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Ese mismo lunes, Braun fue detenido en Munich, pero fue puesto en libertad al
día siguiente bajo fianza de 5 millones de euros. La justicia alemana también
busca al exdirector de operaciones de Wirecard, el también austriaco Jan
Marsalek, que salió disparado hacia Filipinas, donde consta su llegada al
aeropuerto de Manila el martes 23 de junio. Como su esposa es filipina y le
acompañaba, pudo entrar pese a las restricciones a extranjeros por la Covid-19, y
las autoridades filipinas creen que sigue en el país.
Hay además deudas por valor de 3.500 millones de euros, puntilla definitiva por
la que la fintech presentó suspensión de pagos ante la “amenaza de insolvencia y
sobreendeudamiento”. Wirecard se convertía así en la primera firma del DAX, el
prestigioso índice bursátil alemán, en irse a pique, apenas dos años después de
hacerse un hueco entre las 30 compañías más cotizadas del país. Fundada en
1999 con sede en Aschheim, a las afueras de Munich, Wirecard empezó como
procesador de pagos para páginas web de pornografía y juegos de azar, y
evolucionó hasta ser una exitosa empresa de servicios online.
Ahora, los acreedores tienen escasas esperanzas de recuperar los 3.500 millones
que se les debe, mientras los 6.000 empleados de la empresa afrontan un destino
incierto. La Fiscalía de Munich investiga a su jefe Braun por tergiversación de las
cuentas y manipulación del mercado. Y esta semana ha trascendido que también
podría haber ramificaciones de falsa contabilidad en las islas Mauricio.
Los analistas señalan que ciertamente la BaFin estuvo corta de reflejos, pero que
parte del problema radica también la delegación de responsabilidades. Alemania
es uno de los pocos países que divide la revisión de la contabilidad entre una
institución privada y el supervisor financiero estatal. El regulador privado Panel
de Aplicación de Informes Financieros (FREP, por su sigla en inglés) se ha
encargado desde el 2005 de examinar los informes financieros de las empresas
que cotizan en bolsa en Alemania. “Rastrear fraudes contables e investigar no
forma parte de nuestras tareas”, dijo FREP el pasado miércoles en un
comunicado. Por lo pronto, el Gobierno de gran coalición de conservadores y
socialdemócratas de la canciller Angela Merkel cancelará su contrato con el
FREP, y el ministro de Finanzas Scholz sostiene que el BaFin debería tener poder
un investigativo similar al de la Fiscalía.
Para más inri, el viernes 26 de junio trascendió que la Unión Europea investiga al
BaFin por el caso Wirecard, una medida poco habitual y decididamente
embarazosa para Alemania, que a los pocos días asumió la presidencia rotatoria
del Consejo de la UE. Mientras, la auditora EY afronta una oleada de litigios,
acusada de no haber intervenido antes, en un terremoto que remite a la fatal
supervisión que hizo otro gigante de la auditoría, Arthur Andersen, de la
energética estadounidense Enron, que se hundió a inicios de los años 2000 tras
inventarse sus cuentas. El caso Wirecard apunta, en definitiva, a que el sector
tecnofinanciero está todavía poco vigilado en general.