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PSICOLOGÍA EDUCACIONAL

TRABAJO PRÁCTICO N°2


COMISIÓN: Bonansea, Natalia
GRUPO: Edukasativa
INTEGRANTES:
Bertschi Maria Laura 42.336.683
Lopez Diego Atilio 32373716
Novarese Luciano José 32284685
Pais Antonela 40307296
Perucca Clara Eugenia 25151162
Rodriguez Romina Belén 35964009

Texto: El Manto de Noé. Ensayo Sobre la Paternidad. Philippe Julien.

¿Cómo explica el pasaje del derecho sobre el hijo, al derecho del hijo y luego el
derecho al hijo? Tener en cuenta el planteo sobre la declinación de la función
paterna.

Podríamos decir que lo que plantea el autor es, que en base a cómo se complejiza y cambia
la organización social, es cómo se va configurando la relación, filiación o binomio padre-hijo.
Y es a partir de los distintos actores involucrados que se va ir modificando la filiación y no a
través del “sujeto”.

Las distintas categorías filio-parentales se fueron construyendo históricamente. Desde sus


comienzos, la civilización occidental construyó una figura de padre como central o
protagónica. En un primer momento esta figura fue político-religiosa. Primero fueron los
patricios y la patria potestad, el padre era el amo, el que poseía a la mujer, el que se
autoproclamaba como padre y poseedor de ellos. Se puede decir que aquí, la filiación era
por voluntad y adopción, los derechos eran del padre sobre el hijo.

Luego fue la Iglesia (Cristianismo), la que vino a relativizar este derecho romano del pater
familias sobre sus hijos. Es a partir del bautismo que la iglesia comienza a tomar injerencia
en este poder, anteriormente otorgado al padre, posicionándolo en el lugar de servidor. Y
también en lo que respecta al matrimonio, ya que al ser un sacramento está implicando una
ley por encima de la figura del padre. Es así como la figura de padre comienza a perder
derechos sobre los hijos, derechos que serán ejercidos por la Iglesia

Con la revolución francesa, la iglesia comienza a perder poder y es el Estado el que


ocupará el lugar de quien debe orientar y regir esta filiación. O sea que tanto la Iglesia como
el Estado relativizaron el poder del padre.
Con el advenimiento del siglo XIX, el nuevo Estado y el concepto de familia nuclear, urbana
y burguesa, el Poder del padre comienza a tener limitaciones y la evolución jurídica
representa una lenta disminución de sus prerrogativas. Es decir, el hijo empieza a tener
derechos y el padre obligaciones hacia con el. La paternidad estará ejercida en conjunto
con quienes dispensen cuidados hacia el niño, y será el Estado a través de diferentes
representantes (pediatra, puericultores, institutrices, etc.) quien comparta y regule esta
función. Ya la educación del niño dejará de ser monopolio del padre pasando a ser una
obligación estatal y teniendo la función de regular los conocimientos de los sujetos que
serán los futuros "ciudadanos". De esta manera el Estado va a ejercer mayor tutela sobre
todo en las familias más carenciadas como forma de proteger a los hijos de la negligencia
paterna.

En la actualidad debido a las transformaciones en la familia, en el posicionamiento de la


mujer frente al hombre, a sus hijos y a la sociedad, se ha modificado la subjetividad
masculina y por lo tanto la relación padre hijo. Desde diversos ámbitos (jurídicos, científicos)
se cuestiona la posición o rol del pater. Las procreaciones médicamente asistida han traído
la disociación del padre: el padre legal no es el genitor. El rol del mismo es solo el de
donador del esperma, esto lleva a la fragilización de las filiaciones paterna, lo que Julien
denomina el “declinamiento del padre”.
Quisiéramos cerrar planteando que aunque el Estado limita los poderes del padre, como se
plantea en gran parte del texto, consideramos que desde lo simbólico la función paterna
sigue manteniendo y cumple un rol importante e indispensable.
Desde el Psicoanálisis, y para Freud la paternidad está directamente vinculada al complejo
de Edipo, y plantea la identificación primaria (se refiere a la misma como ideal del yo que
constituirá la imagen del padre) vinculada en la prehistoria del Edipo, que tiene que ver con
un lazo afectivo con un Otro. Esta identificación primaria es con el padre, como modelo a
imitar por parte del niño, además de cumplir un rol de castrador, y figura de prohibición
enfrentada a los deseos incestuosos respecto a la madre. En Tótem y Tabú Freud
menciona al padre de la Horda primitiva , siendo el banquete totémico una forma de asumir
la identificación con el mismo por parte de los hijos. El padre simbólico que representa el
tótem introduce al hombre en la cultura a través de la ley que prohíbe el incesto.

