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Fundamentos

jurídicos de los
derechos de
niñas, niños y
adolescentes

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INTRODUCCIÓN

En esta clase1, abordaremos los antecedentes históricos de la Convención Internacional de


los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Es decir, cómo la idea del niño como sujeto pleno de
derechos se fue gestando y adquiriendo status en la agenda política, así como también, la forma en
que se fue configurando una idea fuerza, desde lo jurídico, que garantiza al niño, por su condición de
tal, un plus de protección, desde un enfoque de derechos humanos.

En una segunda instancia, intentaremos explicar los fundamentos jurídicos que le dan fuerza
específica a los derechos de los niños, niñas y adolescentes, a través de distintas figuras como el
Interés Superior del Niño, el Derecho a la Identidad y la Autonomía Progresiva; ejes centrales que
fortalecen la exigencia jurídica del niño como sujeto de derechos.

ANTECEDENTES

La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue aprobada por la Asamblea General
de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. La introducción de la Declaración enfatiza los
idénticos e inalienables derechos de todos los hombres y cita las atrocidades producidas en el siglo
XX por el desprecio hacia esos derechos. El carácter de universalidad es, quizás, lo más original y
sobresaliente de la Declaración: la consideración de que todos los seres humanos gozan de
derechos iguales e inalienables que han de fundar la libertad, la justicia y la paz en el mundo. El
documento estima, como esencial, que los Derechos Humanos sean protegidos por un régimen
jurídico. Desde entonces, se han aprobado numerosos tratados y convenios que marcan un camino
de extensión de la noción de derechos humanos. Surgen así, los derechos de la mujer, de las
minorías étnicas, de los refugiados políticos, entre otros.

Respecto a los derechos de la niñez, es en 1924 que encontramos el primer antecedente

1 Autor: Dr. Claudio Franchello

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internacional, conocido como la Declaración de Ginebra de la Sociedad de Naciones. En un contexto
post primera guerra mundial, dicho documento describe, fundamentalmente y en un lenguaje
sencillo, los deberes de los adultos para con los niños y niñas. El texto se centra en el bienestar del
niño, reconoce su derecho al desarrollo, asistencia, socorro y protección. Sin embargo, fue en la
década de los cincuenta que una nueva representación de la niñez fue ganando terreno en la
comunidad internacional: el niño como primordial destinatario de la protección del mundo adulto.
Dando cuenta de esa mirada y con la intención de contribuir al impulso de acciones concretas, las
Naciones Unidas aprueban, en 1959, la Declaración Universal de los Derechos del Niño. El lema
“primero los niños” expresa, de alguna forma, la imagen de niñez que fue instalándose socialmente.
El instrumento constituye más bien un imperativo ético; una declaración de principios, ya que no
posee carácter vinculante para los Estados. Es decir, no obliga jurídicamente a los países a adecuar
sus legislaciones nacionales para garantizar los derechos de la población infantil. Se intenta, desde
ese instrumento, propiciar la inclusión educativa universal, la asistencia alimenticia, la cobertura
sanitaria desde la primera infancia y la protección de los niños frente a conflictos bélicos y otras
formas de violencia.
Estas concepciones, vigentes en ese momento, solo consideraban al niño como
“objeto de protección”; era concebido como una persona en desarrollo que, por ser vista
como “inmadura e incompleta”, esto es, incapaz, debía ser protegida por el Estado hasta
alcanzar su pleno desarrollo físico, moral y espiritual.
Esto se tradujo en políticas públicas que, si bien significaron avances, pues tendieron a
satisfacer sus necesidades básicas, distaban bastante de concebirlos como sujetos plenos de
derecho.

“LA MINORIDAD”

Paralelamente, fue tomando cuerpo otra forma de concebir a la infancia y a la adolescencia


en situación de mayor vulnerabilidad: la llamada “Doctrina de la Situación Irregular”, que tiene la
particularidad de aplicarse no a todos los niños y adolescentes, sino a aquellos que no hayan
alcanzado los 18 años y que vivan en situación de abandono, peligro, o que hayan cometido
infracciones ante la ley.

