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Implicancia y formación corporal en el proceso diagnóstico.

Estefanía Gisel Audisio.


Fernanda Marianela Campos.
Luciana Nicole Mancilla Altamirano.

Sede: Córdoba, Licenciatura en Psicomotricidad -


Práctica 4 Eje:Diagnóstico Psicomotor.

Palabras clave: Formación Corporal- Implicación- Diagnóstico Psicomotor- Rol del


Psicomotricista

Resúmen:
Para iniciar, el objetivo que persigue este escrito es poder reflexionar sobre la implicancia
del/a psicomotricista en el proceso diagnóstico a la luz de la formación corporal,
específicamente en lo que respecta a la escucha en el encuentro con el/la niño/a y su
familia. “Cuando escucho a otro estoy dispuesto a recibir su palabra y su voz, a darle un
lugar en mi pensamiento y para que esto suceda debo disponerme” (Calmels, 2018).
Considerando a la formación corporal como un aspecto muy relevante para el hacer
específico del rol, en la práctica del diagnóstico psicomotor, la experiencia de la
realización de entrevistas y de la construcción de un dispositivo nos lleva a preguntarnos
¿Qué supone implicarse en el proceso diagnóstico en relación con la propia formación
corporal? Luego de que esto nos interpele, recurrimos a Valeria Bedacarratx (2002) quien
habla sobre implicarse, lo cual supone “analizar la propia implicación”, “hacerse cargo” y
así “hacer inteligible la situación en la que nos encontramos”. Asimismo, a partir de Ingrid
Hening (2017) pensamos en el valor de la intervención y de la formación corporal como
aquel espacio posibilitador de una mirada y una escucha específica para ofrecer y
acompañar al/a niño/a y a su familia.
Re-pensar a partir del recorrido.

El siguiente escrito surge a partir de experiencias realizadas en un espacio de práctica


profesionalizante, específicamente, la Práctica 4 Eje: diagnóstico psicomotor,
correspondiente a la Licenciatura en Psicomotricidad, inscripta en la Facultad de
Educación y Salud de la ciudad de Córdoba. Estas experiencias llevadas a cabo en la
misma, nos interpelaron. A partir de ello, el objetivo principal que persigue este escrito es
poder reflexionar sobre la implicancia del psicomotricista en el proceso diagnóstico a la
luz de la formación corporal, específicamente en lo que respecta a la escucha en el
encuentro con el/la niño/a y su familia.
Trataremos de responder la pregunta y poner en tensión algunos de los conceptos
principales teniendo en cuenta los aportes de Valeria Bedacarratx, Daniel Calmels, Mara
Lesbegueris, Ingrid Hening, entre otros. A su vez, nos remitiremos al concepto de
diagnóstico psicomotor que fuimos construyendo a lo largo del camino de las prácticas.
Intentar comprender cómo implicarnos desde lo corporal, nos introduce a cada terapeuta,
de forma distinta, en el proceso del diagnóstico psicomotor. Es importante, entender que
durante nuestra formación, no todos construimos nuestra corporeidad de la misma
manera, y es significativo, a su vez, tener en cuenta cómo y qué de lo corporal se va a
poner en juego en cada uno de los momentos del proceso diagnóstico.
Creemos pertinente aclarar que este proceso consta de las siguientes etapas:
derivación-origen de la consulta; entrevista inicial; examen psicomotor; visita domiciliaria,
a la escuela u otra institución; interconsultas e interdisciplina; entrevista de devolución; y
por último, el informe diagnóstico psicomotor. Por lo tanto, como venimos mencionando,
en cada paso que damos hacia un diagnóstico está implicada nuestra formación tanto
corporal, como teórica y práctica.
Es a partir de lo planteado que, como estudiantes de cuarto año con una trayectoria
corporal realizada, nos interrogamos acerca de la importancia de la misma en los
espacios de diagnóstico psicomotor, surgiendo a partir de ello, la pregunta....

¿Qué supone implicarse en el proceso diagnóstico en relación con la propia


formación corporal?

