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Fundación Joaquín Díaz EXTREMADURA, ESPAÑA

Edición digital • Nº 357 2011, 358 2011, 363 2012, 365 2012.
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Apariciones marianas en Extremadura (i)
José Luis Rodríguez Plasencia

D
esde que a lo largo de los siglos xi y xii la
labor propaladora de templarios y cister-
cienses actuó de forma concluyente en la
difusión y consolidación de la devoción
pública a María con el culto por las Vírge-
nes Negras, y como entidad autónoma e independiente
de Jesús, el fervor hacia la Señora fue aumentando pro-
gresivamente, hasta ocupar un lugar preponderante en la
religión cristina y en la cultura de Occidente. En la difusión
de su culto, durante los primeros siglos de la cristiandad,
influyó también que se le asimilase el de la diosa madre
egipcia Isis -diosa negra-, culto que, tras extenderse por
toda la cuenca del Mediterráneo -con otras diosas madres
como Cibeles-, pasó a Europa a través de Grecia y Roma,
como personificación del principio de la maternidad. De
ese modo María se mostró entre los pueblos germanos
primeo y occidentales y nórdicos después, como paradig-
ma de todas las diosas que, sin perder su estado virginal,
eran madres divinas, engendradoras de vida. De la expan-
sión de esa devoción se encargaron -como dije- templarios
y cistercienses, a los que se unieron con vitalidad a media-
dos del siglo xii los Caballeros Hospitalarios de San Anto-
nio o San Antón Abad, pues según una tradición piadosa
este eremita egipcio veneraba en su cenobio la imagen de
una Isis del período alejandrino como si de una imagen de
la Virgen María se tratase.

Arriba: Isis amamantando a Horus.


Izquierda: pintura mural de La diosa Isis,
1360 a. C.

El culto a las diosas madres -espe-


cialmente a las imágenes negras, proto-
tipos de Isis- estaba, pues, muy exten-
dida por Europa cuando el cristianismo
comenzó a difundirse por las tierras del
Viejo Continente. Por eso, cuando al

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amanecer del cristianismo y en la Edad Media los monjes católicos hablaban de María, Virgen y Madre,
a los pueblos paganos, ya del Norte, de Grecia, de Roma o de Asia Menor, éstos ya conocían el culto
de las Matres vinculadas a las estrellas, cuevas, manantiales, árboles, piedras o lugares, a los símbolos
con que luego también se la revestiría. Ello explicaría, por ejemplo, que los celtas se cristianizasen de
forma pacífica, al igual que la mayor parte de los príncipes paganos.

Igualmente, esto explicaría que muchas de las imágenes negras que habían sido escondidas en un
principio por los campesinos y pastores paganos en los lugares más recónditos y salvajes de la natura-
leza ante el temor a represalias por parte del naciente y cada vez más poderoso y pujante cristianismo
-como sucedería más tarde a éstos ante la invasión musulmana de la Península- fuesen apareciendo
ahora sin temor a represalias debido a esa identidad aparente entre la madre cristiana y la gentílica. De
ahí que los lugares de su aparición y las leyendas a ellos adscritas -con ligeros matices o variantes- sean
generalmente semejantes en el fondo y en la forma. Estas apariciones virginales, cuando se muestran
de motu proprio suelen hacerlo para indicar el lugar donde se halla una imagen que la representa;
aunque en otras ocasiones, una vez desaparecida la celestial visión, cuando los devotos, alertados por
el pastor o niño objeto de la manifestación, retornan al lugar donde aquélla se produjo, sólo encuen-
tran una imagen en piedra o madera de la Señora que tuvo a bien manifestarse.

Las imágenes marianas suelen ser encontradas por niños, por pastores -gente ingenua fáciles de
sorprender- o incluso por animales -toros, que en las antiguas religiones mistéricas era un símbolo
solar y fuente de virilidad por excelencia o bueyes preferentemente- en campo abierto, en cuevas, en
huecos de árboles, en roquedales…, en lugares relacionados con el agua: fuentes, ríos, manantiales,
pozos...; en zonas de corrientes telúricas con propiedades curativas… O en lugares donde antaño
hubo cultos a Gaia, la Gran Madre o la Abuela Tierra, venerada ya desde el Neolítico en el Próximo
Oriente, en Anatolia u otras zonas donde llegó la cultura del Egeo como diosa de la vida y de la muer-
te, o en lugares donde pudieron asentarse antiguos templos paleocristianos, como sospecha Manuel
Vilches (2009:19) que pudo suceder con la ermita del Ara de Fuente del Arco, donde en tiempos re-
motos pudo haber un lugar de culto y peregrinación. Por su parte, Eloy Martos Núñez (2002:15) señala
que el sustrato lusitano-romano de Extremadura ha hecho que muchas leyendas nos confirmen “la
presencia de divinidades femeninas en la Lusitania, las cuales van a actuar de sustrato a la implantación
de los cultos marianos” en esta Comunidad, como pudo suceder con Ataecina, diosa del renacer pri-
maveral, de la fertilidad, de la naturaleza y la medicina, que los romanos identificaron con Proserpina.

Y como muestra de preferencia identificativa, para dar mayor fuerza y despertar mayor fervor reli-
gioso entre los fieles, la imagen siempre vuelve al lugar de la aparición si se trata de alejarla de donde
la manifestación se produjo. Claro que si después de un primer proceso de aceptación por parte de
quienes ocupan el lugar de la aparición, ésta no es aceptada como propia, lo más fácil es que sea su-
plida por otra, como al parecer sucedió en Villarta de los Montes, donde, según Acedo Díaz (2008:25-
26), los villarteños, sin saber por qué razón, “fueron abandonando la devoción a Santa Brígida a favor
de la Virgen que consideraban antigua”, es decir la Virgen de la Antigua, que hoy es venerada en esa
localidad badajocense.

Por otra parte no debemos olvidar -matiza Eloy Martos- “que las ‘leyendas marianas’ suelen cum-
plir una función ‘pragmática’ básica: ‘explicar el origen de un santuario y de una devoción’, por tanto,
son en última instancia, leyendas ‘etiológicas’ ligadas a un lugar y a un culto, aunque, lógicamente, en
la leyenda aparezca al revés, el santuario se funda como consecuencia del milagro, y no es éste el que
se reelabora para explicar un culto, más o menos borroso en la memoria colectiva”.

En referencia a la aparición de las imágenes sagradas -blancas o negras- en los lugares más insos-
pechados de nuestra geografía debe tenerse en cuenta que muchas de ellas -caso de las Vírgenes

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Negras antes mencionadas- fueron escondidas allí por sus devotos para evitar que las profanasen los
musulmanes que habían invado la Península tras la derrota de Don Rodrigo, pues la religión de Maho-
ma no rendía culto a las vírgenes, aunque sí reconociera y respetara la maternidad virginal de María.
De ahí que, una vez libres estas tierras de sarracenos, las imágenes fuesen apareciendo unas veces de
forma ocasional y otras de forma provocada por quienes a sabiendas del lugar donde permanecían
ocultas, trataban de afianzar la fe de unos y atraerse la de otros. Así, como escribe Manuel Vilches
(2009:2) la leyenda de la Virgen del Ara de Fuente del Arco se enmarca en el contexto de los últimos
siglos de “la mal llamada Reconquista”, en la cual surgieron numerosas historias del mismo corte -a
menudo promovidas por las propias órdenes militares- con el fin de atraer hacia la fe cristiana a la
numerosa población morisca, que aún practicaba el Islam en los territorios recién conquistados por
Castilla. Y añade: “En este sentido, y siendo susceptibles de ser interpretada desde un punto de vista
sociológico -o incluso político-, nuestra leyenda podría entenderse como una MAS QUE POSIBLE IN-
VENCIÓN DE LA ORDEN DE SANTIGO para atraer al cristianismo a los moriscos que aún quedasen
por aquellos territorios”.

Volviendo a la forma en que la Iglesia acep-


tó estas apariciones marianas como verdaderas
debe decirse que en los primeros tiempos del
cristianismo, en la Edad Media y en los tiempos
que preceden a nuestra modernidad, las apa-
riciones fueron por lo general bien aceptadas
y admitidas. Antes, bastaba un solo “descen-
dimiento”, una sola presencia, un solo mila-
gro o prodigio sobrenatural ante un pastor, un
niño, un labrador, un monje o un rey para que
la aparición fuese reconocida de inmediato por
los teólogos y se procediera seguidamente a
la erección de una ermita o santuario donde
había tenido lugar la presencia. No era necesa-
rio ni siquiera que hubiese un mensaje divino,
una manifestación de espiritualidad. Bastaba
con que en algún lugar determinado hubiese
una mayor frialdad espiritual o donde estuviese
el espíritu cristiano en trance de ser eclipsado
por otros géneros de exigencias que chocaran
con él, para que allí, la aparición se mostraba
de un modo más insistente, hasta ser reconoci-
da y coronada. Tales son los casos de Fátima y
Lourdes. En el primer caso, porque las corrien-
tes revolucionarias europeas de la ilustración y
Los videntes de Fátima la masonería que prendieron en Portugal, que
llegó a proclamarse como el país más ateo del
mundo, estuvieron a punto de hacer desaparecer la religión católica. En Lourdes fueron las ideas deri-
vadas del enciclopedismo subsiguiente a la Revolución Francesa, con la entronización a la Diosa Razón
las que pusieron en el mismo brete a la Iglesia francesa.

Hoy, la frecuencia de las apariciones no es ni más ni menos que la de antes. Pero en los tiempos
que corren ese reconocimiento, esa aceptación por parte de la autoridad eclesiástica, es cada vez más

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difícil e incluso ya va siendo imposible. Tal sucede con la Gospa,
nombre con que se conoce a la aparición de Medjugorje, en
Bosnia-Herzegovina, de la que ya se cumplen treinta años, y que
se ha convertido en el tercer lugar de peregrinación mariana en
Europa, a pesar de que el cardenal Ratzinger, el actual Benedi-
to XVI, siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de
la Fe, proclamase que “ninguna aparición es indispensable para
la fe, la revelación terminó con Jesucristo”; o que el obispo de
Mostar -diócesis a la que corresponde al pueblecito de las apari-
ciones- dijese que los “mensajes de los videntes son predecibles
y que no tienen su origen en la palabra de la Madre de Dios”.
(Julián Méndez, 30 años con la Gospa. Hoy, 24,06.11).

Sea como fuere, lo cierto es que se calcula que actualmente


sólo en España hay alrededor de veintidós mil advocaciones ma-
rianas distintas con sus correspondientes santuarios, capillas, er-
mitas, basílicas, catedrales… y más de cincuenta mil imágenes. Y
de entre todas las que fueron objeto de apariciones, en Extrema-
dura un total de ochenta y cinco localidades se vieron favorecidas
por tales manifestaciones celestiales, diez de ellas de Vírgenes Virgen de Guadalupe (Sin vestir)
Negras y siete de Blancas o de las Nieves.

Por cierto: según una leyenda que ha trascendido desde antiguo, el verdadero rostro de la Virgen
fue pintado y esculpido por San Lucas1 antes de la asunción de María en cuerpo y alma a los Cielos. Y
que no fue una, sino varias, las veces que el evangelista pintó o esculpió a la Madre de Jesús, una de
las cuales sería la Virgen de Guadalupe, la morenita de Las Villuercas.

Monasterio de Guadalupe

1 Lucas o Luca, entre los celtas, hacía referencia a lo que era específicamente sagrado para ellos.

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Una vez concluida esta introducción, momento es para que entremos en la relación crítica de las
apariciones que a lo largo de los siglos han tenido lugar en la Comunidad extremeña. Y para ello nada
mejor que comenzar con las manifestaciones celestiales a niños.

En un paisaje fragoso próximo al santuario de Chandavila, de La Codosera, tuvieron lugar las apa-
riciones más recientes de las acaecidas en Extremadura, pues ocurrieron en el año de 1945; es decir,
hace sesenta y seis años. Los protagonistas fueron una señora mayor Afra Brígido, ya difunta, y dos
niñas: Agustina -que también ha muerto- y, Marcelina, que vive y es monja de la Congregación de
Sor Ángela de la Cruz, la vidente a la que se le apareció la Virgen de los Dolores. Estas apariciones,
que se consideraron milagrosas, despertaron mucha atención e interés en la época y no sólo en la
zona, a pesar de que fueron consideradas como supuestas. De ahí que las autoridades eclesiásticas
del momento no les prestasen la relevancia que tuvieron otras acaecidas siglos antes en Extremadura
por la poca atención que hoy presta la Iglesia a este tipo de fenómenos, como está sucediendo, por
ejemplo, con las apariciones de Medjugorje.

Cuenta una leyenda de Esparragosa de Lares -facilitada desde el Ayuntamiento de esta localidad
badajocense- que tres hermanos -no a tres pastorcillos, como algunos dicen- subieron al monte a
recoger escobones -escobeñas- para venderlos y ayudar con ello a la economía familiar. Empeoró el
tiempo, se hizo de noche y los tres zagales se perdieron. Hallaron una cueva y se refugiaron en ella,
donde se les apareció la Virgen, quien les dijo que volvieran al pueblo, que Ella los guiaría y que su ma-
dre, enferma, había sanado. Los niños obedecieron y, en efecto, cuando llegaron a casa la encontraron
curada. Los niños contaron qué les había sucedido y algunos decidieron subir al monte, hallando, en
efecto, la imagen en la cueva. Resolvieron bajarla al pueblo y depositarla en la parroquia, pero al día
siguiente la imagen había desaparecido. Volvieron a la gruta y allí estaba. Por ello interpretaron que la
Virgen quería que se le erigiera allí un santuario; y así se hizo.

Según los visitadores de la Orden de Alcántara, que inspeccionaron la ermita en 1634, en ella había
dos imágenes: una de la Virgen de la Cueva y otra con la advocación de El Risco, ésta en paradero
desconocido, según me comentan en Esparragosa.

La ermita de la Virgen de la Cueva -patrona de Esparragosa- está situada en la parte más elevada
del pueblo y no se conoce la fecha de su construcción, aunque se supone que fue alrededor del siglo
XIII, cuando la Orden de Alcántara reconquistó Esparragosa y Puebla de Alcocer. Debajo de la ermita
está la Casa del Santero, edificada igualmente por los alcantarinos para controlar el edificio religioso.
La cueva de la aparición está hoy tapiada.

Galizuela es una localidad badajocense donde se venera la imagen de Nuestra Señora de Lares,
mal conocida como de la Cueva o del Risco según información que me transmiten desde su Ayun-
tamiento. Sin embargo, puede que tales denominaciones no estén desencaminadas. Ya señalé que
cuando los visitadores de la Orden de Alcántara inspeccionaron la ermita de la Virgen de la Cueva de
Esparragosa había dos imágenes: una la mencionada de la Cueva y otra conocida como del Risco. ¿Por
qué no pensar, a la vista de la coincidencia de nombres, que la actual Nuestra Señora de Lares no sea
sino la Virgen del Risco, desaparecida de la ermita de Esparragosa? Y más aún: ¿Por qué llamarla de
Lares? ¿No era, acaso, ahí, en la Sierra de Lares, donde aún está la ermita de la cual desapareció la
mencionada del Risco?:

La ermita de Nuestra Señora de Lares se encuentra -al igual que la de la Cueva-, en lo alto de la
sierra y a ella acuden los vecinos en romería el 25 de marzo. La capilla se ubica en tan escabroso lugar
porque según la leyenda allí fue donde la Virgen se manifestó a tres niñas.

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Los pastores aparecen en las manifestaciones marianas con harta frecuencia. Las manifestaciones
celestiales se producen, en efecto, en el campo, en cuevas, ríos, arroyos, grutas, bosques, en lugares
donde pudo haber culto a deidades anteriores... En una naturaleza, por lo general agreste, casi virgen,
al fin y al cabo. Y si los pastores o campesinos -niños o adultos- son los videntes predilectos de esas
manifestaciones o los medios de que se vale la casualidad para hallar las imágenes en los lugares más
recónditos y extraños, es porque son ellos quienes más recorren, quienes más exploran los campos,
las sierras, los ríos… Y los más ingenuos también a la hora de creer en visiones o consejas. Así, en
Aldeacentenera, la Virgen de los Santos fue encontrada por un vaquerillo entre unos espinos que
habían florecido milagrosamente; en Casas de Millán, la Virgen de Teba se apareció a una pastora; en
Logrosán se festeja a la Virgen del Consuelo -con protagonismo de pastores- por ser uno de ellos el
vidente a quien antaño se le apareció la Virgen en el lugar donde hoy está la ermita.

A pocos kilómetros del también pueblo cacereño de Eljas, y en plena sierra, fue construida en 1907
la ermita de la Divina Pastora. La imagen mariana está rodeada de ovejas y corderos y el conjunto
figurativo rememora la aparición de la Virgen a un pastor que apacentaba su rebaño por aquellos an-
durriales serranos. Cuenta la leyenda que el rabadán quedó sorprendido cuando vio que algunos cor-
deros del hato saltaban en círculo. Como la tarde caía y era ya hora de regresar al pueblo, llamó a los
animales con sus silbos, a la vez que azuzaba a los perros para que rodeando a los indómitos animales
los atrajese hacia donde él se encontraba. Pero los animales siguieron con sus saltos, ajenos a los sil-
bidos y a los ladridos de los canes. Intrigado, el pastor se aproximó al lugar y quedó sorprendido al
ver que los borregos traveseaban alrededor de una imagen, que luego resultó ser de la Virgen María.

La imagen que actualmente se venera en la ermita, bajo la advocación de la Divina Pastora, es una
antigua talla barroca que se conservaba en la parroquia, y que era considerada por los eljanos como
la que encontró el pastor allá en la sierra.

Otro pueblo cacereño de Sierra de Gata, Torre de Don Miguel, fue igualmente objeto de una apa-
rición mariana similar: la Virgen de la Bienvenida, que se apareció a unos pastores en el lugar donde
se levanta hoy la ermita, en las proximidades de la carretera comarcal que conduce a Cadalso. Como
el sitio de la manifestación quedaba lejos de la localidad, los vecinos decidieron erigir una capilla
conmemorativa en un paraje más próximo al pueblo, pero los muros que hoy se levantaban, aparecían
derruidos al siguiente día. Tal anomalía, muy común en otras apariciones virginales, fue interpretada
como que la Virgen no deseaba ser venerada en otro lugar que no fuese el de su aparición. La cons-
trucción primitiva de la ermita data del primer tercio del siglo xv.

En torno al culto a Nuestra Señora de Bienvenida hay unos ritos que no dejan de ser sospechosos
de dendrolatría. Me refiero al hecho de que el primer domingo después de la Pascua de Resurrección,
en esta localidad cacereña se danza alrededor de un fuego encendido con los capazos de los lagares
de aceite el conocido como Baile del Capazo, celebración que -sorprendentemente- señala el fin de
la recogida de la aceituna en el término; y que al día siguiente se celebre la romería de El Ramo, una
procesión que encabeza la mayordoma con un ramo en forma de cruz, y durante la cual se van reci-
tando o cantando las peticiones que ese año se hacen a la Virgen y rememorando los ya concedidos.

La localidad badajocense de Los Santo de Maimona guarda también la leyenda de otra aparición
mariana, que ya en su primera manifestación a dos pastorcillos les manifestó el deseo de ser venerada
allí mismo bajo la advocación de la Estrella. Uno de los niños, llamado Andrés, contó que mientras
una tarde apacentaban el ganado en el lugar donde hoy se enclava la ermita, se vieron sorprendidos
por un resplandor sobrenatural en forma de estrella, fulgor que surgía de un centenario álamo negro
-conocido como el álamo gordo- que allí había. Y en el centro del resplandor, los niños creyeron ver
una imagen sonriente que ellos no dudaron en identificar con la Virgen.

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Otra versión señala que a la imagen se la encon-
tró en una oquedad al pie del árbol, donde había
sido ocultada por los cristianos para evitar que los
musulmanes la profanasen.

