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El tercer Evangelio sinóptico ha sido escrito por Lucas, autor de origen pagano, médico
y discípulo de san Pablo, cuyo nombre significa “que alumbra”, “luz brillante”, y
más aún “el que está por encima de toda raza”, y a quien se lo representa con la
figura del buey o el toro (animal que se ofrece para los sacrificios, ya que es dirigido a
los judíos, quienes deben interpretar el sacrificio de Cristo como nueva y definitiva
Alianza de Dios con los hombres), junto al libro “Hechos de los Apóstoles”.
Redactado en los años 80 d. C., comienza con un prólogo dirigido a “Teófilo”
(amigo/hijo de Dios literalmente, interpretado como un personaje culto que desea
conocer, o la comunidad cristiana de aquel entonces, o incluso la Iglesia de todos los
tiempos) explicando su finalidad. A su vez introduce con el doble relato de las
concepciones milagrosas y nacimientos de Juan Bautista y Jesús. Se considera que
pudo haber interrogado a la misma Virgen María. Asimismo, las fuentes utilizadas por
Lucas fueron el evangelista Marcos y la colección de dichos de Jesús (fuente Q).
Su división comprende:
1, 43; 2, 11; 5, 8.12; 6, 5; 7, 6.13.19; 9, 54.59.61; 10, 1.17.39.40.41; 11, 1.39; 12, 41.42; 13,
15.23; 17, 5.6.37; 18, 6.41; 19, 8.31.34; 20, 44; 22, 33.38.49.61; 24, 3.34
A esto lo confirma la actitud de Jesús frente a Satanás, como exorcista, con poder ante
los espíritus del mal, victorioso:
Lucas es el que más insiste de los cuatro evangelistas con respecto a los momentos de
oración de Jesús:
- La pobreza/la riqueza
- La misericordia/el perdón
De todos los autores del Nuevo Testamento, san Lucas es el que más propone la
conversión y el perdón de los pecados dados ya por Jesús durante su vida terrestre:
El amor y la bondad de Jesús con los pecadores y los marginados, con los pobres y
los excluidos, es mostrado de tal manera por el evangelista, lo que lleva a llamar su
libro “el Evangelio de la misericordia”, cuyo corazón se encuentra en 15, 20 que
grafica la amorosa misericordia divina manifestada sobre todo en 23, 34.
“Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (8, 21)
“Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (11, 28)