A partir de esta pregunta, es que nace nuestro escrito, y para poder responder a ella,
creemos necesario definir ante todo, ciertos conceptos claves. Principalmente
definiremos implicancia, la cual supone “analizar la propia implicación”, “hacerse cargo” y
así “hacer inteligible la situación en la que nos encontramos” (Bedacarratx, V. 2002).
D. Calmels (2013) confiere a la implicación como “la capacidad de envolver un acto con
pensamiento”. Implicarse es comprometerse con una idea, podríamos decir en este
contexto la idea de lo que comprendemos como diagnóstico psicomotor en relación al
sujeto y sus producciones corporales. El autor nos dice también que esta acción
pensante constituye la esencia de un acto profesional, lo cual creemos que es algo a
destacar para poder re-pensarnos con otros en el futuro ejercicio profesional.
A partir de nuestro tránsito en la práctica, consideramos inicialmente al diagnóstico
psicomotor como el “arte de conocer”; conocer a partir de la mirada, de la escucha, del
sentir, lo que nos lleva a comprender al/la sujeto/a. La finalidad del diagnóstico
psicomotor, en palabras de Garbarz (s/f), es “entender qué le pasa al niño y poder dar
cuenta el por qué de lo que pasa”. Aunque hoy en día, los psicomotricistas no abocamos
nuestra tarea únicamente al trabajo con niños/as, sino también con adolescentes,
adultos/as, y adultos/as mayores.
El diagnóstico psicomotor es un proceso de valoración, dinámico y flexible que supone el
encuentro con el/la niño/a y su familia. Demanda tiempo, disponibilidad y compromiso por
parte del psicomotricista y nos permite reconocer y reflexionar en los encuentros que
tenemos con el/la sujeto/a, donde se pone en juego su funcionamiento psicomotor, su
historia singular y lo que expresa en su ser y hacer con el cuerpo.
En psicomotricidad, nuestro objeto de estudio y nuestra principal herramienta de trabajo,
es el cuerpo. Entonces, podemos pensar en el rol a partir de lo que nos sucede en el
cuerpo durante el encuentro con los/as otros/as.
Bergés (1991), nos habla del cuerpo como “receptáculo" y en este sentido, durante el
proceso diagnóstico, pensamos en las resonancias del mismo en relación con la familia y
el/la niño/a, ya que en todas nuestras intervenciones y encuentros,se pone en juego algo
de lo propio. Consideramos lo propio construido a lo largo de la formación académica,
específicamente en este momento lo pensamos con la puesta en práctica de la relación
corporal con los/as otros/as, dada especialmente en la formación corporal.
Nos resultan interesantes los aportes de Ingrid Hening (2017), por lo que tendremos en
cuenta la intervención directa con el/la niño/a y con sus adultos/as significativos/as
durante el proceso diagnóstico. Con el/la niño/a, implica desde el rol el acompañar y
favorecer el proceso de exploración, conocimiento y apropiación del cuerpo. Para que
esto pueda ser posible será necesario que el/la psicomotricista disponga de sus
competencias trabajadas en la formación corporal.
Por esta razón, creemos que es de suma importancia la formación corporal, la misma es
singular e individual de cada terapeuta y debe ser ejercitada permanentemente a lo largo
del ejercicio profesional. Cabe aclarar, que con esta sola no es suficiente, sino que es
necesario para nosotros trabajar las diferentes vertientes de la formación del
psicomotricista. Son tres los pilares fundamentales del rol: la formación teórica, práctica y
corporal específica, asimismo también consideramos que sería pertinente el análisis
personal dado que permitirá poder revisar nuestra propia historia, analizar nuestras
acciones y otorgarle espacio y palabras a aquello que nos sucede y que puede repercutir
en las relaciones. Como nos dice Wallon (1965) la experiencia formativa va a referir a la
posibilidad de sensibilizarse, como también a la de reflexionar y conceptualizar sobre
aquello que fue vivido, sentido y representado. De esta forma, “la formación corporal
integra un proceso formativo disciplinar orientado hacia un “quehacer” profesional futuro
que trabaja con las corporeidades” (Lesbegueris, 2020).
La formación por vía corporal, como explican Camps y Mila (2011) nos dota de
herramientas para poder entender al/a otro/a en su expresividad tanto tónica como
