Está en la página 1de 5

Dogma: Uno de los títulos más antiguos, sostenido por un fuerte fundamento cristológico,

que la piedad popular atribuyó a la Virgen María fue el de “Madre de Dios”. En el siglo V,
este título fue atacado por Nestorio, después de haber sido elegido obispo de
Constantinopla y encontrar entre los fieles una profunda devoción mariana, que la reconocía
con el nombre de Theotokos [Θεοτόκος]. Muchos de los “Padres de la Iglesia”, anteriores a
este período, apelando a las mismas razones cristológicas, especialmente el tema de la
“encarnación”, habían ya estado de acuerdo con llamar a la Virgen María “Madre de Dios”.
San Cirilo de Alejandría, respondiendo a Nestorio, abrió una serie de intercambio epistolar
con él. La llamada «controversia nestoriana» condujo a la iglesia al Concilio de Éfeso del
431, considerado el Tercer Concilio Ecuménico de la antigüedad. Aunque para muchos este
concilio fue de tinte mariológico, en realidad se discutieron temas de carácter netamente
cristológicos.

La epístola de San Cirilo de Alejandría y la resolución conciliar

En su resolución, el Concilio consideró el contenido teológico de la segunda carta de san


Cirilo de Alejandría dirigida a Nestorio, completamente acorde con el Símbolo de Nicea y
como una expresión auténtica de la doctrina católica, por lo que dicho contenido llegó a ser
parte principal de la declaración conciliar, he aquí el texto resolutivo:
«No decimos que la naturaleza del Verbo se hizo carne sufriendo cambio, tampoco que se
transformó en un hombre completo y perfecto compuesto de alma y cuerpo [dejando su
naturaleza divina]. Decimos más bien que el Verbo, habiendo unido a sí mismo
personalmente una carne animada de un alma viviente, se hizo hombre de manera inefable
e inconcebible y se llamó Hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, ni tampoco
por la asunción de la persona sola, es decir, una persona humana a su divina persona; y
siendo distintas las naturalezas que se unieron en esta unidad verdadera, de ambas
resultó un solo Cristo e Hijo: no en el sentido de que la diversidad de las naturalezas
quedara eliminada por esta unión, sino que la divinidad y la humanidad constituyen para
nosotros al único Señor Jesucristo e Hijo con su inefable e inexpresable conjunción
en la unidad. De esta manera, aunque Él subsistía y era engendrado por el Padre antes de
los siglos, se dice de Él que nació también de una mujer según la carne; no que su
naturaleza divina empezara a existir en la Santa Virgen o que necesitara por fuerza por sí
misma una segunda generación después de su generación del Padre. Es necio y absurdo
decir que el que subsistían antes de los siglos y era coeterno con el Padre tenía necesidad
de un nuevo comienzo de existencia. Decimos más bien que el Verbo ha nacido según la
carne, porque asumió personalmente la naturaleza humana “por nosotros y por nuestra
salvación”. Porque no nació primero de la Santa Virgen un hombre ordinario y luego
descendió sobre Él el Verbo, sino que, habiéndose unido a la carne desde el seno
mismo, se dice de Él que se sometió a una generación según la carne, como apropiándose
y haciendo suyo el nacimiento de su propia carne… De esta manera [los Santos Padres] no
tuvieron inconveniente en llamar «Madre de Dios» [Θεοτόκος] a la Santa Virgen.»

Por tanto, apelando al misterio de la encarnación, llamarle a María Theotokos [Θεοτόκος] es


subrayar su lugar en la historia de salvación, como medio eficaz que Dios eligió y preparó
para llevar a cabo su obra, con dicha razón cristológica, negar que María es Madre de Dios
es negar una parte indispensable del misterio de la encarnación, María es verdadera Madre
de Dios, no porque la naturaleza divina comenzara a nacer en ella, sino porque un Dios
hecho hombre, tomando carne y sangre de la Virgen María entra a formar parte de nuestra
historia, de ahí que la fiesta que celebramos en este día no solo nos habla de la grandeza
del misterio de la encarnación glorificado por los pastores en el Evangelio de Lucas 2,16-20,
sino incluso, nos habla de la delicadeza y predilección encontrada en María por parte del
Padre al elegir a la mujer que sería la Madre de su Hijo, y por otro lado, nos habla de
nuestra propia dignidad y grandeza adquirida gratuitamente en virtud de este misterio
testimoniado por Pablo en su carta a los Gálatas 4,4-7: Al llegar la plenitud de los tiempos,
envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer… a fin de hacernos hijos suyos…

Himno a la virgen del Rosario de Río Blanco: https://youtu.be/wqVifsEVBnk

Nuestra Señora del Rosario de Río Blanco y Paypaya es la patrona principal de Jujuy a
quien cada octubre rendimos culto con peregrinaciones y actividades especiales.

Como todo, nuestra Santa Virgen tiene su historia y la tradición del lugar cuenta que la
Virgen defendió a la ciudad de los ataques de los indios.

