Está en la página 1de 11

Programa Nacional de Educación y Prevención sobre las Adicciones y el

Consumo Indebido de Drogas


Programa Nacional de Formación Permanente “Nuestra Escuela”

Curso virtual: Cuidado y Prevención de Adicciones en el Ámbito Educativo

Clase 3: Las adicciones desde una perspectiva relacional


Graciela Touzé

Contenidos:
 Los usos de drogas como fenómeno plural
 Perspectiva histórica
 Construcción social del “problema drogas”
 Representaciones sociales y estereotipos
 El consumo de drogas como fenómeno complejo: interacción entre
sustancia, sujeto y contexto
 Niveles de consumo: uso, abuso y dependencia
 Consumos problemáticos de sustancias

PRESENTACIÓN
El uso de sustancias psicoactivas -una práctica enraizada en la historia de la
humanidad- se ha constituido en un problema que convoca a la comunidad
científica, a los encargados de diseñar y ejecutar políticas públicas, a los
profesionales que actúan en los más diversos ámbitos, a la comunidad toda. Este
hecho -que a priori se nos presenta como natural y necesario- es producto de un
conjunto de interacciones materiales y simbólicas contingentes e históricamente
situadas.
A finales de los años sesenta, Berger y Luckmann (1994) marcaron un hito en el
desarrollo de las corrientes simbólicas al mostrar que toda la realidad social es una
construcción de la misma sociedad. Los significados que una sociedad da a una
cierta cosa repercuten en el modo mismo de ser de esa cosa, en las formas en que
nos comportamos en relación a ella, y también en las maneras en que la “cosa” se
comporta. De ahí que hechos que consideramos objetivos “verdaderos” y “eternos”,
son producto de procesos sociales generados por circunstancias históricas
específicas.
En esta clase vamos a aplicar este tipo de análisis al “problema de las drogas” para
comprender la manera en que ha sido construido.
Para ello, apelaremos a una perspectiva histórica, mostrando que el uso de drogas
es una práctica muy antigua, que durante siglos estuvo integrada socialmente. Las
rupturas, producto de la modernidad, condujeron a que los sentidos que se le
asociaban fueran cambiando, convirtiendo al problema dela droga en motivo de
creciente alarma social.
Utilizaremos el concepto de representaciones sociales y lo aplicaremos para
describir la percepción social acerca de las drogas y de sus consumidores,
identificando los preconceptos y los estereotipos que operan en estas
percepciones.
Vamos a analizar la problemática de las adicciones desde una perspectiva
relacional que nos permita entender las distintas relaciones que pueden establecer
los sujetos con sustancias, objetos o actividades, en un determinado contexto
social.
Con ello, queremos significar que en cualquier uso de drogas debemos prestar
atención a las interacciones entre las sustancias, los sujetos y los contextos, ya que
los tipos de relación que se establecen pueden variar significativamente.

