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Antecedentes

Tras la conquista de Granada y una vez dominada la sublevación


de los moriscos de las Alpujarras, se estableció una flota fija
para las costas españolas compuesta por 33 naves, cuyo núcleo
eran dos naos gruesas y dos galeras, estando nutrida el resto
por naves ligeras (fustas y bergantines). El objetivo de esta
armada era la guarda de la costa española y el transporte de
musulmanes irredentos que no aceptaban la conversión al
cristianismo al norte de África. Cabe añadir que entre los
conversos moriscos había espías en diferentes localidades que
operaban entre el sur y levante peninsular, con el fin de servir
de inteligencia a los corsarios berberiscos, los cuales desde sus
bases situadas en diferentes plazas de la costa norteafricana,
asolaban frecuentemente las costas españolas. Una de las
acciones más cruentas de estos temidos piratas fue en el año
1.503, en el que se produjo un feroz asalto en el que
participaron 17 fustas a la localidad de Cullera, de donde se
lograron llevar a unos 150 cautivos según las crónicas.
El cardenal Cisneros, uno de los hombres más poderosos de
Castilla, era partidario, como lo había sido anteriormente
Alfonso X el Sabio, de conquistar la costa norteafricana, para
así impedir los ataques piratas a las costas españolas. El Papa,
en el año 1.494, había reconocido a Portugal el derecho de
conquista del reino de Fez, habiendo quedado para España el
favor de conquista para Tremecén.
Los portugueses habían conquistado Ceuta en 1.415, y ya en el
año 1.458    conquistaron Alcazarseguir. En agosto de 1.471,
tropas portuguesas provenientes de Arcila, población también
conquistada en el mismo año, entraron en Tánger. Ya en el año
1505 los portugueses conquistaron Santa Cruz del Cabo Gue
(actual Agadir) y el fuerte de Mogador, plaza esta última
abandonada en 1.510. Los portugueses consiguieron un rosario
de plazas a lo largo de la costa africana, llegando hasta las islas
de Cabo Verde, con el firme objetivo de facilitar el tránsito del
comercio hacia la India.
Expansión portuguesa en el Norte de África

Conquista de Melilla (17 septiembre de 1.497)


Melilla era un refugio seguro para los piratas turcos y argelinos
que asolaban las costas andaluzas y levantinas españolas. Allí
contaban con la simpatía y a veces ayuda de los moriscos que
vivían bajo el poder cristiano en la península. A los piratas se
unieron los indígenas rifeños, nativos de la zona.
El rey don Fernando el Católico ordenó reconocimientos de la
plaza de Melilla y de la costa adyacente, con intención de
apoderarse de ella y poner fin a tal refugio de piratas. Pero los
informes que recibió fueron poco halagueños, desistiendo
finalmente de la complicada empresa y poniendo su atención
en otros problemas que consideraba más acuciantes para sus
dominios.
Sin embargo, don Juan Alonso de Guzmán, tercer duque de
Medina Sidonia y noble muy poderoso en Andalucía, aprovechó
las luchas civiles en las que estaban enfrascados los piratas y
decidió ocupar la estratégica ciudad de Melilla en una ocasión
en que había sido abandonada.
De esta manera, la noche del 17 de septiembre del año 1.497, el
contador del duque, el caballero Pedro Estopiñán, tomó la
ciudad por sorpresa, por lo que fue conocido más tarde como
el conquistador de Melilla.
Ya en el año 1.506, los españoles al mando del capitán don
Gonzalo Mariño ocuparon la villa fortificada de Cazaza, situada
frente a la ciudad de Melilla en la península de Tres Forcas.
Aunque en el año 1.532 fue recuperada de nuevo por los moros
debido a la traición de algunos de los penados que constituían
la guarnición, siendo totalmente destruida.

Conquista de Mazalquivir (1.505)


Desde Sicilia, a petición del régulo de la isla de los Gelves,
tropas españolas habían ocupado la isla e izado el pendón en
su castillo el 8 de septiembre de 1.497. Pero iniciada la segunda
campaña de las guerras italianas, en el año 1.500, la
estratégica isla tuvo que ser desguarnecida y abandonada.
Una vez finalizada la campaña de Italia, el cardenal Cisneros
insistió en la necesidad de ocupar los puertos de la Berbería
con el fin de aplacar la problemática de la piratería, y, para
evitar objeciones de Fernando el Católico, se ofreció a anticipar
los gastos de la expedición.
Una vez decidida la operación, se reunieron en el puerto de
Málaga 6 galeras procedentes de Barcelona, varios navíos
sueltos y las carabelas de Andalucía, la escuadra conjunta
sumaba la capacidad para embarcar a 7.000 hombres con sus
armas, pertrechos y suministros. El mando en la mar lo
ostentó el catalán Ramón de Cardona y el de tierra, Diego
Fernández de Córdoba siendo Mazalquivir, en la actual Argelia,
el objetivo de la expedición, los soldados y capitanes eran
curtidos veteranos de las campañas de Italia como Luis Díaz
Cerón y Pero López El Zagal.
Expansión española por el Mediterráneo siglo XVI.
Mazalquivir, el Portus Magnus de los romanos, era una rada
abierta a los vientos del suroeste, refugio habitual de los
temibles corsarios. El puerto estaba protegido por un castillo
fuerte y bien artillado, y ya había sido atacado sin éxito por
tropas portuguesas en los años 1.496 y 1.501 respectivamente.
La armada salió de Málaga el 20 de agosto de 1.505, pero
vientos contrarios hicieron que volviera a puerto. De nuevo se
intentó la salida el 3 de septiembre, pero por la misma razón la
flota se vio obligada a recalar en Almería. Finalmente el 9 de
septiembre se hizo a la mar, llegando el 11 a la vista de la costa
de Mazalquivir.
GRABAO HASTA AQUÍ
Los berberiscos, avisados de la salida e intenciones de la
escuadra por sus espías residentes en Málaga, habían
concentrado muchas fuerzas en las inmediaciones de
Mazalquivir, pero ante el retraso de la flota cristiana, creyeron
que los hispanos se dirigían a otro destino y se dispersaron.
Mientras las tropas españolas desembarcaban, tres naos
gruesas capitaneadas por el vasco Juan de Lezcano se
acercaron lo máximo posible al castillo y lo sometieron a un
intenso bombardeo, las naves habían sido astutamente
reforzadas en sus costados con sacos de lana. La hábil
estratagema surtió efecto y las naos atrajeron sobre si el fuego
de artillería procedente de la fortaleza enemiga, ofreciendo
una cobertura vital para que la infantería desembarcara y se
posicionara bajo una lluvia torrencial, tomando esta última las
alturas próximas a Mazalquivir y atrincherándose en las
mismas.
Al día siguiente, 12 de septiembre, los moros atacaron con su
caballería las posiciones españolas que, gracias a la previsión
de atrincherarse, resistieron el embite. Los defensores del
castillo propusieron una tregua a las armas hasta el día 13,
comprometiéndose a rendir la plaza si no recibían auxilio del
rey de Tremecén. La tregua fue aceptada por parte de los
españoles, y al no haber aparecido ninguna tropa mora de
auxilio el 13 de septiembre, salieron los sitiados con sus
familias y posesiones, ocupando los españoles el castillo de
Mazalquivir.
Una vez que hubieron tomado posiciones en el castillo, vieron
los españoles una gran tropa mora que venía en auxilio de la
plaza, y que, al verla ya perdida, se volvieron a Orán.
Quedó en Mazalquivir una guarnición de 500 infantes y 100
jinetes con 50 piezas de artillería. Ya el 24 de septiembre, la
flota regresó a Málaga.
Como de antemano ya se preveía, las poblaciones de los
alrededores no dejaron de asediar a la guarnición establecida
en el castillo, privándoles de agua y leña. Nuevamente la
Armada fue en auxilio, al mando esta vez de un aragonés,
aunque iba provista de barcos procedentes de la castellana
Córdoba en esta ocasión, quien proveyó a los conquistadores
de lo necesario para subsistir. Dos años más tarde, Diego
Fernández de Córdoba al frente de 3.000 hombres intentó
apoderarse de Orán desde Mazalquivir, pero fue derrotado en
junio de 1.507, pereciendo la mayoría de los combatientes que
llevó en la expedición, salvándose él de puro milagro.
Conquista del Peñón de Vélez de la Gomera (1.508)
La derrota ante Orán de 1507, había dado alas a los piratas
berberiscos, de tal manera que continuamente asolaban las
costas del antiguo reino de Granada, seguramente en
connivencia con los moriscos que aún lo habitaban, por ello
don Fernando, antes de pasar a la conquista de Orán, decidió
una expedición de carácter más limitado, cubriendo el espacio
entre Ceuta, ocupada por los portugueses y Melilla,
concretamente el Peñón de Vélez, punto estratégico en donde
se guarecían las galeras piratas, muy cerca del Estrecho, desde
donde asaltaban el continente o atacaban barcos mercantes
españoles.
Fernando sabía que la decisión le podía costar un
