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PRIMERA PARTE
En cada uno de estos libros, Sicre va alternando y explicando las cartas que
escribió Pablo. Algunos conocéis “El Cuadrante”. Hay otro que corresponde a la parte
dialogada, novelada: “Memorias de Andrónico”. Éste era hijo de Teófilo, al que se
dirige Lucas. Teófilo ha muerto y Andrónico con su mujer, sus hijos y sus nietos, en
reuniones familiares, nos dan un poco la idea de lo que podrían ser los grupos de
estudio de la Biblia: van leyendo el texto y lo van comentando. Son unos comentarios
muy originales de un gran exegeta español, utilizando un método muy entretenido y
ameno, al alcance de todos.
Los Hechos de los Apóstoles son la segunda parte de una gran obra de
Lucas.
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rostro hacia Jerusalén). Podríamos traducirlo en español como “afrontó su destino
(subida a Jerusalén)”. Afrontar es mostrar la frente. “Con valentía” (“parresía”).
En el cap. Primero. Lucas nos dice cómo hizo para relatar los hechos
narrados que están dirigidos a cristianos de la segunda generación. Ya han muerto los
apóstoles. Se trata de una comunidad cristiana que está viviendo dentro del imperio
romano como ciudadanos romanos, a quienes se les plantea un dilema, como también
a nosotros hoy. A veces, tenemos que combinar dos fidelidades, una como
ciudadanos, allí donde vivimos con unas estructuras sociales, políticas, económicas…
y también otra: la fidelidad a Jesucristo.
A veces, hay conflictos entre esas dos fidelidades y hay que elegir. En África se
dice que “un solo pie no puede seguir dos caminos al mismo tiempo”. Los cristianos,
cuando había conflicto, elegían a Jesucristo, lo cual llevaba consigo la marginación, la
persecución e incluso la muerte. No digo martirio porque la palabra martirio es lo
mismo que la palabra testimonio. El testimonio llevado hasta el final es dar la vida. De
hecho en el Apocalipsis Jesús se presenta como el “Testigo fiel”, él es el primer mártir,
el mártir por excelencia. Cuando Jesús envía a su Iglesia para dar testimonio es un
testimonio martirial.
En esta obra que tiene dos partes, el cap. 24 de la primera, es decir del Evangelio, y
especialmente la última parte de la aparición del resucitado a los apóstoles y el
comienzo de la segunda (Hch 1,1-11) forman como un díptico, es decir, dos cuadros
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unidos por unos goznes: el final del Evangelio (Lc 24,36-53) y el comienzo de los HA
(Hch 1,1-11). Ambos textos narran prácticamente lo mismo, aunque no del todo, pues
el comienzo de los HA presenta un resumen de la primera parte de la obra con
algunas diferencias.
Fijaos que, en Lc 24,36ss., dice: Le dieron pescado, lo tomó y les dijo: “Esto es
lo que os decía cuando todavía estaba con vosotros (la presencia física de Jesús) que
tenía que cumplirse en mí todo lo escrito en la Ley de Moisés, en los profetas y en los
salmos” (Es la única vez que se habla de la división que hay en la Biblia hebrea. La ley
(la Torá), los profetas y los salmos. En ellos se revela el destino de Jesús. “Entonces
le abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura…” Porque no se habían
enterado de nada. Ahí tenemos, como ejemplo, a los discípulos de Emaús (Lc 24,13-
35): Jesús se les aparece, pero desde la tristeza y el desencanto se atreven a hacerle
toda una catequesis a Jesús desde lo que se comprende, pero sin fe. A lo que Jesús
les responde: “Pero qué torpes sois. ¿Acaso no tenía que (= no era el plan de Dios)
padecer eso el Mesías para entrar en su gloria?” (Lc 24,26).
No hay otro camino para llegar a la gloria que pasar por el camino de la
cruz: para subir a la gloria, hay que subir a la cruz. A la libertad sólo se pasa por el
“éxodo”. El éxodo pasa siempre por la muerte. Luego Pablo, en la carta a los romanos,
hablando del bautismo utilizará los mismos términos y maneras y esto hay que vivirlo
en la historia de cada día.
Luego Jesús les va explicando todo lo que decían de él la Ley y los Profetas.
Es en la fracción del pan, el signo de la Eucaristía cuando se les abren los ojos, se
llenan de alegría y reconocen al resucitado. No habían comprendido nada. Jesús les
abre los ojos de la inteligencia.