DESARROLLO
1. Perspectiva histórica
El uso de sustancias de características muy variadas, clasificadas como drogas
desde épocas recientes, es muy antiguo. Ya en la prehistoria se utilizaban plantas
con fines rituales, mágicos o como remedio.
La primera noticia escrita sobre la adormidera aparece en tablillas sumerias del
tercer milenio antes de Cristo. Se muestra también en cilindros babilónicos más
antiguos y en imágenes de la cultura cretense-micénica. Los egipcios ya mencionan
el jugo extraído de las cabezas de adormidera –el opio-, y lo recomiendan como
analgésico y calmante.
Si el cultivo de adormidera parece originario de Europa y Asia Menor, el de cáñamo
remite a China. Allí se encontraron los primeros restos, fechables
aproximadamente 4.000 años antes de Cristo. Su empleo también es inmemorial
en India.
El uso de estimulantes, basados en drogas como cafeína y cocaína, es igualmente
muy antiguo. El arbusto de la coca es originario de las regiones andinas
sudamericanas, y desde el siglo III antes de Cristo hay esculturas de rostros con las
mejillas hinchadas por la masticación de sus hojas. Asimismo son de origen
americano el guaraná y el mate (que contienen cafeína), y el cacao (que contiene
teobromina). El té –que contiene cafeína y teína- se usa en China desde hace cuatro
o cinco milenios. De África son originarios la nuez de cola y el kat. También son
numerosísimas en la antigüedad, las referencias a las bebidas alcohólicas,
obtenidas de una infinidad de plantas.
Estos usos, tan antiguos como el hombre mismo, han ido sufriendo múltiples
adaptaciones, según las épocas y los lugares, los contextos étnicos, religiosos o
políticos. En las sociedades ancestrales, el consumo de drogas estaba equilibrado
por pautas culturalmente establecidas y sus efectos eran funcionales e incluso
beneficiosos para los individuos y la organización social. Al respecto, el filósofo
Olivier Ralet señala: “Tradicionalmente los psicotropos juegan el doble rol de
`facilitadores del vínculo social´ (ilustrado en los cristianos por el milagro de la
transformación del agua en vino en las bodas de Canáa) y de `vehículos hacia lo
sagrado´ (ilustrado por la transformación del vino en sangre de Cristo). Los
consumos ritualizados no se consideran `problemas´. Su uso no se define como
abuso y el abuso eventual es considerado como un accidente” (Ralet, 2000: 39).
Varios siglos después, en el tránsito a la modernidad, la tradición y lo divino dejan
de ser los valores dominantes que dan sentido a la existencia; se producen
rupturas en las formas de regulación colectiva que ponen en cuestión la estabilidad
de los lazos sociales y permiten el desarrollo y la valoración de la subjetividad
individual. Aparece la burguesía como clase; el comercio se institucionaliza bajo las
leyes del mercado que va desplazando el poderío de los Estados. Junto con la
emergencia de la subjetividad, diversas prácticas se privatizan. Surge el YO de la
modernidad, vinculado al derecho de la persona y a los vínculos contractuales. Se
constituye la familia moderna como familia nuclear; los ámbitos de lo doméstico y
lo privado se delimitan con mayor fuerza. También cambia la representación del
cuerpo, la apropiación del sujeto de su propio cuerpo. En este movimiento, el uso
de drogas va perdiendo su sentido de “facilitador del vínculo social” o de “vehículo
hacia lo sagrado” y se convierte en una práctica privada que refiere a la
predilección por un producto.
Es recién en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el uso de drogas comienza a ser
percibido como anormal y definido como problema. Robert Castel y Anne Coppel
describen así este cambio: “Para las sociedades occidentales, sólo a partir del siglo
XIX la toxicomanía plantea un problema social. Momento que se puede formalizar
de la siguiente manera: cuando una sociedad no puede ya conformarse con
movilizar sus regulaciones tradicionales para enmarcar el consumo de los
productos. Este momento no puede simplemente pensarse en la lógica del abuso o
del exceso, sino en la de la ruptura” (Castel y Coppel, 1994: 222).

2. Construcción social del “problema droga”


Lo que planteamos hasta aquí nos indica que el “problema de la droga” se ha
construido social e históricamente.
Los usos de drogas son un fenómeno plural, con múltiples manifestaciones según
el momento histórico, la cultura, el modelo económico, la situación particular de un
país, los diversos significados que les asignan los sujetos y las propias diferencias
entre las sustancias. No obstante, se insiste en homogeneizar el “problema de la
droga”, como si fuera un mismo fenómeno universal, atemporal y ahistórico.
El psicólogo portugués Joao Fatela describe así esta paradoja: “El lugar que una
sociedad concede a las drogas, la percepción que tiene de ellas, la manera como
tolera algunas y excluye a otras, se deben primero a su propio funcionamiento, a la
manera como se representa como sociedad, y finalmente a las relaciones que las
drogas mantienen con el imaginario social” (Fatela, 1994:48).
Vamos entonces a analizar los modos en que la sociedad concibe este problema, lo
que nos ayudará a comprender las respuestas que instrumenta.
Para ello, utilizaremos el concepto de representaciones sociales y lo aplicaremos
para describir la percepción social acerca de las drogas y de sus consumidores.
Esto nos permitirá reconocer preconceptos y estereotipos que son fuente de
procesos de estigmatización social.

