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EL HECHO DE

CRISTO
U na introducción
a la teología
del Nuevo Testamento

A. M. HUNTER

EDITORIAL
LA AURORA
BUENOS AIRES
Título original:'
INTRODUCING NEW TESTAMENT THEOLOGY
Editado por SCM Press, Londres, 1957.
Traducción de Néstor E. Rostán.

Copyright 1967 by editorial y librería La Aurora


Doblas 1753 • Buenos Aires.
Printed in Argentina - Impreso en la Argentina.
Hecho el depósito que previene la ley 11723-. ·
CONTENIDO

Prefacio 7
Prólogo 9

Nota sobre las Fuentes 13

PRIMERA PARTE: EL HECHO DE CRISTO 15


1 El Reino de Dios y el Ministerio de Jesús 17
2 El Evangelio del Reino de Dios 35
3 La Resurrección 75

SEGUNDA PARTE: LOS PREDICADORES DEL HECHO 89


4 Los Primeros Predicadores del Hecho 91

TERCERA PARTE: LOS INTERPRETES DEL HECHO 125


5 San Pablo 127
6 San Pedro 163
7 El Autor de la Carta a los Hebreos 173
8 San Juan 183
Epílogo 223
Indices 227
PREFACIO

Hace unos doce años la SCM Press me invitó a es-


cribir una breve Introducción al Nuevo Testamen-
to. Ese pequeño libro, que fue acogido con bene-
volencia, se publica este año en una edición muy
aumentada. Pero desde su primera aparición estu-
ve acariciando el sueño de acompañarlo de un vo-
lumen que abordara la teología misma .Y no sólo
problemas de Introducción. Mi sueño se cumple
ahora en el, presente libro.
¿Otro libro más?, me parece oír decir a alguien.
¿No hemos tenido en las dos últimas décadas can-
tidad de Teologías del Nuevo Testamento? Sí;
pero en su mayoría, de autores alemanes y tan vo.
luminosos que están fuera del alcance del bolsi-
llo y a veces de la ilustración del pastor común
y del laico interesado en tales cuestiones. Además,
como Calimaco lo dijo hace mucho tiempo, mega
biblion mega hakon, un gran libro puede ser muy
pesado. . . De modo que he tratado de servir a
mis hermanos que están muy ocupados, proveyén-
doles un breve estudio que, espero, pueda poner-
los au fait con las últimas opiniones y énfasis teo-
lógicos. Que nadie me acuse de no tratar exhaus-

7
8 EL HECHO DE CRISTO

tivamente el tema. Esta no era mi intención, como


que es cosa que est,\ mucho más aUá de mis ca-
pacidades. Pero he pr-c:>c:µ:rado tratar los elementos
salientes y discutir los teólogos principales del
Nuevo Testamento. (Me interesó particularmente .
su unidad, pero también traté de extraer las di-
versidades que hay entre ellos), la Primera Parte
la encabeza "el Hecho de· Cristo" y trata del Rei-
no de. Dios, el Ministerio de Jesús, y la Resurrec-
ción. La Segunda Parte que se intitula "los Pri-
meros Predicadores del Hecho'; muestra la forma
en que los hombres del "período crepuscular"
(A. D . 30-50) proclamaron el Hecho. Luego en la
Tercera Parte nos encontramos con los principa.
les "Intérpretes del Hecho": S. fablo, S. Pedro, el
Autor de Hebreos, y S. Juan. ''; ·
No espero complacer a los sabios que brindarán
a mi pequeño libro una sonrisa de superioridad
y se irán tras un Bultmann o un Stauffer. Pero
puede este libro ayudar al pastor que, sobrecarga-
do de trabajo, quiera estar al día con la teología,
y el estudiante de nuestras escuelas de teología
apreciará una breve y simple Introducción a un
tema muy vasto. ¿No es ésta una de las cosas para
las que estamos los profesores de teología?
Quisiera dejar expresada con, gratitud la valiosa
ayuda que recibí de dos amigos, el Sr. Ian Howard
Marshall, M.A., y el Rev. Robert H. Mouncc,
B. D., M. Th., en la lectura de la dactilografía y
de las pruebas.
Abril de 1957 A. M. H.
PROLOGO

La Biblia es el Libro del Pueblo de Dios; o, si


se prefieren los términos dinámicos, el Libro de los
dos éxodos.
El Antiguo Testamento narra la historia de la
elección que Dios hizo de Israel para ser su pue,
blo; de cómo rescató a los israelitas de la esclavi-
tud egipcia por medio de Moisés e hizo con ellos
un Pacto en, el Sinaí, por el que llegaron a ser el
Pueblo de Dios (primer Exodo), y cómo a través
de los siglos siguientes los condujo y guió por me-
dio de "sus sier~os los profetas", disciplinándolos
por medio de bendiciones y de juicio para el alto
destino que tenían, e inflamando en sus· coraiones
la esperanza de un Día en que coronaría su. pro-
ceder de gracia para con ellos en la felicidad de
la Era Mesiánica.
El Nuevo Testamento es la historia del cumpli-
miento del plan divino de redención. Relata cómo
Dios completó su propósito de salvación enviando
a su Hijo, el Mesías, e inaugurando su Reino en
su ministerio, muerte y resurrección. Este es el se-
gundo éxodo (Cf. Lucas 9:31), y este es el acon-

9
EL HECHO DE CRISTO

tecimiento que denominamos "el Hecho de Cristo".


Con esta frase entendemos la totalidad de lo que
implicó la venida de Jesucristo, su persona, obra
y palabras, por supuesto1 -pero también la resurrec-
ción, el advenimiento del Espíritu y la creación
del nuevo Israel destinado a ser la Iglesia universal.
Y si se nos preguntara con qué autorización
consideramos la Biblia de esa manera, podríamos
responder que con la mejor de todas, la del mismo
Señor. Jesós vio de ese modo toda la historia de
la redención -como lo atestigua su parábola de los
la bradoi:es mal vados (Mar. I 2: l- I 2). Sólo si mira•
mos la Biblia en esa forma podremos tomar con
seriedad las palabras de Jesós: "No penséis que he
venido para abrogar la ley o los profetas; no he
venido para abrogar, sino para \umplir."
El marco histórico del Hecho de Cristo puede
señalarse brevemente. Comienza con un bautismo
administrado por Juan el hijo de Zacarías en el
río Jordán, hacia la mitad del reinado del empera-
dor romano Tiberio. Entre los receptores de este
bautismo hubo un hombre conocido generalmente
como Jesús de Nazaret, pero a veces como el hijo
de María. Nacido en Belén de Judea, alrededor del
año 6 a. de J.C., en el reinado del emperador
Augusto, mientras la Pax Romana circundaba el
mundo, creció en Nazaret ele Galilea, acompañan•
do a sus padres a las festividades de Jerusalén y
aprendiendo el oficio de _carpintero. Sabemos que
de joven adquirió nombradía por su capacidad de
explicar las Escrituras y suponemos, por sus pala-
Prólogo 11

bras y hábitos posteriores, que aunque amigo de


todos, gustaba retirarse de los lugares muy frecuen-
tados a la soledad, para meditar y orar. Cuando el
gran Augusto murió en el año 14, Jesús debía te-
ner unos 20 años de edad. Sin duda las noticias
de la muerte del emperador debieron turbar a mu-
chos de sus contemporáneos temerosos de que eso
pudiera significar el fin de la paz augustana y de
un imperio de orden. Pero Jesús pensaba en otra
paz y en otro imperio, y esperaba que llegara su
tiempo. Cuando, unos doce o más años más tarde
la voz de la profecía, por largo tiempo silencio-
sa, resonó de nuevo en el desierto de Judea en los
labios de Juan el Bautista, Jesús advirtió que su
tiempo había llegado. Bajó de Nazaret al Jordán
.para ser bautizado por Juan y para empezar un
ministerio en el que proclamaría un Reino más
poderoso que el romano y hablaría de un mundo
salvado no por el hombre hecho dios (como Au-
gusto o Tiberio), sino por Dios hecho hombre.
Porque él mismo era ese Hombre, y el escenario
se estaba montando para el segundo y más gran-
de Exodo ...
NOTA SOBRE LAS FUENTES

El "Hecho de Cristo" reclama un estudio del Rei.


no y el Mesías en los Evangelios Sinópticos. ¿Por
qué excluimos el Cuarto Evangelio? No es porque
lo consideremos como una interpretación teológica
que pierde todo contacto con los hechos de la his-
toria. Con frecuencia se. piensa que la "interpreta-
ción" significa necesariamente imponer a estos he-
chos un significado que les es ajeno. Pero puede
igualmenté significar sacar las ve-rdaderas implica-
ciones. Creemos que esto es lo que San Juan hizo,
así como creemos que su Evangelio contiene mu-
cha más historia de lo que alguna vez se pensó.
Sin embargo, hay diferencia entre el Cuarto Evan-
gelio y los tres primeros. Podría expresarse así:
Mientras que los Sinópticos colocan la teología en
un marco histót·ico, San .Juan coloca la historia en
un marco teológico (como lo testimonia el Prólo-
go). Una diferencia solo de grado, tal vez, pero,
una verdadera diferencia, que nos.• justifica en
colocar a Juan entre los intérpretes del Hecho.
En cuanto a los Evangelios Sinópticos, los consi·
deramos documentos históricos dignos de confian-

13
14 EL HECHO DE CRISTO

za. Esto no significa afirmar que todo lo que estd


en ellos (por ejemplo, algunos incidentes que se
encuentran solamente en Mateo) sea cierto. Pero sí
es afirmar (en contra de[a opinión de algunos crí-
ticos radicales)que> cuando se usan de acuerdo
con los métodos de una crítica sana y moderada,
constituyen un sincero registro de lo que Jesús dijo
e hizo. De modo que consideramos las obras y las
palabras (),tribuidas ii]esus en los Sinópticos como
auténticas, a menos que se encuentren fehacientes
argumentos para demostrar que no lo son.
PRIMERA PARTE

EL HECHO DE CRISTO
EL REINO DE DIOS
1 Y EL MINISTERIO DE JESUS

Hay una R3:~a.:~oja en ,el centro de los Evangelios:


la de la relación entre el Reino. de...lli.Qs y el rrtl·
nisterio_dL.,ksús. Y nuestra comprensión de todo
el Nuevo Testamento depende de la dilucidación
de esta paradoja.
¿Cuál es el tema dominante de los Evangelios
sinópticos? Los eruditos concuerdan en que para
esta pregunta hay una sola respuesta: el Reino de
Dios. 1 Con este tema Jesús inició su predicación;
es el tema 'de sus parábolas, el tema que tiene
en sus labios en la Ultima Cena. Vivió, obró y
murió con el pensamiento puesto en el Reino de
Dios.
Tomemos el evangelio más antiguo. San Mar-
cos, después de relatar la misión del Bautista,
pasa a ocuparse de Jesús que viene a Galilea
anunciando: "El Reino de Dios se ha acercado."
Pero si seguimos leyendo, lo que se nos presen-

1 He aquí las estadísticas: en Marcos aparece 14 veces


"el Reino de Dios" y en Lucas, 32. En Mateo aparece 4 veces,
y "el Reino de los Cielos" (que significa lo mismo), 33 veces.

17
18 EL HECHO DE CRISTO

ta es en realidad la historia de un hombre, Jesús


de Nazaret, que se llama a sí mismo "el Hijo del
Hombre", con lo que parece dar énfasis a su hu-
manidad. Este_Jeslis, después de ser bautizado por
Juan, comienza a predicar, enseñar y sanar, pri-
mero en las sinagogas y luego por las riberas del
lago de Galilea, adquiriendo tal reputación que,
después de una comida al aire libre con sus se-
guidores, éstos quieren apoderarse de él y hacer-
lo rey. 2 A este punto, por alguna razón no muy
evidente, Jesús se retira de Galilea hacia los lí-
mites nor-occiclentales de Palestina. Al regresar,
por las cercanías ele Cesarea de Filipo tiene lugar
una conversación íntima que mantiene con sus
doce discípulos acerca del Mesías, el Hijo del
Hombre y la muerte, y seis il.ías después acontece
un misterioso incidente en la dma de una monta-
ña. Luego, como si hubiese tomado una decisión
irrevocable, Jesús se dirige hada el súr con sus dis-
cípulos, hacia Judea y Jerusalén. Allí, en las pro-
ximidades de la Pascua, luego de purificar el Tem-
plo, es arrestado por sus enemigos, procesado, con-
denado y crucificado, habiendo sido uno de los
Doce quien lo traicionó. Pocos días después, los ami-
gos del hombre crucificado proclaman que éste ha
resucitado de entre los muertos ...

2 Juan 6:15. Juan dice explícitamente lo que está implí•


cito en la narración de Marcos.
El Reino de Dios y el Ministerio de Jesús 19

Esta es, brevemente, la historia un tanto enig-


mática de Marcos. ¿Cómo puede ésta ser la histo-
ria del Reino de Dios? La frase misma sugiere la
idea de que todo el poder y la gloria de Dios se
exhiban de tal forma que todos puedan reconocer
que él es Dios. En cambio, lo que vemos aparen-
temente es un profeta galileo proclamando la ver-
dad tal como él la entiende y sellando su testimo-
nio con su sangre, como más de un profeta judío
lo había hecho antes. ¿Cuál es la explicación de
esta paradoja? ¿Puede concebirse que la carrera de
este profeta galileo sea el Reino de Dios?
Es evidente que éste nuestro primer sumario es
incompleto e inadecuado. Hay cosas en esa histo-
ria -sugestiones y sucesos llenos de profundo sig-
nificado- que hemos omitido. Y al omitirlas, nos
hemos visto jmpedidos de comprender la historia.
Intentemos otra vez, buscando ahora poner de re-
lieve estas cosas importantes.

Comencemos con el bautismo de Jesús. El rela-


to de lo que le aconteció a Jesús en el Jordán,
como en la tentación que vino a continuación, de-
be haber llegado a los discípulos por boca de Jesús
mismo, ya que, según Marcos, nadie más vio u oyó
las cosas realmente importantes que allí tuvieron
lugar. ¿Qué cosas eran? Ante todo, una voz del cie-
lo dijo a Jesús cuando salía del agua: "Tú eres
20 EL HECHO DE CRISTO

mi Hijo ª-1!!.ad()L en _ti ~engo complacenci(' . Pa-


labras altamente significativas, si tenemos presente
de dónde proceden: Sal. 2:7 e Isa. 42: l. Una es la
fórmula de _corn11_adóp _del ¿:g- mesiánico de Israel;
la otra es la fórinula de ordenación del filg:y_o del
Señor. Esta notable combinación .no puede ser'-CV!.Va
for- 1I0-1,\l,\
., i
tuita. En el Rey Mesiánico y en el humilde Siervo
del Señor, Jesús veía su propio destino. En el
momento de su ·bautismo, Jesús adquiere concien-
cia de haber sido llamado por Dios para ser el ~e-
sías Siervo, de "haber nacido para sufrir, de 'habe1·
nacido rey".
El otro evento extraordinario en el bautismo
fue la visión que tuvo Jesús del Espíritu de Dios
descendiendo sobre él. Esto también nos recuerda
al Siervo de Isaías: "he pues~o sobre él mi Espíritu"
(Isa, 42:1). ¿Qué significa el descenso del Espíritu?
Significa que a partir de ese momento, Jesús sabe
que es "el ungido del Espíritu" (cf. Lucas 4: 18_ ci-
tando a Isa. 61: l). Tenemos tendencia a imaginar-
nos el Espíritu Santo como una luz cordial; la
Biblia lo concibe como un poder creativo, todo-
poderoso, poder en el cual Dios está obrando. El
descenso del Espíritu significa, por lo tanto, que
Jesús es dotado de poder divino. Aquí podemos
encontrar el secreto de esa manifiesta nota de "au-
toridad" que informará más tarde sus palabras y
acciones.
Si tuviéramos que incluir el significado de todo
el acontecimiento en una sola frase, ¿no debería
ser ésta: "La ordenación del Mesías-Siervo"?
El Reino de Dios y el Ministerio de Jesús 21

11

Pasando por alto la tentación, 3 estudiemos aho-


ra las palabras con que Jesús comenzó su ministe-
rio en Galilea: "El .ti.emp.Q se ha cumplido, _y __~l
reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed
en el evangelio" (Mar. 1: 15). Entendidas correcta•
mente, éstas son palabras que sobrecogen. Se pro-
clama que los hombres están viviendo eh un mo-
mento realmente único de la historia y que Dios
inicia una nueva era en el registro de sus relacio-
nes con los hombres .
.[(airo~ el término griego que aquí se traduce
por 'tiempo', significa el ~.F!?.::,~Íl-ª.l-ªd'?- ¿Cuál
es este tiempo determinado en lmdesignios de
Dios? Las referencias al Reino de Dios y a las bue-
nas nuevas (evangelio) que encontramos en el con-
texto, nos conducen a Isa. 52:7 (cf. Isaías 40:9s.)
para hallar la respuesta. Quinientos años antes, el
Isaías de Babilonia había predicho el retorno de
los desterrados. Los veía regresar en triunfo a Jeru-
salén, Dios en medio de ellos, y un heraldo que

3 Véase T. W. Manson, The Servant Messiah, p. 57.


Manson señala que en cada una de las tres tentaciones "el
Mesías es invitado a ponerse en el centro de la escena en una
u otra fonna Cada vez, la respuesta de Jesús pone a Dios en
ese centro; la deducción es evidente: aun el mismo Mesías
es Siervo de Dios - a la verdad, precisamente por ser el
Mesías debe ser, ante todo, Siervo de Dios".
22 EL HECHO DE CRISTO

los precedía con las buenas nuevas. Se describe a


toda Jerusalén apostada sobre los muros, cuando
repentinamente aparece el heraldo en la cima de
la colina:

Cuán hermosos son sobre los montes


los pies del que trae alegres nuevas,
del que anuncia la paz,
.. del que trae nuevas del bien,
del que publica salvación,
del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!

Isáías esperaba que este día del reinado de Dios


irrumpiría pronto. Sin embargo, en la providencia
de Dios, la corriente de esta gran esperanza de-
bía correr durante cinco si?los subterráneamente
hasta que llegara el tiempo\ señalado. Este llegó
durante el reinado del emperador romano Tiberio,
cuando Jesús apareció por Galilea diciendo, en
efecto, "el tiempo que profetizó Isaías ha llegado".
Si el primer incidente decía, "esta es la orde-
nación del Mesías-Siervo", el segundo dice: "Dios
ha empezado a reinar".

III

Consideremos seguidamente el ministerio galileo


en sí. Nos hemos inclinado a considerarlo como
un período de apacible enseñanza y predicación en
contraste con la época posterior en Judea cuando
El Reino de Dios y el Ministerio de Jesús 23

Jesús marcha hacia lá Cruz -el período de su


Pasión, que igualmente podríamos llamar, su Ac-
ción. Pero interpretamos erróneamente este perío-
. 'do temprano si lo representamos sólo como un:a
pacífica escena pastoril en que la serena sabidu-
ría del Maestro armoniza muy bien con las flores
y los pájaros de Galilea. Tal representación sólo
es posible si prescindimos de los milagros, inter-
pretamos las parábolas como encantadoras historias
acerca de lugares comunes de la moral y quitamos
a los dichos escatológicos su misterio y profundi-
dad. El ministerio galileo puede tener algo del
"Descanso sabático de Galilea" de Whittier, pero
mucho más de la "Guerra Santa" de Bunyan, la
guerra contra los poderes del maligno en la cual,

con nosotros luchará


de Dios el escogido. 4

Debemos representar el ministerio galileo con


caracteres dinámicos y no estáticos, y polémicos
más bien que pastoriles. "Jesús -observa Goguel-
no dijo 'he venido a enseñar', sino 'he venido a
meter fuego en la tierra'. "
Sus palabras lo demuestran, Inicia su ministe-
rio anunciando que ha sido enviado a "pregonar
libertad a los cautivos" (Luc. 4:18). Compara su
misión con la victoria sobre el hombre fuerte (el

4 Lutero.
24 EL HECHO DE CRISTO

maligno) por parte de uno más fuerte que él (Luc.


ll:21s). Al regresar los setenta, les dice: "Yo veía
a Satanás caer del cielo como un rayo" (Luc. 10:
18). Sus pa1Jb9las -como Jeremías lo había di~
cho- son armás· de guerra y sus "obras poderosas",
señales de victoria sobre los poderes del mal. Y a
través de todo su ministerio resuena una nota de
terrible urgencia, como si estuviera por sobrevenir
una crisis cargada de bendiciones, o de juicio, para
"esta generación" (Luc. 12:49-59; 13:1-5).
Sólo percibiendo el ministerio galileo en esta
forma lo interpretaremos correctamente. El prota-
gonista principal de la escena, lejos de aparecer
como un maestro de espíritu refinado que pacien-
temente instruye a las multitudes con verdades de
sabiduría que trasciende el tifmpo, es la fuerte fi-
gura del Hijo de Dios, armado con el poder de
su Padre, encabezando el ataque contra el malig-
no y sus obras, y llamando a los hombres a deci-
dir de qué lado se ubicarán en esta batalla. "Nin-
guno que poniendo su mano en el arado mira ha-
cía atrás, es apto para el reino de Dios" (Luc. 9:
62). "Deja que los muertos entierren a sus muer-
tos, y tú vé, y anuncia el reino de Dios" (Luc. 9:
60). "El Reino de Dios está entre vosotros" (Luc.
17:21). "El reino de los cielos sufre violencias"
(Mat. 11: 12). "Si por el dedo de Dios echo yo fue-
ra los demonios, ciertamente el reino de Dios ha
llegado a vosotros" (Luc. 11 :20). "He aquí, echo
fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana,
y al tercer día termino mi obra" (Luc. 13:32).
El Reino de Dios y el Ministerio de Jesús 25

Nuestro tercer estudio, por tanto, nos muestra


al Reino de Dios en guerra con el reino del mal,
con Jesús actuando como punta de lanza. Años
más tarde, mirando hacia atrás al ministerio de
Jesús, S. Juan lo concebirá también en esa forma:
"Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer
las obras del diablo" (I .Jn. 3:8).

· IV
Pasemos ahora a Cesarea de Filipo (Mar. 8:27-
33). El ministerio ha llegado a su clímax en la
"Santa Cena de Galilea", en la cual la excitación
popular ha llegado a un alto grado. Tiempo des-
pués, probablemente huyendo del peligroso entu-
siasmo de sus amigos, Jesús se retira a las regio-
nes .del noroeste de Palestina (Mar. 7:24). Pero la
batalla librada en Galilea debía concluir en Jeru-
salén· (Luc. 13:32s). De modo que, antes de diri-
girse hacia el sur, Jesús quiere asegurarse que sus
discípulos comprendan las cuestiones que están en
juego. En la soledad de Cesarea de Filipo pregun-
ta: "¿Quién dicen los hombres que soy yo?" Ellos
replican que la especulación popular toma varias
formas. "Y vosotros -dice, planteándoles la pre-
gunta directamente a los discípulos- ¿quién de-
cís que soy?". Inmediatamente Pedro da expresión
al pensamiento que está en la mente de todos
ellos: "Tú eres el Mesías". ¿La respuesta correcta?
Sí, y Jesús tácitamente lo acepta, pero va más ade-
26 EL HECHO DE CRISTO

lante: "el Hijo del Hombre debe sufrir y morir


antes de triunfar".
Obsérvese que usa el título "Hijo del Hombre"
y no el de "Mt:síc1,s". ¿Era ésta la primera vez que
lo empleaba? No fo sabemos con certeza. Pero de
lo que sí podemos estar seguros es que el Hijo
del Hombre no es,· como antes lo suponíamos, me-
ramente un sinónimo poético de 'hombre'. Por el
contrario, era "casi el más pretencioso título de
auto-descripción que un hombre podría haber usa-
do en el antiguo Oriente". 5 (Si lo traducimos por
'hombre', debemos ponerlo con mayúscula, 'Hom-
bre'). Porque "el Hijo del Hombre", un título que
deriva originalmente de .Daniel 7: 13, es un Hom-
bre misterioso que recibe un reino de manos de
Dios y está destinado a rein.¡ir como Dios reina.
Jesús se identifica a sí mismd' con ese majestuoso
personaje; y sin embargo, en ese mismo momento
insiste en que le esperan el sufrimiento y la muer-
te, porque Dios lo quiere así. Para Pedro, con su
esperanza puesta en un Mesías triunfante, la idea
misma es inconcebible. Reprende a Jesús sólo para
ser a su turno reprendido con terrible severidad.
Pedro concibe la mesianidad en términos humanos,
no divinos. Lo que Jesús quiere decirle es esto:
"¿Encuentras que el sólo pensar en un Mesías su-
friente te resulta detestable, Pedro? Sin embargo, esa
es la forma en que actúa el Reino de Dios, y por

r, Stauffer, New Testament Theology, p. 108.


El Reino de Dios y el Ministerio de Jesús 27

cuanto soy el gran vice-gobernador, debo recorrer


el camino señalado para el Siervo sufriente del
Señor. No hay otro camino, y tú debes estar listo
a compartir mi destino" (Mar. 8:34).
Seis días después sigue otro incidente (Mar. 9:
2-8), estrechamente relacionado con la confesión de
Pedro; tan misterioso, que hasta el día de hoy no
sabemos cómo empezar a explicarlo. En la cima
de una colina, mientras ora, 6 Jesús es transfigu-
rado con un esplendor sobrenatural. Procediendo
del mundo invisible aparecen Moisés y Elías, ha-
blan con él (dice Lucas) "de su partida (éxodo)
que iba Jesús a cumplir en Jerusalén", y los
azorados discípulos oyen una voz divina -la mis-
ma que había hablado a Jesús en el bautismo-
que los tranquiliza: "Este es mi Hijo amado (dos
títulos mesiánicos); a él oíd."
Por tanto 1 nuestro cuarto estudio dice: "La úl-
timá batalla entre el Reino de Dios y el Reino
del mal debe tener lugar, y la misma involucrará
la muerte del Mesías de Dios."

Pasemos ahora a Jerusalén, a la última semana,


a la última Cena.
Jesús ha entrado a la ciudad santa con "humil-

6 Estos detalles de Lucas arrojan luz sobre la narración


de Marcos.
28 EL llECHO DE CRÍSTO

de pompa". Ha purificado el Templo y pronosti-


cado su destrucción. En un hogar de Betania, una
mujer anónima, rompiendo un frasco de ungüen-
to de gran valor, unge a Jesús en vista de su muer-
te. Llega la noche del. jueves, y en la tranquili-
dad de "un gran aposento alto" Jesús se reúne
con los Doce para una última comida en común
(Mar. 14:22-25 cf. I Cor. 11 :23ss).
Para entender lo que sigue, recordemos algunas
cosas . Si la ocasión es una cena, recordemos que,
Jesús ha presentado el Reino de Dios bajo la ima-
gen de una cena (Luc. 14:16-24). Adeniás, esta cena
particular tiene lugar en la víspera de Pascua -
o tal vez, en la Pascua misma. Ahora bien, la Pas-
cua conmemoraba el gran acto de Dios que ini-
ciara el primer Exodo y condujera a Israel a ser
designado como el pueblo e'!~pecial de Dios me-
diante un Pacto en el Sinaí sellado con sangre.
Pero Jesús, declarando que los judíos ya no eran
el pueblo de Dios, por medio de palabras y he-
chos ha hablado de la creación de un nuevo
Israel. Antes de que esto suceda, sin embargo, el
Hijo del Hombre debe morir como Siervo de Dios
para redimir a "muchos" (Mar. 10:45), y compara
su Pasión con un "vaso" que debe ser bebido, un
vaso que sus discípulos de alguna manera podrían
compartir (Mar. 10:38).
Nótese ahora lo que hace. Primero, toma un
pan y lo parte, dándoselo a los Doce con estas pa-
labras: "Esto es mi cuerpo (que por vosotros es
dado)". Luego les da la copa que contiene el rojo
El Reino de Dios y el Ministerio de Jesús 29

y :rutilante vino: "Esto (la copa) es mi sangre del


nuevo pacto." Y los convida a comer y beber. ¿Qué
quiere dar a entender?
Tomando aparte el pan y el vino, Jesús está
ofreciendo a sus discípulos una señal del Reino de
Dios que pronto llegará "con poder" a través de
_su sacrificio. Describiendo al pan roto y al vino
derramado como su cuerpo y su sangre, no preten-
de simplemente materializar en alguna forma a ese
Reino, sino que está representando; en un esplén-
dido símbolo, ese sacrificio de su propia vida por
"muchos" que pronto ha de cumplir en los he-
chos. Invitando a sus discípulos a comer y beber
el pan y el vino, interpretados de esa forma, les
está dando (como dice Otto) 7 una participación
en el poder del Cristo quebrantado.
El nuevo .Pacto (Jer. 31:31ss) que debe ser rati-
ficado por la muerte del Siervo (Isa. 42:6, 49:8 y
53), ha sido inaugurado simbólicamente y en po-
cas horas más será sellado de hecho y con san-
gre. Entonces la obra del Mesías-Siervo, comen-
zada en su bautismo de agua en el Jordán,
será consumada por su bautismo de sangre en el
Gólgota, bautismo de cuya virtud muchos parti-
ciparán.
De modo, pues, que el quinto episodio es esen-
cialmente una señal de carácter profético por la
cual Jesús dice: "Os prometo una participación

7 The Kingdom oj God and the Son of man, p. 308.


30 EL HECHO DE CRISTO

en el Reino de Dios que pronto vendrá con po-


der. mediante la muerte del Mesías-Siervo."

VI

Echemos una última mirada a Jesús. Traiciona-


do y arrestado, comparece ante el Sumo Sacerdote:
"¿Eres tú el Mes~as?",. pregunta Caifás. "Yo soy
-dice Jesús- y veréis al Hijo del Hombre senta-
do a la diestra del poder de Dios, y viniendo en ·
las nubes del cielo" (Mar. 14:61s).
Es ·la última e inquebrantable confesión de fe
en su misión que Jesús hace, y la reviste con pa-
labras de Daniel 7: 13s (con una frase del Salmo
IIO: 1). "Venía con las nubes del cielo -había es-
crito Daniel- uno como hijo de hombre, que vino
hasta el anciano de días, y le hicieron acercarse
delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y
reino." Así, pues, a pesar de la aparente banca-
rrota de su causa, Jesús predice su victoria. Lo
que aquí predice no es una segunda venida a la
tierra, sino vindicación y entronización. Será re-
cibido en lo más alto de los cielos, y ésta su exal-
tación y victoria la conocerán los suyos. 8
En el último estudio, por lo tanto, dice Jesús:
"El triunfo del Mesías-Siervo está asegurado."

8 Sobre esto, véase el artículo de J. A. T. Robinson en


The Expositorr Times, agosto de 1956 .
· El Reino de Dios )1 el Ministerio de ]esus 31

¿Fue reivindicado el Siervo? ¿Fue "la voluntad


de Jehová prosperada en su mano"? Y ¿"vivirá
por largos días"?
Más adelante discutiremos la Resurrección. Por
ahora veamos cómo aparece la historia de Jesús
después de esta serie de estudios. Hemos tratado
de rellenar el bosquejo con que habíamos empe-
zado, deteniéndonos en "las sugestiones y sucesos
llenos de profundo significado" e interpretándolos
con una "exégesis prof,unda".
Como resultado de ello, somos llevados a hacer
dos conclusiones muy importantes:
l) No podemos contar la historia de Jesús pres-
cindiendo de la teología -y especialmente de la
escatología. Sin la teología, esa historia no tiene
sentido. Y la clave para la mayor parte de la teo-
logía está en el Antiguo Testamento, especialmen-
te en los cantos del Siervo de Isaías y en el sép•
timo capítuló de Daniel.
2) La segunda conclusión no es menos impor-
tante. Nuestros estudios han puesto dos cosas en
claro:
a) Jesús tuvo el convencimiento de que el Rei-
no de Dios estaba presente en su misma persona
y en su ministerio -presente como un "misterio''
(Mar. 4:11) es verdad, pero real y dinámicamente
presente.
b) Con no menor claridad percibió su ministe-
rio mesiánico, desde el Jordán hasta el Gólgota,
como el cumplimiento de las profecías sobre el
Siervo del Señor.
32 EL HECHO DE CRISTO

Colocando juntos a) y b) resulta una tremenda


paradoja; paradoja que, como lo sabemos, dejó gra-
vemente perplejos a los discípulos y que a la ver-
dad sólo se aclaró después de la Resurrección.
Vez tras vez Jesús trató de iniciar a sus discípu•
los en su verdad, de una manera particular en el
camino hacia Jerusalén, tal como lo atestigua Mar-
cos 10:42-45. Lo que trataba de hacer era introdu-
cirlos en el secretq mesiánico -no el secreto de
quién era el Mesías (esto, ellos lo suponían), sino
de qué debía hacer y sufrir el Mesías.
Pero el secreto, el misterio, ¿qué es? En térmi-
nos técnicos, que la "escatología realizada" y el
ministerio mesiánico de Jesús significan lo mis-
mo. En términos simples, que la carrera de Jesús
como Mesías Siervo, desde el Jordán hasta el
Calvario, es el Reino de DiÓ/l, Dios actuando en
su poder de rey, Dios que visita y redime a su
Pueblo. Porque el Reino de Dios no es un im-
perio terreno a establecerse mediante un coup
d'état político. Es un Reino en el cual Dios go-
bierna redentoramente a través del ministerio de
Jesús: no algo que se añada al ministerio, sino el
ministerio mismo. Los sufrimientos y el sacrificio
de Jesús, el Siervo Hijo del Hombre, lejos de ser
un preludio al triunfo, son el triunfo mismo, un
triunfo que la Resurrección aclarará y revelará. '1

9 Véase a T. W. Manson, "Realized Eschatology and the


Messianic Secret" en Studies in the Gospels ( ed. D. E. Ni-
neham), p. 209ss.
El Reino de Dios y el Ministerio de ]esús 33

Dos generaciones más tarde, S. Juan verá clara-


mente esto cuando describa la Cruz como "la glo-
ria" de Jesús; pero los primeros heraldos del
· Evangelio no dejaban de percibirlo cuando en su
predicación decían que en el ministerio, muerte y
resurrección de Jesús, el Reino de Dios había
venido. 1º
Los reinos de este mundo pasan
entre púrpura y oro.
Surgen, prosperan y mueren
y toda su historia está dicha.
Sólo un reino es divino,
una bandera triunfa todavía;
su Rey es un Siervo, y su signo
una horca sobre una colina. 11

10 La proclamación de los apóstoles era: 1) Las profecías


se han cumplid~. 2) La Nueva Era ha venido con el Hecho
de Cristo. 3) Por tanto, arrepentíos y creed.
La proclamación de Jesús había sido: 1) El tiempo se ha
cumplido 2) El Reino de Dios ha venido. 3) Por tanto,
arrepentíos y creed.
En ambas proclamaciones el 1) y el 3) son idénticos. ¿Qué
del 2) ? La proclamación del ministerio, muerte y Resurrec•
ción de Jesús el Mesías ha reemplazado a la proclamación
del Reino de Dios. ¿ Qué otra cosa puede mostrar más clara-
mente la verdad de nuestra conclusión?
11 The Kingdoms of the world go hy / In purple and
in gold. / They rise, they flourish and they die / And all
their tale is told. / One Kingdom only is Divine / One
hanner triumphs still, / Its King a Servant, and its sign /
A gibbet on a hill. -- De In hoc Sign en Through the Chris-
tian Year (Bradhy and Hunkin).
EL EVANGELIO DEL REINO
2. DE DIOS

tiemos visto que el ministerio de Jesús es la inau-


guración del Reino. Nos proponemos ahora extraer
las implicaciones de esta paradoja y apoyarlas me-
diante evidencias.

(I) El Reino de Dios estd presente


en el Ministerio de Jesús
Pocas frases , han sufrido tanto abuso como
la frase "el Reino de Dios". Por ello, debemos
empezar por librar nuestra mente de todo fal-
so concepto moderno. Es idea popular que esa
expresión significa una especie de Y tqpia_J~rr_e- ~
·na que será construida por los hombres sobre la
base de la enseñanza de Jesús. Otros lo toman
como una especie de ~quivalente bíblico del . pro- ,.
ceso evolutivo, sobre el principio que "algunos lla-
man Evolución y otros, Dios". Olvidan que, para
el cumplimiento de la historia, los escritores bí-
blicos esperan no tanto un proceso de evolución
desde adentro, sino una intervención divina desde
afuera. Una tercera tendencia, tan vieja como

35
36 EL HECHO DE CRISTO

Agustín 1 -la tendencia de identificar al Reino


"con la Iglesia- no es menos errónea, porque con-
funde al gobierno divino con el pueblo· que vive
bajo él. En form,f semejante, el concepto liberal
del Reino como el gobierno de Dios en los cora-
zones de los hombres (y por consiguiente, la obe-
diencia de los hombres a la voluntad de Dios)
confunde la respuesta humana con la actividad di-
» vina. El reinado d.~ Dios existe, sea cual seii. .la
res uesta:· de los hombre~. Por cierto que reclam.a
la ~bediencia de los. hcim.bres, pero existe antes. que
se hágan los requetimientós y sigue existiendo· a11n-
que los hombres lo rechacen. ·
Para entender la expresión dentro de los evan-
gelios de°Qemos recordar que, }ingiiísücam(!nte, sig-
nifica, el gobierno de Dios en\s'l!, car~cter de Rey,
e implica la idea bíblica de Dios, el Dios que ac-
túa, cuyo taller es la historia y que allí está Ue-
yando a cabo un gran propósito de gracia hacia
una meta señalada, Por lo tanto, nuestro ¡üne1
pensamiento respecto del Reino de .Dios de e ser
el de su carácter dindmico. en términos deJa ac-
·"· en la historia.. El \eg~ndot .su .c.arác~
ción de l)i?s.
ter esca:.tologtc(!.:. En lenguaJe conmn, la· palabra
'escatología' generalrp.ente· significa <::reer e.n las pe:,

1 · Esta es la moderna posición católico romana. ·El Reino


de. Dios debe ser identificado con la Iglesia, y no necesitamos
preguntar con cuál. Así, R. A. Knox en su New 'restame~t
Commentary, Vol. · I, p. 58, escribe: "El reino de lós cielos,
comúnmente, la iglesia'\- · -.. -- - · '·
El -Evangelio .del Reino de Dios

nas ó goces .post-rnortem. ·Los judíos la entendían


de otro modo. Para ellos, la escatología significa-
ba la doctrina del Fin ~el Fin concebido .como el
Eropósito eterno y final de Dios a realizarse en
el futuro y dar significado a todo el desarrollo de
la ·historia. · · ·
" :Ahora bien, en el pensamiento judío el Reino
de Dios, concebido en esa forma, es este Fin. Es
la gr¡1n esperanz:a para el futuro, por cuya realiza-
d6n los judíos piadosos oraban, y oran aún: "Es-
iabl.ézca Dios su gobierno real durante tµ vida y
duran,te tus. días, y du.rante la vida de toda la
éa.sa de Israél" .(La oración de Kaddish ).
.· Así entendido; el Reino de Dios es otro· nom-
bre. pára desigrui.r la Era Mesiánica (o la Era por
venir) y connota la .obra total de salvación de Dios.
De modo que, ~i Reino es primordialmente "se~
milla de Dfos" más bien que "acción del hom-
bre". Es Dios reinando y redimiendo. Es su reina-
do haciéndose manifiestamente efectivo en los asun-
t.os humanos. Es Dios que visita y redime a su
Pueblo, como lo ha prometido. ~e antiguo.
Si esto sintetiza correctamente lo que significa
el Reino de Dios en los Evangelios, podemos dar-
nos cuenta lo extraordinaria que era la noticia con·
que Jesús inició su ministerio galileo. "El tiem-
po ..e~tablecido ha llegado. El Reino de Dios ha
venido:• ..Era nada menos_ que la noticia de que
•~1 remoto evento div1no", por el cual los judíos
habían orado, se había proyectado· en la historia;
Lo que antes era pura escatología, ahora estaba a
38 EL HECHO DE CRISTO

la vista de los hombres, lo sobrenatural hecho

.visible.
A esto1 hoy _en día llamamos «escatología reali-

lzada", y aunqué "inaugurada" podría ser el me-


jor epíteto, la frase contiene la verdad esencial.
Desde que C. H. Dodd la acuñó, arguyendo que
el verbo gúego . en ·.Marcos 1: 15 (engiken) tiene
fuerza de "ha llegado",- se desató una verdadera
batalla lingüística, · sosteniendo los críticos de
Dodd que la verdadera traducción es, "se ha acer-
cado" y no "ha llegado". Creemos que Dodd tiene
razón y que engiken aquí tiene· la misma fuerza
que efJhthasen en Lucas ll :20. 2 Aun los qrie ob-
jetan esta traducción 8 por lo general admiten
,el punto princípal, esto es, qu~ Jesús concibió el
Reino como una realidad presente en su personá
y en su ministerio. A la verdad, el testimonio de
los Evangelios no nos deja otra opción.
· Por de pronto, ¿qué sentido tiene decir que "el
tiempo sefíalado ha llegado" si de hecho el Reino
-está todavía a la vuelta de la esquina? Pero hay
mucho más que agregar.
En muchos pasajes Jesús declara que Reino,1
.de Dios. ; ba
.
llegado:

2 Véase a W. R. Hutton en su artículo en The Expository


Times, dic._ 1952, en el que sostiene convincentemente que de
32 ejemplos del verbo engízo en los Sinópticos y Hechos,
28 pueden traducirse razonablemente "alcanzar" o· "llegar".
3 P. ej., Vincent Taylor, St. Mark, p. 167.
Ef Evangelio ·del Reino de Dios 39

· .<"Si por el dedo de Diós echo yo fuera · los de-


monios, ciertamente el reino de Dios ha llegado
.ii ._· vosotros" (Luc. 11 :20.· Q).
_-"Desde los días de Juan el Bautista hasta aho-
ra, el ,reino -de los cielos ejerce su potencia" 4
(l\fat. Ü:12, Cf. Luc. 16:16).
º· - "El -Reino de Dios está entre vosotros" (Luc.