“En la primera parte, querido Teófilo, conté todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el
principio hasta que después de dar instrucciones por medio del ES a los discípulos
que había elegido fue llevado al cielo…” Eso es lo que ha contado en Lc 24,36-49: “Así
está escrito, que el Mesías tenía que padecer y resucitar al tercer día de la muerte,
que en su nombre predicaría penitencia y absolución de los pecados a las naciones
empezando por Jerusalén (no tanto por la ciudad sino por la institución). Vosotros sois
testigos de ello. Yo os envío lo que el Padre prometió. Por eso quedaos en la ciudad,
no en la institución, sino en la ciudad” El texto dice “sentaos”. Permaneced sentados,
quietos parados. No toméis ninguna iniciativa. Cosa que veremos en el primer capítulo
de los HA, donde Pedro no obedeció, seguía siendo rebelde. Quedaos en la ciudad
hasta que desde el cielo os revistan de fuerza. Después los condujo fuera (cf. Lc
24,50-53), fuera de la institución, fuera de la ciudad, hacia Betania, y alzando las
manos los bendijo y mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén, no a “Ierosólyma”, sino a la
institución, pero muy contentos y pasaban el tiempo en el Templo.
Les costó mucho realizar su propio camino de éxodo, de salida. Entonces, en el primer
cap. Nos dice “Se nos había presentado vivo durante cuarenta días. Lucas dice que
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llegar y pum ¿de dónde salen los cuarenta días? Ya sabéis que la cifra 40 es un
número simbólico: Jesús 40 días en el desierto antes de comenzar su misión, el
pueblo permaneció 40 años en el desierto en el éxodo hasta llegar a la tierra
prometida, Moisés permaneció 40 días con sus 40 noches en el Sinaí hasta recibir la
revelación de Dios, la Ley. Elías, huyendo de la pérfida Jezabel, durante 40 días con
sus 40 noches anduvo a través del desierto para ir al Sinaí, al Horeb, donde se le
apareció el Señor con una novedad, la experiencia del Dios misericordioso y liberador,
ya no era ese Dios terrible del trueno y la tormenta, de la tempestad, sino el de la
calma brisa, el Dios del silencio. Dios habló en el silencio. Y en el silencio Elías
reconoció la presencia de Dios y fue enviado a Misión.
Los rabinos, cuando cumplían los 40 años recibían el diploma de rabino y podían
enseñar.
Aquí hay algo más que un relato histórico. Es el tiempo necesario de maduración, de
conocimiento, encuentro personal con el resucitado.
¿Para qué? Después de su pasión con muchas pruebas y hablando del reinado de
Dios. Estando comiendo con ellos les encargó que no se alejasen de Jerusalén, de la
ciudad, sino que esperasen lo prometido por el Padre.
Les dio pruebas de que estaba vivo. ¿Cómo vas a dar testimonio de que Jesús está
vivo si no tienes la experiencia? No es una experiencia física sino una experiencia
espiritual. El resucitado ya no es accesible a nuestros ojos.
Fijaos que cuando dice “se apareció”, se traduce por “se hizo ver”. Cuando se hace ver
el resucitado, tiene que dar signos de que es él, de que es el que vivió con ellos y por
eso les dice “¿Tenéis algo de comer?”, “mirad mis manos y mis pies”, “mete la mano
en el costado”, para que vean que el resucitado y el Jesús terreno son el mismo.
Son unos signos, hoy diríamos sacramentos, para identificar al resucitado con el Jesús
histórico. Eso es lo que hace durante esos 40 días (Hch 1,3). Luego en Hch 1,5 dirá:
“Juan bautizó con agua, pero vosotros, dentro de poco seréis bautizados con el
Espíritu Santo…” (cf. Hch 2,1-4.17-18.33.44-48; 4,31; 10,44-47; 11,15-16; 19,1-6).
“¿Es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?” (Hch 1,6). ¡Después
de 40 días! ¡Qué duros eran de mollera! Y nosotros también, cuando nos decimos “es
que nosotros…”, pero ellos tampoco comprendieron. No nos desanimemos. El
privilegio que tenían era el de haberle conocido al Jesús terreno y ¿de qué les había
servido? No había una experiencia espiritual de reconocimiento en el resucitado al
Jesús terreno. Eso es la obra del Espíritu, la obra de Dios.