3. Representaciones sociales y estereotipos


Los aspectos sociales vinculados al uso de drogas pueden estudiarse recurriendo al
concepto de representaciones sociales. Este concepto permite articular aspectos de
lo psicológico y lo social. Lo encontramos útil para comprender mecanismos que
intervienen en los procesos de estigmatización social estudiados por Goffman
(1986), y en esta ocasión, lo empleamos para interpretar la construcción social del
"problema droga".
Para Denise Jodelet (1986), las representaciones sociales orientan en la manera de
designar y definir conjuntamente los diferentes aspectos de nuestra realidad
diaria, en la manera de interpretarlos, influir sobre ellos y, en caso contrario, tomar
una posición ante ellos y defenderla.
Desde esta perspectiva, las representaciones sociales son concebidas como
fenómenos complejos, siempre activos y determinantes en la vida social. Los
elementos informativos, cognitivos, ideológicos, normativos, creencias, valores,
actitudes, opiniones, imágenes, están organizados bajo el espacio de un saber que
dice algo sobre el estado de la realidad. Existe consenso en definir a la
representación social como: "una forma de conocimiento, socialmente elaborado y
compartido, con una orientación práctica y orientado a la construcción de una
realidad común en un conjunto social" (Páez et al, 1991:31).
Las representaciones sociales del “problema droga” no se corresponden
necesariamente con las características objetivas del fenómeno en sí. Son
conocimientos que reproducen sentidos, imágenes, prácticas y afectos y tienen una
lógica diferente a los conocimientos científicos.
Pero, en los fenómenos sociales, tan importante es lo que en realidad pasa, como lo
que la gente cree que pasa.
Para la gran mayoría de la población -incluidos los propios usuarios de drogas- el
“problema droga” se define y se diseñan respuestas al mismo, a partir de una serie
de preconceptos y estereotipos. Siguiendo el análisis del criminólogo español
Carlos González Zorrilla (1987), describiremos los más representativos.

El concepto de droga
Para la representación social, la droga siempre es un producto “mortalmente
dañino”, lo que justificaría la prohibición de su uso. Por ello, considera drogas a
algunas sustancias (cocaína, cannabis, opiáceos) y no reconoce como tales a las
sustancias permitidas (alcohol, tabaco, psicofármacos) o, en todo caso, estima que
su nocividad es mucho menor.
Esta distinción se opone al concepto de phármakon. En la Grecia clásica, el
phármakon refería al remedio y al veneno, no una cosa u otra, sino ambas a la vez.
Actualmente parecemos haber olvidado que cualquier droga puede ser nociva o
benéfica, dependiendo de la dosis, la ocasión para la que se emplea, la pureza, las
condiciones de acceso a ese producto y las pautas culturales de uso, entre otras
circunstancias.

El fetichismo de la sustancia
La droga se identifica con un ente mágico, se le asignan poderes y capacidades
contaminantes, se la explica como algo externo a la sociedad que amenaza a la
población “sana”. El “problema de las drogas” aparece asociado así al temor y la
inquietud, a un peligro omnipresente que atenta contra el conjunto.
Los argentinos Bialakowsky y Cattani lo explican así: “La droga no es un objeto de
comunicación plana, sin relieve, está animada por la cultura. Desde esta
perspectiva los objetos no son sólo cosas, resultan producto de la complejidad
humana, de representaciones simbólicas y relaciones sociales. Los objetos –como
la droga– se encuentran revestidos de totetismos y fetiche” (Bialakowsky y Cattani,
2001:11).

La droga como oposición a la sociedad


Otro contenido presente en las representaciones sociales de la “droga” la identifica
como expresión de una actitud individual o colectiva de oposición a la sociedad, de
no aceptación de las normas sociales; a su vez se asocia a los jóvenes con esta
postura.
En una sociedad en la que la lógica del consumo se impone como condición de
inclusión social, en la que el mercado se propone como espacio de integración
social, resulta al menos llamativo que a un determinado consumo se lo considere
contestatario o peligroso. La persistencia de este estereotipo parece más vinculada
a una necesidad de fijar un rol social para la juventud, en un momento en que los
enormes problemas de inserción en el mundo adulto (en especial en el aparato
productivo) han ampliado este período de edad y, además, han intensificado la
demanda de nuevos mecanismos de tutela y control.