,17:2-1, L.).
--' "Los publicanos y :las rameras van delante de
vosotros al reino de Dios" (Mat. 21:31 M).
No sólo eso, sino que por doquiera Jesús in-
. equívocamente enuncia el cumplimiento:
"Bienaventurados los ojos que ven lo que vos-
otros veis; porque os digo que muchos profetas y
reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo
vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron" (Luc. 10:
23s. Q).
"La reina del Sur se levantará en el juicio con
los hombres de esta generación, y los condenará;
porque ella ~ de los fines de la tierra para oír
la sabiduría ~e Salomón, y },}e aquí más que Salo-
_món en este lugar" (Luc. 11:31 Q).
"Id, haced saber a Juan ~o que habéis visto y
oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos
son limpiados, y a los pobres es anunciado el

4 Según la traducción de .Otto. (The Kingdom of God


and_ the Son of Man, p. 108ss.), que toma a biazetai por
voz media y no pasiva ( "sufre violencia") . Los papiros tie-
nen muchos ejemplos del uso absoluto de biazomai en la voz
media. ·
40 · EL HÉCHO ·DE CIÜSTO

evangelio; ybienaventurado es aquel que no halle


tropiezo en mí" (Luc. 7:22s, Q).
Teniendo presente esta-respuesta de Jesús a· Juan;
podemos examinar el lugar de !os milagros en el
.ministerio de Jesús. En primer lugar, es digno de
notar que casi la tercera parte (209 versículos en
un 'total .de 661) del evangelio más antiguo, Mar-
cos, tiene que ver dire~ta .9 indirectamente: con. fos
milagros. Además, tan atrás como podamos remon-
tarnos en la tradición del Evangelio, encontramos
registrado que Jesús obró milagros -sanó las al-
mas y cuerpos de los hombres, los levantó de en-
tre.- los muertos y en ocasiones demost_ró estar do-
tad.o de un extraordinario poder sobre la nat:ura-
leza misma. Por el lado humano, Jesus hizo,,mu-
cho énfasis en el poder de la ks la oración; por
el lado divino, atribuyó sus poderosas opras al
''dedo de Dios", es decir, el Espíritu divino ac-
tuando en toda su plenitud a través de él mismo
(Luc. 11 :20). Si desde el principio, pues, Ja _histo-
ria fue contada como la historia de Uno que obró
milagros, ¿cómo debemos considerarlos a éstos y
qué lugar tienen en el ministerio de Jesús?
En un tjempo se sostenía que, siendo los mi-
lagros interrupciones del orden sacrosanto•- de la
naturaleza, no podían haber acontecido. · Hoy en
día, es hombre gsado el que afirme que la na-
·turaleza es Un "sistema cerrado", y ningún eru-
dito que se respete a sí mismo se atreve a. elimi-
nar los milagros de la historia de Jesús. Alguno
podrá vacilar antes de aceptarlos tal como se pre-
Et -.Euangelio del Reino de Dios 41

sentan. Y así podrá explicar la· alimentación de


lós .cinco miL en términos sacramentales, desesti-
ma,ndo el elemento milagroso; o podrá decir .que
la maldición sobre la higuera es la escenificación
de:. una pará_bola sobre el juicio, que la tradjción
h:a transformado en un milagro. También tQmará
en.- cuenta el hecho. de que los judíos no tienen
ninguna doctrina sobre las "causa$ secundaria,s";
PerQ aun cuando sostenga que- tal o ,<;ual milagro
en los- Evangelios no· haya sido tan milagrbso
como aparenta ser, encontrará difícil negar que la
mayoría ~le' los milagros de curaciones (indepe11~
dien_temente de lo que haga con los milagros .de
la· naturaleza) 5 son enteramente. creíbles; en .una
historia que, según los relatos, termina.- éón -una
tumba
. ·, vacía;
.

. .¿.Por qué, pues, Jesós realizó milagrÓs? Sabernos


que se negó a "dar una señal>l(Mar. 8.:1~; cf. ~at.
4-:5s, 26:53; Luc. 16:31), es decir, a apoyar sus pre•
tensiones con algún acto poderoso ele taumaturgia.
~o sÓbrevaloró ió milagroso ni ambicionó desem,

6 H. E. W., Tumer, en Jesus, Master and Lord, p. 181,


piensa que los milagros ·de la naturaleza deben ser colocados
én un "suspenso'' teológico, vale decir-, al . p:resente •no tene•
riiós élos: medios de entenderlos· (aunque en, cualquier - mo•
mento· podamos ·descubrirlos) La pr.eguntl!- que nos fonriul;l·
ríamos sería: ¿Es Jesús el tipo de persona a.la cual puede
razonablemente atribuírsele ese dominio sobre la naturaleza?
¿'No·s atr~veremos · a ponerle ·límites al control Í:¡ur · El pueda
ejercer sobre esferas que trascienden lo que conocemos de la
naturaleza? ·
42 ÉL HECHO DE CRISTO

peñar el papel de uri mero mago. Sin embargo,


como lo demuestra su respuesta a la pregunta de
Juan ·el Bautista, ~sús claramente consideró sus
obras poderosas· como· señales para- los que tuvie-
ran ojos para ver. ¿Señales de qué? l>e la pre¡¡tn-
cia del ·Reino. La curación de los enfermos, el
exorcismo sobre los espíritus malignos, la recupe-
ración de los inválidos; de los sordps, de los mu-
dos y de los éiegos, el perdón de los pecados ..,..
todo esto· eran "obras" del Reino. No un agre-
gado a su mensaje, sino una parte integral. del
mismo -"potentes manifestaciones del amor que
era el elemento básico en el Reino de Dios". En
pocas palabras, los milagros eran el Reino de Dios
en acción. · '
• Finalmente, las parábolas, en una forma u otra
tienen que ver con el fteino y lo presuponen
como una realidad presente. Denotan ",una escato.
logía gue está en proceso de realización" (Jeremías).
La parábola del sembrador, imaginando el campo
ya pronto para la siega, expresa: "Dios ha dado
comienzo; a pesar de muchos fracasos, el Reino de
Dios finalmente viene." La parábola de la simien-
te que crece secretamente expresa: "Preparad la
hoz, que _la _siega ha llegado." La parábola de la
levadura expresa: "Como la levadura en la masa,
el Reino de Dios ·está obrando en medio de vos-
otros." La parábola de la red expresa: "Como tina
red barredera, el gobierno de Dios_ reúne y exa-
mina a hombres de todo tipo y condición." La
parábola de la gran cena expresa: "Venid, porque
El Evangelio del Reino de Dios 43

ya todo está· preparado." La parábola del grano


de mostaza profetiza:"El Reino de Dios, que aho-
ra es como ,una pegueña · semilla en medio de
vosotros, un día será como un árbol que cubra
con su sombra toda la tierra."
Obsérvese que todas ,estas parábolas comparan al U,
Reino no con algo muerto, estático, sino con al- :tf
go en movimiento, 6 con alguien que está hacien-
do algo; y cada una de ellas dite a los que tie-
nen oídos para oír: "l:>ios está en medio de vos-
otros con su poder de rey. Hoy es el día de sal-
vación."

(2) En el Reino, el Rey es un Padre

Cuando decimos que el tema dominante de la pre-


dicación de Jesús era el Reino dé Dios, fácilmen-
te olvidamos que en su Reino el Rey era un
Padre. "Padre ... venga tu Reino", enseñó Jesús
a sus discípulos a orar (Luc. 11:2). "No temáis,
manada pequeña -les dijo- porque a vuestro
Padre le ha placido daros el reino" (Luc. 12:32).
"Mi Padre ine asignó un reino", dijo en la últi-

6 James Denney encontró una vez a John Hutton en Glas-


gow cuando iba a predicar y le preguntó sobre qué versaría
su sermón. "Sobre la parábola de la levadura". "¿ Y el tema ".
"Oh, la tranquila influencia leudante del cristianismo".
"Hutton - dijo Denney - ¿ usted nunca observó una piwa
de levadura con el microscopio?".
· ··tL HÉCHÓ · DE· :CIÜSTO.

ma, cena (Luc¡ 22,:29). · Si las imágenes están mez•


dadas, es porque sólo mezclándolas 'jesús puede re•
velar la verdad. El gobierno de Dios que irrumpe
es un gobierno -paternal, y la soberanía que · se
manifiesta es una soberanía de gracia.
:, No queremos con esto restaurar la vieja idea de
que el mensaje de Jesús fue ~!la paternidad qe
J;>io~. y la herm¡1,lJ:da_ct_·de )os homl;u:e.s". Simple:
mente· queremos destacar que los intérpretes libe~
rales del Evangelio (como Harnack) · nO: erraron
cuando descubrieron. que la paterni4ad divina es-
taba en el centro del mismo. Pero no podemos ha-
blar de esta paternidad en los términos en que
ellos frecuentemente lo hicieron.
Alguna vez 'se sostuvo "qü.e la ·verd~d nueya .e
importante que Jesús vino a dedarar fue la pater-
riiq,,ag de Dios; Cuando :se descubrió que en el An-
tigÚo . '.Testamento, en algunas ocasiones se desig-
naba:-~ Dios como Padre de su pt,1eblo y que los
jµdíos •del primer siglo de la era, cristiana a. veces
se dirigían a Dios con la expresión "nuestro
:Padre'.', aquella posición hubo de ser modificada,
para .pasar a decir que lo que hi~o Jesús fue- dar
a la paternidad divina carácter de . lugar común
en la teología.
Pero esto está completamente fuera de lugar,
pqrqµe:
. a). El, nombre que Jesús daba al Padre ínvisible
no era. el mismo· que utilizaban sus_ contemporá-
neos judíos. El.llamó a Dios Abba (Mar. 14:36).
(Es. probable que este. término aramairn subya,zga
El Evangelio del Reino de Dios 45

en otros pasajes donde Jesús habla de Dios como


"Pd
. a re "·"·IPd
, e a re "-. y. "m1. a re "). .. .E n 1as .f'uen•
' P.d
tes rabínicas no se halla ningún paralelo .a este
~frmino. 7.. Lo que muestran fas investiga~iones 8
es que Abba era el n<>lllhre que los niños judíos
ut~lizaban al_ .dirigirse a sus padres humanos;. pei:o
~ingún judío temeroso de Dios osaría aplicado -a~
santo Dios. El primero que lo hizo fue Jesús, y,
&Lfaltara . otra evidenéia, esta sola palabra daría
testinioriio del cárácter 1-\njco de. su coinuriión· filial
con Dios: El heé:hc, dC que los cristianos de h;ibla
griega introdujerari este término éri sü lenguaje li-
túrgico apunta en. la misma dirección ...
b) Jesús no habló a las multitudes de Dios como
Padrei 9 . En·_ sus labios, la paternidad, de: Dios no
era un· l~gar· común cie la teología. Sólo habló de
Dios com<> Padre a sus disc;ípulos, .en privado, 1º
por<lue la experiencia de Dios como Padre era la
rnprema realidad de su propia vida y porque (co•
mo dice Platón 11 ) "encontrar al Hacedor· y Padre

7 Véase Strack-Billerbeck, Kommentar I, p. . 393s; _ 11,


p,' 49$, . .
s. Véase ·ú 'i,x¡iosició11 d_e Kittel, sobre el término Ábba
en el T. W. N.T., I; p. 5,
9 Por ejemplo, en el evangelio más antiguo -Marcos-
Jesús habla de Dios como Padre sólo cuatro veces, siempre
a; sus discípulos y siempre después dé la confesión .de Pedro. .di
EI testimonio de otras fuentes, Q,M y L es similar.
10 T. W. Mansón, The Te(tching of Jesus, ·cap; ·4.

11 Timeo, 28- C;
46 EL HECHO DE CRISTO

de este universo es una ardua tarea; y cuando se


lo ha encontrado, es imposible hablar de él· pú-
blicamente".
c) Jesús no enseñ,ó la paternidad universal de
Dios. 1 2 Habló de Dios como su propio Padre, y
enseñó que otros, además de él, podrían llegar ·a
ser hijos de Dios. Pero le deberían a él este alto
privilegio. No siendo hijosde Dios por natur~leza,
pueden llegar a sedo ·por gracia. El dicho juanino,
"nadie viene al Padre; sino por· nií'; Quan 14:6)
es confirmado por los sinópticos:

"Nadie conoce a1 Padre, sino el Hijo


Y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar."
(Mat. ll:27; Luc. 10:22).

Podemos aquí tomar el dicho de Mateo 18:3:


"Dé cierto os digo, que si no os volvéis y os ha-
céis como niños, no entraréis en el reino de los
cielos." 'Volver y hacerse' significa 'volver a see.
· ¿Qué quiere decir Jesús al hablar de personas que
'vuelven a ser niños'? Puede querer decir "ser otra
vez pequeño"; pero la más probable interpreta-
<;ión 13 es: "Si no aprendéis a decir A bba, no po-
dréis entrar en el Reino de Dios."

12 Véase el ensayo de H. F. D. Sparks sobre el tema en


Stúdies in the Gospels, p. 241-262, y. compárese Dodd, Ro-
manos (Moffat New Testament Commentary), p. 130s.
ta J. Jeremías, The Parables of Jesus, p; 133s,
El f,vangelio ~el Reino de Dios 47

¿A qué conclusión nos conduce esto? Middleton


Murry 14 dijo tina vez: "El secreto del Reino de
Dios era que allí no había Rey -sólo uri · Padre."·
Este epigrama contiene una verdad. El Rey en el
Reino de Jesús era un Padre -el Abba de sú pro-
pia vida devocional, el Padre al cuál. enseñó a sus
discípulos a· orar por la venida del Reino. Pero el .
coriodmiento
- ·,de ..este Padre. no . era una
.
-
.verdad
. ..
para ser pioclai:µada desde las azoteas, pl_pará ser
revelada en paráb9las,: salvo alguria alu~i9n _indi-
recta como en la gran parábola del Padre miseri-
cordioso que llamamos "parábola·_ del Hijo Pró-
digo". Al igual q~e el carácter mesiánico de Jesús,
la paternidad de Dios era un secreto develado a
los discípulos porque constituía la suprema reali-
dad de la propia vida de Jesús y algo del cual
él sabía era el único mediador.
Sólo con la venida del Espíritu Santo, el secre-
to de Jesús acerca del Padre llega a ser un se,
creto abiertamente revelado. Entonces la palabra
principal de su lenguaje esotérico llegó a ser. la
preciosa posesión de todos los hijos adoptivos de
Dios (Rom. 8:15 y Gái. 4:6). Y desde que una
cosa es ser teísta y otra muy distinta ser hijo del
"Abba, Padr:e", esta palabra sintetiza en .cuatro

14 The Life o/ Jesus, p. 37.


48 ·EL HECHO DE CRISTO

letras la grandeza del privilegio cristiano de los


hijos de Dios.

(3) 4l Reino de --/Jfos implica


. un nuevo Israel . -
Cuando s~ dice (como hasta no hace mucho tiem•
po) que Jesús nunca. tuvo intención de crear :uná
iglesia, se demUestra ·-n:o haber entendido lo que el
Reitio de Dios significa. La idea de Ecdesiá está
hondamente arraigada en -la intención de Jesús.
Está implícita en su mens¡¡je respectó del Reino ·y
en su doctrina · sobre el mesianismo. A través de
su ministerio, vemos a Jesús creando la Iglesia.
). El estribiJloen ei mensaje de Jesús era que
el reinado de Dios había comenzado. ¿Pero es Dios
i.m- gobernante en el exilio? ¿Y . qué clase de rey.
es que · no tiéne si.íbditos? Al igual que -toda ac-
ción de gobierno, el gobierno de Dios no puede
verificarse en el vado; necesita una esfera donde
ejercer soberanía, un dominio donde operar. J?or
esta razón, el Reino de Dios tiene a vei,;es el sen-,
tido de i.in 'dominio' (como en las B_ienavent{iran-
zas); y·. ello explica que Jesús hable de hombres
que 'entran' al Reino, o de "ser echad.o· fuera,,.
En síntesis, el .Pueblo de Dios es un corolario ne-
cesario del Reino de Dios.
Por lo tanto, no debe sorprendei- que algunas
de .sus parábolas impliquen claramente una ·co•
munidad.
Las parábolas de la red barredera (Mat. 13:47s)
y del trigo y la cizaña (Mat. l3:24ss), sugieren una
El Evangelio del Reino de Dios 49

sociedad en proceso de creación que comprende


hombres de toda suerte y condición.
La parábola de los labradores malvados (Mar.
12:1-12) -basada en la vieja parábola de Isaías de
"la viña de Jehová de los ejércitos que es la casa
de Israel" - habla del viejo y del nuevo Israel.
La parábola de la semilla de mostaza (Mar. 4:
30-32), con su referencia a "las aves del cielo" que
recuerda a Dan. 4:12 Y.Ezeq. 31:6, demuestra que
Jesús tiene en vista reunir a una comunidad.
Pero esto no es más que el principio de pruebas.
2. Correlativo del Reino es el Mesías. Del con-
cepto que Jesús tuvo de su mesianismo se des-
prende claramente que él tenía en vista una comu-
nidad. Interpretó su mesianismo en términos de
dos famosas imágenes del Antiguo Testamento: el
Hijo del Hombre de Daniel 7 y el Siervo del
Señor del Segundo Isaías. Las dos son imágenes de
contenido social. Así como el Hijo del Hombre en
Daniel representa a "los santos del Altísimo", 16
el Siervo en Isaías implica una comunidad. Si Jesús
vio su destino en estos términos, concibió su tarea
mesiánica como la creación de un nuevo Israel. 16

15 La secta que produjo los rollos del Mar Muerto no sólo


se consideró a sí misma como el verdadero Israel, sino que
se llamaron a sí mismos "los santos del Altísimo".
10 Cf. Mar. 14:58 (Ju. 2:19) Este dicho tiene en vista
un nuevo santuario "no hecho de mano" para la adoración
del "pequeño rebaño" de Cristo.
50 EL HECHO DE CRISTO

Si quedan dudas todavía sobre este punto, note-


mos por añadidura que Jesús habló de sí mismo
y de sus discípulos en términos de un pastor y su
rebaño (Mát. 10:16;:MaL -6:34, Luc. 12:32). Y esto
no es simplemente una representación de escena
pastoril. No sólo era común en el Oriente aplicar
el término Pastor a un libertador divino, sino que
en dos famosos p~aje~ qel Antiguo Testamento
(Ezeq. 34 y Miq. 5:4 (cf. los Salmos de Salomón,
cap. 17) se describe la obra del Mesías como apa-
centar la grey de Dios. Si Jesús se llamó a sí
mismo el Pastor, hemos de esperar que él reúna
el rebaño de su Padre. Y esto es precisamente lo
que hace en los Evangelios.
3. Hasta aquí nos hemos ocupado de la teoría
teológica del asunto. Volvámonós ahora al Minis-
terio; veremos a Jesús traduciendo la teoría a la
práctica.
En primer lugar, Namó a doce hombres. 17 Es
el número de las tribus de Israel. Para un judío
de cierta penetración espiritual esta parábola de la
vida real debía decirle: 'Este es el Mesías y el
nuevo Israel'.
En segundo lugar, Jesús instruyó a esos hom-
bres. Siglos antes, Isaías había formado un círculo
de discípulos a quienes les había confiado su en-

17 La inquietud de los apóstoles (Hech. 1: 15ss) por "lle-


nar la vacante" creada por la defección de Judas indica
que ellos consideraban significativo el número doce.
El Evangelio del Reino de Dios 51

señanza (Isa. 8: 16-18). "Esto -dice Robertson


Smith 18 comentando el pasaje- es el nac1m1ento
del concepto de Iglesia." Así acontece ahora en el
ministerio de Jesús. Designando a doce hombres e
instruyéndolos, Jesús da a conocer su intención de
crear un nuevo Pueblo de Dios.
En tercer lugar, Jesús los envió en misión a pro-
clamar el Reino. ¿Cuál era el objetivo de la mi-
sión? Recordemos que el Reino de Dios es algo
de carácter dinámico. Crea un pueblo gobernado
en dondequiera se siente su poder. El propósito
que Jesús tiene se hace bien evidente. Es la re-
unión del Pueblo de Dios. Hay suficiente evidencia
en los Evangelios de que no dejó de hacerlo.
Finalmente, en el Aposento Alto, mediante el
pan roto y el vino derramado, Jesús dio a sus dis-
cípulos una participación en el Nuevo Pacto a
ser inaugurado con su muerte. Mucho tiempo an-
tes, en el Sinaí, Dios había constituido a los he-
breos en el Pueblo de Dios haciendo un Pacto
con ellos. El Nuevo Pacto, proféticamente inaugu-
rado en el Aposento Alto, implica la creación de
un nuevo Pueblo de Dios. En torno a la mesa de
la cena, aquella noche los doce fueron constitui-
dos en el núcleo del nuevo Israel.
Si nada hemos dicho acerca de los dos pasajes
en que se menciona Ecclesia en Mateo (16: 18 y 18:
17), es porque la crítica todavía tiene dudas sobre

18 The Prophets o/ Israel, p. 274s.


52 EL HECHO DE CRISTO

ellos. Sin estos pasajes, nuestra conclusión se man-


tiene firme. El Reino de Dios implica la creación
de un nuevo Israel.

(4) El Reino de Dios implica un nuevo patrón


de vida

Nuestra tesis aquí puede enunciarse simplémente


así: la enseñanza ética de Jesús, de la cual el
Sermón sobre el Monte nos proporciona un com-
pendio, es el patrón que él provee para la vida
·en el Reino de Dios.
No debe sorprendernos el. hecho que Jesús, el
heraldo del Nuevo Orden de ])ios, aparezca tam-
bién como un Maestro de justí~ia. 19 La escatolo-
gía tiene implicancias éticas, y en la Biblia el in-
dicativo divino trae aparejado (consigo) un impe-
rativo divino. "Yo soy Jehová tu Dios, que te
saqué de la tierra de Egipto. . . Por tanto ... ".
Así habló Dios por medio de su siervo Moisés
cuando estableció el Viejo Orden en el Sinaí.
Cuando a través de su mayor Siervo, Jesús, pro-
nuncia el nuevo indicativo, "el Reino de Dios se
ha acercado", es de esperar un nuevo imperativo.
La ética de Jesús es el imperativo del Reino de
Dios. Proporciona un patrón de vida para todos

19 Cf. Zadokite Fragments, 8:10. "Hasta que surja el


Maestro de Justicia en el fin de los tiempos".
El Evangelio del Re,ino de Dios 53

los que pertenecen al Reino que ha venido con


la venida de Cristo.
Albert Schweitzer, interpretando la escatología
en términos puramente de 'futuro' no logró dar
sentido a la ética de Jesús. La llamó "una ética
de ínterin". Pero no se puede considerar al Ser-
món sobre el Monte -estimado por el consenso
general como la más sublime expresión de la vida
moral que se haya dado en la historia- meramen-
te como un código de reglas de emergencia vá-
lido sólo para las pocas semanas o meses que se-
pararían la predicación de Jesús del Día del Jui-
cio. Con todo, la frase de Schweitzer tiene su parte
de verdad. Es una ética para el ,,intervalo -largo
o corto- entre la venida de Dios en Lristo y la
consumación final de todas las cosas.
Las bienaventuranzas, que están al comienzo del
Sermón y cemstituyen su misma alma, nos mues-
tran cómo la escatología puede ir de la mano con
la ética. Son escatológicas y mesiánicas. A través de
ellas resuena la afirmación de que "las profecías
se han cumplido", que el Reino de Dios ya está
aquí. Lo que Jesús hace en ellas es bosquejar, en
ocho paradojas, el retrato espiritual de un hom-
bre del Reino. Lo que frecuentemente no se toma
en cuenta es que la ética de las bienaventuranzas
es una ética de gracia. Fundadas sobre la gracia
del Padre que da el Reino a los que son como
niños, prometen felicidad a todos los que, lejos
de anteponer algún mérito (como si les asistiera
derecho) ante Dios, se contentan con ser mendi-
54 EL HECHO DE CRISTO

gantes ante él y confiarse a él para que provea


todas las cosas.
Las seis antítesis qu~ siguen en el Sermón expo-
nen claramente er ideal in.oral del Reino. Siglos
antes, Moisés había entregado al viejo Israel la
voluntad de Dios escrita en mandamientos. Aho-
ra, al antiguo "fue dicho" Jesús opone su mesiá-
nico "Mas yo os digo"; ¡Cuánto más radicales son
las demandas del Nuevo Orden! La voluntad de
Dios para el - Nuevo Israel, tal como es interpre-
tada por Jesús, exige la verdad en lo íntimo, re-
quiere una moralidad hasta la sangre y los huesos.

La..J,ey.,~ua decía: nada de asesinatos. Yo


digo: nada de iracunda pasión.
La ley antigua decía: nada \le adulterios. Yo
digo: ningún pensamiento lujurioso.
La ley antigua decía: divorcio bajo condicio-
nes. . . Yo digo: No, al divorcio.
La ley antigua decía: No, al falso juramento.
Y o digo: ningún juramento.
La ley antigua decía: Ojo por ojo. Yo digo:
nada de represalias.
La ley antigua decía: Ama a tu prójimo. Y o
digo: ama a tu enemigo.

Este es el ideal moral para los hombres del


Reino, el patrón divino al cual deben propender.
Nos hace estremecer, como lo habrá hecho a los
primeros discípulos de Jesús, por la aterradora al-
tura de sus demandas. Si nuestra salvación depen·
El Evangelio del Reino de Dios 55

diera del vivir este ideal en nuestras vidas, bien


podríamos decir con Pedro "¿quién pues, podrá
salvarse?" Pero aunque es una pauta para la vida
real 20 y no un manual para alguna Utopía, no
es un nuevo código de leyes de cuya perfecta ob-
servancia depende nuestra salvación. Porque el
Dios que lo dio no es un amo regateador con
quien es difícil establecer un contrato legal, sino
un Abba, Padre; y somos salvos no mediante la
ley sino por gracia. ·
Tal es, pues, el modelo para la vida en el Reino
de Dios. ¿Cuál es su punto central y distintivo?
Fuera ele toda discusión, es el mandamiento del
amor. En éste, dice Jesús, todos los otros manda-
. mientos están abarcados y tienen su cumplimien-
to (Mar. 12:29-31). El amor es la llave maestra de
la moral del Reino de Dios. Por amor no entien-
de Jesús algttna especie de emoción sentimental, ni
&iquiera que debemos forzarnos a que ciertas
personas nos gusten. (En ese sentido no podemos
amar porque se nos ordene.) El amor, tal como
J esós lo define en dichos y parábolas, significa 'in-
teresarse'. Interesarse prácticamente y con persis-
tencia por todos los que encontramos en nuestro
camino de la vida, interesarse no sólo por los dig-
nos y los que se hacen merecedores de nuestra

20 La enseñanza de Jesús, lejos de ser una legislación


para un mundo ideal, implica la continuación de la sociedad
tal como la conocemos - una sociedad en la cual uno puede
recibir una bofetada en la mejilla o que le roben su manto.
56 EL HECHO DE CRISTO

atención, sino por todos los que necesitan nuestra


ayuda, incluso los enemigos. Esta es la nueva "ley"
del Reino, desde. que el Rey en el Reino es un
Padre que se inté1'esá alih de los que io ofenden
y los ingratos, y cuya íntima naturaleza es el amor.

(5) El Reino esta' centrado en Cristo

Cuando Marción dijo: "En el Evangelio, el Reino


de Dios es Cristo mismo", no estaba errado. Por-
que, como hemos visto, el ministerio de Jesús -su
carrera como Mesías Siervo- es en algún sentido
el Reino, el poder y 1a gloria. Debemos ahora es-
tudiar este punto con mayor d~talle.
1:

Consideremos, en primer lugar, lo que podemos


llamar la evidencia de los Evangelistas. Cuando S.
Marcos escribe "el Reino de Dios venido con po-
der" (Mar. 9:1), S. Mateo lo cambia en "el Hijo
del Hombre viniendo en su reino" (Mat. 16:28).
Donde S. Marcos escribe "por causa de mí y del
Evangelio" (Mar. 10:29), S. Lucas dice "por el
Reino de Dios" (Luc. 18:29). Estos no son cambios
caprichosos o inconscientes. Si los Evangelistas los
hicieron es porque atribuyeron una equivalencia
entre el Reino de Dios y Cristo.
A esto podemos agregar la evidencia de las ex-
presiones de Jesús mismo. Es significativo que el
Reino es prometido sólo a los que se adhieran a
la persona de Jesús, y que el ser discípulo de él
El Evangelio del Reino de Dios 57
es equivalente a estar "en el Reino de Dios" (Véa-
se Marcos 10:17-31 y Lucas 9:57-62).
Obsérvese luego lo que se puede inferir de un
dicho tal como el de Lucas 11 :20: "Si por el dedo
de Dios echo yo (ego, enfático) fuera los demonios,
ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros."
Allí habla Uno que tiene conciencia de ser el go-
bierno de Dios encamado y en acción.
Consideremos, finalmente, las parábolas y las
bienaventuranzas de Jesús. El Reino de Dios cons-
tituye el tema de unas y otras; con todo, en al-
gún sentido siempre está envuelta la persona de
Jesús. Si dice, "Bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación" (Mat. 5:4), es
como si di jera, "Sí, y yo seré su Consolador" (El
Consolador era uno de los nombres del Mesías). 2 1
Si les relata, una parábola del Reino, como la de
la oveja perdida (Luc. 15:4-7; Mat. 18:12-14), es
como si dijera: "Sí, y yo soy el Pastor de Dios ve-
nido a buscar y a salvar lo que se había perdi-
do" (Cf. Luc. 19:10). Cuando una parábola habla
del Reino, Jesús está allí detrás de la palabra
'Reino' como su "contenido secreto". En síntesis,

21 En tiempos de nuestro Señor, las profecías de "con-


solación" de lsaías ( 40: 1, 61 :2s) se referían a la era mesiá-
nica. Véase Eclesiástico 48:24, donde Ben Sira dice de
lsaías: "Por una poderosa inspiración previó las postrime•
rías y consoló a los afligidos de Sión". (Versión Bover•
Cantera).
58 EL HECHO DE CRISTO

las bienaventuranzas y las parábolas están cargadas


no sólo del secreto del Reino sino también del se-
creto de Jesús. Y ambos secretos, en el fondo, no
son más que uno. ·
¿Por qué, pues, esta conexión no se ha hecho
más explícita en los Evangelios sinópticos? La res-
puesta está en el "secreto mesiánico". Durante su
ministerio público, Jesús rehusó proclamarse a sí
mismo como el Mesías y sólo al final, en su pro-
ceso, delante del Sumo Sacerdote, admitió abierta-
mente su carácter mesiánico.
Como ya lo sabemos, prefirió ser conocido bajo
el misterioso título de "Hijo del Hombre". ¿Inva-
lida esto nuestra argumentación? Por el contrario,
este título es la clave de la relación entre Cristo
y el Reino.
Los Evangelios sinópticos contienen cerca de tres
docenas de ejemplos, textualmente bien autentica-
dos, de este •título en labios de Jesús. Por lo gene-
ral, es bien evidente que está aludiendo a sí mis-
mo. Algunos de esos ejemplos son de carácter ge-
nérico, pero la mayor parte se agrupan alrededor
de dos motivos profundamente contrastantes: el su-
frimiento y la soberanía. ¿Qué es lo que Jesús sub-
raya al utilizar ese título con referencia a estos
dos motivos? Para responder a esta pregunta, de-
bemos considerar el origen de esa expresión.
Hoy en día, la mayor parte de los eruditos con-
cuerdan en que la fuente del título de Jesús es la
visión de Daniel 7:13ss, probablemente con algu-
na influencia de la interpretación que se le da en
El Euangelio del Reino de Dios 59

el libro de Enoc. 22 Ahora bien, en Daniel 7 es


donde encontramos la clave de la conexión entre
Cristo y el Reino:
"He aquí, con las nubes del cielo venía uno
como un hijo de hombre, que vino hasta el An-
ciano de días, y le hicieron acercarse delante de
él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para
que todos los pueblos, naciones y lenguas le sir-
vieran."
Luego, sabiendo que las cuatro bestias de la
visión representan a cuatro reyes, leemos:
"Después recibirán el reino los santos del Altí-
simo, y poseerán el reino hasta el siglo, eterna-
mente y _para siempre."
"Hijo de hombre. . . el reino. . . los santos del
Altísimo." En estos conceptos relacionados entre sí,
y en toda la teología de la historia allí encerrada
reside la sofoción de nuestro problema. Dios da
el Reino al Hijo del Hombre y los santos del Al-
tísimo lo reciben.
Si esto es así, entonces el Hijo del Hombre en
los Evangelios no es un mero circunloquio de hom-
bre (como en Sal. 8:4), sino el título de una per-
sona celestial que recibe la soberanía de Dios mis-
mo. Cuando Jesús se designa a sí mismo de este
modo, reclama ser el portador del Reino de Dios
a los hombres, y en su ministerio vemos a este go-

22 En Enoc el Hijo del hombre es un individuo, preexis-


tente en los cielos, y designado Cabeza del Pueblo de Dios.
60 EL HECHO DE CRISTO

bierno encarnado y en acción. Pero esto no es


todo. En Daniel 7, el Hijo del hombre representa
a los "santo_s del Altísimo". Es la Cabeza del Pue-
blo de Dios. De este modo podemos comprender
por qué Jesús promete el Reino a los que se adhie-
ren a su persona y por qué se dedicó .él mismo a
crear un nuevo Pueblo de Dios.
Pero, puede argumentarse que sea quien fuere
el Hijo del hombre en Daniel (o en Enoc), en
los Evangelios no es un personaje triunfante. Su
soberanía, si es que la tiene, está velada. Antes
bien, leemos que el Hijo del Hombre debe sufrir
y morir antes de triunfar. ¿Por qué? Porque Dios
ha determinado que Jesús, el Hijo del hombre,
debe cumplir el destino del Siervo sufriente del
Señor. El Hijo del hombre ha de. arribar a su tro-
no a través de la .Vía Dolorosa.
Si hay verdad en todo esto, la relación entre
Jesús y el Reino está establecida, y podemos apro-
bar la sentencia de Marción. Pero todavía no lo
hemos hecho.
Si pensarnos en el Nuevo Orden de Dios sólo
como un Reino, su portador bien puede llamar-
se a sí mismo "el Hijo del hombre". Pero ha-
bíamos visto que para Jesús el Rey en el Reino
era un Padre. Si el que reina en el Reino divino
es un Padre, hay sólo una palabra que puede de-
signar al que lo trae a los hombres. Es la pala-
bra "Hijo". Por esto, los Evangelios registran que
Jesús, en una parábola del Reino (Mar. 12: 1-9),
habla de sí mismo como del "hijo amado" del
El Evangelio del Reino de Dios 61

señor de la viña, y es también por ello que, ha-


blando con sus discípulos, puede hacer esta estu-
penda declaración:

"Todas las cosas me fueron entregadas por


mi Padre,
y nadie conoce al Hijo, sino el Padre,
ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar." 23
(Mat. 11:27; Luc. 10:22, Q).

"Un relámpago procedente de la literatura jua-


nina" dicen los críticos con incrédula sorpresa. Di-
gamos más bien: una palabra auténtica de labios
de Uno que conoció al Padre como ningún otro lo
conoció jamás. Una relación filial con el Padre,
que no tiene paralelo por ningún otro lado, es el
secreto fina, de la obra y ministerio de Jesús.
Aquí está la materia prima para la más elevada
cristología.

(6) El Reino implica una Crnz

Jesús empezó su ministerio galileo con el anuncio,


"el Reino de Dios ha comenzado", Hacia su ter-
mi.nación dijo: "el Hijo del hombre no vino para
ser servido, sino para servir, y para dar su vida

23· Para una excelente discusión de la autenticidad de


este dicho, véase a W. Manson, Jesús the Messiah, p. 71ss.
62 EL HECHO DE CRISTO

en rescate por muchos" (Mar. 10:45). Por cuanto


Jesús es al mismo tiempo el mensajero del Reino
y el Hijo del hombre que debe morir, él misnio
plantea en su person:a~~el problema del Reino y
de la Cruz.
Medio milenio antes de que él naciera, se ha-
bía establecido una conexión (aunque adventicia)
entre el Reino y la Cruz.• En los capítulos 52 y
53 de Isaías, el mensajero de las alegres nuevas
acaba de anunciar "¡Tu Dios reina!", cuando lee-
mos que el Siervo del Señor debe sufrir y morirá
por los pecados de "muchos" antes de llegar a su
resurrección y recompensa. Es la misma carrera de
.Jesús expresada en profecía.
A menudo se dice que Jesús murió para "in-
troducir" el Reino de Dios. Quienes sostienen este
punto de vista declaran que así debe ser si es que
se ha de preservar el carácter crucial de la Cruz;
pero ya hemos reunido irrefutable evidencia de
que Jesús entendió que el Reino de Dios estaba
ya presente en su ministerio. ¿Y entonces? La
Cruz debe caer dentro del Reino; y desdé que,
según ya lo hemos visto, todo el ministerio de
Jesús, del Jordán al Calvario, es el advenimiento
del Reino, la Cruz debe ser el punto culminante
de su carrera como Mesías-Siervo. Es el acto final
-la última y la más amarga batalla contra los po-
deres del mal- que corona su obra como Siervo:
la condición, no de la venida del Reino, sino de
su venida "con poder".
El Evangelio del Reino de Dios 63

Se ha especulado respecto de cuándo Jesús pre-


vió la Cruz como la inevitable consecuencia de su
ministerio. Algunos sostienen que empezó su mi-
nisterio con luminosas esperanzas de éxito y que
sólo más tarde, cuando esas esperanzas se desvane.
cieron y que él vio que sus enemigos lo matarían
infaliblemente, se inclinó a lo inevitable y lo trans-
mutó para su glorioso logro. No encontramos nin-
guna prueba para sostener esto. Por el contrario,
los testimonios sugiereµ que desde que se sintió
llamado a ser el Mesías Siervo, es decir, desde su
bautismo, supo que la Cruz formaba parte de su
vocación. Lo que nadie cuestiona es que desde la
confesión de Pedro en adelante, la vio como cosa
cierta. "Es necesario al Hijo del Hombre padecer
mucho" (Mar. 8:31), había dicho. Es el "es nece-
sario" (dei) de la necesidad divina: Dios quiere la
Cruz para é,L Hasta ese momento no había bus-
cado expJicar a sus discípulos el carácter mesiá-
nico tal como él lo entendía; pero desde el mismo
momento que empieza a hacerlo incluye la muer-
te. "Jesús -dice Goguel 24 - no creyó ser el Mesías
aunque tenía que sufrir. Creyó serlo porque te-
nía que sufrir."
No hay necesidad de que discutamos aquí en de-
talle las predicciones de Jesús sobre su Pasión. Lo
que está más alláá de toda duda es que siempre
que habló de ella usó el lenguaje sombrío de

24 Lije of Jesus, p. 392.


64 EL HECHO DE CRISTO

Isaías 53. Hay cinco profecías de esa índole en


Marcos (8:31, 9:12, 9:31, 10:33s y 10:45). En al-
gunas de ellas puede que las expresiones hayan
sufrido alguna precisión .con posterioridad al even-
to; pero aun cuando eliminemos todo lo que muy
razonablemente deba atribuirse a la influencia de
la Iglesia primitiva, lo que queda de ello es muy
significativo. Póngans.t todiais las sentencias "expur-
gadas" juntas, en una sola declaración, y se ten-
drá una clara descripción del sufrimiento del
Siervo del Señor.
"[El Hijo del hombre] debe padecer mucho, ser
deshechado y tenido en nada, será entregado en
manos de hombres, y le matarán. [Porque él vino]
no para ser servido, sino para servir [i. e., para ser
el Siervo del Señor] y para dar"su vida en rescate
por muchos." 25
(Las últimas palabras son una traducción bastan-
te clara del hebreo de Isa. 53: 10).
Aquí está, pues, nuestro problema. El Reino de
Dios, en algún sentido ha venido en el ministerio
de Jesús. Con todo, Jesús debe morir como Siervo
del Señor para rescatar a "muchos". La solución
parece clara si nos detenemos por un momento en
dos dichos sobre el Reino en S. Marcos.
En el primero (Mar. 4: 11), Jesús habla del

25 Véase R, H: Fuller, The Mission and Achievement o/


lesus, p. 56.
El Evangelio del Reino de Dios 65

Reino como de un "misterio", 26 o secreto, dado


a conocer a los discípulos. En el otro (Mar. 9: 1),
declara que no dentro de mucho tiempo los hom-
bres verán al Reino "venir con poder". La expre•
sión "con poder" también aparece en Rom. 1:3,
donde se hace referencia a la resurrección de
Jesús. Pero entre la venida del Reino como un
"misterio" y su venida "con poder" está la Cruz.
No es difícil hacer la deducción. La Cruz era in-
evitable si el "misterio': había de llegar a ser un
secreto develado. Jesús murió para que el Reino
pudiera venir "con poder". Si se necesitan más
pruebas, deben buscarse en el gran dicho sobre el
"fuego" y el "bautismo" (Luc. 12:49s), de donde
se saca la misma deducción.
El Te Deum dice bien: fue cuando Jesús "ven-
ció la muerte" que "abrió el Reino de los cielos
a todos los ~reyentes",

(7) Aunque ya ha venido, el Reino aún está


por ser consumado
La frase "escatología realizada" no expresa toda
la verdad acerca del Reino de Dios. No es sufi-
ciente decir "el Reino ha venido", cuando la ora-
.ción del Señor dice "Venga tu reino". ¿Qué en-

26 Jeremías define el secreto como "la irrupción contem-


poránea del Reino en la obra y las palabras de Jesús" (The
Parables o/ ]esus, p. 16).
6G EL HECHO DE CRISTO

señó Jesús acerca del futuro cumplimiento del


Reino de Dios?
Nuestra indagac:ión suscita una sede de pro-
blemas que dan lugar, en un punto y otro, a di-
versas opiniones. En primer lugar está el problema
de Marcos 13. Este capítulo, tal como está, ¿pro-
porciona una verdadera jmi:igen del pensamiento
de Jesús acerca del futuro, o es un apocalipsis
judeo-cristiano que contiene algunos dichos autén-
ticos de Jesús? Una segunda dificultad, no des-
vinculada de la primera, es que los dichos acerca
del Día del Hijo del Hombre están mezclados en
la tradición (véase, por ejemplo, el apocalipsis de
Q en Lucas 17:22-37) con los c;lichos en los cuales
Jesús predice la destrucción dé Jerusalén. Y una
tercera dificultad está en el hecho de que las pa- ·
rábolas de la "hora cero", como la de las Diez
Vírgenes, los siervos vigilantes, . del ladrón y el
dueño de casa, que los evangelistas las toman con
referencia a la Parou~ía, en labios de Jesús pro-
bablemente se refirieran a la gran crisis ei:i los
asuntos de los hombres inaugurada por su Mi-
nisterio. 21
Todas estas cosas deben ser tenidas en cuenta
cuando procuramos arribar a ~onclusiones.

