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Niñez, adolescencia y género -

La transversalización de la perspectiva de género en el trabajo con niñas, niños y adolescentes

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MÓDULO 1 – NIÑEZ, ADOLESCENCIA Y DERECHOS

INTRODUCCIÓN
Este curso que iniciamos, en términos generales, pretende promover la inclusión de la
perspectiva de género en las políticas públicas tendientes a garantizar el pleno ejercicio de
derechos en la niñez y adolescencia.
Para ello consideramos necesario, en primer lugar, abordar las nociones de niñez y de
adolescencia, revisando la forma en que estas se fueron construyendo social e históricamente,
y cómo fue su camino de adquisición de derechos, con el fin de permitirnos identificar y analizar
el modo en que esta historia influye en la forma en que hoy en día percibimos, vemos y
pensamos estas etapas de la vida.

NIÑEZ Y ADOLESCENCIA COMO CONSTRUCCIONES SOCIALES

Las nociones de infancia y adolescencia, así como las creencias e ideas asociadas a estas
nociones, no son “naturales”, sino que se han ido construyendo a través de la historia,
modificándose al calor de las luchas sociales, los avances de las ciencias, los cambios políticos y
económicos, la doctrina de los derechos humanos aplicada a la infancia y la adolescencia. 1

Les proponemos hacer un breve recorrido por la historia para describir los discursos asociados
a la infancia y adolescencia, y la manera de concebir las políticas públicas que se desprenden de
ellas, y los cambios que se produjeron a través del tiempo.
Si bien el término niñez es utilizado como sinónimo de infancia, no se trata de términos
equivalentes. La niñez es el período cronológico que comprende, según la Convención sobre los

1
Ministerio de Educación y Derechos Humanos. Gobierno de Río Negro. Disponible en:
https://educacion.rionegro.gov.ar/contenidosmultimedia/wp-content/uploads/2013/03/Material-de-
derechos-para-modulo-2.pdf

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Derechos del Niño (CDN), desde el nacimiento hasta los 18 años. La infancia es el período
evolutivo que abarca desde el nacimiento hasta los 12 ó 14 años aproximadamente. 2

Con anterioridad al siglo XVIII no existía conciencia de la particularidad que implican tanto la
infancia como la adolescencia y cuanto más se retrocede en la historia, menor es la atención
que reciben.

La niñez era considerada como un período bastante breve de la vida humana que abarcaba
desde el nacimiento hasta los 5/6 años aproximadamente, edad en que las niñas y los niños eran
considerados “productivos”. De esta manera, y sin pasar por otra etapa, se convertían en
adultas/os. Esta situación se ve reflejada en el arte donde eran representadas/os como
adultas/os en menor escala. Los gestos, las expresiones y los rasgos eran los mismos y sólo se
diferenciaban de las/os adultas/os por la talla.

A principios del siglo XVIII, inicio de la Modernidad, comienza a pensarse la niñez como una
etapa diferenciada de la adultez. Con la valoración social surgen mayores expectativas y por lo
tanto mayor control social, centrados en la familia y la escuela.

En la segunda mitad del siglo XIX, se habla de “niños”, (categoría que invisibiliza a las niñas), y
de “menores”. Los niños son quienes circulan en el espacio de la familia y la escuela; los menores
son objeto de intervención jurídico-asistencial (Paradigma del Patronato, que opera como forma
de control social de la infancia y adolescencia empobrecidas).

Esta doctrina fuertemente apoyada y sostenida de manera predominante en América Latina


hasta los años 80, se basa en la idea de que es necesario proteger a los niños, a través de una
tutela organizada por las instituciones del Estado (los institutos de minoridad son el ejemplo
más claro), que “reeduca”, “resocializa” al niño separándolo de manera inmediata del ámbito
que contribuye a su “desviada formación”, con el pretexto de evitar que se convierta en un
delincuente cuando llegue a ser adulto. Cobra fuerza la categoría de “menor”.
“Menor” será entonces toda persona que tiene menos de 18 años y se encuentre en “situación
irregular”. Se entiende, desde esta perspectiva, como situación irregular, a los peligros

2
Instituto Provincial de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires (2017). “Niñez en
construcción. Herramientas para pensar el trabajo con niñas y niños desde una mirada de Género”.