La imagen del usuario de drogas


En el caso de las sustancias ilegales no se admiten diferencias en los patrones de
consumo. Esto es, al consumidor –cualquiera sea la dosis, frecuencia y
circunstancias del uso– se lo asocia con un patrón único de uso de drogas y con
escasos vínculos sociales e institucionales. Se lo considera un “adicto”, lo que
deriva en identificarlo necesariamente como alguien peligroso “para sí” o “para
otros”, violento, con una personalidad autodestructiva y una actitud
despreocupada respecto de su salud.

4. El consumo de drogas como fenómeno complejo: interacción entre


sustancia, sujeto y contexto
Abordar este tema como un fenómeno complejo implica poner el énfasis en su
totalidad y no en sus componentes simples, privilegiar los contextos en los que se
sitúa y por ende, las condiciones y circunstancias en que se manifiesta su
organización específica.
Desde esta perspectiva, los expertos españoles Domingo Comas Arnau y Javier
Arza Porras proponen definir el fenómeno desde un modelo de carácter
multidimensional que busca superar las visiones simplificadoras. Plantean que en
cualquier uso de drogas se produce siempre una “interacción entre tres
subsistemas”:
● La sustancia como elemento material.
● Los procesos individuales del sujeto que toma posición ante la sustancia.
● La organización social, incluso los componentes políticos y culturales,
como marco en el que se produce la relación.
“Desde este modelo podemos observar cómo los efectos de una sustancia no
tendrán que ver únicamente con sus características farmacológicas, sino
también con las características del sujeto que la consume, el contexto en el
que se produce esta relación entre el sujeto y la sustancia y el momento
histórico en el que acontece la interacción” (Comas y Arza, 2000:238).
Es decir, que debemos tener en cuenta al menos cuatro factores conjuntamente:
Qué se consume: procedencia, composición química, efectos sobre el sistema
nervioso central, calidad, pureza, estatuto legal, uso clínico y farmacológico, modo
de presentación y de preparación.
Quién la consume: diferencias por edad, género, sector social. El sentido que tiene
el uso de sustancias para una persona se inscribe en su historia singular.
Cómo se consume: dosis, frecuencia de consumo, vía de administración, si se
utiliza una única o varias sustancias combinadas, intencionalidad.
Cuándo y dónde se consume: los “escenarios” condicionan material y
simbólicamente el uso; los sentidos y formas de vincularse con otros varían según
el tiempo y espacio. Las leyes, normas y valores, el contexto social y económico.

5. Niveles de consumo: uso, abuso y dependencia


A partir de lo expuesto anteriormente, remarcamos la importancia de distinguir los
distintos niveles de consumo y diferenciar las relaciones de uso, abuso y
dependencia de sustancias.
Podemos hablar de uso cuando las sustancias son utilizadas como un caso aislado,
episódico y/u ocasional sin generar dependencia o problemas asociados.
En una relación de abuso, la frecuencia del consumo y la cantidad consumida
aumentan. La sustancia juega un papel importante en la vida y cumple funciones
cada vez que la persona la consume, por lo que es muy probable que lo haga
repetidamente.
Cuando el consumo de sustancias psicoactivas se vuelve compulsivo, se depende
de la droga y del contexto y estilo de vida en torno a ella, hablamos de una relación
de dependencia. La vida cotidiana empieza a girar en torno al consumo de la
sustancia y se entra en el círculo vicioso de CONSEGUIR – CONSUMIR -
CONSEGUIR. En la persona dependiente hay una sensación de pérdida de control,
siente una fuerte ansiedad al bajar el efecto, que sólo se alivia al consumir de
nuevo.
Es clave que tengamos en cuenta que la diferencia entre uso, abuso y dependencia
es más una diferencia cualitativa respecto de las motivaciones y el contexto del
consumo que una diferencia cuantitativa con relación a la cantidad y la frecuencia
de drogas consumidas. Estas diferencias dependen mucho más de las
características de la persona y de su entorno que del tipo de droga que se consume.