27 Jeremías, The Parables of Jesus, p. 36-52,


El Evangelio del Reino de Dios 67

Empecemos con lps dichos de Jesú1 que se re-


fieren no a un reino cualquiera a establecerse so-
bre la tierra, sino al orden eterno de Dios en el
que su gobierno no viene o se va, sino 9ue está
siempre presente: (Nota: los jgdíos de aquel tiem-
po concebían ·]a Era venidera, o sea el Reino de
Dios, al mismo tiempo·como 1:!-.1!. orden eterna~1-
te existente J'.. como, el ,futuro_ final de )ii hfstoTia. 28
. De éstos, los dos más importantes son:
"Vendrán muchos del oriente y del occidente, y
se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob ,en el rei-
u,.o de los cielos" (Mat. 8:11, Q. La referencia al
"seno de Abraham" en Lucas 16:22 muestra que
se creía que los patriarcas ya estaban en el cielo.)
"No beberé más del fruto de la vid, hasta aquel
día en que lo beba nuevo (entendiéndose por
kainos el vino del_ Nuevo Orjen) en el reino de
Dios" (Marcos 14:25).
Pero hay otros dichos que se refieren a una ~
• nida del Reino o del Hijo del Hombre (y las dos
no pueden estar separadas) en la historiq. De ese
modo, en ~ parte Jesús dice que el Hijo del
hombre, se levantará de los muertos "~e~eués de

28 Véase W. D. Davies, Paul and Rabbinic Judaism,


p. 320. Dice que la evidencia que él ha aportado libera a
C. H. Dodd de la acusación de "platonizar" que le ha hecho
R. Newton Flew.
68 EL HECHO DE CRISTO

tresdfa&", es decir, dentro de un corto período


(Mar. 8:31. Cf. Os. 6:2s); en un segt!n<.!9 lugar, que
en un tiempo no muy.1ejano algunos verán al "!ei-
~ de Dios venido cori pod<:!r" (Mar. 9:1); y en
un ~ lugar, que el Hijo del hombre será visto
"viniendo en las nubes del _cielo" (Mar. 14:62. Cf.
Dan. 7:13), es decir, será exaltado y erHronizado.
La idea, dice Vincertf Taylót 29 es de "ingreso en
un dominio que es dádiva de Dios. Incluye todo lo
que está comprendido en la Resurrección, pero
es un concepto más final".
¿Se refieren estos tres dichos a diferentes even-
tos? Mucho más puede decirse en favor de la opi-
nión de que son diferentes expresiones de un mis-
mo evento. Los tres expresan, la certidumbre de
Jesús de ser destinado a triunf~r, y con él la cau·
sa de Dios que él encarna. Lo que afirman es una
rápida reivindicación luego de una aparente de-
rrota. De esto, Jesús está seguro.
Lo que realmente aconteció, lo sabemos: la vic-
toria de Pascua sobre la muerte; la venida del Es-
píritu; el surgimiento de la Iglesia Apostólica.
Esto, podemos decir, fue la venida de Cristo en
la historia, y S. Juan, que tiende a interpretar la
Parousía en términos del advenimiento del Espí-
ritu, no estaba equivoqtdo. Como dice C. H.
Dodd. ao

20 Jesus and his Sacrifice, p. 31.


so The Comming o/ Christ, p. 16.
El Evangelio del Reino de Dios 69

"Según Jesús mismo lo interpretó, su carrera


total sobre la tierra fue la crisis en la cual el lar·
gamente esperado reino de Dios vino a los hom-
bres. La crisis empezó cuando él comenzó su mi-
nisterio; fue completada cuando retornó de la
muerte. La cosa ya había tenido lugar. Los hom-
bres ya no debían decir "el Hijo del hombre ven-
drá"; había venido; estaba sentado en el trono de
su gloria, el Rey invisible de la humanidad. Esta
es la fe del Nuevo Testamento."

II

¿No enseñó Jesús más que esto? Sí, si debía


haber una venida en l<!.. historia, también debía
haber otra venida.
Considérense, por ejemplo, estos dichos toma·
dos todos de diferentes fuentes evangélicas:
El primero describe la "revelación" del Hijo del
Hombre contra el fondo del fin del orden existente:
"Como fue en los días de Noé, así también será
en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían,
se casaban y se daban en casamiento, hasta el día
en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y
los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en
los días de Lot; comían, bebían, compraban, ven-
dían, plantaban, edificaban; mas el día en que
Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azu-
fre, y los destruyó a todos. Así será el día en
70 EL HECHO DE CRISTO

que el Hijo del Hombre se manifieste" (Lucas 17:


26-30, Q).
El segundo di.cho describe el abatimiento del
universo físico antúqúe venga el Hijo del Hombre:
"El sol se oscurecerá y la luna no dará su res-
plandor, y las estrellas caerán del cielo y las po-
tencias que están en los cielos serán conmovidas.
Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá
en las nubes con gran poder y gloria" (Mar. 13:
24-26).
El tercero traslada la escena a otro mundo, por-
que seguramente no es en este nuestro mundo del
espacio y tiempo que los muertos como los vivien-
tes estarán ante el Hijo del Hombre:
"Cuando el Hijo del Hombre venga en su glo-
ria, y todos los santos ángeles ~on él, entonces se
sentará en su trono de gloria,' y serán reunidas
delante de él todas las naciones, y apartará los unos
de los otros, como aparta el pastor las ovejas de
los cabritos" (Mat. 25:3ls, M). 3 1
Es posible que estas representaciones deban algo
a la influencia de la teología de la Iglesia primi-
tiva. Por otra parte, no necesitamos tomar toda
esta tremenda imaginería con prosaico literalismo,
desde que intenta expresar lo inimaginable con
símbolos humanos. Pero, tomados juntos, proveen

a1 Compárense los dos pasajes sobre el Juicio de fuente


Q, Lucas 10:12-15 y 11 :31-32. El juicio en el que figuran
Sodoma y la Reina del Sur debe tener lugar más allá de la
historia.
El Evangelio del Reino de Dios 71

un apoyo de parte del Señor a la creencia en una


venida de Cristo más allá de la historia. Es el
evento que podemos llamar la consumación del
Reino de Dios:

El cielo y la tierra desaparecerán


cuando El venga a reinar.

Nota:
Algunos han sostenido que Jesús esperaba que el
mundo terminaría pronto, tal vez inmediatamen-
te después de la Resurrección. No encontramos
apoyo para esto. Si la semilla de mostaza del
Reino debe crecer hasta ser una gran planta, evi-
dentemente se requiere tiempo para ello. "Es ne-
cesario que el evangelio sea predicado antes a to-
das las naciones", consta en el relato que Jesús
dijo (Marcos 13: 10). Además, su patrón para una
nueva vida en el Reino de Dios no sólo implica
la continuación de la sociedad humana tal como
la conocemos, sino que sus predicciones de acon-
tecimientos históricos posteriores a su muerte,
como la destrucción de Jerusalén, requieren que
la historia siga su curso. De cualquier manera, no
debemos dogmatizar acerca del tiempo, cuando él
mismo confesó su ignorancia (Mar. 13:32).
¿Cuál será la naturaleza de esta Venida que es
la consumación del Reino de Dios?
Ante todo, debe significar el triunfo final de
72 EL HECHO DE CRISTO

Dios sobre el Reino del mal. El "día D" se tor-


nará en el "día V", 32 y Dios será todo en todos.
En segundo lugar, debe:rá ser el punto en que
el tiempo -y todo fo que en la historia es grato
a Dios- entrará en la eternidad. (Colóquese la
Venida en el decurso del tiempo, ha dicho Nie-
buhr, as y se hará de la definitiva reivindicación
de Dios sobre el· tiempo """que eso es lo que sig-
nifica la consumación del Reino -un mero pun-
to en la historia).
En tercer lugar, debe significar el careo de los
hombres por Dios en Cristo. Aquí nuestro guía es
la Primera Venida. Dios ya se ha revelado en un
hombre del cual podemos aprender con qué clase
de personas habremos de vérnoslas. Encontraremos
la misma persona cuya santidad, verdad y amor nos
dan a conocer los Evangelios.
Que esto significará un Juicio, es lo que nos
enseñan tanto Cristo como sus apóstoles: tal vez no
tanto los procedimientos legales en escala cósmi-
ca que algunos han imaginado, sino más bien la
ratificación, en otro mundo, de los veredictos ya
formulados en éste (y a la verdad, formulados por
los hombres sobre sí mismos). Según la enseñanza
de Cristo, el criterio será la respuesta que los hom-

32 Expresiones originadas en la Segunda Guerra Mundial:


"día D", desembarco en Francia o victoria parcial; "día V",
el día de la victoria definitiva (N. d. Tr.) •
311 Th.e Nature and Destiny o/ Man, 11, p. 299.
El Evangelio del Reino de Dios 73

bres hayan dado a las manifestaciones de Dios y


su verdad que tuvieron a su disposición en sus
días (Luc. ll:3lss Q), y el amor que hayan mos-
trado a los necesitados a quienes Cristo llama sus
hermanos (Mat. 25:31-46, M). Y bien podemos creer
que el signo de la Cruz estará sobre todo (Cf.
Rom. 8:34).
Pero, de igual manera, la consumación signifi-
cará el goce perfecto de la vida en el mundo eter-
no de Dios, el secar de toda lágrima, el triunfo de
Cristo y sus santos. La vida celestial será como un
banquete (Mar. 14:25) y será comparable a la de
los ángeles de Dios (Mar. 12:25). Entonces las pro-
mesas de las bienaventuranzas serán una plena ver-
dad: los dolientes serán consolados, los limpios de
corazón verán a Dios, y los hijos de Dios morarán
en la casa de su Padre (Mat. 5:4, 8, 9).
3 LA RESURRECCION

Aunque el Nuevo Testamento no describa en nin-


gím lugar el hecho de la resurrección, .los prime-
ros cristianos tuvieron la inconmovible convicción
de que Dios había levantado a Jesús de entre los
muertos. ¿Es el mensaje de la Resurrección el error
más influyente de la historia, o es su hecho más
tremendo? Este es el problema.
Para empezar, está fuera de toda discusión. que
Jesús predijo el triunfo para sí mismo y para su
causa. No sólo Isaías había predicho la resurrec-
ción para el Siervo del Señor (53: lOss), sino que
los Evangelios atestiguan que Jesús, que tenía con'.
ciencia de ser ese Siervo, previó la victoria y la
vida más allá de la muerte. Expresó esta convic-
ción de varias maneras. Además de sus 'formales'
predicciones de la resurrección "después de 3 días"
(Mar. 8:31, 9:31, 10:34), habla del "día del Hijo
del hombre" (Luc. l7:26ss; Mat. 24:27-39) y de su
'.'venida en las nubes del cielo", es decir, su entro-
nización (Mar. 14:62) y predice que el Reino de
Dios vendrá "con poder" (Mar. 9: 1) y surgirá un
nuevo Israel (Mar. 14:58, Jn. 2:18s). Posiblemente
estas varias imágenes describen el mismo evento,

75
76 EL HECHO DE CRISTO

una venida del Reino de Dios que desafía toda


descripción exacta. Pero la cosa principal está su-
ficientemente clara: J~11:s esperaba pal'a sí mismo
y para su causa una gloriosa reivindicación. ¿Te-
nía razón? ¿El Reino de Dios vendría con poder?
¿Levantó Dios a Jesús de entre los muertos?

Se ha dicho frecuentemente, con razón, que la


evidencia fundamental de la Resurrección es la
existencia de la Iglesia cristiana. ¿Cómo pudieron
los amedrentados seguidores de un rabí crucifica-
do llegar a ser el núcleo de una Iglesia militante,
una Iglesia que ha resistido díecinueve siglos? El
Nuevo Testamento atribuye este sorprendente
cambio en los discípulos de Jesús a la convicción
que ellos tenían de que Dios había levantado a
su Maestro de los muertos y que lo habían visto
vivo y habían hablado con él. ("No hay en el Nue-
vo Testamento ningún relato de apárición del Sal-
vador resucitado en que se diga simplemente que
ha aparecido" 1 Siempre aparece a los suyos., y de
tal modo que entra en comunicación personal con
ellos). Pudieron, por supuesto, estar equivocados:
no podemos probar indubitablemente que ellos
estaban en lo cierto; pero debe decirse que si "la
probabilidad es guía de la vida", la probabilidad

1 Denney, "The Death of Christ", p. 67.


La Resurrección 77
está de parte de ellos. Junto a la existencia de la
Iglesia podemos poner la institución del "día del
Señor" (Apoc. 1:10, Hech. 20:7, I Cor. 16:2). ¿Por
qué los primeros cristianos, que eran judíos en su
mayor parte, cambiaron su día sagrado (como po-
dríamos llamarlo) del sábado al domingo? Lo hi-
cieron porque fue en este día, según ellos creye-
ron, que Jesús había resucitado de entre los muer-
tos; y podemos agregar que cada domingo que
transcurre es un nuevo argumento para la Resu-
rrección. Finalmente, debemos considerar los mis-
mos escritos del Nuevo Testamento. La creencia
en el Cristo resucitado llena las páginas del Nue-
vo Testamento. Tan cierto es esto, que cada uno
de sus libros -aun mismo la Epístola de Santiago,
que nunca la menciona- es un documento de la
resurrección en el sentido que nunca habría sido
escrito si no hubiese sido por la creencia en la
Resurrección.
La fe en la Resurrección, pues, no depende pri-
mordialmente del juicio que nos formemos sobre
tal o cual relato del Cristo resucitado registrado
en los Evangelios. Pero esta evidencia documental
es importante y debemos estudiarla antes de con-
siderar el significado del Evento del cual da tes-
timonio.

II

La más antigua evidencia documental no se en-


cuentra en los Evangelios sino en I Cor. 15:3ss.
78 EL HECHO DE CRISTO

Allí Pablo cita un trozo de la primitiva tradición


cristiana (paradosis) que ha "recibido", posible-
mente en el momento de su conversión, aunque
más probablemente de parte de los apóstoles du-
rante su primera visita a Jerusalén como cristiano
(a saber, cerca del afio 35. Véase Gál. 1:18. Desde
que en 1 Cor. 15:3ss Pablo menciona por nombre
·a sólo dos apóstoles; Pedro y J acobo, y desde que
éstos son los dos que dice haber visto d_urante su
primera visita a Jerusalén, podemos suponer que
obtuvo la tradición de ellos. (Si esto es así, la tra-
dición está magnífic~mente garantizada). En cual-
quier caso, la tradición se remonta a muy pocos
afíos después del Evento mismo, y E. Meyer, el
gran hist9riador alemán, con tq~a razón la declara
como ''el más antiguo documento de la Iglesia cris-
tiana que poseemos". Independientemente de los
Evangelios, es "una declaración que garantiza las
fuentes .de la evidencia" que utilizaron los prime-
-mos predicadores. Podemos notar que implica la
creencia _en la tumba vacía y que registra seis apa-
riciones del Sefíor resucitado (a Pedro, los Doce,
500 hermanos, Jacobo, todos los' apóstoles, y Pablo
mismo). Dos de estas apariciones -a los 500 her-
manos y a Jacobo- no están referidas en los Evan-
gelios canónicos. El paréntesis en el v. 6, aunque
probablemente no forma parte de la tradición,
es interesante, porque es la forma en que Pablo
dice a los que duden: "La mayor parte de los tes-
tigos todavía viven para que se los interrogue".'
La Resurrección 79

A este trozo de la tradición podemos agregar las


referencias a la Resurrección (de las cuales tal vez
la más interesante es la de Hech. 10:40-42) con-
tenidas en el kerygma judea-cristiano de los dis-
cursos del libro de los Hechos. Por cuanto se basan
probablemente en una tradición muy temprana,
deben considerarse importantes.
Podemos ahora recurrir a los Evangelios. Mu-
cha gente tiene una incómoda sensación de que
los relatos acerca del Cristo resucitado en los Evan-
gelios, por ser algo diferente de los relatos concer-
hierites al ministerio terreno de Jesús, son menos
dignos de crédito. Por lo que hace a las formas,
no ·es así. C. H. Dodd; 2 luego de aplicar los mé-
todos de la "crítica de las formas" a estos pasajes,
concluye en que, en cuanto a forma, no son dis-
tintos de los otros relatos acerca de Jesús; que pue-
den clasificarse en modo similar y que por lo tan-
to merecen 1a misma consideración, no sólo como
testimonios de la fe de los primeros cristianos sino
como crónicas de cosas· que realmente han suce-
dido.
Podeinos resumirlos.
, . Marcos 16 relata ~ómo, en la mañana de Pas-
cua, las mujeres encontraron la tumba vacía, cómo
"un Joven" les dijo que Jesús había resucitado y
cómo huyeron atemorizadas. Aunque el final de

2 En Studies in the · Gospels ( ed. D. E. Nineham),


p; 9-35.
80 EL HECHO DE CRISTO

Marcos probablemente se haya perdido, lo que ha


quedado es suficiente para mostrar cuál era el clí-
max del relato.
Mateo 28, despÜés de· describir la tumba vacía,
registra una aparición del Señor resucitado a las
· mujeres y una aparición a los once discípulos sobre
un monte de Galilea donde, luego de darles sus
"órdenes de marcha", Jesú$ les promete su perma-
nente presencia. (Son pec\Íliares de Mateo las refe-
rencias a la guardia en la tumba, el descenso del
ángel, y el terremoto).
Lucas 24 relata la forma en que las mujeres,
luego de encontrar la tumba vacía, llevaron la no-
ticia a los once, que no les creyeron. Luego regis-
tra tres apariciones: a Cleofas y otro en el camino
a Emaús, a Pedro (Luc. 24:34 ), \y a los once y otros
en Jerusalén antes que Jesús los llevara fuera "has-
ta Betania" y "se separara de ellos".
Juan 20-21 relata cómo María Magdalena en-
contró la tumba vacía, y cómo Pedro y el discí-
pulo amado (¿Juan?) la visitaron para verificar las
noticias que ella les había dado. Luego registra
cuatro apariciones: a Magdalena en el jardín, a
diez discípulos el mismo día detrás de puertas
cerradas en Jerusalén, a los mismos más Tomás
en el mismo lugar una semana más tarde, y a fos
once discípulos junto al lago de Galilea.
¿Cómo podemos juzgar estas narraciones? En
Mateo encontramos una cierta trama de lo mila-
groso (Mat. 28:2-4-) y en Lucas lo que algunos pien-
san una tendencia a materializar (Luc. 24:42.
La Resurrección 81

Cf. Luc. 3:22). Pero, si los tomamos como un todo,


no sólo están señaladamente desprovistos de ras-
gos apocalípticos, sino que en su mayor parte son
vívidos, tienen naturalidad y llevan en sí mismos
el sello de lo auténtico. Cuando Marcos habla del
descubrimiento de la tumba vacía por parte de las
mujeres, o Lucas registra el viaje a Emaús, o Juan
relata el encuentro de María Magdalena con Jesús
en el jardín, sentimos estar leyendo historia real.
Que todas estas narraciones no pueden entrete-
jerse en una sola y consistente armonía, casi es
innecesario decirlo. No podemos estar seguros, por
ejemplo, de cuándo y cómo apareció Jesús por pri-
mera vez. ¿Fue a las mujeres (Mateo y Juan) o
fue a Pedro, como I Cor. 15:5 y Luc. 24:34 lo im-
plican? Por otra parte, Mateo y Juan ubican las
apariciones en Jerusalén y en Galilea, Lucas sólo
en Jerusalén: Pero estas imprecisiones e inconsis-
tencias, lejos de desacreditar los relatos, muestran
que no pesó sobre ellos ningún intento de armo-
nizarlos, y las discrepancias entre varias crónicas
de un mismo suceso, como todo estudiante de his-
toria lo sabe, están lejos de probar que el tal su-
ceso no ha acontecido. (Lessing reclamaba cierta
vez justicia al tratar los Evangelios. Si Livio Poli-
bio, Dionisio y Tácito describen el mismo aconte-
cimiento en formas discrepantes, no vamos a negar
que el evento haya ocurrido. ¿Por qué vamos a
tratar a los cuatro Evangelios en forma distinta?)
¿En qué, pues, concuerdan nuestros relatos de la
Resurrección? En dos cosas:
82 EL HECHO DE CRISTO

1) Que la tumba estaba vacía. La tradición de


Pablo lo implica. Así también la predicación apos-
tólica en Hecho¡¡,11 _ L_os cuatro evangelistas lo de-
c.laran. El silencio··de Iosjudíos lo confirma.
2) Que la Resurrección ocurrió "el tercer día"
y que Jesús apareció a muchos de sus seguidores,
hombres y mujeres, en éste y en los días sucesivos.
Si somos leales a fos testimonios, debemos partir
del hecho de la tumba vacía. La teoría de que el
cuerpo de Jesús fue robado o escondido es fran-
camente increíble. Si los romanos o los judíos lo
hubieran sacado: secretamente, habría sido fácil
refutar la pretensión de' los cristianos, mostrán-
dolo. Podemos estar seguros de que no lo hicieron,
porque no podían hacerlo. IE{ualmente increíble,
como aun un judío como Kilausner lo admite,
es la sugestión de que los discípulos escondie-
ron el cuerpo y luego salieron a declarar que
Jesús había resucitado· de entre los muertos. Si
aceptamos el hecho de la tumba vacía, pues; una
de dos explicaciones se nos presentan. O deci-
mos que Jesús salió del sepulcro con el cuerpo
que tenía antes -en cuyo caso· debemos afrontar
el problema de qué sucedió con su cuerpo después
de los "40 días"- o podemos concordar con una
larga lista de cristianos desde San Pablo hasta el
obispo Westcott, de que en el sepulcro el cuerpo
físico de nuestro Señor fue transformado en un

8 En el uso del Salmo 16:10 (Hech, 2:27, 31).


La Resurrección 83

cuerpo espiritual, un cuerpo ya no su jeto a las


limitaciones de espacio y tiempo. Es digno de notar
aquí el hecho de que evangelistas como Lucas y
Juan, a pesar de todas las diferencias, concuerdan
en cuanto a la naturaleza del cuerpo del Señor
resucitado. Por un lado, lo que nos cuentan sugie-
re un algo extraterreno, desde que Jesús puede ir
y venir a través de puertas cerradas y aparecer y
desaparecer a voluntad. Por otro lado, el cuerpo
resucitado tiene rasgos terrenos, por cuanto se dice
que Jesús comió y permitió que se le tocara. Esta
combinación de rasgos extraterrenos y terrenos,
atestiguan los evangelistas, caracterizaron la reali-
dad de la Resurrección. Esto sugiere que al tratar
de penetrar el misterio del primer día de Pascua,
debemos pensar en . algo esencialmente de otro
mundo- un trozo de realidad celestial- que inva-
de este mun(jo del tiempo y los sentidos y se mani-
fiesta a los que tienen los "ojos de la fe". Tenemos
que vernos con un evento inequívocamente divino
que ocurrió en este nuestro mundo en un día de
abril del año 30 mientras Pondo Pilato era· gober-
nador romano en Judea. . . .
Ahí podemos dejar prudentemente el asunto;
porque la cosa principal en los Evangelios es la
invencible convicción de los discípulos de que
Jesús sobrevivió a la muerte en la plenitud de su
vida personal y les hizo conocer su presencia en
medio de ellos por apariciones que los impulsaron
a decir: "Hemos visto al Señor" .. Sólo sobre esta
ha.se podemos explicar el asombroso cambio sobre-
84 EL HECHO DE CRISTO

venido en los discípulos, el poder de conversión del


mensaje que salieron a proclamar y la experien-
cia de fraternidad .con ttn :Señor viviente que fue
el nervio vital del verdadero cristianismo por 19
siglos.

~u1
¿Qué significó la Resurrección para los primeros
cristianos? ¿Y a qué clase de suceso se refiere la
predicación de los Apóstoles? No podemos conten-
tarnos con la vaga declaración de que "algo suce-
dió" que los persuadió de que Jesús todavía estaba
vivo. Cualquiera sea la explicacif>n que demos debe
ser de tal carácter que explique la teología de la
Resurrección que corre por el Nuevo Testamento
y el Evangelio del Cristo resucitado por el cual
incontables millones han vivido y han muerto.
Debemos empezar por decir que la Resurrección
significa la reivindicación de la justicia. Porque,
considérese: si la historia de Jesús termina en la
Cruz es una dura e inflexible tragedia, y lo que
es más, la prueba de que no hay consonancia espi-
ritual ni razón en el universo. Para ponerlo en
términos simples, he aquí un Hombre que tenía
una despejada visión de la verdad moral, un Hom-
bre que no sólo confió absolutamente en Dios sino
que "de un golpe arriesgó todo" sobre la fe en él.
Hizo el experimento final, experimentum crucis.
Si esa vida se extinguió en la más absoluta oscu-
La Resurrección 85

ridad, no hay "amigo tras el fenómeno", como él


lo creyó, sino solamente "una gran imbecilidad"',
según la frase de Hardy. El Nuevo Testamento
habla de otra manera. Declara que cuando Jesús
entregó su vida a Dios, la naturaleza le hizo eco
y convocó a adherirse a su aventura de fe. Dios
lo levantó de entre los muertos, Dios reivindicó
a su Hijo, y al reivindicarlo, reivindicó su jus-
ticia.
Pero de una manera más específica la justicia
divina fue reivindicada por la Resurrección. En
la Biblia (Salmos, Segundo Isaías; Pablo, etc.), la
"justicia de Dios" es expresión equivalente a la
salvación de la que Dios es autor - expresa el pro-
pósito de salvación de Aquel cuyo objeto es "poner
las cosas en su lugar" para su pueblo. Ahora bien,
el Hombre que hizo el experimentum crucis, era
el único que encarnó en sí mismo este propósito
de Dios. Era el Hijo del hombre venido, en el
nombre de Dios, para "buscar y salvar lo que se
había perdido". Creyó que, si "muchos" debían ser
"rescatados", él debía dar su vida como el Mesías-
Siervo. Así, encarnando en sí mismo ese propósito
e identificándose completamente con los pecadores,
Jesús fue a la muerte. ¿Se engañó? En el tercer día,
dice la tradición en su forma más antigua (1 Cor.
15:4), Dios levantó a Jesús -y todo lo que él re-
presentaba- de la tumba. La Resurrección es el
hacer ·manifiesta por medio del milagro la victo-
ria del propósito de salvación de Dios que llevó a
Jesús a la Cruz.
86 EL fIECi-10 l>E CRISTO

En segundo lugar, la Resurrección significa


la derrota de la muerte. Esto necesita una defini-
ción más esmerada, H~gárnosla más clara diciendo
que los primeros cristianos no miraron la Resu-
rrección como ·una dramática verificación de la
verdad de la supervivencia humana a la muerte:
una piedra· más, por as{ d~cirlo, agregada al monu-
mento de las pruebas de la inmortalidad del alma
(una doctrina que en todo caso es griega y no
judía). Ellos decían que Jesús había vencido la
muerte, y no meramente sobrevivido. Hablaban
de resurrección. Ahora bien, la resurrección, carac-
terística· doctrina judía, significa varias cosas: pri-
mero, que Jesús realmente había muerto; segun-
do, que volvió a la viaa no s619 como un espíritu
desencarnado, sino en la plenitud de su persona-
lidad, de tal modo que, como lo dicen los relatos,
aunque distinto fue reconocible como la misma
persona; y que, sobre todo, lo que sucedió fue in-
controvertiblemente un gran acto de Dios. (Nó-
tese que en el Nuevo Testamento, los escritores di-
cen "fue levantado" más bi~n que "se levantó").
Pero la Resurrección de Jesús significa aun más:
implica, como lo hemos visto, que la causa que él
encarnó también triunfó sobre la muerte, que en
el Mesías resucitado el Reino de Dios ha venido
"con poder". En síntesis, para los primeros cristia-
nos la Resurrección era un acto escatológico de
Dios, tan nuevo como el primer acto de la creación:
un acto en que el potente Hijo de Dios había
vencido el pecado y la muerte y había inaugurado
La Resurrección 87

milagrosamente la Nueva Era. "Los apóstoles reco-


nocieron que en la Resurrección de Cristo se había
iniciado otro mundo, y que ellos eran sus ciuda-
danos. 4
Así como la Resurrección significó un nuevo
modo de vida para Jesús, así también trajo la pro-
mesa de vida para todos los suyos. Había dado su
vida para "rescatar" a los hombres de sus antiguos
enemigos, el pecado y la muerte y el maligno, y
en su Resurrección triunfante estaba la victoria
para todos los que confiaran en él. Este es básica-
mente el significado de la argumentación de Pa-
blo en I Corintios 15. Si hubo tJno, ese Uno que
llevaba en su propia persona el destino total del
Pueblo de Dios, que quebrantó el mito de la inven-
cibilidad de la muerte, entonces hay vida en pers-
pectiva para todos los suyos. "Así como en Adán
todos mueren, también en Cristo todos serán vivi-
ficados". Y el Poder que sacó a Jesús de la tumba
está a disposición de todos los suyos, no mera-
mente al final de sus caminos terrenales, sino aquí
y ahora.
Por último, la Resurrección (tal como lo mues-
tra el libro de Hechos) significó la continuación
del ministerio de Jesús. 5 Durante su ministerio,
Jesús había descrito su bautismo de sangre como
un medio de iniciación de una actividad más ple-

4 A. M. Ramsey, The Resurrection, p. 33.


lí T. W. Manson, The Servant Messiah, p. 89.
88 EL HECHO DE CRISTO

na y libre (Luc. 12:49s), como si percibiera una


época en la que se vería "libre en el mundo en el
que ni roinanos ni griegos pudieran detener su
verdad". Y que fue así, la misma historia lo prueba.
Si preguntáramos qué es lo que precisamente es-
taban tratando de hacer Caifás, Pilato y los demás,
en el primer Viernes Santo, la respuesta sería que
estaban tratando de detener lo que llamamos el
ministerio de Jesús. Es verdad que en el relato de
las maravillosas secuelas algún punto puede ser
dudoso; pero una cosa es cierta: el ministerio de
Jesús no fue detenido. Por el contrario, continuó
y adelantó. ¡ Vexilla Regis prodeunt!
San Lucas tuvo razón al resumir todo lo que
condujo a la Resurrección en\!esta forma: "todas
las cosas que Jesús comenzó a: hacer y enseñ.ar"
(Hech. 1:1). La Resurrección era el fin del prin-
cipio, o (como los primeros cristianos lo concibie-
ron) el comienzo del Fin. En cualquier caso, en la
luz de la Resurrección el ministerio de Jesús en-
contró su clímax, como la Cruz había de encontrar
su interpretación, y el futuro, su camino al poder
y la victoria.
SEGUNDA PAR TE

LOS PREDICADORES
DEL HECHO
4 LOS PRIMEROS PREDICADORES
DEL HECHO

Jesucristo fue crucificado probablemente en el


año 30; la más antigua carta de Pablo no pudo
haber sido escrita mucho antes del año 50. A estos
20 años algunos los llaman el "período pre-paulino",
otros, "el período crepuscular". El crepúsculo su-
giere una luz difusa; y efectivamente nuestra luz
sobre este período se encuentra algo reducida en
su intensidad por la falta de documentos contem-
poráneos. P«¡ro luz difusa, como lo veremos, no sig-
nifica oscuridad. Este es el período de transmisión
oral del Evangelio, período en que vivían todavía
cientos de testigos oculares de Jesús, período en
que el Evangelio, al introducirse en un mundo
más vasto, cambió su ropaje aramaico por uno
griego, y en el que surgían en Siria y más allá pe-
queñas comunidades cristianas, como ·pequeñas islas
volcánicas en el vasto mar del paganismo.
¿Cuáles son nuestras fuentes de información?
Principalmente dos: la primera mitad del libro ele
Hechos, que nos relata la historia de la Iglesia
Primitiva en una forma ampliamente fidedigna;
y, segundo, los pasajes de las cartas de Pablo que
se describen como paradosis (es decir, "tradición"

91
92 EL HECHO DE CRISTO

que él "recibió" de sus predecesores cristianos), o


que por varias razones -estilísticas, doctrinales,
etc.- podemos _declarar pre-paulinos.
Las preguntas a las que debemos responder son
éstas: ¿Cuál era el mensaje de los primeros predi-
cadores? ¿Cómo proclamaron a Cristo y su obra?
¿Cómo concibieron a la Iglesia y los sacramentos,
el camino cristiano y la esperanza cristiana?
Antes de seguir adelante debemos subrayar un
punto. Al pasar de los Evangelios sinópticos a los
Hechos de los Apóstoles (lo que estamos haciendo
ahora) cambian los términos pero no el Evangelio.
El mensaje de los primeros apóstoles, como vere-
mos, tiene continuidad con el Evangelio de Jesús
- a la verdad, es el mismo Evangelio, sólo que
tenemos que recordar que entre la predicación de
Jesús y la de ellos está la Cruz, la Resurrección y
el Día de Pentecostés. Lo que aquí queremos seña-
lar tiene que ver con la terminología. En los Evan-
gelios sinópticos el Reino de Dios constituye el
tema central. En Hechos, los apóstoles predican
unas veces a Cristo, otras veces al Reino (cf. Hech.
8:5,12). Pablo habla de predicar a Cristo, nunca
de predicar el Reino. (Si hubiera anunciado en
Corinto o en Efeso el establecimiento de otro Rei-
no, se habría encontrado en una cárcel romana
mucho antes de lo que en realidad estuvo). ¿Esta-
mos aquí en presencia de un proceso por el cual
el Evangelio del Reino ha sido desalojado por un
Evangelio de Cristo? No; el cambio tiene que ver
con la terminología, no con el contenido del Evan-
Los Primeros Predicadores del Hecho 93

gelio. En los Sinópticos, el Reino de Dios es, en un


sentido "misterioso", el Cristo mismo. En modo
similar, pero desde su posidón más venta josa por
estar en un período posterior, los apóstoles consi-
deran al Reino como habiendo venido en la vida,
muerte y resurrección de Jesús y ·la venida del
Espíritu; y proclamar el Reino es predicar estos
eventos en su significado de salvación. Si queremos,
podemos decir que antes de la primera Pascua el
Reino era Cristo "en· un misterio" (Mar. 4:11);
después de la Resurrección y la venida del Espíritu,
Cristo -el viviente, omnipresente Cristo- fue la
revelación, el secreto develado, del Reino, y el
aceptarlo a él como Salvador era estar "en el Rei.
no", ser salvo.

En el principio era el kerigma. 6 Una generación


antes que apareciera el Evangelio de S. Marcos,
y por lo menos 15 años antes que Pablo escribiera
su primera carta, los apóstoles proclamaban su
kerygma, o mensaje de salvación. Kerysso, el verbo

6 Una discusión clásica sobre este tema es The Apostolic


Preaching and its Developments de C. H. Dodd. Bultmann
sostiene que el kerygma de la Iglesia helenística de Antio-
quía difería radicalmente del de la Iglesia de Jerusalén.
Pablo ignoraba completamente esta diferencia (1 Cor. 15:11),
para la cual Bultmann no aporta ninguna evidencia satis•
factoría.
91 EL HECHO DE CRISTO

griego del cual procede kerygma, significa "procla-


mo"; describe la obra de un heraldo. Y kerygma,
generalmente tradt1c:ido por. 'predicación', significa
no tanto la acción del heraldo como lo que procla-
ma su mensaje o anuncio. Es un sinónimo de "Evan-
gelio".
Tenemos dos fuentes para la reconstrucción de
este kerygma: los discursos atribuidos a Pedro en
· Hechos 1-I O (en especial el sermón del día · de
Pentecostés y la prédica a Cornelio), y los pasajes
"tradicionales" en Pablo (I Cor. ll:23ss, 15:3ss,
Rom. l:2s, 4:25, 10:Ss, I Tes. 1:10, Fil. 2:6-11, etc.).
i.a primera fuente plantea esta interrogante: si
Lucas escribió los Hechos cincuenta años más tar-
de, ¿podemos confiar en que ~~os discursos petri-
nos reproduzcan de modo seguro la predicactón
de los primeros días? Los estudiosos nos responden
que, si bien no debemos ver en esos discursos la
ipsissima verba de los apóstoles, poclemos conside-
rarlos como resúmenes de la clase de cosas que di-
jeron. El desconocimiento de la doctrina paulina:,
la primitiva cristología y el subido color semítico
que ponen de manifiesto, todos estos elementos
denuncian la presencia en esos discursos de · una
muy antigua tradición. Es probable que Lucas tu-
viera a su disposición fuentes aramaicas, orales o
escritas.
Si ahora comparamos estos discursos con el mate-
rial "tradicional" de Pablo, comienzan a surgir las
líneas fundamentales del kerygma apostólico. El
kérygma empieza sosteniendo que las promesas del
Los Primeros Predicadores del Hecho 95

Antiguo Testamento se han cumplido y que la Nue-


va Era ha llegado con la venid a de Jesucristo.
Luego relata los puntos salientes de la historia de
Jesús -su bautismo, ministerio y obras de poder,
su crucifixión y muerte, su resurrección y ascensión
al cielo- y termina con una referencia al Espí-
ritu Santo y al regreso de Cristo. Luego viene un
llamado a los hombres a arrepentirse, creer y ser
bautizados.
La forma en que un cronista resumiría un ser-
món cristiano primitivo sería más o menos ésta:

Las profecías se han cumplido y la Nueva Era


ha comenzado.
El Mesías, nacido de la simiente de David, ha
aparecido.
Es Jesús de Nazaret, el Siervo de Dios, que
anduvo haciendo bienes y sanando por el
poder de Dios, fue crucificado según el pro-
pósito de Dios, fue resucitado de entre los
muertos al tercer día, está ahora ensalzado
a la diestra de Dios, y volverá en gloria para
el juicio.
Por tanto, todos, arrepiéntanse y crean, y sean
bautizados para el perdón de los pecados y
el don del Espíritu Santo.

Formulado de esta manera, el sermón podría ser


pronunciado en· un minuto o dos. Podemos supo-
ner que en la práctica · el predicador podría dete-
nerse en uno u otro punto y desarrollarlo según
96 EL HECHO DE CRISTO

lo exigieran las necesidades de su auditorio, tal vez


sacando argumentos de las profecías, o bien hacien-
do relatos del mara-vmoso: ministerio de Jesús, o
citando testimonios de la Resurrección, o destacan-
do las señales de la presencia del Espíritu, y expo-
niendo la compleja totalidad de los eventos como
un poderoso acto de Dios que desafía a los hom-
bres a tomar una decisión.
Debemos_ subrayar dos puntos acerca del keryg-
ma en su totalidad.
El primero es que esíe. Evangelio primitivo ·esta-
ba arraigado en el -J!;qangelio _predicado por Jesús.
La afirmación de que las profecías se habían
cumplido corresponde a la afirmación con que
Jesús inició su ministerio en Q:alílea: "El tiempo
se ha cumplido" (Mar. 1:15).
Jesús es el Mesías, dijeron los primeros predi-
cadores. Nuestro Señor se reconoció a sí mismo
cómo el Mesías (Mar. 14:61s), aun cuando durante
su ministerio haya encubierto esta convicción. 1 De
igual manera, como hemos visto, él interpretó su
mesianidad en términos del Siervo del Señor de
Isaías.
Así como el kerygma atribuyó las obras de poder
realizadas por Cristo al hecho de que "Dios estaba

7 Sobre el título 'Hijo de David' véase Marcos 10:37s


(Bartimeo) y 12:35-37. El testimonio permite suponer que
"Jesús creyó ser de la casa de David" (Véase: Taylor, "St.
Mark", p. 491).
Los Primeros Predicadores del Hecho 97

con él" (Hech. 10:38), así también Jesús dijo, "si


por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios,
ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros"
(Luc. 11 :20).
"La muerte de Jesús se ajusta al propósito de
Dios en las Escrituras", dijeron los apóstoles. Jesús
mismo predijo su muerte en palabras tomadas de
Isaías 53. "Resucitó al tercer día", declararon los
apóstoles. Jesús mismq predijo su victoria sobre
la muerte en palabras que recordaban a Oseas
6:2. 8 "Ensalzado a la. diestra de Dios", continúa
el testimonio apostólico. "Veréis al Hijo del Hom-
bre sentado a la diestra del poder de Dios", dijo
Jesús ante Caifás (Mar. 14:62). "Vendrá otra vez
en gloria", dijeron los apóstóles. Jesús mismo, como
lo hemos visto, esperaba no sólo un trjunfo en la
historia, sinq también un regreso posterior. 9
Esta correspondencia entre el Evangelio predi-
cado por Jesús y el kerygma de los apóstoles no
deja de causar impresión. Nos asegura que los
fundamentos sobre los cuales la Iglesia primitiva
construyó su teología eran fundamentos de los cua-

s Véase "The Work and Words of Jesus", p. 107.