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Esta doctrina surge como un intento de intervenir en aquellas situaciones que afectan las
condiciones en las que se desarrollan la infancia y la adolescencia, orientando la intervención
judicial, policial y técnico-administrativa.
Fuertemente apoyada y sostenida de manera predominante en América Latina hasta los años 80,
esta doctrina se basa en la idea de que es necesario proteger a los niños, a través de una tutela
organizada por las instituciones del Estado, a fin de “reeducar” y “resocializar” al niño,
separándolo de manera inmediata del ámbito que contribuye a su “desviada formación”(los
institutos de minoridad son el ejemplo más claro), con el pretexto de evitar que se convierta en un
delincuente cuando llegue a ser Adulto. De esta manera, cobra fuerza la categoría de
“menor”.
“Menor” será, entonces, toda persona que tenga menos de 18 años y se encuentre en “situación
irregular”. Desde esta perspectiva, se entiende por situación irregular a los peligros materiales o
morales que puedan sufrir los niños. Así, los niños y adolescentes abandonados, aquellos que
frecuentan sitios inmorales, que son incitados por sus padres a realizar actos perjudiciales para su
salud, que practican la mendicidad, la vagancia, o que han cometido infracciones a la ley, pasan a
estar en “situación irregular”.
La calificación de “menores en situación irregular” plantea, al menos desde el lenguaje, un cambio
en el tratamiento proporcionado a los “menores”: La caracterización de menores, hace referencia
solamente a aquellos niños y niñas que, por cuestiones económicas o circunstanciales, quedan
expuestos a ciertos riesgos materiales o morales que atentan contra su desarrollo.
De esta manera, el Estado tendría la función de hacerse cargo de estos niños, de convertirse en su
tutor a través del juez de menores, quien cumple el rol de “un buen padre de familia”. Este modelo,
en lugar de fortalecer a la familia cuando ésta no está en condiciones de garantizar a niños, niñas y
adolescentes una adecuada calidad de vida, la reemplaza por las instituciones, generando, a lo
largo del siglo pasado, una poderosa maquinaria institucional que sustituye a las familias y a la
comunidad en el cuidado y protección de los niños y adolescentes que viven en condiciones de gran
vulnerabilidad. Los institutos asistenciales y penales, las instituciones psiquiátricas, las escuelas
albergue y las comunidades terapéuticas se reparten a los niños y adolescentes en “situación
irregular”, según el tipo de problema social y el abordaje propuesto por los profesionales que
trabajan en el sistema.
En este marco, en Argentina, se sanciona, a comienzo del siglo XX, en el año 1919, la Ley

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N°10.903, conocida como Ley Agote, que estuvo vigente por casi 100 años en nuestro país.
Los invitamos a leer esta nota (  https://goo.gl/tBEZdS) que profundiza sobre el contexto en
el que se sanciona la Ley Agote y las implicaciones político-ideológicas que supone.

PROTECCIÓN INTEGRAL DE NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES

A partir de la aprobación de la Convención sobre los Derechos de Niñas, Niños y


Adolescentes, el 20 de noviembre de 1989, en la Asamblea General de la Naciones Unidas y de su
entrada en vigencia en septiembre de 1990, se fortalece otra idea, otra manera de concebir a los
niños, niñas y adolescentes, otra forma de imaginar las relaciones entre niños y adultos y, también,
otra noción acerca de las responsabilidades de los Estados en relación con las necesidades de la
infancia.
Esta perspectiva se conoce como “Doctrina de Protección Integral de la Infancia” y, como
diferencia fundamental respecto al paradigma de la minoridad, fortalece la visión de niños, niñas y
adolescentes como sujetos de derechos. Esto significa que reconoce las necesidades de los
niños, niñas y adolescentes como derechos exigibles y como parte de sus derechos humanos, lo
que obliga al mundo de los adultos no sólo a satisfacer estas necesidades en forma urgente, sino a
intervenir en cualquier ocasión en la que se evidencie una vulneración de estos derechos.
Básicamente, significa que los niños, niñas y adolescentes tienen derechos a la igualdad de
oportunidades, al acceso a servicios de calidad, a ser educados en la participación ciudadana y a
exigir el cumplimiento de sus derechos. Las instituciones del Estado, la comunidad y la sociedad civil
en general deben funcionar como garantes de dichos derechos.
La diferencia fundamental con las concepciones anteriores es que, dentro del conjunto de derechos
reconocidos, se enfatiza el de desarrollarse plenamente en el seno familiar, en un ambiente sano y
libre de violencia, siendo el Estado quien garantice a la familia la posibilidad de ejercer su rol en el
cuidado, educación y transmisión de valores a los niños, niñas y adolescentes.
En el plano de los hechos concretos, en relación a documentos anteriores, la Convención sí tiene
carácter vinculante para todos los Estados parte. Es decir que los compromete a adecuar
legislaciones y desarrollar políticas públicas que se condigan con esta visión, previendo sanciones
para el caso de incumplimiento.

