta enormemente el acceso a los niveles del Bron-
indígena trt presente en la formación del topónimo ce Final de los principales asentamientos tartésicos.
Taršiš. Si a ello se une que la arquitectura de este momento
usa básicamente materiales orgánicos de carácter pe-
No obstante, en las fuentes griegas no hay duda de
recedero, dicha dificultad se acrecienta aún más.
que Tartessos es el nombre tanto de una región como
de un río del Sudoeste de la Península Ibérica situa- Ello ha provocado que, salvo excepciones, el es-
dos más allá del Estrecho de Gibraltar, por lo que es caso conocimiento que se tiene de los hábitats pro-
razonable identificar los topónimos Taršiš y Tartessos ceda de los asentamientos agrícolas, en los que se
y situarlos en el mismo espacio geográfico. han documentado numerosas estructuras excavadas
en el suelo denominadas “fondos de cabaña” que
Las primeras referencias textuales a Tartessos se normalmente se amortizan como basureros una vez
fechan a inicios del siglo VI a.C., al ser utilizado este abandonados13.
término para designar un hidrónimo en la Gerioneida
de Estesícoro de Himera. Con posterioridad, referen- Sobre estas estructuras semisubterráneas se eri-
giría un armazón de postes de madera que sosten-
cias adicionales a Tartessos, entendido como el nom-
dría una cubierta vegetal en ocasiones cubierta por
bre de una región, se fechan hacia el 500 a.C. en la
un manteado de barro, como atestiguan los restos de
obra del geógrafo jonio Hecateo de Mileto12.
arcilla con improntas vegetales hallados en el deno-
Así, la generalización del conocimiento geográfico minado “fondo de cabaña” de El Carambolo14.
griego de Tartessos debe situarse en el siglo VI a.C., lo A veces, en el interior de estas estructuras se han
que coincide con los datos proporcionados por el his- hallado hogares, como en el “fondo de cabaña” 8 de
toriador Herodoto, que se encuadran precisamente Vega de Santa Lucía (Palma del Río, Córdoba) ade-
entre fines del siglo VII a.C. y mediados del siguiente. más de otros elementos, como agujeros de poste, que
Es en este marco cronológico donde se sitúa el fabu- acreditan su uso doméstico15. Sin embargo, dicha
loso viaje de Kolaios de Samos (Hdt. IV, 152), que función no siempre se acredita, ya que bastantes de
tiene lugar en el marco de la fundación de la colonia estas estructuras semisubterráneas, dada su planta
griega de Cirene hacia el 630 a.C., y las relaciones de irregular y sus superficies inclinadas, nunca pudieron
los foceos con el rey Argantonio (Hdt. I, 163), acon- haber sido usadas como viviendas, por lo que desde
tecidas con anterioridad al año 545 a.C., momento un principio debieron funcionar como basureros.
de la conquista persa de su ciudad.
No obstante, donde se han documentado estruc-
Al igual que ocurre con las fuentes bíblicas, los turas de hábitat más sólidas, éstas corresponden siem-
datos proporcionados por las fuentes griegas sobre pre a cabañas con cimentaciones de piedra y planta
Tartessos no van más allá de señalar su riqueza y la oval, circular o de tendencia rectangular constituidas
mención de un rey, en este caso Argantonio, pero, lo por una única estancia en cuya zona central se do-
que es más importante, no dejan dudas sobre la ubi- cumenta en ocasiones una estructura de combustión
cación de esta región. y en cuya entrada se construye un empedrado de
planta rectangular o trapezoidal. Ejemplos de este
Así, la escasez de datos en las fuentes escritas de-
tipo de estructuras se documentan en la Colina de
termina que el conocimiento que se tiene en la actua-
los Quemados (Córdoba) y en áreas ya periféricas
lidad sobre Tartessos sea básicamente arqueológico,
o fronterizas con el mundo tartésico como Ronda la
aunque, como se ha señalado, la existencia de estas
Vieja-Acinipo (Ronda, Málaga) (Fig. 1) y Huertas de
primeras referencias escritas provoca que el mundo Peñarrubia (Campillos, Málaga), convirtiéndose pos-
tartésico constituya en la frontera entre la Prehistoria
y la más antigua Historia en Iberia.
13
Torres, 2002: 281-283.
14
Carriazo, 1973: 215, fig. 145.
12
de Hoz, 1989: 27-30. 15
Murillo, 1993-94: 70-71, fig. 4.6.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 255

Figura 1. Cabañas circulares con zócalo de piedra de Figura 2. Espadas y fíbula del depósito de la Ría de Huel-
Ronda la Vieja-Acinipo (según Martín Ruiz 1995). va (según López de la Orden y García Alfonso 2010).

teriormente los dos primeros yacimientos en impor- portante el número de asentamientos. Se ocupan de
tantes ciudades16. forma más intensa los que se convertirán en los prin-
Igualmente, algunos asentamientos, principalmen- cipales asentamientos y surgen numerosos emplaza-
te los que estructuran jerárquicamente el territorio, mientos rurales, algo por otra parte imprescindible
se dotan de murallas con anchos y potentes zócalos para mantener el proceso de intensificación econó-
de piedra en ocasiones, reforzadas con bastiones. Es mica que acontece también en este momento.
el caso de Niebla Cabezo del Castillo de Aznalcóllar,
Los Castrejones, de Aznalcóllar, Carmona y Ategua, Mundo funerario
a los que hay que unir en áreas cercanas Los Casti-
llejos de Alcorrín (Manilva, Málaga) y el Castro de Las manifestaciones funerarias de este período se
Ratinhos (Moura, Portugal), lo que demuestra que la caracterizan por la práctica de rituales funerarios que
fortificación de los hábitats tartésicos se inserta en un no dejaban huella en el registro arqueológico.
proceso generalizado por todo el sur de la Península
Por ello, se ha planteado que el mundo tartésico
Ibérica17.
se integraba dentro de las tradiciones funerarias pro-
No obstante, a partir de las escasas evidencias dis- pias de la fachada atlántica europea, que se caracteri-
ponibles, se ha planteado que ya en este momento zaban precisamente por su invisibilidad arqueológica
existía una cierta jerarquía entre los asentamientos, y en las que el cuerpo del difunto parece que se arro-
con lugares centrales que estructuraban a su alrededor jaba a las aguas, por lo que no existía ningún tipo de
una serie de poblados o granjas de pequeñas dimensio- estructura funeraria.
nes y función básicamente agrícola, lo que sugiere que
En este sentido, las únicas huellas que quedarían
ya en este momento surge en la zona una organización
de estos ritos serían los objetos metálicos que acom-
territorial, si no urbana, al menos protourbana18.
pañaban a los difuntos en este tipo de ceremonias y
Estos lugares centrales estructurarían también el que se traducirían en los depósitos de bronces recu-
tráfico de metales desde las zonas mineras hasta las perados de las aguas en dicha zona, siendo el mayor
zonas de consumo y los puertos de exportación hacia y más importante descubierto en el área tartésica el
al exterior, como es el caso de Huelva19. de la Ría de Huelva (Fig. 2), compuesto por armas
Finalmente, hay que señalar que a lo largo del (espadas, puntas de lanza con sus regatones, puñales,
Bronce Final se produce un importante aumento cascos) y objetos de adorno como fíbulas20.
demográfico, incrementándose de manera muy im- Además del depósito onubense, existen otras de-
posiciones en las aguas en el Sudoeste de la Península
Ibérica que cabría relacionar con este tipo de rituales,
16
Torres, 2002: 281, fig. XII:4.
17
Almagro-Gorbea y Torres, 2007. como las espadas de Bornos (Cádiz), Bellavista (Se-
18
Bendala, 1989.
19
González de Canales, Serrano y Llompart, 2004; Gómez
Toscano, 2009. 20
Ruiz-Gálvez, 1995.
256 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Figura 3. Estelas de guerrero. Figura 4. Enterramiento de cremación de la necrópolis


de Los Rabadanes (Las Cabezas de San Juan, Sevilla)
(según Pellicer y Escacena 2007).
villa), etc.21, o las espadas, lanzas e incluso un gancho
de carne recuperados en el río Genil, un verdadero
depósito que se ha relacionado con el poblado de Al- –el caso más probable son las recuperadas en el Cor-
honoz (Herrera, Sevilla)22. tijo de la Reina (Córdoba), donde se hallaron junto
a dos urnas bicónicas que contenían tierra cenicien-
Lógicamente, el propio carácter de los objetos recu-
perados –armas y elementos ligados al banquete como ta24– ha llevado a buscar interpretaciones alternativas
el mencionado gancho de carne– relaciona estas piezas para su función: marcadores territoriales, monumen-
con la esfera masculina de elite y, en concreto, con su tos conmemorativos de ciertos eventos, etc. En todo
faceta como guerrero, un aspecto que es también exal- caso, estos objetos proporcionan una importante in-
tado en otro de los objetos más característicos de la formación iconográfica acerca de los objetos usados o
cultura tartésica del Bronce Final, aunque no exclusi- que al menos se consideraban apropiados para su uso
vos de la misma, como son las estelas de guerrero23. por las elites de este período y conforman el carácter
guerrero de la sociedad.
Estas piezas, losas de piedra hincadas verticalmen-
te en las que se representan diferentes tipos de armas Si las armas arrojadas a las aguas caracterizaban
ofensivas y defensivas, carros, objetos de adorno y, en a los ritos funerarios masculinos, se ha planteado
los ejemplares más recientes, la propia figura humana que con los femeninos habría que relacionar la de-
del guerrero que puede ir acompañada de otros per- posición de objetos de orfebrería, ya sean torques o
sonajes, en general sirvientes, son objetos tradicional- brazaletes, en este caso enterrados en la tierra pero
mente vinculados a las manifestaciones funerarias de también caracterizados por la ausencia del cuerpo
estas poblaciones (Fig. 3). Así, se pensaba que estas del difunto25.
piezas se emplazaban junto a o sobre las tumbas, en Sin embargo, a pesar de la elusividad del registro
un primer momento como tapas de cistas de inhu- funerario tartésico del Bronce Final, en los últimos
mación a la manera de las losas de las tumbas de la años se han documentado algunos enterramientos
Edad del Bronce del Alentejo y que posteriormente de este período, básicamente cremaciones en urna
se clavaban junto a la tumba a manera de verdaderas pero también alguna inhumación. Entre las primeras,
estelas funerarias como monumento conmemorativo cabe mencionar las cremaciones más antiguas del tú-
de la memoria del difunto. mulo 1 de la necrópolis de Las Cumbres (Puerto de
No obstante, el hecho de que sólo en contadas Santa María, Cádiz)26, algunas de las documentadas
excepciones estas estelas se asocien a enterramientos en la necrópolis de los Rabadanes (Las Cabezas de

21
Ruiz-Gálvez, 1995: 30, fig. 10-11. 24
Murillo, Morena y Ruiz Lara, 2005: 27 s., fig. 5.
22
López Palomo, 1978; Armada y López Palomo, 2003. 25
Ruiz-Gálvez, 1995.
23
Galán, 1993; Celestino, 2001; Harrison, 2004. 26
Ruiz Mata y Pérez, 1989: 288, 291, lám. 1-2.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 257

Figura 5. 1. Cerámica pintada de tipo Carambolo (según Carriazo 1973). 2. Cerámica de retícula bruñida.

San Juan, Sevilla)27 (Fig. 4), las halladas en Ategua Artesanado


(Córdoba)28 y las ya mencionadas urnas bicónicas
procedentes del Cortijo de la Reina (Córdoba)29, que La cultura material del Bronce Final tartésico
hay que relacionar con la expansión del rito de la cre- se caracteriza porque en este momento se inicia un
mación propio de los Campos de Urnas por el sur y proceso de marcada especialización artesanal en la
suroeste de la Península Ibérica, cuyo exponente más producción de diferentes objetos cerámicos y, sobre
occidental son las conocidas cremaciones en urnas de todo, de metal, lo que sólo se explica dentro de una
Alpiarça, en las cercanías de la antigua desemboca- economía cada vez más complejo en un marco de
dura del Tajo. Estas cremaciones se generalizarán ya a aumento de la jerarquización social.
partir del período siguiente y se convertirán en el rito En la alfarería, este proceso es menos apreciable, ya
funerario por excelencia del Período Orientalizante que no se introducen mejoras tecnológicas significati-
tartésico. vas y la cerámica sigue siendo modelada a mano. No
En lo concerniente a las inhumaciones, cabe men- obstante, la aparición de algunos tipos cerámicos con
cionar la hallada en el “fondo de cabaña” 4 de la Vega superficies tratadas más cuidadosamente y decoradas
de Santa Lucía, donde un individuo en posición de- con técnicas como la retícula bruñida (Fig. 5.2) o mo-
cúbito lateral aparece asociado con cerámicas de los tivos geométricos pintados en rojo (cerámicas de tipo
momentos finales del Bronce Final30. Carambolo) (Fig. 5.1) sugiere que algunas cerámicas
dejan de producirse en la esfera puramente doméstica
Todos estos enterramientos en estructuras fune-
para ser manufacturadas en talleres de artesanos espe-
rarias con mayor visibilidad arqueológica cabría re-
cializados. De estas cerámicas, destacan especialmente
lacionarlos con el proceso que paralelamente tiene
las últimas, ya que sus patrones decorativos suponen
lugar en la arquitectura, lo que indicaría una mayor
una imitación y adaptación de las cerámicas griegas
vinculación de las poblaciones a determinados lu-
del Geométrico Medio II que llegan a la Península Ibé-
gares y la legitimación de su posesión mediante ne-
rica en los momentos finales del Bronce Final.
crópolis en las que los antepasados eran el referente
ideológico. En la metalurgia del bronce, este fenómeno se
aprecia mucho mejor, lo que se traduce en el uso de
técnicas cada vez más complejas y en un aumento de
27
Pellicer y Escacena, 2007: 11-13, fig. 5-7. la cantidad y de los tipos de objetos fabricados.
28
López Palomo, 2008: 178, 185-187, lám. 29:b.
29
Murillo, Morena y Ruiz Lara, 2005: 27 s., fig. 5. En las aleaciones se observa la generalización del
30
Murillo, 1993-94: 127-130, fig. 4.51, lám. 4.2. uso del bronce, proceso ya iniciado a mediados del II
258 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

