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2023

Adolescencia
PARCIAL N°2: RESUMEN
PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO
Adolescencia
Índice:
Adolescencias: Un fenómeno multideterminado
1. Jóvenes y sexualidad: Una mirada sociocultural (cap. 2) ----------------------------------- Pág. 2
2. La experiencia adolescente a la búsqueda de un lugar en el mundo (cap. 1) --------- Pág. 4
3. Adolescencia: Desarrollo, relaciones y cultura (cap. 2) ------------------------------------- Pág. 8
Desarrollo físico
4. Desarrollo Humano (cap. 11) --------------------------------------------------------------------- Pág. 13
Desarrollo cognitivo
5. Desarrollo Humano (cap. 11) --------------------------------------------------------------------- Pág. 22
6. Psicología del niño (cap. V) ----------------------------------------------------------------------- Pág. 31
Desarrollo moral
7. Teoría del desarrollo de la fe --------------------------------------------------------------------- Pág. 35
8. Síntesis y valoración de la teoría sobre el desarrollo moral ------------------------------- Pág. 39
9. El desarrollo moral: Una introducción a la teoría de Kohlberg --------------------------- Pág. 42
Desarrollo psicosexual
10. La metamorfosis de la pubertad y el despertar de la primavera ------------------------- Pág. 43
11. Abordaje teórico y clínico del adolescente (cap. VI) ---------------------------------------- Pág. 44
12. Abordaje teórico y clínico del adolescente (cap. VII) --------------------------------------- Pág. 48
13. Abordaje teórico y clínico del adolescente (cap. X) ----------------------------------------- Pág. 51
14. Adolescente: Confluencia del bifasismo sexual en el entretiempo de la sexuación - Pág. 53
15. Adolescencia de la metapsicología a la clínica (cap. 4) ------------------------------------- Pág. 55
16. Adolescencia: Del goce orgánico al hallazgo del objeto ------------------------------------ Pág. 61
17. Adolescencia: el fin de la ingenuidad ----------------------------------------------------------- Pág. 67
Identidad
18. La identificación en la adolescencia. Tiempos difíciles ------------------------------------- Pág. 70
19. Identidad, Juventud y Crisis (cap. III) ----------------------------------------------------------- Pág. 73
20. Abordaje teórico y clínico del adolescente (cap. V) ----------------------------------------- Pág. 88
21. Extracto de grado (E. P. de I. P.) ------------------------------------------------------------------ Pág. 92
22. Proyecto de vida y decisión vocacional -------------------------------------------------------- Pág. 96
Relaciones interpersonales
23. Familia y desarrollo psicológico (cap. 5) ------------------------------------------------------ Pág. 100
24. Abordaje teórico y clínico del adolescente (cap. XI) --------------------------------------- Pág. 107
25. La confrontación generacional y la hiperseveridad del Superyó… --------------------- Pág. 111
26. Adolescencia: Del goce orgánico al hallazgo del objeto (cap. 2) ------------------------ Pág. 116
27. Apego en la adolescencia ----------------------------------------------------------------------- Pág. 120
28. Abordaje teórico y clínico del adolescente (cap. XXI) ------------------------------------- Pág. 125
29. Adolescencias: trayectorias turbulentas (cap. 6) ------------------------------------------- Pág. 128
30. Capítulo 7: La terminación de la adolescencia --------------------------------------------- Pág. 132

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Adolescencias: Un fenómeno multideterminado
Texto: “Jóvenes y sexualidad: Una mirada
sociocultural” (capítulo 2: Adolescencias y
juventudes: una perspectiva).
→ Ana Laura García.
¿Qué es ser joven hoy? Pensar las juventudes y
adolescencias como construcciones socioculturales:
Los tiempos actuales parecieran mostrar
identidades que se construyen en condiciones relativamente más móviles e impredecibles que
las de años atrás, escapando a nuestra voluntad de fijar, definir y clasificar.
El análisis de estas categorías, desde una perspectiva sociocultural, implica realizar un
movimiento reflexivo acerca de la mirada que hemos construido sobre los jóvenes.
La mirada que hemos construido sobre los jóvenes:
Las formas de configuración histórica de la juventud y la adolescencia no corresponden a un
estado “natural” sino a una producción social orientada a consagrar un estado de cosas, un
“deber de ser”; atributos que hoy percibimos como “normales”. (Duschatzky; 2003, 46)
La juventud es percibida como una etapa de transición hacia la adultez, de moratoria. Es un
momento de tránsito entre un estado y otro, de pasaje. De este modo, la caracterización de
los jóvenes que logra instalarse como hegemónica, coloca la especificidad del sujeto
adolescente en el lugar de la espera, el pasaje, la transición e inmadurez. En la definición de la
adolescencia, esta misma idea se vuelve mucho más evidente, haciéndose presente la idea de
la carencia, de la falta.
¿Dependencias que instituyen adolescencias?:
La idea de los jóvenes y adolescentes, entendidos como sujetos carentes e inmaduros,
naturaliza la visión de que los jóvenes no tienen deseos propios, no gozan de una sexualidad
plena, y son por “naturaleza” propensos a las crisis y a los cambios bruscos en el estado de
ánimo.
Se comienza a concebir y definir la inmadurez biológica, y de allí se deriva la existencia de una
incompletud sexual, una inestabilidad psicológica, etc. independientemente de cualquier otra
consideración de lo que constituye a los jóvenes. La cuestión de la identidad juvenil quedó -en
consecuencia- fuertemente asociada a las nociones de “inmadurez”, “crecimiento”, “etapas del
desarrollo” como si solo se tratara de un organismo biológico en crecimiento.
Los adolescentes, sus gustos y necesidades, han sido pensados y definidos durante mucho
tiempo; en singular. Esto quiere decir que se construyó una definición abstracta (universal y
ahistórica) del sujeto “adolescente” como si fuesen todos idénticos.
La llamada “adolescencia normal” funcionó como parámetro. Todo lo que se alejaba de esa
norma, era considerado “anormal”, “peligroso”, “disfuncional”, “un desvío”. De este modo, se
delimitaron unas realidades como válidas para el conjunto, negando el reconocimiento de
otras formas de vivir y ser adolescente.
La institución de esta visión sobre los jóvenes se pudo realizar en tanto se instituyó al mismo
tiempo, el lugar del adulto como portador de la “ley” y la autoridad, portador del saber y
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garantía de protección y cuidado. Frente a esto, cabe preguntarse: ¿Qué cambios encontramos
hoy con respecto a la función adulta?, ¿qué espera hoy un adulto de un joven?, ¿estos cambios
afectan la percepción que los jóvenes tienen de los adultos, y de sí mismos?, ¿qué espera hoy
un joven de un adulto?, y ¿qué espera de sí mismo?
Los jóvenes hoy: El “riesgo” y el “peligro” como construcciones culturales:
Según R. Reguillo, “hoy los jóvenes solo se vuelven visibles cuando se los nombra como
“problema social”. Hay una suerte de concepción epidemiológica para mirar hoy a los jóvenes,
ya que además de ser concebidos como problema social, se considera que existe la posibilidad
de “contagiarse” de ellos.
Estas nominaciones y adjetivaciones tienden a naturalizar y esencializar ciertos atributos
como si definieran de una vez y para siempre a los sujetos jóvenes, negando la condición
siempre abierta, indeterminada e incierta de las identidades (juveniles); lo que hacemos, de
algún modo, es negarles su posibilidad de decirse y nombrarse de múltiples modos (de
desplegar otros proyectos de vida, otros recorridos).
Es esta misma sociedad que convierte a los jóvenes en “sujetos peligrosos”, la que guarda
silencio respecto de los costos que los jóvenes han tenido que pagar como consecuencia de
una política social y económica de ajuste que los excluye crecientemente de los lugares y las
posibilidades para incorporarse a la sociedad.
La introducción de los plurales: Las identidades y culturas juveniles:
Como expresa Stuart Hall, (2003) “las identidades vienen de algún lado, tienen historias. Pero,
al igual que todo lo que es histórico, las identidades sufren una constante transformación.
Lejos de estar eternamente fijadas a un pasado escencializado (o a un presente que las
escencializa), están sujetas al juego de la historia, la cultura, el poder.”
Esto implica reconocer que en la actualidad estamos atravesando una mutación importante.
La juventud no constituye una categoría homogénea ni en esta época ni en ninguna otra.
Hablar de jóvenes en plural, es admitir la emergencia de identidades y culturas juveniles
reconociendo su carácter histórico y contingente. Siguiendo a Núñez, V (2004) “enfatizamos el
empleo del plural para dar cuenta de lo múltiple sin degradarlo”. “Si continuásemos hablando
de “el adolescente”, estaríamos suponiendo una especie de “normalidad”.
Adolescencias en plural, como introduce Serra, S., “es admitir, que el futuro no tiene un solo
camino, un solo modo de ser mujer, hombre, homo, hetero, ciudadano, trabajador,
profesional, etc.”. “Es ampliar y considerar las combinaciones de estos rasgos, y los múltiples
modos de habitarlos. (Serra, 2003; 18)
En resumen:
El texto aborda la conceptualización de la juventud y adolescencia como construcciones
socioculturales en constante cambio. Se cuestiona la visión tradicional que percibe a los jóvenes
como sujetos carentes e inmaduros, subrayando la influencia de normas sociales y la imposición de
una "adolescencia normal". Se destaca la transformación actual en la percepción de los jóvenes,
quienes son visibilizados principalmente como un "problema social". Se plantea la importancia de
reconocer la diversidad de identidades juveniles y su carácter histórico, desafiando la noción de
una juventud homogénea.

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Texto: “La experiencia adolescente a la búsqueda de un lugar en el mundo”
(capítulo 1: Las concepciones de la adolescencia).
→ Amparo Moreno y Cristina del Barrio.
Cuando hablamos de adolescencia, estamos aludiendo a un momento vital en el que se
suceden multitud de cambios que afectan a todos los aspectos fundamentales de una persona.
En la adolescencia, se transforma:
- Nuestro cuerpo.
- Nuestra mente.
- Nuestras relaciones familiares y sociales.
Una definición del período adolescente:
Los estudiosos hablan de la adolescencia como el período de transición entre la niñez y la
edad adulta. El intervalo temporal que cubre, suele fijarse entre los 11/12 años hasta los 18/20
años; y una adolescencia tardía (o juventud), a partir de los 18 años. En realidad, el principio y
el final de esta etapa resultan difíciles de determinar; su comienzo se asocia con la aparición
de la pubertad (la maduración física y sexual).
Si bien los cambios biológicos anuncian la adolescencia, pubertad y adolescencia no son
conceptos sinónimos, ya que esta última se define (además) por significativas
transformaciones psicológicas, sociales y culturales.
En contraposición con algunas ideologías que sostienen que la etapa adulta comienza cuando
se obtiene independencia económica, autodeterminación de recursos , autonomía personal y
la formación de un hogar propio; los propios adolescentes ponen en mayor acento los factores
psicológicos (como, por ejemplo, la responsabilidad sobre sus acciones y la forma de tomar las
decisiones).
En palabras de Kaplan (1984), “la adolescencia no es ni una repetición del pasado ni una mera
estación intermedia entre la infancia y la edad adulta. Es un espacio pleno, de historia y
potencialidad".
La adolescencia como construcción cultural:
Se ha hablado de las etapas evolutivas en el ser humano como invenciones culturales
(Wartofsky, 1983). En relacion con la adolescencia y la juventud, podríamos decir que
constituyen un producto generado socialmente que en ningún lugar ni período histórico puede
definirse en base a criterios puramente biológicos, psicológicos o jurídicos (Levi y Schmitt,
1995, p. 14 de la trad. cast.).
La adolescencia a través de la historia:
- Atenas, en el SV a.C.: Surge una de las primeras instituciones para la educación de los
adolescentes, se denominaba efebía. Esta, en un comienzo, se caracterizaba por su servicio
militar; pero luego, se enfatizó en la educación (pasó a llevar el nombre de paideia, vinculada
a las ideas de eros, amistad y reforma).
- Antigua Roma: Existía una ceremonia en la que los jóvenes varones, entre 15 y 16 años, se
despojaban de los “signos de la infancia” (la bulla o amuleto que llevaban en el cuello contra
el mal desde el nacimiento, y la toga praetexta o toga adornada de púrpura) y vestían la toga

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viril, una toga blanca que era la vestimenta cotidiana de los ciudadano. A continuación, el joven
acudía al Foro, acto con el que se intentaba señalar su incorporación a los asuntos públicos
(Fraschetti, 1995, pp. 90-91).
Años más tarde, los jóvenes vieron retrasada su incorporación plena a la vida adulta, ya que
se conseguía después de los 25 años. De este modo, la adolescencia tomó un carácter de fase
de “subordinación, marginación, limitación de derechos y de recursos, de incapacidad de
actuar como adultos”.
- Edad media y moderna: Existían clasificaciones que establecían diferencias entre la infancia,
hasta los 7 años; la pubertad, entre 7 y 14 años; y la adolescencia, entre los 14 y 21 años. Este
hecho no obsta para que autores como Ariès (1973) sostuvieran la inexistencia de la
adolescencia dada la rápida incorporación en esas épocas de los niños al mundo adulto; dado
el fenómeno de la industrialización y los cambios sociales que éste acarreó.
Así, para diferentes estudiosos, la adolescencia surge en Europa y en Estados Unidos. Se
podrían citar tres esferas fundamentales: la jurídica, la familiar y la educativa (Moreno, 1990,
pp. 434-435).
- Actualidad: Nos encontramos con una percepción de los adolescentes como personas
limitadas, adultos no logrados que, en algunos casos, lleva a la subestimación. Sin embargo,
en algunos trabajos recientes (Elkind, 1994) se afirma que esta visión de la adolescencia está
siendo suplantada por una muy diferente; denominada “postmoderna”, en la que
adolescencia sería sinónimo de elaboración y madurez en diferentes terrenos (por ejemplo, el
comportamiento sexual).
La adolescencia en las culturas tradicionales:
Esta argumentación a favor de la adolescencia como una etapa que sólo se encuentra en
sociedades tecnológicas avanzadas, ha esgrimido como prueba, entre otros datos, la existencia
de los llamados ritos de paso en determinados pueblos cazadores-recolectores.
Podría concluirse que, en este sentido, nuestros adolescentes cuentan con el beneficio de
una mayor libertad en la elección de su camino y sus metas; desgraciadamente, esa libertad,
por un lado, se ve claramente recortada por las condiciones socioeconómicas y, al mismo
tiempo, produce una dosis variable de inseguridad.
Sin idealizar otras culturas ni despreciar el valor hipotético de una moratoria social, la gran
lección que nos han brindado los antropólogos se concreta en que la adolescencia se vive de
forma diferente dependiendo de la cultura a la que se pertenece.
El estudio de la adolescencia:
En nuestro campo de especialización, la psicología, encontramos también una diversidad de
enfoques ligados a diferentes marcos teóricos:
- Teoría psicoanalítica: Los primeros psicoanalistas realmente se ocuparon poco de la
adolescencia ya que para ellos el escenario donde se representa la trama esencial que dará
lugar a la personalidad es la primera infancia.
Con todo, Freud trató la adolescencia como un período del desarrollo, en el cual, debido en
gran parte a los cambios fisiológicos que acompañan la pubertad, brotan los impulsos 25
sexuales y se produce una primacía del erotismo genital. Esta fase genital supone, por un lado,
revivir los conflictos edípicos infantiles y, por otro lado, la necesidad de resolverlos con una

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mayor independencia de los progenitores y un traspaso de los lazos afectivos a nuevos objetos
amorosos.
La fuerza de las pulsiones, entendidas como energía psicológica, hace que en la adolescencia
se produzca una vulnerabilidad acentuada de la personalidad.
Para A. Freud, la tarea fundamental que debía acometer el adolescente consistía en lograr la
autonomía y, en este camino, la independencia afectiva de los progenitores. “Ser normal
durante la adolescencia es, por sí mismo, anormal” (A. Freud, 1958, pp. 257-267).
Por otra parte, otros psicoanalistas, como, por ejemplo, Erikson (1968). Este se preocupó más
por los factores intelectuales y sociales.
Este aprendizaje social puede resultar fuente de problemas o producirse sin graves tensiones
dependiendo también de las instituciones socializadoras. En primer lugar, las influencias
vendrán del marco social general. En segundo lugar, el grado de dificultad de la transición
dependerá dé la educación ofrecida por los progenitores.
- Visión cognitivista: Ocupa un lugar destacado, gracias a la teoría de Piaget. Este autor, junto
con investigadoras como B. Inhelder (Inhelder y Piaget, 1955), considera que un rasgo
distintivo de esta etapa (que permite comprender las actuaciones y motivaciones
adolescentes) es la capacidad recién estrenada de ir más allá del presente y elaborar teorías
sobre sí mismo, la realidad física, y social. Esta capacidad de concebir posibilidades todavía no
encarnadas en el aquí y ahora se encuentra en el origen de las críticas que realizan los jóvenes
al orden familiar o social establecido.
Desde la perspectiva del ciclo vital, Baltes, Reese y Lipsitt (1980) han subrayado la necesidad
de considerar, en el estudio del desarrollo humano, tres grupos de influencias:
1. Influencias normativas; dependientes de la edad.
2. Influencias normativas; dependientes de la historia.
3. Influencias no normativas; relacionadas con acontecimientos vitales.
Por su parte, el enfoque ecológico se propone estudiar a los individuos dentro de un contexto
compuesto por niveles de coordinación múltiples e integrados entre los que se incluyen el
biológico, el individual-psicológico, el interpersonal-sodal, el institucional, el cultural y el
histórico (Lemer y Galambos, 1998, p. 415).
Bronfenbrenner, concibe el desarrollo en el seno de un conjunto de interacciones cada vez
más complejas entre diferentes personas, grupos y escenarios. El ambiente en que nos
desenvolvemos incluye diferentes sistemas, desde el más cercano (el microsistema, formado
por las relaciones y contextos más cercanos) al más alejado (el macrosistema integrado por
valores y normas culturales) de la persona. Bronfenbrenner (1995), en esta misma línea de
subrayar los factores ambientales, participa de otro enfoque (denominado perspectiva del
curso vital (Grotevant, 1998, p. 1105)) en el cual se resalta el papel que cumplen diversas
interacciones en el curso evolutivo de una persona: en primer lugar, el período histórico que
le ha tocado vivir; en segundo lugar, el momento en que tienen lugar las transiciones biológicas
y sociales relacionadas con la edad culturalmente definida; y, por último, las interacciones
recíprocas entre los miembros de la familia.
Recogiendo los puntos clave de los diversos enfoques, se han elaborado marcos generales
que podrían adoptar el papel de guías en el camino de comprender mejor la naturaleza de la

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adolescencia. Ofrecemos con este objetivo,
el modelo de Grotevant (1998), que nos
parece un claro ejemplo de lo afirmado
anteriormente (observar la imagen de la
derecha).
Los métodos de estudio de la adolescencia:
Existen algunas técnicas que resultan
oportunas a la hora de recoger información
suministrada por el propio adolescente;
entre estas, se encuentran los cuestionarios,
las entrevistas y los estudios de casos.
También se destaca la implementación de
una observación estructurada.
Por último, los investigadores de la
adolescencia poseen otros recursos para
aproximarse a los adolescentes como
pueden ser los diarios de los propios
adolescentes o las observaciones realizadas
por sus progenitores o docentes.
En resumen:
El texto aborda la adolescencia como una etapa vital de intensos cambios en el cuerpo, mente y
relaciones familiares y sociales. Se define la adolescencia como la transición entre la niñez y la
adultez, aproximadamente entre los 11/12 y 18/20 años, con énfasis en la pubertad y
transformaciones psicológicas y sociales. Se cuestiona la noción de independencia económica
como inicio de la adultez, destacando factores psicológicos según la perspectiva de los propios
adolescentes.
La adolescencia se presenta como una construcción cultural que ha evolucionado a lo largo de la
historia, desde instituciones en la antigua Atenas hasta ceremonias en la antigua Roma. Se
mencionan clasificaciones en la Edad Media y Moderna, y se destaca la percepción actual de los
adolescentes como personas en desarrollo, con una visión "postmoderna" que enfatiza la madurez
en diversos aspectos, como el comportamiento sexual.
El estudio de la adolescencia desde perspectivas psicoanalíticas, cognitivistas y ecológicas se
aborda, destacando la capacidad cognitiva en esta etapa y la influencia de factores normativos,
históricos y no normativos. Se presentan métodos de estudio, como cuestionarios, entrevistas y
observaciones, para comprender mejor esta fase de la vida.

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Texto: “Adolescencia: Desarrollo, relaciones y cultura” (capítulo 2:
Adolescentes desde el contexto teórico).
→ F. Philip Rice.
Existen diferentes puntos de vista sobre que es la adolescencia; estudios de biólogos,
psiquiatras, psicólogos, ecólogos, sociólogos, psicólogos sociales y antropólogos. Al
comprender diferentes puntos de vista, conseguimos una imagen más real; más completa.
Visión biológica sobre la adolescencia:
Enfatiza este periodo como maduración física y sexual durante el cual tiene lugar importantes
cambios evolutivos en el cuerpo del niño. También señala los factores genéticos como una
causa fundamental de cualquier cambio conductual y psicológico en el adolescente. El
crecimiento y la conducta están bajo el control de fuerzas madurativas internas, dejando poco
espacio para las influencias ambientales. El desarrollo ocurre siguiendo un patrón universal,
independientemente del ambiente sociocultural.
La teoría de Gesell es esencialmente una teoría orientada biológicamente, sugiriendo que la
maduración está mediada por los genes y la biología, los cuales determinan el orden de
aparición de rasgos conductuales y tendencias evolutivas.
Se habla de un determinismo biológico que impide a los profesores y padres hacer nada para
influir sobre el desarrollo humano, ya que se trata de un proceso de maduración natural, que
asume que el tiempo por sí mismo resolverá la mayoría de los problemas menores que
aparecen al criar a los niños.
Gesell intentó tener en consideración las diferencias individuales, con sus propios “factores
genéticos o constitución individual y secuencias de maduración innatas”. Pero enfatizó que “la
influencia de la cultura nunca puede trascender a la maduración”, porque la maduración es de
importancia primordial; consideraba que muchos principios, tendencias y secuencias eran
universales para los humanos.
Sus descripciones indican frecuentemente cambios profundos y repentinos de una edad a la
siguiente. También resaltó que el desarrollo no es sólo ascendente, sino en espiral,
caracterizado tanto por los cambios ascendentes como por los descendentes que causan
alguna repetición en diferentes edades.
Las críticas principales iban relacionadas con su muestra. Incluso, cuando se consideraran
únicamente los factores físicos, los niños difieren tanto en el nivel y en el ritmo de crecimiento
que es difícil establecer normas para cualquier nivel de edad.
Visión psicoanalítica sobre la adolescencia:
Sigmund Freud (1856-1939) no se implicó en gran medida en las teorías sobre la
adolescencia, ya que consideraba que los primeros años de vida del niño eran los formativos.
Describió la adolescencia como un período de excitación sexual, ansiedad y en ocasiones
perturbación de la personalidad. La pubertad, según Freud, es la culminación de una serie de
cambios destinados a terminar con la vida sexual infantil, dando lugar a la forma normal.
En la pubertad, la etapa genital (el proceso de “encontrar un objeto”) llega a su término. Junto
a la maduración de los órganos sexuales externos e internos, surge un fuerte deseo por
resolver la tensión sexual que se produce. Esta resolución demanda un objeto de amor; los
adolescentes se sienten arrastrados por alguien que puede resolver tales tensiones.
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Freud destacó dos elementos importantes en el objetivo sexual del adolescente:
- Físico.
- Sexual.
Una parte importante del proceso de maduración en la adolescencia es la pérdida de los lazos
emocionales infantiles con los padres. La relación padres-hijo cambio hacia una mayor
cooperación, igualdad y reciprocidad a medida que el hijo se hace una persona autónoma
dentro del contexto de la familia.
Anna Freud (1895-1982), hija de Sigmund Freud, se interesó más por el período de la
adolescencia. Ella caracterizada esta etapa como un período de conflicto interno, de
desequilibrio psíquico, de conducta errática. Mencionaba que los adolescentes son, por un
lado, egoístas, contemplándose a sí mismos como el único objeto de interés y el centro del
universo; pero también capaces de sacrificio y la devolución. Forman relaciones de amor
apasionado; en ocasiones, desean una implicación social, completa y participación en grupo y
otras veces desean soledad.
Los impulsos para satisfacer los deseos, de acuerdo con el principio de placer, denominados
como “ello”, aumentan durante la adolescencia. Estos impulsos instintivos presentan un reto
directo al “Yo” y al “Superyó” individual.
Visión psicosocial sobre la adolescencia:
Erik Erikson (1902-1994) modificó la teoría de Freud sobre el desarrollo psicosexual. Describió
ocho etapas del desarrollo humano, en las cuales el individuo tiene que superar una tarea
psicosocial:
1. Infancia: Confianza frente a desconfianza.
2. Niñez temprana: Autonomía frente a vergüenza y duda.
3. Edad del juego: Iniciativa frente a culpa.
4. Edad escolar: Destreza frente a inferioridad.
5. Adolescencia: Identidad frente a confusión.
6. Edad adulta temprana: Intimidad frente a aislamiento.
7. Madurez: Productividad frente a estancamiento.
8. Vejez: Integridad del Yo frente a disgusto y desesperanza.
La formación de la identidad, como resalta Erikson, ni comienza ni termina en la adolescencia;
es un proceso que dura toda la vida, ampliamente inconsciente para el individuo.
Erikson creía que durante la adolescencia debe haber una integración de todos los elementos
de identidad convergentes y una resolución de conflicto, que dividió en siete partes:
1. Perspectiva temporal frente a confusión en el tiempo: Ganar un sentido del tiempo y de
la continuidad en la vida es crítico. Se debe coordinar el pasado y el futuro; significa
aprender a estimar y ubicarse en el tiempo.
2. Seguridad en uno mismo frente a avergonzarse de sí mismo: Desarrollo de la confianza
en uno mismo, basada en las experiencias pasadas; de forma que una persona cree en sí
misma y siente que hay una probabilidad razonable de conseguir los objetivos a futuro.
3. Experimentación de funciones frente a fijación de funciones: La oportunidad de probar
las diferentes funciones que pueden ejercer en la sociedad; es decir, muchas identidades.
4. Aprendizaje frente a estancamiento en el trabajo: El adolescente tiene una oportunidad
de explorar y probar diferentes ocupaciones antes de decidirse por un empleo.

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5. Polarización sexual frente a confusión bisexual: Es importante, según Erikson, que los
adolescentes desarrollen una identificación clara con un sexo o con el otro como la base
de la intimidad heterosexual futura y como la fase para una identidad firme.
6. Líder y seguidor frente a confusión de autoridad: A medida que los adolescentes
expanden sus horizontes sociales, se inician en el aprendizaje de la toma de
responsabilidades de liderazgo, así como el de seguir a otros.
7. Compromiso ideológico frente a confusión de valores: La construcción de una ideología
guía otros aspectos de la conducta.
Robert Havighurst destacó lo que piensa que son las ocho tareas evolutivas:
1. Aceptar al propio físico y utilizar el cuerpo con eficacia.
2. Formar relaciones nuevas y más maduras con los iguales de ambos sexos.
3. Adoptar un rol sexual social masculino o femenino.
4. Alcanzar independencia emocional de los padres y otros adultos.
5. Prepararse para una profesión.
6. Prepararse para la vida en matrimonio o en familia.
7. Desear y lograr una conducta socialmente responsable.
8. Adoptar un conjunto de valores y un sistema como guía de la conducta, desarrollar una
ideología.
Visión cognitiva sobre la adolescencia:
Jean Paul Piaget (1896-1980), se interesó por el desarrollo cognitivo humano. Señaló cuatro
etapas:
1. Etapa sensoriomotora: Desde el nacimiento hasta los 2 años.
2. Etapa preoperacional: Desde los 2 a los 7 años.
3. Etapa operacional: Desde los 7 a los 11 años.
4. Etapa operacional formal: Desde los 11 años en adelante.
Robert Selman, señala que asumir la perspectiva social de los demás es la capacidad para
comprenderse a una mismo y a los demás como sujetos, a reaccionar hacia los otros como
hacia uno mismo, a reaccionar ante la propia conducta desde el punto de vista de otros.
Selman describe cinco etapas:
1. Etapa de toma de perspectiva diferencial o subjetiva, o etapa informativo-social.
2. Adopción de una perspectiva autorreflexiva o toma de perspectiva recíproca (de 8 a 10
años).
3. Etapa de la toma de perspectiva mutua o de una tercera persona (desde los 10 a los 12
años).
4. Etapa de toma de perspectiva individual profunda y dentro del sistema social
(adolescencia y edad adulta).
Visión ecológica sobre la adolescencia:
Urie Bronfenbrenner (1978, 1987) desarrolló un modelo ecológico para la comprensión de
las influencias sociales. Las nfluencias sociales pueden ser agrupadas en una serie de sistemas
que se extienden más allá del adolescente. El adolescente es el centro de los sistemas.
- Microsistema: Influencias más inmediatas sobre el adolescente. Los microsistemas cambian
cuando los adolescentes entran o salen de diferentes contextos sociales.

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- Mesosistema: Implica las relaciones recíprocas entre los diferentes contextos del
microsistema. Un microsistema y un mesosistema pueden reforzarse mutuamente o ejercer
influencias opuestas.
- Exosistema: Compuesto de aquellos contextos en los que el adolescente no juega un papel
activo, pero que, sin embargo, influyen sobre él.
- Macrosistema: Incluye las ideologías, actitudes, moralidad, costumbres, leyes de una cultura
particular. Incluye un cuerpo de valores educativos, económicos, religiosos, políticos y sociales.
El macrosistema es quien determina quién es un adulto y quién un adolescente.
Visión del aprendizaje social-cognitivo sobre la adolescencia:
La teoría del aprendizaje social se interesa por las relaciones entre los factores sociales y
ambientales y su influencia sobre la conducta.
Albert Bandura, nacido en 1925, destaca por su visión que resalta que los niños aprenden por
medio de la observación de la conducta de otros e imitando ese patrón.
Se mencionan dos características principales:
- Modelado y conducta agresiva.
- El papel del refuerzo.
Bandura, ha ampliado su teoría; incluyendo el papel de la cognición. Este, destacó que, en
gran medida, determinan sus propios destinos eligiendo sus entornos futuros, así como otras
metas que les gustaría conseguir. Las personas reflexionan y regulan sus propios
pensamientos, sentimientos y acciones para conseguir sus meta. Es decir, la forma en que
interpretan las influencias ambientales, individuales, determina su actuación.
Visión antropológica sobre la adolescencia:
Los tipos de influencias que moldean al niño, dependen de la cultura en que éste se
desarrolla.
Las teorías de Margaret Mead, Ruth Benedict y otros antropólogos culturales, han sido
denominadas determinismo y relativismo culturales porque los antropólogos resaltan la
importancia del entorno social.
Los antropólogos cuestionan las verdades básicas de todas las teorías sobre las edades y
etapas del desarrollo del niño y del adolescente. Este principio de continuidad del
condicionamiento cultural puede ilustrarse por medio de tres ejemplos propuestos por
Benedict (1938) y Mead (1950):
1. Las funciones responsables de los niños en las sociedades primitivas contrastan con las
funciones no responsables de los niños en la cultura occidental.
2. El papel sumiso que tienen los niños en la cultura occidental contrasta con el papel
dominante de los niños en las sociedades primarias.
3. La similitud en los roles sexuales de los niños y adultos en las funciones primitivas se
contrapone con los roles sexuales diferentes para niños y adultos en la cultura occidental.
Algunos antropólogos y psicólogos emiten dudas sobre la universalidad de las edades y las
etapas de crecimiento de los niños en todas las culturas. Sólo aquellas sociedades que ponen
el acento en la discontinuidad en la conducta son descritas como “sociedades de edad-grado”.

11
La rapidez del cambio social, los sistemas de valores plurales y la tecnología moderna, hacen
que el mundo parezca demasiado complejo e imprevisible para los adolescentes como para
proporcionarles un marco de referencias estable.

En resumen:
El texto aborda diversas perspectivas sobre la adolescencia, destacando puntos de vista
biológicos, psicoanalíticos, psicosociales, cognitivos, ecológicos y antropológicos.
Desde la visión biológica, se enfatiza la maduración física y sexual, atribuyendo los cambios a
factores genéticos. La teoría de Gesell sugiere un determinismo biológico que limita la influencia
de factores externos en el desarrollo.
La perspectiva psicoanalítica, influenciada por Freud y Anna Freud, destaca la pubertad como la
culminación de cambios para poner fin a la vida sexual infantil. Freud también aborda la pérdida
de lazos emocionales con los padres durante la adolescencia.
La visión psicosocial de Erikson presenta la adolescencia como una etapa de formación de
identidad, subrayando la resolución de conflictos en siete áreas, como la perspectiva temporal y la
seguridad en uno mismo.
Desde la perspectiva cognitiva, Piaget identifica cuatro etapas en el desarrollo cognitivo humano.
Selman destaca la capacidad de asumir la perspectiva social de los demás como crucial en la
adolescencia.
La visión ecológica de Bronfenbrenner considera influencias sociales en diversos sistemas, como
microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema.
La teoría del aprendizaje social-cognitivo de Bandura enfatiza el papel de la observación y la
imitación en el aprendizaje, incorporando la cognición y la autorregulación.
Desde la perspectiva antropológica, se destaca la importancia del entorno social en la formación
del adolescente. Margaret Mead y Ruth Benedict cuestionan las verdades universales sobre el
desarrollo, resaltando la variabilidad cultural.
En general, el texto sugiere que comprender la adolescencia requiere considerar múltiples
perspectivas para obtener una imagen más completa.

12
Desarrollo físico
Texto: “Desarrollo Humano” (capítulo 11:
Desarrollo físico y cognoscitivo en la
adolescencia – Páginas 354 a 372).
→ Papalia, Olds y otros.
Adolescencia: una transición del desarrollo:
En las sociedades modernas, el paso de la niñez a
la adultez no se distingue por un único suceso, sino
por un largo periodo conocido como adolescencia;
transición del desarrollo que implica cambios físicos, cognoscitivos, emocionales y sociales, y
que adopta distintas formas en diferentes escenarios sociales, culturales y económicos.
Un cambio físico importante es el inicio de la pubertad, el proceso que lleva a la madurez
sexual o fertilidad, es decir, la capacidad de reproducirse.
La adolescencia abarca aproximadamente el lapso entre los 11 y 19/20 años.
La Adolescencia como construcción social:
En las sociedades preindustriales se consideraba que los niños eran adultos cuando
maduraban físicamente, o empezaban el aprendizaje de una vocación.
Recién en el siglo XX, la adolescencia fue definida como una etapa diferenciada de la vida en
el mundo occidental.
En la actualidad, se ha convertido en un fenómeno global, adoptando distintas formas en las
diferentes culturas.
Adolescencia: una época de oportunidades y riesgos:
La adolescencia ofrece oportunidades para crecer, no sólo en relación con las dimensiones
físicas sino también en la competencia cognoscitiva y social , la autonomía, la autoestima y la
intimidad. Los jóvenes que tienen relaciones de apoyo con los padres, la escuela y la
comunidad tienden a desarrollarse de una manera saludable y positiva (Youngblade et al.,
2007).
Pubertad:
La pubertad implica cambios biológicos notables. Parte de un largo y complejo proceso de
maduración.
Cómo empieza la pubertad: Cambios hormonales:
La pubertad es resultado de la producción de varias hormonas. La pubertad está marcada por
dos etapas:
1) La activación de las glándulas suprarrenales.
2) La maduración de los órganos sexuales (unos cuantos años más tarde).
La primera etapa ocurre durante los 6 u 8 años. Las glándulas suprarrenales secretan niveles
gradualmente crecientes de andrógenos, sobre todo dehidroepiandrosterona (DHEA) (Susman
y Rogol, 2004).

13
A los 10 años, los niveles de DHEA son 10 veces mayores de lo que eran entre las edades de
uno y cuatro años. La DHEA influye en el crecimiento del vello púbico, axilar y facial, así como
en un crecimiento corporal más rápido, mayor grasa en la piel y en el desarrollo del olor
corporal.
La maduración de los órganos sexuales desencadena una segunda explosión en la producción
de dehidroepiandrosterona (DHEA), que luego se eleva a niveles adultos (McClintock y Herdt,
1996). En esta segunda etapa:
- Los ovarios de las niñas aumentan su producción de estrógeno, lo que estimula el
crecimiento de los genitales femeninos y el desarrollo de los senos y del vello púbico y axilar.
- En los varones, los testículos incrementan la producción de andrógenos, en particular
testosterona, que estimula el crecimiento de los genitales masculinos, la masa muscular y el
vello corporal.
El momento preciso en que empieza esta importante actividad hormonal parece depender
de que se alcance la cantidad crítica de grasa corporal que se necesita para la reproducción
exitosa. Por consiguiente, las niñas con un porcentaje más alto de grasa corporal en la niñez
temprana y las que experimentan un aumento de peso inusual entre los cinco y nueve años
suelen mostrar un desarrollo puberal más temprano (Davison, Susman y Birch, 2003, Lee et
al., 2007).
Algunas investigaciones atribuyen la mayor emocionalidad y mal humor de la adolescencia
temprana a esos desarrollos hormonales. En realidad, emociones negativas como la aflicción
y la hostilidad, así como los síntomas de depresión que muestran las niñas, tienden a aumentar
a medida que progresa la pubertad (Susman y Rogol, 2004). Sin embargo, otros factores, como
el sexo, edad, temperamento y el momento de la pubertad, pueden moderar o incluso
cancelar las influencias hormonales (Buchanan, Eccles y Becker, 1992).
Tiempo, signos y secuencia de la pubertad y la madurez sexual:
En la actualidad, los cambios que anuncian la pubertad suelen empezar a los ocho años en
las niñas y a los nueve en los varones (Susman y Rogol, 2004), pero existe un amplio rango de
edades en las cuales se manifiestan diversos cambios.
El proceso puberal por lo general dura de tres a cuatro años en ambos sexos.
Características sexuales primarias y secundarias:
Las características sexuales primarias son los órganos necesarios para la reproducción
- En la mujer son los ovarios, las trompas de Falopio, el útero, el clítoris y la vagina.
- En los hombres incluyen los testículos, el pene, el escroto, las vesículas seminales y la
próstata.
Durante la pubertad esos órganos se agrandan y maduran.
Las características sexuales secundarias son signos fisiológicos de la maduración sexual que
no involucran de manera directa a los órganos sexuales (por ejemplo, los senos en las mujeres
y los hombros anchos en los varones). Otras características sexuales secundarias son los
cambios en la voz y la textura de la piel, el desarrollo muscular y el crecimiento de vello: púbico,
facial, axilar y corporal.

14
Esos cambios se despliegan en una
secuencia que es mucho más constante
que el momento de su aparición, aunque
varía un poco.
Signos de la pubertad:
Los primeros signos externos de la
pubertad suelen ser el tejido de los senos
y el vello púbico en las niñas y el aumento
de tamaño de los testículos en los niños
(Susman y Rogol, 2004).
El vello púbico, al principio lacio y sedoso,
con el tiempo se vuelve grueso, oscuro y
rizado.
- A los muchachos suele alegrarles ver el
vello en el rostro y el pecho.
- A las niñas, por lo general, les surge la aparición de una pequeña cantidad de vello en el
rostro o alrededor de los pezones; lo cual es normal.
La voz se hace más profunda, en especial en los niños (lo que en parte es una respuesta al
crecimiento de la laringe y en parte a la producción de las hormonas masculinas).
La piel se vuelve más gruesa y grasosa. La mayor actividad de las glándulas sebáceas puede
producir espinillas y puntos negros. El acné es más común en los varones y parece relacionarse
con las mayores cantidades de testosterona.
El estirón del crecimiento adolescente:
Aumento rápido de la estatura, peso y crecimiento muscular y óseo que ocurre durante la
pubertad.
- En las niñas, por lo general, empieza entre los 9 años y medio y los 14 años y medio
(alrededor de los 10).
- En los niños entre los 10 años y medio y los 16 años (por lo general, a los 12 o 13).
Tanto la hormona del crecimiento como las hormonas sexuales (andrógenos y estrógeno)
contribuyen a este patrón normal del crecimiento puberal (Susman y Rogol, 2004).
- Las niñas, por lo general, alcanzan su estatura máxima a los 15 años
- Los varones alcanzan su altura máxima a los 17 años.
La tasa del crecimiento muscular llega a su punto más alto a los 12 años y medio en las niñas
y a los 14 años y medio en los muchachos (Gans, 1990).
- Un niño se hace más grande en general: Sus hombros son más anchos, sus piernas más
largas en relación con el tronco y sus ante - brazos son más largos en relación con la parte
superior del brazo y a su estatura.
- La pelvis de la niña se ensancha para facilitar la maternidad y bajo su piel se acumulan capas
de grasa, lo que le da una apariencia más redondeada. En ellas, la grasa se acumula dos veces
más rápido que en los varones (Susman y Rogol, 2004).