enfrentamiento con los portugueses, dado que el Peñón se
encontraba al oeste de Melilla y por tanto dentro del territorio
que el papa Alejandro VI había concedido a Portugal.
En una de aquellas expediciones piratas, los berberiscos
habían actuado muy cerca del Estrecho, en las costas del reino
de Sevilla (actual provincia de Cádiz), ordenando a Pedro
Navarro, que desde Málaga, con la armada a su cargo y las
galeras de Saboya, con tropas españolas e italianas, saliese a
castigar a los piratas que se refugiaban en el Peñón. El conde
pudo apresar algunas de las galeras en retirada,
persiguiéndolas hasta su base que estaba situada en la ciudad
de Vélez, en aquel momento habitada por 7.000 habitantes.
Pedro Navarro, hizo un intento simulado de desembarco en la
ciudad, por lo que la guarnición del Peñón, que cerraba su
puerto, se replegó hacia la misma, apoderándose de él las
tropas españolas.
Dejó como alcaide de la fortaleza a Juan de Villalobos con una
guarnición, el cual repelió varios intentos de los moros de
reconquistarla, pero en 1.522 la plaza se perdió, según se dice
por la traición de un soldado español que mató a su capitán
porque había escarnecido a su mujer, quedando en manos de
Muley Mahomet, señor de la Gomera. Posteriormente pasó a
manos de Barbarroja, gobernante turco de Argel.
Conquista de Orán (1.509)
Tras la exitosa jornada de Mazalquivir en el año 1.505, también
se conquistó el peñón de Vélez de la Gomera en el verano del
año 1.508, importante punto estratégico en la región. El
cardenal Cisneros, el cual era el regente del reino de Castilla, le
propuso a Fernando el Católico una expedición de conquista de
la importante ciudad costera de Orán, ofreciéndose a financiar
la operación con sus rentas personales, con la condición de que
la plaza tomada quedara bajo la jurisdicción de la archidiócesis
de Toledo. El monarca, accedió, facilitando la leva de las tropas
y la formación de la armada, concediéndole a Cisneros el título
de capitán general de África el 20 de agosto del año 1.508. Para
liderar la expedición se propuso a un militar de amplia
experiencia como Pedro Navarro, veterano de las guerras de
Italia junto al Gran Capitán y artífice de la ocupación del Peñón
de la Gomera en el año 1.508.
Los amplios preparativos para la expedición se iniciaron en
septiembre del año 1.508 en las ciudades de Málaga y
Cartagena. A principios del año 1.509, comenzaron a reunirse
en el puerto de Cartagena las tropas que iban a tomar parte en
la campaña y las naves destinadas a su transporte. El mando
del contingente se le confió a Pedro Navarro, conde de Oliveto,
con el elevado rango de Maestre de Campo, reuniendo bajo su
mando a los capitanes Gonzalo de Ayora, Jerónico Vianelo,
Diego de Vera y García Villarroel; todos los cuales eran
veteranos soldados que habían combatido tanto en las
campañas peninsulares como en Italia.
El ejército expedicionario estaba formado por 15.000 soldados
del Tercio de Sicilia, también soldados escogidos de la guardia
del cardenal Cisneros y milicias toledanas reclutadas para la
campaña en la diócesis toledana.
Una vez completado el ejército, cargados de víveres,
municiones y bien abastecida la escuadra de todo cuanto se
precisaba, soltó amarras del puerto de Cartagena el 16 de
mayo de 1.509. La flota estaba compuesta por 80 naos y 10
galeras acompañadas de naves más pequeñas, transportando
10.000 infantes y 5.000 jinetes. La armada navegó rumbo a
Mazalquivir, ciudad vecina de Orán, donde desembarcaron las
tropas el día 18 por la mañana. Cabe resaltar que por primera
vez en la historia bélica se emplearon tropas de caballería
armadas con arcabuces. Tras una misa solemne, los soldados
formaron quedando a cargo de Pedro Navarro, mientras que el
viejo cardenal Cisneros quedaba en el fuerte de la ciudad de
Mazalquivir.
Ambas poblaciones se hallan separadas por una escarpada
sierra, a las faldas de la cual 10.000 musulmanes les dieron una
calurosa bienvenida con una lluvia de proyectiles. Seis piezas
de artillería trataban de proteger el arriesgado avance
español. Los españoles treparon no sin dificultades por las
escabrosas laderas de las montañas. Los ziyánidas, que eran
los bereberes nativos del reino de Tremecén, dispararon sobre
ellos nubes de flechas y disparos de espingardas, tirándoles
incluso piedras en su afán de impedir el avance de los
determinados españoles. Causaron bastantes bajas por su
posición elevada, pero no lograron detenerlos. Uno de los
muertos fue el capitán Luís Contreras, que mandaba la
vanguardia con sus fieles hombres llegados de Guadalajara, los
cuales sembraron muerte y espanto entre los bereberes.
Contreras era tuerto, y fue alcanzado por una flecha, muriendo
en el combate, su cadáver fue capturado por los ziyánidas. Le
cortaron la cabeza y corrieron a mostrarla como trofeo de
guerra por la calles de Orán, formándose una procesión tras el
soldado que la portaba, la gente lanzaba gritos de júbilo y se
pregonaba que habían dado muerte al alfaquí de los cristianos,
es decir, al cardenal Cisneros. La turba embravecida se dirigió
a las cárceles, en donde estaban los cautivos cristianos.
Enseñaron el despojo a los mismos y ninguno le reconoció
como el Cardenal.
Los españoles no lograron coronar la cima hasta el anochecer,
los defensores se vieron obligados a retirarse a Orán. Navarro
limpió la zona de enemigos y preparó el asalto a la ciudad,
defendida por una gruesa muralla y dos imponentes castillos.
Orán era entonces una de las principales ciudades del reino de
Tremecén, estando una parte edificada en la ladera del monte
de Silla, otra en el llano y    sobre una colina que entra en la
mar, rodeada de buenos muros, con alcazaba o ciudadela
morisca. Tenía montadas sobre sus murallas 60 piezas de
artillería gruesa, amén de las máquinas pedreras e ingenios
balísticos, guareciendo la ciudad a unos 6.000 habitantes,
armadores de muchas fustas y bergantines corsarios que se
dedicaban a atacar las costas del Mediterráneo. También se
alojaban entre sus muros muchos comerciantes que se
enriquecían con las mercaderías que negociaban con Génova y
Venecia.
Pedro Navarro ordenó una ofensiva total por distintos frentes,
siendo el primero en plantar en la muralla la bandera el
capitán Sosa, perteneciente a la guardia del Cardenal Cisneros,
casi simultáneamente aparecieron en otros puntos de la
ciudad seis estandartes más. Bernardino de Meneses, al frente
de los soldados reclutados en Talavera, conquistó una de las
puertas de la ciudad. Muchos soldados españoles entraron por
la puerta del mar. Los ziyánidas no pudieron resistir el empuje
de los españoles, y corrieron a encerrarse en las mezquitas y
en algunas casas, fortificándolas para seguir defendiéndose.
Una vez dentro de los muros los soldados se dedicaron al
saqueo, sin que los capitanes pudieran tomar control efectivo
de la situación. El rey de Tremecén se encontraba en camino
con un numeroso ejército, por lo que apremiaba la necesidad
de organizar las defensas de la ciudad recién conquistada. Aún
así los soldados, enfrascados en el saqueo de la ciudad,
estaban sordos a la voz de sus mandos. Por suerte Banu Zayan,
el rey de Tremecén; que observaba el asalto a la ciudad desde
unas montañas próximas, no trató de recuperar la ciudad
mientras los soldados españoles estaban fuera de control.
Al amanecer del nuevo día, volvieron las tropas a la obediencia
y Navarro dio la orden de limpiar de cadáveres de la ciudad,
recoger los escombros y quitar las inmundicias y restos que
apestaban la atmósfera. No quería que Cisneros viese la
masacre perpetrada por unos soldados fuera de control.
Pedro Navarro hizo más de 4.000 muertos y 8.000 prisioneros,
siendo muy escasas las pérdidas españolas al conquistar la
ciudad de Orán.
Al día siguiente, el Cardenal se trasladó en barco desde
Mazalquivir, haciendo su entrada triunfal. Navarro entregó a
Cisneros las llaves de la fortaleza, y el botín reunido en la
ciudad, que ascendía a una cantidad considerable. El Cardenal
no quiso nada para sí, alegando que no necesitaba el dinero, y
dispuso se guardase el oro en las partes correspondientes para
el rey y para el sostenimiento de la tropa. Cisneros pidió a
Navarro que le condujera a las mazmorras en donde estaban
más de 300 cautivos cristianos, a los cuales ya habían retirado
las cadenas, pero que no liberaron de sus celdas hasta la
llegada del Cardenal. Fue el propio cardenal Cisneros el que
abrió sus puertas.
La política de expansión española en el norte de África fue la
de tomar plazas costeras sin penetración en el continente,
continuando los años siguientes con las conquistas de Bugía y
Trípoli en el año 1.510, y el vasallaje ofrecido al rey católico por
parte de Túnez y Argel.