milenio a.C., siendo ahora cuando se alcanza un gran


volumen de objetos fabricados con dicho material,
con todas las consecuencias que ello implica al ser ne-
cesario establecer relaciones a media y larga distancia
para el abastecimiento de estaño, un metal básico y
estratégico dentro de este nuevo marco tecnológico.
Igualmente, junto al uso del bronce se generali-
zan también los moldes bivalvos en piedra, como el
hallado en Ronda para la fabricación de espadas de
tipo Ronda-Sa Idda31 (Fig. 6), o de arcilla, bien atesti-
guados en Huelva32. Este tipo de moldes hay que re-
lacionarlos con el uso de la técnica de la cera perdida,
utilizada para la fabricación de objetos de banquete
como los ganchos de carne, uno de los cuales fue ha-
llado en las aguas del río Genil, pero principalmente
usada en orfebrería (vid. infra).
Los objetos de metal más abundante son las armas,
ya que poseen un importante significado social que
define uno de los principales roles de los individuos
masculinos de elite: el de guerreros. De hecho, este
significado simbólico de las armas puede haber facili-
tado su entrada en el registro arqueológico, ya que su
utilización en prácticas rituales que implicaban su no
recuperación, como la deposición en las aguas33, ha
facilitado su supervivencia frente al resto de objetos
metálicos más descargados de significado simbólico y,
por tanto, más susceptibles de ser reciclados.
Entre las armas más características de este mo-
mento están las espadas, en los momentos más anti-
guos del Bronce Final del tipo Huelva y en los más Figura 6. Molde de espada de Ronda (según López de la
recientes del tipo Ronda-Sa Idda34. Junto a las espa- Orden y García Alfonso 2010).
das son también muy abundantes las puntas de lanza
con sus correspondientes regatones35, que en el depó-
sito de la Ría de Huelva aparecen aproximadamente atlántica de la Península Ibérica como consecuencia
en una relación 1:1 con las espadas, y los puñales, de los contactos comerciales establecidos con el Me-
bien de tipo lengua de carpa que constituyen ver- diterráneo central y que también reflejan la llegada
siones cortas de las espadas, bien de tipo Porto de de nuevas prendas y modas de vestir.
Mos36, aún en la tradición del Bronce Pleno de hoja y Finalmente, junto a las armas y objetos de adorno
empuñadura fabricadas en dos piezas diferentes. Por cabe plantear de manera hipotética un aumento del
último, también se fabrican cascos, documentándose número de instrumentos y herramientas fabricadas
en el depósito de la Ría de Huelva un fragmento de en bronce, entre los que cabría destacar hachas de
casco de cresta atlántico, que además evidencia el do- diferentes tipos, azuelas, cinceles, etc.; no demasiado
minio de la técnica del laminado en bronce37.
bien atestiguados en Sudoeste de la Península Ibérica
Además de las armas, también se fabrican objetos pero sí en otras áreas del Sudeste y la fachada atlán-
de adorno, entre los que destacan como novedad las tica de la misma.
fíbulas, que van a llegar al Sudoeste y a la fachada
Por su parte, también se observa un importante
desarrollo en la orfebrería, dentro de la cual se ob-
31
del Amo, 1983. servan dos ámbitos tecnológicos bien definidos de-
32
González de Canales, Serrano, Llompart, 2004: 151, lám. nominados Sagrajas-Berzocana y Villena-Estremoz38
63:26-29. (Fig. 7). El primero de ellos se caracteriza por la fa-
33
Ruiz-Gálvez, 1995.
34
Brandherm, 2007: 56 s. bricación de torques de oro macizo con decoración
35
Ruiz-Gálvez, 1995: lám. 12-17.
36
Fernández García, 1997.
37
Ruiz-Gálvez, 1995: lám. 19. 38
Perea, 1995.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 259

de la Península Ibérica desde finales del Neolítico,


con una agricultura de base cerealista complementa-
da por una cabaña ganadera de ovicápridos, bóvidos
y suidos que, evidentemente, tienen una importancia
variable en función de las características ecológicas
de cada zona.
Dentro de la producción agrícola, sólo a finales de
este período se empieza a documentar la introduc-
ción de nuevos cultivos como consecuencia de los
contactos con otras regiones mediterráneas. Se trata
de la vid, cuyo cultivo ha quedado bien documen-
Figura 7. Torques de tipo Sagrajas y brazalete de tipo tado ya desde fines del siglo IX a.C. en el territorio
Villena. agrícola de Huelva40 y tuvo importantes repercusio-
nes en la forma de posesión de la tierra en el Período
Orientalizante (vid. infra) y en la esfera convivial, al
incisa de carácter geométrico en los que se enfatiza permitir el consumo del vino en los banquetes.
principalmente el abundante uso de este metal que Junto a la agricultura, otro sector económico bá-
se caracteriza además por su gran pureza, pues se sico sería la minería, ya que en el Sudoeste de Iberia
otorga más importancia al propio valor intrínseco del se localiza el Cinturón Ibérico de Piritas, en el que se
metal precioso que al valor añadido proporcionado localizan importantes reservas de cobre y otros meta-
por el uso de nuevas tecnologías. les ya en explotación desde el III milenio a.C.41.
Por el contrario, el ámbito tecnológico Villena- De hecho, existen pruebas del beneficio del mineral
Estremoz se caracteriza justamente por el valor de cobre en este período tanto en la Serranía de Huel-
añadido proporcionado por el uso de técnicas más va como en la de Córdoba, como atestiguan las nu-
complejas para su fabricación, como la de la cera per- merosas labores de extracción en la primera de ellas42.
dida, que permite fabricar las características hileras Lógicamente, dicho metal debía abastecer buena parte
de púas y los baquetones propios de las piezas inte- de la demanda del Sudoeste de la Península Ibérica,
gradas en el mismo, principalmente brazaletes. Este además de ser exportado a otras regiones atlánticas eu-
tipo de piezas inician su fabricación ya a mediados ropeas y peninsulares a cambio del estaño, sólo dispo-
del II milenio a.C., como evidencian los tesoros de nible en las áreas periféricas del mundo tartésico (vid.
Villena (Alicante) y Abía de la Obispalía (Cuenca), supra) pero básicamente ya fuera del mismo.
aunque son más abundantes en el Bronce Final. No
Además de la extracción del mineral, en esas
obstante, salvo algunos ejemplos aislados, los objetos
mismas áreas se documenta también su reducción,
de orfebrería descritos son relativamente escasos en
como atestiguan los numerosos y amplios escoriales
el ámbito tartésico propiamente dicho, lo que puede
hallados en la Serranía de Huelva, de los que quizá
deberse a un patrón de deposición de estas piezas di-
el mejor conocido es el de la Corta del Lago de Rio-
ferente al documentado en otras áreas de la fachada
tinto43. Por ello, es muy verosímil que los metales se
atlántica de la Península Ibérica.
distribuyeran en forma de lingotes, probablemente
Por último, también en este momento los fenicios de forma planoconvexa.
introducen la metalurgia del hierro, bien atestiguada
Finalmente, se inicia también al final de este perío-
en Huelva por numerosas escorias de este metal, lo
do la producción de plata en la zona como consecuen-
que implica su reducción y las más que probable fa-
cia de la demanda fenicia, aunque alcanzará su cénit
bricación de objetos, principalmente cuchillos como
en el Período Orientalizante, como también ocurre
queda atestiguado en numerosos yacimientos de la
con el hierro, que ahora empieza a ser explotado.
fachada atlántica de Iberia39.

Organización socio-política
Economía
La sociedad tartésica del Bronce Final se estruc-
Lógicamente, como en cualquier sociedad prein-
turaba en torno a grupos de parentesco, linajes, cuya
dustrial, la agricultura y la ganadería son la base de
la economía. En este momento la producción agro-
ganadera sigue las pautas establecidas en el Sudoeste 40
Vera y Echeverría, 2013.
41
vid. Nocete en este volumen.
42
Rothenberg y Blanco, 1981; Hunt, 2003.
39
Vilaça, 2006b. 43
Rothenberg y Blanco, 1981: 101-106, fig. 113.
260 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

unión en determinado número formaba una unidad plenamente jerarquizada surgida a finales del siglo
social mayor de carácter tribal. Dichos grupos de VIII a.C. (vid. infra).
parentesco aún aparecen reflejados en las estructu-
ras funerarias más antiguas del Período Orientali-
Los contactos exteriores
zante, donde las sepulturas se agrupan bajo grandes
túmulos. Una de las principales novedades de este período
Dentro de estos grupos uno de los elementos más es la reanudación de los contactos tanto con otras
ligados al poder es el ejercicio de la violencia, indi- áreas de la Península Ibérica como con la fachada
solublemente unido al status de guerrero, tal como atlántica europea y el centro y el Este del Medite-
documentan las estelas de guerrero y las numerosas rráneo44 (Fig. 8).
armas halladas en las aguas, que atestiguan la impor- Los contactos con otras regiones atlánticas pe-
tancia del armamento como elemento de representa- ninsulares y continentales se reanudan a fines del II
ción de las elites. milenio y alcanzan su mayor intensidad a partir del
Así, las razzias y hazañas guerreras serían impor- tránsito entre el II y el I milenio a.C., caracterizándo-
tantes elementos para la adquisición de status. Ade- se principalmente por la generalización de las espa-
más, la necesidad de abastecerse de armas de bronce das de lengua de carpa de los tipos Huelva y Sa Idda
implica que controlan los flujos de metal, por lo que entre los siglos X-VIII a.C.45
el control de los intercambios del cobre y el estaño A ellas hay que añadir varios objetos de banque-
será otra de las fuentes de poder en estas poblaciones, te como los tres asadores articulados de Orellana la
a los que cabe unir los del oro, elemento fundamental Vieja (Badajoz) y el gancho de carne hallado en las
para la fabricación de los objetos de orfebrería, otro aguas del río Genil46, todos ellos correspondientes a
importante elemento de ostentación y poder en estas
tipos propios del área atlántica europea.
sociedades.
Estos contactos sirvieron para la difusión de no-
Asociado a este control de los intercambios de
vedades tecnológicas, de información y para el inter-
metales estaría también el de otros bienes de presti-
cambio del cobre y el estaño, materias primas im-
gio no locales de procedencia atlántica y mediterrá-
prescindibles para la fabricación de la tan caracterís-
nea, como fíbulas, espejos, peines de marfil, vasos de
tica metalurgia atlántica.
bronce, etc., utilizados por las elites tartésicas como
elementos diacríticos para señalar su status. Las relaciones mediterráneas se reanudan a partir
de mediados del siglo XI a.C., lo que queda atestigua-
Igualmente, otros elementos en que se sustenta-
do tanto en las fuentes escritas como en el registro
ba el poder político y económico de estos individuos
arqueológico otorgando un contenido material e his-
eran la posesión de ganados como medio de acumu-
tórico al concepto de precolonización: la existencia
lación de riqueza y fuerza de trabajo agrícola y su ca-
de contactos comerciales anteriores a la fundación de
pacidad para movilizar mano de obra para aumentar
los primeros asentamientos coloniales fenicios.
la producción de sus unidades familiares, lo que les
permitía ejercer como patronos a través de lazos de Dejando de lado las fuentes escritas, ya mencio-
clientela con individuos de menor capacidad econó- nadas al hablar de los viajes a Taršiš de Salomón de
mica en un mecanismo que hunde sus raíces en plena Israel e Hiram de Tiro, existen pocos objetos de pro-
Edad del Bronce. cedencia oriental segura hallados en el sudoeste de la
Península Ibérica y pocos peninsulares hallados en el
Sin embargo, no se puede obviar que aparte de
Mediterráneo oriental.
los personajes pertenecientes a la elite, el grueso de
la población no tendría status dependiente, aliándose Entre los primeros están el vaso de Berzocana
estratégicamente con ellos en función de los benefi- (Badajoz) y los vasos con asas en 8 de Nora Velha
cios que pudiesen obtener y que en buena medida y Casa del Carpio (Belvís de la Jara, Toledo), a los
vendrían dados por su participación en las razzias que se pueden añadir las cuentas de cornalina con
que organizaban dichos guerreros. forma de semilla de adormidera hallados en algunos
Por ello, se puede plantear la existencia de una contextos a caballo entre el período precolonial y
estructura social basada principalmente en los lazos las primeras fundaciones coloniales fenicias como
de parentesco, con relaciones en general sumamen- el fondo de cabaña de Pocito Chico (El Puerto de
te fluidas y una jerarquización social poco marcada, Santa María, Cádiz) y el poblado y la necrópolis de
aunque no inexistente, pero en la que ya empiezan a
funcionar mecanismos como el control de los inter- 44
Celestino, Rafel y Armada, eds., 2008.
cambios y, al final del período, ocupación de tierras 45
Brandherm, 2007.
de cultivo que pondrán las bases de la sociedad ya 46
Armada y López Palomo, 2003.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 261

Figura 8. Mapa de objetos de los tráficos precoloniales atlánticos y mediterráneos. . fíbulas; . asadores articulados;
. Cuencos de tipo Berzocana. . Ganchos de carne.

