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Sí, querido/a.
Para “controlarla”. No para eliminarla.
Porque ten claro que no va a desaparecer del todo si eres buena persona.
Y es que en el fondo (aunque aprendas a cuidarte), sabes que al “no pasar por el aro”, los demás van a vivir menos cómodos que antes (cuando
siempre estabas ahí para hacerles favores y todo lo que necesitaran).
Y eso te hace sentir un poco inquieto, no te gusta que lo pasen mal.
¡Es lo que tiene la empatía!
Pero la diferencia es que ahora no sólo vas a priorizarte y solventar antes tus necesidades que las ajenas. Sino que además vas a aprender a
reconocer rápidamente este sentimiento de culpa y a hacerte su dueño. ¡Tú eres quien manda!
Vamos a verlo:
Antes de nada…
Para llegar a este punto, debes tomar las riendas de tu vida y comprometerte contigo mismo a quererte bien y a respetarte cada día.
Has de tener claras tus prioridades y las cosas que son innegociables para ti (ej: tu descanso, tu equilibrio emocional, tu paz interna, el bienestar
de tu familia, tu vida en pareja, …)
Cuanto más claras tengas las cosas, más difícil será que te dejes manipular por otros.
Sobre todo, si sabes que no estás siendo malo ni egoísta, no le estás robando nada a nadie para satisfacer tus deseos.
¡Simplemente estás siendo buena persona contigo mismo!
(¡Ojo, que no te estoy incitando a que vayas a lo tuyo y pases totalmente de los demás, eh! Simplemente te propongo que te pongas a ti primero
y que dejes de sacrificarte tanto. ¡Ya verás cómo la gente empieza a valorarte más!)
Ejercicio de PNL
Venga, pues vamos ya con la práctica.
Te voy a compartir un ejercicio muy sencillo y poderoso de Programación Neurolingüística (PNL), gracias al cual te resultará más fácil controlar
tu culpa inmerecida (la que te conté en mi anterior artículo), así como respetarte y tener las cosas claras:
1º SIÉNTELA
Lo primero de todo es permitirte sentir esa culpa inmerecida.
Reconócela, acepta que está en ti y cómo ha surgido.
¿Qué la ha desencadenado?
¿Dónde la sientes en tu cuerpo?
¿De qué manera?
Quizás sea una presión en el pecho, un nudo en la garganta, un revoltijo de estómago… Cierra los ojos y localízala en ti.
Es importante que lo aceptes tal como venga, sin juzgarte ni sentirte mal por sentir esa culpa de nuevo.
2º NÓMBRALA
Para que te resulte más fácil controlarla, debes despersonalizar esta emoción y sacarla fuera de ti, separarte de ella.
Ahora que ya la has bautizado, puedes imaginarte cómo sería tu culpa si fuera una persona.
Visualízala delante tuyo, imagina cómo iría vestida, de qué color tendría el pelo, cómo sería su voz, su altura, qué volumen ocupa, de qué manera
te habla, qué gestos hace, qué postura corporal tiene, etcétera.
Cuanto más realista te la imagines, más fácil será separarte de esta emoción y controlarla. Así como detectarla la próxima vez que salga,
pudiendo hacer rápidamente los siguientes pasos que vamos a ver.
4º INTENCIÓN
Tú vales muchísimo y quien te quiera, te querrá por lo que tú eres. No por los favores que les haces.
Y quien te quiera sólo por ello, va a quedar rápidamente desenmascarado con este ejercicio de auto-respeto y priorización que vas a empezar a
hacer desde ya.
¡Así que oye!
Sólo tienes cosas buenas que ganar: amor propio y librarte de los parásitos chupópteros �
Volviendo al tema, el miedo al abandono es de los más humanos y ancestrales que existen.
Desde los albores de la humanidad, el rechazo del grupo social significaba muerte. Si te expulsaban del clan, tenías una alta posibilidad de no
sobrevivir por ti mismo ahí solo en plena naturaleza.
De modo que la necesidad de sentirnos aceptados y queridos es algo que llevamos grabado a fuego en nuestros genes y contra lo que cuesta
luchar.
La educación (sin querer) puede reforzarnos estos miedos.
Así que cuando te asalte la culpa inmerecida, recuérdate conscientemente que ya no eres un niño que necesita el amor y la aprobación de todo el
mundo (ni un cavernícola que no sepa sobrevivir sin los demás).
Recuérdate también que la gente no te va a querer más por ser un “felpudo”, arrastrarte o transigir con todas sus peticiones.
De hecho, si actúas así a menudo, estarás fomentando se aprovechen de ti. Como ven que no te tomas en serio tus necesidades, ellos tampoco
las tendrán en cuenta.