FIN PRIMER HISTÓRICO.


Conquista de Tripoli (1.510)
La toma de Orán en 1.509 generó un entusiasmo que impulsó a la corona la
formación de nuevas expediciones de conquista. En diciembre de 1.509, se
reunió una armada en Ibiza y Formentera, a cargo de Pedro Navarro, con el
objeto de tomar varias plazas en la costa de Berbería. El 1 de enero de 1.510
parte la armada con 20 navíos y entre cuatro y cinco mil hombres de guerra
con destino a una inadvertida Bugía, desembarcando el día 5 y tomando la
ciudad frente a una débil resistencia.
Una batalla en los alrededores de la ciudad, ánima a Argel y Túnez rendir
pleitesía, al menos, de forma nominal, al rey católico.
Se preparaba una fuerza considerable en Málaga, capitaneada por don García
de Toledo, hijo primogénito de don Fadrique, duque de Alba, cuando Pedro
Navarro, conde de Alvito, se aprestaba a dar el salto hacía Trípoli.
Auxiliado por las galeras de Nápoles y Sicilia, se dirigió Pedro Navarro, al frente
de 14.000 efectivos sobre la ciudad. Las galeras se habían mostrado como
piezas claves en la conquista de los puertos de las plazas precedentes, gracias
a su poco calado y a su potente artillería.
En la mañana del jueves 25 de julio de 1.510, la flota española dirigida por
Pedro Navarro llegó frente a Trípoli. De los barcos españoles desembarcaron
cerca de 6.000 soldados, de los cuales la mitad fueron empleados en el sitio de
la ciudad, mientras que los otros se quedaron dando seguridad en los
alrededores para evitar la llegada de refuerzos.
Comenzaron el bombardeo desde el puerto con los cañones de las galeras,
procediendo a continuación a asaltar sus muros por las partes del mar y
tierra. Los moros se batieron con la desesperación de saber que no van a
recibir ayuda, pero también con el fatalismo que su destino iba a ser el mismo
que sus homónimas anteriores. Tras una lucha de varias horas, la ciudad fue
tomada y sometida al saqueo usual de los sitios de la época, causando al
enemigo una pérdida de más 5.000 hombres.
En la batalla se distinguió el infanzón aragonés Juan Ramírez, primero que
asaltó la muralla, muriendo en la acción el almirante Cristóbal López de
Amarán y el coronel Díaz Pórrez.
Estando Pedro Navarro restaurando y acrecentando las defensas de la plaza,
se presentó en el puerto la escuadra y los soldados de García Álvarez de
Toledo y Zúñiga, con los 6.000 hombres que había reclutado. Como el Pedro
Navarro había enviado heraldos suyos a reclutar hombres en España e Italia,
tomó en principio a las fuerzas llegadas como consecuencia de sus
requerimientos de refuerzo, pero la verdad es que García de Toledo, traía un
mandamiento del Rey Católico, por el cual asumía, pese a su juventud, el
mando supremo de los ejércitos, quedando Navarro de segundo.
Navarro dejó a Diego Vera y Mendoza, capitán general de la artillería, como
gobernador de Trípoli. La decisión no pudo ser más acertada, dado que nada
más salir el ejército de la plaza, ésta se vio sometida al hostigamiento y
ataques diarios de los moros de la zona.
Es de destacar el aporte aristocracia siciliana: el ejército de Sicilia dirigido por
el virrey Ugo Moncada, que fue capaz de llevar desde Sicilia una considerable
fuente de suministro derivados de los impuestos sobre la venta de esclavos.
La llegada de los trabajadores sicilianos a Trípoli, en particular de Messina,
para el mantenimiento de la fortaleza construida por los españoles. En 1.523
Trípoli, junto con las islas de Malta y Gozo fue entregada por Carlos V a los
caballeros de San Juan, que había sido expulsado por los otomanos de la isla
de Rodas. La Orden de Malta mantuvo la plaza, no sin esfuerzo, hasta 1.551,
cuando la fortaleza fue conquistada por los otomanos, dirigido por almirantes
turco Barbarroja y Dragut.
Desastre de los Gelves o de Djerba (1.510)
Había quedado a retaguardia, sin conquistar, un punto clave para la
dominación del Mediterráneo central, era la isla de los Gelves, Djerba o Jerba
para los musulmanes.
La isla de los Gelves era una isla de mediana extensión, alrededor de 400
kilómetros cuadrados, que cerraba el paso y protegía una enorme ensenada,
en donde podían descansar, al abrigo de cualquier ataque del exterior, cientos
de galeras y embarcaciones de otros tonelajes, había sido utilizada
anteriormente por piratas.
Trípoli nunca podía estar tranquila con esta amenaza a su retaguardia, por lo
que Pedro Navarro, propuso al nuevo comandante en jefe, atacarla y
conquistarla para España.
El 29 de julio de 1510 partió Pedro Navarro con unas cuantas embarcaciones
hacia Djerba para solicitar pleitesía de esa plaza. Rechazadas sus demandas,
regresó a Trípoli.
El 26 de agosto se embarcan las fuerzas conjuntas de Pedro Navarro y García
de Toledo, era el mes menos propicio para una operación de esta naturaleza y
el 28 de agosto se presentaron en la isla.
El desembarco en Djerba se realizó mediante las embarcaciones de remo de la
flota. Los 15.000 hombres no llevaban ninguna bestia de carga y tuvieron que
tirar de las piezas de artillería ellos mismos, llevando la munición y la pólvora a
hombros. Se formaron escuadrones y se inició la marcha hacia el castillo de
Djerba, a través de una tierra calcinada y movediza. El calor y la falta de agua
propicia que la sed agobiara a los soldados.
Los escuadrones de vanguardia vieron unos pozos situados en un palmeral,
los soldados se precipitaron corriendo a saciar su sed.
Parece ser que García de Toledo quiso impedir la desbandada de los soldados
en pos del agua, secundándole los oficiales, pero no se aplicó la disciplina, tal
como exigían las circunstancias, seguramente por creerse al amparo del
enemigo, de tal manera que en pocos minutos la tropa estaba desarmada,
saciando su sed. Los moros, que estaban siguiendo a los españoles desde su
desembarco, sin que fueran vistos, aprovecharon el momento y con unos
miles de hombres y doscientos jinetes, se abalanzaron sobre los indefensos
soldados.
Se creó una situación de pánico, dado que el enemigo atacó con un gran
griterío. García de Toledo fue uno de los primeros en morir y con él casi la
totalidad de los que componían el primer cuerpo de la expedición.
Cerca de dicho lugar les aguardan defensores a caballo, que dan sobre varios
cientos de soldados de la vanguardia que se refrescaban descuidadamente.
Inmediatamente, los infantes españoles comienzan a huir, recogiendo a los
que como ellos se han separado de los escuadrones por alcanzar con
brevedad los pozos y contagiando el pánico a sus compañeros de armas, que
abandonan sus armas y sus armaduras para huir con más velocidad. García
Álvarez de Toledo y Zúñiga toma una pica, intentando dar ejemplo para
organizar una defensa, pero es muerto por los atacantes.
Se produjo la desbandada y los soldados arrojaron sus armas y armaduras
para ir más ligeros, siendo rematados con facilidad por sus perseguidores,
cuando llegaron al lugar del desembarco, las naves habían sido enviadas a
controlar el estrecho paso que comunica la isla con el continente, y allí estaban
paradas por falta de viento, pues tenían instrucciones de costear hasta llegar
frente al castillo de Djerba. Los soldados se arrojan al mar para tratar de
alcanzarlas, enviando los capitanes de los navíos sus bateles para recogerlos.
Muchos mueren ahogados en su intento de escapar: las embarcaciones están
sobrecargadas y no admiten más pasaje para no encallarse, como les sucedió
a un galeón y a una carabela.
Llegó la noche y aún había 3.000 hombres por embarcar. Muchos son muertos
o presos, otros sobreviven a la mañana siguiente. Hay capitanes que no
permiten que en sus naves entren más soldados por llevar justas las cargas de
agua, y marcharon con ruta a Nápoles. Además, tubo lugar una tormenta, en la
que dos carabelas y un galeón se hundieron, muriendo la mayoría ahogados.
Otros sobreviven en los mástiles y Navarro envió dos fustas para que los
recogieran.
El martes, 3 de septiembre, con viento favorable, el conjunto de la flota parte,
pero en alta mar los vientos provocan que las embarcaciones se dispersen. Se
estima que han muerto entre 2.000 y 4.000 hombres. Los desastres se
suceden en la retirada, muriendo muchos de sed al no haber podido
reaprovisionarse de agua en la isla y teniendo lugar la pérdida de muchas
naves por las tempestades.
El 4 de octubre, el grueso de lo que queda de la flota 8.000 hombres
embarcados en 60 naves, partieron de Trípoli con rumbo al norte, pero una
nueva tormenta provoca la pérdida de más embarcaciones. Se reúnen de
nuevo en Trípoli solo 30 naves y 5.000 hombres embarcados poniendo rumbo
a Lampedusa, donde pasarán el invierno, mal abastecidos desde Sicilia.
La armada quedó considerablemente afectada, aunque Pedro Navarro volverá
a primeros de 1.511 a realizar una nueva intentona africana. Pero tras la
muerte de las tropas de la coronelía del veneciano Jerónimo Vionnello en la
lucha por el control de unos pozos de agua en los Querquenes, se producirá la
retirada definitiva de la flota a Favignana.
El desastre provocó que el rey quisiera liderar personalmente una nueva
expedición sobre África que, finalmente, sería suspendida en el verano de ese
año con motivo de los acontecimientos en Italia y la constitución de la Santa
Liga, destinándose los recursos disponibles a la lucha contra la corona
francesa y produciéndose la disolución de la armada que había iniciado una
prometedora carrera con la toma de Bugía.

Expedición de Carlos V a Túnez (1.535)


Jeireddín Barbarroja
Nacido en Lesbos en 1.475, su nombre turco era Hızır bin Yakup, y su nombre
en árabe Jidr ibn Yakup, pues Jeireddín o Jayr al-Din era una distinción que se
le concedió y Barbarroja sólo era un apodo alusivo al tono rojizo de su cabello.
Su madre Katerina era una cristiana griega de Mitilene, viuda de un sacerdote
ortodoxo, aunque el cronista, Luis del Mármol, señaló como madre a una
cristiana de origen español, secuestrada por corsarios. Su padre Yakup Agá
según unas fuentes era un sipahi, mientras que otras indican que prestó
servicios como jenízaro en Vardar.
Sea como fuere, Yakup, retirado del mundo militar, se dedicaba a la alfarería,
cuyos productos comerciaban sus hijos con un bajel. Posteriormente Aruj e
Ilías se compraron su propio bajel para dedicarse al comercio por su cuenta.
Tiempo después, Hızır también empezó su carrera en el mar.
El paso siguiente fue la reconversión de la actividad; el sultán otomano
necesitaba corsarios con los que combatir el poderío naval de la Orden de San
Juan, que operaba desde Rodas y merced a su alianza con Carlos V dominaba
el Mediterráneo oriental y prácticamente monopolizaba sus rutas comerciales.
Aruj e Ilias operaron en el Levante, entre Anatolia, Siria y Egipto. Por su parte,
Hızır actuó en el mar Egeo y basó sus operaciones especialmente en
Tesalónica. Ishaq, el mayor, se mantuvo en Mitilene y estuvo a cargo del
manejo financiero del negocio familiar.
La guerra de corso les fue bien durante un tiempo; pero cuando regresaba de
una expedición comercial en Trípoli con su hermano Ilias, fue atacado por los
Caballeros de San Juan. Ilias murió en la batalla y Aruj fue herido. El barco de
su padre fue capturado, y Aruj fue tomado prisionero y encarcelado en el
castillo que mantenían los Caballeros en Bodrum (en la actual costa turca) por
casi tres años. Al saber la ubicación de su hermano, Jeireddín viajó a Bodrum y
en una audaz acción lo liberó.
Aruj Barbarroja
Aruj entonces viajó a Antalya (antigua Adalia al sur de Turquia), donde Korkud,
el príncipe y gobernador de la ciudad, le dio 18 galeras y le encargó que
luchase contra los Caballeros de San Juan, quienes afectaban seriamente el
comercio marítimo otomano. El éxito de Aruj que fue nombrado “Reis” (capitán
marítimo). Cuando Korkud se convirtió en gobernador de Manisa (oeste de
Turquia en el Egeo), proporcionó a Aruj una flota formada por 24 galeras en el
puerto de Esmirna y le ordenó participar en una expedición naval a Apulia,
Italia, donde Aruj bombardeó varios castillos costeros y capturó dos barcos. De
vuelta a Lesbos, se detuvo en Eubea y capturó tres galeones y otro barco.
En cuanto llegó a Mitilene con estas naves capturadas, Aruj se enteró que
Kordud, hermano del nuevo sultán otomano, había huido a Egipto para evitar
ser asesinado por causa de disputas sucesorias, práctica común en la época.
Temiendo meterse en problemas por su pública asociación con el exiliado
príncipe otomano, Aruj partió a Egipto. Ahí se reunió con Korkud en El Cairo se
le asignó un barco que Aruj tripuló y capitaneó, comenzando a atacar
inmediatamente, desde su base en Alejandría, las islas del Mediterráneo
controladas por los cristianos.
Alrededor de 1.503, Aruj consiguió como botín tres nuevos barcos e hizo de la
isla de Djerba (Yerba), en la costa de Túnez, su base principal, trasladando el
marco de sus operaciones marítimas al Mediterráneo Occidental. Ahí se le
unieron sus otros dos hermanos: Ishaq y Hızır. Su fama aumentó cuando entre
1.504 y 1.510 transportó a los musulmanes mudéjares desde la España
cristiana al Norte de África.
En 1.512, en una batalla contra los españoles, Aruj perdió el brazo izquierdo a
consecuencia de un disparo de arcabuz, para reponer su miembro perdido,
Aruj se implantó un brazo de plata, que le granjeará el sobrenombre de “Brazo
de Plata”. Ese mismo año Aruj decidió contraatacar a los españoles y
emprendió una campaña de saqueo contra la costa de Andalucía y las islas
Baleares. Tras obtener un buen botín decide atacar de nuevo la costa de Italia,
capturando cuatro mercantes genoveses y varias naves de guerra. En un solo
mes, Aruj “Barabarroja” había capturado 23 naves.
Piratas berberiscos. Autor Niels Simonsen