15
Dado que cada uno de esos cambios sigue su propio programa, algunas partes del cuerpo
pueden estar fuera de proporción por un tiempo.
Signos de madurez sexual: producción de esperma y menstruación:
La maduración de los órganos reproductivos genera el inicio de dos procesos:
- El principal signo de la madurez sexual en los muchachos es la producción de esperma. La
primera eyaculación , o espermarquia, ocurre en promedio a los 13 años. Un niño puede
despertar y encontrar una mancha húmeda o seca y endurecida en las sábanas (el resultado
de una emisión nocturna, es decir, una eyaculación involuntaria de semen; conocida como
sueño húmedo).
- El principal signo de madurez sexual en las niñas es la menstruación, el desprendimiento
mensual del tejido del revestimiento del útero. La primera menstruación, llamada menarquia,
ocurre bastante tarde en la secuencia del desarrollo femenino; su momento normal de
aparición puede variar entre los 10 años y los 16 años y medio.
Influencias y efectos del momento de la pubertad:
A partir de la revisión de fuentes históricas, los científicos del desarrollo han encontrado una
tendencia secular (es decir, que abarca varias generaciones) en el inicio de la pubertad.
Algunas tendencias:
- Los niños que son más sanos, están mejor nutridos y reciben mejores cuidados maduren
antes y crezcan más (Slyper, 2006).
- La madurez sexual ocurre a una edad promedio más temprana en los países desarrollados
que en los que no lo son.
- Investigaciones han comprobado que la edad de la primera menstruación de una niña tiende
a ser similar a la de su madre (Maisonet et al., 2010) si la nutrición y los estándares de vida se
mantienen estables de una generación a la siguiente (Susman y Rogol, 2004).
- Las niñas que en la edad preescolar tuvieron relaciones cercanas y de apoyo con sus padres
suelen entrar a la pubertad más tarde que las niñas cuyas relaciones con sus padres fueron
frías o distantes, o que las niñas criadas por madres solteras (Belsky, Steinberg, et al., 2007;
Ellis, McFadyen-Ketchum, Dodge, Pettit y Bates, 1999).
- Factores contextuales como el origen étnico, la escuela y el vecindario pueden ser decisivos.
(por ejemplo, es más probable que las niñas de maduración temprana se involucren en riesgos
sexuales (Belsky et al., 2010).
El cerebro adolescente:
Entre la pubertad y la adultez temprana
tienen lugar cambios espectaculares en
las estructuras del cerebro involucradas
en las emociones , el juicio, la
organización de la conducta y el
autocontrol.
Existe una interacción de dos redes
cerebrales:

16
- Red socioemocional: Sensible a estímulos sociales y emocionales (por ejemplo, la influencia
de los pares).
- Red de control cognoscitivo: Regula las respuesta de los estímulos.
La red socioemocional incrementa su actividad en la pubertad, mientras que la red del control
cognoscitivo madura de manera más gradual hacia la adultez temprana. Esos hallazgos pueden
ayudar a explicar la tendencia de los adolescentes a mostrar arrebatos emocionales y
conductas de riesgo y por qué la toma de riesgos suele ocurrir en grupos (Steinberg, 2007).
Los adolescentes tempranos (de 11 a 13 años) tendían a usar la amígdala, una pequeña
estructura con forma de almendra que se localiza en lo profundo del lóbulo temporal y que
tiene una importante participación en las reacciones emocionales e instintivas.
Los adolescentes mayores (14 a 17 años) mostraron patrones más similares a los adultos,
pues usaban los lóbulos frontales que manejan la planeación, el razonamiento, el juicio, la
regulación emocional y el control de impulsos, lo cual permite hacer juicios razonados más
certeros.
Para entender la inmadurez del cerebro adolescente, también es necesario revisar los
cambios en la estructura y composición de la corteza frontal.
- Primero, en la adolescencia, continúa en los lóbulos frontales el incremento de la materia
blanca que es típico del desarrollo del cerebro en la niñez (ACT for Youth, 2002; Blakemore y
Choudhury, 2006; Kuhn, 2006; NIMH, 2001b).
- Segundo, la poda de las conexiones dendríticas que no se utilizaron durante la niñez da por
resultado una reducción de la densidad de la materia gris (células nerviosas ), lo cual aumenta
la eficiencia del cerebro.
Cerca de la pubertad empieza una aceleración importante de producción de materia gris en
los lóbulos frontales. Después del estirón del crecimiento, disminuye en gran medida la
densidad de la materia gris. Por consiguiente, entre la adolescencia media y tardía los jóvenes
tienen menos conexiones neuronales, pero éstas son más fuertes, homogéneas y eficaces, lo
que aumenta la eficiencia del procesamiento cognoscitivo (Kuhn, 2006).
Salud física y mental:
Según una encuesta que realizó la Organización Mundial de la Salud (Scheidt, Overpeck,
Wyatt y Aszmann, 2000), en los países industrializados de occidente, nueve de cada diez
jóvenes de 11 a 15 años se consideran saludables. Sin embargo, muchos de ellos, en especial
muchachas, informan de problemas frecuentes de salud como dolores de cabeza, de espalda
y de estómago, nerviosismo y sentimientos de cansancio, soledad o depresión.
Actividad física:
Los beneficios del ejercicio regular incluyen mayor fuerza y resistencia, huesos y músculos
más sanos, control del peso, disminución de la ansiedad y el estrés así como mejora de la
autoestima, las calificaciones escolares y el bienestar.
El ejercicio también disminuye la probabilidad de que el adolescente participe en conductas
de riesgo.
Un estilo de vida sedentario puede tener como resultado un mayor riesgo de obesidad y
diabetes tipo II, dos problemas que son cada vez más comunes entre los adolescentes.
También puede aumentar la probabilidad de enfermedades cardiacas y de cáncer en la adultez.
17
Necesidades y problemas del sueño:
En un estudio que se realizó en 28 países industrializados, un promedio de 40% de los
adolescentes (sobre todo los varones) indicaba somnolencia matutina al menos una vez a la
semana, y 22% dijo sentirse adormilado casi todos los días (Scheidt et al., 2000).
A medida que crecen, los niños suelen ir a la cama más tarde y duermen menos los días en
que concurren a la escuela. El adolescente promedio que a los nueve años dormía más de 10
horas por la noche a los 16 duerme menos de ocho horas (Eaton et al., 2008; Hoban, 2004).
En realidad, los adolescentes necesitan tanto sueño o más que cuando eran más jóvenes
(Hoban, 2004; Iglowstein et al., 2003).
La privación de sueño puede minar la motivación y ocasionar irritabilidad, además de afectar
la concentración y el desempeño escolar.
Nutrición y trastornos alimentarios:
La buena nutrición es importante para apoyar el rápido crecimiento de la adolescencia y para
establecer hábitos alimentarios saludables que se prolonguen en la adultez.
Obesidad:
Los adolescentes con sobrepeso suelen tener más problemas de salud que sus pares y es más
probable que les resulte difícil asistir a la escuela, realizar tareas domésticas o participar en
actividades agotadoras o de cuidado personal (Swallen, Reither, Haas y Meier, 2005).
Un estudio realizado en California con 878 niños de 11 a 15 años reveló que la falta de
ejercicio era el principal factor de riesgo para el sobrepeso en niños y niñas (Patrick et al.,
2004).
Imagen corporal y trastornos alimentarios:
La preocupación por la imagen corporal puede dar lugar a esfuerzos obsesivos por controlar
el peso (Davison y Birch, 2001; Schreiber et al., 1996; Vereecken y Maes, 2000). Este patrón es
más común entre las niñas que en los varones y es menos probable que se relacione con
problemas reales de peso.
De acuerdo con un estudio prospectivo de cohortes, las actitudes de los padres y las imágenes
de los medios juegan un papel mayor que la infl uencia de los pares en el fomento de las
preocupaciones por el peso (A. E. Field et al., 2001).
La preocupación excesiva por el control del peso y la imagen corporal puede ser un síntoma
de anorexia nerviosa o de bulimia nerviosa , dos trastornos que implican patrones anormales
de consumo de alimento. Esos trastornos crónicos se presentan en todo el mundo, sobre todo
entre las adolescentes y las mujeres jóvenes.
Anorexia nerviosa:
Este padecimiento, también llamado autoinanición , es una amenaza potencial para la vida.
Las personas con anorexia tienen una imagen corporal distorsionada y, aunque su peso es
mucho más bajo de lo normal, creen que están demasiado gordas.
De manera paradójica, la anorexia es deliberada e involuntaria a la vez: una persona afectada
rechaza la comida que necesita para nutrirse, pero no puede dejar de hacerlo, aunque la
recompensen o la castiguen.
Bulimia nerviosa:
18
Una persona con bulimia, por
lo regular, pasa por enormes
atracones de breve duración,
para luego tratar de purgar el
alto consumo de calorías por
medio de la inducción del
vómito , de dietas o ayuno
estricto, de ejercicio
excesivamente vigoroso, o
bien de laxantes, enemas o
diuréticos. Esos episodios
ocurren al menos dos veces
por semana, durante un
mínimo de tres meses
(American Psychiatric
Association, 2000).
Por lo general, las personas
con bulimia no tienen
sobrepeso, pero están
obsesionadas por su peso y su
físico.
Un problema relacionado, el
trastorno de atracones
compulsivos , involucra atracones frecuentes, pero sin el ayuno, ejercicio o vómito posteriores.
La gente que tiene atracones frecuentes suele tener sobrepeso y experimentar malestar
emocional; junto con otros trastornos médicos y psicológicos.
Tratamiento y resultados de los trastornos alimentarios:
Se menciona que la terapia cognitivo-conductual es utilizada para los padecimientos de
anorexia y bulimia. Y se destaca la importancia de la inclusión de la familia dentro del
tratamiento.
Entre los pacientes que sobreviven a la anorexia, menos de la mitad logran una recuperación
completa y sólo una tercera parte obtiene una verdadera mejoría; 20% se mantiene
crónicamente enfermo (Steinhausen, 2002). Las tasas de recuperación de la bulimia alcanzan
un promedio de 30 a 50% después de la terapia cognitivo-conductual, y muchos otros
pacientes muestran mejoras (Wilson et al., 2007).
Consumo y abuso de sustancias:
Aunque la gran mayoría de los adolescentes no abusan de las drogas, una importante minoría
sí lo hace. El abuso de sustancias implica el consumo dañino de alcohol o de otras drogas que
puede dar lugar a la dependencia a las drogas o adicción, la cual puede ser fisiológica,
psicológica o ambas y es probable que continúe en la adultez.
Alcohol, mariguana y tabaco:

19
El alcohol es una potente droga psicotrópica con efectos
importantes en el bienestar físico, emocional y social. Su
consumo constituye un problema grave en muchos países
(Gabhainn y François, 2000).
Un estudio reciente que empleó las técnicas de
imagenología por resonancia magnética reveló que el
consumo excesivo de alcohol en adolescentes puede
afectar el pensamiento y la memoria al dañar la “materia
blanca” sensible del cerebro (McQueeny et al., 2009).
Los adolescentes son más
vulnerables que los adultos a
los efectos negativos del
alcohol, inmediatos y a largo
plazo, sobre el aprendizaje y
la memoria (White, 2001).
El consumo excesivo de
marihuana puede dañar el
cerebro, el corazón, los
pulmones y el sistema
inmunológico, además de
ocasionar deficiencias
nutricionales, infecciones
respiratorias y otros problemas físicos. Puede disminuir la motivación, incrementar la
depresión, interferir con las actividades diarias y causar problemas familiares. Su consumo
también puede afectar la memoria, la velocidad del pensamiento, el aprendizaje y el
desempeño escolar. Puede disminuir la percepción, el estado de alerta, el lapso de atención,
el juicio y las habilidades motoras necesarias para conducir un vehículo y por ende puede
contribuir a los accidentes de tráfico.
La edad promedio para empezar a beber alcohol es la comprendida entre los 13 y los 14 años,
aunque algunos niños comienzan antes. Los jóvenes que empiezan a consumir alcohol a una
edad temprana suelen tener problemas de conducta o tener hermanos que son dependientes
del alcohol (Kuperman et al., 2005). Quienes lo hacen antes de los 15 años son cinco veces
más propensos a padecer alcoholismo que quienes empiezan a beber a los 21 años o más
tarde (SAMHSA, 2004a).
Depresión:
La prevalencia de la depresión aumenta durante la
adolescencia. Un promedio anual de casi 9% de los
jóvenes de entre 12 y 17 años había experimentado por
lo menos un episodio de depresión mayor, y sólo cerca de
40% de ellos había recibido tratamiento (National Survey
on Drug Use and Health [NSDUH], 2008).
La depresión en los jóvenes no necesariamente se
presenta como tristeza sino como irritabilidad,
aburrimiento o incapacidad para experimentar placer.

20
Una razón por la que es necesario tomarla en serio es el riesgo de suicidio (Brent y Birmaher,
2002).
La hospitalización puede ser necesaria en el caso de los adolescentes deprimidos que no
responden al tratamiento ambulatorio, son adictos a las drogas, presentan síntomas de
psicosis o parecen suicidas.
Una opción de tratamiento para los adolescentes con síntomas depresivos es la psicoterapia.
Un análisis de todos los estudios disponibles encontró que la psicoterapia cognitiva o no
cognitiva puede ser eficaz en corto plazo, pero que sus efectos no duran más de un año (Weisz,
McCarty y Valeri, 2006).
Muerte en la adolescencia:
La muerte en la adolescencia siempre es trágica y, por lo regular,
accidental, pero no del todo.
Los jóvenes que consideran o intentan el suicidio suelen tener
antecedentes de enfermedades emocionales. Es probable que sean
perpetradores o víctimas de la violencia y que tengan problemas
académicos o conductuales en la escuela. Muchos sufrieron
maltrato en la niñez y tienen graves dificultades en sus relaciones.
Tienden a pensar mal de sí mismos, a sentirse indefensos y a tener
un pobre control de impulsos y poca tolerancia a la frustración y al
estrés. Esos jóvenes a menudo están distanciados de sus padres y
no tienen a nadie fuera de la familia a quien recurrir. También suelen
haber intentado el suicidio antes o a tener amigos o familiares que
lo hicieron (Borowsky, Ireland y Resnick, 2001; Brent y Mann, 2006;
Garland y Zigler, 1993; Johnson et al., 2002; NIMH, 1999a; “Suicide.
Part I”, 1996; Swedo et al., 1991).
En resumen:
La adolescencia es un periodo de transición del desarrollo que abarca aproximadamente de los
11 a los 19/20 años, caracterizado por cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales. La
pubertad marca el inicio de cambios biológicos notables, como el desarrollo de órganos sexuales y
la producción de hormonas. La pubertad suele empezar a los 8 años en las niñas y a los 9 en los
niños, durando alrededor de 3 a 4 años.
La adolescencia, considerada como construcción social, ha evolucionado a lo largo del tiempo y
adopta diversas formas en diferentes culturas. Este período ofrece oportunidades y riesgos, siendo
influenciado por factores como el apoyo de los padres y el entorno.
El artículo también destaca la importancia de la salud física y mental en la adolescencia,
incluyendo la necesidad de sueño adecuado, nutrición, y la prevención de trastornos alimentarios
como la anorexia y la bulimia. Se aborda también el consumo y abuso de sustancias, como alcohol
y marihuana, así como los riesgos asociados.
En cuanto a la salud mental, se menciona que la prevalencia de la depresión aumenta durante la
adolescencia, y se destacan los riesgos de suicidio. El tratamiento incluye opciones como la
psicoterapia, pero se resalta la importancia de abordar adecuadamente las enfermedades
emocionales.
La muerte en la adolescencia, a menudo trágica y accidental, puede relacionarse con problemas
emocionales, violencia, dificultades académicas y familiares, así como intentos previos de suicidio.

21
Desarrollo cognitivo
Texto: “Desarrollo Humano” (capítulo 11:
Desarrollo y cognoscitivo en la
adolescencia – Páginas 372 a 386)
→ Papalia, Olds y otros.
Aspectos de la maduración cognoscitiva:
Aunque en ciertos sentidos su pensamiento aún
es inmaduro, muchos son capaces de adentrarse en el razonamiento abstracto y elaborar
juicios morales complejos , además de poder hacer planes más realistas para el futuro.
Etapa piagetiana de las operaciones formales:
Los adolescentes entran en lo que Piaget denominó el nivel más alto del desarrollo
cognoscitivo (las operaciones formales) cuando perfeccionan la capacidad de pensamiento
abstracto. Ya no están rígidos al aquí y ahora, sino que pueden entender el tiempo histórico y
el espacio extraterrestre. Se dice que se da, por lo regular, alrededor de los 11 años.
- Pueden utilizar símbolos para representar otros símbolos.
- Pueden apreciar mejor las metáforas y alegorías.
- Pueden pensar en términos de lo que podría ser y no sólo de lo que es.
- Pueden imaginar posibilidades, y formar y probar hipótesis.
Razonamiento hipotético-deductivo:
Se dice que un niño o niña es capaz de presentar razonamiento hipotético-deductivo, porque
puede desarrollar una hipótesis y diseñar un experimento para ponerla a prueba. Considera
todas las relaciones que pueda imaginar y las prueba de manera sistemática, una a una, para
eliminar las falsas y llegar a la verdadera.
Este tipo de razonamiento le da una herramienta para resolver problemas.
¿Qué impulsa el cambio al razonamiento formal? Piaget lo atribuía a una combinación de
maduración del cerebro y ampliación de las oportunidades medioambientales. Luego, igual
que con el desarrollo de las operaciones concretas, Piaget reconoció que la educación y la
cultura juegan un papel fundamental.
Evaluación de la teoría de Piaget:
La investigación neo-Piagetiana sugiere que los procesos cognoscitivos de los niños están muy
ligados a contenidos específicos (aquello acerca de lo que piensa el niño), así como al contexto
de un problema y a los tipos de información y pensamiento que una cultura considera
importantes (Case y Okamoto, 1996; Kuhn, 2006).
Además, la teoría de Piaget no considera de manera adecuada dichos avances cognoscitivos
como mejoras en la capacidad para el procesamiento de información, en la acumulación de
conocimiento y pericia en campos específicos, y en el papel de la metacognición (la conciencia
y supervisión de los propios procesos y estrategias mentales) (Flavell et al., 2002). Esta
capacidad para “pensar en lo que uno está pensando” y de este modo controlar los propios
procesos mentales (en otras palabras, la función ejecutiva mejorada) puede ser el principal

22
avance del pensamiento adolescente, resultado de los cambios que ocurren en el cerebro
adolescente (Kuhn, 2006).
Cambios en el procesamiento de la información:
La experiencia tiene una gran influencia en la determinación de cuáles conexiones neuronales
se atrofian y cuáles se fortalecen. Por consiguiente, el progreso en el procesamiento
cognoscitivo varía mucho entre cada uno de los adolescentes (Kuhn, 2006).
Los investigadores del procesamiento de la información han identificado dos categorías de
cambio mensurable en la cognición adolescente: Cambio estructural y cambio funcional
(Eccles, Wigfield y Byrnes, 2003).
Cambio estructural:
Los cambios estructurales en la adolescencia incluyen:
1. Cambios en la capacidad de la memoria de trabajo. Esta capacidad, aunque aumenta con
rapidez en la niñez media, sigue ampliándose durante la adolescencia. Dicha ampliación
permite a los adolescentes lidiar con problemas complejos o decisiones que involucran
múltiples piezas de información.
2. Cantidad creciente de conocimiento almacenado en la memoria de largo plazo. La
información almacenada en la memoria a largo plazo puede ser declarativa, procedimental o
conceptual.
- Conocimiento declarativo: Consta de todo el conocimiento factual que una persona a
adquirido (por ejemplo, saber que 2 + 2 = 4).
→ Saber qué.
- Conocimiento procedimental: Consta de todas las habilidades que una persona a adquirido
(por ejemplo, multiplicar y dividir, o manejar un vehículo).
→ Saber cómo.
- Conocimiento conceptual: Es una comprensión (por ejemplo, del porqué una ecuación
algebraica sigue siendo cierta si en ambos lados se añade o se sustrae la misma cantidad).
→ Saber por qué.
Cambio funcional:
Los procesos para obtener, manejar y retener la información son aspectos funcionales de la
cognición. Entre ellos, se encuentran el aprendizaje, el recuerdo y el razonamiento; todos los
cuales mejoran durante la adolescencia. Entre los cambios funcionales más importantes, se
pueden mencionar:
1. Incremento continuo de la velocidad del procesamiento.
2. Mayor desarrollo de la función ejecutiva (incluye habilidades como atención selectiva,
toma de decisiones, control inhibitorio de respuestas impulsivas y control de la memoria del
trabajo). Esas habilidades parecen desarrollarse a tasas variables (Blakemore y Choudhury,
2006; Kuhn, 2006).
El lenguaje:

23
A medida que el material de lectura se hace más adulto continúa el crecimiento del
vocabulario. Entre los 16 y 18 años el joven típico conoce alrededor de 80 000 palabras
(Owens, 1996).
Con la llegada del pensamiento abstracto, los adolescentes pueden definir y discutir
abstracciones como amor, justicia y libertad. Hacen uso más frecuente de términos como: sin
embargo, por lo demás, de todos modos, por consiguiente, de verdad y probablemente; para
expresar relaciones lógicas.
Toman mayor conciencia de las palabras como símbolos que pueden tener significados
múltiples; disfrutan del uso de la ironía, los juegos de palabras y las metáforas (Owens, 1996).
Los adolescentes también adquieren mayor destreza en la toma de perspectiva social.
El lingüista canadiense Marcel Danesi (1994) sostiene que el habla adolescente constituye un
dialecto en sí mismo: el pubilecto, “el dialecto social de la pubertad”. Como cualquier otro
código lingüístico, el pubilecto permite fortalecer la identidad del grupo y dejar fuera a los
intrusos (los adultos). El argot de los adolescentes forma parte del proceso de desarrollo de
una identidad independiente separada de los padres y del mundo de los adultos.
Razonamiento moral: La teoría de Kohlberg:
A medida que los niños alcanzan niveles cognoscitivos más altos adquieren la capacidad de
hacer razonamientos más complejos sobre temas morales . También aumenta su tendencia al
altruismo y la empatía .
El dilema de Heinz:
Una mujer está próxima a morir de cáncer. Un farmacéutico ha descubierto un medicamento
que según los médicos puede salvarla. El farmacéutico cobra 2.000 dólares por una dosis
pequeña, 10 veces más de lo que le cuesta elaborar el medicamento. El esposo de la mujer
enferma, Heinz, le pide prestado a todos sus conocidos, pero a duras penas puede juntar 1.000
dólares. Le ruega al farmacéutico que le venda el medicamento en 1.000 dólares o que le
permita pagarle luego el resto. El farmacéutico rehúsa y dice “yo descubrí el medicamento y
voy a hacer dinero con él”. Heinz, desesperado, irrumpe en la tienda del hombre y roba el
medicamento. ¿Debería haberlo hecho? ¿Por qué sí o por qué no? (Kohlberg, 1969).
El problema de Heinz es el ejemplo más famoso de la aproximación de Lawrence Kohlberg al
estudio del desarrollo moral. En el centro de cada dilema estaba el concepto de justicia.
Al preguntar a los entrevistados cómo habían llegado a sus respuestas, Kohlberg, igual que
Piaget, concluyó que la forma en que las personas examinan los temas morales refleja el
desarrollo cognoscitivo.
Niveles y etapas de Kohlberg:
A partir de los procesos de pensamiento exhibidos en las respuestas a sus dilemas, Kohlberg
(1969) describió tres niveles de razonamiento moral, cada uno dividido en dos etapas:
- Nivel 1: Moralidad preconvencional: Las personas actúan bajo controles externos.
Obedecen las reglas para evitar el castigo y recibir recompensas.
→ Este nivel es típico de los niños de 4 a 10 años.

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- Nivel 2: Moralidad convencional (o moralidad de la conformidad a los roles convencionales):
Las personas han internalizado los estándares de las figuras de autoridad. Les preocupa ser
“buenas”, agradar a los demás y mantener el orden social.
→ Este nivel se alcanza, por lo general, después de los 10 años; muchas personas nunca lo
superan, incluso en la adultez.
- Nivel 3: Moralidad posconvencional (o moralidad de los principios morales autónomos): Las
personas reconocen conflictos entre los estándares morales y hacen sus propios juicios con
base en los principios del bien, la igualdad y la justicia.
→ Por lo general, este nivel de razonamiento moral sólo se alcanza al menos en la
adolescencia temprana o más a menudo en la adultez temprana, si es que se logra.

25
Más tarde, Kohlberg propuso una séptima etapa cósmica, en la cual la gente considera el
efecto de sus acciones no sólo sobre otras personas, sino sobre el universo como un todo
(Kohlberg, 1981; Kohlberg y Ryncarz, 1990).
Influencias de los padres, los pares y la cultura:
Ni Piaget ni Kohlberg consideraron que los padres fueran importantes para el desarrollo
moral de los niños, pero investigaciones más recientes destacan su contribución en los campos
cognoscitivo y emocional. Los adolescentes con padres autoritativos que los apoyan y los
estimulan a cuestionar y ampliar su razonamiento moral tienden a razonar a niveles más altos
(Eisenberg y Morris, 2004).
Los pares también influyen en el razonamiento moral al hablar entre sí acerca de conflictos
morales. El razonamiento moral más alto se asocia con tener más amigos cercanos, pasar
tiempo de calidad con ellos y ser percibido como un líder (Eisenberg y Morris, 2004).
Conducta prosocial y actividad en el voluntariado:
El razonamiento moral prosocial consiste en reflexionar acerca de dilemas morales en que las
necesidades o deseos de una persona entran en conflicto con los de otras en situaciones en
que las reglas o normas sociales no son claras o no existen.
En un estudio longitudinal que dio seguimiento a niños hasta la adultez temprana, el
razonamiento prosocial basado en la reflexión personal acerca de las consecuencias y en
valores y normas internalizados aumentaba con la edad, mientras que el razonamiento basado
en estereotipos como “es bueno ayudar” disminuía de la niñez a la adolescencia tardía
(Eisenberg y Morris, 2004).
También, la conducta prosocial suele incrementarse de la niñez a la adolescencia (Eisenberg
y Morris, 2004).
Las niñas suelen mostrar más conducta prosocial que los niños (Eisenberg y Fabes, 1998),
diferencia que se hace más pronunciada en la adolescencia (Fabes, Carlo, Kupanoff y Laible,
1999). Las niñas suelen considerarse más empáticas y prosociales que los varones, y sus padres
otorgan mayor importancia a la responsabilidad social (Eisenberg y Morris, 2004).
Cerca de la mitad de los adolescentes participan en algún tipo de servicio comunitario o
actividad de voluntariado. Los adolescentes voluntarios suelen tener un alto grado de
autocomprensión y de compromiso con los otros. La probabilidad de participar en el
voluntariado es mayor entre las muchachas que entre los chicos y entre los adolescentes con
una posición socioeconómica alta (Eisenberg y Morris, 2004).
Temas educativos y vocacionales:
La escuela es una experiencia fundamental de organización para la vida de la mayor parte de
los adolescentes. Ofrece oportunidades de adquirir información, dominar nuevas habilidades
y afinar habilidades antiguas; de participar en deportes, artes y otras actividades; de explorar
las opciones vocacionales y de estar con los amigos. Amplía los horizontes intelectuales y
sociales. Sin embargo, algunos adolescentes no experimentan la escuela como una
oportunidad, sino como un obstáculo más en su camino a la adultez.
Influencias en el rendimiento escolar:
Factores como las prácticas de crianza, la posición socioeconómica y la calidad del ambiente
familiar influyen en el curso del rendimiento escolar en la adolescente. Otros factores incluyen

26
el género, el origen étnico, la influencia de los pares, la calidad de la educación y la confianza
de los estudiantes en sí mismos.
Motivación y autoeficacia del estudiante:
Los educadores hacen hincapié en el valor de la motivación intrínseca , esto es, el deseo del
estudiante de aprender por el aprendizaje mismo (Larson y Wilson, 2004). Las cogniciones
orientadas al futuro (esperanzas y sueños acerca de futuros empleos) también están
relacionadas con un mejor aprovechamiento, pero este efecto parece ser explicado por la
participación en actividades extracurriculares . Es posible que las cogniciones orientadas al
futuro sean de utilidad precisamente porque motivan la participación en actividades que se
relacionan con el éxito posterior (Beal y Crockett, 2010).
Género:
Al inicio de la adolescencia a las muchachas les va mejor, en general, en tareas verbales que
implican la escritura y el uso del lenguaje, mientras que a los chicos les va mejor en actividades
que intervienen en funciones visuales y espaciales, útiles en matemáticas y ciencia.
¿Qué ocasiona esas diferencias de género? Las respuestas son complejas. La investigación
apunta a la interacción de explicaciones biológicas y medioambientales (Halpern et al., 2007).
A nivel biológico, los cerebros masculino y femenino son diferentes y esa diferencia aumenta
con la edad. Las chicas tienen más materia gris (cuerpos de las células neuronales y sus
conexiones cercanas), pero los muchachos tienen más materia blanca conectiva (mielina) y
líquido cerebroespinal que protegen las largas trayectorias de los impulsos nerviosos. Esas
mayores ventajas conectivas han sido relacionadas con el desempeño visual y espacial que es
útil en matemáticas y ciencia. Además, el crecimiento de la materia gris alcanza antes su punto
más alto en las muchachas, pero continúa en aumento en los varones. Por otro lado, según
algunos estudios, el cuerpo calloso que conecta los dos hemisferios cerebrales es mayor en las
chicas que en los varones, lo que permite un mejor procesamiento del lenguaje. Además, el
cerebro femenino está equilibrado de manera más uniforme entre los hemisferios que el de
los muchachos, lo cual permite una mayor variedad de habilidades cognoscitivas , mientras
que el cerebro masculino está más especializado (Halpern et al., 2007).
Entre los factores sociales y culturales que influyen en las diferencias de género se incluyen
los siguientes (Halpern et al., 2007):
- Factores del hogar.
- Factores escolares.
- Factores del vecindario.
- Los roles de las mujeres y los hombres en la sociedad ayudan a moldear las elecciones que
hacen chicas y chicos de cursos y ocupaciones.
- Factores culturales.
Estilos de crianza, origen étnico e influencia de los pares:
Los padres autoritativos insisten en que los adolescentes consideren los dos lados de un
problema, incentivan su participación en las decisiones familiares y admiten que en ocasiones
los hijos saben más que los padres, es decir, encuentran un equilibrio entre ser exigentes y
flexibles. Sus hijos reciben elogios y recompensas por las buenas calificaciones; por otra parte,

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ante las malas calificaciones ofrecen ayuda y aliento para que los muchachos se esfuercen
más.
En contraste, los padres autoritarios ordenan a los adolescentes no cuestionar ni discutir con
los adultos y usan frases como “cuando crezcan sabrán más”. Los padres permisivos parecen
indiferentes a las calificaciones, no establecen reglas acerca de la televisión, no asisten a las
funciones escolares, y no ayudan ni revisan las tareas de sus hijos.
Importancia de la posición socioeconómica y de características familiares relacionadas: El
nivel educativo de los padres y el ingreso familiar tienen un efecto indirecto en el grado
educativo alcanzado debido a la manera en que influyen en el estilo de crianza, las relaciones
entre hermanos y el compromiso académico del adolescente (Melby, Conger, Fang, Wickrama
y Conger, 2008).
Tener más de 200 libros en casa también se asoció con mayores calificaciones, y vivir en una
familia con ambos padres, otro predictor importante de la competencia matemática presente
en los 20 países
La escuela:
La calidad de la educación tiene un fuerte efecto en el rendimiento de los estudiantes. La
cultura escolar destaca lo académico y fomenta la creencia de que todos los estudiantes
pueden aprender. También ofrece oportunidades para realizar actividades extracurriculares ,
que mantienen ocupados a los alumnos e impiden que se metan en problemas después de las
horas de escuela. Los maestros confían, respetan y se preocupan por sus alumnos, depositan
grandes expectativas en ellos y confían en su propia capacidad para ayudarlos a triunfar
(Eccles, 2004).
Debido a la transición de la intimidad y familiaridad de la escuela primaria a la secundaria,
por lo general un espacio mucho mayor con un ambiente con más presiones y menos apoyo,
suele ocasionar una disminución de la motivación y el rendimiento académico (Eccles, 2004).
Tecnología: La expansión de la tecnología y su importante papel en la vida de los niños han
tenido impacto en el aprendizaje. La investigación indica que, si bien se ha dado una
disminución en las habilidades de análisis y de pensamiento crítico como resultado del mayor
uso de computadoras y videojuegos, las habilidades visuales han mejorado. Los estudiantes
dedican más tiempo a realizar tareas múltiples con medios visuales y menos tiempo a leer por
placer (Greenfield, 2009).
En un estudio, alumnos a los que se dio acceso a internet durante la clase no procesaron tan
bien lo presentado y su desempeño fue peor que el de otros alumnos sin dicho acceso
(Greenfield, 2009).
Deserción en la preparatoria:
¿Por qué es más probable que deserten los adolescentes pobres y de grupos minoritarios?
Una razón puede ser la educación ineficaz: las bajas expectativas de los maestros o el trato
diferencial hacia esos estudiantes; menos apoyo del maestro que en la escuela primaria; y la
irrelevancia percibida del currículo para los grupos culturalmente subrepresentados.
La sociedad es afectada cuando los jóvenes no concluyen la escuela. Los desertores son más
propensos al desempleo, a tener bajos ingresos, a terminar por depender de la asistencia
social, a involucrarse con drogas y delincuencia, y a tener mala salud (Laird et al., 2006; NCES,
2001, 2003, 2004a).

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Un factor importante que distingue a quienes logran concluir sus estudios es la participación
activa: la “atención, interés, inversión y esfuerzo que los estudiantes emplean en el trabajo
escolar” (Marks, 2000, p. 155). En la mayor parte del nivel básico, la participación activa
significa llegar a clase a tiempo, estar preparado, escuchar y responder al maestro y obedecer
las reglas escolares. Un nivel más alto de participación consiste en involucrarse en el trabajo
del curso , por ejemplo, formular preguntas, tomar la iniciativa para buscar ayuda cuando se
necesite o realizar proyectos adicionales. Ambos niveles de participación activa suelen redituar
un desempeño escolar positivo (Finn y Rock, 1997).
Diversas características familiares influyen en el compromiso con la escuela. La participación
en actividades extracurriculares también hace una diferencia, el compromiso con la escuela se
relacionó tanto con la participación en deportes o clubes después de la escuela como en
actividades religiosas fuera de la escuela misma (Dye y Johnson, 2009).
Preparación para la educación superior o para la vida laboral:
Muchos factores participan, entre ellos la habilidad y personalidad del individuo, la
educación, los antecedentes socioeconómicos y étnicos, las recomendaciones de los
orientadores escolares, las experiencias de vida y los valores sociales.
Factores que influyen en las aspiraciones de los estudiantes:
La confianza en la propia autoeficacia ayuda a
modelar las opciones ocupacionales consideradas
por los estudiantes y la manera en que se preparan
para las profesiones (Bandura, Barbaranelli, Caprara
y Pastorelli, 2001; Bandura et al., 1996). Además, los
valores de los padres respecto del logro académico
influyen en los valores y metas ocupacionales de los
adolescentes (Jodl, Michael, Malanchuk, Eccles y
Sameroff , 2001).
A pesar de la mayor flexibilidad actual de las metas
profesionales, el género (y los estereotipos de
género ) influye todavía en la elección vocacional
(Eccles et al., 2003).
A los estudiantes que pueden memorizar y analizar
suele irles bien en las aulas donde la enseñanza se
orienta hacia esas habilidades. Por ende, esos
estudiantes tienen éxito en un sistema que hace
hincapié en las habilidades en que se destacan. Los
estudiantes cuya fortaleza es el pensamiento creativo o práctico (áreas cruciales para triunfar
en ciertos campos) rara vez reciben la oportunidad de demostrar lo que pueden hacer
(Sternberg, 1997).
El reconocimiento de una variedad más amplia de inteligencias, combinado con una
enseñanza más flexible y orientación vocacional podría permitir que más estudiantes cumplan
sus metas educativas e ingresen a las ocupaciones que desean para hacer las contribuciones
pertinentes a sus capacidades.
Orientación de los estudiantes que no piensan asistir a la universidad:

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La mayoría de los países industrializados ofrece orientación a los estudiantes que no tienen
contemplado asistir a la universidad.
En algunas comunidades, los programas de demostración ayudan a la transición de la escuela
al trabajo. Los estudiantes participantes mejoraron su desempeño en la escuela y las tasas de
graduación, y cuando ingresaron al mercado de trabajo tuvieron mayor probabilidad de
encontrar trabajo y obtener salarios más altos que quienes no participaron (Hughes, Bailey y
Mechur, 2001).
Los adolescentes en el lugar de trabajo:
Los investigadores no han logrado acordar si el trabajo de medio tiempo es beneficioso para
los alumnos de preparatoria (porque los ayuda a desarrollar habilidades del mundo real y una
ética del trabajo) o si es perjudicial (porque los distrae de las metas educativas y ocupacionales
a largo plazo).
Algunas investigaciones indican que los estudiantes que trabajan son clasificados en dos
grupos:
- Los que se encuentran en una trayectoria acelerada a la adultez.
- Los que hacen una transición más pausada, es decir, que pueden equilibrar el trabajo
escolar, el empleo remunerado y las actividades extracurriculares.
La planificación de la vida laboral es un aspecto de la búsqueda adolescente de la identidad.
La pregunta “¿Qué puedo hacer?” es muy parecida a “¿Quién puedo ser?” Las personas se
sienten satisfechas consigo mismas si creen que están haciendo algo que vale la pena y que lo
hacen bien.
En resumen:
El texto aborda la maduración cognitiva en la adolescencia, centrándose en la etapa piagetiana de
las operaciones formales. Se destaca la capacidad de los adolescentes para el razonamiento
abstracto, el desarrollo del razonamiento hipotético-deductivo y la influencia de factores como la
maduración cerebral y las experiencias ambientales en este proceso.
Se discute la teoría de Piaget y se señalan críticas, incluyendo la necesidad de considerar mejoras
en el procesamiento de información, acumulación de conocimiento y la metacognición. Además,
se explora el cambio en el procesamiento de la información durante la adolescencia, con énfasis en
cambios estructurales y funcionales.
Se aborda el desarrollo del lenguaje en los adolescentes, su capacidad para discutir abstracciones
y el surgimiento del "pubilecto". La teoría de Kohlberg sobre el razonamiento moral se presenta a
través del "dilema de Heinz", destacando niveles y etapas de desarrollo moral.
El texto examina la influencia de padres, pares y cultura en el desarrollo moral, así como la
conducta prosocial y la actividad voluntaria en los adolescentes. Se explora la importancia de la
escuela, factores que afectan el rendimiento escolar y la motivación del estudiante, y cómo la
tecnología influye en el aprendizaje. Se discuten desafíos en la educación, como la deserción
escolar, destacando factores como la participación activa y la importancia de la calidad educativa.
También se aborda la preparación para la educación superior o el trabajo, considerando influencias
familiares y sociales en las aspiraciones de los estudiantes.
Finalmente, se menciona la diversidad en la orientación vocacional y se debate sobre el trabajo a
tiempo parcial en los adolescentes, explorando sus posibles beneficios y desafíos en la transición a
la vida laboral.

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Texto: “Psicología del niño” (capítulo V: El preadolescente y las operaciones
proposicionales).
→ Barbel Inhelder y Jean Piaget.
Es un periodo entre los 11/12 años hasta los 14/15 años. El sujeto se desprende de lo
concreto y sitúa lo real en un conjunto de transformaciones posibles. Es una edad de los
grandes ideales o del comienzo de las teorías, sobre las simples adaptaciones presentes a lo
real. Esta nueva estructura del pensamiento se construye durante la preadolescencia; e
importa describirla y analizarla como estructura.
El examen de esa estructura o de esas subestructuras propias de la preadolescencia es tanto
más necesario para un cuadro de conjunto de la psicología del niño cuanto que constituyen,
en realidad, un fin natural en la prolongación de las estructuras senso-motoras.
Son un conjunto de síntesis o de estructuraciones que, aunque nuevas, prolongan directa y
necesariamente las precedentes, porque colman varias de sus lagunas.
El pensamiento formal y el combinatorio:
Lo propio de las operaciones concretas es referirse directamente a los objetos o a sus
reuniones (clases), sus relaciones o su denominación: la forma lógica de los juicios y
razonamientos no se organizan sino cuando hay ligazón, más o menos indisoluble, con sus
contenidos. Por una diferenciación de la forma y del contenido, el sujeto se hace capaz de
razonar correctamente sobre proposiciones en las que no cree o no cree aún.
Considera a título de puras hipótesis; se hace entonces capaz de sacar las consecuencias
necesarias de verdades simplemente posibles, lo que constituye el principio del pensamiento
hipotético-deductivo o formal.
1. El combinatorio: El primer resultado de esa especie de separación del pensamiento con
relación a los objetos es liberar las relaciones y las clasificaciones de sus vínculos concretos o
intuitivos. Con la liberación de la forma respecto a su contenido es posible construir
cualesquiera relaciones y cualesquiera clases, reuniendo 1 a 1, 2 a 2, 3 a 3, etc., de elementos.
Esta generalización de las operaciones de clasificación o de relaciones de orden desemboca en
lo que se llama una combinatoria.
Esa combinatoria es de una importancia primordial en la extensión y el refuerzo de los
poderes del pensamiento porque, apenas constituida, permite combinar entre sí objetos o
factores, e incluso ideas o proposiciones.
2. Combinaciones de objetos: En lo que concierne a las combinaciones de objetos, se puede
pedir al niño que combine dos a dos, tres a tres, etc., fichas de colores, o que las permute
según los diversos órdenes posibles.
Se advierte entonces que si esas combinaciones resultan siempre incompletas al nivel de las
operaciones concretas porque el sujeto adopta un método de aproximación, sin generalizar,
logra fácilmente encontrar un método exhaustivo al nivel considerado ahora, obteniendo un
sistema que tiene en cuenta todas las posibilidades.
3. Combinaciones proporcionales: Se trata de la combinación de los factores en el $ IV. Por
lo que respecta a la de las ideas o de las proposiciones, es indispensable referirse a la lógica
simbólica o algorítmica moderna.

31
Claro es que el niño de doce-quince años no saca de ello las leyes, como tampoco busca la
fórmula de las combinaciones para disponer las fichas. Pero lo notable es que, al nivel en que
es capaz de combinar objetos, por un método exhaustivo y sistemático, se revela apto para
combinar ideas o hipótesis, en forma de afirmaciones y negaciones, y de utilizar así
operaciones proposicionales desconocidas por él hasta entonces.
El “grupo” de las dos reversibilidades:
La liberación de los mecanismos formales del pensamiento, con respecto a su contenido, no
desemboca solamente en la constitución de una combinatoria, sino en la elaboración de una
estructura bastante fundamental, que señala a la vez la síntesis de las estructuras anteriores
de "agrupamientos" y el punto de partida de una serie de nuevos progresos.
La primera de esas formas de reversibilidad es la inversión o negación, cuya característica es
que la operación inversa, compuesta con la operación directa correspondiente.
La segunda forma de reversibilidad es, por el contrario, la reciprocidad o simetría, cuya
característica es que la operación de partida, compuesta con su recíproca, concluye en una
equivalencia.
Los esquemas operatorios formales:
Aparece, alrededor de los once-doce años, una serie de nuevos esquemas operatorios, cuya
formación, aproximadamente sincrónica, parece indicar que existe una ligazón entre ellos,
pero cuyo parentesco estructural apenas se percibe colocándose en el punto de vista de la
conciencia del sujeto: tales son las nociones de proporción, los dobles sistemas de referencia,
la comprensión de un equilibrio hidrostático, ciertas formas de probabilidad, etc.
En el análisis, cada uno de esos esquemas muestra implicar, o una combinatoria o, sobre todo,
un sistema de cuatro transformaciones que depende del grupo de cuaternalidad precedente
y presenta la generalidad de su empleo.
1. Las proposiciones: La relación entre el grupo matemático de cuaternalidad y las
proporciones numéricas o métricas es bien conocida. El grupo de cuaternalidad es una
estructura interproposicional; y la noción de proporción se inicia siempre de una forma
cualitativa y lógica, antes de estructurarse cuantitativamente.
Se ve aparecer, a los 11/12 años, la noción de las proporciones en ámbitos muy diferentes, y
siempre en la misma forma inicialmente cualitativa.
2. Dobles sistemas de resistencia: Lo mismo ocurre con los dobles sistemas de referencia. Si
un caracol camina por una plancha en un sentido o en el otro y la plancha avanza o retrocede
con relación a un punto de referencia exterior, el niño al nivel de las operaciones concretas
comprende bien esos dos pares de operaciones directas e inversas; pero no logra componerlas
entre sí ni anticipar que el caracol, avanzando pueda permanecer inmóvil con relación al punto
exterior, porque el movimiento de la plancha compensa, sin anularlo, el del animal; tan pronto
como alcanza la estructura de cuaternalidad, la solución se le hace fácil, por la intervención de
esa compensación sin anulación que es la reciprocidad.
3. Equilibrio hid ros ti tico: En una prensa hidráulica en forma de U se coloca, en uno de sus
brazos, un pistón cuyo peso puede aumentarse o disminuirse, lo que modifica el nivel del
líquido en la otra rama; también, por otra parte, puede modificarse el peso específico del
líquido (alcohol, agua o glicerina), que sube tanto más alto cuanto menos pesado sea. El
problema consiste en comprender que el peso del líquido actúa en sentido contrario al del

32
pistón, como reacción opuesta a su acción. Es interesante observar que, hasta alrededor de
los nueve-diez años, esa reacción o resistencia del líquido no es comprendida como tal, sino
que se concibe el peso de ese líquido como si se añadiese al del pistón y actuase en igual
sentido.
4. Las nociones probabilistas: Un conjunto fundamental de esquemas operatorios que se
hace posible por las operaciones formales es el de las nociones probabilistas, resultantes de
una asimilación del azar por esas operaciones.
Sólo en el estadio que comienza alrededor de los once-doce años se comprenden esas
probabilidades combinatorias o nociones, tales como las de fluctuación, correlación, o incluso
compensaciones probables con aumento de número.
La inducción de las leyes y la disociación de los factores:
Es la formación espontánea de un espíritu experimental, imposible de constituir en el nivel
de las operaciones concretas, pero que la combinatoria y las estructuras proposicionales hacen
en lo sucesivo accesible a los sujetos, ya que les proporcionan ocasión para ello.
Las transformaciones afectivas:
La diferencia esencial entre el pensamiento formal y las operaciones concretas consiste en
que éstas se centran en lo real, mientras que aquél alcanza las transformaciones posibles y
sólo asimila lo real en función de esos desarrollos imaginados o deducidos.
Ese cambio de perspectiva es tan fundamental desde el punto de vista afectivo como desde
el cognoscitivo, porque el mundo de los valores puede permanecer interior a las fronteras de
la realidad concreta y perceptible o, por el contrario, abrirse a todas las posibilidades
interindividuales o sociales.
La preadolescencia se caracteriza, a la vez, por una aceleración del crecimiento fisiológico y
somático y por esa apertura de los valores a las posibilidades nuevas, a las que el sujeto se
prepara ya, porque consigue anticiparlas, merced a sus nuevos instrumentos deductivos.
La autonomía moral, que comienza en el plano interindividual al nivel de siete a doce años,
adquiere, en efecto, con el pensamiento formal una dimensión más en el empleo de lo que
podría denominarse "valores ideales o supraindividuales".
En cuanto a las posibilidades que abren esos valores nuevos, resultan claras en el propio
adolescente, que presenta la doble diferencia con respecto al niño de ser capaz de construir
teorías y de preocuparse de elegir una carrera que corresponde a una vocación y le permite
satisfacer sus necesidades de reforma social y de creación de nuevas ideas.
El preadolescente no está en ese nivel; pero numerosos indicios muestran, en esa fase de
transición, el comienzo de ese juego de construcción de ideas o de estructuración de los
valores ligados a proyectos de porvenir.
En resumen:
El texto explora la preadolescencia, abarcando desde los 11/12 hasta los 14/15 años, como un
período de desarrollo cognitivo y afectivo significativo. Durante esta etapa, el sujeto se aleja de lo
concreto y se sumerge en la construcción de grandes ideales y teorías, marcando el inicio de un
pensamiento formal.
Se destaca la importancia de comprender la nueva estructura del pensamiento durante la
preadolescencia, que se construye como una continuación natural de las estructuras
sensoriomotoras. El pensamiento formal se caracteriza por la capacidad de separar la forma lógica
de los juicios y razonamientos de sus contenidos,
33 lo que lleva al surgimiento del pensamiento
hipotético-deductivo o formal.
sensoriomotoras. El pensamiento formal se caracteriza por la capacidad de separar la forma lógica
de los juicios y razonamientos de sus contenidos, lo que lleva al surgimiento del pensamiento
hipotético-deductivo o formal.
El texto explora el combinatorio, señalando cómo la liberación de las relaciones y clasificaciones de
sus vínculos concretos conduce a la formación de una combinatoria. Se describe la aplicación de
esta combinatoria en la combinación de objetos y en la manipulación de ideas o proposiciones.
Se introduce el concepto de reversibilidad, destacando dos formas: inversión o negación, y
reciprocidad o simetría. Estas formas de reversibilidad señalan la síntesis de estructuras anteriores
y el inicio de nuevos progresos en la preadolescencia.
Se examinan nuevos esquemas operatorios, como las nociones de proporción, los dobles sistemas
de referencia, el equilibrio hidrostático y las nociones probabilistas. Estos esquemas se vinculan a
la formación de estructuras fundamentales y muestran la capacidad del pensamiento formal para
abordar conceptos más complejos.
Se destaca la formación espontánea de un espíritu experimental, posible gracias a la combinatoria
y las estructuras proposicionales. Además, se menciona la importancia del cambio de perspectiva
afectiva y cognitiva, ya que el pensamiento formal no se limita a lo real, sino que aborda las
transformaciones posibles y anticipa nuevas posibilidades en el mundo de los valores.
Se concluye resaltando la apertura de valores a posibilidades nuevas, preparando al sujeto para la
autonomía moral y el desarrollo de ideas y proyectos de futuro, aunque aún no alcance el nivel del
adolescente que construye teorías y elige carreras vocacionales.