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materiales o morales que puedan sufrir los niños. Así, los niños y adolescentes abandonados,
aquellos que frecuentan sitios inmorales, o que son incitados por sus padres a realizar actos
perjudiciales para su salud, o que practican la mendicidad, la vagancia, o han cometido
infracciones a la ley, pasarían a estar en “situación irregular”. El Estado tendría así la función de
hacerse cargo de ellos, de convertirse en tutor, a través del juez de menores, quien cumple el
rol de “un buen padre de familia”.

Este modelo, en lugar de fortalecer a la familia cuando ésta no está en condiciones de garantizar
a niños, niñas y adolescentes una adecuada calidad de vida, la ha reemplazado por las
instituciones, generando a lo largo del siglo pasado una poderosa maquinaria de instituciones
que han sustituido a las familias y a la comunidad en el cuidado de los niños y adolescentes que
viven en condiciones de gran vulnerabilidad 3.

NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES COMO SUJETXS DE DERECHOS

En el año 1948 la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de


los Derechos Humanos, en la cual se reconocen los idénticos e inalienables derechos de todos
los hombres y cita las atrocidades producidas en el siglo por el desprecio de esos derechos.

Dando cuenta de esa mirada y con la intención de contribuir al impulso de acciones concretas,
las Naciones Unidas aprueban en 1959, la Declaración Universal de los Derechos del Niño. El
lema “primero los niños” expresa de alguna forma la imagen de niñez que fue instalándose
socialmente.

3
Ministerio de Educación y Derechos Humanos. Gobierno de Río Negro. Ob. citada

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El instrumento constituyó más bien un imperativo ético, una declaración de principios, ya que
no posee carácter vinculante para los Estados. Es decir, no obligaba jurídicamente a los países a
adecuar sus legislaciones nacionales para garantizar los derechos de la población infantil.

Hasta aquí, un paradigma de infancia: el niño como “objeto de protección”. Una persona en
desarrollo, que por ser visto como “inmaduro e incompleto” debía (debe) ser protegida por el
Estado hasta alcanzar su pleno desarrollo físico, moral y espiritual. Esta forma de ver a niños y
jóvenes se tradujo en políticas públicas que, si bien significaron un avance pues tendieron a
satisfacer sus necesidades básicas, distaban aún de concebirlos como sujetos plenos de derecho.

Con la Convención sobre los

Derechos del Niño (1989),

se reconoce a los niños y niñas

y adolescentes como sujetxs

de derechos.

A partir de la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) el 20 de noviembre
de 1989 en la Asamblea General de la Naciones Unidas y de su entrada en vigencia en
septiembre de 1990, se fortalece otra idea, otra manera de concebir a los niños, niñas y
adolescentes, otra forma de imaginar las relaciones entre niños y adultos, y también, otra noción
acerca de las responsabilidades de los Estados en relación con las necesidades de la infancia y la
adolescencia. 4

Es la perspectiva que se conoce como “Doctrina de Protección Integral de la Infancia”, y que,


como diferencia fundamental, fortalece la visión de niños, niñas y adolescentes como sujetos

4
Aunque no existe en la actualidad una definición de adolescencia aceptada internacionalmente, el
mandato de UNICEF, basado en la Convención sobre los Derechos del Niño, define -en términos
operativos- como “niño” a toda persona entre 0 y 18 años. UNICEF y sus aliados (UNFPA, OMS, ONUSIDA)
definen como “adolescentes” a las personas entre 10 y 19 años. La Asamblea General de las Naciones
Unidas entiende como “jóvenes” a todas las personas entre los 15 y 24 años de edad y “personas jóvenes”
a aquellas que tienen entre 10 y 24 años. Estas definiciones se aprobaron durante el Año Internacional de
la Juventud en 1985 y han sido utilizadas por los organismos de las Naciones Unidas y otros aliados.
En: “Superando el Adultocentrismo” UNICEF - Santiago de Chile, 2013.