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Para una mejor comparación sobre los aspectos centrales de las doctrinas de la Situación Irregular
Vs. Protección Integral, se propone el siguiente cuadro:

Protección Integral Situación Irregular


 Niños, Niñas y Adolescentes  Menores

 Personas en desarrollo  Personas incapaces

 Reconocimiento de Derechos  Restricción de Derechos

 Con derecho a opinar y ser tomado  No se tiene en cuenta su opinión


en cuenta

 Niñez Integrada  Estigmatización

 Rol fundamental el de la familia  Poca participación de la familia

 Separación de la familia como última  Separación de la familia por razones


instancia frente a la vulneración de económicas y morales
Derechos

 Identificación de los Derechos  Situación de riesgo o peligro


Vulnerados

 Políticas públicas transversales  Políticas públicas focalizadas

 Prevención, inclusión y desarrollo  Asistencialismo

La murga uruguaya como expresión artística con fuerte crítica social, con humor e ironía,
pone en evidencia en el video que les invitamos a disfrutar, la distinción en la denominación
de las infancias, utilizando las categorías de “menores” o “niños” 
https://www.youtube.com/watch?v=8CVwBvq5_Ek

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EL NIÑO COMO SUJETO DE DERECHO

La innovación más evidente que ha conllevado la adopción de la Convención Internacional


sobre los Derechos del Niño reside en considerar a los niños/as como sujetos de derecho, condición
que se materializa, principalmente, a través del reconocimiento de sus derechos de modo
independiente de otros miembros de la familia, ya sean aquellos derivados de su condición de seres
humanos en general o aquellos que se derivan de su especificidad como niños/as.
A partir de ello, surge un “frente discursivo” amplio y heterogéneo que aglutina las posiciones
favorables a la instalación de un sistema de protección integral de derechos, apelando a la
universalización del sujeto-niño/a. Pregonando a su vez, de manera paralela, la ruptura con aquella
perspectiva que suponía la distinción retórica, simbólica y práctica respecto de los “niños” y los
“menores”.
Lejos quedará la referencia al menor “abandonado material o moralmente” o al menor en
“situación de riesgo”. Las nuevas configuraciones exigen renunciar a esas categorizaciones y
colocan a los niños/as y adolescentes como los nuevos “sujetos de derecho”. Por otra parte, se
produce, a partir de la institucionalización de los derechos en estas nuevas normativas, un conjunto
de dispositivos de muy diversa índole (valores, conocimientos, prácticas, instituciones y saberes)
que tienen como efecto la concepción de los niños/as y adolescentes como sujetos profundamente
vinculados a los valores socioculturales y procesos políticos de cada Estado en el que ejercen sus
derechos.

ENFOQUE DE DERECHOS HUMANOS Y DERECHOS DE LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES

La Convención Internacional de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes es uno de los tratados
de Derechos Humanos de mayor vigencia a nivel mundial: de 194 países que componen la
comunidad internacional, ha sido ratificada por 192, quedando solo Estados Unidos y Somalia sin
ratificarla a la fecha.
Desde un análisis histórico-jurídico como el que venimos desarrollando en esta primera parte de la

