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Lectura fundamental
La importancia de la democracia
participativa
Contenido
1 Democracia constitucional
2 Democracia participativa
Palabras clave:
Democracia participativa, democracia representativa, democracia constitucional, constituyente,
soberanía, orden social.
1. Democracia constitucional
En el Escenario anterior procuramos desarrollar algunas ideas acerca de lo que es
conceptualmente la democracia; sin embargo, en aras de explicar el concepto de “democracia
constitucional” nos urge también hacer claridad sobre lo que es una “constitución”. En general
podemos afirmar que la Constitución como tal es la norma suprema, escrita o no, de un Estado
soberano. Resalto de esta definición la idea de que no siempre se trata de una norma escrita en
términos formales, como existe en Colombia, pues hay países como el Reino Unido en donde
no existe formalmente una constitución, lo cual no significa que no haya normas escritas
en el Reino Unido, sino que no existe algo denominado “constitución británica”. En cambio,
los principios bajo los cuales se gobierna en el Reino Unido no están integrados en un solo y
único texto, pues lo que sería una constitución británica se encuentra diseminada en diversos
documentos, leyes, sentencias judiciales y tratados.
Usualmente, las distintas constituciones surgen como grandes pactos sociales realizados por
las distintas fuerzas al interior de una sociedad, en aras de pactar las reglas básicas de juego
que determinarán el rumbo a seguir. Hay dos grandes antecedentes de este caso en Colombia.
El primero de ellos, el de la Constitución de 1886 que surgió como un esfuerzo por reconfigurar
la vida de la sociedad a finales del siglo XIX después de grandes períodos de disputas,
conflictos, guerras y competencia entre partidos. Sin embargo, hay analistas que señalan el
alcance limitado de dicha constitución en tanto pocos años después de haber sido redactada,
el país vivió una de las guerras más sangrientas que ha atravesado: “la Guerra de los mil días”.
En proporción a los conflictos de hoy en día, hay quienes señalan que dicho conflicto ha sido en
magnitud el más devastador, en tanto las víctimas ocuparon un gran porcentaje de la población
del momento y los daños que sufrió el país, incluida la pérdida de Panamá, perduraron durante
varias décadas, extendiéndose a lo largo de la primera parte del siglo XX; sin embargo, este no
es el lugar para examinar el éxito o el fracaso de la Constitución de 1886.
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esta fuerte presencia insurgente, unido al fenómeno de la criminalidad organizada en torno
al narcotráfico, la presencia de los grandes carteles, el narco terrorismo y demás, hicieron
insostenible la vida en el país para finales de la década de los ochentas. Así, si se recuerda
bien, la Constitución de 1991 pretendió como nuevo pacto social encarar los problemas que
atravesaba el país, reintegrar a la sociedad a diversas fuerzas guerrilleras, dar garantías a los
múltiples movimientos sociales y, en síntesis, reconstruir la sociedad a través de un gran pacto
que dispusiera de nuevas reglas de juego para la nueva sociedad que se deseaba. No se puede
olvidar que como fruto de esta nueva Constitución diversos grupos guerrilleros entregaron
las armas y regresaron a la sociedad, específicamente el M-19 y el EPL, así como diversos
personajes del narcotráfico se sometieron a la justicia. De este modo, una acertada manera
de comprender lo que es una constitución, es entenderla como un pacto social, un acuerdo de
fundación social que establece un nuevo orden estatal, así como unas garantías inalienables
para los ciudadanos, un nuevo conjunto de derechos.
Otras de las definiciones que usualmente se utilizan para clarificar lo que es una constitución,
es referirnos a ella como “norma suprema”, “carta magna” o “ley de leyes”, en cuanto la
Constitución es el conjunto de normas predominantes de un Estado. Eso quiere decir que es
precisamente en la “Constitución” donde reposa el ordenamiento jurídico definitivo de un Estado,
por lo cual ninguna ley, decisión o acto puede ir en contravía de ella. Esta es la razón por la cual,
a partir de la Constitución de 1991, se creó en Colombia una alta magistratura denominada
Corte Constitucional, que tiene como función primordial la vigilancia de la constitucionalidad
del Estado Colombiano; que se respete lo consignado en nuestra constitución en todas las
instancias de la vida social. Ahora bien, la mayoría de las constituciones escritas se caracterizan
porque están compuestas por dos grandes partes; una primera en donde se da garantía a los
derechos fundamentales y una segunda en donde se describe el ordenamiento del Estado y
a la vez se divide el poder; cuando señalamos que la constitución es “ley de leyes” estamos
afirmando que ninguna decisión estatal, acto jurídico o hecho social puede ir en contravía de los
derechos fundamentales que garantiza la constitución misma.