Villarta, en la comarca badajocense de los Mon-


tes, también tiene su leyenda sobre la aparición de
la Virgen de la Antigua. Cuentan que allá por el
siglo xiv unos pastores de esta localidad confrater-
nizaban con otros de la vecina Puebla de Don Ro-
drigo. Unos y otros se sorprendieron con la repen-
tina aparición de una paloma blanca en una serreta
cercana, más allá del puente romano. Uno de los
pastores, decidió ir a buscarla, no tardando en en-
contrarla en el tronco de una encina2, yerta de frío.
La metió en su zurrón para llevársela a sus hijos,
pero cuál sería su sorpresa al llegar a casa y ver que
el animal había desaparecido. El suceso se repitió
tres veces más y ya en la cuarta, lo que el pastor
encontró en la encina fue una imagen de la Virgen,
aunque otra versión relata que cuando fue a coger
por cuarta vez a la paloma, se oyó una voz prove-
niente del cielo que decía: “Yo soy la Madre de Virgen de la Antigua (Villarta de los Montes)
Dios y quiero que en este lugar se me levante una
ermita”. Y así se hizo, dejando en el altar el tronco
de la encina en recuerdo de la milagrosa aparición.

Según Theófilo Acedo Díaz (2008:25-32), la paloma comunicó al pastor la construcción de la


ermita “en un juego maravilloso”. Y añade que lo más probable es que alguien, labrador o pastor,
encontrara esta imagen que sus adoradores habían escondido o enterrado por hastío o por temor a
profanación. Ellos -como cité más atrás- veneraban otras imágenes, quizá la de Santa Brígida, pero
sin duda los villarteños -sin que se sepa la razón- fueron abandonando la devoción de Santa Brígida a
favor de otra Virgen que consideraban más antigua. “Empero -continúa Acedo Días- aún puede agre-
garse un dato curioso referido al título de ‘Antigua’ que honra a la advocación. De esta manera, […],
cuando esta talla fue encontrada se la denominó con el calificativo de antigua huyendo de tildarla de
“vieja”… Antigua resulta un término rotundo y distinguido”.

Igualmente, el Sr. Acedo señala que la aparición mariana provocó la rivalidad entre dos pueblos
que se disputaron la territorialidad del lugar de la aparición: Puebla de Don Rodrigo, en la provincia
de Ciudad Real, antes del reino de Toledo, y Villarta, hoy de Badajoz. “Estaba en dilucidar a cuál de
estas poblaciones pertenecía la imagen, ya que, se dice que la persona que la encontró era natural
de la Puebla”. Y por lo que se ve, la imagen se quedó en Villarta.

Un caso semejante al de Villarta tuvo lugar en Cerezo, municipio cacereño de la comarca de


Hervás. Aquí es una pareja de palomas blancas la que atrae la atención de unos pastores. Observan
éstos cómo cada mañana las aves se acercan sin cuidado al rebaño, pastan con ellos y, al anochecer,
emprenden el vuelo, siempre en la misma dirección. Interesados ante una actuación tan reiterativa,

2 Del significado e importancia de la encina en las apariciones marianas trataré en su momento.

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los gañanes deciden seguirla para buscar su nido. Así descubren las ruinas de una antiguo edificio
oculto entre la espesura. Más intrigados cada vez, se internan entre los escombros sin encontrar las
palomas. Lo que hallan en su lugar es una pequeña imagen de la Virgen María con el Niño en brazos.
Gozosos con el hallazgo, acuden al pueblo con el icono mariano, promoviendo un gran regocijo entre
los cereceños, que aúnan sus esfuerzos para levantar las ruinas de lo que en su tiempo fue una ermi-
ta, donde veneraron la imagen bajo la advocación de Nuestra Señora del Teso. Según me informan
desde el Ayuntamiento, la primitiva imagen se reverencia en la iglesia parroquial, a la vez que una
copia de la misma se salvaguarda en un nuevo santuario erigido en un lugar más alejado del primitivo.

Eloy Martos Núñez (2002:15) escribe que la construcción de la ermita dedicada a la Virgen de la
Soledad del Fuego, de Baterno, en La Siberia extremeña, se relaciona con la aparición de una palo-
ma, sólo que ella es la que desbarata la obra que se está construyendo, en un sitio inadecuado, para
indicar el verdadero lugar donde debe erigírsele la ermita: un suave y pequeño cabezo, a las afueras
del poblado.

Además, y en relación con esta imagen, por la que en Baterno sienten gran devoción debido a
los numerosos milagros que se le atribuyen, circulan dos leyendas que en mi opinión no dejan de
ser meras invenciones piadosas, de incierta credibilidad. Según aparece en una página web de la
localidad, la actual ermita se construyó en el siglo xviii y estaba dedicada en un principio a la Virgen
de la Soledad. Añaden que historiar la devoción por la Virgen del Fuego supone trasladarse a la Italia
del siglo xvii, en la provincia de La Leche, del entonces reino de Nápoles. Cuentan que en 1670 “se
experimentó en aquella provincia y limítrofes un castigo del cielo, cayendo muchos rayos y centellas
que en diversas ocasiones mataron personas, por cuya causa estaban en gran aflicción los moradores
de aquellos pueblos siempre que veían el cielo turbado”. Para remediarlo, el Señor reveló a una per-
sona piadosa el desagravio obligado para “librarse de sus iras”: bastaba con que ayunasen un día al
año “por toda la vida”. Y fue Fray José de San Juan, religioso descalzo franciscano, quien al querer
extender esta devoción por España eligió -¡sorprendente casualidad!- la ermita que en Baterno se
construía para la Virgen de la Soledad. El posterior añadido de Virgen del Fuego está relacionado
con un suceso ocurrido en Madrid el 20 de agosto de 1672. Ese día se produjo un incendio en cierta
panadería de la Plaza Mayor, donde uno de los trabajadores quedó atrapado junto a una imagen
de la Virgen de la Soledad, bajo cuya protección logró salvar la vida. En recuerdo de este suceso, el
pueblo de Baterno dedicó el apelativo que hoy tiene. Aunque en el Ayuntamiento local no han sabido
explicarme el porqué de este añadido, ni si el panadero que salvó su vida acogiéndose al cuadro de
la Virgen tenía alguna relación con este pueblo badajocense. Aunque como se verá más adelante,
este suceso guarda paralelismo con otro acaecido en la también badajocense localidad de Atalaya.

En la localidad badajocense de Alconchel cuentan que la Virgen de la Luz se apareció en la Sierra


de Moncharte -Los Jarales- a un pastor que lavaba su plato en un arroyo. Cuando más enfrascado
estaba en su tarea, oyó una voz que le decía: “¡Friega, Muñoz, friega!”, a la par que descubría una luz
que salía de una cueva -dicen que prehistórica- que cerca había. Se acercó al lugar y allí encontró una
muñeca que no dudó en guardar en su zurrón. Pero cuando llegó a casa, la muñeca había desapare-
cido. El suceso se repitió varias veces hasta que las autoridades eclesiásticas comprendieron que se
trababa de la Virgen. Desde entonces el arroyo se conoce como de Friegamuñoz y en su proximidad
se edificó un eremitorio o convento bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz, fundado en
1500 por Fray Juan de Guadalupe, donde según un Memorial de la Provincia de S. Gabriel, de la
Orden de los frailes menores de observancia, escrito por fray Juan Bautista Moles, “se recogieron los
primeros padres cuando hallaron derrotadas (destruidas) sus casas de Trujillo, Villanueva de la Serena
y Salvaleón”. Y añade: “Hay memoria que aquí se halló una imagen de Nuestra Señora que ahora
está en el altar mayor”. Dice “que hay memoria”, pero no asegura el hecho mismo de la aparición.

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Igualmente se cree que la leyenda de esta aparición fue transmitida por los propios frailes para atraer
peregrinos y, con ello, beneficiarios, a tan humilde lugar, pues como recoge el citado Memorial, para
pedir limosnas tenían muchos pueblos, en especial Alconchel, ya que los señores de esta localidad le
daban copiosos donativos y fueron defensores de los frailes. Así como los marqueses de Villanueva
del Fresno y Cheles. A la par en los primeros años de la fundación de Moncharte se obraron muchos
milagros por obra y gracia de la Virgen de la Luz, de la que también fue muy devota y benefactora
Doña Mayor Manuel, esposa de don Diego de Mendoza, alcaide de Morón, de Portugal y tía de la
marquesa de Villanueva desde que la Virgen liberó a su hijo de morir desangrado por una sanguijuela
que se le agarró a la garganta mientras bebía abruzado en un arroyo. Acudieron ambos a la ermita y
mientras oían misa, la sanguijuela se soltó, librando al joven de una segura muerte.

Relacionada igualmente con un medio acuático,


arroyo-fuente-pozo-agua de vida está la aparición
de Nuestra Señora de Belén, de Cabeza del Buey. El
santuario en sus orígenes fue un convento templa-
rio, erigido en el siglo xiii, cuando estos territorios
fueron reconquistados por Fernando III el Santo. En
esta localidad badajocense de La Serena extremeña
corre la leyenda de la que son protagonistas unos
zagales que iban de careo con sus ovejas hacia un
tranquilo lugar donde la frondosidad de las encinas
y el frescor de unas fuentes suponían un inmejora-
ble lugar donde sestear. Mientras las ovejas bebían,
uno de los muchachos se inclinó hacia una de las
fuentes con igual intención y se sorprendió al ver
reflejada en el agua la imagen de una bella seño-
ra que le sonreía desde la copa de la encina que
cubría toda la fuente. La visión se repitió en varias
ocasiones, siendo observada también por sus com-
pañeros en algunas ocasiones. La continuidad de
estas visiones hizo sospechar a los zagales que la
Virgen de Belén (Cabeza del Buey) aparecida era la Virgen María, y así lo manifestaron
en el pueblo, añadiendo que seguramente la Virgen
pretendía que se le erigiese un santuario en el lugar; lugar que no tardó en convertirse en centro de
peregrinación al difundirse la noticia de las apariciones y acudir devotos con rogativas y promesas y
al producirse algunos acontecimientos poco comunes o milagrosos, los de Cabeza terminaron por
edificar el santuario, ante los reiterados requerimientos de los videntes. Y como prueba irrefutable del
milagro los capubovenses siguen mostrando las bellotas de esa encina, en cuya corteza se vislumbra
una figura triangular que identifican con su Virgen de Belén.

En las manifestaciones de la Virgen de Belén, aparecen elementos nuevos -obviando el medio


acuático donde tienen lugar- que merecen ser resaltados. El primero es el mismo nombre de María,
como de Belén. Ahora bien, Belén -Belenos, Belenus o Belinus significaba brillante, resplandeciente y
designaba a un dios de la Luz, el Sol y el Fuego, todas energías renovadoras- era el equivalente céltico
del Apolo griego, es decir, una divinidad solar. Y como se dio el caso de que ciertas Vírgenes Negras
fueron halladas en lugares anteriormente consagrados por los celtas a Belén -aunque la patrona de
Cabeza es blanca-, no impide sospechar que donde hoy se alza la ermita hubiese un culto pagano
anterior.

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También parece guardar relación,
aunque no en la forma sí en el fondo, el
modo en que la Virgen de Belén se apa-
reció al pastorcito de Cabeza. Me refiero
a la historia que narra el Romance de la
Infantina Encantada, que puede encua-
drarse en las apariciones de imágenes
blancas no cristianas. ¿Nos suena? Cuen-
ta el romance que un caballero que iba
a cazar se vio sorprendido por la noche,
por lo que decidió echarse a dormir al
amparo de un alto y frondoso roble que
en el lugar había. De pronto, el tronco del Ermita de Belén (Cabeza del Buey)
roble se convirtió de oro y las ramas de
fina plata. Sorprendido por aquel fulgor
que encendía la campiña de vivos colores, levantó lo ojos hacia la copa del árbol, donde “vio cosa
maravillosa”: una infantina que se peinaba con púas de oro. Era la hija de la reina de Hungría que la
hadaron siete hadas por siete años. Y que a la mañana siguiente de aquella noche se cumpliría el plazo
y quedaría libre del hechizo, por lo que rogó al caballeo que esperase el momento para llevarla con
sus padres. Mas el dubitativo joven acudió a consultar con su madre y cuando al día siguiente volvió,
ni halló roble ni halló niña, pues otros, duques, condes y señores acompañaban a la linda infanta en su
camino de vuelta a Hungría, mientras el indeciso joven caía presa de la desesperación. Maleficio, tal
vez, de la Dama Blanca por no haberle prestado auxilio.

Como Vírgenes de Belén también se veneran imágenes en el arrabal de Trujillo de igual nombre;
en Cañamero -donde como patrona-, guardan una talla bajomedieval de la Virgen con el Niño. Igual-
mente en la Puebla de Sancho Pérez, en Puerto Hurraco; en San Martín de Trevejo -como Virgen
Negra-… En Miajadas; la iglesia de Nuestra Señora de Belén, construcción barroca datada en el siglo
xviii y concebida originariamente como ermita, se halla bajo igual advocación. Hasta el siglo xix la pe-

queña Iglesia de Belén era una antigua casa para el asilo de los más necesitados.

Además de a Nuestra Se-


ñora del Valle, en Zafra ve-
neran a la Virgen de Belén,
celebrando todos los años el
Domingo de Quasimodo -el
domingo siguiente a la Pas-
cua- una de las fiestas más
importantes de la localidad:
la romería a esta Virgen; ro-
mería que se retrotrae algu-
nos cientos de años atrás,
concretamente en septiem-
bre de 1624, cuando los ve-
Ermita de Belén (Zafra) cinos de la localidad eleva-
ron rogativas a Santa María
para que no volvieran las lluvias torrenciales que asolaron la villa y destrozaron sus cosechas. El pere-
grinaje comienza el día anterior, haciendo el camino para trasladar la imagen.

Edición digital. Nº 357 48 José Luis Rodríguez Plasencia


Curiosamente, entre el importante número de puntos hoy reconocidos como lugares donde se
erigieron castros o poblados prerromanos, es de obligada referencia la ermita de Belén, de Zafra3,
en cuyas proximidades se hallan restos de uno correspondiente a la Edad del Bronce, pues esta lo-
calidad badajocense se encuentra en una situación privilegiada al estar enclavada en el itinerario que
unía Hispalis -Sevilla-, en la Bética con Augusta Emerita -Mérida-, en la Lusitania. Detalles que llevan
a sospechar que la actual ermita fue sacralizada para ocultar algún lugar sagrado del período romano
dedicado a Apolo, o a Bel o Belenos, su equivalente en la mitología celta.

En Hornachos, Nuestra Señora de los Remedios se apareció en forma de muñeca a un pastor en


un pequeño regajo o arroyo. Cuando el pastor se la llevaba a su hija, desaparecía, aparecía y volvía
a desaparecer… Hasta que comprendieron que era la Virgen, que quería que se le erigiese una
ermita en el lugar de su manifestación. Por eso la puerta principal de la ermita mira hacia el regajo
donde tuvo lugar la visión. Esta leyenda, como la de Alconchel y otras, seguramente fue transmitida
por los santiaguistas entre estos pueblos para catequizar a los moriscos que habitaban la zona tras
la Reconquista. Aunque hay estudiosos que atribuyen la transmisión de esta antigua leyenda a los
franciscanos.

Entre los mayores de Ibahernando circula una leyenda relacionada igualmente con el agua. La
imagen de la Virgen de la Jara la encontró un pastor, de ahí que se decidiera levantarle una ermita
en el mismo lugar de la aparición. Pero al picar en el terreno para hacer los cimientos comenzó a salir
tanta agua que decidieron continuar las obras en otro sitio, mas las obras que de día se hacían, apa-
recían por el suelo al día siguiente. Estudiada la situación, decidieron desecar primero el manantial y
continuar allí con la edificación de la ermita.

En la Puebla del Prior volvemos a encontrarnos con una leyenda harto conocida sobre aparicio-
nes marianas. Un pastor guardaba su rebaño en la finca donde hoy se erige la ermita. Una mañana
encontró una muñeca sobre una roca. La guardó en su bolsillo para llevársela a su hija, pero al llegar
a su casa la muñeca no estaba y pensó que la había perdido. Al día siguiente, cuando pasó por el
mismo lugar la muñeca estaba de nuevo sobre la roca, la cogió y la guardó en la manga de su camisa.
La muñeca volvió a desaparecer y el pastor volvió a encontrarla al día siguiente sobre la misma roca.
Entonces se dio cuenta de el suceso era extraño y lo contó en el pueblo. Sus vecinos comprendieron
que la muñeca no era otra que la Virgen. Al conocerse el hecho en los pueblos próximos, sus habi-
tantes querían llevársela, pero la imagen siempre miraba hacia la Puebla, indicando de este modo
que era allí donde quería quedarse. Y le construyeron una ermita en el lugar donde había aparecido.

Según me informa José Espinosa Trasmonte (s/f: 4-6) sobre el origen del templo de Villafranca de
los Barros existen dos versiones. Una atribuye la construcción primitiva directamente a los Caballeros
de Santiago, por ser estos los que por aquellas fechas gobernaban este territorio. La otra, ocurrida
por igual fecha, se atribuye a unas apariciones especiales de la Virgen a un vecino, que incluso le
indica el lugar donde debía construírsele la ermita.

Volviendo a la primera versión Espinosa Trasmontes cree, como el erudito Padre Miguel Mota, S.
J., que, reconquistado el territorio, los santiaguistas demostraban su agradecimiento a la Virgen cons-
truyendo capillas en algunos de los pueblos reconquistados y liberados de la dominación musulmana.
“Podemos asegurar -dice el Padre Mota- que la fecha de su construcción se remonta, por lo menos,
a principios del siglo xiv”.

3 Zafra fue conocida en época romana como Segeda, según algunos autores, o incluso como Restituta Iulia Imperial.

Edición digital. Nº 357 49 José Luis Rodríguez Plasencia


Respecto al segundo caso, existe una leyenda bastante extendida. “Se afirma con bastante con-
vencimiento -escribe Trasmontes- que cuando regresaba del campo al atardecer un vecino del pue-
blo, al llegar al ‘cabezo’ -donde hoy está instalado el Templo- advirtió entre sus matorrales algo que
causó su extrañeza. Dejando al animal que cabalgaba, se acercó al lugar para saciar su curiosidad.
Entre dichos matorrales, encontró una figura policromada femenina, que sostenía entre sus brazos
un niño.

“No salía de su asombro este buen señor ante semejante hallazgo, que por su parecido a una
muñeca, pensó en llevársela a su casa y regalársela como juguete a su hija”. Y así fue. La cogió, la
envolvió en una manta y continuó su camino. Y nada más llegar a su casa, fue a darle el regalo a su
hija… Pero la muñeca había desaparecido.

El suceso volvió a repetirse al día siguiente y en días posteriores. Incluso se añade que el pobre
hombre lloró desconsolado por lo que le venía ocurriendo. “Y fue en ese momento cuando la misma
Virgen María se le apareció y le pidió que no perdiera su fe, que esto había sido para que creyera más
y que debían levantarle una Capilla para que todos pudieran adorarla”.

Al enterarse las autoridades de lo que venía aconteciendo, y habida cuenta de que se trataba de
una imagen religiosa, pensaron en un designio del Cielo y se propuso construir un Templo en el lugar
mismo donde aparecía constantemente.

En fin: la leyenda sobre Nuestra Señora de la Coronada de Villafranca calca más o menos el mode-
lo que los santiaguistas introdujeron en otras localidades bajo su dependencia. El motivo ya se sabe.

BIBLIOGRAFÍA
Acedo Díaz, T. (2008) La Virgen de la Antigua en Villarta de los Montes,. Visión Libros, Madrid.

Martos Núñez, E. (2002). Las leyendas de Vírgenes de las Nieves. Biblioteca Universal Virtual

Vilches Morales, M. (2009). Leyendas Fuentelarqueñas. Edición propia. Sevilla.

Méndez, J. (2011). 30 años con la Gospa. Diario HOY, 24 de junio. Badajoz

Espinosa Trasmonte, J. (s/f) Santuario de Ntra. Sra. de la Coronada. Historia del tempo desde su creación (siglo XIV). Villafran-
ca de los Barros.

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C
Apariciones marianas en Extremadura (ii)
José Luis Rodríguez Plasencia

C
ontinuando con los cultos marianos extremeños diré que en Riolobos, veneran la imagen
de Nuestra Señora de la Argamasa, situada antiguamente en la ribera del Alagón, donde
según la leyenda, se encontró a la efigie sobrenadando en las aguas del río. Esta ermita
fue anegada con su consiguiente ruina, por lo que se edificó una nueva en los primeros
años del siglo xx y reconstruida casi a finales del mismo siglo debido a su gran deterioro.
Se llamó de la Argamasa porque la imagen fue encontrada en la dehesa de igual nombre, cerca del río.
Además, se me informa desde el Ayuntamiento que en 1753, el Censo del Convento Agustino podría
indicarnos la razón de la existencia de una ermita de Nuestra Señora de la Consolación, ya derruida
alrededor del año 1791 y de la que solo quedó una cruz en el lugar del altar, también ya desaparecida.

