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ESENCIA DE LA PERSONA
SINCRONIZACION
SISTEMICA

Aprenda a ser un optimista

El optimismo prolonga la vida y aumenta


la sensación de bienestar

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Índice
Prólogo ........................................................................................... 5
Seligman ......................................................................................... 6
Los inicios de la ciencia cognitiva experimental ............................. 9
De la pasividad a la depresión ....................................................... 13
Una terapia con experimentos de eficacia. .................................... 14
Inmunizarse ante los desafíos ....................................................... 17
El optimismo y la teoría de la atribución. ..................................... 18
La psicología positiva ................................................................... 22
Teoría de la emoción positiva y optimismo ................................. 25
Resumen ....................................................................................... 31
Pesimismo esencial ....................................................................... 35
Un test sobre la depresión ............................................................. 48
Creer que los propios actos terminarán en fracasos ...................... 78
Como piensas, así sientes .............................................................. 79
Desamparo aprendido y estilo explicativo .................................... 90
El pesimismo como causa de depresión ........................................ 95
Estilo explicativo y terapia cognitiva ............................................ 99
Rumiación y depresión ............................................................... 102
El problema mente-cuerpo .......................................................... 119
Optimismo y buena salud............................................................ 121
Pesimismo, mala salud, y cáncer................................................. 130
El sistema inmunológico ............................................................. 134

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Optimismo y una vida más sana.................................................. 141


La vida optimista ........................................................................ 156
Pautas para el uso del optimismo ................................................ 160
Los principios básicos del optimismo ......................................... 162
Los ABC ..................................................................................... 164
El registro ABC .......................................................................... 166
Las tres partes del registro. ......................................................... 168
Discusión y distracción ............................................................... 175
Discusión .................................................................................... 180
Aprendiendo a discutir con uno mismo ....................................... 183
Evidencias ................................................................................... 184
Alternativas ................................................................................. 186
Implicancias ................................................................................ 188
Utilidad ....................................................................................... 191
El registro de discusión ............................................................... 193
Revisión ...................................................................................... 197
El pesimismo en la infancia ........................................................ 199
ABC para tu hijo ......................................................................... 200
Externalización de voces............................................................. 217
La biología de la transmisión emocional ..................................... 228
Bibliografía ................................................................................. 238

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Prólogo
La Psicología Clínica tradicionalmente ha estudiado

al hombre dentro de la perspectiva de la

psicopatología o enfermedad mental, ya sea en sus

determinantes o consecuencias. Lo anterior, es

esperable si se piensa que el objetivo tradicional de la

psicología clínica ha sido el alivio del sufrimiento

humano, subestimándose con esto el estudio y la

comprensión de otros fenómenos del comportamiento

humano, que contribuyen a su felicidad, al aumento

de fortalezas, virtudes y a su bienestar general. Si bien

estas variables siempre han estado presentes en la

historia de la Psicología, solo últimamente se han

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destinado esfuerzos a su estudio científico. En los

últimos años, la investigación de los recursos

psicológicos que favorecen la salud y el bienestar ha

experimentado un aumento considerable,

evidenciando una tendencia al afrontamiento de

variables positivas y preventivas en lugar de aspectos

negativos y patológicos. En este marco, se ha

desarrollado una línea de investigación sobre los

afectos positivos, recursos y fortalezas del ser

humano, como de su comportamiento individual y

grupal

Seligman
Seligman nació en el estado de Nueva York, y su

vocación le llegó tras conocer algunos escritos de

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Sigmund Freud. Así se abocó al estudio de esta

disciplina, hasta culminar sus estudios de doctorado.

La formación del psicólogo, iba a ir de la mano de la

influencia cognitiva, y los estudios sobre la depresión,

así, fue forjando su brillante tarea como

psicoterapeuta clínico. Además, no tardaría en ser

muy reconocido, alrededor de los años 70, por sus

estudios sobre el sentimiento de impotencia,

atravesados por su historia personal, ya que su padre

había sufrido un ACV, y tuvo que vivir varios años,

paralizado.

El legado de Seligman, consiste en comprender, que

estamos predispuestos genéticamente, a ciertos

aprendizajes. La clave para conocer más acerca de

este hecho, tiene que ver con reconocer que las

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personas están genéticamente determinadas para

desarrollar más algunas fobias que otras, por ejemplo.

Las más frecuentes de estas fobias, están vinculadas

al pasado ancestral de la especie, tales como arañas,

serpientes, precipicios, etc. El hecho de que hoy una

araña pueda parecer inofensiva, no lo es tanto, si la

encontrásemos dentro del automóvil, mientras

conducimos, por ejemplo. Esto quiere decir, que la

fobia, prevalece como un legado primitivo que aún

afecta a las personas. Y también sugiere, que algunos

aprendizajes, aunque sean de indefensión, son más

fácilmente asimilables que otros. De esta manera,

podemos aprender, también a suprimir algunas fobias,

pero otros aprendizajes resultan más difíciles, tales

como adelgazar por debajo del propio peso “natural”

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de manera sostenida. Es decir, más aun, no podríamos

hacer desaparecer cierto tipo de deseos sexuales,

apenas podemos aprender a no llevarlos a cabo.

Los inicios de la ciencia cognitiva

experimental

Como consecuencia de una gran cantidad de estudios

comparativos, con animales, basándose en el célebre

científico Ivan Pavlov, Seligman, se dedicó toda su

vida a reducir la depresión, y desarrollar el

sentimiento de felicidad. “En lo que usted puede

cambiar y lo que no”, actualiza el conocimiento sobre

el grado de dificultad de los diversos tipos de cambio

de comportamiento y sobre los métodos más eficaces

para cambiar, cuando es posible. De allí proviene ese

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refrán popular, de tener valor para cambiar lo que se

pueda cambiar, serenidad para aceptar lo que no se

pueda cambiar, y sabiduría para conocer la diferencia.

Lo más interesante de sus hallazgos, a partir de la

investigación comparativa, resulta de un proceso que

se observa tanto en animales como en seres humanos,

cuya predisposición genética facilita en ambos, la

indefensión aprendida. Helplessness, en inglés, puede

tener varias traducciones, impotencia, angustia,

resignación, incapacidad para salir, etc. El

experimento célebre se realizó con tres grupos de ocho

perros. En dos fases. Los animales han sido

mantenidos atados con un arnés. Se les enseña a hacer

cesar descargas eléctricas apoyando el hocico sobre

una placa. Así, experimentan su capacidad para

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controlar una situación indeseable. Luego se los

ubicaba junto con otro grupo de perros. Estos soportan

exactamente las mismas descargas que los perros del

primer grupo, soportaron durante el aprendizaje, pero

no tienen ningún poder de acción. Un tercer grupo de

perros, no padece esta primera etapa del experimento.

En la segunda fase, 24 horas. después, cada animal es

ubicado en una jaula de escape, un dispositivo que

tiene dos compartimientos, A y B. En A, el suelo

permite administrar descargas eléctricas. En B, el

animal nunca padece descargas. Una barrera no muy

difícil de franquear separa ambos compartimientos.

Cada animal es ubicado en A, donde recibe las

descargas. Todos los perros que en la primera etapa

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han detenido los choques apretando una placa,

aprenden rápidamente a franquear el obstáculo para

pasar a B. Los del tercer grupo aprenden igualmente

bien. Pero, seis de los ocho perros, que en la primera

fase del experimento recibieron descargas sin poder

cambiar nada al respecto, se quedan pasivamente en

el compartimiento, donde soportan los choques.

Parecen resignados a padecer una situación

indeseable.

Seligman, y sus colaboradores, realizaron repetidas

pruebas de este experimento, variando las especies de

animales y además modificando algunos parámetros

de la situación.

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De la pasividad a la depresión
Los animales que se volvieron severamente

indefensos, presentan varias analogías con las

personas deprimidas. Disminuyen las conductas

competitivas, el apetito, la libido, y las actividades

agradables. En el plano fisiológico, aparecen

fenómenos idénticos: disminución de las

catecolaminas y aumento de la actividad colinérgica.

La tristeza y la desesperanza, como rasgo distintivo,

se ha podido advertir tanto en personas depresivas

como en los experimentos sobre la indefensión

adquirida. El rasgo común entre las personas

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depresivas y estos experimentos es la impotencia para

controlar acontecimientos indeseables. Resulta que

las personas pueden sufrir de depresión por diversos

motivos. Tales como ponerse metas poco realistas, y

no llevarlas a cabo, por faltar al honor, la dignidad,

etc. Sin embargo, podemos esclarecer que mientras en

los animales el ambiente es un aspecto fundamental,

en las personas son a la vez las circunstancias y las

creencias sobre lo que debería ser lo que las afecta.

Una terapia con experimentos de

eficacia.
Luego de provocar un estado de pasividad y/o

depresión en los perros, Seligman investigó cómo

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podía remediarse. El experimento Prínceps, se

desarrolló de la siguiente manera:

El primer intento consistió en reubicar perros con la

indefensión aprendida en el compartimento A de la

jaula de escape, sin la barrera entre A y B. Los

animales no se movieron. Después Seligman se ubicó

en un extremo del compartimento B y llamó a los

perros. Los animales permanecieron igualmente

inactivos. El tercer intento, consistió en hacerles pasar

hambre, y luego ponerlos en el compartimento A,

desde donde podían ver un salame ubicado en B. Esta

seducción no funcionó. El cuarto procedimiento tuvo

un efecto terapéutico: empujar al animal a hacer

experimentos de eficacia. En una caja sin barrera, los

experimentadores arrastraron a los perros desde A

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hasta B. Entonces se ubicó una barrera que los perros

no indefensos, habían aprendido a cruzar, sin mayores

obstáculos. Esta vez, todos los animales, tuvieron

éxito en el aprendizaje.

Notamos como un avance gradual y paulatino, desde

lo más simple, hasta lo más complejo, es el

procedimiento más apto para desarrollar nuevos

aprendizajes. Permite la suficiente dosis de estima, y

motivación, al mismo tiempo, que se verifican los

logros, y se alcanzan las metas.

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Inmunizarse ante los desafíos


Algunas evidencias con estudios comparados. Dan

cuenta de un factor muy importante respecto de la

indefensión aprendida. Mientras que en el

experimento con las descargas eléctricas, algunos

animales se volvían apáticos, otros, no se veían

afectados por no tener el control. Las pruebas indican

que aquellos animales, que han tenido que superar

dificultades anteriormente, en situaciones difíciles,

han sostenido una suerte de inmunización contra los

desafíos, en mucho mayor proporción que los que

vivieron en el laboratorio, sobreprotegidos.

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Esto permite notar, las diferencias entre criarse ante la

adversidad, o no tener riesgos de ningún tipo, puesto

que en el segundo caso, las dificultades de la vida

serán más difíciles.

El optimismo y la teoría de la

atribución.
El efecto de las situaciones que pesan sobre un ser

humano depende de la manera en que las interpreta y

sobre todo, la manera en que las explica. Seligman

estudió cómo las personas atribuyen causas a los

acontecimientos indeseables.

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La teoría de la atribución causal, demuestra que las

personas deprimidas tienden a adjudicarse a sí mismas

las causas de sus fracasos, es decir como si fuesen

deficiencias propias. Así las atribuciones internalistas,

tales como “no soy lo suficientemente listo” es

siempre estable, permanece allí para justificarse. En

cambio, en las atribuciones externalistas, tales como

“la temperatura demasiado elevada, impide que pueda

concentrarme bien”, la causa se vuelve un factor

variable, otro día con otra temperatura, se esperarían

diferentes resultados. Lo cierto es que si quisiéramos

conocer la verdad, estaríamos ante una verdadera

dificultad, por lo tanto, lo que las investigaciones

tienden a encontrar, es cuáles de estos dos tipos de

atribuciones pesimistas u optimistas, suelen tener más

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cercanía con la realidad, mayor aproximación

respecto de los logros alcanzables. Ya se ha probado,

que en general, los pesimistas, están en una tendencia

más cercana con la realidad y los optimistas suelen

sobreestimar sus capacidades de resolución. Sin

embargo, el pesimismo tiende a la depresión, es más,

la depresión, puede verse como un pesimismo

hipertrofiado. La salud se ve afectada ante la falta de

optimismo, porque el sistema inmunológico se

debilita como consecuencia del sentimiento de

ineficacia, sobre todo cuando es un hábito de

pensamiento.

Las investigaciones respecto de cómo se forman las

estructuras más pesimistas o más optimistas, según

cada caso, se ciernan sobre la edad de siete años,

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cuando el infante absorbe la modalidad de

pensamiento de sus padres, por supuesto, supeditada a

las circunstancias en la que se encuentran. Sin

embargo, a cualquier edad pueden modificarse

maneras de pensar, siempre que sigan algunas reglas

conocidas para los terapeutas cognitivos:

 Observar regularmente, durante todo el período

que lleve el aprendizaje, el diálogo interior

 Buscar hechos que cuestionen las

interpretaciones pesimistas

 Reformular las atribuciones pesimistas en

términos optimistas, sin llegar a desligarse de

toda responsabilidad de manera unilateral

 Reformular situaciones indeseables de modo

de poder desdramatizarlas

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 Intentar no incurrir en repasar frustraciones

 Emprender actividades que generen un

sentimiento de eficacia o autoestima

Es capital modificar los esquemas cognitivos, y la

mejor manera de lograrlo es encarar estas acciones.

La psicología positiva
Desde el final de la segunda guerra mundial, la

psicología se centró en los padecimientos mentales,

pero fueron pocos los que buscaron desarrollar el

optimismo, la generosidad, y otras virtudes que hacen

a una vida de calidad. Y además, son agentes

preventivos inigualables para estar protegidos, sin

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lugar a dudas. Así, el estudio científico de una vida

plena, es tarea singular de la psicología positiva. Cuyo

objetivo es ayudar a los interesados a construir una

vida feliz, mediante intervenciones positivas, más que

por la focalización en los disfuncionamientos

psicológicos. Los pilares para la recomendación más

general, sugieren saber generar emociones agradables,

comprometerse en actividades gratificantes y

valorizantes, superarse poniéndose al servicio de una

causa o de instituciones positivas, como la familia,

una comunidad, etc.

Ejercicio de las tres cosas buenas.