9 Pocos como lo son, los dichos sinópticos acerca del Es-
píritu son sufí~ientes pa~a probar que Jesús prometió poder
divino y guía a los discípulos después de haberse ido. Las
enseñanzas juaninas acerca del Espíritu, especialmente los cin•
co pasajes del Paracleto, aquí suplementan los escasos datos
de los Sinópticos.
98 EL HECHO DE CRISTO

les Jesús mismo había puesto las piedras princi-


pales.
En tanto que nuestro primer punto se extendía
hacia atrás, a la eriseñatiza de Jesüs, el segundo
se extiende hacia adelante a la teología de la Igle-
sia apostólica. Es éste: el patrón del kerygma
recorre todo el Nuevo Testamento, dándole una
profunda unidad· esencial en medio de su diversi-
dad. En cada obra puede trazarse el kerygma,
cualquiera sea la forma literaria que tome -Evan-
gelio; historia; epístola, apocalipsis- y quienquiera
sea el escritor -Lucas, Pablo, Juan, el autor de la
carta a los Hebreos. El Evangelio de San Marcos
es el kerygma desarrollado, así como este kerygma
controla la estructura de los ptros tres Evangelios;
sus notas resuenan claramente en la predicación
de los primeros apóstoles, palpitan en las epísto-
las de Pablo, Pedro y Juan, y pueden oírse en la
teología hierática de la carta a los Hebreos no
menos que en el drama apocalíptico de Revelación.
Años atrás, P. T. Forsyth 1 º percibió todo esto
cuando escribió, acerca de los tiempos del Nuevo
Testamento: "No había una fórmula teológica
universal, no había una ortodoxia, pero ciertamen-
te había un común Evangelio apostólico, un
kerygma."

10 The Principie of Authority, p. 141.


Los Primeros Predicadores del Hecho 99

Este kerygma finalmente se condensó y preservó


en el Símbolo de los Apóstoles.

(2) Cristo y su obra

¿Cómo concibieron los primeros cnsuanos a su


Maestro resucitado? Una consecuencia primordial
de la Resurrección fue que dio una nueva dimen-
sión a la persona de Jesús, de modo que algunos
títulos primitivos (Maestro, Profeta, etc.) pasaron
de moda y hubo que encontrar otros. Los cristianos
primitivos encontraron cuatro: Mesías, Señor, Hijo
.de Dios y Siervo de Dios. Obsérvese que no está
entre ellos el título con que Jesús se designó a sí
mismo, "Hijo del Hombre"; en realidad, fuera de
los Evangelips, este título aparece una sola vez en
el Nuevo Testamento (Hech. 7:56). Pero su desapa-
rición es comprensible: no sólo estaba demasiado
cargado de misterio para el uso general, sino que
además carecía de significado a oídos de los gen-
tiles.
Para empezar con este punto, notemos que
Jos primeros cristianos nunca cuestionaron la
,yerdadera humanidad de Jesús. "Jesús nazareno,
yarón . .. ", decía Pedro en el día de Pentecostés
(Hech. 2:22). Pero describir al Resucitado simple-
;ll}ente como un hombre no era suficiente. Era más,
·.,mucho más que eso. ¿Qué, entonces? Recordemos
100 EL HECHO DE CRISTO

que el Antiguo Testamento era la Biblia de los


primeros cristianos, punto de partida de sus pen-
samientos. Cuando empezaron, pues, a considerar
el lugar que su Maestro tenía en los designios de
Dios para los hombres, fue a esas escrituras que
se dirigieron para hallar las categorías y los títulos
con qué describirlo.
Sobre el título -"Mesías" no necesitamos detener-
nos mucho. No cabe duda que los primeros após-
toles "predicaron a Jesús como el Mesías" (Hech.
5:42. Cf. 2:31,36, etc.). Era el Libertador soñado
por Israel durante siglos. Al afirmar que era el
Mesías, los apóstoles estaban ratificando una afir-
mación ya hecha por Jesús mismo. Los conceptos
sobre el Mesías en el jµdaísmo contemporáneo
eran muy variados; con todo, subyacía en todos
ellos la idea de que el Mesías era el Jefe divina-
mente designado del Pueblo de Dios y el portador
de su gobierno a los hombres. Por tanto, esta per-
sona, en el concepto de ellos ya no era una piadosa
esperanza, sino una bendita realidad. Era el hom-
bre conocido una vez como Jesús de Nazaret, a
quien Dios había resucitado de entre los muertos.
Por cierto que tenía muy poca semejanza con el
Mesías de la esperanza ortodoxa; aun mismo puede
decirse que, aunque Jesús se revistió a sí mismo
con las imágenes de la promesa mesiánica, al vi-
virlas literalmente las crucificó; pero de su pre-
tensión al título, después de la Resurrección, sus
seguidores no tuvieron duda. Este título definía
Los Primeros Predicadores del Hecho 101

la relación del Maestro de ellos con la antigua


esperanza de Israel. El era su cumplimiento. 11
Mesías, en su forma griega "Cristo", pronto llegó
a ser un nombre propio. El otro título que Pedro
dio a Jesús el día de Pentecostés, "Señor" (Hech.
2:36), tenía delante suyo un futuro más grande.
La palabra griega que corresponde a "Señor" es
Kyrios (en arameo: Mar). Ahora bien, en el Anti-
guo Testamento griego (la Biblia de la Iglesia pri-
mitiva), Kyrios no sólo es la traducción de Adonaí,
sino también del inefable nombre de Dios (Yaveh ).
Aquí había, pues, un título que podía ser cargado
con un supremo significado religioso. ¿Podemos
pensar que los primeros cristianos lo aplicaran a
Jesús con ese sentido?
Bousset dice que no. 12 Argumenta que Kyrios
era un título comúnmente dado a las divinidades
cúlticas e!l las religiones de misterio griegas, y que
se daba honoríficamente a los emperadores roma-
nos. El mundo pagano contemporáneo conoció
"muchos señores" (I Cor. 8:5). Por esto no debe-

11 Cuando los cristianos empezaron a llamar a Jesús 'Se-


ñor' en lugar de Mesías, los liberales erróneamente supusie-
ron que estaban 'realzando la cristología'. El hecho es que
el mesianismo judío no admite una cristolopía de status en
términos metafísicos - sostiene una cristología de función
en ténninos de historia. Pero la función del Mesías es indu
dahlemente una función divina, a saber, su inauguración del
Reino de Dios. La acción del Mesías en la historia es la pro-
pia acción de Dios. G. Dix, Jew and Greek, p. 79.
12 En su libro Kyríos Christos.
102 EL HECHO DE CRISTO

mos suponer que los cristianos de habla aramea


hayan llamado jamás "Señor" a Jesús. Mientras
el cristianismo no entró en el mundo greco-romano
los hombres no lo adoraron como "Señor".
Pero los hechos están decididamente contra
Bousset. La frase "a la diestra de Dios" deriva del
Salmo 110: 1, era un texto fundamental del primi-
tivo kerygma; y esta doctrina del Cristo sentado a
la diestra de Dios ciertamente implica el Señorío
de Cristo. 13 Pero, como para probar en forma
conclusiva que los primeros cristianos adoraron a
Jesús como Señor, Pablo nos ha preservado la ora-
ción de la Iglesia de habla aramaica, "Marana tha!
Ven, Señor nuestro" (I Cor. 16:22), una invocación
ciertamente dirigida a Jesús. Dicho esto, podemos
fácilmente admitir que, cuando el Evangelio se
helenizó, el título 'Señor' naturalmente adquirió
un uso corriente más amplio.
"Señor", en este elevado sentido, es un título
posterior a la Resurrección. Define a Jesús en rela-
ción con la comunidad adorante. Jesús es el Señor
de la comunidad, a quien es debida la veneración.
En realidad, difícilmente podemos exagerar la im-
portancia del título. Confesar a Jesús como Señor
equivale a orarle (como se dice que hizo el agoni-
zante Esteban); confesarlo como Señor es lo subsi-

13 Para una interesante, y a mi modo de ver, convincente


sugerencia de que Jesús mismo proporcionó la materia prima
para esta confesión de su Señorío, véase a R. H. Fuller,
The Mission and Achievement o/ Jesus, p. 112-114.
Los Primeros Predicadores del Hecho 103

guiente a adorarlo. Bien dijo Vincent Taylor: 14


"En el reconocer el Seüorío de Jesús está implícito
el reconocimiento de su divinidad esencial".
Los primeros cristianos, ¿concibieron a Jesús
como Hijo de Dios? Si nuestras únicas fuentes fue-
ran los primeros discursos en los Hechos, la res-
puesta sería 'No'. Pero unos veinte años más tarde
Pablo llama a Jesús Hijo de Dios, como si el título
fuera suyo indiscutiblemente; y en dos pasajes co-
múnmente admitidos ,como pre-paulínos, I Tes.
1:10 y Roro. I:3s, 15 aparecen las palabras "su
Hijo". Estos pasajes hacen remontar el título por
lo menos al año 40 y tal vez antes. Por tanto, cuan-
do encontramos que un crítico tan escéptico como
Rudolf Bultmann 16 admite libremente que la
Iglesia de Jerusalén, de habla aramea, llamó a
Jesús "el Hijo de Dios", podemos pensar que la
cuestión est.;í resuelta. Pero, dice Bultmann, cuan-
do los cristianos de Jerusalén llamaron de ese modo
a Jesús estaban usando el título en un sentido me-
siánico; y el uso que hacían derivaba de la inter-
pretación mesiánica del Sal. 2:7. De ese modo, él
rechaza la explicación mucho más probable de que
se sabía que Jesús se había designado a sí mismo
de ese modo, y esto no meramente en un sentido

H The Names of lesus, p. 51.


15 Véase a Dibelius sobre I Tes. 1:10 (Ha,ulbuch zum
Neuen Testament) y a Dodd sobre Rom. l:3s (Mo/fat New
Testament Commentary).
16 Theology of the New Testam1mt, p. 28,32.
104· EL HECHO DE CRISTO

mesianico, sino en un sentido que reclamaba una


filiación divina de carácter único (Mar. 13:32.
Cf. Mar. 12:6, Mat, ll:27, Luc. 10:22. Cf. también
el uso que Jesús hizo del término Abba). Ha de
encontrarse una confirmación a esto en la des-
cripción que los primeros cristianos hicieron de
Dios como "el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo".
Sin embargo, "Señor" parece haber sido el título
más común de Jesús; y si preguntamos por qué, la
probable respuesta es que, la expresión "Hijo" de
Dios con que ios primeros cristianos llamaron a
Jesús, perteneció más bien a la esfera de la ense-
ñanza que a la de la adoración. En tanto creían
en "el Hijo" (cf. el texto de ::p en Hechos 8:37,
que puede ser el original) 17 fo confesaron como
"Señor".
El titulo "Hijo de Dios" describe la relación de
Jesús con el Padre invisible. Apunta al más pro-
fundo secreto de su ser y conduce al reconocimien-
to de su venida a los hombres desde las profundi-
dades del ser de Dios.
Si los primeros cristianos vieron en Jesús al Me-
sías, lo adoraron como Señor y creyeron en él

17 "Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios". Lake y


Jackson llaman a esto "tal vez la más antigua forma de credo
bautismal". Cullmann, que cree que esta variante es el texto
original, dice: "Esta breve confesión se remonta a los pri-
meros tiempos".
Los Primeros Predicadores del Hecho 105

cómo el Hijo de Dios, emplearon otro título para


expresar su significado redentor. Lo llamaron "el
Siervo de Dios", el Siervo de las grandes profecías
de Isaías.
Como muchas cosas en el Nuevo Testamento,
esto ha sido controvertido, pero sobre las más dé-
biles bases, 18 porque en su apoyo hay muchos y
sólidos argumentos:
En primer lugar, hemos visto que Jesús creyó
ser el Mesías Siervo ·(Parte l); y es difícil creer
que sus primeros seguidores, que preservaron di-
chos como el que se encuentra en Marcos 10:45,
olvidaran completamente esto.
En segundo lugar, y a modo de confirmación
de nuestro primer punto, encontramos que por cua-
tro veces en los primeros capítulos de Hechos (3:
13,26, 4:27,30) Pedro llama a Jesús "Siervo de Dios"
(país theouJ. Poco más tarde, Felipe dice expresa-
mente al eunuco etíope que Jesús es el cumpli-
miento de Isaías 53 (Hechos 8:26-40).
En tercer lugar, dos pasajes juzgados común-
mente como pre-paulinos 19 (Rom. 4:25 y Fil. 2:6-
ll) describen la obra de salvación de Jesús en pala-
bras de Isaías 53.

18 Por ejemplo, que la frase griega pais theou procede


de los LXX, por ello debe liaber sido usada primeramente
por los cristianos de habla griega, y no puede atribuirse a la
Iglesia madre de habla aramea. La debilidad de estos argu-
mentos aparece en el hecho que los LXX utiliza también
doulos al traducir el ebed de Isaías.
10 Aun por Bultmann, op. cit., p. 82, 125.
106 EL HECHO DE CRISTO

Por tanto, no vacilamos en seguir a Jeremías 20


que hace remontar el uso de este título a "la más
antigua Iglesia palestinense". Entretanto, lo que
emerge es suficiente para mostrar el error que es
suponer que la teología es un tardío agregado al
cristianismo, la elaborada mistificación, por parte
de intelectuales poster_iort:s, de algo que original-
mente fue simple hecho de la experiencia y ajeno
a la teología. Tan atrás como podamos adentrar-
nos en los orígenes cristianos encontramos una doc-
trina de Cristo. La trascendente voz de Nicea pue-
de todavía estar muy lejos, pero ya en los hombres
de este ''período crepuscular" encontramos percep-
ciones del verdadero rango de Jesús, tal como la
Iglesia cristiana lo ha entendiqo en el correr· de
los siglos.
Pasemos ahora a la obra de Cristo.
Como todos saben, S. Pablo encontró en la Cruz
el corazón del Evangelio, de tal modo que lo de-
signó "la palabra de la Cruz". Pero ya ha pasado
el tiempo en el que se atribuía a Pablo el mérito
-o la culpa- de este descubrimiento. Que la Cruz
fue algo central en la Iglesia primitiva está proba-
do por tres eslabones de una cadena de evidencias.
Primeramente, gracias a S. Pablo sabemos cómo
concebían la Cruz sus predecesores cristianos~ Fue
parte del credo cristiano que él recibió poco des-
. pués de su conversión (es decir, a pocos años de la

20 The Servant of God.


Los Primeros Predicadores del Hecho 107

crucifixión) que "Cristo murió por nuestros peca-


dos, conforme a las Escrituras" (I Cor. 15:3). Pocos
versículos más abajo Pablo declara que esto es el
Evangelio apostólico común. Deducimos que no
había Evangelio conocido en la Iglesia primitiva
que no proclamara, según la expresión de Pablo,
a Cristo como crucificado por los pecados de los
hombres. ·
El segundo eslabón de la cadena está dado por el
kerigma en Hechos. Ya hemos citado las referen·
das a Jesús como "Siervo de Dios", con todo lo que
el título implica. Aquí podemos agregar dos apor-
tes a la evidencia. En Hechos 2:23 Pedro declara
que Cristo fue "entregado por el determinado con-
sejo y anticipado conocimiento de Dios". Clara-
mente los primeros predicadores consideraron la
muerte de Cristo como parte integrante del desig-
nio de Dios para la salvación del hombre. Pero esto
no es todo. Dos veces en Hechos (5:30 y 10:39) la
muerte de Jesús está significativamente designada
con la expresión "colgado de un madero". Esta fra-
se nos lleva a la creencia judía de que un hombre
"colgado de un madero" era un hombre "maldito
por Dios" (Deut. 21:22s). Todo el que describiera
de esa manera la muerte de Cristo, no sólo había
percibido el "escándalo" de la Cruz, sino que en
alguna medida había adivinado que Cristo había
padecido la maldición por los demás.
El último eslabón se encuentra en los Evangelios
sinópticos. La Iglesia conservó los dichos de Jesús
108 EL HECHO DE CRISTO

en los que él da un significado redentor a su


muerte: el dicho sol>re el rescate (Mar. 10:45) y las
palabras sobre la -copa (Már. 14:24). Desde que
ambos dichos deben su conservación a la memo-
ria de los Doce, deben formar parte de la tradición
original de Jerusalén.
Sóló una conclusión parece admisible: "la pala-
bra de la Cruz" yace en el corazón del más antiguo
evangelio.
No podemos decir en qué momento los cristia-
nos llegaron a esta comprensión. Al principio,
como los dos discípulos en el camino a Emaús, tal
vez consideraron la Resurrección como la increí-
ble reversión de una dura tragedia. Luego, lenta
y gradualmente, al reflexionar 1(sobre el hecho, lo
que había parecido ser simplemente el crimen de
hombres crueles se transformó en la gloriosa acción
de Dios; y buscando una guía, recordaron las
predicciones de su Maestro sobre su Pasión, fue-
ron conducidos a las profecías de Isaías como so-
lución al misterio y 1o resumieron diciendo:
"Cristo murió por nuestros pecados conforme a
la Escritura".
Es difícil decir hasta qué punto ellos sostuvie-
ron una doctrina de la expiación. Pero si, partien-
do de lsaías 53 "predicaron el evangelio de Jesús",
como lo hizo Felipe, ¿no debemos acreditarles al-
guna comprensión de la profunda soteriología de
ese capítulo? La doctrina allí contenida es la del
sufrimiento vicario por los pecados de "muchos",
con la idea de sustitución en primer plano. No es
Los Primeros Predicadores del Hecho 109

aventurado suponer que los primeros predicadores


vieron en Jesús al gran portador de los pecados
por cuyas llagas ellos fueron sanados.

(3) El Espíritu Santo

Hemos estado considerando la forma en que los


cristianos primitivos concibieron la obra de Cristo.
¿Pero no había ·sido. ya realizada esa obra, y no
había regresado ya Cristo al mundo invisible? Y a
partir de ese momento, ¿todo el Hecho de Cristo
no había de alejarse, mes tras mes, y año tras año,
hacia un pasado irretornable? Lo que realmente
acontecía parecía ser exactamente lo opuesto. Se ha
dicho que "ningún apóstol recordó nunca a Cris-
to". En verdad, ellos no vivían del pasado sino en
el presentt;, y encaraban el futuro con ardiente
esperanza. ¿Qué fue lo que operó esa transforma-
ción? El evento de Pentecostés, dice la crónica de
Hechos. El Señor podía haber sido elevado al cie-
lo, pero todavía estaba con los discípulos a través
del Espíritu; y los fines por los cuales vivió y
murió eran ahora afianzados por este extraño poder
que estaba obrando en medio de ellos.
Se ha observado que, si S. Lucas no nos hubiese
.dejado la narración de Hechos 2, nos habríamos
visto en la necesidad de conjeturar un evento tal.
Es cierto que la referencia de Lucas a la capacidad
poliglota de los apóstoles en Pentecostés hace vaci-
lar el creer: y bien podemos encontrar el verdadero
milagro no en alguna aptitud apostólica para ha-
EL HECHO DE CRISTO

blar en lenguas extrañas, sino en su habilidad


para testimoniar con lenguas de fuego acerca de la
resurrección y el señorío de Cristo. Pero como
quiera que expliquemos · Hechos 2, nadie, salvo el
ultra escéptico, podrá negar su verdad básica: que
en un día determinado los seguidores de Jesús reci·
hieran un extraordinario acrecentamiento de nue-
vo poder que ellos ·identificaron con el prometido
Espíritu de Dios, y que no sólo vivificó de un
modo maravilloso el Hecho de Cristo, sino que
invadió sus vidas y su adoración.
¿Pero podemos aceptar estos primeros capítulos
de Hechos como pruebas de la primitiva creencia
cristiana acerca del Espíritu Santo? ¿No son más
bien reconstrucciones narrativ~s producidas por
doctrinas posteriores? En. prim'er lugar, podemos
decir sin temor a ser refutados, que el apóstol
Pablo ciertamente no dio origen a la creencia en
el Espíritu Santo, que ésta ya estaba en la Iglesia
antes que él hiciera su aparición en la escena. En
segundo lugar, si exceptuamos el "error" de Lucas
respecto de la verdadera naturaleza de las "len-
guas", no hay nada en lo que él dice acerca del
Espíritu que sea contrario a lo que por otras vías
conocemos acerca de los primeros días, y mucho
que es enteramente creíble. Todo el concepto del
Espíritu es hebreo más bien que helenístico, y no
encontramos trazas de la desarrollada doctrina pau.
lina del Espíritu Santo como la encontramos, por
ejemplo, en Romanos 8. Lo que encontramos · en
estos primeros capítulos de Hechos son hombres
Los Primeros Predicadores del Hecho 111

súbitamente conscientes de un nuevo poder libe-


rado en el mundo y en ellos mismos y al que tien-
den a atribuirle, cosa suficientemente comprensi-
ble, todos los fenómenos fuera de lo normal. A la
irrupción del Espíritu se atribuyen el hablar en
lenguas, el sacudimiento de la casa donde estaban
los apóstoles reunidos, y el "rapto" de Felipe, y las
manifestaciones con que va acompañado el Espí-
ritu son "poder", "gozo" y "fe". El lenguaje usado
es el de una religión de experiencia, y el Espíritu
es un don de poder más bien que una presencia
personal: un don de Dios (2:38, 8:20, etc.), por me-
dio del Cristo exaltado (2:33), en cumplimiento
de la profecía (2: 16s). Su esfera de operación es
la Iglesia, y de alguna forma (la evidencia es algo
contradictoria) está relacionado con el bautismo,
como condición previa o como consecuencia. Ven-
drán los díás en que Pablo, edificando sobre esta
experiencia, hablará del "Espíritu de Cristo", dará
un sentido ético a sus obras, y presentará al Cris-
tianismo como una religión del Espíritu; pero por
ahora el Espíritu significa poder -un nuevo poder
dado por Dios- que ayuda a los apóstoles a dar
testimonio de Cristo, que se expresa en lenguas y
por la profecía (predicación inspirada), capacitan-
do a los apóstoles a obrar milagros y reforzando
la fe victoriosa y "gozosa intrepidez" (parrhesia) de
hombres como Pedro, Esteban y Bernabé. Pero' el
punto fundamental es que el Espíritu Santo es una
experiencia inseparablemente conectada con Cristo,
112 EL HECHO DE CRISTO

como que es una señal de que Cristo está presente


en medio de ellos, dotándolos de poder para cum-
plir la tarea. misionera.

(4) Iglesia y Sacramentos

La comunión del Espíritu Santo era la Iglesia. Se


ha representado a veces a los primeros cristianos
como una banda de azorados galileos estrechamente
agrupados para darse ánimo mutuamente, una en-
tre las varias sectas judías, y conscientes de no ser
más que eso. Luego, gradualmente el esprit de corps
y la persecución hicieron que sus filas se estrecha-
ran, dándoles una unidad adventicia que, tres o cua.
tro décadas más tarde, se desarrollaría en la Ecclesia
de la Epístola a los Efesios. ,
El cuadro que nos presenta Hechos puede haber
sido idealizado en algunas partes, pero no nos da esa
impresión. Al principio, los cristianos no rompie-
ron con el judaísmo; los contactos con el Templo y
la sinagoga continuaron, y cuando Pedro habla lo
hace como un israelita a los hombres de Israel. Con
todo, desde el principio ellos sostuvieron una creen-
cia que los distinguió de sus compatriotas judíos -
la creencia de que el Mesías había venido. Y más,
ellos habían recibido el don del Espíritu Santo pro-
metido para los últimos días. En forma imprecisa
-porque la vida siempre precede a la doctrina-
ellos debieron ir sintiendo su diferenciación. Fue-
ron conscientes de ser el nuevo Israel que se hizo
heredero de las promesas hechas a los padres (Hech.
Los Primeros Predicadores del Hecho 113

3:25s). Al principio, no sintieron necesidad de defi-


nir su actitud hacia cosas tales como la Ley y la
circuncisión; pero cuando el helenista Esteban, ver-
dadero precursor de Pablo, al costo de su vida hubo
dicho lo que tenía que decir, entonces este asunto
se planteó agudamente y hubo de perturbar la Igle-
sia por muchos días.
San Lucas resumió la vida de la primitiva comu-
nidad cristiana en estos términos:
"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles,
en la comunión unos con otros, en el partimiento
del pan y en las oraciones" (Hech. 2:42).
"Comunión" traduce al griego koinonfa, cuya raíz
significa "compartir", y probablemente lo que S. Lu-
cas quiere significar aquí es el amor fraternal en
acción. Esto parece estar confirmado por la afirma-
ción de que ellos "tenían todas las cosas en co-
mún". Llamar a esto comunismo es equívoco
- simplemente era un compartir la propiedad so-
bre la base del amor. Este amor y una "alegría
exuberante" (agalliasis, Hech. 2:46) eran las seña-
les espirituales de la Iglesia primitiva que no tenía
todavía una organización a cal y canto, pero era
una fraternidad del Espíritu en la que los apósto-
les originales ocupaban los puestos directivos.
Tenemos que representarnos, pues, una pequeña
comunidad que confiesa a Jesús como Mesías y
Señor, vivamente conscientes de un "manantial de
nueva vida", que vivían juntos como una gran fa-
milia, dedicándose a predicar la Palabra, celebran-
do sus ritos de fraternidad en torno a la mesa, con
114 EL HECHO DE CRISTO

su viviente Señor y esperando su advenimiento en


gloria.
No sabemos cuándo se llamaron a sí mismos "la
Ecdesia" por primera ·vez. Tal vez fuera cuando
surgió en Antioquía la primera congregación pre-
dominantemente gentil; pero la idea que compor-
ta el vocablo ya la tenían desde el principio. Eccle-
sia, en el griego secular significa una asamblea
popular (véase Hech. 19:32,39,41). Pero un griego
de aquellos días, oyendo a los cristianos llamarse
a sí mismos "la Ecclesia", se habría devanado los
sesos tratando de explicarse la presencia del artícu-
lo definido y el extraño matiz del nombre. Si ·se
hubiese puesto a leer el Antiguo Testamento grie-
go su perplejidad st habría desvanecido. Porque en
la LXX, ecclesia comúnmente traduce al hebreo
Qahal, término más común para designar a Israel
como Pueblo de Dios reunido. De esa manera, su
adopción por parte de los cristianos expresaba su
pretensión de ser el verdadero pueblo de Dios, an-
tiguo y nuevo a la vez.
Por supuesto que es la Iglesia de Jerusalén la
que es llamada la Ecclesia en los primeros capítu-
los de Hechos (p. ej.: Hech. 5:11). Pero la relación
local no es lo primordial, porque en Hech. 9:31
se habla de "la Ecclesia por toda Judea, Galilea y
Samaria". En otras palabras, la Ecclesia estaba ori-
ginalmente domiciliada en Jerusalén; pero con la
expansión del Evangelio surge la idea de la Eccle-
sia local como un microcosmos, o expresión de la
única Ecclesía.
Los Primeros Predicadores del Hecho 115

La Cabeza de esta Ecclesia era el Señor Jesús, en


cuyo nombre ellos bautizaban y la confesión de
cuyo Señorío -probablemente en el acto del bau-
tismo- concluyó en la más antigua confesión de
fe cristiana (Rom. 10:9, I Cor. 12:13, Fil. 2:11); y
el nuevo Pueblo de Dios sintió que tenía una mi-
sión que (suponiendo que el discurso de Esteban
sea auténtico en sus líneas generales, como proba-
blemente lo es) se extendía mucho más allá de las
fronteras de lo judío.
Nada hay tan antiguo en el cristianismo como
los sacramentos. No fue Pablo quien les dio ori-
gen; ya estaban desde el principio. La cuestión es
saber qué significado tenían.
En tanto que los orígenes del bautismo cristia-
no permanecen en la oscuridad, podemos razona-
blemente creer que el rito fue practicado prime-
ramente por· obediencia a un mandato del Señor
resucitado; porque aunque Mat. 28:19 -sea una
fórmula litúrgica de la Iglesia posterior, la misma
da testimonio de que los primeros cristianos creían
que tal mandato había sido dado. El bautismo cris-
tiano, que era la puerta de entrada a la Iglesia,
probablemente se remonta al día de Pentecostés
(Hech. 2:38). Administrado "en Cristo", o "en el
nombre de Cristo", significaba que la persona bau-
tizada pasaba a ser posesión de Cristo. La forma
era por inmersión y el bautismo normalmente coin-
cidía con la recepción del Espíritu Santo.
Probablemente el bautismo de Jesús proporcio-
nó el tipo para el bautismo cristiano. Para los
116 EL HECHO DE CRISTO

demás, el bautismo con agua y el bautismo con el


Espíritu podían significar distintas cosas; pero en
el caso de Jesús los dos habían coincidido; y de
allí en adelante ~u coincidencia vino a ser la regla
en la Iglesia. (Cf. Jn. 3:5, "el que no naciere de
agua y del Espíritu ... "). ¿Podemos decir algo más
acerca de este bautismo primitivo?
El Señor había descrito su muerte como un
"rescate" que Hbera;ía -a "muchos" (Mar. 10:45).
A esta muerte vicaria El también la había llamado
'bautismo' (Luc. 12:50 Mar. 10:38), es decir, un
acto religioso de purificación emprendido no para
sí mismo sino para los "muchos". ¿No podemos
entonces decir que Jesús creyó que este bautismo
de sangré sería eficaz para purificar .del pecado a
los "muchos"? El día de Pentecostés, cuando el
Espíritu Santo vino sobre sus seguidores, haciendo
que el Hecho de Cristo fuera real como nunca
antes, la virtud del bautismo de sangre de Cristo
vino a estar al alcance de todos, de modo que aque-
llos que, por la fe y el bautismo, eran unidos a su
Señor, compartían la virtud de su· obra de expia-
ción. ¿Es todo esto mera especulación? Evidente-
mente no, porque el último bautismo de Cristo
(i.e., de sangre, en el Calvario) vino a ser una
importante categoría soteriológica en el Nuevo Tes-
tamento. No sólo eso, sino que escribiendo unos
veinte años después de la crucifixión, a los cristia-
nos de Roma, a quienes nunca había visitado, San
Pablo habla del bautismo como un sacramento en
el cual los hombres mueren con Cristo al pecado
Los Primeros Predicadores del Hecho 117

y surgen a "novedad de vida" (Rom. 6:3s). "¿No


sabéis?", escribe, como apelando a algo familiar
en toda la Iglesia. ¿No es probable que en la Igle-
sia pre-paulina los hombres concibieran el rito como
un sacramento de unión con Cristo en su morir y
resucitar?
En su descripción de la Iglesia Primitiva S. Lu-
tas menciona por dos veces el "romper el pan" de
lós primeros cristianos (Hech. 2:42,46). Es natura:I
que supongamos que con esto, se refiere a la comi-
da más ta:rde conocida corno "Cena del Señor", que
a su vez ·reclama su relación con la Ultima Cena.
No cabe duda de que esta Cena era parte de una
comida real en común; pero suponer que "el rom-
per el pan" signifique nada más que "tomar el
alimento" parece improbable. Cuando Pablo habló
de "el pan que rompemos" ciertamente se refería
a la Cena d~l Señor, y en Hechos el énfasis sobre
el "romper" no solamente apunta al significado
central de la comida, sino que el encadenamiento
del romper el pan con "las oraciones" parece im-
plicar algo más que una comida ordinaria.
Si el "romper el pan"' de Lucas es, pues, la euca-
ristía, ¿podemos hacernos una idea de lo que pen-
saban de ella los primeros cristianos? Veinte años
más tarde Pablo interpreta la Cena del Señor como
.medio sacramental de tener comunión con la muer-
te <le Cristo (I Cor. 10:l6s); y al hacerlo no sólo
usa la frase "la copa de bendición" que los pri-
meros cristianos tomaron de la Iglesia judía, sino
que estampa una sentencia que tiene todo el ritmo
118 EL HECHO DE CRISTO

de una fórmula litúrgica, y establece su doctrina


como si fuera algo axiomático. ¿No podemos con-
cluir -que no fue el primero en pensar así de la
Cena? Pero la- cQmunión con el Cristo crucificado
no era ciertamente el único motivo de la Eucaris-
tía de los primeros cristianos. La mención que Lucas
hace de la "alegría exuberante" de los primeros
cristianos sugiere que la nota de Pascua no había
sido silenciada por el recuerdo de "la noche en que
fue entregado"; y el primitivo Mar(l,na tha cristia-
no probablemente n_o era sólo un ruego por la
Parousía sino una epiclesis que invocaba la presen-
cia del Señor Resucitado en su Mesa (Cf. Apoc.
3:20, que tiene probablemente también una refe-
rencia eucarística. Como en los días posteriores a
la primera Pascua en Jerusalfn, así más tarde en
Asia Menor se concebía al Señor Resucitado como
preserité en la Cena). Finalmente, sabemos que la
más antigua Cena del Señor tenía una nota de
futuro. En tanto comulgaban con su Señor resu-
citado, invisible -pero no desconocido, los pensa-
mientos de los primeros cristianos volaban hacia
adelante al tiempo en que él vendría en gloria
(1 Cor. 11 :26, 16:22).

Nota:
Algunos eruditos modernos, p. ej. Lietzmann,
han sostenido que la cristiandad primitiva conoció
dos tipos distintos de eucaristía: l) una eucaristía
pre-paulina desconectada de la Ultima Cena y que
continuaba la comunión en torno a la mesa veri-
Los Primeros Predicadores del Hecho 119

ficada entre Jesús y sus discípulos en días ele su


vida terrena; y 2) una Cena del Señor, como en
I Cor. 11, que tuvo su origen en la Ultima Cena.
Ellos piensan que Pablo, siguiendo una revelación
del Señor Resucitado -esto es lo que significa
"Recibí del Señor ... " - fue el primero en conec-
tar la Cena del Señor, de la Iglesia, con la Ultima
Cena.
Rechazamos esta opinión, porque: 1) Descansa
en una improbable interpretación de la frase "re-
cibí del Señor"; 2) contradice la pretensión de la
"crítica de las formas" de que los pasajes narra-
tivos de la Ultima Cena fueron preservados en
razón de que describen la institución del sacra-
mento de la Iglesia; y 3) es difícil creer que Pablo
hubiera podido introducir clandestinamente con
éxito en toda la Iglesia una interpretación de la
Cena que sµs críticos habrían señalado inmedia-
tamente como una atrevida innovación.

(5) El camino cristiano y la esperanza cristiana

Pasemos ahora de la adoración al campo de la


moral.
Uno de los primeros nombres aplicado a los cris-
tianos fue "los del Camino" (Hech. 9:2); aparte de
toda otra cosa que llevara connotada, significaba
que los cristianos eran conocidos por entregarse a
una nueva forma de vida. ¿Establecieron, por tan-
to, los apóstoles alguna clase de código moral para
120 .EL HECHO DE CRISTO

sus convertidos, algún modelo de conducta cristia-


na? Pablo ciertamente lo hizo -véase I Tes. 4: I y
II Tes. 3:6, y nótese_ la referencia en Roro. 6:17
a una "forma de doctrina" que era "tradicional" -
y podemos estar seguros de que no fue el primero
en hacerlo. ¿Qué tradición moral era ésta? Hoy se
está generalmente de acuerdo en que conservan
algo de ella los pasajes éticos de las cartas apostó-
licas 21 (p. ej.: I Tes. 4:1-12, 5:12-22, Gál. 5:13-6:
10, Col. 3:1-4-6 y porciones similares en I Pedro,
Hebreos, etc.). Mucho de ello es "ética elemental"
que no tiene nada de distintivamente cristiano, y
algunos elementos son claramente pre-cristianos.
Exhortaciones á. establecer una clára ruptura con
el anterior modo de vida; requerimientos a la ho-
nestidad, pureza, veracidad, sobrio vivir y diligen-
te trabajo; reglas para una vida familiar decente
- son los elementos que la componen. Podemos
comprender fácilmente la necesidad de una ética
elemental semejante, si recordamos el fondo pagano
de muchos de los convertidos; pero, ¿no hubiera
sido de esperar que los primeros cristianos busca-
ran su modelo de vida en la enseñanza de Jesús
mismo?
Una vez más debemos partir de la práctica de
Pablo para llegar a conocer la. de sus predecesores.
Era su costumbre, cuando se veía confrontado é'on

21 Lo que C. H. Dodd y otros llaman didaché (instruc•


ción moral) • ; í
Los Primeros Predicadores del Hecho 121

arduos problemas de la conducta cotidiana, resol-


verlos con una palabra del Señor, si la tenía a
mano. I Cor. 7:10 es un ejemplo. Además, si estu-
diamos los pasajes éticos de sus cartas -particular-
mente Rom. 12: 14- los encontraremos llenos de
dichos de Jesús, o ecos de los mismos. Tal vez tu-
viera una colección escrita de éstos; pero es más
probable que se basara en una tradición oral. Esto
nos lleva al punto esencial del problema. Si los pri-
meros cristianos se retnitieron "al Señor" en busca
de una guía moral, ¿dónde encontramos las pruebas
de ello?
La contestación es muy simple: en la tradición
sinóptica de los dichos de Jesús. Si algo nos ha en-
señado la "crítica de las formas", es que estos Evan-
gelios son fuente no sólo de la enseñanza de Jesús
sino también de la enseñanza de la Iglesia Primi-
tiva. En otras palabras, muchos dichos de Jesús
han llegado hasta nosotros simplemente porque
proporcionaron respuestas del Señor a urgentes pro-
blemas éticos de los primeros tiempos.
Algunos de eIIos tenían que ver con asuntos .ta-
les como la observancia del sábado, la purificación
ritual, el divorcio y el pago de impuestos. No es
accidental que los Evangelios sinópticos hayan pre-
servado declaraciones de Jesús sobre estos asuntos.
Estos "relatos de pronunciamientos" (como Vin-
cent Taylor los ha llamado) fueron preservados
porque ellos registraban el pensamiento de Jesús
sobre estas debatidas cuestiones. Los primeros cris-
tianos se preguntaban: ¿Cuál debe ser nuestra acti-
122 EL HECHO DE CRISTO

tud frente al sábado judío? Encontraban orienta-


ción para esto en pronunciamientos del Señor tales
como los que ~stéii;i _registrados en Mar. 2:23ss, 3:
lss, y Luc. 13:IO-I7. ¿Qué debe pensar un cristiano
acerca del valor de las purificaciones rituales? Res-
puesta: el Señor nos dio una orientación acerca
de la naturaleza de la verdadera contaminación
(Mar. 7:lss). ¿Debemós pagar impuestos a Roma?
Respuesta: el Señor nos ordenó dar "a César lo
que es de César y a Dios lo que es de Dios" (Mar.
12: 13-17). ¿Puede un cristiano divorciarse de su
mujer? No, porque el Señor lo prohibió (Mar. 10:
1-12). Y así por el estilo.
Pero los primeros cristianos necesitaban algo más
que pronunciamientos particulares; necesitaban
también principios generales de acción cristiana;
Esta necesidad fue satisfecha recurriendo a la ense-
ñanza sistemática acerca de la vida en el Reino que
Jesús dio a sus discípulos. Pensamos aquí especial-
mente en lo que ha sido llamado "el Sermón del
Monte" (Mat. 5-7, Luc. 6:20-49). Este fruto de va-
rias sesiones didácticas con sus discípulos, constitu-
yó una pauta de vida dada por el Señor, y sin duda
en ese sentido fue utilizado desde el principio
(aunque, por supuesto, la disposición del material
según se da en Mateo fue posterior). Que estos
dichos hayan sido así tan bien preservados, en par-
te se debe al hecho que Jesús vertió su enseñanza
en forma poética, y por lo tanto fácilmente memo-
rizable. Pero el que haya sido excelentemente pre-
servado es en sí una prueba de que la Iglesia Pri-
Los Primeros Predicadores del Hecho 123

mitiva tomó con seriedad esta enseñanza. Por tan-


to, cuando preguntemos qué significado ético tiene
la frase "el Camino", gran parte de la respuesta
debe darse en términos de la enseñanza del Sermón
del Monte y de pasajes similares que se encuentran
por doquier en los Evangelios. "Las bienaventuran-
zas del Gran Sermón, la condición de ser como ni-
ños, el perdón de los enemigos, el amor que es
semejante al mismo amor de Dios - todo esto con-
curre a la interpretaéión de esa frase, el Camino
del Señor". 22
La esperanza que sustentaron estos primeros pe-
regrinos del Camino está abreviada en dos pala-
bras arameas: ¡"Marana tha! Ven Señor nuestro!"
(1 Cor. 16:22). Pero debemos tomar estas palabras
en su correcta perspectiva. Se ha supuesto a menu-
do que en el primer Credo cristiano el artículo
par excelence era la Segunda Venida. Aunque el
kerygma de Hechos se refiere sólo dos veces (Hech.
3:20s y 10:42) a esta venida de Cristo en su carác-
ter de rey, no puede haber duda que los primeros
cristianos "se alentaban unos a otros con una Espe-
ranza". Pero lo que acentuaban era más bien otra
cosa. Si oraban ¡"Ven, Señor nuestro!" era porque
primero habían confesado "Jesús es Señor". Creían
en un triunfo final de Cristo porque habían creído
en la victoria ya alcanzada por él. Esperaban una
confirmación cósmica de 1a victoria de Cristo por-

22 R. N. Flew, Jesus and His Church, p. 159.


124 EL HECHO DE ·CRISTO

que se· habían aferrado sólidamente a su señorío


. actual. La Parousía, cuando viniera, sería la mani-
festación en gloria de todo lo que ya estaba implí-
cito en la Primera Pascua, y en aquel día Cristo
sería el Juez de los vivos y de los muertos (Hech.
10:42). Entonces sería realizado ese perfecto orden
de las cosas del cual Dios había hablado a su Pue-
blo por medio de los profetas (Hech. 3:21. Cf. Isa.
65: 17-25). Entretanto (en términos- comúnmente
considerados pre-paulin.os) se invitaba· a los hom-
bres a "convertirse de _los ídolos a Dios,. para ser-
vir al Dios vivo y -ver(ladero, y esperar de los cie-
los a su Hijo, al cual resucitó de .los inue1Jos, a
Jf;sús, quien nos libra de la ira venidera'' (I Tes .
.1:_9s). ·
Pero lo que dio sustancia- a toda 1a esperanza
cristiana fue la Resurrección del Señor. Un Hom-
bre _había "dejado una tumba abierta en. el vasto
cementerio del mundo", el Hombre que llevó en
su propia persona los destinos del Pueblo de Dios.
Como fue resucitado y exaltado al alto cielo, en su
vida inmortal sus fieles_ seguramente tendrían parte.
TERCERA PARTE

LOS INTERPRETES
DEL HECHO
5 SAN PABLO

Hemos intentado abrirnos camino en la media


luz de las décadas del 30 y del 40. Pero con la
década del 50 entramos en plena luz, gracias a los
documentos de ese tiempo. Estos documentos son
diez cartas 1 de San Pablo, quien no sólo desem-
peñó un papel heroico en el avance del Evangelio;
sino que demostró ser el más grande de sus intér·
pretes primitivos.
San Pablo tuvo dos "tutores para llegar a
Cristo": U!}O judío y el otro griego.
Su deuda con el judaísmo es tan evidente en
cada página que causa asombro que eruditos como
Reitzenstein hayan podido convencer a alguien de
que Pablo era un decidido helenista. Es cierto que
Pablo aprendió su judaísmo en un medio helenís-
tico; pero todo el que sostenga que el judaísmo
helenista del tipo que Pablo conoció difiere radi-
calmente del de Palestina debe probarlo.

