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A partir de entonces consiguió una serie de victorias, a tal punto que en 1.515
envió regalos preciosos al sultán otomano Selim I, quien a su vez le mandó dos
galeras y dos espadas con diamantes incrustados.
En 1.516 murió Fernando el Católico, lo cual es aprovechado por el sultán de
Argel, vasallo de España, para decidirse a romper su ligadura con la potencia
europea. Para ello, el sultán Abu Hamo Musa III decide contratar a Aruj
Barbarroja, que acudió con un ejército para auxiliarlo contra los españoles.
Aruj se encuontró con una situación propicia, su fama y prestigio son grandes
y cuenta con muchos seguidores en Argel, por lo cual decidió derrocar al
sultán y asumir el control de Argel, convirtiéndolo en su reino personal. Los
españoles se ven obligados a abandonar Argel y refugiarse en un fuerte
construido en una isla de la costa argelina, llamada el “Peñón de Argel”, y
pidieron al cardenal Cisneros que interviniera. El regente decidió mandar a
Argel una expedición de 8.000 hombres al mando de Diego de Vera con la
finalidad de retomar la ciudad y acabar de paso con los temidos piratas de
Barbarroja. Aruj defendió valientemente la ciudad y derrotó a los españoles,
asegurando su control de la zona.
Después de consolidar su poder y declararse sultán de Argel, Aruj buscó
ampliar sus territorios y tomó Miliana, Ténès y Médéa. Se hizo conocido por
agregar velas a sus cañones para facilitar su transporte a través de los
desiertos del norte de África. Para Aruj la mejor protección contra España era
unirse al Imperio Otomano, su patria y rival de los españoles. Para lograrlo,
debía renunciar a su título de sultán de Argel ante los otomanos. Lo hizo en
1.517 y ofreció Argel al sultán otomano. El sultán aceptó a Argel como una
provincia otomana y designó a Aruj como baylerbey (gobernador) de la nueva
provincia de Argel, además de prometerle su asistencia por medio de
jenízaros, galeras y cañones.
Los españoles ordenaron a Abu Zayan, a quien habían nombrado nuevo
gobernante de Tlemecén y Orán, que atacara a Aruj desde tierra, pero este
último se enteró del plan y por sorpresa atacó Tlemecén, capturando la ciudad
y ejecutando a su gobernante. El único superviviente de la dinastía de Abu
Zayan fue Sheikh Buhammud, quien consiguió escapar a Orán y pedir la ayuda
de España.
En mayo de 1.518, los españoles decidieron apoyar a Sheikh Buhammud,
sucesor de Abu Zayan que se encontraba refugiado en Orán, en sus
pretensiones de recuperar Tlemecén. El gobernador de Orán, Diego Fernández
de Córdoba, marqués de Comares, con unos 1.000 soldados españoles y cerca
de 7.000 bereberes de Buhammud iniciaron una campaña contra Aruj
Barbarroja en Tremecén. Tras una serie de escaramuzas y emboscadas con
distinto signo, Ishaq, el hermano de Aruj, llegó a Tremecén con refuerzos
venidos de Argel, pero fue derrotado y muerto en una batalla menor. Diego de
Córdoba, agotado por las duras escaramuzas recibió nuevas tropas de
españoles al mando de Martín Argote y llegó a las puertas de la ciudad de
Tremecén, defendida por 1.500 turcos y 6.000 corsarios de Barbarroja. En la
durísima batalla por el control de la ciudad, los corsarios son derrotados y se
vieron obligados a replegarse. Durante la retirada, Aruj murió a manos del
alférez español García Tineo. Aruj murió a los 55 años, defendiéndose
valientemente, fiel a su estilo de vida aventurero. Su muerte y la captura de
Tremecén hicieron creer a los españoles que la victoria y el fin de los corsarios
estaba al alcance de la mano, no contaban con Hizir, el último hermano de
Aruj Barbarroja. Hizir asumió el poder en Argel y el sobrenombre de su
hermano, convirtiéndose en el nuevo Barbarroja.