Antes de ir a dormir, todas las noches, hay que poner

por escrito tres acontecimientos que salieron bien

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durante el día, y las razones por las que esto ocurrió.

Ya que la tendencia general, es a focalizarse en

aquello que salió mal, es aconsejable revertir y educar

al cerebro.

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Teoría de la emoción positiva y

optimismo

La teoría de la emoción positiva y optimismo tiene

cinco elementos que son:

1- Emoción positiva

2- Compromiso

3- El Sentido de la vida

4- Relaciones positivas

5- Logros

El primer elemento es la emoción positiva, o la vida

placentera. La emoción positiva, se evalúa solo de

manera subjetiva, por ejemplo, considera las

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respuestas a estas preguntas ¿El tiempo se detuvo?

¿He perdido la consciencia de mí mismo en ese hacer?

La emoción positiva es la categoría de la teoría del

optimismo, donde los factores se miden

subjetivamente, (al igual que el compromiso, que cada

cual lo intensifica según su propio parecer y su

subjetividad) allí lo placentero, el éxtasis de la

realización, el sentido de la comodidad, o calidez,

dependen en cuanto a lo que significan, de cada

persona en particular.

Respecto del Sentido:

Podemos decir, que alguien conserva el sentido

cuando puede pertenecer y servir a algo que considera

que es superior al él. La persona que tiene un sentido,

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no puede estar equivocada sobre su propio placer,

éxtasis o comodidad, ya que estas, se orientan en

función de aquel. Por ejemplo, alguien para quien el

sentido de la vida, está relacionado con compartir con

amigos algunas tardes, mientras se conversa y se toma

café, sentirá placer, en cada encuentro, y mucha

comodidad durante el mismo. Sabemos, que el

sentido, hoy se acepta sin disenso, que las conexiones

con otras personas y las relaciones, son las que dan

sentido y propósito a la vida.

Entonces, el sentido de la vida se define y se mide de

manera independiente de la emoción positiva, y el

compromiso, también es independiente de los otros

dos elementos que le siguen, a saber, relaciones y

logros, los cuales explicaremos a continuación.

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Relaciones positivas: Los “otros” son el mejor

antídoto de las vicisitudes de la vida, y el estimulante

más confiable que existe. Los científicos han

descubierto que los actos de altruismo, bondad,

producen el aumento momentáneo del bienestar, más

confiable que cualquier otro tratamiento que hayamos

probado. Todas las relaciones positivas van

acompañadas de emociones positivas, de

compromiso, o de sentido.

Las relaciones positivas son uno de los cinco

elementos básicos, de la teoría de la actitud positiva y

el optimismo. Lo importante es que las relaciones

positivas, siempre producen ventajas, emocionales,

así, las relaciones positivas, son fundamentales para la

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evolución, y están reforzadas, con el apoyo adicional,

de los demás elementos.

El logro: o autorrealización, con frecuencia, se buscan

por sí mismos, incluso, cuando no producen

emociones positivas, ni se encuentra más sentido, que

ganar por el simple hecho de ganar. También, puede

observarse con mucha frecuencia en la búsqueda de la

riqueza. Muchos magnates buscan la riqueza y luego

regalan, una buena parte de ella, en gestos

sorprendentes de filantropía. Muchos de estos, han

sido a su retiro, filántropos, es decir encontraron el

sentido, en una etapa posterior de su vida, después de

haberse dedicado a ganar, por el gusto de ganar, en sus

años de juventud. Podríamos agregar que, en contraste

con estos “donadores” existen “acumuladores”, los

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cuales construyen sus vidas alrededor del ganar y de

acumular, es innegable que esta clase de personas,

son los que fundan empresas y las empresas, sabemos,

proporcionan medios para que muchas personas

subsistan económicamente, tengan familias, y creen

su propio sentido y propósito, utilizando el trabajo

como un medio dentro de otros fines. Pero esto es sólo

un efecto secundario, del motivo de ganar de los

acumuladores.

Por lo tanto, la teoría del optimismo, incluye al logro

en su forma reducida, y la vida de realización, en su

forma ampliada.

Las personas que llevan una vida de realización,

suelen estar absortas, en lo que hacen, y con

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frecuencia, buscan el placer y sienten emociones

positivas, fugaces, al servicio de algo superior. Los

seres humanos cuando están libres de coerción, eligen

hacer sólo porque sí.

Resumen

1-Emoción positiva

2-Compromiso

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3-Relaciones

4-Sentido

5-Logro

Ningún elemento define por sí solo la emoción

positiva y el optimismo, pero cada uno de ellos

contribuye a alcanzarlo. Algunos aspectos de estos

cinco elementos se miden de manera subjetiva, por

medio de información dada por uno mismo, a uno

mismo, pero otros aspectos se miden objetivamente.

La felicidad tiene tres componentes, que son, la

emoción positiva, el compromiso, y el sentido de la

vida. Cada uno de los cuales aumentan la satisfacción,

y se miden en su totalidad sólo subjetivamente.

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En la teoría de la emoción positiva, y el optimismo,

las fortalezas y virtudes, tales como bondad,

inteligencia social, humor, valor, integridad, y otras

por el estilo, son 24 en total, son soporte del

compromiso. Pensemos que cuando una persona

entra en un flujo de crecimiento personal, e

intercambio social, es decir, cuando despliega sus

mayores fortalezas, para superar los retos más

difíciles que se le presentan, recibe a cambio un

mayor compromiso, consigo y con los demás. Además

inicia un ciclo de retroalimentación con el resto de los

componentes de esta teoría.

En definitiva, en la teoría del optimismo, se trata de

sentirse bien, y propone que la manera correcta de

escoger el curso de nuestras acciones, es tratar de

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maximizar nuestra salud emocional. Entonces, junto a

las 24 fortalezas, y los 5 pilares, la teoría de la

emoción positiva propone un método.

Los aspectos subjetivos y objetivos, se reparten la

retroalimentación que cada persona recibe tras evaluar

los componentes mismos. Lo fundamental, para

comprender aquí, es que la meta puede ir dando

elementos concretos, para conocer si estamos

cumplimentando con el propósito. Si por ejemplo, el

sentido para una persona es servir como piloto de

avión, y trasladar a las personas de un punto

geográfico a otro, además de las relaciones y las

emociones que sienta con cada logro dado, deberá

reportarse cuantas materias ha aprobado, en el curso

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de algún sistema de evaluación oficialmente

capacitado para formar pilotos.

Pesimismo esencial
Cuando una persona padece un estado de pesimismo,

es algo melancólico, está atravesando por una versión

ligera, de un desorden mental más grave, podemos

decir que tiene depresión. La depresión es el

pesimismo en granos y un estudio de la depresión,

puede aportar elementos para comprender mejor la

mecánica del pesimismo.

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La depresión desde luego, merece que se la estudie por

sí misma, pero también puede servir mucho para

revelar, con qué tienen que vérselas, las personas que

se sienten afectadas solamente por ese trastorno

mental, al que llamamos pesimismo. Para algunos, se

trata de una experiencia poco común, que se nos viene

encima sólo cuando se desmoronan de un golpe,

nuestras mejores expectativas.

Para muchos de nosotros, es algo más familiar, un

estado de ánimo, que nos afecta cada vez que algo nos

sale mal. Y todavía para otros, la depresión es una

sombra constante, que nos arrebata todo el gozo de los

mejores momentos y más aún, los torna más oscuros

que otra cosa. La depresión era un misterio hasta no

hace mucho tiempo¿ Quienes corrían los mayores

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riesgos? ¿De dónde provenía? ¿Cómo quitarla, todos

eran enigmas?

Hoy, gracias a intensas investigaciones científicas, ya

conocemos que la depresión, se presenta bajo tres

condiciones, en tres formas. La primera es la que

denominamos depresión normal, y es la que casi todos

conocemos mejor. Surge del dolor y el sentimiento de

pérdida, que forman parte inevitablemente del hecho

de pertenecer, y suelen vincularse con personas que

piensan en el futuro. No conseguimos los trabajos que

deseamos, nuestras acciones en la bolsa de valores

bajan, la persona amada no nos corresponde, muere

algún familiar, etc. Cuando se produce alguna de esas

pérdidas, lo que sucede, a continuación es común y

predecible, nos sentimos tristes, y caemos en el

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desamparo. Nos volvemos pasivos y aletargados, no

podemos sino pensar en que algo malo está por ocurrir

también.

Ya no hacemos bien nuestro trabajo, y empezamos a

faltar con frecuencia. Perdemos el interés que

teníamos en cosas que nos daban satisfacciones, y

desaparecen nuestros gustos por las comidas, las

amistades, no podemos dormir bien. Pero pasado un

cierto tiempo y gracias a uno de esos benevolentes

misterios médicos, empezamos a sentirnos mejor.

La depresión normal es en extremo común, es el

“resfrío” común de las enfermedades mentales. Las

otras dos clases de depresión, son las denominadas

alteraciones o desordenes depresivos: la depresión

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unipolar y la bipolar. Estas son las que suministran el

trabajo de todos los días a los psicólogos, y psiquiatras

clínicos. Lo que determina cuál es la diferencia entre

ambas formas, es si llevan implícito o no el factor

manía. La manía es una condición psicológica que

ofrece un grupo de síntomas, que parecen ser lo

contrario de la depresión. Desmedida euforia,

grandiosidad, conversaciones frenéticas, actos

desmesurados, y una autoestima exagerada. La

depresión bipolar, siempre se acompaña de episodios

maníacos, por eso suele llamarse a esos pacientes

maniaco-depresivos, pues la manía es uno de los polos

y la depresión es el otro.

Los que sufren de depresión unipolar, no tienen nunca

episodios maníacos. Hay otra diferencia entre las dos

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y es que la depresión bipolar, es mucho más

hereditaria. La depresión bipolar, responde a la

medicación, con una de esas drogas mágicas del

mercado, que es el carbonado de litio, en el 80% de

los casos de depresión bipolar, el litio puede aliviar la

manía, y en proporción algo menor, la depresión. A

diferencia de las depresiones unipolar y normal, los

maniacos depresivos, son enfermos con una alteración

orgánica, que se trata clínicamente. La cuestión se

suscita cuando se trata de dilucidar si la depresión

unipolar y la depresión normal, se encuentran

relacionadas. Se considera, que difieren solo en el

número de síntomas, con que se acompañan y la

gravedad. Hay una diferencia no muy significativa,

entre ambas.

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El argumento decisivo, es que la depresión normal, y

la unipolar, se reconocen exactamente de la misma

manera. Ambas implican los mismos tipos de cambio

negativo en el pensamiento, el humor, el

comportamiento, y las respuestas físicas.

Uno de los cuatro criterios que se siguen, para definir

la depresión, es un cambio negativo en el modo de

pensar, cuando uno se encuentra deprimido, se traza

un cuadro hostil de sí, del mundo y del futuro. Cuando

uno se halla deprimido, hasta el obstáculo más

pequeño, se presenta, como una cumbre insuperable.

Se cuenta con una infinita cantidad de razones para

explicarse que los propios éxitos, no son sino otros

tantos escasos. En el corazón de todo modo de pensar

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deprimido, hay un estilo explicativo pesimista. El

concepto negativo del futuro, de uno mismo y del

mundo, es algo que surge de considerar como

permanentes, penetrantes y personales, las causas de

lo malo, que pueda pasar, y de considerar desde la

opuesta, las causas de lo bueno, como algo

circunstancial.

La segunda indicación para reconocer tanto a la

depresión unipolar como a la normal, es un cambio

negativo en el humor. Cuando uno se deprime, se

siente terriblemente mal, triste, descorazonado,

sumido en un pozo de desesperación. Puede llorar

hasta agotar las lágrimas, en sus peores momentos.

Por lo general, un humor deprimido no es continuo

sino que cambia durante el día.

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Lo típico es que ese humor se encuentre en los niveles

más bajos al despertar. Se imponen en ese

pensamiento todos los recuerdos de contratiempos

pasados, y se considera que seguramente el nuevo día

habrá de traer más desdichas. Ese es el humor que

arrulla al deprimido en los primeros momentos del

día.

Si esa persona se queda en la cama, lo más probable

es que el humor, siga allí, pesando como una sábana

pegajosa. El hecho de levantarse y afrontar una nueva

jornada, mejora las cosas, y el humor habitualmente,

se aligera, con el transcurso de las horas, aunque

volverá a empeorar un poco en los niveles bajos del

descanso básico y el ciclo activo. Un lapso que

generalmente media entre las tres y las seis de la tarde.

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La noche, en su comienzo, quizá, sea el momento

menos depresivo, de todo el día. No es precisamente,

la tristeza, la única modalidad de humor propia de la

depresión. También suelen presentarse con

frecuencia, la ansiedad y la irritabilidad. Pero, cuando

la depresión se torna muy intensa, parecen esfumarse

tanto la ansiedad, como la hostilidad, el sufriente se

torna vacío.

El tercer síntoma de la depresión, es el referido al

comportamiento. Tres son los síntomas de

comportamiento expuestos por el depresivo;

pasividad, indecisión, y tendencia suicida. Muchas

veces los depresivos ni siquiera pueden iniciar una

tarea por rutinaria que sea, y al primer obstáculo,

prefieren darse por vencidos. Cuando se presentan

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alternativas al deprimido, este no puede decidir, por

ejemplo, alguien que este padeciendo un acceso de

depresión, podrá levantar el teléfono, para pedir que

le manden una pizza, si del otro lado de la línea, le

preguntan de qué gusto la quiere, se quedaría sin saber

que decir, paralizado, mirando el aparato telefónico,

pasarán unos segundos de indecisión, y quizá termine

colgando el teléfono. Muchos depresivos, piensan en

el suicidio. Por lo general, uno de estos motivos,

cuando no ambos, el primero es la cesación. Se les

torna intolerable la perspectiva de tener que seguir

como están, y entonces quieren ponerle un punto final.

El otro, es la manipulación, quieren que se los vuelva

a amar, o vengarse, o tener la última palabra en una

discusión.

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Por último, el cuarto síntoma de la depresión, tiene

que ver con el físico. La depresión, se acompaña

frecuentemente de síntomas físicos nada deseables.

Cuanto más grave la depresión, más son los síntomas.