1 Aceptamos Efesios como paulina, pero excluimos las


Pastorales que contienen probablemente, como P. N. Harri-
son lo ha sostenido, fragmentos genuinamente paulinos, pero
en su forma actual son obra de un paulinista.

127
128 EL HECHO DE CRISTO

"Hebreo de hebreos", es el comentario que el


propio Pablo hace de su genealogía espiritual (Fil.
3:5). En término~ _teol9gicos, esto significa que fue
educado en efcredo· del judío devoto de su tiem-
po, a saber, la creencia en Dios justo y santo, en
la elección de Israel para ser el Pueblo especial de
Dios, en la Ley como la única revelación de la vo-
luntad de Dios para los hombres, y en la esperan
za del Mesías. Sus cartas muestran .que, aun cuan-
do se hizo cristiano, estas cosas siguieron siendo
básicas en su pensamiento. Aun cuando sus cartas
y el libro de Hechos no nos dicen explícitamente
que perteneciera a la secta de los fariseos y hubie-
ra recibido una educación rabínica, podemos in-
ferirlo de su teología. No d~bemos despreciar estos
orígenes ultra-judíos. "Si Dios no estaba obrando
en el_· pensamiento rabínico del tiempo de Cristo,
¿qué razón tenemos para decir que obra en el
pensamiento de hoy en día?" 2 Como quiera que
sea, en Pablo el judaísmo se pone en evidencia
por todas partes. Su antítesis del espíritu y la
carne brota de la doctrina judía de los dos im-
pulsos. Su frase favorita "en Cristo", podemos en-
tenderla sólo en términos del concepto hebraico de
personalidad corporativa. ¿Pudo alguien, que no
fuera un "hebreo de hebreos", haber llamado a
Jesús el "postrer Adán", o haberlo concebido como
la nueva Torah? Cuando Pablo discurre sobre la

2 P. T. Forsyth,
San Pablo 129

esperanza cristiana, es la resurrección del cuerpo


y no la inmortalidad del alma lo que le preocu-
pa. Y cuando trata del fin último del propósito
de Dios en la historia respecto de judíos y genti-
les, dice de un modo muy significativo, "y luego
todo Israel ser'á salvo".
¿Cuál era su deuda con el helenismo? Leyó las
Escrituras en una traducción griega:· la Septua-
ginta. Escribió sus cartas en griego koiné. Pasó la
mayor parte de sus treinta años de misionero en
tierras en que la civilización griega le salía al en-
cuentro a cada paso. Dos o tres veces cita a poe-
tas griegos; gustaba de las metáforas tomadas de
los juegos helénicos; aquí y allá emplea palabras
o frases estoicas; y aunque a menudo con signifi-
cado distinto, ocasionalmente utiliza términos co-
rrientes enti;e los devotos de las religiones de mis-
terio griegas. Pero la idea de que fue un celoso
estudioso de las letras griegas, o que recibió pro-
funda influencia de la filosofía estoica, no puede
tomarse en serio, y la teoría de que su teología
fuera radicalmente contaminada por los Misterios
se ha desprestigiado completamente en el mundo
de los eruditos. "San Pablo -escribe Gregory
Dix 8 - ha defendido su causa en el cargo que se le
ha hecho de "helenizar" el cristianismo para vol-
verlo aceptable a los griegos- y el veredicto ha
sido decididamente: "No culpable". ¡Tal vez den-

·8 Jew and Greek, p. 3.


130 EL HECHO DE CRISTO

tro de pocos años se lo acuse de rabinizar un Evan-


gelio galileo y hacerlo ininteligible para los grie-
gos! De cualquier modo, Pablo ha sufrido muchos
procesos de los·tuales generalmente ha salido bas-
tante bien parado".
¿Qué podemos decir de la deuda de Pablo hacia
los que estaban "en Cristo" antes que él, como
Ananías, Andrónico y Junias (Rom. 16:7), para no
mencionar a los miembros de la Iglesia Madre?
Nuestros estudios precedentes sobre el "período
crepuscular" han puesto abundantemente en claro
las muchas piedras que en el gran edificio de lo
que denominamos "paulinismo" fueron toscamente
trabajadas antes que llegara el "maestro-arquitecto"
para utilizarlas. En otras palabras, gran parte de
lo "paulino" es cristianismo. apostólico y común a
todos, y Pablo fue profundamente deudor a sus
predecesores cristianos. Contentémonos con enu-
merar aquí siete de esas deudas: 1) El kerygma
apostólico; 2) el concepto de Jesús como Mesías,
Señor e Hijo de Dios; 3) la doctrina del Espíritu
Santo como dinámica fuerza divina de la nueva
vida; 4) la doctrina de la Iglesia como nuevo Is-
rael; 5) los sacramentos del Bautismo y la Cena
del Señor; 6) las "palabras del Señor" que él cita;
y 7) la creencia en la Parousía de Cristo.
Otro detalle más debe mencionarse en estos pro-
legómenos espirituales: la influencia de su con-
versión. Bien se ha dicho que la teología de Pablo
tiene más la impronta del pecador que del escriba.
Es la teología de un convertido, de uno que podía
San Pablo 131

decir "por la gracia de Dios soy lo que soy". Sin


duda le llevó su tiempo el ver claramente todas las
inferencias de su experiencia del camino a Damas-
co; pero podemos decir cabalmente que esa expe-
riencia trajo consigo tres consecuencias decisivas
en su pensamiento. En primer lugar, significó que
Cristo estaba indisputablemente vivo - vivo por el
poder de Dios que por la Resurrección había pues-
to su sello sobre el hecho de la Cruz. En segundo
lugar, la Cruz misma, que para .Pablo el fariseo
había sido el lugar de la maldición de Dios, se
transformó luego en el lugar de la revelación - la
revelación del amor de Dios. Y por último, Pablo
vino a comprender que "la salvación es del Señor",
que ella comienza por parte de Dios con un acto
de pura gracia que el hombre no ha hecho nada
por merecer. Poco puede maravillarnos entonces
que la gracia -esa exhorbitante bondad de Dios
hacia los hombres que no la merecen- esté escrita
en todo el Evangelio de Pablo.

EL CRISTIANISMO SEGÚN SAN p ABLO

El Evangelio de Cristo, tal como Pablo lo enten-


dió, es la Buena Nueva de la salvación que Dios
ha provisto para los pecadores por medio de la
encarnación, muerte, resurrección y viviente poder
de Cristo, y que ofrece ahora a todos los que creen.
Lo que llamamos su teología es ese Evangelio tal
como está explicado en sus cartas. No es algo que
132 EL HECHO DE CRISTO

podamos separar de su Evangelio; es su Evangelio


tal como su mente lo captó.
En esta definición del Evangelio de Pablo hemos
usado deliberadalllente la palabra "salvación" para
resumirlo. Ei protestantismo tradicional, siguien-
do a Lutero, ha encontrado el corazón del Evange-
lio de Pablo en la frase "justificación por fe". Lo
ha guiado en esto una correcta comprensión, tal
como lo veremos. Pero· es un error decir que esta
doctrina sintetiza el Evangelio de Pablo. Porque
la justificación por fe es sólo un fragmento de un
todo más amplio - es la primera etapa del camino
cristiano y no todo el camino. Más recientemente,
otros han resumido el Evangelio de Pablo como
"comunión con Cristo". Esto . también no es sino
un elemento, muy imporJante, en el cristianismo
de Pablo. Necesitamos un término más amplio
para expresar toda la riqueza y el alcance del cris-
tianismo según San Pablo; y la mejor palabra a
nuestra disposición es "salvación" (satería).
En la religión, la pregunta fundamental es la que
formulara el carcelero de Filipos: "¿Qué debo ha-
cer para ser salvo?". La religión de Pablo parte
de esta pregunta, y él encuentra la respuesta en lo
que llama "el evangelio de vuestra salvación"
(Efes. 1:13). Al predicar en Antioquía de Pisidia
o al escribir a los cristianos de Roma, ésa es la
palabra que utilizó (Hech. 13:26, Rom. 1:16).
La palabra "salvación" significaba bienestar en
todas sus formas, desde la salud del cuerpo hasta
el más alto ideal de. salud espiritual. Y salvación
San Pablo 133

era, en cierto sentido, lo que en los días de Pablo


todos los hombres seriamente inspirados, gentiles
tanto como judíos, estaban buscando. Para el ju-
dío, la salvación podía significar ante todo la libe-
ración del pecado que aparta del Dios santo. Para
el gentil significaría liberación de todos "los gol-
pes y dardos de la adversa fortuna", del Hado, del
temor a la muerte y de las innumerables inseguri-
dades en que se desenvuelve nuestra vida de mor-
tales. Pero como quiera que interpretaran el térmi-
no, soteria era lo que unos y otros buscaban; y en
·el Evangelio Pablo afirmaba tener la respuesta
para sus anhelos, una respuesta en términos del
amor de Dios a los hombres revelado en la Cruz
de Jesucristo. Pero el Evangelio no era, en opinión
de Pablo, un mero sistema de remedios -un algo
negativo- una seguridad contra las consecuencias
de largo alcance del pecado o contra el temor obse-
sivo de la aniquilación. No sólo incluía aquello de
lo cual un hombre podía ser salvado, sino tam-
bién aquello para lo cual debe ser salvo, la recon-
ciliación y la justicia y la vida.
Cuando Pablo pensaba en la salvación cristiana,
la veía como una palabra de tres tiempos. Signi-
ficaba un evento pasado, una experiencia presen-
te, y una esperanza futura. "Fuimos salvos", dice
en un lugar (Roro. 8:24). "Somos salvos", dice e~
otro (1 Cor. 15:2). Y "seremos salvos", dice en un
tercero (Roro. 5:9). Y en Rom. 5:1 abarca los tres
tiempos: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz
para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucris-
134 EL HECHO DE CRISTO

to; por quien también tenemos entrada por la fe a


esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloria-
mos en la esperanza de la gloria de Dios".

La salvación como un evento pasado descansa


sobre "la obra terminada" de Cristo -lo que hizo
para los hombres en-la Cruz- y se remonta al tiem-
po en que el pecador, por decisión de fe, ha hecho
suya propia esta liberación.
La cosa de la cual necesitamos ser salvos es el
pecado, el pecado interior, esa radical y colectiva
iniquidad que nos separa de Dios y en la cual todo
hijo· de Adán participa: "todos pecaron" (Rom.
3:23). No es un mero incfdente, sin antecedentes
ni consecuencias, sino un '~stado universal; es, en
conceptos de. Pablo un principio o poder positivo
y destructor, endémico en el hombre y que lo escla-
viza: "Vendidos al pecado" hemos venido a ser sus
esclavos (Roro. 6:17, 7:14). El pecado encuentra su
"base de operaciones" en "la carne", nuestra na-
turaleza humana caída, que da al pecado el mate-
rial para trabajar. El pecado es puesto de mani-
fiesto por la Ley - "por medio de la Ley es el cono-
cimiento del pecado" (Rom. 3:20) - y aun es agra-
vado por ella - "el poder del pecado es la ley"
(I Cor. 15:56), aunque en su intención original la
ley fue promesa de vida (Rom. 7:10). El pecado
nos coloca bajo la ira y la condenación divinas
(Rom. 1:18, 4:15), que es el santo amor de Dios
San Pablo 135

reaccionando contra el mal, el "viento adverso"


de su voluntad soplando contra el pecador no sólo
en el Dfa del Juicio sino ya ahora; y a menos que
se lo acometa efectivamente el pecado puede re-
sultar fatal a la postre - "la paga del pecado ei.
muerte" (Rom. 6:23). De ese modo, el pecado plan-
tea el problema de cómo el pecador puede asegu-
rarse el perdón y su situación de justo delante de
Dios que necesita si quiere recuperar esa comu-
nión con Dios que és la verdadera felicidad del
hombre. Aquí está el nudo de la condición del
hombre; no ha de pensar· poder desatarlo median-
te el cumplimiento de la ley: "por las obras de la
ley ningún ser humano será justificado (tenido por
justo) delante de Dios" (Rom. 3:20).
Pero en el Evangelio -dice Pablo- el problema
es resuelto -;- y resuelto por Dios, porque el Evan-
gelio habla de un camino divino para obtener la
justicia delante de Dios. En el Evangelio "la jus-
ticia de Dios se revela" (Rom. 1: 17). Cuando Pablo
piensa como judío, en "la justicia de Dios", pien-
sa en el Dios justo en acción, Dios ejecutando_ su
propósito de justicia, poniendo las cosas en su co-
rrecta posición para su pueblo - esa consumación
larga y devotamente anhelada por el profeta y el
salmista del Antiguo Testamento. Ahora, dice
Pablo, en los eventos que han construido la his-
toria del Evangelio -en el Hecho de Cristo- se ve
claramente a Dios haciendo lo que es necesario
para la liberación de los hombres, y haciendo posi-
136 EL HECHO DE CRISTO

ble de este modo esa nueva relación con él que


los hombres necesitan para ser salvos.
Pablo describe esta liberación en tres expresio-
nes figuradas: :'.'red_eI1ción" (apolytrosis: ver Rom.
3:24, Col. 1:14 y el uso que él hace del verbo
eleuteroo~liberar), "justificación" ( dikaiosis: ver
Rom. 3:24, 4:25, 5:1, etc., Gál. 2:16, etc., Fil. 3:9),
y "reconciliación" (katalage: ver Rom. 5: 10s, II
Cor. 5:18-20): La primera es una metáfora tomada
del mercado de esclavos; la segunda, de los tribu-
nales; y la tercera, del campo de las relaciones
personales. La primera describe la manumisión de
un esclavo; la segunda, a un hombre culpable que
es "absuelto"; y la tercera, a una persona que ha-
biendo sido separada es restituida al favor y al
círculo familiar. Las tres m,etáforas expresan la
forma en que un Dios de g1~acia, en Cristo libera
a los pecadores de sus pecados. Cuando el hom-
bre, a causa de su iniquidad, no puede esperar
sino condenación, Dios le ofrece una justicia divi-.
na en Cristo. Aceptándola, el hombre obtiene el
perdón, una nueva condición delante de Dios y el
poder para conducir una nueva vida.
Este perdón se basa en el hecho de la Cruz.
"Cristo murió por nuestros pecados", dice Pablo
citando el kerygma primitivo (I Cor. 15:3). Ve la
Cruz de varias maneras: ya como suprema prueba
del amor de Dios a los pecadores (Rom. 5:8), ya
como acto por el cual Cristo quita la maldición
que pende sobre nosotros en tanto que somos de
la Ley (Gál. 3:13), ya como una victoria sobre los
San Pablo 137

poderes demoníacos del mal (Col. 2: 15). Pero en


sus dos pasajes más famosos la ve: (1) como un
"medio de expiación" concebido por Dios (hilas-
terion Rom. 3:25, donde el término puede tener
el significado general de 'expiación', o el más espe-
cífico de "propiciatorio"), y (2) como un acto ele-
gido por Dios, por el cual el Cristo sin pecado,
como Representante nuestro, ha soportado el ho-
rror de la reacción divina contra el pecado, de
modo que, en Cristo,- podemos .ser perdonados y
aceptados (II Cor. 5:21).
¿Cómo puede el hombre pecador apropiarse esta
obra de salvación cumplida por Cristo? Por la fe
- que es el Sí del hombre, incondicional, sin reser-
va, a la gracia de Dios que se le ofrece en Cristo.
"El justo por la fe_ vivirá", dice Pablo, reinterpre-
tando viejas palabras de Habacuc (Rom. 1: 17).
''Por gracia' sois salvos por medio de la fe" (Efes.
2:8). La fe, para Pablo, significa tomarle a Dios
la palabra en Cristo, y obedecer, como una vez
Abraham le tomó la palabra a Dios y obedeció
(Rom. 4:3s). Una fe tal se opone a las "obras", es
decir, a toda doctrina de salvación por el esfuerzo
humano. No es solamente un acto (Rom. 13:11)
sino una actitud - la actitud de una vida íntegra:
"lo que ahora vivo en la carne, dice Pablo, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí" (Gál. 2:20). Porque el
acto de fe inicia a una unión de fe entre el peca-
dor y su Salvador (Lutero la comparaba a una
alianza matrimonial) por la que el pecador entra
138 EL HECHO DE CRISTO

en posesión de todo lo que Cristo ha hecho por


él, y de ahí en adelante vive en comunión vital
con su Señor viviente. Tal fe, a menos que sea
fing_ida (I Cor. 13:2), obra por el amor (GM. 5:6)
y se expreifa en ''bÜenas obras". P.orque aunque
Pablo rechace las "obras" como condición para la
salvación, nadie las requirió más firmemente que
él como consecuencia de la salvación.
El bautismo, que hace las veces de puerta de
entrada a la comunión con Cristo (I Cor. 12:13),
es el sello de esta fe (Cf. Rom. 4:11). El rito (cole-
gimos) era administrado "en el nombre de Cristo"
a continuación de la confesión de fe (I Cor. l: 13,
6: 11 ). "Fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la
promesa", dice Pablo (Efes. l: 13, JI Cor. I :22),
indicando que, cuando en eJ momento del bautis-
mo el hombre pasa a ser pósesión de Cristo, nor-
malmente recibe el Espíritu Santo como una marca
invisible de autenticación. Pero detrás del bautis-
mo cristiano se erige para Pablo (como para todos
los escritores apostólicos) el único bautismo de
Cristo sobre la Cruz por el pecado de los hombres;
y en el rito actual, por medio de la acción del Espí-
ritu, la virtud de aquel Bautismo es hecha efectiva,
de modo que, en unión con su Señor crucificado
y resucitado, el convertido muere a su vieja vida
y surge a una nueva (Rom. 6:3ss, Col. 2:12). El
énfasis sobre la fe en este último pasaje muestra
que la exposición razonada del sacramento debe
buscarse no en una especie de mágico ex opere
operato, sino en lo que Wheeler Robinson nos ha
San Pablo 139

enseñado a llamar "simbolismo profético"). De ese


momento en adelante el convertido es llamado, con
la ayuda del Espíritu, a "llegar a ser lo que es",
un hombre muerto al pecado y vivo para Dios en
Cristo.
Todo esto está contenido en lo que Pablo da a
entender cuando dice "fuimos salvos".

II

Pero la salvación es también una experiencia


presente y progresiva, algo que está aconteciendo
ahora.
Esta etapa puede ser descrita de varias maneras.
Es estar en un nuevo reino -"el reino de su ama-
do Hijo" (Col. 1: l 3), o situarse en una nueva pla.
taforma- "esta gracia en la cual estamos firmes"
(Rom. 5:2), o gozar de una nueva relación con
Dios - la de hijos adoptivos en la familia de Dios
(Gál. 4:5). Pero la palabra más categórica para
describirla es "vida" - "novedad de vida" (Rom.
6:4), una vida vívida en comunión con Dios por
medio de Cristo, una vida liberada del poder del
pecado (el tema de Roro. 6), una vida informada
por "la paz con Dios". Esta es la teoría espiritual
del asunto; de hecho, por cuanto estamos todavía
"en la carne", el "viejo hombre" está todavía muy
vivo y ejerce gran acción destructora. De modo que
el hombre salvo está compelido a "mortificar" su
140 EL HECHO DE CRISTO

vieja naturaleza y llegar a ser, con la ayuda divina,


el nuevo hombre que es en potencia.
Esta "novedad de vida" puede caracterizarse ade-
más como vida "en Cristo", o vida "en el Espí-
ritu".
Pablo usa no menos de doscientas veces la frase
"en Cristo", en una u otra de sus formas. En al-
gunos contextos puede ser simplemente un equiva-
lente de "cristiano''. (Rom. 16:10, "Apeles, apro-
bado en Cristo"; Filemón 16, "tanto en la carne
como en el Señor"). Pero en la mayoría de los pa-
sajes significa "en comunión con Cristo", descri-
biendo plenamente esa comunión con un Señor
viviente que constituye la verdadera fibra del cris-
tianismo de Pablo (p. ej.: II Cor. 12:2, "Conozco
a un hombre en Cristo"; Fil.~, 4:13, "Todo lo pue-
do en Cristo que me fortalece"). Pero si nos dete-
nemos aquí habremos dicho sólo la mitad de la
verdad, porque en pasaje tras pasaje la frase com-
porta un significado colectivo. Estar "en Cristo"
significa estar "en la comunidad de Cristo", ser
un miembro del nuevo Pueblo de Dios del cual
Cristo es la Cabeza (p. ej.: Gál. 5:6, "en Cristo ni la
circuncisión ni la incircuncisión vale algo", o
Rom. 8: l, "Ahora, pues, ninguna condenación hay
para los que están en Cristo Jesús"). Posiblemente
la frase haya surgido del "bautismo en Cri&to"
(Gál. 3:27), desde que tras ella subyace el concepto
hebreo de personalidad colectiva. Ser bautizado en
esa forma es llegar a ser un miembro de la comu-
San Pablo 141

nidad de Cristo: siendo bautizados "en Cristo", los


hombres llegan a estar "en Cristo". (Nota: La idea
está implícita en los dichos sinópticos que subra-
yan la solidaridad del Mesías con su Pueblo,
p. ej. Mat. 18:20, 25:40-45). En todo caso, el "misti-
cismo" de Pablo no es "huida del uno hacia el
Unico". Es una experiencia social. Es haber des-
cubierto el secreto de la verdadera comunidad -
en Cristo.
Pablo describe esta misma experiencia como
vida "en el Espíritu", porque por medio del Espí-
ritu es como el Señor viviente viene a los cristianos.
Teológicamente, Cristo y el Espíritu pueden ser
diferenciados (como en la bendición apostólica de
II Cor. 13:14); en la esfera de la experiencia, ~on
uno (II Cor. 3:17-18).
El Espíritu Santo es la dinámica divina de la nue-
va vida. (Nótese en I Tes. 1:5 y Rom. 15:13, "el
poder del Espíritu Santo"). Es el poder de gracia
de Dios obrando sobre y en los hombres, nunca
separado de Cristo. El Espíritu Santo es la fuente
no sólo de lo que se llama "experiencias religio-
sas" (como "hablar en lenguas", un don que Pablo
rio sobrestimó), sino también de toda experiencia
espiritual normal y sana. Es el Espíritu, quien de-
rrama el amor de Dios en nuestros corazones (Rom.
5:5), nos impulsa a clamar Abba, Padre (Rom. 8:
15s), nos asiste en nuestras vacilantes oraciones
(Rom. 8:26), inspira las virtudes cristianas (Gál.
5:22), nos· capacita para cumplir las demandas de
142 EL HECHO DE CRISTO

la Ley (Rom. 8:4) y es la "garantía" 4 de la vida


inmortal (Rom. 8:Il, 11 Cor. 1:22, 5:5, Efes. 1:14).
Quien quiera conocer el lugar central que el Espí-
ritu ocupa en el cristianismo de Pablo, debe exa-
minar detenidamenté Gál. 5, II Cor. 3 y Rom. 8,
no olvidando I Cor. 12-14, que trata de los dones
del Espíritu. Allí, toda la vida cristiana está con-
trolada por el Espíritu. El vivir, sufrir, orar, espe-
rar - todo es gu(ado, impulsado y afianzado por
el potente Espíritu de Dios.
La esfera en que se vive la nueva vida es la
Iglesia (Ecclesia). 5 Con todos los cristianos primi-
tivos, Pablo da por sentado que la Iglesia de Cristo
es una con el antiguo Pueblo de Dios. (Lo dice
claramente en su alegoría de la rama de olivo en
Rom: 11: 17-24). Sólo que la Iglesia es la nueva y
verdadera Ecclesia, reconstittaida por la muerte y
la resurrección de Cristo, potenciada por el Espí-
ritu y llamada a una misión universal.
Básicamente, la Iglesia es una pura fraternidad
de personas ligadas a Cristo, su Cabeza, y unas a
otrns por medio del Espíritu Santo, de modo que

4 En griego, arrabon. Un término comercial que denota


un pago al contado que obliga al comprador a pagar el saldo,
o precio total.
5 A veces Pablo habla de "la Ecclesia", otras veces de
"las ecclesiae", las iglesias. Pero para él el sentido inclusivo
de "Pueblo de Dios", que deriva del hebreo ·Qahal, es siem-
pre lo principal. Así, "la iglesia de Dios que está en Corin-
to" (I Cor. 1:2) es una avanzada, o una expresión, de la
única Ecclesia de Dios.
San Pablo 143

vienen a ser "la fraternidad del Espíritu". Pablo


describe esta fraternidad de varias formas: los san-
tos, el templo de Dios, la esposa de Cristo, la fami-
lia de Dios, etc. Pero su designación favorita es el
Cuerpo de Cristo (Rom. 12:4s, I Cor. 12: 12ss, Col.
1:18,24, 2:19, y Efes. passim). Es fácil ver que la
idea hebrea de personalidad colectiva ayudó a Pa-
blo a pensar de ese modo (Cf. Hech. 9:4, "Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues?", sugiriendo que to-
car a los seguidores de Cristo es tocar a su misma
persona). Y es una conjetura plausible el que Pablo
haya tomado el nombre de la imaginería de la
eucaristía· donde los cristianos devienen un cuerpo
al participar del pan que significa el cuerpo de
Cristo. "Siendo uno solo el pan", dice Pablo (I
Cor. 10: 17), "nosotros (los que participamos de él),
con ser muchos, somos un cuerpo". Fue su más
grande metáfora -si "metáfora" es el término co-
rrecto- porque le permitió a Pablo pintar a la
Iglesia como la esfera de acción de la vida del
Cristo resucitado. Nos lleva a pensar en un orga-
nismo social, compuesto por varios miembrns dis-
tintos, habitado por el Señor viviente, y llamado
a ejecutar, mediante el servicio y el sacrificio, el
·propósito de salvación de Cristo en el mundo.
De la Iglesia como Cuerpo de Cristo pasamos
al rito que lo ejemplifica vívidamente. Pablo con-
sidera a la Cena del Señor como "comida y bebida
espiritual" de la nueva vida (I Cor. 10:3s). Como
el Bautismo es el sacramento de entrada al Cuerpo
de Cristo, así la Eucaristía es el sacramento de la
144 EL HECHO DE CRISTO

comunión continuada. Podemos observar que Pa-


blo nunca subestima ni sobrestima a los sacramen-
tos. Si para él era inconcebible una Iglesia sin ellos,
no tuvo un concepto mágico de su eficacia. (Notar
en l Cor. 10:1-5. cómo advierte a los corintios que
la posesión de sacramentos no confiere una segu-
ridad infalible a aquellos que los tienen). Sin em-
bargo, no los considera como simples símbolos sino
como señales efectivas, siempre que estén asociados
a la fe. En la eucaristía, por ejemplo, los cristia-
nos participan realmente de la virtud de todo lo
que la muerte de Cristo ha producido para ellos.
En efecto, la Cena del Señor es una comida con
tres aspectos. Es una retrospección, porque en el
sacramento proclamamos la muerte expiatoria de
Cristo (1 Cor. 11 :26); es una comunión (koinonia),
porque en él participamos ·\!el viviente crucificado
con todos sus beneficios (I Cor. 10: 16s); y es una
profecía, desde que_ en la comida miramos hacia el
tiempo en que Cristo vendrá en gloria (1 Cor.
11 :26).
Como la verdad para Pablo siempre fue "verdad
en vista de la bondad", así la nueva vida tiene
ineluctables implicaciones morales. Pablo ve a la
vida genuina como bondad del "Evangelio", en el
sentido que la verdadera conducta cristiana debe
ser la espontánea expresión del poder de Dios en
la vida de un hombre - su respuesta, en el vivir,
de gratitud por la gracia de Dios. Es un corolario
.a esto decir que la bondad cristiana era para él
bondad por "gracia" y no por "ley". Mientras que
San Pablo 145

la Ley le había dicho a Pablo "Haz estas cosas, y


vivirás", el Evangelio le dijo "Vive por la gracia
de Dios y haz estas cosas". Así, pues, la vida genui-
na es para él "don" y "tarea" a la vez. El ''don"
era la implantación divina de un nuevo germen o
principio de vida; la "tarea" era desarrollar .ese
germen con la ayuda de Dios, en un mundo en que
las insidiosas influencias y presiones de "la carne"
están por doquier (Cf. Fil. 2:I2s). ¿Pero en qué
consistía el patrón de Ja nueva vida? En ser "según
Cristo" (kata Christon, Col. 2:18), es decir, _según
todo lo que el Hecho de Cristo implica y signi-
fica. Así en sus cartas Pablo elabora varios temas
del vivir cristiano: como "vivid como es digno del
Evangelio de Cristo" (Fil. 1:27), o "actuad como
miembros del Cuerpo de Cristo" (I Cor. 8, Rom.
14), o "cumplid la ley de Cristo" (Gál. 6:2), lo que
significa, se~ir el ejemplo de Cristo (II Cor. 8:9)
y obedecer sus mandamientos (I Cor. 7:10). Todo
puede ser resumido en una palabra: Agape. Para
Pablo, como para su Señor, Agape, el amor que da
(tal vez podría ser mejor traducido por "interesarse
por alguien"), no es ·sólo la suma de la Ley (Rom.
13:8-10), sino la clave de la moral y la norma supre-
ma de la acción cristiana (Fil. 2:1, Efes. 3:17, y so-
bre todo, I Cor. 13).

III
En tercer lugar, la salvación es una bendición
futura: "Seremos salvos". lQué enseña Pablo acerca
de la esperanza cristiana?
146 EL HECHO DE CRISTO

La escatología aparece con profusión en sus car-


tas, porque Pablo, como judío, creía que la histo-
ria tenía un Señor, un propósito y un fin. Es cier-
to que no tenía un esquema único e invariable de
las últimas (:()~as :con una catalogación horaria de
eventos establecidos con precisión. 0 En verdad,
Pablo evolucionó en sus conceptos escatológicos,
como evolucionó en la gracia, de modo que sus
cartas posteriores revelan un cambio de énfasis
(especialmente respecto de la Parousia) compara-
das. con las primeras (fundamentalmente I y II Te-
salonicenses). No obstante, sostuvo firmemente
ciertas convicciones generales acerca de las últimas
cosas que trataremos de delinear ahora breve-
mente.
El primer punto es que para Pablo el "día D"
ya ha venido. CristQ ha mti,frto y resucitado, inau-
gurando la Nueva Era, la Era del Espíritu. En un
sentido real, el futuro se ha hecho presente, y los
cristianos ya están gozando de las bendiciones del
fin de los tiempos. Ya "absuelt~" (justificados),
no tienen que esperar el veredicto de Dios en el
Día del Juicio. Ya poseen el Espíritu Santo prome-
tido por los profetas para el tiempo final. Ya están
"en el reino del amado Hijo de Dios" (Col. 1: 13).
Pero, en segundo lugar, desde que el "día D''

O Este es el significado de la paradoja de H. A. A.


Kennedy: "Pablo no tiene escatología" (St Paul's Conception
of the Last Things, p. 20). Pablo nunca escribió, sistemá-
ticamente, de novissimis.
147

ya ha venido, el advenimiento del "día V", el día


de la victoria final de Dios en Cristo, la Parousia,
es cosa segura. En medio de las bendiciones pre-
ientes, de las que es plenamente consciente, siem-
pre resplandece para Pablo, como una estrella bri-
Vante en el horizonte, la esperanza de la consu-
i:nación final que Dios cumplirá cuando "Cristo,
nuestra vida, se manifieste" (Col. 3:4), tenga lugar
~l Ultimo Juicio y los fieles obtengan "gloria y
honra e inmortalidad", (Rom. 2:7). Si. las primeras
cartas (como las de Tesalonicenses) sugieren que
Pablo espera pronto ese Día, las últimas (p. ej.,
Colosenses) no hacen énfasis en su inminencia.
Pero, v·enga temprano o tarde, significará la derro-
_ta final del mal y el triunfo completo del propó-
~ito de Dios en Cristo.
En tercer lugar, señalamos que para Pablo el
c,Órazón de la esperanza cristiana es estar "en Cris-
to" (Fil. 1:23). "Cristo, primicias de los que dur-
mieron" (1 Cor. 15:20), ha resucitado y ahora reina
"en los lugares altísimos". Lo que aconteció con él
,acontecerá con los suyos, y "así estaremos siempre
_con el Señor" (1 Tes. 4:17).
La esperanza de estar "con Cristo" en el más
allá depende de nuestro estar "en Cristo" ahora.
¿Cuál será pues el destino de los que rechazan a
Cristo? En II Tesalonicenses 7 Pablo predice "des-

7 11 Tes. 1:9. La destrucción eterna es lo opuesto a la


"vida eterna" y significa separación de Dios para siempre.
Ver W Neil, Thessalonians, p. 149.
148 EL HECHO DE CRISTO

trucción eterna" para los rebeldes. Más tarde, en


Romanos, como también en las epístolas de la pri-
sión, va más adelante, hacia una especie de "más
amplia esperanza". "Dios -dice- sujetó a todos en
desobedierida;· para tener misericordia de todos"
(Rom. 11:32). ¿Significa esto que Pablo era un
"universalista" en el sentido dogmático del térmi-
no? Tenemos razón para dudarlo. Aquí Pii:blo está
pensando en términos de razas, no de individuos,
y en otras partes (p. ej., II Cor. 2:15s) claramente
contempla la posibilidad de que los hombres "pe-
rezcan".
En cuarto lugar, el carácter de la vida del cris-
tiano en el más allá será en un "cuerpo espiritual".
Pablo repudia una "resurrección de los restos mor-
tales" (I Cor. 15:50). Par~ él, el cuerpo (soma)
significa el principio de identidad propia que per-
siste a través de todos los cambios de sustancia, de
modo que tal vez nuestro término moderno más
aproximado a ese sentido sea "personalidad". Aho-
ra, el cuerpo tiene un medio material de personi-
ficación; en el más allá porque la inmortalidad es
don de Dios y no una posesión material del hom-
bre - Dios le dará un medio espiritual de expre-
sión que cuadre al mundo celestial. Nuestro "cuer•
po de la humillación" será cambiado para seme-
jarse al "cuerpo de la gloria" de Cristo (Fil. 3:21),
ese cuerpo investido del esplendor de otro mundo
que Pablo mismo vio en el camino a Damasco.
¿Cuándo sucederá este cambio? En la correspon-
dencia a los Tesalonicenses, como en I Cor. 15.
·• San Pablo 149

Pablo lo espera para el Día de Cristo. En lI Cor.


5:1-10, 8 con un cambio aparente en su pensamien-
to a causa de que en el intervalo se ha visto enfren-
tado con la muerte, lo espera cuando muera, y en
Fil. I :23 habla de "partir y estar con Cristo" (El
judaísmo concebía la era futura como el fin ·de
la historia y como un orden eternamente existente).
Pero venga cuando venga, el cambio, la redención
final del cuerpo es cosa cierta (Rom. 8:23).
En su enseñanza acerca de las últimas cosas, Pa-
blo es bien consciente de que "conocemos sólo en
parte", de que nuestra visión terrena de esas reali-
dades es como un mirar a través de un espejo no
claro (1 Cor. 13:9-12). Pero de una cosa está inven-
ciblemente seguro, que nada en el mundo ni fuera
de él podrá separarnos del amor de Dios en Cris-
to (Rom. 8:38s). No va más allá de esto. Es .sufi-
ciente saber que "esto corruptible se vista de inco-
rrupción y esto mortal se vista de inmortalidad"
(1 Cor. 15:53).
"Lo demás, Dios lo sabe".

IV
¿Qué lugar dio Pablo a Cristo en los propósitos
de Dios para con los hombres? Hay verdad en el

8 Así Charles, Windisch, Howard, etc. Otros niegan que


Pablo haya cambiado en su idea. Lo que es indudable en
este oscuro pasaje es que Pablo tiene la convicción de que
la muerte, si ha de venir, significará ver a su Señor y estar
con él.
150 EL HECHO DE CRISTO

dicho de Deissmann de que Pablo no. es tanto el


gran Christologos como el gran Christoforos - su
misión no fue tanto exponer los misterios de la
persona de CI'isto como persuadir a los hombres a
que aceptaran sus beneficios. Pero no se puede pro-
clamar la salvación, como Pablo lo hizo, sin hacer
también afirmaciones y reclamos para el Salvador.
Comencemos entonces por decir que el evange-
lio de Pablo es 'cristocéntrico. Todo se centra én
Cristo. :Esto no significa, sin embargo, que para
Páblo Cristo haya usurpado el lugar de Dios. ·Más
bien es Dios quien confronta a los hombres en
Cristo, el mismo Dios que una vez actuó en la
creación: "Dios, que mandó que de las tinieblas
resplandeciese la luz. es el que resplandeció en
nuestros corazones, para iluminación del conoci-
miento de la gloria de Dios~en la faz de Jesucristo"
(II Cor. 4:6). Según Pablo, a este Dios de salvación
lo conocen los hombres solamente en Cristo; por-
que en él Dios se aproxima a los pecadores y nos
extiende su mano de salvación. Y· este Cristo, tal
como cada página de los escritos de Pablo lo decla-
ra, no es meramente un personaje de la historia
pasada, sino una Presencia viviente y liberadora
que mora en el corazón del creyente por medio del
poder del Espíritu Santo.
¿Luego Pablo conoció poco y se preocupó menos
acerca del Jesús que conocemos por los Evange-
lios? Sería un error capital el afirmarlo. El hecho
de que no diga más es fácilmente explicable por
tres motivos principales: los lectores de Pablo ya
,San Pablo 151

conocían los hechos principales acerca de Jesús; las


Epístolas son epístolas, no Evangelios; la mirada
de Pablo estaba fija, lo que es bastante natural,
,en el Señor viviente y ensalzado. Con todo, en
forma incidental, podemos recoger de sus cartas lo
·suficiente para escribir (como decía Renan) una
breve vida de Cristo. Ante todo, llegamos a saber
que Jesús fue un hombre (Gál. 4:4), nacido de la
línea de David (Rom: 1:3), y que tuvo hermanos
(I Cor. 9:5); que su ministerio fue a los judíos
(Rom." 15:8), y su suerte .la de un hombre pobre
(II Cor. 8:9); que antes de que los judíos lo mata-
ran (1 Tes. 2: 15), instituyó la Cena del Señor (I
Cor. ll:23ss); y que, después de la crucifixión y
sepultura, fue resucitado al tercer día y elevado
al cielo (1 Cor. 15:3ss, Fil. 2:9). El carácter del hom-
bre también es conocido. Fue manso y tierno (II
Cor. 10:l), 'obediente a la voluntad de su Padre
(Fil. 2:8), no conoció el pecado (II Cor. 5:21), y
fue la personificación del amor (1 Cor. 13:4ss). 9
Respecto a su enseñanza, Pablo puede citar sus
dichos cuando la ocasión lo requiere, y los pasajes
éticos de sus cartas (p. ej., Rom. 12:14 donde hay
ocho distintos ecos de las palabras de Cristo) están
impregnados de la enseñanza de su Señor.