Mesas de Asta (Jerez de la Frontera, Cádiz), además necrópolis de Amathus (Chipre)51, que se fechan ha-
de otros yacimientos47. cia mediados del siglo X a.C., y las fíbulas de codo de
El vaso de Berzocana tiene una tipología bien co- tipo Huelva halladas en Chipre52, la necrópolis feni-
nocida en el Chipre y el norte de Israel48 en contextos cia de Achziv53 y en la ciudad israelita de Megiddo54,
del siglo X a.C., mientras que las asas en 8 constitu- siempre en contextos de finales del siglo X a.C. y,
yen un elemento bien atestiguado en vasos de bronce principalmente, de la centuria siguiente.
chipriotas y orientales entre los siglos X-VIII a.C.49 A Por ello, tanto la presencia de objetos orientales
ellos habría que añadir las liras y los carros represen- en la Península Ibérica como peninsulares en el Me-
tados en las estelas de guerrero, que muestran unas diterráneo oriental atestiguan que existían relaciones
características formales que se relacionan con mode- entre ambos extremos del Mediterráneo, que lógica-
los orientales y greco-chipriotas50, aunque desgracia- mente tenían puntos intermedios como las islas de
damente no se ha recuperado ningún ejemplar real. Creta, Sicilia y Cerdeña.
Por el contrario, entre los objetos peninsulares ha- De hecho, los contactos con Cerdeña quedan bien
llados en el Mediterráneo oriental destacan la fíbula atestiguados por el hallazgo en dicha isla de nume-
de codo de tipo Huelva y el asador articulado de ti- rosos objetos de bronce de procedencia peninsular,
pología atlántica procedentes de la tumba 523 de la
51
Karageorghis, 1987: 719, 723 fig. 193; Karageorghis y Lo
47
Torres, 2008, con bibliografía. Schiavo, 1989.
48
Mederos, 1996: 104-107; Crielaard, 1998: 192-193; 52
Giesen, 2001: 179 s., lám. 43-44.
Matthäus, 2001: 175. 53
Mazar, 2004: 21-22, 114-115 fig. 28:1.
49
Matthäus, 2001: 154 s. 54
Loud, 1948: lám. 223:78; Blockmann y Sass, 2013: 900 nº
50
Torres, 2008: 81. 537, fig. 15.14:537.
262 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

como espadas, hachas y azuelas55, mientras que de el alma del difunto para ingresar en el Hades, laguna
Sicilia llegaron las primeras fíbulas, que posterior- que se cruza en una barca guiada por Caronte, por
mente inician en el la Península Ibérica un proceso lo que se trata de un mitema extendido por buena
de evolución independiente que se materializa en las parte del mundo indoeuropeo.
ya mencionadas fíbulas de codo de tipo Huelva56. Muy escasas son las estructuras de culto o en las
En definitiva, los contactos exteriores fueron uno que se desarrollaran actividades religiosas, aunque
de los factores dinamizadores que contribuyeron al cabe señalar que el “fondo de cabaña” de El Caram-
surgimiento de una sociedad y una economía cada vez bolo59 pudo estar relacionado con alguna función
más complejas, proceso que culminará y se acelerará religiosa dada su ubicación en la acrópolis y la exis-
con el establecimiento de colonos fenicios en las costas tencia de sendos edificios que pueden interpretarse
peninsulares a partir de finales del siglo IX a.C. como un templo y un palacio respectivamente en
una fase posterior del yacimiento. Parece tratarse de
un bothros o basurero donde se han arrojado hue-
Religión y mundo ideológico sos de animales y vajilla en buena parte de lujo (las
cerámicas de tipo Carambolo) procedentes de ban-
Poco se conoce de la religión y creencias de estas
quetes realizados en el entorno60, que quizá habría
poblaciones más allá de las ya mencionadas estelas
que relacionar con el culto a los antepasados del ca-
de guerrero y de la deposición de armas en las aguas
beza del grupo gentilicio que gobernaba el poblado
analizadas al tratar del mundo funerario, ya que ape-
o el territorio.
nas se han excavado estructuras de carácter religioso.
La misma función político-religiosa tendría el
Es muy posible que las estelas reflejen la heroiza-
fondo de cabaña hallado bajo los edificios A y D de
ción de los personajes representados, pertenecientes
Montemolín61, dado el carácter sacro otorgado a este
a la elite social, al servir como monumentos de culto
último y su ubicación, al igual que en el Carambolo,
a los antepasados de los grupos gentilicios tartésicos,
también en la acrópolis del poblado.
especialmente en aquellos casos en los que las estelas
aparecen en el interior de los asentamientos o asocia- En ambos casos, la sustitución de las cabañas por
das a tumbas. estructuras de tipo más sólido y monumental tiene
notables paralelismos con lo que ocurre en el mundo
Recientemente se ha planteado el carácter reli- lacial e itálico, donde cabañas con función religiosa
gioso de estas piezas como representación de divini- son sustituidas con el paso del tiempo por templos
dades, especialmente las figuras tocadas con casco de más monumentales.
cuernos que se relacionan con divinidades orientales
con este mismo atributo, enfatizándose también el En definitiva, poco es lo que se conoce de la reli-
carácter solar de los escudos e incluso se ha identi- gión y mitología del Bronce Final, pero es muy vero-
ficado a los gemelos divinos de la mitología indoeu- símil que las divinidades existentes en este momento
ropea57, lo cual, aun siendo muy sugerente, genera sean las que en el Período Orientalizante se sincre-
serios problemas interpretativos. ticen con las fenicias en un proceso cuyo alcance es
todavía difícil de valorar.
Los cadáveres y armas arrojados a las aguas tam-
bién plantean que servían como vía de acceso del
difunto al Más Allá58, una idea claramente vinculada La lengua
al mundo indoeuropeo aún vigente en la fachada
atlántica europea en época altomedieval, como re- Poco se sabe de las lenguas habladas por las pobla-
flejan las leyenda artúrica en las que el cadáver del ciones tartésicas del Bronce Final salvo lo que puede
extrapolarse de la documentación de épocas poste-
rey Arturo es depositado en una barca para acce-
riores.
der al mundo de ultratumba y su espada arrojada
a las aguas, y en la de San Brandán, que sitúa en En épocas orientalizante y turdetana se usaba una
el Océano las islas donde habitan los muertos. Esta lengua no indoeuropea que limitaba al este con el
idea de las aguas como elemento liminal que separa ibérico en una frontera definida por una línea N-S a
el mundo de los vivos del mundo de los muertos la altura de Obulco, la actual Porcuna, que en buena
se observa también en la mitología griega, donde la medida coincide con la frontera en la Edad del Bron-
laguna Estigia es el brazo de agua que debe atravesar ce entre la Cultura Argárica y el Bronce del Guadal-
quivir. Ello implica que, probablemente, en el área
55
Lo Schiavo, 1991.
56
Torres, 2008: 80-83. 59
Carriazo, 1973: 188 s.
57
Tejera y Fernández Rodríguez, 2012. 60
Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007: 148-149.
58
Ruiz-Gálvez, 1995: 134-135. 61
Chaves y de la Bandera, 1991: 695.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 263

tartésica se hablaría un antecedente de la lengua ya Así, en el mundo tartésico se produjo la adopción


documentada en la Edad del Hierro sobre cuyas ca- de tecnología, ideología y cultura material fenicia u
racterísticas se tratará más adelante (vid. infra). oriental sensu lato, lógicamente readaptados en el
Por su parte, al norte del mundo tartésico y a lo propio contexto cultural local a través de un proce-
largo de las regiones atlánticas de la Península Ibé- so denominado tradicionalmente aculturación, pero
rica se hablaría una lengua indoeuropea que muy que en la actualidad se llama cada vez con mayor
bien pudo ser el precedente de lo que ya en mo- frecuencia hibridación.
mentos avanzados de la Edad del Hierro se conoce La principal consecuencia de esta intensificación
como lusitano. de los contactos fue el surgimiento de una nueva cul-
tura que no es ni la del Bronce Final ni la cultura
A dicha lengua se le ha atribuido un carácter ve-
colonial fenicia, sino algo completamente diferente
hicular para entablar relaciones en toda la fachada
pero todavía con fuertes lazos con el pasado, como
atlántica de la Península Ibérica62, pero muy proba-
queda atestiguado en numerosos aspectos de la cul-
blemente se trataba únicamente del idioma vernácu-
tura material y en la persistencia de técnicas decora-
lo de las poblaciones que habitaban esas regiones.
tivas y gustos estéticos.
Esta aceptación de elementos orientales no fue
La dinamización de los cambios: hacia el inicio de la exclusiva de la Península Ibérica sino que se produce
vida urbana también en otras áreas del Mediterráneo como Cer-
deña, Etruria y la propia Grecia y es consecuencia de
El Bronce Final es la etapa en que se sientan las
la intensificación de los contactos entre sus áreas ri-
bases del desarrollo que tendrá lugar en el Período
bereñas como consecuencia de la reanudación de los
Orientalizante, por lo que debe ser incluido obligato-
contactos económicos y culturales entre ellas a partir
riamente en cualquier análisis de Tartessos, ya que es
del siglo X a.C., en un proceso que culminará con las
un momento fundamental de dicho proceso.
fundaciones coloniales fenicias y griegas de los siglos
Los acontecimientos más importantes de este mo- IX-VIII a.C. en adelante.
mento son un importante crecimiento demográfico, Lógicamente, las consecuencias de dichos contac-
básico para el desarrollo de una economía compleja, tos son distintas en las diferentes regiones mencio-
una creciente especialización artesanal y el tránsito nadas, ya que se parte de circunstancias locales que
hacia el urbanismo. no son análogas. Mientras en Grecia y Etruria no hay
Si a ello se une que la reanudación e intensifica- fundaciones coloniales fenicias, éstas sí se producen
ción de los contactos con el Atlántico y el Medite- en la Península Ibérica, por lo que la interacción fí-
rráneo sirvió también como acicate para aumentar el sica entre las poblaciones es mucho mayor en esta
volumen de la producción de las poblaciones locales, última y los interlocutores orientales son casi exclu-
ya están presentes todos los ingredientes que expli- sivamente fenicios frente a grupos de orientales más
can el surgimiento a partir de fines del siglo VIII a.C. heterogéneos en los casos de Grecia y Etruria, donde
de una sociedad de carácter urbano y estatal en el se ha observado una importante incidencia de las po-
Sudoeste de Iberia. blaciones arameas de Siria, mientras que en la última
existía además una considerable presencia de pobla-
ción colonial griega en su entorno.
El Período Orientalizante Por tanto, es en la Península Ibérica, principalmen-
te en el Sudoeste, donde la transferencia de elemen-
La colonización fenicia y el fenómeno orientalizante en tos coloniales fenicios y orientales es más elevada,
el Mediterráneo hasta el punto de que no sólo se adoptan y adaptan
los bienes de prestigio, la iconografía y la mitología
La fundación de las primeras colonias fenicias en oriental, sino que la cultura material, principalmen-
la Península Ibérica63 (Fig. 9), entre las que destaca te la cerámica, es en principio una copia exacta de
en el caso del Sudoeste peninsular Gadir, la actual las producciones fenicias, fenómeno no atestiguado
Cádiz, provocó un importante aumento de la inte- en otras áreas del Mediterráneo donde la presencia
racción entre las poblaciones locales tartésicas y los colonial no es tan mediata y sí mucho más diversa
colonos y comerciantes fenicios que tendrá impor- étnicamente.
tantes consecuencias en todos los aspectos de la cul-
tura tartésica. En última instancia, lo que hay que tener en
cuenta es que el fenómeno orientalizante es general
a todo el Mediterráneo y responde al incremento de
62
Ruiz-Gálvez, 1991. la interacción y la conectividad entre sus diferentes
63
Aubet, 2006. áreas, lo que lleva a una generalización de tecnolo-
264 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Figura 9. Tartessian place names: –ipo; –ipo (short); Ipo–; –urgi; Lac–. Phoenician colonies in Iberia (black
points): 1, Abul; 2, Ayamonte; 3, Castillo de Doña Blanca; 4, Gadir, Cádiz; 5, Cerro del Prado; 6, Cerro del Villar; 7, Malaka,
Málaga; 8, Toscanos; 9, Morro de Mezquitilla; 10, Sexi, Almuñécar; 11, Abdera, Adra; 12, Baria, Villaricos; 13, La Fonteta;
14. Ebussus, Ibiza.

gías, iconografía y formas de representación del po- un cambio en la organización del espacio doméstico.
der en toda su cuenca. Pero no sólo cambia su aspecto sino también las téc-
En los próximos apartados se analiza la adopción nicas constructivas, ya que se generalizan los muros
de diferentes elementos orientales en distintos aspec- rectos propios de la arquitectura fenicia construidos
tos de la cultura tartésica, no siempre directa ni con con un zócalo de piedra para aislarlos de la humedad
el mismo significado, sino recontextualizados por las sobre el que se erigen paredes de adobe o tapial, ras-
poblaciones locales en función de sus intereses. gos también propios de la arquitectura colonial feni-
cia, y que aparecen bien representadas por ejemplo
Urbanismo: del poblado a la ciudad en las excavaciones efectuadas en Huelva64 (Fig. 10).
Este tipo de casas permite una organización más
El estudio del urbanismo es una de las asignaturas racional del espacio, al estructurar los asentamientos
pendientes de la arqueología tartésica, pero el que en manzanas separadas por calles y espacios públicos,
las estructuras arquitectónicas se construyan en este lo que les proporciona un carácter completamente
momento utilizando materiales más duraderos ha
urbano, lo que supone una importante novedad res-
permitido su mejor conocimiento.
pecto al período anterior.
Así, las cabañas de planta circular u oval de una
única habitación de la fase anterior son sustituidas
por casas pluricelulares más complejas que reflejan 64
García Sanz, 1988-89; 2010.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 265