“Enseñamos a los demás cómo deben tratarnos a través de lo que permitimos, lo que bloqueamos y lo que reforzamos.”
Esto es totalmente normal. Piensa por ejemplo en cómo tratas unas gafas que te compraste en el mercadillo por 10€. Seguramente las lleves
tiradas por el bolso y no te preocupe demasiado que se les raye un cristal. “Total, para lo que me han costado…”
Ahora piensa cómo tratarías unas Rayban en las que has invertido 150€ y te encantan. Está claro que las vas a llevar en su fundita y tendrás
bastante cuidado a la hora de usarlas. Las respetas más que a las otras, porque sientes que tienen más valor.
Por desgracia ¡lo mismo nos pasa con las personas!
Así que, si quieres que te respeten, debes empezar por respetarte tú primero.
Eres esas Rayban, no las gafas “del chino”. Te mereces lo mejor.
Resumiendo este punto, que al final me he ido por las ramas, jeje:
Tras detectar que estás sintiendo culpa saboteadora, ponerle nombre e imagen física, el siguiente paso es reconocer que en el fondo
su intención es positiva, y que busca hacerte una persona agradable con la que estar.
5º DIALOGA
Por ejemplo, quizás te sientas mal porque sabes que tu jefe está agobiado, que hay un pico de trabajo y que si esta semana no terminas el
informe, todo tu departamento podría verse afectado.
Puede que otra de las cosas que has descubierto en este punto es que tu culpa busca hacerte una trabajadora responsable y buena compañera.
Así como caerles bien al jefe y a tu equipo, para tener un ambiente laboral agradable y evitar problemas futuros.
Peeero también quiere que seas buena madre, una adulta responsable y comprometida, en quien tu familia pueda confiar y a quien querer.
¡Todo positivo!
Entonces valoras la situación, sopesas los pros y los contras, y decides qué vas a hacer.
En este ejemplo quizás veas que, aunque el tema de trabajo es urgente, quedarte más horas en la oficina no es bueno (ni para ti, ni para tu
familia). No va a morir nadie si te vas. Pero el informe tiene que estar hecho sí o sí mañana. Así que sabes que tienes que hacer algo con ello…
6º NEGOCIA
Para librarte de ella, tienes que llegar a un acuerdo con tu culpa saboteadora.
Ahora ya sabes que tiene una misión importante (y que por ello, seguirá apareciendo para que le hagas caso).
Acuerda con ella que vas a dejar de ignorarla o bloquearla.
Comprométete a detectarla y escucharla en cada ocasión, cuando no sea más que un susurro, una pequeña sensación.
Ella acordará seguir ayudándote, pero apareciendo levemente, en el punto justo, sin sabotearte ni hacerte sentir fatal (siempre que tú la escuches
y valores si debes hacer algo de lo que te pide).
Entonces acuerdas hacerle un poco de caso a tu culpa, buscando un punto intermedio.
Le dices a tu personaje que vas a intentar ser buena madre y buena trabajadora, poniendo límites de forma empática, respetuosa y cariñosa
(como ella te pide, para no ofender a nadie y que te sigan apreciando).
Así que te acercas al jefe y le dices que comprendes que hay mucho trabajo, y que lo sientes un montón, pero hoy tienes que recoger a los niños
del cole.
Y que te tienes que marchar volando, pero que mañana a primera hora terminas el informe, que ya has pospuesto las otras cosas que tenías
pendientes, para darle prioridad total.
Y te vas tranquila y satisfecha.
Y haces todo eso a lo que te has comprometido (evitando sentir la “culpa merecida” que te entraría si no cumplieras con tu palabra).
7º DALE LAS GRACIAS Y DESPÍDETE
Cuando hayas terminado de acordar con tu culpa lo que consideres, hayas llegado a un punto en el que te quedes tranquila/o y sientas que
tienes el control de tus próximas acciones, dale las gracias por estar ahí y ayudarte.
Su misión ha terminado (por ahora).
Despídela hasta la próxima vez y visualiza cómo se desvanece ante ti.
¡Sayonara, baby!
8º PRACTICA MUCHO
Como hemos visto, el tema de la culpa es bastante complicado.
Son muchos años haciendo las cosas de una manera, ¡no podemos pretender cambiarlo de la noche a la mañana!
Así que hay que practicar siempre que tengamos la ocasión. Pero recuerda hacerlo como una persona adulta, no como una niña necesitada de
amor.
Ahora tú llevas las riendas de tu vida y decides a quién quieres caerle bien y a quién no.