“De la imagen de la virgen no sabemos qué pasó; en el pueblo la verdadera y primitiva ima-
gen de la Argamasa era la llamada Argamasina, conocida hasta los años 60-70 y luego desapa-
recida. Se cree que es actualmente la imagen a la que veneramos, imagen del S. xiii”, me dicen.

Igualmente hubo apariciones marianas


relacionadas con ríos o fuentes en Jaraíz
de la Vera, en Salvaleón y en Zorita. En Ja-
raíz, la Virgen de Salobral se apareció en las
márgenes del río Tiétar, lugar muy visitado
hasta el siglo xiv, para caer más tarde en
abandono y ruina; fue restaurada hace po-
cos años. En Salvaleón, Nuestra Señora de
Aguasantas se apareció a un pastor mien-
tras bebía en una fuente; de ahí el nombre.
Nuestra Señora de la Fuente Santa es vene-
rada en Zorita, porque en el lugar donde se
alza la ermita la Madre de Dios se apareció,
en forma de silueta de mujer, a unos pere-
grinos que viajaban a Guadalupe y que es-
taban a punto de morir de sed en aquellos
páramos. La aparición les ordenó cavar con
sus cayados y manó agua a flor de tierra.

Con restos arqueológicos que hablan de


tiempos pretéritos de posibles cultos paga-
nos se relacionan también algunas aparicio-
nes marianas. Así, en Aldeanueva del Cami-
no tienen como patrona a Nuestra Señora
del Olmo. No hay tradición popular sobre
Ntra. Sr. del Olmo (Aldeanueva del Camino)
una posible aparición, pero el hecho de que
la Virgen ostente el nombre de un árbol,

Edición digital. Nº 358 16 José Luis Rodríguez Plasencia


abundante en la zona, hace suponer un culto dendrolátrico anterior. Aunque si tenemos en cuenta la
ubicación de la ermita, construida sobre restos romanos, no puede desecharse igualmente la posibili-
dad de que, en la antigüedad, se localizase la efigie de alguna diosa romana entre los restos aludidos,
pues esta población cacereña se encuentra ubicada a escasos kilómetros tanto del ninfeo de Baños
de Montemayor como de las ruinas de la mansio de Cáparra, cruce de vías imperiales. Así podrían
haberse aunado imagen y olmo en un culto hoy olvidado.

Y en Garrovillas de Alconétar, entre Cáceres y la villa, en un entorno lleno de vestigios celtibéricos,


romanos, visigodos y sepulcros abiertos en roca, se erige la ermita de Nuestra Señora de Altagracia,
lugar donde la Virgen se apareció a una pastorcita.

Aunque no existe tradición o leyenda alguna sobre la posible aparición de Nuestra Señora de Na-
zaret, patrona de Garlitos, en el lugar donde se levanta su ermita se cree que hubo en la antigüedad
un templo dedicado a Cibeles -diosa griega de la Madre Tierra- y más tarde una basílica visigoda. Lo
cierto es que los muros de la capilla aparecen lápidas romanas alusivas a Miróbriga que, según se cree,
ocupó el emplazamiento de la actual Capilla.

Por cierto, en Garlitos se cuenta que en el transcurso de la Guerra Civil española se dio por des-
aparecido a un joven de la localidad. Entonces, la madre del soldado desaparecido fue a la ermita y le
quitó el Niño a la Virgen, diciéndole: “Hasta que no me devuelvas a mi hijo, no te devuelvo el Tuyo”.
Y dicen que a los tres o cuatro días, el desaparecido se presentó en el pueblo.

Bernabé Moreno de Vargas (2001:459-460) escribe:

“Tiene la villa del Montijo cerca del río Guadiana una ermita de Ntra. Sra. de Barbaño, por
estar fundada en la dehesa del mismo nombre, cuya imagen es antiquísima y de mucha de-
voción, hállose entre los edificios antiguos que están allí cerca, y llaman los ‘Paredones’ de la
dehesa de Torre del Águila. Después se trasladó a la dehesa de Barbaño, por ser término de
Montijo”.

Tal vez los “edificios antiguos” a los que alude Moreno de Vargas, sean los restos romanos allí en-
contrados, restos que se han visto aumentados posteriormente con la presencia de otros visigodos,
aflorados en Los Paredones y Las Peñitas. Y fue precisamente en ese entorno donde se halló la imagen
mariana que, al ser trasladada a Montijo, se volvió dos veces al lugar del hallazgo, indicando así dónde
quería ser venerada.

Según puede leerse en Internet, la aparición de la imagen es de época goda, por la fábrica de los
edificios donde se encontró. Aunque con todos los datos históricos y artísticos existentes podemos
decir ahora “que fue en la zona de influencia de la antigua villa romana donde apareció la virgen: (Villa
de Torre del Águila), que fue un asentamiento cristiano, se remonta a finales del siglo III o principios
del IV, pero la época de máximo esplendor fue en los siglos VI-VII en el que se construyen los monu-
mentos encontrados: iglesia, baptisterio y martirium”. Igualmente dicen desconocerse la fecha de la
imagen primitiva, pues fue sustituida por la que hoy se venera, debido a que a principios del siglo xviii
se pusieron de moda las imágenes de vestir para ponerles mantos y alhajas donadas. El mismo histo-
riador, Moreno de Vargas, que vivió en Montijo desde 1604 a 1615, añade: “La imagen era morena
como la de Guadalupe, pudiera pertenecer al estilo románico tardío, cuando la reciente restauración
de Luís Peña en Llerena, nos viene a reforzar como veremos, hoy no poseemos rastros de aquella ima-
gen primitiva y que ha ido sufriendo diferentes restauraciones, para mejora y conservación de esta”.
Y si era morena -como dice de Vargas- ¿no podría tratarse de una Isis venerada por los habitantes de
la primitiva villa romana?

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El nombre de Barbaño viene de la palabra Barbana, del hebreo bar que significa hijo-hija y el latino
ana, Guadiana, de donde se obtiene Hija del Guadina. Después surge una modificación por la proximi-
dad al río y terminó llamándose Barbaño. La ermita se anegó en varias ocasiones por la crecida del río.

De Nuestra Señora de la Caridad, patrona de La Garrovilla, vecina de la Virgen de Barbaño, se


cuenta también que, encontrada en el campo, fue llevada a la iglesia parroquial, de la que desapare-
ció para volver al lugar donde se encontró, indicando así, la preferencia de aquel lugar para que se le
erigiese una ermita.

De apariciones sobre rocas nos hablan otras apariciones marianas.

En Madroñera, la ermita Vieja está dedicada a la Virgen de Soterraña, patrona del pueblo. Cuenta
la leyenda popular que entre los años 1500 y 1600 se apareció la Virgen en una roca, que se encuentra
frente a la ermita, a un pastor que andaba por esas tierras aún despobladas. Una fuerte tormenta de
nieve y granizo le sorprendió. En medio del fragor de la tempestad se puso a rezar a la Virgen, pidién-
dole auxilio y protección y, según dicen, Ella acudió en su ayuda ofreciéndole refugio en una cueva
próxima. Es tradición llevarse del lugar un trocito de pizarra y tirarlo al tejado como protección -cómo
no- contra las tormentas.

Ermita de la Peña (Perales del Puerto)

En lo alto de un abrupto cabezo, en la conocida como Dehesa de Abajo -cumbre del Hocino, según
toponimia de Cilleros-, en el término municipal de Perales del Puerto, persiste aún la cabecera y otros
restos de una ermita del siglo xvi. Estaba dedicada a Nuestra Señora de la Peña y su imagen es venera-
da como patrona en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Parales. Su celebración
sigue siendo el segundo lunes después del Domingo de Resurrección, como antaño. Y aunque hoy se
encuentra en estado ruinoso -ya constataba este extremo Pascual Madoz en su obra-, hasta finales del

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siglo xvii aún acudían a ella en peregrinación y en romería no sólo los vecinos de Perales, sino también
los de Cilleros, los de Hoyos y los de otros pueblos de Sierra de Gata.

Cuentan en Perales que la ermita fue destruida y saqueada por los franceses alrededor del año
1809, cuando buscaban por estos lugares al obispo de Coria don Juan Álvarez de Castro que, final-
mente sería hallado y asesinado en Hoyos. Lo que no se sabe es cómo la imagen pudo salvarse de
aquel saqueo, de aquella rapiña. También relata una leyenda que recoge José Mª Domínguez Moreno
(2009:183-184), que la ermita fue en tiempos la iglesia de un pequeño pueblo que se levantaba en
aquel lugar en el que la Virgen se apareció en un peña -de ahí el apelativo- a unos pastores de Cilleros,
Perales y Hoyos, en la confluencia de los términos municipales de estos tres pueblos.

“Pero un día todos los vecinos, excepto una anciana que estaba enferma, murieron al comer
un guiso comunitario preparado con aguas emponzoñadas. La mujer llegó hasta Hoyos, donde
relató la tragedia. Pero fue tomada por una demente. Lo mismo sucedió en Cilleros. Sólo en
Perales del Puerto se prestaron a ayudarla. En agradecimiento la anciana les regaló todas las
tierras del viejo poblado, del que ahora era única dueña, a cambio de que le dieran cobijo y
conservaran la iglesia de la Virgen de la Peña”.

Según otra tradición, transmitida oralmente en Cilleros, los vecinos de Perales subían a la ermita
y giraban la imagen de la Virgen, de manera que quedaba mirando hacia su pueblo, al igual que los
de Hoyos… Y lo propio hacían los vecinos de Cilleros para que mirase hacia el suyo -al poniente, que
sería la posición real dada la estructura de la ermita-, hasta que los vecinos de Perales se la llevaron
definitivamente a su pueblo.

La primera referencia documentada al lugar se debe a Alfonso XI, que la cita en su Libro de la Mon-
tería, del año 1345, y aunque la construcción de la ermita, según los restos existentes, podría datarse
en torno a los siglos xvi o xvii, hay quien sospecha que allí pudo existir alguna fortificación en tiempos
de la Reconquista.

Resumiendo: Si unimos todas las tradiciones, puede sospecharse que, en efecto, pudo existir en
aquel cabezo una fortificación defensiva o de observación durante la Reconquista -el poblado al que
hace referencia la leyenda-, que el lugar fue abandonado cuando perdió su valor estratégico; que la
Iglesia o la imaginación popular promocionaron la historia de la aparición, por lo cual se decidió erigir
allí una ermita, tal vez con el apoyo pecuniario de los tres pueblos. Pero que, según pasó el tiempo, la
devoción fue desvaneciéndose, hasta el punto de perderse definitivamente. Por ello, y por lo alejado
y escabroso del paraje, por la desidia humana y no por el saqueo francés -no se han hallado restos de
incendio en los muros- el templo acabó derruyéndose… ¿Y la imagen? Tal vez se la llevaron quienes
se mostraron más activos: los vecinos de Perales.

Otra leyenda relacionada con apariciones marianas sobre peñas es la que pervive en Plasencia en
relación con su patrona, la Virgen del Puerto, que fue hallada por un cabrero entre los peñascales de
la sierra de Valcorchero. Cierto día, el pastor vio un resplandor algo más allá de donde pastaba su
rebaño, pero no le prestó mucha importancia. Mas como el hecho se repitiera varias veces, movido
por la curiosidad, decidió acercarse… para encontrar una imagen que no dudó en identificar con la
Virgen. Sigue la leyenda diciendo que tan deseoso estaba de comunicar el prodigioso hallazgo a la
clerecía placentina, que de un salto se plantó ante la misma catedral, donde al parecer tuvo que repe-
tir por tres veces su historia antes de ser creído. Una vez en el lugar, los clérigos decidieron levantar
allí mismo un santuario que conmemorara el suceso, pero cuando los obreros acudían a trabajar ob-
servaban con sorpresa que las herramientas y los materiales de la construcción aparecían en un lugar
situado más arriba, conocido por los naturales como El Puerto, en el camino de Extremadura a Castilla,

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que sube por el desfiladero del Puerto de
Béjar. Por eso se erigió definitivamente allí
el santuario. Y como en el lugar de la apari-
ción no había espacio suficiente, colocaron
tres cruces como recuerdo, donde según la
leyenda quedó impresa la huella de uno de
los pies del cabrero en su formidable salto;
el otro frente a la Sede Episcopal.

La imagen de la Virgen del Puerto es


una talla policromada en madera, de ori-
gen desconocido, de finales del siglo xv o
principios del siglo xvi y muestra a la Virgen
amamantando al Niño. Se supone que fue
abandonada en los vericuetos de Valcor-
chero por algunos cristianos que huían del
avance musulmán y ante el entorpecimien-
to que significaba llevar la imagen como ba-
gaje, decidieron ocultarla en las proximida-
des del camino que seguían en dirección a
tierras castellanas. Luego, el encuentro por
parte del pastor fue mitificado por la Iglesia
para dar mayor relevancia a un hecho tan
simple y vulgar como el abandono de la
imagen ante la proximidad de un peligro.

Igualmente sobre una roca de la Sierra


de San Pedro se apareció a un carbonero
Sta. Mª del Campo (Aliseda)
de Aliseda la Virgen del Campo. La imagen
es una talla policromada protogótica o tardorrománica que los estudiosos del arte consideran bastan-
te extraña de encontrar en una zona tan meridional.

Tanto en las religiones indoeuropeas primitivas como en las que se extendían por el resto del mun-
do, el culto a los árboles desempeñó un papel trascendental ya que muchos de sus bosques fueron
tenidos en un principio como santuarios. Nada podía ser más natural, pues, como escribe Frazer al
referirse a Europa (1981:141-143) en la aurora de la historia, nuestro continente estaba cubierto de
inmensas selvas vírgenes “en las que los escasos claros deberían parecer a modo de islas en un océano
de verdor”. Y añade que hasta comienzos del siglo i antes de nuestra era, la selva herciniana se exten-
día hacia el este del Rin a una distancia a la vez vasta y desconocida y que los germanos que fueron
interrogados por César dijeron que habían viajado durante dos meses a través de ella sin alcanzar su
final. Y que las “excavaciones de los restos de palafitos de pueblos antiguos en el valle del Po han
demostrado que mucho tiempo antes del crecimiento y probablemente de la fundación de Roma, el
norte de Italia estaba cubierto de bosques espesos de olmos, castaños y principalmente de robles”.
Recordemos también que, según escribieron autores antiguos, en Hispania una ardilla podía ir desde
los Pirineos hasta el Estrecho de Gibraltar, saltando de árbol en árbol, sin necesidad de tocar suelo.

Sea como fuere -añade Frazer- lo cierto es que el culto al árbol está comprobado en todas las
grandes familias europeas de tronco ario. Así, entre los celtas, es bien conocido el culto que lo druidas
rendían al roble; que entre los antiguos germanos fueron corrientes los bosques sagrados, culto al

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árbol que no estaba totalmente extinguido entre sus descendientes cuando Frazer escribió su obra;
que en Upsala, la vieja capital religiosa de Suecia, había un bosque sagrado en el que todos los árboles
estaban considerados como divinos…

Tampoco debe olvidase que en santuario que Esculapio tenía en Cos, estaba prohibido bajo una
multa de mil dracmas el cortar un ciprés. “Pero en ninguna parte del mundo antiguo se conservó quizá
mejor esta forma antigua de religión que en el corazón de la gran metrópoli misma; en el Foro, en el
centro afanoso de la vida romana, se dio culto a la higuera sagrada de Rómulo hasta la época imperial,
y cuando se secó el tronco, ello fue suficiente para que se extendiera la consternación por toda la
ciudad”, señala Frazer.

Pero, sin duda, el árbol más venerado en la antigüedad fue la encina, árbol dedicado al Sol. Ade-
más, las Dríades, eran tenidas como las ninfas de los árboles en general, pero habitaban preferente-
mente en los encinares y no es por casualidad que la voz griega dríade derive del sustantivo encina;
bajo una encina fue criado Zeus, por eso, era el árbol a él consagrado y sus estatuas se coronaban
con sus ramas. Igualmente, los griegos creían escuchar su voz en el rumor de la encina sagrada de los
encinares de Dodona; murmullo que el oráculo interpretaba para emitir sus predicciones unas veces
escuchando directamente el murmullo de las hojas y otras mediante el tintineo de vasos de bronce
colgados de sus ramas. A este lugar -según narra la Odisea- acudió por dos veces Ulises para conocer
cuál sería su destino de vuelta a Ítaca tras la guerra de Troya. Esta dedicación al padre de los dioses
pudo derivar de la ancestral creencia que identificaba a la encina como el árbol que más atraía el rayo,
símbolo de su poder.

Bajo una encina encontró Abraham a los ángeles


cuando vinieron a anunciarle que Yahveh le pronos-
ticaba una descendencia tan numerosa como las es-
trellas del cielo, tomando desde entonces este árbol
el papel de axis mundi o comunicación entre el cielo
y la tierra; la palabra druida procede del nombre de
este árbol -deru, encina y wid, saber-, que se po-
dría traducir por los que conocen la encina; los re-
yes suevos españoles reconocían alguna divinidad
en las encinas, ya que en sus ritos funerarios este
árbol estaba muy presente…

Por todo ello y por otros datos que sería prolijo


enumerar no debe sorprendernos que la encina fue-
se el árbol predilecto de las apariciones marianas
en Extremadura, tierra de encinas, por más señas. A
ellas ya hice mención al tratar de las manifestacio-
nes de Villarta o Cabeza del Buey, relacionadas con
el vuelo de una paloma o con una fuente. Pero son
muchas otras las leyendas relacionadas directamen-
te con las encinas que corren por algunas localida-
Encina de Sopetrán
des extremeñas. Aunque en el caso de Aldehuela
de Jerte, según me informa José Luis Fernández, que ha escrito un libro sobre el pueblo, a falta de
una tradición sobre cómo, dónde o a quién se apareció, tuviera que inventarse una, que recoge en
su libro, donde dice que la Virgen de la Encina curó a una niña enferma que estaba debajo de uno de
estos árboles. ¿Posible culto dendrolátrico?

Edición digital. Nº 358 21 José Luis Rodríguez Plasencia


Otro posible culto dendrolátrico parece deducir-
se de la romería de la Virgen de Sopetrán, patrona
de Almoharín, donde persiste la costumbre de hacer
una procesión alrededor de la encina de la Virgen,
situada a cincuenta metros de la ermita. La encina,
que ahora soporta un nido de cigüeña, se secó hace
unos veinte años, y según una tradición local que me
facilita Miguel Sansón desde el Ayuntamiento, en el
interior de la caperuza de las bellotas que daba, se
podía ver la imagen de la Virgen. Pues bien, según
una leyenda local el príncipe Alí Maymón, hermano
de Santa Casilda, llegó a Almoharín huyendo de las
iras de su padre, el rey moro de Toledo, por haberse
convertido al cristianismo. Una vez en el lugar cons-
truyó -entre 1054 y 1070- una ermita a la Virgen en
el sitio que ocupaba una mezquita, dato que resulta
de dudosa credibilidad pues la capilla se erigió a sie-
te kilómetros del pueblo, lugar poco apropiado para
construir una mezquita debido a la distancia que la
separaría del núcleo poblacional.
Virgen de Sopetrán
Aunque que según una antigua tradición, el culto
a esta Virgen proviene de Castilla y recoge la milagrosa conversión de Alí Maymón que, en cierta oca-
sión en que regresaba a Toledo tras unas lucrativas correrías por las poblaciones próximas al Duero,
se detuvo junto a las ruinas del monasterio de Sub Petram, cerca de Guadalajara, para repartir el pro-
ducto de sus rapiñas. Los prisioneros cristianos, al ver que iban a ser repartidos entre los musulmanes,
separando las familias, imploraron la ayuda de la Virgen. Y al instante cayeron sus cadenas, a la vez que
sobre una higuera próxima aparecía la Imagen de Nuestra Señora. Los sarracenos huyeron despavo-
ridos, excepto el príncipe Alí Maymón, que trató enfrentarse a la misteriosa aparición con sus armas,
pero la Virgen lo cegó y derribó del caballo1. Luego la imagen comenzó a instruirle en la religión cris-
tiana, hasta lograr su conversión. Conseguida ésta, la Virgen hizo brotar junto a la higuera una fuente
para bautizarle, dándole Ella misma el nombre de Petrán o Pedro, pues iba a ser piedra de una nueva
devoción hacia su persona2, bajo la advocación de Sopetrán. Una vez recobrada la vista con aquella
agua extraordinaria, Pedro acudió a Roma, donde narró su conversión milagrosa al Papa; luego re-
gresó al lugar de la aparición y allí vivió hasta su muerte cuidando de la imagen de la Virgen, que, a
su vuelta, aún seguía sobre la higuera, y aleccionando y adoctrinando a los mozárabes de la comarca.

