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PRIMERA PARTE

Terapeuta: ¿Cuál es la razón que les ha traído aquí?


Padre: Para responder a su pregunta sobre la razón que nos trajo... bueno,
nuestra relación no es muy buena y como consecuencia, o quizás independientemente, hemos
tenido algunos problemas con los hijos.
Terapeuta: ¿Por ejemplo?
Padre: Por ejemplo... bueno, para hablar de mí, no soy muy afectivo o no lo
demuestro, y muchas veces los demás lo toman como si no tuviera interés, y esto
se ha convertido en un problema.
Terapeuta: ¿Cómo ve la respuesta de los hijos a los problemas del hogar?
Padre: Bueno, la reacción de Doris es alejarse de la familia. Ha descubierto
intereses fuera. Dan prefiere refugiarse en sus propias cosas, de ese modo parece
tomar distancia, pero una distancia menor; se ha interesado por el ciclismo. Creo
que reacciona contra su madre. Discuten por pequeneces, por ejemplo sobre los
pequeños menesteres que podría hacer en casa o la hora a que debe estar en el hogar.
Terapeuta: (a la madre) ¿Cómo lo ve usted?
Madre: Dan toma como modelo a su padre; hace exactamente lo mismo que
su padre. Una no conoce sus sentimientos -no tiene sentimientos-, lo que para mí
es algo terrible. Milt dice que no demuestra sus sentimientos, pero yo no sé si los
tiene.
Terapeuta: Lo que usted dice no tiene sentido para mí.
Madre: ¿Por qué dice eso?
Terapeuta: Lo que usted dice es que su estilo de ver el mundo es diferente del
estilo con que lo ve su marido y que (al marido) a ella no le gusta su estilo. No
tiene sentido que usted no tenga sentimientos. Lo que ocurre es que usted es diferente, y
tiene sus enojos, sus rencores, sus placeres en un estilo que es diferente
(dirigiéndose a la esposa) del suyo, y que a usted no le gusta.
Madre: Pero yo no me doy cuenta de ello.
Terapeuta: (al marido) Ella insiste en que usted debería ser como ella. (Dirigiéndose a la
esposa.) Recuerde que hay muchas personas que no son como usted.
Modelos diferentes, estilos diferentes.
Madre: No. Bueno, me suena como si me dijera que hay una solución muy
simple para todo el asunto. Cuanto tengo que hacer es aceptar a mi marido como
es y se resolverán todos los problemas de la familia.
Doris: Yo no creo que el problema sea la insensibilidad, la falta de sentimientos de mi padre.
Todos los días cuando regreso encuentro a mi hermano y a mi
madre discutiendo, y lo siguen haciendo a la hora de cenar, y todavía a la noche
discuten y discuten sobre pequeneces.
Terapeuta: (al hijo) ¿Se deben esas discusiones a que tu mamá desearía que
no fueras como eres y que te parecieras a ella?
Dan: Siempre me dice «eres como tu padre».

SEGUNDA PARTE

Terapeuta: (al padre) ¿Me pregunto si usted también lo ve de esa manera?


Padre: Bueno, él es más locuaz que yo. En mi relación con Bea no me gusta
discutir, y desisto de hacerlo. Hago cualquier cosa para evitar la discusión. Pero
Dan discute.
Madre: Sí, y yo realmente siento como si me dijeras: «Mira, mujer, el problema es cosa tuya.»
Es sólo que yo deseo que Milt se parezca a mí, ése es el
problema.
Doris: Eso es algo que todas las personas desean. Todos creen tener algo
bueno, del que pueden hacer partícipes a los demás. Lo que él (terapeuta) dice no
es que ése sea tu rótulo ni que eso sea defectuoso en ti, ni que todo lo demás sea
malo, por causa de ese rótulo. Sabes, eres una persona rica, y sólo una parte de ti
es de esa manera.
Madre: Está bien. Es entonces una responsabilidad grande y no me siento con
fuerzas para sobrellevarla.
Terapeuta: (al marido) Muy bien, entonces me parece que podemos obtener
un apoyo. Me pregunto cómo podría usted ayudar a Bea cuando ella desea que las
cosas sean como ella cree que deben ser.
Padre: Bueno, en definitiva, las cosas se hacen como ella quiere, con poca o
ninguna resistencia por mi parte. Quizá la ayudara una mayor franqueza de mi
parte en lugar de limitarme a decir que está bien, o que yo expresara con más veracidad lo que
pienso sobre las cosas.
Terapeuta: Quizá lo mejor sería que usted se lo preguntara a ella y averiguara
su punto de vista.
Madre: No sé, no comprendo lo que sucede. Lo que te digo es que una de las
razones por las que estamos aquí es que ya no tolero más vivir en esta situación.
Necesito ayuda porque de mí se trata, porque soy la que necesita ayuda y alguien
tendrá que decirme dónde tengo que recurrir para obtenerla.