Hizir Brabarroja
Los españoles estaban eufóricos por la victoria y el rey Carlos I decidió acabar
de una vez por todas con los corsarios restantes, lanzando contra Argel una
expedición de 8.000 hombres al mando de Hugo de Moncada. No contaban
con Hizir, el cual tenía un temple igual o mayor al de su hermano, era un gran
líder, conocedor de varios idiomas y un experto guerrero. Hizir, con nuevos
refuerzos turcos, reorganizó las defensas de Argel, dispuesto a plantar cara a
la ofensiva española.
La expedición española acabó en un desastre, las tormentas marítimas
destrozaron la flota española sin que esta pudiera siquiera asaltar Argel. En
1.519 se produjo un nuevo intento español de tomar Argel, pero la flota
española de Hugo de Moncada fue derrotada por la flota de Hizir Barbarroja,
quien con su propio barco hundió una galera y capturó otras 8.
Continuó con la política de transportar musulmanes mudéjares desde España
al Norte de África, logrando asegurar para sí un gran número de seguidores
musulmanes agradecidos y leales, quienes tenían un inmenso odio hacia
España. Capturó Bone (en la frontera con Túnez) y en 1.519 derrotó una flota
hispano-italiana que intentaba recuperar Argel. El mismo año también atacó
Provenza, Tolón y las islas de Hyères, en el sur de Francia.
En 1.520, los españoles decidieron acabar con la base de corsarios turcos y
berberiscos en el Mediterráneo, y habiendo padecido numerosos ataques
tanto terrestres como a navíos españoles, el Emperador decidió preparar una
expedición para tomar la isla de Djerba, el mando de la armada se concedió a
Hugo de Moncada. A mediados de abril de 1.520 partió la armada a las costas
de Túnez. Tras desembarcar el ejército a unos 25 km de los Gelves, el día 28 de
mayo se inició la marcha contra la isla, y tras caminar unos 3 km, fueron
atacados por el ejército del jeque Said, compuesto por de diez a doce mil
infantes y apenas 200 jinetes. A pesar de los primeros reveses, Hugo de
Moncada por un lado, y los caballeros flamencos por otro, consiguieron
rechazar a los enemigos que se dieron a la huida, perdiendo en el encuentro
unos 500 hombres, mientras que del español habían muerto unos 200
infantes y 60 jinetes. Tras reposar un tiempo en el campo instalado en el punto
de desembarque, el ejército de Moncada partió de nuevo hacia los Gelves. El 8
de mayo, se fortifica un caserío a medio camino del castillo. El jeque inició las
negociaciones, no aguardando socorro de su señor, el rey de Túnez, y capituló,
convirtiéndose en tributario del rey de España. En Gelves se procedió a
construir de inmediato una nueva fortificación, y se instaló una guarnición
española
En 1.521 Barbarroja atacó las islas Baleares y luego capturó varias naves
españolas que regresaban del Nuevo Mundo a Cádiz. En 1.522 envió a un
delegado suyo a participar en la conquista de Rodas organizada por el Imperio
Otomano, que tuvo como resultado la expulsión de los Caballeros de San Juan
de la isla el 1 de enero de 1.523. A partir de entonces, hasta 1.530, realizó
numerosísimas incursiones en territorios europeos en el Mediterráneo, tales
como Crotone, Mesina, Toscana, Campania, Andalucía, las islas Baleares y
Marsella.
Finalmente sus expediciones se consumaron con la captura del Peñón de
Gibraltar en 1.529 y de la isla de Cabrera, en 1.530, instalando allí una mini
base de operaciones que le permitiría atacar las costas españolas más
fácilmente.