“Les contestó: no os toca a vosotros marcar los tiempos y las circunstancias que el
Padre ha fijado con exclusiva autoridad, pero recibiréis la fuerza del ES que vendrá a
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vosotros. Seréis testigos míos en Jerusalén (ciudad e institución), Judea y Samaría y
hasta el confín del mundo” (Hch 1,7-8).
Tuvieron que recibir la fuerza del ES, pero mientras tanto tienen que permanecer
quietos paraos en la ciudad. Hasta que no reciban el ES no tienen que mover ni un
pelo
“Dicho esto se elevó y una nube se lo quitó de la vista” (Hch 1,9). Eso no quiere decir
que Jesús no esté ya presente. Es otra presencia. Ya no es la presencia física, sino
mística y espiritual. El programa es: “seréis mis testigos en Judea, Samaria y hasta el
confín del mundo” (Hch 1,8).
Pero si eso estaba tan claro ¿por qué les costó tanto a la primera comunidad abrirse a
la misión universal? Son palabras no del Jesús histórico, sino del resucitado. Hay que
asimilarlo desde la experiencia espiritual del Espíritu que es el que condujo la misión
de Jesús y es el que conduce la misión de la Iglesia. Y la misión de la Iglesia es
también actual. Hoy se habla mucho de “Iglesia en salida”. Esperemos que no se
convierta en un simple eslogan… El camino de la Misión es un camino de éxodo: salir
del terreno trillado y guiados por el ES ir abriendo caminos nuevos
Ahora bien, cuando surge una novedad reaccionamos diciendo “siempre se hizo así”.
Hay que estar atentos a la guía del ES. La Iglesia descubrió la Misión universal guiada
por el Espíritu de Jesús. Jesús, en el Evangelio, fue dando signos de apertura a los
gentiles, atravesando fronteras fuera del terreno sagrado de la tierra prometida,
acogiendo a los que estaban marginados y fuera de la institución, derribando barreras
y fronteras (cf. Mt 8,5-13; Lc 7,2-10; Mt 15,21-28; Mc 7,24-29). La Iglesia lo fue
interpretando así guiada por el ES (Hch 10-11). Ya lo decía san Juan “El ES os
conducirá a la verdad plena” (Jn 16,13).
Eso hay que asimilarlo interiormente. Es lo que tuvo que hacer la Iglesia. Ya veremos
las resistencias que hubo.
“Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos ángeles
vestidos de blanco… Hombres de Galilea ¿qué hacéis allí mirando al cielo?”… (Hch
1,10-11).
La ascensión de Jesús la presenta Lucas como un arrebato, según el modelo del rapto
de Elías (2 Re 2 2,1-15): Deshacen el camino desde la tierra prometida y atraviesan el
Jordán. Tras el arrebato de Elías, Eliseo golpeó el agua del Jordán con el manto de
Elías, las aguas se separaron y él pudo regresar a la tierra prometida: había recibido
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los dos tercios del espíritu profético de Elías. “Se ha posado sobre Eliseo el espíritu de
Elías”.
Lucas se está inspirando, probablemente, en este texto de Elías y Eliseo. ¿Qué hay
detrás de todo esto? Sabemos que durante su vida terrena la familia de Jesús no creía
en él, aunque dos de los discípulos eran parientes de Jesús, Santiago y Judas Tadeo.
Creían que estaba loco y fueron a buscarlo (Mc 3,21; cf. Jn 7,5). Qué vergüenza,
nuestro hijo nos está avergonzando. Es lo que le dirá Cesto a Pablo antes de
mandarlo a Roma preso: “Está loco, Pablo; las muchas letras te han vuelto loco” (Hch
26,24).
Y sus parientes, aquellos que no creían en él, ahora están allí, después de la muerte
de Jesús, par a ver quién va a heredar. Había uno que había desaparecido del grupo.
Judas. Y Jesús les había dicho: quietos parados en la ciudad “hasta que recibáis la
fuerza de lo alto”. Sin embargo, Pedro se levanta, un día, y da un golpe de mano. Se
puso en pie delante de los hermanos, 120, fijaos que esta cifra es 12 x 10. Diez es el
número más pequeño para que los judíos puedan reunirse y hacer comunidad para la
oración. Doce es el número simbólico de las 12 tribus de Israel. Lo cual hace
referencia al pueblo de Israel (120 personas) reunido y dijo: “Queridos hermanos, tenía
que cumplirse…” (Hch 1,16-19). Aquí hay dos cosas: el `puesto de apóstol como los
doce tiene que quedar desolado, pero el ministerio que lo ocupe otro. Entonces hacen
una oración, lo ponen todo en nombre de Jesús. Echan a suertes, algunos dicen que
echaron a suertes con el “Urim y Tumin” esas piedras que el sumo sacerdote llevaba
para la adivinación. El término griego indica que se trata más bien como de unas
bolitas, piedras… y votaron. Habían presentado a dos, uno José Barsabás, el Justo,
que aparecerá luego y Matías. Y rezaron: “Tú, Señor, que conoces los corazones…”
para ocupar el puesto de este ministerio apostólico (Hch 1,24-25), del ministerio, no
del grupo. La suerte tocó a Matías y fue incorporado al grupo de los doce apóstoles
(Hch 1,26).