Quisiéramos finalizar diciendo que de acuerdo a lo trabajado, podemos afirmar que lo que
caracterizó a la paternidad fue su variabilidad y pérdida de status con el paso del tiempo.Y
cerrar preguntándonos ¿Qué es tener un padre?

Texto: El Malestar en la Cultura. Sigmund Freud.

Según lo expuesto en el texto “El malestar en la cultura” ¿qué significa la expresión


“la cultura se edifica sobre la renuncia de lo pulsional”? ¿cómo relacionaría esto con
el sentimiento de culpa y cuáles son sus orígenes?

Consideramos que la expresión mencionada refiere a la lectura que Freud realiza sobre la
función de la cultura. Plantea que es ésta la que impone exigencias necesarias de
cumplimentar si pretendemos vivir en sociedad, las cuales principalmente conllevan
renunciar a la satisfacción inmediata de nuestras pulsiones. La cultura no sólo delimita el
margen de posibilidad de nuestros modos de satisfacción, sino también moldea sus
maneras. La transgresión de dichas normas y/o modos, es decir, ser quien rompe el orden
social-político, resulta en diferentes sanciones y castigos. Es de esta manera que el
malestar es inherente a la cultura, en tanto conlleva renuncias, normatiza y homogeniza
maneras de satisfacción comunes a todxs.

Hacia 1920, en su obra “Más allá del principio de placer” Freud introduce el Instinto de
muerte, y va a decir que es éste el que tiende a devolver al organismo a su estado
inorgánico. Nos advierte que el mismo, en pos de no destruir al yo, se dirige hacia el mundo
exterior, hacia lxs demás. A esto Freud lo denomina como “Impulso de agresión”, el
componente agresivo de la pulsión. Es en este punto donde Freud considera que el ser
humano no es un ser benevolente sino que le atribuye esta pulsión dotada de una cuota de
agresividad que se exterioriza ni bien no exista una inhibición para tal. Es por esto que la
cultura expende un gasto de energía para mudar esta agresividad en formaciones psíquicas
reactivas de meta inhibida, a fin de mantener la cohesión entre los individuos mediante
identificaciones, siendo mediante la ética que determina las conductas buenas y malas.

Con “El Malestar en la Cultura”, Freud plantea cuáles son los medios por los que la cultura
sanciona, inhibe o hasta erradica este componente agresivo, y llega a la conclusión en que
una parte de esa agresión es introyectada, es decir dirigida hacia su fuente: el propio yo, en
esta instancia, deviene el “Super-Yo” que se opone a la parte restante de agresividad,
asumiendo la función de conciencia moral. Se produce entonces, una tensión entre el
Super-Yo y el Yo, sintiéndonos culpables (conciencia de culpa) cuando cometemos
actos considerados por la cultura como malos o incorrectos; estableciéndose así una
influencia externa que establece “lo bueno” y “lo malo”, mientras la cultura se vale de una
instancia interna propio del ser para “vigilar” desde allí este componente agresivo.

Freud va a afirmar que lo malo, originalmente es aquello por lo cual uno es amenazado con
la pérdida del amor (p. 54), y es por ello que se debe evitar, produciéndose así un cambio
fundamental en el individuo en tanto la autoridad es internalizada, estableciéndose su
Super-Yo. Luego de esta internalización, los fenómenos de la conciencia son elevados a un
nuevo nivel, y es en esta fase donde deja de actuar el temor de ser descubierto y la
diferencia entre hacer y querer el mal. La nueva autoridad es el super-yo, y la frustración
exterior incrementa el poderío de ésta conciencia.

Los dos orígenes del sentimiento de la culpa que plantea Freud son, por un lado, el miedo a
la autoridad, y por el otro, el temor al Super-Yo, a esa “conciencia moral”. El primero obliga
al individuo a abandonar la satisfacción de los instintos y el segundo promueve además, al
castigo, dado que no es posible ocultar ante el Super-Yo la subsistencia de los deseos
prohibidos.

En resumen, se trabaja una renuncia instintual por temor a la agresión de la autoridad


exterior (miedo a perder el amor), luego se instituye la autoridad interior, llevando a una
renuncia instintual por miedo a la conciencia moral. Después de esto se confronta la mala
acción con la intención malévola, apareciendo así el sentimiento de culpabilidad y la
necesidad de castigo.

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