Los continuos ataques de Barbarroja acabaron con la paciencia de Carlos I,
quien en 1.531 contrató al gran almirante genovés Andrea Doria para que al
mando de 40 galeras reconquistara las pequeñas bases corsarias de Jijel y el
Peñón de Gibraltar. Andrea Doria era una buen marino, pero Barbarroja era
muy superior y lo derrotó fácilmente. Pero su derrota no frenará a Andrea
Doria. Al año siguiente, 1.532, Doria obtendrá un gran éxito al capturar los
bases turcas en Grecia de Coron, Patras y Lepanto. Este éxito cristiano hizo
enfurecer al emperador Solimán I, quien ordenó al almirante Mehmed Bey
recapturar inmediatamente las bases perdidas. El almirante turco fracasó y
Solimán hizo llamar a su mejor hombre, a Barbarroja.
En 1.531 se encontró con Andrea Doria, contratado por Carlos I para
recapturar Jijel y peñón de Velez, derrotándolo. El mismo año se enfrentó en la
isla Favignana con una flota de la Orden de Malta, a la que venció. Luego
navegó hacia oriente y desembarcó en Calabria y Apulia. De vuelta a Argel
asaltó Trípoli, entregada a los Caballeros de San Juan por Carlos I en 1.530. En
octubre de 1.531 atacó de nuevo las costas de España, e incluso asaltó
embarcaciones inglesas.
Barbarroja aprovechó su travesía hacía la corte turca para arrasar Córcega,
Cerdeña, Elba y Messina. Además se topó con la flota de Andrea Doria,
derrotándola y capturando 18 galeras. A su llegada a Turquía, en 1.533,
Barbarroja contaba con 44 naves capturadas, 25 de las cuales hizo retornar a
su base de Argel y el resto las llevó consigo para su entrada triunfal en
Estambúl. El sultán estaba tan impresionado con Barbarroja que decidió
nombrarlo Almirante en Jefe de la flota turca y gobernador del Norte de África.
Además le otorgó como posesiones personales las islas de Rodas, Eubea y
Chíos, todas ellas en el Mar Egeo.
Tras estar un buen tiempo en la corte turca, Barbarroja zarpó de Estambúl en
1.534, al mando de 80 galeras, construidas según sus propios diseños, 22
fustas, una potente armada movida al remo por 8.000 griegos reforzada con
10.000 infantes turcos, de ellos 800 jenízaros. Su principal objetivo era revertir
la victoria de Andrea Doria, reconquistando las ciudades portuarias de Coron,
Patras y Lepanto, perdidas en favor de los españoles. Pero Barbarroja no solo
reconquistaría estas importantes bases marítimas, sino que aprovecharía la
ocasión para atacar Génova, Capri, Nápoles.
Conquista de Túnez (1535)
A finales de 1.534 el Mediterráneo Occidental estaba amenazado por la flota
del almirante otomano Barbarroja. El precio de los seguros marítimos se
disparó, las ciudades costeras actualizaron sus defensas y pueblos enteros
fueron abandonados. Se construyeron nuevas cadenas para bloquear la
entrada a los puertos y más torres de vigilancia. El sur de Italia, bajo la corona
española, ya había sufrido un ataque otomano y hasta Venecia empezó a
sentirse amenazada y comenzó a fabricar nuevos barcos. Sin embargo,
Venecia no se uniría al ataque debido a que temía romper una paz que tenía
con el sultán otomano Solimán el Magnífico por 30 años antes con el sultán
Bayaceto (Beyazid) II.
Barbarroja se apoderó de Túnez en 1.534, deponiendo al rey háfsida Muley
Hassan, vasallo de España, éste solicitó ayuda a Carlos I para recuperar su
reino. El emperador Carlos aceptó ayudarle, esperando derrotar a Barbarroja
de una vez por todas. Convocó cortes en Madrid, para solicitar subsidios para
recuperar Túnez, y, al mismo tiempo, pidió ayuda a otros príncipes. Se
reunieron para la operación las escuadras del Cantábrico y de los Países Bajos
de los Habsburgo.