Disminuye el apetito, no se puede ingerir alimento, y

hasta el sueño, se afecta, el despertar llega muy

temprano y comienzan las vueltas y más vueltas en la

cama, tratando sin éxito de volver a conciliar el sueño.

Hasta que suena el despertador, y no hay otro

remedio, que empezar la nueva jornada, no solamente

con la misma depresión, sino también exhausto.

Estos cuatro síntomas, cambios negativos en el

pensamiento, y el humor, el comportamiento y la

respuesta física, permiten diagnosticar la depresión,

unipolar o normal. Para que alguien pueda

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considerarse como un deprimido, no es indispensable

contar con los cuatro síntomas, y tampoco hace falta

que uno en particular se halle presente, sin embargo,

en tanto sea mayor el número de síntomas, más certeza

se tendrá, de que se está frente a un cuadro depresivo.

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Un test sobre la depresión


¿En qué medida te encuentras deprimido en este

momento?

Queremos que ahora realices un test, de la depresión,

muy difundido, desarrollado por Lenore Radloff. Esta

prueba, denominada CES-D, por centro de estudios

epidemiológicos de la depresión, abarca todos los

síntomas de la depresión. Lo que debes hacer ahora

es envolver en un círculo la respuesta que, según el

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propio parecer, sea la que mejor describe, como te has

sentido durante la última semana.

DURANTE LA SEMANA PASADA

A) Me sentí molesto por cosas que habitualmente

no me molestan,

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

B) No tenía ganas de comer, tuve muy poco apetito

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

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3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

C) Sentí que era imposible sacudir mi tristeza,

aunque tratan de ayudarme familiares y amigos

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

D) Me parecía que no era tan bueno como los otros

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

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E) Me costaba mantener la atención en lo que

estaba haciendo

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

F) Me sentía deprimido

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

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G) Tenía la sensación de que todo lo que hacía era

un esfuerzo

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

G) No esperaba nada del futuro

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

H) Pensaba que mi vida había sido un fracaso.

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0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

I) Me sentía temeroso

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

J) Mi sueño era intranquilo

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

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K) No era feliz

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

L) Hablaba menos que de costumbre

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

M) Me sentía solo

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

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1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

N) Los demás no eran amigables conmigo

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

O) No disfrutaba de la vida

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

P) Tenía accesos de llanto

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0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

Q) Me sentía triste

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

R) tenía la sensación de disgustar a los demás

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

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S) No podía mantenerme atento

0- Rara vez o nunca (menos de 1 día)

1- En algún momento(1 a 2 días)

2- Ocasionalmente o en cierto momento( 3-4 días)

3- La mayor parte del tiempo o todo (5 a 7 días)

Esta es una prueba donde resulta sencillo obtener

el puntaje. Suma los números de cada respuesta

correspondiente a la línea elegida. Cuando no

puedas decidir entre dos de esos números, incluye

en la suma solamente el mayor. En puntaje que

obtendrás estará entre 0 Y 60.

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Antes de interpretar el puntaje convendrá saber que

no por haber alcanzado, una cifra muy elevada,

debes llegar al diagnóstico de depresión.

El diagnóstico depende de otros factores, como el

tiempo que llevas experimentando esos síntomas.

La prueba que acabas de ver más bien sirve para

proporcionar una indicación precisa del nivel, de

síntomas depresivos, que estés experimentando en

el momento actual.

Si el puntaje no ha pasado de nueve, entonces

decididamente te encuentras entre los no

deprimidos, por debajo de lo habitual, en la

mayoría, adultos.

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Un porcentaje de 10 o 15, sitúa entre los

deprimidos leves, y de allí hasta 24, es una

depresión moderada.

Cuando se pasas de 24 ya deberás pensar en una

depresión más severa.

Por estadísticas está calculado, para el 2020, la

depresión, en sus distintas variantes, será la

enfermedad más invalidante del ser humano, en el

mundo.

Cuando el doctor Gerarld Klerman era director de

la agencia de salud mental, un organismo del

gobierno norteamericano, acuñó un término exacto

para calificar los tiempos que vivimos, cuando dijo

que esta era “la era de la melancolía”.

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La depresión suave y moderada, muestra una

tendencia alarmante cada año, las cifras son muy

superiores, a las de los años anteriores. En

promedio, los habitantes del mundo civilizado, se

deprimen muchísimo más y a edades más

tempranas, que anteriormente para el caso de los

estados unidos, donde se hicieron los estudios, es

una calamidad psicológica en un país que disfruta

de un bienestar y una prosperidad sin precedentes.

De todos modos, es mucho más que suficiente,

para confirmar que estamos frente a una epidemia

del siglo 21.

Las investigaciones científicas están tratando de

descubrir, las causas de la depresión. La depresión

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bipolar, maníaco depresiva, es una enfermedad con

componente genético y biológico, por su origen,

también algunas depresiones unipolares, son

biológicas, en especial las más severas. En algunos

casos, la depresión unipolar es heredada. Pero las

depresiones unipolares heredadas son las menos, y

esto suscita la cuestión de cuál puede ser la causa,

de que en el mundo civilizado, la depresión este

adquiriendo totalmente, el carácter de epidemia.

La pregunta es si los seres humanos de este siglo,

han soportado cambios, físicos, en el transcurso de

los años, cambios capaces de hacerlos más

vulnerables a la depresión. Probablemente no. Es

muy discutible o dudosa, la afirmación de que

nuestra química cerebral o nuestros genes hayan

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cambiado tan radicalmente en las dos últimas

generaciones.

De manera que un incremento diez veces mayor en

los casos de depresión, difícilmente pueda

explicarse por medio de fundamentos biológicos.

Esta depresión epidémica, que nos es tan familiar,

a todos, tendríamos que considerarla desde el

ángulo psicológico.

La mayoría de las depresiones se inicia con

problemas del diario vivir, y modalidades

específicas de formas de pensar, acerca de esos

problemas, hace más de veinte años, comenzaron

muchísimas investigaciones para determinar, cuál

es el proceso psicológico que interviene, para que

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una persona sana, se convierta en depresiva, hace

muchos años, se comenzó a investigar en varias

universidades de Estados Unidos, lo que se llamó

el modelo de desamparo aprendido. Los estudios

iniciales fueron con perros, posteriormente fueron

reemplazados por ratones, hasta llegar la

investigación en seres humanos.

Todos los estudios tenían la misma conformación:

Se trataba de experimentos, con tres grupos de

personas. A uno de los grupos se le permitía tener

bajo su control directo, la producción de

determinados hechos o cosas, como ruido, shocks,

alimento. Para decirlo con un ejemplo, una ratita

podía controlar el shock (descarga eléctrica),

oprimiendo una palanca y cada vez que el

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animalito presionaba, el shock cesaba. El segundo

grupo era el de los desamparados y se hallaba

unido al primero, de manera que recibía, la misma

intensidad de shock, pero sin poder intervenir en la

interrupción o descarga. Para las ratitas de ese

segundo grupo, el estímulo únicamente cesaba,

cuando las del primer grupo oprimían la palanca,

el tercer grupo no intervenía en el proceso.

El grupo de los desamparados, se dio por vencido,

y abandonó, los animalitos, se tornaron tan

pasivos, que ni siquiera hicieron intentos, cuando

se les presentaron otras situaciones, las ratitas

simplemente se sentaban y no intentaban escapar.

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En experimentos con personas, conformadas en

tres grupos, se les brindaba una hoja a cada grupo,

con tres anagramas para completar, sin embargo,

para el grupo B, los dos primeros anagramas, no

tenían realmente solución. Sólo el tercero. Pero, al

sentirse incapaces de resolver los primeros dos

anagramas, el grupo B, tuvo el mismo efecto, que

produce, la indefensión aprendida, y se dio por

vencido, cuando pudo al menos intentar resolver el

tercero, que sí tenía solución. Así, en el grupo B,

las personas se quedaban mirando sencillos

anagramas, sin hacer el menor intento por

resolverlos.

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El grupo en condiciones de ejercer el control, de

los sucesos, se mantuvo activo y vivaz, lo mismo

que los integrantes del tercer grupo, el testigo.

Las ratitas corrían velozmente para eludir el shock

y los seres humanos, resolvían los anagramas en

pocos segundos.

Tan sencillos resultados identificaban

directamente cuáles eran las fuentes del desamparo

aprendido, lo causaba la experiencia pasada por las

personas, experiencias en las que habían

aprendido, que nada de lo que pudieran hacer

tendría algún efecto, y que sus respuestas no

servirían para lograr lo que querían. Estas

experiencias enseñaban lo que era de esperar, o sea

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que en el futuro, y en nuevas situaciones, tampoco

cuanto pudieran hacer, les significaría algún

resultado positivo.

Los síntomas del desamparo aprendido se pueden

producir en más de una forma.

Los contrastes, y los fracasos generaban idénticos

síntomas, que los efectos incontrolables referidos.

De manera que al parecer, en el meollo de la

derrota y el fracaso, parecía encontrarse el

desamparo aprendido. El desamparo aprendido, se

puede curar, demostrando al sujeto, que sus

propios actos, pueden hacer que las cosas

funcionen. También puede curarse enseñándole

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que piense de manera distinta acerca de las causas

de su fracaso.

Puede prevenirse si, antes de realizarse la

experiencia, o antes de pasar las cosas, se enseña a

la persona, que su manera de proceder ha hecho la

diferencia.

Cuanto más temprano en la vida se aprende esto,

más efectiva será la inmunización, para luchar

contra el desamparo. Quedaba así, desarrollada,

probada y perfeccionada, la teoría del desamparo

aprendido.

Pero ¿Serviría como modelo para la depresión?

¿Correspondería exactamente el modelo de

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laboratorio, con tal fenómeno y con la manera en

que se registra en el mundo real?

Lo que se arriesgaba era muy grande, porque

cuando existe un modelo, puede crearse en el

laboratorio cualquier alteración o desorden de

manera deliberada, lo que significa, que existe una

buena posibilidad de que los mecanismos ocultos,

puedan identificarse y por ende, crearse los

tratamientos correspondientes. Si resultaba al fin

de todo, que se había descubierto en el laboratorio

un modelo para uno de los tormentos más antiguos

de la humanidad, como es la depresión, entonces

estaríamos ante un progreso científico de primer

orden. En el caso del desamparo aprendido, era

mucho más lo que debía hacerse para demostrar

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que los experimentos reflejaban punto, por punto,

todos los síntomas, de la depresión, una similitud

convincente, constituye un caso crucial, en todo

modelo de laboratorio, referente a enfermedades

mentales. En la investigación era muy importante

comparar si los síntomas del desamparo aprendido

producidos artificialmente eran exactamente los

mismos que los síntomas aparecidos en casos

reales. Cuanto más exacto fuera el paralelo, mejor

sería el modelo obtenido. Cuando alguien llega al

consultorio de un psiquiatra o un psicólogo en

busca de ayuda, lo primero que tratará de hacer el

profesional será un diagnóstico, según sus iniciales

en inglés, manual de estadística y diagnóstico de la

sociedad norteamericana de psiquiatría, es ni más

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ni menos que la biblia oficial de la profesión, una

codificación de cuanto sabemos respecto del

diagnóstico de las enfermedades mentales.

Durante esa entrevista inicial, se tratará de

descubrir, si los síntomas, que se le exponen

concuerdan con alguna de las categorías de

enfermedades mentales, establecer un diagnóstico

por medio del DSNR, es algo así como

imprescindible para prescribir una posibilidad

diagnóstica y terapéutica.

Por ejemplo, para diagnosticar si al recién llegado,

atraviesa por un período de “episodios de gran

depresión” habrá que considerar los nueve

síntomas siguientes

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1- Humor depresivo

2- Perdida de interés en las actividades habituales

3- Pérdida de peso

4- Insomnio

5- Retraso psicomotor, lentitud para pensar y

moverse

6- Pérdida de energía

7- Sentimientos de inutilidad y culpa

8- Capacidad para pensar disminuida y poca

concentración

9- Pensamientos o actos suicidas

Cuando se tomaron la lista de síntomas, que figuran

en el manual de referencia, y se aplicó a las personas

y animales, que habían intervenido en los

experimentos de desamparo aprendido, se descubrió

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que aquellos grupos que tuvieron la posibilidad de

controlar los hechos, no presentaban ninguno de los

síntomas cruciales, en tanto los del grupo a los que no

se les permitió ejercer el control mostraban no menos

de ocho de los nueve síntomas de gran depresión.

1- Las personas que no tuvieron como resolver los

problemas más sencillos, informaron que

parecían ponerse de un pésimo humor

2- Los animalitos que no tuvieron forma de

escapar al shock, perdieron todo el interés en

sus actividades habituales. Dejaron de

compartir entre sí, ya no luchaban cuando se los

atacaba y no se ocupaban de sus crías

3- Esos mismos animales perdieron el apetito,

comieron menos, bebieron menos agua, y

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perdieron peso. También perdieron interés en

aparearse

4- Los animalitos desamparados sufrieron

insomnio y especialmente, se despertaron muy

temprano, tal como ocurre en los humanos.

5- Tanto los seres humanos como los animales,

mostraron retraso psicomotor y pérdida de

energías. No intentaron escapar al shock, ni

buscaron comida, ni trataron de resolver

problemas. No respondieron cuando se los

atacó, siempre se mostraron dispuestos a

abandonar toda tarea nueva, no exploraron

nuevos ámbitos.

6- Las personas desamparadas achacaron sus

fracasos frente a los problemas, insolubles, a su

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falta de capacidad y a su inutilidad. Cuanto más

deprimidos se ponían peor, era el estilo

explicativo pesimista, de que daban muestras

7- Tanto los animales como los seres humanos, se

mostraron carentes de atención en lo que

hacían. Tuvieron dificultades extraordinarias

para aprender cualquier cosa nueva y tuvieron

dificultades para prestar atención a indicios tan

cruciales como las señales de recompensa y

seguridad.

El único síntoma, no encontrado fue la tendencia o el

acto suicida, y es posible que ello se haya debido solo

a que los obstáculos presentados, eran muy pequeños

por ejemplo, no poder resolver anagramas, de manera

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que la equivalencia entre los modelos real y de

laboratorio, colmaba todas las expectativas,

problemas insolubles, y shocks de los que era

imposible escapar, produjeron ocho de los nueve

síntomas, que contribuyen a que se llegue al

diagnóstico de una depresión mayor.