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clase, se revela la existencia de una estrecha vinculación entre el perfeccionamiento de los
instrumentos de protección de los derechos de los niños y el progreso en la garantía y protección de
los derechos humanos en general. Los derechos de los niños, según diversos estudios, disponen de
mecanismos más efectivos de protección, en la medida en que permanecen ligados a la protección
general de los derechos humanos (Cillero Bruñol, 2007).
El desarrollo del pensamiento jurídico y los avances en materia de derechos humanos permiten
afirmar que, tras la noción de derechos humanos, subyace la idea de que todas las personas,
incluidos los niños, gozan de los derechos consagrados para los seres humanos y que es deber de
los Estados promover y garantizar su efectiva protección igualitaria. Por su parte, en virtud del citado
principio de igualdad, se reconoce la existencia de protecciones jurídicas y derechos específicos de
ciertos grupos de personas, entre los que están los niños.
La rica normativa que ha venido a reemplazar a las antiguas leyes de menores se funda en que los
derechos del niño derivan de su condición de persona; en consecuencia, se establece que los
dispositivos de protección de los derechos de la infancia son complementarios –nunca sustitutivos -
de los mecanismos generales de protección de derechos reconocidos a todas las personas
(Asamblea General de las Naciones Unidas, 1989). Por lo tanto, los niños gozan de una supra
protección o un plus de protección complementaria de sus derechos que no es autónoma, sino
fundada en la protección jurídica general.
En base a esta postura, el enfoque basado en los derechos humanos es un marco conceptual para
entender el proceso de desarrollo humano que, desde el punto de vista normativo, está basado en
las normas internacionales de derechos humanos y, desde el punto de vista operacional, está
orientado a la promoción y a la protección de los derechos humanos, en particular los de niñas,
niños y adolescentes.
Por la condición general de ser considerados derechos humanos, los derechos de niñas, niños y
adolescentes tienen las siguientes características:
 Son universales, derechos inalienables de todos los seres humanos;
 Se centran en la dignidad intrínseca y el valor igual de todos los seres humanos;
 Son iguales, indivisibles e interdependientes;
 No pueden ser suspendidos o retirados;
 Imponen obligaciones de acción y omisión, particularmente a los Estados y los agentes de

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los Estados;
 Han sido garantizados por la comunidad internacional;
 Están protegidos por la ley;
 Protegen a los individuos y, hasta cierto punto, a los grupos.
 Garantizan, en la máxima medida posible, la supervivencia y el desarrollo, no limitándose a
una perspectiva física; implicando el desarrollo pleno y armónico en todos los aspectos.
 Aseguran la aplicación de la CDN a todo niño o niña, sin distinción de raza, color sexo,
idioma, religión, origen nacional, étnico, condición de su familia, etc.
 Son de carácter progresivo, de conformidad con la evolución de las facultades de niños,
niñas y adolescentes
 Garantizan al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio, el derecho a
expresar su opinión en todos los asuntos que le afecten, teniéndose debidamente en cuenta
su edad y madurez.
 Implican el Interés Superior del Niño como consideración primordial a atender en todas las
medidas concernientes a los niños que se tomen las instituciones públicas o privadas.

Les proponemos visitar la interpretación de Rubén Rada sobre los derechos de los niños,
niñas y adolescentes en este video. (https://goo.gl/DdyXFz)

INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO

Cuando los niños eran considerados meros objetos dependientes de sus padres o de la
arbitrariedad de la autoridad, el Principio de Interés Superior del Niño fue importante para resaltar la
necesidad de reconocer al niño en su calidad de persona; ahora que, al menos en el plano
normativo, se ha reconocido al niño como un sujeto portador de derechos, el Principio debe ser un
mecanismo eficaz para oponerse a la amenaza y vulneración de los derechos reconocidos y
promover su protección igualitaria.
La evolución de los instrumentos internacionales de los derechos de los niños revela la
permanente presencia de la noción de interés superior del niño, ya sea en la Declaración de Ginebra

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de 1924, que establecía el imperativo de darle a los niños lo mejor, o en frases como los “niños
primero”, incluyendo también la formulación expresa del Principio en la Declaración de los Derechos
del Niño, en 1959, y su posterior incorporación, no sólo en la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño, sino también en los artículos 5 y 16 de la Convención sobre la Eliminación de
todas las formas de Discriminación contra la Mujer (Consejo Económico y Social de las Naciones
Unidas, 1946).
Desde el reconocimiento explícito de un catálogo de derechos, se superan las
interpretaciones arbitrarias del “Interés Superior del Niño” y es posible afirmar que éste es la plena
satisfacción de sus derechos. En este caso, el interés del niño y sus derechos se identifican.
En este sentido, debe abandonarse cualquier interpretación paternalista/autoritaria del Interés
Superior; por el contrario, se debe armonizar la utilización del Interés Superior del Niño con una
concepción de los Derechos Humanos como facultades que permiten oponerse a los abusos del
poder y superar el paternalismo que ha sido tradicional.
El Art. 3 inciso 1 de la Convención establece:
“En todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas o privadas, de
bienestar social, tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una
consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del Niño”. (Asamblea General de
las Naciones Unidas, 1989).