Por los años 1600, en el Valle de Palpalá (Jujuy), los terratenientes españoles vieron con
buenos ojos la necesidad de la enseñanza a los lugareños de la fe cristiana. En
concordancia, en 1611, Luis de Quiñones asumía el poder del gobierno de Tucumán y
resolvía proveer las necesidades espirituales de todos los que habitaban aquella región, los
Ocloyas, Osas y Paypayas.

uestra Señora del Rosario de Río Blanco y Paypaya es la patrona principal de Jujuy a
quien cada octubre rendimos culto con peregrinaciones y actividades especiales.

Como todo, nuestra Santa Virgen tiene su historia y la tradición del lugar cuenta que la
Virgen defendió a la ciudad de los ataques de los indios.

Por los años 1600, en el Valle de Palpalá (Jujuy), los terratenientes españoles vieron con
buenos ojos la necesidad de la enseñanza a los lugareños de la fe cristiana. En
concordancia, en 1611, Luis de Quiñones asumía el poder del gobierno de Tucumán y
resolvía proveer las necesidades espirituales de todos los que habitaban aquella región, los
Ocloyas, Osas y Paypayas.

uestra Señora del Rosario de Río Blanco y Paypaya es la patrona principal de Jujuy a
quien cada octubre rendimos culto con peregrinaciones y actividades especiales.

Como todo, nuestra Santa Virgen tiene su historia y la tradición del lugar cuenta que la
Virgen defendió a la ciudad de los ataques de los indios.

Por los años 1600, en el Valle de Palpalá (Jujuy), los terratenientes españoles vieron con
buenos ojos la necesidad de la enseñanza a los lugareños de la fe cristiana. En
concordancia, en 1611, Luis de Quiñones asumía el poder del gobierno de Tucumán y
resolvía proveer las necesidades espirituales de todos los que habitaban aquella región, los
Ocloyas, Osas y Paypayas.

Según cita Vergara, en el libro de defunciones de la misma Iglesia catedral (folio 15 vuelta),
hay una partida de defunción de 1698, en la cual se lee lo siguiente: "En veinte y ocho de
noviembre de éste, enterré en la capilla de Río Blanco, Rosario su advocación, un
muchacho de la encomienda de don Pedro Ortiz de Zárate - 1698".

Españoles y aborígenes de esta región, comenzaron a atribuir cualidades maravillosas a la


Virgen del Rosario, que se presentaba durante los ataques de los fuertes Tobas, y cuya
imagen milagros hacia retroceder a los atacante, salvando así, a los fieles, a quienes Ella
protegía con maternal amor.

Siempre con el propósito de defenderse de los ataques de los Tobas, se fundó el fuerte de
Ledezma, en cuya acta de fundación leemos algo interesante: "En este paraje que llaman la
pampa de Ledezma, en veinte-dos días del mes de julio de mil setecientos diez años. Y
todo bien visto y reconocido, elegimos el que mejor nos pareció para todo lo sobredicho; y
se abrieron los cimientos, poniéndole por nombre titular Nuestra señora del Rosario".

Se cuenta que por el año 1714 la imagen fue trasladada a Río Blanco, población más
cercana y con fértiles valles que destinaron para el cultivo. El acta de su traslado y una
campana con una inscripción “SOY DE NTRA. SRA. DEL ROSARIO DE PAIPAYA – 1696”
se conservan en la Iglesia Matriz.

En Rio Blanco había capilla dedicada a la Virgen de Rosario y que, a veces, los Paypaya
encomendados a Pedro Ortiz de Zárate, utilizaban como cementerio.

La portentosa imagen jujeña, ante la que se postraron tantos conquistadores, vio en la


época de la independencia, de hinojos ante su altar, a próceres como Belgrano, Arenales,
Güemes, quienes la eligieron por capitana de sus tropas.

Según la tradición jujeña, Nuestra Señora del Rosario de Rio Blanco y Paypaya presidio los
actos de la primavera bendición de nuestra bandera, el 25 de mayo de 1812.

El histórico templo donde tuvo lugar la ceremonia y donde se halla el trono de la Virgen, ha
sido declarado monumento nacional. Las iniciativas que emprendieran Monseñor Pablo
Padilla (Obispo de Tucumán), Monseñor Gregorio Romero (Obispo de Salta) y el Vicario
Foráneo de Jujuy, Monseñor José de la Iglesia en pro de la Coronación de la imagen,
tuvieron el más feliz de los resultados.

La coronación de la Virgen de Rio Blanco autorizada por la Santa Sede, se realizó el


domingo 31 de octubre de 1920. El papa decretó que la imagen sea adornada con una
corona de oro para veranearla, en el mismo lugar en que el ejército de Belgrano y el pueblo
de Jujuy juraron la bandera, después de Bendecida, el 25 de mayo de 1812.

La imagen de Virgen del Rosario de Rio Blanco y Paypaya, patrona de la Diócesis de Jujuy,
se venera en el camarín construido para ella en la iglesia matriz, ahora Catedral Basílica.

También podría gustarte