A la vista de esta narración y de la leyenda que pervive en Almoharín, se comprueba que ambas
ficciones no dejan de ser simples fantasías religiosas, tal vez traídas a estas tierras extremeñas -según
sospechan algunos investigadores- por colonos templarios procedentes de la Alcarria, devotos de la
Virgen de Sopetrán, pues Almoharín se encontraba entre los lugares pertenecientes al Castillo tem-
plario de la Encomienda (Villanueva de la Serena), Torrequemada y el Convento de la Coronada, junto
a Trujillo. Aunque éste no parece ser el único caso en que una devoción templaria localizada en tierras
castellanas fuese traída a tierras extremeñas por los caballeros templarios o sus colonos, como sucede

1 Este suceso recuerda el episodio de San Pablo, cuando iba camino de Damasco para apresar los cristianos de
aquella ciudad.

2 Nuevo paralelismo con los Evangelios, cuando Pedro fue elegido por Jesús como cabeza de la Iglesia.

Edición digital. Nº 358 22 José Luis Rodríguez Plasencia


con Nuestra Señora de la Encina, de
Pozuelo de Zarzón, de la que trataré
en su momento.

En Arroyo de la Luz son dos las


leyendas que cuentan sobre la apa-
rición de su patrona, la Virgen de la
Luz. Una de ellas -tal vez la menos
conocida, que presenta a la Virgen
como pastora- se relaciona con el
pagano conde Pelagio y una donce-
lla cristiana llamada Leticia, a la que
mantenía encarcelada por negarse a
convertirse en su esposa. Un día, los
criados del conde vinieron a infor-
marle que habían encontrado una
anciana desconocida, de nombre
María, cuidando el rebaño de Le-
ticia y que la misma anciana había
devuelto la vista a un escudero de
nombre Sixto. Igualmente le comu-
Ntra. Sra. de la Luz (Arroyo de la Luz)
nicaron que cuando pretendieron
detenerla para traerla a su presencia
les resultó imposible, pues quedaron como petrificados, incapaces de moverse, mientras la pastora
les indicaba que vinieran a decirle a él, al conde, que si no liberaba a Leticia y a su familia quedaría
ciego en el acto. Enfurecido Pelagio ordenó que matasen a Leticia, a su familia y al rebaño, pero no
acababa de dar la orden cuando repentinamente quedó ciego. Cayó de rodillas el conde y nada más
pedir perdón a Dios, recuperó la vista. Luego, liberó a Leticia y la desposó bajo una encina, que se
abrió al instante para mostrar a una mujer muy bella, que dijo ser la viaja María que se ofrecía como
su protectora.

La segunda leyenda -más conocida- se relaciona con apariciones de la Virgen en contiendas que los
cristianos mantuvieron con los árabes durante la Reconquista. De ella trataré en su momento.

La devoción a la Virgen de Bótoa está muy arraigada entre los habitantes de Badajoz; fervor que
arranca de una tradición popular según la cual la Virgen se apareció -en una encina próxima a donde
hoy se levanta la ermita- a un pastor o pastores o pastorcillos portugueses que cuidaban sus ovejas
en aquel lugar. Otra versión dice que fue encontrada en el hueco de la encina. Y aún hay una tercera,
narrada en verso por Carolina Coronado -titulada La encina de Bótoa-, donde refiere que el hidalgo
catalán don Diego Mercader, casado con la dama portuguesa doña María Albar, tramó asesinarla
movido por los celos y por la religiosidad de su esposa. Y cuenta esta leyenda que en el momento de
expirar doña María vio en el tronco de una encina la imagen de la Virgen. Poesía romántica, telenovela.

Anterior a la actual imagen hubo otra de plata -la encontrada por los pastores- que presidía otra
ermita de finales del siglo xiv y principios del xv, también anterior. Las profanaciones que tenían lugar
en aquellos tiempos obligaron a esconder la imagen argéntea dentro de otra. Pero a pesar de las me-
didas tomadas para protegerla, la imagen desapareció sin que se sepa su paradero.

Ligada a la encina donde apareció la imagen está la creencia que en las bellotas que da puede re-
conocerse, aunque de forma borrosa, la imagen de la Virgen. Según se lee en Internet -Bellotas donde

Edición digital. Nº 358 23 José Luis Rodríguez Plasencia


se aparece la Virgen-, “es de advertir que algunas encinas del circuito donde se apareció la Virgen
producen singulares bellotas con unos relieves o protuberancias en su cáscara que semejan a la Santa
imagen, cosa que se tiene por milagro y las hace objeto casi de culto en el país”.

La ermita de Nuestra Señora del Ara -a la que aludí con anterioridad- se levanta en la Sierra de la
Jayona, en las estribaciones de Sierra Morena, a unos siete kilómetros de Fuente del Arco. Sobre el
valle del Ara, en “un ámbito donde proliferaron las explotaciones mineras desde la época romana”
(Pueblos y paisajes para andar y ver I: 263) no han dejado de aflorar restos arqueológicos, especial-
mente romanos, lo que lleva a sospechar -como señalaba Manuel Vilches (2009:19-20)-, que la ermita
se asiente “sobre un antiguo templo paleocristiano”, por lo que, tal vez, en un tiempo remoto, “fue
un lugar de culto y peregrinación”. Y añade: “La aparición sobre una encina, junto a una fuente, o en
un alcornoque, según otras versiones, siendo ambos árboles sagrados en la tradición ancestral ibérica,
según la cual una diosa habitaba cada alcornoque y cada encina”.

El primitivo santuario, de finales del siglo xiv y principios del xv, sin espadaña ni camarín, aunque
con algunas construcciones anexas, lo erigió a sus expensas el prior santiaguista Don García Ramírez,
lo que hace sospechar que la leyenda fue montada por este personaje y la Orden para conseguir la
conversión de los mudéjares que aún pudieran quedar por la zona. Y para conseguirlo, qué mejor que
poner como personajes de la historia a un rey moro y a su hija…

Según cuenta la leyenda fuentelarqueña en estos lugares vivía la princesa mora Erminda con su
padre el rey Jayón, que era ciego. Un día, cuando la princesa jugaba junto a una fuente, sobre una en-
cina que allí había se le apareció la Virgen, en forma
de joven adolescente. La aparición se repitió una y
otra vez, hasta que un día Erminda vio brillar sobre
la cabeza de la doncella una aureola esplendente.
Intrigada preguntó a la visión quién era. “Soy la Vir-
gen María”, dijo. “Pues si eres la Virgen, ¿por qué
no devuelves la vista a mi padre?, vuelve a preguntar
Erminda. “Lo haré -responde la Virgen- siempre y
cuando os convirtáis al cristianismo”. Y, en efecto,
una vez cristianados, Jayón volvió a ver, que en agra-
decimiento, ordenó erigir una ermita a la Virgen en
un lugar cercano a donde ocurrieron las apariciones.
Pero cuanto se levantaba durante el día, aparecía
derrumbado al siguiente. Esto asustó a Jayón, que
intentó huir, pero cuando pretendía atravesar la Ri-
bera del Ara, el agua se lo impidió. Consultó enton-
ces a la Virgen, quien le dijo que el templo debía
erigirse junto a la encina de las apariciones. Y así se
hizo, con ayuda de los vasallos de Jayón, conversos
igualmente3.

La Virgen de los Antolines, patrona de Guijo de


Galisteo, fue hallada en el tronco de una encina des-
gajada por un vendaval. Según la leyenda, un pas-
tor que cuidaba sus ganados encontró en el interior Virgen de los Antolines (Guijo de Galisteo)

3 Para más información sobre la Virgen del Ara y su leyenda, ver Leyendas fuentelarqueñas, de Manuel Vilches.

Edición digital. Nº 358 24 José Luis Rodríguez Plasencia


de la encina la figura de una
dama -que él confunde con
una muñeca- y sin sospechar
que se trata de la Virgen, la
lleva a su chozo para dársela a
su mujer. Pero, como en otras
apariciones marianas, la ima-
gen retorna al lugar de su apa-
rición, en la finca de Los Anto-
lines. Así una y otra vez, hasta
que la mujer sospecha que
se trata algo relacionado con
la Virgen, de ahí que acuda a
las autoridades eclesiásticas.
Éstas acuerdan preservarla de
momento en el interior de la
encina en tanto se le edificaba
Ermita de los Antolines (Guijo de Galisteo)
una ermita.

En Montehermoso tienen también una leyenda relacionada con la aparición de la Virgen de Valde-
fuentes por los primeros habitantes de esta localidad del norte cacereño en las proximidades de un
lugar conocido como La Atalaya. Según los entendidos en arte, esta efigie de unos sesenta centíme-
tros, es probablemente una de las más antiguas de Extremadura y presenta en la espalda un hueco,
característica propia de aquellas imágenes que eran llevadas por los ejércitos en sus campañas.

Ntra. Sra. de Valdefuentes (Montehermoso)

Edición digital. Nº 358 25 José Luis Rodríguez Plasencia


Nuestra Señora de la Encina es la patrona de Pozuelo de Zarzón. Según la tradición, fue encontrada
en el hueco de una encina donde -para evitar su profanación- la habían ocultado los caballeros templa-
rios cuando ante el empuje almohace se vieron obligados a retroceder hacia tierras más septentriona-
les, abandonando algunas de sus posesiones en la Transierra. La imagen, que se venera en la ermita de
Santa María, fue traída a estas tierras por la Orden desde Astorga, donde se reverenciaba otra de igual
advocación, encontrada también, curiosamente, en el hueco de una encina. Más adelante, cuando las
tropas cristianas reconquistaron estas tierras, el monarca leonés Alfonso IX, no se las entregó a los
templarios, sino a los calatravos, de modo que el lugar de Pozuelo pasó a depender de esta Orden.
Y fue en entonces cuando la imagen se encontró en el hueco de la encina -de ahí su nombre-, donde
había sido ocultada por los templarios.

En Arroyomolinos de Montánchez la encina jugaba también un importante papel en el culto a la


Virgen de la Vera. Según me informa Emilia Pérez -Presidenta de la Cofradía de los Santos Patronos
Virgen de la Consolación y San Sebastián- la imagen de Aquélla es llevada en procesión a una ermita
situada en la dehesa boyal. Antiguamente, cuando no tenía capilla, colocaban la imagen en el trono
de una encina. El carro donde llevan la imagen, como los demás que lo acompañan, va adornado con
flores y retamas albares, retamas que igualmente portan los romeros.

Mi informante me refiere también que no existe tradición alguna sobre una posible aparición de la
Virgen, aunque por el hecho de que la imagen fuese instalada en el tronco de una encina y que en la
romería menudeen flores y retamas recelo que antaño debió existir al menos un culto dendrolátrico
hoy perdido

Mas la encina no es el único árbol que ha servido como púlpito donde manifestarse la Virgen. Así,
en Manchita, poblado badajocense de las Vegas Altas del Guadiana cuentan una leyenda parecida a
la de Guadalupe. Se dice que allá por el siglo xv, la Virgen se apareció a un vaquero sobre un olivo,
erigiéndose en aquel lugar una iglesia bajo la advocación de María Santísima de la Mancha, aunque
más tarde esta consagración se cambió por la de Nuestra Señora de la Navidad o de la Asunción, que
hoy es la patrona del pueblo que, a partir del siglo xviii cambió su primitivo nombre de Mancha por el
actual de Manchita, a causa de su poca población. “Algunas fuentes mencionan el núcleo como exis-
tente ya en el siglo xiii, lo que parece cierto, siendo lo más probable que la leyenda de la aparición de
la Virgen se refiera a la reconstrucción de una nueva iglesia sobre otra anterior”. (Pueblos y paisajes
para andar y ver II: 494).

BIBLIOGRAFÍA
Domínguez Moreno. J. Mª (2009). Despoblados extremeños: mitos y leyendas. Revista de Folklore, nº 342. Valladolid.

Frazer. J. G. (1981). La rama dorada. (Traducción de E. y Tadeo I. Campuzano). Fondo de Cultura Económica. Madrid.

Moreno de Vargas, B. (2001) Historia de la ciudad de Mérida. Biblioteca Municipal. Décima reedición, Mérida.

Pueblos y paisajes para andar y ver. Tomos I y II. (1994). Coleccionables HOY. Diario de Extremadura. Badajoz.

Vilches Morales, M. (2009). Leyendas fuentelarqueñas. Edición propia. Sevilla.

Edición digital. Nº 358 26 José Luis Rodríguez Plasencia


A
Apariciones marianas en Extremadura (iii)
José Luis Rodríguez Plasencia

A
l principio de este trabajo -Revista nº 357- indiqué de pasada que el hallazgo de algunas
imágenes marianas estuvo relacionado directamente con toros -caso de la mayoría de
las Vírgenes Negras- o con bueyes. Así, el toro, símbolo solar fecundador por excelencia
y arquetipo de la potencia viril en las religiones mistéricas, se bastaba por sí mismo para
encontrar y extraer de la tierra la imagen religiosa, símil de lo femenino, a la que fecun-
da como dios Sol que era. El buey, toro castrado, en cambio, necesitaba agenciarse de una alegoría
fálica, la reja del arado, el hierro que al penetrar en la tierra abría los surcos que habían de recoger
la simiente que, al fructificar, se convertiría en nueva vida. Además, en este caso, no es el agricultor
quien guía a los bueyes, sino que son éstos los encargados de tutelar a aquél para que se produzca
el descubrimiento.

Volviendo al toro, puede decirse que no iríamos demasiado lejos si reconocemos en el sacrificio del
toro en la antigüedad el sacrificio de un dios que se entrega por el hombre, en el sentido que tienen
los mitos fundadores de la agricultura y de la recuperación de la naturaleza ‘invernal’ o yerma, cerra-
da, del paleolítico; de un dios que no obstante ser trascendente, se mete en la tierra para fecundar y
producir el alimento físico y espiritual necesario para el hombre ya desde el Neolítico. Así, en el mito
de Osiris, el dios, que descendió del cielo para adoctrinar a los egipcios en el cultivo de la tierra, es
muerto y enterrado como simiente y resucita como grano de trigo, de cebada o como fruto de la vid.

Sin embargo, esta transcendencia espiritual osiríaca; la comunión con el dios que los seguidores
cretenses de Dionisos conseguían despedazando un toro con sus propios dientes para comer su carne
y beber su sangre, a sabiendas de que estaban ingiriendo a su propio dios, y por tanto, divinizándo-
se; el derramamiento de la sangre de un toro en el taurobolio mithraico para revitalizar al mundo y
al hombre, un nuevo nacimiento por el bautismo con la sangre… nada de eso parece desprenderse
de las leyendas marianas relacionadas con toros o bueyes que corrieron por Extremadura en tiempos
pretéritos. En todas ellas, y por el tiempo en que se surgieron, se aprecia el deseo de cristianizar, de
lograr la unidad religiosa en unas tierras donde cristianos, mudéjares y judíos convivían en un inestable
equilibrio. Otra cosa debió de ser el primitivo culto a las Isis, a las Vírgenes Negras, que los templarios
y cistercienses dedicaron a estas herederas de la Madre Tierra, las Venus del Neolítico…

Una relación toro–agua–imagen mariana la tenemos en Nuestra Señora del Puerto, patrona de
Ahigal. Según cuenta una piadosa leyenda, el hijo del vaquero acude, como cada día, a la Dehesa de
Valverde, en el término de la localidad. El zagal viene observando el extraño comportamiento de unos
toros que se suben a unos peñascales que hay junto al arroyo Palomero. Movido por la curiosidad y
la persistencia de los animales en tan extraño proceder, decide aproximarse y ver de cerca qué les
impulsa a obrar de ese modo. Una vez en lo alto de aquellos canchales se produce la aparición: la
Virgen le comunica que bajo sus pies se halla su imagen, junto con peculio suficiente para erigirle una
ermita en el mismo lugar.

Nuestra Señora de los Santos es una imagen gótica de la segunda mitad del siglo xiv -con añadi-
do posterior de cabeza y manos- que se venera en Aldeacentenera, en la ermita de otra advocación

Edición digital. Nº 363 33 José Luis Rodríguez Plasencia


mariana: Nuestra Señora de la Roca, un edificio moderno que sustituye a una fábrica anterior. Una
leyenda local dice que la Virgen se aparecía de forma reiterada a un vaquerillo del Marqués de Riscal
en el cerro del Bote para pedirle que le erigiesen un lugar de culto. “Para que no quedaran dudas de
la veracidad del milagro, la Virgen de los Santos mostró su poder al aprisionar en la hendidura de una
roca, que aún enseñan los devotos, las pezuñas de un toro encabritado que perseguía al joven pastor”
(Pueblos y paisajes… p. 198-I).

Otra versión habla de unos espinos que florecieron en pleno invierno. Sorprendido el vaquerillo por
tan insólito suceso se acercó al lugar para descubrir que aquéllos

envolvían a una imagen de la Virgen, que le habló para pedirle que se le erigiese allí un templo
donde ser venerada. Corrió el zagal al pueblo y contó el prodigio. Los vecinos acogieron con gozo y
júbilo la noticia y se dispusieron a cumplir el divino encargo. Mas cuando se dirigían al lugar para iniciar
la obra, uno toro bravo escapó de la vacada y embistió contra el muchacho, que a duras penas logró
encaramarse en lo alto de un peñascal perseguido por el astado. Pero, ¡oh providencia divina!, una de
las patas del animal quedó aprisionada en la hendedura de una roca -o clavada en ella- inmovilizán-
dolo y permitiendo que el vaquerillo se pusiera a salvo. Y dicen, como en la versión anterior, que aún
puede verse la marca de la pezuña en la roca…

Mas si ambas versiones la contrastamos con lo dicho más arriba, puede emitirse una tercera ver-
sión, más acorde con las apariciones donde intervienen animales: que en este caso concreto de Aldea-
centenera el toro no interviene directamente en el descubrimiento, sino que al embestir al vaquerillo
lo dirige hacia las rocas, propiciando así que éste realice el hallazgo.

Almendralejo no tiene una, sino dos versiones sobre el hallazgo de Nuestra Señora de la Piedad. La
primera hace referencia a unos campesinos que mientras cavaban con sus azadas en las proximidades
de donde hoy se levanta la ermita, oyeron una voz quejumbrosa que salía de la tierra, implorando pie-
dad. Impresionados por lo que consideraban un fenóme-
no inexplicable, removieron la tierra, poniendo al descu-
bierto una imagen femenina que uno de los campesinos
se llevó a casa. Pero la imagen desapareció durante la
noche para retornar al lugar donde había sido encontra-
da, siguiendo así la pauta de otras apariciones marianas.

La segunda versión de la leyenda se vincula directa-


mente con bóvidos. Ahora es la reja de un arado tirado
por bueyes la que se engancha a la imagen y la arrastra,
para que, como en el caso anterior, la talla grite angus-
tiada demandando piedad. Este suceso aconteció allá
por el siglo xvi, cuando unos campesinos roturaban la
zona que ocupa el actual santuario mariano. Hay quien
asegura que en ese lugar hubo restos de un templo ro-
mano anterior.

El descubrimiento de Nuestra Señora de Cabezón,


patrona de Cañaveral, y la adjudicación a una localidad
u otra fue motivo de polémica de este pueblo con el
vecino de Holguera. Polémica que se dará igualmente
entre Gargüera y Tejeda de Tiétar respecto a la Virgen
Ntra. Sra. de Cabezón. Cañaveral de la Torre.