No obstante, la escasez de contextos habitaciona-


les de cierta extensión excavados ha impedido docu-
mentar y entender bien tanto la propia organización
de las viviendas como del trazado urbano, aunque la
estructura de este último puede extrapolarse a partir
de datos de cronología posterior obtenidos en Tejada
la Vieja (Escacena del Campo, Huelva) (vid. infra).
Es interesante comparar las similitudes y diferen-
cias que muestran los asentamientos tartésicos y los fe-
nicios, éstos últimos mucho mejor conocidos (Morro
de Mezquitilla, “barrio fenicio” del Castillo de Doña
Blanca, Teatro Cómico de Cádiz), al poderse aquilatar
si se copiaron los esquemas urbanísticos fenicios o, por
el contrario, éstos se adaptan por las poblacionales lo-
Figura 10. Arquitectura tartésica, C/ Puerto 12 (Huelva)
cales para ajustarse a sus esquemas culturales. (según Martín Ruiz 1995).
Junto a los nuevos modelos y técnicas de la ar-
quitectura doméstica, otro rasgo que se generalizó en
el Período Orientalizante tartésico, sobre todo desde
fines del siglo VIII a.C., es la construcción de mura-
llas alrededor de los principales asentamientos que
en muchas ocasiones se van a reforzar con obras de
flanqueo como torres y bastiones, además de fosos,
siendo una de las mejor conocidas la de Tejada la Vie-
ja (Escacena del Campo, Huelva)65 (Fig. 11).
Se ha discutido mucho si estas murallas tenían una
función puramente utilitaria o, por el contrario, ésta
era más bien simbólica, enfatizando el status urbano
del asentamiento como ocurría en el Próximo Oriente.
Ambas funciones no son contradictorias y, junto a su
papel simbólico, las murallas tenían también un papel
Figura 11. Muralla tartésica de Tejada la Vieja (según
disuasorio y completamente funcional, como demues- Martín Ruiz 1995).
tra el hallazgo de numerosas puntas de flechas dobla-
das al pie de la muralla del yacimiento de Pancorvo
(Montellano, Sevilla)66, testimonio de un ataque.
también en otros yacimientos como la Mesa de Sete-
El carácter urbano de los principales asentamientos filla (Lora del Río, Sevilla)70.
tartésicos viene acentuada por su organización funcio-
nal, ya que poseen acrópolis en las que hay estructuras Los edificios construidos en las acrópolis son en ge-
constructivas de carácter religioso (templos, santua- neral de carácter más monumental y mayor tamaño que
rios) y político (palacios), aunque no se han podido las viviendas más normales. Tienen muros más gruesos
identificar por el momento áreas de especialización que los más habituales en las estructuras domésticas,
económica y artesanal por falta de excavaciones. poseen elaborados acabados decorativos, como las pa-
redes con decoración pintada de El Carambolo71 (Fig.
Las acrópolis se sitúan en el punto más alto del 12), se usan para su construcción técnicas constructivas
asentamiento y normalmente se separan del resto del poco habituales, como el muro de sillares de la Mesa de
mismo por un muro perimetral que sirve para definir Setefilla y, en su interior, suelen aparecer elementos de
el carácter especial de este espacio en que se sitúa el cultura material poco habituales en otras áreas del po-
poder político y religioso67. Las mejor conocidas son blado como la cerámica con decoración pintada orien-
las de Montemolín (Marchena, Sevilla)68 y El Caram- talizante hallada en Montemolín y Setefilla72.
bolo (Camas, Sevilla)69, aunque se han reconocido
En los edificios de estas acrópolis se han docu-
mentado también elementos de carácter religioso,
65
Rothenberg y Blanco, 1981: 234 s., fig. 246-252; Fernández
Jurado, 1987: II, 166.
66
Mancebo y Ferrer, 1988-89. 70
Aubet et al., 1983.
67
Torres, 2002: 294-296. 71
Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007: 137, fig. 39,
68
Chaves y de la Bandera, 1991. lám. 13.
69
Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007. 72
Aubet, 1982; Chaves y de la Bandera, 1986.
266 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

un cálculo, aunque sea aproximado, de su población.


Estimando una población de 50 a 200 personas por
hectárea, se obtienen unas cifras aproximadas de en-
tre 250 a 5000 habitantes, por lo que se puede hablar
con poco margen de error de poblaciones relativa-
mente densas en el rango de algunos pocos miles de
habitantes.
Lógicamente, a la población de los centros urba-
nos hay que añadir la del territorio, que habitaba en
las mencionadas granjas y núcleos de menores de me-
nores dimensiones. La existencia de las primeras se
deduce de los hallazgos de cerámica de época orien-
talizante en numerosas localizaciones, que corres-
ponderían a granjas, de las fértiles campiñas gadita-
nas, sevillanas, cordobesas y extremeñas74. Algunas de
ellas son bien conocidas a nivel arqueológico en áreas
periféricas del mundo tartésico y se caracteriza por el
gran número de ánforas y recipientes cerámicos des-
tinados al almacenaje de un excedente agrícola que
se canalizaría hacia los centros urbanos75.
De los pequeños asentamientos de una o dos hec-
táreas, el mejor conocido es El Palomar (Oliva de
Mérida, Badajoz)76. Excavado en extensión, responde
a un poblado agrícola que canalizaría parte de su pro-
ducción agrícola al centro urbano del que dependía,
un modelo que también debió existir en el valle del
Guadalquivir.
Figura 12. Decoración parietal de El Carambolo (según En definitiva, en época orientalizante se asiste a
Fernández Flores y Rodríguez Azogue 2007). un importante proceso de crecimiento demográfico
que llevó al surgimiento de verdaderos centros ur-
banos con unas características arquitectónicas deri-
vadas del mundo colonial fenicio que estructuraban
como el hogar en forma de piel del buey hallado en
política y económicamente territorios más o menos
uno de los edificios de las fases IV-II de El Carambo-
extensos.
lo73, mientras que los bancos corridos sugieren la ce-
lebración de banquetes en los mismos, lo que refleja A partir de estos centros, el fenómeno urbano se
la profunda interrelación en este momento entre re- expandió por otras áreas de Iberia, entre las que cabe
ligión y poder político siguiendo modelos claramente destacar la alta Andalucía, con todas las implicacio-
orientales. nes que ello tiene para explicar el origen del mundo
ibérico77.
En definitiva, se aprecia una organización del es-
pacio de los asentamientos plenamente urbana, con
áreas con funciones específicas dentro de los mismos, Mundo funerario
una clara organización de su espacio interno y una ge-
neralización de las fortificaciones. Lógicamente, queda A diferencia de la fase anterior, el ritual funerario
aún mucho por saber sobre la existencia de áreas dedi- de época orientalizante se caracteriza porque deja
cadas a actividades específicas, pero todo sugiere que huella en el registro arqueológico e incluso ciertas
estos centros urbanos que satisfacen tanto su propia tumbas se monumentalizan claramente, como los
demanda de servicios como la de los asentamientos de túmulos que cubren algunos enterramientos tarté-
menor tamaño y granjas que los rodeaban. sicos de los siglos VIII-VI a.C., lo que proporciona
importantes datos para analizar las creencias y ritos
En general, la extensión de estos núcleos urbanos
va de las 5 a las 25 hectáreas, lo que sirve para realizar
74
Almagro-Gorbea, 1996a: 67-69.
75
Recio y Martín Córdoba, 2003; 2004.
73
Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007: 136, fig. 36- 76
Jiménez Ávila y Ortega, 2001.
38, lám. 12. 77
vid. Almagro-Gorbea en este volumen.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 267

funerarios y la estructura social en este período y sus


cambios.
En el tratamiento del cadáver, a partir del siglo
VIII a.C. se generaliza la cremación del cuerpo del
difunto, cuyas cenizas son recogidas durante los siglos
VIII-VII a.C. en una urna que se deposita posterior-
mente en un hoyo junto al resto de piezas del ajuar
funerario, mientras que en el siglo VI a.C. se dejan
directamente en la fosa en que se realizaba la cre-
mación y en la que también se depositaba el resto de
elementos del ajuar.
No obstante, también existen inhumaciones, bien
documentadas en necrópolis como las de El Acebu-
chal (Carmona, Sevilla)78 y La Angorrilla (Alcalá del
Río, Sevilla)79, en ocasiones en posición fetal o en po-
siciones relativamente forzadas.
La organización del espacio funerario permite Figura 13. Maqueta del túmulo 1 de la necrópolis de
además hacer interesantes inferencias acerca de los Las Cumbres (Foto Museo Municipal de El Puerto de
cambios en la organización social de este período. Se Santa María).
observa el tránsito de los cementerios del siglo VIII
a.C., organizados según los principios del parentesco
propios del Bronce Final, a otros en los que a partir
del siglo VII a.C. se observa la consolidación de una
clase aristocrática, algunos de cuyos miembros llega-
ron a adquirir un evidente carácter regio.
Así, mientras en el siglo VIII a.C. los enterramien-
tos de cremación en urna sin grandes diferencias en la
riqueza de los ajuares funerarios se agrupan general-
mente bajo un túmulo que los cubre enfatizando los
lazos familiares de los difuntos, como en la necrópolis
de Las Cumbres (El Puerto de Santa María Cádiz)80
(Fig. 13), a partir de fines de dicha centuria, el túmu-
lo es usado en exclusiva para cubrir enterramientos
de elite con ricos ajuares funerarios, como en el caso
del túmulo A de la necrópolis de Setefilla (Lora del Figura 14. Túmulo A de la necrópolis de Setefilla.
Río, Sevilla)81 (Fig. 14).
Los túmulos que cubren estos enterramientos –fo-
sas o grandes cámaras de mampostería– tienen unas
dimensiones que pueden alcanzar los 30 m de diá-
metro, como en el de Alcantarilla, y una altura de 4
m. Normalmente, el ajuar en ellos depositado incluye
un conjunto de piezas de bronce compuesto por un
jarro piriforme de tipología fenicia en los ejemplares
más antiguos y griega en los más recientes, una ban-
deja de bronce con unos soportes para las asas muy
característicos rematados en manos y, frecuentemen-
te, un quemaperfume82 (Fig. 15). Ejemplos paradig-
máticos de este tipo de enterramiento son el túmulo

78
Bonsor, 1899: 285-292, fig. 128-131.
79
Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007a: 83 s., fig.
10-11, lám. 2-3.
80
Ruiz Mata y Pérez, 1989.
81
Aubet, 1975: 14-19, lám. 6-10. Figura 15. Ajuar regio y principesco tartésico (según
82
Aubet, 1984: 451. López de la Orden y García Alfonso 2010).
268 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

mientras que a partir de inicios del VI se generalizan


las cremaciones primarias en fosa. En estas tumbas
no se depositan ajuares tan ricos como en algunas de
las tumbas tumulares, pero aun así se documentan
marfiles, joyas y pequeños objetos de bronce como
fíbulas y broches de cinturón.
En definitiva, el panorama que se obtiene del aná-
lisis del mundo funerario muestra, al igual que ocu-
rre con el urbanismo, el paso de una sociedad me-
dianamente jerarquizada a otra ya muy jerarquizada
a partir de inicios del siglo VII a.C., lo que sugiere la
existencia de sociedades de tipo estatal.
Finalmente, también se reflejan en la esfera fune-
raria las transformaciones acontecidas en el siglo VI
a.C., momento en que se rarifican y desparecen las
Figura 16. Bustum (fosa de cremación) de la necrópolis ricas tumbas aristocráticas bajo túmulo.
de Medellín (Foto Martín Almagro-Gorbea).

Organización socio-política
de la Cañada de Ruiz Sánchez (Carmona, Sevilla)83 y
El mejor conocimiento de las prácticas funerarias,
el túmulo 2 de Santa Marta (Huelva)84, aunque otros
de la arquitectura y la organización de los asentamien-
enterramientos de este tipo que podrían haber perdi-
tos ha permitido interpretar con bastante precisión la
do la cubierta tumular son las tumbas 17 y 18 de la
organización socio-política de época orientalizante.
necrópolis de La Joya (Huelva)85.
Las dos características más destacadas son la cre-
Además, estos monumentos funerarios estructu-
ciente jerarquización social respecto al Bronce Final
ran en ocasiones otras tumbas sin el mismo grado
y el surgimiento como consecuencia de la urbani-
de monumentalidad ni ajuares tan ricos, como es el zación de estas sociedades de ciudades-estados que
caso de la necrópolis del Campo de las Canteras de estructuraron los territorios del Sudoeste de la Pe-
Carmona. nínsula Ibérica.
Sin embargo, junto a las necrópolis tumulares En lo referente a la jerarquización social, se atesti-
existen a lo largo de los siglos VII-VI a.C. un impor- gua la existencia de una pirámide en cuya cúspide se
tante número de cementerios en los que las tumbas localiza reyes de carácter sacro de tradición oriental,
no poseen ningún monumento destacado al exterior aristócratas, el resto de la población libre y, casi con
ni se observan importantes diferencias en la cantidad seguridad, siervos y esclavos.
de trabajo invertidas en su construcción, no mos-
trando los ajuares marcadas diferencias entre ellos, Las existencia de reyes se deduce de la existencia
aunque éstas lógicamente existen, destacando las de de palacios y sepulturas tumulares monumentales y
Medellín (Badajoz)86 (Fig. 16), la Cruz del Negro en cuyo interior se depositaron ricos ajuares funera-
(Carmona, Sevilla)87 y La Angorrilla (Alcalá del Río, rios (vid. supra), a lo que hay que unir las referencia
Sevilla)88. de Herodoto (I, 163) a Argantonio y las tradiciones
míticas acerca de la monarquía tartésica transmitidas
Estas necrópolis “urbanas”89 se vinculan principal- por las fuentes clásicas, en concreto la célebre leyenda
mente a asentamientos de carácter urbano y en ellas de Gárgoris y Habis transmitida por Pompeyo Trogo
se entierra un importante sector de la población no y conservada en un epitome de su obra elaborado por
ligado directamente a la aristocracia. Durante el si- Justino (XLIV, 4).
glo VII a.C. las tumbas de estas necrópolis son exclu-
Estos monarcas fueron el primus inter pares de los
sivamente cremaciones en urna depositadas en hoyos,
linajes de elite ya surgidos en el Bronce Final y adop-
taron las formas de la práctica y representación del
83
Bonsor, 1899: 252-256, fig, 57-58. poder propio de las sociedades del Próximo Oriente.
84
Garrido, 2005. La base ideológica de su poder era principalmente
85
Garrido y Orta, 1978. de carácter religioso, como queda atestiguado en
86
Almagro-Gorbea et al., 2006; 2008c. los ajuares de elite, en los que diferentes objetos de
87
Bonsor, 1899: 273-285, fig. 73-118; Amores y Fernández
Cantos, 2000.
bronce usados en las prácticas religiosas son sus prin-
88
Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007a: 80 s. cipales emblemas de poder, abandonándose por com-
89
Almagro-Gorbea, 1996a: 64-65. pleto las armas y los carros tan profusamente repre-
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 269