Durante la infancia/adolescencia, la interdependencia de los derechos se hace más evidente


que en otras etapas de la vida. La noción de Interés Superior refiere a ese conjunto sistemático de
derechos y apoya una interpretación integral de la Convención. En segundo término, permite la
resolución de conflictos entre derechos contemplados en la misma Convención. El Principio supone
que los derechos del niño se ejercen en el contexto de una vida social en la que todos los niños
tienen derechos y en la que también se pueden producir situaciones que hagan incompatible el
ejercicio conjunto de dos o más derechos consagrados en la Convención para un mismo niño. El
ejemplo más característico está dado por el artículo 9 de la Convención, relativo a la separación de
los niños de sus padres para defender otros derechos, como la vida o la integridad, a raíz de
situaciones de maltrato.
En síntesis, el Principio del Interés Superior del niño permite resolver “conflictos de
derechos”, recurriendo a la ponderación de los derechos en conflicto.

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DERECHO A LA IDENTIDAD Y AUTONOMÍA PROGRESIVA DE LOS NIÑOS, NIÑAS Y
ADOLESCENTES

Hemos venido desarrollando en la presente clase, los principios y fundamentos jurídicos que
orientan la Convención Internacional de los Derechos del Niño. En esta última parte, abordaremos
dos derechos de suma importancia.

DERECHO A LA IDENTIDAD

El artículo, 8 inciso 2 de la Convención Internacional de los Derechos de Niñas, Niños y


Adolescentes sostiene que: “…Cuando un niño sea privado ilegalmente de algunos de los
elementos de su identidad o de todos ellos, los Estados Partes deberán prestar la asistencia y
protección apropiadas con miras a restablecer rápidamente su identidad.” (Asamblea General de las
Naciones Unidas, 1989).
Este artículo, de alta importancia desde la Convención, cuenta con la mayor cantidad de
ratificaciones en el plano del sistema universal y tiene una historia particular: es conocido como el
artículo argentino. El rol de las defensoras de derechos humanos, centralmente las Abuelas de Plaza
de Mayo, permitió incorporar al corpus de derechos del niño el derecho a la identidad, sosteniendo
la responsabilidad estatal frente al incumplimiento de tal derecho.
Para poder definir una identidad, ciertos aspectos resultan innegables. Ellos son: el derecho al
nombre, a la nacionalidad y a las relaciones familiares. Lejos de ser entendidos como alternativa
completa de definición de una identidad, estos aspectos resultan el mínimo necesario para
reconocerla.
La identidad se encuentra íntimamente vinculada con la idea de Ser. Las características identitarias
resultan una condición indispensable para la propia existencia. Es la identidad la que permite a cada
uno y cada una la especificidad de ser una persona única e irrepetible. Por tanto, el derecho a la
identidad aparece como necesidad prioritaria para la definición del ser persona.
Podemos pensar a la identidad desde una doble conformación: de un lado se encuentra el factor
biológico de la filiación, y del otro, nos encontramos con el espacio socio psicológico. La afectación
o modificación de alguno de los dos genera, necesariamente, un cambio que repercute en la

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conformación identitaria de una persona.
La identidad resulta de una construcción de factores diversos que afectan a la persona desde los
inicios. Esto genera un tipo de conformación del sujeto. Ante una modificación en alguno de esos
factores o en su totalidad, se verán alterados la personalidad y las características sociales, junto a
los ámbitos de acción.

AUTONOMÍA PROGRESIVA DE LA VOLUNTAD

Reconocer al niño como sujeto de derecho conlleva la cuestión de garantizar a los niños el ejercicio
personal de sus propios derechos. El artículo 5 de la Convención establece que “Los Estados Partes
respetarán las responsabilidades, los derechos y los deberes de los padres o, en su caso, de los
miembros de la familia ampliada o de la comunidad, según establezca la costumbre local, de los
tutores u otras personas encargadas legalmente del niño de impartirle, en consonancia con la
evolución de sus facultades, dirección y orientación apropiadas para que el niño ejerza los derechos
reconocidos en la presente Convención” (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1989).
De esta norma emerge el principio de Autonomía Progresiva del menor de edad para el ejercicio de
sus derechos, de modo que sea él quien decida y elija cómo y cuándo pretende hacer uso de este
ejercicio, en conformidad con su proyecto personal de vida, sus deseos e intereses. Ahora bien,
dicha autonomía tiene una particularidad: lo es de acuerdo a la evolución de sus facultades. Es
decir, los niños van adquiriendo la capacidad para poner en práctica sus derechos, a medida en que
se van desarrollando como personas.
De allí que el ejercicio de esta autodeterminación sea progresivo o, como bien lo refiere el propio
artículo 5, lo es según la evolución de las facultades de los menores de edad (Asamblea General de
las Naciones Unidas, 1989). Con dicho concepto, se alude a “procesos de maduración y de
aprendizaje por medio de los cuales los niños adquieren progresivamente conocimientos,
competencias y comprensión, en particular comprensión de sus derechos, y sobre cómo dichos
derechos pueden materializarse mejor” (Comité de los Derechos del Niño, Observación General N°
7, 2000: pág. 76)
Como se observa, no se establece una edad biológica a los fines de que los niños pongan en
práctica sus derechos, ni se precisan reglas fijas para determinar niveles de comprensión de