34
Desarrollo de la Fe
Texto: “Teoría del desarrollo de la fe” (Las
etapas del desarrollo de la fe – Página 5-9).
→ Cornachione Larrinaga, M. A; Santori
Jiménez, V; Schoj, D; Iribas, S.
Definición del concepto de fe. Los aportes
significativos de autores tales como Bühler, que en
la década del ’30 teorizó acerca del “desarrollo
espiritual del niño”, y de Erikson, que elaboró, por la misma época, su teoría del desarrollo
psicosocial, han permitido el avance de la Psicología evolutiva hacia la Psicología del desarrollo.
Esta última incorporó la relación del individuo con su contexto socio-histórico-cultural, y con
las transformaciones que ello trae aparejado en el proceso de desarrollo de cada sujeto. Estas
nuevas perspectivas teóricas, favorecen la posibilidad de pensar el ciclo vital desde una mirada
holística, es decir que integre lo bio, psico, social y espiritual. Este enfoque permite, asimismo,
una visión más amplia respecto a la fe y contribuye a la comprensión de la misma como una
cuestión compleja, multidimensional, y variable a lo largo de la vida de un sujeto. Fowler,
(1981) definió la fe como una manera de comprender o conocer el mundo y cómo cada sujeto
construye significados.
Tal como lo plantea Fowler (1981), la fe es una orientación de la persona en su totalidad,
dándole un propósito y un objetivo a las esperanzas y esfuerzos, pensamientos y acciones de
cada persona.
El constructivismo dialéctico en la teoría del Desarrollo de la Fe. Una de las contribuciones
más importantes para esta investigación es la perspectiva epistemológica del estructuralismo,
en la que se basan Piaget y Kohlberg (Fowler, 1981) para formular sus teorías del desarrollo.
Por ende, es importante recordar cuestiones cruciales a tener en cuenta. Una de ellas es la
postura epistemológica de Piaget.
La fe, para Fowler (1981), es una clase de conocimiento, es decir una construcción del mundo
a la luz de lo que cada sujeto toma como verdad. Los diferentes tipos de fe, según plantea
Fowler (1981), son estilos alternativos de ser en el mundo, que surgen de contrastar las formas
de construir el estado último de la vida, es decir el temor final de no tener la certeza de qué
hay después de nuestra existencia. Formas de ser y modos de ver son recíprocos. El énfasis
epistemológico en las teorías estructuralistas del desarrollo sirve de modelo para entender la
fe como un modo de ir conociendo e interpretando. Por otra parte, es importante tener en
cuenta que el enfoque estructuralista plantea, de alguna manera, cómo se van organizando
los conocimientos y cómo, en este ir estructurando, se va dando contenido a los mismos. Este
enfoque permite pensar ciertas características de la fe como universales, a pesar de los
diversos contenidos simbólicos y temáticos, entre otros. Fowler conceptualiza el desarrollo de
la fe como una construcción individual que surge de la interacción del sujeto con el contexto
socio – histórico - cultural que lo rodea, así como de circunstancias que han sido significativas
para él, su desarrollo cognitivo, psicosocial y moral.
Las etapas de la fe propuestas por Fowler no pueden pensarse desde una perspectiva
separada de otros aspectos del desarrollo, ya que para su abordaje el autor retoma las etapas
del desarrollo cognitivo propuesto por Piaget, las etapas del desarrollo moral de Kohlberg, y
las etapas del desarrollo psicosocial propuesto por Erikson.
35
Fowler (1981) relaciona la crisis de la primera etapa, la confianza básica frente a la
desconfianza, que teoriza Erikson con los fundamentos de la fe en la vida humana, afirma
además, que la calidad de la primera relación que el niño establece con las condiciones de su
existencia y con la intervención de los ambientes en los que se encuentra es lo que redundará
en la configuración de su identidad y de la fe. Erikson sugiere que cada sociedad y la edad de
cada sujeto deben encontrar la forma institucionalizada del respeto que se deriva de la
percepción particular de la imagen del mundo. Este análisis preliminar, según dice Fowler
(1981), de las relaciones óptimas entre el desarrollo psicosocial y el desarrollo estructural de
las etapas de la fe, puede ayudar a aclarar de qué manera las mencionadas etapas de la fe
pueden verse como normativas. Las etapas de la fe no deben entenderse como una escala de
logro, en función de la cual evaluar el mundo de las personas así como tampoco representan
los objetivos educativos o terapéuticos a alcanzar por las personas.
Puede observarse un paralelismo en la manera en que Fowler y Erikson plantean sus teorías,
ambos hablan de una virtud que se alcanza cuando se avanza en las etapas del desarrollo.
Las etapas del desarrollo de la fe:
Las etapas propuestas por Fowler tienen mucho en común con las etapas del desarrollo
cognitivo propuestas por Piaget y con las etapas del desarrollo moral de Kohlberg.
Fowler reconoce 6 etapas en el desarrollo de la fe, precedidas por la etapa de la primera
infancia, en la que no es posible hablar todavía propiamente de fe, y no es posible investigar
experimentalmente y ellas son la lactancia, la primera infancia y fe indiferenciada.
- Etapa 1: Fe intuitiva-proyectiva: Esta etapa abarca normalmente de los 3 a los 7 años de
edad. Es época de imaginación no inhibida aún por el pensamiento lógico, que produce
imágenes y sentimientos duraderos, que en las etapas posteriores se ordenarán e integrarán.
En este período el niño alcanza una primera conciencia de sí, pero de tipo egocéntrico, o sea
es incapaz de ponerse en la perspectiva de los demás. Se da también una primera conciencia
del sexo y de la muerte y de los tabúes mediante los cuales la sociedad aísla estas zonas de la
experiencia. Esta etapa combina la percepción y la sensación para crear las imágenes y los
sentimientos duraderos, que representan la certeza de la protección, que va a continuar
durante la vida.
La fortaleza o virtud de esta etapa de la fe es la imaginación como capacidad de unificar el
mundo de la experiencia y de contarlo en historias en que cristaliza la comprensión intuitiva
de las condiciones últimas de la existencia. El peligro es que la imaginación sea poseída por
fuerzas destructivas o que sea instrumentada al servicio del refuerzo de los tabúes imperantes
en la sociedad. Se trata de una fe imaginativa y de imitación de la de los adultos con quienes
el niño se relaciona más estrechamente. El paso a la segunda etapa es precipitado por la
emergencia del pensamiento operacional concreto y por la entrada del complejo de Edipo al
estado de latencia.
- Etapa 2: Fe mítico-literal: Esta etapa se da, aproximadamente, en el período comprendido
entre los 7 años y los 12- 14 años. En este lapso, el niño va haciendo suyas las historias, las
creencias, las costumbres y los símbolos de la comunidad a la que pertenece; pero el conjunto
de creencias, símbolos, reglas morales, etc. es interpretado literalmente, como si su sentido
fuera unívoco. El niño en esta etapa construye, mediante narraciones seguidas, no ya
episódicas, sentidos globales coherentes. Puede, además, ponerse en la perspectiva de los
demás, lo que le permite construir una imagen del mundo basada en la reciprocidad de las
relaciones interpersonales, es decir que el desarrollo de la habilidad de pensar lógicamente
36
ayuda al individuo a ordenar el mundo en categorías de causalidad, espacio y tiempo, donde
logra tomar la perspectiva de los otros y captura, además, el significado de las historias. La
fortaleza o virtud de esta etapa es la capacidad de entender la narración como un modo de
descubrir y dar coherencia a la experiencia. El riesgo está en el exceso de confianza en la
reciprocidad y las limitaciones que tiene el literalismo. El paso a la tercera etapa se ve
precipitado por tres factores. Por un lado, las contradicciones implícitas entre las diversas
historias (que expresan el sentido del mundo para el niño) que lo obligan a reflexionar sobre
su significado conceptual. En segundo lugar, al final de este período del desarrollo de la
inteligencia emerge el pensamiento operacional formal, con lo que la inteligencia alcanza su
madurez. Por último, se hace posible también la toma de perspectiva recíproca, expresada en
la fórmula ”I.
- Etapa 3: Fe sintética-convencional: Abarca el periodo de la adolescencia, aunque muchos
adultos detienen su fe en esta etapa, cuestión que puede pasar con cualquiera de las etapas
que siguen. Ahora el mundo de la experiencia se abre y va mucho más allá de la familia. Se
integra la escuela, el grupo de pares, el barrio, los medios de comunicación social, el trabajo.
La fe debe orientar al adolescente en la toma de compromisos cada vez más complejos. La fe
será fundamentalmente conformista, en el sentido de que el adolescente tiende a responder,
por falta de seguridad en su propia identidad, a las expectativas de los demás. El adolescente
habita en creencias y valores sostenidos tácitamente, no reflexionados aún crítica ni personal;
de modo que al que vive otros valores se lo siente como de otra especie, otra clase. La
autoridad está para el adolescente en los que detentan roles tradicionales de autoridad o en
los consensos de su grupo de pertenencia. La virtud de esta etapa es la formación de un “mito”
personal de identidad, que incluye el pasado y anticipa el futuro. El peligro se relaciona con la
interiorización compulsiva de las expectativas y valoraciones de los demás respecto de uno,
que puede incapacitar para su posterior autonomía; y la desesperación nihilista o la búsqueda
de intimidad compensatoria con Dios (sin presencia del mundo), cuando se ha tenido la
experiencia de haber sido traicionado. El paso a la cuarta etapa se ve favorecido por las
contradicciones entre las diversas autoridades que el adolescente acepta, por los cambios en
lo que hasta ahora había sido intocable, por ciertas experiencias que llevan a una reflexión
crítica de lo vivido hasta el momento. you seeing me seeing you” (veo que ves que te veo).
- Etapa 4: Fe individual-reflexiva: Etapa propia de los jóvenes que comienzan a tomar
responsabilidades adultas en la vida.
Esto los hace enfrentar inevitablemente ciertos conflictos; por ejemplo, entre la subjetividad
de los sentimientos y la objetividad de la reflexión crítica, entre su individualidad y el ser
definido por el grupo, entre la realización personal y el servicio, entre lo relativo y el absoluto.
En esta etapa se busca, por un lado, tener una identidad que no sea definida por los demás,
que no esté compuesta exclusivamente por los papeles significativos que cada uno desempeña
en la vida. Por otro lado, se construye una cosmovisión claramente diferenciada de la de los
demás, capaz de sostener coherentemente la propia identidad; aquí los símbolos se vuelven
conceptos: se trata de una etapa desmitificadora, gracias a una lógica de distinciones claras y
de conceptos abstractos muy bien definidos. La fortaleza de esta etapa es la capacidad de
reflexión crítica, tanto respecto de la propia identidad como de las ideologías y cosmovisiones.
El peligro es el exceso de confianza en esta capacidad crítica, una especie de “segundo”
narcisismo, que sobreidentifica la realidad con la cosmovisión que uno tiene. El paso a la quinta
etapa es preparado por la escucha de las voces interiores, que son enérgicas y capaces de
perturbar las seguridades adquiridas; por la presencia de historias, símbolos y mitos, tanto en

37
la propia tradición como en las ajenas, que chocan con la claridad y tajancia de la propia fe; y
por las desilusiones personales, que ayudan a reconocer que la vida es bastante más compleja
de lo que cabe en la cosmovisión propia.
- Etapa 5: Fe conjuntiva: No suele surgir antes de la mitad de la vida. En esta etapa, la persona
incorpora en su visión de sí y del mundo lo que en la etapa anterior dejaba de lado; desarrolla
una especie de “segunda ingenuidad”, que vuelve a unir el símbolo con sus significados
conceptualizarlos; se abre a las voces profundas del propio yo, reelaborado el pasado,
reconociendo todo lo inconsciente que le dio el grupo en el que se formó. La persona, que se
ha hecho sensible a lo paradójico de la realidad, trata de unir los opuestos, haciéndose
vulnerable a la verdad de los otros. Al mismo tiempo, su compromiso con la justicia se libera
de los límites tribales, nacionales, de clase y de religión. La virtud de esta etapa es el
surgimiento de la imaginación irónica, es decir, la capacidad de estar en los significados de los
símbolos, pero reconociéndose como relativos a la realidad trascendente, porque son sus
aprehensiones parciales, inevitablemente distorsionadas, en alguna medida. El peligro es la
pasividad paralizadora, que puede llevar al retraimiento cínico. Lo que prepara el paso a la
sexta y definitiva etapa es la división entre el mundo no transformado en el que se vive y una
visión transformadora.
- Etapa 6: Fe universalizante: Solo muy pocas personas alcanzan esta etapa. Fowler (1981)
en su investigación, sólo ha encontrado un sujeto que puede ser catalogado en esta etapa. Se
trata de personas que 9 encarnan contagiosamente el espíritu de una comunidad humana
inclusiva y plena; personas que crean en torno a sí zonas liberadoras, porque viven en la
participación de un poder que unifica al mundo y lo transforma; por eso, se las siente como
gente subversiva de las estructuras e instituciones dadas; son gente que ama la vida, pero sin
apegarse a ella.
Se puede pensar en Gandhi, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta, Dietrich
Bonhoeffer, Thomas Merton; podríamos añadir a esta lista de Fowler muchos otros. Son
personas que se comprometen a dedicarse en forma total y a entregarse para la
transformación de la realidad actual, en la dirección de una realidad transcendente.
En resumen:
El texto explora el concepto de fe según la perspectiva de Fowler, tomando como referencia las
teorías de desarrollo espiritual de autores como Bühler y Erikson. Fowler concibe la fe como una
construcción del mundo y presenta seis etapas que reflejan el desarrollo cognitivo y moral de un
individuo. Estas etapas, que siguen patrones similares a las teorías de Piaget, Kohlberg y Erikson,
incluyen la fe intuitiva-proyectiva, mítico-literal, sintética-convencional, individual-reflexiva,
conjuntiva y universalizante.
Cada etapa se asocia con virtudes específicas y peligros potenciales. Fowler sugiere que la fe es
una construcción personal que se moldea a lo largo del tiempo, influida por factores como el
contexto socio-histórico-cultural y las experiencias significativas. Se destaca la relación entre las
etapas de la fe y las etapas del desarrollo cognitivo y moral propuestas por otros teóricos. Es
interesante notar que la última etapa, la fe universalizante, es alcanzada por muy pocas personas.
Aquellos en esta etapa encarnan un espíritu inclusivo y transformador, contribuyendo a la creación
de zonas liberadoras y desafiando las estructuras e instituciones existentes. Se mencionan ejemplos
como Gandhi, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta, Bonhoeffer y Thomas Merton.
En resumen, el texto ofrece una visión detallada de cómo la fe se desarrolla a lo largo de la vida,
conectando las etapas propuestas por Fowler con teorías previas y destacando la influencia del
contexto y las experiencias en la construcción de la fe individual.

38
Texto: “Síntesis y valoración de la teoría sobre el desarrollo moral”.
→ Lawrence Kohlberg.
Kohlberg concluyó que el desarrollo del juicio y del razonamiento moral del ser humano
atraviesa tres niveles, a los que llamó preconvencional, convencional y postconvencional. Cada
uno de esos niveles contiene dos estadios. Pensó que todas las etapas que descubrió
constituían una sucesión única por la que han de pasar todas las personas, lo que no implica
que todas lleguen a los estadios más altos. Por su carácter estructural, los estadios son
universales.
Kohlberg postuló la existencia de una creciente reversibilidad, prescriptividad y
universalizabilidad en los juicios morales a medida que se asciende en la secuencia de estadios.
- Reversibilidad: Es la capacidad de aceptar que una decisión es correcta desde la perspectiva
de cualquier otra persona en la misma situación.
- Prescriptividad: se refiere al principio de que una persona debe actuar de acuerdo con los
principios morales que profesa. Esto significa que el individuo no solo debe entender lo que es
correcto o incorrecto, sino que también debe actuar de manera coherente con esos principios
éticos.
- Universalidad: se refiere a la capacidad de aplicar consistentemente los mismos juicios
morales a situaciones similares sin permitir excepciones arbitrarias
Para explicar y describir los estadios se utilizan 4 ejes:
- Qué se considera correcto.
- Qué son las normas.
- Cuál es la perspectiva social dominante.
- Qué operaciones de justicia imperan.
- Primer nivel: Moral preconvencional:
Este nivel significa someterse a reglas, expectativas y convenciones de la sociedad y de la
autoridad, y defenderlas precisamente porque son reglas, expectativas o convenciones de la
sociedad. En el nivel preconvencional los individuos no han llegado todavía a entender y
mantener las normas sociales convencionales. Si se respetan las normas es por evitar el castigo
de la autoridad.
Estadio 1: Moralidad heterónoma
¿Qué se considera correcto? En este estadio lo correcto es obedecer para evitar el castigo y
el poder superior de las autoridades.
¿Cuál es la perspectiva social dominante? La perspectiva social es egocéntrica: «Una persona
en este estadio no toma en cuenta los intereses de los demás ni reconoce que difieren de los
suyos; tampoco relaciona los dos puntos de vista. Las acciones las juzgan en términos de
consecuencias físicas más bien que en términos de intereses psicológicos de los demás. La
perspectiva de la autoridad se confunde con la suya propia»
En este estadio se da el realismo moral ingenuo: los valores, la bondad o maldad se equiparan
a una cualidad real, inherente al acto. Bueno y malo son términos absolutos. Si una acción es
mala es porque hay una regla o autoridad que la proscribe. El realismo moral se refleja también

39
en la convicción de que los juicios morales son evidentes por sí mismos, por lo que no
requieren justificación. Así, todas las personas han de tener la misma concepción de la realidad
y de los asuntos morales.
¿qué son las normas? Se hace una lectura inflexible de las normas, que no admiten
excepciones, con la salvedad de las autoridades que las han creado y las respaldan.
¿Qué operaciones de justicia imperan? La justicia se caracteriza por un estricto igualitarismo
y no por la equidad. Se trata de una estricta igualdad entre aquellas personas que están en la
misma categoría. No se tienen en cuenta ni el mérito ni las intenciones.
Estadio 2: Moralidad instrumental individualista.
¿que se considera correcto? Lo correcto en este estadio es que uno mismo, y se espera que
los demás también, persigan sus propios intereses, necesidades o deseos:«Actuar para
conseguir los propios intereses y necesidades y dejar que los demás hagan lo mismo».
¿Qué son las normas? Las normas son expectativas psicológicas de los individuos para
mantener un equilibrio con los otros a través del intercambio.
¿Cuál es la perspectiva social dominante? La perspectiva social es individualista concreta. Es
decir, se tiene conciencia de que cada persona tiene sus propios intereses que perseguir, que
pueden entrar en confrontación con los de otros, por lo que el intercambio instrumental es el
mecanismo a través del cual los individuos pueden coordinar sus acciones para el beneficio
mutuo. Desaparece el realismo moral del estadio 1.
¿Qué operaciones de justicia imperan? La operación de equidad está basada en la
persecución razonable de la satisfacción de las necesidades e intereses individuales. Siguen sin
contar las intenciones. El yo puede comprender las necesidades y acciones del otro, pero no
tiene aún en cuenta los conflictos entre perspectivas. La justicia conmutativa se basa en el
intercambio instrumental. Por ejemplo, es importante mantener las promesas para asegurarse
de que los demás mantendrán las suyas y harán cosas por ti. La operación de justicia correctiva
puede incluir la atención a necesidades individuales.
- Segundo nivel: moral convencional:
El nivel convencional está caracterizado por la conformidad y el mantenimiento de las normas
y acuerdos de los grupos más próximos y de la sociedad, porque esto preserva nuestra propia
imagen y el buen funcionamiento de la colectividad.
Estadio 3: Moralidad normativa interpersonal.
¿que se considera correcto? Los sujetos son conscientes de los sentimientos y expectativas
de los demás (a menudo, en el inicio de la adolescencia). Lo correcto es lo que los demás, en
especial los más próximos, aprueban. Se intenta cumplir bien el propio papel (ser buen hijo,
hermano, amigo) respondiendo a lo que los demás esperan de uno.
¿Cuál es la perspectiva social dominante? Los sujetos pueden ya asumir una perspectiva
socialmente compartida, la perspectiva de una «tercera persona». Como resultado, el
individuo del estadio 3 está particularmente interesado en el mantenimiento de la confianza
interpersonal y en la aprobación social.
Se utiliza por primera vez en el curso del desarrollo la equilibración de perspectivas mediante
la Regla de Oro: haz a los demás lo que querrías que los demás te hicieran a ti o, más

40
frecuentemente en su versión negativa, no hagas a los demás lo que no quisieras que te
hicieran a ti.
¿qué son las normas? Las normas son expectativas compartidas para mantener la relación, la
lealtad y la confianza entre las personas en el grupo. La operación de equidad permite hacer
excepciones con aquellos que se desvían de las normas, basándose en el reconocimiento de
circunstancias atenuantes y en la empatía para con las buenas intenciones.
¿Qué operaciones de justicia imperan? La justicia correctiva tiene en cuenta los motivos y si
el transgresor está viviendo según una concepción compartida socialmente de lo que es una
buena persona (méritos). Si así ocurre, el castigo no parece necesario o puede limitarse.
- Nivel 3: Postconvencional:
En el postconvencional, los individuos entienden y aceptan en general las normas de la
sociedad en la medida en que éstas se basan en principios morales generales (como el respeto
a la vida, o a la dignidad de las personas). Si estos principios entran en conflicto con las normas
de la sociedad, el individuo postconvencional juzgará y actuará por principios más que por
convenciones sociales.
En resumen:
El desarrollo moral según Kohlberg se divide en tres niveles: preconvencional, convencional y
postconvencional, cada uno con dos estadios. Kohlberg sugiere que estos estadios son universales
y que hay una creciente reversibilidad, prescriptividad y universalizabilidad en los juicios morales a
medida que se asciende.
1. *Preconvencional:*
- *Estadio 1:* Moralidad heterónoma, donde la obediencia se busca para evitar castigos.
- *Estadio 2:* Moralidad instrumental individualista, centrada en la búsqueda de intereses
personales y el intercambio.
2. *Convencional:*
- *Estadio 3:* Moralidad normativa interpersonal, enfocada en la aprobación social y
expectativas de otros cercanos.
- *Estadio 4:* Moralidad del mantenimiento del orden social, donde se busca mantener el orden
social y cumplir roles.
3. *Postconvencional:*
- *Estadio 5:* Contrato social y derechos individuales, basado en principios éticos y
reconocimiento de diversidad de opiniones.
- *Estadio 6:* Principios éticos universales, donde se guía por principios morales generales
incluso si entran en conflicto con las normas sociales.
Se utilizan cuatro ejes para explicar los estadios: lo que se considera correcto, las normas, la
perspectiva social dominante y las operaciones de justicia imperantes. Kohlberg destaca la
creciente capacidad de reversibilidad, prescriptividad y universalización en los juicios morales a
medida que se avanza en los estadios.

41
Texto: “El desarrollo moral: Una introducción a la teoría de Kohlberg”.
→ Redalyc.
Los dos factores básicos que influyen en el desarrollo moral son el desarrollo cognoscitivo y
la participación social y asunción de roles:
a) Desarrollo cognoscitivo: Por cada nivel o estadio moral existe un estadio o subestadio
lógico paralelo. Así:
- El razonamiento de la perspectiva preconvencional se basaría en el nivel pre-operatorio o
de las operaciones concretas.
- El razonamiento de la perspectiva convencional se basa por lo menos en las operaciones
iniciales.
- El razonamiento de la perspectiva postconvencional se basa en las operaciones formales
avanzadas o básicas (Hersh, Reimer y Paolitto, 1984).
Sin embargo, aunque el desarrollo cognitivo es una condición necesaria para el desarrollo
moral, no es una condición suficiente, ya que muchos individuos se encuentran en un estadio
cognitivo superior al que correspondería a su estadio moral.
b) Participación social y asunción de roles: Un factor aún más importante para el desarrollo
moral son las interacciones en diferentes grupos sociales que ofrecen al individuo la
oportunidad de asumir el rol de los demás, de situarse en su perspectiva. Cada estadio moral
implica una perspectiva distinta de asunción de roles. Aunque la secuencia de los estadios
morales es universal, la cultura influye en el ritmo de desarrollo, pudiendo acelerar o retardar
el paso de un estadio a otro.

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Desarrollo psicosexual
Texto: “La metamorfosis de la
pubertad y el despertar de la
primavera”.
→ Mabel Belcaguy, Juliana Gómez y
Alejandra Menis.
Freud y “Las metamorfosis de la pubertad”:
Primera etapa - Sexualidad Infantil
(Complejo de Edipo):
En la primera etapa, que corresponde a la infancia, los niños experimentan la sexualidad de
manera autoerótica, es decir, obtienen placer en su propio cuerpo.
Las pulsiones parciales, como la oral, anal y fálica, buscan su satisfacción de manera
independiente a través de diferentes zonas erógenas.
La orientación sexual en esta etapa se caracteriza por la premisa universal del falo, donde los
niños y niñas reconocen un solo órgano genital, el masculino.
Los deseos y la identificación con los padres son una parte central de esta etapa.
Segunda etapa – Pubertad:
Con la entrada en la pubertad, se inicia la segunda oleada de la sexualidad.
Las pulsiones parciales se subordinan a la genitalidad, y se introduce el concepto de "placer
preliminar" que involucra el placer correspondiente a las pulsiones parciales.
Se repite el complejo de Edipo y la preocupación por la castración, lo que conduce a una
nueva oleada de represión.
Los niños experimentan el desasimiento de la autoridad de los padres y buscan objetos de
deseo fuera del círculo familiar.
La pulsión se pone al servicio de la función reproductora como una nueva meta, y la
orientación sexual se diferencia en masculino y femenino.
Se inicia una búsqueda de satisfacción pulsional en relaciones sexuales con otros sujetos,
donde se reconoce la alteridad y la diferencia.
Lacan y “El despertar de la primavera” :
Lacan relaciona el término "primavera" con la adolescencia y su despertar sexual, destacando
que este período está marcado por la fantasía y la exploración sexual entre jóvenes. También
señala que la pubertad trae consigo cambios en el cuerpo, que afectan tanto la percepción del
cuerpo como objeto de deseo como la imagen corporal. Para Lacan, esta transformación del
cuerpo es una manifestación de lo "real" que el adolescente no puede controlar.

43
Texto: “Abordaje teórico y clínico del adolescente” (capítulo VI: Complejos de
Edipo temprano y tardío en la adolescencia).
→ Fernández Mouján.
El púber, frente a sus nuevas pulsiones instintivas, experimenta toda clase de emociones y
fantasías. Las fantasías ligadas a las pulsiones provocan estas emociones, no sólo de carácter
incestuoso, sino también de fantasías pregenitales y sádicas subyacentes.
Freud, situó el comienzo del complejo de Edipo a los 3 años (fase fálica), porque recién en
ese momento toman primacía los impulsos genitales y se llega a descubrir la diferencia sexual.
Sin embargo, reconoce que, desde el nacimiento, el niño se apodera de los padres, por
incorporación al comienzo (de la madre) y luego por identificación (con el padre), lo cual
posibilita (durante esta fase preedípica), la formación del “Yo” y del “Ideal del Yo.” Estas
coexisten pacíficamente, hasta que surge la rivalidad con el padre: Allí nace entones, el
complejo de Edipo.
Por otro lado, para M. Klein, el complejo de Edipo comenzaría a elaborarse junto con el
destete, la dentición y la posición depresiva, lo cual sucede cuando el “Yo” logra percibir a la
madre como objeto total, descubriendo entonces el vínculo entre la madre y el padre.
Supone M. Klein, la existencia de un “Superyó temprano”, que provocaría el complejo edípico
temprano. Este se establecería mediante la figura materna incorporada que tendrá las
características arcaicas de madre fálica o pareja combinada. Esta figura dirigiría en gran parte
la nueva relación con el padre.
La situación edípica temprana sería, entonces, la relación que se establece luego de los 6
meses; dentro de la fase oral sádica. En ella, el primitivo “Yo“ apela a los mecanismos
discriminadores de proyección e introyección que le permiten un paulatino aumento en la
percepción de los objetos y manejo de sus impulsos. Tempranamente, nos encontramos ante
un “Superyó muy ideal” que controla los impulsos primitivos del “Ello” y un “Yo” aún poco
integrado. No obstante, el “Yo” tiene, desde el comienzo, la función de conciencia (sistema
perceptual) mediante la cual la realidad va ejerciendo su influencia con nuevas identificaciones
sustitutivas, que reemplazan al objeto frustrador y gratificador y aumentan la confianza en el
mundo interno por medio de la experiencia.
El desarrollo precario de “Yo” hace que la conciencia de realidad (función yoica) se vea muy
deformada por la conciencia moral (función superyoica). A su vez, ésta es influida por las
primitivas identificaciones que no han sido suficientemente modificadas por el intercambio
con la realidad. Las primitivas fantasías subyacentes requieren, entonces, el control severo del
“Superyó” para mantener la ansiedad a nivel óptimo, con el consiguiente alejamiento de la
realidad y del control yoico de los impulsos (libidinales, agresivos, epistemofílicos).
Complejo de Edipo temprano: Sería el pasaje de la madre al padre o, en otros términos, la
paulatina aceptación del padre (objeto básicamente discriminador que permitirá la
diferenciación sexual y un mejor reconocimiento objetal). Dependerá este proceso del
“primitivo Superyó materno” (madre fálica), la nueva experiencia con el padre y la bisexualidad
constitucional.
La bisexualidad permite que las renuncias al objeto erótico no sean tan absolutas, vayan
dejando en el “Yo” diferentes identificaciones que estructuran cuatro tendencias:
- Odio y amor al padre.

44
- Odio y amor a la madre.
Estos edipos, por así decirlo, se van combinando hasta discriminar las dos identificaciones
parentales que se supone están en el Edipo tardío.
M. Klein describió las vicisitudes de este proceso discriminatorio típico del Edipo temprano,
en dos fases:
- Común para los dos sexos.
- Diferente para los dos sexos.
El complejo de Edipo se establece ante la percepción del cuerpo de la madre como objeto
total, momento en que el sadismo está en su máxima expresión. El bebé, frustrado por el
destete y perseguido por la madre primitiva, busca el “pene” paterno como objeto protector
y gratificador que discrimine entre sus frustraciones y la realidad. Pero este pasaje no es
definitivo, pues antes nuevas frustraciones tiene que volver al “pecho” materno. Estas
fluctuaciones de un progenitor a otra van permitiendo acentuar las bases de la elección hetero
y homosexual de los objetos libidinales, en la cual intervendrá además de la experiencia la
disposición sexual innata.
En el caso del varón; el pasaje al “pene” al nivel oral significa incorporarlo e identificarse con
él al mismo tiempo. Por lo tanto, su fase femenina (deseo del “pene”) coincide con el primer
período homosexual.
En el caso de la niña; la fase femenina coincide con su identificación sexual. En sus fantasías
desea recibir como la madre el “pene” del padre y tener con él hijos: se crea la rivalidad
edípica. Luego, vendrá la frustración ante el “pene” y la amenaza de castración materna, lo
que la llevará a abandonar esta fase deseando tener un “pene” y dárselo a la madre, tal como
el padre lo hace (fase homosexual femenina). Este deseo es secundario al deseo de recibir el
“pene”.
La entrada en la fase fálica (primacía genital) da por terminada la fase pregenital que hemos
denominado “Edipo temprano”.
Ante la situación de rivalidad ante el padre del mismo sexo, el complejo edípico tiene los
caracteres clásicos: la angustia de castración se vive en ante el padre del mismo sexo que
amenaza y obliga a renunciar al objeto prohibido, el cual vuelve como objeto de identificación.
Renunciando al padre del otro sexo, cada chico conserva lo que temía perder:
- El pene si es varón (por angustia de castración fálica).
- El cariño de la madre como objeto de amor si es mujer.
Freud dice que “el complejo de castración inhibe y restringe la masculinidad y estimula la
feminidad”, lo cual quiere decir que se incrementa en el varón la disposición homosexual y en
las mujeres, la heterosexual.
En la pubertad, ambos (varones y mujeres) atraviesan un período homosexual que en el varón
es más problemático, porque en él si la angustia de castración fálica es intensa durante el
desarrollo físico genital.
De los 12 a los 15 años, una vez reprimidos totalmente los impulsos genitales, impera un
clima de confusión y sadismo similar al que existía tras el destete. Los mecanismos de

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proyección e introyección se intensifica promoviendo una precaria discriminación objetal y de
identidades.
La figura de la madre fálica vuelve a tener importancia, y se vuelve a dar mediante el pasaje
identificatorio de una padre al otro. Se da el Edipo en las cuatro posiciones:
- Odio y amor al padre.
- Odio y amor a la madre.
La llegada a los 15 es clave; se supone que otra vez lo genital vuelve a primar, los objetos
externos están bien discriminados al igual que las figuras de identificación: el padre para el
varón y la madre para la mujer.
Estamos ante un proceso de duelo importante: el de la fantasía bisexual que comienza a los
12 años y termina a los 18. Este duelo tiene dos períodos:
- El puberal, más centrado en el cuerpo (pregenital).
- El de los 15 años, más centrado en las relaciones objetales externas (genital).
En la pubertad, los impulsos eróticos edípicos se incrementan; lo mismo que los subyacentes
impulsos perversos y sádicos. Esta “mezcla” fue estudiada por P. Heimann, quien denominó
polimorfismo perverso al período. Las excitaciones de todas las zonas erógenas están activas,
no sólo en sus impulsos libidinales, sino también en los destructivos, lo cual lleva tanto a una
fluctuación entre deseos eróticos orales, anales y genitales como a deseos libidinales y
agresivos. Es ante esta situación que se incrementa el rol del Superyó. Su influencia dependerá
de su propio desarrollo y del desarrollo del Yo. Esto quiere decir lo siguiente: el púber, ante el
incremento de su sadismo, de sus deseos pregenitales edípicos y epistemofílicos, tiene tres
posibilidades según el estado previo del Yo y Superyó.
1. Hacer una regresión instrumental (someterse al Yo represor):
2. Bloquearse (someterse al Superyó).
3. Hacer un desbloqueo instrumental (someterse al Ello).
La regresión instrumental permite la movilización del sadismo y de la libido polimorfa, que
son fuentes de energía en la búsqueda de nuevos objetos. Esta regresión permite coordinar
instintos parciales, movilizar la agresión y aminorar la peligrosidad de los impulsos.
En resumen:
El texto explora el desarrollo del complejo de Edipo temprano en la adolescencia, abordando las
perspectivas de Freud y M. Klein. Freud sitúa el inicio del complejo a los 3 años, enfocándose en la
fase fálica, mientras que Klein sugiere que comienza con el destete, la dentición y la posición
depresiva. Según Klein, un "Superyó temprano" influye en el complejo edípico temprano,
estableciéndose alrededor de los 6 meses. La bisexualidad juega un papel crucial, permitiendo la
formación de identificaciones que estructuran las tendencias de amor y odio hacia los padres.
Se describen dos fases en el complejo de Edipo temprano, comunes para ambos sexos y diferentes
para cada sexo. Ambas fases involucran la percepción del cuerpo materno como objeto total y la
búsqueda del "pene" paterno como protector y gratificador. El pasaje al "pene" implica
fluctuaciones entre los progenitores, influyendo en las elecciones hetero y homosexuales. Se
aborda la rivalidad edípica y la entrada en la fase fálica.
El complejo de castración, según Freud, inhibe la masculinidad y estimula la feminidad. En la
pubertad, ambos sexos experimentan un período homosexual marcado por la intensificación de
impulsos genitales y perversos. A los 15 años, se supone que la genitalidad vuelve a primar, y se
46 La pubertad se caracteriza por el incremento
enfrenta un proceso de duelo por la fantasía bisexual.
de impulsos eróticos y perversos, dando lugar a la influencia del Superyó. Se señalan tres
posibilidades de respuesta ante el incremento de impulsos, relacionadas con el estado previo del
Yo y el Superyó: regresión instrumental, bloqueo o desbloqueo instrumental.
impulsos genitales y perversos. A los 15 años, se supone que la genitalidad vuelve a primar, y se
enfrenta un proceso de duelo por la fantasía bisexual. La pubertad se caracteriza por el incremento
de impulsos eróticos y perversos, dando lugar a la influencia del Superyó. Se señalan tres
posibilidades de respuesta ante el incremento de impulsos, relacionadas con el estado previo del
Yo y el Superyó: regresión instrumental, bloqueo o desbloqueo instrumental.

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Texto: “Abordaje teórico y clínico del adolescente” (capítulo VII: Relaciones de
objeto durante la adolescencia).
→ Fernández Mouján.
El Yo se pone ante un doble desequilibrio: uno interno y el otro externo. Es decir, un abandono
objetal y un descubrimiento objetal.
Este cambio significa un proceso de desplazamiento de las “cargas” de libido objetal, tanto
de los objetos internos como los del mundo externo.
Esto rompe con el equilibrio, y el adolescente tratará de volver a equilibrarse nuevamente.
Por ejemplo, cuando el cambio interno se adelanta al cambio físico externo, lleva al pre-púber
a vivir situaciones riesgosas y frustrantes. Cuando el desarrollo externo es precoz, se cambia
de vínculos objetales externos cuando las relaciones objetales internas tienen aún
características infantiles.
Origen:
El cambio objetal se origina por la reaparición de impulsos sexuales con características
sádicas, polimorfas y amorosas, acompañado de fantasías que orientan las necesidades de
objeto hacia las nuevas relaciones.
Relaciones objetales:
1. Son un impulso o necesidad biológica.
2. Son un objeto que satisfaría dicha necesidad específica.
3. Son las modalidades y fenómenos emocionales que acompañan esa necesidad para
facilitarla.
Todos estos cambios implican una situación de duelo, provocada por el desplazamiento hacia
nuevos objetos libidinales. Durante este período se provocan una serie de relaciones
“objetales” transitorias que sirven como mediadoras en el desarrollo de la identidad que está
en crisis. Estas mediaciones evitan el caos y frenan los cambios bruscos. Son de todo tipo:
teorías y conocimientos, el cuerpo propio y ajeno, la familia, los grupos, las instituciones, y las
actividades sociopolíticas.
Vínculos objetales: pueden ser narcisistas, transicionales y ambivalentes.
Proceso de desarrollo de las relaciones objetales, desde el principio:
- Primero: el primer conflicto es con el pecho. La primera solución es el autoerotismo
(chuparse el dedo). Se reemplaza el objeto original sin ser tan inundado por la rabia y la
ansiedad. La autogratificación prepara el camino para volver al objeto externo, si es que el odio
y la desconfianza no invadieron al primitivo Yo. Esta conducta se basa en 2 mecanismos yoicos:
proyección e introyección.
- Segundo: cuando el Yo evoluciona y el principio de realidad se establece, los estímulos
internos dolorosos (incrementados por las frustraciones) no se pueden negar y proyectar con
tanta facilidad como durante el autoerotismo. Entonces> el principio de placer cede el lugar al
narcisismo.
Narcisismo: Se lo llama así porque busca huir de la realidad externa y refugiarse dentro del
Yo. Surge cuando al aumentar el principio de realidad por disminución de las ansiedades y

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defensas psicóticas, la frustración despierta un odio más intenso, ya que hay más conciencia
de un peligro externo. Entonces, el Yo se defiende, y retira la libido del objeto externo, como
manifestación de rechazo contra lo que siente, como causa de su estado doloroso. Este
replegamiento se llama Narcisismo Secundario (Freud).
- Tercero: durante el desplazamiento de catexis de la adolescencia, se produce una
sobrevaloración del Yo. La autopercepción se centra mucho en el Yo. Esto se manifiesta
clínicamente en todos los niveles de conducta. En lo afectivo: extrema susceptibilidad y
arrogancia. En lo somático: aumentan las tendencias exhibicionistas e hipocondríacas. En lo
intelectual: hay un esfuerzo en la elaboración de teorías y fantasías que expliquen a su manera
la nueva realidad, con más o menos respeto por la misma.
Catexis: Es la pérdida de los viejos vínculos objetales, que fuerzan al Yo adolescente en crisis
a un retiro narcisista. Es un periodo particularmente delicado por el monto de ansiedad que
provoca en el Yo la carencia de las identificaciones. El mundo interno es muy intolerable, y el
Yo está muy debilitado. Los adolescentes se sienten sin identidad.
Cuando las relaciones de objeto se externalizan, durante un tiempo estarán fuertemente
teñidas por el narcisismo> los objetos externos serán invadidos por identificaciones
proyectivas masivas.
Entonces; del autoerotismo (1) se pasó al narcisismo identificando al Yo con el “objeto de
amor” (2) y luego al narcisismo identificando a un objeto externo como “objeto bueno” (3).
En lo clínico se refleja: la típica veracidad que presentan, los anhelos abrumadores de amor
que los vuelven hipersensibles a determinadas experiencias, los períodos de “estar
enamorados” y los “grandes entusiasmos”. La mala conducta (porque buscan un objeto bueno
que los perdone). La intensificada incapacidad de espera, que los lleva a apresurarse en las
decisiones.
De a poco, el Yo adolescente se va a ir fortaleciendo: desarrolla pensamiento reflexivo, lo
imaginario, la sensibilidad artística, la fantasía hacia el futuro.
Los caracteres de la relación y del objeto son:
1. Su transitoriedad.
2. Asume derechos sobre el objeto, pero quita omnipotencia al Yo.
3. La cambia el sujeto.
4. El objeto en la relación debe ser capaz de transmitir calor, vida, movimiento y realidad.
5. No proviene del mundo externo ni del interno.
6. Tiene que sobrevivir tanto al amor como al odio.
En resumen:
Durante la pubertad, el Yo enfrenta desequilibrios internos y externos, experimentando un
abandono y descubrimiento de objetos. Este cambio implica el desplazamiento de cargas de libido
tanto internas como externas. Los adolescentes buscan equilibrarse ante situaciones riesgosas y
frustrantes. El cambio objetal se origina por impulsos sexuales reaparecidos y fantasías que dirigen
las necesidades hacia nuevas relaciones. Estos cambios generan un duelo al desplazar las cargas
hacia nuevos objetos libidinales. Se establecen relaciones objetales transitorias que median la crisis
de identidad, abordando cambios gradualmente. Los vínculos objetales pueden ser narcisistas,
transicionales y ambivalentes. El desarrollo de las relaciones objetales implica el conflicto inicial
con el pecho y evoluciona a través de mecanismos yoicos como proyección e introyección. El
narcisismo surge como una defensa contra la realidad
49 externa, manifestándose en distintos niveles
de conducta. Durante la adolescencia, se produce una sobrevaloración del Yo y un retiro narcisista
debido a la pérdida de viejos vínculos objetales. Las relaciones de objeto externalizadas están
fuertemente influenciadas por el narcisismo. En lo clínico, se refleja en la veracidad, anhelos de
con el pecho y evoluciona a través de mecanismos yoicos como proyección e introyección. El
narcisismo surge como una defensa contra la realidad externa, manifestándose en distintos niveles
de conducta. Durante la adolescencia, se produce una sobrevaloración del Yo y un retiro narcisista
debido a la pérdida de viejos vínculos objetales. Las relaciones de objeto externalizadas están
fuertemente influenciadas por el narcisismo. En lo clínico, se refleja en la veracidad, anhelos de
amor, periodos de enamoramiento, mala conducta y falta de paciencia. Con el tiempo, el Yo
adolescente se fortalece, desarrollando pensamiento reflexivo, sensibilidad artística y fantasía
hacia el futuro. Las relaciones objetales son transitorias, asumen derechos sobre el objeto, cambian
al sujeto, transmiten calor y deben sobrevivir al amor y al odio.

50
Texto: “Abordaje teórico y clínico del adolescente” (capítulo X: Rasgos de
carácter en la pubertad y mediana adolescencia).
→ Fernández Mouján.
Rasgos de carácter en la pubertad: Son transicionales y tienen una doble finalidad:
- Elaborar una pérdida.
- Permitir una espera.
Por medio del rasgo de carácter se expresarían en el Yo las identificaciones del objeto perdido
y, simultáneamente, las del esperado.
Entran en juego los factores culturales y biológicos hacia el púber hombre y la púber mujer.
Púber mujer:
Al tener la primera menstruación (12 años) percibe externamente “sangre” como la
confirmació de una pérdida (la del “pene”); aceptado en la fantasía inconsciente bisexual.
Lo que surge nuevo en ella es la expresión de su feminidad. Estopa ligada a ansiedades de
pérdida, a ansiedades ante lo nuevo de carácter persecutorio, y a los dos objetos sexuales: (1)
el padre y (2) la madre.
Ante esto, se identifica con un objeto parcial: el pene del padre, y lo ofrece a sí misma (por
identificación) como falo, adquiriendo ciertos rasgos masculinos ligados al padre o sustitutos.
Esto calma ambas ansiedades: se siente poseedora de un falo, por lo tanto, no percibe la
pérdida de la bisexualidad como algo que la exponga a una angustia intolerable. Y a la vez, se
identifica con la madre, pero de un grado menos intenso.
A los 15 años, esta situación se invierte: lo fálico cede el lugar de privilegio a lo femenino, y
la identificación masculina se debilita.
Acá entra en juego lo cultural, según los rituales de iniciación sexual de la mujer, los
estereotipos, la presión cultural, etc.
Púber varón:
Lo que pierde es la feminidad (la madre) a la cual tiene que recuperar por identificación, como
objeto ahora desexualizado.
Aparece como nuevo: su desarrollo físico, los impulsos libidinosos genitales. Esto le ofrece a
su Ello una identificación parcial masculina.
Entonces, se identifica tanto con el padre como con la madre (como pasa con las chicas) como
método de defensa ante la angustia y la castración.
Esta bisexualidad causa un “carácter pasivo”, que el púber se autocastre transitoriamente,
esperando una mayor tolerancia a sus impulsos sexuales.
Por un lado, elaboran un duelo ante la identificación con el sexo perdido, y por el otro de a
poco van aceptando su identidad sexual.
Características: en ambas identificación aparecen rasgos de caracteres pasivo-compulsivo,
inhibiciones, irresponsabilidad, machismo, fanfarronería, formalismos, masturbación, etc. Lo
biológico y lo cultural: por un lado, la presión social en contra de sus rasgos de carácter.