Durante un año, escuadras españolas y portuguesas se fueron concentrando
en Barcelona y la campaña fue contando con el apoyo de numerosos nobles
españoles, como el duque de Alba, el duque de Nájera, el duque de Benavente,
el marqués de Aguilar, el conde de Niebla, etc.
Jornada de Túnez 1535. El Carlos V pasando revista a sus tropas en Barcelona. Al
fondo la ciudad y Montjuic. Autor Jan Cornelisz Vermeyen.
Desde Argel Barbarroja inició una serie de incursiones de represalia sobre las
costas italianas y sobre las islas Baleares, saqueando Mahón el 4 de
septiembre de ese mismo año de 1.535. Este saqueo fue de una crueldad sin
precedentes, Barbarroja paso a cuchillo a gran parte de la población, incluidos
los sacerdotes. Los supervivientes fueron tomados como esclavos. Muy pocos
fueron los que se libraron de la cólera de Barbarroja.
Al año siguiente, en 1.536, Barbarroja acudió de nuevo a Estambúl para
comandar una nueva flota que tiene como objetivo atacar el reino de Nápoles,
perteneciente a la corona Española. Tras un año de preparativos, en julio de
1.537 Barbarroja tomó el castillo de Otranto en Nápoles y saqueó varias villas
de la zona. Meses después Barbarroja captura un gran número de islas griegas
pertenecientes a la república de Venecia. Para acabar el año vuelve a asolar
Corfú y la Calabria italiana.
El 29 de julio de 1.538 el pirata Salah Rais asedió Villajoyosa al mando de 27
navíos. Algo parecido ocurrió poco después en Denia, Calpe y Guardamar.
Ataque de piratas berberiscos a Villajoyosa 1538
Sin dineros de otros aliados y del Vaticano, pero con la beneplácito papal, el
Emperador abandonó Italia y puso rumbo a Mallorca, punto de reunión de
varias flotas y soldados de varias nacionalidades: 6.000 españoles a cargo de
Hernando de Gonzaga, 6.000 alemanes a cargo de Jorge Frontispero, y 5.000
italianos a cargo de Camilo Colonna y Agustín Spinola. A ellos se les unieron
3.000 aventureros y 2.000 hombres de a caballo, más unos 4.000 soldados de
dotación de las galeras. Todos ellos iban en 65 galeras y 300 embarcaciones de
diverso tipo. Una fuerza muy similar a la enviada a Túnez en 1.535.
También se pertrecharon con abundante bizcocho, pólvora, balas de cañón y
muchos bastimentos. Como curiosidad decir que Carlos V estaba tan
convencido que iba a vencer esta guerra que hasta mandó traer damas para
que presenciaran la campaña ‘in situ’.
La partida
Se organizó la fuerza para la expedición: Andrea Doria sería el almirante de la
flota; el virrey de Sicilia, Fernando de Gonzaga, jefe de la vanguardia y el duque
de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, jefe del grueso o batalla. Quedó vacante
el de jefe de la retaguardia que habría de ser designado en tierra.
Parte del dinero con el que sufragó la campaña provenía de la conquista de
México y fue aportado por Hernán Cortés, que también participó en la
operación. En sólo un mes y poco más, se había preparado este inmenso
ejército que en total sumaban unos 27.000 soldados.
El Emperador zarpó el 18 de octubre de 1.541 con sus naves desde las
Baleares mientras que otra parte salía desde Málaga con las 15 galeras al
mando de Bernardino de Mendoza y hasta 200 embarcaciones de todos los
tamaños. Acordaron encontrarse en el cabo Caxina (hoy Kajine, Argelia).
Durante la travesía desde las Baleares hasta Argel un enorme temporal se
levantó y casi hizo zozobrar a toda la flota, pero pudieron sortearlo a duras
penas.