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de derechos. Esto significa, que reconoce las necesidades de los niños, niñas y adolescentes
como derechos exigibles y como parte de sus derechos humanos, lo que obliga al mundo de los
adultos, no sólo a satisfacer estas necesidades en forma urgente, sino a intervenir en cuanta
oportunidad se evidencie que los derechos están siendo vulnerados.

Básicamente, significa que los niños, niñas y adolescentes tienen derechos a la igualdad de
oportunidades, al acceso a servicios de calidad, a ser educados en la participación, a exigir el
cumplimiento de sus derechos.
Las instituciones del Estado, la comunidad y en general la sociedad civil deben garantizar los
mismos. “Los derechos de los niños son las obligaciones de los adultos”
Otra diferencia fundamental con las concepciones anteriores, es que dentro del conjunto de
derechos reconocidos se enfatiza el de desarrollarse plenamente en el seno de su familia, en un
ambiente sano y libre de violencia, siendo el Estado quien garantice a la familia la posibilidad de
ejercer su rol en el cuidado, educación y transmisión de valores a los niños, niñas y adolescentes.

Y en el plano de los hechos concretos, en relación a documentos anteriores, la CDN sí tiene


carácter vinculante para todos los Estados parte. Es decir, que los compromete a adecuar
legislaciones y desarrollar políticas públicas que se condigan con esta visión. Y prevé sanciones
para el caso de incumplimiento.

La transición entre el viejo y el nuevo paradigma.

Es claro entonces que la CDN representa un nuevo paradigma. Pero los paradigmas, (conjuntos
de creencias, conceptos, maneras de resolver los problemas) no se suceden uno al otro de

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manera brusca. Tampoco los cambios legislativos traen de la mano modificaciones inmediatas
en las maneras de hacer las cosas. En la mayoría de los casos, los cambios son graduales.

Se podría decir entonces que actualmente conviven aún dos paradigmas: el paradigma tutelar y
el paradigma de desarrollo integral del niño y del adolescente. 5

El Paradigma Tutelar, pone el acento en lo que le falta al niño para estar en condiciones de
interactuar dentro del mundo de los adultos, y por lo tanto se lo considera objeto de protección.
Desde esta perspectiva, el niño no ha completado el desarrollo de las capacidades intelectuales
y emocionales que les permitirían discernir entre el bien y el mal, y, por lo tanto, requiere de la
presencia tutelar del adulto para que lo guíe, lo proteja del entorno e incluso de sí mismo.

El enfoque de Protección Integral rescata la idea de niñas, niños y adolescentes como sujetos,
que, por estar creciendo, lejos de verse privados de derechos, tienen aún más, los derechos
especiales por su condición de seres en crecimiento.

Estos paradigmas coexisten, en mayor o menor grado, en la sociedad en general y en


instituciones que trabajan con niñas, niños y jóvenes en particular, y nos atraviesan de uno u
otro modo, a todos y todas quienes de una u otra manera estamos relacionados con la niñez y
la adolescencia.

El rol de los adultos en tensión, a partir de los derechos de NNA

La declaración de los derechos de niños, niñas y adolescentes, necesariamente ha implicado e


implica, cambios en los roles de los adultos en este nuevo escenario, dando paso a una serie de
dudas y preguntas sobre los límites de su autoridad, sus derechos y responsabilidades.

Lo primero que debemos entender es que la Convención (CDN) instaló la idea de que los niños,
niñas y adolescentes son sujetos plenos de derecho y no “objetos” sobre los cuales los adultos
ejercen sus derechos.

UNICEF Chile – “Superando el Adultocentrismo” Santiago de Chile, noviembre de 2013.