sentados en las estelas de guerrero del Bronce Final. Por último, los estratos más bajos de la población
Igualmente, la construcción junto a sus palacios de corresponderían a siervos y esclavos, cuya existencia
estructuras que se han interpretados como templos puede deducirse del carácter urbano y estatal alcan-
y santuarios refleja también la gran importancia que zado en Tartessos a partir de fines del siglo VIII a.C. A
otorgaban al control de la religión, en un patrón bien ellos estarían reservados los ministeria servilia que no
documentado en Oriente al menos desde la Edad del podía ejercer el populus, según atestigua el ya men-
Bronce. cionado mito de Gargoris y Habis.
No obstante, estos monarcas no lograron nunca al- La forma de gobierno en Tartessos son las ciuda-
canzar el poder absoluto de sus colegas orientales, ya des-estado gobernadas por los monarcas sacros y una
que en el Sudoeste peninsular nunca se alcanzó ni el organización social jerarquizada (vid. supra) que or-
nivel y centralización de la producción ni la concen- ganizaban el territorio en diferentes unidades y que
tración demográfica de los reinos del corredor sirio pa- quizá en ocasiones se aliaban entre sí formando ligas
lestino, por lo que nunca fueron capaces de controlar o simaquías94.
una cantidad importante del excedente económico, lo Estas ciudades-estados, por su propia dinámica
que implica que tampoco buena parte de la población económica, urbana y de desarrollo demográfico, de-
dependía de ellos económicamente90. bieron proyectar parte de su población al exterior en
Junto a los monarcas, la elite social la componía procesos de colonización que permiten entender la
la aristocracia, que también adopta modas orienta- existencia de asentamientos con topónimos tartési-
les como su ropaje ideológico, lo que la llevará en cos en Extremadura y la costa atlántica del centro de
última instancia a entrar en competición con los Portugal95.
monarcas por sus símbolos y fuentes de poder91. De Esta dinámica socio-económica continuará en
esta competición, probablemente a inicios del siglo época turdetana, pero con la desaparición de los re-
VI a.C., surge un concepto del poder más isonómi- yes de tipo sacro y la iconografía y formas de poder a
co, por un lado, como consecuencia del propio desa- ellos ligados y el surgimiento de ciudades-estados de
rrollo urbano del mundo tartésico y, por otro, por la tipo oligárquico (vid. infra).
llegada de una ideología política más igualitaria con
las poblaciones greco-orientales que comerciaban
con Tartessos92. Economía
Tanto de los reyes como de los aristócratas depen- Las prácticas económicas de las poblaciones tarté-
derían en régimen de clientela toda una serie de per- sicas del Período Orientalizante son básicamente las
sonas cuya existencia atestiguan las tumbas halladas mismas que las de la fase anterior, con una sólida base
alrededor de los túmulos en que se enterraban dichos agropecuaria a la que se une una cada vez más im-
personajes (vid. supra), aunque su situación jurídica portante producción minero-metalúrgica destinada al
no se puede aquilatar bien por el momento. autoconsumo y, sobre todo, a la exportación y un im-
Además de monarcas y aristócratas con sus co- portante sector artesanal cada vez más especializado.
rrespondientes clientelas, la mayor parte de la po- La producción agrícola sigue siendo básicamen-
blación se integraría en el populus mencionado en el te cerealística, constituyendo la principal novedad la
mito de Gárgoris y Habis, siendo individuos libres generalización del cultivo de la vid y del olivo, sur-
cuyo reflejo arqueológico se plasma en las necrópolis giendo en este momento en la Península Ibérica el
urbanas, no destacadas desde el punto de vista mo- policultivo mediterránea (cereales, vid, olivo).
numental, pero cuyos ajuares, relativamente iguali-
tarios, proporcionan bastantes objetos de prestigio Estos cultivos se habían introducido ya de forma
como marfiles, pequeños objeto de bronce y joyería, incipiente en la fase anterior, como queda ha que-
etc. y que formarían una especie de mesocracia en la dado atestiguado en Huelva (vid. supra), pero ahora
terminología de Arteaga93. se generalizan, como indican los análisis de pólenes
y carbones efectuados en áreas tan distantes como
Ellos serían, junto a algunos miembros de la aris- la campiña del Puerto de Santa María, en Cádiz, o
tocracia, los principales protagonistas de los cambios la depresión de Ronda, en Málaga.
en la organización social observada en el siglo VI a.C.
hacia formas de poder isonómicas (vid. infra). Tanto la vid como el olivo son cultivos de rendi-
mientos aplazados que exigen una notable inversión
de trabajo en su cultivo y en la construcción de in-
90
Torres, 2002: 382-383.
91
Aubet, 1984.
92
Almagro-Gorbea, 1996a: 79-84. 94
Almagro-Gorbea et al., 2008c: 1066 s.
93
Arteaga, 1997: 109. 95
Torres, 2005.
270 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

fraestructuras para su procesado, además de un mo- En definitiva, se observa una importante intensifi-
derado intervalo de tiempo para que sean rentables. cación y especialización de la producción en todos los
A ello hay que unir que pueden ser cultivados en sectores económicos que se tradujo en un aumento
áreas no dedicadas al cereal, lo que debió llevar a la de la jerarquización y la complejización social propia
apropiación y privatización de nuevas tierra con las de una economía en auge y una sociedad plenamente
consecuencias que ello acarrea en la organización so- urbana.
cial (vid. supra).
En el sector ganadero se asiste a un panorama de Artesanado
casi total continuidad respecto al período anterior,
cabe reseñar como principales novedades la introduc- Como se ha señalado, durante el Bronce Final se
ción por los fenicios de la gallina, lo que proporciona inició un proceso de especialización artesanal que se
un mayor aporte de proteínas, y el burro, que tendrá consolida en el Período Orientalizante, no sólo por
importantes repercusiones en el transporte. la mayor jerarquización de la sociedad tartésica, sino
Pero es en el sector minero-metalúrgico donde también por la adopción de tecnologías cada vez
se asiste tanto a una intensificación de la producción complejas en la producción de la cultura material.
como al cambio de una explotación basada princi- La adopción en la alfarería del torno rápido supu-
palmente en el mineral de cobre a otra basada en el so la salida de la producción cerámica del ámbito do-
de plata como consecuencia de la demanda fenicia méstico para adquirir carácter artesanal, en ocasiones
de este metal, verdadero elemento de cambio en el sumamente especializado, como demuestra la fabri-
Próximo Oriente. De hecho, la escala de la produc- cación de piezas con decoración oriental de flores de
ción se puede considerar casi industrial, como docu- loto, toros y diversos tipos de animales fantásticos98.
mentado los miles de toneladas de escoria plata de
esta época hallados en los cotos mineros de la Serra- Así, tras una primera fase de importaciones colo-
nía de Huelva. niales, a partir al menos del siglo VII a.C. los talleres
alfareros tartésicos comenzaron a producir ánforas,
Para obtener plata de los minerales complejos cerámica con decoración bícroma de bandas de pin-
del Cinturón Ibérico de Piritas (gossan y jarositas tura roja alternando con líneas de color negro, cerá-
argentíferas)96, era necesario usar una nueva técnica mica de barniz rojo y cerámica gris, que, usando la
metalúrgica, la copelación, que implicaba el uso de nueva tecnología del torno de alfarero, continúa las
importantes cantidades de plomo como captador de tradiciones locales del Bronce Final en muchas de
metales preciosos, una técnica que fue introducida sus formas y al uso de la cocción reductora que pro-
por los fenicios en este momento. porciona a estas producciones su color tan caracte-
Además, la necesidad de plomo para la realizar la rístico99. Además, los talleres tartésicos del Sudoeste
copelación tuvo como resultado la inclusión de este peninsular se convirtieron en focos de irradiación de
metal en las redes de intercambio comercial. Así, se la nueva tecnología del torno hacia otras regiones de
ha documentado recientemente la importación en la Península Ibérica como son el valle del Tajo y la
Huelva y su área minera inmediata de plomo pro- Meseta occidental100.
cedente de otras áreas peninsulares como Linares, el
También el trabajo del bronce documenta un pro-
Sudeste y el Bajo Priorato tarraconense para su uso
ceso similar101, no tanto por la adopción de nuevas
en la copelación97.
tecnologías, aunque se observa un aumento del plo-
No obstante, ello no supuso el abandono de la ex- mo en las aleaciones siguiendo las tradiciones tecno-
tracción del cobre y del comercio del estaño, aspecto lógicas orientales, como por la adopción de prototi-
este último que debió ser unas de las causas de la fun- pos e iconografía de origen oriental, aunque algunas
dación de asentamientos tartésicos en el interfluvio piezas documentadas son verdaderas importaciones
Tajo-Sado y en la desembocadura del Mondego. fenicias.
Igualmente, es en este momento cuando se ge- De esta forma, se documentan jarros piriformes
neraliza la metalurgia del hierro entre las poblacio- de tipología fenicia, los llamados recipientes rituales
nes locales, como atestigua la presencia de escorias con soporte de asa de manos, quemaperfumes, to-
de hierro en yacimientos tartésicos como Setefilla, dos ellos recuperados principalmente en contextos
aunque el volumen de la producción y de objetos fa- funerarios de elite (Fig. 15) y, a finales de este pe-
bricados en el nuevo metal (vid. infra) no fue muy
elevado.
98
Aubet, 1982; Chaves y de la Bandera, 1986.
99
Roos, 1982.
96
Rovira y Renzi, 2013. 100
Mielke y Torres, 2012: 278-279, fig. 9.
97
Ramon et al., 2011: 56; Rafel, 2012: 75-76. 101
Jiménez Ávila, 2002.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 271

Figura 17. A. Broche de cinturón tartésico; B. Broche de cinturón de placa romboidal de tradición greco-oriental
(según López de la Orden y García Alfonso 2010).

ríodo, figuras de bronce que siguen la tipología del presumible origen jonio104, de los que derivaran pos-
smiting god fenicio, como el Guerrero de Medina de teriormente los broches de cinturón de tipo céltico
las Torres o una estatuilla de este tipo de la región ampliamente atestiguados en la Meseta.
de Sevilla, imitaciones de piezas fenicias de dicha En la orfebrería se observa también una tenden-
cronología102.
cia a una mayor complejidad técnica de sus crea-
De los objetos citados, quizá el más característico ciones mediante la adopción de las tecnologías del
sea el recipiente ritual con soporte de asa de manos o granulado y la filigrana, ambas de indudable origen
“braserillos”, que constituye una creación local de los oriental.
broncistas tartésicos al no documentarse estas piezas
Esta mayor inversión en tecnología se relaciona
en el elenco de la toréutica fenicia y en los que se
usan numerosos elementos iconográficos orientales con una menor utilización de materia prima, ya que
de carácter egiptizante, como las manos, los remaches el valor añadido de la pieza se consigue ahora con el
en forma de roseta y cabeza hathórica y los remates uso de nuevas tecnologías de origen oriental. Igual-
de las asas también en forma de cabeza hathórica, mente, a partir de este momento es habitual alear
cabeza de carnero o flor de loto. Todo ello demues- el oro con plata y cobre, lo que le otorga una mayor
tra la existencia de un artesanado local que adopta y dureza y, por tanto, la posibilidad de fabricar piezas
adapta los elementos iconográficos orientales en sus más complejas105.
propias creaciones dentro de una tradición orientali- Entre los conjuntos de orfebrería orientalizante
zante que se extiende en este momento del Egeo a la destacan los tesoros de El Carambolo (Fig. 18), la Ali-
Península Ibérica. seda y Ébora, existiendo además multitud de piezas
Sin embargo, las piezas de bronce más numerosas menores, básicamente nazm (pendientes de nariz),
producidas en este período son fíbulas y broches de pendientes, cuentas de collar, etc.106.
cinturón, de los que se suceden varios tipos entre los Finalmente, ahora se generalizan los objetos de
siglos VIII-VI a.C. que se caracterizan en general por hierro, aunque éstos nunca fueron muy abundantes.
su carácter local103 (Fig. 17). Se trata básicamente de cuchillos, muy habituales
Destacan las fíbulas de doble resorte, surgidas ha- en los ajuares funerarios en las necrópolis de época
cia el 800 o poco antes y que estuvieron en uso hasta orientalizante, y armas, en concreto unas pocas es-
inicios del siglo VI a.C., momento en que empiezan padas como la del túmulo de El Palmarón (Niebla,
a ser sustituidas por las fíbulas anulares hispánicas, Huelva), y puntas de lanza de grandes dimensiones
el tipo más común en época turdetana, además de con sus correspondientes regatones, como las halla-
otros modelos. En el caso de los broches de cinturón, das en las necrópolis de Medellín (Badajoz), la Cruz
los diferentes tipos tartésicos con garfios sobre placa del Negro (Carmona, Sevilla) y Alcacer do Sal, en la
rectangular de los siglos VIII-VI a.C. son sustituidos desembocadura del Sado.
en este último siglo por los de placa romboidal de
104
Parzinger y Sanz, 1985.
102
Jiménez Ávila, 2002. 105
Perea, 1991: 141, 171.
103
Torres, 2002: 196 s. 106
Perea, 1991: 141 s.
272 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Figura 18. Tesoro de El Carambolo (según Fernández Gómez 1997).