Lo parecido de la comparación llevó a los

investigadores a poner a prueba la teoría de otro modo.

Existen diversas drogas, que pueden ayudar, en la

depresión que afecta al ser humano, y los

investigadores se las suministraron a los animales

victimas del desamparo. Una vez más, los resultados

pueden considerarse verdaderamente efectivos, cada

una de las drogas antidepresivas, mejoraron el

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desamparo adquirido, en aquellos animalitos.

También hallaron los investigadores que aquellas

drogas probadamente inútiles, para contrarrestar la

depresión en el ser humano, tampoco hacían

desaparecer los síntomas depresivos en los animalitos,

de manera que la semejanza parecía ser casi perfecta.

El desamparo aprendido en el laboratorio, a juzgar por

sus síntomas, parecía ser idéntico a la depresión.

Ahora, cuando observamos un aumento muy

importante en las cifras de depresión, podemos

considerarlo como una epidemia, de desamparo

aprendido. Ya se conocía la causa de desamparo

aprendido, y se está en condiciones de considerarla

como la causa de un porcentaje elevadísimo de

depresiones.

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Creer que los propios actos

terminarán en fracasos

Esta creencia se engendra tanto en los contrastes y

fallas, como en las situaciones incontrolables. La

depresión puede ser causada por contrastes, fallas y

pérdidas, con la consiguiente creencia, de que

cualquier medida que pudiera adoptarse, en contrario,

significaría algo inútil.

Está demostrado, que esta creencia, se encuentra

como una de las causas más importantes, de la

epidemia de depresión, que padecen los países más

adelantados del mundo.

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Las sociedades actuales, parecen ser más susceptibles

al desamparo aprendido o adquirido, a una siempre

creciente convicción de que nada que pueda hacerse.

Todo esto parece ser muy desalentador, pero también

se lo puede considerar por el lado más optimista, y es

aquí donde el estilo explicativo adquiere su

importancia ya que en los diez últimos años, se

perfeccionó un tratamiento que funciona rápidamente

y con resultados extraordinarios, en el capítulo final lo

explicaremos.

Como piensas, así sientes

Vamos a describir la historia y los recursos

diagnósticos demostrando que la depresión es una

alteración del pensamiento consciente.

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Quien investigó este tema fue un psiquiatra Tim Beck,

quien en los años ´60, se había sentido inmensamente

frustrado, en vista del ahogo que los puntos de vista

biomédicos, y freudianos, producían en los

tratamientos de la depresión, y en 1966, escribió su

primer libro acerca de la depresión. Se había dejado

llevar por su sentido común.

Había decidido que simplemente describiría lo que

piensa un depresivo conscientemente, y dejaría a los

demás las profundas teorizaciones, respecto al origen

de esos pensamientos. Los depresivos piensan cosas

horribles acerca de sí mismos, y de su futuro. Según

razonaba Beck, posiblemente toda la depresión

estuviera reducida a eso. Quizá lo que estamos

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considerando como un síntoma de depresión, el

pensamiento negativo, es la enfermedad.

La depresión, sostenía valerosamente, no es química

cerebral desequilibrada, ni rencor vuelto hacia el

interior. Se trata de una alteración del pensamiento

consciente. Beck escribió, sobre los seres perturbados

que “llegan a creer que no pueden ayudarse a sí

mismos, y se ven obligados a buscar al profesional que

pueda curarlos, tan pronto tropiezan con cualquier

problema del diario vivir. Se socava su confianza en

las técnicas.-obvias.- para la solución de sus

problemas ya pronto aceptan que las perturbaciones

emocionales provienen de fuerzas que no están a su

alcance”. Estos pacientes no se creen capacitados para

entenderse a sí mismos, por el propio esfuerzo, porque

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sus propias nociones, se han dejado de lado como

superficiales, y carentes de sustancia. Al rebajar los

valores del sentido común, esta sutil convicción

inhibe a esas personas, y les impide recurrir al propio

juicio para analizar y resolver sus problemas. Beck,

solía citar con frecuencia una observación del gran

matemático y filósofo Alfred Whitehead; las raíces de

la ciencia, se encuentran en el pensamiento, dotado de

sentido común. Ese es el punto de partida y allí es

donde debe recurrir. Podemos pulir nuestro sentido

común, contradecirlo en detalle, sorprenderlo. Otro

precursor de la revolución en la psicología fue el

psiquiatra de Sudáfrica, Joseph Wolpe. En los años

´50, Wolpe llamó la atención, de todo el mundo

terapéutico y provocó la ira de sus colegas, por haber

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hallado, una sencilla cura para las fobias. Lo

consagrado por el statu quo, del psicoanálisis, era que

una fobia, un temor tan intenso como irracional

respecto de algo, por ejemplo, un gato, un sitio vacío,

un sitio cerrado, etc. no es sino la manifestación

superficial de una alteración subyacente, más

profunda. Se decía que la fuente de la fobia era el

temor oculto a sufrir una castración a manos del padre,

como represalia por codiciar a la madre. Dicho sea de

paso, para las mujeres no se sugerían situaciones de

alternativa. Por notable que parezca, los freudianos

nunca prestaron demasiada atención al hecho que la

enorme mayoría de las fobias aparecen en mujeres, de

modo que a su teoría, les estaba faltando la

correspondiente configuración genital. Por su parte,

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los defensores de la teoría biomédica, aseguraban que

tienen que existir, alteraciones, aun no descubiertas,

en la química cerebral capaz de producir esos

problemas subyacentes. Los dos grupos insistían en

que tratar solamente el temor del paciente por los

gatos no serviría mucho más, que si se pintara el

sarampión con colorante. Sin embargo, Wolpe, razonó

que los temores irracionales por alguna cosa no son

simplemente síntomas de fobia, sino la fobia en sí. Si

el temor pudiera suprimirse, y se podría mediante

diversos procedimientos pavlovianos de extinción que

implicaban premios y castigos. La fobia podía

extinguirse. Si uno puede despojarse del temor ante la

presencia de un gato, el problema se resuelve. La fobia

no habrá de reaparecer como lo sostienen los teóricos

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de la biomedicina, y el psicoanálisis. En los últimos

años de la década del ´60, filadelfia se había

convertido en la Atenas de la nueva psicología,

Wolpe, lanzaba sus anatemas desde la Universidad de

Temple, y Beck se hallaba ya en la Universidad de

Pensilvania, donde constantemente aumentaba el

número de sus adherentes. No hizo sino llegar

calladamente a la misma conclusión respecto de la

depresión que Wolpe acerca de la fobia. La depresión

no es sino un síntoma. Sus causas están en los

pensamientos negativos conscientes. No hay ninguna

alteración profunda a la que es necesario desarraigar,

no hay conflictos infantiles, no resueltos, ni rencores

inconscientes y ni siquiera se trata de modificaciones

de la química cerebral. Las emociones provienen

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directamente de lo que pensamos: Pensemos “estoy en

peligro” otra vez están “sirviéndose de mí” y

sentiremos rencor. Pensemos “lo perdí” y nos invadirá

la tristeza.

Los pensamientos conscientes que se han desviado,

podrían actuar tanto en el desamparo adquirido, como

en la depresión. La depresión es el resultado de

hábitos de pensamiento consciente de toda la vida. Si

modificamos esos hábitos de pensamiento consciente

de toda la vida, esas maneras de pensar, habremos de

curar la depresión.

Vayamos directamente al pensamiento consciente,

aprovechando cuanto sabemos acerca de cambios en

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el modo de pensar de nuestros pacientes, cuando se

trata de circunstancias malas, feas o penosas.

De allí nació el nuevo enfoque, al que Beck, denominó

terapia cognitiva. Lo que hace, es tratar de modificar

cómo piensa el paciente depresivo acerca del fracaso,

la derrota, la pérdida, y el desamparo. Como piensa

uno con respecto a sus problemas, incluyendo, la

misma depresión, aliviará o agravará la depresión. Un

fracaso o un contratiempo cualquiera, podrá enseñarle

a uno que se encuentra desamparado, pero el

desamparo adquirido no producirá sino síntomas

momentáneos de depresión, a menos que se tenga un

estilo explicativo pesimista. En tal caso, los fracasos

y las decepciones podrán llevarnos a un estado

absoluto de depresión. Por otra parte, si contamos con

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un estilo explicativo optimista, entonces, se terminará

con la depresión.

Las mujeres tienen el doble de probabilidades de

padecer de depresión, con respecto a los hombres,

porque en general piensan en sus problemas siguiendo

pautas que amplían la depresión. Los hombres, más

bien, tienden a actuar que a reflexionar, en cambio, las

mujeres tienden a contemplar su depresión,

lamentándose constantemente, tratando de analizarla

y de determinar sus orígenes. A ese proceso los

psicólogos lo llaman análisis obsesivo rumiante, cuyo

significado no puede ser más claro si pensamos en

cómo digieren los pensamientos, una y otra vez, por

cierto que una imagen poco atractiva, pero

sobradamente clara y muy adecuada.

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El acto de rumiar los pensamientos, junto con un estilo

explicativo pesimista, conforman la mejor receta para

contraer una depresión mayor. Y con esto terminan las

malas noticias. Las buenas nos aseguran que tanto el

estilo explicativo pesimista, como el proceso de

rumiar se pueden modificar, son susceptibles de

cambio, y de cambio permanente, creando emociones

positivas y estilo explicativo optimista. Evitar volver

a caer en nuevas depresiones y salir airosos después

de haber sufrido un contratiempo.

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Desamparo aprendido y estilo

explicativo

Todos nos sentimos momentáneamente

desamparados, cuando nos pasa algo malo, nos

quedamos súbitamente sin aliento. Nos sentimos

tristes, el futuro no puede parecernos más tenebroso,

y el menor esfuerzo se nos antoja una hazaña de

imposible realización. Hay personas que se recuperan,

instantáneamente, todos los síntomas propios del

desamparo adquirido, se disipan en cuestión de

segundos, minutos, horas a lo sumo. Los hay que

siguen sintiéndose desamparados, durante semanas o

en aquellos casos en que los fracasos han sido de gran

importancia, puede durar meses o mucho tiempo.

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Esta es la diferencia fundamental, entre una

desmoralización breve y un episodio de depresión.

Recordemos, que ocho de los nueve síntomas de

depresión que figuran en el DSM-R, son producto del

desamparo adquirido. Una persona deberá tener cinco

de los nueve, para que se le haga el diagnóstico de que

padece un episodio de depresión mayor. Sin embargo,

se necesita contar con otro factor, los síntomas no

serán momentáneos, han de tener por lo menos, una

antigüedad de dos semanas. Por lo general, es muy

sencilla la diferencia entre los que ven desaparecer

pronto, su desamparo adquirido, y los que siguen

padeciendo los síntomas durante un par de semanas o

más: Los del último grupo, tienen un estilo explicativo

pesimista, y dicho estilo modifica el desamparo

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aprendido para llevarlo de breve y localizado, a

duradero y generalizado. El desamparo adquirido se

convierte en depresión plena, cuando el que tiene un

fracaso o un contraste, es un pesimista. En las

personas optimistas el fracaso no produce sino una

breve desmoralización. La clave de tal proceso está en

la esperanza o la desesperanza. El estilo explicativo

pesimista, según mencionamos, consiste en cierta

clase de explicaciones, para los sucesos malos o

desagradables, de tipo personalista “la culpa es mía”,

permanente “siempre será así” y penetrante “esto

arruinará todos los aspectos de mi vida”. Cuando uno

explica un fracaso de manera permanente y

penetrante, lo que está haciendo es proyectar el

fracaso del momento al futuro, y a nuevas situaciones,

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cualesquiera sean. Por ejemplo, rechazado por la

mujer amada, uno puede decirse “las mujeres me

odian” (una explicación penetrante). Los dos factores

permanencia y penetración, nos crearán expectativas

en el sentido de que siempre se nos rechazará por

muchas veces que lo intentemos, y de que no se trata

de que esa persona en particular nos haya rechazado,

sino todas las personas que intentemos amar. Quien se

explique los contrastes románticos sufridos en esa

forma, no hará sino coartar todas sus futuras

búsquedas de amor. Además, si uno cree también que

hay una causa personal, (“no soy digno de que me

amen”) entonces, también habrá de sufrir su

autoestima. Si sumamos estas maneras de pensar

sobre nuestras vidas, tendremos la aptitud de auto

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sabotear nuestro porvenir. Al efectuar explicaciones

personales, permanentes y penetrantes, para las cosas

malas que nos suceden. Las personas que tienen ese

estilo tan pesimista, el más pesimista de todos, son las

que tienen probabilidad de que, tan pronto hayan

fracasado una vez, cuenten con los síntomas del

desamparo aprendido o adquirido, por mucho tiempo,

y a través de muchos intentos, además de perder la

autoestima. Un desamparo adquirido de tanta

duración equivale a depresión. Las personas con estilo

explicativo pesimista, y que son víctimas de algún

contratiempo, probablemente se depriman, en tanto

las dotadas de un estilo explicativo optimista, que

pasen por iguales circunstancias, tenderán a resistir la

depresión. Si las cosas son así, llegamos a la

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conclusión de que el pesimismo constituye un factor

de riesgo para la depresión, muy superior, si se

compara con el factor de riesgo que el fumar,

constituye para el cáncer de pulmón o que el hecho de

tener un temperamento excitable pueda influir en los

ataques cardíacos.

El pesimismo como causa de

depresión
En distintos estudios y en forma reiterada se descubrió

que cuando las personas sufren depresiones, también

son pesimistas. Esto no significaba que el pesimismo

fuera causa de la depresión, sino solamente, que,

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como ocurría efectivamente, los pesimistas son, al

mismo tiempo, depresivos. Se encontraría la misma

coincidencia, entre pesimismo y depresión, si por el

contrario, dijéramos que la depresión es causa de

pesimismo, o si alguna otra cosa, como la química

cerebral, puede ser la causa de ambas alteraciones. Si

un paciente nos dice que no sirve para para nada, esta

explicación pesimista, es parte de la razón para que se

diagnostique, que es un depresivo. De modo que la

asociación entre estilo explicativo pesimista, y

depresión, es simplemente, una asociación circular.