51
Por el otro, la externalización de sus genitales le impiden toda negación al hecho de estar
expuestos (tanto a percibir, estimular, y ser castrados).
Entonces; existen dos defensas normales para elaborar el duelo básico de la adolescencia:
- La pérdida de la bisexualidad fantaseada, y la aceptación de la bisexualidad real.
- Cuando se rompen estas defensas y se acepta la bisexualidad real, surge con toda claridad
el conflicto edípico, que de pregenital va a pasar a plantearse en términos de genitalidad adulta
a los 15 años.

En resumen:
En la pubertad, los rasgos de carácter cumplen la función de elaborar pérdidas y permitir la
espera. Las experiencias difieren entre púberes mujeres y hombres. En las mujeres, la primera
menstruación simboliza la pérdida del "pene," desencadenando ansiedades vinculadas a la
feminidad y a los padres. Identificándose con el pene del padre, adquieren rasgos masculinos para
mitigar ansiedades y, a los 15 años, esta dinámica se invierte. En los varones, la pérdida es la
feminidad (la madre), y se identifican tanto con el padre como con la madre para defenderse de la
angustia y la castración, dando lugar a un "carácter pasivo." Ambos géneros enfrentan rasgos como
pasividad compulsiva, inhibiciones, irresponsabilidad, machismo, fanfarronería, formalismos y
masturbación. Factores biológicos y culturales, incluyendo rituales de iniciación sexual, afectan este
proceso. Dos defensas normales para abordar el duelo adolescente son la pérdida de la
bisexualidad fantaseada y la aceptación de la bisexualidad real. La ruptura de estas defensas puede
conducir al conflicto edípico, manifestándose en términos de genitalidad adulta a los 15 años.

52
Texto: “Adolescencia: Confluencia del bifasismo sexual en el entretiempo de la
sexuación”
→ Néstor Carlos Córdova.
En tres ensayos, Freud plantea la existencia de la sexualidad infantil y junto con esa idea
introduce la de los dos tiempos del desarrollo de la sexualidad. Eso va a ser conocido como el
bifasismo de la sexualidad humana.
Estos dos tiempos son: el primero la sexualidad infantil caracterizada por las pulsiones
parciales y el autoerotismo y el segundo inicia con la pubertad y sus transformaciones que
supondrá el primado de la sexualidad genital y el arribo a una “conformación normal
definitiva”
Esto rompió con la idea de que, si o si el desarrollo sexual de las personas se ve alineado con
su edad cronológica.
La sexualidad infantil y la adulta no son dos cosas separadas y diferentes, sino que es la misma
sexualidad que se da en diferentes tiempos.
La sexualidad inconsciente parental mayormente de la madre, se implanta en el infante a
través de actos, gestos y palabras que acompañan la crianza. Estos son llamados como
“Significantes enigmáticos”.
Aporte más importante de Tres Ensayos de Freud: incidencia de la sexualidad del Otro en la
constitución del sujeto psíquico.
En la Metamorfosis de la pubertad se afirma que “la madre se horrorizan si se esclareció que
con todas sus muestras de ternura, despierta la pulsión sexual de su hijo, y prepara su posterior
intensidad”
Los dos tiempos de la sexualidad humana no corresponden a dos fases de una misma
sexualidad, sino a dos sexualidades diferentes (Bleichmar tomando cosas de Laplanche).
Según Freud los dos tiempos del desarrollo sexual con la aparición de la pubertad, producen
la confluencia del bifasismo sexual en el entretiempo de la sexuación. Esto implica el encuentro
de las dos sexualidades y se configuran.
Entretiempo de la sexuación: estación de recambio en la que se juegan los procesos psíquicos
correspondientes a los tiempos lógicos puberal, adolescente y juventud.
Que aparezca la pubertad no quiere decir que va a desaparecer la sexualidad infantil, sino
que la eclipsa y produce un ocultamiento por medio de la represión, por eso la gente interpreta
que desaparece, pero no es así.
La sexualidad infantil no culmina automáticamente en una conformación definitiva adulta,
sino que se requieren estaciones de recambio. Grassi a esto lo llama “la urgencia de
transformar y crear”.
Las diferencias sexuales ahora son genitales, de genero, el pasaje de la bisexualidad al homo
o hetero cobran nuesvas significaicones. Destaca que el cambio en la orientación sexual ocurre
en un contexto de relaciones mutuas.
Puget diferencia el cuerpo sexuado vincular de los adolescentes de la sexualidad infantil y
destaca la existencia de dos tipos de sexuación: endogámica (ligada a la familia) y exogámica
(ligada a relaciones fuera de la familia).

53
Se enfatiza que la adolescencia implica la creación de una historia personal al establecer
vínculos con otros. Esta historización no busca recordar el pasado, sino dar sentido a las
experiencias actuales y proyectar hacia el futuro.
En resumen, la adolescencia es un período de formación de identidad a través de la
construcción de relaciones, historización de experiencias y exploración de un horizonte de
futuro en constante cambio.
En resumen:
En este texto, Freud introduce el concepto de bifasismo en la sexualidad humana, compuesta por
dos tiempos: la sexualidad infantil con pulsiones parciales y autoerotismo, y el segundo que
comienza en la pubertad, marcado por la primacía de la sexualidad genital y la llegada a una
"conformación normal definitiva". Se destaca que estos dos tiempos no son fases lineales, sino
sexualidades diferentes.
La sexualidad inconsciente parental, especialmente de la madre, se transmite al infante mediante
actos, gestos y palabras llamados "significantes enigmáticos". Freud subraya la influencia de la
sexualidad del otro en la constitución del sujeto psíquico como uno de los aportes clave de sus
"Tres Ensayos".
Se menciona la metamorfosis de la pubertad, donde la madre, a pesar de sus muestras de ternura,
despierta la pulsión sexual del hijo. Los dos tiempos del desarrollo sexual convergen en el
entretiempo de la sexuación, una estación de recambio donde se configuran procesos psíquicos
asociados a la pubertad, adolescencia y juventud.
Se subraya que la aparición de la pubertad no implica la desaparición automática de la sexualidad
infantil, sino su eclipsamiento y ocultamiento a través de la represión. Se destaca la necesidad de
estaciones de recambio para que la sexualidad infantil no culmine automáticamente en una
conformación definitiva adulta.
Las diferencias sexuales, como genitales y de género, toman nuevas significaciones en la
adolescencia. Se mencionan las dos sexuaciones: endogámica (vinculada a la familia) y exogámica
(vinculada a relaciones fuera de la familia). La adolescencia se presenta como un período de
formación de identidad, donde se construyen relaciones, se historizan experiencias y se explora un
horizonte de futuro en constante cambio

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Texto: “Adolescencia de la metapsicología a la clínica” (capítulo 4: El trabajo
de duelo durante la adolescencia).
→ Fernández Mouján.
Se considera al duelo como un proceso difícil que realiza el Yo, consciente e
inconscientemente, para elaborar la pérdida de un “objeto”. Es la pérdida con el cuerpo, los
objetos externos (familia y medio ambiente) y los objetos internos (las identificaciones y sus
configuraciones).
Existe una triple dimensión de la pérdida:
- Objeto.
- Fantasías.
- Partes del Yo.
Muchas veces, lo que intensifica el dolor del duelo no es el objeto mismo, sino las fantasías
ligadas al mismo o con las cuales parte del Yo estaba identificado.
Todo esto tiene un carácter transicional.
El “esperar” opera sobre un “espacio” confusional que genera tres tipos de ansiedades:
1. De persecución.
2. Depresivas; ligadas a fantasías sobre la pérdida, de ser atacado o de haber atacado, como
también de perder una estructura y transitar por un espacio incierto, lo cual agrega la siguiente
ansiedad
3. Confusional; ligada a vivir la identidad en crisis, suele manifestarse como
despersonalización, extrañamiento y desorientación.
Este transitar requiere tiempo y trabajo.
Teoría de la libido freudiana:
Todo duelo requiere 3 pasos desde la teoría de la libido freudiana.
1. Se da cuando el Yo se encuentra con su objeto libidinoso, quedando liberada dicha libido,
que tiende en un primer momento a volverse narcisistamente al Yo.
2. La etapa narcisista; donde el Yo se ofrece al Ello como el objeto perdido, al ser cargado con
la liberación libidinosa objetal.
3. El Yo intenta desplazar esta libido narcisista hacia nuevos objetos externos.
El duelo normal adolescente marca el carácter poco duradero de las identificaciones parciales
y la primacía del Yo sobre el objeto (por ejemplo, los rasgos del carácter de la pubertad).
Melanie Klein:
Melanie Klein, desde el enfoque de las relaciones objetales, centra su análisis en los
mecanismos yoicos para controlar las ansiedades de pérdida y culpa.
- Primero: se disocia y se proyecta hacia afuera del Yo todo lo malo (odio, vacío, destrucción,
objetos persecutorios) y se retiene todo lo bueno (amor, objetos bondadosos).
- Segundo: va intercalando periodos de integración donde lo malo y lo bueno van formando
la unidad perdida de la identidad.
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- Tercero: el periodo más depresivo, donde la culpa y el dolor son asumidos y el amor se
puede desplazar hacia nuevos objetos con un sentimiento reparatorio.
Ambos modelos incluyen un trabajo mental que tendría como objeto la vuelta a las nuevas
configuraciones vinculares, que ocuparan las pérdidas, previa estructura narcisista.
Bowlby:
Fases de duelo, según Bowlby:
- Protesta: Acá el Yo trata de recuperar al objeto y se queja de lo acontecido; se muestra
irritable, inquieto y decepcionado.
- Desesperación: Refleja el momento en el que el Yo toma conciencia de la pérdida, pero en
el medio de un caos que lo hace sentir desorientado y desorganizado.
- Desapego: El Yo se pone distante y no acepta buscar nuevos vínculos.
Esto marca un momento de rechazo de la realidad o aislamiento, y se busca una nueva
interacción de conductas específicas. Una vez superada esta fase, se vuelve a poner en
funcionamiento “unidades de información” que crean una secuencia de desarrollo.
Para Bowlby no es la libido la que se moviliza en el duelo, ni las fantasías ligadas al “objeto
bueno”, sino “unidades de información” que reclaman respuestas específicas para que un
nuevo sistema interaccional entre en juego.
Ante la pérdida o ruptura de una configuración de relación objetal, se ponen en movimiento
las cargas libidinales, las relaciones objetales (fantasmales o ilusorias) y unidades de
información, tratando de restablecer vínculos que calmen la ansiedad. Para ello hay que volver
primero a uno mismo (narcisismo, idealización del Yo, desapego), o por lo menos a un espacio
“entre”, a fin de tantear o explotar luego nuevas relaciones, supuestamente más maduras.
Winnicott:
A continuación, se expondrá cómo puede entenderse el proceso de duelo dentro de la teoría
de los objetos transicionales desarrollada por Winnicott.
Según él, para que el duelo se desarrolle debe existir un primer momento de desplazamiento
libidinoso hacia un objeto ilusorio, que no es interno ni externo, sino “entre”
En el segundo momento, este objeto transicional estructura un campo imaginario ilusorio
que permite al Yo la espera necesaria y la entrada en el tercer momento.
En este tercer momento, se incluye a la aceptación del objeto real externo, con el
correspondiente desplazamiento libidinal en el nuevo vínculo.
En la teoría del objeto transicional, el desplazamiento libidinal hacia un objeto ilusorio
permite procesos identificatorios en un espacio “entre” que defienden al Yo de procesos
melancólicos o depresivos clásicos, dando tiempo al Yo para que el duelo continúe su proceso
sin caer en la manía.
El Yo participa al desidentificarse de todo objeto y poder devenir en el otro, a través de una
totalidad y sin dejar de ser uno. El Yo se siente parte de un todo por participación, lo que le da
identidad grupal sin confusión con objeto alguno. No hay relación objetal, sino una
“participación objetal” que produce en el Yo la percepción de una Gestalt que le da identidad.
El modelo de la identidad grupal se basa en el desapego y le da una caracterización al duelo
y entra por participación en un campo imaginario que le permite totalizar la experiencia.
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- Ante la pérdida objetal, el Yo se desidentifica de todo objeto y entra entonces por
participación en un campo imaginario que le permite totalizar la experiencia.
- En el segundo momento, el Yo entra en una relación objetal no libidinosa, sino por
participación en una estructura que es la identidad grupal. Va a alcanzar; el valor o función que
el objeto significaba inconscientemente para el sujeto y la percepción de la realidad
gestálticamente. Esto da confianza y orientación a través de códigos analógicos, que solo
señala o sugiere una realidad que vamos “construyendo” y particularizando.
- El tercer momento supone que el Yo de la participación entra de nuevo en relación libidinosa
con los objetos externos transformados, se hayan perdido o no. Esto se debe a que al participar
con ellos a través de la identidad grupal alcanzó su valor real dentro de la estructura. Descubrió
la función que tenía en la configuración inconsciente, lo cual permite tener autonomía con
respecto a él, y no dependencia.
Es decir, el valor real que tuvo durante la relación con el Yo hasta el momento de la crisis. Este
valor es descubierto por desidentificación.
A manera de síntesis, quisiera puntualizar que, además de los antecedentes en los vínculos
infantiles, son importantes algunas características actuales para que este trabajo de duelo
tenga éxito:
1. La experiencia con el mundo externo va devolviendo la capacidad de modificar las fantasías
y ansiedades persecutorias, en la medida en que alimenta la confianza en los nuevos vínculos.
Son como “mojones” de enriquecimiento durante el tránsito por lo que llamamos el “espacio
vacío” del duelo.
2. La imaginación, en cualquier de sus formas: ilusoria, representacional o creativa, permite
yugular y “llenar” transitoriamente el vacío dejado por el objeto. Es un poder volver al objeto,
como también un poder adelantarse a los nuevos.
3. La participación brinda la posibilidad de sentirse dentro de otro orden (identidad grupal)
en plena crisis vivida durante el duelo. Es la otra relacion que tenemos con los “objetos” (no
identificatoria) la que permanece durante el duelo, siempre y cuando podamos
“desapegarnos”.
4. Las unidades de información genética se mantienen como una energía en potencia, a la
espera de realimentaciones que pongan en función nuevos sistemas interaccionales, al
servicio del crecimiento. Respuestas adecuadas del ambiente facilitarán la liberación de
energía hacia nuevos vínculos.
5. El pensamiento racional brinda la capacidad reparatoria, que no necesita una
demostración inmediata, y, además permite planear las conductas positivas hacia los nuevos
objetos.
6. La capacidad reparatoria es una fuerza yoica importante para aceptar la pérdida y hacer
frente a nuevas vicisitudes. Es lo que Erikson llamó la confianza básica (autoestima). Depende
de buenas experiencias previas de separación, lo cual implica la existencia de una simbiosis
normal e identificaciones con aspectos valorados de los objetos “perdidos” y asumidos por el
Yo.
Especificidad del duelo adolescente:
El duelo adolescente no es un duelo puro el cual suponga una pérdida y un nuevo vínculo
objetal. Durante la adolescencia, la “pérdida” coexiste con un “renacer”.
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Hay tres procesos simultáneos (pérdida, logro descubrimiento), que, una vez integrados, nos
permiten entender uno de los problemas con relación al duelo: la rebeldía. Es una forma de
oponerse a los padres refugiándose en un mundo narcisista o idealizado, que detiene el
proceso de cambio con una “revolución” aparente que justifica al adolescente para no seguir
luchando por su identidad, quedándose enganchado en peleas familiares que tapan el miedo
a un mundo más adulto.
El duelo siempre supone una renuncia; el “renacer” siempre supone una asunción: asumir
aquello que se descubre en el acto de “ver nacer”.
La participación ayudaría haciendo tolerable el vacío, ya que se estaría en relación a través
de la identidad grupal.
Durante la pubertad, el duelo se centra en el cuerpo, afectando especialmente al Yo corporal,
que vive la doble pérdida de su cuerpo infantil. Por lo tanto, existen dos pérdidas:
- La del cuerpo físico.
- La del esquema corporal.
También priman las ansiedades persecutorias, y se hace necesario controlarlas. Estas
ansiedades están ligadas al cambio físico y a las fantasías perversas polimorfas. Las exigencias
externas también incrementan la ansiedad.
La angustia controlada en el cuerpo no es un hecho puramente mecánico de desplazamiento,
sino que requiere que el Yo le dé un significado en el cuerpo.
Los síntomas psicosomáticos, frecuentes en la pubertad, los son mucho más en la mediana
adolescencia, dado que le dan mucha más significación.
Lo que tenía significado de búsqueda y descubrimiento, se convierte en factor de angustia y
reclama del Yo cosificar al cuerpo. El púber vive haciéndolo.
La madre en un primer momento, inicia esta enseñanza al tratar el cuerpo de su bebé como
una persona y no como un mero objeto. Si bien la disociación mente-cuerpo y la disociación
de partes del cuerpo es la defensa más importante del púber durante el proceso de duelo,
queremos señalar otras maneras de controlar la ansiedad durante el duelo normal:
- Los rasgos de carácter puberales lentifica el duelo, especialmente ligados a la bisexualidad.
Es decir, las chicas retienen en lo fálico aspectos masculinos que han pedido, en tanto que los
varones, en su rasgo “pasivo”, retienen aspectos femeninos que han perdido en el desarrollo
puberal.
- El pensamiento mágico, aunque muy debilitado, les permite satisfacerse sin tener que llevar
a cabo determinadas conductas, dado que la idea reemplaza el objeto. También la imaginación
ilusoria y semántica les da la posibilidad de una cierta satisfacción que sustituirá el objeto
perdido, el no alcanzado aún y el no realizado.
- Las inhibiciones y aislamientos son útiles muchas veces ya que detienen el proceso de duelo
y lo hacen manos abrumante y exigente.
-La mala conducta sirve muchas veces durante la pubertad para desplazar la culpa inherente
al duelo: el púber se porta mal para ser castigado por algo de lo cual no se siente
profundamente culpable.
¿Qué pasa con el duelo en la etapa de los quince años?

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El duelo se centra en el Yo psicológico, que se entiende por las identificaciones y la función
imaginativa y pensante.
Una vez pasada la pubertad como período de “protesta” (Bowlby) del duelo, se entra en el
periodo de desesperación, gracias a la percepción más total de lo perdido y de lo adquirido.
El culto a la amistad es típico a esa edad; los amigos se extrañan, se disculpan, sufren por su
ambivalencia ante el otro, se sinceran ante una falla, son susceptibles al error del otro, etc.
Mecanismos yoicos:
Hay ciertos mecanismos yoicos que tienen utilidad para elaborar el duelo a esta edad:
- La fluctuación del Yo, que reemplaza a la disociación puberal. Consiste en una extrema
facilidad del Yo para fluctuar entre aspectos sin sensación de contradicción ni de disociación.
- Lo imaginario. A través de lo ilusorio, el Yo logra un lugar intermedio frente al mundo
externo, que le permite ir desplazando la libido narcisista e integrando el amor y el odio que
preanuncia el arribo a la fase depresiva del duelo.
Lo imaginario representacional o simbólico permite elaborar, a través de la idea o signo,
aquello que directamente sería imposible realizar o provoca ansiedades intolerables. Se
transita imaginariamente tanto por el pasado que cuesta dejar, como el futuro que se teme
encontrar.
La imaginación creativa sería una manera de crear una realidad autónoma respecto de las
identificaciones o representaciones del pasado.
Los grupos y la barra de amigos son otra ayuda importante en el duelo. Al crear un campo de
triple carácter: social, psicológico e imaginario, ayudan a integrar elaborar lo que en realidad
aún está disociado y no asumido: la identidad y los roles sociales.
La última etapa adolescente coincide con la tercera etapa del duelo: el desplazamiento hacia
nuevos objetos, diferentes a los de la infancia. Supone el logro de una identidad básica que
capacite al sujeto para estar solo (no es lo mismo que aislado ni marginado). Estar solo es una
capacidad propia del logro de la identidad. Es estar desapegado, libre frente a los objetos por
donde se desplazan los nuevos intereses, confiado en poder asumirlos y repararlos, y poder
depender de ellos y mantenerse independiente simultáneamente, por participar en relaciones
con identidad grupal.

En resumen:
El texto aborda el duelo como un proceso complejo del Yo para elaborar la pérdida de un "objeto"
que puede ser tanto físico como simbólico. Se menciona una triple dimensión de la pérdida: objeto,
fantasías y partes del Yo. Se exploran las teorías de Freud, Melanie Klein, Bowlby y Winnicott,
destacando la importancia de la libido, las relaciones objetales y los objetos transicionales en el
proceso de duelo.
Se discuten las fases del duelo según Bowlby, enfatizando la protesta, desesperación y desapego.
Además, se incorpora la perspectiva de Winnicott sobre los objetos transicionales y la participación
en una identidad grupal para facilitar el proceso de duelo.
Se destacan los mecanismos yoicos para controlar ansiedades de pérdida y culpa, con enfoques
en la disociación, proyección y periodos depresivos. También se aborda la especificidad del duelo
adolescente, donde la pérdida coexiste con el "renacer". La participación y la identidad grupal se
presentan como elementos clave para hacer tolerable el vacío durante el duelo adolescente.

59
Se explora la relación del duelo con la pubertad, afectando al Yo corporal y generando ansiedades
persecutorias. Se señalan formas de controlar la ansiedad, como el pensamiento mágico y la
imaginación. Además, se destaca la importancia de la experiencia con el mundo externo, la
imaginación y la participación para el éxito del trabajo de duelo.
En la etapa de los quince años, el duelo se centra en el Yo psicológico, con énfasis en
identificaciones y la función imaginativa. Se describen mecanismos yoicos, como la fluctuación del
Yo y lo imaginario, que son útiles para elaborar el duelo en esta etapa. Los grupos y la amistad se
presentan como apoyos cruciales para integrar la identidad.
La última etapa adolescente coincide con el desplazamiento hacia nuevos objetos y la
consolidación de una identidad que capacita al individuo para estar solo, entendido como una
capacidad fundamental del logro de la identidad.

60
Texto: “Adolescencia: Del goce orgánico al hallazgo del objeto”.
→ Susana Estela Quiroga.
La metapsicología de la adolescencia en el marco de la multideterminación:
La adolescencia: Fenómeno de multideterminación:
Definición y ubicación de la adolescencia:
La adolescencia puede ser definida desde distintos puntos de vista, según desde dónde se
proponga su abordaje, ya que este momento del ciclo vital comienza siendo un hecho biológico
(crecimiento del cuerpo y comienzo de funcionamiento de las hormonas sexuales), pero, a su
vez, está inmerso en un proceso psicosocial que varía según las culturas y los momentos
históricos.
El proceso adolescente es esencialmente un proceso de cambio y, por tal razón, de transición.
Tanto para el adolescente como para la familia, es el momento de la vida en que se presentan
más problemas nuevos y con menos tiempo para resolverlos que en cualquier otro período
anterior de su vida. Cuando el desarrollo físico se torna notorio, los adultos esperan que
abandone a igual ritmo la conducta infantil y acepte responsabilidades que recién se
adquirirán en la fase resolutiva de la adolescencia.
En efecto, este largo pasaje del adolescente desde el niño hasta el ser adulto es arduo y difícil
en cuanto a las tareas que el aparato psíquico debe realizar.
Desde las categorías psicoanalíticas, incluye el pasaje desde la endogamia, es decir desde los
códigos de la intimidad familiar, hasta la exogamia, o sea, hasta los códigos de la cultura; el
logro de la madurez sexual, es decir, la asimilación psíquica de los cambios morfológicos y
fisiológicos que ocurren en su cuerpo y que incluyen la madurez sexual genital y el estar apto
para la conservación de la especie; el encuentro (intrapsíquico y exterior) con el objeto
heterosexual y, finalmente, un desenlace eficaz del narcisismo positivo, derivado de las
investiduras de objeto homosexual, que permitan transformaciones psíquicas desplazadas
hacia la realización laboral y los intereses sociales.
Punto de vista cronológico:
a. Adolescencia Temprana:
Se extiende desde los 8 y 9 hasta los 15 años, aproximadamente, y comprende las siguientes
subfases:
1. Prepubertad: 8 a 10 años. Período comprendido entre los 8 y 10 años. Este se caracteriza
porque en ambos sexos se observa un cambio de conducta centrado en el incremento, a veces
desordenado, de la motricidad. Asimismo, desde el punto de vista psicológico, se notan
cambios en el tipo de juegos y en las verbalizaciones, que se tornan de mayor contenido sexual.
Durante esta época, comienza una aceleración del crecimiento. Para las niñas comienza entre
los 8 y los 11 años, y declina al término de la adolescencia temprana, entre los 15 y 16 años.
Los varones muestran un patrón similar de crecimiento, pero lo inician y lo concluyen más
tarde. Como promedio, éste comienza entre los 9 o 10 años y termina alrededor de los 17 o
18 años. La prepubertad, entonces, incluye el crecimiento corporal y la puesta en marcha de
las glándulas sexuales. Estas últimas no tienen consecuencias visibles aún en el exterior, salvo
el cambio que se produce en la conducta como el incremento de la motricidad.

61
2. Pubertad: 10 a 14 años (según los sexos). Período siguiente, momento en que los cambios
corporales iniciados en el período anterior comienzan a tener efectos visibles. Es durante esta
subfase cuando se produce el desarrollo de las características sexuales primarias y las
secundarias., Las primeras corresponden a los órganos sexuales masculino y femenino
relacionados con la reproducción; para las segundas, sin duda las más llamativas,
corresponden a aquellos aspectos físicos que dan apariencia "masculina" y "femenina" y
cumplen una importante función en la atracción de los sexos y la formación de parejas.
Cronológicamente, la pubertad comprende el período entre los la y 14 años, tomando en
cuenta que varones y mujeres no poseen un desarrollo sincrónico ya que, como dijimos, estas
últimas comienzan más temprano. Este periodo abarca aproximadamente 2 años.
3. Adolescencia temprana propiamente dicha: 13 a 15 años. Abarca el último período de
crecimiento corporal. En esta etapa, que abarca alrededor de dos años, los cambios corporales
que se realizan no son tan notorios desde el exterior. Quizás haya un aumento pequeño de
talla, de vellosidad, de asentamiento de la voz, etc. los cambios fundamentales ya se han
realizado. La apariencia corporal externa indica que aquel niño que era ha quedado
transformado en adulto.13 a los 15 o 16 años, según los sexos, la genética y las condiciones
socioculturales.
En las niñas, el proceso de crecimiento se inicia antes que en el varón. Existen ciertos períodos
dentro de los cuales es esperable que ocurran cambios de conducta y/o cambios físicos, en
especial en el adolescente temprano. El momento en que éstos tienen lugar depende
fundamentalmente de factores genéticos, pero también es importante destacar que existe una
influencia recíproca entre lo psíquico, lo biológico y lo social, de manera que causas de este
orden pueden alterar el ritmo cronológico, inhibiendo o apresurando los procesos fisiológicos.
b. Adolescencia Media:
Comienza entre los 15 y los 16 años y termina alrededor de los 18 años. Durante el curso de
la enseñanza secundaria, este período queda comprendido entre el tercero y quinto año de
este ciclo.
Este período muestra al adolescente con una conducta más ordenada en cuanto al
cumplimiento de las normas escolares. A su vez, podría subdividirse en dos etapas, en función
de un acercamiento del "dolescente a un tipo de sexualidad que desea parecerse a la del
adulto.
El adolescente medio se caracteriza por terminar de estabilizar el proceso de crecimiento.
Esta estabilidad le permite poder salir en busca del otro, mediante un proceso de
desplazamiento de investiduras libidinales desde el propio cuerpo hacia el objeto, vínculo de
intimidad. Por otra parte, se dan vínculos de masa categorizados por el amor y la identificación
fraterna, con fidelidad a un líder idealizado.
c. Adolescencia Tardía o fase resolutiva:
Desde los 18 a los 28 años. Las problemáticas que el adolescente debe resolver en esta etapa
son la inserción en el mundo vocacional y laboral y el encuentro con una pareja estable.
Aquellas manifestaciones más frecuentes que hemos observado en los adolescentes tardíos,
como derivados de los conflictos a resolver en esta etapa. Ellos son:

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1. Discriminación entre "quiénes son los padres" y "quién soy Yo". Una problemática
alrededor del "desasimiento de la autoridad de los padres, que se da no tanto como lucha
generacional (como en la adolescencia media), sino como delimitación de subjetividades.
2. Deseo de un establecimiento de vivienda independiente.
3. Deseo de independencia económica.
4. Deseo constituir una pareja estable.
5. Logro de la orientación vocacional y/o laboral.
Nuevamente, remitiéndose a la experiencia clínica y a la observación directa, diría que en
este período se diferencian tres subfases:
1. De los 18 a los 21 años: Se caracteriza por una gran conmoción y caos interior, debido al
sentimiento de soledad que lo domina.
La pérdida del cuerpo institucional (como antes del cuerpo somático) sume al adolescente en
un estado depresivo, que a veces no es detectado por el observador, porque dicha depresión
se ha recubierto de defensas en contra de la misma. Los observables de esta subfase
corresponden a un adolescente desorientado, confuso, a veces caótico. O su contrario, un
adolescente ordenado y sobreadaptado, en el cual parece no haber transcurrido un cambio
2. De los 21 a los 24 años: El adolescente toma conciencia de las tareas psíquicas a resolver,
independientemente de que pueda realizarlas. Es un período de mayor posibilidad de
reflexión, donde el estado confusional se ha calmado.
Se observa la inserción en nuevos grupos sociales y de trabajo, que se saben transitorios: sus
integrantes se reúnen en función de los distintos proyectos y metas que en ese momento
tienen en común, aunque se perciben más individuales en cuanto al futuro.
3. De los 25 a los 28 años: Se configura como la entrada en la adultez y la aceptación de la
complejidad psíquica y social de esta larga etapa. La denominación ":Adolescencia tardía"
supone una capacidad de frustración para aceptar la caída de los ilusorios característicos de la
adolescencia media (el ideal de justicia, de verdad, de amor). Esta aceptación es la que le
permitirá insertarse, en la sociedad adulta, compleja e incoherente.
Punto de vista biológico:
La pubertad es la etapa en la cual se producen los cambios necesarios que conducirán al
sujeto a la madurez sexual.
Tres etapas: Una primera etapa inmadura, en la que comienzan los cambios corporales,
aunque aún no hay función reproductora. Una segunda etapa de maduración, en la que
comienzan a producirse las células sexuales en los órganos reproductores, pero en la que aún
no se han completado los cambios corporales. Una tercera etapa, ya madura, en la que los
órganos sexuales funcionan adecuadamente y las características sexuales secundarias ya se
han desarrollado.
A. Función de la glándula pituitaria: Durante el periodo prepubertad, produce un aumento
gradual de la hormona gonadotropica. La combinación de estas dos condiciones marca el
comienzo de la pubertad.
B. Función de las gónadas: Las gónadas, glándulas endocrinas que cumplen una función
activa en los cambios puberales, son las glándulas sexuales. Las gónadas femeninas son los

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ovarios y las masculinas, los testículos. Un poco antes de la pubertad, la hormona
gonadotrópica de la glándula pituitaria se produce en cantidad suficiente para permitir e!
crecimiento de las gónadas inmaduras y su transformación en ovarios y testículos maduros.
Junto con el crecimiento de las gónadas, sobreviene la producción de células germinales, y las
hormonas del crecimiento dan lugar al desarrollo de los órganos genitales y de las
características sexuales secundarias.
- En la mujer: En la menarca. Este es el signo más visible de que en la niña ha comenzado e!
proceso hacia la madurez sexual.
- En el varón: a las primeras poluciones espermáticas. Esta es la manifestación más evidente
de que el varón se dirige hacia la madurez sexual.
Generalmente estos cambios biológicos de la pubertad se inician en ambos sexos alrededor
de los 8 o 9 años pero pueden adelantarse o retrasarse por la influencia de diversas variables:
desde el ámbito socio-cultural, la herencia, la salud, la nutrición, hasta la conformación
corporal.
C. Transformaciones físicas de la pubertad: Durante la pubertad se dan cambios en el interior
y en el exterior del cuerpo, Estos cambios son pronunciados, se producen en un lapso de 2 o
3 años, a partir de los cuales el adolescente temprano.
Estas modificaciones incluyen cuatro factores principales:
- Aumento del tamaño corporal (estatura y peso).
- Cambios en las proporciones del cuerpo (exterior e interior), que se realizan de manera
asincrónica y manifiesta.
- Desarrollo de las características sexuales primarias.
- Desarrollo de las características sexuales secundarias.
La estatura es regulada por la hormona de crecimiento.La llamada "aceleración del
crecimiento" comienza para las niñas entre los 8 y 11 años, con un pico en los 12 y seis meses,
y declina hacia los 15 y 16 años. Para los varones se inicia más tarde, entre los 10 y 14 años,
con un pico de velocidad a los 14 años y una declinación entre los 17 y 20 años.
Las modificaciones en el exterior de se dan de forma asincrónica y se manifiestan en la cabeza
que crece con lentitud en comparación con el resto del cuerpo.
En el tronco se produce un ensanchamiento de hombros en el hombre y de caderas en las
mujeres. Las piernas y brazos se hacen más largos en relación con el tronco. Las manos y los
pies suelen parecer proporcionalmente más grandes y notables.
En cuanto al desarrollo de las características sexuales primarias en el varón, se agrandan
paulatinamente los testículos y el pene, aparece el vello pubiano y se producen las primeras
poluciones nocturnas.
- En las mujeres: los ovarios y el útero crecen con rapidez, hasta alcanzar el tamaño y
funcionamiento maduros para que se produzca la menarca. Las características sexuales
secundarias son las que otorgan al cuerpo de ambos sexos las características del cuerpo
masculino y femenino.
- En los varones: el ensanchamiento de los hombros, dando al tronco una conformación
triangular, forma bien definida de brazos y piernas, leves protuberancias alrededor de las

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tetillas, aparece el vello púbico, en las axilas, sobre el labio superior y la barbilla. Aparece
pilosidad en los miembros, el pecho y los hombros. Hay cambios en la voz y en el color y la
textura de la piel. En las niñas: ensanchamiento de los hombros e incremento en la redondez
de las caderas que delimita la cintura, el desarrollo del busto, aparece vello púbico, axilar y
facial, la pilosidad en los miembros, el cambio en la voz hacia una tonalidad más grave, y
cambios en el color y la textura de la piel.
Punto de vista antropológico:
El fenómeno adolescente se presenta inserto en una estructura social que pertenece a un
tiempo histórico y un espacio geográfico. Toda estructura social posee una cultura que, a su
vez, determina a aquella.
Cada cultura propone para la adolescencia, a través de formas determinadas llamadas"ritos",
un momento de inicio, que se apoya en el hecho biológico del despertar pulsional, y un
momento de fin, que es altamente variable. El concepto de adolescencia también dependerá
de cierto cuerpo de valores, ideologías, que son inherentes a cada cultura.
Es posible que, en este sentido, el adolescente de todas las culturas haya sido sometido a
"ritos de iniciación", que llamaríamos de formalización y contención, que ponen nombre al
pasaje que se produce desde el cambio biológico, cuyo significado es la pérdida de lo infantil,
la familia protectora y nutricia, la enclpgamia, la madre, los vínculos de intimidad, el pasado,
hasta la cultura cuyo significado es el pasaje a la adultez, el padre, los vínculos formales, la
exogamia, el futuro. El pasaje a la adultez se caracteriza por el pasaje de un desconocimiento
a un conocimiento que llamamos el saber y en el que quedan comprometidos los "procesos
de pensamiento". Este saberse halla enlazado a la sexualidad y el trabajo, que para el mundo
infantil constituye un misterio.
En resumen:
El texto explora la metapsicología de la adolescencia en el contexto de la multideterminación,
abordando esta fase del desarrollo desde diversas perspectivas. La adolescencia se conceptualiza
como un fenómeno complejo, inicialmente marcado por cambios biológicos, como el crecimiento
del cuerpo y la activación de las hormonas sexuales. Sin embargo, se subraya que este proceso está
inmerso en un marco psicosocial que varía según culturas y momentos históricos.
Se identifica la adolescencia como un periodo de transición y cambio, tanto a nivel individual
como familiar. Se espera que el adolescente abandone comportamientos infantiles y asuma
responsabilidades propias de la fase adulta. Desde una perspectiva psicoanalítica, se destaca el
paso del ámbito familiar hacia los códigos culturales, la consecución de la madurez sexual, el
encuentro con el objeto heterosexual y la transformación del narcisismo positivo hacia objetivos
laborales y sociales.
El análisis temporal divide la adolescencia en etapas, desde la temprana hasta la tardía o fase
resolutiva. Cada fase se caracteriza por cambios físicos, psicológicos y sociales, como la aceleración
del crecimiento, el desarrollo de características sexuales primarias y secundarias, así como la
búsqueda de independencia y estabilidad emocional.
La perspectiva biológica se centra en la pubertad, señalando las etapas de desarrollo de las
gónadas y las transformaciones físicas que conducen a la madurez sexual. La función de la glándula
pituitaria y la influencia de factores como la herencia, la nutrición y la salud se destacan en este
contexto.
Desde un punto de vista antropológico, se resalta la influencia de la cultura en la adolescencia,
con ritos de iniciación que formalizan la transición de la niñez a la adultez. Estos ritos conectan la
pérdida de la infancia y la intimidad familiar con la entrada a la cultura, simbolizando el paso del
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pasado al futuro y del desconocimiento al conocimiento, especialmente en relación con la
sexualidad y el trabajo.
pérdida de la infancia y la intimidad familiar con la entrada a la cultura, simbolizando el paso del
pasado al futuro y del desconocimiento al conocimiento, especialmente en relación con la
sexualidad y el trabajo.
En resumen, el texto ofrece un análisis detallado de la adolescencia, considerando sus múltiples
dimensiones, desde lo biológico y psicológico hasta lo social y cultural, proporcionando una visión
integral de este periodo crucial en el desarrollo humano.

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Texto: “Adolescencia: el fin de la ingenuidad”.
→ Luis Kancyper.
Introducción:
En la adolescencia, se dan complejas dinámicas intrapsíquicas e intersubjetivas, incluyendo
movimientos narcisistas y relaciones familiares de poder. Destacan la elección vocacional, el
objeto genital exogámico y la redefinición de vínculos sociales. La resignificación retroactiva es
clave, permitiendo comprender inscripciones traumáticas de la infancia. La adolescencia es un
punto de llegada y partida: revela traumas silenciados y posibilita nuevas significaciones,
marcando el "segundo apogeo del desarrollo". Implica reestructuración identificatoria y
confrontación generacional y fraterna, requiriendo la admisión de la alteridad y duelos
narcisistas, edípicos y fraternos.
Resignificación, memoria y confrontación generacional:
La resignificación activa una memoria ligada a traumas del sujeto y sus progenitores. Estos
recuerdos emergen durante la adolescencia, fase culminante con crisis inevitables. En este
período, las investiduras narcisistas parento-filiales y fraternales no resueltas chocan,
exigiendo confrontación. La confrontación implica desafiar identificaciones desestructurantes,
llevando al sujeto a enfrentar aspectos no confrontados por sus padres y hermanos. Este
proceso puede desencadenar desestructuración narcisista y angustias intensas en ambas
partes del vínculo.
Las fantasías de muerte que surgen antes y durante la confrontación representan la muerte
de instalaciones narcisistas y de idealizaciones, marcando la caída de sobreinvestiduras que se
viven como tragedias en la lógica narcisista. Las investiduras narcisistas desequilibran roles
familiares, generando identificaciones alienantes. Los hijos no ocupan roles simbólicos, y los
progenitores quedan atrapados en roles infantiles, alimentando identificaciones alienantes. La
resolución de estas identificaciones requiere intervenciones familiares para procesar lo
escindido y resignificado. La resignificación implica reinterpretar eventos ocultos,
integrándolos a la realidad psíquica. Es un proceso de construcción e historización para
comprender el pasado en el presente, permitiendo al adolescente reescribir su historia. En el
trabajo clínico, se enfoca en reescribir el pasado en una estructura diferente, no solo
recordarlo o revivirlo. La reescritura es el punto de llegada, llevando a la reestructuración del
sujeto.
En la situación analítica, el analista desempeña el papel de un "aliado transitorio",
funcionando como un mediador temporal entre las realidades intrapsíquica e intersubjetiva
del adolescente y sus padres. Esta función implica facilitar el movimiento y cambio en la
relación dinámica entre las partes involucradas. El término "transitorio" señala la naturaleza
temporal y provisional del analista, en contraste con lo perpetuo. El analista actúa como un
facilitador de la confrontación generacional y fraterna, alentando a padres e hijos en esta "gran
batalla". Además, durante el proceso analítico, el analista opera como un "otro auxiliar" para
facilitar la transición entre las realidades material y psíquica, y como un "ser fronterizo" que
media entre el yo, el ello, la realidad externa y las estructuras del propio analizante.
Fin de la Ingenuidad:
La adolescencia marca el fin de la ingenuidad, esa inocencia ligada a lo primitivo, lo dado y
no cuestionado. Durante esta etapa, se sacrifica la ingenuidad infantil para confrontar

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identificaciones impuestas y alcanzar un conocimiento propio, reordenando lo heredado y
formando un proyecto desiderativo. Este proceso estructura la identidad del adolescente y lo
libera de su posición anterior como víctima pasiva. La flexibilidad al cambio psíquico en la
adolescencia es crucial, ya que en esta fase se producen transformaciones psíquicas, somáticas
y sociales, permitiendo una mutación psíquica estructural en medio de pulsiones y conflictos.
La adolescencia es un período doloroso pero lleno de intensas alegrías y promesas de vida.
En esta etapa, los adolescentes tienen nuevas herramientas para reflexionar sobre su pasado,
pero también enfrentan turbulencias que pueden conducir a la construcción y comprensión
de lo oculto y escindido. Durante este desarrollo ruidoso, tanto los adolescentes como sus
padres y hermanos se enfrentan a escándalos, obstáculos que provocan indignación y
desorientación. La falta de escándalos indica una inhibición en la confrontación generacional
y fraterna, un proceso esencial para el cambio psíquico. A pesar de los momentos angustiosos
y caóticos, el caos en la adolescencia es una fuente de creatividad y novedad, desde donde
puede emerger el orden.
El caos en la adolescencia no debe ser visto como desorden; de hecho, el caos es la materia
prima de toda creación y representa energía que se ordena y reordena de manera
impredecible. En contraste, el desorden implica disipación y pérdida de energía, sin capacidad
de generar nada nuevo. Mientras el caos es adaptable al cambio, creativo y novedoso, el
desorden solo engendra más desorden y termina en entropía. Durante la adolescencia, tanto
los adolescentes como sus padres enfrentan escándalos debido al caótico cambio pulsional, lo
que lleva a la resignificación de identificaciones, traumas, ideales y creencias. Además,
experimentan cambios corporales y sexuales caóticos, a menudo percibidos pasivamente. La
pasividad frente a estas mutaciones puede haber oscurecido el verdadero significado de la
adolescencia, relegándolo a una visión de padecimiento pasivo, en lugar de reconocer su
naturaleza caótica y creativa inherente. En realidad, esta etapa caótica es también un período
de cuestionamiento y rebeldía fulgurante.
La reflexión de Bordelois sobre la evolución de las palabras revela cómo los significados se
transforman a lo largo del tiempo debido a factores culturales y sociales. La sustitución del
sentido original de la adolescencia por uno de padecimiento puede ser interpretada como una
mirada adultocéntrica que expone las relaciones de poder tanto manifiestas como latentes en
el campo intergeneracional. Este cambio de significado puede reflejar la dificultad de los
progenitores para aceptar el crecimiento del hijo y su propia mortalidad, desencadenando así
una reconfiguración del término y su carga semántica. La evolución de las palabras, por lo
tanto, puede ser vista como una manifestación de las dinámicas complejas de poder y
resistencia en las relaciones familiares y sociales.
El adulto ante el espejo de la ingenuidad:
El proceso de confrontación del adolescente hacia el adulto expone la ingenuidad del adulto
y lo enfrenta con los absurdos que había aceptado. El adolescente intenta desvelar la verdad
oculta en el mundo de los adultos y busca nuevos tiempos. Sin embargo, el adulto evade
enfrentarse al adolescente, ya que hacerlo implica renunciar a su poder intergeneracional. Esta
confrontación provoca en el adulto una reacción de oposición y lo confronta con su propia
vergüenza y fracaso, forzándolo a revisar su propia dignidad. El adolescente desafía al adulto
a enfrentarse a su verdadero ser, lo cual es resistido debido a la presión de cuestionar creencias
y certezas. Esta dinámica ofrece a los adultos la oportunidad de reflexionar y modificar sus

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sistemas intrapsíquico e interpersonal, contribuyendo así a la construcción continua de la
identidad individual y social de ambas partes.
En resumen:
El texto explora las complejas dinámicas psicológicas y relaciones familiares durante la
adolescencia, destacando la elección vocacional, la confrontación generacional y la resignificación
retroactiva como elementos clave. La resignificación implica activar una memoria ligada a traumas,
desafiando identificaciones desestructurantes y generando confrontación. Se aborda el papel del
analista como un "aliado transitorio" en la confrontación generacional y fraterna durante el proceso
analítico.
La adolescencia se presenta como un período de confrontación con la ingenuidad infantil,
marcando el fin de lo primitivo y no cuestionado. La resignificación y confrontación generacional
llevan a la reestructuración identificatoria y a enfrentar aspectos no confrontados por los padres y
hermanos. La flexibilidad al cambio psíquico en esta fase es crucial para la transformación psíquica
y social. Aunque la adolescencia es percibida como turbulenta y caótica, se destaca que el caos es
la materia prima de la creatividad y la novedad, contrastándolo con el desorden que implica pérdida
de energía.
Se examina la evolución semántica de la palabra "adolescencia" y se plantea cómo el cambio en
su significado puede reflejar dinámicas de poder y resistencia en las relaciones familiares. La
confrontación del adolescente hacia el adulto expone la ingenuidad de este último, confrontándolo
con absurdos aceptados y provocando resistencia. La dinámica ofrece a los adultos la oportunidad
de reflexionar y modificar sus sistemas intrapsíquico e interpersonal, contribuyendo a la
construcción continua de la identidad individual y social.