Mientras, en Argel, el gobernador Hásan Aga enterado de la expedición, había
ordenado fortificar la ciudad y rearmar a la población. Agá era un eunuco
converso al Islam de origen sardo, hombre de confianza de Jayr al-Din
Barbarroja y que gobernaba Argel desde 1.536. Disponía de 800 jenízaros y
casi 5.000 auxiliares árabes y moriscos había que unirle la artillería, que eran
50 piezas de bronce, de las cuales 20 eran cañones y el resto piezas pequeñas.
Los imperiales llegaron a las costas argelinas el 20 de octubre de 1541. Las
naves tuvieron que refugiarse al amparo de los cabos, la flota española quedó
en el cabo Kaxina mientras en el cabo Matefú se refugiaba la flota de Carlos V.
Sin embargo, los temporales impidieron que las tropas no pudiesen
desembarcar hasta pasado un par de días, el 23 de octubre y lo hicieron en un
lugar entre los wādis (cauces secos) al Hamir y al-Harrach (Alcaraz, en las
crónicas españolas), muy posiblemente la playa de Hamma, a unos 6 km de la
capital argelina.
El desembarco
Los días 22 y 23 de octubre desembarcaron las primeras avanzadillas, que
otearon el terreno y buscaron fuentes de agua potable para el futuro
campamento. El desembarco en la playa de Hamma no fue fácil pues la
soldadesca tuvo que vadear un trecho largo de agua que llegaba hasta la
cintura en una mar que comenzaba a ser marejada. Sin embargo, la artillería
más pesada, la mayor parte de los caballos y los víveres apenas pudieron ser
bajados. Solo pudieron ser bajados 9 cañones ligeros.
Desembarcaron los españoles, alemanes e italianos, y a las 09,00 lo hizo Carlos
V. Se estableció un campamento provisional en la playa de Hamma, en la zona
conocida como Punta Tafura (Ra’s Tafûra) donde se planificó tomar posiciones
e iniciar el asalto.
Jornada de Argel 1541. Desembarco de fuerzas. Palacio de El Viso del Marqués
Ese día 24 de octubre, hacia las 21,00 como comentan las crónicas, se levantó
un violento temporal, trayendo mucho viento y lluvias. Lo que iba a ser el
avance hacia Argel tuvo que detenerse a causa de la escasa visibilidad causada
por la niebla y especialmente por la lluvia que mojó la pólvora de las armas de
fuego, echó a perder provisiones y produjo tal cantidad de barro y charcos que
los soldados se hundían en el barrizal con sus armaduras y estaban
empapados y ateridos de frío. Así, sin poder dormir apenas, pasaron el día
siguiente. La única defensa que tenían eran ballestas y armas de filo y asta.
Un cronista argelino describe en el momento: “El martes, Ala Altísimo envió,
hacia el final de la noche, una violenta tormenta que rompió los cables de los
barcos. Levantaron los mástiles por miedo a perecer, pero el viento no dejó de
aumentar. El almirante llamado Doria tenía una mente turbada como todos los
demás a bordo de los barcos. El violento huracán, enviado por Dios, empujó a la
flota contra la orilla: los barcos perecieron en las rocas, los esclavos musulmanes
escaparon y la gente de Argel corrió para exterminar a los marineros cristianos
hasta el final. El tirano vio sus naves sumergidas y destruidas, su poder roto, su
deslumbrante resplandor y el descenso que lo amenazaba … “
Combates de Bâb Azûn y Ras Tafûra (25 de octubre)
Al día siguiente, el 25, aprovechando los desánimos y las malas condiciones de
los soldados sitiadores y al amparo de la niebla y de la amanecida, los
argelinos sitiados decidieron de madrugada hacer una salida y acometer a un
grupo de italianos que guardaban un puente de madera en un ataque por
sorpresa.
La tropa musulmana en su mayor parte estaba formada por turcos y moriscos
que llegando hasta donde estaban los italianos desbarataron a la mayor parte
de ellos causando bajas importantes y haciendo huir a buena parte de la
tropa.