En otro estudio muy importante, se buscó descubrir,

si el pesimismo es causa de depresión, consistió en

observar a un grupo de personas, en pleno transcurso

de su vida normal. Es lo que denomina, elaborar un

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estudio longitudinal. Se escogió a 100 estudiantes

para seguirlos durante cuatro años, y estudiar la

evolución de su comportamiento, medir sus estilos

explicativos, su depresión, sus avances en el estudio,

así como la popularidad de que gozaban entre sus

compañeros. Se hicieron mediciones dos veces por

año. Se descubrió que los estudiantes que empezaban

como pesimistas, eran los que, con el correr del

tiempo, más probabilidades tenían de deprimirse y

seguir como depresivos. Aquellos estudiantes que se

habían iniciado como optimistas, se mantuvieron lejos

de toda depresión, y en caso de deprimirse por alguna

circunstancia, no tardaban en recuperarse. Cuando se

producían contratiempos mayores, como la

separación o el divorcio de los padres, entonces, los

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pesimistas eran los primeros en sucumbir. Se extendió

el estudio a adultos jóvenes y los resultados fueron

similares ¿demostraron estos estudios, que el

pesimismo es causa de depresión o solamente que el

pesimismo es la antesala de la depresión y permite

hacer un pronóstico? Vamos a suponer que las

personas pudieran considerar en gran medida, como

han de reaccionar ante los acontecimientos

desdichados, algunos han comprobado cómo se ponen

en tales circunstancias, que literalmente los destrozan

por dentro. Los que se tornan optimistas, han

observado en cambio, con que prontitud, se recuperan.

Esos dos grupos, se vuelven pesimistas u optimistas,

sencillamente, porque han observado sus propias

reacciones ante los contratiempos. El pesimismo

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influye en la depresión siendo como un reflejo de

estados o situaciones básicas subyacentes.

Estilo explicativo y terapia

cognitiva
El ingrediente activo de la terapia cognitiva, es un

cambio del estilo explicativo de pesimista a optimista.

Cuanto más se aplicaba la terapia cognitiva y cuantos

más expertos eran quienes la ponían en práctica, más

profundo era el cambio hacia lo optimista. A su vez

cuando mayor era el cambio hacia lo optimista, mayor

era el alivio logrado en la depresión.

Los cambios producidos por la terapia cognitiva,

hacen que se consideren las cosas con un relieve

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nuevo, distinto, optimista. Los resultados demostraron

que la clave del alivio permanente en la depresión,

estaba en un cambio dentro del estilo explicativo.

Aquellos pacientes cuyo estilo explicativo, se había

vuelto optimista, eran los que menos probabilidades

de recaídas demostraron, en tanto no fue lo mismo,

con los que mantuvieron un estilo pesimista. Esto

significa que la terapia cognitiva actúa haciendo que

los pacientes acrecienten su optimismo. Previene

contra posibles recaídas debido a que esos pacientes,

adquieren una nueva destreza, que pueden utilizar, las

veces que la necesiten.

Los estudios han llegado a la siguiente conclusión. De

que, entre quienes en este momento, no están

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padeciendo una depresión, el estilo explicativo

pesimista, pronostica, que terminarán por deprimirse.

También pronostica que seguirán deprimidos y que

una vez pasada la terapia tendrán recaídas. Lograr que

se modifiquen, el estilo explicativo de pesimista a

optimista, alivia la depresión con un carácter muy

profundo. El pesimismo puede implicar que alguien se

deprima fácilmente, ante duros contratiempos, pero

no es por sí mismo una causa de depresión. La forma

de probar, si el pesimismo es una causa, consiste en

hacer cambiar del pesimismo al optimismo. Sin

embargo, si el pesimismo es causa, de que se vaya

fácilmente a la depresión, un cambio hacia el

optimismo podría aliviarla. Y, en realidad, esto es lo

que sucede. Con este resultado se reafirma un papel

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causal desempeñado por el pesimismo en la

depresión. Con toda seguridad, que el pesimismo, no

es la única causa de la depresión, pues los genes, los

duros contratiempos, las hormonas y la inmunidad,

ponen también lo suyo, pero si es innegable el hecho

de que se encuentra entre las causas, una de las

principales.

Rumiación y depresión
Cuando los pensamientos del estilo pesimista son

continuos en nuestro quehacer diario, es seguro que

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nos estaremos preparando para una depresión. No

obstante, el mero hecho de que alguien esté dispuesto

a pensar así, no significa, necesariamente que con

frecuencia, conserve para sí, sus pensamientos. Hay

personas que lo hacen, y otras que no. Los que no

pueden elaborar sus situaciones, y les dan muchas

vueltas, pueden ser optimistas o pesimistas, sin

embargo, los pesimistas son los que estarán con más

dificultades. Es decir, poseen una estructura en la cual,

las situaciones no pueden verse bien, bajo ningún

concepto. Hay otros pesimistas, que se orientan hacia

la acción, tienen un estilo explicativo pesimista, pero

no tienden a remarcárselos a sus adentros. Por lo

general, no hablan con otros al respecto. He aquí,

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como esa cadena de pesimismo, y falta de elaboración,

conduce a la depresión.

Primero, se produce alguna amenaza contra la que

creen estar inmersos.

Segundo, buscan la causa de esa amenaza y llegan a

la conclusión de que la misma, reside en ellos, lo cual

la tornan, permanente, penetrante y personal.

En consecuencia, esperan ser para siempre

desamparados y descuentan que la situación se

repetirá, una expectativa consciente que constituye el

último eslabón de la cadena, precisamente el que

desenlaza la depresión.

La expectativa de desamparo puede presentarse sólo

rara vez o puede surgir en todo momento. Cuanto más

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inclinada sea una persona a la rumiación, tanto más

fácil será que ocurra el desamparo.

Y cuanto más se presente esa causa, más fácil será

caer en una depresión, que estará cada vez más cerca.

Vivir cavilando, pensando en lo mal que van las cosas,

es lo que inicia la secuencia. Las rumiaciones hacen

que esa cadena se ponga en movimiento, y no la

detienen jamás. Cualquier cosa que pueda recordarle

a una persona la causa, de la amenaza inicial, será

suficiente para que eche a andar la cadena de

pesimismo. Los que no suelen tener rumiaciones,

tienden a evitar la depresión, aun cuando sean

pesimistas. En su caso, la cadena no se pone

fácilmente en movimiento, ni lo hace con frecuencia.

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Los optimistas, que suelen tener rumiaciones, también

eluden la depresión. En definitiva, optar por no

recurrir a los mismos pensamientos, siempre

contribuye, a que se alivie la depresión. Si se

modifican ambas cosas, tanto la versión pesimista

explicativa y la tendencia a recobrarle valor por medio

de la insistencia de los mismos juicios valorativos,

entonces el alivio, se hará notar más fácilmente.

Hemos llegado así a la conclusión de que los

rumiadores pesimistas son los que corren más riesgos

de caer en la depresión. La terapia cognitiva, ayuda a

poner límites a la rumiación, al tiempo que crea un

estilo explicativo optimista.

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El otro lado de la epidemia,

mujeres vs hombres.

El papel fundamental, que la rumiación desempeña en

la depresión, puede ser el responsable del hecho,

llamativo por cierto, de que la depresión sea

principalmente, un mal que afecta a las mujeres.

Infinidad de estudios, han llegado a la conclusión de

que durante el siglo 20, la depresión ha afectado con

más frecuencia a mujeres que a hombres. Ahora se ha

establecido que la relación es de dos a uno ¿A qué se

debe esta diferencia? ¿Será porque las mujeres están

más dispuestas a concurrir al consultorio del terapeuta

y por lo tanto influyen más en las estadísticas? No,

porque la misma proporción de mujeres se presenta,

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cuando se hacen encuestas puerta a puerta ¿Será

porque las mujeres se muestran más dispuestas a

hablar de sus problemas? Probablemente no. La

relación de dos a uno se muestra tanto en condiciones

públicas como anónimas. ¿Será porque en general, las

mujeres tienen peores trabajos que los hombres y

ganan menos? No. La relación sigue manteniéndose

dos a uno, incluso cuando se establecen

comparaciones entre mujeres y hombres, que

desempeñan idénticos trabajos, y perciben iguales

salarios: Las mujeres ricas padecen de depresión en

cantidades que superan también dos a uno a los

hombres en iguales condiciones, y del mismo modo,

las mujeres sin trabajo, padecen depresiones en esa

relación con respecto de los hombres desocupados.

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¿Habrá alguna diferencia, biológica, que pueda

producir más depresión en las mujeres que en los

hombres? Probablemente no, los estudios efectuados

sobre emocionalidad premenstrual y posparto

demuestran que si bien las fluctuaciones hormonales

tienden a afectar los efectos en cuanto a causar

depresión, no son ni de lejos suficientes como para

explicar esa diferencia de dos a uno.

¿Se trata de alguna diferencia genética? Estudios muy

cuidadosos que se han efectuado entre hijos e hijas de

hombres y mujeres afectados de depresión

demuestran que existe una sustancial depresión entre

los varones hijos de hombres depresivos, demasiada si

se considera como se transmiten los cromosomas, de

padre a hijo, y de madre a hija, como para considerar

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cierto que la genética pueda explicar aquella relación

dos a uno entre ambos sexos. Hay evidencias de que

es posible una contribución genética a la depresión,

pero no hay evidencia alguna, de que los genes

contribuyan más a la depresión en las mujeres que en

los hombres. Nos quedan tres interesantes teorías.

La primera es la referida a los roles, que exista algo en

el papel de la mujer en nuestra sociedad, que

contribuya a facilitar el acceso a estados depresivos,

en comparación con la situación del rol del hombre.

Un argumento en boga, que se encuentra en esta

categoría, nos dice que las mujeres se educan

preferentemente para invertir en amor, y en relaciones

sociales, en tanto el hombre se prepara para alcanzar

logros de realización personal y laboral.

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La autoestima de una mujer, de acuerdo con este

argumento, depende del amor, y la amistad que

consiga en su vida, por lo tanto, un fracaso en esta

órbita, desde un divorcio, o separación, la partida de

los hijos, u otra, puede afectar más a las mujeres que

a los hombres.

Eso quizá sea verdad, pero no explica por qué razón

las mujeres tienen el doble de probabilidades de

deprimirse. Porque al mismo argumento, puede

volverse del revés. Por el camino de la hipótesis, los

fracasos que enfrentan los hombres en el terreno del

trabajo son por su parte duros y graves. Malas notas,

ascensos fallidos, derrotas en el deporte, son también

cosas que castigan duramente la autoestima de los

hombres. Y las ocasiones del fracaso parecen ser tan

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comunes en el campo del trabajo, como en el amor, de

manera que, el efecto neto causado tendría que ser casi

igual en ambos sexos.

Otra teoría está referida al desamparo y el estilo

explicativo, se sostiene que en nuestra sociedad, las

mujeres, a lo largo de su vida, adquieren una

abundante experiencia en cuanto a desamparo.

El comportamiento de los varones es elogiado o

criticado por padres y maestros, en tanto el de las

niñas con frecuencia, simplemente se ignora.

Se prepara a los varones para que adquieran confianza

en sí mismos, y realicen actividades y a las niñas se

las educa para la pasividad y la dependencia. Cuando

han crecido, esas mujeres se encuentran formando

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parte de una cultura que no aprecia, en todo su valor,

el papel de esposa o madre.

Si una mujer ingresa en el mundo del trabajo, se

encuentra con que sus realizaciones se evalúan por

debajo de las masculinas.

Y, si a pesar de todo eso, logra sobresalir, y asciende

hasta posiciones de poder, se la sigue considerando

como fuera de lugar. Siempre, en todo momento, es el

desamparo adquirido. Si las mujeres se inclinasen a

contar con un estilo explicativo más pesimista que los

hombres, desde luego que tendrían más posibilidades

que ellos, de que aquella situación de desamparo,

contribuyera a su depresión más que en los hombres.

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Y desde luego, que se dispone de datos para indicar,

que determinados factores estresantes, provoca más

depresión en las mujeres que en los hombres. También

es una teoría plausible, pero, no deja de tener sus

cabos sueltos. Uno de ellos es que por ahora, nadie ha

demostrado que las mujeres sean más pesimistas que

los hombres. La última de las teorías es la que implica

el factor rumiación. En tal sentido cuando golpean las

dificultades, las mujeres tienden a pensar y los

hombres a actuar. Cuando una mujer se encuentra con

que la despiden, de su trabajo, lo primero que hace es

descubrir por qué, lo piensa y repiensa, revive todo lo

sucedido, una y otra vez. Cuando el hombre se queda

sin trabajo, actúa, se emborracha, se pelea con alguien,

o busca cualquier distracción, para no seguir

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pensando en lo mismo. En busca de otra ocupación,

sin ponerse a imaginar, que pudo haber hecho mal,

para que termine su función laboralmente. Si la

depresión es un mal que proviene del pensamiento, el

pesimismo y la rumiación la refuerzan, la tendencia a

analizar le sirve de alimento, en tanto que la tendencia

a actuar, tiende a superarla.

De hecho, la depresión en sí misma, desata más

rumiación en las mujeres que en los hombres. ¿Qué es

lo que hacemos cuando nos sentimos deprimidos? Las

mujeres tratan de descubrir de dónde puede provenir

esa depresión. Los hombres, salen a la calle, se van a

jugar, o buscan algún trabajo que los distraiga. Los

hombres se entregan al alcoholismo, más que las

mujeres y tal vez, la diferencia sea lo suficientemente

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grande, como para afirmar: “los hombres beben, las

mujeres se deprimen” Pero es posible que los hombres

beban para olvidar sus preocupaciones, en tanto las

mujeres las siguen rumiando. La mujer, al seguir

rumiando en torno a las causas de su depresión,

solamente consigue deprimirse aún más, mientras que

el hombre, al responder a la depresión entrando en

acción, la controla o elimina. La teoría de la rumiación

podría servirnos para explicar la epidemia de

depresión, generalizada, así como la desproporción

observada en la relación mujeres-hombres, con

depresión. Recientemente, se han obtenido nuevas

pruebas, en apoyo del papel que la rumiación

desempeña, en la producción de esas diferencias por

sexo, en la depresión. Susan Nolen Hoeksema, de la

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Universidad de Stanford, la mujer que originó la teoría

de la rumiación, abrió el camino iniciando las pruebas

al respecto. Cuando las mujeres se consideran como

en realidad se las considera, no como deberían ser

consideradas, y se deprimen, la mayoría de ellas trata

de explicárselo, diciendo algo así como: “he tratado

de analizar mi humor” o “he tratado de descubrir por

qué me siento así”, por su parte, la mayoría de los

hombres afirma haber hecho algo que les gusta, como

practicar un deporte o tocar un instrumento musical, o

sencillamente, deciden no preocuparse por su humor.