9º MANTRA
Para que te sea más fácil todo este proceso, te recomiendo crear una frase estrella para ti y que te la repitas al cabo del día tantas veces como
haga falta.
Tu frase podría ser algo como:
La culpa
Un asunto que suele ser recurrente en mis consultas es este tema de la culpa.
Muchas veces veo cómo buenas personas sufren por dentro cuando (después de haber cedido en muchas ocasiones), se cansan
y deciden empezar a tenerse en cuenta a sí mismos, poniéndoles límites a los demás.
Pero claro, lo hacen ya desde el enfado y la frustración…
“¡Si es que de bueno que soy, me paso a tonto! Ya me lo decía mi madre… Siempre tengo más en cuenta lo que quieren los demás, q ue lo que me
conviene a mi”
La traición
Toda esa ira viene de la mayor traición que podemos sufrir: la que nos hacemos a nosotros mismos.
Nos traicionamos cuando no nos escuchamos, no nos valoramos ni tenemos en cuenta. Cuando anteponemos sistemáticamente a los demás y
Entiéndeme: está genial ser generoso, querer agradar y cuidar a los demás (¡ojalá todo el mundo tuviera esa bondad y esa
capacidad de sacrificio que tienes tú!)
Pero no está nada bien que te cuides poco y no tengas en cuenta lo que tú necesitas. Lo que quieres, lo que te apetece, lo que
opinas, lo que sientes, lo que piensas, lo que te viene bien…
Apuesto a que cuando alguien te pide un favor, te cuesta mucho decir que no.
Y cuando lo haces, luego te sientes muy culpable y revuelto por dentro, ¿es así?
Seguramente por eso prefieres decir siempre que sí y ayudar. Porque así evitas ese malestar y te sientes buen compañero,
pareja, amigo,… Que además disfrutas sintiéndote útil y evitando que los demás estén incómodos (esto era evidente, es lo que te
hace ser buena gente)
Bien, pues esa culpa está tratando de decirte algo, ¡así que primero debemos escucharla y comprenderla, para poder
desactivarla después!
Culpa merecida
Sentirás culpa cuando hagas algo que está “mal” , algo que otra persona podría reprobar si te ve haciéndolo.
Este tipo es la CULPA MERECIDA, y va variando según el sistema de valores imperante en cada momento y en cada cultura.
Así por ejemplo, aquí en España está muy mal visto escupir en el suelo. Si te pones a carraspear y a soltar tus fluidos corporales
libremente, es muy probable que recibas alguna que otra mirada de asco y desaprobación.
Sin embargo, en China es algo muy común, y lo hacen hasta en el metro.
¡Y en España hasta hace unos 40 años, también era habitual! Las cosas cambian…
Culpa no merecida
El otro tipo de culpa – que es el que más nos interesa ahora mismo – es la CULPA INMERECIDA.
Es la que sientes cuando le dices que NO a alguien que te pide ayuda o un favor, porque te estás cuidando a ti mismo, priorizando
tus asuntos y respetándote.
Por ejemplo, tu jefe/a te pide que te quedes más tiempo en la oficina, aunque tu jornada laboral haya terminado, porque hay un
asunto importante que atender (y le tienes muy mal acostumbrado, siempre echas horas de más, como si no te costara).
Pero un día te pones a valorar seriamente la situación, y te das cuenta de que tu prioridad es tu familia. Así que le dices a tu jefe
que no te puedes quedar, porque tienes que ir a recoger a tus hijos al cole.
Pero a pesar de que sabes que estás haciendo “lo correcto” y justo (no le estás robando horas a la empresa ni nada así), no
puedes evitar sentirte un poco culpable e insegura/o.
¡Menos mal que te has ido rápido de la oficina, porque si hubiera insistido un poquito más, seguramente hubieras terminado
cediendo… Uuuuf!
Muy bien, pues ahora que ha quedado claro cuál es la diferencia entre los dos tipos de culpa, te animo a que leas el siguiente
artículo, en el que te comparto un sencillo ejercicio de Programación Neurolingüística (PNL) con el que podrás controlar la culpa
inmerecida en 10 pasos:
¿Quieres mejorar?
Has leído este artículo y te has sentido totalmente identificado/a… Te has dado cuenta de que no quieres seguir sintiéndote
culpable, que estás hasta las narices de que se aprovechen de ti, y que quieres aprender a priorizarte.
¡Enhorabuena!
Te ayudo a mejorar tu autoestima y tus relaciones, para que logres el
bienestar emocional que deseas
UN COLEGA...
Sí… ¡así es tu relación contigo mismo!
Como si fueras un amiguete, alguien a quien aprecias y tienes bastante cariño (pero al que no conoces a fondo, ni te importa
tanto)