Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
A partir del año 2000 las autoridades japonesas obligan a las empresas a valorar sus activos
financieros a precios de mercado. Para no reconocer dichas pérdidas, Olympus creó fondos
(entidades de propósito especial) en paraísos fiscales (Islas Cayman e Islas Británicas y en
Singapur) pero fueron cuidadosos de no ser relacionados con Olympus; es decir como si
se trataran de empresas independientes. Esos fondos adquirieron los activos tóxicos al
costo en libros, pero financiados con créditos bancarios garantizados con depósitos y bonos
no tóxicos de la compañía Olympus. Esta operación fue realizada en forma secreta y no se
enteraron ni los auditores externos ni el principal prestamista (LGT Bank). De esta forma
desaparecen los activos tóxicos del balance de Olympus y no se reconocen las pérdidas,
las cuales quedan en cabeza de los fondos creados y que pudieran irse diluyendo en el
tiempo sin que nadie se enterara.
En el año 2008, la compañía decide comprar varias empresas argumentando que las
requería dentro de su estrategia de negocios; sin embargo, algunas de ellas en realidad
eran empresa de papel. Los precios pagados por la compra de esas empresas eran muy
altos en relación con sus valores reales; es decir, era claro que se habían pagado nos
precios inflados y ese mayor valor fue contabilizado como si fueran activos intangibles y
formando parte del Good will comprado. Además se pagaron comisiones muy altas por US$
687 millones a supuestos asesores de inversiones. Estos valores que fueron transferidos a
los fondos en los paraísos fiscales permitieron cubrir las pérdidas en los activos tóxicos y
liquidar los fondos pagando las deudas y liberando las garantías existentes. En otras
palabras, las perdidas existentes en los activos tóxicos fueron trasladadas al mismo balance
de la compañía Olympus como intangibles y Good will. El total del fraude alcanzó los US$
1.700 millones.
En julio de 2011, durante un viaje de trabajo por Europa, Woodford recibe la traducción de
un artículo publicado por una revista japonesa de negocios, Facta. En él, se alega que
Olympus había realizado varias adquisiciones a precios desorbitados en los años
precedentes, pagando grandes sumas por empresas casi sin negocio y elevadas
comisiones a asesores cuasi desconocidos.
Después de unas vacaciones, Woodford lanza una campaña interna para aclarar las
posibles irregularidades: al final de septiembre, comienza a enviar cartas al consejo
pidiendo información. Tras cinco misivas, y ante las respuestas insatisfactorias de Kikukawa
y sus colaboradores, Woodford reclama el 29 de septiembre el puesto de consejero
delegado para investigar el caso a fondo. Ante su amenaza de dimitir, Kikukawa acepta
cederle ese cargo y seguir sólo como presidente no ejecutivo.
Pero la pelea por los accionistas no funcionó. Las instituciones locales, como Sumitomo
Bank, rechazaron de plano la posibilidad de que Woodford volviera a dirigir Olympus. Sobre
el gobierno corporativo en Japón, Woodford reserva algunas de las palabras más críticas
"Japón tiene un sistema único de cruces accionariales, y además hay una relación
incestuosa entre compañías, proveedores y bancos. Muchas empresas japonesas tienen
consejos que son mediocres o algo peor, y siguen en esa posición hasta que se retiran.
Con una deuda pública por encima del 200% del PIB, Japón necesita un vibrante sector
corporativo, pero lo único que consigue son poco edificantes juegos de poder, disputados
a puerta cerrada por una pequeña elite".
Una vez se conoció el fraude el valor en bolsa de la compañía bajo un 50% equivalentes a
US$ 4.600 millones de dólares. Además, la compañía fue multada por la bolsa de tokio y
estuvo a punto de ser expulsada de allí. El presidente KIkukawa renuncia en 2012 y se
declara culpable.
La bolsa de Tokio (TSE) permitió que la acción de Olympus siguiera cotizando pese a estas
operaciones, tras imponer una multa simbólica de 10 millones de yenes (100.000 euros),
alegando que "la confianza de los inversionistas en el TSE había sido dañada".
Posteriormente, se hizo oficial una compra de acciones por parte de Sony con una inversión
de 642 millones de dólares que transforma a esta compañía competidora en la dueña del
11.46% de la cartera de Olympus. El principal interés de Sony es adquirir más peso en el
rubro del instrumental óptico para medicina, donde Olympus sigue liderando el mercado.
Los principales responsables del desfalco serían, el exvicepresidente ejecutivo Hisashi Mori
y el exauditor Hideo Yamada, aunque también habrían estado al corriente de las
operaciones los ya expresidentes Toshiro Shimoyama, Masatoshi Kishimoto y Tsuyoshi
Kikukawa, y uno de los directores de contabilidad, así como tres miembros de un fondo de
inversión implicados en el fraude. Todos ellos fueron condenados a diez años de prisión y
multas de casi US$ 100.000 cada uno. En total fueron 19 miembros, actuales o pasados,
del Consejo de Administración de Olympus implicados en el maquillaje de las cuentas. Por
ello, Olympus los demandó reclamando un total de US$ 40 millones en daños e intereses
para la compañía.