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Identidad
Texto: “La identificación en la adolescencia.
Tiempos difíciles”.
→ Silvia Bleichmar
Tiempo de cambio:
La adolescencia es definida como el tiempo abierto a la
resignificación y a la producción de dos tipos de procesos
de recomposición psíquica:
- Los que determinan los modos de concreción de las tareas vinculadas a la sexualidad.
Habiendo dejado la familia de ser el lugar de impartición privilegiado de información, en
razón de que los medios han tomado a su cargo esta función, y habiendo quedado el
semejante en función de mediador y metabolizador de información y ya no como fuente de
proveniencia de la misma, los modelos identificatorios de la sexualidad no circulan alrededor
de las figuras del entorno inmediato, sino de personajes virtuales que han devenido familiares,
al punto de que su destino, y modos de operar, forman parte del entretejido cotidiano y se
convierten en opciones de cotejo intrageneracional.
- Los que remiten a la desconstrucción de las propuestas originarias y la reformulación de
ideales (que luego encontrarán destino en la juventud temprana y en la adultez definitiva).
Aquel que atañe a la desconstrucción de significaciones y a la recomposición de valores que
el período de adolescencia impone (vale decir, a la asunción metabólica de enunciados que
fueron aceptados o rechazados en la infancia por su proveniencia del adulto significativo), es
indudable que éste se presenta con mayor complejidad que en otras épocas, en razón de que
la historia misma ha devastado significaciones operantes hasta hace pocos años, y las
generaciones que tienen a su cargo el completamiento de la crianza de quienes vendrán a
relevarlos en el proceso reproductivo y social se ven despojadas; ya no de certezas, sino de
propuestas mínimas a ofrecer.
La diferencia existente entre los procesos de autoconservación y de autopreservación que
constituyen dos ejes de la problemática de la subjetividad: Siendo el “Yo” un residuo
identificatorio que toma a su cargo y metaforiza en un conjunto representacional la totalidad
del organismo, su masa ideativa se ordena alrededor de dos ejes:
- Aquel que tiene que ver con la conservación de la vida y realiza las tareas necesarias para
ello.
- El que se determina como preservación de la identidad, como conjunto de enunciados que
articulan el ser del sujeto, y no sólo su existencia.
En tiempos de estabilidad, ambos coinciden, y se puede preservar la existencia sin por ello
dejar de ser quien se es, vale decir sin dejar de sostener el conjunto de enunciados que
permiten que uno se reconozca identitariamente. (por ejemplo, se puede ser solidario y tener
trabajo, sobrevivir sin por ello destruir a nadie, ser generoso sin sucumbir a la miseria).
Pero, en épocas históricas particularmente desmantelantes, ambos ejes entran en
contradicción y la supervivencia biológica se contrapone a la vida psíquica, representacional,
obligando a optar entre sobrevivir a costa de dejar de ser o seguir siendo quien se es a costa

70
de la vida biológica (por ejemplo, guerras, campos de concentración, situaciones de miseria
extrema).
El proceso de desidentificación se ve agravado por el hecho de que el país se ha convertido
en un lugar transitorio para los jóvenes que aún piensan en un futuro posible, y en un espacio
sin sentido para quienes tienen vedado incluso esa perspectiva. Pero tal vez, el signo más
notable del vacío representacional en el que se ven sumergidos los adolescentes, radique en
que el discurso parental se ha ido deslizando, inevitablemente, hacia el plano
autoconservativo:
- Autoconservativo inmediato: Por ejemplo, cuando temen que anden por la calle porque les
pueden robar o matar, o porque pueden matarse con una moto o un coche, o porque pueden
quedar librados a situaciones impensadas de desprotección extrema.
- Autoconservativo mediato: Por ejemplo, cuando se les plantea que todo el sentido de su
vida actual está regido por la necesidad de no caer de la cadena productiva en el futuro (que
se diviertan lo que puedan, pero que al mismo tiempo se garanticen que sobrevivirán
económicamente).
Despojado el estudio de todo valor simbólico, es propuesto, en las representaciones
dominantes de la sociedad, como medio de acceder a posibilidades de supervivencia. Y si el
robo no es propiciado como una salida posible, ello no es sólo por los restos morales que la
sociedad aún conserva, sino por la inviabilidad de un ejercicio exitoso del mismo sin acceso al
poder económico o político.
Tiempo de angustia:
El aceleramiento en la pubertad de tareas vinculadas a la adolescencia, y en la adolescencia
de propuestas que deberían ser patrimonio de los jóvenes, no es sino el efecto de la angustia
que rige al conjunto, del temor a que los goces no alcanzados en el presente ya no tengan lugar
en el futuro, y sería de un moralismo vaciado de contenido histórico acusar a nuestra sociedad
de dejarse ganar por la falta de valores y el vacío, porque aquello que los determina en uno y
otro caso responde a causas diversas y se rige por motivaciones de otro orden.
¿Se puede realmente proponer, sin embargo, que estamos ante un proceso en el cual los
adolescentes se ven sometidos, en virtud de las condiciones imperantes para los adultos, a la
ausencia de un universo identificatorio posible? No parece haber racionalidad que pueda
realmente sostener un enunciado de este tipo. Las instituciones mediadoras de la
identificación han variado, y de ellas depende la posibilidad de recomposición de procesos
identificatorios que den garantía para parar la desintegración que amenaza a la sociedad
argentina. Es notable que, carentes de grandes propuestas compartidas, sigan operando sin
embargo microgrupos que rearticulan modos de cohesión y de reidentificación para los
adolescentes y jóvenes (e incluso para los adultos).
Sin embargo, no se vislumbran aún grandes proyectos capaces de articular una
reidentificación de conjunto de la sociedad, la cual sólo se identifica en el sufrimiento actual
compartido. Siendo milagroso que aún se conserven, luego de traumatismos reiterados y
desilusiones innumerables, rasgos de solidaridad y espíritu de recomposición que aun cuando
no cuajen en grandes propuestas de esperanza conservan resquicios por los cuales los tres
pilares de la identificación que constituyen las representaciones, los fines compartidos y los
afectos ligadores todavía persistan. Es allí donde los restos de un país solidario que se define
por la producción de bienes simbólicos sigue emergiendo en los intersticios; y en estos

71
intersticios es donde se insertan las posibilidades identificatorias de los adolescentes. Desde
los movimientos de rescate específico de su historia –en la cual La Noche de los Lápices ha
ocupado un lugar definitivo como símbolo de una generación que trasciende- hasta la
participación ya no como adolescentes que se permiten una moratoria sino fundidos en una
masa que abarca varias generaciones debido a que el trabajo o su carencia homogeneiza más
allá de las particiones que la ley de educación obligatoria impone, se gestan modos de
reidentificación posible.
Los requisitos de una reidentificación humanizante tienen entonces algunas puntas desde las
cuales sostenerse, y ello desde un proceso de identificación recíproca del conjunto, ya que no
hay condiciones para proponer una perspectiva identificatoria a los adolescentes si no se
recomponen las grandes líneas de la identidad que se ven fracturadas en este momento de la
historia en los adultos mismos. . Identidad que no puede articularse sino en el continuo de una
recuperación histórica de los enunciados que, más allá de sus fallas y derrotas, formaron a
varias generaciones de cuyo capital simbólico aún se alimenta el país, y al cual no debemos
renunciar sin una revisión profunda que nos permita saber quiénes somos, sin una asimilación
fácil de las aporías e impasses a las que fuimos conducidos, con las dosis de verdad en las
cuales lo más lúcido del siglo XX se constituyó.

En resumen:
El texto aborda la adolescencia como un período propenso a la reevaluación y a la reconfiguración
psicológica, especialmente en dos aspectos: la sexualidad y la formación de ideales que influyen en
la juventud y la vida adulta. Sin embargo, estos procesos están fuertemente influenciados por las
condiciones históricas, particularmente desafiantes en Argentina en ese momento.
El autor plantea que comprender la identidad en la actualidad y en el futuro implica no solo una
preocupación intelectual, sino una implicación personal; dado el contexto complejo. Se destaca
que, en tiempos de crisis histórica, la objetividad científica no puede existir sin implicación
emocional, ya que la realidad se vuelve borrosa cuando se mantiene una distancia abstinente.
El texto examina los cambios en las tareas vinculadas a la sexualidad y cómo las figuras de
identificación en este aspecto se alejan de las generaciones anteriores. También explora la
desconstrucción de significados e ideales en la adolescencia, que se ha vuelto más compleja debido
a la pérdida de certezas en la sociedad argentina.
El autor menciona la contradicción entre la autoconservación y la autopreservación en tiempos
de crisis, donde la supervivencia biológica puede chocar con la vida psicológica, lo que a menudo
obliga a elegir entre sobrevivir a expensas de la identidad o mantener la identidad a costa de la
supervivencia, citando ejemplos como guerras o situaciones extremadamente precarias.
Se argumenta que el discurso parental se ha vuelto más enfocado en la autoconservación, ya sea
inmediata o a largo plazo, y se subraya la importancia de los modelos que los adultos proporcionan
a los adolescentes.
El texto también menciona la importancia de la identificación en la adolescencia y cómo los
microgrupos aún operan para brindar opciones de identificación a pesar de la falta de grandes
proyectos compartidos. Se resalta la necesidad de una reidentificación colectiva en la sociedad
argentina, y se menciona cómo los restos de solidaridad y espíritu de recomposición aún persisten,
aunque no se traduzcan necesariamente en grandes propuestas de esperanza.
En conclusión, el texto explora la compleja dinámica de la adolescencia en el contexto de
Argentina y destaca la importancia de la identidad y la identificación en un entorno histórico
desafiante. Se argumenta que la reidentificación colectiva es esencial para abordar los problemas
actuales de la sociedad argentina.

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Texto: “Identidad, Juventud y Crisis” (capítulo III: El ciclo vital: Epigénesis de la
Identidad).
→ Erik H. Erikson.
Entre las coordenadas indispensables de la identidad, está la del ciclo vital, porque
suponemos que sólo en la adolescencia, el individuo desarrolla realmente los requisitos de
crecimiento fisiológico. En realidad, podemos referirnos a la crisis de identidad como el
aspecto psicosocial de la adolescencia.
El crecimiento humano se da de los conflictos interiores y exteriores que la personalidad vital
soporta, reemergiendo de cada crisis con un aumentado sentimiento de unidad interior, con
un incremento del buen juicio y la capacidad de “hacer las cosas bien” de acuerdo con sus
propios estándares y los de aquellos que son significativos para ella.
Según Marie Jahoda, una “personalidad sana” es aquella que domina activamente su
ambiente, manifiesta una cierta unidad de personalidad y es capaz de percibir el mundo y a sí
misma correctamente (todos estos criterios refieren al desarrollo cognitivo y socia del niño).
Desde una perspectiva psicoanalítica, el niño “sano” es quien obedecerá las leyes interiores
de evolución, leyes que crean una sucesión de potencialidades para la interacción significativa
con las personas que lo cuidan y responden a sus exigencias y con las instituciones que están
a su disposición; debe permanecer dentro de “la proporción adecuada y la secuencia
adecuada” que gobierna toda la epigénesis.
Explicación del siguiente diagrama: La distribución horizontal y vertical de los casilleros
significa una secuencia de estadios y un desarrollo gradual de las partes componentes. En otras
palabras, el diagrama representa una progresión a través del tiempo de la diferenciación de
las partes. Esto indica: 1) que cada ítem de la personalidad vital que ha de examinarse está
sistemáticamente relacionado con todos los otros, y que todos dependen del desarrollo
adecuado en la secuencia correcta de cada ítem. 2) que cada ítem no existe en alguna forma
antes de que “su” período decisivo y crítico llegue de manera normal.

73
Hacia el final de los estadios mencionados, cada componente llega a su encumbramiento,
enfrenta una crisis y encuentra su solución duradera. Cada estadio se convierte en una crisis
porque el crecimiento y la conciencia incipientes de una función parcial concuerdan con un
cambio en la energía instintiva y, sin embargo, también causan una vulnerabilidad específica
en ese sector (resulta sumamente difícil decidir si un niño es débil o fuerte en un estadio
particular).
El crecimiento del niño implica una serie de desafíos a quienes lo rodean para que sirvan a
sus nuevas aptitudes para la interacciones social, que se están desarrollando.
El término “crisis” se utiliza, no como una amenaza o catástrofe, sino como un momento
decisivo, es decir, un período crucial de vulnerabilidad incrementada y potencial y, por lo tanto,
fuente ontogenética de fuerza y desajuste generacional.
1. La infancia y la reciprocidad del reconocimiento:
Como requisito fundamental de la vitalidad mental, ya he propuesto un sentimiento de
confianza básica, una actitud penetrante hacia uno mismo y hacia el mundo derivada de las
experiencias del primer año de vida; por “confianza” se entiende a una esencial seguridad
plena en uno y en otros.
Cuando un recién nacido es separado de su simbiosis con el cuerpo de la madre, su habilidad
innata y más o menos coordinada para tragar, se encuentra con la más o menos coordinada
habilidad e intención de la madre de alimentarlo y de recibirlo con regocijo. En ese momento,
el bebé vive por medio de su boca y ama con ella; la madre vive por medio de, y ama con sus
pechos o con cualquier parte de su cuerpo que transmita su vivo deseo de proporcionar a su
hijo lo que necesita.
Si se quiere tener la seguridad de que sus primeras experiencias en el mundo no sólo lo
mantengan vivo, sino que también lo ayuden a coordinar su delicada respiración y sus ritmos
metabólico y circulatorio, debemos procurarle estímulos para sus sentidos con la intensidad
adecuada y en el momento apropiado.
En sus más tempranos encuentros, el infante enfrenta las modalidades principales de su
cultura. La modalidad más simple y temprana es conseguir, no en el sentido de buscar
activamente, sino en el de recibir y aceptar lo que se le da.
¿Qué sigue luego?: Durante el estadio oral secundario, maduran las capacidad para perseguir
y disfrutar de un acercamiento incorporativo más activo y dirigido. Se desarrollan los dientes
y, con ellos, el placer de morder objetos resistentes, de atravesar los objetos mordiéndolos y
de arrancarles partes. Los ojos aprender a enfocar, a separar, a “asir” los objetos, aislándolos
de su fondo más vago, y a seguirlos. Los órganos de audición aprenden a distinguir los sonidos
significativos, a localizarlos y a lograr, mediante ellos, cambios apropiados en la posición, como
levantar y girar la cabeza o a levantar y girar la parte superior del cuerpo. Los brazos aprenden
a extenderse y las manos a asir con firmeza.
En este segundo estadio, se establecen pautas interpersonales que se centran en la
modalidad social de tomar y retener los objetos (objetos que se le ofrecen y dan al niño más
o menos espontáneamente y objetos que presentan cierta tendencia a escapar).
La crisis del estadio oral secundario es difícil de determinar, y aún más difícil de verificar. Para
consistir en la coincidencia en el tiempo de tres desarrollos:

74
- Un impulso más “violento” a incorporar, obtener y observar más activamente; una tensión
asociada con la incomodidad de dentición y otros cambios en la maquinaria oral.
- La creciente conciencia de sí mismo del infante como persona diferente.
- El gradual alejamiento de la madre, que vuelve a actividades que había abandonado durante
los últimos meses del embarazo y el cuidad posnatal. Estas actividades incluyen su completo
retorno a la intimidad conyugal y quizás el comienzo de un nuevo embarazo.
Si la alimentación materna se mantiene durante el estadio en que la criatura tiende a morder
(y , en general, ésta es la regla) el bebé deberá aprender a reprimir esa inclinación cuando
mama para que la madre, dolorida o enojada, no retire el pezón.
La confianza básica debe establecerse y mantenerse contra la combinación de estas
impresiones de haber sido privado, dividido, abandonado, que dejan un residuo de
“desconfianza básica”.
El estado general de confianza implica no sólo que uno ha aprendido a apoyarse en la
mismidad y continuidad de los proveedores externos, sino también que puede confiar en sí
mismo y en la capacidad de los propios órganos para hacer frente a las necesidades; que es
capaz de considerarse a sí mismo lo suficientemente merecedor de confianza como para que
los proveedores no necesiten ponerse en guardia o alejarse.
En la literatura psiquiátrica encontramos frecuentes referencias a un “carácter oral”, que
destaca los rasgos representativos de los conflictos no resueltos de este estadio. Cuando el
pesimismo oral se hace dominante y exclusivo, los temores infantiles como el de “haber sido
vaciado” o simplemente “haber sido abandonado”, y también de hacer sido dejado
“muriéndose de hambre por falta de estímulos”, se puede discernir en las formas depresivas
de “estar vacío” y de “no servir para nada”. Dichos temores, a su vez, pueden dar a la oralidad
esa particular avidez que en psicoanálisis se denomina sadismo oral, es decir, una necesidad
cruel de conseguir y tomar de manera dañosa para los otros y para uno mismo.
Pero también existe un carácter oral optimista que ha aprendido a hacer del dar y del recibir
la cosa más importante de la vida.
Debemos decir, sin embargo, que el monto de confianza que se extrae de la experiencia
infantil más temprana no parece depender de las cantidades absolutas de alimentos o de
demostraciones de afecto, sino más bien de la calidad de la relación con la madre. Esto
constituye la base del sentimiento de identidad del niño.
Aspectos mensurables del crecimiento:
1. Necesidades libidinales de expansión del ser que se está desarrollando y, con ellas, nuevas
posibilidades de satisfacción, frustración y “sublimación”.
2. Ampliación del radio social, es decir, la cantidad y los tipos de individuos a los que él puede
dar respuestas significativas sobre la base del siguiente aspecto.
3. Capacidades cada vez más altamente diferenciales.
4. Crisis evolutiva que surge de la necesidad de manejar nuevos encuentros dentro de los
límites de tolerancia de un periodo determinado.
5. Nuevo sentimiento de extrañamiento que ha despertado junto con la conciencia de nuevas
dependencias y familiaridades (por ejemplo, en la temprana infancia, el sentimiento de estar
abandonada).
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6. Fuerza psicosocial específicamente nueva (en este caso una proporción favorable de
confianza sobre desconfianza) que constituye la base de todas las fuerzas futuras.
¿Cuál consideraríamos el más temprano e indiferenciado “sentimiento de identidad”? Es el
que surge del encuentro de la madre con el infante, un encuentro que implica confianza y
reconocimiento mutuos. Esto, constituye el sentimiento de “presencia reverenciada”, cuya
necesidad permanece como algo básico en el hombre.
Agregando un número más (7.), la confianza se convierte en la capacidad de tener fe, una
necesidad vital para la que el hombre debe encontrar alguna confirmación institucional. Y
parece que la religión es la institución más antigua que más ha perdurado en la función de
servir a la restauración ritual de un sentimiento de confianza en forma de fe, al mismos tiempo
que ofrecía una fórmula tangible para un sentimiento de maldad contra el que promete armar
y defender al hombre.
Por lo tanto, parecería que cuando una religión pierde su afectivo poder de presencia, una
época debe encontrar otras formas de respeto colectivo para la vida, cuya vitalidad procede
de una imagen compartida del mundo. Puesto que sólo un mundo razonablemente coherente
proporciona la fe que las madres transmiten a los infantes de una manera tal que conduzca a
la fuerza vital de esperanza.
La formulación más breve del logro de la identidad en la más temprana infancia bien puede
ser: “Soy lo que espero tener y dar”.
En resumen:
En la infancia, se destaca la importancia del sentimiento de confianza básica, derivado de
experiencias en el primer año de vida, que implica seguridad en uno mismo y en el mundo. La
separación del recién nacido de su simbiosis con la madre marca el inicio de experiencias
fundamentales en la vida, donde el bebé vive y ama a través de su boca, mientras la madre
proporciona con regocijo.
Durante el estadio oral secundario, se desarrollan capacidades activas de acercamiento
incorporativo, como morder, agarrar y enfocar objetos. Se establecen pautas interpersonales
centradas en la modalidad social de tomar y retener objetos.
La crisis en este estadio involucra impulsos más activos, la creciente conciencia del yo como
persona diferente y el alejamiento gradual de la madre. La confianza básica se forma contra las
impresiones de privación, división y abandono.
El desarrollo de la confianza no depende solo de cantidades absolutas de alimentos o afecto, sino
de la calidad de la relación con la madre, siendo la base del sentimiento de identidad del niño.
Aspectos mensurables del crecimiento incluyen necesidades libidinales, expansión del círculo
social, capacidades diferenciales, crisis evolutivas, sentimiento de extrañamiento, fuerza
psicosocial y la capacidad de tener fe.
El más temprano "sentimiento de identidad" surge del encuentro con la madre, implicando
confianza y reconocimiento mutuo. La confianza se convierte en la capacidad de tener fe,
destacando la importancia de la religión en ofrecer una fórmula tangible para un sentimiento de
maldad y restaurar la confianza en forma de fe. En resumen, el logro de la identidad en la infancia
puede expresarse como "Soy lo que espero tener y dar".

2. La temprana infancia y el deseo de ser uno mismo:

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El psicoanálisis, define al segundo estadio de la temprana infancia, como “etapa anal”. La
significación total se encuentra en los rápidos lograos en cuanto a la maduración muscular, la
verbalización y la discriminación, con la habilidad consecuente (y una incapacidad doblemente
experimentada) para coordinar varias pautas de acción, altamente conflictivas, caracterizadas
por las tendencias de “retener” y “soltar” las heces.
De esta y de muchas otras maneras, el niño comienza a experimentar su voluntad autónoma.
Durante este período, son refrenadas y liberadas fuerzas oscuras, especialmente en la guerra
de guerrillas de voluntades desiguales, puesto que el niño (con frecuencia) es incapaz de
oponerse a su propia voluntad violenta y el padre y el hijo a menudo no pueden enfrentarse
en igualdad de condiciones.
¿Qué es lo que convierte al problema anal en una cuestión potencialmente importante y
difícil?: La zona anal se presta más que cualquier otra a la manifestación de una adhesión
pertinaz a impulsos contradictorios debido a que, entre otras cosas, es la zona modal de dos
partes conflictivas que deben alternarse (retener y eliminar). Más aún, los esfínteres sólo
constituyen una parte del sistema muscular; la totalidad de este estadio, por lo tanto, se
transforma en una batalla por lograr la autonomía. Porque, no bien el recién nacido se siente
apto para pararse con mayor firmeza sobre sus pies, también aprende a esquematizar su
mundo “yo” y “tú”, “mi” y “mío”.
Las tendencias aparentemente contradictorias (por ejemplo, tirar objetos de su pertenencia
por la ventanas y vehículos) quedan incluidas en la fórmula modos retentivos-eliminatorios.
En realidad, todas las modalidades básicas se prestan a expectativas y actitudes tanto hostiles
como benignas. De esta manera, “asir” puede ser una retención o restricción cruel o
convertirse en una pauta de cuidad: “tener y retener”. “Soltar”, a su vez, puede llegar a ser un
liberar fuerzas destructivas o un relajado “dejar pasar” y “dejar ser”.
La regulación mutua entre el adulto y el niño se pone a prueba en este momento de modo
más serio. Este estadio es decisivo para lograr el equilibrio entre la cariñosa buena voluntad y
la autoinsistencia odiosa, entre la cooperación y la terquedad y entre la manifestación de sí
mismo y la restricción compulsiva o el consentimiento dócil. Un sentimiento de autocontrol
sin pérdida de la autoestima constituye el origen del sentimiento de libre albedrío. A partir de
la sensación inevitable de pérdida del autocontrol y de un control excesivo por parte de los
padres, se desarrolla un propensión duradera hacia la duda y la vergüenza.
El desarrollo de la autonomía supone el firme establecimiento de una confianza temprana. El
infante debe llegar a sentir que su fe en sí mismo y en el mundo no se verán comprometidas
por el violento deseo de hacer una elección, de apropiarse exigiendo y de eliminar
testarudamente.
La vergüenza es una emoción infantil que no ha sido estudiada de manera educada, porque
en nuestra civilización se ve absorbida temprana y fácilmente por la culpa. La vergüenza
supone que uno se encuentre totalmente expuesto y consciente de ser mirado (en una
palabra, consciente de sí mismo).
Demasiada vergüenza no suele terminar en un sentimiento de honestidad, sino más bien en
una secreta determinación del individuo de tratar de salirse con la suya cuando no lo ven, en
el caso de que el resultado no sea la desvergüenza deliberada.
La duda es la hermana de la vergüenza. Mientras que la vergüenza depende de la conciencia
de estar parado y expuesto, la duda tiene mucho que ver con la conciencia de tener una parte

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delantera y una trasera (y especialmente un “trasero”). El “trasero” es el continente oscuro del
pequeño individuo, una superficie del cuerpo que puede ser dominada por medios mágicos e
invadida efectivamente por quienes quieren atacar el poder de autonomía de uno, y considera
malos aquellos productos de los intestinos que uno experimentó como buenos cuando los
expulsaba.
Se necesita vigor y también flexibilidad para entrenar la voluntad de un niño con el fin de
ayudarlo a superar la obstinación excesiva, a desarrollar un cierto grado de “buena voluntad”;
y (al mismo tiempo que aprende a obedecer de algunas maneras esenciales) a mantener un
sentimiento autónomo de libre albedrío.
¿De qué modo contribuye este estadio a la crisis de identidad, sea respaldando la formación
de la identidad o contribuyendo a su confusión con un tipo especial de extrañamiento? El
estadio de la autonomía merece atención particular, puesto que en él tiene lugar la primera
emancipación, es decir, la de la madre.
El remanente análogo del estadio de la autonomía parece ser: “Soy lo que puedo desear
libremente”.
En resumen:
En el segundo estadio de la temprana infancia, denominado "etapa anal" por el psicoanálisis, se
producen rápidos avances en la maduración muscular, la verbalización y la discriminación. Este
período implica la experiencia de la voluntad autónoma del niño, marcada por la lucha de
voluntades en la guerra de guerrillas entre padres e hijos.
La zona anal se convierte en un tema importante y difícil debido a la manifestación de adhesiones
persistentes a impulsos contradictorios, especialmente en la lucha por la autonomía. Las acciones
contradictorias, como retener y soltar, se manifiestan en esta etapa, donde el niño aprende a
esquematizar su mundo "yo" y "tú".
Este estadio es crucial para equilibrar la buena voluntad y la autoinsistencia, cooperación y
terquedad, y manifestación de sí mismo y restricción compulsiva. La regulación mutua entre el
adulto y el niño se pone a prueba, y el desarrollo de la autonomía implica establecer una confianza
temprana.
La vergüenza y la duda son emociones importantes en este estadio. La vergüenza se relaciona con
la conciencia de estar expuesto y consciente de ser observado, mientras que la duda está vinculada
a la conciencia de tener una parte delantera y trasera. La duda y la vergüenza pueden influir en el
desarrollo del sentimiento de libre albedrío.
Este estadio contribuye a la crisis de identidad al respaldar la formación de la identidad y
contribuir a su confusión. La autonomía en este estadio implica la primera emancipación de la
madre, y la experiencia de la libertad en la toma de decisiones se convierte en un componente
importante en la construcción de la identidad del niño.

3. La infancia y anticipación de roles:


Una vez que el niño se ha convencido que es una persona que cuenta con sus propios
recursos, de ahora en adelante debe descubrir qué clase de individuo puede llegar a ser.
Está identificado con sus padres, quienes les parecen poderosos y hermosos la mayor parte
del tiempo; aunque a menudo muy irrazonables, desagradables y aún peligrosos.
Tres desarrollos que respaldan este estadio (sirven para provocar su crisis):

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1. El niño aprende a moverse más libre y violentamente y por lo tanto establece un radio de
metas más amplio y, para él, ilimitado.
2. Su conocimiento del lenguaje se perfecciona, hasta el punto de que comprende y puede
preguntar, hacer de inmutables cosas
3. El lenguaje y la conmoción le permite expandir su imaginación hasta abarcar tanto roles
que no puede evitar asustarse de lo que él mismo fantasea.
Emerge un sentimiento de iniciativa.
Los criterios: Para el desarrollo de todos los sentimientos: Una crisis obstaculizada por algún
nuevo extrañamiento se resuelve de manera tal que de repente el niño parece ser “más él
mismo”, más cariñoso, tranquilo y más brillante a su juicio. Parece estar más activo.
A partir del final del tercer año, ya al caminar, el niño está preparado para visualizarse como
alguien que es tan grande como los adultos que caminan.
- Comienzan a hacer comparaciones.
- Curiosidad acerca de los diferentes tamaños, clase en general, sexo y edad.
- Puede establecer contactos con niños de su misma edad.
- Durante la etapa de aprendizaje es eminente, intrusivo y vigoroso, y lo aleja de sus propias
limitaciones, llevándolo hacia posibilidades futuras.
El modo intrusivo domina gran parte de la conducta del estadio, caracterizado por una
variedad de actividades y fantasías. Incluye:
1. La intrusión en el espacio mediante una locomoción vigorosa.
2. La intrusión en lo desconocido por medio de la curiosidad devoradora.
3. La intrusión en los oídos y mentes de otras personas mediante la voz agresiva.
4. La intrusión en otros cuerpos mediante el ataque físico.
5. Con frecuencia, de manera sumamente amenazadora, el pensamiento del falo penetrando
el cuerpo femenino.
En la teoría de la sexualidad infantil, esta etapa se llama estadio fálico. Es el estadio de:
- Curiosidad infantil, de la excitabilidad genital.
- Variables de preocupación.
- Interés por cuestiones sexuales, como la pérdida aparente del pene en las niñas.
- Provocadas mediante determinadas prácticas de seducción, que llevan a una manifestación
precoz, o mediante prohibiciones y amenazas categóricas de ‘’cortarle el pene’’, o por medio
de juego sexual en grupos de niños.
El encubrimiento de esa etapa específicamente humana que Freud denominó el periodo de
latencia, es decir, larga demora que separa la sexualidad infantil de la maduración sexual física.
Complejo de Edipo: Los niños depositan sus primeros sentimientos genitales en las figuras
maternas adultas que son las que proporcionaron bienestar en sus cuerpos, y desarrollan su
primera rivalidad sexual en contra de los individuos que son los poseedores sexuales de esas
personas maternas. La niña se fija en sus padre o hombres importantes, con celos de su madre.

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- Varón: Tiene ese órgano que entra en erección, visible y comprensible; le hace posible
pensar en la grandeza del adulto.
- Niña: El clítoris no le permite alimentar la fantasía de igualdad sexual. La idea de su eventual
recepción del falo intrusivo es atemorizadora, y sus intentos maternales se ven relegados al
plano de los juegos simbólicos o cuidado de bebés.
El estadio ambulatorio de juego y genitalidad infantil permite añadir al inventario de las
modalidad sociales básicas de ambos sexos, la del hacer, en primer lugar, en sentido infantil de
‘’estar en el hacer’’.
- En el varón, el énfasis permanece en el hacer; se lanza al ataque.
- En la niña, se puede transformar en el atrapar mediante modos agresivos de arrebatar o
volviéndose atractiva y cariñosa.
Se despierta un profundo sentimiento de culpa, sentimiento extraño parece que el individuo
ha cometido crímenes y ha realizado actos que, después de todo, no lo llevó a cabo, sino que
hubiera sido biológicamente imposible.
Rabia celosa: Dirigida generalmente contra la usurpación que podía realizar hermanos más
jóvenes, trae un rivalidad anticipada.
Complejo de castración: Miedo intenso de perder o, en el caso de la niña, convicción de que
ha perdido, el genital masculino como castigo por las fantasías y acciones secretas.
En esta etapa el niño tiene miedo de ser descubierto. También escucha su voz interior de la
autoobservación, la autodirección y autocastigo, que lo divide radicalmente dentro de
asimismo. Un nuevo extrañamiento.
Desarrollan una obediencia más literal de que los mismos padres quisieron establecer o
hacen regresiones profundas y experimentan resentimientos permanentes porque los mismos
padres parecen no registrarse por la conciencia que instaurado en el hijo.
Uno de los conflictos, es el odio hacia uno de los padres, el que ha servido inicialmente de
modelo y de ejecutor de la conciencia.
Desarrollo de la identidad, que los adultos, mediante su propio ejemplos y la historia que
relatan acerca de la vida de los “grandes” y para lo que ellos representan el magnífico pasado,
ofrecen a los niños de esta edad un ethos de acción que es absorbido con la avidez en forma
de tipos ideales y técnicas lo suficientemente fascinantes como para reemplazar los héroes de
los libros y cuentos.
Los ideales agresivos del hombre en gran medida están anclados en el estadio de la iniciativa,
un hecho importante en lo que respecta al conflicto de la génesis, y también de la confusión
de la identidad.
El desarrollo del estadio de iniciativa para el posterior desarrollo de la identidad:
- Liberación del niño.

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- Liberación del sentido de la existencia de un propósito en la tareas de los adultos, que
prometen la realización de todas nuestras capacidades.

En resumen:
En el tercer estadio de desarrollo infantil, la narrativa se centra en la infancia y la anticipación de
roles. En esta etapa, el niño avanza hacia la construcción de su identidad individual, convenciéndose
de ser una persona con recursos propios. Aunque está identificado con sus padres, a quienes
percibe como poderosos y hermosos, también reconoce sus aspectos irracionales, desagradables
y, a veces, peligrosos.
El proceso de desarrollo se respalda con tres desarrollos clave. En primer lugar, el niño aprende a
moverse más libre y violentamente, estableciendo metas más amplias e ilimitadas. En segundo
lugar, su dominio del lenguaje se perfecciona, permitiéndole comprender, preguntar y expresar
inquietudes. En tercer lugar, la expansión de la imaginación se produce a través del lenguaje y la
conmoción, llevando a la emergencia de un sentido de iniciativa.
Este sentimiento de iniciativa se ve influenciado por la resolución de crisis y extrañamientos.
Cuando el niño supera obstáculos, parece más auténtico, cariñoso, tranquilo y activo. A partir del
tercer año, al caminar, el niño comienza a visualizarse como alguien tan grande como los adultos,
surgiendo la curiosidad sobre tamaños, clases, sexo y edad.
La fase intrusiva domina gran parte de esta etapa, manifestándose en diversas actividades y
fantasías, desde la locomoción vigorosa hasta la curiosidad devoradora y la intrusión en los
pensamientos de los demás. Esta etapa también abarca el denominado "estadio fálico", donde la
curiosidad sexual infantil se manifiesta, afectada por prácticas de seducción, prohibiciones y
amenazas.
El complejo de Edipo entra en juego, con los niños depositando sus primeros sentimientos
genitales en las figuras maternas. Se desarrolla una rivalidad sexual, y en la niña, el clítoris limita su
fantasía de igualdad sexual. Aparece el periodo de latencia, que separa la sexualidad infantil de la
maduración sexual física.
Surgen sentimientos de culpa, rabia celosa y el complejo de castración, generando miedos
intensos y divisiones internas. La obediencia a los padres se vuelve literal, pero también puede
haber resentimientos. El desarrollo de la identidad se ve influenciado por ejemplos adultos y
relatos, configurando ideales agresivos.
La liberación de la iniciativa infantil contribuye al desarrollo de la identidad, marcando una
transición hacia la comprensión de un propósito en las tareas adultas. En este proceso, los adultos
y sus historias ofrecen un ethos de acción que influye en la construcción de ideales y técnicas.

4. La edad escolar y la tarea de identificación:


La sabiduría del plan fundamental que ningún momento de su vida el niño más dispuesto a
aprender rápido y evidente, hacerse grande en el sentido de compartir obligaciones,
disciplinas y actuación, que al final del periodo de la imaginación expresiva .
- Ansioso por hacer cosas juntos con otros.
- Compartir tareas de construcción y planeamiento, en vez de obligar a los demás niños.
- Otorgan su afecto a los maestros y a los padres de otros niños.
- Desean observar e imitar a la gente que desempeña ocupaciones que ellos puedan
comprender.

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Cuando el niño tiene edad para ir al jardín de infantes, el juego irrumpe en el mundo que
comparte con los demás. Al principio, trata a los otros como cosas: los inspecciona, los empuja
o procura utilizarlos como títeres.
Los niños necesitan:
- Que se le permita jugar solos o posteriormente, que se los deje en
compañía de libros, de la radio, televisión.
- Los niños necesitan sus horas para fantasear en los juegos.
- Tarde o temprano, todos ellos llegan a sentirse insatisfechos y descontentos.
- Sensación de no ser capaces de hacer cosas y de hacerlas bien y aún perfectas
Denomina: Sentimiento de laboriosidad.
Al manifestarse el periodo de latencia, el niño que se está desarrollando olvida o sublima (es
decir, que aplica a objetos concretos y a metas a probadas) los impulsos que le han hecho
fantasear y jugar. Ahora aprende a ganar reconocimiento produciendo cosas. Desarrolla
perseverancia, se adapta leyes orgánicas del mundo de los utensilios y puede llegar a hacer
una unidad ansiosa y absorbida de una situación productiva.
En este estadio, el peligro reside en el desarrollo de un sensación de extrañamiento frente a
sí mismo y a su tarea: Sentimiento de inferioridad.
- El niño puede todavía querer más a su mamá, que conocimiento.
- Prefiere ser el bebé del hogar, más que un niño grande en la escuela.
- Sigue comparando con su madre, y esta comparación origina sentimientos de culpa y de
inferioridad.
En este momento es cuando la sociedad global es significativa para el niño, enseñando los
roles que lo preparan para la realidad tecnológico y económica.
El desarrollo del sentimiento de inferioridad, del sentimiento de uno nunca “servirá para
nada”, puede ser reducido por un maestro que sabe destacar lo que un niño puede hacer y
que reconoce un problema psiquiátrico cuando lo ve.
Se trata de un estadio decisivo en lo que respecta a la actividad social. Puesto que la
laboriosidad implica hacer cosas juntos a y con otros, en esta época se desarrolla un primer
sentido de la división de trabajo y de las oportunidades diferentes. Las configuraciones de la
cultura y manipulaciones básicas para acceder a la tecnología dominante deben llegar hasta la
escuela plenas de sentido, proveyendo a todos los niños de un sentimiento de competencia.

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Esta constituye la base perdurable para la participación cooperativa en la vida adulta
productiva.
En resumen:
En la etapa escolar, el niño muestra una disposición natural para aprender, compartir obligaciones
y actuar en conjunto. Se vuelve ansioso por participar en actividades compartidas, compartir tareas
de construcción y planificación, y desarrollar afecto por maestros y padres de otros niños. Al
ingresar al jardín de infantes, el juego se convierte en una forma crucial de interacción, inicialmente
tratando a los demás como objetos.
Durante esta fase, los niños necesitan tiempo para jugar solos, fantasear y experimentar
sentimientos de laboriosidad. A medida que se desarrolla el periodo de latencia, olvidan o subliman
impulsos fantasiosos, centrando su atención en la producción tangible. La perseverancia y la
adaptación a las leyes del mundo material se convierten en habilidades clave.
Sin embargo, existe el peligro de desarrollar un sentimiento de inferioridad si el niño experimenta
un extrañamiento frente a sí mismo y a sus tareas. Puede persistir el deseo de ser el "bebé" en
lugar de un niño grande en la escuela, generando comparaciones con la madre y provocando
sentimientos de culpa e inferioridad.
En esta etapa, la sociedad global desempeña un papel crucial al enseñar roles preparatorios para
la realidad tecnológica y económica. La influencia de maestros es esencial para reducir el desarrollo
del sentimiento de inferioridad, destacando las habilidades del niño y reconociendo problemas
psicológicos.
La laboriosidad se vuelve fundamental, ya que implica realizar actividades con otros. Aquí se
desarrolla un sentido temprano de la división del trabajo y de las oportunidades diversas. La cultura
y las manipulaciones tecnológicas en la escuela deben tener sentido, proporcionando a todos los
niños un sentimiento de competencia que sirve como base duradera para la participación
cooperativa en la vida adulta productiva.

5. Adolescencia:
El estadio de la adolescencia se convierte en un periodo más definido y consciente, se
transforma casi en el estilo de vida entre la infancia y la adultez.
Algunas veces, estos sujetos, están morbosamente inquietos y, con frecuencia, curiosamente
preocupados por la manera como aparecen a los ojos de los demás, comparando con lo que
ellos sienten que son y con el problema de cómo conectar los roles y habilidades cultivados en
épocas más tempranas con los prototipos ideales del presente.
Deben enfrentarse a crisis de épocas pasadas.
La sociedad va a reemplazar el ambiente de la infancia.
Lista de los problemas de los adolescentes:
Si el estadio más temprano legaba a la crisis de identidad una importante necesidad de
confiar en uno mismo y en los otros, entonces, está claro que el adolescente busca de la
manera más ferviente hombres e ideas a los que pueda tener fe (lo cual también significa que
busca hombres e ideas a cuyo servicio parecería valer la pena probar que uno mismo es digno
de confianza).
Como el segundo estadio establecía la necesidad de ser definido por lo que uno puede desear
libremente, en este momento el adolescente busca una oportunidad de tener el

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consentimiento de los otros para decidirse por uno de los inevitables caminos del servicio y
del deber que están a su disposición, pero, al mismo tiempo, experimenta el sentido moral de
verse forzado a realizar actividades en la que se sentirá expuesto al ridículo o dudando de sí
mismo.
Si la herencia de la edad del juego es la imaginación ilimitada en lo que respecta a lo que uno
podría llegar a hacer, entonces resulta demasiado evidente la disposición del adolescente a
depositar su confianza en aquellos pares y personas mayores, sean buenos o malos consejeros,
que proporcionen un ámbito imaginativo, aunque ilusorio a su de aspiraciones.
Por último, si el deseo de hacer que algo funcione, y de hacerlo funcionar bien, es el logro de
la edad escolar, entonces, la elección de una ocupación asume una significación que va más
allá de la cuestión de la remuneración y del status.
La adolescencia, resuelta un período “tormentoso” para ese sector talentoso de la juventud
que sabe ubicar las tendencias tecnológicas en expresión y que, de este modo, es capaz de
identificarse con nuevos roles de competencia e invención y de aceptar sin reservas las
perspectivas ideológicas que implican. Cuando esto no sucede así, la mente de los
adolescentes se hace más explícitamente ideológica, con lo que con lo que queremos significar
que busca algún tipo inspirador de unificación de la tradición o técnicas ideas o ideales
anticipados. El potencial ideológico de una sociedad es el que habla más claramente a la
adolescente, ansioso haberse afirmado por sus pares, confirmado por sus maestros e inspirado
por estilo de vida que valga la pena.
En la “jungla social” de la existencia humana de un individuo, el adolescente no puede sentir
que está vivo si carece de un sentimiento de identidad.
Lo que más perturba a los jóvenes, es su falta de habilidad para ubicarse en una identidad
ocupacional. Para poder mantenerse juntos, se sobreidentifican pasajeramente con Héroes de
pandillas y multitudes hasta el punto de pared que parece haber perdido por completo su
individualidad.
El enamorarse en esta etapa no es completa o fundamentalmente una cuestión sexual. El
amor de la adolescente es un intento de lograr una definición de la propia identidad,
proyectado sobre el otro la imagen difusa de su yo, que así se ve reflejada y establecida
gradualmente.
Los jóvenes pueden llegar a ser:
- Extraordinariamente exclusivistas.
- Intolerantes.
- Crueles en la discriminación de lo que son diferentes por el color de su piel o por su
circunstancias culturales.
- Sus gustos sus actitudes y con frecuencia por aspectos insignificantes de la ropa.
- Los gestos, que han sido elegidos de manera arbitraria, como los signos que identifican a un
miembro de lento o del exogrupo.
Dicha intolerancia puede ser, durante un tiempo, una defensa necesaria contra un
sentimiento de pérdida de la identidad. Esto ocurre cuando decide un momento de la época
de la vida en el que cuerpo cambia su proporciones de manera radical, la pubertad genital
inunda tanto cuerpo como la imaginación en toda clase de impulsos.