Esto lo estudia muy bien Joseph Rewuskam: los candidatos tienen que ser alguien que
haya conocido a Jesús desde el comienzo, desde el bautismo hasta que fue
arrebatado al cielo. ¿Qué es lo que consigue Pedro? Excluir a los parientes de Jesús
como pretendientes a la herencia de Jesús, o sea, cortarles las alas. Pedro completa
el grupo de los doce y una vez que el grupo de los 12 estuvo reconstituido, a los
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demás ya no se les llama apóstoles. El grupo estaba cerrado. Pedro cierra el grupo de
los doce para cerrarles el camino a los parientes. Aunque Santiago, un pariente, fue el
que se quedó de jefe de la comunidad de Jerusalén, los fieles a la Ley de Moisés.
A Pedro no le salió del todo el tiro por la culata, sólo en parte, pues hubo muchas
tiranteces. Nos hacemos a veces unas ideas rocambolescas de la primera comunidad,
en realidad está muy cerca de lo que vivimos nosotros en nuestra familia SMA.
Llegamos a Pentecostés donde estaban todos reunidos (Hch 2). Aquí “la casa” está
haciendo referencia a la comunidad, a la Iglesia. Se llenaron todos del ES,
cumpliéndose la promesa que el Padre había hecho por medio de Jesús.
“Residían en Jerusalén judíos piadosos venidos de todos los países del mundo…
partos, medos, habitantes de Mesopotamia…” (Hch 2,5-11).
He aquí un esquema que nos muestra lo que el texto nos está presentando: la lista de
las naciones que representan los cuatro puntos cardinales. Esto nos puede
ayudar a comprender la misión universal.
N
(Los habitantes por derecho propio)
ASIA
Frigia Ponto
Panfilia Capadocia
Judea MESOPOTAMIA
O
E
(Los sobrevenidos) […] (Los pueblos del
pasado)
Romanos Cretenses Árabes Partos Medos
Elamitas
Si nos fijamos en los pueblos enumerados en esta lista de las naciones presentes en
el acontecimiento de Pentecostés (en los HA se narran varios “pentecostés”), los
quince pueblos o naciones están ordenados siguiendo una línea imaginaria que enlaza
con los cuatro puntos cardinales. Hay una línea imaginaria central que enlaza los 4
puntos cardinales pasando por el centro. Y en el centro está Judea con su capital
Jerusalén donde residían de forma provisional los representantes de toda la
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humanidad de ese momento. Lo cual quiere decir que hoy día tendríamos que tenerlo
en cuenta. Hay como un movimiento rectilíneo que parte de Oriente (primer grupo).
Pasa por el centro, viene hacia el Norte (segundo grupo) y va hacia Occidente para
volver hacia Oriente (tercer grupo). Los cuatro puntos cardinales.
En el punto de partida están los partos, medos, elamitas. Que están en el Este de
Judea y Jerusalén (Irak, Irán…) Son los pueblos de los antepasados. De allí se sube a
Mesopotamia hasta las orillas del Jordán y luego va hacia el centro, Judea. Sube hasta
El Ponto y Capadocia, la actual Turquía. Es la parte de Galacia, la capital. Es la actual
Ankara (Alcira) donde Pablo fundó una iglesia a la que escribió una carta: la carta a los
Gálatas. De allí parte hacia Asia, la parte occidental de Turquía, cuya capital es Éfeso.
De allí pasa a Frigia y Panfilia, que son dos regiones de Turquía y de allí baja a Egipto.
Todo esto son los habitantes por derecho propio que estén en el centro de la tierra.
Luego pasa hacia el Oeste, Libia, la región de Cirene para subir a los “sobrevenidos”.
Están los habitantes del pasado, los habitantes “por derecho propio” y los
“sobrevenidos”: romanos, cretenses y árabes.