5

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Toda persona es sujeto de derecho, sin embargo, históricamente las leyes, la sociedad y la
cultura habían concebido y tratado a los niños, niñas y adolescentes como objetos de protección,
representación, cuidado, atención especial y control de parte de los adultos. La CDN alteró
definitivamente esta situación, tanto en el plano legal como en la labor de los servicios del
Estado, los cuales han comenzado a adecuar sus procedimientos. No obstante, el cambio aún
no ha llegado a la vida cotidiana de la niñez y la adolescencia, a sus relaciones con sus padres,
cuidadores, profesores, médicos, autoridades, etc., siendo el principal obstáculo los adultos y la
cultura que guía sus enfoques y prácticas.

La CDN insta a los adultos a considerar a niñas, niños y adolescentes en el presente y no como
“proyectos de adultos” ni en términos de “ser el futuro”. No son “menos adultos” o un
“pequeños adultos” insuficientemente desarrollados.

En este sentido, social y culturalmente, aún la adolescencia tiene un plus en relación a la niñez,
ya que la misma no es sólo considerada una etapa más de preparación para la vida adulta, sino
que es particularmente considerada una etapa de transición conflictiva.
Esta idea, sostenida incluso desde las ciencias sociales, (como por ejemplo la psicología, que ya
en la década del 50 instaló el concepto de “crisis de la adolescencia”), se instaló fuertemente en
el sentido común, generando representaciones sociales del ser adolescente que lo definen
desde la turbulencia emocional, los duelos y el conflicto 6.

Es tan contundente la idea de adolescencia como transición, que se la llega incluso a invisibilizar
y negar, como, por ejemplo, al hablar de la vejez como la tercera edad (lo que implica que la
primera es la niñez, la segunda la adultez, quedando la adolescencia como un puente entre estas
dos). Si la adolescencia es transición, ¿no lo son también las otras etapas de desarrollo evolutivo
humano?

Es interesante mencionar las investigaciones de la antropóloga Margaret Mead, quien descubrió


que en muchas sociedades no occidentales, la adolescencia no representaba una crisis, sino que,
por el contrario, tenía que ver con el desenvolvimiento armónico de un conjunto de intereses y
actividades que maduraban lentamente 7.

6
Desde la psicología, se determinan 3 duelos que deben transitarse en la adolescencia: por la identidad,
el cuerpo y los padres de la niñez perdidos.
7
MEAD, Margaret, Adolescencia y Cultura en Samoa, Paidós, Buenos Aires, (1928) 1976, p. 185.

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Gracias a sus investigaciones y otros descubrimientos de las ciencias sociales, comienza a quedar
en evidencia que esta concepción de la adolescencia como crisis, transición y preparación a la
vida adulta, no era universal, sino que era propia de las sociedades occidentales, es decir, de
nuestra sociedad.

Entonces, reforcemos la idea de que las niñas, niños y adolescentes no están transitando etapas
de preparación para la vida adulta, sino que son formas de ser persona hoy, válidas y
respetables; no son fases de la vida definidas a partir de las ideas de dependencia o
subordinación a los padres u otros adultos, sino que son etapas de desarrollo efectivo y
progresivo de la autonomía personal, social y jurídica.

Los derechos de las niñas, niños y


adolescentes llegaron para quedarse. Los
adultos necesitamos aprender a funcionar
en este nuevo escenario. Sin por ello
renunciar a la responsabilidad de cuidar,
guiar y orientar.

Las infancias y las adolescencias

Si bien el desarrollo histórico realizado permite observar como a partir de la CDN se ha avanzado
en el reconocimiento de niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho, actualmente la
infancia y adolescencia de muchos niños, niñas y adolescentes de nuestro país y de la Región

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Latinoamericana, se definen precisamente por lo opuesto a la concepción de niñez explicitada


en la Convención.

“En muchos casos, se define por la desprotección de la figura de un adulto, por la deserción,
abandono o fracaso escolar, por la asunción temprana de responsabilidades para sustentar el
hogar, sea en términos económicos, por medio del trabajo infantil, sea en términos de garantizar
la reproducción familiar, asumiendo las tareas domésticas y de cuidado de los hermanos
menores, o bien, por la asunción de la maternidad y la paternidad tempranas” 8.