Edición digital. Nº 363 34 José Luis Rodríguez Plasencia


En Holguera cuentan que un vaquero de esta localidad cuidaba en la dehesa de Cabezón, aledaña
al Puerto de los Castaños, término municipal de Cañaveral, donde se cree que alrededor del siglo
xiii existieron restos templarios, la vacada de un vecino cañaveraliego. Dicho vaquero, como en otros

casos parecidos, se sintió sorprendido por la tendencia de uno de los toros a abandonar cada tarde
la manada y dirigirse a un lugar determinado, cubierto de maleza y próximo a un arroyo de aguas
que hoy se tienen por salutíferas. Una vez en el lugar su pasmo fue mayúsculo, pues entre las breñas
aparecía una imagen que no dudó en identificar como la Virgen. Eufórico, el gañan cargó con la efigie
y se dirigió a Holguera con la esperanza de que fuese aceptada y venerada por sus convecinos. Sin
embargo, los lugareños de Cañaveral no aceptaron esa opción y reclamaron la imagen alegando que
había sido encontrada en su término municipal y en una fincha propiedad de un vecino de la locali-
dad. La polémica estaba servida y parecía no tener fin. Hasta que las autoridades de uno y otro lugar
propusieron que fuese la misma Virgen quien dirimiera la porfía, así que pidieron al vaquero autor del
hallazgo que se dirigiese a la Virgen y le designara dónde quería quedarse definitivamente. Así se hizo
y la imagen señaló la lima que llevaba en su mano. La decisión estaba clara. La Virgen se decidía por
Cañaveral que en aquellos tiempos era conocida como Cañaveral de las Limas1.

Sobre Nuestra Señora de la Soledad o de la Dolorosa cuentan en Casatejada que pocos años
después de ser fundado el lugar como Aldea Chamiza, llegó una carreta tirada por bueyes camino
de Plasencia. Transportaba una imagen de la Virgen que cierta familia placentina había adquirido en
tierras toledanas. Pero al llegar a la aldea -según una versión- los bueyes se detuvieron y por más
que los obligaron, no consiguieron que se moviesen un ápice del sitio, circunstancia aceptada por los
lugareños como señal inequívoca de que la Virgen quería ser honrada allí. Entre cantos y vítores la
transportaron hasta el templo parroquial, más la imagen volvió -según dicen- por su propio pie hasta
donde se detuvo el carro, motivo por el cual fue calificada de Andariega. De ahí que se erigiese la
ermita en aquel sitio.

Una segunda versión cuenta que en el momento de pasar por el lugar cayó una tromba de agua
tan grande que la carreta quedó atollada, siendo imposible continuar la marcha, pues el camino era
un completo pantano de agua y lodo. Aunque el tiempo cambió al cabo de los días y el terreno que-
dó seco, por más esfuerzos que se hicieron fue imposible que los bueyes arrancasen. Suceso que fue
interpretado como en el caso anterior.

A esta Virgen se le atribuyen al menos dos milagros, relacionados con lluvias y tormentas. El pri-
mero habla de una niña que se perdió en el monte, donde fue sorprendida por una fuerte tempestad
de viento y lluvia. Asustada, se cobijó bajo una frondosa encina donde milagrosamente una misteriosa
señora la cobijó con su manto, a la vez que la tranquilizaba diciéndole que no iba a pasarle nada.
Mientras, los padres de la pequeña, al ver que no regresaba, habían reunido a familiares y vecinos para
echarse al monte en su busca. Mas como la tormenta arreciaba y la oscuridad resultaba infranqueable,
les fue imposible continuar, de ahí que, angustiados, debieran cejar en su empeño. La búsqueda pro-
siguió al día siguiente hasta que hallaron a la criatura junto a la encina, suceso que padres y familiares
tuvieron como inexplicable, pues la noche anterior habían pasado por aquel lugar varias veces. Y, ¡oh
maravilla!, la niña estaba completamente seca, de ahí que al preguntarle su madre por tan anómala
circunstancia, ella contase cómo una hermosa mujer la había protegido con su manto durante toda
la noche. Una vez en el pueblo, madre e hija decidieron acudir a la iglesia para dar gracias a Dios por
tan feliz desenlace. Fue entonces cuando la pequeña fijó su mirada en la imagen de la Soledad y no le

1 El hecho de que ciertas imágenes, como esta de Cabezón, la de la Torre, de Tejeda de Tiétar o la de la Granada,
de Llerena muestren en alguna de sus manos alguna fruta -manzana, lima, naranja, granada …- se ha interpretado como una
alegoría de la fertilidad, entroncada con cultos paganos adscritos a Gaia, la Madre Tierra.

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cupo la menor duda: ella era la mujer que durante la tormenta cubrió con su manto. Intrigada la madre
por cuanto su hija decía, tocó el manto de la Virgen: estaba completamente empapado de agua.

El segundo suceso cuenta que cierto día, cuando el sacristán encargado de cuidar la ermita acudió
a ella para adecentarla, se sorprendió al ver que la imagen no estaba ni en su altar ni en ninguna otra
dependencia del santuario. Corrió muy preocupado al pueblo y dio cuenta de la desaparición tanto
al párroco como a las autoridades locales, que volvieron con el rapavelas para confirmar lo sucedido.
Mas su asombro fue grande cuando vieron que la imagen estaba de nuevo en el lugar acostumbrado,
aunque, eso sí, completamente empapada de lluvia. Tan extraña contingencia fue motivo de mil co-
mentarios en la aldea y nadie parecía encontrar respuesta a suceso tan inexplicable hasta que, tiempo
después, aparecieron por el lugar unos marineros naturales de Casatejada que venían para agradecer
a su patrona que durante una tempestad en alta mar les hubiese arropado con su manto, acompa-
ñándoles felizmente a tierra firme. Hechas las indagaciones oportunas pudo comprobarse que este
suceso coincidía con la fecha en que la imagen desapareció de su ermita. De ahí que se la moteje de
Andariega, según se recoge en una copla local:

Un sacristán a la Virgen
Andariega la ha llamado,
porque fue a lejanas tierras
para obrar un gran milagro.

Esta leyenda guarda paralelismo con otra que


circula en Cilleros en relación con su patrona, la
Virgen de Navelonga. Según cuenta, la nave que
transportaba a unos cilleranos -no se especifica
número, aunque normalmente se cree que eran
dos- hacia las recién descubiertas tierras america-
nas, atraídos por las quimeras que corrían sobre
aquellas latitudes, sufrió los embates de una terri-
ble tempestad que desarboló y hundió el navío.
Los cilleranos lograron asirse a un madero que
les sirvió de sostén para llegar sanos y salvos a la
costa, guiados por la silueta de una figura celes-
tial que ellos identificaron con la Virgen María. De
regreso a Cilleros -tampoco se sabe si a raíz del
naufragio o años después como indianos más o
menos ricos- erigieron a sus expensas una capilla
o ermita bajo la advocación de Navelonga -Nave
longa=nave larga-, de ahí que la imagen sea saca-
da en procesión en unas andas sobre las cuales va
un estrado en forma de nave..

Aunque tal vez no se tratase de dos o más


náufragos, sino de uno, que regresaba de Améri-
ca. Y alcanza que pueda aplicársele hasta nombre
y apellidos. No quiero decir con ello que la leyen- Ntra. Sra. de Navelonga (Cilleros)
da sea verdadera, pero sí que en el en el Libro de
Visitas del Comendador de la Orden de Alcántara, de 1619, se alude de un tal Alonso Santos Perulero,
que fundó una obra pía para casar huérfanas… La noticia carecería de importancia si no fuese porque

Edición digital. Nº 363 36 José Luis Rodríguez Plasencia


perulero, se aplicaba a los españoles que habían emigrado a América, y más concretamente a Perú, y
que volvieron a España tras haber hecho fortuna. Personaje que, por qué no, pudo sufrir un naufragio
y salvarse.

Otra versión, menos conocida en el pueblo es que la Virgen se apareció a un pastor… ¿Acaso pla-
giando la aparición de la peraliega Virgen de la Peña?

Otra historia que corre en relación con esta imagen es que cuando las tropas napoleónicas llegaron
a estas tierras, precedidas de una fama de salteadores y atropelladores de vidas y haciendas, los de-
votos de Navelonga, ante el temor a que fuera profanada o robada, ocultaron la imagen -junto con las
restantes existentes en la iglesia parroquial y las ermitas- en una finca del Cuarto de los Santos entre
los términos de Moraleja y Cilleros. El lugar exacto se desconoce, de ahí que a pesar del tiempo trans-
currido la imagen no haya sido devuelta a su primitivo camarín, aunque también pudo ser rapiñada por
las huestes francesas u otra persona, ya que la actual imagen en candelero que se venera en la ermita
no se corresponde en absoluto con la que describe el visitador de la Orden de Alcántara. Porque, sino,
¿cómo es que el resto de las imágenes volvieron a sus respectivos camarines una vez pasado el peligro
francés y la de Navelonga, no?

De nuevo nos hallamos con una doble exégesis en la


aparición de Nuestra Señora de la Jarrera, patrona de
Mirabel. Unos dicen que la imagen fue desenterrada por
un campesino cuando araba en el campo con sus bueyes.
¿O fueron éstos quienes guiaron al agricultor hacia el lugar
justo donde estaba celada la efigie? Lo cierto fue que la
reja se enganchó en algo duro impidiéndole seguir con su
labor y que cuando al fin logró que los animales superasen
el obstáculo, quedó al descubierto una vasija, en cuya asa
se había enganchado. Al mirar en el interior de la jarra el
campesino encontró la imagen de la Virgen, que por ello
fue acogida bajo la advocación de la Jarrera, aunque hay
quien dice que el apelativo no deriva de jarra, sino que es
una distorsión lingüística de Herrera, nombre de la finca
donde se produjo el hallazgo. Ésta es la versión más acep-
tada. Otra tradición relata que fue un pastor el protago-
nista del suceso. Un día, mientras estaba en el campo cui-
dando su ganado, descubrió una planta muy bella que le
era desconocida y pensó llevársela a casa para replantarla.
Mas para ello tenía que desplazar una gran roca. Cuando
al fin consiguió su objetivo, descubrió en el hueco que el
La Jarrera (Mirabel)
pedrusco había dejado una imagen de la Virgen con su
Niño en brazos. Las autoridades decidieron edificarle una ermita en un lugar distinto al del hallazgo,
más próximo a la aldea, pero, cada vez que se iniciaban las obras, desaparecían de allí las herramientas
de los albañiles y aparecían junto al lugar del hallazgo, suceso que -como en otras apariciones maria-
nas- fue interpretado como que era allí donde debían iniciar la capilla.

Otras dos versiones tratan de explicar también la aparición de Nuestra Señora de la Torre en el
pueblo de Gargüera. La primera narra cómo un toro que pastaba en la dehesa de los Paniagua, en el
término municipal de esta localidad verata, se alejaba a diario del resto de la manada, para seguir de
modo invariable en una misma dirección. Movido por la curiosidad ante reiteración tan sorprendente,

Edición digital. Nº 363 37 José Luis Rodríguez Plasencia


el vaquero optó por seguirle hasta un punto concreto del campo, donde se inclinaba reverentemente
permaneciendo estático junto a una pequeña imagen que él mismo había desenterrado con sus pezu-
ñas de junto a la base de una encina. Se trataba de una imagen del siglo xiii, que sostenía al Niño en
su mano izquierda, mientras en la derecha presentaba una manzana o naranja, y que recibió la advo-
cación de Nuestra Señora de la Torre por la atalaya que los Paniagua habían erigido junto a la ermita,
en el prao de la ermita. Una segunda versión cuenta cómo un agricultor que roturaba aquellos parajes
con una yunta de bueyes, descubrió la imagen en el lugar en que posteriormente se erigiría la capi-
lla, donde le rindieron culto hasta principios del siglo xix, tanto los vecinos de Gargüera como los de
Tejeda de Tiétar, que acudían en romería el segundo y el tercer domingo de Pascua de Resurrección,
respectivamente. “La fuerte devoción hacia esta Virgen en el segundo de los pueblos, señala Domín-
guez Moreno, (Animales guía en Extremadura I, p. 185), se hacía patente a través de una pujante co-
fradía entre cuyas propiedades se contabilizaban ‘Resses Bacunas’ que pastaban por los alrededores
de la ermita”. Así no es de extrañar -como añade Domínguez Moreno- que la propia Virgen, cuando el
santuario comenzó a ser abandonado por los de Gargüera y a amenazar ruina, optara por trasladarse
a Tejeda, desapareciendo una y otra vez de la iglesia de Gargüera, adonde los gargüereños, que se
consideraban sus legítimos dueños, habían llevado para, teniéndola a buen recaudo, evitar nuevas
desapariciones. Estas repetidas fugas nocturnas y apariciones mañaneras en el templo de Tejeda fue-
ron definitivamente consideradas como un claro deseo de la Virgen de permanecer definitivamente en
el templo de este último pueblo.

En Serrejón tienen como patrona a la Virgen de la Oliva, que fue encontrada en la finca de igual
nombre. Mas cuando se trató de transportarla al templo parroquial los bueyes encargados de arrastrar
la carreta cayeron de rodillas, haciendo inútiles cuantos esfuerzos se hicieron para moverlos. Actual-
mente la Virgen se encuentra en la ermita de San Antonio, pues la ermita erigida para conmemorar su
aparición se halla en ruinas.

Según cuenta la conocida leyenda vinculada con Santiago, éste se apareció sobre un blanco corcel
para conducir a las tropas cristianas a la victoria en la batalla de Clavijo. Esta fantasía heroica, desmiti-
ficada por historiadores serios, tiene algunos paralelismos en cuanto a revelaciones marianas en Extre-
madura se refiere. Ahora no es Santiago, sino la Virgen, quien de una forma u otra ayuda o estimula el
ardor combativo de los beligerantes extremeños o castellanos -que lo mismo daba entonces- en sus
lides con los musulmanes invasores hasta conseguir la victoria.

Así, una tradición popular de Alburquerque narra, que en un lugar cercano al santuario de su patro-
na, la Virgen de Carrión, conocido como Cerro de los Castillejos, donde existen aún restos de fortifica-
ciones, tuvo lugar una batalla entre el general Carrión y los musulmanes, que fueron vencidos gracias
a la intervención mariana. Como memoria de tan glorioso suceso la localidad erigió un santuario en su
nombre, concediéndole a la Virgen, además, el título honorario de General, de ahí que desde enton-
ces la imagen porte un bastón de mando y la faja de distintiva de los generales, faja que al parecer le
fue impuesta el 8 de septiembre de 1961 por el laureado Teniente General don Miguel Rodrigo.

El nombre de Carrión se asociaba a D. Alonso Téllez de Meneses porque su familia era poseedora
de la Villa de Carrión de los Condes de Palencia. En una biografía suya, al hablar de este período de
la historia, se menciona la ayuda que la Iglesia local, en nombre de Nuestra Señora la Virgen María,
prestó a los oficiales en su lucha contra los moros.

Mas, Lino Duarte (Las devociones de mi pueblo, que junto con otros datos aportados por Mariano
Bejarano y Centeno -El pensamiento en un día de rogativa- y Luis Martínez Terrón -Fantasía histórico-
literaria a una Virgen Campesina. Origen de la devoción a Santa María de Carrión)- que Eugenio López
Cano recoge (Alminar, nº 17, pp. 24-25), refuta dicha leyenda, manifestando que “Carrión existe casi

Edición digital. Nº 363 38 José Luis Rodríguez Plasencia


desde la fundación de Alburquerque por los siglos xii o xiii”. Además, “por aquellos años no había ge-
nerales, y en el siglo xii ya estaba Badajoz unido a la corona de Castilla, y por tanto, su territorio libre
de moros”. Y añade que en el siglo xiii la faja no era prenda de uniforme “ni atributo de los generales”.
Sí existió allí, según cuenta más adelante, una batalla en la que los portugueses fueron derrotados
por las tropas de don Alonso Sánchez, primer señor que fue de la Villa de Alburquerque. Y en efecto,
tal vez hubo una batalla entre moros y cristianos ganada por éstos; que en recuerdo de aquélla, de
la que queda poca memoria, se erigió en templo en honor a la Virgen, que adquirió el determinante
posterior de Carrión al identificársela con el título del supuesto o real general en jefe de las tropas
triunfadoras. También pudo ser que el tiempo, que no tiene memoria, unificase la batalla contra los
portugueses con la posible contra los musulmanes, a quienes durante siglos se achacaron todo tipo
de males y de vicios por todas estas tierras, donde el calificativo impío era el apelativo más suave…
Que en el siglo xiii no hubiera generales o que en esa época la faja no fuera prenda del uniforme son
simples extrapolaciones históricas dedicadas a acercar más los hechos a los tiempos modernos, donde
sí había generales y sí usaban fajas y donde ya era común conceder a una Virgen o a un santo patrón
el título de General o Generala, de Alcalde o Alcaldesa Mayor de tal o cual ciudad, a la vez que se le
entregaba el bastón de mando o las llaves de tal ciudad o pueblo. Habría que pensar, pues, con don
Lino que en este caso concreto de Alburquerque, como en otros muchos más o menos conocidos de
la Comunidad extremeña, que “la leyenda y la historia se confunden”.

Más atrás, al tratar de las manifestaciones marianas sobre encinas mencioné la visión que tuvo el
pagano conde Pelagio que, una vez arrepentido y converso contrajo santo matrimonio con la cristiana
Leticia bajo la encina de las apariciones.

Pues bien, en Arroyo de la Luz, antes del Puerco, corre otra leyenda paralela a la anterior, que aca-
bó por fijar tanto el determinante de su patrona como el del pueblo mismo. Se dice que junto al lugar
donde hoy se levanta el santuario, en las proximidades de un pozo conocido popularmente como
Matanza, en las inmediaciones del arroyo Matanzas, tenía lugar una contienda entre moros y cristia-
nos. Como la tarde caía y se avecinaba la noche, que imposibilitaría culminar una rotunda victoria de
las armas cristinas contra las agarenas, sobre una encina -denominada La Bandera-, surgió de repente
una aparición virginal con dos velas encendidas, velas que dieron suficiente luz -de ahí el nombre de
la Virgen- para conseguir el deseado triunfo sobre un enemigo que huyó despavorido ante tan inusual
presencia.

Semejante a esta aparición es


la que protagonizó la Virgen de
Tentudía, patrona de la comarca
de igual nombre y de las localida-
des de Calera de León, en cuyo
término municipal se encuentra
el monasterio donde se venera, y
de Monesterio. Cuenta la leyen-
da que durante la Reconquista, al
intentar cruzar los cristianos estas
tierras camino de Sevilla, los re-
yezuelos musulmanes asentados
en la Sierra de Tudía se unieron
para cortarles el paso. Sobrevino
el combate que poco a poco se
fue poniendo a favor de las tro- Monasterio de Tentudía. Calera de León

Edición digital. Nº 363 39 José Luis Rodríguez Plasencia


pas cristianas. Mas, como decaía la tarde y la oscuridad
se venía encima y la batalla se alargaba, don Pelayo o don
Pelay Pérez Correa, Maestre de la Orden de Santiago, de-
tuvo su caballo y pie en tierra, se dirigió de este modo a la
Virgen: “¡Santa María detén tu Día!”. Y la Virgen atendien-
do a su plegaria detuvo por unas horas el Sol, dando tiem-
po a las tropas cristianas para culminar con éxito la batalla.

La actual imagen data del siglo xviii. Se encuentra en el


Monasterio de Tentudía, en el punto más elevado -1100
metros- de la provincia de Badajoz; donde don Pelay man-
dó erigir una ermita que conmemorara el suceso.

Al mismo maestre santiaguista le cupo el honor de


recibir una segunda ayuda celestial. Según la leyenda el
origen de Santa María de Nava -también llamada Hoya de
Santamaría- se vincula con otra batalla de las muchas que
don Pelay tuvo que lidiar contra los invasores africanos. En
este caso el prodigio consistió en la entrega al caballero
por parte de Nuestra Señora, La Zapatera, “de una lezna
con su hilo para que reparara las riendas del caballo, que
con el fragor del combate se le habían roto, impidiéndole
dirigir a sus guerreros hasta la victoria” (Pueblos y Paisa-
jes, tomo II, p. 448).
La Zapatera. Sta. Mª de Nava

También la aparición y la
ayuda de una Virgen en otra
contienda, en este caso Nues-
tra Señora del Prado, patrona
del Casar de Cáceres, motivó
la construcción de un santua-
rio a ella dedicado. Cuando
mayor era el ardor combativo
de ambos ejércitos, y cuan-
do más apretaba el calor, la
Virgen mantuvo frescos a los
campeones cristianos lleván-
doles cántaros de agua desde
el conocido como Pozo de la
Virgen, que en aquel prado
existe. Con ese alivio celestial
los soldados pudieron man-
tener una lozanía y un frescor
combativos que acabaron por Ntra. Sra. del Prado. Casar de Cáceres
desarmar al enemigo.