A partir de entonces consiguió una serie de victorias, a tal punto que en 1.515
envió regalos preciosos al sultán otomano Selim I, quien a su vez le mandó dos
galeras y dos espadas con diamantes incrustados.
En 1.516 murió Fernando el Católico, lo cual es aprovechado por el sultán de
Argel, vasallo de España, para decidirse a romper su ligadura con la potencia
europea. Para ello, el sultán Abu Hamo Musa III decide contratar a Aruj
Barbarroja, que acudió con un ejército para auxiliarlo contra los españoles.
Aruj se encuontró con una situación propicia, su fama y prestigio son grandes
y cuenta con muchos seguidores en Argel, por lo cual decidió derrocar al
sultán y asumir el control de Argel, convirtiéndolo en su reino personal. Los
españoles se ven obligados a abandonar Argel y refugiarse en un fuerte
construido en una isla de la costa argelina, llamada el “Peñón de Argel”, y
pidieron al cardenal Cisneros que interviniera. El regente decidió mandar a
Argel una expedición de 8.000 hombres al mando de Diego de Vera con la
finalidad de retomar la ciudad y acabar de paso con los temidos piratas de
Barbarroja. Aruj defendió valientemente la ciudad y derrotó a los españoles,
asegurando su control de la zona.
Después de consolidar su poder y declararse sultán de Argel, Aruj buscó
ampliar sus territorios y tomó Miliana, Ténès y Médéa. Se hizo conocido por
agregar velas a sus cañones para facilitar su transporte a través de los
desiertos del norte de África. Para Aruj la mejor protección contra España era
unirse al Imperio Otomano, su patria y rival de los españoles. Para lograrlo,
debía renunciar a su título de sultán de Argel ante los otomanos. Lo hizo en
1.517 y ofreció Argel al sultán otomano. El sultán aceptó a Argel como una
provincia otomana y designó a Aruj como baylerbey (gobernador) de la nueva
provincia de Argel, además de prometerle su asistencia por medio de
jenízaros, galeras y cañones.
Los españoles ordenaron a Abu Zayan, a quien habían nombrado nuevo
gobernante de Tlemecén y Orán, que atacara a Aruj desde tierra, pero este
último se enteró del plan y por sorpresa atacó Tlemecén, capturando la ciudad
y ejecutando a su gobernante. El único superviviente de la dinastía de Abu
Zayan fue Sheikh Buhammud, quien consiguió escapar a Orán y pedir la ayuda
de España.
En mayo de 1.518, los españoles decidieron apoyar a Sheikh Buhammud,
sucesor de Abu Zayan que se encontraba refugiado en Orán, en sus
pretensiones de recuperar Tlemecén. El gobernador de Orán, Diego Fernández
de Córdoba, marqués de Comares, con unos 1.000 soldados españoles y cerca
de 7.000 bereberes de Buhammud iniciaron una campaña contra Aruj
Barbarroja en Tremecén. Tras una serie de escaramuzas y emboscadas con
distinto signo, Ishaq, el hermano de Aruj, llegó a Tremecén con refuerzos
venidos de Argel, pero fue derrotado y muerto en una batalla menor. Diego de
Córdoba, agotado por las duras escaramuzas recibió nuevas tropas de
españoles al mando de Martín Argote y llegó a las puertas de la ciudad de
Tremecén, defendida por 1.500 turcos y 6.000 corsarios de Barbarroja. En la
durísima batalla por el control de la ciudad, los corsarios son derrotados y se
vieron obligados a replegarse. Durante la retirada, Aruj murió a manos del
alférez español García Tineo. Aruj murió a los 55 años, defendiéndose
valientemente, fiel a su estilo de vida aventurero. Su muerte y la captura de
Tremecén hicieron creer a los españoles que la victoria y el fin de los corsarios
estaba al alcance de la mano, no contaban con Hizir, el último hermano de
Aruj Barbarroja. Hizir asumió el poder en Argel y el sobrenombre de su
hermano, convirtiéndose en el nuevo Barbarroja.
Hizir Brabarroja
Los españoles estaban eufóricos por la victoria y el rey Carlos I decidió acabar
de una vez por todas con los corsarios restantes, lanzando contra Argel una
expedición de 8.000 hombres al mando de Hugo de Moncada. No contaban
con Hizir, el cual tenía un temple igual o mayor al de su hermano, era un gran
líder, conocedor de varios idiomas y un experto guerrero. Hizir, con nuevos
refuerzos turcos, reorganizó las defensas de Argel, dispuesto a plantar cara a
la ofensiva española.
La expedición española acabó en un desastre, las tormentas marítimas
destrozaron la flota española sin que esta pudiera siquiera asaltar Argel. En
1.519 se produjo un nuevo intento español de tomar Argel, pero la flota
española de Hugo de Moncada fue derrotada por la flota de Hizir Barbarroja,
quien con su propio barco hundió una galera y capturó otras 8.
Continuó con la política de transportar musulmanes mudéjares desde España
al Norte de África, logrando asegurar para sí un gran número de seguidores
musulmanes agradecidos y leales, quienes tenían un inmenso odio hacia
España. Capturó Bone (en la frontera con Túnez) y en 1.519 derrotó una flota
hispano-italiana que intentaba recuperar Argel. El mismo año también atacó
Provenza, Tolón y las islas de Hyères, en el sur de Francia.
En 1.520, los españoles decidieron acabar con la base de corsarios turcos y
berberiscos en el Mediterráneo, y habiendo padecido numerosos ataques
tanto terrestres como a navíos españoles, el Emperador decidió preparar una
expedición para tomar la isla de Djerba, el mando de la armada se concedió a
Hugo de Moncada. A mediados de abril de 1.520 partió la armada a las costas
de Túnez. Tras desembarcar el ejército a unos 25 km de los Gelves, el día 28 de
mayo se inició la marcha contra la isla, y tras caminar unos 3 km, fueron
atacados por el ejército del jeque Said, compuesto por de diez a doce mil
infantes y apenas 200 jinetes. A pesar de los primeros reveses, Hugo de
Moncada por un lado, y los caballeros flamencos por otro, consiguieron
rechazar a los enemigos que se dieron a la huida, perdiendo en el encuentro
unos 500 hombres, mientras que del español habían muerto unos 200
infantes y 60 jinetes. Tras reposar un tiempo en el campo instalado en el punto
de desembarque, el ejército de Moncada partió de nuevo hacia los Gelves. El 8
de mayo, se fortifica un caserío a medio camino del castillo. El jeque inició las
negociaciones, no aguardando socorro de su señor, el rey de Túnez, y capituló,
convirtiéndose en tributario del rey de España. En Gelves se procedió a
construir de inmediato una nueva fortificación, y se instaló una guarnición
española
En 1.521 Barbarroja atacó las islas Baleares y luego capturó varias naves
españolas que regresaban del Nuevo Mundo a Cádiz. En 1.522 envió a un
delegado suyo a participar en la conquista de Rodas organizada por el Imperio
Otomano, que tuvo como resultado la expulsión de los Caballeros de San Juan
de la isla el 1 de enero de 1.523. A partir de entonces, hasta 1.530, realizó
numerosísimas incursiones en territorios europeos en el Mediterráneo, tales
como Crotone, Mesina, Toscana, Campania, Andalucía, las islas Baleares y
Marsella.
Finalmente sus expediciones se consumaron con la captura del Peñón de
Gibraltar en 1.529 y de la isla de Cabrera, en 1.530, instalando allí una mini
base de operaciones que le permitiría atacar las costas españolas más
fácilmente.
Los continuos ataques de Barbarroja acabaron con la paciencia de Carlos I,
quien en 1.531 contrató al gran almirante genovés Andrea Doria para que al
mando de 40 galeras reconquistara las pequeñas bases corsarias de Jijel y el
Peñón de Gibraltar. Andrea Doria era una buen marino, pero Barbarroja era
muy superior y lo derrotó fácilmente. Pero su derrota no frenará a Andrea
Doria. Al año siguiente, 1.532, Doria obtendrá un gran éxito al capturar los
bases turcas en Grecia de Coron, Patras y Lepanto. Este éxito cristiano hizo
enfurecer al emperador Solimán I, quien ordenó al almirante Mehmed Bey
recapturar inmediatamente las bases perdidas. El almirante turco fracasó y
Solimán hizo llamar a su mejor hombre, a Barbarroja.
En 1.531 se encontró con Andrea Doria, contratado por Carlos I para
recapturar Jijel y peñón de Velez, derrotándolo. El mismo año se enfrentó en la
isla Favignana con una flota de la Orden de Malta, a la que venció. Luego
navegó hacia oriente y desembarcó en Calabria y Apulia. De vuelta a Argel
asaltó Trípoli, entregada a los Caballeros de San Juan por Carlos I en 1.530. En
octubre de 1.531 atacó de nuevo las costas de España, e incluso asaltó
embarcaciones inglesas.
Barbarroja aprovechó su travesía hacía la corte turca para arrasar Córcega,
Cerdeña, Elba y Messina. Además se topó con la flota de Andrea Doria,
derrotándola y capturando 18 galeras. A su llegada a Turquía, en 1.533,
Barbarroja contaba con 44 naves capturadas, 25 de las cuales hizo retornar a
su base de Argel y el resto las llevó consigo para su entrada triunfal en
Estambúl. El sultán estaba tan impresionado con Barbarroja que decidió
nombrarlo Almirante en Jefe de la flota turca y gobernador del Norte de África.
Además le otorgó como posesiones personales las islas de Rodas, Eubea y
Chíos, todas ellas en el Mar Egeo.
Tras estar un buen tiempo en la corte turca, Barbarroja zarpó de Estambúl en
1.534, al mando de 80 galeras, construidas según sus propios diseños, 22
fustas, una potente armada movida al remo por 8.000 griegos reforzada con
10.000 infantes turcos, de ellos 800 jenízaros. Su principal objetivo era revertir
la victoria de Andrea Doria, reconquistando las ciudades portuarias de Coron,
Patras y Lepanto, perdidas en favor de los españoles. Pero Barbarroja no solo
reconquistaría estas importantes bases marítimas, sino que aprovecharía la
ocasión para atacar Génova, Capri, Nápoles.
Conquista de Túnez (1535)
A finales de 1.534 el Mediterráneo Occidental estaba amenazado por la flota
del almirante otomano Barbarroja. El precio de los seguros marítimos se
disparó, las ciudades costeras actualizaron sus defensas y pueblos enteros
fueron abandonados. Se construyeron nuevas cadenas para bloquear la
entrada a los puertos y más torres de vigilancia. El sur de Italia, bajo la corona
española, ya había sufrido un ataque otomano y hasta Venecia empezó a
sentirse amenazada y comenzó a fabricar nuevos barcos. Sin embargo,
Venecia no se uniría al ataque debido a que temía romper una paz que tenía
con el sultán otomano Solimán el Magnífico por 30 años antes con el sultán
Bayaceto (Beyazid) II.
Barbarroja se apoderó de Túnez en 1.534, deponiendo al rey háfsida Muley
Hassan, vasallo de España, éste solicitó ayuda a Carlos I para recuperar su
reino. El emperador Carlos aceptó ayudarle, esperando derrotar a Barbarroja
de una vez por todas. Convocó cortes en Madrid, para solicitar subsidios para
recuperar Túnez, y, al mismo tiempo, pidió ayuda a otros príncipes. Se
reunieron para la operación las escuadras del Cantábrico y de los Países Bajos
de los Habsburgo.
Durante un año, escuadras españolas y portuguesas se fueron concentrando
en Barcelona y la campaña fue contando con el apoyo de numerosos nobles
españoles, como el duque de Alba, el duque de Nájera, el duque de Benavente,
el marqués de Aguilar, el conde de Niebla, etc.
Jornada de Túnez 1535. El Carlos V pasando revista a sus tropas en Barcelona. Al
fondo la ciudad y Montjuic. Autor Jan Cornelisz Vermeyen.