No obstante, sorprende la ausencia de objetos de Para terminar, hay que tratar del trabajo del mar-
hierro dedicados a prácticas artesanales y agrícolas, lo fil, que alcanzará un gran desarrollo y en el que se
que refleja el valor social de una tecnología recién in- documenta la producción de piezas en las que se
troducida, que hace que sólo se use en aquellos ámbitos combinan la iconografía oriental con la técnica de la
más vinculados a la guerra, la religión y el status social. incisión propia de la eboraria de la Península Ibérica
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 273

Figura 19. Marfiles tartésicos (según Aubet 2009).

durante la Edad del Bronce, lo que se traduce en pro- griega hallada en Huelva, quizá el dios celta irlandés
ductos de gran calidad abundantemente atestiguados Neit o el ibérico Neton, adorado en la ciudad ibéri-
tanto en el valle del Guadalquivir107 (Fig. 19) como ca de Acci (Macrobio, Sat. I, 19, 5)109, aunque cabe
en la necrópolis de Medellín108. la posibilidad de que se trate de un nombre propio
En definitiva, se asiste a una importante aumen- indígena casualmente similar a un posible nombre
propio celta110. Ambas hipótesis permiten así inter-
to de la producción artesanal con el uso de técnicas
pretarlo tanto como perteneciente al sustrato religio-
cada vez más complejas de origen oriental, lo que
so local o como una divinidad llegada a través de los
sólo es posible en una sociedad con una economía en
contactos con otras áreas de la Península Ibérica o la
expansión y cada vez más jerarquizada socialmente.
fachada atlántica europea y perteneciente al mundo
mítico indoeuropeo.
Religión y mundo ideológico Igualmente interesante es el hallazgo de otro gra-
fito cerámico dedicado a la diosa griega Hestia111, re-
La religión tartésica de época orientalizante se co-
cientemente interpretado como la interpretatio griega
noce mejor al disponerse de una mayor cantidad de
de una divinidad adorada en Huelva, quizá relacio-
datos epigráficos y arqueológicos, caracterizándose,
nada con el fuego del hogar y los altares en forma de
además por los elementos de continuidad con la fase
piel de buey112.
anterior, por la adopción de la iconografía oriental y,
quizá, la mitología fenicia. Más información ofrecen los datos arqueológicos,
como los templos y santuarios documentados en va-
Entre los epígrafes, es especialmente significativa
la dedicatoria a Niethos escrita sobre una cerámica
109
Almagro-Gorbea, 2002.
110
de Hoz, 2010: 475.
107
Aubet, 1978; 1980; 1981-82. 111
Llompart et al. 2010.
108
Almagro-Gorbea, 2008b. 112
Domínguez Monedero, 2013: 28-29.
274 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

rios yacimientos, además de las estatuillas de bronce


de divinidades.
Templos y santuarios quedan atestiguados en
Coria del Río (Sevilla)113, El Carambolo (Camas,
Sevilla)114, la casa-palacio del Marqués de Saltillo
de Carmona (Sevilla)115, Montemolín (Marchena,
Sevilla)116 y, quizá, la Mesa de Setefilla (Lora del Río,
Sevilla)117. En ellos se han interpretado como templos
algunas estructuras por su relativa monumentalidad
arquitectónica (El Carambolo, Mesa de Setefilla), su
emplazamiento en las acrópolis de los asentamientos
(posiblemente todos ellos), la existencia de hogares
o altares en forma de piel de buey (Coria del Río, El
Carambolo), la presencia de cerámica con decoración
pintada orientalizante (casa-palacio del Marqués de
Saltillo, Montemolín y Mesa de Setefilla) y, finalmen-
te, su orientación geográfica, ya que las entradas de
estos edificios y sus principales estructuras de culto,
como hogares y altares, se orientan al Este (Coria del
Río, El Carambolo).
De gran interés por su valor icónico son los ho-
gares y altares en forma de piel toro de Coria118 y
El Carambolo119 (Fig. 20), cuya importancia refleja
la reproducción de su forma en los pectorales de oro
del tesoro de El Carambolo, importantes piezas de la
orfebrería tartésica como se deduce por su técnica y
no contar con paralelos en la orfebrería fenicia.
La forma de estos altares y de los pectorales se re-
Figura 20. Hogar en forma de piel de buey de El Ca-
laciona claramente con el toro, lo que evidencia la im-
rambolo (Fernández Flores y Rodríguez Azogue 2007).
portancia de este animal en las creencias religiosas tar-
tésicas. Un reflejo se podría encontrar en los famosos
toros de Gerión robados por Heracles que pastaban
cepto de vida, como en la casa-palacio del Marqués
en la isla de Eritía frente a Tartessos y la referencia de
Diodoro Sículo (IV, 18, 2) de que era un animal sacro de Saltillo de Carmona120, además de poseer en mu-
para los iberos en un pasaje en el que también se men- chas ocasiones una iconografía ligada al ciclo vida-
ciona al rebaño robado por el semidios griego. muerte-resurrección, como las flores de loto abiertas
y cerradas documentadas en los dos yacimientos re-
La identificación de Hércules con Melqart, el Baal señados y en Setefilla, aspecto que ha sido relaciona-
de Tiro, hace muy sugerente la posibilidad del sincre- do con el culto a los antepasados121.
tismo de la divinidad local que recibía culto en es-
tos altares con Heracles y el propio Melqart, un altar Junto a los templos y santuarios, otro elemento
que, como ya se ha señalado a propósito del grafito de fundamental para el análisis de la religión tartésica
Hestia hallado en Huelva, pudo tener carácter sacro son las imágenes de divinidades. Éstas son realmente
(vid. supra). escasas y de estilo e iconografía claramente oriental,
presentando sólo las más recientes rasgos estilísticos
Por su parte, las cerámicas con decoración pintada
propios que aun siguen modelos iconográficos clara-
orientalizante contenían en muchas ocasiones ocre
mente orientales.
rojo, que se vincula en el mundo fenicio con el con-
Entre las imágenes, dejando aparte las estatuillas
de bronce halladas en el entorno de la isla de Sanc-
113
Escacena e Izquierdo, 2001. ti Petri, claramente vinculadas a templo gaditano de
114
Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007. Melqart, hay que reseñar las recuperadas en la Ba-
115
Belén et al., 1997.
116
Chaves y de la Bandera, 1991. rra de Huelva, en la propia Huelva, en el entorno de
117
Torres, 2002: 308-309.
118
Escacena e Izquierdo, 2001: 131 s., lám. 7-9.
119
Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2007: 120, fig. 26- 120
Belén et al., 1997.
27, lám. 12. 121
Almagro-Gorbea y Moneo, 2000: 20.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 275

El Carambolo, y las estatuillas con la iconografía del


smiting god del Museo Arqueológico de Sevilla y de
Medina de las Torres, además de las figuritas del dios
que bendice a sus fieles de Mérida y Entrerríos122.
En el caso de la Barra de Huelva, no se puede
tampoco descartar su pertenencia a una estructura
de culto fenicia, mientras que en los demás la au-
sencia de datos contextuales impiden saber si fueron
utilizadas como exvotos según su uso canónico en
Oriente o reinterpretadas como imagen de culto de
las divinidades dinásticas de los monarcas sacros tar-
tésicos123, opinión avalada por la vinculación al culto
a los antepasados de los santuarios de Cancho Roano
y Coria del Río, en este último caso en un ambien-
te urbano y, quizá, formando parte de un complejo
palacial.
En todo caso, parece evidente la profunda nego- Figura 21. Urbanismo turdetano de Tejada la Vieja
ciación de significados que las poblaciones autóctonas (según Martín Ruiz 1995).
del Sudoeste otorgan a estos elementos de cultura
material fenicia, a los que atribuyen funciones y qui-
zá significados ajenos a los que tenían en su contexto la ibérica levantina y la celtibérica. Así, de la primiti-
cultural original. va escritura tartésica derivarían directamente por un
En definitiva, se asiste a una profunda hibridación lado, la del Sudoeste, y, por otro, la meridional. De
entre la(s) religión(es) locales y la iconografía y pro- esta última surgiría la ibérica levantina y, de ésta, ya
bablemente la mitología fenicia, lo que debió generar en un momento muy tardío que como muy pronto se
una práctica religiosa que no puede explicarse única- puede situar en el siglo III a.C., la celtibérica.
mente a partir de una de las partes.
Cuándo se produce la adopción de la escritura es
aún objeto de debate, pero tanto la paleografía de las
Lengua y escritura letras fenicias que sirven de modelo a las paleohispá-
nicas como el soporte cerámico más antiguo con una
La adopción de la escritura como consecuencia inscripción tartésica indica que debió producirse en
con el contacto con los fenicios supuso un cambio un momento relativamente antiguo entre finales del
drástico y fundamental, que iba más allá del ámbito siglo IX e inicios del VIII a.C.125.
puramente lingüístico para trascender incluso a la es-
fera social y cognitiva. No obstante, la mayoría de los grafitos conocidos
se fechan ya en los siglos VII-VI a.C., destacando
Posiblemente a través de uno o varios individuos los conjuntos documentados en Huelva y Medellín
bilingües, el alfabeto fenicio fue adaptado para escri- o algunas estelas halladas en Andalucía occidental
bir una o más de las lenguas habladas en el Sudoeste como las de Alcalá del Río (Sevilla) y Villamanrique
peninsular. Sin embargo, el alfabeto fenicio fue pa- (Chíllar, Sevilla) (Fig. 21), aunque el mayor conjunto
radójicamente convertido en un semisilabario con epigráfico lo constituye las estelas epigráficas del Su-
signos puramente alfabéticos (las vocales y algunas
doeste, de las que, sin embargo, se duda si están escri-
consonantes) y otros de carácter silábico (básicamen-
tas en lengua tartésica o en otra lengua diferente.
te las oclusivas). En el este caso, para señalar aún más
la vocal de la sílaba, se escribe tras el signo silábico el Ni la lengua de los grafitos ni la de las estelas han
vocálico correspondiente (por ejemplo ka(a)), en un sido descifradas, pero, salvo algunos préstamos, no
fenómeno denominado reduplicación124. pertenece a la familia indoeuropea126 a pesar de al-
Esta primera escritura fue posiblemente usada gunas propuestas en sentido contrario que proponen
para escribir la lengua tartésica y de ella derivarán que la lengua de estas inscripciones es celta127.
el resto de alfabetos prelatinos de la Península Ibé- En lo referente al momento de uso de esta len-
rica: la escritura del Sudoeste, la ibérica meridional, gua, la mención de Hecateo de Mileto de una ciudad

122
Jiménez Ávila, 2002: 270-289, lám. 54-59. 125
de Hoz, 1986b.
123
Almagro-Gorbea, 1996a: 71-72. 126
de Hoz, 2010.
124
de Hoz, 1989. 127
Koch, 2009.
276 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

llamada Mainobora, que contiene partícula –ob(a) zona y a enfrentamientos bélicos de los exiliados y
tan común en la toponimia documentada en época colonos focenses contra cartagineses y etruscos. Estas
turdetana (vid. infra), demuestra claramente la conti- luchas afectaron a las rutas de comercio entre ambos
nuidad lingüística en la zona y que la lengua hablada extremos del Mediterráneo y, por tanto, al desarro-
en época orientalizante era la precedente de la usada llo del comercio entre Tartessos y el Mediterráneo
en época turdetana128. Oriental provocando un descenso o el colapso de la
demanda de metales.
La crisis del siglo VI a.C. Junto a todos estos eventos ajenos a la cultura tar-
tésica, en la crisis del siglo VI a.C. existieron también
El surgimiento y consolidación de una sociedad factores internos. Entre ellos cabe señalar, en primer
plenamente urbana con un importante impacto de lugar, el posible agotamiento de los filones de plata
las formas artísticas y políticas orientales que caracte- más superficiales y, en segundo, una crisis del sistema
rizan el Período Orientalizante tartésico llega a su fin de organización político basado en la monarquía sa-
en un momento aún no bien determinado del siglo cra con un aparato e iconografía del poder de origen
VI a.C., pero que cabe situar en su segunda mitad, oriental.
en un proceso que suele denominarse la “crisis del
Así, se ha planteado que el agotamiento de las
siglo VI”.
monteras oxidadas enriquecidas en plata de la Se-
A partir de entonces, numerosos asentamientos rranía de Huelva, fácilmente accesibles mediante
tartésicos muestran niveles de incendio y destrucción, labores mineras de superficie, habría provocado la
desaparecen las tumbas aristocráticas, se abandonan necesidad de acceder a filones más profundos para
en muchas comarcas de los asentamientos rurales y cuya explotación aún no se disponía de tecnología
se observa un importante descenso de la producción eficiente131.
metalúrgica, todo lo cual sugiere la existencia de una
Igualmente, no se puede dejar de lado la exis-
crisis que A. Schulten129 relacionó con la destrucción
tencia de una crisis social en Tartessos en la segunda
de Tartessos por los cartagineses tras la batalla de Ala-
mitad del siglo VI a.C., que se plasmó en la desapa-
lía (circa 535 a.C.) y cuyas causas aún se discuten en
rición de las monarquías sacras y de algunos de sus
la actualidad.
marcadores arqueológicos más característicos, como
Tras rechazarse la hipótesis de Schulten, la crisis las tumbas bajo túmulo o los objetos de boato usados
que afecta a Tartessos en el siglo VI a.C. se ha relacio- por los reyes.
nado con la crisis del sistema colonial fenicio tras el
La razón de todo ello hay que buscarla en que los
sitio de diez años que sufrió la ciudad de Tiro a ma-
reyes tartésicos de tradición oriental no fueron capa-
nos del rey babilonio Nabucodonosor II entre 583 y
ces de mantener el poder en la competición contra
573 a.C., como consecuencia de la cual desaparecería
otros aristócratas y, sobre todo, ante una masa social
la demanda de metales desde la metrópoli fenicia.
plenamente urbanizada que pretendía formas de or-
De este modo, se observa una reorganización del ganización social más isonómicas.
sistema colonial fenicio de la Península Ibérica desde
Este proceso no es exclusivo del mundo tartésico,
inicios del siglo VI a.C., que se plasma en el abando-
sino que está bien documentado en otras regiones me-
no de numerosos asentamientos y la concentración
diterráneas como Grecia o el Lacio, donde se asiste a
de la población en otros que se van a convertir ahora
la desaparición de las formas de poder unipersonales,
en verdaderas poleis130, fenómeno que quizá pueda
sean éstas ejercidas por reyes o por los llamados tira-
ponerse en relación con la ruptura de lazos con la
metrópolis. Sin embargo, la demanda exterior de nos, y se pasa a organizaciones republicanas de corte
metales continúa como consecuencia de la intensi- oligárquico desde finales del siglo VI a.C. A estos he-
ficación de los contactos con la Grecia del Este, que chos no debe ser ajeno tampoco el declive de la ins-
continuará al menos hasta el 546/545 a.C., momento titución monárquica en el Próximo Oriente a lo largo
de la conquista persa de la ciudad de Focea. del siglo VI a.C., que se refleja en la propia Tiro en la
elección de jueces (sufetes) mientras el rey se halla
La caída de esta ciudad causó la emigración de exiliado en Babilonia o la no reinstauración de la insti-
buena parte de su población a Alalía, en Córcega, tución monárquica entre los judíos tras el retorno del
y Massalia, la actual Marsella, lo que provocará im- exilio babilónico a finales de dicha centuria.
portantes alteraciones en las redes de comercio de la
En definitiva, la interacción de todos estos facto-
res explica la crisis y la desaparición de Tartessos, en-
128
de Hoz 1989: 564; 2010.
129
Schulten, 1945: 123 s.
130
López Castro 1995: 60-62. 131
Fernández Jurado, 1988-89: 210.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 277