De manera que analizar o sobre analizar las

emociones, cuando las invade la aflicción, parece ser

una modalidad que puede explicar, porque hay más

depresivos, entre las mujeres que entre los hombres,

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esto lleva implícito que hombres y mujeres,

experimentan depresiones, suaves en la misma

proporción, pero el caso de las mujeres, que

permanecen en ese estado, la depresión suave, se

acentúa más y más.

En el caso de los hombres, en cambio, el estado

depresivo suave, se disuelve, cuando ellos prefieren

distraerse, entrando en acción de alguna manera. Nos

quedan dos puntos de vista plausibles que cuentan con

muchísimo apoyo científico, uno, que las mujeres

aprenden más el desamparo y el pesimismo que los

hombres, y el otro, que la primera reacción más

probable, de una mujer frente a las dificultades es la

rumiación y esta conduce directamente a la depresión.

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El problema mente-cuerpo
¿Por qué será que tropieza con tanta resistencia la

posibilidad de que la mente pueda influir en la salud

física? La respuesta, refleja el más enmarañado de los

problemas filosóficos de que se tenga conocimiento.

Según argumentaba el gran racionalista, René

Descartes, hace más de tres siglos, no hay sino dos

clases de sustancia, en todo el universo, la física, y la

mental ¿De qué manera interactúan esas dos

sustancias? Pero ¿cómo puede el acto mental de

querer mover una mano, causar el movimiento físico

de esa misma mano? Descartes, que era dualista, creía

que la mente o lo mental, estaba en condiciones de

influir en lo físico, a su debido tiempo, se desarrolló,

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otra escuela de pensamiento, opuesta a aquella, que

terminó por imponerse, el materialismo, cuyos

partidarios entienden que solamente hay una clase de

sustancia, la física, o en su defecto, que si bien existe

una sustancia mental, esta obra sin efectos, sobre lo

físico. Casi todos los científicos y médicos modernos

son materialistas. Rechazan la noción de que el

pensamiento y las emociones puedan afectar al

cuerpo. Cualquier afirmación en que pueda hacerse en

el sentido de que lo emocional y cognitivo pueda

influir sobre la enfermedad, necesariamente choca con

el materialismo. Hay preguntas que son las incógnitas,

en el intento de comprender la enfermedad física, y el

problema mente cuerpo. La primera pregunta se

refiere a la causa, es que ¿La esperanza efectivamente

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sostiene a la vida? ¿Podrán efectivamente controlar la

desesperanza y el desamparo? La segunda se refiere al

mecanismo ¿Cómo es que funcionan la esperanza y

desamparo en este mundo material? La tercera

pregunta se acerca a la terapia ¿Será posible mejorar

la salud y prolongar la vida, cambiando la manera de

pensar, modificando el estilo explicativo?

Optimismo y buena salud


Las investigaciones efectuadas en todo el mundo en

los últimos quince años, han estado originando una

incesante corriente de evidencias científicas en el

sentido de que los rasgos psicológicos, en particular el

optimismo, están en condiciones de producir buena

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salud. Estas evidencias confieren sentido y sobrepasan

el torrente de relatos personales en los que situaciones

que van desde el reír a carcajadas hasta la voluntad de

vivir, parecen ayudar a la salud. La teoría del

desamparo aprendido, sugiere poderosamente, por

cuatro distintas vías, que el optimismo es beneficioso

para la salud.

El primero de tales caminos deriva de los

descubrimientos de Madelon Visintainer en el sentido

de que el desamparo aprendido, en aquellas ratitas, las

hacía más susceptibles de tumor. Aquellos

descubrimientos no tardaron en verse confirmados,

por trabajos más detallados que se han hecho, sobre el

sistema inmunológico, de animalitos desamparados.

El sistema inmunológico, la defensa celular del

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cuerpo, que defiende contra la enfermedad, contiene

diversas clases de células cuya función consiste en

identificar y luego eliminar a los invasores extraños,

tales como virus, las bacterias, y las células tumorales.

Una de aquellas células del sistema inmunológico, las

células T, reconoce a invasores específicos tales como

el sarampión y de inmediato, se multiplican

velozmente y terminan con el invasor. Otras, las

células, las natural killer, por su sigla en inglés, matan

a cuanto invasor se cruza en su camino. Los

investigadores que dedicaron sus esfuerzos al sistema

inmunológico de las ratitas desamparadas, no tardaron

en descubrir, que la experiencia del shock ineludible e

inevitable, debilita el sistema de inmunidad. Las

Células T, de la sangre, de las ratitas, que se han vuelto

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desamparadas, ya no se multiplican con rapidez,

cuando se encuentran con invasores extraños que,

según se supone, tienen que destruir. Las células NK,

natural killer, del bazo de ratitas desamparadas,

pierden su capacidad de matar a los invasores. Todos

estos descubrimientos demuestran, que el desamparo

aprendido, no solamente afecta el comportamiento,

llega también hasta el sistema celular, y hace que el

sistema inmunológico se torne más pasivo.

Esto explica una de las razones por las que no

peleaban las ratitas de Visintaineer al sentirse

desamparadas, ante los tumores. Sus defensas

inmunológicas se habían debilitado a raíz de la

experiencia de desamparo. ¿Qué es lo que esto

significa en términos de estilo explicativo? Ocurre que

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el estilo explicativo es el gran modulador del

desamparo aprendido. Según hemos visto, los

optimistas resisten el desamparo. No se deprimen tan

fácilmente, cuando fallan. No se rinden así como así.

Durante toda una vida, una persona optimista, pasará

por menos episodios de desamparo aprendido, que

una persona pesimista. Cuantas menos experiencias

de desamparo aprendido se sufren, en mejores

condiciones estará el sistema inmunológico. De modo

que el primer camino seguido por el optimismo, para

afectar su salud, a lo largo de su existencia, sería

previniendo el desamparo y por lo tanto, manteniendo

más alerta las defensas inmunológicas. Una segunda

vía de la que se serviría el optimismo para causar

buena salud concierne al aferrarse a los regímenes de

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salud y recabar el consejo médico. Vamos a

considerar el caso de una persona pesimista,

convencida de que su enfermedad es permanente,

penetrante y personal, donde no importa, según su

apreciación, qué es lo que haga. Piensa “¿Para qué

hacer algo entonces?” Una persona así difícilmente

sea capaz de dejar de fumar, no se vacunará contra la

gripe, no seguirá ningún tipo de dieta, no hará

ejercicio, y no visitará al médico cuando se sienta mal,

y aún en caso de hacerlo, con seguridad después no

seguirá su consejo. En un estudio que se efectuó a lo

largo de treinta y cinco años, con un centenar de

graduados de Harvard, los pesimistas efectivamente

resultaron más remisos a dejar el cigarrillo, que los

optimistas, y tuvieron más probabilidades de

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enfermar. De modo que los optimistas, siempre

dispuestos a tomar las cosas en sus manos, tienen más

probabilidades de actuar, para prevenir la enfermedad,

o de someterse a tratamiento con una mejor

expectativa, cuando enferman. Una tercera modalidad

que vincula al optimismo con la salud, se refiere al

número de los hechos desagradables o francamente

malos que se sufren en la vida. Estadísticamente se ha

demostrado que cuanto mayor es el número de

contratiempos con que tropieza una persona, en un

determinado lapso, más enfermedades tendrá. Por

ejemplo, los que corren un gran riesgo de contraer

enfermedades infecciosas e incluso sufrir un ataque

cardíaco, o enfermar de cáncer, son lo que dentro de

un lapso de seis meses se mudan de casa, se quedan

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sin trabajo y se divorcian. Todo lo contrario de lo que

puede suceder con los que no hayan debido pasar por

esas pruebas. Por eso es que cuando se produce algún

cambio importante en la vida, resulta muy

aconsejable, someterse a un completo examen

médico. Y hacerlo con más frecuencia si los

acontecimientos se repiten. Aunque nos sintamos

espléndidamente bien, en caso de cambiar de trabajo,

terminar con una relación o jubilarse, es muy

aconsejable vigilar muy de cerca todo lo relacionado

con la salud. Los viudos o viudas, por ejemplo, tienen

muchos veces más probabilidades de morir durante

los primeros seis meses, siguientes a la muerte del ser

querido, que en cualquier otra circunstancia. ¿Quién

supone que tropieza con hechos más desagradables a

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lo largo de la su vida? Los pesimistas desde luego. La

última de las razones es la que se refiere al apoyo

social. La capacidad que pueda tenerse, para

conservar amistades y para mantener serias relaciones

amorosas, parece tener, gran importancia, respecto a

la conservación de la salud física. Incluso el contacto

social, más común, representa un paragolpes contra la

enfermedad. Los que prefieren aislarse cuando se

sienten enfermos, corren el riesgo de enfermar, más

gravemente, los mismos problemas persiguen a los

pesimistas. Se vuelven pasivos, con más facilidad tan

pronto tropiezan con dificultades, y toman menos

decisiones o adoptan menos medidas para buscar

apoyo de otros.

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La conexión entre la falta de apoyo social y la

enfermedad, nos suministra una cuarta razón, para

creer que el estilo explicativo optimista, con mayor

frecuencia, ha de producir buena salud.

Pesimismo, mala salud, y cáncer


Chris Paterson, llevó a cabo el primer estudio

sistemático del papel desempeñado por el pesimismo

como causa de enfermedad. A mediados de los ´80,

cuando enseñaba psicología en Virginia. Chris

sometió a su curso de 150 estudiantes a pruebas de

salud. Los jóvenes debían suministrar datos sobre su

salud, y mencionar el número de visitas efectuadas, a

los médicos, en el pasado inmediato. Después, Chris

siguió de cerca la evolución de la salud, de los

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estudiantes durante todo un año. Así, descubrió que

los pesimistas, habían contraído el doble de

infecciones y habían efectuado el doble de visitas al

consultorio que los optimistas ¿Se debería eso a que

los pesimistas presentan mayor número de quejas,

tanto en los cuestionarios, como cuando se refieren a

sus dolores y males, o efectivamente, se enfermarían

con más frecuencia? Chris estuvo observando el

número de enfermedades y de visitas a los médicos

antes de que los estudiantes completaran las preguntas

a que fueron sometidos, y también después. Las altas

cifras de enfermedades y visitas al médico, entre los

pesimistas, se registraban muy por encima de los

niveles previos. Otros estudios consideraron lo

relacionado al cáncer de mama. En un estudio inicial

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en Gran Bretaña, se siguió a sesenta y nueve mujeres

afectadas de esa enfermedad. Las mujeres que no

presentaron recaídas, eran en principio, las que con

mayor firmeza, combatían la enfermedad, en tanto las

que murieron o tuvieron reiteraciones del cáncer,

después de ser operadas, tendieron a responder al

diagnóstico inicial con una importante sensación de

desamparado. En un estudio ulterior, treinta y cuatro

mujeres concurrieron al Instituto Nacional de Cáncer

de Mama. Se interrogó exhaustivamente a todas ellas

con respecto a los temas de su vida, como matrimonio,

número de hijos, trabajo y enfermedades. Luego,

comenzaron a tratarse con cirugía, radiaciones y

quimioterapia, no es habitual una larga supervivencia,

después de haber sufrido dos veces el cáncer de mama,

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y después de alrededor de un año, aquellas mujeres

comenzaron a morir. Algunas fallecieron en pocos

meses, y otras, una pequeña minoría, viven todavía.

¿Quiénes fueron las que más sobrevivieron?

Aquellas que disfrutaban plenamente de la vida, que

tenían alegría de vivir y dieron muestras de tener un

estilo explicativo optimista ¿Podrían ser que esas

mujeres optimistas sencillamente, no estuvieran tan

enfermas como parecía y por lo tanto, vivieran más

tiempo ya que, sus formas de cáncer no eran tan

severas, y no por su alegría y su optimismo? No,

definitivamente. El Instituto Nacional de Cáncer,

mantiene detallados e invalorables registros, que se

refieren a la gravedad de los diagnósticos, y allí

figuran la actividad de las células natural killer, el

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número de nódulos linfáticos, el grado de extensión,

etc. La longevidad se producía muy por encima de la

gravedad del mal en las mujeres de estilo explicativo,

optimista, que daban muestras de disfrutar de la vida.

Cuando el mal comienza a desarrollarse, precisamente

el optimismo puede significar la diferencia entre vivir

y morir. Se han visto en todos los estudios sobre el

impacto del pesimismo, y optimismo, en el sistema

inmunológico.

El sistema inmunológico
Los materialistas consideran, al sistema

inmunológico, como algo aislado de la psicología,

aunque ambos integren una misma unidad, creen que

variables como el optimismo, y la esperanza, son tan

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etéreas como un espectro de sonidos, de modo que

alientan profundas dudas, cuando se les dice que cosas

como el optimismo, la depresión y la aflicción,

afectan al sistema inmunológico. Olvidan que el

sistema en cuestión se encuentra vinculado con el

cerebro, y que los estados mentales del tipo de la

esperanza, por ejemplo, tienen representaciones

cerebrales que se corresponden con ellos, y son reflejo

de la psicología de cada uno. Tales estados cerebrales

afectan luego al resto del organismo, asique, en el

proceso, no va implícito nada de misterioso, ni de

espiritualista, y tanto emociones como pensamientos,

están en condiciones de afectar las enfermedades

influyendo en el organismo. Cerebro y sistema

inmunológico se conectan por neurotransmisores, y

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hormonas, estos mensajeros, transmiten estados

emocionales de una a otra parte del cuerpo. Ha

quedado ya perfectamente documentado, que cuando

alguien se deprime, su cerebro cambia los

neurotransmisores, y hormonas, que pasan sus

mensajes, de una neurona a otra, pueden agotarse uno

de esos juegos de transmisores, la catecolaminas, se

pueden agotar durante la depresión.