Nuestra Señora de la Granada, patrona de Llerena, apareció también cuando las tropas cristianas,
que trataban de conquistar la ciudad, se hallaban en un momento crítico de desánimo. Ante la fuer-

Edición digital. Nº 363 40 José Luis Rodríguez Plasencia


te resistencia que los árabes
oponían a los asaltantes, la en-
trada a la plaza resultaba cada
vez más difícil. Cundió la impo-
tencia entre las tropas santia-
guistas, mas cuando iniciaban
la retirada apareció ante ellos
una imagen de la Virgen, que
portaba en la mano una grana-
da, como símbolo de unidad.
Tal visión enardeció su espíritu
combativo y, sacando fuerzas
de flaqueza, arremetieron con
tal ímpetu contra las murallas
y sus defensores que la ciudad
Iglesia de la Granada. Llerena no tardó en rendirse.

Igual ímpetu combativo manifiesta Nuestra Señora de la Victoria, patrona de Trujillo, que se apare-
ce a las tropas cristianas sobre las almenas del castillo, que seguía en poder musulmán, para dar ánimo
a los sitiadores en su empeño de reconquistar la ciudad, empresa que consiguieron prontamente
gracias al estímulo recibido de la �������������������������������������������������������������������
virginal aparición. Esta imagen, que algunos consideran negra erró-
neamente, según me comenta José Antonio Ramos Rubio -Cronista Oficial de Trujillo- tuvo una restau-
ración en el año 1984 y el restaurador le dio una policromía oscura en la tez. Y Ramos Rubio añade que
nunca ha estado en el castillo. “Estuvo en la ermita de La Coronada, de ahí su nombre, ermita templa-
ria desde 1274 (dintel de la ermita) hasta 1809, fecha en la que se trasladó a la parroquia de Santiago
y, posteriormente, en el año 1993, se bajó a la iglesia de San Martín, donde aún está. Sí es románica
y uno de los mejores ejemplos medievales románicos que quedan en la Extremadura del siglo xiii”.

Además de las leyendas marianas recogidas, agrupadas en contenidos parejos, en Extremadura


perduran otras tradiciones que, salvo los casos de Pinofranqueado en Cáceres y Talavera la Real en
Badajoz, no se adaptan a los parámetros de los casos hasta ahora mencionados.

Así, en la localidad hurdana de Pinofranqueado son las mulas que tiran del carro que transportaba
la imagen de una Virgen, las que deciden el lugar donde ha de rendírsele culto.

Eva Martín, desde Azabal, me informa que según una antigua tradición que circula por la comarca,
dicha Virgen se veneraba antaño en el hoy derruido convento franciscano dedicado a Nuestra Señora
de los Ángeles, próximo a la alquería de Ovejuela, en el nacimiento del río de los Ángeles, junto a la
titular de la abadía.

No consta en los archivos de la memoria hurdana ni en los registros parroquiales las circunstancias
o motivaciones que indujeron a las autoridades eclesiásticas a sacar la imagen rumbo a esa ciudad
importante -tal vez Coria, tal vez Plasencia…- que menciona la leyenda… Lo cierto es que cuando
la carreta que la trasladaba llegó a Pinofranqueado, los mulos se detuvieron junto a una encina y no
se movieron más, a pesar de los denuestos del carretero y de los golpes que les propinaban. Este
hecho fue al fin interpretado como un designio divino indicativo de que la Virgen quería permanecer
en aquellos lugares para seguir velando por sus habitantes. Así que se le erigió un templo donde ser
venerada bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encina, advocación con visos dendrolátricos si
se tiene en cuenta el lugar donde curiosamente fueron a detenerse las mulas.

Edición digital. Nº 363 41 José Luis Rodríguez Plasencia


En el caso de Talavera la Real se conocen dos versiones sobre el hecho de que la Virgen de Gracia
sea venerada en esta localidad badajocense. Ambas tradiciones coinciden en una cosa: en que la Vir-
gen la llevaban a Badajoz en un carro de mulas.

Según la primera, el carretero que transportaba la imagen se detuvo en Talavera a pasar la noche
y para que no quedara a la intemperie decidieron cobijarla en la iglesia parroquial. Pero al intentar
reanudar la marcha al día siguiente, las mulas se negaron a seguir y si el carretero lograba que avanza-
sen algo a base de golpes, las mulas daban la vuela y se volvían al pueblo. La otra versión cuenta que
en esta ocasión fueron las ruedas de la carreta las que se rompieron y que cada vez que trataban de
reanudar el camino, las ruedas volvían a partirse. E incluso hay quien añade que hasta las mulas murie-
ron. Sea como fuere, lo cierto es que la imagen se quedó en Talavera para convertirse en su patrona.

El convento de Ntra. Sra. de Montevirgen, de Villalba de los Barros, se sitúa a dos kilómetros y me-
dio, junto al río Guadajira, y aunque desde muy lejanos tiempos, existía en el lugar una humilde ermita
con gran devoción a esta Virgen, las primeras noticias escritas llegadas hasta nosotros, referidas a ella,
se remontan al año 1515, en que un visitador de la villa de Aceuchal, de la orden de Santiago, indicaba
la existencia de una ermita bajo la advocación de Santa María de Montevirgen en el Ducado de Feria.

Según leyenda, la imagen apareció sobre un pilar de piedra, e intentando llevarla a la villa de Zafra
a lomos de una mula ésta reventó. Ello motivó, como en otros casos semejantes, que se abandonase
la idea del traslado por creer que era designio de la Virgen permanecer en este lugar.

El padre franciscano Juan de Trinidad, relata la aparición de esta forma: “Un agricultor que pa-
saba por allí se extrañó de una urraca volaba hacia él y saltaba sobre las piedras gritando la palabra
Montevirgen. Su curiosidad le llevó a remover aquel montón de piedras encontrando la imagen sobre
un pilar que le servía de peana; y que por esta razón, los Condes, decidieron se construyera allí una
ermita”. (Villalba de los Barros. Wikipedia. La enciclopedia libre. Internet).

En aquella primitiva y humilde ermita, vivieron numerosos religiosos de la orden de San Francisco,
haciendo vida eremítica. Uno de estos fue fray Francisco de Almería, a cuya petición, el Papa concedió
Bula de perdones para cuantos visitasen la ermita.

Acrecentándose la devoción a la Virgen, aumentaron las visitas y aunque los vecinos disponían de
un fraile santero que atendía con gran devoción y esmero la ermita, eran sus deseos, como también
los del Duque, que se edificase un convento en el lugar como, así se hizo.

En un retablo barroco de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, de Aldea del Obispo, se venera
la Virgen del Carrascal, imagen gótica del siglo xiv, en posición sedente con el Niño en el brazo izquier-
do. Según información facilitada por el Ayuntamiento probablemente fue originaria de la capilla del
palacio de campo de El Carrascal, una antigua parada en el camino a Madrid en tierras de Trujillo en
dirección a Torrecillas de la Tiesa y lugar donde oficiaba el párroco de esta iglesia. Aunque también
cuentan que apareció dentro de un arca o urna de bronce que el ermitaño mandó fundir en Trujillo
para hacer una campana que, según dicen se oía hasta Torrecilla de la Tiesa, en los propios de la er-
mita, que linda por el río Almonte. “Esta última cita parece sustentarse en una base histórica escribe
Domínguez Moreno (Las Campanas en la provincia de Cáceres: Simbolismo de identidad y agrega-
ción, pp. 184, ya que el santuario de Santa María del Carrascal, ubicado en el hoy despoblado de Mal-
partida, fue parroquia que tuvo como anejos a Aldea de Trujillo, Torrecilla y Torre Aguda”. No antes
de 1840, a causa del abandono e inseguridad de aquel lugar, se decidió el traslado de la imagen, lo
que provocó un conflicto de intereses entre Aldea de Trujillo y Torrecilla que según recoge Domínguez
Moreno se solucionó haciendo tocar las campanas parroquiales de las iglesias de ambas localidades

Edición digital. Nº 363 42 José Luis Rodríguez Plasencia


y la que más se oyese en la ermita, se quedaría con la imagen. Sin embargo, en esta leyenda no se
especifica quién encontró la imagen, ni como, ni qué prerrogativa tenía el ermitaño para disponer del
arca a su antojo y ordenar la construcción de la campana, por lo que es de suponer que la información
facilitada por el Ayuntamiento sea la más fiable.

La Virgen de la Encarnación, conocida también como Virgen de la Montaña, es la patrona de Cá-


ceres. Según una tradición que se remonta al siglo xvii, la imagen la trajo a esta ciudad un ermitaño
nacido en Casas de Millán. Este hombre recorría la comarca con una pequeña imagen mariana, pidien-
do limosnas pues tenía como misión construir una capilla para su Virgen. Y que sería la misma imagen
quien le indicaría el lugar donde debía erigírsela. Un día, mientras atravesaba la Sierra de la Mosca,
próxima a la ciudad, sintió que era aquél el lugar elegido para realizar su obra. Y así, entre los años
1621 y 1626, aprovechando los peñascos de la cumbre, construyó una pequeña cabaña y colocó a la
Virgen en un saliente de la roca. Éste seria el primer santuario que tendría la patrona cacereña. Fue
consagrada el 25 de marzo de 1625, cuando el párroco de la iglesia de Santa María dijo allí la primera
misa. Por cierto: la primera vez que esta imagen bajó a Cáceres fue el 3 de mayo de 1641. Lo hizo en
rogativa por una sequía que asolaba los campos.

Claro que también se dan algunos casos de advocaciones marianas extremeñas que no se tienen
como apariciones, sino como simples encuentros casuales. Así, por ejemplo, en las Casas del Casta-
ñar, un vecino de esta localidad, a comienzos del siglo xx, en un robledal de su propiedad, en el sitio
conocido como Fuente del Moral, próxima a los riscos de Villavieja, donde quedan restos de un castro
celta, encontró una imagen de la Virgen. Y según dicen se quedó con ella, pasando luego a sus here-
deros, sus actuales propietarios. .

Algo parecido acaeció en Ceclavín, sólo que en este caso, la Virgen del Olmo, imagen protogótica
del siglo xiii, apareció encajada en uno de los muros de iglesia, donde debió de ser embutida cuando
los ceclavineros dejaron de rendirle culto. Debe hacerse constar que el actual templo parroquial, dedi-
cado a Santa María del Olmo, sustituyó a otro del mismo siglo, del que tal vez la imagen sería titular.

En Fuente de Cantos veneran a Santa María de la Hermosa, escultura que se conoce como La Apa-
recida. Se trata de una imagen gótica de principios del siglo xiv que fue encontrada por un labrador
en el sitio que ocupa hoy su camarín, que al verla exclamó. ¡Qué hermosa!”. Y por ello comenzaron a
venerarla con ese apelativo.

En Garciaz, pequeña localidad de la comarca de Trujillo, se venera a Nuestra Señora de la Portera,


culto que pudo iniciarse hacia el siglo xiv, como consecuencia de la cristianización de un templete de-
dicado a una diosa o dios pagano que originariamente se construyó en un asentamiento romanizado.
Así opinan Emilio y Demetrio González Núñez (1986:72), quienes añaden -citando a Francisco Fernán-
dez Serrano, Las ermitas de Garciaz, Estudios dedicados a Carlos Callejo- que la emita de Nuestra
Señora de la Portera, “se trata de un pequeño recinto, que pudo ser templo romano”, o visigodo,
según otros.

Cuentan en esta localidad cacereña que la Virgen, en vista de que los garcieños no acudían a su
ermita a rendirle el culto debido, se inclinó por intentarlo en la iglesia parroquial. Así, una mañana de
invierno, cuando el sacristán acudía a repiquetear las campanas llamando a misa, se encontró en la
puerta del templo, protegida por un rucio tendido junto a ella, que supuestamente le había servido
como medio de transporte, la imagen de la Virgen. Tan maravillados y sorprendidos quedaron los
garcieños que decidieron volver a rendirle culto como Nuestra Señora de la Portera, por la forma en
que fue encontrada en la puerta principal de la parroquia. Mas estas primeras intenciones debieron
durar muy poco, pues la imagen acabó siendo arrinconada definitivamente, hasta que años después

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fue adquirida por un párroco de Herguijuela, donde ocupa un lugar destacado dentro de su iglesia. Lo
que queda de la primitiva ermita de Garciaz, a ella dedicada, se usa hoy como establo.

La ermita de la Virgen de Valverde, patrona de Valdeobispo, tiene su ermita en la finca de Valverde


-de ahí su nombre-, próxima a la calzada Vía de la Plata que atraviesa el municipio. Fue encontrada
dentro de una arquita cuando se excavó en el terreno aunque no se sabe cuándo ni por quién. Así lo
dice la canción:

Virgen Santa de Valverde,


donde fuiste parecida
en medio de aquellos montes
en una arquita metida.

Se trata de una imagen románica de madera policromada que representa a la Virgen en actitud se-
dente, con el Niño sentado sobre su pierna izquierda, bendiciendo con una mano y portando un libro
o rollo en la otra. La Virgen sostiene en su mano derecha la bola del mundo.

Según el Análisis Histórico-Artístico de Valverde de Burguillos, en el apartado de la época romana


y tardorromana, la ermita de Nuestra Señora del Valle, posiblemente un convento templario, si sitúa
junto a los restos de un edificio romano, una gran villa, con recinto sagrado, con inclusión de un po-
sible baptisterio y una necrópolis, que se ha fechado a partir del siglo iv. ¿Es por este motivo que,
según cuenta una leyenda, recogida en una web local, la Virgen se apareció “a los romanos”? Dudoso
dictamen… Aunque otros más extraños se han oído.

En Zafra, según dice la tradición, fue en el año 1428, al abrir los cimientos para la construcción del
monasterio, cuando se encontró en ellos una imagen de la Virgen en blanco alabastro, con una ins-
cripción que decía: “Santa María del Valle”. La imagen es obra del siglo xiii, pintada y dorada. Tiene el
añadido posterior de una corona barroca de plata, cetro rematado por un pájaro en la mano derecha
y en la izquierda al Niño Jesús. A sus pies muestra una media luna.

Por lo que respecta ala Virgen de los Remedios de Zahínos, sólo queda el recuerdo de que su ima-
gen aparecía reflejada en las bellotas de la encina donde se manifestó. No hay nada más.

Por último, en Oliva de la Frontera se da un caso curioso, distinto a los hasta ahora estudiados,
porque sino, ¿cómo se explica que sin mediar aparición o manifestación mariana, haya que cambiar el
emplazamiento de un templo que iba erigírsele? ¿O ha de considerarse como una simple fábula esta
leyenda? Cuentan que en el siglo xv el Conde de Feria decidió construir a sus expensas una ermita,
extramuros de la villa, en la confluencia del camino que une Oliva de la Frontera con Zahínos, dedi-
cada a la Virgen de Gracia, por la que los oliveros sentían gran devoción desde que los Templarios
introdujeron su culto en la localidad. Como la imagen templaria estaba ya muy deteriorada, el Conde
encargó otra en alabastro italiano que iría en la nueva construcción, mientras la antigua permanecería
en la pequeña iglesia que la Orden había construido dentro del pueblo.

Según me informa Ana Isabel Moreno -bibliotecaria local- las obras se iniciaron en 1498 con la ayu-
da de de vecinos de Zafra, las personas pudientes, la Iglesia y, por supuesto con la aportación vecinal.
Las obras se llevaban a buen ritmo, de modo que a finales del siguiente año, las paredes de la nave
estaban ya terminadas e iba a comenzarse la techumbre. Mas en enero de 1500, cuando los obreros
acudían a continuar con el trabajo, descubrieron que todo lo que hasta entonces levantaran, estaba
derruido. Y así, una y otra vez, a pesar de la vigilancia y otras medidas que se tomaron para descubrir
al autor o autores de tales destrozos. Hasta que el Obispo de Badajoz ante sucesos tan extraordina-
rios, donde parecía vislumbrarse una clara voluntad divina, recomendó que se cambiase el lugar para

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edificar la ermita. Y así fue como el primitivo emplazamiento se cambió al pie de un alto cerro cer-
cano a la población, donde inexplicablemente, y en repetidas ocasiones, habían aparecido ladrillos y
otros materiales de la primitiva ermita, y en cuya cima aún podían verse restos de un antiguo oratorio
templario. A partir de entonces las obras se llevaron a cabo sin ningún otro contratiempo, hasta que
finalizaron en el verano de 1515.

BIBLIOGRAFÍA
DOMÍNGUEZ MORENO, J. Mª (2008), Animales guía en Extremadura, I. Revista de Folklore, nº 330. Fundación Joaquín Díaz,
Valladolid.

DOMÍNGUEZ MORENO, J. Mª (1988). Las campanas en la provincia de Cáceres. Revista de Folklore, nº 96. Fundación Joa-
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GONZÁLEZ NÚÑEZ, E. y D. (1986). Nuestra Señora de la Torre y su ermita. Revista de Folklore, nº 72. Fundación Joaquín
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y el periódico HOY, Badajoz, septiembre.

Pueblos y paisajes para andar y ver. I. Coleccionables HOY. Badajoz, 1994.

Edición digital. Nº 363 45 José Luis Rodríguez Plasencia


A
Apariciones marianas en Extremadura (y iv)
José Luis Rodríguez Plasencia

A
l principio de este trabajo indiqué que el culto a las Vírgenes Negras se extendió por el
mundo cristiano durante la Edad Media, a lo largo de los siglos xi y xii, propagada por
templarios y cistercienses primero y por los hospitalarios después, hasta ocupar un lugar
destacado tanto en la religión como en la cultura del Occidente europeo. Y como escri-
ben Jesús Abades y Sergio Cabaco (Fuentes: Jacques Huynen. El enigma de la Vírgenes
Negras. Plaza Janés, Barcelona, 1977. Con información de Celia Acevedo. Internet) este culto no fue
más “que la adaptación a los cánones del cristianismo del culto egipcio a la diosa madre Isis como
símbolo de la tierra y la fertilidad”, cuyo precedente se encuentran en la devoción a la Mare Tierra, las
Venus del Neolítico, tal y como hicieron los griegos con Deméter, los celtas con Belisana o los romanos
con Ceres. O como el mismo Huynen escribe (El enigma de las Vírgenes Negras. Colección Otros Ho-
rizontes. Internet) en la mayoría de los antiguos relatos sagrados de la humanidad, todo en el universo
nacía siempre del encuentro y la síntesis de un principio masculino y un principio femenino. “Este es
el motivo -añade -por el que hemos notado, sin comprender siempre su profundo valor, que en todas
las religiones en las que se venera a una Diosa-Tierra, siempre aparece indisolublemente asociado con
ello un culto solar. Tanto entre los egipcios, como en el caso de los incas, los griegos o los celtas, no
hay Diosa-Tierra sin Dios-Sol, su complemento indispensable”.

La primera mención al color moreno de estas vírgenes aparece en los iniciales versículos del Can-
tar de los Cantares, (versículo 5) de Salomón, donde se dice: “Soy morena, pero hermosa, hijas de
Jerusalén”…1 ¿Y por qué el color negro? De las hipótesis emitidas al respecto, dos son las que tienen
mayores visos de verosimilitud. Una que indica que el negro es el color de la tierra que -como recogen
Abades y Cabaco- “fecundada por el sol, es fuente de toda vida, equivalente a la maternidad de la
Virgen según la religión cristiana, por obra del Espíritu Santo”. La otra que el negro era el color de
las piedras a las que reemplazaron en el culto dichos iconos marianos, pues “la adoración a la piedra
negra, activa aún en el mundo islámico, era en muchos casos para pedir fertilidad física y espiritual”. O
como símbolo de fecundidad y de fertilidad, según Huynen. Otro ejemplo de culto a una piedra negra
fue el batilo de Pessimonte, meteorito que se tuvo como centro del culto a Cibeles, la Magna Mater
frigia, traído posteriormente a Roma.

También cuenta Huynen que en el templo de Diana en Éfeso -una de las siete maravillas del mundo
antiguo- se veneraba una estatua negra de la Gran Diosa, hermana del Apolo solar, y -añade- “resulta
sorprendente descubrir que es precisamente en Éfeso, donde la Virgen María vivió tras la muerte de
Jesucristo y que hay una tradición que sitúa allí su Ascensión, denominándose en turco el lugar mismo
en que ello ocurrió ‘karatchalti’, es decir, exactamente ‘la piedra negra’”. E igualmente añade que el
color negro nunca fue dado a otra estatua que no fuera la Virgen, salvo a Santa Ana, la madre de la
Virgen, “la madre de la madre”.