Por parte de las fuerzas españolas participaron:

 15 galeras de la armada del Mediterráneo, al mando de Álvaro de Bazán


el Viejo.
 6 galeras napolitanas al mando de García Álvarez de Toledo y Osorio.
 42 naos de la escuadra del Cantábrico.
 70 urcas de la escuadra de Flandes.
 150 velas de la escuadra de Málaga, con 10.000 soldados. Entre ellas 80
naos gruesas y una nao capitana, de seis gavias, y que servía de
hospital.
Por parte de los aliados de España:

 El reino de Portugal, con el gran galeón “Botafogo” y 20 carabelas, al


mando del Infante Luis de Avis, hermano de la Emperatriz.
 Los Estados Pontificios con 12 galeras, cuatro de ellas de la Orden de
Malta, bajo el mando de Virginio Ursino.
 La república de Génova con 19 galeras al mando de Andrea Doria, entre
ellas la galera real, con 26 bancos de cuatro remeros cada uno.
Buena parte del contingente, donde se encontraba el Carlos I, zarpó de
Barcelona el 30 de mayo de 1.535, arribando a Mahón, en Menorca, el 3 de
junio donde tuvo que amarrar debido a una tramontan. Despues se dirigió a
Cagliari, Cerdeña, donde se detuvo para que se le reunieran las naves de
Génova, y recogió los navíos del papa en Civitavecchia y también las de
Nápoles. Días después la flota se reunió en Palermo, en la costa de Sicilia,
donde Carlos I pasó revista a 74 galeras y 30 galeotas y fustas, 300
embarcaciones de vela grandes y menores, el ejército de tierra eran 25.000
infantes, 2.000 jinetes, de ellos 800 hombres de armas.
Los 25.000 infantes eran 4.000 soldados veteranos de los tercios viejos
españoles, al mando del marqués del Vasto; 8.000 soldados bisoños
reclutados para la expedición, al mando del duque de Alba; 7.000 soldados
alemanes, al mando de Maximiliano Piedralla; 4.000 soldados italianos, al
mando del príncipe de Salerno; 2.000 soldados portugueses, al mando del
infante don Luis de Portugal.
Partieron el 13 de junio, el orden de marcha era las carabelas portuguesas en
vanguardia, el Emperador en el centro y a retaguardia Álvaro de Bazán.
El 16 de junio llegaron a Puerto Farina, a mitad de camino entre Bizerta y las
ruinas de Cartago, donde sorprendieron y apresaron dos naos francesas que
llevaban emisarios del rey francés Francisco con avisos de la expedición.
Batalla de Túnez 1535. Desembarco de tropas. Autor Frans Hogenberg

El ejército comenzó el desembarco en la playa de Cabo Cartago, que finalizó al


día siguiente sin que las tropas de Barbaroja pudieran impedirlo a pesar de
sus intentos. Barbarroja los había aprovechado para activar los trabajos de
fortificación en Túnez y la Goleta, poniendo en ellos 9.000 cautivos, de día y de
noche; no daba, sin embargo, completo crédito al ataque, ni menos presumía
que fuera el mismo Emperador en persona.
Las precauciones que primeramente adoptó al saber el la llegada de los
españoles fue encerrar 4.000 turcos en la Goleta, montar artillería gruesa,
despachar a Bona 12 galeras de las mejores y otras 12 a Argel con los objetos
de valor, varar en tierra las otras o meterlas desarmadas en la dársena bajo la
protección de los cañones de la Goleta, preparando por todos lados la
defensa.
Jornada de Túnez 1535. Asedio de La Goleta. Tapiz del taller de Pannemaker.
Palacio Real, Madrid

Se supone que llegó a reunir 100.000 hombres, 30.000 jinetes, la mayoría


alárabes montaraces atraídos por el robo y el botín, muy útiles en
hostigamientos, escaramuzas, amagos y flanqueos.
Los turcos tenían la guarnición de las dos plazas y la custodia de los cautivos
cristianos encerrados en la alcazaba, habiendo desistido de la idea primera
que tuvo de deshacerse de ellos degollándolos.
Pasó la armada Imperial de Porto Fariña a surgir en el golfo de Túnez, a unos 5
km de distancia de La Goleta, donde hizo el desembarco de tropa y caballos
sin oposición, avanzando desde luego al asedio formal.
Las galeras cubrían el flanco y la retaguardia del ejército, que estaba rodeado
por una nube de jinetes númidas.
El ejército sitió La Goleta, plaza fuertemente fortificada y artillada situada a la
vista de las murallas de Túnez. La plaza estaba defendida por un tal Sinán
Arráez, el Judío, que entorpeció los trabajos de los sitiadores con vigorosas
salidas; costando la vida de muchos soldados e incluso capitanes, entre los
que se encontraban el marqués de Final, Marco Antonio Carreto, el conde de
Sarno y Jerónimo Espinóla.
Jornada de Túnez 1535. Salida enemiga de La Goleta. Tapiz del taller de
Pannemaker. Palacio Real, Madrid

Durante 28 días se sostuvieron continuos y cruentos combates y escaramuzas.


Por fin, el 14 de julio la artillería abrió una brecha en el muro de La Goleta, y se
lanzó un ataque general, por la brecha lanzaron los tercios españoles al asalto.
Tras seis horas de lucha 2.000 defensores habían sucumbido y estaban
muertos en las callas, muchos más murieron en su huida a Túnez. Trofeo de la
victoria fueron más de 300 piezas de artillería, muchas de bronce, y algunas de
ellas marcadas con la flor de lis, lo que indicaba su procedencia del rey de
Francia. También cayeron las naves de la dársena, 42 galeras muy buenas
entre las que se encontraba la capitana de Barbarroja.
Seis días más tarde, Barbarroja presentó batalla a los pies de Túnez. Algunos
historiadores cifran sus fuerzas en 80.000 infantes y 25.000 jinetes. A pesar de
su superioridad los turcos fueron derrotados y buscaron refugio tras las
murallas de Túnez. Pero allí los cautivos que estaban recluidos en la alcazaba
se hicieron dueños de la fortaleza, asentaron los cañones apuntando al
ejército de Barbarroja, que para evitar quedar cogido entre dos fuegos, huyó
con sus tropas y tesoros a Argel, donde contaba con más tropas y mejores
defensas.
Asedio de Túnez 1535. Asalto de la ciudad
Al día siguiente, 21 de julio, Túnez se rindió sin condiciones al emperador
Carlos V. Por el pacto hecho con Muley Hacen, el depuesto rey de Túnez, esta
ciudad quedó en su poder, mientras que La Goleta quedó en poder de los
españoles.
La armada española envió 15 naves genovesas en persecución de Barbarroja,
al mando de Adán Centurión. Una vez alcanzado el pirata que tenía otras 15, el
español no se atrevió a atacarle. Disgustado Andrea Doria, por la ocasión
perdida para capturara a Barbarroja, acudió con 40 naves, pero el pirata había
conseguido escapar a su refugio de Argel. La escuadra aliada tan solo pudo
desembarcar en la ciudad de Bona, que fue destruida y abandonada poco
tiempo después. Por ello el 27 de julio se trasladó el emperador a Radès (la
Rada) donde estuvo cinco días y donde creó una nueva orden militar llamada
Orden de la Cruz de Túnez, cuyos collares repartió abundantemente entre los
participantes en la jornada.
Jornada de Túnez 1535. Saqueo de Túnez. Tapiz del taller de Pannemaker. Palacio
Real, Madrid

El 1 de agosto se traslado a La Goleta, mejor ventilada y más segura que


Túnez, cerca de su flota, asentándose en la llamada Torre del Agua. Hasta allí
se acerco el 6 de Agosto el rey Muley Hassan para jurar lealtad.
El rey Carlos era partidario de ir a Argel y acabar de una vez por todas con la
madriguera del pirata, pero le convencieron de la escasez de víveres y lo
adelantado de la estación. No obstante antes de que regresaran las escuadras
aliadas, decidió atacar y tomar Bizerta, que ofreció muy poca resistencia y se la
entregaron al rey de Túnez.

Jornada de Túnez 1535. El ejército acampando en Rada

Desde Argel Barbarroja inició una serie de incursiones de represalia sobre las
costas italianas y sobre las islas Baleares, saqueando Mahón el 4 de
septiembre de ese mismo año de 1.535. Este saqueo fue de una crueldad sin
precedentes, Barbarroja paso a cuchillo a gran parte de la población, incluidos
los sacerdotes. Los supervivientes fueron tomados como esclavos. Muy pocos
fueron los que se libraron de la cólera de Barbarroja.
Al año siguiente, en 1.536, Barbarroja acudió de nuevo a Estambúl para
comandar una nueva flota que tiene como objetivo atacar el reino de Nápoles,
perteneciente a la corona Española. Tras un año de preparativos, en julio de
1.537 Barbarroja tomó el castillo de Otranto en Nápoles y saqueó varias villas
de la zona. Meses después Barbarroja captura un gran número de islas griegas
pertenecientes a la república de Venecia. Para acabar el año vuelve a asolar
Corfú y la Calabria italiana.
El 29 de julio de 1.538 el pirata Salah Rais asedió Villajoyosa al mando de 27
navíos. Algo parecido ocurrió poco después en Denia, Calpe y Guardamar.
Ataque de piratas berberiscos a Villajoyosa 1538

Expedición de Carlos V a Argel (1.541)