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miembros más frágiles de la sociedad es elogiable desde todo punto de vista; sin embargo, a
pesar de que la mayoría de colombianos respaldaban dicha iniciativa y por lo cual se podría
pensar que es democrático que se adopte la cadena perpetua para abusadores, dicha decisión
es impracticable pues va en contravía de un principio constitucional: que nadie puede ser
condenado a cadena perpetua o condenado a pena de muerte. Por esto, si se pretendía impulsar
la cadena perpetua no podía ser bajo el trámite ordinario de ley, dada la palpable contradicción
en la que se encontraba respecto a la Constitución. Se debía entonces impulsar un referendo
que revocara los artículos que en la Constitución prohíben la cadena perpetua.
Así las cosas, cuando estamos hablando de una democracia constitucional no estamos solo
refiriéndonos al famoso principio de la voluntad de la mayoría, sino a la vez a la importancia del
respeto de las normas y principios consagrados en la Constitución como norma de normas.
Finalmente, cuando nos referimos a una Constitución, también estamos haciendo referencia a la
forma como se organiza algo, es decir, Aristóteles en sus antiguos libros acerca de los animales
se refería a la “constitutio” a la hora de hablar de la forma como estaba organizado el cuerpo de
cada animal. Luego, cuando hablamos de la “constitución política” estamos haciendo referencia
a la forma como se organiza el cuerpo político de un Estado o una comunidad política. Por eso,
todas las constituciones describen detalladamente cómo se organiza el Estado, discriminan
funciones, competencias y a la vez fijan los límites y definen las relaciones entre los poderes del
Estado y de estos con sus ciudadanos, estableciendo así las bases para su gobierno y para la
organización de las instituciones en que tales poderes se asientan.
Por supuesto, hay plena congruencia entre la garantía de derechos que defiende la primera
parte de la Constitución y la segunda parte destinada a caracterizar la forma como se organiza
el Estado. La mejor garantía de la defensa de los derechos es la división del poder político
para que este no incurra en abusos; esta fórmula ya es bien conocida, pues en los estados
democráticos, o mejor aún, en las democracias constitucionales, el poder está distribuido
de tal forma que cada instancia está sujeta al control y vigilancia de otras más. Es decir, ni el
Presidente de la República, ni sus ministros, ni los senadores, ni los jueces, etc., gozan de un
poder absoluto. Ellos también están sometidos a otras instancias de control de tal manera que
las democracias constitucionales se caracterizan porque no hay una concentración de poder en
ningún cargo, ni en ninguna persona, evitando así todo tipo de abusos y a la vez el control entre
las distintas instancias es permanente.
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2. Democracia participativa
Como lo señalamos anteriormente, el Estado colombiano se ha caracterizado por su talante
democrático a diferencia de otros países de la región. Efectivamente, a diferencia de muchos
sistemas políticos del cono sur, en Colombia no ha existido un quiebre radical de la democracia
como sucedió en las dictaduras que a partir de los setentas asolaron a diversos países del
continente. No así, para mediados de la década de los ochenta el diagnóstico generalizado
era que en Colombia si bien nunca se había dado una suspensión radical de las elecciones
y en ese sentido de la competencia electoral, nuestra democracia tenía un déficit enorme de
participación ciudadana.
Nos referimos a que, así los principales partidos políticos se hayan mantenido estables y
no haya existido una dictadura de facto, como en otros países, en Colombia la hegemonía
del bipartidismo, así como la captura del poder político por parte de clases dominantes, le
han cerrado históricamente la posibilidad a que los ciudadanos participen de la toma de
las decisiones importantes para su vida, así como se ha impedido la aparición de nuevas
expresiones políticas por medio de nuevos partidos o movimientos políticos. En síntesis, existía
un déficit de participación por parte de la ciudadanía en las decisiones políticas. No se puede
olvidar que antes de la Constitución de 1991 solo existían dos partidos hegemónicos, Liberal
y Conservador, que impedían la aparición de nuevas expresiones políticas. Así mismo, aparte
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de las elecciones que se desarrollaban periódicamente, los ciudadanos no tenían mecanismos
que les permitieran participar activamente. Incluso, las elecciones se desarrollaban únicamente
para la presidencia de la República y el Congreso, pues la elección de las autoridades locales
como alcaldes y gobernadores no era directamente democrática; estos eran nombrados por la
autoridad jerárquicamente superior.