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acuerdo a una franja etaria, dado que éstos –claro está- no son iguales en todos los infantes.
Si bien la edad de un niño es un indicador para conocer su desarrollo o grado de madurez, no debe
ser el único a considerar. No se puede perder de vista que ese proceso paulatino tiene lugar en un
contexto que rodea al menor de edad y que también es determinante para la adquisición de sus
facultades, por lo que no se producirá de la misma manera en todos los casos.
Por otra parte, el artículo citado define y marca claramente cuál es el papel de los padres o
responsables legales, y cuál es el del Estado. Así, a los primeros les compete impartir dirección y
orientación apropiadas, para que el niño disfrute de sus derechos de forma tal que, a medida que
vaya creciendo y madurando, tanto psíquica como socialmente; las funciones parentales se vayan
adaptando de modo a permitirle y posibilitarle el ejercicio de sus derechos por sí mismo. Es dable
aclarar, que esto no implica dejar de lado las funciones y derechos parentales, sino que debe existir
entre los niños y sus representantes legales una relación inversamente proporcional: a menor
autonomía del hijo, aumentan las funciones y deberes de los progenitores en el ejercicio de sus
derechos y, a medida que aquél va progresivamente adquiriendo capacidad, van disminuyendo –
también en forma paulatina- los deberes y funciones de sus padres sobre él.

En Argentina, desde el año 1994, la Convención de los Derechos del Niño ha sido incorporada a
nuestro ordenamiento jurídico con jerarquía constitucional y, en el año 2006, se dictó la ley de
Protección Integral de los Derechos del Niño, la cual incluyó la máxima de la autonomía progresiva
como integrante del interés superior del niño, al establecer que debe respetarse su condición de
sujeto de derecho, edad, grado de madurez, capacidad de discernimiento y demás condiciones
personales (Ley 26.061, 2006).
No obstante, el Código Civil que rigió hasta el mes de julio del 2015 establecía un sistema de
capacidad en el que -claro está- no se tenía en cuenta la evolución de las facultades del menor de
edad. Por el contrario, era un régimen de carácter rígido con la clásica dicotomía
capacidad/incapacidad, el cual le asignaba o negaba discernimiento a ciertos sujetos en virtud de
una edad determinada, consagrando, con la mayoría de edad, la plena capacidad civil para ejercer
un determinado derecho.
Por esa razón, el incipiente Código Civil y Comercial, para estar en concordancia con la idea de los
niños y adolescentes como sujetos de derechos y, particularmente, con el Principio de Autonomía
Progresiva, dispone en su artículo 24 que “Son incapaces de ejercicio (…) b) La persona que no

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cuenta con la edad y grado de madurez suficiente, con el alcance dispuesto en la Sección 2ª de este
Capítulo (Ley 26.994, 2014)”. En dicha sección, el artículo 26, al regular el ejercicio de los derechos
por la persona menor de edad, establece que “La persona menor de edad ejerce sus derechos a
través de sus representantes legales. No obstante, la que cuenta con edad y grado de madurez
suficiente puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento jurídico. En
situaciones de conflicto de intereses con sus representantes legales, puede intervenir con asistencia
letrada.” (Ley 26.994, 2014).
De esta forma, el texto de la reforma receptó el principio de la capacidad progresiva de los niños,
establecido en la Convención Internacional de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, así
como también lo establecido en la Ley 26.061 e introdujo las nociones de grado de desarrollo y
madurez y, de la misma manera, flexibilizó el régimen del Código de Vélez.
Asimismo, para aquellos menores de 18 años que hayan cumplido los 13, el nuevo código habilita la
categoría de adolescente, a la que se le reconocen algunas capacidades relativas a ciertas
decisiones de cuidado del propio cuerpo, exceptuando aquellas que puedan poner en riesgo la vida
o bien, que impliquen técnicas muy invasivas, casos en los cuales, se deberá contar con el
consentimiento de los padres.

ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES

Podemos sostener que, a través de un proceso histórico, social, cultural y jurídico, el avance
sistemático de los Derechos Humanos en la comunidad internacional fue consolidando la idea del
Niño como sujeto pleno de derecho y que, por su condición de tal, de ser una persona en desarrollo,
se le fijó un plus de protección de carácter integral.
Esta idea se termina consolidando en un momento muy particular de la historia mundial, en 1989,
con la sanción de la Convención Internacional de los Derechos de Niñas, Niños Y Adolescentes. Sin
embargo, cabe destacar que, en ese mismo año, también se pone en marcha y se consolida lo que
se conoció como Consenso de Washington, donde se fijan los ejes políticos generales que dan
nacimiento al neoliberalismo como paradigma de liberalización de la economía. Paradigma éste que
entraña una fuerte retracción del Estado en la intervención económica y, por sobre todas las cosas,
la instalación de una ficción que tiene al mercado como el único asignador de bienes y recursos en

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una sociedad, lo cual torna más difícil el cumplimiento de los preceptos planteados en la CIDN.
No obstante el momento histórico Mundial del que se trató, el reconocimiento del niño como sujeto
de derecho fue un punto de inflexión, ya que se transformó la Convención en uno de los tratados de
Derechos Humanos de mayor vigencia a nivel mundial.
Por considerar a los Derechos del Niño desde el enfoque de los Derechos Humanos con un plus de
protección, el sistema jurídico internacional, así como los nacionales, cambian sus miradas e
incorporan en sus legislaciones los principios y fundamentos jurídicos que otorgan a esos derechos
consagrados la capacidad de hacerse efectivos, a través de los compromisos asumidos por los
Estados. Este movimiento trae aparejada una de las mayores transformaciones sociales, jurídicas y
culturales del mundo moderno.
El niño dejó de ser objeto de custodia y represión, para ser sujeto pleno de derechos. Un sujeto en
desarrollo que merece un conjunto de políticas integrales tendientes a su protección y cuidado, por
parte de su familia y del Estado. Un ejercicio pleno de derechos que implica un nuevo andamiaje
institucional de los Estados para verse garantizado.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

 Presentación de Murga La Mojigata "¿Niños o Menores?, Televisión Nacional del Uruguay,


Año 2010, http://www. youtube.com/watch?v=8CVwBvq5_Ek, consultado en febrero del
2015.

 Mattio, J. (s.f) “Cómo matar al Dr. Luis Agote” Revista La Granada, N°2
http://revistalagranada.com.ar/como-matar-al-dr-luis-agote/

 Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. Adoptada en Asamblea General de
Naciones Unidas (1989).

 Ley N° 23.849 ratificación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño.

 Belloff, M. (s.f) “Protección Integral de los Derechos del Niño Vs. Derechos en Situación

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Irregular”. Instituto de Investigaciones Jurídicas Universidad Autónoma de México.
www.juridicas.unam.mx.

 Baratta, A. (1995) “Niñez como Arqueología del Futuro” Revista “Justicia y Derechos del
Niño” N° 9. UNICEF Agosto 2007.

 Cillero Bruñol, M. (2007) “El Interés Superior del Niño en el marco de la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño”. Revista “Justicia y Derechos del Niño” N° 9.
UNICEF Agosto.

 Ley 26.994 (2014) “Nuevo código Civil y Comercial de la Nación” Libro Primero, Titulo 1,
Capitulo 2 Capacidad. Ed. Infojus. Primera edición Octubre de 2014.

 Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. “Preguntas
Frecuentes sobre el Enfoque de Derechos Humanos en la Cooperación para el Desarrollo”.
Nuevas York y Ginebra 2006.-

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

 Alessandro Baratta. “Infancia y Democracia” Pag. 1 a 18.-


 Mary Belloff. “La Protección De Los Niños y Las Políticas de la Diferencia”. Lecciones y
Ensayos, Nro: 89, 2011. Pag. 405 a 420.-

MATERIAL AUDIOVISUAL COMPLEMENTARIO

 Ley Agote 10.903 enlace en YouTube https://youtu.be/PIUaYpr_YOA


 Avances en niños sin cuidados parentales en 10 Años de Vigencia de la Ley 26.061
https://youtu.be/lgimDk4afTQ

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