Jornada de Argel 1541. Ataque berberisco contra los italianos
Los caballeros de Malta, que formaban una unidad de caballería pesada
acudieron en su ayuda recobrando posiciones y haciendo que las tropas
argelinas atacantes se refugiaran en la ciudad. Uno de estos caballeros
hospitalarios, Ponce de Balaguer, llegó a clavar en una de las puertas de la
ciudad, la de Bâb Azûn, su daga enfadado por no poder avanzar, diciendo
¡volveremos!. En la escaramuza murieron 300 hombres y otros tantos
quedaron heridos.
Desastre de Argel 1541. El caballero de la orden de Malta Ponce de Balaguer clava
un puñal en la puerta de Bab-azoun diciendo ¡Volveremos!. Autores hermanos
Raffet y Rouargue
Desde las murallas, los defensores arrojan todo tipo de armas como piedras,
flechas envenenadas y disparos de arcabuces y escopetas y los soldados
imperiales se repliegan a sus posiciones siendo ayudados por las compañías
alemanas. Hubo grandes pérdidas de vidas humanas en ambos bandos.
Horas más tarde, el gobernador Hásan Agá salió con tropas de refresco de la
ciudad magrebí y lograron que los de Malta y otras fuerzas se retiren de las
murallas y puertas.
En las cercanías, Haedo (o Antonio de Sosa, según otros autores) nos cuenta la
caballería de Hasan Agá mató a 150 infantes cristianos y cómo con sus tropas
logró desbaratar a un destacamento italiano mientras que los alemanes ni
llegaron a combatir. Los argelinos perseguían a los cristianos en desbandada y
llegaron a las cercanías del campamento de Ras Tafûra.
Ante esta proximidad amenazadora, el propio Carlos V tuvo que vestir su
armadura, y salir a combatir acompañado del duque de Sessa y el duque de
Alba. Blandiendo en el aire su espada en mano, el Emperador logró reunir y
reorganizar a las tropas motivándolas para que siguieran combatiendo.
A pesar de que lograron rechazar casi a las puertas del campamento a las
tropas argelinas, el bando cristiano pierde a más de 300 hombres más,
incluyendo a 12 miembros de la Orden de Malta y aquel llano, nos cuenta
Haedo (o Antonio de Sosa), se le llamó a esa zona desde entonces la Sepultura
de los Caballeros. Incluso los musulmanes elogiaron el valor de los soldados
cristianos.
Prudencio de Sadoval nos dice, además, cómo el Emperador no se acostó esa
noche hasta asegurarse que los 200 heridos de aquella contienda de Bab Azûn
y del campamento estuvieran a salvo y a resguardo.
La furia de los elementos arrecia
Sin embargo, con el paso de las hora, la climatología se volvió muy adversa. El
mar se tornó furioso y en la costa, un viento huracanado destrozó las tiendas
de las tropas cristianas dejándolas inutilizables. Esto empeoró las condiciones
de vida cotidiana de la mayor parte de la soldadesca que desde entonces tuvo
que dormir al raso. Habían desembarcado con raciones para tres días y las
habían consumido.
Mientras tanto, en el mar, a causa del temporal y de la bruma reinantes, en
cuestión de horas, se hundieron 150 naves cargadas de víveres, municiones y
caballos, las galera aguantaron algo mejor. Algunas galeras que pudieron
llegar a la costa fueron abordadas por moriscos y árabes que no sólo
saquearon las naves sino que mataron a la tripulación y a cuanto cristiano civil
localizaron, no teniendo piedad ni siquiera con las mujeres que encontraron.
Los que sí dejaron con vida fue a los casi 1.000 galeotes remeros de origen
musulmán, otomano, berberisco o morisco que encontraron, a los que los
argelinos ayudaron.
Una de las embarcaciones dañadas fue la nave en la que llegó Hernán Cortes,
“La Esperanza”. El propio conquistador pudo escapar ‘in extremis’ del
hundimiento pero perdió durante su nado a la costa las 5 esmeraldas que
llevaba consigo.