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Los adolescentes se ayudan mutuamente durante el tiempo que dura dicha incomodidad, y
no solo formando pandillas y estereotipándose a sí mismo, a sus ideales y a sus enemigos; sino
que también ponen a prueba constantemente la capacidad de cada uno de ellos para
mantenerse leales en medio de los inevitables conflictos suscitados por los valores.
La institución social que hemos denominado la ideología es la guardiana de la identidad.
La adolescencia constituye una un regenerador vital en el proceso de la evolución social,
porque la juventud puede ofrecer su lealtad y sus energías tanto para la conservación de lo
que continúa considerando verdadero como para la corrección revolucionaria de lo que ha
perdido su significación regenerativa.
Más allá de la identidad puede interpretarse dos maneras esenciales para el problema. Es lo
que respecta a la naturaleza del hombre, hay algo más que identidad:
- Que, en realidad, existe en cada individuo un “Yo”.
- Un centro cuyas funciones son el conocimiento y la voluntad, y que puede trascender y que
deben sobrevivir a la identidad psicosocial.
En resumen:
En la adolescencia, se experimenta como un periodo más consciente y definido, marcado por la
transición entre la infancia y la adultez. Los adolescentes enfrentan crisis relacionadas con la
identidad y la búsqueda de figuras y conceptos en los que confiar. La sociedad reemplaza el
ambiente de la infancia, y los adolescentes se preocupan por cómo son percibidos, comparando
sus roles y habilidades anteriores con los ideales actuales.
La lista de problemas que enfrentan los adolescentes incluye la búsqueda de hombres e ideas en
los que puedan confiar, la necesidad de obtener el consentimiento de otros para elegir caminos de
servicio y deber, y la tendencia a depositar su confianza en pares o figuras mayores que
proporcionen un ámbito imaginativo para sus aspiraciones.
La elección de ocupación adquiere significado más allá de la remuneración y el estatus. Para
algunos, la adolescencia puede ser tormentosa, especialmente para aquellos que no logran
identificarse con nuevos roles de competencia e invención.
La identidad ocupa un lugar crucial en la adolescencia, y la falta de habilidad para encontrar una
identidad ocupacional puede perturbar a los jóvenes. El enamoramiento se convierte en un intento
de definir la propia identidad a través de la proyección sobre el otro.
La adolescencia puede llevar a la formación de grupos exclusivistas y actitudes intolerantes como
una defensa contra la pérdida de identidad. La institución social de la ideología se convierte en la
guardiana de la identidad, y la adolescencia se ve como un regenerador vital en la evolución social,
ofreciendo lealtad y energía tanto para conservar lo que se considera verdadero como para corregir
lo que ha perdido significado.
Más allá de la identidad, se plantea la existencia de un "Yo" individual con funciones de
conocimiento y voluntad que trascienden y sobreviven a la identidad psicosocial.

6. Más allá de la identidad:


Crisis de intimidad: Sólo cuando la formación de la identidad está bien encaminada, puede
darse la verdadera intimidad, que en realidad tacto una contraposición como una función de
identidades. La intimidad sexual es solo una parte de ello, evidente que la intimidad sexuales

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con frecuencia preceden a la capacidad para desarrollar una verdadera y mutua intimidad
psicosocial con otra persona.
El joven que no está seguro de su identidad se aleja de la intimidad interpersonal o se lanza
hacia actos íntimos promiscuos que carece de función verdadera o de un abandono real.
Cuando un joven no logra organizar, hacia al final de la adolescencia o comienzos de la
adultez, tales relaciones íntimas con otros y con sus propios recursos precursores interiores
puede establecer relaciones interpersonales sumamente estereotipadas y llegar a desarrollar
un profundo sentimiento de aislamiento.
La intimidad es el distanciamiento, la disposición de repudiar, aislar y destruir esas fuerzas y
esas personas cuya esencia son peligrosas para la propia persona.
Distanciarse es la inclinación a fortificar nuestro territorio de intimidad y solidaridad y a ver a
todos los extraños con una fanática sobre evaluación de las pequeñas diferencias entre lo
conocido y lo desconocido.
A medida que las áreas de la responsabilidad adulta se limitan de la manera gradual, y que el
encuentro competitivo, el lazo erótico y la enemistad despiadada se diferencia entre sí, llegan
a quedar supeditados a este sentimiento ético que caracteriza al adulto y que se hace cargo
de la convicción ideológica de la adolescencia y de los axiomas moralizadores de la infancia.
El psicoanálisis ha destacado la genitalidad como una de las condiciones evolutivas para la
plena madurez. La genitalidad es la capacidad de desarrollar una potencia orgástica que es
algo más que la descarga de los pretextos sexuales.
Además de la atracción erótica, el hombre ha desarrollado una selectividad en el amor, que
está al servicio de una identidad nueva y compartida. Si bien aparece el estadio de aislamiento,
es decir, la incapacidad de arriesgar la propia identidad al compartir una verdadera intimidad,
a menudo tal inhibición se refuerza con el temor al resultado de la intimidad: los hijos y su
cuidado.
Ahora en adelante las afirmaciones de identidad se basan en la fórmula los “Nosotros somos
lo que amamos”. La evolución ha convertido al hombre tanto como en un animal que enseña
como uno que aprende, porque la dependencia y la madurez se dan en una relación de
reciprocidad.
La generatividad constituye fundamentalmente la preocupación para firmar y guiar a las
generaciones siguientes.
La capacidad de entregarse por completo en el encuentro los cuerpos y de los metes lleva un
expansión gradual de los intereses del yo. Cuando este enriquecimiento falla, se produce una
regresión de la generatividad a una necesidad obsesiva de pseudointimidad, acompañada con
frecuencia por un profundo sentimiento de estancamiento, aburrimiento y empobrecimiento
interpersonal.
Todas las instituciones por su misma naturaleza, codifican la ética de la sucesión generativa.
La generatividad es en sí mismo un poder que da impulso a la organización humana.
Los estadios de la infancia y de la adultez constituyen un sistema de generación y
regeneración al que instituciones como los hogares compartido y la división de trabajo luchan
por dar continuidad.

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La integridad como estado mental. Es la seguridad que obtiene el yo de su inclinación al orden
y al significado. Es la aceptación de un ciclo vital único y propio de la persona que han llegado
a ser significativas para él, como algo que inevitablemente tenía que ser así y que no admite
sustituciones. Significa pues una nueva manera y diferente amar a los propios padres, sin
desear que hayan sido diferentes y una aceptación de los hechos de que uno es responsable
de su propia vida.
La falta o la pérdida de esta integración del “Yo” se manifiesta por disgusto y desesperación:
no acepta el destino como marco de la vida ni la muerte como su límite definitivo.
La desesperación expresa el sentimiento de que el tiempo es corto, demasiado corto para el
intento de iniciar otro tipo de vida y para probar diferentes alternativas que llevan a la
integridad. Esta desesperación con frecuencia se esconde detrás de una manifestación de
disgusto.

En resumen:
La crisis de intimidad en la adolescencia está vinculada a la formación de la identidad. La
verdadera intimidad, que va más allá de lo sexual, surge cuando la identidad está bien establecida.
Los jóvenes que no están seguros de su identidad pueden alejarse de la intimidad interpersonal o
buscarla en actos promiscuos sin función real.
La falta de relaciones íntimas bien desarrolladas puede llevar a relaciones estereotipadas y un
profundo sentimiento de aislamiento. La intimidad implica distanciarse de fuerzas y personas
peligrosas, fortaleciendo el territorio de intimidad y solidaridad. A medida que las
responsabilidades adultas se consolidan, la ética de la intimidad caracteriza al adulto, basándose
en las convicciones ideológicas de la adolescencia y los axiomas moralizadores de la infancia.
El psicoanálisis destaca la genitalidad como condición evolutiva para la madurez. Además de la
atracción erótica, el amor se vuelve selectivo, al servicio de una identidad compartida. La
generatividad se convierte en la preocupación por guiar a las generaciones siguientes. El fracaso
en enriquecer esta capacidad puede llevar a una regresión a la pseudointimidad, con sentimientos
de estancamiento y empobrecimiento interpersonal.
Las instituciones codifican la ética de la sucesión generativa. La integridad mental implica la
aceptación de un ciclo vital único, amar a los padres como son y asumir la responsabilidad de la
propia vida. La falta de esta integración se manifiesta en disgusto y desesperación, sugiriendo que
el tiempo es corto para explorar otras vidas y alternativas que lleven a la integridad.

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Texto: “Abordaje teórico y clínico del adolescente” (capítulo V: Adolescencia e
identidad).
→ Fernández Mouján.
Amplitud del concepto de identidad:
El concepto de identidad encierra una idea integradora, totalizadora de la persona, que es
percibida, negada o deformada por el “Yo”. Integradora, porque supone al hombre en
permanente realización consigo mismo y con las personas y cosas que lo rodean; se agrega,
también, la necesidad intrínseca que el hombre tiene que desarrollarse más plenamente a
través de sí y de los demás.
Decimos desarrollo “a través de sí” en el sentido de una confrontación permanente que el
“Yo” hace entre su imagen y conductas y su ideal de vida, y “a través de los demás”, por la
necesidad de desarrollo en confrontación con los ideales de vida que la sociedad (personas,
instituciones, ideologías) le propone.
Al hablar de crisis, cambios o lucha por la identidad, nos referimos a la percepción que tiene
el “Yo” de una ruptura no sólo en el tiempo (continuidad), sino también en el propio self
(unidad) y en su propia relación con la familia y la sociedad (mismidad).
La desesperación que provocaría la falta de identidad, lleva a los adolescentes a una lucha
por la identidad (fundamental para el futuro de su desarrollo). Se libera en tres campos
simultáneos:
- Lucha por construir el nuevo esquema corporal.
- Lucha por construir su nuevo mundo interno.
- Lucha por construir su nueva sociedad.
Antes, el mayor peso de la crisis de la identidad adolescente caía sobre los mismos jóvenes,
quienes soportaban un ajuste moderado a los valores impuestos por la sociedad en la que se
establecían.
Dos hechos, la actual sociedad de cambio y la nueva modalidad de transmisión de la cultura,
han permitido que el peso de la crisis recaiga tanto en los adolescentes como en su familia, en
las instituciones, y así por extensión en la sociedad.
Crisis de identidad:
El púber y, más aún, el adolescente, se encuentran en un período transitorio de confusión
que rompe con la identidad infantil y enfrente al “Yo” con nuevos objetos, impulsos y
ansiedades.
Se podría esquematizar de la siguiente forma:
- El adolescente percibe su cuerpo como extraño, cambiado y con nuevos impulsos y
sensaciones.
- Se percibe a sí mismo como diferente a lo que fue, nota cambiadas sus ideas, metas y
pensamientos.
- Percibe que los demás no lo perciben como antes, y necesita hacer un esfuerzo más activo
y diferente para obtener respuestas que lo orienten.

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La vulnerabilidad de los adolescentes dependerá de las fluctuaciones que haga el “Yo” en sus
identificaciones “inauténticas”. Estas fluctuaciones se dan tanto en el cuerpo como en objetos
internos y externos.
- A nivel de cuerpo, encontramos con frecuencia somatizaciones, sentimientos de extrañeza
o plenitud, abulia, somnolencia, fatigas inmotivadas, entre otras (expresan la utilización del
cuerpo en el manejo de los objetos).
- Respecto de los objetos internos y el pensamiento, es frecuente que la fluctuación se
manifieste entre las identidades negativas, seudoidentidades, grandes teorías, erotización,
frialdad del pensamiento, entre otros (modos todos de controlar la ansiedad y discriminar la
confusión existente).
Por último, tenemos el manejo en el mundo externo, en el cambio de objetos de amor,
tendencia al sometimiento o al despotismo, necesidad de pertenecer a grupos nuevos y, si es
posible, marginados, entre otro.
Existe un proceso de despersonalización (o bloqueo adolescente). Para Meltzer, esta
experiencia es típica de la adolescencia, señalando el período de inautenticidad necesario para
enfrentar la confusión, la pérdida y la persecución.
Vicisitudes de la identidad:
La confianza (Erikson) da al “Yo” la capacidad de integrar el mundo interno, configurado por
las fantasías, que siempre están en evolución. Por otra parte, la confianza depende de las
tempranas experiencias en las que las proyecciones de objetos, sentimientos y partes del “Yo”
se modifican satisfactoriamente, permitiendo reintroyecciones que, a su vez, modifican el
mundo interno. El “Yo” aprende que las crisis son reversibles y las pérdidas temporarias, lo
que aumenta la confiabilidad en el tiempo y la interacción, elemento tan necesario en la
adolescencia, pues ayuda a esperar, prever y discriminar.
Cuando la confianza se base en idealizaciones internas y excesivos cuidados externos, hace
posible la negación de los aspectos persecutorios, impidiendo la buena discriminación entre
lo bueno y lo malo, y llevando a la confusión entre los objetos y los límites del “Yo”.
Cuando el niño encuentra en su familia imágenes adecuadas y positivas para las
identificaciones, disminuyen las características conflictivas que siempre tienen los momentos
críticos de autodefinición. En cambio, si el chico introyectó imágenes familiares muy
conflictivas y negativas (destructivas, perversas), en los momentos de autodefinición, necesita
negar grandes sectores del “Yo”; por lo persecutorio de las identificaciones ligadas al mismo,
lo cual lo empobrece porque lo priva de identificaciones asimiladas, que son la base de la
identidad.
¿Qué sucede en estos casos desafortunados durante la adolescencia? Hay una incapacidad
de elaborar el duelo a causa de las partes del “Yo” identificadas proyectivamente en estos
objetos persecutorios internos porque el “Yo”, al pretender desligarse, se siente expuesto a un
caos internos imposible de tolerar.
Esto no ocurriría si las identificaciones negativas (persecutorias) estuvieran al mismo tiempo
compensadas por identificaciones positivas (constructivas)., asimiladas al “Yo”, dándole una
suficiente confianza que le permita soportar el sentimiento de incompletud y de no identidad
(propios de la crisis adolescente).

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El mundo interno con que se encuentra el adolescente durante el proceso de duelo es
persecutorio, por lo cual le es imprescindible disociar y proyectar lo doloroso; así se formas las
seudoidentidades.
Cuando el monto de persecución es muy grande a causa del exceso de identificaciones
negativas (persecutorias), el “Yo” renuncia a su identidad (a lo asimilado).
Erikson, afirma (en este sentido) que “es más fácil obtener un sentido de identidad en una
total identificación con lo que menos se espera que uno sea, que luchar por un sentimiento
de realidad en papeles aceptables, que son inalcanzables con los medios internos del
paciente”.
Tanto las seudoidentidades, como las identidades negativas, pueden tener características
transitorias, ser máscaras que permiten a través de la pandilla o de la interacción en general,
ir asimilando al “Yo” tanto lo ajeno a sí mismo pero adaptado (seudoidentidades), como lo
propio pero desadaptado (identidades negativas); la asimilación dependerá de la confianza
básica que permite un mayor grado de autenticidad para consigo mismo y con los demás.
Concepto de identidad:
Los 3 elementos que componen la identidad son tres sentimientos básicos: Unidad, Mismidad
y Continuidad. Estos sentimientos representan aspectos inseparables que conforman la
identidad y que se manifiestan en todas las áreas de experiencia que es: Mente, Cuerpo y
Mundo externo.
- La unidad de la identidad: está basada en la necesidad del YO de integrarse diferenciarse en
el espacio, como una unidad que interactúa. Ante la crisis de identidad se rompe esta unidad
por el cambio físico, cambio de sensaciones y cambio de imagen interna del propio cuerpo.
- La continuidad de la identidad: tiene que ver con la necesidad del YO de integrarse en el
tiempo: “ser uno mismo a través del tiempo”, con la adolescencia se produce una ruptura de
continuidad ya que surge una nueva forma de pensar, en la que lo posible incluye lo real
permitiendo proyección hacia lo desconocido. Pensar a partir de ideas y no objetos concretos
permite el transporte en el tiempo y en el espacio.
- La Mismidad: (aspecto más descuidado según el autor) Si bien es el sentimiento que parte
de la necesidad de reconocerse a uno mismo en el tiempo (área mental) y en el espacio(área
cuerpo). La necesidad de este sentimiento se extiende a otra necesidad: la de ser reconocido
por los demás.
El sentimiento de identidad adquiere importancia (necesidad) en la preadolescencia cuando
se da el fenómeno de identificación proyectiva para “reconocerse” en el amigo, es decir, la
búsqueda de satisfacer la mismidad de identidad (poder verse a través del amigo). Pero ya en
la adolescencia la mismidad infantil se rompe ya que la definición por medio del otro surge de
la necesidad de intimidad y separarse de la familia.
En síntesis, habría tres configuraciones de la identidad del “Yo”:
- Identidad del “Yo” psicológico: configuración interna formada por la identidad infantil que
dan continuidad a nuevas adultas: este “encuentro” sufre transformaciones de todo duelo y
se expresa mediante los sentimientos de mismidad, unidad y continuidad.
- Identidad del “Yo” social: la forma de reconciliación entre el concepto de sí y el
reconocimiento que la comunidad hace de él.

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- Identidad del “Yo” corporal: nueva Gestalt que se forma durante el tiempo y espacio de la
crisis, de los sucesivos esquemas corporales.
Estos tres configuran la identidad del “Yo” adolescente. Durante este período, ocurren
algunas disociaciones básicas:
- La disociación mente-cuerpo: Controla los peligros típicos, como: erotización del
pensamiento y confusión de la identidad sexual. El cambio real fundamentalmente recae en el
“Yo” personal, que vive al cuerpo como extraño y peligroso.
- La disociación pensamiento-acción: Discrimina entre un pensamiento que busca orientarse
hacia un futuro desconocido y una acción que necesita concretar las necesidades más
perentorias ligadas a la identidad sexual y la independencia familiar.
- La disociación individuo-sociedad: Se podría decir que, a los 18 años, se ha adquirido la
individualidad (búsqueda de reconocimiento de manera activa), pero falta desarrollarse aún
la integración con la sociedad (necesidad de reconocimiento por el otro, lo cual fuerza a
modificar los valores).

En resumen:
El texto trata sobre el concepto de identidad y su relación con la adolescencia. Habla de cómo la
identidad se refiere a la percepción de uno mismo en constante desarrollo y en relación con los
demás y la sociedad. Se menciona que la falta de identidad puede llevar a una lucha por definirse
durante la adolescencia, que se manifiesta en la percepción del cuerpo, cambios en pensamientos
e ideas, y la necesidad de obtener respuestas de los demás.
También se habla de la importancia de la confianza en el desarrollo de la identidad y cómo las
experiencias tempranas influyen en la capacidad del individuo para manejar crisis y pérdidas. Se
mencionan los desafíos de la adolescencia, como la disociación entre mente y cuerpo, pensamiento
y acción, y la búsqueda de reconocimiento tanto a nivel individual como social.
En resumen, el texto explora la complejidad de la identidad en la adolescencia y cómo factores
internos y externos influyen en su desarrollo.

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Texto: “Extracto de grado” (Estado Psicosocial de Identidad Personal).
→ María Luz Pochetino.
Aspectos generales:
Adolescencia: Etapa donde se deberían afrontar las crisis, rupturas y superaciones que se
den a lo largo de esta transición. Hay un abandono de las configuraciones psíquicas de la
infancia, para poder construir un nuevo montaje identitario.
Erickson fue el primero en señalar la importancia de ciertas preguntas tales como:
- ¿Quién soy?
- ¿Qué hago en la vida?
- ¿Hacia dónde voy?
- ¿Qué es lo que me hace diferente?
Estas preguntas buscan respuesta en la adolescencia y giran en torno del concepto de
identidad. Este autor, define a la identidad como el mayor de los obstáculos que debe atravesar
el adolescente.
Los aportes de James Marcia en cuanto a la identidad:
James E. Marcia, define a la identidad como una posición existencial, una organización
interna de necesidades, habilidades y autopercepción, así como también una posición socio-
política. Se refiere a la identidad como una estructura, la cual debe estar desarrollada para
lograr que los individuos sean más capaces de darse cuenta de sus propias singularidades y
similitudes a otros; la estructura es dinámica.
Marcia sostiene que el proceso de identidad no empieza ni termina en la adolescencia, sino
que;
- Comienza con la diferenciación de uno y el objeto en la infancia.
- Alcanza su fase final con la autointegración a la humanidad en la vejez.
Lo importante sobre la identidad en la adolescencia, particularmente en la adolescencia
tardía, es que es la primera vez que el desarrollo psicológico, las habilidades/capacidades
cognitivas y las expectativas sociales, coinciden para permitir a las personas jóvenes revisar y
sintetizar sus identificaciones de la niñez para construir un camino viable hacia la adultez.
La formación de la identidad no ocurre cuidadosamente. Como mínimo, involucra
compromiso a una orientación sexual, un posicionamiento ideológico y una dirección
vocacional (se debe renunciar a sus padres como objetos psicosexuales, renunciar a la
ideología de la niñez basada en nuestra posición como “apropiador/tomador”, y renunciar a
la posibilidad fantasiosa de estilos de vida múltiples y glamorosos).
Los cuatro estados psicosociales de la identidad:
Para poder entender cómo se llega a los estados de identidad, es necesario comprender a la
perfección dos conceptos claves: Crisis y compromiso.
Crisis se refiere al período en el cual el adolescente se involucra en la elección entre
alternativas significativas. Compromiso, se refiere al grado de dedicación personal que el
individuo exhibe (Marcia, 1996).

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Exploración (crisis):
Se refiere a un período de lucha o cuestionamiento activo para tomar decisiones acerca de
objetivos, valores y creencias. las posiciones en la dimensión de exploración son:(1) crisis
pasada, (2) en crisis y (3) ausencia de crisis.
• Conocimiento: El respondedor debería exhibir conocimiento del contenido y las
implicaciones de cualquier alternativa que ha sido o está siendo considerada seriamente.
Debería ser evidente que el conocimiento de la persona se extiende más allá de la
familiaridad casual o superficial, como podría adquirirse desde los medios masivos de
comunicación.
• Actividad dirigida hacia la recolección de información: Un individuo en una crisis de
identidad, activamente explorando alternativas, debería estar buscando adquirir
información útil para resolver tal crisis. Actividades dirigidas a aprender más sobre
alternativas que se considerarán pueden incluir leer, tomar cursos, discutir con amigos,
padres, maestros, u otros con conocimiento acerca del material de interés.
• Evidencia de considerar elementos de identidad potencial alternativos: Hay dos patrones
distintivos desde los cuales las consideraciones de las alternativas de identidad pueden
ser inferidas. La primera es la presencia simultánea de dos o más alternativas distintivas.
El segundo patrón implica la existencia de cambios sucesivos en objetivos, valores o
creencias en el tiempo.
• Tono emocional: Durante las etapas tempranas de la exploración de identidad a menudo
hay un sentimiento de euforia, anticipación y curiosidad. Es como si todo el mundo
estuviese abierto a la investigación y uno está entusiasmado de expandir sus horizontes
al saborear nuevas experiencias y posibilidades. Más tarde, este sentimiento puede dar
paso a la inquietud subjetiva. Descubrir que la exploración, por sí misma, no provee
respuestas claras puede ser desalentador. El conocimiento de que los propios objetivos,
valores y creencias son aún indefinidos a menudo produce sentimientos de ansiedad,
frustración y/o un sentido de urgencia.
• Un deseo de tomar una decisión temprana: Debido a la inquietud subjetiva asociada con
la crisis de identidad, el respondedor usualmente querrá resolver la indecisión tan rápido
como sea posible realísticamente.
La distinción entre exploración presente (indicativa de identidades en estado de moratoria)
y exploración pasada (encontrados para el estado de identidad lograda y algunos individuos
con identidades difusas) puede usualmente hacerse sobre la base de si las respuestas se
expresan en el tiempo presente o en el pasado.
Compromiso:
El compromiso implica hacer una elección relativamente firme acerca de elementos de la
identidad e involucrarse en actividad significativa dirigida hacia la implementación de esa
elección. Los compromisos pueden ser descriptos como presentes o ausentes.
- Compromisos presentes: Los elementos de la identidad del individuo sirven de guías
significativas para la acción, y no se piensa en realizar cambios mayores a esos elementos.
- Compromisos ausentes: Las ideas del sujeto están débilmente sostenidas, y el
comportamiento es cambiante.

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• Conocimiento: Si una persona tiene un compromiso genuino con su objetivo, valores o
creencias, debería haber evidencia para conocimiento razonablemente detallado y
exacto de su contenido y ramificaciones.
• Actividad dirigida a la implementación del elemento de identidad elegido: Donde la
exploración conlleva una actividad de recolección de información, la actividad
resultando de los compromisos de la identidad dirigidos a la expresión o realización de
elecciones de identidad que han sido tomadas.
• Tono emocional: La presencia de compromisos de identidad es usualmente expresada
en formas que reflejan confianza, estabilidad y optimismo sobre el futuro. Aunque
menudo hay consciencia de las dificultades que podrían presentarse al implementar un
elemento de identidad, esto no debilita la determinación de seguir el curso elegido.
Las personas con identidades con/en compromisos demostrarán reacciones por stress
apropiadas a la situación, pero no se ponen fácilmente nerviosos o tienen reacciones
emocionales desproporcionadas.
Aquellos que tienen falta de compromisos de identidad y que no están tratando de
forzarlos a menudo hallan una marcada falta de entusiasmo (pesimismo, apatía,
aburrimiento, enojo no focalizado, alienación, ansiedad, confusión personal,
impotencia, desesperanza).
• Identificación con otros significativos: En muchas instancias los compromisos se originan
en la identificación con los padres, otros familiares, maestros o personas de las que uno
aprendió a través de la escuela o los medios de comunicación. Ocurre a veces que
objetivos que contrastan serán adquiridos tempranamente en la vida por identificación,
cada objetivo asociado con una figura modelo diferente
• Proyección del futuro personal: Los compromisos de la identidad proveen un mecanismo
para integrar el pasado con el presente y el presente con el futuro.
• Resistencia a ser influenciado: En algunas ocasiones, los adolescentes se presentarán
resistentes a los cambios, es decir, se verá que tan fuerte es el compromiso de identidad
que presentan (por ejemplo, en una entrevista, el entrevistador podría preguntar:
“¿Cuán dispuesto estarías a cambiar tus planes si algo mejor se presentara?”; el
respondedor debería ser relativamente resistente a estos intentos de inducir
afirmaciones contradictorias).
Los cuatro estados psicosociales de la identidad propuestos por Marcia son:
- Identidad lograda:
Hace referencia a aquellos sujetos que han experimentado un período de crisis y están
dedicados a una ocupación e ideología. Han considerado seriamente opciones ocupacionales
y han tomado una decisión en sus propios términos, aunque su decisión final puede ser una
variación de los deseos de sus padres. Con respecto a la ideología, parece haber reevaluado
creencias pasadas y arribado a una resolución que lo deja libre para actuar. Se trata de
individuos que han desarrollado una fuerte identidad del yo; que son estables, comprometidos
con metas realistas y capaces de enfrentar las exigencias ambientales cambiantes.
- Moratoria:
Son sujetos que están en un período de crisis con compromisos algo imprecisos y es
diferenciado del sujeto de identidad difusa por la aparente lucha activa para establecer
compromisos. Sus compromisos ocupacionales e ideológicos son vagos. Sostienen posiciones
ambientales respecto a las figuras de autoridad y alternan entre la rebelión y la necesidad de

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ser orientados por ellas. Aunque los deseos de sus padres son importantes para él, intenta
llegar a un acuerdo entre éstos, las demandas de la sociedad y sus propias capacidades.
- Exclusión:
Describe a aquellos adolescentes que todavía no han experimentado una crisis de identidad,
pero que están firmemente comprometidos con una ocupación y una ideología. No obstante,
esos compromisos a menudo han sido establecidos por los padres y no por una elección
deliberada del adolescente. Tienden a ser rígidos y autoritarios y a tener dificultades para
afrontar situaciones cambiantes.
- Identidad difusa:
Los sujetos en este estado pueden o no haber experimentado un período de crisis; su
característica más marcada es su falta de compromiso. No ha decidido acerca de su ocupación
ni se preocupa por ello. Esos adolescentes tienen relaciones distantes con sus padres, a los
que ven como indiferentes y rechazantes.(Marcia, 1996).
De acuerdo a lo que refiere el mismo autor, estudios previos han descubierto que la identidad
está relacionada a la “certeza de auto concepción” y la “estabilidad temporal de la auto
valoración”.
Marcia, sostiene que la identidad aumenta desde la adolescencia temprana (12 años) hasta
la adolescencia tardía (18 a 21 años); en las etapas más tempranas podría esperarse una
predominancia (temporal) de exclusiones e identidades difusas, muchas de las cuales van a
comenzar a cruzar hacia los estados de moratoria e identidad lograda alrededor de la edad de
18. A los 21, se encuentra la mayor proporción de individuos con identidad lograda.
En resumen:
Este texto trata sobre la adolescencia como una etapa en la que los individuos enfrentan
preguntas cruciales sobre su identidad. Erikson destacó la importancia de preguntas como "¿Quién
soy?" y "¿Hacia dónde voy?" en esta etapa. La identidad se ve como un gran desafío para los
adolescentes.
James Marcia aporta una perspectiva sobre la identidad, definiéndola como una posición
existencial y una estructura dinámica que se desarrolla desde la infancia hasta la vejez. La formación
de la identidad implica compromiso en la orientación sexual, ideología y elección vocacional.
Se explican cuatro estados psicosociales de la identidad:
1. Identidad lograda: Individuos que han experimentado una crisis y han tomado decisiones
comprometidas en ocupación e ideología.
2. Moratoria: Personas en crisis con compromisos vagos y luchan por establecerlos.
3. Exclusión: Adolescentes comprometidos con ocupación e ideología, pero sus compromisos
suelen ser impuestos por sus padres.
4. Identidad difusa: Individuos sin compromisos claros en ocupación ni preocupación por ello, a
menudo con relaciones distantes con sus padres.
La identidad se relaciona con la certeza de la autoconcepción y la estabilidad temporal de la
autovaloración. Según Marcia, la identidad tiende a desarrollarse desde la adolescencia temprana
hasta la adolescencia tardía, con la mayoría alcanzando la identidad lograda alrededor de los 21
años.

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Texto: “Proyecto de vida y decisión vocacional”.
→ Casullo, M. Cristina y otros.
Consideraciones preliminares:
Las tareas de orientación y asesoramiento psicológico en el área de las demandas vocacional
tienen como objetivo ayudar a resolver problemas. estos problemas remiten a dificultades en
la toma de decisiones.
Los planteos más frecuentes son:
- Dudas respecto de continuar o iniciar estudios sistemáticos.
- Ambivalencia respecto de optar por una o varias alternativas posibles
- Incongruencia conceptual relacionada con aspiraciones que se perciben como antagonistas.
- Inseguridad respecto de la probabilidad de poder superar obstáculos, percibidos como
barreras que dificultan el logro de metas deseadas.
- Ausencia total de metas o proyectos en un determinado momento del proceso vital.
Frente a estas situaciones, la orientación tiene como objetivo posibilitar que el sujeto pueda
tomar una decisión basada en la mayor cantidad de información disponible sobre:
1. El propio sujeto: Aptitudes, intereses, hábitos de estudio, competencias intelectuales,
identificación sexual, tipo de personalidad, etc.
2. La realidad sociocultural en la que vive: fuentes de trabajo disponible, mitos y creencias
del entorno cultural inmediato, acceso a las oportunidades del sistema educativo formal,
estructura y dinámica del grupo familiar, etc.
3. Las relaciones sujeto/realidad sociocultural: aspiraciones y fantasías con respecto a irse o
quedarse en su hábitat cotidiano, representaciones acerca del mundo del estudio y del trabajo,
características de los procesos de socialización que atravesó, grado de integración con los
valores, pautas y creencias de su entorno inmediato.
Obtener, comprender y extrapolar información es un papel central en el proceso de toma de
decisiones que toda orientación ocupacional implica.
Dudas con respecto a continuar o iniciar estudios sistemáticos:
Pueden existir varias causas sobre este problema. En estos casos se debe centralizar las tareas
de orientación en:
a. La imagen que la persona tiene de si misma, como se percibe en las distintas dimensiones
que integran el autoconcepto (esfera intelectual, vínculo con pares, imagen corporal, nivel de
ansiedad, rol sexual).
b. Acceder a un conocimiento detallado de su historia de aprendizajes para conocer el
balance que hace sobre sus potenciales educativos.
c. Poder analizar la percepción subjetiva de las expectativas que tienen acerca de ellas las
personas con significación afectiva.
d. Indagar la posible existencia de una imagen idealizada de la universidad y otros centros de
estudios terciarios.

96
e. Profundizar sobre temores acerca de posibles pérdidas afectivas que provocarían su
decisión de estudiar, y en qué medida contaría con redes de apoyo afectivo al hacerlo.
Ambivalencia respecto a optar por una de varias alternativas posibles:
En esta cuestión, se aconseja trabajar sobre temas relativos a las confusiones existentes entre
contenidos (materias o asignaturas que parecen interesar) y maneras de pensar en un trabajo
u ocupación permanentes como forma de ganarse la vida.
En esta se pueden hacer juegos de roles para vivenciar las situaciones más gratificantes,
asistir a paneles de trabajadores o profesionales, explorar prejuicios o estereotipos basados
en el género, clase social o grupo cultural, entre otras.
Incongruencia conceptual relacionada con aspiraciones que se perciben como antagónicas:
En estos casos es conveniente comprender si el antagonismo percibido responde a
condiciones objetivas que lo determinan o si operan fantasías personales que lo construyen.
Algunas tareas sugeridas son: evaluar con más detalle los intereses profesionales y las
aptitudes específicas, promover el encuentro con pares en los que se pueda reflexionar acerca
de los antagonismos percibidos, etc.
Inseguridad respecto a la probabilidad de superar obstáculos que se perciben como barreras
que dificultan el logro de metas deseadas:
Estas situaciones están relacionadas con las historias de aprendizajes, así como la presencia
de idealizaciones yoicas.
Se suele recurrir a relatos sobre la historia de los aprendizajes para verificar si existen fracasos
continuados, análisis de los tipos de atribuciones de causalidad que se formulan frente a los
éxitos y fracasos, análisis de la estructura y dinámica familiar, etc.
Ausencia total de metas o proyectos:
Son jóvenes a quienes no parece interesarles nada, poco motivados para pensar en una
inserción laboral o educativa concretas.
Son casos donde la orientación es difícil de concretar con eficacia, pero se sugiere una
participación intensiva en encuentros grupales de reflexión con pares, evaluación clínica de las
características de la personalidad y vínculos afectivos del entorno familiar, conocer los mitos y
creencias del entorno familiar, analizar el miedo al fracaso y/o la competencia.
La toma de decisiones:
Se conoce al Proceso de orientación y asesoramiento ocupacional como un conjunto de
tareas diseñadas para facilitar que los sujetos puedan optar y resolver situaciones
problemáticas.
La resolución de problemas y la toma de decisiones han sido caracterizados como procesos
complejos en los cuales los individuos identifican y evalúan cursos de acción alternativos y
eligen la implementación de uno de ellos (Horan, 17979).
Las estrategias que se ponen en juego en toda toma de decisiones pueden observarse en los
denominados estilos de decisión, con ello se hace referencia a maneras únicas en las que cada
individuo aborda, responde y se comporta en una situación en la que debe decidirse (arrona,
17979). ´

97
Harren (1979) distingue tres tipos de estilos básicos que desempeñan un rol fundamental en
las diferencias individuales frente a situaciones semejantes:
- El racional: utiliza evaluaciones sistemáticas e inferencias lógicas.
- El intuitivito: se basa en sentimientos, fantasías y reacciones afectivas, a veces de manera
impulsiva.
- El dependiente: rechaza asumir la responsabilidad personal y se confía en el criterio de
autoridad de otras personas.
Toda “decisión” puede ser descrita sobre la base de cuatro elementos:
- Objetivos.
- Elecciones.
- Logros.
- Atributos.
Cada persona que debe decidir algo tiene que tener en claro que objetivos pretende alcanzar
y cuales le permitirán obtener los logros deseados.
→ En muchos casos de decisiones vocacionales aparecen objetivos distintos, algunos
contradictorios entre sí, lo que hace necesario en un primer momento plantear la necesidad
de su análisis.
→ El segundo elemento nos remite a un conjunto de elecciones posibles o de cursos
alternativos de acciones entre los cuales se tiene que elegir. Existe un problema de decisión
cuando existen dos o más opciones posibles, pero en muchos casos la parte más difícil de la
decisión es poder definir explícitamente cuales son las opciones.
→ El tercer elemento importante esta dado por el conjunto posible de logros asociados con
cada opción, en general estos se plantean con poca certeza, ya sea por limitaciones propias
como por sucesos impredecibles del entorno en el que cada persona vive.
→ Finalmente es necesario identificar formas o vías a través de las cuales cada meta o logro
deseado puede alcanzarse de acuerdo con los objetivos planteados. La medida en que se
alcanzan los objetivos conforma los denominados atributos.
Una vez que un problema vocacional ha sido expresado en términos de esta estructura, hay
que considerar el sistema de creencias o valores de quien tiene que tomar la decisión. Los
logros y metas a alcanzar generalmente se plantean en términos probables y las posibilidades
están sustentadas por creencias.
La habilidad para tomar una decisión sana incluye capacidad para:
a. Buscar y obtener información.
b. Plantear el rango de alternativas.
c. Conocer las alternativas.
d. Formulas las opciones en términos racionales y consistentes: La decisión optima es la más
consistente con la información que se tiene y con las creencia y valores de quien decide.
Según Jones (1989) la falta de decisión revela la existencia de tres factores centrales:

98
1. Carencia de confianza en sí mismo para tomar decisiones. Ausencia de información acerca
de las propias aptitudes, intereses y habilidades.
2. Desvinculación entre los intereses personales y un campo laboral especifico.
3. Factores externos al sujeto:
• La familia y la escuela ofrecen pobre información ocupacional y educacional.
• Personas del entorno con conflictos afectivos y laborales.
Además, otros factores para tener en cuenta son la incapacidad para la toma de decisiones,
sentimientos de confusión, necesidad de ser apoyado y guiado y conflictos entre distintas
opciones igualmente atractivas.
En el desarrollo de la identidad ocupacional se presentan dos dimensiones importantes:
- La etapa exploratoria, donde se generan distintas actividades a través de las cuales se busca
y verifica información sobre sí mismo y el mundo de los estudios y el trabajo.
- La segunda dimensión es la toma de decisiones que involucra el procesamiento de la
información sobre sí mismo y las opciones de estudio y trabajo en relación con metas o
proyectos personales. Supone reflexionar sobre la información obtenida en la etapa
exploratoria y organizarla.
Según los estilos de toma de decisiones y las distintas etapas del proceso de conformación
de la identidad ocupacional según J. Marcia, los sujetos con una identidad estable usan
estrategias racionales y sistemáticas. Las identidades forcluidas usan estilos dependientes,
basados en las opciones de asuntos significativos. Los sujetos con identidades difusas toman
sus decisiones utilizando estrategias intuitivas o sin estrategia alguna. Aquellos que se
encuentran en la etapa de moratorio emplean estilos intuitivos y dependientes.
En resumen:
Este texto aborda las consideraciones preliminares en el campo de la orientación y el
asesoramiento psicológico en la toma de decisiones vocacionales. Se mencionan problemas
comunes relacionados con la elección de carreras y metas, como dudas sobre continuar estudios,
ambivalencia entre varias alternativas, incongruencia en aspiraciones, inseguridad ante obstáculos
percibidos y falta de metas.
Se explica que la orientación busca ayudar a los individuos a tomar decisiones informadas,
considerando aspectos personales, la realidad sociocultural y las relaciones entre ambos. La
obtención, comprensión y extrapolación de información es esencial en este proceso.
El texto también describe estrategias para abordar diferentes problemas vocacionales, como la
imagen de uno mismo, la historia de aprendizajes, las expectativas afectivas, la percepción de la
universidad y los miedos asociados. Se mencionan tres estilos de toma de decisiones: racional,
intuitivo y dependiente.
Se destaca la importancia de identificar objetivos, elecciones, logros y atributos en el proceso de
toma de decisiones, así como la influencia de creencias y valores personales en estas elecciones.
Además, se señala que la falta de decisión puede deberse a la falta de confianza en uno mismo,
desvinculación entre intereses personales y campos laborales, y factores externos.
El desarrollo de la identidad ocupacional se divide en dos dimensiones: exploración y toma de
decisiones, que varían según los estilos de toma de decisiones y las etapas del proceso de
conformación de la identidad ocupacional según J. Marcia.