9 ¿ Podemos dudar quién era el que posaba en el estudio


de la imaginación de Pablo para componer este cuadro?
Como en el poema. de George Herbert, "El amor me dio la
bienvenida", podemos escribir "Cristo" en lugar de "amor".
152 EL HECHO l>E CRISTO

En toda explicación de su cristología, cabe seña-


lar como primer punto importante que, para Pa-
blo, como para todos los escritores del Nuevo Tes-
tamento, Jesúsfue humano y divino a la vez. Fue
verdadero hombre en tanto "nacido de mujer y
nacido bajo la ley" (Gál. 4:4 Cf. I Cor. 15:21) y
venido en "semejanza de carne de pecado" (Rom.
8:3), es decir, que_ su humanidad fue real pero sin
pecado. No menos claramente, sin embargo, Pablo
coloca a Jesús en ese lado de la realidad que llama-
mos divina, nombrándolo -como lo atestiguan las
salutaciones de sus epístolas.- en un mismo aliento
con Dios el Padre y aplicándole términos que en
el Antiguo Testamento habían sido aplicados a
Dios. En síntesis, para Pablo Jesús es el Dios-
hombre en quien "habita Ci:orporalmente toda la
plenitud de la Deidad" (Col.· 2:9). 10
Cuando repasamos los títulos que Pablo aplica
a Jesús, notamos que nunca lo llama "el Hijo del
Hombre" (aunque el título pueda estar sobreen-
tendido en un pasaje como I Cor. 15:27), y muy
raramente el Mesías (Rom. 9:5 es el único ejem-
plo cierto): no porque Pablo no crea que Jesí.ís
sea el Mesías sino porque un lenguaje tal no ha-
bría transmitido nada a los oídos gentiles. Podría-

to El único pasaje en que Pablo parece llamar a Cristo


"Dios" es Rom. 9:5, "Cristo ... Dios sobre todas las cosas,
bendito por los siglos". Pero muchos críticos concuerdan con
la Revised Standard Version traduciendo aquí: "Cristo. Dios
que es sobre todas las cosas, sea bendito por los siglos".
San Pablo 153

mos haber esperado encontrar el título "Salvador"


más a menudo que las dos veces en que aparece
(Fil. 3:20, Efes. 5:23); pero Pablo claramente pre-
fiere el título "Señor" (Kyrios) que aparece por
todas partes en sus cartas y que no solamente está
lleno de significado a los oídos gentiles, acostum-
brados a "muchos señores", sino que confiere a
Jesús un rango espiritual que reclama adoración.
Junto al título "Señor" podemos colocar el otro,
"Hijo de Dios", que utiliza diecisiete veces. En
algunos casos puede no ser más que un sinónimo
de Mesías; pero cuando Pablo habla de "su Hijo"
o del "Hijo propio" de Dios (Gál. 4:4, Rom. 8:32,
Col. 1: 13), evidentemente está pensando en .Jesús
como Hijo de Dios en un sentido único, y no com-
partido por nadie, el sentido que estaba en la
mente del propio Jesús cuando una vez intentó
revelar el secreto de su persona a sus discípulos
(Mat. 11 :27, Q).
Igualmente significativas son las categorías con
que Pablo trató de exponer para sus lectores el
significado teológico de Jesús: el segundo Adán,
la nueva Torah, la Sabiduría divina. Por cuanto
Pablo concibió al cristianismo como la nueva crea-
ción, habló de Cristo (Roro. 5 y I Cor. 15) como
del segundo (o último) Adán, entendiendo con ello
exponerlo como la cabeza de la nueva humanidad
redimida tal como Adán lo había sido de la anti-
gua humanidad .irredenta. Aunque Pablo nunca
dice con tantas palabras "Cristo es la nueva To-
rah", es imposible negar que pensó de Jesús en esa
154 EL HECHO DE CRISTO

forma. "El conformarse a Cristo, a su enseñanza


y su vida -escribió W. D. Davies- ha tomado
para Pablo el lugar del conformarse a la Torah
judía. Jesús mismo ~n palabras y actos o hechos-
es una nueva Torah". 11 Las pruebas de esto se
encuentran en pasajes como II Cor. 3:7ss y Rom.
10:6ss (donde Pablo toma palabras de Deut. 30:
12ss, originalmente referidas a la Ley, y las aplica
a Cristo). ¿Qué significaba la Torah para los ju-
díos? Significaba todo lo que Dios ha hecho conocer
de su naturaleza, carácter y propósitos y lo que
quisiera que los hombres fueran e hicieran". 12 Así
Pablo considera a Cristo como la revelación com-
pleta, en carne y sangre, de la naturaleza y volun-
tad de Dios para los hombres.
Finalmente, Pablo habla qe Jesús como la Sabi-
duría de Dios (I Cor. 1:24, 30; Col. 1: 15). La fuente
esencial de esta doctrina es Proverbios 8 donde la
figura de la Sabiduría se concibe como preexistente
y como agente de Dios en la creación. Usando esta
figura de la Sabiduría de Dios para expresar lo que
el Hecho de Cristo significa para él, Pablo busca
mostrar no sólo su creencia en la preexistencia de
Cristo (que en otra parte expone), sino especial-
mente que el universo creado lleva las marcas del
Salvador, que vivir "según Cristo" es la vida natu-
ral, y que en esencia naturaleza y gracia son dos
lados de una misma medalla divina.

11 Paul and Rabbinic Judaism, p. 148.


12 G. F. Moore, Judaism,, I, p. 263.
San Pablo· 155

Tales títulos y categorías -y de ningún modo


los hemos agotado- nos muestran cómo el apóstol
exploró el lenguaje y el pensamiento para exponer
el significado absoluto de Cristo. En él había en-
contrado "riquezas inescrutables". A través de él
había encontrado acceso al Padre invisible. En su
faz había visto brillar la gloria del Dios inefable.
¿Puede sorprender entonces que creyera que la his-
toria de Cristo no había empezado en Belén, que
el Hecho de Cristo estaba empotrado en la consti-
tución de la creación misma, y que todo el tiempo
y la historia se movían hacia Cristo?

"MI EVANGELIO"

Leyendo las cartas de Pablo nos encontramos de


tanto en tanto con frases como "Mi Evangelio" o
"el Evangelfo que predico", que sugieren algo que
no ha sido compartido con ningún otro apóstol,
algo irrevocablemente suyo. Sin embargo, hemos
argumentado vigorosamente que el Evangelio de
Pablo básicamente era el común Evangelio apos-
tólico. ¿Qué hay pues de distintivo (si es que hay
algo) en el cristianismo según San Pablo?
Comencemos nuestra respuesta por un punto evi-
dente: Pablo, siendo la clase de hombre que era,
no podía tomar posesión de nada sin estamparle
su propio sello. En nuestro bosquejo del cristianis-
mo primitivo hemos notado cómo este o aquel pa-
sa je en las cartas de Pablo puede ser designado
"pre-paulino" o "tradicional", y al comienzo de
156 EL HECHO DE CRISTO

este capítulo hemos enumerado no menos de siete


elementos que pueden ser reconocidos cabalmente
como la deuda de Pablo a sus predecesores cristia-
nos: credenda. gu_e llabía "recibido" de los que
estaban "en Cristo'' antes que él. Pero Pablo, sien-
do Pablo, nunca se contentó con recibir meramen-
te algo y dejarlo tal como lo había obtenido, como
el siervo con su talento en la parábola. Tres ejem-
plos bastarán para demostrar esto.
Consideremos, primero, el Evangelio apostólico.
Tenemos la propia palabra de Pablo (en I Cor. 15:
11) de que el kerygma que predicó no difería del
de los apóstoles de Jerusalén. Pero desde que
(como un gran maestro de este arte lo ha definido)
la predicación es "la verdad a través de la perso-
nalidad"; y puesto que la de ,.J?ablo no es una per-
sonalidad común, el Evangelio apostólico común
salió de los labios de Pablo enriquecido y profun-
dizado por su propio discernimiento y sus expe-
riencias. Sin ninguna duda cada predicador apos-
tólico presentó el Evangelio como un mensaje de
salvación del pecado; pero, ¿quién de ellos diagnos-
ticó el mal espiritual del hombre con la agudeza
y penetración exhibidas en el primero y séptimo
capítulos de Romanos? Cada predicador apostólico
creyó que "Cristo murió por nuestros pecados se-
gún la Escritura"; pero necesitaríamos que se nos
persuada que todos revelaron la profunda com-
prensión de la Cruz que encontramos, digamos, en
Rom. 5 y II Cor. 5:14-21. Todos los predicadores
apostólicos proclamaban la Resurrección; pero no
San Pablo 157

todos podían iluminar su testimonio del Señor re-


sucitado con el patético testimonio personal del
camino a Damasco.
O consideremos la persona del Salvador. Los
predecesores cristianos de Pablo habían adorado
a Jesús como Mesías, Señor e Hijo de Dios. ¿Pero
quién antes de Pablo se atrevió a aplicar a Cristo
el lenguaje que quita el aliento en Col. l:15ss
con su afirmación de que el Hecho de Cristo está
engarzado en el universo creado, que en éste todo
existe en vista de Cristo, y que en alguna forma
misteriosa lleva en sí la promesa de Cristo? Si no
podemos decir que Pablo predicó un Cristo más
grande que sus predecesores, podemos ciertamente
afirmar que fue el primero en entendr la verda-
dera magnitud de su persona, compelido como lo
estaba por los heréticos colosenses y otros a rela-
cionar. al Salvador con las necesidades religiosas no
sólo del Judaísmo sino también del gran mundo
pagano.
O tomemos la universalidad del Evangelio. Bien
puede ser que Pablo no haya sido el primero en
vislumbrar la misión mundial de la Iglesia o en
entender que el nuevo Israel había de ser "una
luz para iluminar a los gentiles". Esteban proba-
blemente también lo vio así cuando sostuvo que
el llamado de Dios a Israel siempre había· sido un
"Ve fuera" y llamó a Jesús "el Hijo del Hombre"
cuyo dominio habría de abarcar a todos los pue-
blos, naciones y lenguas (Dan. 7: l 3s). ¿Pero quién
antes de Pablo vio con tanta claridad la finalidad
158 EL HECHO DE CRISTO

universal, y aun cósmica, de la salvación forjada en


Cristo (como lo vemos, p. ej., en la Epístola a los
Efesios) o convocó a la Iglesia en forma tan esplén-
dida a lo que podemos llamar su misión ecumé-
nica?
Aparte de estas· cósas, ¿cuál fue la más distintiva
contribución de Pablo a la comprensión del Evan-
gelio?
Nuestra respuesta sería que correspondió a Pa-
blo, el ex fariseo, interpretar. el Hecho -de Cristo
en términos de justicia. En otras palabras, su más
distintiva doctrina fue "la justificación por la fe".
Hay razón para creer (como lo verem<>s en nuestro
capítulo sobre el cristianismo según Pedro) que
Pablo no fue exactamente el primero en ense-
ñar esta doctrina; pero bien podemos decir . de
Pablo que
En sus manos se transformó en trompeta
de la que arrancó sones que vivifican el alma. 13
La doctrina aparece especialmente en Romanos,
Gálatas y Filipenses, es decir, generalmente en po-
lémica con los judaizantes, de tal forma que pode-
mos llamarla una "doctrina de conflicto". Expon-
gámosla brevemente. Para Pablo, como para el
fariseo devoto, la cuestión vital era: ¿cómo puede
un hombre pecador obtener justicia ante el santo
Dios? Con el fariseo Pablo concuerda en esto: sin

13 Wordsworth. In bis hand the thing hecame a trnmpet ·


whence he blew sound animating strains.
San Pablo 159

justicia (dilwiosyné),, no hay salvación. Con el fari-


seo también concuerda en entender por justicia
no ante todo una perfección ética, sino la acepta-
ción de parte de Dios. "Justicia es el Sí dicho por
Dios en la vida de un hombre". Fue en la cues-
tión de cómo obtener esta justicia, donde Pablo
finalmente se separó del fariseo. Mientras fue fa.
riseo, Pablo había creído que el secreto estaba en
la observación puntillosa de la Ley de Moisés. Con
sólo cumplir completamente sus requerimientos un
hombre podía hacer suya la justicia. "Haz estas
cosas -rezaba la teoría- y vivirás". Pero, por amar-
ga experiencia, Pablo encontró que este camino no
llevaba a ninguna parte. Por varias razones, la
principal de las cuales era "el poder del pecado
en la carne", este camino hacia la justicia resul-
taba un callejón sin salida. En lugar de producir
justicia, la Ley lo exponía como pecador, y lo con-
ducía a la desesperación (Rom. 7).
Entonces encontró a Cristo, y de ese decisivo
encuentro vino la respuesta a su cuestión. Encontró
que Dios había provisto un camino totalmente dife-
rente de liberación. "No por obras de la Ley sino
por fe en Cristo", era el secreto. La justicia -la de
Dios, no la suya propia, un don de la gracia de
Dios en Cristo y no un producto del tenaz esfuer-
zo moral del hombre- vino a ser suya con la \'mica
condición de fe en el Cristo que, por designio de
Dios, había muerto por sus pecados. Ahora había
encontrado lo que en vano había buscado en la
Ley, una nueva y correcta relación con Dios, que
160 EL HECHO DE CRISTO

le trajo perdón, paz y gozo. La liberación del peca-


do y sus consecuencias fue obra de Dios, no del
hombre, un don y no una conquista.
Esta fue,_pt!es,-_la suprema· verdad de Pablo, y es
importante el hacer notar que aquí es uno con su
Señor. Jesús y Pablo concuerdan en que ningún
hombre está tan lejos de Dios como aquel que se
considera justo. Si Jesús dice, "Son los pobres en
espíritu los que ·son bienaventurados delante de
Dios" (Mat. 5:3), Pablo dice, "Dios justifica al
impío" (Rom. 4:5). Y no solamente nos dio Jesús
en la gran parábola del Padre Misericordioso (Luc.
15:11-32) una imperecedera explicación de lo que
Pablo entiende por "Dios justifica al impío", sino
que en esa otra parábola del Fariseo y el Publicano
(Luc. 18:10-14) nos enseña 1~ misma verdad y des-
cribe la aceptación del pecador por parte de Dios
con la palabra de Pablo, "justificado" ( dikaious-
thai).
Dos cosas, entonces, son de permanente impor-
tancia en la doctrina de Pablo.
Primero, él insistió en que la verdadera religión
es asunto de una correcta relación con Dios. No
es ante todo asunto de ética y de esfuerzo moral.
Si así fuera, la sabiduría elaboraría las reglas de
conducta (como lo hicieron los rabinos) y nos orde-
naría observarlas en cada detalle, y seríamos sal-
vos. Pero Pablo dijo (y la experiencia de inconta-
bles personas desde entonces lo ha confirmado) que
un método tal nunca llevaría a un hombre donde
desea estar.
San Pablo 161

Segundo, Pablo hizo depender esta correcta rela-


ción totalmente de la fe en el hecho histórico de
Dios en Cristo. La salvación de un hombre se debe
solamente a la acción misericordiosa de Dios en
Cristo y a su fe en ello. De esa forma, Pablo en-
contró la respuesta a la pregunta que tanto tiempo
lo obsesionó - la encontró para sí mismo y para
otros. Obrando de esa manera, salvaguardó el
Evangelio de la degeneración en el legalismo, el
mero misticismo, o el sacramentalismo formal. Y
por esto es porque Pablo, muerto hace 19 siglos,
todavía nos habla hoy, y hablará hasta tanto el
cristianismo apele al interés de los hombres.
6 SAN PEDRO

Pedro y Pablo son los grandes nombres entre los


apóstoles. La teología de Pablo la conocemos.
¿Pero podemos saber algo de la de Pedro? ¿Difie-
ren los dos apóstoles entre si? ¿O concuerdan en
lo fundamental?
Es demasiado simple responder "¿No tenemos,
para hacer la comparación, .dos Epístolas de Pedró
en el Nuevo Testamento". Porque sólo los conser-
vadores más extremos atribuyen II Pedro a San
Pedro, y va1~ios excelentes eruditos le niegan aun
I Pedro. Una mejor aproximación a una respuesta
la proveen dos declaraciones en las cartas de Pablo.
En I Cor. 15:1-11, después de citar la "tradición"
del Evangelio que había "recibido", Pablo declara:
"Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos y así
habéis creído". Esta es una clara afirmación de que
en los hechos básicos del Evangelio existió acuer-
do entre él y los apóstoles originales de Jerusalén
("ellos"), entre los cuales Pedro estaba colocado
como un "pilar". Pero esto no es todo. Cuan_do los
dos apóstoles tuvieron su famoso "entredicho" acer-
ca de la comunión en la mesa en Antioquía (hacia
fines de la década del 40), Pablo declaró con énfa-

163
164 EL HECHO DE CRISTO

sis que la comprensión que Pedro tenía de la sal-


vación no difería de la suya propia. "Nosotros
-dijo a Pedro- sabemos que el hombre no es jus-
tificado por las obras de la ley, sino por la fe de
Jesucristo'.'_. (Gál. _. 2: 16). ¿Qué significa esto? ¿Qué
la 'justificación por fe" no es una doctrina que
Pablo haya descubierto (como muchos lo suponen)
aun cuando le dio un lugar central? Sí, pero tam-
bién que la doctrina de Pedro era básicamente la
misma que la de Pablo.
Si los do.s apóstoles estaban de acuerdo, 1) en
los hechos principales del Evangelio, y 2) en la
idea básica de salvación, ¿no esperaríamos que,
si alguna carta de Pedro hubiera sobrevivido en el
Nuevo Testamento, no sería disímil, teológicamen-
te, de una de Pablo? ¿Y no, esperaríamos que la se-
mejanza fuera aun más estrecha si tenemos base
para suponer que un viejo compañero de Pablo le
ayudó a Pedro a escribirla?
El Nuevo Testamento preserva precisamente una
carta de esa naturaleza, que reclama ser de Pedro
(cosa que nunca fue discutida en la Iglesia primi-
tiva) y que ha sido escrita con la ayuda de Silvano
(5:12. Silas es abreviación de Silvano). Contiene
algunas cosas que nos recuerdan fuertemente a San
Pablo (p. ej., frases como "el Dios de toda gracia",
la fórmula "en Cristo", etc.) así como su básica
comprensión del Hecho de Cristo es la misma. Pero
tiene otros rasgos que justifican el veredicto de
que el autor no es "paulino". Esto es precisamente
~gn Pedro 165

lo que esperábamos. El hecho es que una de las


objeciones hecha a menudo a la paternidad petri-
¡ia de la carta, su "paulinismo", se derrumba cuan-
:do tenemos presente que gran parte de lo que una
'.tez se llamó "paulinismo" es cristianismo apostó-
1ico común. Otra objeción -que un pescador gali-
leo no pudo haber escrito el tan buen griego de la
~pistola- no es más convincente si recordamos que
Silvano, cuyo dominio del griego debió equipa-
rarse con el de Pablo, fue el amanuense de Pedro.
Sólo si puede ser probado .(y hasta ahora nadie lo
probó) que hasta el comienzo del segundo siglo
ningún hombre "padeció como cristiano" (4:6),
tendríamos que renunciar a la relación de Pedro
con la carta. Sacamos en conclusión que I Pedro es
la obra de Pedro con Silvano, que provino de
Roma (la "Babilonia" de 5: 13) en vísperas de la
persecución neroniana, y que fue una carta encí-
clica 1 destinada a alentar a los cristianos especial-

1 Nota. La teoría de Perdelwitz, Streeter, Beare y F. L.


Cross de que lo de "1 Pedro" es un seudónimo y que en esa
carta encontramos un sermón bautismal (1:3-4-:11), combi-
nado con otra carta a una comunidad perseguida (5:12-5:11)
es inconvincente. 1) Descarta arbitrariamente el saludo epis-
tolar del comienzo y la personalia del final como invenciones
posteriores; 2) hace una completa ruptura entre 1:3-4:11 y
4:12-5:11, aunque los sufrimientos de 1:6 son claramente los
de 4:12; y 3) da un significado bautismal forzado a pasajes
que son completamente generales.
166 EL HECHO DE CRISTO

mente gentiles de Asia Menor a soportar valiente-


mente todo sufrimiento que pudiera sobrevenirles.

EL CRISTI~llllSMO SEGÚN s. PEDRO

Con todo esto concuerda la teología de la carta,


como lo podemos ver si consideramos cómo pre-
senta el Hecho de Cristo.
Los primeros cristianos creían que si el Evange-
lio era "nuevas" noticias, también era "viejas" noti-
cias en el sentido que habían sido prefiguradas en
las antiguas profecías. Este es el punto de I Pedro
1:10-12 y 24-25. El Hecho de Cristo es el cumpli-
miento de las visiones divinamente inspiradas de
los profetas, y el Evangelio es esa "palabra de
Dios que vive y permanece para siempre" que vi.
no de Isaías.
Jesús, el Mesías que fue "destinado desde antes
de la fundación del mundo", ha sido "manifestado
en los postreros tiempos" (1 :20). Pero el Mesías
tomó la forma de Siervo del Señor, "quien llevó
nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero"
(2:22-24. En Hechos Pedro llama a Jesús "Siervo
de Dios" y a la Cruz, un "madero"). Como un cor-
dero pascual sin tacha ni mancha, nos "rescató"
por su sacrificio (I: 18s), muriendo por nuestros
pecados "el justo por los injustos" para procurar-
nos el acceso a Dios (3: I 8). Descendió al Hades
(3:19s. Cf. Hech. 2:27, 31).
Pero Dios le resucitó de los muertos y "le ha
dado gloria" (l :3,21. Cf. Pedro en Hech. 3: 13, "el
Dios de nuestros padres ha glorificado a su siervo
San Pedro 167

Tesús"), de modo que ahora es "el Señor" (2:3,


3: 15. Cf. Pedro en Hech. 2:36, "Dios le ha hecho
Señor y Cristo"). El Espíritu Santo ha sido enviado
del cielo a los apóstoles (1: 12). Y ahora el nuevo
Israel, heredando los títulos y condiciones del anti-
guo Israel (2:9-10), declara los poderosos actos de
Dios para los hombres, y espera los tiempos en que
Cristo será revelado en gloria (l:7,13, 4:13, 5:1,4).
Tenemos aquí las mismas puntualízaciones de la
predicación apostólica. 2 Es cierto que estamos en
el principio de la década del 60 del primer siglo,
y la Iglesia ha dado un asombroso salto dentro del
gran mundo gentil, de tal modo que ahora cuenta
con más gentiles que judíos en su membresía; pero
el Evangelio sigue siendo irrevocablemente la mis-
ma cosa judía que fue desde un principio - como
lo atestiguan los tipos y analogías del Antiguo Tes-
tamento que se utilizan para interpretar la persona
y obra de Cristo. Nótese también la tensión escato-
lógica - el sentido de vivir "entre los tiempos": por
un lado, la convicción de que con la venida del
Mesías y su Iglesia, el eschaton ha entrado en la
historia; por otro lado, la persuasión de que por
eso mismo, la consumación final no puede dila-
tarse mucho más.

2 Es decir, el kerygma. En cuanto a la áidache, nótese


cómo se citan o se recuerdan las "palabras del Señor" en
contextos éticos: 1 :17, 2:12,19s, 3:9,14, · 5:6,7.
168 EL HECHO DE CRISTO

De la comprensión que Pedro tiene del Hecho


de Cristo dimana su concepto de la salvación cris-
tiana.
Describe el comienzo de la vida cristiana como
un nuevo nacimiento dado por Dios a los hombres
mediante su Palabra (1:23). Luego Dios los "llamó
de las tinieblas a su luz admirable" (2:9) y de su
errar sin objetivo han vuelto al cuidado del Buen
Pastor (2:25). De .este evento es signo el bautismo,
cuya importancia no está en una purificación física
sino en "la aspiración de una buena conciencia ha.
cia Dios" de parte del convertido 3 (3:21). Esto sue-
na como una profesión, en el bautismo, de esa fe
que es la respuesta del hombre al proceder de gra-
cia que Dios tiene para con él en el Evangelio.
La fe, para Pedro, es fe en Dios a través de Cristo
como mediador (nótese 1:21;, "mediante el cual
creéis en Dios"); y lo que Pedro entiende por fe
podemos saberlo de l :8. Es amor y confianza en el
Salvador invisible, que trae consigo gran gozo. Si
esta fe es genuina, el sufrimiento sólo servirá para
purificarla, y su fin será la salvación completa
(1:7,9).
El nuevo nacimiento es nacimiento a la nueva
vida de la Iglesia. Aunque nunca usa el término
ecclesia, nada puede ser más claro que la convicción
de Pedro de que la Iglesia es el nuevo Israel, el ver-
dadero Pueblo de Dios (2: l O). Las imágenes que usa

s Véase a E. G. Selwyn, The First Epistle o/ Peter, p. 205.


San Pedro 169

para describirla son simples, vívidas, gráficas, evo-


can las propias palabras de Cristo al respecto. Es la
grey de Dios, de la cual Cristo es el príncipe de los
pastores (2:25, 5:2-4); es el nuevo santuario lleno
del Espíritu, donde Cristo viviente es la principal
piedra del ángulo y los creyentes, como piedras
vivas, son edificados en ella (2:4ss); es la casa o
familia de Dios (4:17). El papel de la Iglesia es sacer-
dotal y profético: sacerdotal, porque está llamada
a "ofrecer sacrificios éspirituales aceptables a Dios
por medio de Jesucristo"; profético, porque está lla-
mada a "anunciar las virtudes de aquel que os lla-
mó de las tinieblas a su luz admirable" (2:5,9).
La vida presente de los cristianos es una vida
"en gracia", desde que el Dios de ellos es el "Dios
de toda gracia" (5:10,12). "Santificados por el Espí-
ritu" que "reposa" sobre ellos (1 :2, 4: 14), deben
"crecer pará salvación" acercándose continuamente
al Señor y gustar su benignidad (2:2ss). No que
ellos puedan esperar inmunizarse contra el sufri-
miento: es el tema constante de la carta que, si
Cristo sufrió por ellos, ellos deben estar listos a ser
participantes de sus padecimientos (2: 18-21, 4: 13).
Pero tales sufrimientos, soportados valientemente,
no sólo dejarán sin efecto las críticas de los paganos
sino que ganarán el favor de Dios (2:20, 3:16). El
cristianismo significa un anastrofé - una manera de
vivir. Jesús "murió para que vivamos a la justicia"
(cf. 2:24), y somos llamados como "hijos obedientes"
a una vida de santidad (1: I 4s), de pureza (2: 11 ), de
humildad (5:6) y amor (1:22, 2:17, 4:8). El cristiano
170 EL HECHO DE CRISTO

"mantendrá buena conducta" entre sus vecinos paga-


nos, llevará una vida familiar elevada y honorable,
y usará sus dones como "buen administrador de la
multiforme gracia de_ Dios" (4: 10).
El fin de la gTicia es la "gloria", un término favo-
rito de Pedro para indicar la futura bienaventu-
ranza. Es la "esperanza viva" creada por la resurrec-
ción de Cristo ( 1: 3), que sostiene a los cristianos en
su peregrinaje (f:l,f7, 2:ll), y los capacita para
gozarse en los sufrimientos. La historia se mueve
hacia su desenlace determinado, cuando Cristo sea
manifestado en gloria (l:7,13, 4:13, 5:l,4) y el Padre
juzgue a los hombres (l: 17, 4:5).
En dos pasajes Pedro insinúa que la acción de la
redención no se limita a esta vida. "El Evangelio
ha sido predicado a los muértos" leemos en 4:6, y
también, "Cristo fue (entre ~u muerte y resurrec-
ción) también y predicó a los espíritus encarcelados"
(3:18s), entendiendo por tales, aparentemente, a los
malvados contemporáneos de Noé. Sea lo que fuere
lo que hagamos con estos oscuros pasajes, ellos sinte-
tizan una convicción, que podemos muy bien com-
partir, que donde quiera estén los hombres, Cristo
tiene poder para salvar.
Sin embargo, no es del destino de los perdidos sino
de la bienaventuranza de los redimidos de lo que
Pedro se ocupa. La recompensa de la fe perseverante
es "una cornna incorruptible de gloria" (5:4), en esa
"herencia incorruptible, incontaminada e inmarce-
sible, reservada en los cielos para vosotros" (1 :4).
San Pedro 171

Lutero tenía razón. I Pedro, aunque corta, es


"una poderosa y rica epístola". Las circunstancias
a las cuales Pedro se dirigió pueden diferir tato
caelo de aquellas en las que nos encontramos. Pero
en un mundo secularizado como el nuestro, en el
que hombres y mujeres a menudo viven bajo la
tiranía de leyes que hacen ·•muy difícil ser cristia-
no", su carta no ha perdido pertinencia. También
nosotros estamos llamados no sólo a testificar de
Cristo con el silencioso testimonio de nuestras vidas,
sino a "dar razón de la esperanza que está en nos-
otros", como que somos llamados (en palabras de
Maeterlinck) a "vivir como si estuviéramos siempre
en el umbral de un gran gozo".
EL AUTOR DE LA CARTA
7 A LOS HEBREOS

A este intérprete lo llamaremos el Autor porque,


como Orígenes lo observó hace mucho tiempo, su
nombre real sólo Dios lo conoce. Si no fue Apolos,
como lo supuso Lutero, fue alguien que se asemejó
mucho al judío cristiano de Alejandría descrito en
Hechos I8:24s. En razón de su judaísmo platoni-
zado y su predilección por las alegorías, no es im-
probable que haya escrito desde Alejandría. Sus lec-
tores, según la interpretación más probable de 13:
24,1 vivían•en Roma.
Los tomamos por judíos cristianos de la capital,
que, amenazados por las persecuciones, se habrían
refugiado al amparo de la religión judía, permitida
por Roma en tanto que el cristianismo no lo era. 2
Viviendo demasiado en la parte judía de su fe, per-
manecieron torpemente ciegos a los verdaderos ho-
rizontes de su llamado cristiano. P.)r contraste, el
Autor era un hombre de la misma amplia y previ-
sora visión de Esteban (Hech. 7). Como él, vislum-

1 "Los de Italia os saludan".


2 William Manson, The Epistle to the Hebrews (1951).

173
174 EL HECHO DE CRISTO

bró el significado universal del Hecho de Cristo y


comprendió que la Iglesia tenía una misión
mundial.
Desde esta perspectiva, se aclaran muchas cosas
de la carta: el llamado del Autor para un nuevo
Exodo (3:7-19)' y·lá vida de peregrinaje de la fe (11);
su prueba teológica de que los nuevos medios de
gracia traídos por Cristo ofrecen la realidad de lo
que los antiguos medios de gracia sólo podían dé-
bilmente anunciar; sus advertencias contra el "re-
troceder" (10:38s), y su desafío a "salir a Jesús, fue-
rn del campamento, llevando su vituperio'' (13:13).
La carta debe haber sido escrita antes de la caída
de Jerusalén, que tuvo lugar en el año 70. El tem-
plo parece estar en pie todavía (8:4, 9:6, 10: l); ·sí
hubiera caído en el tiempo que escribía el Autor,
éste habría señalado el hecho'tomo una prueba con-
cluyente de que Dios ya no necesitaba este foco de
los ritos antiguos. Se mencionan dos persecuciones,
una pasada y la otra inminente. La primera (10:
32s), pensamos que sea la perturbación surgida en
las sinagogas romanas cuando el Evangelio encontró
allí una entrada y el emperador echó a los judíos
de la capital (49 D.C.). 8 La segunda (12:3ss), re-
presenta el primer movimiento contra los cristianos

3 Expulsó a los judíos de Roma cuando éstos promovie•

ron una sedición pennanente bajo la instigación de Cresto"


(Suetonio) ..
El Autor de. la Carta a los Hebreos 175

que culminó en el sangriento martirio del año 64.


Todo nos sugiere una fecha de alrededor del año 63.

EL CRISTIANIS.MO SEGÚN "EL AUTOR"

Para el lector moderno es tan difícil la carta a los


Hebreos que tenemos que empezar por hacer un bos-
quejo de la misma. Consiste en un Exordio (1:1-4),
una Argumentación (l:5-10:18), una Aplicación (10:
19-12:29) y una Conclusión (13).
El exordio formula el tema: Dios ha hecho una
revelación definitiva de sí mismo en su Hijo.
Luego empieza la argumentación, con variaciones
admonitorias (2:1-4, 3:7-4:13, 5:11-6:20). Jesucristo
es la revelación final de Dios porque en su persona
es Hijo y en su obra es sacerdote. El Autor presenta
primero a Jesús como Hijo. Como tal, es superior
a los ángeles, mediadores de la antigua revelación,
y es superior a Moisés como un hijo lo es a un
siervo. Luego (4: 14). empieza a describir la obra del
Hijo como sacerdote. Jesucristo es un Sumo Sacer-
dote establecido por Dios según el "orden" de Mel-
quisedec que vuelve anticuado el sacerdocio leví-
tico. Es también alguien que ha conocido nuestras
pruebas humanas. El ser establecido por Dios y el
simpatizar con lo humano hace de él el perfecto
Sumo Sacerdote (cap. 7). Oficia en el perfecto san-
tuario (el cielo, cap. 8). Y ofrece el perfecto sacri-
176 EL HECHO DE CRISTO

ficio (cap. 9). 4 Esta ofrenda, siendo la de su propia


obediencia sin tacha a la voluntad de Dios, es eficaz
para borrar los pecados de los hombres como nunca
lo podría 1a sangre de las bestias, y la dádiva que
esta obra sacerdotaltrae a los hombres es el "acceso"
a la presencia de Dios.
Después de la argumentación viene la aplicación
(10:19). Desde que el gran Sumo Sacerdote ha abier-
to este nuevo "acceso''. a la presencia divina, los lec-
tores pueden beneficiarse de ello o afrontar las
terribles consecuencias de su rechazo. Que recuer-
den que se encuentran en la gran sucesión de los
héroes de la fe cuya búsqueda de la Ciudad de Dios
se cumple ahora en Jesús. Todo sufrimiento que
deban soportar es parte de la disciplina que Dios
ejerce sobre ellos en tanto Qijos, y las glorias del
Antiguo Pacto no se compara'n con las del Nuevo.
Luego viene la conclusión, con consejos, adverten-
cias y una noble bendición.
De este elevado discurso tenemos que extraer los
rasgos principales del cristianismo del Autor, y lue-
go decir tres cosas al respecto.
En primer lugar, su cristianismo guarda estrecha
relación con el evangelio más primitivo. Es sufí-

4 Perfecto, porque es el de sí mismo (no un sacrificio


externo) , porque es sin defecto ( Cristo fue sin pecado) ,
y porque fue ofrecido "mediante el Espíritu eterno" (Cristo
fue inmortal, por tanto su sacrificio tiene valor eterno.
9:11-14).
El Aulor· de la Carta a los Hebreos 177

ciente un breve estudio para desentrañar el esquema


del kerygma:
Las profecías se han cumplido en la revelación
de Dios en su Hijo (1:1) .
.Este es Jesús, el Mesías de la línea de David (7:14)
y el Heredero (1 :2).
Vino al mundo para hacer la voluntad de Dios
(10:7) y anunciar el mensaje de salvación (2:3).
Para "llevar los pecados de muchos", "por la gra-
cia de Dios" "sufrió la Cruz" (9:28, 2:9, 12:2).
Dios le resucitó de los muertos (13:20).
Está ahora a la diestra de Dios (l :3,13, etc.);
Poco tiempo más, y aparecerá una segunda vez
(9:28, 10:25,37).
De aquí la necesidad de arrepentimiento, fe y
bautismo (6: Is).
Básicamente, pues, la teología del Autor es el pri:
mitivo evangelio con una escatología judía en su
centro; pero el lector advertido halla pronto otro
elemento. A veces, como en 8:1-5, el Autor se mane- •
ja con "una visión de la realidad en dos planos"
que recuerda a Platón y su parábola de los morado-
res de las cavernas y las sombras en el séptimo libro
de la República. La planta baja es el mundo de lo
umbroso y transitorio; el piso de arriba es el mundo
de lo real y eterno. Así, pues, el verdadero santuac
rio que _ha sido establecido no por el hombre sino
por el Señor está en el cielo, y de la tienda terrena
no es sino una copia y sombra de esta realidad celes-
tial (8:2,5, 9:23). El Antiguo Pacto (a,rgumenta el
Autor) nos dio sólo una sombra de estas realidades
178 EL HECHO DE CRISTO

sobrenaturales; bajo el Nuevo Pacto las realidades


mismas han invadido este mundo del tiempo y los
sentidos desde que Cristo es "el sumo sacerdote de
los bienes realizados" (9: l l ). 5 Así, pues, Platón es
"reclutado" para servir a Cristo ..
Nuestro tercer :puñto tiene que ver con el modo
de pensar del Autor. Para él, el corazón de la ver-
d¡¡.~era religión consiste en el ''acceso" a Dios, un
ac;deso que funciona a través de la adoración (4: 16,
7:i/5, 10:22, 12:22). Pero el pecado obstaculiza este
acceso, frustrando esa comunión con Dios que es
el summum bonum del hombre. Si el hombre ha de
alcanzarlo, en alguna forma tiene que "llegar" hasta
Dios. Pero ¿cómo? El ritual de la ley judía -el
sistema total de sacerdote, santuario y sacrificios-
intentó llevar el hombre a Dios, pero no lo logró.
Habrá podido purificar la carne, pero no pudo lim-
piar la conciencia. El cristiart~smo es la religión fi-
nal porque, por medio del sacrificio de Cristo, ase-
gura el acceso que el judaísmo no pudo sino vaga-
mente simbolizar. Con el Hecho de Cristo pasamos
"del mundo de sombras al reino de la realidad".

II

Como todos los escritores apostólicos, el Autor


sostiene una doctrina de salvación de tres tiempos.

f.i Leyendo ¡:uenomenon (con P 46 B D, etc.) en lugar


de mellonton. AsLlo hace la Revised Standard Version.
El Autor de la Carta a los Hebreos 179

La salvación comenzó cuando oímos "la buena nue-


va" y fuimos "iluminados" (4:2, 6:4). Luego "gusta-
mos el don celestial, y fuimos hechos partícipes del
Espíritu Santo y asimismo gustamos de la buena
palabra de Dios y los poderes del siglo venidero"
(6:4s).
En su aspecto presente, el Autor ve la salvación
como un andar el camino de peregrinación que
Cristo exploró. En este camino tenemos la ayuda
del Espíritu Santo (2:4, 6:4), gozaqios de nuestro
nuevo acceso a la preséncia de Dios conquistado por
Cristo, y somos vigilados por una hueste invisible
(12:1). No recorremos solos la jornada, sino en la
compañía del Pueblo de Dios (4:9, 8: 10) puestos los
ojos en Jesús que ha culminado la carrera (12:2).
Ningún escritor del Nuevo Testamento ha pinta-
do en forma más grandiosa el fin de la jornada, el
"reposo" final del Pueblo de Dios. Cristo vendrá en
gloria a establecer el reino eterno. Porque nuestra
patria está arriba, la .Jerusalén celestial donde entre
los ángeles y los redimidos se sienta nuestro Padre
y Juez y aquel Hijo cuya muerte nos ha procurado
la entrada a su Presencia (l2:22s).
El "mediador" de esta "salvación eterna" es Jesús.
Ningún escritor apostólico tuvo más elevado con-
cepto de la divinidad de Cristo o una apreciación
más exacta de lo realístico de su humanidad. Pon~
gamos los versos con que se inicia la carta frente a
5:7 y los polos de su pensamiento cristológico apa-
recerán claros: por un lado, el Hombre que "ofreció
ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al qt1e
180 EL HECHO DE CRISTO

le podía librar de la muerte"; por el otro, el Hijo,


el Heredero universal, que irradia la gloria de Dios
porque "es la imagen misma de su sustancia, y quien
sustenta todas las cosas con la palabra de su poder".
Con toda claFi_dad el Autor abriga dos firmes con-
vicciones: que Cristo fue un hombre que conoció
nuestra suerte humana y fue tentado como nosotros,
y que Dios mismo vino a nosotros a través de El,
una vez por todas y para siempre.
¿Cómo se puede comparar esta teología con la
de Pablo? El Autor tiene su doctrina del "acceso",
pero carece del misticismo "en Cristo" de Pablo.
Su concepto de la fe es diferente, como su énfasis
en la humanidad y los sufrimientos de Cristo le es
característicamente propio. Pero no debernos exage-
rar las diferencias cuando recordamos que un eru-
dito bíblico tan severo como'ürígenes juzgó que los
pensamientos del Autor eran paulinos, cuando adver-
timos que lo que él entiende por "santificar" es pre-
cisamente lo que Pablo entiende por "justificar", y
cuando pensamos que "Cristo, el Sumo Sacerdote en
la Casa de Dios" es realmente otra manera de decir
"Cristo, 1a Cabeza del Cuerpo".
La palabra "hierático" es tal vez la que mejor
sintetiza el rasgo distintivo de la teología del Autor.
La carta a los Hebreos es el único libro del Nuevo
Testamento que contiene una teoría completa de la
expiación expresada en términos sacerdotales y sa-
crificiales. Como lo hemos visto, el corazón de lo
que dice es que Cristo es el sumo sacerdote ideal,
que ofreció eí sacrificio ideal en el santuario ideal.
:f[p;¿ Autor de la Carta a los Hebreos 181

¿Qué es lo que da al sacrificio de Cristo su poder


expiatorio? La contestación del Autor parece ser
que fue la obediencia perfecta del Hijo a la volun-
tad de su Padre cuando se enfrentó con el problema
del pecado humano. Fue su respuesta inteligente y
movida por el amor, a esa voluntad, en tal forma
que, en su muerte vicaria por los hombres, tomó
sobre sí la carga y condena de nuestro pecado y
lo llevó lejos. Cristo es, por tanto, el "único", ver-
dadero, puro, inmortal sacrificio" que ha purificado
al Pueblo de Dios de su pecado y lo ha vuelto apto
para la presencia de Dios; y en el poder de este
sacrificio ha ingresado al santuarío celestial donde
vive para siempre e intercede por los suyos.