La situación contextual nos obliga a identificar la vulnerabilidad diferenciada e incrementada


según los distintos conjuntos sociales a los cuales pertenecen niños, niñas y adolescentes,
historias atravesadas por variables económicas, sociales, de etnia, de género, etc., y que en
muchísimos casos implican procesos de marginalización y exclusión.

Hoy día no podemos hablar de “la niñez” o de “la adolescencia”, y por ello optamos por hablar
de “las infancias y las adolescencias”, porque las experiencias de vida de niños, niñas y
adolescentes son muy diversas y, por lo tanto, producen subjetividades, identidades y formas
de vida diversas y no homogénea.
De este modo, consideramos que, para trabajar en pos de los derechos de niños, niñas y
adolescentes, es necesario reconocer la polisemia que los conceptos de infancia y adolescencia
adquieren según las condiciones de vida y según el contexto social. 9

Reconocer esta diversidad en los modos de ser niños, niñas y adolescentes, como así también
reconocer los prejuicios y las posiciones que ante ello tenemos cada uno de nosotros, resulta
necesario para promover el cumplimiento de los derechos de todos ellos y ellas a partir de
nuestras acciones.

8
Ministerio de Educación. Presidencia de la Nación. Programa Nacional de Educación Sexual Integral. II
Curso virtual “Educación Sexual Integral en la Escuela”. Módulo ll, semana l. Año 2010.
9
Ministerio de Educación de la Nación. Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Ob. Citada.

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VINCULOS INTERGENERACIONALES –ADULTOCENTRISMO

La presencia de la convivencia de los dos paradigmas antes descriptos, las tensiones sentidas
por los adultos que deben resignificar sus roles, junto a otras variables que persisten y
obstaculizan el ejercicio pleno de derechos por parte de todas y todos quienes transitan la niñez
y la adolescencia, se relacionan directamente con otro de los conceptos clave de este módulo:
Adultocentrismo.

Previamente a continuar con el desarrollo teórico del tema, les proponemos mirar estas viñetas
y reflexionar a partir de algunos interrogantes.

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Para reflexionar…
• ¿Cuál es la mirada que los adultos tienen de las generaciones más jóvenes? Y, por ende,
¿cuál sería la concepción que tienen de su propia generación?
• ¿Cuáles serían los “reclamos” y demandas que mutuamente se hacen las generaciones?
• ¿Hay situaciones vividas que pueden estar produciendo malestar, situaciones en las que se
beneficie o perjudique a alguien por el hecho de pertenecer a una u otra generación?
• Estas modalidades de relación, ¿son equitativas?, ¿implican “desigualdades”?

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Adultez y dominación 10
Tomando la perspectiva del sociólogo francés Pierre Bourdieu 11, el autor Patricio Ríos Segovia
(2008) plantea que los sujetos contamos con la capacidad de desplazarnos desde posiciones de
dominancia a las de subordinación, y viceversa. Es decir, nos movemos en los distintos espacios
de la sociedad, o campos sociales, jugando roles de dominadores o dominados, situación que
quedaría reflejada en las relaciones entre los grupos de edades (niños, adolescentes, jóvenes,
adultos), en las relaciones laborales, en el sistema educativo, relaciones de género, entre otras.

Esta lógica dominador-dominado sucede porque internalizamos formas de comportamiento


gracias a las influencias de mecanismos propios del funcionamiento de la sociedad, la cual
organiza la convivencia social, construyendo realidades objetivas de vida que son
tremendamente jerarquizadas e incuestionables. De esta forma se construye un espacio social,
una realidad objetiva incuestionable para cada persona.
Por ejemplo, bajo esta lógica, la educación hace 40 años permitía educar a los alumnos con
golpes, por lo tanto, un profesor sabía que ese era el método más eficaz para enseñar, la familia
lo avalaba y permitía, los alumnos lo aceptaban como una realidad incuestionable. Entonces,
bajo unas condiciones objetivas de vida creadas en lo social, el sujeto habita ese espacio social
e internaliza (integra en su pensamiento, en su hacer, en su vivir) esquemas de pensamiento con
los que organiza su percepción, para entender el mundo, su lugar y el lugar de los demás.