emocional, para decodificar y dar sentido a las señales que nos brinda su cuerpo, sus
gestos y su hacer.
Las experiencias de la práctica son del y con el cuerpo, por lo tanto en cada una surge un
“me pasa”, “me afecta” y cobra sentido, en cuanto produce una marca significativa. Poder
pensarnos y proyectarnos en un futuro a partir de lo acontecido, nos permite
preguntarnos qué nos genera el encuentro con los/as otros/as. Otros/as que vienen
angustiados/as, desesperados/as, inhibidos/as, desorientados/as, confundidos/as, en
busca de una respuesta, de alguien que los contenga. Nos suponen un saber el cual
nosotros quizás podríamos responder, dice Haydeé Coriat “suponen que nosotros
sabemos acerca de él: quien es, de donde vino, como será. Suponen que algo en ese
niño nos pertenece” (1993). A su vez, Hening (2017) dice que se trata del saber del/a
psicomotricista puesto al servicio del paciente.
Por su parte, Mara Lesbegueris (2020) nos afirma que la formación va a implicar el
trabajar con la otredad. “Y alojar lo que viene del otro no se reduce a ser tolerante con el
diferente”, por lo que como terapeutas nuestro ejercicio también se basará en brindar una
apertura donde se pueda pensar aquello que es incomprendido, excluido e invisibilizado.
Algo del/a otro/a nos toca, entonces... para poder alojar aquello que adviene del/a otro/a
y poder implicarnos, para conocer al/a sujeto/a que tenemos frente a nosotras, será
necesario dejarnos tocar. Tocar supone que hubo algo que nos interpeló, “nos tocó”, es
aquello que Levin (2014) menciona como lo intocable del toque, y que nosotras lo
interpretamos desde el relato de una familia o desde, lo que nos mostrará el/la niño/a en
la sesión.
En relación al niño, la implicación del psicomotricista “garantiza el descubrimiento de un
niño diferente, ‘otro niño’, que le podrá confiar sin ninguna reserva su historia afectiva de
placer y displacer” (Aucouturier,2015 ).
A modo de conclusión, en este sentido, la formación corporal nos habilita a poder
implicarnos tanto con nosotros/as mismos/as como con quienes nos relacionamos,
otorgándonos a su vez, herramientas para la intervención a lo largo del proceso
diagnóstico. Dicho de otra manera, nos podría conceder la vivencia del silencio, de la
espera, de la escucha, de la mirada, aspectos necesarios por ejemplo a la hora de llevar
a cabo una entrevista. Entonces, diríamos que implicarse a la luz de la formación corporal
supone poder escuchar/nos, aceptar/nos, comprender/nos, mirar/nos …
A razón de esto creemos importante “pensar lo que se hace y saber lo que se piensa”
(Castoriadis, 1983), pensarnos y preguntarnos nos lleva a la construcción del rol y a su
vez a la puesta en juego de ello.
Fue gracias a las experiencias realizadas durante el transcurso de esta práctica 4,
mediante el role play en entrevistas, en la construcción del dispositivo para la hora de
juego con un niño, y en la toma de diversos tests, que pudimos darnos cuenta que no es
menor la propia formación corporal, ya que diversos aspectos de nuestra propia historia
corporal y relacional, se implican constantemente. Creemos que es muy importante
reflexionar sobre lo que hacemos y lo que nos pasa con otros/as, y es este poder
reflexionar lo que hace que la teoría incorporada a lo largo de estos años, deje de ser
teoría y se transforme en práctica.
Bibliografía:

- Lesbegueris, M. (2020).“Géneros y Psicomotricidad”. Editorial Biblos. Buenos


Aires, Argentina.

- Coriat, H. (1993).Coriat, H. (1993). E.T.: ¿Hacedores de bebés? En Escritos de la


infancia, N° 1. F.E.P.I. 2° edición. Buenos Aires, Argentina

- Aucouturier, B. (2015) “Los fantasmas de Acción y la clínica psicomotriz” Grao


Ed. Barcelona.

- Hening, I. (2017) Metodología de la intervención en la Clínica Psicomotriz. En De


Leon C, Cal C (comp) Psicomotricidad. Perspectiva Uruguaya. Eduntref. Buenos Aires,
Argentina.

- Levin, E. (2014) La experiencia de ser niño: plasticidad simbólica. Ed. Nueva.


Buenos Aires, Argentina.

- Camps,C; Mila, J (2011) “El psicomotricista en su cuerpo: de lo sensoriomotor a la


transformación psíquica”. Miño y Dávila editores. Buenos Aires, Argentina.

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