III
Mucho en esta carta tiene para nosotros hoy sólo
un interés de anticuario: las minucias del culto leví-
tico, las exégesis alegóricas, la intervención de un
oscuro personaje del Antiguo Testamento como Mel-
quisedec, etc. No obstante, la carta a los Hebreos
hace resonar ciertas notas que contienen un perma-
nente llamado y desafío.
Comencemos por la nota sacerdotal. ¿Quién puede
dejar de sentir la fascinación del mundo del Autor
en que todo está dominado por el Sumo Sacerdote,
sentado a la diestra de la Majestad en las alturas,
revestido de nuestra naturaleza, compadecido de
nuestras debilidades, abogando por nuestra causa?
Y aparte de todo argumento sacerdotal, necesitamos
182 EL HECHO DE CRISTO

la doctrina de nuestro Autor de la intercesión celes-


tial de Cristo como el complemento necesario de la
fe en su muerte expiatoria.
Sólo el sectario fanático podrá considerar discor-
dante la nofa ec1Únerúca que William Manson des-
cubrió en la carta. Si lo queremos, el Autor nos
puede enseñar lo necio que es el aferrarse con temor
a formas antiguas de culto cuando el clarín llama
hoy a los hombres a llevar el imperio de Cristo a los
más lejanos confines del mundo.
También oportuna es la nota· del peregrinar que
resuena especialmente en la nómina del capítulo 11
donde los h.éroes no son meros vagabundos aventure-
ros, sino hombres en búsqueda de la Ciudad de Dios.
El distintivo que comparten es la fe, que es un
"aventurarse en base a vision,es". Es cierto que el
significado básico de la fe es ia certeza de la reali-
dad de las verdades invisibles ( 11 :1); pero es una
certeza que arriesga y sororta, como arriesgaron y
soportaron Abraham, Moisés y todos los que les si-
guieron, hasta los mártires macabeos. En Jesús está
el fin de lo que persiguieron. El es el más poderoso
Capitán de la fe que ha explorado un camino nue-
vo y viviente, por el cual también nosotros podemos
transitar.
Hacia el fina.1 del camino
hacia la Ciudad de Dios. 6

ll M. Arnold. On tó the end of the road / On to the City


o/ God,
8 SAN JUAN

:Muchos llamarán a San Juan el más grande de los


intérpretes. Viviendo más lejos del evento, él lo vio
en su significado más perdurable, de modo que Cris-
to ya no aparece meramente como una figura de
la historia pasada, sino como el gran Contemporá-
neo. Es como si Juán nos lo dijera: "El Jesús de la
historia es el Cristo de la experiencia. Lo que ahora
El es para mi fe, lo era en los días de su carne". Y
a través de los siglos ha comunicado algo de su se-
creto a sus lectores, de modo que su Evangelio toda-
vía habla a la condición de los sabios y de los sim-
ples, sirviendo al mismo tiempo como "libro de
texto para el párroco" y como filosofía divina para
un Wordsworth o un Westcott.

SAN JUAN, sus LIBROS y su MEDIO AMBIENTE

¿Pero quién fue Juan, y dónde y cuándo escribió?


No necesitamos detenernos mucho en la segunda y
tercera parte de la pregunta. En general se está de
acuerdo en que el Evangelio y las tres cartas de
Juan se originaron en Efeso alrededor de la última

183
184 EL HECHO DE CRISTO

década del siglo I. Hay acuerdo, además, en qúe el


autor no fue Juan el vidente del Apocalipsis. A· pe-
sar de las dudas de algunos eminentes eruditos (in-
cluso C. H. Dodd), se sostiene comúnmente que los
cuatro documentos son obra de un hombre que en
II y III Juan. se llama a sí "el anciano". Si unos
pocos hoy en día defienden la paternidad apost6-
lica total del Cuarto Evangelio, la mayoría está de
acuerdo en que "el discípulo amado" y el Testigo
el
(I9:~5y pueden muy bien ser Juan Apóstol, cuyo
testimonio es la base del Evangelio. ¿Quién era pues
el "anciano"? Pudo haber sido Juan el Anciano de
cuya existencia da testimonio Papías. El Cuarto
Evangelio, de todos modos sugiere que su autor fue
un discípulo del Apóstol y que tenía sólidos víncu-
los .con Palestina. La precisi6n de su topografía de
Palestina, su conocimiento de las costumbres judías
y su griego semítico, son elenientos de fuerza que
apuntan a un judío de habla aramea que haya vivi-
do en Palestina antes de establecerse en Efeso. Pro-
bablemente las tradiciones acerca de Jesús que él
utilizó las trajo él mismo al Asia Menor antes de la
caída de Jerusalén en el año 70. 1
Con todo esto concuerda el Evangelio mismo. Por
cierto que Juan se muestra mucho más conocedor
del pensamiento griego que Pablo; y cuando encon-
tramos la palabra lagos en el primer versículo de
su evangelio, podemos suponer que estamos por ver

1 W. F. Albríght en The Background o/ the new Testa•


ment and its Eschatology (cd. Davies and Daube), p. 153-171.
San Juan 185

un Evangelio de Cristo helenizado de tal modo que


resulte irreconocible. Con todo, cuanto más estudia-
mos el estilo de Juan, el "toque" de su teología, los
matices de las palabras claves como "vida" y "gloria",
con mayor claridad vemos que el fondo inmediato
de su pensamiento es la religión judía. Las citas y
figuras del Antiguo Testamento aparecen por do-
quier; punto tras punto descubrimos la influencia
del judaísmo, a veces de tipo rabínico, a veces de la
variedad "mística" recientemente encontrada en los
Rollos del Mar Muerto con su dualismo de luz y ti-
nieblas, verdad y mentira,. vida y muerte. El "Padre
viviente" del Evangelio de Juan .no tiene ningún
tipo de relación con el "Primer motor" de Aristó-
teles, y su escatología es innegablemente judía. Por
supuesto que se ha servido del pensamiento griego.
Cuando, por ejemplo, estudiamos su idea de la
"verdad", i:ecordamos a Platón más bien que a Isa-
ías, porque su significado dominante es "realidad"
más bien que "cosa digna de confianza". (Con todo,
¿qué habrían dicho los platonistas de "practicar la
verdad" como Juan dice en 3:21?). Además, los pen-
sadores religiosos helenistas de la época tuvieron
mucho que hacer con la idea de un mediador entre
Dios y los hombres, como lo hace Juan. Y cuando
Juan a veces parece presentar al cristianismo como
el conocimiento verdadero, recordamos que los he-
lenistas contemporáneos gustaban pensar de la sal-
vación en términos de gnosis. A pesar de eso, las
raíces del pensamiento de Juan se hunden profun-
damente en suelo judío, así como están determina-
186 EL HECHO DE CRISTO

das por el impacto que produjo en ellas el Hecho


de Cristo.
¿Cuál es la relación de S. Juan con el evangelio
primitivo? Para dar una respuesta a esto todo lo
que debemos ha-cer es·remitir al lector al libro de
C. H. Dodd Apostolic Preaching y su comentario
sobre The Johannine Epístles. En estos dos libros
él ha mostrado no sólo que el Cuarto Evangelio
manifiesta el esquema . del kerygma apostólico sino
también que la Primer Carta preserva fielmente
"el Evangelio" y "el Mandamiento" (es decir, el
Kerygma y la Didaché) de los primeros apóstoles.
Es cierto que el primitivo evangelio, en manos de
Juan · ha sido reexpresado para llenar las necesi-
dades de un círculo espiritual mucho más amplio;
pero, en esencia, es la misma predicación y ense-
fianza. '" '(

¿Conoció Juan· los Evangelios Sinópticos? A pesar


de la osada tentativa de Gardner-Smith 2 de pro-
bar que no los conoció, parece muy probable que
conociera a Marcos y posiblemente a Lucas y Ma-
teo (Nuestros tres comentaristas más recientes en
inglés, Hoskyns, Barrett y Lightfoot, concuerdan
en esto). Pero está igualmente claro que no sólo
usó la tradición sinóptica con plena libertad, sino
que tuvo acceso a tradiciones históricas propias
dignas de confianza. Con todo, si Juan hizo uso de
la tradición genuina, como en forma creciente lo

2 St John and the Synoptic Gospels (1938}.


~an Juan 187

creen los eruditos, su intención al escribir no fue


tanto la de un historiador, para registrar la secuen-
cia precisa de los eventos, sino como un profeta
preocupado en proclamar la verdad esencial de esa
historia.
¿Cuál es la situación de Juan respecto de Pablo?
Algunas décadas atrás Deissmann pudo declarar
que Juan era discípulo de Pablo. Muy pocos dirían
esto hoy en día. Juan y Pablo comparten, por
supuesto, convicciones cristianais comunes, como
todos los escritores apostólicos lo hicieron. Pero si
uno es discípulo del otro, ¡qué diferentes fueron
en cuanto a personas, temas y doctrinas! Piénsese
en un discípulo de Pablo que nunca use el verbo
"justificar" y sólo tres veces el nombre "gracia".
¿Y dónde encontramos en Juan los conceptos carac-
terísticos de Pablo de la elección de Israel, del
Nuevo Pac~o, y de Cristo como segundo Adán? La
verdad es que Juan de ningún modo es un discí-
pulo de Pablo, sino un intérprete independiente
de Cristo con profundas y auténticas opiniones
propias.
¿Cuál fue, pues, el propósito de Juan. al escri-
bir? En el caso de la Primera Carta, la respuesta
es fácil. Juan se dispuso a refutar a los docetistas 3
que estaban perturbando la paz de la Iglesia. Lo
hizo con una apasionada reafirmación de que la
encarnación -el hecho de que el Hijo de Dios asu-

3 Negaban la realidad de la Encarnación.


188 EL HECHO DE ·CRISTO

mió realmente la condición humana- era la cima


y corona de la verdad cristiana. ¿Pero qué propó-
sito tuvo al escribir el Evangelio? Muy pocos creen
hoy que lo escribió para reemplazar a los tres pri-
meros Evangelios, ·~o ·_rara corregirlos. Se estaría
mucho más cerca de la realidad al decir que escri-
bió para interpretarlos. Tenemos que tener presen-
te que Juan estaba escribiendo no sólo más tarde
que los autores sinópticos, sino que lo estaba ha-
ciendo a hombres que no estaban familiarizados
con los términos judíos como Reino y Mesías (en
los cuales originalmente se expresó el Evangelio),
hombres que estaban planteando otras preguntas
más esenciales, acerca de Jesús y el Evangelio. ¿Qué
lugar preciso ocupó Jesús en los planes de salva-
ción de Dios para los hombres? ¿Cuál era la ben-
dición principal que les trajó el Evangelio? ¿De
qué manera continuó Jesús siendo una fuerza vi-
viente y vital en el mundo? Eran hombres con estas
inquietudes los que Juan tuvo en mente, y pre-
guntas como éstas las que buscó contestar. Y lo
que hizo fue sacar a luz el significado esencial y
final de los Sinópticos. También en los tres pri-
meros Evangelios hay ciertos episodios que son,
por así decirlo, tentativas de comunicar la verdad
absoluta y eterna, por ejemplo, los relatos del Bau-
tismo y la Transfiguración. Pero aparecen espo-
rádicamente, como grietas en las nubes que nos dan
un vistazo fugitivo del azul infinito de la bóveda
celeste. Lo que Juan hizo en su Evangelio fue mos-
trarnos toda la historia "sensible" de Jesús, como
San Juan 189

el lugar en la historia donde puede encontrarse


la verdad final de Dios. Para él, esa historia es
"una historia terrena (y Juan no habría transigido
con los que negaran ese carácter terreno) con un
significado celestial". Pero el "significado celestial"
no es algo arbitrariamente sobrepuesto a un sim-
ple cuento que podría ser mejor contado sin eso.
Es el verdadero significado de la historia terrena.
Y la prueba está en que el Evangelio de Juan da
sentido a lo que enco1;1tramos en los tres primeros.
Proporciona complementación a la fragmentarie-
dad de los sinópticos, de modo tal que, al estudiar-
lo, estamos constreñidos a convenir con Calvino
que el Cuarto Evangelio es "la llave que abre la
puerta a la comprensión de los tres primeros".
¿Una interpretación del Hecho de Cristo? Sí, el
Cuarto Evangelio lo es en un más alto grado que
los Sinópticos; pero, a menos que la experiencia
cristiana sea el registro de una larga y gigantesca
ilusión, es la interpretación correcta.

EL CRISTIANISMO SEGÚN SAN JUAN

Si Pablo interpretó el Hecho de Cristo en términos


de justicia, la palabra clave de Juan es vida. "Toda
religión -dijo Sabatier- ·es una oración por la
vida". En opinión de Juan, Dios contestó esta ora-
ción con la dádiva de Cristo (Jn. 3:16);
El tema que da unidad a su Evangelio es el tema
de la vida. Por supuesto, las obras y palabras de
190 EL HECHO DE CRISTO

Jesús satisfacen a una vasta variedad de necesidades


humanas; pero a través de todas ellas corre un solo
propósito: el de confrontar el hecho de la muerte,
sea la del pecado como 1a del cuerpo, con la res-
puesta ·de Dios. en Ja ·dádiva de vida en Cristo. "Erl
él estaba la vida" está escrito con referencia al
Logos, y Cristo viene para que los hombres "ten-
gan vida y la tengan en abundancia". A Nicodemo
le ofrece el don dg un nuevo nacimiento y vida
eterna, como ofrece a la mujer samaritana "agua
viva", Increpa a los judíos, "no queréis venir a mí
para que tengáis vida". Para la multitud en Gali-
lea él es el pan que da vida, como en Jerusalén
afirma ser el dador de agua viva. A la afligida
Marta le dice "Yo soy la resurrección y la vida". En
el Aposento Alto afirma ser "la verdad y el camino
viviente" al Padre, y aseguta a sus discípulos,
"porque yo vivo, vosotros también viviréis". Y este
ministerio dador de vida culmina en la Cruz y
Resurrección por las cuales la vida es puesta al
alcance de todos los que creen en él.
Por lo que respecta a la Primera Epístola de
Juan, su verdadero subtítulo, como lo ha obser-
vado Robert Law, sería "las pruebas de la vida",
porque, COirrectamente comprendida, la carta es
una serie de criterios espirituales que permiten a
los hombres saber que tienen vida eterna.
¿Qué entiende Juan por "vida" o "vida eterna",
términos que usa alternativamente? 4 Son su equi-

4 S. Juan usa la palabra "vida" 19 veces en el Evangelio


San Juan 191

valente a la presencia del Reino de Dios en los


Evangelios sinópticos. (También en los sinópticos
"vida eterna" y "estar en el Reino" significan lo
mismo - ver Marcos 10:17-31). Zoe aionios signi•
fica la "vida de la Era (futura)", es decir, la Era
Mesiánica, propiamente una bendición futura.
Pero desde que el Reino ha venido y el Mesías
está aquí, la vida eterna ha venido a ser una ben-
dita realidad. Así, vez tras vez, Juan usa la palabrn
"vida" para referirse· a la nueva calidad de vida
hecha posible por la venida de Cristo y el adveni•
miento del Espíritu. Sólo una vez ensaya una
definición: "Esta es la vida eterna; que te conoz-
can a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo,
a quien has enviado" (Jn. 17:3). El tiempo presen-
te (esta es") muestra que esta vida eterna es algo
a poseer ya aquí y ahora. Consiste en conocer a
Dios, esto es, no en una erudición teológica ni en
mística contemplación, sino en una comunión per-
sonal con él. Es comunión con Dios mediante
Cristo, que es su Enviado, desde que nadie puede
venir al Padre sino a través de Cristo. Y es un
conocimiento progresivo (guinoskosi) -un "conti-
nuar en el conocimiento del señor" - que sólo será
perfecto en el más allá, desde que la manifiesta
gloria de Dios no es para carne ni sangre.

y 7 veces en 111 Juan. "Vida eterna" aparece 17 veces en el


Evangelio y 6 en Jll Juan.
192 EL HECHO DE CRISTO

Si continuamos, veremos qué rico es el concep-


to de la vida que tiene Juan. Mientras tanto, com-
paremos a Pablo con Juan.
Pablo utiliza a veces el término "vida" para refe-
rirse a la salvadórt como experiencia presente
(Roro. 6:4, I Tes. 5:10). Y ambos, Pablo y Juan,
coinciden en que la salvación ha sido hecha posi-
ble por lo que Dios ha hecho para los hombres en
Cristo. ¿Termina ~qu,t la coincidencia?
El corazón del Evangelio de Pablo lo constituye
el hecho de que en la cruz Dios, al "que no cono-
ció pecado -Cristo-, por nosotros lo hizo pecado,
para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios
en él" (II Cor. 5:21) y que, a causa de la muerte
de Cristo por el pecado, Dios gratuitamente
"absuelve" a los pecadores que ponen su fe en Cris,
to, dándoles una. nueva pos~ción en relación con
él. San Juan declara que Dios, en su amor, dio a
su Hijo para vivir y morir por nosotros para que,
por el nuevo nacimiento y la fe, pudiéramos tener
ese conocimiento de Dios que es la vida eterna. Así
se ha dicho que, mientras que en Pablo la salva-
ción viene por la redención (o reconciliación), en
Juan viene por la revelación. Por cierto que Pablo
se encuentra más cómodo en las categorías de recon-
ciliación, como Juan en las de revelación. Pero
debemos cuidarnos de hacer este contraste dema-
siado agudo. El hombre que dijo "Dios resplande-
ció en nuestros corazones, para iluminación del
q>nqcimjento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo" (II Cor. 4:6), hablaba con acentos que
San Juan 193

Juan con gusto los haría suyos. De la misma ma-


nera, el hombre que en el relato del lavado de los
pies a los discípulos 5 por Cristo, ha enseñado
que no había sitio, en la fraternidad de Cristo,
para los que no fueran limpios del pecado por su
muerte, no era ajeno a la doctrina paulina de re-
dención. Y en último análisis, qué cerca están el
uno del otro, Pablo y Juan, cuando tratan el tema
de la salvación:

PARLO JUAN
Dios muestra su amor De tal manera amó
para con nosotros, en Dios al mundo, que ha
que siendo aún peca- dado a su Hijo unigé-
dores Cristo murió por nito, para que todo
nosotros. (Rom. 5:8). aquel que en él cree,
no se pierda, mas ten-
ga vida eterna. (Juan
3:16).
Lo que ahora vivo en En esto consiste el
la carne, lo vivo en la amor: no en que nos-
fe del Hijo de Dios, el otros hayamos amado a
cual me amó y se en- Dios, sino en que él
tregó a sí mismo por nos amó a nosotros, y
mí. (Gál. 2:20). envió a su Hijo en
propiciación por nues-
tros pecados. (1 Juan
4:10).

ó Hoskyns, The FQurth Gospel, p. 436s.


194 EL HECHO DE CRISTO

La dddiva de Dios es Este es el testimonio:


vida eterna en Cristo que Dios nos ha dado
Jesús Señor nuestro. vida eterna; y esta vida
(Rom. 6:23). está en su hijo. (I Juan
5:11).

Pero podemos añadir más sobre el asunto. Se ha


afirmado que, a diferencia de Pablo, Juan no tie-
ne una doctrina objetiva de la expiación. ¿Puede
mantenerse este cargo? El Cristo de Juan es un
Cristo que como Cordero de Dios quita el pecado
(Jn. 1:29) y es una expiación por los pecados del
mundo (I Jn. 2:2). Concibe su muerte como un
sacrificio vicario necesario para santificar a los
hombres (Jn. 17:19), y el beneficio que produce
su "sangre" es limpiar al h,ombre de su pecado (1
Jn. 1:7). Un Cristo que qi'iita el pecado, que lo
expía por medio del sacrificio de sí mismo y de
esa forma purifica a los pecadores que ponen s~
fe en él, difiere muy poco, si es que en algo difie-
re, del Cristo de Pablo. Pueden variar en los tér-
minos que emplean -Juan habla mucho menos
que Pablo de la Ley y la Carne, y la Vida y la Luz
han sustituido a la Justicia y la Reconciliación-
pero en sus convicciones básicas Juan y Pablo están
a una.
Para Juan, como para otros intérpretes neotesta-
mentarios del Hecho de Cristo, salvación es una
palabra con tres tiempos:
"Hemos pasado de muerte a vida" (I Jn. 3:14).
San Juan 195

"El que tiene al Hijo, tiene la vida" (I Jn.


5:12).
"Porque yo vivo, vosotros también viviréis"
(Jn. 14:19).
Pero antes de explicar estos tiempos, considere-
mos las cosas de las cuales el hombre necesita ser
salvado.
Como en Pablo, son tres -pecado, muerte y el
maligno- y la esfera en que se mueven es "el mun-
do". El "mundo", originalmente la buena creación
de Dios que sigue siendo objeto de su amor (Jn.
3:16), por su rebelión ha venido a ser "la sociedad
humana tal como se organiza a sí misma aparte
de Dios". Allí abunda el pecado, una entidad co-
lectiva (Jn. 1:29, 9:41, etc.), y el maligno ejerce su
poder (Jn. 12:31, I .Jn. 5:19). El pecado es un esta-
do universal cuyo símbolo son las "tinieblas"; y
"si decim~s que no tenemos pecado", no sólo nos
engañamos a nosotros mismos, sino que no toma-
mos en cuenta a Jesucristo que murió para ser la
propiciación de los pecados (I Jn. 1:8, 2:2). Como
Pablo, Juan considera al pecado como "esclavitud"
(Jn. 8:34. Cf. Rom. 7:14); pero mientras que Pablo
conecta el pecado de los hombres con la caída de
Adán, Juan simplemente reconoce su universali-
dad como un hecho. Además, mientras que Pablo
tiende a ver al pecado como una violación de la
ley, Juan lo considera como un odio a la luz - la
verdadera luz que se ha difundido en nuestro caído
mundo por medio del Hijo de Dios (Jn. 9:41,
15:22). La bondad pura y personificada ha estado
196 EL HECHO DE CRISTO

obrando en medio de los hombres, y éstos la repu-


diaron. Así el pecado del cual el Paracleto "con-
vencerá" al mundo es la negación culpable a creer
en Jesús (Jn. 16:9), y en un lugar Juan habla de la
venida de . Cristo casi en los mismos términos en
que Pablo habla de la Ley- su propósito fue poner
el pecado en relieve (Jn. 15:22). En su Primera
Epístola, donde el antinomianismo de los heréticos
no está lejos d~ su pensamiento, define al pecado
como "infracción de la ley" (1 Jn. 3:4), y señala
con especialidad un pecado (probablemente el. ne-
gar la Encarnación) tan mortal que coloca a un
hombre fuera del palio de esa comunión con Dios
que es vida (I Jn. 5:16). Sobre el fondo del pecado,
como su inevitable consecuencia si se persiste en
él, está thanatos (la muerte), el terrible opuesto de
la vida (Jn. 5:24, I Jn. 3:14): completa exclusión
de aquel que es "la fuente de vida", un terrible
sinónimo de aquel "perderse" (Jn. 3:16) del cual
Judas, "el hijo de perdición", es el supremo ejem-
plo. Así, aunque Juan no teoriza acerca del pecado
como lo hace Pablo, nadie puede acusarlo de to-
marlo con ligereza, o de dudar de su convicción
de que Cristo "ha vencido al mundo" (Jn. 16:33)
donde el pecado y la muerte detentan el poder.
Al paso inicial de la salvación Juan lo llama
"pasar de muerte a vida" (Jn. 5:24, I Jn. 3:14).
Esto no es algo que suceda simplemente porque el
hombre lo quiera, pues nadie puede venir a Cristo
si el Padre no lo trae (Jn. 6:44). La parte de Dios
en esta transición se llama "engendrar", y el resul-
:san Juan 197

tado para el hombre es un nuevo nacimiento ("na-


cido de arriba", "nacido del Espíritu" y "nacido
de Dios", todas expresiones que significan la mis-
ma cosa). "El que no naciere de agua y del Espí-
ritu -dice Jesús a Nicodemo- no puede entrar
en el reino de Dios" (Jn. 3:5). Hay aquí una refe-
rencia al bautismo cristiano, un bautismo a imita-
ción del de Jesús mismo. Es verdad que Juan nun-
ca menciona por sus nombres ni el bautismo ni
la eucaristía; con todo, los sacramentos tienen lu-
gar destacado en su cristianismo. Integrado con
ello está el principio sacramental de que la carne
ha venido a ser el instrumento de la vida espiri-
tual, y Juan concibe a los sacramentos como medio
por los cuales los cristianos son incorporados a la
obra redentora de quien es la Palabra hecha car-
ne. En realidad, el probable profundo significado
de su alm¡ión a la sangre y el agua que brotan del
Crucificado (Jn. 19:34) es que los sacramentos di-
manan de la muerte de Cristo. En todo caso, Juan
quiere llevar al lector de 3:5 a pensar en el rito
cristiano de iniciación, un rito que sirve de puerta
de entrada a la nueva vida y trae el don del Espí-
ritu. 8
Para Juan, como para Pablo, la fe es la forma
en que el hombre se apropia de Cristo y la vida
eterna. Pero nótese lo que revelan los datos esta-

6 El "crisma" o "unción" de I Jn. 2:20,27, probablemen-


te se refiere al don del Espíritu Santo en el bautismo.
198 EL HECHO DE CRISTO

dísticos: sólo una vez usa el nombre "fe" (1 Jn.


5:4), mientras que el verbo "creer" aparece ciento
siete veces. Esto sólo puede significar que Juan
concibe la fe no como una cosa estática, sino como
una vida de_ energía y crecimiento en que siempre
hay algo más delante del creyente de lo que ha
sido capaz de hacer suyo (cf. Fil. 3: 12ss). Como la
fe viene por el oír (Jn. 5:24, cf. Rom. 10:14) su
objeto es Jesucri_sto _el Hijo de Dios. La fe verda-
dera para Juan es "creer en" (pisteuein eis, 7 una
frase que no tiene paralelos en el
griego profano
o en la LXX, que Juan usa no menos de treinta
y siete veces. "Creer en" Jesucristo significa con-
fiar en él sobre la base de una aceptación intelec-
tual de sus requerimientos. Así como la increduli-
dad significa rehusarse a ver a Dios en la Palabra
encarnada, la fe es la libre\:,respuesta del hombre a
la revelación de Dios en él': en frase existencialis-
ta, "un volverse del mundo y aceptar la vida que
Jesús da y es". Bien lo llama Bultmann 8 "tran-
sición a una existencia escatológica", desde que por
decisión de fe un hombre pasa de muerte a vida.
De ese modo la idea juanina de la fe, si bien
es algo más dogmática y representa en menor me-

7 Pisteuein con el dativo, por contraste, generalmente


denota simple creencia. Así en Jn. 14:11 "creedme" signi-
fica "tomad mis palabras por ciertas", mientras que "creed
en mí" en 14:1 significa "tened confianza en mí" como Hijo
único de Dios.
B Theology of the New Testament, II, p. 75.
j(ln Juan 199

dida el carácter de autoabandono de la de Pablo,


realmente no difiere de ésta. A veces (como en II:
40 y 20:5-9) "creer" y "ver" están puestos juntos,
.de tal modo que la fe aparece como una especie
de visión espiritual. Es la visión de los que encuen-
tran a Dios en una Persona histórica que sigue
siendo para ellos la luz maestra de todas sus visio-
nes espirituales. 9
Cuando, atraídos por Dios a Cristo, hemos hecho
la decisión de fe, y, por el bautismo de "agua y de
Espíritu" se ha estampado el sello sobre ella, ¿de
qué naturaleza es la vida eterna que entramos a
gozar? (Aquí pasamos de la salvación como un
hecho pasado a la salvación como experiencia pre-
sente).
Ningún escritor del Nuevo Testamento se ha a-fe-
rrado más firmemente que Juan a la verdad de la
"escatología realizada". Sólo que él sustituye el
lenguaje del "Reino" por el lenguaje de la "vida".
En los evangelios sinópticos Jesús dice: "El reino
de Dios se ha acercado. . . ha llegado a vosotros"
(Mar. 1:15, Luc. 11:20). En el cuarto evangelio
dice: "la hora viene, y ahora es" (Jn. 4:23, 5:25).
Las palabras cambian, el significado es el mismo:
"La fórmula de Juan la hora viene y ahom es,
con el énfasis en el ahora es sin excluir el elemento
de futuro, es, creo yo, no meramente una aguda

ll Nota. Juan nunca usa el verbo "creer" para describir


la relación de Jesús con el Padre. El verbo que usa es "co-
nocer".
200 EL HECHO DE CRISTO

definición teológica, sino que es esencialmente his-


tórica y probablemente representa la auténtica en-
señanza de Jesús tan verazmente como toda fórmula
puede hacerlo" (C. H. Dodd). 10
Pai:a Juan," pÜes, la vida eterna es una dádiva
presente porque Cristo ha venido y muerto y resu-
citado y el Espíritu Santo está aquí, librada a los
hombres por su muerte (Jn. 7:39). Esta verdad Juan
la desarrolla en tres formas. En primer lugar, el
Juicio no sólo vendrá al fin de la historia; es, para
felicidad o angustia, una realidad presente (Jn. 3:
17-21, 5:22-24). Es cierto que el don de Dios en
Cristo no fue concebido para condena del hombre
sino para su liberación, pero inevitablemente los
hombres se juzgan a sí mismos por su respuesta
al Hecho de Cristo. El prol?.ósito principal del sol
no es arrojar sombras, peró lo hace. Así sucede
con quien es la Luz del mundo. Aceptar a Cristo
es abandonar la sala del Juicio; rechazarlo es con-
denarse a sí mismo. El Juicio es la forma que toma
la salvación para los que no la desean. En segun-
do lugar, la resurrección no es meramente un "en-
tonces" sino un "ahora". Cuando Marta afirma que
su hermano resucitará "en el día postrero'', Jesús
replica "Yo soy la resurrección y la vida". No se
niega una resurrección en "el día postrero", pero
hay una insistencia en que para los que están en
comunión con Cristo la vida a la cual conduce la

1n The lnterpretation of the Fourth Gospel, p. 447.


San Juan 201

resurrecc10n empieza ahora. "Tu amigo está vivo


-dice Jesús en efecto- porque en mí ha alcanzado
la vida de Dios que es eterna; en mí ya ha resu-
citado antes de que su cuerpo perezca" (Jn. 11:
25s, en paráfrasis de Bernard). En tercer lugar, sin
abandonar (como lo veremos) la esperanza en una
venida final, Juan enseña un retorno de Cristo en
la historia a través de la Resurrección y la venida
del Espíritu (Jn. 14:18,21,23,28, 16:16,22, etc.).
Pero el punto cardinal es que la vida eterna, la
vida de Dios mismo, se ofrece a los hombres por
medio de Cristo su Hijo. "El que cree en el Hijo
tiene vida eterna" (Jn. 3:36, cf. 6:47 y I Jn. 5:12).
Brunner le ha dado una pertinencia actual a esta
verdad: 11
"Tener parte en la vida divina de Jesucristo por
la fe, situarse en medio de la historia y estar com-
prendido en la salvación eterna por medio de la
reconciliación realizada por quien es llamado la
Vida y el Camino hacia la Vida - esto es ser cris-
tiano, tener vida eterna".
Aquí, desde que concierne estrechamente a la
vida eterna (Jn. 17:3), podemos referirnos al con-
cepto de Juan sobre el conocimiento. Tenemos ten-
dencia a poner en contraste la fe y el conocimiento

No tenemos más que fe, no podemos conocer

11 Tke Tkeology o/ Crisis, p. 67.


202 EL HECHO DE CRISTO

Porque el conocimiento es para las cosas que


vemos. 12
pero para Juan van lado a lado. "Nosotros hemos
conocido y creído el amor que Dios tiene para con
nosotros" (l Jn. 14:16, cf. Jn. 6:69, 17:8). El conoci.
miento es el.precioso florecimiento de la fe, "inten-
sa y permanente creencia que todavía no ha llega-
do a ser visión directa". 13 "Creed a las obras,
para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí,
y yo en el Padre .. , d_ice Jesús (Jn. 10:38).
La meta de este conocimiento es de hecho la unión
con Dios por medio de Cristo el mediador. Vez tras
vez (véase especialmente capítulos 10,14 y 17) Jesús
describe un "mutuo morar" (o "co-inherencia") que
abraza al Padre, el Hijo y los creyentes. El Padre
está en el Hijo como el Hijo está en el Padre: el
Hijo está en los creyentes como los creyentes están
en el Hijo. (Pasajes similarJ~ describen un "mutuo
conocimiento" entre el Padre, el Hijo y los cre-
yentes). Llámese a esto "misticismo", si se quiere,
pero no es un misticismo de tipo convencional.
"Preferiría ser encontrado en Cristo a ser perdido
en Dios", dijo James Denney. Juan habría estado
de acuerdo, porque estar "en el Hijo" era estar "en
el Padre". La unión con Dios que él describe no
sólo es mediada por Jesucristo, una persona his-

12 Tennyson, In M emoriam. W e have but faith, we can-


n.ot know / For knowledge is of things we see.
13 Hoskyns, The Fourth Gospel, p. 303.
l'fsan Juan 203

tórica, sino que es concebida dinámicamente y con-


dicionada éticamente. En verdad, dos corrientes se
mezclan en su doctrina de la unión con Dios: una
es la idea de la visión de Dios -"el que me ha visto,
ha visto al Padre"; la otra es el énfasis en lo ético-
"si nos amamos unos a otros, Dios mora en nos-
otros". Y estas dos corrientes se encuentran en el
concepto de agape, el amor que da.
En este mundo la única especie de unión entre
personas de la que podamos conocer algo es el
amor; y Juan nos dke que esta clase de unión con
un Dios personal se nos ofrece en Cristo. Podemos
imaginarla como un triángulo espiritual en el que
el Padre, el Hijo y los creyentes moran unos en
otros por virtud de un amor que es la misma vida
de Dios. Esta relación de agape comienza en el
mundo trascendente, pero no puede divorciarse de
este mundo. ¿Por qué? No sólo porque el verdade-
ro agape ~ebe expresarse en actos de amor frater-
nal sino también porque el hecho decisivo. de
agape tuvo lugar en la historia, fuera del muro
septentrional de Jerusalén, en un día de abril del
año 30. 14
Quien imparte la vida eterna es el Espíritu Santo.
En los Evangelios sinópticos los dichos de Jesús
sobre el Espíritu pueden contarse con los dedos de
una mano. Pocos como lo son, dan testimonio de

14 Esta sección debe mucho a C. H. Dodd, op. cit., p. 187-


200.
204 EL HECHO DE CRISTO

que Jesús prometió la guía y el poder del Espíritu


como un don que sus discípulos recibirían del
Padre. Juan conoció la rica realidad de este don;
y si tomamos debidamente en cuenta el comentario
de la experiencia·· éristiana, podemos cabalmente
sostener que su enseñanza acerca del Espíritu res-
ponde a "la mente de Cristo". ¿Qué enseña Juan?
Durante su ministerio, Jesús fue el portador del
Espíritu Qn. I :32). Hasta que él no fuera "glorifi-
cado" el Espíritu no podía ser dado a sus seguido-
res, y el relato del "soplo" Qn. 20:21-23) nos mues-
tra cómo Jesús da poder a sus apóstoles: "Recibid
el Espíritu Santo". Podemos decir que durante el
ministerio de Jesús el Espíritu estaba con los dis-
cípulos en Jesús, pero después de la Resurrección
Jesús estaba con sus seguidor,es por medio del Espí-
ritu (Jn. 14:17). Porque en' Juan el Espíritu es
claramente personificado - compárese el ekeinos,
"él", de los discursos de despedida, con el touto,
"esto" (Hech. 2:33), de Pedro en el día de Pente-
costés. El Espíritu viene como el alter ego de Cris-
to, no tanto para suplir su ausencia cuanto para
completar su presencia.
Tanto sea en el bautismo (Jn. 3:5), en la Euca-
ristía (Jn. 6:63), como en cualquier otro acto de
adoración (Jn. 4:23), allí el Espíritu transmite la
vida divina a los hombres. Pero para arrojar más
plena luz sobre la concepción del Espíritu debemos
remitimos a los cinco dichos sobre el "Paracleto"
Gn, 14:16s, 25s, l5:26s, 16:7ss, 13ss). Un "para-
cleto" es alguien a quien uno llama en ayuda, de
)P'
' San Juan
1
205

modo que "abogado" es tal vez el mejor equiva-


•lente. Al futuro abogado Jesús lo describe como
: "el Espíritu de verdad", es decir, el Espíritu que
'comunica la verdad, que para Juan significa cono-
cimiento de la realidad divina. Es enviado por el
Padre en el nombre de Cristo para estar "en" los
discípulos. Les "enseñará", recordándoles todo lo
que Jesús dijo y capacitándolos para dar testimo-
nio de él. También '.'convencerá al mundo de pe•
cado, de justicia y de juicio" (es decir, mostrará
a los hombres que el pecado consiste en rechazar a
Jesús, que la única justicia aceptable es la de Jesús
-desde que él ha sido exaltado a la diestra de
Dios- y que en la Cruz no es Jesús sino el maligno
quien es juzgado). Finalmente, tomando de las co-
sas de Cristo, anunciará las cosas por venir (Son
semejantes, a éstos los dichos acerca del Espíritu en
1~ Juan).
Nótese que el Espíritu Santo está constantemente
relacionado con el Hecho de Cristo. Recuerdá a los
discípulos las cosas que Jesús dijo e hizo, de tal
modo que algunas de ellas no son meramente recor-
dadas sino que ahora, por primera vez, son cabal-
mente comprendidas. Lo que ellos obtienen, por
decirlo así, no es meramente el sueño sino el sueño
más su interpretación. De esa forma, el Espíritu
Santo inicia a los hombres en el pleno significado
de la Palabra hecha carne, actuando en tanto la
predican de tal modo que la revelación se hace
evento proporcionando el "continuum escatológi-
206 EL HECHO DE CRISTO

co" 15 donde la obra de Cristo, comenzada en su


ministerio histórico, es llevada a cabo hasta que él
venga en gloria.
La vida eterna no es una ''fuga del solo hacia el
Unico". Es una vida vivida en una verdadera comu-
nidad, la ·1glesfa. - -
Si la palabra ecclesia aparece sólo en JI11¡i Juan
6, la idea de Iglesia domina el pensamiento de Juan
tan realmente como el de Pablo. De su Evangelio
(ver capítulos 6,-10;15,17 y 20 especialmente) sabe-
mos cómo concibe la naturaleza y misión de la
Iglesia, y en sus Epístolas vemos a la Iglesia en el
mundo y en disputa con el mundo. ·
Esencialmente, la Iglesia se constituye de hom-
bres del mundo que el Padre dio al Hijo (Jn. 17:6),
de hombres que han respondido al llamado de
Cristo. "¿No os he escogido JO a vosotros los doce?",
dice Jesús (Jn. 6:70), y en''µna escena que corres-
ponde a la de Cesarea de Filipo (Mar. 8:27ss),
oimos al nuevo Israel -en su núcleo- confesar a
Jesús como el Mesías. "¿Queréis acaso iros tam-
bién vosotros?". "Señor, ¿a quién iremos? Tú tie-
nes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos
creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo
del Dios viviente" (ln. 6:66-71). Esta es la Iglesia
in posse; sólo cuando Cristo haya resucitado será
la Iglesia in esse.
Observemos ahora las metáforas que describen
la naturaleza de la Iglesia. Es el nuevo "santuario

