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Contenidos:
Los usos de drogas como fenómeno plural
Perspectiva histórica
Construcción social del “problema drogas”
Representaciones sociales y estereotipos
El consumo de drogas como fenómeno complejo: interacción entre
sustancia, sujeto y contexto
Niveles de consumo: uso, abuso y dependencia
Consumos problemáticos de sustancias
PRESENTACIÓN
El uso de sustancias psicoactivas -una práctica enraizada en la historia de la
humanidad- se ha constituido en un problema que convoca a la comunidad
científica, a los encargados de diseñar y ejecutar políticas públicas, a los
profesionales que actúan en los más diversos ámbitos, a la comunidad toda. Este
hecho -que a priori se nos presenta como natural y necesario- es producto de un
conjunto de interacciones materiales y simbólicas contingentes e históricamente
situadas.
A finales de los años sesenta, Berger y Luckmann (1994) marcaron un hito en el
desarrollo de las corrientes simbólicas al mostrar que toda la realidad social es una
construcción de la misma sociedad. Los significados que una sociedad da a una
cierta cosa repercuten en el modo mismo de ser de esa cosa, en las formas en que
nos comportamos en relación a ella, y también en las maneras en que la “cosa” se
comporta. De ahí que hechos que consideramos objetivos “verdaderos” y “eternos”,
son producto de procesos sociales generados por circunstancias históricas
específicas.
En esta clase vamos a aplicar este tipo de análisis al “problema de las drogas” para
comprender la manera en que ha sido construido.
Para ello, apelaremos a una perspectiva histórica, mostrando que el uso de drogas
es una práctica muy antigua, que durante siglos estuvo integrada socialmente. Las
rupturas, producto de la modernidad, condujeron a que los sentidos que se le
asociaban fueran cambiando, convirtiendo al problema dela droga en motivo de
creciente alarma social.
Utilizaremos el concepto de representaciones sociales y lo aplicaremos para
describir la percepción social acerca de las drogas y de sus consumidores,
identificando los preconceptos y los estereotipos que operan en estas
percepciones.
Vamos a analizar la problemática de las adicciones desde una perspectiva
relacional que nos permita entender las distintas relaciones que pueden establecer
los sujetos con sustancias, objetos o actividades, en un determinado contexto
social.
Con ello, queremos significar que en cualquier uso de drogas debemos prestar
atención a las interacciones entre las sustancias, los sujetos y los contextos, ya que
los tipos de relación que se establecen pueden variar significativamente.
DESARROLLO
1. Perspectiva histórica
El uso de sustancias de características muy variadas, clasificadas como drogas
desde épocas recientes, es muy antiguo. Ya en la prehistoria se utilizaban plantas
con fines rituales, mágicos o como remedio.
La primera noticia escrita sobre la adormidera aparece en tablillas sumerias del
tercer milenio antes de Cristo. Se muestra también en cilindros babilónicos más
antiguos y en imágenes de la cultura cretense-micénica. Los egipcios ya mencionan
el jugo extraído de las cabezas de adormidera –el opio-, y lo recomiendan como
analgésico y calmante.
Si el cultivo de adormidera parece originario de Europa y Asia Menor, el de cáñamo
remite a China. Allí se encontraron los primeros restos, fechables
aproximadamente 4.000 años antes de Cristo. Su empleo también es inmemorial
en India.
El uso de estimulantes, basados en drogas como cafeína y cocaína, es igualmente
muy antiguo. El arbusto de la coca es originario de las regiones andinas
sudamericanas, y desde el siglo III antes de Cristo hay esculturas de rostros con las
mejillas hinchadas por la masticación de sus hojas. Asimismo son de origen
americano el guaraná y el mate (que contienen cafeína), y el cacao (que contiene
teobromina). El té –que contiene cafeína y teína- se usa en China desde hace cuatro
o cinco milenios. De África son originarios la nuez de cola y el kat. También son
numerosísimas en la antigüedad, las referencias a las bebidas alcohólicas,
obtenidas de una infinidad de plantas.
Estos usos, tan antiguos como el hombre mismo, han ido sufriendo múltiples
adaptaciones, según las épocas y los lugares, los contextos étnicos, religiosos o
políticos. En las sociedades ancestrales, el consumo de drogas estaba equilibrado
por pautas culturalmente establecidas y sus efectos eran funcionales e incluso
beneficiosos para los individuos y la organización social. Al respecto, el filósofo
Olivier Ralet señala: “Tradicionalmente los psicotropos juegan el doble rol de
`facilitadores del vínculo social´ (ilustrado en los cristianos por el milagro de la
transformación del agua en vino en las bodas de Canáa) y de `vehículos hacia lo
sagrado´ (ilustrado por la transformación del vino en sangre de Cristo). Los
consumos ritualizados no se consideran `problemas´. Su uso no se define como
abuso y el abuso eventual es considerado como un accidente” (Ralet, 2000: 39).
Varios siglos después, en el tránsito a la modernidad, la tradición y lo divino dejan
de ser los valores dominantes que dan sentido a la existencia; se producen
rupturas en las formas de regulación colectiva que ponen en cuestión la estabilidad
de los lazos sociales y permiten el desarrollo y la valoración de la subjetividad
individual. Aparece la burguesía como clase; el comercio se institucionaliza bajo las
leyes del mercado que va desplazando el poderío de los Estados. Junto con la
emergencia de la subjetividad, diversas prácticas se privatizan. Surge el YO de la
modernidad, vinculado al derecho de la persona y a los vínculos contractuales. Se
constituye la familia moderna como familia nuclear; los ámbitos de lo doméstico y
lo privado se delimitan con mayor fuerza. También cambia la representación del
cuerpo, la apropiación del sujeto de su propio cuerpo. En este movimiento, el uso
de drogas va perdiendo su sentido de “facilitador del vínculo social” o de “vehículo
hacia lo sagrado” y se convierte en una práctica privada que refiere a la
predilección por un producto.