Andrea Doria con el resto de naves supervivientes, se refugió en el cabo
Matefú (hoy bahía de Temendefust (Matifuox) ), un lugar montañoso
inaccesible para la caballería musulmana pero de fácil acceso para llegar por
mar y embarcar y donde se había construido un pequeño muelle.
Retirada de Argel (25-26 de octubre)
El clima no cambió y en el campamento las noticias que llegaban de las
enormes pérdidas de las galeras en vidas, caballos y bastimentos desmoralizó
a las tropas imperiales sitiadoras.
Se reunió en Consejo de Guerra el Emperador con sus comandantes y se
sopesó las posibilidades de continuar o no con el cerco.
Sin artillería pesada ni lugar de cobijo, con la mayor parte de los oficiales y el
ejército sufriendo de frío, enfermedad y con la moral baja, y con la mayoría de
las vituallas, artillería y víveres perdidos, la conquista de Argel estaba cada vez
más lejana. La reunión del Consejo de Guerra que fue muy tensa, los altos
mandos acordaron finalmente que la opción más lógica era la de retirarse
hacia el cabo Matefú (o Matifuz,en las crónicas cristianas).
Desastre de Argel 1541. Reembarque de fuerzas
Además hasta esos días, casi 2.000 hombres se habían perdido en esta
campaña en combate, muertos tras ser capturados o ahogados en las naves
naufragadas. Para alimentar a la desmoralizada y hambrienta soldadesca se
decidió sacrificar a los caballos que transportaban la artillería. Según un
cronista argelino dice que “todos los caballos de la expedición más de 4.000
fueron asesinados, abandonados o comidos”.
Se organizó entonces el repliegue en una fila de soldados que fue supervisada
el mismo Emperador. Se formó un convoy improvisado colocándose a los
enfermos y heridos en medio. La retaguardia iba defendida por soldados
españoles y de la Orden de Malta. A los dos flancos, los alemanes y los
italianos. Los soldados cristianos dejaron atrás todo tipo de despojos: las
pocas tiendas que quedaban en pie, los cañones, animales, armas…, sólo se
llevó lo imprescindible.
En la tarde de ese mismo día 26 de octubre, los cristianos comenzaban a
abandonar las posiciones de Ras Tafûra y la de Kudiyyat as-Sabûn. Desde las
murallas de Argel, entre sorprendidos y aliviados, los musulmanes observaban
cómo el ejército sitiador se replegaba y les dejaba botín y despojos. Para hacer
aún más imposible esta retirada, en algún caso, como atestigua Prudencio de
Sandoval, algunos grupos de jinetes moros les vigilaban en lontananza e
incluso llegaron a tenderles emboscadas y presentar batalla a los soldados
españoles y hospitalarios que cubrían la retaguardia.
Aunque la distancia era relativamente corta, el viaje se hizo largo a causa de la
lluvia, el frio y sobretodo el barro. Les tocó atravesar un wadi crecido, el Wed
Knis. Y desde ahí, llegaron a la fuente de Ët Balma (“Fuente de la Palmera” en
las crónicas cristianas) donde se abastecieron de agua, plantaron el real y en
una casa pudo el Emperador dormir.
En su avance se encontraron con el wâdi El-Harrach, que bajaba crecido. Con
mástiles, restos de las galeras zozobradas y lanzadas a la costa, los soldados
imperiales construyeron un pontón de madera para cruzarlo. Pasaron primero
los alemanes, los italianos, el cuerpo de mando, la corte y los enfermos.
Sin embargo, los jinetes e infantes árabes comenzaron a hostigarles cuando
comenzaban a pasar los españoles y los jinetes. Tras defenderse de los
atacantes cruzaron el puente y desde entonces los de Argel dejaron de
acosarles no así los nómadas árabes de la Metedja argelina.
Desastre de Argel 1541. Infante español defendiendo la retaguardia ataca a jinete
moro. Autor Palbo Outeiral