¿Cómo será la cadena de hechos físicos, que servirán

al sistema, inmunológico, para captar que se alberga

en un pesimista, un deprimido o un sufriente?

Ocurre que cuando se agotan las catecolaminas, hay

otras entidades químicas, llamadas endorfinas, algo

así como la morfina propia de cada uno, que

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acrecientan su actividad. Las células del sistema

inmunológico cuentan con el nivel de endorfinas.

Cuando el nivel de catecolaminas baja, como sucede

en las depresiones, sube el de las endorfinas, el

sistema inmunológico lo detecta y reduce su

funcionamiento. ¿Será sólo una fantasía biológica, o

será que efectivamente, la depresión, la aflicción y el

pesimismo, disminuyen la efectividad del sistema de

inmunidad? Hace unos quince años, más o menos, un

grupo pionero de investigadores australianos, reunió a

veintiséis hombres cuyas esposas habían fallecido

poco antes por enfermedad o por accidentes.

Convencieron a aquellos hombres para que

permitieran que se le extrajera muestras de sangre, en

dos ocasiones, a la semana de enviudar, y después de

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seis semanas, así, los investigadores, estuvieron en

condiciones de observar el funcionamiento del

sistema inmunológico, durante el transcurso del

duelo. Hallaron que el sistema se deprimía durante los

primeros días, y por ejemplo, que las células T, no se

multiplicaban, con la velocidad de costumbre. Con el

transcurso de las semanas, el sistema inmunológico,

comenzó a recuperarse, y con posterioridad al

experimento australiano, los colegas norteamericanos

pudieron confirmar y extender tales revolucionarios

descubrimientos. También, la depresión afecta la

manera de responder que tiene el sistema que nos

ocupa. Los suceso desdichados, y la depresión se

examinaron en treinta y siete mujeres, analizando al

mismo tiempo, las células T y natural killer de su

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sangre. Las mujeres que sufrieron contratiempos más

graves, mostraron la más escasa actividad de sus

células, comparadas con aquellas que no habían

tenido problemas. Cuanto más se deprimían las

mujeres, peor respondían sus sistemas inmunológicos.

Si depresión y aflicción disminuyen temporariamente,

la actividad inmunológica, entonces, el pesimismo,

que es un estado más crónico que los mencionados,

tendría que reducir también tarde o temprano, la

actividad inmunológica. Los pesimistas, se deprimen

con más facilidad, y con más frecuencia. Esto

significaría que los pesimistas, en general, cuentan

con una menor actividad inmunológica. En todos los

estudios los optimistas, tenían, mejor actividad

inmunológica que los pesimistas. El pesimismo, en sí,

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reduce la actividad inmunológica, sin intervención de

la salud o la depresión. Todas estas evidencias,

tomadas en conjunto, dejan en claro que el estado

psicológico personal, puede modificar, la respuesta

inmunológica. La tristeza, la depresión y el

pesimismo, pueden reducir la actividad del sistema

inmunológico.

Si tu nivel de pesimismo puede llegar a afectar tu

sistema inmunológico, entonces existe la posibilidad

que el pesimismo, pueda dañar tu salud física, durante

todo el transcurso de tu vida.

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Optimismo y una vida más sana


¿Existe la posibilidad de que los optimistas vivan más

que los pesimistas? ¿Existe la posibilidad de que

quien disponga de un estilo explicativo optimista en la

juventud, vivirá más tiempo con buena salud?

Estudio de Grant

George Vaillant es un psicoanalista que en 1978-79,

a partir del psicoanálisis, había llegado a la noción de

defensa, y estaba profundizando ese concepto.

Sostenía, entonces, que todo cuanto nos ocurre en la

vida, no es el resultado del simple número de

desdichas, que hemos soportado, sino de cómo nos

defendemos contra la desdichas por medio de la

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mente. Pensó asimismo, que nuestros hábitos en

cuanto a explicar las desdichas debían figurar entre

nuestras defensas, y había puesto a prueba su teoría

con una muestra ejemplar.

Vaillant, había pasado más de diez años siguiendo el

rastro a un extraordinario grupo de hombres, a quienes

pudo entrevistar a medida que pasaba de la edad

madura a la ancianidad. Cuando promediaba la década

de 1960, la fundación Williamt Grant, decidió estudiar

a las personas sanas, durante toda su adultez. Los

propulsores del estudio, deseaban seguir a un grupo de

individuos excepcionalmente dotados, para algo

acerca de los determinantes del éxito y la buena salud,

y así, pasaron evaluando a cinco cursos de primer año

de Harvard, en busca de hombres físicamente en muy

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buena forma, y dotados tanto intelectual como

socialmente. Sobre la base de pruebas muy amplias,

consiguieron seleccionar a doscientos jóvenes, desde

entonces, estuvieron bajo control científico. Aquellos

muchachos, estuvieron cooperando plenamente

durante medio siglo con tal exigente estudio. Cada

cinco años, debieron someterse a pruebas y análisis

físicos muy completos, fueron entrevistados

periódicamente, y han llenado infinitos cuestionarios.

Así, produjeron una verdadera mina de oro de

información acerca de que hace que alguien sea sano

y exitoso. Cuando aquellos que iniciaron la

investigación Grant, a su vez, se hicieron viejos, como

para seguir su investigación, tan exhaustiva, buscaron

un sucesor, lo suficientemente joven, para recoger el

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testimonio y continuar la investigación hasta el final.

Los propulsores de la investigación eligieron a George

Vaillant, que entonces acababa de cumplir los treinta

años, y era uno de los jóvenes investigadores que más

prometían en el campo de la psiquiatría. El primer

descubrimiento importante, al analizar el estudio

Grant, indicaba que la riqueza, en los hombres recién

salidos de la adolescencia, no era garantía de salud o

de éxito. Es muy alta la tasa de fracasos y mala salud

entre aquellos hombres: matrimonios fallidos,

quiebras, ataques cardíacos prematuros, alcoholismo,

suicidios, y otras tragedias. Estos hombres pasaron

más o menos por la misma cantidad de infartos y

ataques mortales que los nacidos en la misma época

en la ciudad. El reto teórico, era tratar de predecir y

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comprender, entre todos aquellas personas del

experimento, quienes andarían bien en sus vidas y

quiénes no. La principal preocupación de Vaillant se

dirigía a lo que él propone como defensas: las

modalidades características que las personas del

estudio, hombres, adoptan cuando tienen que manejar

hechos adversos. Algunos de aquellos hombres, antes

de la universidad, manejaron los fracasos con

“defensas maduras” buen humor, altruismo,

sublimación. Otros, nunca lo hicieron, por ejemplo,

cuando una chica rompía con ellos, recurrían a la

negativa, la proyección y otras “defensas inmaduras”:

Resultaría altamente llamativo, que aquellos hombres

que habían tenido defensas maduras, poco después de

la adolescencia, a medida que avanzaron en la vida,

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tuvieron éxito en todos los órdenes, y gozaron de

buena salud. Cuando llegaron a los sesenta, ninguno

de los que ostentaban defensas maduras a los veinte,

tenía alguna enfermedad crónica, al mismo tiempo,

más de un tercio de los que carecieron cuando jóvenes

de defensas maduras, tenían muy poca salud a los

sesenta. De modo que ahí estaba el grupo buscado.

Cuando jóvenes, habían formulado declaraciones

causales, documentadas, cuando hicieron esas

declaraciones, eran todos ellos personas sanas y

exitosas: Durante toda la vida, se les había seguido

religiosamente el rastro, y ahora eran viejos. Además

de todo eso, se disponía de otro tipo de información,

acerca de sus personalidades y sus vidas ¿Serían más

sanos durante toda la vida, los optimistas que

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formaron parte del nutrido grupo? ¿Vivirían más? Se

decidió emplear la técnica del “sobre cerrado”, se

trabajó ignorando absolutamente la identidad de esos

hombres, y sin saber quiénes eran los sanos, se

aplicaron las técnicas más adecuadas a todos los

ensayos y con ello se redactó un retrato del estilo

explicativo de cada una de las personas, del

experimento, en los años de juventud. Las

conclusiones del estudio tan importante, minucioso y

prolongado, es que quienes seguían sanos a los

sesenta, habían sido optimistas a los veinticinco. Los

pesimistas, habían empezado a andar mal con las

enfermedades de la edad madura, antes que los otros,

y esos males, los habían atacado a ellos con mayor

severidad que a los optimistas. Para cuando bordearon

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los cuarenta y cinco, las diferencias en materia de

salud ya eran grandes. Antes de los cuarenta y cinco,

el optimismo juvenil, no había tenido efecto alguno

sobre la salud. Hasta entonces, los hombres seguían

en igual estado de salud que a los veinticinco. Pero la

declinación de los hombres se iniciaba a partir de los

cuarenta y cinco. Con qué rapidez y con cuánta

gravedad lo hace, quedaba predicho. Lo que es más,

cuando se incluyó en la ecuación otros factores, como

las defensas de la persona, y su salud mental, y física,

a los veinticinco, el optimismo seguía mostrándose

como el principal determinante de la salud, a partir de

los cuarenta y cinco, y siguiendo así durante los veinte

años siguientes. Estos hombres están ingresando

ahora en la edad que las estadísticas consideran de

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creciente mortalidad, con los primeros datos

evaluados estamos en condiciones, de afirmar, que el

optimismo, también puede predecir, que la vida será

más larga, tal como ya fue pronosticado, y además

más saludable.

Mente-cuerpo

Hay pruebas convincentes de que el aspecto

psicológico influye en la salud. Depresión, aflicción,

pesimismo, todos parecen dañar la salud, tanto a breve

plazo, como después de mucho tiempo. Lo que es más,

ya ha dejado de ser un misterio absoluto, como es que

esto funciona. Existe una plausible cadena de

acontecimientos que se inicia con los hechos poco

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auspiciosos, que se presentan en la vida y terminan en

mala salud.

La cadena comienza con una serie muy particular de

suceso desdichados, o francamente malos, perdidas,

fracasos, derrotas.

Como ya hemos visto, cada uno reacciona frente a

esas situaciones con una sensación de desamparo por

lo menos temporario y los que tienen un estilo

explicativo, pesimista, se deprimen. La depresión

hace que se agoten las catecolaminas, y aumente la

secreción de endorfinas. La endorfina así aumentada,

puede reducir la actividad del sistema inmunitario. El

cuerpo humano, se halla en todo momento expuesto a

los agentes patógenos, causantes de enfermedades, a

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los que el sistema inmunológico, normalmente se

encarga de mantener fuera.

Cuando dicho sistema se cierra parcialmente, a causa

de la demanda excesiva de catecolaminas y

endorfinas, los agentes patógenos se liberan con

facilidad, y lo más probable, es que promuevan al

organismo a un estado de enfermedad, que puede ser,

de distinta gravedad. Estamos en condiciones de

someter a una prueba, a todos y cada uno de los

eslabones de la cadena – situación de pérdida-

pesimismo-depresión- nivel de catecolaminas-

secreción de endorfinas agotadas, supresión de la

inmunidad-enfermedad, también contamos con

evidencias de cómo opera cada eslabón.

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Esta cadena de acontecimientos, no implica nada

relacionado con el espíritu, ni con lo misterioso, y no

es un proceso que no pueda medirse. Lo que es más,

si efectivamente esta es la cadena, la terapia y la

prevención puede actuar sobre cada uno de sus

eslabones. Judy Rodin, es prestigiosa profesora, con

una cátedra en Yale, presidente de la Asociación de

Psicología de la costa del Este, y miembro del

prestigioso Instituto Nacional de Medicina. Propuso

convocar a la Fundación McArthur, que apoyara la

investigación de la psiconeuroinmunoendocrinología,

un campo todavía incipiente, que estudiaba cómo

pueden los sucesos psicológicos modificar la salud y

el sistema inmunológico. Fue apoyada totalmente por

una profesora de oncología psicológica de Pittsburgh.

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Lo que realmente deberíamos de hacer, es hacer la

prueba con terapia y prevención, ya hay un total

convencimiento, que el estilo explicativo pesimista

produce un funcionamiento que afecta

desfavorablemente al sistema de inmunidad, y causa

mala salud. Contamos con evidencias convincentes,

en el sentido de que la terapia cognitiva, puede

modificar el estilo explicativo. Entremos en el eslabón

psicológico, y podremos actuar terapéuticamente, con

eficacia, en el cáncer. Judy Rodin, Sandra Levy, y el

Doctor Martín Seligman, hicieron un petitorio ante la

fundación, para lograr su apoyo, a fin de realizar un

trabajo sobre terapia cognitiva, destinado a mejorar el

sistema inmunitario.

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Consiguieron que se aprobara rápidamente, y en los

dos años siguientes, trataron a cuarenta pacientes que

vivían angustiados, por melanomas o cánceres de

colon. Dos graves formas de ese mal. Se siguió

administrando a esos pacientes el tratamiento básico

oncológico, consistente en radiaciones y

quimioterapia, pero, durante doce semanas, y a razón

de una vez cada siete días, estuvieron recibiendo una

forma de terapia cognitiva adaptada a la patología.

Se diseñó la terapia, no para curar la depresión, sino

para armar a dichos pacientes, con nuevas formas de

considerar la pérdida: Reconocimiento automático de

sus pensamientos, distracciones, discusión de las

explicaciones pesimistas. Como complemento, de la

terapia cognitiva, se les enseñó a mejorarse, para

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manejar mejor el estrés. Crearon un grupo de control,

de pacientes de cáncer a quienes se les administró la

misma terapia física, pero no la cognitiva, ni el

entrenamiento de relajación. Dos años después, se

evaluaron las primeras conclusiones. A la actividad de

las células natural killer, ha trepado muy rápidamente

en los pacientes que recibieron terapia cognitiva. No

hubo modificaciones significativas en el grupo

control. La terapia cognitiva, acentuó con toda

intensidad la actividad inmunológica, de acuerdo a las

expectativas. Todavía es demasiado pronto como para

saber, si esa terapia, cambió el curso de la enfermedad,

o salvo vidas de aquellos pacientes con cáncer.

