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Cuadro 5: ¿Qué es aprendizaje a lo largo de la vida y cuáles son los entornos para aprender?
El concepto de aprendizaje a lo largo de la vida (o permanente) se solía utilizar en relación con la educación
vocacional, educación para jóvenes y adultos, y la educación continua en el contexto de la educación
superior; sin embargo, paulatinamente el término empezó a ser usado para brindar un marco que considera
la naturaleza del aprendizaje como actividad consustancial a nuestra especie y, por ello, como algo que está
presente antes, durante y después de las etapas educativas que cada país considera parte de sus sistemas
educativos, así como en los debates sobre educación y exclusión social, multiculturalismo, políticas de
educación rural y desarrollo sostenible.
Así, el aprendizaje a lo largo de la vida afirma que la experiencia de aprender se da durante todo el ciclo de
vida y en los distintos espacios en los que desarrollamos nuestras vidas. En una sociedad democrática, o que
aspira a serlo, esto se traduce en una apuesta por los sujetos del derecho a la educación, es decir, las personas
(en toda su complejidad y universo de necesidades y expectativas) y, en particular, en un foco en los
principios y valores que han de marcar el ejercicio responsable de la libertad en sociedad y en los distintos
espacios de vida en comunidad. De ahí se deriva que el gran reto es lograr ser sociedades/comunidades que
aprenden, lo que significa ser sociedades organizadas para brindar el máximo de oportunidades de
aprendizaje a cada uno de sus miembros, asegurando que los ciudadanos puedan enfrentar con solvencia
los retos de un mundo cambiante e incierto en el que es necesario innovar constantemente. Cada persona
ha de contar con la motivación y las capacidades para continuar aprendiendo en todo momento y no solo
durante los años usualmente asociados a la participación en programas educativos ofrecidos por alguna
institución educativa.
Aprender a lo largo de la vida implica que el aprendizaje es parte de la vida cotidiana en contextos familiares,
culturales y comunitarios, de estudio, trabajo y tiempo libre, y se vincula con la amplitud y complejidad de
las necesidades y expectativas de aprendizaje de cada uno, lo que implica que cada quien decida explorar su
potencial y desarrollar sus intereses y curiosidad. Por ello, la educación no solo requiere de instituciones
educativas, sino también reposa en el trabajo colaborativo y en red en diferentes espacios y tiempos.
Desde la política pública, el aprendizaje a lo largo de la vida para todas las personas implica asumir que la
educación no empieza ni termina en las instituciones educativas; por ello, llama a interpelar el contenido
educativo de las prácticas sociales de todos los actores. Así, el sistema educativo debe abrir espacios para
que se creen oportunidades de aprendizaje diversas y flexibles en todos los entornos, por lo que debe ser
capaz de reconocer los aprendizajes adquiridos fuera de las instituciones educativas como tales.
En este marco, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en formatos y medios accesibles,
crean múltiples oportunidades para el desarrollo de experiencias de aprendizaje y para brindar a las
personas recursos educativos: los mecanismos y oportunidades masivas de aprendizaje abierto deben
florecer, evitando, como en todas las demás modalidades de educación, la proliferación de ofertas engañosas
de dudosa calidad o destinadas a promover valores antidemocráticos. Descansar en las nuevas TIC abre un
universo de posibilidades que, sin embargo, y dadas las disparidades existentes en el acceso a estas, puede
traducirse en nuevos espacios de exclusión que la propia política pública debe anticipar y contrarrestar.
El aprendizaje a lo largo de la vida supone que cada persona esté habilitada para seguir aprendiendo tanto
en lo motivacional (la educación debe encender la curiosidad, no apagarla) como en lo relativo a las
capacidades y oportunidades para hacerlo.

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