Antecedentes
El terrible perjuicio que sus acciones estaba causando Barbarroja hizo que
Venecia y el Papa convocaran a la organización de una Santa Liga los turcos y
en especial contra Barbarroja. La Liga Santa se constituirá en 1.538 y estará
formada por el Papa, Venecia, los caballeros de San Juan de Malta y España.
La flota de la Liga reunió el considerable número de 162 galeras y 140 veleros
artillados, que se pondrán al mando de Andrea Doria, el mejor almirante
cristiano. La flota de Barbarroja constaba de 150 galeras, así que la
superioridad numérica cristiana era evidente. Ambas flotas se encontraron el
18 de septiembre de 1.538 en la batalla de Prevenza, en Grecia, en la batalla
subsiguiente la mejor maniobrabilidad de los barcos de Barbarroja le permitió
derrotar a los cristianos. Los cristianos tardaron en salir del puerto de
Prevenza y formar línea de batalla y para cuando lo quisieron hacer,
Barbarroja ya les había ganado, situando sus naves a favor del viento, lo cual le
daba una mayor velocidad y maniobrabilidad, permitiéndole separar a los
cristianos en pequeños grupos de naves, a los que fue destruyendo de uno en
uno. La derrota en la batalla de Prevenza hizo que los turcos ganaran el control
absoluto del Mediterráneo, y además sembró de disensiones el bando
cristiano, acabando con la única alianza que podía derrotar a los turcos. (Para
más detalles sobre sobre la batalla de Prevenza ver el capítulo “el imperio
Otomano – Solimán el Magnífico”
Tras esta victoria, Barbarroja se centró en tomar todas las islas del Egeo que
aun seguían en manos cristianas, limpiado de cristianos los mares Jónico y el
Egeo. La acometida turca encabezada por Barbarroja era tan poderosa que
Venecia no pudo resistirla y firmó en 1.540 un tratado de paz con Solimán I,
comprometiéndose a reconocer como territorios turcos todas las islas que
había perdido y a pagar la impresionante cantidad de 300.000 ducados de oro.
Tras eso el Mediterráneo Oriental quedo definitivamente en manos turcas,
solo restaba derrotar a España y dominar el Mediterráneo Occidental.
La decisión de Venecia de pactar con los turcos deprimió aun más a Carlos I,
quien pensando que no se podía derrotar a Barbarroja decidió “tentarlo”,
ofreciéndole el cargo de almirante de la flota española y gobernador de los
territorios españoles del Norte de África, además de una fuerte cantidad de
dinero. Por supuesto la oferta fue rechazada.
Hacia principios de 1.540, Carlos V se hallaba solo, hacía un año que la
Emperatriz Isabel de Portugal había muerto y había sido enterrada en
Granada. Mientras, en Gante, los protestantes se habían alzado.
Batalla de Girolata (Córcega) (15 de junio de 1.540)
Mientras tanto, Solimán atareado con los preparativos de una nueva campaña
contra Hungría delegó las campañas militares en el Mediterráneo a Jayr al-Din
Barbarroja y su flota. Estas campañas no eran sólo para conseguir botín o
expansión territorial sino una Yihâd bil-Bahr (Yihad en el mar) dado que donde
hacían esas campañas aún eran dominios no sometidos al Islam.
Barbarroja, ocupado más en el Mediterráneo Central y Oriental, delegó en
Turgut Reis (Dragut, en las crónicas occidentales) la misión de llevar esta ‘yihad’
marítima al Mediterráneo Occidental y junto a Dragrut aparecieron otros
corsarios como Cará Mami o Alí Hamid (Hamet).
En estos años ninguna costa del Mediterráneo Occidental (salvo las francesas,
por ser Francisco I aliado de Solimán), se libró e Italia y sobretodo España
fueron víctimas del corso berberisco.
A mediados de 1.540, los corsarios musulmanes habían asolado Corfú, las
costas italianas e interferían peligrosamente en el comercio español del
Mediterráneo. Enseguida, la respuesta cristiana no se hizo esperar y Andrea
Doria armó en Messina (Sicilia) a 80 navíos formando una flota hispano-
genovesa con refuerzos de la Orden de Malta que dividió en 5 escuadrones
que patrullaban distintas zonas del Mediterráneo. Mientras, en la isla de
Djerba (Túnez), Dragut reforzaba allí sus bases corsarias.
Los cinco escuadrones buscaron infructuosamente las naves de Dragut hasta
que en Bonifacio (Córcega), la franja del Mediterráneo que junto con Cerdeña
patrullaban con 21 embarcaciones el sobrino de Andrea Doria, Giannettino
Doria y Berenguer de Requesens, localizaron a las naves berberiscas
fondeadas.
Otra parte de la misma flota musulmana había atacado Capraia en la costa
corsa y desembarcado en Girolata, una bahía deshabitada cercana. Esta
amenaza pirata hizo que algunos lugareños se pusieran en contacto con
Giannetto Doria y Berenguer de Requesens quienes se presentaron ante
Girolata. En ese momento, gran parte de la tripulación de Dragut, según en la
versión de qué cronistas, se hallaba descansando en los bosques de la costa o
bien repartiéndose el botín de las razzias anteriores. Ninguna galera protegía
la retaguardia musulmana pues se creían seguros al encontrarse en un lugar
aislado y deshabitado.
Una vez localizada la flota turca en Girolata, las naves cristianas atacaron por
sorpresa a los piratas que se vieron obligados a escapar tierra adentro y
apenas pudieron disparar salvo una andanada de artillería.
Otra versión, la del historiador italiano Alberto Guglielmotti, defiende que
Dragut y sus hombres tuvieron tiempo de reembarcar pero se encontraron
frente a una flotilla cristiana. Dejando dos galeras para proteger el botín turco,
Dragut se adentró con sus naves mar adentro pensando que tendría fácil la
victoria al ser más sus naves y hombres.
Sin embargo, aparecieron las 15 restantes naves del sobrino de Andrea Doria,
que metieron a la flota de Dragut en una especie de encerrona.
Sin posibilidad de escapar, el almirante turco Dragut acabó por rendirse y fue
enviado a Génova para servir como galeote remero. En total, unos 1.200
corsarios fueron hechos prisioneros y 1.200 galeotes cristianos, que servían
como remeros en la flota de Dragut, fueron liberados.
A pesar de esta victoria cristiana, la amenaza turco-berberisca era constante y
no tardaron los musulmanes en reaccionar
Asalto a Gibraltar (septiembre de 1.540)
Entre agosto y septiembre de 1540, una flota de 16 naves (formada por
galeras, galeotas, fustas y barcos de transporte) se acercó hasta lo que hoy
Gibraltar, a una zona que hoy es Catalan Bay (en esa época, conocida como La
Caleta). La flota estaba formada por 2000 musulmanes entre marinos y
soldados y tenía como galeotes a 1.000 cristianos. Entre los musulmanes había
turcos, berberiscos, renegados (ex cristianos conversos al islam llegados desde
el cautiverio o por voluntad propia) y moriscos huidos de España. Una
avanzadilla corsaria penetró tierra adentro vestida como cristianos e incluso se
internó en la propia villa de Gibraltar, simulando ser unos locales más,
llegando a comprar cosas en su mercado. Sin embargo, su propósito era
tantear el estado de las defensas de la ciudad que vieron tranquila y sin estar
en alerta.
El siguiente paso fue desembarcar 1.000 soldados que vestidos también de
cristianos arcabuceros y ballesteros, hicieron pasar por imperiales al llevar
banderas con las armas de Carlos V. La mayoría de sus miembros, renegados y
moriscos de origen español, no levantaron sospechas pues se expresaban en
un perfecto castellano.
Sin embargo en la fortaleza de Gibraltar había llegado el aviso de la presencia
de la flota berberisca en sus costas y los soldados españoles no abrieron las
puertas.
Aunque la fortaleza no la lograron conquistar, murieron ese día 12 personas y
se llevaron a más de 70 cautivas por las que pidieron 7.000 ducados de rescate
a cada una. En el puerto de Gibraltar hicieron estragos quemando 40 barcos y
destrozaron una nave que estaba en astilleros, propiedad de Álvaro de Bazán.
Tras unos días en el puerto para negociar los rescates de cautivos, los
corsarios berberiscos retornaron al Magreb.
Batalla de Alborán (1 de octubre de 1.540)
Semanas más tarde, la misma flota de corsarios encabezada por Ali Hamet y
Cará Mami intentaron otra razzia hacia tierras españolas, pero avisado
Bernardino de Mendoza, por entonces capitán general de galeras, éste se
dispuso a esperarles en la isla de Alborán.
Bernardino de Mendoza había participado con el Emperador en el ataque a
Túnez, siendo nombrado alcaide de la Goleta, la fortaleza que defendía esta
ciudad magrebí.
Ese día 1 de Octubre, las dos flotas, cristiana y berberisca, se encontraron
frente a frente. Los españoles contaban con 10 embarcaciones frente a las 16
de los berberiscos.
Los musulmanes confiados en su superioridad, lanzaron un ataque de
abordaje sobre las naves españolas que respondieron por sorpresa con una
andanada de artillería que causó estragos en las naves musulmanas. Mientras,
un asalto fallido de los berberiscos a la nave capitana comandada por
Mendoza, decidió parcialmente el combate naval que acabó a favor con la
victoria cristiana.
Sin embargo, un malentendido causó que una de las naves españolas fuera
atacada por ‘fuego amigo’ acabando con la vida de 7 soldados españoles y con
12 heridos.
En total, en el bando berberisco, perecieron casi todos los capitanes
berberiscos incluyendo Cara Mamí y 700 berberiscos; 427 fueron hechos
prisioneros, entre ellos, Dali (Alí) Hamet. Se liberaron también a más de 800
cautivos cristianos. En el bando cristiano, hubo 137 muertos y más de 500
heridos entre ellos el mismo Bernardino de Mendoza que recibió un
arcabuzazo en la cabeza y flechazos en el brazo.
Preparativos del ataque a Argel
La crisis húngara y su consecuencia más inmediata, la toma de Buda (hoy
Budapest) cogió desprevenido al Emperador Carlos V en Génova a finales de
1.540. Decidió atacar Argel que el nido de piratas. el papa trató de disuadirle,
ya que los turcos estaban a punto de someter a Hungria, el marqués del Vasto
y Andrea Doria eran de la misma opinión. Pero el Emperador lo tenía decidido
y siguió adelante.
Para despistar y evitar levantar sospechas entre los posibles espías otomanos
o los apoyos moriscos que pudieran ayudar a los turcos, se dijo que se estaba
preparando una expedición de auxilio a La Goleta de Túnez.
Sin embargo, con el paso de los meses se acabaría por descubrir la verdadera
intención de aquel rearme y flote de naves. El Emperador Carlos V tenía en
mente para la expedición a Andrea Doria y Alfonso de Ávalos, II Marqués del
Vasto, ambos expertos almirantes. Pidió ayuda a sus anteriores aliados, pero
esta vez solo respondieron Génova y un pequeño grupo de caballeros de la
Orden de Malta.
Soldados españoles en el norte de África siglo XVI

Sin dineros de otros aliados y del Vaticano, pero con la beneplácito papal, el
Emperador abandonó Italia y puso rumbo a Mallorca, punto de reunión de
varias flotas y soldados de varias nacionalidades: 6.000 españoles a cargo de
Hernando de Gonzaga, 6.000 alemanes a cargo de Jorge Frontispero, y 5.000
italianos a cargo de Camilo Colonna y Agustín Spinola. A ellos se les unieron
3.000 aventureros y 2.000 hombres de a caballo, más unos 4.000 soldados de
dotación de las galeras. Todos ellos iban en 65 galeras y 300 embarcaciones de
diverso tipo. Una fuerza muy similar a la enviada a Túnez en 1.535.
También se pertrecharon con abundante bizcocho, pólvora, balas de cañón y
muchos bastimentos. Como curiosidad decir que Carlos V estaba tan
convencido que iba a vencer esta guerra que hasta mandó traer damas para
que presenciaran la campaña ‘in situ’.
La partida
Se organizó la fuerza para la expedición: Andrea Doria sería el almirante de la
flota; el virrey de Sicilia, Fernando de Gonzaga, jefe de la vanguardia y el duque
de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, jefe del grueso o batalla. Quedó vacante
el de jefe de la retaguardia que habría de ser designado en tierra.
Parte del dinero con el que sufragó la campaña provenía de la conquista de
México y fue aportado por Hernán Cortés, que también participó en la
operación. En sólo un mes y poco más, se había preparado este inmenso
ejército que en total sumaban unos 27.000 soldados.
El Emperador zarpó el 18 de octubre de 1.541 con sus naves desde las
Baleares mientras que otra parte salía desde Málaga con las 15 galeras al
mando de Bernardino de Mendoza y hasta 200 embarcaciones de todos los
tamaños. Acordaron encontrarse en el cabo Caxina (hoy Kajine, Argelia).
Durante la travesía desde las Baleares hasta Argel un enorme temporal se
levantó y casi hizo zozobrar a toda la flota, pero pudieron sortearlo a duras
penas.
Mientras, en Argel, el gobernador Hásan Aga enterado de la expedición, había
ordenado fortificar la ciudad y rearmar a la población. Agá era un eunuco
converso al Islam de origen sardo, hombre de confianza de Jayr al-Din
Barbarroja y que gobernaba Argel desde 1.536. Disponía de 800 jenízaros y
casi 5.000 auxiliares árabes y moriscos había que unirle la artillería, que eran
50 piezas de bronce, de las cuales 20 eran cañones y el resto piezas pequeñas.
Los imperiales llegaron a las costas argelinas el 20 de octubre de 1541. Las
naves tuvieron que refugiarse al amparo de los cabos, la flota española quedó
en el cabo Kaxina mientras en el cabo Matefú se refugiaba la flota de Carlos V.
Sin embargo, los temporales impidieron que las tropas no pudiesen
desembarcar hasta pasado un par de días, el 23 de octubre y lo hicieron en un
lugar entre los wādis (cauces secos) al Hamir y al-Harrach (Alcaraz, en las
crónicas españolas), muy posiblemente la playa de Hamma, a unos 6 km de la
capital argelina.
El desembarco
Los días 22 y 23 de octubre desembarcaron las primeras avanzadillas, que
otearon el terreno y buscaron fuentes de agua potable para el futuro
campamento. El desembarco en la playa de Hamma no fue fácil pues la
soldadesca tuvo que vadear un trecho largo de agua que llegaba hasta la
cintura en una mar que comenzaba a ser marejada. Sin embargo, la artillería
más pesada, la mayor parte de los caballos y los víveres apenas pudieron ser
bajados. Solo pudieron ser bajados 9 cañones ligeros.
Desembarcaron los españoles, alemanes e italianos, y a las 09,00 lo hizo Carlos
V. Se estableció un campamento provisional en la playa de Hamma, en la zona
conocida como Punta Tafura (Ra’s Tafûra) donde se planificó tomar posiciones
e iniciar el asalto.
Jornada de Argel 1541. Desembarco de fuerzas. Palacio de El Viso del Marqués

