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Una de las tareas más importantes de los profesionales de ciencias económicas, y en general,

por más difícil y absurdo que parezca (estamos en Argentina), es el de poder anticiparnos al
futuro: con informes, consejos, ideas y proyectos. Tiene que ser intuitivo el hecho de ser
capaces de adelantarnos, de dar ese paso profesional que genere el valor que justifica nuestros
saberes, y el porqué de lo que somos. De todas formas, con razón o sin razón, me atrevo a
decir que pocos fueron aptos de anticiparse y prever todo lo acontecido en este año. Un año
que se termina.

Un ciclo que empezó bien, y que entre abril y mayo (aunque empezó en diciembre del 2017)
respecto a lo económico, empezó a tambalear. Y todos sabemos bien como sigue el asunto. Se
perdieron muchas cosas: no solo el valor adquisitivo de la moneda, bienes por la sequía, ni
lugares de vacaciones a la vista; se perdió campo laboral, seguridad profesional y mucha
confianza. Sin embargo, los argentinos no somos reconocidos únicamente por el futbol. Por
fortuna, se nos conoce también como aquellos bendecidos por la selección natural: capaces de
adaptarnos a cualquier hábitat. De todas formas, en este largo trayecto que busca la tan
preciada estabilidad en sentido global ¿Será este el camino? ¿Existe en los libros la solución al
eterno problema argentino? Pero más importante aún ¿Están dispuestos los líderes actuales y
futuros a aplicar la solución? ¿Está dispuesto el pueblo a aceptarla? Opino que la cura implica
siempre una dura recuperación, y desgraciadamente, sin anestesia.

No solo perdimos en lo concerniente al dinero, al trabajo, a las empresas. También perdimos


en el mundial. Un equipo que reflejó los desastres estructurales de la organización tras telón, y
que, coincidencia, a contraluz veíamos a nuestro querido país identificado. Se nos fueron
Manu y los billetes de dos pesos (hay que hacer malabares con los de mil). Nos peleamos por
el aborto, por los cuadernos, por la corrupción y por las Lebacs. Se encontró el submarino, se
aprobó el presupuesto 2019, nos infartamos por el Boca River. Se viene un año de elecciones y
la cosa esta que arde. Pero, a pesar de todo esto ¿El contexto nos condiciona? Sé que no sólo
somos profesionales por liquidar impuestos o preparar informes: nos prima el coraje de
arreglar todo lo que se nos presenta. Y si hay que balancear el estado emocional del cliente,
leer las manos o buscar a los chicos del colegio, lo hacemos y punto.

Pero no todo es gris y granizo. La Comisión de Jóvenes Profesionales siempre está presente,
con la infaltable voluntad de encarar todos los proyectos que se propone. Y así lo hizo también
este año. Se visitó la escuela de Vaquerías, dando una gran alegría a los niños que allí crecen.
Se festejó el día del niño en el Merendero “Por una sonrisa”, con regalos y una abundante
merienda. De postre, se les donó un horno para ayudar a quienes hacen posible la felicidad de
esos niños a diario. Se realizaron cursos en las reuniones acaecidas en todo el año, además de
las Jornadas Provinciales de Jóvenes Profesionales y de Dirigencia. Se participó en las Jornadas
Nacionales de San Juan así como en las Olimpíadas en Iguazú. Y como siempre, en el tope de la
lista, la unidad grupal: entre todos nos damos una mano, lo que se traduce en mejores
profesionales y personas para la sociedad.

Este año estuvo cargado de emociones. No solo para la sociedad en general. Los jóvenes de la
comisión aprendimos mucho de todo lo sucedido, de todo lo que hicimos y lo que todavía
queda por hacer. Lo importante ahora es que podemos decir que sucedió, lo hicimos posible
gracias a la invaluable energía que todos los integrantes aportamos en todo este recorrido,
que continuará sus tareas el año que viene. Estamos orgullosos del Consejo y de todas las
puertas que nos abre, porque no solo nosotros estamos creciendo y aprendiendo, sino
también nuestras familias, amigos y colegas. Que no se pierda nunca este sentido de
pertenencia.

Gonzalo Rumi

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