Desarrollamos un aprendizaje social sobre cómo entender y tratar a un niño, niña, adolescente
y joven, porque incorporamos valores, actitudes y conductas inspiradas en la superioridad del
adulto sobre los grupos etarios jóvenes. Este proceso surge como producto del vivir (habitar)
en una sociedad adultocéntrica.

En este sentido, si analizamos la edad, sin la carga cultural y social, esta no es más que una
cantidad, son etapas de desarrollo humano. Sin embargo, gracias a la carga cultural, social e

10
UNICEF Chile – “Superando el Adultocentrismo” Santiago de Chile, noviembre de 2013. Pág. 14
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Pierre Bourdieu es uno de los más destacados representantes de la sociología de nuestro tiempo. Su
obra centró el análisis en los mecanismos de reproducción de las jerarquías sociales, haciendo hincapié
en que la capacidad de los agentes en posición dominante puede imponer sus producciones culturales y
simbólicas, lo que juega un papel esencial en la reproducción de las relaciones sociales de dominación.
La división de las edades y su diferenciación, sería uno de estos mecanismos.

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histórica de nuestras sociedades, a la edad se agregan valoraciones, expectativas, roles y tareas


específicas que se internalizan y van construyendo identidad en los sujetos de un determinado
grupo etario.

Aquí aparece el tema del poder, ya que las diferencias de edades entre los distintos grupos
(niños, adolescentes, jóvenes, adultos, adultos mayores) constituyen un espacio, con relaciones,
prácticas y conductas que están permitidos a ciertos grupos y a otros no. El poder se da en las
relaciones sociales, y se basa en la posesión de recursos. Una de las personas o grupos posee
algo que el otro posee en menor grado (sea cuantitativo o cualitativo), por eso surge en una
relación de desequilibrio.

Con todo lo anterior, podemos asumir entonces que las relaciones de poder entre los diferentes
grupos de edad no son tradicionalmente igualitarias, sino que están jerarquizadas. El
adultocentrismo indica que existen relaciones de poder entre los diferentes grupos de edad que
son asimétricas en favor de los adultos, es decir, que estos se ubican en una posición de
superioridad. Los adultos gozan de privilegios por el solo hecho de ser adultos, porque la
sociedad y su cultura así lo han definido.

Tener más edad pareciera ser garantía de ciertos privilegios que no tienen los llamados menores.
Un niño o niña está en una posición inferior de poder frente a un adolecente, este a su vez no
tiene los mismos privilegios que un joven, el adulto está por encima del joven, pero el adulto
está en una posición de superioridad sobre los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, lo que
significa que la mayor cantidad de años da mayor poder en nuestra sociedad.

Esta visión del mundo se ha construido sobre un orden social, denominado patriarcado, el cual
se caracteriza por relaciones de dominación y opresión establecidas por los hombres sobre las
mujeres y criaturas. Así, los varones dominan la esfera pública, gobierno, religión, y la privada
(el hogar). En este orden social, se somete o excluye a las mujeres por razón de género, como
así también a todas las personas que no responden a los modelos heterosexistas.

Los mecanismos propios del patriarcado sirven para proyectar y reproducir el mismo orden
social, para mantener el control, por esto no altera las relaciones asimétricas de poder entre
adultos y jóvenes o niños, o entre géneros. (tema que abordaremos en el próximo módulo).

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Algunos típicos mensajes adultistas en nuestra sociedad

 “Cuando seas grande podrás saber/opinar sobre ese tema”.