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Las relaciones interpersonales en la
adolescencia
Texto: “Familia y desarrollo psicológico”
(capítulo 5: Contexto familiar y desarrollo
psicológico en la adolescencia).
→ Olivia Delgado.
1. Las relaciones familiares y sus cambios durante la adolescencia:
Aunque no pueda mantenerse la imagen de dificultades generalizadas, sí hay suficiente
evidencia acerca de una importante incidencia de problemas relacionados con tres áreas:
- Los conflictos con los padres.
- La inestabilidad emocional.
- Las conductas de riesgo.
Las relaciones familiares van a experimentar algunos cambios importantes durante la
adolescencia, con un aumento de los conflictos y discusiones entre padres e hijos (en muchos
casos romperán la armonía que hasta ese momento había reinado en el hogar).
Cambios en el adolescente: Sin duda el cambio más llamativo asociado a la pubertad tiene
que ver con la maduración física y sexual, que afectará a la forma en que los adolescentes se
ven a sí mismos y a cómo son vistos y tratados por los demás.
Por una parte, se va a encontrar una influencia de los cambios hormonales sobre el estado de
ánimo y el humor del adolescente. También está clara la relación entre el incremento en las
hormonas sexuales y el surgimiento del deseo y la actividad sexual (McClintock y Herdt, 1996).
También en el ámbito cognitivo se va a encontrar con un cambio cualitativo fundamental, ya
que en el periodo comprendido entre los 12 y los 15 años comienza a aparecer el pensamiento
operatorio formal, como consecuencia de la maduración biológica y de las experiencias, sobre
todo en el ámbito escolar (Inhelder y Piaget, 1955; Piaget, 1972).
Esto hará que el adolescente se vuelva mucho más crítico con las normas que hasta ese
momento había aceptado sin cuestionar, y comenzará a desafiar continuamente la forma en
que la familia funciona cuando se trata de discutir asuntos y tomar decisiones, lo que
aumentará los conflictos y discusiones cotidianas (Smetana, 1989). Igualmente, serán capaces
de presentar argumentos mucho más sólidos y convincentes en sus discusiones familiares.
También resulta evidente la desidealización de los padres, es decir, el adolescente cambia a
una imagen más realista en la que sus padres aparecen con sus virtudes y sus defectos.
Otro de los aspectos más destacados del desarrollo adolescente es el que hace referencia a
la construcción de la propia identidad personal, ya que probablemente uno de los rasgos más
importantes de la adolescencia es el proceso de exploración y búsqueda que va a culminar con
el compromiso de chicos y chicas con una serie de valores ideológicos y sociales, y con un
proyecto de futuro, que definirán su identidad personal y profesional.
Finalmente, se debe señalar que a partir de la pubertad chicos y chicas empiezan a pasar cada
vez más tiempo con el grupo de iguales, que pasará a ser un contexto de socialización
fundamental (Larson y Richards, 1994; Larson, Richards, Moneta, Holmbeck, y Duckett, 1996;

100
Burhrmester, 1996). Los iguales se convertirán en confidentes emocionales, consejeros y
modelos comportamentales a imitar (Sussman, Dent, McAdams, Stacy, Burton y Flay, 1994),
por lo que es probable que los padres comiencen a sentirse apartados de la vida de sus hijos
y no estén de acuerdo con los modelos que les ofrecen sus compañeros.
Una vez pasado este primer momento (de restricciones), los padres suelen flexibilizar su
postura, y los hijos irán ganando poder y capacidad de influencia, lo que explicaría la
disminución de problemas en la adolescencia media y tardía (Laursen, Coy y Collins, 1998).
Cambios en los padres: La explicación más tradicional acerca del cambio en las relaciones
familiares durante la adolescencia atribuye el aumento de los conflictos entre padres e hijos a
las transformaciones en estos últimos; sin embargo, no sólo cambian los adolescentes, ya que
también los padres lo hacen.
En el momento en que el hijo llega a la pubertad sus padres pueden tener en torno a los 40
o 45 años, una etapa que algunos autores han denominado la crisis de la mitad de la vida y
que han considerado como un momento difícil y de cambios significativos para muchos adultos
(Gould, 1978; Levinson, 1978). Así, justo cuando el adolescente está experimentando la
madurez física y sexual, y acercándose al cenit de su atractivo físico, sus padres están
empezando a experimentar un cierto declive que aumenta su preocupación por su propio
cuerpo: por su salud y por su atractivo físico.
Por otra parte, el que su hijo deje de ser niño o niña, especialmente cuando es el único o el
último, puede tener un valor simbólico importante, ya que supone el final de una etapa en la
que han podido ser muy felices en su rol parental, y que ya comienzan a echar de menos.
Procesos interpersonales: La transición a la adolescencia va a representar una importante
perturbación del sistema familiar, que va a entrar en un punto de bifurcación en su trayectoria
evolutiva, lo que aumentará la inestabilidad del sistema y la variedad de patrones de
interacción diádicos posibles. Así, incluso en las familias en las que las relaciones parento-
filiales se habían caracterizado por la comunicación y por el apoyo y el afecto mutuos
comenzarán a aparecer una mayor variedad de interacciones que oscilarán entre el afecto y la
hostilidad o el conflicto (Holmbeck y Hill, 1991; Paikoff y Brooks-Gunn, 1991).
El sistema familiar entrará en una fase de transición que hará posible el surgimiento de
nuevos patrones relacionales que se irán estabilizando gradualmente hasta el momento en
que el sistema llegue a un nuevo estado atractor que le dará una mayor estabilidad (Van Geert,
1994).
2. Contexto socio-cultural y relaciones familiares durante la adolescencia:
Todos los cambios en el adolescente y en sus padres ayudan a entender mejor la alteración
en las relaciones familiares que suele producirse con la llegada de la adolescencia; sin
embargo, el cuadro estaría incompleto si no se analizaran las condiciones sociales, culturales
y económicas imperantes en el contexto en el que estos cambios tienen lugar.
Por una parte, los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la difusión de
una imagen conflictiva de la adolescencia, es decir, estereotipada; esto contribuye a generar
actitudes de miedo y rechazo hacia este grupo de edad.
Otro cambio relevante es el inicio cada vez más precoz y la terminación más tardía de la
adolescencia. No sólo se ha adelantado de forma sensible la edad en la que se inicia la
pubertad, sino que, además, muchos comportamientos que hasta hace poco eran propios de

101
jóvenes y adolescentes (inicio de relaciones de pareja, conductas consumistas o uso de nuevas
tecnologías) están comenzando a ser frecuentes en la niñez tardía.
Por otra parte, están teniendo lugar importantes cambios en la estructura de la familia con el
surgimiento de nuevas situaciones que pueden resultar más complicadas. El número de
separaciones y divorcios ha ido aumentando durante los últimos años, al igual que el número
de hijos nacidos fuera del matrimonio, lo que ha supuesto que sean cada vez más frecuentes
las familias monoparentales y reconstituidas (Iglesias, 1998). Estas nuevas situaciones
familiares pueden suponer una mayor complicación a la hora de ejercer los roles paterno y
materno, y en algunas ocasiones pueden surgir conflictos importantes durante la adolescencia.
Diana Baumrind (1991) ha destacado también los cambios en la familia derivados de las
conquistas de los movimientos de liberación de la mujer, que, aunque han supuesto un claro
avance social también han podido tener unos efectos secundarios negativos sobre el
desarrollo y ajuste adolescente. Así, la incorporación femenina al mundo laboral ha supuesto
una menor presencia de la mujer en el hogar en su papel tradicional de dispensadora de apoyo
y supervisión.
Finalmente, hay que considerar que una importante característica de nuestra sociedad es la
rapidez vertiginosa con la que se producen los cambios. Los valores, los estilos de vida, las
modas, la tecnología, todo resulta tan efímero que, en un periodo de 30/40 años, que suele
ser el que separa a una generación de otra, se han producido tantas innovaciones que cuesta
trabajo reconocer el mundo en que vivimos.
3. Comunicación y conflicto parento-filial:
La mayoría de las familias, incluso aquellas que habían tenido unas relaciones armónicas
durante la niñez, van a atravesar durante la adolescencia temprana una época de un cierto
desajuste y de una mayor conflictividad (Holmbeck y Hill, 1991; Laursen, Coy y Collins, 1998;
Parra y Oliva, 2002).
La comunicación entre padres e hijos suele deteriorarse en algún momento entre la infancia
y la adolescencia, con algunos cambios claros en los patrones de interacción:
- Pasan menos tiempo juntos.
- Las interrupciones a los padres y a las madres son más frecuentes.
- La comunicación se hace más difícil.
En cuanto a los temas sobre los que suelen versar los intercambios parento-filiales, el empleo
del tiempo libre y las normas y regulaciones familiares ocupan los primeros lugares, mientras
que otros temas como política, religión, sexualidad y drogas son infrecuentes (Megías et al.,
2002; Miller, 2002; Parra y Oliva, 2002; Rosental y Feldman, 1999).
Existe un apoyo generalizado a la idea de que tanto chicos como chicas se comunican de una
forma más frecuente e íntima con sus madres, probablemente por su mayor disponibilidad, y
porque son percibidas como más abiertas y comprensivas (Jackson et al., 1998; Megías et al.,
2002; Miller, 2002; Noller y Callan, 1990; Parra y Oliva, 2002).
Algunas conclusiones sobre la existencia de conflictos intergeneracionales en la adolescencia:
- Aumento de la conflictividad durante la adolescencia temprana (Collins, 1992; Holmbeck y
Hill, 1991; Laursen, Coy y Collins, 1998). Según estos autores, el conflicto sería más frecuente
sólo en aquellas familias en las que chicos y chicas experimentan los cambios puberales en un

102
momento no esperado. Estos, encuentran un decremento lineal a lo largo de la adolescencia
en la frecuencia de conflictos (a pesar de esta tendencia decreciente, algunos nuevos temas
pueden emerger como fuente de conflictos en la adolescencia media y tardía).
- La comunicación entre madres e hijos adolescentes es más frecuente e íntima, pero
también está teñida de mayor conflictividad, probablemente porque en la mayoría de los casos
los adolescentes tienen un mayor contacto con ellas (Laursen, Coy y Collins, 1998; Megías et
al., 2002; Motrico, Fuentes y Bersabé, 2001; Parra y Oliva, 2002).
- Aumento en la intensidad emocional con la que se viven las riñas entre la adolescencia
inicial y media, y de forma paralela a la maduración puberal, con un ligero descenso hacia el
final de la adolescencia (Laursen, Coy y Collins, 1998).
Con respecto a los temas que provocan discusiones y riñas familiares, investigaciones
realizadas, tanto en España, como en el extranjero, apuntan que los conflictos más frecuentes
suelen estar relacionados con asuntos cotidianos; como, por ejemplo, la hora de llegar a casa,
la forma de vestir o el tiempo dedicado a los estudios (Montemayor, 1983; Noller, 1994; Parra
y Oliva, 2002; Weston y Millard, 1992).
Aunque estas “pequeñas” discusiones entre padres e hijos no conlleven un deterioro
irreversible de la relación, tendrán un efecto acumulativo sobre el estado emocional de los
progenitores, que son quienes suelen verse más afectados por la conflictividad parento-filial.
Se debe tener en cuenta que, mientras que los padres pueden vivirlo como una pérdida de
poder, para el adolescente será una forma de ir ganando autonomía (Steinberg y Steinberg,
1994; Steinberg, 2001).
No obstante, muchas de las frustraciones relacionadas con el conflicto están más asociadas
con la forma de solucionarlo que con su frecuencia o temática. Desafortunadamente, muchas
de las discusiones suelen resolverse, no mediante el acuerdo y el compromiso, sino por la
sumisión de una de las partes, o por la evitación o el abandono de la discusión, lo que no
contribuirá ni a la mejora de la relación entre padres e hijos ni a la adquisición de habilidades
de resolución de conflictos (Laursen y Collins, 1994; Steinberg y Silk, 2002). En cambio, cuando
se resuelven bien, los conflictos tendrán una influencia positiva, ya que pueden actuar como
catalizadores que contribuyen a facilitar un reajuste en las relaciones familiares.
4. Influencias familiares sobre el ajuste y desarrollo adolescente: Los enfoques dimensional
y tipológico, las ideas de los padres y las influencias genéticas:
Existen razones para pensar que a partir de la pubertad la familia pierde algún peso como
contexto de socialización y, por lo tanto, su capacidad de influencia es menor. Por una parte,
el hecho de que en la adolescencia se haya completado una importante parte del desarrollo,
unido a la mayor plasticidad del ser humano durante los primeros años de su vida, sería un
argumento a favor de una menor importancia de las influencias familiares a partir de la
pubertad. Por otro lado, en la medida en que chicos y chicas van ganando autonomía pasan
más tiempo con el grupo de iguales, que se convierte en un contexto de socialización muy
influyente (Larson y Richards, 1994).
Steinberg y Silk (2002) han diferenciado entre:
- Enfoque dimensional: Considera la influencia sobre el desarrollo de variables concretas del
estilo.

103
• Afecto: A pesar de que durante estos años muchos chicos rechazan las manifestaciones
de cariño por parte de sus padres, en un intento de mostrarse a sí mismos y a los demás
su grado de autonomía y madurez, lo cierto es que el adolescente va a seguir
necesitando unos padres cercanos y afectuosos que le brinden su apoyo en muchos de
los momentos difíciles que tendrá que atravesar, y que mantengan una fluida
comunicación con él.
• Control o monetización: Por una parte, se comprueba que bajo la etiqueta de control
suelen incluirse aspectos o dimensiones diferentes de la relación entre padres y
adolescente (Steinberg, 1990). Así, puede hablarse de control para hacer referencia al
establecimiento de límites (actividades no permitidas, horarios, etc.), a la exigencia de
responsabilidades, y a la aplicación de sanciones por su incumplimiento.
Otro aspecto del control sería la vigilancia o supervisión directa, en la que los padres
observan el comportamiento de sus hijos para intervenir ante cualquier tipo de
infracción o mala conducta.
Por último, se podría hablar de monitorización para referirse al conocimiento que los
padres tienen de las actividades que realizan sus hijos, los lugares a los que van, y las
relaciones o amistades que sostienen (Jacobson y Crockett, 2000). Se puede
determinar, que son los mismos chicos y chicas quienes voluntariamente proporcionan
a sus padres esta información, mientras que los esfuerzos directos de sus padres están
muy débilmente relacionados con la información que tienen.
Cabe aclarar, que hay que señalar que el grado de control y la forma de ejercerlo, no
puede ser excesivo, ni tampoco demasiado débil.
• Concesión o fomento de autonomía: Se trata de aquellas prácticas o actividades que
van encaminadas a que el chico o chica adquiera y desarrolle una mayor autonomía y
capacidad para pensar y tomar decisiones por sí mismo. Además, los intercambios
verbales frecuentes entre estos padres y sus hijos servirán para estimular su desarrollo
cognitivo y su habilidad para la adopción de perspectivas (Krevans y Gibbs, 1996) e
influirán positivamente sobre su rendimiento académico (Kurdek y Fine, 1994).
- Enfoque tipológico: nos permite tener una visión más completa del clima familiar y de su
influencia sobre el bienestar adolescente al manejar simultáneamente diferentes
dimensiones, y permitir así una panorámica más clara de la relación entre padres e hijos. Tiene
en cuenta la relación entre estas dimensiones para clasificar a los padres, según su estilo
educativo, en padres:

104
Según dice Steinberg y Silk (2002), hay tres motivos por los que el estilo democrático fomenta
el bienestar adolescente:
- Adecuado balance de control y autonomía del joven.
- Intercambios comunicativos, promueven tanto el desarrollo intelectual en concreto como
la competencia psicosocial más general.
- Calidez y afecto del estilo, facilita los intentos de socialización de los progenitores.
Los datos de la investigación indican que la situación ideal para un adolescente es la de
disponer de dos padres democráticos.
Es importante tener en cuenta dos aspectos muy íntimamente relacionados: por un lado, que
el estilo educativo no es una característica del progenitor, sino de la relación particular que
mantiene con su hijo, y por otro que tiene más sentido pensar en influencias bidireccionales
(Kerr et al., 2003), ya que, siguiendo a Harris (1998), no es sólo que los buenos padres
produzcan buenos hijos, sino que los buenos hijos también producen buenos padres.
Las ideas de los padres sobre la adolescencia: Algunos de estos estudios han analizado las
concepciones o estereotipos generales acerca de este periodo evolutivo, y han encontrado
que tanto padres como educadores y población general mantienen una idea bastante
semejante a la visión de Storm and Stress, es decir, la perciben como una etapa difícil en la
que son frecuentes los conflictos y los problemas conductuales (Buchanan y Holmbeck, 1998;
Casco, 2003; Holmbeck y Hill, 1988).
Influencias genéticas sobre el desarrollo adolescente: Los estudios llevados a cabo en el
campo de la genética de la conducta revelan una moderada heredabilidad en muchos de los
rasgos y comportamientos adolescentes estudiados. No obstante, estos trabajos también han
servido para poner de relieve la importancia de factores ambientales.
5. Implicaciones educativas para el fomento del desarrollo adolescente:
A nivel macrosistémico, sería importante tratar de cambiar la representación social
marcadamente negativa que existe acerca de la adolescencia, dando una imagen más realista
y alejada de los tópicos que relacionan al adolescente con la conflictividad, la violencia, el
consumo de drogas o la promiscuidad.
Es muy importante que los padres conozcan los principales cambios que suelen tener lugar
durante la adolescencia.
Muy relacionado con el aspecto anterior, y de una importancia también fundamental, es el
conocimiento de las necesidades de los chicos durante esta etapa (Oliva, 2002).
A pesar de la controversia entre investigadores en relación con esta dimensión (Kerr et al.,
2003), el control o seguimiento continúa siendo fundamental durante los años de la
adolescencia.
A la vez, resulta esencial que se establezcan límites claros, razonados y justificados.
En general, los padres deben estar informados de lo que hace su hijo, y para ello es necesario
que se interesen por él, le pregunten y conozcan a sus amigos y amigas, para evitar algunas
situaciones de riesgo que pudieran estar produciéndose.

105
En resumen:
El texto profundiza en la dinámica de las relaciones familiares durante la adolescencia, destacando
áreas clave de cambio y desafío. Se señala que los conflictos entre padres e hijos, la inestabilidad
emocional y las conductas de riesgo son aspectos prominentes. La adolescencia se caracteriza por
cambios físicos, cognitivos e identitarios, lo que desencadena una mayor criticidad hacia las normas
familiares y una desidealización de los padres.
La construcción de la identidad personal se destaca como un rasgo crucial de la adolescencia,
donde los jóvenes exploran y comprometen sus valores e ideales. La influencia de los pares se
intensifica, convirtiéndolos en confidentes emocionales y modelos a seguir, lo que puede alejar a
los padres de la vida de sus hijos.
El texto también aborda cambios en los padres, especialmente durante la crisis de la mediana
edad, donde pueden experimentar preocupaciones sobre su propia salud y atractivo físico. Los
procesos interpersonales en la familia experimentan perturbaciones, y se espera que la familia
evolucione hacia nuevos patrones relacionales estables.
La influencia del contexto socio-cultural se destaca, con cambios en la pubertad y
comportamientos propios de la adolescencia que se vuelven más precoces. La estructura familiar
también cambia, con un aumento en separaciones y divorcios, impactando en las dinámicas
parentales.
En cuanto a la comunicación y conflicto parento-filial, se observa un deterioro durante la
adolescencia temprana, con cambios en los patrones de interacción y una disminución en el tiempo
pasado juntos. Se menciona que, aunque estas "pequeñas" discusiones no causan un deterioro
irreversible, afectan el estado emocional de los padres.
La sección sobre las influencias familiares en el ajuste y desarrollo adolescente explora enfoques
dimensional y tipológico, así como las ideas de los padres sobre la adolescencia y las influencias
genéticas.
Finalmente, se presentan implicaciones educativas que incluyen cambiar la percepción negativa
de la adolescencia, la necesidad de que los padres comprendan los cambios y necesidades de los
adolescentes, y la importancia del control, establecimiento de límites y comunicación efectiva para
brindar un apoyo adecuado.

106
Texto: “Abordaje teórico y clínico del adolescente” (capítulo XI: Adolescencia y
familia).
→ Fernández Mouján.
La emergencia de un adolescente en la familia, del chico que se convierte en joven, es un
hecho triple:
- Familiar.
- Social.
- Personal.
La identidad, estabilidad y satisfacción del grupo familiar se verán seriamente perturbadas.
El adolescente asumirá una nueva identidad, pero también la familia.
Tanto para el adolescente, como para su familia, el fenómeno adolescente es “el” emergente,
les pertenece como propio e impulsa a todos a un cambio; el cual se da en la manera en que
el grupo y cada uno vuelve a ubicarse ante la vida y la sociedad.
La familia es una unidad que tiene una identidad propia, que la define e impulsa a nuevas
definiciones. Esta unidad, además, tiene una estabilidad; la estructura que permitirá el
interjuego de esta unidad es la satisfacción.
Estos tres componentes elementales (identidad, estabilidad y satisfacción) se dan dentro de
una interacción y juego de roles que dan mayor o menor “flexibilidad” al grupo. Cabe aclarar
que, dentro de este campo, se dan transacciones (estímulos y respuestas en función de
acuerdos o desacuerdos) de diverso tipo, que en definitiva son las que irán creando las
relaciones de “la adolescencia” con el adolescente y su grupo familiar.
La identidad grupal es una necesidad de definirse como grupo familiar donde las
interacciones trascienden la relación directa entre dos o más, adquiriendo total sentido como
relacion de un “nosotros”; en oposición a un “yo” individualista.
La estabilidad la conceptualizamos especialmente como algo estructural; sería la
organización que permite mantener la unidad del grupo (especialmente en los momentos de
desacuerdos o ansiedad). Controla de manera explícita e implícita las acciones y emociones
que surgen; este control se establece de acuerdo con los distintos roles asignados (padre,
madre, hijos) y la manera de asumirlos (surgida de la relación entre individuo y familia).
La relacion entre los roles toma forma de una serie de relaciones asimétricas (competitivas)
o complementarias, donde se emplean todo tipo de técnicas que llevarán a la estabilidad o
inestabilidad del grupo. Las técnicas de domino más conocidas son la proyección y la inducción.
Erikson, pone en énfasis en el encuentro de las “modalidades” sociales con los “modos”
individuales propios de cada fase universal.
Una familia bien arraigada sería la que esté acorde con las “modalidades” de la sociedad
donde vive (esté en proceso revolucionario o no) y a la cual el adolescente debe incorporarse.
Las familias desarraigadas dificultarían el “pasaje” de los hijos a la sociedad.
Los roles complementarios (se complementan en una unidad de acción) padre-hijo sufren
una importante transformación con el surgimiento de la “adolescencia“ en el sistema familiar.
La transformación consistiría en que las transacciones complementarias se van volviendo
concordantes, aumentando la competencia y la posibilidad de acciones integradas donde

107
había acciones dominantes (en otros términos, el rol paterno se complementa con el del hijo,
pero al surgir la adolescencia se produce un “giro” hacia la concordancia).
La tarea de la familia sería, entonces, esta nueva asunción de roles que cambian la estructura
(inestabilidad), contribuyendo al desarrollo de las identidades, creando necesidades y normas
nuevas.
En tiempo anteriores, en el reciente adolescente (púber) recaía la enorme desorientación en
que se sume toda la familia ante la emergencia de un nuevo cuerpo y una nueva forma de
influencias sociales (políticas, estudiantil y universitaria, modas, pandillas, nuevos valores y
normas generacionales, etc.).
Creemos que la depositación de todas estas características se debe por dos motivos:
- Los padres, de esta manera, pueden mantener su rol de autoridad incontaminada.
- De esta forma, se mantiene la estructura del grupo incontaminada; e inclusive se hace vivir
sus cambio al adolescente como algo extraño que lo idiotiza (desvalorización de lo nuevo).
En tiempos actuales, la crisis de “la adolescencia” no recae tanto sobre los adolescentes, sino
que (sobre todo) en el grupo familiar; en especial en los padres. Los adolescentes están mucho
más “defendidos” como generación.
Como vemos, la adolescencia pone en crisis al adolescente y a al grupo familiar, si asume
como grupo lo que sucede a uno de sus miembros; permitiendo “contener” las ansiedades
provocadas por la inestabilidad.
Una de las características del adolescente es la fragmentación instrumental del Yo, sus
impulsos y objetos internos, lo cual pone en crisis su identidad. Busca reestructurarse
mediante dos mecanismos básicos:
- Identificación proyectiva.
- Identificación introyectiva.
Es con este par con el que influencia y recibe influencias de su familia y ambiente que le van
permitiendo (de modo paulatino) construir su nueva identidad.
La situación, despierta en los adultos diferentes sentimientos respecto de los adolescentes:
1. Curiosidad y miedo por lo instintivo.
2. Admiración, envidia y celos por sus posibilidades.
3. Amor, odio y culpa, pues sienten que son un peligro, pero también los ven como
salvadores.
Sabemos que, además de la familia, hay otros grupos o lugares donde el adolescente podría
“elaborar” su situación (amigos, club, colegio, actividades políticas, universidad, pandilla, etc.),
pero ésta tiene una particularidad que la diferencia del resto: la posibilidad de realizar sus
transformaciones dentro del marco familiar permite mantener intacto el sentimiento de
continuidad en la identidad del Yo; tan útil para conservar la integridad.
La familia actúa durante esta crisis como un grupo operativo, cuya tarea es ayudar al hijo
adolescente a lograr su adultez. Como padres y grupo familiar, asumen un importante rol social
al poder identificarse con el hijo y compartir la satisfacción de crecer con él; recuperando así
lo perdido.

108
Cuatro grandes modalidades de relación familiar:
1. Familia aglutinada:
• Exagerada tendencia a formar conjunto de individuos, perturbando la discriminación.
• Interacciones estereotipadas.
• El rol materno se vuelve exagerado, debilitando el rol paterno.
• Predominio de mensajes concretos con poca capacidad reflexiva y fuerte carga
emocional.
• La ideología familiar está centrada en una concepción de vida tipo “clan” que ha de
conservarse, con poca sensibilidad social y desconfianza a lo nuevo o, lo que es aún
peor, se vive lo nuevo como extraño pues crea violencia.
2. Familia uniformada:
• Tendencia a la individualización con exagerado sentimiento a una de las identidades
personales que busca uniformar al resto.
• Interacciones rígidas, estereotipadas e insatisfactorias; por ser impuestas.
• Absolutismo del rol paterno y exageración de las “normas paternas”.
• Mensajes con poca capacidad reflexiva (órdenes y respuestas); pero más diálogo que
en el caso anterior. La carga emocional es controlable.
• La ideología preponderante es exigirse para diferenciarse. Francamente elitista y
dominante.
3. Familia aislada:
• Predominio de las individualidades como entes aislados del grupo; lo que lleva a un
deterioro de la identidad grupal y a un estancamiento de las identidades individuales.
• Roles aislados; lo cual resulta una interacción puramente informativa o descriptiva que
no promueve ninguna transformación; que va formando una estructura grupal muy
estereotipada.
• Los roles no entran jamás en conflicto con los asumidos; cada uno hace su vida, con lo
cual las normas y valores pierden importancia.
• Carencia de contenido afectivo de los mensajes. Su concretitud imposibilita todo
intento de reflexión.
• Relaciones insatisfactorias.
• La ideología dominante es fácilmente deductible. Es francamente individualista y
adaptativa.
4. Familia integrada:
• Equilibrio inestable entre las identidades grupales e individuales que se redefinen sin
grandes obstáculos.
• Flexibilidad de los roles; lo cual permite “contener” los problemas surgidos sin
reprimirlos o expulsarlos, sin negarlos y sin inhibirlos.
• Equilibrio entre los roles asignados, ya que son flexibles.
• Las discusiones son explícitas, con capacidad reflexiva y carga emocional regulada por
el grupo, lo que permite el diálogo transformador.
• La ideología imperante es la aceptación de la lucha generacional que cuestiona
privilegios. Gran importancia a la función de cada uno en el funcionamiento del todo
grupal, y una gran confianza en transformar lo establecido.
Llamaremos transacciones cruzadas a las que surgen cuando el padre se dirige a su hijo
adolescente como si fuera un niño, o cuando éste le contesta como si ya fuera un adulto. No

109
existe una concordancia en trabajar juntos, en la elaboración de problemas surgidos por “la
adolescencia”.
También están las transacciones llamadas “ulteriores”. La relación transaccional padre-niño
se convierte en padre-adolescente, lo cual permite una respuesta adolescente-padre o
adolescente-adolescente paterno. Se habla de una relación en “espiral”, donde los padres
hablan desde la relación padre-adolescencia y el hijo adolescente contesta desde la relacion
niño-adolescencia; lo cual permite una transformación hacia un tipo de transacciones mucho
más “horizontal” (de mutuo aprendizaje).
Atribuimos la capacidad de elaborar agresión a la verbalización (abstracción) de la agresión
latente, instrumentación dentro o fuera de la familia (flexibilidad en dirigirla mejor) o al dar
“respuestas reparatorias y esclarecedoras que disminuyan la intensidad y modifiquen su
calidad”.
La clave de este proceso elaborativo la daba el tipo de respuestas de los padres a la agresión
que surgía de sus hijos:
a. Con represión total o anulación.
b. Con otra agresión aún mayor.
c. Con modificaciones cualitativas y cuantitativas de la agresión (elaboración).
El trabajo colaborativo del grupo familiar no consiste solamente en modificar el surgimiento
“salvaje” de los impulsos sexuales en los adolescentes, sino también en buscar su relación
mutua o descubrir su propio desarrollo.
El adolescente en la familia integrada sería el ideal de posibilidades elaborativas; integran
tres características fundamentales para toda elaboración transformadora:
- Contener: La familia recibe el monto de proyecciones propio de los adolescentes sin
anulación, prescidencia o represión total de los mismos, ni tampoco realimentándolos con
reproyecciones. La contención familiar permite al adolescente autopercibir su sexualidad y
agresión como algo no tan peligroso y capaz de ser valorado de otra manera (no como un niño
asustado o irresponsable).
- Reprimir: Se refiere a que un grupo es capaz de poner límites lo suficientemente flexibles
que permiten un nivel de frustración capaz de mantener la fuerza impulsora intacta.
- Instrumentar (enseñar).

En resumen:
El texto explora la complejidad de la adolescencia en el contexto familiar, destacando su impacto
en los aspectos familiar, social y personal. Se enfoca en la identidad, estabilidad y satisfacción en la
familia, subrayando la importancia de roles y transacciones. Erikson y sus conceptos de
modalidades sociales y modos individuales son mencionados. Se discute la transformación de roles
padre-hijo durante la adolescencia y cómo las familias bien arraigadas facilitan la transición a la
sociedad.
Se observa un cambio en la crisis de la adolescencia, que ahora afecta más al grupo familiar que
a los propios adolescentes. Se explora la fragmentación del yo adolescente y los mecanismos de
identificación proyectiva e introyectiva. Se describen cuatro modalidades de relación familiar
(aglutinada, uniformada, aislada e integrada) y se detallan las transacciones entre padres e hijos.
Finalmente, se destaca el papel colaborativo del grupo familiar en manejar la agresión y
comprender el desarrollo adolescente.

110
Texto: “La confrontación generacional y la hiperseveridad del Superyó en la
adolescencia”.
→ Kancyper.
La confrontación generacional es un proceso esencial para la adquisición de la identidad. El
período de la adolescencia, se caracteriza por el definitivo desprendimiento mental de los
padres a través de la superación del complejo de Edipo y de la terminación del desarrollo
sexual.
Así como los padres son necesarios para la entrada al Edipo, también lo son para salir de él,
para que el hijo pueda acceder a la elección de objetos sexuales, no incestuosos y a nuevos
objetos vocacionales más allá de los mandatos parentales. Este es un largo, difícil y tortuoso
camino donde muchos se detienen antes de la línea de llegada. Tanto padres como
adolescentes tienen que sufrir diversos duelos, angustias, de la etapa.
Pero, ¿qué sucede cuando el padre del adolescente no puede resignar sus propias
adolescencias y por ende no puede ejercer su función paterna y cuando el propio padre no
puede atravesar la elaboración de estos variados duelos caracterizados por una complejidad
de causalidad múltiple? Se produce un borramiento de la diferencia generacional, y la
necesaria rivalidad edípica (HOLA, RIVALIDAD EDIPICA EN LA ADOLESCENCIA SERIA COMO
CUESTIONAR PRINCIPALMENTE, POR EJEMPLO, AL PADRE DEL MISMO SEXO COMO EN LA
INFANCIA, *INFO DE COLOR QUE LEI EN INTERNET PARA ENTENDER MÁS*) deviene en una
trágica lucha narcisista; en lugar de la confrontación, se instauran la provocación, la evitación
o la desmentida de la brecha generacional, alterando el proceso de la identidad.
Confrontación generacional y campo dinámico:
La confrontación generacional requiere ser tomada en una visión conjunta, producto de una
relación intersubjetiva en la cual los padres y los hijos se definen los unos por los otros
involucrados en un campo dinámico. El campo es una estructura distinta de la suma de sus
componentes y origina una fantasía inconsciente básica que, como producto del campo, se
enraíza en el inconsciente de cada uno de los integrantes.
Los padres y el hijo, y los hermanos entre sí, implicados en el acto de confrontación, no
pueden ser descritos ni entendidos como personas aisladas sino como una totalidad
estructurada, cuya dinámica resulta de la interacción de cada integrante sobre el otro.
La funcionalidad del campo de la confrontación generacional exige una disimetría radical
entre la función paren tal y filial.
Pero tanto los padres como el hijo requieren atravesar por diferentes y complejas
elaboraciones psíquicas:
1. Duelos en las dimensiones narcisistas, edípicas y pigmaliónicas: (Se hace referencia a
diferentes tipos de duelos psicológicos. El duelo narcisista implica enfrentar las propias ideas
de autoimagen y ego. El duelo edípico se refiere a la resolución de los deseos y rivalidades en
las relaciones familiares. El duelo pigmaliónico se relaciona con las expectativas excesivas o
idealizadas de los padres hacia sus hijos.)
2. Duelos por la irreversibilidad temporal: se refiere a la necesidad de aceptar y procesar el
paso del tiempo y los cambios que ocurren en la vida. Los padres envejecen, y los hijos deben
enfrentar la realidad de que sus padres ya no son inmortales u omnipotentes. Al mismo

111
tiempo, los hijos asumen un mayor poder y autonomía a medida que crecen. Esto puede llevar
a cuestionar las estructuras de autoridad y dominio en la familia, la sociedad y otras
instituciones.
3. Desidealización gradual y paroxística de la imagen de los padres maravillosos para el hijo
y del hijo maravilloso que no alcanza a satisfacer el cumplimiento de los ideales parentales.
4. Procesos de reordenamiento identificatorio y de resignificación tanto en el hijo como en
los progenitores.
El concepto de campo posibilita el abordaje de la existencia de muchos tropiezos en la
confrontación generacional como manifestaciones de la presencia de una patología específica
de esa estructura en donde ambos, padres e hijos, participan de un modo complementario y
en diferentes grados.
Podemos clasificar diferentes alteraciones en el campo dinámico de la confrontación
generacional y fraterna según predomine: a) la sofocación, b) la desmentida, c) la parálisis, d)
la inversión, e) la provocación y f) la evitación del entrecruzamiento generacional. Estos
diferentes campos dinámicos están condicionados por la singular interacción conjunta que se
despliega entre las particularidades del hijo y las características de los padres.
Narcisismo y sadomasoquismo:
Los vínculos sadomasoquistas entre padres e hijos generan un campo dinámico perverso en
el que la confrontación y confirmación son reemplazadas por el acto de la provocación.

Sacado del chat para más contexto de la patología


El sadomasoquismo se refiere a la obtención de placer o gratificación a través del
sometimiento o la dominación. En este contexto, se menciona que en algunas familias, se
establecen vínculos en los que padres e hijos participan en roles de poder y sumisión, lo que
puede ser tanto sádico (dominante) como masoquista (sumiso). Campo dinámico perverso:
Se describe cómo estas dinámicas crean un ambiente familiar caracterizado por la
provocación y la confrontación en lugar de la confirmación y la armonía. En otras palabras,
en lugar de apoyarse mutuamente y confirmarse, padres e hijos se provocan y desafían
constantemente.

Si bien, en la gran mayoría de los casos, el acento de la polaridad sádica recae sobre los
progenitores autoritarios, por el ejercicio, uso y abuso de una asimétrica relación de dominio
condicionada por la dependencia biológica, psíquica y social del hijo, en otros casos son
precisamente los hijos - independientemente de la edad cronológica - los que operan en una
relación de complementariedad sádica, como los tiranos domésticos de los padres que
devienen finalmente en meros esclavos-serviles de sus hijos-amos.
Describiré tres distintas categorías de progenitores que satisfacen sus propias mociones
sadomasoquistas y narcisistas durante el ejercicio de sus funciones parentales.
Padres serviles, padres distraídos y padres hacedores-sobremurientes.
- Padres serviles:
Son los padres abnegados y sufridos que todo lo pueden aguantar y que además racionalizan
sus desmesuradas capacidades de servicio incondicional. Cuanto más padecen, mejores

112
padres son ante la imagen de sí mismos y de los otros: el beneficio narcisista secundario del
masoquismo parental. Se viven indignos de todo respeto y consideración por parte de los hijos.
Operan como servidores incondicionales y ejecutan ceremoniales estrictos: genuflexión,
fórmulas de cortesía y regalos varios, entregados como ofrendas para granjearse la simpatía y
el maltrato de sus hijos maravillosos: los príncipes y condes que residen en la mansión,
gozando de todos los privilegios y de ningún deber. Se origina una patología del campo
dinámico: el campo perverso sadomasoquista.
- Los padres distraídos:
Los padres distraídos conforman un campo patológico con sus hijos. Mantienen con ellos un
"pacto de silencio" que resulta ser el subproducto de una connivencia narcisista entre los
progenitores y los hijos. Estos padres mantienen un "pacto de silencio" con sus hijos, en el que
nadie habla, escucha ni ve la realidad de la situación familiar. La dinámica principal aquí es la
de ignorar como mecanismo activo. A pesar de esta aparente indiferencia, la angustia suele
manifestarse a través de síntomas en todos los involucrados. En este caso, la confrontación
intergeneracional se paraliza, y prevalece una fantasía de "huida y fuga", donde nadie quiere
hablar por miedo a desencadenar conflictos o herir a otros.
- Los padres hacedores-sobremurientes:
Los "padres hacedores-sobremurientes" son un tipo de padres que combinan características
narcisistas y masoquistas en su relación con sus hijos. Se sacrifican por sus hijos y se ven a sí
mismos como solucionadores mágicos de problemas, pero al hacerlo, evitan que sus hijos
desarrollen sus propias habilidades para enfrentar la angustia y el conflicto. A pesar de su
aparente poder y sacrificio, estos padres también enfrentan angustias relacionadas con la
posible pérdida de sus hijos.
En algunos casos, los hijos pueden aprovecharse de estas angustias para ejercer poder sobre
sus padres. La relación entre estos padres y sus hijos se convierte en una especie de
dependencia mutua, donde los padres buscan asegurarse de que sus hijos siempre estén
presentes para calmar sus propias angustias, y los hijos se benefician de la constante atención
y sacrificio de sus padres.
Del sometimiento a confrontación generacional. Los padres del silencio:
Y en esa misma línea de pensamiento podemos estudiar los obstáculos en el proceso de la
confrontación como un campo dinámico que involucra en una configuración conjunta los
duelos, reordenamientos identificatorios y resignaciones tanto del hijo que crece como de los
padres que envejecen.
La resigniflcación en el adolescente y en los padres del adolescente “Lo que se silencia en la
infancia suele manifestarse a gritos en la adolescencia” (FRASE GOD)
En la adolescencia se exteriorizan las consecuencias patógenas de ciertos "procesos
primarios póstumos", es decir, de aquellas experiencias, impresiones y huellas mnémicas de
la infancia que han permanecido en el psiquismo sin haber constituido en sí un trauma, en el
sentido de que no han producido efectos patógenos y que se resignifican recién en esta etapa
de recomienzo del desarrollo sexual por la presencia de la maduración orgánica, del
incremento pulsional, de la reestructuración de las instancias del aparato anímico y de las
nuevas demandas del mundo social.
Consideraciones finales:

113
La confrontación generacional representa una de las vías principales para estudiar de qué
manera las relaciones de poder "fabrican" sujetos e instauran una multiplicidad de técnicas de
constricción reversibles, que se aplican asimétricamente y en dos direcciones: desde los
padres hacia el hijo y desde éste hacia los progenitores.
Hay padres que no facilitan la manifestación de los sentimientos hostiles de los hijos al
intentar ahorrarles los sinsabores de la vida. Esta excesiva presencia, esta generosidad
incondicional les posibilita el ejercicio de un control omnipotente sobre sus criaturas. Son los
padres "hacedores". Para ello deben negar la presencia del odio, de la ambivalencia y de la
falta, y también la frustración, la privación y la castración que imperan en los vínculos humanos
y en el mundo, tanto exterior como interior de cada sujeto. Estos "padres hacedores" se
autoimponen la misión de montar y, a la vez, proveer a sus hijos de un universo exento de
angustias y responsabilidades; intentan, en definitiva, materializar la creación artificial de un
mundo carente de conflictos.
El ejercicio de la libertad y el ejercicio de la confrontación que posibilita una vida creativa,
requieren de un constante proceso de liberación de las amarras del inconsciente y de los
obstáculos del medio ambiental. No existen confrontación ni creación sin riesgos, sin derecho
a la divergencia, a la posibilidad de estar juntos y de pensar distinto, a la posibilidad del
crecimiento personal a costa de nadie, al derecho de defender cada sujeto su marginalidad, su
atipicidad, su independencia, sus juegos de imaginación para poder fundar una nueva visión
en un nuevo orden que le posibilite ante él mismo y ante los demás testimoniar su verdad. La
confrontación generacional salvaguarda una estructura de alteridad y de reciprocidad,
posibilita el desarrollo y el devenir de la vida subjetiva y preserva al sujeto de eventuales
alienaciones.
En resumen:
El texto explora la confrontación generacional como un proceso esencial para la adquisición de la
identidad durante la adolescencia. Destaca la importancia del desprendimiento mental de los
padres, superando el complejo de Edipo y finalizando el desarrollo sexual. El desafío surge cuando
los padres no pueden resignar sus propias adolescencias, lo que resulta en un borramiento de la
diferencia generacional y una lucha narcisista. Se describen diferentes duelos psíquicos que padres
e hijos deben atravesar, abordando dimensiones narcisistas, edípicas, y la desidealización gradual
de la imagen de los padres.
La confrontación generacional se presenta como un campo dinámico, donde tanto padres como
hijos participan en una relación intersubjetiva. Se subraya la importancia de la disimetría radical
entre la función parental y filial. La funcionalidad del campo exige la elaboración de duelos en varias
dimensiones, la aceptación de la irreversibilidad temporal, y la reordenación identificatoria.
El texto clasifica alteraciones en el campo dinámico, incluyendo sofocación, desmentida, parálisis,
inversión, provocación y evitación del entrecruzamiento generacional. Se explora cómo los vínculos
sadomasoquistas pueden crear un ambiente de provocación en lugar de confirmación. Se introduce
el concepto de padres serviles, distraídos y hacedores-sobremurientes como ejemplos de
dinámicas patológicas en la confrontación generacional. Estos patrones se caracterizan por la
presencia de conflictos de poder y sumisión, afectando negativamente la identidad y el desarrollo
de los hijos.
En la sección sobre "Los padres del silencio", se analiza cómo la confrontación generacional puede
ser obstaculizada cuando los padres no facilitan la expresión de sentimientos hostiles de los hijos.
Se destaca que algunos padres buscan crear un mundo exento de conflictos para sus hijos, negando
la presencia de emociones negativas.

114
En las consideraciones finales, se enfatiza que la confrontación generacional es crucial para
estudiar cómo las relaciones de poder moldean sujetos y establecen técnicas de constricción. Se
señala que los "padres hacedores" intentan crear un mundo sin conflictos, pero esto puede limitar
la libertad y la confrontación necesarias para una vida creativa y el desarrollo personal.
En las consideraciones finales, se enfatiza que la confrontación generacional es crucial para
estudiar cómo las relaciones de poder moldean sujetos y establecen técnicas de constricción. Se
señala que los "padres hacedores" intentan crear un mundo sin conflictos, pero esto puede limitar
la libertad y la confrontación necesarias para una vida creativa y el desarrollo personal.
La conclusión destaca que la confrontación generacional salvaguarda una estructura de alteridad
y reciprocidad, permitiendo el desarrollo de la vida subjetiva y preservando al individuo de
alienaciones potenciales. Se resalta la importancia de la confrontación para el crecimiento personal
y la construcción de una nueva visión.

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Texto: “Adolescencia: del goce orgánico al hallazgo de objeto” (capítulo 2).
→ Quiroga, Susana.
Una visión general de lo psicosocial:
La función materna, que ha sido de protección y contención durante la infancia, debe dar
paso a la función paterna de discriminación. El padre deberá ofrecer a su hijo la apertura al
orden cultural, la posibilidad de una inserción participativa en contextos cada vez más amplios.
El tránsito de la familia a la cultura está lleno de ambivalencias mutuas, que deberán ser
elaboradas a partir de una serie de transacciones intrapsíquicas e interpersonales.
La familia es considerada el agente socializador del individuo, y el grupo, es el que conduce
al pasaje hacia los primeros contactos exogámicos, tales como las barras o los grupos de
organización formal. La aparición de estos fenómenos en el pasaje del adolescente a la cultura
se puede plantear al menos desde tres perspectivas: el adolescente y la familia, el
adolescente y el grupo, y los distintos tipos de grupos.
El adolescente y la familia:
Un tema bastante conflictivo es el de la irrupción del fenómeno adolescente en la familia.
Padres e hijos entran en colisión por varias razones. Entre ellas, la principal es reconocer que
los hijos son seres individuales, cuya vida les pertenece.
Primero, la familia, y más tarde, los entramados de relaciones interindividuales producen, por
un proceso de desplazamiento, formaciones sustitutivas de las figuras primarias, que
constituyen distintos tipos de representación-grupo y distintos tipos de líder con diferentes
vínculos entre ellos.
El entrecruzamiento de la conflictiva adolescente con la de la edad media de la vida de los
padres enfrenta a los hijos con la necesidad de la construcción de un futuro exogámico e
incierto y del duelo por la dependencia y protección parental a la que cuesta renunciar. Los
padres también enfrentan un duelo de difícil elaboración, por varias causas: la renuncia de las
propias ilusiones, el inevitable pasaje del tiempo, la angustia por lo vivido, lo no vivido e
imposible de realizar, lo muerto, y lo imposible de recuperar.
El impulso hacia la progresión de los adolescentes buscará, como recurso inevitable, el "no"
como rebelión ante sus progenitores. No hay posibilidad de duelo y separación, si ese
movimiento de rebelión no se realiza. El tipo de elaboración que los padres realicen de este
momento vital dará paso, en el adolescente, a una mejor o peor configuración psíquica
definitiva de ese futuro adulto. La mayor rigidez parental precipitará al adolescente hacia
desenlaces cada vez más patológicos.
A través de salidas reiteradas, los adolescentes comienzan a interactuar con otros grupos y
con otras familias, otras costumbres, otros ambientes socioeconómicos. Estas interacciones le
permiten hacer comparaciones y establecer estos juicios acerca de su propia familia. Estos
juicios son siempre traumatizantes, decepcionantes para el hijo, pero no sólo por la
comparación real, sino también porque hasta este momento de su desarrollo, sus padres
habían sido idealizados, molestos, garantes de su ser. Si esta tarea no se lleva a cabo, en cierta
medida implicará un conflicto psíquico.

116
El hijo juzga y se desilusiona debido al conocimiento de contextos más amplios, y comienza
una tarea de separación del contexto familiar que le requerirá un trabajo psíquico intenso y
difícil que durará toda la adolescencia. Este proceso de diferenciación implica un duelo.
Por otra parte el hijo se transforma desde su adolescencia en un motor de cambio para la
estructura familiar, y ella deberá ir accediendo a nuevas redes psicosociales y abriéndose hacia
la cultura.
El fenómeno de la adolescencia despierta en los padres ciertas fantasías que hacen a los
adolescentes depositarios de afectos negativos, poco discriminados, conflictivos y
segregativos. E.J. Anthony, en su libro Parentalidad, expresa que las fantasías más frecuentes
son:
1. El hijo peligroso o en peligro.
2. El hijo sexuado.
3. El hijo envidiado, salvador o rival.
4. El hijo que abandona.
El hijo se torma peligroso en la adolescencia, pues lentamente comienza a querer tomar
decisiones y a opinar acerca de los comportamientos y los valores de los padres. Si la familia
tiene características de rigidez, esta situación es vivida como amenazante, por lo cual tratará
de erigir defensas. Estas se instalan en dos polos opuestos: tratar de expulsarlo o de
doblegarlo.
La irrupción sexual del adolescente provoca en los padres distintas reacciones, según su
configuración previa. En la adolescencia temprana, generalmente las protestas se centran
alrededor de la suciedad, la desprolijidad, la desatención o el encierro del adolescente. En la
adolescencia media, en la falta de cariño o de respeto a sus padres, en la medida en que el
adolescente confronta opiniones. En la adolescencia tardía, en el temor o en el deseo de la
eterna dependencia. Estas causas de queja, en realidad, son formas veladas de protesta ante
la sexualidad del hijo y sus rechazos ante la masturbación y, más tarde, ante el inicio de la
sexualidad con el otro sexo.
El adolescente y el grupo:
Entre la multiplicidad de grupos posibles, existe una formación bastante universal que
aparece en la adolescencia: la formación de "la barra". Es un grupo formado en un momento
crítico del desarrollo, con el fin (generalmente inconsciente) de resolver problemas comunes.
Este grupo suele aislarse del resto, pues concentra su esfuerzo en la tarea que los nuclea,
además, tienen duración limitada, una vez logrado el fin perseguido se disuelven. La "barra "se
conforma con el fin de crear un eslabón intermedio entre el mundo familiar del que hay que
desprenderse y el mundo adulto, del que aún no se puede participar.
En el caso de los adolescentes tempranos, el espacio tabú pronto se constituye en la sede
para hablar de lo supuestamente prohibido: la sexualidad. Pero puede ocurrir cuando en la
adolescencia media el tema de la sexualidad no es el único centro de interés el encuentro se
derive hacia temas referidos a la lucha generacional (del juicio acerca de los padres) y otros de
meta inhibida: argumentaciones acerca de Ios padres e ideales del Yo, que pueden centrarse
en los ideales de verdad, amor, justicia, orden, dignidad, belleza, o aquellos menos abstractos,
como el ideal de ganancia.