En esta lista se echa de menos a Siria, así como Macedonia y Grecia. Lucas no ha
pretendido ser exhaustivo. No pretende poner una lista completa de las naciones
existentes. Menciona una línea imaginaria por los 4 puntos cardinales. En el centro
están las naciones, por criterios geográficos: Mesopotamia, Judea, Capadocia,
Ponto… pueblos por derecho propio. A cada lado, siguiendo criterios étnicos, cita a los
pueblos del pasado. Luego, en la otra parte están los “sobrevenidos”, pero tiene
mucho cuidado en precisar, a propósito de los romanos, que son los actuales
invasores de Palestina y se habla de “judíos y prosélitos”. El texto habla de romanos
residentes, judíos y prosélitos, no de los invasores. Porque había romanos que habían
ido “provisionalmente” por la Pascua y allí estaban en peregrinación.
Están los cretenses y árabes. Ahí está presente el expansionismo de los cretenses y
los árabes que apuntan en el horizonte. El horizonte se abre, porque el mensaje tiene
que ir hasta los confines de la tierra.
Luego viene el primer discurso de Pedro. Creen que está borracho, pero no, “esto no
es fruto del vino sino que se ha cumplido la profecía de Joel que había profetizado:
“vuestros hijos e hijas profetizarán” (Hch 2,17-18). Llegará el momento en que todo un
pueblo será pueblo de profetas y eso sucede hoy. Son los famosos discursos de los
HA.
Se les contesta:
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ideal, modelo en el que todas las comunidades de todos los tiempos deberán mirarse
como en un espejo de lo que tiene que ser la comunidad de los discípulos de Jesús
“Eran asiduos en escuchar las enseñanzas de los apóstoles… en la fracción del pan y
en las oraciones…” (Hch 2,42-47). No creáis nunca que nosotros convertimos a la
gente, el que cambia los corazones y añade gente a la comunidad es el Señor.
Seamos humildes, que a veces nos pasamos de rosca.
Empieza ya el ministerio de los apóstoles. Han recibido los poderes de Jesús y Pedro
va al templo (Hch 3), encuentra allí a un paralítico que estaba pidiendo limosna y “le da
lo que tiene: “en nombre de Jesús de Nazaret… y llega el conflicto. Pasa como con el
ciego de nacimiento (Jn 9). Los llaman porque eso puede crear problemas. El obrar, el
trabajo de humanización puede entrar en conflicto con aquellos a los que defendiendo
la religión del “siempre se ha hecho igual”, se pone en tela de juicio una religión que no
libera sino que oprime. Entonces viene el interrogatorio, el pedir explicaciones… los
otros pueden verse amenazados de que les estás derribando el chiringuito.
“Id y haced discípulos de todas las naciones” (Mt 28,19-20), no clientes. Al cliente se le
da siempre la razón, se le ofrecen rebajas. Sin embargo, Jesús llama al discipulado y
muchos reaccionan diciendo: “Este lenguaje no se aguanta” y muchos se fueron (Jn
6,66). Jesús se dirige a los doce y les pregunta: “¿También vosotros os queréis ir?”.
Pedro responde: “sólo ti tienes palabras de vida eterna” (Jn 667-69). La realidad es
que también lo abandonaron. Jesús está dispuesto a quedarse solo; él tenía una
misión y un lenguaje que anunciar, como la iglesia hoy. El testimonio tiene que ser
claro, franco, valiente y libre. La “parresía” tiene que estar presente también en la
Iglesia.
Luego viene la comunidad de bienes. Otro sumario sobre la primera comunidad: “Un
tal José a quien los apóstoles llamaban Bernabé, que significa consolado, levita y
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chipriota de nacimiento… (tío de Juan Marcos, que fue con Pablo en la misión a los
gentiles). Este Bernabé poseía un campo y lo vendió…” (Hch 4,32-37). Pero, en esa
comunidad no es oro todo lo que reluce: se habla de un tal Ananías y de su mujer…
que intentaron engañar, no sólo a la comunicad, sino también al ES… (Hch 5,1-10).
Esa primera comunidad no era perfecta; las nuestras tampoco. Lo que tenemos que
hacer es estar en proceso de conversión continua.
Son liberados milagrosamente…El camino de la misión es un camino imparable. Las
persecuciones sólo sirven a la expansión del testimonio. Intervención de Gamaliel, un
hombre sensato… (Hch 5,17-42).
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