Con los soldados en tierra producen las primeras “jinetadas” y escaramuzas


con la caballería turca y berberisca que prosiguió durante toda la noche del 23
al 24 de Octubre.
El día 24, algunas unidades se encaminaron a una colina que logran conquistar
a un grupo de argelinos y dominarla. Se trata de la Kudiyyat as-Sabûn en
árabe, (hay Fort L’Empereur en recuerdo de Carlos V), que ofrece una
estratégica visión de la ciudad y donde el monarca español hizo colocar parte
de su campamento y su propia tienda de campaña. Según las fuentes árabes,
instalaron algunos cañones desde allí, desde los que comenzaron a
bombardear a la ciudad, algo que las fuentes cristianas no mencionan,
posiblemente porque no se emplearon dado que era artillería ligera y no de
sitio. Los imperiales establecieron su campamento en Ras Tafourah y
capturaron todas las colinas y se prepararon para atacar la ciudad.
El Emperador mandó un mensaje a través de un caballero llamado Lorenzo
Manuel a Hásan Agá apelando a su condición de súbdito como sardo que era
(en esa época, Cerdeña era española), afirmando que había sido bautizado y
que debería regresar a su religión original. Además, le señaló que Túnez,
mucho más grande y mejor defendida, había sucumbido bajo los ataques del
ejército imperial en 1.535. Le invitó a rendir la plaza a cambio de ventajas y
protección a lo que el musulmán se negó recordando las dos derrotas sufridas
por los españoles en Argel, por ser su plaza fuerte y la mar que la rodea, muy
brava.
El Emperador ordenó distribuir a las tropas sitiadoras repartiendo el cerco por
tres flancos: Los italianos y los caballeros de Malta en la costa por la derecha,
los españoles tomaron posiciones en la izquierda en las colinas, mientras que
el Emperador y sus fieles más cercanos se situaron en el centro con la
infantería alemana. El lado norte de Argel (el que miraba al mar) quedó libre
de soldados.
Asedio de Argel por Carlos V 1541. Plano del asedio

Ese día 24 de octubre, hacia las 21,00 como comentan las crónicas, se levantó
un violento temporal, trayendo mucho viento y lluvias. Lo que iba a ser el
avance hacia Argel tuvo que detenerse a causa de la escasa visibilidad causada
por la niebla y especialmente por la lluvia que mojó la pólvora de las armas de
fuego, echó a perder provisiones y produjo tal cantidad de barro y charcos que
los soldados se hundían en el barrizal con sus armaduras y estaban
empapados y ateridos de frío. Así, sin poder dormir apenas, pasaron el día
siguiente. La única defensa que tenían eran ballestas y armas de filo y asta.
Un cronista argelino describe en el momento: “El martes, Ala Altísimo envió,
hacia el final de la noche, una violenta tormenta que rompió los cables de los
barcos. Levantaron los mástiles por miedo a perecer, pero el viento no dejó de
aumentar. El almirante llamado Doria tenía una mente turbada como todos los
demás a bordo de los barcos. El violento huracán, enviado por Dios, empujó a la
flota contra la orilla: los barcos perecieron en las rocas, los esclavos musulmanes
escaparon y la gente de Argel corrió para exterminar a los marineros cristianos
hasta el final. El tirano vio sus naves sumergidas y destruidas, su poder roto, su
deslumbrante resplandor y el descenso que lo amenazaba … “
Combates de Bâb Azûn y Ras Tafûra (25 de octubre)
Al día siguiente, el 25, aprovechando los desánimos y las malas condiciones de
los soldados sitiadores y al amparo de la niebla y de la amanecida, los
argelinos sitiados decidieron de madrugada hacer una salida y acometer a un
grupo de italianos que guardaban un puente de madera en un ataque por
sorpresa.
La tropa musulmana en su mayor parte estaba formada por turcos y moriscos
que llegando hasta donde estaban los italianos desbarataron a la mayor parte
de ellos causando bajas importantes y haciendo huir a buena parte de la
tropa.
Jornada de Argel 1541. Ataque berberisco contra los italianos
Los caballeros de Malta, que formaban una unidad de caballería pesada
acudieron en su ayuda recobrando posiciones y haciendo que las tropas
argelinas atacantes se refugiaran en la ciudad. Uno de estos caballeros
hospitalarios, Ponce de Balaguer, llegó a clavar en una de las puertas de la
ciudad, la de Bâb Azûn, su daga enfadado por no poder avanzar, diciendo
¡volveremos!. En la escaramuza murieron 300 hombres y otros tantos
quedaron heridos.
Desastre de Argel 1541. El caballero de la orden de Malta Ponce de Balaguer clava
un puñal en la puerta de Bab-azoun diciendo ¡Volveremos!. Autores hermanos
Raffet y Rouargue
Desde las murallas, los defensores arrojan todo tipo de armas como piedras,
flechas envenenadas y disparos de arcabuces y escopetas y los soldados
imperiales se repliegan a sus posiciones siendo ayudados por las compañías
alemanas. Hubo grandes pérdidas de vidas humanas en ambos bandos.
Horas más tarde, el gobernador Hásan Agá salió con tropas de refresco de la
ciudad magrebí y lograron que los de Malta y otras fuerzas se retiren de las
murallas y puertas.
En las cercanías, Haedo (o Antonio de Sosa, según otros autores) nos cuenta la
caballería de Hasan Agá mató a 150 infantes cristianos y cómo con sus tropas
logró desbaratar a un destacamento italiano mientras que los alemanes ni
llegaron a combatir. Los argelinos perseguían a los cristianos en desbandada y
llegaron a las cercanías del campamento de Ras Tafûra.
Ante esta proximidad amenazadora, el propio Carlos V tuvo que vestir su
armadura, y salir a combatir acompañado del duque de Sessa y el duque de
Alba. Blandiendo en el aire su espada en mano, el Emperador logró reunir y
reorganizar a las tropas motivándolas para que siguieran combatiendo.
A pesar de que lograron rechazar casi a las puertas del campamento a las
tropas argelinas, el bando cristiano pierde a más de 300 hombres más,
incluyendo a 12 miembros de la Orden de Malta y aquel llano, nos cuenta
Haedo (o Antonio de Sosa), se le llamó a esa zona desde entonces la Sepultura
de los Caballeros. Incluso los musulmanes elogiaron el valor de los soldados
cristianos.
Prudencio de Sadoval nos dice, además, cómo el Emperador no se acostó esa
noche hasta asegurarse que los 200 heridos de aquella contienda de Bab Azûn
y del campamento estuvieran a salvo y a resguardo.
La furia de los elementos arrecia
Sin embargo, con el paso de las hora, la climatología se volvió muy adversa. El
mar se tornó furioso y en la costa, un viento huracanado destrozó las tiendas
de las tropas cristianas dejándolas inutilizables. Esto empeoró las condiciones
de vida cotidiana de la mayor parte de la soldadesca que desde entonces tuvo
que dormir al raso. Habían desembarcado con raciones para tres días y las
habían consumido.
Mientras tanto, en el mar, a causa del temporal y de la bruma reinantes, en
cuestión de horas, se hundieron 150 naves cargadas de víveres, municiones y
caballos, las galera aguantaron algo mejor. Algunas galeras que pudieron
llegar a la costa fueron abordadas por moriscos y árabes que no sólo
saquearon las naves sino que mataron a la tripulación y a cuanto cristiano civil
localizaron, no teniendo piedad ni siquiera con las mujeres que encontraron.
Los que sí dejaron con vida fue a los casi 1.000 galeotes remeros de origen
musulmán, otomano, berberisco o morisco que encontraron, a los que los
argelinos ayudaron.
Una de las embarcaciones dañadas fue la nave en la que llegó Hernán Cortes,
“La Esperanza”. El propio conquistador pudo escapar ‘in extremis’ del
hundimiento pero perdió durante su nado a la costa las 5 esmeraldas que
llevaba consigo.
Andrea Doria con el resto de naves supervivientes, se refugió en el cabo
Matefú (hoy bahía de Temendefust (Matifuox) ), un lugar montañoso
inaccesible para la caballería musulmana pero de fácil acceso para llegar por
mar y embarcar y donde se había construido un pequeño muelle.
Retirada de Argel (25-26 de octubre)
El clima no cambió y en el campamento las noticias que llegaban de las
enormes pérdidas de las galeras en vidas, caballos y bastimentos desmoralizó
a las tropas imperiales sitiadoras.
Se reunió en Consejo de Guerra el Emperador con sus comandantes y se
sopesó las posibilidades de continuar o no con el cerco.
Sin artillería pesada ni lugar de cobijo, con la mayor parte de los oficiales y el
ejército sufriendo de frío, enfermedad y con la moral baja, y con la mayoría de
las vituallas, artillería y víveres perdidos, la conquista de Argel estaba cada vez
más lejana. La reunión del Consejo de Guerra que fue muy tensa, los altos
mandos acordaron finalmente que la opción más lógica era la de retirarse
hacia el cabo Matefú (o Matifuz,en las crónicas cristianas).
Desastre de Argel 1541. Reembarque de fuerzas