117
Esta zona intermedia, transicional, que alberga un precipitado de identidades aún no
diferenciadas irá cediendo el paso hacia otro tipo de grupo.
Las instituciones que albergan adolescentes, como las educativas, deportivas, artísticas, etc.,
tienen como fin la contención del adolescente, constituyéndose en el cuerpo social, el
esqueleto que sostiene el desarrollo de la identidad del adolescente que aún no se ha
terminado de conformar.
La multiplicidad de "yoes" escindidos que el adolescente despliega en los distintos roles que
ejercita, en los distintos lugares en los que interactúa, tiene como continente a aquellos
"iniciadores" que el adolescente busca como transacción entre la familia y la sociedad adulta.
Dos enfoques sobre la constitución del grupo en la adolescencia:
El desprendimiento progresivo del adolescente de su familia se realiza mediante la transición
a grupos que comienzan a tener mayor envergadura y organización estable a partir de la
prepubertad.
A partir de este momento, encontramos que el adolescente realiza un progresivo pasaje por
organizaciones grupales formales o informales, en función de aspectos placenteros diversos:
desde practicar deportes, desear aprender las cosas más diversas, concurrir a bailes, etc.
Una forma transaccional de armonizar la estructura latente y su placer por los juegos reglados
con la emergencia de la pulsión genital, que puja por buscar formas de salida preconsciente
para poder satisfacerse, son el juego de verdad o consecuencia, o el de la botella.
Durante esta época comienzan a funcionar los grupos organizados formalmente.
Los iniciadores:
Los iniciadores son estructuras intrapsíquicas que se constituyen en la adolescencia,y forman
parte de la fantasía de iniciación.
Los iniciadores tienen un lugar preponderante como precursores del enamoramiento, la
sexualidad, el hallazgo de objeto, el lugar laboral, el diálogo comprensivo acerca de los
misterios de la vida. En esta etapa aparecen en la mente como seres con características
idealizadas, constituyen héroes míticos, y se insertan como líderes, ideales del Yo que dirigen
la acción de adolescente.
Existen, como dijimos, distintos tipos de iniciadores:
- El iniciador laboral, por ejemplo, puede ser un deportista, un músico, alguien que gana
admiración, poder, prestigio y dinero por efecto de la suerte.Los adolescentes suponen que el
iniciador es elegido por la suerte.
- El iniciador en la sexualidad es aquel que "está avivado", el que sabe acerca de los orígenes
de la vida, la mecánica del coito, los misterios del hotel alojamiento y la vida sexual de los
adultos.
- El iniciador en el diálogo comprensivo es aquel que se coloca como doble especular del
grupo, por un mecanismo de "identificación empática".
Durante la adolescencia, la lógica de los ensueños diurnos está ligada aún a la hegemonía de
lo visible como real (y a su vez al pensamiento mágico y al Yo de placer). Por ello, los jóvenes
invierten ideales cuyo triunfo está dado por imágenes culturales, por lo que se ve (encantos,
destreza, etc.), más que por su esencia.

118
Distintos tipos de grupos en la adolescencia:
Podemos analizar los distintos tipos de grupo que se generan en la adolescencia desde dos
perspectivas. Una de ellas se refiere a las representaciones-grupo que se inscriben en esta
etapa en el aparato psíquico. La otra se halla ligada a la descripción de grupos objetivos y se
refiere a las distintas subculturas adolescentes reunidas en función de distintos criterios.
a. Representación psíquica del grupo:
En un principio, el Yo no halla salida psíquica a este conflicto entre las dos instancias y recurre
a una defensa primitiva, la proyección. La escisión, la proyección, la desmentida y la
omnipotencia, son mecanismos que defienden al sujeto de la angustia de castración y de la
aniquilación del sentimiento de sí. Es por esta razón que el grupo en la adolescencia temprana
es la agrupación por excelencia, ya que le permite proyectar en él partes escindidas y
rechazadas de sí en los otros miembros y defenderse de su reintroyección, así como
identificarse con las aceptadas.
b. El grupo como subcultura:
La contracultura adolescente es aquella que tiene sus normas, sus propios diálogos, sus
criterios acerca de determinados temas, un lenguaje (jerga) propio y una vestimenta (adornos,
cabellos) que caracterizan a sus miembros. Estos grupos buscan sus espacios, lugares donde
se encuentran, puntos de reunión, que van desde la esquina del barrio, la plaza, el "pub", hasta
la cancha de fútbol. Otra forma de abrirse espacios que los identifican son las inscripciones
que realizan en las paredes de la ciudad, donde dejan mensajes de rebeldía, de terror, de
desesperanza, etc., firmados por un nombre que los signa con una pertenencia.
El concepto de Winnicott de "espacio transicional" resulta fructífero para explicar ese lugar
donde el adolescente va templando sus pulsiones, a través de un Yo confuso y visiblemente
escindido y, como tal, empobrecido en cuanto a sus funciones.
Encontramos también ciertas diferencias en la forma en que cada clase social presta su
"cultura" para dar lugar al adolescente. La expresión de la "no pertenencia" también es una
forma de pertenencia, y esta expresión grupal se da por igual en todas las clases sociales.
En resumen:
El texto aborda la transición de la familia a la cultura durante la adolescencia, destacando el
cambio de la función materna a la paterna. Se explora la colisión entre padres e hijos durante este
período, subrayando la importancia de la elaboración adecuada para la salud psíquica del
adolescente. Se discute la interacción de los adolescentes con otros grupos y cómo esto influye en
la separación de la familia.
Además, se examina el papel del grupo en la adolescencia, desde la formación de "la barra" hasta
la influencia de diferentes iniciadores en aspectos como la sexualidad y el trabajo. Se describen
fantasías parentales relacionadas con la adolescencia y se aborda la irrupción sexual del
adolescente.
Finalmente, se analizan los distintos tipos de grupos en la adolescencia, desde agrupaciones en la
psique del individuo hasta subculturas con normas y lugares específicos de encuentro, destacando
que la expresión de "no pertenencia" es una forma de pertenencia común en todas las clases
sociales.

119
Texto: “Apego en la adolescencia”.
→ Olivia Delgado.
Así, el surgimiento del pensamiento formal va a poner a disposición del adolescente una
potente herramienta cognitiva que le va a permitir razonar con una mayor complejidad sobre
sus relaciones con las figuras de apego, ya sea para pensar en alternativas, compararlas con
otras figuras o desidealizarlas y contemplarlas de forma más realista (Allen, 2008).
Es en este periodo cuando el sistema de apego podrá ser considerado como una organización
global, única e integrada surgida a partir de la reflexión sobre las experiencias relacionales
previas, que mostrará estabilidad y que predecirá el comportamiento del adolescente dentro
y fuera de la familia.
Por medio el Adult Attachment Interview (AAI), se evalúan las experiencias subjetivas, es
decir, de elaboración e interpretación. En esta herramienta, se le pregunta al sujeto por el
recuerdo de las experiencias de apego durante su infancia.
A través de este procedimiento, se obtienen distintos tipos de modelos en relacion al apego:
- Sujetos seguros, autónomos.
- Sujetos preocupados, inseguros y ambivalentes.
- Sujetos autosuficientes o evitativos (dismissing).
- También se encuentra una cuarta categoría, en la cual se presentan sujetos no resueltos;
equivalentes del apego inseguro/desorganizado.
Distanciamiento de los padres y búsqueda de autonomía:
Existe mayor evidencia empírica que indica una disminución durante la adolescencia de:
- La cercanía emocional y las expresiones de afecto (Collins y Repinski, 2001).
- La cantidad de tiempo que padres e hijos pasan juntos (Larson, Richards, Moneta,
Holmbeck, y Duckett, 1996).
Y un aumento de la necesidad de privacidad (Steinberg y Silk, 2002).
La comunicación también suele experimentar un ligero deterioro, ya que los adolescentes
hablan menos espontáneamente de sus asuntos.
Por otra parte, las discusiones y conflictos entre padres e hijos pasan a formar parte de la
vida cotidiana en familia, especialmente durante la adolescencia temprana (Collins y
Steinberg, 2006).
Todos estos procesos no son sino consecuencias de la búsqueda de autonomía por parte del
chico o la chica adolescente. Reflejan el choque entre la necesidad de apoyo parental en un
momento en el que tienen que afrontar muchas tareas evolutivas, y la exigencia de
exploración que requiere la resolución de dichas tareas. Los adolescentes mostrarán una
mayor tendencia a la exploración cuando sientan que sus padres están disponibles y les
muestran su apoyo.
Los adolescentes con modelos de apego seguro manejan los conflictos con sus padres
implicándose en discusiones en las que ambas partes tienen la oportunidad de expresar sus
pensamientos, y que tratan de encontrar soluciones a sus desacuerdos mediante fórmulas que

120
equilibren sus necesidades de mayor autonomía con esfuerzos por preservar una buena
relación con sus padres (Allen, 2008).
Es probable que en estas familias el proceso sea menos problemático, porque estos chicos y
chicas tienen la confianza de que, a pesar de los desacuerdos, la relación con sus padres se
mantendrá intacta (Scharf y Mayselles, 2007).
Sin embargo, el distanciamiento emocional de los padres puede resultar especialmente
estresante en aquellas familias con adolescentes inseguros. En estos casos la búsqueda de
autonomía puede ser experimentada como una amenaza para la autoridad paterna o materna
y para la relación parento-filial (McElhaney et al., 2009).
Cuando se trata de adolescentes evitativos o autosuficientes, será más frecuente que las
discusiones se resuelvan de forma poco productiva y que tiendan a evitar soluciones
negociadas, siendo la retirada del conflicto la estrategia más frecuente.
En cuanto a los sujetos preocupados, será más frecuente la implicación en discusiones muy
intensas e improductivas que terminan minando la autonomía del adolescente. Por otra parte,
estos sujetos tienden a sobredimensionar los problemas en sus relaciones familiares, al menos
por encima de lo que suelen percibir sus propios padres o los iguales. En este caso, más que
rechazar a sus cuidadores pueden permanecer excesivamente atados a ellos, de ahí las
dificultades que experimentarán en el logro de la autonomía (Allen y Land, 1999).
Apego y relaciones con los iguales:
El distanciamiento con respecto a los padres suele ir emparejado a una mayor vinculación
con los iguales, ya que estas relaciones irán ganando en intimidad, reciprocidad y apoyo
emocional hasta convertirse de forma gradual en auténticas relaciones de apego que
cumplirán muchas de las funciones que anteriormente asumían los padres (Collins y Laursen,
2000).
Se declina la percepción de los padres como principal fuente de apoyo, mientras que
aumenta el apoyo recibido de los amigos (Collins y Steinberg, 2006).
Chicas y chicos se sentirán más seguros y confiados a la hora de afrontar situaciones nuevas
(como, por ejemplo, el inicio de las relaciones de pareja) cuando lo hacen en compañía de un
buen amigo (Scharf y Mayseless, 2007).
Los esfuerzos que el niño realizaba para conseguir la aprobación de sus padres serán
sustituidos tras la pubertad por los intentos de agradar a los iguales, ya que las necesidades
de apoyo no cambian demasiado pues sólo lo hacen las figuras que lo proporcionan.
Como han señalado Scharf y Mayseless (2007), este proceso normativo de acercamiento al
grupo de iguales cumple tres funciones diferentes:
- Ayuda al adolescente a relajar los lazos con los padres y a conseguir cierta autonomía
emocional.
- Experiencia en relaciones igualitarias, que le va a preparar el camino para el comienzo de
las relaciones de pareja.
- Diversificación de la inversión emocional en distintas figuras de apego, lo que puede resultar
muy útil en situaciones de estrés en que algunas de estas figuras pudieran no estar disponibles.
Los modelos de apego construidos en la infancia también van a guardar relación con los
vínculos que el adolescente establezca con los compañeros.
121
Relaciones de pareja:
Aunque existen diferencias individuales, la mayoría de las chicas y chicos empiezan a tener
sus primeras citas en la adolescencia temprana. Como Ainsworth (1989); dado los cambios
hormonales y cognitivos de la pubertad.
Estas primeras relaciones de pareja, aprenden a interactuar con personas de distinto sexo; se
divierten, obtienen satisfacción sexual y mejoran su prestigio ante el grupo de iguales (sobre
todo cuando son vistos con una pareja muy deseable).
Furman y Wehner (1994) argumentaron que las relaciones de pareja durante la adolescencia
pueden servir para satisfacer cuatro tipo de necesidades:
- Sexuales.
- De afiliación.
- De apego.
- De dar y recibir cuidados.
Las primeras relaciones servirán para colmar principalmente las necesidades sexuales y las
afiliativas (compañía y diversión); pero, en la medida en que vaya transcurriendo la
adolescencia, estas relaciones pasarán a ser más estables. Durante la adolescencia tardía y la
adultez temprana las relaciones de pareja empezarán a satisfacer necesidades de apoyo y de
cuidados (Scharf y Mayseless, 2001).
De acuerdo con algunos autores (Scharf y Mayseless, 2007), la creación de un vínculo estable
con una pareja sexual, que reemplace definitivamente a los padres a la cabeza de la jerarquía
de figuras de apego, sería la meta final del curso evolutivo del sistema de apego.
De forma similar a lo que ocurría con las amistades íntimas, estas relaciones románticas van
a verse influidas por el tipo de apego establecido con los padres.
La experiencia del adolescente en estas relaciones, de tipo romántico, irán modificando
continuamente los modelos representacionales construidos. (por ejemplo, aunque un chico
tenga una relación de apego seguro con sus padres, si es rechazado repetidamente en sus
relaciones de pareja, difícilmente podrá seguir manteniendo la seguridad en los vínculos. Lo
contrario también será posible).
Modelos de apego y ajuste adolescente:
La evidencia disponible acerca de la asociación entre apego, regulación emocional
afrontamiento indica que lo que diferencia a los adolescentes seguros de los inseguros es su
capacidad para percibir, etiquetar, expresar y regular sus emociones. Así, algunos estudios que
han usado tanto el AAI como cuestionarios autoaplicables han encontrado que los
adolescentes con modelos seguros muestran más interés, claridad y exactitud en la expresión
de sus emociones (Ducharme, Doyle y Markiewitcz, 2002; Zimmermann et al., 2001).
Continuidad desde la infancia hasta la adolescencia:
Aunque la continuidad entre ambas medidas suele ser importante, cuando las circunstancias
contextuales son estables y favorables, tienden a disminuir e incluso desaparecer cuando se
producen cambios importantes en:
- Las condiciones de crianza (Hamilton, 2000; Weinfield, Sroufe y Egeland, 2000).
- Las conductas parentales relacionadas con el apego (Belsky y Fearon, 2002).
122
- Cuando los adolescentes deben hacer frente a situaciones especialmente estresantes (Allen
et al., 2004).
Por otra parte, y como ya hemos comentado, la experiencia en la relación con los iguales o
con la pareja a lo largo de estos años también podrían explicar la discontinuidad en la
seguridad del modelo de apego.
El hecho de que esta clasificación se base en gran parte en las emociones suscitadas al
rememorar recuerdos infantiles de la relación con los padres ha llevado a Allen (Allen y
Manning, 2007; Allen y Minga, 2010) a plantear que lo que en realidad evalúa el AAI es un
proceso de regulación emocional más global y desarrollado que la organización de la conducta
infantil de apego con un cuidador, como hace la Situación del Extraño. Y es que es más que
probable que el sistema infantil de apego evolucione a lo largo de la infancia y adolescencia
hacia algo más complejo y de mayor alcance: un sistema de regulación de las emociones.
A pesar de su mayor autonomía, chicos y chicas siguen necesitando a sus figuras de apego de
cara a la regulación de sus emociones y a la reducción del malestar psicológico ante situaciones
estresantes, sobre todo en los inicios de la adolescencia. Esta función de regulación emocional
de los vínculos con las figuras de apego se mantiene en la adultez, de forma que cuando falta
el apoyo emocional que proporcionan los demás aumenta la vulnerabilidad del sujeto, incluso
ante la enfermedad y la muerte (House, Landis y Umberson, 1988).
Por lo tanto, la adolescencia marcará un importante momento de transición, en el que se
producirá la transferencia en las funciones que cumple el sistema de apego: de la protección
ante amenazas físicas reales, hacia la regulación de las emociones en situaciones de estrés
emocional.
En resumen:
El texto explora la intersección entre el desarrollo cognitivo y emocional de los adolescentes,
centrándose en el surgimiento del pensamiento formal como una herramienta cognitiva poderosa.
Se destaca cómo este desarrollo impacta en la capacidad de los adolescentes para reflexionar sobre
sus relaciones de apego, ofreciendo la posibilidad de considerar alternativas, comparar figuras de
apego y adoptar perspectivas más realistas.
A través del Adult Attachment Interview (AAI), se evalúan las experiencias subjetivas de apego
durante la infancia, clasificando a los adolescentes en diferentes modelos, como seguro,
preocupado, autosuficiente y no resuelto. Este enfoque proporciona una comprensión detallada
de cómo los adolescentes manejan las relaciones de apego y cómo estas experiencias influyen en
su comportamiento dentro y fuera de la familia.
Se aborda el distanciamiento de los padres durante la adolescencia, destacando la disminución
de la cercanía emocional y las expresiones de afecto, así como el aumento de la necesidad de
privacidad. Las discusiones y conflictos entre padres e hijos se vuelven más frecuentes, reflejando
la búsqueda de autonomía por parte de los adolescentes y el choque entre la necesidad de apoyo
parental y la exploración necesaria para cumplir las tareas evolutivas.
La importancia del modelo de apego se extiende a las relaciones con los iguales y las relaciones
románticas. Se observa un distanciamiento de los padres a medida que los adolescentes establecen
vínculos más estrechos con sus pares. Las relaciones románticas cumplen diversas necesidades,
desde lo sexual hasta el apoyo emocional, y se destacan las influencias de los modelos de apego
establecidos con los padres en estas relaciones.
El texto también señala la importancia continua de las figuras de apego en la regulación emocional
durante la adolescencia y la transición hacia la regulación de emociones en situaciones de estrés
emocional en la adultez. Se enfatiza que, a pesar de la mayor autonomía de los adolescentes,
siguen necesitando el apoyo emocional de las figuras
123 de apego para reducir el malestar psicológico.

En resumen, el texto proporciona una visión detallada de cómo el pensamiento formal, el modelo
de apego y las relaciones interpersonales se entrelazan y evolucionan a lo largo de la adolescencia,
emocional en la adultez. Se enfatiza que, a pesar de la mayor autonomía de los adolescentes, siguen
necesitando el apoyo emocional de las figuras de apego para reducir el malestar psicológico.
En resumen, el texto proporciona una visión detallada de cómo el pensamiento formal, el modelo
de apego y las relaciones interpersonales se entrelazan y evolucionan a lo largo de la adolescencia,
influyendo en el desarrollo cognitivo y emocional de los jóvenes.

124
Texto: “Abordaje teórico y clínico del adolescente” (capítulo XXI: Grupos
espontáneos de adolescentes).
→ Fernández Mouján.
Aborda el tema de los grupos espontáneos de adolescentes y su importancia en el desarrollo
de la identidad durante la adolescencia. Señala que el grupo es un fenómeno típico de la
adolescencia y que desempeña un papel crucial en la transición de los adolescentes hacia la
vida social y sexual adulta. Estos grupos se consideran objetos transicionales, que permiten a
los adolescentes mantener la ilusión de pertenecer a un sistema protector y a la vez los
integran en la sociedad como seres sociales y sexuales.
Se destaca la importancia de la zona imaginaria en la que los adolescentes manipulan lo real
con un sentimiento de omnipotencia, lo que les ayuda a asumir la realidad de manera gradual.
Los grupos de adolescentes se presentan como un contexto de descubrimiento, donde los
jóvenes pueden percibir y comprender las relaciones sociales y desarrollar su identidad.
Se plantea que la identidad de los adolescentes se desarrolla en tres aspectos: la identidad
del yo corporal, la identidad del yo psicológico y la identidad del yo grupal o social. Estos
aspectos se desarrollan unitariamente, pero en diferentes momentos de la adolescencia. Se
mencionan dos etapas importantes de la adolescencia, la pubertad y la mediana adolescencia,
y cómo cada una de ellas se centra en diferentes aspectos de la identidad.
En la pubertad, se destaca la importancia del cuerpo y la sexualidad, y cómo los adolescentes
enfrentan conflictos relacionados con la satisfacción sexual y la seguridad. Se mencionan
mecanismos de disociación utilizados por los adolescentes para lidiar con estos conflictos, y la
importancia del papel del Superyó en esta etapa.
Se mencionan las dinámicas de los grupos de adolescentes, su comunicación basada en la
expresión corporal, y cómo la ideología se desarrolla y se relaciona con las condiciones de
existencia de los jóvenes. Se señala que la identidad grupal de los adolescentes tiende a
identificarse con sectores oprimidos y con la lucha por la identidad nacional.
El proceso de desarrollo de grupos en la adolescencia es un período crucial en la vida de un
individuo, marcado por una serie de etapas y desafíos. A medida que los jóvenes navegan por
esta transición desde la niñez hacia la adultez, se encuentran con varios tipos de grupos que
desempeñan un papel fundamental en su crecimiento y evolución. En este extenso texto,
exploraremos en detalle las tres etapas clave del desarrollo de grupos en la adolescencia: los
grupos de pubescencia, los grupos de adolescentes medianos y los grupos terapéuticos. Cada
una de estas fases juega un papel vital en la construcción de la identidad y la exploración de la
independencia en la adolescencia.
Grupos de Pubescencia:
Los grupos de pubescencia son los primeros en surgir en la vida de un adolescente. Este es
un período en el que los jóvenes se enfrentan a la transición de la infancia a la adolescencia,
una etapa de confusión y descubrimiento. Los adolescentes en esta fase no están
completamente seguros de quiénes son y están lidiando con cambios físicos y emocionales
significativos. En estos grupos, los adolescentes se unen de manera incluyente, con diferencias
mínimas entre ellos. Aquí, los impulsos y fantasías a menudo se expresan a través de
emociones y sueños, ya que el lenguaje verbal a menudo es insuficiente para expresar sus
complejas experiencias internas.

125
En el contexto de los grupos de pubescencia, el terapeuta asume temporalmente el papel de
un "Yo" adulto en desarrollo con habilidades de pensamiento más avanzadas. Los adolescentes
aún no han aceptado plenamente su cuerpo cambiante y sus impulsos, y estos grupos actúan
como un espacio seguro para comenzar a comprender y aceptar estos cambios. El lenguaje en
estos grupos es, en su mayoría, un "lenguaje de acción", ya que las palabras a menudo no
pueden expresar adecuadamente lo que sienten. Las interacciones se basan en acciones y
comportamientos, y los adolescentes buscan expresar sus deseos y frustraciones de manera
no verbal.
Grupos de Adolescentes Medianos:
A medida que los adolescentes avanzan en la pubertad y se acercan a los 15 años, entran en
una nueva etapa: los grupos de adolescentes medianos. En esta fase, los jóvenes buscan una
mayor diferenciación sexual y comienzan a explorar las complejidades de las relaciones de
pareja. Además, desarrollan la capacidad de pensamiento lógico-formal, lo que les permite
teorizar y planificar su futuro. En este punto, la identidad grupal sigue siendo importante, pero
se utiliza para respaldar las acciones personales dentro de un contexto social más amplio.
En los grupos de adolescentes medianos, la comunicación verbal se vuelve más crucial, ya
que los adolescentes pueden utilizar el lenguaje para compartir sus pensamientos, sueños y
deseos. La capacidad de pensar de manera más abstracta y planificar su futuro les permite
discutir temas más profundos y complejos. La exploración de las relaciones interpersonales se
convierte en un aspecto central de estos grupos, ya que los adolescentes comienzan a
comprender mejor su sexualidad y a establecer relaciones íntimas.
Grupos Terapéuticos:
Los grupos terapéuticos desempeñan un papel esencial en el proceso de desarrollo de grupos
en la adolescencia. Estos grupos son facilitados por terapeutas y se centran en ayudar a los
adolescentes a comprender y abordar las cuestiones que afectan su identidad y bienestar. Los
terapeutas actúan como guías y observadores, alentando a los adolescentes a superar
resistencias y trabajar juntos para construir una identidad grupal que integre sus historias
personales, sus cuerpos cambiantes y su inserción en la sociedad.
En un grupo terapéutico, los adolescentes tienen la oportunidad de explorar sus
pensamientos y emociones de una manera más profunda y reflexiva. Pueden discutir temas
relacionados con la autoestima, la ansiedad, las relaciones familiares, el estrés escolar y otros
desafíos comunes que enfrentan durante la adolescencia. Estos grupos ofrecen un espacio
seguro para la expresión, la reflexión y la autorreflexión, lo que puede ser invaluable en el
proceso de desarrollo de la identidad.
Desafíos y Resultados:
A pesar de la importancia de estos grupos en el desarrollo de la identidad, no todos los
adolescentes transitan sin obstáculos hacia la adultez. Algunos grupos pueden desviarse y dar
lugar a problemas como la delincuencia juvenil o la adicción a las drogas. En estas situaciones,
la acción sádica o masoquista puede convertirse en una fuente de placer, y la identidad grupal
se vuelve perversa, lo que dificulta la integración social y el bienestar.
En resumen, el proceso de desarrollo de grupos en la adolescencia es fundamental para la
construcción de la identidad de un individuo. Cada etapa tiene sus características y desafíos
únicos, pero todas contribuyen al crecimiento y la madurez de los adolescentes. El papel de
los terapeutas y facilitadores es esencial para guiar a los adolescentes a lo largo de este viaje,

126
ayudándolos a explorar su identidad, comprender sus emociones y relaciones, y desarrollar las
habilidades necesarias para enfrentar los desafíos de la adultez. El proceso puede ser
complicado, pero a través de estos grupos, los adolescentes encuentran apoyo y comprensión,
lo que les ayuda a navegar con éxito hacia la madurez.
En resumen:
El texto aborda la relevancia de los grupos espontáneos de adolescentes en el desarrollo de la
identidad durante la adolescencia. Estos grupos se consideran objetos transicionales que permiten
a los adolescentes mantener la ilusión de pertenecer a un sistema protector mientras los integran
en la sociedad. Se destaca la importancia de la zona imaginaria donde los adolescentes manipulan
lo real con un sentimiento de omnipotencia, facilitando la asunción gradual de la realidad. La
identidad se desarrolla en tres aspectos: yo corporal, yo psicológico y yo grupal. Se exploran dos
etapas cruciales, pubertad y mediana adolescencia, centrándose en diferentes aspectos de la
identidad. En la pubertad, se enfatiza la importancia del cuerpo y la sexualidad, así como los
mecanismos de disociación utilizados por los adolescentes. Los grupos de adolescentes se
describen como contextos de descubrimiento que permiten percibir y comprender las relaciones
sociales, desarrollando así la identidad.

127
Texto: “Adolescencias: trayectorias turbulentas” (capítulo 6).
→ María Cristina Rother Horstein.
Ubicada como lugar de tránsito entre infancia y adultez, la adolescencia se apuntala en el
emergente somático que indica la hora de un cambio: crecimiento del cuerpo, desarrollo de
los caracteres sexuales secundarios, aparición de la capacidad reproductiva.
El desarrollo biológico de la pubertad constituye un estado de perturbación que obliga al niño
a re-situarse fuera de la posición infantil. Además de los cambios biológicos, crece la capacidad
de pensar, se complejiza el universo emocional, el encuentro sexual es orientado por la
genitalidad, instalando nuevos sentidos y formas de vinculación, se potencia la creatividad
junto a la apropiación simbólica de la capacidad reproductiva y se afirma la identidad sexual.
Su fin es una desexualización de las representaciones incestuosas conducentes a la elección
de un objeto potencialmente adecuado.Como tiempo de tramitación psíquica constitutiva la
adolescencia promueve composiciones y recomposiciones libidinales, fantasmáticas,
identificatorias y vinculares.
Trabajo de sustitución generacional:
El movimiento de sustitución generacional es un tema complejo que moviliza toda la
estructura vincular entre hijos y progenitores, tiene a la confrontación como operación de
impugnación y crítica de lo heredado, y si bien no puede transitarse sin desafío ni apremio
tampoco está exenta de angustia.
En el individuo que crece, el desasimiento de la autoridad parental es una de las operaciones
más necesarias, pero también más dolorosas del desarrollo. Es absolutamente necesario que
se cumpla.
Winnicott parte de la idea de inmadurez adolescente como elemento esencial de la salud,
que no requiere otra cura que el paso del tiempo, aunque resulte indispensable la función de
sostén de la familia y la sociedad.
Sin la desidealización de los padres no es posible acceder a la instalación de la brecha
generacional, y para ello es necesario el cuestionamiento de las certezas de los enunciados
adultos.
En esta operatoria de confrontación se hace evidente la importancia radical del otro en la
constitución subjetiva.
Si los adultos resignan la oposición, al adolescente no le queda otra alternativa que volverse
adulto en forma prematura, falsa madurez por cierto no exenta de consecuencias.
En este contexto altamente libidinal, la agresividad es inherente al proceso de estructuración
subjetiva, en la medida que hay corte y separación, el objeto se vuelve real y externo.
La adolescencia reactualiza la fluctuación entre unión y separación, pérdidas y adquisiciones,
y a la vez el encuentro con la exterioridad y la diferenciación. Estos encuentros y
desencuentros irán dibujando el derrotero identificatorio.
Filippe Gutto, introduce el concepto de obsolescencia definiendo el proceso de
desinvestidura parental en beneficio de la búsqueda de nuevos objetos. La obsolescencia es
una defensa que permite la elaboración de conflictos frente a un objeto incestuoso -cuyo
deseo es un obstáculo y además se opone a lo residual adolescente de los propios padres.

128
Este devenir confronta a los progenitores con circunstancias difíciles de metabolizar: la
genitalización del hijo, su desprendimiento y el propio envejecimiento. El hijo pierde el sentido
majestuoso de la infancia, pero también hay una pérdida que opera en la fantasmática
narcisistica parental respecto del hijo como expectativa de continuidad indiferenciada o de
oportunidad reparatoria.
Sin posibilidad de confrontación en un marco saludable el adolescente no alcanzará el plus
que acarrea su tramitación: hacer una brecha marcando la separación de territorios.
Reorganización identificatoria:
El pasaje por la duda es inevitable, especialmente en cuanto al valor y sentido de las
referencias identificatorias. La necesidad de diferenciación conduce al abandono del objeto
parental -como objeto y como modelo- estableciéndose la organización de una propia
cosmovisión adolescente que reclamará nuevos identificantes y nuevas metas. Las nuevas
significaciones desencadenan movimientos en su trama, movimientos que determinan
cambios en la subjetividad.
La remodelación identificatoria permite un progreso, desde la primacía del yo ideal del
tiempo de la infancia a la construcción de ideales propios vinculados con la categoría del ideal
del yo.
Inmerso el adolescente en la tarea de resignificación, se abrirá un juego entre la dimensión
narcisista y la dimensión relacional. El jugar a ser otro será con otros y estará movido por
ideales, ilusiones y fantasías como propiedad de un yo que empieza a construir su propio
proyecto identificatorio.
La remodelación identificatoria estará atravesada necesariamente por el trabajo de
desidentificación. Desidentificarse tiene un registro de desgarro, encierra la amenaza de
pérdida del amor y del reconocimiento en términos identitarios.
La inclusión de las diferencias tiene un sentido organizador para el psiquismo y si no hubiera
referencias identificatorias estables tendríamos como saldo un Yo severamente afectado, pero
si nada cambia no habría adolescencia.
La construcción de la identidad se apoya en las identificaciones, pero al mismo tiempo se
desprende de éstas.
Construcción del afuera:
El acceso adolescente a un lugar simbólico distinto se define por la construcción de un afuera
como categoría que inscribe el crecimiento. Ello supone atravesar los límites del territorio
endogámico a través de una salida capaz de habilitar el encuentro con lo nuevo y diferente: la
clave del proceso adolescente reside en que lo extra-familiar devenga más importante que el
campo familiar.
Podemos pensar la inserción del adolescente en los grupos de pares como apoyaturas
necesarias para la remodelación identificatoria; el grupo es un campo de concreción y
elaboración con otros.
La creación de lazos amistosos facilita la salida del ámbito familiar. Esta voz comunitaria
incluye ideales y valores, transmite la cultura y los enunciados que la identifican.
En la transición adolescente el medio tiene por función ofrecer oportunidades que
transforman al espacio social en un campo de ensayo apto para la exploración, en una zona

129
transicional definida esencialmente por la coexistencia de lo existente y lo aún no advenido.
Recordemos que la adolescencia también representa un intervalo entre una pérdida segura y
una incierta adquisición, un momento en que todavía no se han establecido lazos seguros y
confiables que hagan posible la sustitución del ambiente endogámico.
Es a través del Edipo que se instalará la proyección hacia el rol de futuro genitor (Hornstein,
2000). Estos movimientos constitutivos (de lo de edipo) del psiquismo son reafirmados en la
adolescencia, de modo que encuentran una nueva oportunidad de tramitación. De hecho, la
confrontación involucra aspectos de rivalidad edípica; la remodelación identificatoria y la
constitución del afuera son también tributarias de su alcance.
Podría decirse que el trabajo psíquico en la adolescencia opera como segundo tiempo en la
organización del psiquismo, tiempo que promueve una construcción subjetiva en el sentido de
aquello que remite al atravesamiento histórico-social y se abre al espacio exterior en donde se
vuelcan los pensamientos y las producciones de un sujeto.
- Si la operación de confrontación no se habilita, el riesgo es que el adolescente, en vez de
adquirir una madurez que sienta real, sostenga una vida adaptativa, pagando el costo de
perder creatividad.
- Si la agresión implícita no haya vías de tramitación, nos encontraremos con sujetos
reactivos que viven entre el sometimiento y el hostigamiento.
- Si la tramitación de un proyecto identificatorio no se alcanza, el adolescente podrá
quedarse en quietud, alimentando el vacío, tal vez la depresión, o un "Ilado" artificial, como
las adicciones o los embarazos prematuros. El futuro que no se inviste como un tiempo
prometedor se vive como una promesa de vacío.
- Si la inclusión en la grupalidad no se logra, la consecuencia es el encierro, la inhibición de
la movilidad social y la sensación ligada es la de no ser joven o no estar provisto para el
intercambio. El riesgo es el de vivir en encierros o en errancias. Inhibidos, aislados, erráticos o
errantes, a menudo los síntomas se anudan a la organización del intelecto (estancamientos
educativos, desconcentración, parálisis vocacionales) o se enlazan al cuerpo propio (obesidad,
bulimia/anorexia) cuando no hay acceso al cuerpo social.
En tal sentido, la adolescencia lleva implícita la idea de permeabilidad y movimiento, de modo
que puede decirse que no es adolescente quien llega sino quien puede llegar a ser.

En resumen:
El texto aborda la adolescencia como un periodo de transición entre la infancia y la adultez,
destacando su fundamento en cambios somáticos, como el crecimiento corporal y el desarrollo de
características sexuales secundarias. Se subraya que el desarrollo biológico de la pubertad conlleva
una perturbación que obliga al individuo a reubicarse fuera de la posición infantil.
La adolescencia se presenta como un tiempo de trabajo psíquico constitutivo, promoviendo
composiciones y recomposiciones libidinales, identificatorias y vinculares. El movimiento de
sustitución generacional se analiza como un desafío complejo que implica confrontación con la
autoridad parental y desidealización. El desprendimiento de la autoridad parental se considera
necesario para la salud psíquica, pero también doloroso.
El proceso de confrontación evidencia la importancia del otro en la constitución subjetiva, y la
falta de oposición por parte de los adultos puede llevar a una falsa madurez en el adolescente. La
agresividad se presenta como inherente al proceso de estructuración subjetiva en la medida en
que implica corte y separación.

130
Se explora la adolescencia como un periodo de reorganización identificatoria, donde el individuo
se enfrenta a la duda y la necesidad de diferenciación con respecto a las referencias parentales. La
construcción de la identidad se apoya en identificaciones, pero al mismo tiempo se desprende de
Se explora la adolescencia como un periodo de reorganización identificatoria, donde el individuo
se enfrenta a la duda y la necesidad de diferenciación con respecto a las referencias parentales. La
construcción de la identidad se apoya en identificaciones, pero al mismo tiempo se desprende de
ellas, llevando a una construcción de ideales propios.
La construcción del "afuera" se define como la creación de un espacio simbólico diferente,
marcando el crecimiento. La participación en grupos de pares se considera crucial para la
remodelación identificatoria, ofreciendo oportunidades para la exploración en un espacio social
transicional.
Se destaca la confrontación a través del Edipo y la instalación de la proyección hacia el rol de
futuro genitor. El trabajo psíquico en la adolescencia se presenta como un segundo tiempo en la
organización del psiquismo, permitiendo una construcción subjetiva que se abre al espacio exterior.
El texto concluye resaltando los riesgos si la operación de confrontación no se habilita, como la
pérdida de creatividad, la adaptación a una vida artificial, depresión o encierro. La adolescencia se
plantea como un periodo de permeabilidad y movimiento, siendo adolescente no quien llega, sino
quien puede llegar a ser.

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Texto: “Capítulo 7: La terminación de la adolescencia”.
→ Alcira Trilnik.
Aquí se plantea la rebelión adolescente como una expresión inicial del rechazo. Se cuestiona
la imagen estereotipada de la adolescencia y se destaca la ambigüedad y el sufrimiento que la
caracterizan. Se observa que, en la sociedad actual, la adolescencia se asocia cada vez más con
la juventud, lo que dificulta establecer límites precisos para su conclusión. La estética
adolescente influye en la cultura contemporánea, marcando tendencias en el lenguaje, la
moda y la música. A pesar de los desafíos, el texto plantea la necesidad de integrar el pasado
y el presente para construir un futuro con identidad y proyecto personales. La transición de la
adolescencia a la adultez se presenta como un proceso conmovedor, especialmente por el
abandono de la infancia que implica.
Brecha generacional:
Por ejemplo, una adolescente llamada Mariel se encuentra en una etapa crucial de su vida,
enfrentando la transición de la adolescencia a la adultez. La confrontación generacional se
manifiesta en su conflicto interno al observar a sus padres actuando como amigos, lo que
desafía la brecha generacional que debería existir entre ellos. La confusión y la falta de límites
en su entorno dificultan su proceso de individuación y la confrontación necesaria para
consolidar su identidad.
Este momento representa una lucha interna por encontrar su propio camino y liberarse de
las expectativas y modelos familiares. La angustia de Mariel se relaciona con la necesidad de
enfrentar la incertidumbre y trazar su propio destino. Su malestar revela la importancia de
establecer límites afectuosos y permitir que los adolescentes confronten con sus padres para
lograr una psicosexualidad en constante desarrollo. Este proceso, aunque desafiante, lleva a
una auténtica graduación personal y a la construcción de una identidad genuina.
La conflictiva edípica. Cambios en la modalidad de dependencia:
Por ejemplo, Miguel, de 24 años, se encuentra en medio de la conflictiva edípica mientras
enfrenta la ruptura con su novia Claudia. A través de su relación con Claudia, Miguel intenta
cumplir el rol de padre y madre, cuidándola y ayudándola en lugar de enfrentar su propia
urgencia de independencia. La familia de Miguel representa la estabilidad y el orden, mientras
que la familia de Claudia es caótica y desorganizada.
La ruptura con Claudia despierta en Miguel una profunda angustia, ya que enfrenta la
necesidad de romper los lazos filiales y establecer su propio proyecto de familia. Sin embargo,
se encuentra atrapado en su papel de protector y dador, evitando así su propio proceso de
separación de las figuras parentales. La angustia resultante le brinda la oportunidad de revisar
su posición en la relación y reconocer su necesidad de independencia emocional.
Este conflicto evidencia la lucha interna de Miguel por dejar de ser el chico protegido por sus
padres y enfrentar la realidad de establecer su propia identidad afectiva fuera del ámbito
familiar. La ruptura con Claudia se convierte en un doloroso proceso de crecimiento, marcado
por el desafío de dejar atrás la dependencia infantil y avanzar hacia una relación de pareja más
madura y autónoma.
Identidad sexual:
La identidad sexual durante la adolescencia es un proceso complejo y multifacético. La
sociedad contemporánea tiende a "infantilizar" este proceso al sobrevalorar la ambigüedad en
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lugar de reconocer los hitos que marcan la diferenciación de identidad sexual. La idea de una
identidad sexual definitiva es cuestionada, ya que las relaciones adolescentes pueden ser
intensas pero a menudo están marcadas por el temor al compromiso afectivo "definitivo".
En los primeros años de la infancia, los niños no asumen plenamente la identidad del sexo
con el que han sido dotados, lo que lleva a una perpetuación social de lo infantil. La publicidad
y los medios de comunicación amplifican este mensaje de ambigüedad, dificultando la
transición hacia una identidad sexual adulta. La represión, un mecanismo psicológico crucial,
implica aceptar y lamentar la pérdida, esencial para concretar proyectos en la adultez.
Cuando se infantiliza o adultiza prematuramente a los adolescentes, se les niega la
oportunidad de enfrentar el dilema fundamental de tener que elegir y perder en el proceso de
definir su identidad sexual. Esta elección implica una adecuada represión y requiere el apoyo
de la sociedad y la familia para aceptar la pérdida y el logro que conlleva la transición de la
infancia-adolescencia hacia la adultez. Además, la capacidad de establecer vínculos de
intimidad afectiva con otros se convierte en otro parámetro crucial para la conclusión exitosa
de la adolescencia, permitiendo a los jóvenes desarrollar relaciones maduras y significativas
en su camino hacia la adultez.
Conclusiones:
En la adolescencia, los adolescentes a menudo experimentan intensas fantasías de
autoengendramiento que son cruciales para la consolidación de su identidad. Estas fantasías
pueden llevar a conflictos emocionales y tensiones en las relaciones familiares, ya que el
adolescente se siente diferente y a menudo incomprendido por su familia. Este proceso
emocional complejo vehicula la transición hacia la exogamia y la construcción del propio
proyecto de vida.
A medida que la adolescencia llega a su conclusión, estas intensas emociones y conflictos
comienzan a disminuir. El adolescente se consolida en su identidad, reconociéndose a sí mismo
y a los demás en su estilo único. Es importante destacar que durante este período, el
adolescente desarrolla la capacidad de pensar en otro como alguien que depende de él, lo que
establece la posibilidad de asumir roles parentales en el futuro.
La conclusión de la adolescencia brinda una sensación de calma en medio de la turbulencia
emocional pasada, pero también conlleva el dolor de dejar de ser el hijo o la hija que se fue.
Este proceso puede ser arduo y doloroso, ya que implica dejar de ser el niño o la niña que
dependía completamente de los padres y enfrentar la realidad de los padres con todas sus
imperfecciones y limitaciones. A menudo, los adultos continúan buscando una conexión
idealizada con sus padres, ya sea por su afecto anteriormente recibido o por las carencias
emocionales, creando así una eterna espera del encuentro con los padres deseados. Este
proceso es complejo y multifacético, marcando el final de la adolescencia y el inicio de la edad
adulta.
En resumen:
El texto aborda la rebelión adolescente como una expresión inicial del rechazo, desafiando la
imagen estereotipada de la adolescencia y resaltando su ambigüedad y sufrimiento. Se destaca la
asociación contemporánea entre adolescencia y juventud, dificultando la fijación de límites
precisos para su conclusión. La estética adolescente influye en la cultura, afectando el lenguaje, la
moda y la música. A pesar de los desafíos, se plantea la necesidad de integrar pasado y presente
para construir un futuro con identidad y proyecto personal.
Se exploran ejemplos, como el conflicto de Mariel al enfrentar la brecha generacional con sus
padres, y la lucha interna de Miguel durante la ruptura con su novia Claudia, evidenciando la
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necesidad de establecer límites y enfrentar la independencia emocional. La identidad sexual en la
adolescencia se presenta como un proceso complejo, afectado por la "infantilización"
contemporánea que dificulta la transición a una identidad sexual adulta. La represión y el apoyo
social son cruciales para aceptar la pérdida y lograr una transición exitosa hacia la adultez.
Se exploran ejemplos, como el conflicto de Mariel al enfrentar la brecha generacional con sus
padres, y la lucha interna de Miguel durante la ruptura con su novia Claudia, evidenciando la
necesidad de establecer límites y enfrentar la independencia emocional. La identidad sexual en la
adolescencia se presenta como un proceso complejo, afectado por la "infantilización"
contemporánea que dificulta la transición a una identidad sexual adulta. La represión y el apoyo
social son cruciales para aceptar la pérdida y lograr una transición exitosa hacia la adultez.
En la conclusión de la adolescencia, se destaca la consolidación de la identidad, la capacidad de
pensar en otros y el enfrentamiento con la realidad de los padres con todas sus imperfecciones.
Este proceso, aunque arduo y doloroso, marca el inicio de la edad adulta y la búsqueda continua
de conexiones, a veces idealizadas, con los padres.

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