 “Los niños y adolescentes no entienden nada, no saben lo que dicen, para qué
escucharlos”.
 “Cuando seas grande, podrás hacer lo que quieras. Ahora mando yo”.
 “Hacé lo que te digo, porque yo lo digo y punto”.
 “Usted no me contradiga, yo soy el profesor”.
 “Ya vas a crecer y aprenderás como son las cosas”.
 “Y a usted, ¿quién le ha preguntado su opinión?”
 “Cuando ganes tu plata y pagues sus cuentas vas a poder opinar”.
 “Pasas perdiendo el tiempo con tus amigos, con esa música, etc.”.
 “Cuando vos vas yo ya estoy de vuelta”.
 “Ya le iba a contestar yo así a un adulto”.
 “Nosotros no éramos así”…

…Efectivamente, las cosas ya no son como antes para los adultos. Como planteamos
anteriormente, los derechos de la niñez y adolescencia alteraron el orden de superioridad de los
adultos, proponiendo relaciones más igualitarias y poniendo límites a sus arbitrariedades. Esto,
sumado a otros cambios sociales, culturales y tecnológicos de nuestra época, ha dejado a los
adultos desprovistos de referentes de actuación y cuestionados en sus roles.

Al respecto, es común escuchar en estos días frases que hablan sobre la “necesidad de recuperar
el rol de los adultos porque está en crisis, que los adultos han perdido su autoridad, que no
saben cómo desenvolverse en el tiempo actual”. Esto sucede porque a mitad del siglo XX y parte
del siglo XXI se dieron algunos cambios sociales y culturales que llevaron a los adultos a quedarse
sin referentes estables para ejercer su rol.12

Por una parte, los padres dejaron de ser modelos a seguir; también las grandes ideas religiosas
fueron cuestionadas; la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres cuestionó los roles
aprendidos; los derechos del niño fijaron normas de crianza basadas en el respeto de la dignidad
de los niños, niñas y adolescentes, poniendo en cuestión la idea de propiedad y control de los

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hijos e hijas. Estos fenómenos, por nombrar los principales, dejaron a los adultos de hoy
desprovistos de ideas, de modelos y de roles. La sensación de vacío que dejó esta pérdida es
grande.

Es por ello que surge la necesidad de crear nuevos modelos de adultos y nuevas maneras de
relación con los niños, niñas y adolescentes, entendiendo que sus derechos no se ejercen en
contra de los de la adultez, ni están contrapuestos.

Consideramos, entonces, que el primer paso consiste en reflexionar sobre nuestras formas de
entenderlos, tratando de pensar que la niñez y la adolescencia asumen diferentes formas,
plurales y no universales. Y a partir de allí, promover otras formas de vincularnos, resignificando
nuestros roles.

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BIBLIOGRAFÍA

• Ministerio de Educación. Presidencia de la Nación. Observatorio Argentino de Violencia en


las Escuelas (2007). “El lugar de los adultos frente a los niños y los jóvenes. Aportes para la
construcción de la comunidad educativa”. - 1a. ed. - Buenos Aires
• Ministerio de Educación. Presidencia de la Nación. Programa Nacional de Educación Sexual
Integral. II Curso virtual “Educación Sexual Integral en la Escuela”. Año 2010.
• Ministerio de Educación y Derechos Humanos de la provincia de Río Negro. “Documento
borrador Comisión de Capacitación”. Disponible en:
https://educacion.rionegro.gov.ar/contenidosmultimedia/wp-
content/uploads/2013/03/Material-de-derechos-para-modulo-2.pdf
• Instituto Provincial de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires (2017).
“Niñez en construcción. Herramientas para pensar el trabajo con niñas y niños desde una
mirada de Género”. Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.
• UNICEF Argentina–La Convención sobre los Derechos y sus tres Protocolos Facultativos.
Buenos Aires, noviembre de 2014. Publicación disponible en www.unicef.ar
• UNICEF Chile – “Superando el Adultocentrismo” Santiago de Chile, noviembre de 2013.
Publicación disponible en www.unicef.cl

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