Además hasta esos días, casi 2.000 hombres se habían perdido en esta
campaña en combate, muertos tras ser capturados o ahogados en las naves
naufragadas. Para alimentar a la desmoralizada y hambrienta soldadesca se
decidió sacrificar a los caballos que transportaban la artillería. Según un
cronista argelino dice que “todos los caballos de la expedición más de 4.000
fueron asesinados, abandonados o comidos”.
Se organizó entonces el repliegue en una fila de soldados que fue supervisada
el mismo Emperador. Se formó un convoy improvisado colocándose a los
enfermos y heridos en medio. La retaguardia iba defendida por soldados
españoles y de la Orden de Malta. A los dos flancos, los alemanes y los
italianos. Los soldados cristianos dejaron atrás todo tipo de despojos: las
pocas tiendas que quedaban en pie, los cañones, animales, armas…, sólo se
llevó lo imprescindible.
En la tarde de ese mismo día 26 de octubre, los cristianos comenzaban a
abandonar las posiciones de Ras Tafûra y la de Kudiyyat as-Sabûn. Desde las
murallas de Argel, entre sorprendidos y aliviados, los musulmanes observaban
cómo el ejército sitiador se replegaba y les dejaba botín y despojos. Para hacer
aún más imposible esta retirada, en algún caso, como atestigua Prudencio de
Sandoval, algunos grupos de jinetes moros les vigilaban en lontananza e
incluso llegaron a tenderles emboscadas y presentar batalla a los soldados
españoles y hospitalarios que cubrían la retaguardia.
Aunque la distancia era relativamente corta, el viaje se hizo largo a causa de la
lluvia, el frio y sobretodo el barro. Les tocó atravesar un wadi crecido, el Wed
Knis. Y desde ahí, llegaron a la fuente de Ët Balma (“Fuente de la Palmera” en
las crónicas cristianas) donde se abastecieron de agua, plantaron el real y en
una casa pudo el Emperador dormir.
En su avance se encontraron con el wâdi El-Harrach, que bajaba crecido. Con
mástiles, restos de las galeras zozobradas y lanzadas a la costa, los soldados
imperiales construyeron un pontón de madera para cruzarlo. Pasaron primero
los alemanes, los italianos, el cuerpo de mando, la corte y los enfermos.
Sin embargo, los jinetes e infantes árabes comenzaron a hostigarles cuando
comenzaban a pasar los españoles y los jinetes. Tras defenderse de los
atacantes cruzaron el puente y desde entonces los de Argel dejaron de
acosarles no así los nómadas árabes de la Metedja argelina.
Desastre de Argel 1541. Infante español defendiendo la retaguardia ataca a jinete
moro. Autor Palbo Outeiral

El ejército tenía hambre y se hallaba más agotado. Además de la carne de


caballo, comenzaron a comer raíces, palmitos, tortugas, cebollas salvajes o
albarranas y caracoles. Se bebía agua en condiciones insalubres. Las
condiciones para dormir eran durísimas, al raso y en hoyos excavados en la
tierra. Esto causó que muchos soldados que aún estaban sanos enfermaran
especialmente los italianos y los alemanes.
El 28 de octubre, cruzaron otra torrontera, la del wâdi Hamir que venía crecida,
con penalidades y el agua llegándoles hasta el pecho. Para ese día la
tempestad ya había comenzado a remitir.
Llegada al cabo Metafú (29 de octubre)
Al atardecer del día 29 ya habían llegado al cabo Metafú donde instalaron el
real y pudieron proveerse de cobijo, mejores pitanzas y acomodo
proporcionado por las naves de provisiones allí ancladas. Se mataron también
los últimos caballos para dar alimento a la exhausta soldadesca.
Ya descansados, se reunió de nuevo el consejo de guerra para decidir si se
iniciaba otro asalto y cerco a Argel o por el contrario se partía. Tras sopesar los
estragos causados por la climatología y por los propios lugareños se decidió
partir a pesar de la oposición de algunos comandantes como Hernán Cortés
que pidió poderse quedar con varios cientos de soldados para conquistar
Argel, quizás por su experiencia en México donde dominó todo un país con un
puñado de hombres, pero aquí las circunstancias eran bien diferentes.
Además, esta campaña supuso una gran pérdida para Cortés, no sólo porque
parte de su inversión económica en la misma y de su patrimonio personal se
fueron literalmente a pique, sino que tras lo de Argel, su salud se quebró.
Reembarque del ejército (31 de octubre – 2 de noviembre)
Había pocos barcos disponibles para un número altísimo de soldados. Se
decidió arrojar por la borda y abandonar o desjarretar a cientos de caballos de
combate, algunos de ellos ejemplares valiosísimos, para dejar espacio en las
bodegas a los supervivientes. Hubo incluso hasta algún conato de
insubordinación en la soldadesca que pensaba que iba a ser abandonada en
Argel a su suerte. Carlos V tuvo que dar personalmente garantías de que se
quedaría hasta que el último hombre, enfermo o sano, hubiese embarcado.
Comenzaron embarcando el 31 de octubre los primeros hombres, entre ellos a
los heridos, que pusieron rumbo a Bugía, y la evacuación prosiguió en los días
siguientes. Carlos V se quedó hasta el final hasta que el 2 de noviembre se
reembarcaron a las últimas unidades militares, las españolas.
Cuando las naves disponían a salir del golfo de Argel la climatología empeoró y
se levantó en el mar una tempestad que de nuevo hizo zozobrar a algunas
naves y separó a otras del conjunto de la flota imperial. Algunas chocaron
entre sí y se hundieron en alta mar, otras de nuevo se estrellaron en la costa
de Argel y los pocos supervivientes fueron muertos o hechos esclavos por
moros nómadas. Un caso de superación ante la adversidad fue de un grupo
superviviente de un naufragio, que pudo bajar con algunos arcabuces y víveres
a la costa y se encaminó hacia Argel buscando protección. Tras un combate
con los berberiscos locales, se rindieron y Hasan Agá ordenó que se les
cautivara como esclavos, pero que se respetase sus vidas. Hubo el caso de una
embarcación con 400 alemanes que se perdió 50 días a la deriva y en la que
sus ocupantes perecieron de frío y hambre.
Se calcula que en esta fase de la partida murieron otras 1.100 personas entre
los naufragios y las emboscadas de los nómadas y argelinos. Otras naves, con
más suerte, lograron poner rumbo a Sicilia, Cerdeña, Italia, a los enclaves
españoles de Orán y Bugía. En esta última plaza recalaron varias naves, entre
ellas la galera del Emperador que llegó pilotada por Andrea Doria y allí se
quedaron por tres semanas mientras la tempestad amainaba.
En Bugía, un atormentado Carlos V no entendía en qué había fracasado para
sufrir tal derrota y esa climatología adversa. Ordenó hacer un ayuno de tres
días y rezar. Aprovechó la estancia para acordar con los mandos de la plaza la
construcción de futuras fortificaciones.
Hasta el 23 de noviembre el tiempo no amainó. Sólo entonces, a la noche,
pudieron de nuevo poner rumbo a España, pasando primero por las Baleares
(entre 26 y el 29 de noviembre) y desde donde pusieron rumbo a Cartagena, a
donde llegó el 31 de noviembre, a las nueve de la noche, según se recoge en
los registros del Concejo de la Villa. El Emperador pasó la noche en su
camarote y a la mañana siguiente, el 1 de diciembre, bajó a tierra, donde fue
recibido con gran alivio y alborozo. En Cartagena se reunió con el Cabildo de la
ciudad con vistas a comenzar unas futuras obras de fortificación de la ciudad
para establecer allí su sede como futura base de Galeras.
Secuelas
Tras la llegada de Carlos V a España procedente de Argel , se decretó en todo
el reino luto oficial por la muerte de tantos soldados y la pérdida de las naves,
en total entre 4.000 y 5.000 hombres según las fuentes. El Desastre o Jornada
de Argel, favoreció a Hasán Agá quien aprovechó esta derrota para seguir
incentivando la piratería de los corsarios argelinos.
Así en los dos años siguientes a la campaña de Argel los corsarios camparon a
sus anchas por el Mediterráneo y atacaron en España los municipios de Rosas,
Palamós, Callosa d’Ensarriá, Vinaroz, Altea, Guardamar, Orihuela, Villajoyosa y
el sur del reino de Valencia. Sin embargo, dos años después del Desastre de
Argel y tras someter a los reyes de Tremecén y el llamado rey del Cuco, Ibn al-
Qadi (Benalcade, en las crónicas castellanas), Hasán Agá moriría a la edad de
56 años por una indisposición.
En Túnez, algunos contrarios al rey aliado de Carlos V, Muley Hassan,
aprovecharon esta derrota del Emperador para atacar la plaza española al año
siguiente. Sin embargo, la reacción española esta vez sí fue más afortunada, el
Tercio Viejo de Sicilia acudió a socorrer a Túnez, sitiada por un ejército
formado en su mayor parte por caballería mora, consiguiendo salvar la ciudad
tras la buena actuación del maestre de campo Álvaro de Sande, y además de
apoyar al emir pro-carolino se conquistaron algunas plazas tunecinas como
Monastir, Esaque, Susa, Xamilo y Xamel.
Posteriormente, el rey Francisco I, aprovechando el agotamiento del
emperador y de los recursos sacados de Argel el año anterior, rompió la
tregua en julio de 1.542 y envió un ejército invasor a Países Bajos. En 1.543, el
rey francés fue nombrado honoríficamente almirante de la flota turca y acogió
en sus puertos a los barcos de Solimán el Magnífico.
A nivel de política internacional, el Desastre o Jornada de Argel de 1.541, supuso
fin al interés de Carlos V por la conquista norteafricana que tanto habían
promovido sus abuelos los Reyes Católicos y el cardenal Cisneros; si Túnez fue
el zénit y la gloria de su carrera, Argel supuso la pérdida del poder español en
el Mare Nostrum y la conversión hasta la batalla de Lepanto de 1.571 del
Mediterráneo en un “lago otomano”
En 1.543 Barbarroja decidió aumentar los dolores de cabeza de Carlos I,
ayudando al rey francés, Francisco I en su lucha contra España. Para ello
Barbarroja comandó una flota de 200 naves y 10.000 soldados para atacar las
costas de Italia y obligar a los españoles a distraer tropas para defender las
costas, aliviando así su presión sobre los franceses. Tras arrasar Calabria,
Barbarroja atacó el Lacio, amenazando Roma. Posteriormente continuó su
ofensiva tomando Niza y poniéndola bajo control francés.
El año siguiente, 1.544, continuó su ofensiva sobre Italia, saqueando Nápoles y
obligando a Génova a liberar a Dragut, uno de sus lugartenientes apresado por
las galeras de la familia Doria, que posteriormente se convertirá a su vez en un
célebre corsario. Tras eso se dedicó a asolar Cerdeña y las Baleares, hasta que
satisfecho regresó a Estambúl en 1.545.
Cansado de tanta aventura y satisfecho con sus éxitos y su contribución a la
defensa del mundo musulmán, Barbarroja decidió retirarse, designando a su
hijo Hasan como su sucesor en el mando sobre su flota y como gobernador
del reino de Argel. Para gozar su retiro, Barbarroja construyó un palacio con
vistas al mar Bósforo y dedicó sus últimos días a escribir sus memorias.
Finalmente Barbarroja falleció serenamente el 4 de julio de 1.546. Su muerte
fue largamente celebrada por los cristianos, los cuales le odiaban y temían
más que a nada en el mundo. Barbarroja fue y sigue siendo un héroe para los
turcos.

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