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¿Cómo explica el pasaje del derecho sobre el hijo, al derecho del hijo y luego el
derecho al hijo? Tener en cuenta el planteo sobre la declinación de la función
paterna.
Podríamos decir que lo que plantea el autor es, que en base a cómo se complejiza y cambia
la organización social, es cómo se va configurando la relación, filiación o binomio padre-hijo.
Y es a partir de los distintos actores involucrados que se va ir modificando la filiación y no a
través del “sujeto”.
Luego fue la Iglesia (Cristianismo), la que vino a relativizar este derecho romano del pater
familias sobre sus hijos. Es a partir del bautismo que la iglesia comienza a tomar injerencia
en este poder, anteriormente otorgado al padre, posicionándolo en el lugar de servidor. Y
también en lo que respecta al matrimonio, ya que al ser un sacramento está implicando una
ley por encima de la figura del padre. Es así como la figura de padre comienza a perder
derechos sobre los hijos, derechos que serán ejercidos por la Iglesia
Quisiéramos finalizar diciendo que de acuerdo a lo trabajado, podemos afirmar que lo que
caracterizó a la paternidad fue su variabilidad y pérdida de status con el paso del tiempo.Y
cerrar preguntándonos ¿Qué es tener un padre?
Consideramos que la expresión mencionada refiere a la lectura que Freud realiza sobre la
función de la cultura. Plantea que es ésta la que impone exigencias necesarias de
cumplimentar si pretendemos vivir en sociedad, las cuales principalmente conllevan
renunciar a la satisfacción inmediata de nuestras pulsiones. La cultura no sólo delimita el
margen de posibilidad de nuestros modos de satisfacción, sino también moldea sus
maneras. La transgresión de dichas normas y/o modos, es decir, ser quien rompe el orden
social-político, resulta en diferentes sanciones y castigos. Es de esta manera que el
malestar es inherente a la cultura, en tanto conlleva renuncias, normatiza y homogeniza
maneras de satisfacción comunes a todxs.
Hacia 1920, en su obra “Más allá del principio de placer” Freud introduce el Instinto de
muerte, y va a decir que es éste el que tiende a devolver al organismo a su estado
inorgánico. Nos advierte que el mismo, en pos de no destruir al yo, se dirige hacia el mundo
exterior, hacia lxs demás. A esto Freud lo denomina como “Impulso de agresión”, el
componente agresivo de la pulsión. Es en este punto donde Freud considera que el ser
humano no es un ser benevolente sino que le atribuye esta pulsión dotada de una cuota de
agresividad que se exterioriza ni bien no exista una inhibición para tal. Es por esto que la
cultura expende un gasto de energía para mudar esta agresividad en formaciones psíquicas
reactivas de meta inhibida, a fin de mantener la cohesión entre los individuos mediante
identificaciones, siendo mediante la ética que determina las conductas buenas y malas.
Con “El Malestar en la Cultura”, Freud plantea cuáles son los medios por los que la cultura
sanciona, inhibe o hasta erradica este componente agresivo, y llega a la conclusión en que
una parte de esa agresión es introyectada, es decir dirigida hacia su fuente: el propio yo, en
esta instancia, deviene el “Super-Yo” que se opone a la parte restante de agresividad,
asumiendo la función de conciencia moral. Se produce entonces, una tensión entre el
Super-Yo y el Yo, sintiéndonos culpables (conciencia de culpa) cuando cometemos
actos considerados por la cultura como malos o incorrectos; estableciéndose así una
influencia externa que establece “lo bueno” y “lo malo”, mientras la cultura se vale de una
instancia interna propio del ser para “vigilar” desde allí este componente agresivo.
Freud va a afirmar que lo malo, originalmente es aquello por lo cual uno es amenazado con
la pérdida del amor (p. 54), y es por ello que se debe evitar, produciéndose así un cambio
fundamental en el individuo en tanto la autoridad es internalizada, estableciéndose su
Super-Yo. Luego de esta internalización, los fenómenos de la conciencia son elevados a un
nuevo nivel, y es en esta fase donde deja de actuar el temor de ser descubierto y la
diferencia entre hacer y querer el mal. La nueva autoridad es el super-yo, y la frustración
exterior incrementa el poderío de ésta conciencia.
Los dos orígenes del sentimiento de la culpa que plantea Freud son, por un lado, el miedo a
la autoridad, y por el otro, el temor al Super-Yo, a esa “conciencia moral”. El primero obliga
al individuo a abandonar la satisfacción de los instintos y el segundo promueve además, al
castigo, dado que no es posible ocultar ante el Super-Yo la subsistencia de los deseos
prohibidos.