Y como en los casos de apariciones de otras Vírgenes no negras ya citados, los lugares donde éstas
se manifiestan suelen asociarse a fuentes, ríos, pozos, a rocas… Lugares donde nuestros ancestros

1 Otros autores escriben negra, en vez de morena.

Edición digital. Nº 365 43 José Luis Rodríguez Plasencia


presuponían la existencia de fuerzas telúricas capaces de sanar el cuerpo o de propiciar conexiones
espirituales con la divinidad; de ahí que esos espacios concretos se tuvieran como sagrados donde
practicar no se sabe qué rituales, quién sabe si iniciáticos…2 Tal vez por ello esa fijación localista y no
otra, alejada casi siempre de las grandes rutas de peregrinaciones medievales como la de la Plata o
el camino de Santiago, a pesar de que las apariciones de Vírgenes Negras se sitúen casi siempre en
torno a estos derroteros de peregrinaje.

Y -salvo pequeñas variaciones- estas Vírgenes también son encontradas por pastores o animales en
cuevas, huecos de árboles plantas espinosas… E igualmente se oponen a ser alejadas del lugar donde
aparecieron, obligando a que sus devo-
tos les erijan allí un santuario.

Por cierto: los gitanos rinden culto


a Sara, su santa negra, porque en len-
gua romaní ella es Sara ‘la-Kali’; es decir,
Sara la Negra3.

Hecho este preámbulo, paso a tratar


de las Vírgenes Negras veneradas en
Extremadura.

Y comencemos con nuestra patrona,


la morenita de Las Villuercas, la Virgen
de Guadalupe, nombre éste que ha te-
nido numerosas interpretaciones: desde
Lupe -del latín lupinus, altramuces- has-
ta dub -en vez de lup- oso, pasando por
Guada -lup, río de los lobos-. Según
Manuel Terrón Albarrán (El nombre de
Guadalupe (I). Alminar, nº 38. Revista de
Cultura de la Institución Pedro de Valen-
cia y periódico HOY, Badajoz, octubre
1982,������������������������������������
pp. 12-13) se trataría de un antro-
pónimo referente a una persona cuyo
apellido era Lubb. Esa persona sería Ibn
Lubb -hijo de Lubb-, el lugarteniente del
célebre cabecilla rebelde de Mérida, el
muladí Ibn Marwan que peleó contra los
omeyas y fundó la ciudad de Badajoz.
Otros estudiosos dicen que Guadalu-
pejo proviene de unir la palabra árabe
wad -río- con la contracción latina lux
speculum, espejo de luz. Y Jacques La-
Virgen de Guadalupe (Sin vestir)

2 Por ejemplo, la catedral francesa de Chartres, dedicada a la Asunción de María, fue edificada en el lugar donde
antes hubo un dolmen celta.

3 Recuérdese que los gitanos proceden de la India, de donde hace más de mil años salieron sus ancestros. Y es en
la India donde se veneraba a Kali -a la negra-, esposa de Siva. Así pues, a pesar del tiempo transcurrido, los gitanos siguen
venerando a la diosa negra Kali en la figura de Sara.

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faye, (Lafaye, Jacques. Quetzalcóatl y Guadalupe: La formación de una conciencia nacional en México.
México, FCE, 2002, 1ª. Ed. 1977, p. 293) especialista en el tema de la Virgen de Guadalupe en México
añade que “aunque el sufijo ‘lupe’ ha sido interpretado de origen latino, ‘lupum’, lobo, una investiga-
ción filológica más detallada (al, artículo árabe) nos da como ‘guad-al-upe’, que sería más bien como
río oculto o corriente encajonada”.

La imagen es una talla románica sedente, tallada en madera de cedro, que según una antigua le-
yenda fue encontrada por un pastor de Cáceres, de nombre Gil Cordero, junto al río Guadalupejo, de
quien tomaron nombre tanto la Virgen como la puebla que surgió en su entorno. La leyenda continúa
diciendo que esta imagen negra, predilecta de San Lucas -escritor y artista- había estado en Roma jun-
to al cuerpo del santo, hasta que el papa Gregorio Magno se la regaló a San Leandro de Sevilla. Y aquí
estuvo hasta que en el año 714, ante el peligro que significaba la invasión musulmana, unos clérigos
la sacaron de la ciudad a escondidas y la llevaron como pudieron lejos de Andalucía. Llegados a Las
Villuercas, les pareció éste un lugar apropiado para ocultar la imagen, así que cavaron un hoyo y en él
la enterraron con documentos que contaban su historia, una campanilla y el pedestal de piedra sobre
el que la imagen presidiera la iglesia de Sevilla de donde San Leandro era arzobispo.

Relacionada con la misma fecha de la aparición de la Virgen de Guadalupe, tienen en Berzocana


una tradición que relata el descubrimiento de los restos mortales de San Fulgencio y de Santa Floren-
tina, hermanos de San Isidoro. Dicen que un agricultor enganchó con la reja de su arado el arca que
los contenía. Los frailes del monasterio pretendieron apropiarse a la fuerza de los restos, ya que todo
parecía indicar que habían sido trasladados a Las Villuercas por los mismos eclesiásticos que llevaron
hasta allí la imagen de la Virgen. Mas cuando regresaban a la abadía con el arca, el día se oscureció
milagrosamente y cuando al fin se despejaron las tinieblas, la urna apareció en la iglesia de Berzocana.

La Virgen de Argeme es la patrona de Coria e igualmente es una imagen negra. Cuenta la leyenda
mariana que a finales del siglo xii -concretamente en 1124- o principios del siglo xiii, -año 1200- un mo-
risco labraba las tierras de un cristiano situadas en el altozano donde hoy se levanta la ermita, frente al
Alagón, cuando la yunta de bueyes que tiraba del arado se detuvo de repente. Intrigado, el hombre
se inclinó para indagar el motivo de tan brusco estancamiento; así pudo comprobar que la reja había
quedado enganchada en una losa -¿Acaso una losa funeraria de origen romano?-. Previendo que era
un obstáculo fácil de superar animó a los animales a proseguir la tarea, estimulando a su predilecto,
de nombre Geme -dato que ha hecho suponer a algunos estudiosos que no era una yunta sino un
solo buey el que estaba uncido al timón-, diciéndole: “¡Ara, Geme; ara, Geme!”4. Sin embargo, los
empellones de los animales resultaron infructuosos, de ahí que al campesino no le quedó otro remedio
que proceder a retirar manualmente el obstáculo. Y, ¡oh sorpresa!: En el vacío que había dejado al des-
cubierto la piedra apareció una pequeña talla que el buen hombre confundió con una muñeca. Feliz
por lo que consideraba un bonito regalo para su hija, la guardó en el zurrón. Y al terminar su tarea se
encaminó a lomos de su borrico hacia la ciudad, que se perfilaba en el horizonte, imaginando la alegría
que se llevaría su pequeña con aquel regalo. Mas cuando llegó a casa, la muñeca había desaparecido,
para aparecer al día siguiente en el mismo lugar donde la halló por primera vez. Y así un día y otro
hasta que, temiendo ser objeto de una acción diabólica o de un encantamiento, hizo partícipe a su
amo del suceso que, tras comprobar la veracidad de cuanto su criado refería, decidió comunicarlo a
las autoridades eclesiásticas de la ciudad, que mandaron erigir una pequeña ermita donde colocar la
imagen de la Virgen bajo la advocación de Ara Geme, título que la simplificación fonética convirtió en
el actual de Argeme.

4 Otra versión dice que cuando la reja rozó la imagen el labrador oyó la palabra.

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Santuario de la Virgen de Argeme (Coria)

Nuestra Señora de Piedraescrita, patrona de Campanario, una imagen negra con marcadas ca-
racterísticas bizantinas datada por José Ramón Mélida en el siglo xiii y destruida en 1936, fue hallada
junto a un ara funeraria romana con la inscripción5: L. VALERIO/ L. F. CAL SIL/VANO. VIC/ CT VALERI
ANO VICT, que según la transcripción más aceptada desde la antigüedad. La piedra ha llegado hasta
nuestros días incompleta y deteriorada. Atendiendo a criterios clásicos, una posible traducción sería:
“A Lucio Valerio Silvano, hijo de Lucio, de Galeria, y a Víctor Valeriano, hijo de Víctor”.

Diversos estudios, transcriben CAL en vez de GAL, en cuyo caso la traducción podría ser: “A Lucio
Valerio, hijo de Lucio, a Calisto Silvano vencedor y Valeriano vencedores”.

Otras versiones, señalan: “Lucio Valerio: Hijo de Lucio Calígula Silvano Victor. Valeriano Victor.” Y
“A Lucio Valerio Lucio, Lucio Fabio Calixto, Sivano Victello Valerino, vencedores”.

Es igualmente negra Nuestra Señora de Monfragüe, talla bizantina que según la tradición fue
traída de Jerusalén por los cruzados de la Orden de Monsfrag entre los siglos xii y xiii, supuestamente
esculpida -como la de Guadalupe- por San Lucas. Es patrona de Malpartida de Plasencia, Riolobos,
Serradilla y Torrejón el Rubio.

También era negra -de clara estirpe oriental- la patrona de Torrequemada, Nuestra Señora del
Salor, destruida por los franceses de Napoleón en 1817. Según una vieja tradición local, la Virgen se

5 Estos datos y la fotografía de la lápida me fueron enviados por D. Lorenzo Gallardo Rodríguez, tesorero de la
Hermandad de Nuestra Sra. de Piedraescrita. (Campanario).

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apareció a un pastor allá por el siglo xiii, comunicándole el lugar junto al río Salor donde estaba oculta
una imagen suya. Producido el hallazgo, su culto se extendió rápidamente por la comarca e incluso
por Cáceres -de la que fue patrona durante muchos años-, a pesar de la distancia existente entre esta
ciudad y el lugar de la aparición. La ermita de trata de una fundación templaria, cuyos caballeros, para
evitar la excomunión lanzada contra ellos por Clemente V, se constituyeron el año 1315 en la Orden
o Cofradía Nobiliaria de los Caballeros de Nuestra Señora del Salor, de la que formó parte lo más
florido de la nobleza cacereña. Esta Orden, junto con la de la Banda, que fundó Alfonso XI de Castilla
en 1332, acabó por disolverse, pasando la custodia de la ermita del Salor al pueblo de Torrequemada.

Relacionada con un medio acuático está Nuestra


Señora de Finibus Terrae, de Almendral, pues en el
pozo que hoy existe dentro de la ermita, fue hallada la
imagen. El pozo estaba en un huerto perteneciente al
convento de las Madres Agustinas. Su ermita es de ori-
gen templario, estilo mudéjar, del siglo xiii. La imagen
es negra, aunque no de rasgos negroides, sedente, y
presenta la peculiaridad que lleva al Niño en el pecho.

En este caso, la aparición no tiene lugar junto a un


río o fuente, sino en un lugar más profundo, más cerca
de las fuerzas telúricas que a través de un medio acuá-
tico emanaba desde el interior de la tierra.

Nuestra Señora de Perales es la patrona de Arroyo


de San Serván. Esta imagen negra pudo ser venerada
ya en tiempos de los Santos Padres Emeritenses, coin-
cidiendo con el mayor esplendor de la Sede Metropo-
litana Emeritense. La pequeña talla es de principios del
siglo xiii y se considera uno de los ejemplares más va-
liosos de la imaginería religiosa de la Archidiócesis de
Ntra. Sra. de Finibus Terrae (Almendral)
Badajoz. Procede en antiguo monasterio de Cubillana,
ubicado a orillas del río Guadiana, que fue parroquia de
uno de los centros poblacionales que se integraron en la parroquia de Arroyo. Sobre el enclave, rico
en restos visigodos, corre la leyenda de que fue refugio de Don Rodrigo, tras su derrota en la batalla
de Guadalete. Las primeras romerías se debieron al ofrecimiento que Arroyo hizo a la Virgen por una
epidemia de cólera que asolaba la villa por el año 1872.

La patrona de Barcarrota es Nuestra Señora de Soterraño, deformación fonética de subterráneo.


Bajo la iglesia parroquial, de estilo gótico, que en su origen fue una pequeña capilla, se conserva la
cripta con una fuente que le da nombre. Según la tradición local, la Virgen -del siglo xiii- se apareció
allí a un pastor mientras remendada o cosía una de sus albarcas, que se le había roto. De este hecho
deriva el nombre de esta localidad, pues aunque comenzó a llamarse Villanueva de Albarcarrota, con
el devenir de los años terminó por perder la primera sílaba del determinante y el particular de Villa-
nueva para quedar en el nombre que actualmente tiene.

A las afueras de Belvís de Monroy existió una ermita dedicada a Nuestra Señora del Berrocal -nom-
bre alusivo, pues, a rocas-, cuyo origen se remonta a tiempos pretéritos, cuando, según relata la le-
yenda, se desencadenó sobre la comarca una tormenta de pedrisco tan grande que asoló los campos
y las cosechas de las localidades próximas. Y como tal desastre natural respetó las tierras de Belvís, los
vecinos decidieron levantar una emita en el lugar en que había sido encontrada por unos pastores la

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imagen de una virgen negra, a la que atribuyeron el milagro. Sin embargo, estudios posteriores des-
cubrieron que no es negra, sino pintada. Se trata de una imagen pequeña en piedra caliza o mármol
y policromada. La Virgen está de pie, sosteniendo al Niño en el brazo izquierdo, como una Virgen
bizantina. El Niño acaricia el mentón de María y presenta el libro de la Sabiduría en la mano izquierda.
Mas, como escribe Francisco Javier Timón García (Belvís de Monroy. Señorío y Villa, p. 60)6 “existe la
duda de que sea ésta la imagen original. Y tras reciente estudio realizado por expertos, se llegó a la
conclusión de que esta imagen era antigua, aunque la original no estuvo policromada”.

En relación con agua-pozo-roca se enmarca la aparición la Virgen de los Remedios, de Fregenal


de la Sierra. Cuenta la leyenda que recoge José Mª Domínguez Moreno (La Virgen de los Remedios
de Fregenal de la Sierra (Badajoz): Un arquetipo de leyenda mariana. Revista de Folklore, nº 149, pp.
147-150. Valladolid, 1993), “hecha pseudohistoria por algunos eruditos”, que en los primeros siglos
de nuestra era una virgen había sido objeto de culto en unos parajes próximos al arroyo de la Parrilla,
en lo que hoy es término de Fregenal y que con motivo de la invasión árabe ocultaron la imagen para
evitar su profanación. El territorio fue reconquistado, pero ya entonces, con el transcurrir de los años,
tanto el escondite como la imagen habían sido olvidados, hasta que un pastor que apacentaba su
ganado junto al Cerro del Rodeo la encontró cuando intentaba mover una piedra para utilizarla como
asiento. La piedra se hundió, apareciendo ante sus ojos un pozo repleto de agua y, flotando sobre ella,
una pequeña talla de madera. La guardó en el zurrón creyéndola una muñeca y cuando ya en la choza
quiso dársela a su hija, la supuesta muñeca había desaparecido. Al día siguiente volvió al mismo lugar
y de nuevo encontró la imagen sobrenadando las aguas del pozo. E igualmente la imagen desapare-
ció en el trayecto hasta su choza. Y así en dos ocasiones más. Sobrecogido por tan extraño suceso, el
pastor narró al clero y a los regidores de la villa lo acontecido, autoridades que decidieron comprobar
por sí mismas la veracidad de los hechos. Acompañaron al pastor y, en efecto, pudieron confirmar que
era cierto cuando decía y que la tal muñeca no era otra que la Virgen, de ahí que decidieran construirle
una ermita. Comenzaron las obras en un sitio que consideraban apropiado, mas los muros levantados
durante el día se desmoronaban por la noche sin causa justificada. Buscaron otra ubicación, pero su-
cedió lo mismo. Y así hasta que comprendieron que la Virgen quería su santuario junto al pozo en el
que se había manifestado. De esta manera volvió a ser venerada en el mismo sitio que ya lo fue con
anterioridad a la venida de los musulmanes

A medida que avanza la Reconquista -añade Domínguez Moreno- aumenta el culto mariano en la
Península. “A Fregenal llegará de la mano de los templarios, instalados en la villa en 1283. En esta
época debió levantarse la primitiva ermita y esculpirse la primitiva imagen de la Virgen que, dicho sea
de paso, sería hecha al gusto de los caballeros del Temple. Lógicamente debió tratarse de una virgen
románica, tal vez una de esas vírgenes negras con las que Nuestra Señora de los Remedios guarda
interesantes paralelismos”.

Y de nuevo afloran aquí las fuerzas telúricas de la tierra; fuerzas ocultas que emanan más rápida-
mente a través del pozo, que se adentra en las entrañas mismas de la Madre Tierra. Porque, para Do-
mínguez Moreno, el hecho de que la ermita fuese erigida en ese lugar concreto del Cerro del Rodeo,
a un tiro de piedra del arroyo de la Parrilla, debió de tener un importante significado.

Solo que la antigua talla fue sustituida por la que actualmente se venera. ¿Por qué? Tal vez -como
señala Domínguez Moreno- no es asunto que importe demasiado, aunque citando a W. A. Chirstian,
con quien coincide, podría afirmarse que a partir del siglo xii las imágenes de María se incorporaron
como imágenes de culto en los lugares del campo que tenían una significación simbólica para la co-

6 Información que me ha sido facilitada por el Ayuntamiento de Belvís.

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munidad agrícola y pastoril -fuentes, cerros, grutas, bosques…-, de modo que el culto de las imágenes
supuso una manera de extender la religión a los lugares de la campiña que eran considerados a través
de las creencias precristianas como puntos críticos de contacto con las fuerzas de la naturaleza más
allá del control del individuo o de la comunidad rural. “Es decir -puntualiza Domínguez Moreno-, que
Ntra. Sra. de los Remedios se instala en un sitio que desde la antigüedad era ya objeto de algunas
especie de culto, acaparando María todo lo que antes eran atributos de la deidad representativa de
las fuerzas de la Naturaleza, de la Dea Mater”. Todo lo cual -insiste- nos lleva a suponer que la Virgen
de los Remedios suplantó a una diosa celta de la Naturaleza, “lo que nada tiene de extraño si com-
prendemos la enorme importancia de aquel pueblo en lo que hoy son tierras de Fregenal de la Sierra,
donde eruditos y arqueólogos ubican la antigua Nortóbriga”. (p. 148).

Nuestra Señora del Buen Varón es una imagen sedente, negra, fechada en el siglo xiii, que antaño
estuvo recogida en una antigua capilla y hoy se venera en la iglesia parroquial de Hoyos, de donde es
patrona. La imagen tiene en la espalda dos argollas para ser transportada en con una lanza, ya que se
trata de una imagen de campaña. Fue encontrada en una cueva próxima al arroyo de Bombarón -de
ahí el nombre de la imagen- por algún campesino, ya que debió de ser escondida en ese lugar por las
tropas que la portaban cuando previeron que iban a ser derrotados por los árabes, evitando así que
fuese profanada.

Según mi informante Félix Montero, Secretario del Ayuntamiento, la iglesia es uno de los casos más
sorprendentes de la arquitectura religiosa medieval extremeña. La hipótesis más probable es que en
un principio se construyese un pequeño templo de características tardorrománicas, que en los siglos
xv y xvi se fue reformando y ampliando hasta concluir en el santuario tardogótico que hoy se erige en

el centro de esta localidad sierragatina. Montero añade que ell nombre de esta iglesia no se sabe a
ciencia cierta si es del Buen Barón -como título nobiliario- o del Buen Varón, como adjetivo indicativo
de Jesús de Nazaret.

Rubiaco es una alquería hurdana dependiente de Nuñomoral, a la que igual que a otras de la co-
marca, suele bajar la imagen de Nuestra Señora de la Peña de Francia una vez al año para ser venera-
da por los habitantes de estos pagos con más fervor que a nuestra patrona de Guadalupe. El motivo
de esta devoción en apariencia sorprendente -según me informa Eva Martín desde Azabal -es que, a
pesar de que este santuario se ubica en la provincia de Salamanca, de la Comunidad Autónoma de
Castilla y León, se halla más próximo a ellos que el de Las Villuercas.

La imagen de Peña de Francia fue encontrada por Simón Vela. Se trata de una efigie de color negro
-de ahí que sea conocida también como La Moreneta-, característica que algunos estudiosos atribuyen
a que el lugar fue un ámbito o santuario sagrado antes de la aparición del cristianismo, donde, como
he indicado en otros lugares de este trabajo, no resulta extraño encontrar imágenes de ese color. Otra
explicación -complementaria con la anterior - podría ser la influencia templaria, ya que en el Valle de
Lera, cercano al hoy santuario dominico, dentro igualmente del ámbito de la Sierra de Francia, hubo
un asentamiento templario, introductores y propaladores del culto a las vírgenes negras. Por lo ante-
dicho, no sorprende que, como me comunicó Eva Martín, todas las imágenes negras de Las Hurdes
sean réplicas de La Moreneta de Peña de Francia.