tendido este término como la mejor plasmación del Arquitectura y urbanismo


fenómeno orientalizante en la Península Ibérica. No
obstante, ello no significa el final del proceso histórico La organización interna de las ciudades turdeta-
analizado en este capítulo, sino que éste continúa a lo nas puede inferirse a partir de la excavación en área
largo de la II Edad del Hierro con los Turdetanos. efectuada en el yacimiento de Tejada la Vieja (Esca-
cena del Campo, Huelva), que ha sacado a la luz una
amplia área del asentamiento en el momento de su
Los Turdetanos abandono a finales del siglo del V o inicios del IV a.C.
(Fig. 21)
Esta denominación implica, además de los cam- La trama urbana se organizaba en una serie de
bios en la organización social acaecidos en el siglo VI manzanas de casas de muros rectos con varias habita-
a.C., un cambio de fase arqueológica, al desaparecer ciones adosadas entre sí que estaban delimitadas por
ciertos materiales cerámicos y aparecer otros nuevos. calles y espacios públicos que permitían el tránsito
Sin embargo, en ningún momento se produce una por el interior de la ciudad tanto de personas como
discontinuidad étnica en la mayor parte del Sudoeste de carros132.
de la Península Ibérica, ya que son las propias pobla- Esta disposición no se ha podido documentar en
ciones tartésicas las que continúan su devenir socio- otros asentamientos, ya que la gran mayoría de las
político e histórico a lo largo de lo que convencional- ciudades turdetanas continúan ocupados en épocas
mente se denomina II Edad del Hierro y cuyo inicio posteriores, incluso en muchos casos hasta la actuali-
se sitúa a finales del siglo VI a.C. dad, por lo que el conocimiento de su trama urbana
El paso del período Orientalizante tartésico al es sólo fragmentario al sólo haberse podido atestiguar
período turdetano se produce realmente de una ma- en aquellos lugares en los que las excavaciones han
nera gradual, observándose entre fines del siglo VI y exhumado niveles de esta época.
los inicios del V a.C. tanto elementos de continuidad Por ello, no se sabe bien cómo se relacionan los
como de discontinuidad, con matices y ritmos dife- espacios habitacionales con las estructuras y espacios
renciados regionalmente. ligados al ejercicio del poder y con los principales es-
pacios religiosos de las ciudades turdetanas, resultan-
Entre los elementos de continuidad hay que se-
do lamentable que no se haya excavado en extensión
ñalar cómo entre finales del siglo VI a.C. y finales
la acrópolis de ninguna ciudad turdetana.
del V o inicios del IV a.C. se observa cierta inercia
en la cultura material, principalmente en la produc- Mucho mejor se conoce otro elemento indisolu-
ción cerámica y de elementos del metal, que siguen blemente ligado a las ciudades turdetanas como la
dentro de la tradición tardo-orientalizante del siglo muralla. Son numerosas las conocidas, algunas con-
VI a.C., al igual que parcialmente en el patrón de tinuando su uso desde el período anterior, pero mu-
asentamiento, ya que buena parte de los principales chas otras construidas ya en época turdetana. Entre
centros urbanos del Período Orientalizante continua- éstas últimas, junto a las que continúan las tradiciones
ron ocupados, en ocasiones utilizando y reparando constructivas anteriores empiezan a documentarse
las mismas estructuras usadas en el siglo VI a.C. elementos de la poliorcética helenística, como en el
oppidum de Torreparedones, que hay que relacionar
No obstante, junto a los elementos de continui- tanto con los conocimientos traídos por mercenarios
dad existen otros de ruptura. En el ámbito econó- como por la propia presencia en la zona de los ejérci-
mico, desciende, pero no desaparece, la producción tos cartagineses y romanos desde el último tercio del
minero-metalúrgica, hecho especialmente bien do- siglo III a.C.133
cumentado en los centros mineros de la Serranía de
Además de los grandes oppida, normalmente si-
Huelva y del Cinturón Ibérico de Piritas. El segundo
tuados en altura, el territorio se estructuraba a través
elemento de diferenciación respecto al período ante-
de otros asentamientos de menor tamaño, de los que
rior es la desaparición entre mediados-finales del siglo
quizá el mejor conocido al haberse efectuado nume-
VI a.C. en varias comarcas de Andalucía occidental y rosas excavaciones en el mismo es el Cerro Macareno
a finales del siglo V a.C. en el sur de Extremadura de (La Rinconada, Sevilla)134.
los numerosos asentamientos agrícolas que salpica-
ban las fértiles tierras de campiña y dehesa de dichas Finalmente, las granjas agrícolas constituirían el
comarcas, lo que implica un proceso de concentra- tipo de yacimiento más básico y que vuelven a surgir
ción de la población en los centros fortificados (op-
pida) que estructuran el poblamiento, un fenómeno 132
Fernández Jurado, 1987.
también atestiguado en el mundo ibérico de la Alta 133
Moret, 1996.
Andalucía. 134
Pellicer, Escacena y Bendala, 1983.
278 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

en territorio turdetano a partir del siglo IV y III a.C., ten también numerosas necrópolis, en este caso de
siendo su exponente mejor conocido el yacimiento tradición ibérica en sus estructuras funerarias, ritos,
del Cerro de la Naranja (Jerez de la Frontera, Cádiz), ajuares y el uso de escultura. Estas diferencias indican
en el territorio de la importante ciudad tartésico-tur- un comportamiento diferenciado entre las diferentes
detana de Mesas de Asta (figura 22). áreas del mundo turdetano que quizá reflejen la dife-
Este yacimiento se ha interpretado como una vi- rencia entre Turdetanos y Túrdulos mencionada por
lla rural del siglo III a.C. articulada alrededor de un Polibio poco después de mediados del siglo II a.C. y
patio en cuyo interior se han documentado un sopor- ya inexistente en época de Estrabón (III, 1, 6).
te de molino o prensa de aceite, numerosas ánforas En todo caso, la escasa presencia y visibilidad de
para el envasado y lo que parecen ser dos cisternas a las tumbas turdetanas en la baja Andalucía podría ex-
bagnarola de clara tradición púnica135, lo que sugiere plicarse por factores de carácter social y está el surgi-
la adopción de elementos arquitectónicos púnicos de miento de leyes suntuarias que impidiesen la depo-
época helenística aun escasamente conocidos proba- sición en las tumbas como ajuar de objetos de lujo,
blemente introducidos durante la conquista bárquida, un proceso también atestiguado en Etruria, el Lacio
elementos bien atestiguados en los niveles de época y la propia Grecia y que constituye una característica
púnica del Castillo de Doña Blanca y el adyacente propia de la consolidación de la ciudad-estado138.
poblado de la Sierra de San Cristóbal (El Puerto de Este hecho concuerda además con la rápida con-
Santa María, Cádiz). solidación de las estructuras urbanas en esta zona y
De hecho, las prospecciones efectuadas en el tér- en línea con lo que se observa en las ciudades hispa-
mino municipal de Jerez de la Frontera han docu- no-púnicas de esta época, en las que surgen necrópo-
mentado la existencia de lo que parecen ser casas de lis de carácter isonómico en momentos avanzados del
campo de dicha cronología136, lo que refleja la inten- siglo VI a.C. que se relacionan con la adquisición del
sidad de la ocupación y explotación del territorio en carácter de polis de dichos asentamientos.
esta época.
Economía
Mundo funerario
La principal novedad de la economía turdetana es
Las manifestaciones funerarias turdetanas son muy el desplome de la actividad minero-metalúrgica del
mal conocidas, hasta el punto de haberse planteado Período Orientalizante, por lo que la base de la econo-
una vuelta a las prácticas funerarias del Bronce Final mía turdetana pasa a ser ahora el sector agropecuario.
que no dejarían huella en el registro arqueológico en No obstante, no toda la producción agrícola se
una especie de proceso de reivindicación del pasado destinaba al autoconsumo, sino que parte debió co-
local en el que los ritos y ajuares funerarios de ori- mercializarse, principalmente en el caso del vino y
gen fenicio serían abandonados conscientemente137. del aceite. Así, hacia el segundo cuarto o mediados
Dicha ausencia de enterramientos tiene como conse- del siglo IV a.C. surge en el área de la campiña ga-
cuencias, por un lado, el desconocimiento de los ritos ditana un tipo de ánfora destinada al envasado del
funerarios turdetanos, y, por otro, la imposibilidad de aceite, como demuestran los análisis de su conteni-
reconstruir la demografía de estas poblaciones. do139, además de documentarse la posible base de
No obstante, aunque esta falta de tumbas es evi- una prensa de aceite en el yacimiento del Cerro de
dente en algunas áreas del mundo turdetano, como la Naranja (vid. supra).
la baja Andalucía, en áreas más periféricas se obser- Un fenómeno similar debió ocurrir con el vino,
va una cierta continuidad de las prácticas funerarias pero hasta el momento no se han documentado laga-
orientalizantes a lo largo del siglo V a.C. como se do- res en yacimientos estrictamente turdetanos, aunque
cumenta en las necrópolis de Medellín, Alcacer do su producción está atestiguada en el yacimiento del
Sal – en la que se han recuperado un importante lote siglo III a.C. de la Sierra de San Cristóbal140, depen-
de importaciones griegas de los siglos V-IV a.C. – o diente del enclave colonial del Castillo de doña Blan-
en la propia necrópolis de la Cruz del Negro, en la ca, por lo que es casi segura la producción del vino en
que existen algunas tumbas del siglo V a.C. áreas cercanas a este asentamiento.
Igualmente, en las tierras entre el Genil y la fron- En lo concerniente a la producción minerometa-
tera del mundo tartésico-turdetano y el ibérico exis- lúrgica, ésta decae mucho en volumen, aunque no des-

135
Ruiz Mata, 1997: 349-350, fig. 10. 138
Ampolo, 1984.
136
ibídem. 139
Carretero, 2007.
137
Escacena, 1989. 140
Ruiz Mata, 1995.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 279

Figura 22. Yacimiento turdetano del Cerro de la Naranja (Jerez de la Frontera, Cádiz) (Cortesía Museo Arqueológico
Municipal de Jerez de la Frontera).

aparece, como atestiguan numerosas explotaciones de La producción de cerámica a torno sigue las mismas
la Serranía de Huelva, como el Cerro Salomón y Que- pautas que en época orientalizante, con el mismo gusto
brantahuesos, ambas en Riotinto, o el Cerro del Casti- por decoraciones pintadas de bandas de pintura roja,
llo de Aználcollar141. En este sentido, es muy probable que adquiere ahora un característico tono vinoso, y las
que se produjese un repunte de la obtención de plata líneas negras, aunque éstas se rarifican con el tiempo y
y cobre a finales del siglo III a.C. como consecuencia tienden a desaparecer, siendo la principal novedad la
de la necesidad de numerario por parte de los ejércitos generalización de pastas más depuradas de color ana-
cartagineses que operaban en el sur peninsular. ranjado y rojizo cocidas a una mayor temperatura142.
En la producción de objetos de bronce, desapare-
Artesanado ce la fabricación de las grandes piezas de filiación y
decoración oriental, como los jarros piriformes y los
El artesanado muestra la misma especialización y quemaperfumes, mientras que perdura la producción
complejidad del período anterior, destacando única- de los recipientes rituales con soporte de asa de ma-
mente la desaparición de la eboraria que tanta difu- nos, aunque con rasgos tipológicos bien diferenciados
sión había tenido en época anterior y la progresiva frente a los del período anterior.
desaparición de la iconografía orientalizante. Los pequeños objetos como fíbulas y broches de
En la alfarería, en época turdetana se asiste a la cinturón no son abundantes debido a la escasez de
total desaparición de la cerámica fabricada a mano tumbas en este momento, aunque se han localizado
durante el siglo V a.C., por lo que esta actividad des- conjuntos importantes en santuarios, como el de La
aparece por completo de las actividades domésticas. Algaida (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz). Entre los

141
Pérez Macías, 1996: 207, 210. 142
Ruiz Mata, 1998: 204 s.
280 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Figura 23. Teodoro turdetano de Puebla de los Infantes (según Fernández Gómez, 1997).

nuevos tipos destacan las fíbulas de La Tène, que Organización socio-política


debieron llegar al Sudoeste peninsular a través del
mundo meseteño e ibérico. La organización social de época turdetana es poco
conocida, ya que apenas se disponen de los datos pro-
La ya mencionada escasez de contextos funerarios porcionados por el registro funerario (vid. supra) y
hace que los objetos de hierro sean escasos en número, tampoco se han documentado palacios en los asen-
desconociéndose prácticamente las armas más allá de tamientos urbanos al no haberse efectuado práctica-
una espada de antenas atrofiadas de la necrópolis de mente excavaciones en las acrópolis de los asenta-
Mesas de Asta (Jerez de la Frontera, Cádiz), una falca- mientos de esta época.
ta de la necrópolis de El Hinojal (Arcos de la Frontera,
Cádiz), las representadas en los famosos relieves ya de Es evidente la desaparición de las monarquías sa-
época romana republicana de Osuna (Sevilla) y las cras propias del período anterior, ya que a lo largo del
halladas en diferentes yacimientos de la campiña cor- siglo VI a.C. desaparecen las tumbas monumentales
dobesa. Por ello, lo normal es el hallazgo de cuchillos y con ricos ajuares pertenecientes a reyes y aristócratas.
clavos en contextos puramente domésticos. Así, se ha supuesto el desarrollo en la Turdeta-
Por último, en la orfebrería se asiste, por una nia de formas políticas más isonómicas plasmadas en
parte, a la continuidad de algunas de las antiguas ciudades-estados con gobiernos de corte oligárquico,
joyas orientalizantes, como las diademas de los te- como ocurre en este momento en las ciudades feni-
soros de Ebora (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz), cio-púnicas de la Península Ibérica (vid. supra).
Mairena de Alcor (Sevilla) y la Puebla de los Infan- Sin embargo, ello no implica la total desaparición
tes (Sevilla) (Fig. 23) y, por otra, a la fabricación en de la monarquía, aunque ésta ha perdido su aparato
metales preciosos de otros más puramente funcio- de poder oriental y el rey se acerca más a un jefe mi-
nales como las fíbulas del último de los dos últimos litar144. Así, en la gran rebelión del 197 a.C. contra los
tesoros mencionados143. romanos, las fuentes escritas (Liv. XXXIII, 21, 7-8)