• Hegemonía del bipartidismo, así como dificultades jurídicas, políticas y normativas que
impiden que aparezcan nuevos partidos o movimientos políticos.
• Captura del poder político por parte de las históricas élites políticas que han gobernado.
• Imposibilidad para elegir autoridades a nivel local, los alcaldes y gobernadores no son de
elección popular sino de nombramiento por la autoridad jerárquica superior.
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merced de las autoridades o aquellos países donde el derecho a participar auténticamente está
formalizado, pero en realidad no se lleva a la práctica. Por supuesto, también hay que tener en
cuenta los regímenes donde el aparato burocrático es tan grande e impositivo que se niega a los
ciudadanos cualquier forma de participación real.
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Con la aportación de hombres y mujeres a los asuntos públicos, se hace realidad la democracia
participativa. No se puede olvidar que el constituyente primario es el pueblo mismo, es decir,
es la gente y específicamente los ciudadanos quienes deciden acerca de la sociedad en la cual
quieren vivir. Lo dijimos atrás: el pueblo es soberano, por eso la democracia representativa
no puede ir en desmedro de la participación popular, de la vinculación de los ciudadanos en
la forma como son gobernados. En esa dirección la constituyente de 1991 quiso hacer de la
participación el eje fundamental de nuestra democracia basado en estos argumentos:
El logro de los objetivos que promueve el Estado se hace más eficaz cuando existe un
control y fiscalización de carácter ciudadano en el cual todos participamos. No existe
mejor control de los asuntos públicos que el que puede hacer la misma ciudadanía
cuando actúa decididamente, nadie puede defender mejor los intereses del pueblo que
el pueblo mismo.
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5. La participación ahonda en la solidaridad social
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Y si la violencia entre los principales partidos políticos caracterizó la primera mitad del siglo XX,
la segunda mitad estará caracterizada por una violencia política que ha enfrentado al Estado
con diversos grupos insurgentes. Así las cosas, no es descabellado el diagnóstico que refiere
que uno de los principales problemas que tenemos que resolver es el de la violencia política.
Desde las guerras por la conquista y la colonia, en los orígenes de la historia del país, podría
narrarse la historia patria como una sucesión de conflictos. Las guerras de independencia
que duraron más de quince años y se extendieron por toda la geografía nacional, dieron paso
rápidamente a las nueve guerras civiles que estuvieron en los orígenes de la joven República.
La guerra de “Los supremos” que enfrentó a los militares que eran partidarios del General
Santander con los partidarios del Libertador Simón Bolívar. La guerra de 1851 que iniciaron los
conservadores que se oponían al gobierno liberal de José Hilario López. El conflicto que lideró
Tomás Cipriano de Mosquera contra el gobierno conservador de Mariano Ospina Rodríguez.
La guerra de 1876-1877 fue de los conservadores contra el gobierno liberal. La guerra civil de
1885 de los liberales contra el régimen conservador de Rafael Núñez. La guerra de 1895 de los
liberales contra el gobierno conservador y la guerra de 1899 a 1902 llamada de los Mil Días. Pero
además de esta conflictiva vida política del siglo XIX, el mismo siglo conoció el denominado
período de la violencia que durante la cuarta y quinta década del siglo, asoló al campo
colombiano. El final del siglo XX será testigo de la guerra y violencia insurgente, narcoterrorista
y paramilitar, que aún perdura en el país. En síntesis, solamente durante breves períodos la
sociedad colombiana ha experimentado las ventajas de la paz y la ausencia del conflicto.
Sin embargo, conviene hacer esta claridad. Nos hemos referido enfáticamente al concepto
de “violencia política” y bajo este concepto no nos estamos refiriendo a cualquier fenómeno
de violencia. Si bien existen diversas formas de violencia que hacen presencia en nuestra
sociedad, como la violencia intrafamiliar, la violencia cultural, la violencia económica, etc.,
la violencia política se diferencia de todas las demás en tanto es causada por diferencias
ideológicas o por la competencia política entre distintas facciones por el poder político. Así
las cosas, no toda violencia es violencia política. Cuando se hace una revisión de la historia del
país podemos evidenciar que la violencia política ha sido una constante; desde los inicios de
la vida republicana con la “Guerra de los supremos”, que supuso una lucha entre los generales
y altos mandos militares que comandaron las guerras por la independencia, pasando por la
Guerra de los Mil Días, la muerte de Jorge Eliecer Gaitán, el exterminio de la Unión Patriótica,
etc., podemos suponer que la violencia ha sido en nuestro país un medio a través del cual, las
distintas facciones políticas tramitan sus diferencias, buscan imponerse y a la vez la utilizan
como instrumento para acceder o conservar el poder político.