TERCERA PARTE

Terapeuta: Doris, ésa no es tu función. No es tu función asistir a tu madre porque de ese modo
le transmites el mensaje de que no puede superar las cosas por sí
misma, lo que no es cierto. Si tomas la mano de tu madre dejas vacío ese lugar entre tus
padres, porque tu madre toma tu mano en lugar de tomar la de tu padre. Podría hacerlo si
quisiera porque las manos de tu padre están disponibles.
Madre: Pero ella me la alcanzó...
Terapeuta: (ala hija) Desde el comienzo te pusiste cerca de tu madre obstaculizando la
capacidad de tu padre para acercarse a ella, y la de tu madre para aproximarse a tu padre. Hay
una silla vacía entre ellos. No te sientes en ella.
Doris: Bueno, yo me acercaba y a menudo mi madre me decía: «Muy bien, se
supone que tu padre debería hacerlo.» Pero yo me imagino que hay una necesidad,
mi madre la tiene y yo debo obrar, y ésa es una de las razones por las que creí que
debía volver a casa, para ver por mí misma cómo estaban las cosas.
Padre: Y eso es lo que sucede a menudo. Me doy cuenta de que permanezco
inmóvil cuando ella necesita ayuda.
Terapeuta: (al marido) ¿Puede usted sentarse en esa silla ahora?
Padre: Si nadie me lo hubiera dicho, no lo habría hecho. (Se sienta en la silla
junto a su esposa.) Lo que no sé es si serviré como muleta o ella será capaz de superarlo sola.
Terapeuta: (ala esposa que permanece sentada con los brazos cruzados y los
puños cerrados mientras su marido le ha acercado su brazo poniendo una mano,
con la palma hacia arriba, sobre el brazo de la silla de ella) Mire cómo tiene usted las manos, y
mire las manos de él. Le está alargando una a usted.

CUARTA PARTE

Madre: Tengo un miedo terrible, no sé cómo reaccionar.


Terapeuta: (Se pone de pie, toma el puño de ella y se lo abre.) ¿Qué tal si abre
este puño y coge su mano?
Madre: Es extraño.
Terapeuta: Usted decía que él debía caminar, y lo ha hecho. Ahora es el tumo
de usted. Milt vino a esta silla, se sentó y alargó su mano y ¿qué hizo usted? Levantó una pared
aquí. No diga entonces que él no se mueve, usted es quien permanece inmóvil. El abrió su
mano, haga algo como respuesta. Él la miró, pero usted
no lo ha mirado.
Madre: No lo puedo soportar.
Terapeuta: Oh, no diga entonces que él no cambia. Considere lo que usted no
hace.
Madre: Tengo miedo. No sé qué hacer con esto. Es como si estuviera sentada
en el cine y un extraño pusiera el brazo sobre el respaldo de mi butaca, usted sabe,
uno de esos individuos repugnantes. Ellos vienen y le tocan a una, y una no sabe si
levantarse y llamar al acomodador o quedarse sentada. Es como si no lo conociera.
Terapeuta: Usted dijo que deseaba más interacción de su marido y de su hijo,
y es cómico el sentimiento que usted tiene cuando Milt se acerca.
Madre: Es duro cuando alguien se te acerca. Lo normal sería responder, pero
me encuentro con que de ningún modo soy capaz de hacerlo. Me ocurría antes: él
me tocaba y yo no sabía qué hacer.
Terapeuta: Eso equivale a decir que usted prefiere regodearse en su propio
desperdicio.
Madre: Pero después él me clavará un puñal en la espalda. (Al marido.) Si yo
bajo mis defensas cuando tú tienes esos sentimientos, después te retirarás y empezarás a
arrojarme...
Terapeuta: Milt, ella arroja sobre usted una cantidad de disparates. Lo que
dice es: «Ámame, pero no lo hagas porque te daré una patada en los testículos.»
Ella le dice a usted: «Tómame», y le da un empujón. No le haga caso.
Madre: ¿Es eso verdad? ¿Es lo que he estado haciendo todos estos años?
Padre: Bueno, creo que antes lo hacías.
Madre: ¿Por qué no me lo dijiste?
Padre: No soy muy hablador, pero tú te apartabas. Sé que en el pasado me pareció que
preferías ser desdichada.
Madre: No sé qué decir. Ahora no sé qué hacer. No deseo sentirme así de desdichada.
Padre: Bueno, en el pasado el problema, el por qué no te dije las cosas, era
que te enojabas cuando te criticaban. Cualquier crítica sobre tu modo de ser o sobre lo que
haces produce en ti una fuerte reacción.

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