143
Fernández Gómez 1997. 144
Almagro-Gorbea et al., 2008c: 1070.
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 281

mencionan a los régulos Luxinio y Culchas como ticas, pero se puede afirmar que adoptó y adaptó
gobernantes de las importantes ciudades de Carmo numerosos elementos rituales y de culto de origen
y Bardo y de diecisiete oppida respectivamente, aun- fenicio-púnico hasta el punto de que en muchas
que éste último debe ser más bien considerado un ocasiones es difícil diferenciarla de dichos elemen-
rey ibérico. tos. Además, la mayoría de las evidencias disponi-
No obstante, quizá no todas las ciudades turde- bles son ya de época relativamente tardía, cuando
cartagineses y romanos habían ocupado las tierras
tanas tuviesen reyes, pues cuando los romanos asal-
del valle del Guadalquivir.
tan la ciudad de Asta a inicios del siglo II a.C. (Liv.
XXXIX, 21), no se menciona la existencia de un Esta dificultad para diferenciar los elementos lo-
rey en la ciudad, por lo que el poder político pudo cales y los coloniales se observa en el santuario de La
ejercerse igualmente a través de asambleas en las que Algaida, cerca de la actual desembocadura del Gua-
participaran todos los hombres libres de la ciudad o dalquivir e identificado con el santuario de la Lux
senados de carácter oligárquico. Dubia mencionado por Estrabón (III, 1, 9), conside-
rado por algunos de adscripción colonial.
En todo caso, las fuentes atestiguan en el caso de
Luxinio y Culchas la gran extensión que pudieron Fundado en el siglo VI a.C., como evidencian al-
alcanzar las entidades políticas turdetanas, como gunos escarabeos y bronces hallados, en parte feni-
ocurre también en el caso Asta, en las cercanías de cios y en parte etruscos146, siguió en uso hasta época
Jerez de la Frontera, que posee un asentamiento de- romana. Tuvo un importante uso en época turdeta-
pendiente en un área tan distante como Alcalá de los na, como atestiguan numerosas fíbulas y material
Gazules, situada a más de 70 km, según demuestra el cerámico de esta época en estructuras aisladas poco
hallazgo en sus cercanías del famoso Bronce de Las- monumentales. Se ha interpretado como de carácter
cuta (CIL II, 5041). marinero o dedicado a una deidad femenina de ca-
rácter nutricio, lo que no puede aquilatarse con pre-
Los territorios de esta extensión no sólo implica- cisión por su publicación muy parcial.
rían formas de dominio o dependencia directa, como
ejemplifica el Bronce de Lascuta, sino la existencia de También en Carmona se han identificado también
simaquías, anfictionías, ligas o confederaciones como las elementos de culto, en este caso betilos, que refleja-
rían la fuerte impronta fenicio-púnica en esta impor-
planteadas para época orientalizante (vid. supra), que
tante ciudad turdetana147.
también se han planteado en el mundo púnico en el
caso de Gadir145. Se podían así movilizar amplios con- Igualmente, adosado a la muralla del oppidum de
tingentes militares en caso de guerra que podían incluso Torreparedones se ha excavado un templo ya de épo-
ser complementados con mercenarios, como atestiguan ca romana republicana en el que la influencia carta-
los diez mil celtíberos que luchan junto a Culchas y ginesa se deja sentir con fuerza, como demuestra la
Luxinio en el 197 a.C. o el gran número de lusitanos recuperación de una cabeza femenina con la inscrip-
que lo hacen a favor de Asta pocos años después. ción Caelestis en la frente, un epíteto a través de la
cual la Juno romana se identifica con la Tinnit carta-
Aparte de la mención de reyes, poco más se sabe ginesa, a lo que hay que unir también la existencia de
de la organización social turdetana, aunque el Bronce cultos betílicos.
de Lascuta atestigua la existencia de la servidumbre.
Ésta es más bien de carácter colectivo, seguramente El fuerte carácter anicónico de la religión turde-
como derecho de conquista, pero igualmente sugiere tana muestra hasta qué punto las creencias, prácticas
su existencia a nivel individual. y tabúes religiosos fenicio-púnicos habían permeado
la misma, haciendo incluso muy difícil su diferen-
En definitiva, las ciudades-estado turdetanos ad- ciación. Frente a los miles de exvotos de bronce y
quirieron entre los siglos V-II a.C. un grado de urba- cientos de esculturas de piedra producidos por los
nización y jerarquización social cada vez más acusa- ibéricos, las manifestaciones iconográficas son muy
do que no se alejaba demasiado del existente en el escasas, salvo en las áreas colindantes con el mundo
mundo greco-romano contemporáneo. ibérico de la Alta Andalucía.
En todo caso, es difícil valorar cómo la religión se
Religión y mundo ideológico engranaba con la organización socio-política turdeta-
na y de qué modo le servía de sustento ideológico, ya
La religión turdetana, como el mundo funerario, que se desconoce si los principales lugares de culto
es poco conocida, por ausencia de datos y excava- eran controlados por la polis y el cuerpo ciudadano
ciones que trataran de identificar este tipo de prác-
146
Corzo, 1991.
145
Arteaga, 1994. 147
de la Bandera et al., 2004.
282 PROTOHISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

o, por el contrario, eran controlados por los reyes que penetraciones de poblaciones ibéricas en territorio
mencionan las fuentes clásicas. turdetano. Así lo sugieren algunos topónimos que
usan el típico formante ibérico para ciudad Il–,
como Ilipa (Alcalá del Río, Sevilla) e Ilipula (Niebla,
Lengua y escritura
Huelva). Un fenómeno similar puede proponerse
A pesar de la aparición de la escritura en el Pe- para la posible adopción de términos indoeuropeos,
ríodo Orientalizante, las evidencias escritas de épo- que pueden pasar incluso a la toponimia, como es
ca turdetana son prácticamente nulas, quedando el caso de una Segovia en el valle del Genil, un tí-
restringidas a algunas referencias en las fuentes es- pico topónimo celta en Seg– o Celti, en el valle del
critas como las “leyes de 6000 versos” mencionadas Guadalquivir.
por Estrabón (III, 1, 6) o las que sirvieron de fuente
a escritores de época imperial romana, como Trogo Cartagineses y romanos en el sur de la Península Ibérica
Pompeyo, que recoge el mito de Gargoris y Habis, y
Lucio Cornelio Boco, que recoge noticias acerca de la El proceso de desarrollo políticamente indepen-
Península Ibérica, alguna de las cuales, por el origen diente de las ciudades-estado turdetanas se vio in-
del propio escritor, podrían proceder de la literatura terrumpido como consecuencia de acontecimientos
turdetana148. en principio ajenos a la Península Ibérica como fue-
Esta escasez documental puede explicarse por ron el conflicto entre Roma y Cartago a lo largo de
el habitus epigráfico de los Turdetanos, que sería el la segunda mitad del siglo III a.C.: las denominadas
de la escritura en papiro al modo fenicio-púnico149, Guerras Púnicas.
que no se conserva por ser el soporte de carácter Aunque el teatro de operaciones de la primera
perecedero. De hecho, la generalización de esta Guerra Púnica no incluía la Península Ibérica, sus
práctica habría hecho desaparecer la escritura sobre consecuencias se dejaron sentir en la misma, ya que
otros tipos de soportes, como los grafitos cerámicos, la necesidad de recursos de Cartago tras su derrota,
prácticamente inexistentes tras ser relativamente principalmente metales preciosos, y la pérdida de sus
abundantes durante el Período Orientalizante (vid posesiones territoriales en Sicilia y Cerdeña llevaron
supra). a la ciudad africana a buscar un nuevo imperio colo-
No obstante, la lengua turdetana se puede conocer nial en la Península Ibérica.
a través de otras fuentes, como la toponimia recogida Así, en 237 a.C. el general cartaginés Amílcar Bar-
en la epigrafía, las leyendas monetales, la literatura ca desembarcaba en la ciudad fenicia de Gadir e ini-
grecolatina que trata de este territorio y la antroponi- ciaba una política de ocupación territorial en todo el
mia documentada en dichas fuentes. Sur y Este de la Península Ibérica que fue continuada
Así, existen una serie de partículas que se repi- por sus sucesores Asdrúbal y Aníbal, lo que interfi-
ten en los nombres de las ciudades, como los prefi- rió en el devenir político-económico de la ciudades-
jos Ipo–, Ob–, Lac– y los sufijos –ipo, –uba, –oba, que estado turdetanas.
cabe relacionar con la lengua turdetana hablada en La recuperación del poderío cartaginés provocó
las áreas donde aparecen (fig. 9). Lo mismo ocurre que en veinte años Aníbal iniciara de nuevo el con-
con la antroponimia, donde una raíces como Sis–, flicto con Roma en la Segunda Guerra Púnica, lo que
Boc–, Brocc– y Att– aparecen repetidamente en los tuvo como consecuencia el desembarco de tropas
nombres propios tanto en la epigrafía como en las romanas en Ampurias en el 217 a.C. y que la Penín-
leyendas monetales, entre las que destacan las de Sa- sula Ibérica se convirtiera en un importante teatro de
lacia y Obulco, que cabe relacionar igualmente con la operaciones de este conflicto.
lengua turdetana150.
Las operaciones militares se llevaron a cabo en
Todo ello hace del turdetano una lengua con ca- un primer momento en el Levante peninsular, pero
racterísticas propias y diferentes de la ibérica, lo que a partir del 209 a.C. se trasladan a la alta Andalucía,
excluye que se pueda incluir a los Turdetanos entre librándose la batalla decisiva en las cercanías de Ilipa
los Iberos como en ocasiones se hace de manera un (Alcalá del Río, Sevilla) en el año 206 a.C., abriendo
tanto acrítica. poco después Gadir sus puerta a las romanos.
Sin embargo, ello no supone que no se existie- La ocupación cartaginesa no llegó a consolidarse,
sen préstamos lingüísticos entre ambas lenguas o pero los romanos llegaron para quedarse. Tras sofocar
la rebelión de Culchas, someter la importante ciudad
148
Almagro-Gorbea, 2013: 127 s., 211 s.
turdetana de Asta, repeler numerosas incursiones lu-
149
Zamora, 2005. sitanas a lo largo del siglo II a.C. e instalar importan-
150
de Hoz, 1989: 552-553; 2010. tes contingentes de población romana e itálica, toda
TARŠIŠ, TARTESSOS, TURDETANIA 283

la región se integró en su imperio. Sus habitantes, so- Pero el papel de Taršiš-Tartessos no se proyecta
bre todo los que vivían a las orillas del Guadalquivir, sólo al Mediterráneo, sino también al Atlántico, da-
sufrieron tal proceso de asimilación que en época de dos los contactos que el Sudoeste peninsular mantu-
Estrabón (III, 2, 15) habían olvidado su propio idio- vo con diversas regiones atlánticas, tanto peninsula-
ma, vivían a la manera de los romanos y les quedaba res como de la fachada atlántica francesa y de las Islas
poco para ser romanos. Británicas, lo que le otorgó un rol fundamental como
De este modo, entre el siglo I a.C. y el I de la intermediario entre las rutas comerciales atlánticas y
era, las señas de identidad turdetana, como la len- mediterráneas que explica su enorme importancia en
gua, la escritura y, probablemente, la religión, son la Antigüedad.
abandonados, aunque las glorias pasadas de la re- La proyección atlántica de Tartessos se materiali-
gión y, en concreto Tartessos, resonarán hasta el fi- zó también en la implantación de población tartési-
nal de la Antigüedad, pero como ecos de un mundo ca en las desembocaduras de los ríos Tajo y Sado tal
ya desaparecido. como se deduce de la evidencia toponímica existente
en la zona (vid. supra), y quizá en el Duero, como
sugiere la existencia en su desembocadura de unos
Epílogo: el eco de Tartessos Turduli Veteres (Plin. Nat. Hist. IV, 113), un proceso
de colonización cuya génesis hay que buscar en la
El largo proceso histórico acontecido en el Sudoes- urbanización del mundo tartésico.
te de la Península Ibérica entre el Bronce Final y la II La proyección tartésica se verifica también hacia
Edad del Hierro tiene importantes consecuencias en el otras áreas, como la alta Andalucía, en las que se
desarrollo histórico de toda ella, ya que significó su to- advierte igualmente un temprano tránsito hacia el
tal inclusión en las corrientes económicas, ideológicas urbanismo, que principalmente tuvo motivos eco-
y políticas del Mediterráneo, hasta el punto de que el nómicos, como queda demostrado por la utilización
final del proceso implica incluso la inclusión política de plomo de Linares para efectuar la copelación de
de esta área y de toda Iberia en el Imperio Romano, los minerales argentíferos de la Serranía de Huelva
tan profunda que tanto el primer cónsul, Balbo el Jo- (vid. supra), fenómeno que explica la importante
ven, como el primer emperador, Trajano, no italianos producción minero-metalúrgica del asentamiento
tienen su lugar natal en la antigua Tartessos. ibérico de Cástulo al menos desde mediados del si-
La inclusión del Sudoeste de la Península Ibéri- glo VII a.C.
ca en las redes comerciales mediterráneas tuvo rá- Igualmente, su importancia económica y el he-
pidamente repercusión en las fuentes escritas, como cho de ser el área más urbanizada de la Península
demuestra la mención de Taršiš en diferentes libros Ibérica explican que fuese la primera región ocupa-
de la Biblia, generalmente en directa relación con las da por los cartagineses y aquella en la que librarán
actividades de los fenicios. las batallas decisivas contra los romanos, además
Son las referencias bíblicas las primeras de una serie de ser la primera en ser intensamente romanizada,
que llega sin solución de continuidad a época helenís- dado que su estructura política y económica era la
tica tardía y que se plasma en las alusiones a Tartessos más afín.
y, posteriormente, a la Turdetania, reflejando el cono- En definitiva, todos estos hechos han contribuido
cimiento e integración del Sudoeste peninsular por las a que el nombre de Tartessos resuene en las fuentes
civilizaciones mediterráneas, en buena medida por ha- escritas de la Antigüedad y haya jugado un impor-
berse convertido desde finales del siglo VIII a.C. en una tante papel en la historiografía, al ser considerado un
civilización de carácter plenamente urbano y estatal. precedente de la monarquía española.

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