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Por supuesto, no estamos desestimando la magnitud de las otras violencias que ocurren en el
país. La construcción de una verdadera paz implicará que se desactiven todos los nichos donde
la violencia tiene lugar, sobre todo cuando en la actualidad evidenciamos que gran parte de las
víctimas de la violencia son los ciudadanos mismos que se agreden entre sí en lo cotidiano
de la vida; pese a ello, es notable que gran parte de la historia de Colombia ha estado signada
por la violencia política entre distintas facciones ideológicas y partidistas: santanderistas
contra bolivaristas, liberales contra conservadores, facciones de izquierda contra el Estado,
facciones de derecha contra partidos de izquierda, etc. Así, podríamos señalar que el principal
reto democrático está en desactivar la violencia como un mecanismo de competencia política,
abriendo la participación política a la pluralidad de fuerzas existentes. La participación se
constituye entonces en una alternativa de desactivación de la violencia política, posibilitando
que todas las facciones ideológicas y partidistas puedan hacer parte del debate público sin que
medie entre ellas la violencia como instrumento de competencia.
La Constitución de 1991, desde sus orígenes, se propuso la idea de abrir el sistema político
a otras fuerzas que querían participar de la política más allá de los partidos hegemónicos.
Desde el período presidencial inmediatamente anterior a la nueva constitución, durante
la presidencia de Virgilio Barco, se venía negociando la desmovilización de varios grupos
guerrilleros, entre ellos el M-19, el Quintín Lame y el EPL, que en el contexto de la negociación
exigían al gobierno que los permitieran hacer política sin necesidad de pertenecer a los partidos
políticos tradicionales. Pero fue solo hasta 1990, en el contexto de la presidencia de César
Gaviria, cuando fueron elegidos los 70 miembros de la asamblea constituyente, que se les dio
participación con voz, pero sin voto a 4 representantes del Ejército Popular de Liberación (EPL)
y del Movimiento Armado Quintín Lame. Por supuesto, también fue clave la participación de los
ex militantes del M19 en la formulación de la nueva constitución dado que ya habían hecho la
transición a la democracia después de la entrega de armas. Así, la nueva Constitución buscó
abrir espacios democráticos para nuevas expresiones políticas. No se trataba solo de abrir
espacios para los excombatientes de grupos insurgentes, sino a la vez ampliar las posibilidades
para que líderes de distintos movimientos sociales pudieran hacer política y participar con
independencia de los partidos políticos tradicionales.
En esa dirección, la Constitución de 1991 pretendió abrir los espacios de participación al interior
de la sociedad, buscando fomentar la construcción del Estado por parte de la ciudadanía, pero
a la vez abriendo la posibilidad a que diversos sectores distintos a los partidos tradicionales
incursionaran en la política misma. Así, la Constitución concibió al Estado no solo como “Estado
de Derecho”, es decir, un estado en el cual las decisiones de las autoridades se tienen que basar
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en la ley y no en la arbitrariedad de éstas, sino que a la vez concibió al Estado colombiano
como un estado democrático y participativo. Este cambio de concepción significó un avance
cualitativo en tanto se estaba formulando el tránsito de un Estado representativo a un Estado
participativo, en el cual los ciudadanos no son solo los destinatarios de las normas, sino a la vez
son concebidos como partícipes en la toma de decisiones de las cuestiones que los afectan.
A modo de cierre, es preciso indicar que la Constitución Política de 1991 surgió entonces en un
momento en el cual se venían ejerciendo en el país una serie de presiones tendientes a lograr la
apertura a mayores espacios democráticos. No solo se desarrollaron reformas tenientes a que
nuevos movimientos políticos tuvieran las garantías para ingresar a la arena política y no solo
se privilegiara a los partidos tradicionales. El principal cambio apuntó a una profundización de la
democracia participativa, dando así garantías al ciudadano de que no será excluido del debate,
del análisis, ni de la resolución de los factores que inciden en su vida diaria. La participación
se concibió entonces como principio fundante del Estado y fin esencial de su actividad, lo cual
implica, para las distintas autoridades, el deber de promoverla.
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Referencias
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INFORMACIÓN TÉCNICA
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