15 Frase de C K. Barret.
¡:¡;;;
~dn .fuan 207

.:de su cuerpo", que, por su muerte y resurrección,


,él levantará para reemplazar al templo judío de
piedra (Jn. 2:20ss). Es el rebaño de Dios bajo el
Buen Pastor que lo guía, lo nutre y por el cual
da su vida (J n. 10). Es la viña de Dios -un sím-
bolo antiguo para Israel- en donde Cristo es el
tronco viviente y los discípulos, tomando sus vidas
de él, son las ramas llamadas a dar frutos (Jn. 15).
O, además, es "un Teo-doro colectivo" que el Pa-
dre ha dado al Hijo (Jn. 17:2), una fraternidad de
amor que tiene su origen en Dios (Jn. 17:26).
La misión de la Iglesia es proclamar al mundo,
con la ayuda del Espíritu, la palabra (o revelación)
de Cristo y reunir a los verdaderos hijos de Dios
dondequiera estén. Sus "notas" deben ser univer-
salidad ("un rebaño, un pastor", Jn. 10:16, cf. 11:
52) y unidad ("que sean uno", Jn. 17:11,21). Con-
sagrada por la muerte sacrificial de su Señor
(Jn. 17:17-19) y comisionada a su tarea apostólica
por el Cristo resucitado (Jn. 20:2ls), la Iglesia está
llamada a mostrar, en su fraternidad y por su tes-
timonio, la unicidad existente entre el Padre y el
Hijo (Jn. 17:11,23) y su destino final es la frater-
nidad perfecta en los cielos, la Iglesia triunfante
(Jn. 17:24).
Entretanto, en su camino de peregrinaje la Igle-
sia tiene su viaticum establecido. Aunque Juan no
registra su institución, la Cena del Señor es el ali-
mento espiritual de la nueva vida.
Si la Palabra se hizo carne, las cosas materiales
pueden llegar a ser vehículos de la vida espiritual
208 EL HECHO DE CRISTO

y de la verdad. Este es el principio que subraya


la doctrina de Juan de los sacramentos, que son
medios por los cuales los hombres pueden parti-
cipar en la obra redentora de Cristo y así poseer la
vida eterna. Su enseñanza acerca de la Eucaristía
la coloca no en~ el contexto del Aposento Alto sino
de la alimentación de la multitud, con bastante
acierto ¡;i es que ese epis<;>dio fue en realidad la
"versión galilea de la Cena del Señor". El tema de
6:26-50 es que Crist<> es el pan de vida. Lo es porque
"descendió·· del cielo" para dar "vida" a los hom-
bres. Luego, en v. 51b, Jesús prosigue: "el pan que
yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del
mundo". Galilea es proféticamente enlazada con el
Gólgota. Y cuando el dicho desconcierta a los
judíos, Jesús les dice que a menos que "coman la
carne del Hijo del Hombre y beban su sangre" no
pueden "permanecer" en '-tfl y tener vida eterna
(v. 53ss). "Comer la carne y beber la sangre del
Hijo del hombre" no pueden significar más que
una sola cosa: la Eucaristía. La "carne" significa
su humanidad "consagrada" en su muerte por los
hombres; la "sangre", su vida vertida para ellos.
Comerla y beberla significa, por fiel participación
en los emblemas de su Pasión, ser unido al viviente
Crucificado y de esa forma participar de la vida
divina que él otorga (cf. I Cor. 10: 16). Es una ele-
vada doctrina del sacramento (aunque no más ele-
vada que la de Pablo) pero, como para prevenir
contra todo error materialístico, leemos: "El Espí-
ritu es el que da vida; la carne para nada apro-
~~an .Juan 209

vecha". Que es la manera de Juan de decir que la


eficacia del rito no está en los "elementos" mate-
riales como tales, sino en el poder del Espíritu
Santo, el dador de Vida.
Finalmente, la vida eterna es inevitablemente
ética (1 Jn. 3:14), y nunca debe ser disociada del
"guardar los mandamientos". Y cuando investiga-
mos el significado de esta frase, encontramos que
los mandamientos realmente $e reducen en uno -
el del amor (agape). Este es. el imperativo divino
que dimana del indic¡itivo divino que constituye el
Evangelio (Jn. 3:16). "Si Dios nos ha amado así,
debemos también nosotros amarnos unos a otros"
(I J n. 4: 11 ). O para decirlo de otra manera, el
amor en el corazón del hombre es la respuesta sus-
citada por el amor ·divino, y debe mostrarse en el
amor a los hermanos. "Nosotros amamos, porque él
nos amó primero" (1 Jn. 4:19).
Este maqdamiento de amor, dado en el Aposento
Alto (Jn. 13:34, 15:12,17) y explicado en Hl Juan 4
(el equivalente juanino de I Cor. 13) es la nueva
"ley" para el nuevo Israel. Por agape -el· amor
que da- Juan entiende no una vaga buena volun-
tad o una cordial afabilidad, sino una activa pre-
ocupación por los hermanos necesitados (1 Jn. 3:
17s). Así demostramos que somos realmente hijos
de Dios (1 Jn. 4:7). Se ha objetado q~e con su
hablar de "amar a los hermanos" Juan limita la
esfera de acción del amor y de esa manera estrecha
la universalidad del Sermón del Monte (Mat. 5:
43-48). Esta acusación en realidad no tiene razón
210 EL HECHO DE CRISTO

de ser porque un amor que es respuesta al amor


universal de Dios debe él mismo ser universal, y
Juan vislumbra el ensanchamiento del círculo de
"los hermanos" para abarcar a todos "los disper-
sos hijos de.Dfos''.
Por lo demás, el amor de los cristianos debe ser
modelado por el de Cristo mismo: "Como yo os
he amado" (Jn. 13:34); y nuestro amor _ha de ser
la divisa de nuestra profesión para todo el mundo:
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos,
si tuviereis amor los unos con los otros" (Jn. 13:
35). La síntesis del todo es que permanecer en el
amor es permanecer en Dios, que es amor, e igno-
rar al amor es ignorar a Dios (I Jn. 4: 16). Sólo en
el amor se pertenece realmente a la Iglesia, y el
mandato de amor incluye a todos los demás. La
anécdota que se contaba\en la Iglesia primittva
acerca de Juan es ciertamehte juanina. El anciano
andaba por todas partes repitiendo, "hijitos, amaos
unos a otros". Y cuando le preguntaban, "¿por qué
sigues repitiendo esto?", él respondía: "Porque
cuando eso se cumpla, todo se habrá cumplido".
Queda por considerar la salvación como espe-
ranza futura.
En un tiempo se suponía erróneamente que Juan
había "desescatologizado" el Evangelio, dándonos
en su lugar un misticismo cristiano. En el pensa-
miento de Juan hay un "todavía no" tanto como
un "ahora". El no abandonó la escatología cristia-
na primitiva; pero, despojándola del "reluciente
vestido del apocalipticismo" que asumió en el prin-
Pan Juan 211

(ipio, penetró hasta su perdurable verdad. En esto,


,creemos, él es fiel al pensamiento de Cristo.
Hoskyns 16 observa que Juan "juzga que el cora.
,:ión de la escatología cristiana está menos en la
,,expectación de una Segunda Venida en las nubes
del cielo que en el histórico Hecho de Jesús", que
es la aparición del eschaton en el tiempo. Ya he-
mos visto la verdad de esto. Pero por más énfasis
que Juan ponga en la "escatología realizada" nun-
ca abandona su esperanza en un final dénouement.
Así, en el Evangelio y en la Epístola, él espera un
"día postrero" (Jn. 6:39,40,44,54, I Jn. 4: l 7), una
Venida de Cristo (Jn. 14:3,21,22, Hl Jn. 2:28) con
resurrección y juicio Gn, 5:29, 12:48, I Jn. 4:17) y
una bienaventuranza final para los redimidos
(Jn. 14:3, 17:24, I Jn. 3:2).
Pero Juan ve este desenlace más bien como la
finalización, de las realidades presentes (p. ej., el
juicio) y la visible manifestación de lo que ahora
es (la gloria de Cristo, por ejemplo); y aunque se
afirma bien en la esperanza de una final "mani-
festación" de Cristo en gloria, concibe la Parousía
también como una continua "Presencia" (que es
lo que significa parousia) inaugurada por la Pasión.
Cuando estudiamos la vida etexna como una
espexanza futura, encontramos que Juan constru-
ye sobre la misma base que Pablo - el potente
amor de Dios en Cristo. Juan 10:28s corresponde
a Roro. 8:35-39. "Yo les doy vida eterna .-dice

10 Op. cit., p. 268.


212 EL HECHO DE CRISTO

Jesús- y no perecerán jamás, ni nadie los arreba-


tará de mi mano". La mano de Cristo, como lo
muestra el verso siguiente, es 1a mano del Padre.
Como en Pablo, el amor de .Cristo es el amor de
Dios (Rom; 8-:35,39), el asimiento de Cristo sobre
los suyos es asimiento del Padre, y es invencible.
Los discípulos pueden sufrir pérdidas en este mun-
do, angustia y muerte, pero al final se encontra-
rán a salve>, po:r;que están en la mano llena de amor
del divino Pastor y no pueden ser arrancados de su
custodia. En forma similar en Juan II :25s, Jesús
dice a Marta: "Yo soy la resurrección y la vida;
el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". En
razón de que la vida que Jesús da y es, es vida
dada por Dios, es indestructible y sobrevivirá al
golpe de la muerte y será perfeccionada en los cie-
los. En la "casa de mi P-,adre -dice Jesús a sus
discípulos- hay muchas moradas", y él está ade-
lantándose para prepararles la entrada (Jn. l4:2s).
El fondo de este dicho bien puede ser Marcos 14:
12-16, donde los discípulos son enviados adelante
a preparar una habitación de huéspedes o aposen-
to alto. Ellos "no conocían el camino", pero siguie-
ron al dueño de casa, como Jesús les había dicho,
y encontraron todo "preparado". De modo que en
el cuarto Evangelio, el encargo dado a los discípu-
los el dia anterior ha venido a ser una parábola
de eternidad, y el Aposento Alto ha sido hecho una
prefiguración de la casa de Dios. 17

11 H. M. Foston, The Evening of the Last Supper, p; 39-44.


[~án Juan 213

Así como Pablo concibe la vida del más allá como


una vida de familia (Rom. 8:29), así también Juan
da énfasis al aspecto social de la esperanza cristia-
na. "Quiero -dice Jesús en el aposento alto- que
donde yo estoy, los que me has dado también es-
tén conmigo, para que vean mi gloria" (Jn. 17:24).
Esto es escatología pura: es una oración para que
la Iglesia militante pueda llegar a ser la Iglesia
triunfante. Podemos dejar la última palabra a
Juan en su primer Epístola: "Amados, ahora somos
hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser; pero sabemos que cuando él se mani-
fieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperan-
za en él, se purifica a sí mismo, así como él es
puro" (1 Jn. 3:2s). Todos los aspectos esenciales de
una genuina esperanza cristiana están aquí: la re-
lación redentora con Dios, sobre la que descansa
todo; el nescio, nescio quoe iubilatio que debe ser
siempre la última palabra del hombre sobre la feli-
cidad de los cielos; la certeza de que el último fin
del creyente es la visión beatífica -ver al Señor y
ser como él- y el énfasis final sobre la esperanza
cristiana como una virtud santificante.

EL CRISTO DE SAN JUAN

¿Quién es Jesucristo en el concepto de Juan? La


breve respuesta es: el divino Hijo de Dios que,
personificando el propósito de salvación de Dios,
214 EL HECHO DE CRISTO

tomó carne humana por nosótros, hombres, y para


nuestra salvacic'm y por su muerte nos ha dado vida.
"Ve todas las cosas desde el punto de vista divi-
no", dijo Westcott respecto de Juan. Esto es cierto
especialme11~ enlo que se refiere a la persona de
Cristo. Con todo, si Juan está seguro de la divini-
dad de Cristo, no está menos seguro de su huma-
nidad. De aquí su retrato de Jesucristo, con su
maravillosa mezcla _de majestad y humildad: por
un lado, la dignidad de rey de uno que tuvo con-
ciencia de ser el Hijo único de Dios, hablando con
acentos de divinidad encarnada, y por el otro, uno
que es realmente humano y reviste la forma de un
Siervo: en realidad el retrato bosquejado en minia-
tura en el Pedilavium:
''Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas
las cosas en las manos, y qtt~ había salido de Dios,
y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su
manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego
puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies
de los discípulos' .. " (13:3-5).
Todo lector advierte la forma notable con que
la presencia de Cristo domina el cuarto Evangelio,
en contraste con los tres primeros en que Jesús
mantiene su mesianidad en secreto hasta el fin y
sólo en privado, a sus discípulos, habla de su rela-
ción única con el Padre. Con todo, el concepto que
Juan tiene de Cristo es esencialmente un desarro-
llo de las sugerencias cristológicas que se encuen-
tran en forma rudimentaria en los tres primeros
evangelistas y lo comprenderemos mejor si recor-
215

damos dos cosas. Debemos recordar primero la po-


sición ventajosa desde la cual Juan ve a la persona
de Cristo. Es a la vez post-Resurrección, post-Pen-
tecostés y post-paulina. El Cristo de Juan no es
sólo el Cristo que anduvo predicando por Galilea;
es Jesucristo el Señor resucitado; es el Salvador
omnipresente que, por medio del Espíritu Santo,
ha regresado a la compafüa de su Pueblo; es esa
Persona inconmensurable que llenó de tal manera
el mundo de Pablo y los otros apóstoles con su
poder y su presencia que ellos se sintieron <;ompe-
lidos a ubicarlo de ese lado de la realidad que lla-
mamos divino y a pensar d~ él en términos cósmi-
cos. La otra cosa a recordar es que la "materia pri-
ma" de una elevada cristología se encuentra ya en
los Evangelios sinópticos. Si es verdad que en los
primeros tres Evangelios "el Reino de Dios es
Cristo misnío", ¿quién puede ser ese que encarna
el Reino? Además, ya en los Evangelios sinópticos
Jesús afirma su capacidad para ser el Salvador de
los hombres cargados por el peso del pecado, y re-
clama un carácter de Hijo único de Dios. La cris-
tología de Juan es una extensión, en términos de
experiencia cristiana, de cosas tales como ésas. En
forma más clara que los otros evangelistas, y tan
claramente como Pablo mismo, él percibió que
Jesús es el Evangelio, y el Evangelio es Jesús.
Con estas cosas en mente, nos contentaremos
con considerar tres aspectos de la cristología de
Juan.
216 EL HECHO DE CRISTO

Tomemos, en primer lugar, las siete grandes


parábolas sobre su persona que Juan pone en la-
bios de Jesús. ¿Son éstas construcciones puramente
juaninas? En su alcance y riqueza trascienden todo
lo que está-en-·1os tres primeros Evangelios, pero
no carecen de paralelos allí. El Cristo que di,io,
"venid a mí; todos los que estáis trabajados y car-
gados, y yo os haré descansar", y "esto es mi cuer-
po", no es muye.distinto, si tenemos en cuenta el
comentario de la experiencia cristiana, del Cristo
que dice, "Yo soy el pan de vida'' y "Yo soy la vida
verdadera". Los siete "Yo soy" son, por supuesto,
expresados en el lenguaje propio de Juan; con
todo, testimonian el impacto espiritual que el
Cristo viviente produjo en Juan y sus amigos du-
rante dos generaciones. Aunque han pasado sesen-
ta años desde que Jesús retdtnó aI mundo invisible,
él ha estado con los suyos, por medio del Espíritu,
probando ser el pan para las almas hambrientas,
la luz verdadera para un mundo en tinieblas, el
buen pastor que guía y alimenta el rebaño de Dios
en Asia como una vez lo hizo en Galilea, el que
trae vida a los hombres que tienen miedo de la
muerte, el único camino real a esa realidad última
que los hombres llaman Dios. A menos que la expe-
riencia cristiana sea mentirosa, esto es un impor-
tante testimonio acerca de quién es Cristo.
Notemos seguidamente los dichos de Jesús en el
cuarto Evangelio que reclaman una unidad única
con el Padre invisible. Si Juan les ha dado forma
tal como ahora los conocemos, no ha hecho sino
217

desarrollar algo que tiene raíces en los sinópticos


y que se remonta a Jesús mismo. Un "punto" en
los sinópticos ha venido a ser una "estrella" en
Juan. Lo que afirma es, por el lado del Padre,
completa confianza en su Hijo amado, y por el
lado de Cristo una despejada apertura de mente
del Hijo hacia el Padre, de lo cual resulta una
profunda unidad de voluntad y propósito y por
cierto una co-inherencia mística:

"El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha


entregado en su mano" (3:35).
"No puede el Hijo hacer nada por sí mismo,
sino lo que ve hacer al Padre. . . porque
el Padre ama al Hijo, y le muestra todas
las cosas que él hace" (5:19s).
"Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo traba-
jo" (5: 17).
"Yo y el Padre uno somos" (10:30).

Y esta unidad con el Padre alcanza su más subli-


me expresión en el Aposento Alto cuando Jesús
ora por los creyentes "para que todos sean uno;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también
ellos sean uno en nosotros" (17:21). La persona que
así habla es, para el hombre que escribe acerca de
ella, una que procede de las mismas profundida-
des del ser de Dios.
Finalmente, vayamos a los titulos de Jesú¡; en
San Juan. Va sin decir que Juan creía que Jesús
era el Mesías; pero si se necesitan pruebas, sólo
218 EL HECHO DE CRISTO

tenemos que ir al primer capítulo de su Evangelio


donde, después del prólogo, apela a los títulos me-
siánicos de Jesús. Es una señal de la fidelidad del
cuarto Evangelio. a )a tradición primitiva el que
Jesús aparezca áiH intitulándose casi una docena
de veces con el majestuoso cuanto misterioso título
de "Hijo del hombre", porque el título debe ha-
ber significado muy poco para muchos de sus lec-
tores. ¿Qué se dice acerca del Hijo del hombre en
el cuarto Evangelio? Dos cosas especialmente: pri-
mero, que desciende del cielo (3:13, 6:62); y se-
gundo, que su destino es ser "levantado" o "glori-
ficado" (3:H, 8:28, 12:23, 13:31) antes de "ascen-
der donde estaba al principio''. (Aquí recordemos
cómo en los sinópticos el título tiene consigo dos
temas principales - suprimi~nto y soberanía; pero
en Juan el sufrimiento es la soberanía, la gloria
del Hijo del hombre en la Cruz). Una vez aparece
el Hijo del hombre como juez de los hombres esta-
blecido por Dios (5:27). Pero tal vez el más solem-
ne de todos los dichos de Juan sobre el Hijo del
hombre se encuentra en 1:51 (basado sobre el epi-
sodio de Betel de Gén. 28), donde se promete a los
discípulos ver un cielo abierto y a los ángeles ascen-
der y descender sobre la escalera del Hijo del hom-
bre. ¿Qué significa esto? Jesús -el visible, histórico
hombre Jesús- "es el lugar de la revelación, el
lugar sobre el cual se abrieron los cielos". 1s

1s Hoskyns, op. cit., p. 183.


San Juan 219

El tercer título, el Hijo de Dios, es en el que


Juan vierte su más profundo pensamiento acerca
de Cristo. La concordancia muestra que en el Evan-
gelio y las Epístolas, Jesús aparece como el Hijo
de Dios no menos de cuarenta y tres veces. A veces
es "el Hijo de Dios" o "su Hijo"; frecuentemente
es "el Hijo" simpliciter; y en pocos casos es "su
Hijo unigénito [monoguenes]". Ocasionalmente "el
Hij<> de Dios" puede significar nada más que
"Mesías", pero en la mayor parte de los pasajes
lo que sugiere es una relación con Dios descrita
sólo en términos de hijo único. Hay aquí otro
"punto" sinóptico que se hace "estrella" en Juan;
porque estas referencias juaninas no son sino des-
arrollo de la afirmación de filiación única que
encontramos en la gran acción de gracias (Mat. 11:
25-27, Luc. 10:21-22) y la parábola de los labra-
dores malvados (Mar. 12:1-12). Unamos estos dichos
acerca del Hijo con aquellos en los cuales Jesús
reclama su preexistencia (p. ej.: 8:58), o aquellos
en los que utiliza acentos de deidad (ego eimi,
8:24,28, 13:19), y veremos que la relación entre
Jesús y Dios es de carácter eterno. Es también,
como Juan abundantemente lo pone en claro, una
relación de amor. ¿Qué significa esto sino que la
vida humana de Jesús es la proyección de esta rela-
ción eterna de amor sobre el plano de la historia?
El amor que el Padre tuvo hacia el Hijo "desde
antes de la fundación del mundo" (17:24) debe
ser visto en la vida, muerte y resurrección de .Jesús.
Y este amor, así manifestado en la historia, debe
2"20 EL HECHO DE CRISTO

llevar ·a los hombres a esa unidad de la cual la


relación Padre-Hijo es el eterno arquetipo.
Así, pues, al final regresamos al título con el cual
Juan comienza su Evangelio - el Verbo (Logos)
hecho carne. Se .ha _hecho una investigación sin
fin sobre sus antecedentes. Los eruditos han explo-
rado sus orígenes en la Palabra· creativa de Dios
en el Antiguo Testamento, la Palabra del Señor
que vino a los profetas, el concepto de Sabiduría
(Proverbios 8) y la hipostatización rabínica de la
Torah. Por el lado griego, han hecho remontar la
idea hasta el Logos Spermatikós de los estoicos
hasta Heráclito de Efeso. En tanto estamos agra-
decidos por las investigaciones que hicieron, debe-
mos evitar la "genésica falacia" de suponer que
conocer todo esto es comprender plenamente lo que
Juan quiere decir. Juan parte,,fi,el Hecho de Cristo.
Estaba buscando una categoríá que expresara dig-
namente su significado a todos los hombres, judíos
y griegos; que fuera familiar y facilitara captar el
concepto de Palabra (Verbo) o Logos, cargado de
un significado teológico adecuado a su intención.
Lo que trató de decir con ello es que la única
perspectiva adecuada para apreciar· la historia de
Jesús es la divina (de aquí que empiece con la
eternidad de Dios) y que .Jesucristo es el propósito
redentor de Dios hacia los hombres expresado en
términos de una vida humana. La Palabra (así
argumenta el Prólogo) es el propósito creativo y
redentor de Dios. Por esta Palabra todas las cosas
fueron hechas. Se manifestó en el mundo como
San Juan 221

vida y luz, la vida abierta a todo hombre. Cuando


la humanidad como un todo, no recibió esta Pa-
labra, Dios la envió a Israel por medio de los pro-
fetas. Israel también rechazó la Palabra, salvo un
núcleo fiel. Finalmente, Dios encarnó su Palabra
en un ser humano, que fue su Hijo único.
El propósito redentor de Dios se persoJ?-ificó,
pues, en la persona y obra de Jesús de Nazaret.
El es la Palabra de Dios dinámica y redentora. El
aclaró el pensamiento. y el propósito de gracia de
Dioo, y este propósito es el santo amor en acción
para la salvación de los hombres, que es la vida
eterna. Este es el significado esencial del Hecho
de Cristo.
EPILOGO

Nuestro tema ha sido el Hecho de Cristo y su


explicación por parte. de los primeros intérpretes.
Pero el proceso de interpretación no se detuvo con
Juan. Continuó. ·
En los primeros siglos vemos al Evangelio en
proceso de ser re-definido en términos y categorías
griegos; la formulación de los credos; el desarrollo
del nuevo Israel l:iacia la Iglesia católica. El pro-
ceso de re-definición es dificultoso y riesgoso - tan
fatalmente fácil es cambiar el Evangelio en algo
completaménte diferente, que un Atanasio, para
mantener la verdad, tiene que rechazar todo com-
promiso con un Arrío. Además, se descubren nue-
vos términos para expresar antiguas verdades: Je&ús
el Mesías deviene Dios el Hijo; el Espíritu Santo,
Dios el Santo Espíritu; y la doctrina de la trinidad,
en germen desde el principio, emerge claramente.
En el tiempo de la Reforma vemos no sólo la
remoción de falsos aditamentos sino el redescu-
brimiento de verdades importantes del Nuevo Tes-
tamento en peligro de ser olvidadas. Lutero res-
cata la gran doctrina de Pablo ele la justificación
por la fe, en peligro de ser ahogada por la teología

223
224 EL HECHO DE CRISTO

de los méritos. Calvino se remonta a los Padres


primitivos de la Iglesia y sistematiza las nuevas
ideas de los Reformadores.
El proc~w.de interpretación todavía sigue. Y
seguirá siempre -dado que el mundo del pensa•
miento de los hombres cambia- si el Hecho de
Cristo ha de llegar en forma viviente a los hom-
bres en sus propios_ días. En nuestro tiempo, el
propósito más osado, el de Bultmann, ha sido el de
una "desmitologización" del Evangelio y su refor-
mulación en términos de existencialismo. La in-
tención de formular el Evangelió en términos
modernos es loable, pero está cargada de peligros:
el peligro de corromper el Evangelio. Bultmann
intenta darnos un "cristiani~mo sin lágrimas", pero
lo que nos da son "lágrirn1ts sin cristianismo". 19
Pero aunque rechacemos sus método~, no podemos
eludir el_ desafío que intenta plantear.
Ahora, como en los tiempos del Nuevo Testa-
mento, la Iglesia vive entre el Día D y el Día V,
cuando será revelado el significado total de lo que
Dios ha hecho en Cristo. De esta consumación sólo
podemos hablar con mitos y símbolos. Y ahora
dejemos la última palabra al Vidente del Apoca-
lipsis, al cual no pudimos oír por lo limitado del
espacio:

19 La tradición oral atribuye esta expresión a T. W.


Manson.
'Epílogo 225

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva".


"Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá
más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero
que está en medio del trono los pastoreará, y los
guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará
toda lágrima de los ojos de ellos".
"Y reinarán por los siglos de los siglos".

Y entonces, el Hecho de Cristo ya no tendrá


necesidad de ser interpretado.
INDICE DE TEMAS

Abba, 44, 55, 103 paulina, 150ss.


Acceso, l 78ss. petrina, 166
Agape, 55, 144, 203, .209 de Hebreos, 178ss.
Anciano, el, 184 juanina, 213ss.
Autor de Hebreos, 173 Cruz (expiación), 61-65, 96,
106-108, 116, 136s., 156,
Bautismo 181, 194
de Jesús, 10, 19, 29, 63, Cuerpo de Cristo, 143
67, 114, 115, 188 Cuerpo espiritual, 82s.,
en la iglesia pre-paulina, 148s. ·
144s.
en Pablo, 138
en Pedro, 168 Desmitologización, 224
Discípulos, los Doce, 50
en Juan, 197
Bienaventuranzas, 53, 57, Docetismo, 187
73, 123
Ecclesia. Ver Iglesia
Cena del Señor "El Camino", 119ss.
en la iglesia pre·paulina, "En Cristo", 115, 140
117-119 Epísto1as pastorales, 127
en Pablo, 143s. Escatología, "realizada", 32,
en Juan, 207s. 33ss., 52s., 199
Cesarea de Filipos, 18, 25s., Esperanza cristiana
63 en la mente de Jesús,
Conocimiento de Dio~. 69ss.
191, 201s. en la iglesia pre-paulina,
Crítica de las formas, 79, 123s.
119 en Pablo, 128s., 146ss.
Cristianismo pre-paulino, en Pedro, 169ss.
Cristología en Hebreos, 179
pre-paulina, 99-106 en Juan, 210s.

227
228 EL HECHO DE CRISTO

Espíritu Santo, 47. 97ss. en Juan, 206ss.


en la iglesia pre-paulina, Israel, el nuevo, 48s., 54
109-111 75
en Pablo, l,10s., 138ss. ,
146 Juan
en Pedro, 167.; 169- - · teología de, cap. 8, 183
en Juan, 197, 203s. y Pablo, 186s., 192s., 21 ls.
" Espíritus encare elados " , y los Sinópticos, 11, 186
170 Juicio, 70, 72, 147, 200, 205
Etica de Jesús, 52-56 Justicia de Dios, 85, 135,
de la iglesia pre-pauUna, 159
119-123 ..
Justifkación por la fe, 132,
de Pablo, 144s. 136, 158-161
de Pedro, 169s.
de Juan, 209s.
Kaddish, 37
Eucaristia. Ver Cena del
Kerygma, 32, 79, 93-99, 107,
Señor
156, 166s., 177, 186
Evangelios, como fuentes Koin&nia, 113, 144 ·
históricas, 11, 81
Kyrios, 101, 153
Exodo, 9, 25s.

Fe, 137, 160s., 168, 181s., '\Ley, en las enseñanzas de


197s. ' Pablo, 134s., 144s., 160
Logos, 190, 220
Hebreos
propósito de, 91 ~Iarana tha, 102, 118, 123
argumentación, 175s. Marcos, Evangelio de, 17ss.
características de, 181s. Mesías, Jesús el, 20, 25s.,
Hechos, discursos en, 9lss., 31s,. 49s., 58, 63, 96, ioo,
111 101, 153, 166, 218
Helenismo, 127ss., 184s. "Mi Evangelio",.· 155ss.
Hijo de Dios, Jes\\s como, Milagros de Jesús, 39ss.,
60s., 103~ .• 153, 218s. 96s. · ·
Ministerio de Jesús, 39ss.,
Iglesia 96s.
en la mente de Jesús,
48-52 Obra <le Cristo. Ver Cr.uz
en el periodo crepuscu-
lar, 112-116 Padre, Dios como, 43; 46
en Pablo, 141-144 Pablo
en Pedro, 168s. su conversión, 130s.
Bdice de temas 229

su conocimiento del Je• Rollos del Mar Muerto,


sús histórico, 151s. 49n., 185
j;su teología, 127-161
f:arábolas de Jesús, 42s., Sabiduría divina, Jesús co-
f. 47, 48, 57, 60, 66, 160s. mo, 154
¡Paracleto, dicho sobre el, Sacerdocio de Jesús, 175-
f 204s. 182
¡irarousia, 66, 69ss., 118, Sacramentos. Ver Bautismo
¡ 122ss., 146, 148s., 170s., . y Cena del Sefior
';:· 211 Salvación, 132ss., 168s.,
J>astor, el Mesías como, 50, 178s., 196s.
168, 206s. Sermón del Monte, 52-56,
Pecado y muerte, 108, 122, 209
134s., 157, 195s. Señor, Jesús como, lOlss.,
Pedro 114, 153ss.
Siervo de Dios, 20, 30s.,
su relación con Pablo,
49, 64, 105ss.
163s.
y I Pedro, 165
teología de, 166· l 71 Tentaciones de Jesús, 21
Período crepuscular, 91, Torah, Jesús como la nue-
106 va, 128, 153, 154
Transfiguración

Redención y 'reconciliación, Ultima Cena, 27s., 51


136, 192 Unidad del Nuevo Testa-
Resurrección de Jesús, 67s, mento, 98
cap. 3, 99, 108, 124, 131, Unión con Dios, 202, 217
157 Universalidad, 148, 158
Reino de Dios, 17
y Cristo, 56-61 Venida de Cristo. Ver Pa-
y la iglesia, 35s., 58ss. rousia
y la cruz, 6-65 Vida eterna, 139s., 189s.,
y la consumación, 65-73 200
INDICE DE PASAJES BIBLICOS

Génesis Ezequiel 11:12 24


Cap. 28 218 31:6 49 ll:25•27 219
Cap. 34 50 ll:27 46, 61.
Deuteronomio 104, 153
2l:22s. 107 Daniel 13:24ss.,
30:12s~. 154 4:12 49 47s. 48
7 49, 59, 60 16:18 51
Salmos 7:13 26, 68 16:28 56
2:7 20, 103 7:I3s. 30, 157 18:3 46
8:4 59 18:12·14 57
16:10 82 Oseas 18:17 51
110:1 30, 102 6:2 68 18:20 141
21:31 39
Proverbios Miqueas 24:27·39 75
Cap. 8 154 5:4 50 25:31-46 73
25:3Is. 70
Isaías Salmos de 25:40•45 141
8:16·18 51 Salomón 26:53 41
40:9s. 21 Cap. 17 50 Cap. 28 80
42:l 20 28:2·4 80
42:6; 49:8 29 Mateo 28:19 115
52 62 1:28 56
52:7 21 2:31 39 Marcos
53 29, 62, 64, 4:5s. 41 1:15 21, 38
105, 108 5:3 160 96, 199
53:l0ss. 75 5:4 .'i7, 73 ,2:23ss. 122
61:1 20 5:7 122 3:lss. 122
65:17•25 124 5:17 10 4:11 31, 64, 93
8:9 73 4:30·32 49
Jeremías 8:ll 67 6:34 50
31:3lss. 29 10:16 50 7:lss. 122

231
232 EL HECHO DE CRISTO

7:24 25 16 79 18:29 ií6


8:12 41 19:10 57
8:27-33 25 Lucas 22:29 44
8:27ss. 206 3:22 81 24 80
8:31 63, 64, 4:18 20, 23 24:34, 42 80
68, 75· 6:20-49 122
8:34 27 7:22s. 40 Juan
9:1 56, 65, 9:31 9 1:29 194, 1%
68, 75 9:57-62 57 1:32 204
9:2-8 27 9:60-62 24 1:51 218
9;!2-31 ()4 10:12-15 70 2:18s. 75
9:31 75 10:18 24 2:19 4~1
10:1-12 122 10:21-22 219 2:20ss. 207
10:17-31 57, 191 10:22 46, 61, 3:5 1!6, 197,
10:29 56 104 204
10:33s. 64 10:23s. 1)9 3:13-14 218
10:34 75 11:2 43 3:16 189, 193,
10:38 116 11:20 24, 38, 195s., 20\J
10:42-45 32 39, 40, 57, 3:17-21 200
10:45 28, 62s,, 97, 199 3:21 18.5
105, 108, ll6 11:21s. 2l 3:35 217
Il:12 39 11:31 39 3:36 201
12:1-9 60 11:31-32 70 4:23 191, 204
12:1-12 9, 49, ll:3lss. 73 5:17-19s., 217
122 12:32 43, 50 5:22-24 200
12:6 104 12:49s. 65, 88 5:24 196, 198
12:13-17 122 12:49-59 24 5:25 199
12:25 73 12:50 116 5:27 218
12:29-31 55, 13:1-5, 32 24 5:29 211
Cap. 13 66 13:10-17 122 Cap. 6 206
13:10 71 13:32s. 25 6:Eí 18
13:24, 26 70 14:16-24 28 6:26-50 208
13:32 71, 104 : 15:4-7 57 6:39, 40 2ll
14:12-16 212 • 15:ll-32 160 6:44 196, 211
14:22-25 28 i 16:22 67 6:47 201
14:24 108 ' 16:31 41 6:51b,
14:25 67, 73 17:21 24, 39 53ss. 208
14:36 44. 17:22-37 66 6:54 211
14:58 49, 75 17:26-30 70 6:62 218
14:61s. 30, 96 17:26ss. 75 6:63 204
14:62 68, 75, 97 • 18:10-14 160, 6:66-71 206
Indice de pasajes bíblicos 233

6:69 202 20í 2:33 111, 204


6:70 206 15:12, 17 209 2:36 IOI. 167
1:39 200 15:22 195 2:38 lll, 115
8:24-28 219 15:26s. 204 2:-12, •16 113, ll7
8:34 195 l6:7ss. 204 3:13 105, 166
8:58 219 16:9 196 3:20s. 123
9:41 195 16:13ss. 204 3:21 124
Cap. 10 202, 16:16, 22 201 3:2,'ís. 112
206, 207 16:33 196 3:26 105
I0:16 207 Cap. 17 202, 4:27, 30 10!,
10:28s. 211 206 5:11 114
10:30 217 17;2 207 5:30 107
10:38 202 17:3 191, 201 5:42 100
11:25s. 201, 212 17:6 206 7:56 99
Il:40 199 17:8 202 8:5, 12 92
11:52 207 17:11 207 8:15 111
12:23 218 17:17-19 207 8:26-40 105
12:31 195 17:19 194 8:37 104
12:48 211 17:21 207 9:2 119
13:3-5 214 17:23 207 9:4 143
13:19 219 17:24 207, 9:31 114
13:31 218 213, 219 10:38 97
13:34, 35 , 209, 17:26 207 10:39 107
210 19:34 ]97 10:40-•12 79
Cap. 14 202 Cap. 20 206 10:42 123, 124
14:1 198 20:5-9 ]99 13:26 132
14:2s. 212 20:2ls. 207 19:32,
14:3 211 20:21-23 204 39, 41 114
14:6 46 20:7 77
l 4:7ss. 139 Hechos de
14:11 198 los Apóstoles Romanos
14:16s. 204 Caps. 1-10 94 1:2s. 94
14:17 204 1:1 88 1:3 6"::,, 103,
14:18 201 l:l5ss. 50 15i
14:19 195 Cap. 2 109 l:3s. 103
14:21 201, 211 2:16s. 111 1:16 132
14:22 211 2:22 99 l :l 7 135, 137
14:23 201 2:23 107 1:18 13•1
14:25s. 204 2:27 82, 166 2:7 147
14:28 201 2:31 82, 100, 3:20 134, 135
Cap. 15 206, 166 3:23 134
234 EL HECHO DE CRISTO

3:24 136 10:6ss. 154 13:9-12 149


3:25 137 I0:8s. 94 Cap. 15 87,
4:3s. 137 l0:9 115 149, 153
4:5 160 10:14 198 15:1-11 163
4:11 -138 -- Jl:17-24 142 15:2 133, 13,8
4:15 134 11:32 148 15:3 107, 136
4:25 94, 105, 12:4s. 143 15:3ss. 77, 94,
136 12:14 121, 151 151
153-156 13:8-10 145 15:4 85
Cap.5
5:1 133, 136 13:11 137 15:5 81
Cap. 4 145 15:Il 93, 156
5:2 139
141 15:8 151 15:20 147
5:5 152s.
15:13 141 15:21, 27
5:8 136, 193
16:7 130 15:50 148
5:9 133
16:10 140 15:53 149
5:10s. 136 134
15:56
Cap. 6 139 16:2 77
I Corintios
6:3s. ll6 16:22 l02, 118,
138 1:2 142
6:3ss. 123
1:13 138
6:4 130, 192
1:24, 30 154
6:17 120, 134 II Corintios
6:11 '" -138
6:23 135, 194 1:22 138, 142
7:10 I21) 145
Cap. 7 159 Cap. 8 l4tj 2:15s. 148
7:10, 14 134 8:5 l01 Cap. 3 142
7:14 195 9:5 151 3:7ss. 154
Cap. 8 110, 10:1-5 144 3:17-18 141
142 10:3s. 143 4:6 150
8:1 140 10:16 208 5:1-IO 149
8:3 152 10:16s. Il7, 5:5 142
8:4, ll 142 144 5:14-21 156
8:15 47 10:17 143 5:18-20 136
8:15s. 141 Cap. II Il9 5:21 137, 151
8:23 149 ll:23ss. 28, 8:9 145, 151
8:24 133 94, 151 10:1 151
8:26 141 11:26 118, 144 10:2 140
8:29 213 12:12ss. 14,¡ 13:14 141
8:32 153 12:13 115, 138
8:34 73 Cap. 13 145, Gálatas
8:35-39 2ll 209 1:18 78
8:38s. 149 13:2 138 2:16 136, 164
9:5 152s. l3:4ss. 151 2:20 137, 193
~-f1n d'ice de pasajes bíblicos
235

f.3:13 136 Colosenses I Pedro


· 3:.27 140 1:13 139, 146 págs. 156-171
A:4 151ss. 153
.• 4:5 139 1:14 136 I Juan
. 4:6 47 1:15 154 1:7 194
5 142 1: 15ss. 157 1:8 195
5:6 138, 140 1:18, 24 143 2:2 194, 195
5:13-6:10 120 2:9 152 2:20, 27 197
5:22 141 2:12 138 2:28 211
6:2 145 2:15 137 3:2 211
2:18 145 3:2s. 213
Efesios 2:19 143 3:4 196
3:Ú, 6 120 3:8 25
1:13 132, 138
3:4 147 3:14 194ss., 209
1:14 142
137 3:17s. 209
2:8 I Tesalonicenses 4:7 209
3:17 145 1:5 141
5:23 153 4:10 193
l:9s. 124 4:11 209
1:10 94, 103 4:16 202
Filipenses 2:15 151 4:17 211
1:23 147s. 4:1-12 120 4:19 209
1:27 145 4:17 147 5:4 198
2:1 , 145 5:10 192 5:11 194
2:6-11 94, 105 5:12-22 120 5:12 195, 201
2:8, 9 151 5:16 196
2:11 115 11 Tesalonicenses
5:19 195
2:12s. 145 1:9 147
3:5 128 3:6 120
111 Juan
3:9 136 Filemón 6 206
3:12ss. 198 16 140
3:20 153 Apocalipsis
3:21 148 Hebreos 1:10 77
4:13 140 págs. 173-182 3:20 118
INDICE DE AUTORES

Albright, 184 Goguel, 23, 63


Arnold, 182
Agustín, 36 Hardy, 85
Harrison, 127
Barrett, 186, 206 Herbert, 151
Beare, 165 Hosky~s. 186, 193, 202,
Bousset, 101 211, 218
' Bradby and Hunkin, 33 Hutton, J., 43
Brunner, 201 Hutton, W. R., 38
Bultmann, 8, 11, 93, 103,
105, 198, 224
Bunyan, 23 Jeremías, 46, 65, 66, 106

Calvino, 224 Kennedy, 146


Cullmann, 104 Kittel, 45
Cross, 165 Klausner, 82
Knox, R A,, 36
Davies, 67, 154
Deissmann, 187 Lake and Jackson, 104
Denney, 43, 76, 202 Law, 190
Dibelius, 103 Lessing, 81
Dix, 100, 129 Lietzmann, 118
Dodd, 38, 46, 68, 79, 93, Lightfoot, R. N ., 186
103, 120, 184, 186, 200, Lutero, 23, 132, 171, 173,
203 223

Flew, 123 Maeterlinck, 171


Forsyth, 98, 128 Manson, T. W., 21, 32, 45,
Foston, 212 87, 173, 224
Fuller, 64, 103 Marción, 56
Moore, 154
Gardner-Smith, 186 Murry, 47

237
238 EL HECHO DE CRISTO

Neil, 147 Schweitzer, 53


Niebuhr, R., 72 Selwyn, 168
Smith, W. R., 51
Orígenes, 173, 180 Sparks, 46
Otto, 29, 39 Stauffer, 8, 26
Strack-Billerbeck, 45
Streeter, 165
Perdelwitz, 165 Suetonio, 174
Platón, 45, 178
Taylor, 38, 68, 96, 103
Ramsey, 87 Tennyson, 202
Reitzenstein, 127 Turner, 41
Robinson, H. W., 138
Robinson, J. A. T., 30 Wordsworth, 158
Se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Methopress,
Doblas 1753, Buenos Aires, el 5 de setiembre, de 1967.

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