Es recién en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el uso de drogas comienza a ser
percibido como anormal y definido como problema. Robert Castel y Anne Coppel
describen así este cambio: “Para las sociedades occidentales, sólo a partir del siglo
XIX la toxicomanía plantea un problema social. Momento que se puede formalizar
de la siguiente manera: cuando una sociedad no puede ya conformarse con
movilizar sus regulaciones tradicionales para enmarcar el consumo de los
productos. Este momento no puede simplemente pensarse en la lógica del abuso o
del exceso, sino en la de la ruptura” (Castel y Coppel, 1994: 222).
El concepto de droga
Para la representación social, la droga siempre es un producto “mortalmente
dañino”, lo que justificaría la prohibición de su uso. Por ello, considera drogas a
algunas sustancias (cocaína, cannabis, opiáceos) y no reconoce como tales a las
sustancias permitidas (alcohol, tabaco, psicofármacos) o, en todo caso, estima que
su nocividad es mucho menor.
Esta distinción se opone al concepto de phármakon. En la Grecia clásica, el
phármakon refería al remedio y al veneno, no una cosa u otra, sino ambas a la vez.
Actualmente parecemos haber olvidado que cualquier droga puede ser nociva o
benéfica, dependiendo de la dosis, la ocasión para la que se emplea, la pureza, las
condiciones de acceso a ese producto y las pautas culturales de uso, entre otras
circunstancias.
El fetichismo de la sustancia
La droga se identifica con un ente mágico, se le asignan poderes y capacidades
contaminantes, se la explica como algo externo a la sociedad que amenaza a la
población “sana”. El “problema de las drogas” aparece asociado así al temor y la
inquietud, a un peligro omnipresente que atenta contra el conjunto.
Los argentinos Bialakowsky y Cattani lo explican así: “La droga no es un objeto de
comunicación plana, sin relieve, está animada por la cultura. Desde esta
perspectiva los objetos no son sólo cosas, resultan producto de la complejidad
humana, de representaciones simbólicas y relaciones sociales. Los objetos –como
la droga– se encuentran revestidos de totetismos y fetiche” (Bialakowsky y Cattani,
2001:11).
CONCLUSIONES
A lo largo de esta clase hemos insistido que cuando pensamos en “la droga” o en “el
adicto” en singular, lo que hacemos es invisibilizar las distintas modalidades de uso
y los tipos de consumidores, ocultando las diferencias en los consumos, los sujetos
y los contextos, y simplificando una realidad compleja, heterogénea y cambiante. El
problema con esto es que así también simplificamos nuestras respuestas.
Por el contrario creemos que nuestras intervenciones docentes en relación con los
consumos de sustancias –para ser eficaces pero también y tal vez especialmente,
para ser respetuosas de los sujetos con los que trabajamos- requieren que nos
opongamos a la tentación de naturalizar la historia y que pongamos en cuestión
muchos de los puntos de partida con los que construimos nuestras prácticas.
Nuestra intervención debe atender a la complejidad y diversidad de las situaciones
y de las necesidades de los sujetos; el discurso uniforme y pretendidamente seguro
no sólo es inadecuado sino fuente de otros sufrimientos como alimento de los
procesos de estigmatización social.
Esperamos que esta clase les haya abierto nuevos interrogantes, y que los aportes
que hemos intentado brindar, puedan ser tomados, discutidos y recreados por
ustedes.
Bibliografía sugerida:
Touzé, Graciela (2010) Prevención del consumo problemático de drogas. Un enfoque
educativo. Buenos Aires: Troquel.Capítulo 1. Páginas 17 a 40. Libro distribuido en
todas las escuelas del país por el Ministerio de Educación de la Nación.
Bibliografía de referencia:
Berger, P. y T. Luckmann (1994) La construcción social de la realidad. Buenos Aires:
Amorrortu.
Bialakowsky, A. y H. Cattani (2001) “Conflicto de paradigmas” en: Encrucijadas,
Año 1, n° 8 (junio). Buenos Aires: UBA.
Castel, R. y A. Coppel (1994) “Los controles de la toxicomanía” en A. Ehrenberg
(comp.): Individuos bajo influencia. Buenos Aires: Nueva Visión.
Comas Armau, D. y Arza Porras, J. (2000) “Niveles, ámbitos y modalidades para la
prevención del uso problemático de drogas” en Grup Igia y colaboradores
Contextos, sujetos y drogas: un manual sobre drogodependencias. Madrid:
Ajuntament de Barcelona y FAD.
Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones (2013) “Plan Nacional de Salud
Mental”. Buenos Aires: Ministerio de Salud de la Nación Argentina.
Fatela, J. (1994) “Drogas y ambivalencias de la subjetividad” en A. Ehrenberg
(comp.): Individuos bajo influencia. Buenos Aires: Nueva Visión.
Goffman, E. (1986) Estigma: la identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu.
González Zorrilla, C. (1987) “Drogas y control social” en: Poder y control Nº 2,
Barcelona: PPU, pp. 49-65.
Jodelet, D. (1986) “La representación social: fenómenos, concepto y teoría” en S.
Moscovici (comp.) Psicología Social. Madrid: Paidós.
Ralet, O. (2000) “Condicionantes políticos y económicos. Análisis de la influencia
de estos factores en la construcción social del ‘problema de la droga´” en Grup Igia
y col. Contextos, sujetos y drogas: un manual sobre drogodependencias. Madrid:
Ajuntament de Barcelona-FAD.