Consumos problemáticos de sustancias


El Plan Nacional de Salud Mental define al consumo problemático de sustancias
como el consumo “que atenta contra la salud y la construcción de proyectos de
vida de las personas. Esto puede darse en los diferentes niveles de consumo (uso,
abuso y/o adicción) y con independencia del tipo de sustancia consumida (legal
y/o ilegal). Desde esta perspectiva, la posibilidad de que el consumo de una
sustancia genere un mayor o menor problema para la persona o para la
comunidad, se halla relacionada no con las propiedades inherentes a la sustancia,
sino fundamentalmente con el vínculo que la persona establece con la misma en
una determinada circunstancia vital” (Dirección Nacional de Salud Mental y
Adicciones, 2013:56).

CONCLUSIONES
A lo largo de esta clase hemos insistido que cuando pensamos en “la droga” o en “el
adicto” en singular, lo que hacemos es invisibilizar las distintas modalidades de uso
y los tipos de consumidores, ocultando las diferencias en los consumos, los sujetos
y los contextos, y simplificando una realidad compleja, heterogénea y cambiante. El
problema con esto es que así también simplificamos nuestras respuestas.
Por el contrario creemos que nuestras intervenciones docentes en relación con los
consumos de sustancias –para ser eficaces pero también y tal vez especialmente,
para ser respetuosas de los sujetos con los que trabajamos- requieren que nos
opongamos a la tentación de naturalizar la historia y que pongamos en cuestión
muchos de los puntos de partida con los que construimos nuestras prácticas.
Nuestra intervención debe atender a la complejidad y diversidad de las situaciones
y de las necesidades de los sujetos; el discurso uniforme y pretendidamente seguro
no sólo es inadecuado sino fuente de otros sufrimientos como alimento de los
procesos de estigmatización social.
Esperamos que esta clase les haya abierto nuevos interrogantes, y que los aportes
que hemos intentado brindar, puedan ser tomados, discutidos y recreados por
ustedes.

Bibliografía sugerida:
Touzé, Graciela (2010) Prevención del consumo problemático de drogas. Un enfoque
educativo. Buenos Aires: Troquel.Capítulo 1. Páginas 17 a 40. Libro distribuido en
todas las escuelas del país por el Ministerio de Educación de la Nación.

Bibliografía de referencia:
Berger, P. y T. Luckmann (1994) La construcción social de la realidad. Buenos Aires:
Amorrortu.
Bialakowsky, A. y H. Cattani (2001) “Conflicto de paradigmas” en: Encrucijadas,
Año 1, n° 8 (junio). Buenos Aires: UBA.
Castel, R. y A. Coppel (1994) “Los controles de la toxicomanía” en A. Ehrenberg
(comp.): Individuos bajo influencia. Buenos Aires: Nueva Visión.
Comas Armau, D. y Arza Porras, J. (2000) “Niveles, ámbitos y modalidades para la
prevención del uso problemático de drogas” en Grup Igia y colaboradores
Contextos, sujetos y drogas: un manual sobre drogodependencias. Madrid:
Ajuntament de Barcelona y FAD.
Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones (2013) “Plan Nacional de Salud
Mental”. Buenos Aires: Ministerio de Salud de la Nación Argentina.
Fatela, J. (1994) “Drogas y ambivalencias de la subjetividad” en A. Ehrenberg
(comp.): Individuos bajo influencia. Buenos Aires: Nueva Visión.
Goffman, E. (1986) Estigma: la identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu.
González Zorrilla, C. (1987) “Drogas y control social” en: Poder y control Nº 2,
Barcelona: PPU, pp. 49-65.
Jodelet, D. (1986) “La representación social: fenómenos, concepto y teoría” en S.
Moscovici (comp.) Psicología Social. Madrid: Paidós.
Ralet, O. (2000) “Condicionantes políticos y económicos. Análisis de la influencia
de estos factores en la construcción social del ‘problema de la droga´” en Grup Igia
y col. Contextos, sujetos y drogas: un manual sobre drogodependencias. Madrid:
Ajuntament de Barcelona-FAD.

También podría gustarte