Félix Barroso (Nuñomoral. Un breviario del siglo xiii. Iglesias y ermitas de Las Hurdes, (I) .Alminar,
nº 43, p. 5. Revista de Cultura de la Institución Pedro de Valencia y el Periódico HOY, marzo de 1983)
cuenta que según le informó Gregorio Martín Domínguez, antiguo sacristán de la parroquia de Nu-
ñomoral, al parecer la primera iglesia se levantó en el llamado ‘Barrio de Abajo’, muy cerca de donde
apareció una lápida funeraria romana, aunque con onomástica celta. “Cabría la posibilidad, al igual
que se hizo en innumerables lugares -matiza Barroso Gutiérrez-, de que sobre algún santuario paga-

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no se edificara un templo cristiano, al objeto de borrar o purificar cualquier huella de las anteriores
creencias”.

La Virgen de la Burguilla, patrona de Villar del Pedroso -del siglo xviii- es una imagen de vestir, copia
de Nuestra Señora de Guadalupe. Actualmente es negra porque fue pintada de ese color. La original
tenía una tonalidad rosada. No existe ninguna leyenda sobre su posible aparición a persona mayor o
niño.

Según escribe Eloy Martos Núñez (Las leyendas de Vírgenes de las Nieves, p. 1. Biblioteca Uni-
versal Virtual) la Dama Blanca es un patrón que además de tener conexiones con historias de hadas,
brujas, ánimas o fantasmas, ha sido venerada y se le ha rendido culto bajo forma de santas o incluso
de la Virgen María, “de forma que en el folklore, la historia de la Dama Blanca se halla diseminada en
multitud de cuentos, leyendas y mitos, desde ‘Blancanieves’ a ‘la Virgen de las Nieves’.

A esta Dama Blanca, que según Robert Graves -La Diosa Blanca. Gramática histórica del mito poé-
tico, p. 29. Alianza Editorial. Barcelona, 1994)- aparece en los relatos de fantasmas “con frecuencia con
el nombre de la Dama Blanca y en las antiguas religiones desde las Islas Británicas hasta el Cáucaso,
como la Diosa Blanca”, se la relaciona también con divinidades prerromanas, como Ategina, Ataecina
o Ataegina -del celta ate + gena, renacer-, diosa del renacer (primavera), la fertilidad, la naturaleza, la
medicina y la Luna. Su animal sagrado era la cabra y su árbol el ciprés y se la invocaba tanto para rogar
por la salud de un enfermo como para provocar desgracias en el enemigo. Igualmente fue venerada
como divinidad infernal o de ultratumba tanto por los antiguos iberos como por los lusitanos y veto-
nes, sincretizándose con la romana Proserpina o con genios de la Naturaleza.

Además de Ataecina, hay constancia de otras divinidades femeninas en la antigua Lusitania, como
Bandagona -de potestad desconocida, diosa de los celtas lusitanos-, Navia -diosa de los ríos y el
agua-, o Trebaruna, divinidad originariamente protectora del hogar que evolucionó hasta adquirir un
carácter guerrero; divinidades que como dice Martos Núñez -p. 19- van a actuar de sustrato a la im-
plantación de los cultos marianos. Y añade que a través del folklore ha habido una amplia conexión de
este patrón con lo que podríamos llamar literatura esotérica, pues según R. Alarcón -que Núñez cita-,
la personificación de las Vírgenes Blancas “se entroncaría con divinidades y lugares de culto celta y
precéltico (en esos adoratorios dedicados a las xanas y lusinas, sería donde encontraríamos el culto a
mártires, santas o vírgenes ‘blancas’)”.

Así, fueron divinidades blancas anteriores, Belili, diosa sumeria, predecesora de Ishtar, diosa de
los árboles, de la Luna, del Amor, del Infierno, del sauce y de los pozos y manantiales; Io, diosa de la
cebada, que tuvo un importante santuario en Argos, capital religiosa del Peloponeso; Atenea, la divina
Virgen blanca entre los griegos que, ayuda y vigoriza con el néctar y la ambrosía de los dioses al héroe
Aquiles; Diana, la divinidad itálica de indumentaria blanca y cabellos de oro blanco, asimilada a la rei-
na de las hadas, espíritus generosos y benefactores, dueñas del manantial o del árbol santo, donde a
orillas de la fuente natural y bajo el frondoso avellano, fresno, haya, nogal o… peinan sus cabellos con
marfil, alegres y festivas; Maeve, la Reina de las Hadas del Aire según los celtas; Freya, la diosa madre
de todas las tribus frisias del Norte, que era “tan blanca como la nieve al amanecer”;… Es decir, que la
tradición de las Vírgenes Blancas viene de antiguo, encontrando eco su culto también en Extremadura.

Atalaya -del árabe at-talai, los centinelas- tiene como hito constructivo más relevante la iglesia pa-
rroquial de Nuestra Señora del Camino, que embute su cabecera en un antiguo torreón cuadrangular
originario del siglo xv. En su interior conserva una capilla dedicada a la Virgen de las Nieves, proce-
dente de una ermita existente en las cercanías, desaparecida en el siglo xviii y un coro de estilo árabe
que se conserva de la antigua iglesia desaparecida en 1963 a causa de un incendio provocado por la

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caída de un rayo, que destruyó casi la totalidad de la construcción. Según el párroco local, antes de
este suceso el templo estaba cerrado por su mal estado y sólo Ignacio, el monaguillo, que aún vive,
podía acceder a la torre para tocar las campanas. El día 5 de noviembre de 1963, mientras Ignacio
cumplía con su cometido, llamando a los fieles para la misa matutina, sintió que el suelo cedía bajo
sus pies; bajó a toda prisa de la torre y sólo tuvo tiempo de protegerse en la capilla de la Virgen antes
que el edificio se viniera abajo, saliendo completamente ileso del incendio, ya que la única parte que
se mantuvo en pie fue la capilla que le sirvió de refugio. El nuevo templo fue bendecido por el Obispo
el 29 de octubre de 1967.

En cuanto a la existencia de alguna leyenda relacionada con la aparición de esta Virgen el párroco
me informa que no conoce ninguna y que tampoco tiene noticia de cómo pudo llegar a esta localidad
su culto. Este último extremo no presenta tanta dificultad si tenemos en cuenta que Atalaya pertene-
ció originariamente a los Templarios -que sincretizaron en las Vírgenes Blancas otras deidades blancas
celtas o incluso anteriores- antes de integrarse como aldea en la jurisdicción de Burguillos del Cerro,
dentro del Obispado de Badajoz.

Olivenza, cuyo origen se remonta a mediados del siglo xiii, integrado en la labor repobladora de
la Orden del Temple, que se instaló en el territorio tras la conquista de Badajoz por Alfonso IX de
León en 1230, hasta que por el Tratado de Alcañices de 1297 la ciudad pasó a ser portuguesa, tiene
también su Virgen de las Nieves, a pesar de ser una localidad que se sitúa en los llanos de su nombre.

Según la leyenda que recoge Martos Núñez -pp. 9-10- el protagonista de la historia es un muchacho
de siete años llamado Joaquín. Una tarde del mes de febrero salió con sus padres a coger espárragos
por la carretera de Alconchel. Ilusionado con la labor, el chico se fue alejando de sus progenitores, has-
ta perderse. Y la noche se avecinaba, acompañada de una niebla que cada vez se hacía más intensa.
Desanimado y lloroso fue a sentarse en una pequeña roca, al lado de un cerro. De repente, Joaquín se
percató de que el tiempo estaba cambiando. El viento cesaba y una luz cada vez más intenta apareció
en el punto más alto del cerro. Luego la luz fue descendiendo hasta detenerse a pocos pasos de él.
Y entre el resplandor de aquella luz cegadora, apareció una señora vestida de blanco, con un manto
azul. “Soy tu madre del cielo” -le dijo la figura-, que añadió: “Ven”. Cuando llegó al lado de la Señora,
ésta le cubrió con su manto azul y le abrazó cariñosamente. Y, de repente, empezaron a caer copos de
nieve, espesos y abundantes. Luego cerró los ojos y se durmió. Y así lo encontraron, dormido con la
cabeza apoyada entre los brazos, cuando al día siguiente sus padres salieron a buscarlo. “Vi una seño-
ra que me tapó con su manto y me dormí -explicó Joaquín -. No tuve frío, de verdad, no tuve frío”…

Pasarón de la Vera se ubica en la falda de la Sierra de Tormantos, en la parte más occidental de la


Sierra de Gredos, a 596 metros de altura y fue poblada por los vetones antes de llegar los romanos.
Esta localidad verata tiene como patrona a la Virgen Blanca, sinónimo de nívea… Según cuentan, se
apareció a una dama madrileña a la que curó de una grave enfermedad. Unos dicen que en sueños y
otros que en un olivar de su propiedad, alejado del pueblo. Movida a piedad por tal visión, decidió
levantar a sus expensas una ermita, aunque no en el lugar de la aparición, porque allí no había agua,
sino más cerca del pueblo. Mas, lo que se edificaba durante el día la Virgen lo transportaba al olivar de
la aparición durante la noche. Y para salvar el problema de la falta de agua, la Señora hizo manar una
fuente, que se secó una vez terminada la obra. Este suceso está recogido en canciones:

En la Corte de Madrid,
a la mujer de don Juan
se le apareció la Virgen
en su cerca y olivar.

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Hay una fuente que mana
Debajo del camarín
que duró mientras la obra
y luego se segó al fin.
La ermita que aquí se hizo
la hacían en aquel cerro
y la Virgen le mudaba
lo que hacían los obreros.

Ermita de la Virgen Blanca (Pasarón de la Vera)

Reina -la Regina romana -es un municipio badajocense de la Campiña Sur, situada en una hondona-
da en la confluencia de tres colinas, que tiene como patrona a Nuestra Señora de las Nieves. Cuenta
una antigua leyenda (tomada de Biblioteca de Tradiciones Populares Españolas, tomo VI, 1884, de
Antonio Machado, padre de los hermanos Machado. Leyendas. Internet), en la alcazaba vivía un rey
moro. Y en la parte baja, es decir, en la aldea, una reina cristiana, que pidió permiso a aquél para ha-
cerle una visita con sus doncellas. La cristina vistió a sus soldados de mujeres, como si fueran sus da-
mas y todos subieron a la fortaleza, donde el rey les ofreció un gran convite. Luego las llevó a recorrer
el baluarte. Cuando llegaron a un sitio de la muralla desde donde se divisaba el jardín de la reina, ésta
dejó caer su pañuelo, y el rey, al intentar cogerlo, adelantó el cuerpo, momento que aprovechó ella
para empujarlo pendiente abajo. Muerto el rey, la reina se apoderó del castillo y en agradecimiento
por la ayuda recibida de la Virgen de las Nieves, a la que se había encomendado, le edificó allí mismo
una ermita que hoy perdura.

Según Antonio Machado7 (Biblioteca de Tradiciones Populares Españolas, tomo VI, 1884) esta le-
yenda la escuchó su madre en una huerta de Llerena, ciudad donde estuvo pasando unos meses con
una hermana suya. El compilador de la historia (Leyendas. Internet), dice que no ha visto mención de
ella en otro lugar ni la ha oído contar en aquella zona. Sin embargo, según Antonio Gálvez la leyenda
ha persistido y es conocida actualmente. El motivo del culto a esta advocación mariana tal vez tuvo

7 Padre de los hermanos Machado.

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origen en los Templarios que, al parecer, ayudaron al monarca castellano Alfonso IX en la primera
reconquista de la plaza, año de 1185; plaza que se perdió poco después hasta que Fernando III la
reconquistó definitivamente en 1246, donándola a la Orden de Santiago.

Juan Antonio López Cordero -Las fiestas de la virgen de las Nieves en Pegalajar, Revista de Estu-
dios sobre Sierra Mágina p. 4. Internet- cuenta que la Virgen de las Nieves de Reina “se apareció un
día del mes de mayo de 1925 con motivo de una gran sequía; según cuentan bajó por la loma del
monte y parece que oyó las súplicas de los reinenses, porque llegaron todos mojados a la iglesia”.
Supongo que con ese “bajó” se refiere a una procesión, pues según don Antonio Gálvez, en efecto,
en la fecha señalada se trajo la imagen al pueblo para implorar la lluvia. Y con “se apareció” a que lo
hizo en forma de lluvia.

La Zarza, antes Zarza de Alange, asentada en la falda de la Sierra del Calvario, también tiene como
patrona a la Virgen de las Nieves. Según cuentan en las proximidades del antiguo camino de Alange,
había una capilla dedicada a los Santos Mártires, donde se veneraba a San Sebastián. Pues bien, un ca-
luroso y ardiente día del mes de agosto una mujer intentaba sacar agua de un pozo próximo a la capi-
lla, pero su cubo no se hundía porque chocaba contra algo que flotaba en ella. Como el pozo era poco
profundo la mujer pudo distinguir que el objeto en cuestión era una imagen. Y comenzó a dar voces. A
sus gritos acudió la vecindad y un muchacho se ofreció a bajar para sacarla. Acudió el cura, acudieron
las autoridades y acudió el Cabildo. No cabía la menor duda: se trababa de una escultura religiosa
que los cristianos debieron ocultar entre las piedras de aquel hoyo para protegerla de profanaciones
o robos cuando la invasión musulmana, pero que el paso del tiempo y el trajinar en las aguas habían
sacado a flote. Y comenzaron las especulaciones sobre el lugar donde debía ubicarse la imagen. Unos
decían que en la iglesia parroquial y otros que en la ermita de los Mártires8, por su proximidad al lugar
de la aparición. Se optó por esta última, donde sería venerada bajo la advocación de Nuestra Señora
de las Nieves. Y mientras la imagen era conducida en procesión a su nuevo destino, comenzó a nevar;
a nevar en pleno agosto, algo insólito en una tierra tan calurosa como la extremeña…

También se venera a la Virgen con este nombre en lugares donde las nevadas suelen ser más
frecuentes y perdurables. Así, la localidad verata de Losar celebra la fiesta de los cabreros el primer
domingo de agosto, dedicada a Nuestra Señora de las Nieves, dentro del paraje denominado El Be-
rezo. Es un lugar escarpado a catorce o quince kilómetros del lugar, en plena Sierra de Gredos, donde
además de la misa, el ofertorio de distintos productos -que posteriormente son compartidos por los
asistentes - y de una degustación de tasajos y quesos de cabra, destaca como nota pintoresca la jura
de bandera de los que suben por primera vez al paraje donde un lienzo de azulejos que representa a
la Virgen, sirve de retablo a una piedra esculpida que se utiliza como altar. Tal costumbre consiste en
besar la piel de un animal, preferentemente de cabra. La fiesta se anima con los relatos del Cabrero
Mayor Pedro Vigueta sobre los vecinos de Losar. Según me informa el actual párroco, la fiesta fue
promovida por un sacerdote del lugar para llevar los oficios religiosos a los cabreros que vivían en la
sierra, no constando ninguna leyenda de apariciones en relación con tal festejo.

Por su parte, me escribe Ricardo Sánchez, de la Biblioteca de Losar, la celebración de la Fiesta data
del año 1969. La idea fue del párroco de Talaveruela de la Vera, D. Francisco Timón Timón, quien en
colaboración con el cabrero Eugenio Torés Correas, pensaron en celebrar la Virgen de las Nieves en
la Sierra de Losar, en el paraje de Majitalonso. Para ello realizaron un santuario con una copia de la
Virgen de la Berrocosa, realizada en azulejos pintados.

8 Por Real Cédula dictada en 1626 por Felipe IV, se dispuso cambiar el antiguo nombre de Ermita de los Mártires por
el de Nuestra Señora de las Nieves.

Edición digital. Nº 365 53 José Luis Rodríguez Plasencia


Virgen de las Nieves (Losar de la Vera)

Con el progresivo abandono de la actividad ganadera en la zona, la celebración empezó a decaer,


por lo que en el año 2007, para facilitar el acceso de las personas y para que la fiesta no se perdiese,
se trasladó al paraje de El Berezo, más próximo y accesible. Ahora ya no la organizan los cabreros, por-
que no hay, sino una cofradía que ha surgido este año. La Fiesta consistía y consiste en la celebración
de una misa, ofertorio, competiciones y merienda de convivencia.

Por su parte, Guijo de Santa Bárbara -situado en las estribaciones de Sierra de Gredos, en la
vertiente sur del Sistema Central- celebra su romería de la Virgen de las Nieves el 5 de agosto a una
ermita-refugio que los guijeños construyeron para los montañeros en el paraje de Collado Alto, a una
altitud de 1600 metros, por iniciativa del sacerdote don Ascensio Gorostidi.

Como conclusión final cabe preguntarse cómo se extendió el culto a la Virgen de las Nieves por Ex-
tremadura. Bien es cierto que tanto en Guijo como en Losar, nieva durante el invierno y que sus sierras
se cubren durante largo tiempo de ese manto blanco… Pero ¿y en La Zarza o en Olivenza donde las
nevadas son un acontecimiento extraordinario? Dos son las posibles explicaciones que se me ocurren.
La primera, la influencia de los Templarios, que como dije que fusionaron en algunos de los territorios
por ellos ocupados las Vírgenes Blancas con otras deidades albas celtas o incluso anteriores. La se-
gunda, una leyenda romana que se ubica en la segunda mitad del siglo iv, bajo el pontificado del Papa
Liberio9. Cuentan que vivía en la Ciudad Eterna un matrimonio muy devoto, perteneciente a la alta
nobleza. Como eran ya ancianos y no tenían hijos concibieron de muto acuerdo dejar a la iluminación
de la Virgen el destino que debían dar a su hacienda. La historia continúa diciendo que la Madre de
Jesús se apareció en sueños y por separado a Juan Patricio -que así se llamaba en noble- y a su esposa
para indicarles que su voluntad era que en su honor se construyese un templo en el lugar del monte
Esquilino que apareciese cubierto de nieve. Esto ocurría la noche del 4 al 5 de agosto, en los días más

9 En la historia eclesiástica es el primer papa cuyo nombre no aparece en el santoral. Su pontificado transcurrió entre
la persecución del emperador Constancio II, que pretendía imponer el arrianismo en Occidente, entre el corto mandato de
Juliano, que restauró el paganismo como religión oficial del Impero y Valentiniano, monarca católico que devolvió nuevamen-
te la tranquilidad a la Iglesia.

Edición digital. Nº 365 54 José Luis Rodríguez Plasencia


calurosos del verano romano, por lo que decidieron contar al papa su visión que, curiosamente había
tenido la misma revelación. Por ello, el Sumo Pontífice decidió organizar una procesión hacia el lugar
indicado, maravillándose todos al ver el trozo del monte que la nieve cubría. Y se edificó un templo
como la Virgen quería. Cierto es que Liberio mandó edificar una basílica llamada inicialmente Basílica
Liberiana, que paso a denominarse de Santa María la Mayor un siglo después; es decir, una de las
cuatro basílicas papales de Roma. Sin embargo, según Marcos Martínez de Vadillo -Nuestra Señora
de las Nieves. Homilías. Internet- esta leyenda parece que no tiene ninguna garantía de veracidad,
pues el cardenal Copalti asegurada a su colega De Rossi, que cuando los canónigos de esta basílica
terminaban en coro las lecciones de la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves y se disponían a entrar
en la sacristía para dejar sus trajes corales, había uno bastante gracioso que solía decir que en toda
la leyenda únicamente encontraba verdaderas estas palabras: “en Roma, a 5 de agosto, cuando los
calores son más intensos”…

¿Será por eso que tanto en La Zarza, como en Losar y Guijo de Santa Bárbara la festividad de la
Virgen de las Nieves se celebra el 5 de agosto, y que las leyendas de estas apariciones no pasen de
ser meras invenciones eclesiásticas copiadas o entresacadas de la fabulación romana? Lo que sí parece
cierto es que su culto y devoción se extendió con rapidez -como señala Martos Núñez, p. 45- “por los
pueblos vecinos y no muy tarde por toda Extremadura y el vecino Reino de Portugal”.

Edición digital. Nº 365 55 José Luis Rodríguez Plasencia

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