Pero este estudio, piloto, bastó para que la gente de la

fundación Mc Arthur, estuvieran de acuerdo, en

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apoyar el proyecto a largo plazo, a partir de 1990, se

estaría aplicando terapia cognitiva a pacientes con

cáncer en una escala mayor, tratando de elevar el

sistema inmunológico, y controlando la enfermedad e

incluso prolongando la vida.

La vida optimista
La vida causa los mismos contratiempos y las mismas

tragedias tanto a optimistas como a pesimistas, pero

los primeros saben soportarlo mejor. Según hemos

visto ya, el optimista convierte su derrota, y si bien,

con algunas pérdidas sobre sus hombros, se

recompone para volver a luchar. El pesimista, en

cambio, se deshace, se rinde y cae en la depresión.

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Merced a su elasticidad, el optimista alcanza mejores

resultados en lo que hace, sea el trabajo, la escuela, o

el campo de juegos. El optimista goza de mejor salud,

y puede vivir más. Los norteamericanos y en general

todos los electores del mundo, prefieren a los

optimistas para los puestos de conducción. Incluso

cuando las cosas le van bien, el pesimista se siente

acosado por presagios de catástrofe, esas son las malas

noticias para los pesimistas. Ahora bien, las buenas

noticias nos dicen que los pesimistas están en

condiciones de aprender los mecanismos de que se

sirve el optimismo y mejorar de manera permanente,

su calidad de vida.

Hasta los optimistas, pueden beneficiarse con ese

aprendizaje. Casi todos los optimistas pasan alguna

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vez por períodos de al menos un ligero pesimismo y

aquellas técnicas que ayudan a los pesimistas, también

las pueden emplear los optimistas, cuando

experimentan alguna situación indeseable. Para

algunas personas quizás el hecho de abandonar el

pesimismo, para convertirse en alguien más optimista,

podría parecer algo poco atractivo. Es que algunos se

han formado una imagen, que muestra al optimismo,

como al permanente fastidioso, al que se jacta de todo,

agranda sus hazañas, y culpa a los otros de sus fallas,

sin asumir jamás la responsabilidad de sus errores.

Los modales, bueno o malos, no son privilegio de

pesimistas, ni de optimistas, es decir, convertirse en

optimista, no consiste en aprender a ser más egoísta y

dogmático, y presentarse ante los demás, con aires de

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superioridad, sino sencillamente, en adoptar, un

conjunto de maniobras, acerca de cómo hablarse a sí

mismo, cuando hay que soportar algún contratiempo.

Aprenderás aquí a manejar el diálogo acerca de tus

contratiempos, y a hacerlo desde un punto de vista

más alentador.

Hay todavía otra razón, para que aprender las técnicas

del optimismo pueda parecerles a los pesimistas, algo

indeseable. Mientras en el optimismo, siempre se

reconsideran las virtudes, el pesimismo ofrece una

virtud: apoyarse en un sentido más agudo de la

realidad.

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En consecuencia ¿Aprender las técnicas del

optimismo, será como sacrificar el realismo? Se trata

aquí de una profunda cuestión.

En principio que es muy importante para la persona

pesimista, tener en consideración, que las expresiones

penetrantes y personales del pesimismo, traen

aparejadas, invariablemente, resultados invalidantes.

Pautas para el uso del optimismo


Considera utilizar el optimismo en todas las siguientes

circunstancias.

1- Me desaliento más que lo que desearía.

2- Me deprimo más que lo que desearía.

3- Fracaso más de lo que me parece que debería.

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¿En qué situaciones tendrías que aplicar los

instrumentos para cambiar el estilo explicativo?

Primero empieza por preguntarse qué es lo que deseas

analizar

4- Si te encuentras en situación de alcanzar un

logro, ganar un ascenso, vender un producto,

redactar un informa difícil, ganar un partido.

5- Si te preocupa cómo te sentirás luchando para

desprenderte de la depresión, manteniendo tu

moral.

6- Si es una situación que tiende a prolongarse y

está en juego tu salud física.

7- Si quieres ponerte al frente, inspirar a otros, si

quieres que voten por ti.

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Los principios básicos del

optimismo
Para cambiar de pesimista a optimista, en todas las

cuestiones de la vida diaria, contrariamente a lo que

sucede con las técnicas de casi todas las fórmulas de

autoayuda, basaremos la garantía de los instrumentos,

en la determinación de que poseen un marco que avala

científicamente su eficacia. Las técnicas que conocerá

el lector, han sido testeadas en miles de

oportunidades, y han facilitado el quehacer de cientos

de miles de personas, para modificar de manera

permanente, el pesimismo.

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Se ha organizado los tres capítulos “para cambiar” de

modo tal que cada uno se basta por sí solo. Este es

para uso de todos los dominios de la vida adulta con

excepción de la oficina.

El segundo se refiere a los niños.

El tercero es el que corresponde al trabajo

Cada uno recurre a lo esencial, a las mismas técnicas

de optimismo, aprendido dentro de un escenario

distinto y por eso es que de alguna manera, parte de

esos capítulos pueden parecer repeticiones. Si no estas

interesado en más que uno de esos temas, no será

absolutamente necesario, que leas los otros dos

capítulos.

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Los ABC

(iniciales en inglés, adversidad, creencias,

consecuencias)

Todo esto es cuestión de ABC cuando nos

encontramos con la adversidad, reaccionamos

pensando en ello. Nuestras ideas prestamente se

congelan en creencias. Estas creencias pueden

convertirse en algo tan habitual, que incluso ni nos

damos cuenta de que las tenemos, hasta que frenamos

y les prestamos atención. Y no se limitan a quedarse

allí, sin hacer nada, tienen consecuencias. Las

creencias son causa directa de lo que luego,

sentiremos y haremos. Pueden significar la diferencia.

Entre el desaliento y la rendición, por un lado, y el

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bienestar y la acción constructiva por otro. Hasta

ahora hemos visto que determinados tipos de

creencias, desatan la respuesta a la rendición. Ahora

vamos a compartir, cómo disuadir ese círculo vicioso.

El primer paso será advertir la conexión que existe

entre adversidad, creencia y consecuencia. El segundo

consistirá, en ver en qué forma ese ABC, funciona,

durante todos los días de nuestra vida. Estas técnicas

forman parte de un curso desarrollado por dos de los

terapeutas cognitivos más famosos del mundo. Los

doctores Hollon y Freeman, Profesor de Psicología en

la Universidad Vanderblit, y Profesor de Psiquiatría

en la Universidad de Medicina de Nueva Jersey,

respectivamente. Un curso destinado modificar el

estilo explicativo, en las personas normales.

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Queremos que el lector, identifique ahora algunos de

esos ABC, para que pueda comprender cómo

funcionan.

El registro ABC
Para advertir cómo funciona el ABC en la vida diaria,

lo aconsejable es llevar un diario ABC, durante dos o

tres días, apenas lo suficiente, como para registrar un

breve ABC de acuerdo con las circunstancia del

lector, en particular.

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Para hacerlo, observa el dialogo permanente, que se

produce en tu mente, y del que, por lo general, ni

siquiera eres consciente.

Se trata de escoger qué relación se establece entre una

determinada adversidad, por pequeña que sea, con un

sentimiento consecuente. Vamos a suponer, que estás

conversando, con una persona amiga, esa persona

parece mostrarse inquieta, con deseos de cortar la

comunicación, para ti es una adversidad que te causa

una ligera desazón, y terminas encontrándote triste,

ese pequeño episodio, puede ser una de las

anotaciones ABC para ese día.

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Las tres partes del registro.


La primera sección “adversidad” puede ser una

nadería cualquiera: Un grifo que gotea, un entrecejo

fruncido del jefe, el bebé que no deja de llorar, una

cuenta desusadamente alta, falta de atención de algún

interlocutor. Intenta ser objetivo respecto de la

situación. Registra tu propia descripción de lo que

pasó, no como lo hayas evaluado. Si has discutido,

escribe que la otra persona, no tomó bien algo dicho

por ti o alguna cosa que has hecho.

Regístralo, pero no anotes: “fue injusto, o injusta, en

la línea de adversidad” Eso sería una deducción y

tendría que ir en la segunda sección, “Creencias” las

creencias, son la forma que tienes de interpretar la

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adversidad. Cerciórate de que separas pensamientos

de sentimientos, estos últimos corresponden a

consecuencias, “Reventé mi dieta” o “me siento

incompetente”, son creencias, ha de evaluarse su

precisión. Sin embargo, “me siento triste”, expresa un

sentimiento. No tendría sentido verificar la exactitud

de “me siento triste, porque si te sientes triste, es

porque estás triste”, es una consecuencia.

En esta sección registra lo que sientes y lo que haces.

¿Te has sentido triste, ansioso, alegre, culpable o lo

que fuera? Muchas veces, los sentimientos podrán ser

varios, al mismo tiempo. En tal caso, anota tantos

sentimientos y actos como reconozcas

conscientemente. ¿Qué es lo que has hecho entonces?

“no tenía energía” “pensé cómo hacer para

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disculparme”, “me volví a la cama”, son todos actos

consecuentes.

Antes de poner manos a la obra, aquí tienes unos

cuantos ejemplos útiles que ayudarán a poner en claro,

qué clase de cosas podrás experimentar.

Adversidad: Se suponía que mi marido bañaría a los

chicos, y los acostaría, pero cuando volví de la

reunión, los encontré a todos embobados ante el

televisor.

Creencia: ¿Por qué no podrá hacer lo que le pido? ¿Es

tan difícil darles un baño y meterlos en la cama?

Ahora voy a parecer la mala de la película, cuando les

arruine la diversión.

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Consecuencias: Realmente estaba irritada con

Roberto y me puse a gritar, sin darle una oportunidad

de que me diera alguna explicación. Irrumpí en la sala

y apagué el televisor, sin decirles siquiera “hola”,

debo haberles parecido una prepotente.

Sigamos con más ejemplos.

Adversidad: Volví a casa más temprano que de

costumbre, y encontré a mi hijo en el garaje, fumando

en compañía de unos amigotes.

Creencia: ¿Qué pensará que está haciendo? Lo voy a

estrangular, servirá para que se entere lo irresponsable

que es, no puedo creerle nada, no hace más que decir

una mentira tras otra, pues bien, no pienso oírle una.

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Consecuencia: Me sacó de mis casillas, ni siquiera

estuve dispuesto a discutir la situación. Le dije que era

un pequeño delincuente en el que no se podía confiar,

y pasé el resto del día echando chispas.

Aquí otro ejemplo.

Adversidad: Llamé a un tipo que me interesaba y lo

invité al teatro. Me dijo que sería mejor dejarla para

otro día, porque debía asistir a una reunión

importante.

Creencia: Vaya, qué excusa, sólo quiso no

disgustarme demasiado, lo cierto es que no tiene el

menor interés en mí, ¿Qué podría esperar yo si no le

gusto?.

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Consecuencia: Me sentí estúpida, molesta y fea. En

lugar de invitar a alguna otra persona para ver la

función, decidí regalarles las entradas a unas amigas.

Prosigamos:

Adversidad: Decidí inscribirme en un gimnasio y

cuando fui por primera vez, sólo vi a mi alrededor

cuerpos firmes y musculosos.

Creencia: ¿Qué diablos estoy haciendo aquí?

Comparando con estos tipos, debo parecer una ballena

varada en la playa. Tengo que salir de aquí antes de

perder mi dignidad.

Consecuencia: Me sentí completamente fuera de

lugar, y terminé por escaparme antes de que pasara un

cuarto de hora.

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Ahora puedes intentarlo contigo: Durante un par de

días, registra cinco secuencias de ABC, de lo que le

vaya sucediendo.

Adversidad-Creencia-Consecuencia

Cuando hayas registrado cinco episodios de ABC,

puedes leerlos muy cuidadosamente. Trata de hallar el

vínculo, entre lo que hayas creído y las consecuencias

que hayas extraído, lo que entonces verás, es que las

explicaciones pesimistas, ponen de relieve pasividad

y desaliento, en tanto las explicaciones optimistas,

confieren energía.

El siguiente paso, viene de inmediato: Si modificas las

creencias habituales, entonces habrás de cambiar la

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reacción frente a la adversidad en muy poco tiempo.

Son muchas las formas dignas de confianza que sirven

para ese cambio.

Discusión y distracción
Hay dos formas de tratar las creencias pesimistas, una

vez, que se toma consciencia de ellas.

La primera no es sino distraerse cuando aparecen,

sencillamente pensar en otra cosa. La segunda es

discutirlas. Discutir algo resulta a la larga, lo más

efectivo, porque las creencias, que se discuten a

consciencia, tienen menos probabilidades de volver

cuando una situación igual o parecida se presente.

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Los seres humanos estamos preparados para pensar

acerca de las cosas, tanto buenas como malas, que

despiertan nuestra atención, y nos plantean alguna

demanda.

Hay en todo esto, un profundo sentido evolutivo, que

se encuentra en nosotros desde hace milenios. Es

decir, estamos en condiciones de conocer los peligros,

y las necesidades, en cuanto se presentan, y si no nos

preocupásemos por averiguar cómo hacerles frente,

los pensamientos habitualmente pesimistas no harían

sino reprimir, ese mecanismo sutil, que marca una

verdadera diferencia.

No solo se apoderan de nuestra atención, sino que

evolucionan incesantemente en torno de nuestra

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mente. Por su naturaleza misma, no pueden permitir

que se los olvide. Son recordatorios biológicos

primitivos, de cuanto necesitamos y a cuanto

tememos. Pero en la vida moderna, esos recordatorios

primitivos, pueden interferir en nuestro camino,

subvertir nuestra actuación y echar a perder la calidad

de nuestra vida emocional.

Vamos ahora a ver la diferencia que hay entre

distracción y discusión.

Queremos que ahora no pienses en una porción de

torta de manzana, con helado de crema. La torta está

caliente, y el helado forma un contraste delicioso tanto

en sabor como en temperatura. Probablemente,

estimado lector, careces de capacidad para abstenerte

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de pensar en ese bocado. Pero si tienes la capacidad

de dirigir tu atención hacia otro lado. Vuelve a pensar

en la torta, tenla por unos instantes en tu mente ¿Se te

está haciendo agua la boca? Ahora ponte de pie,

golpea la pared con la palma de la mano y di “basta”

¿desapareció de tu mente la imagen? Esta es una de

las diversas técnicas destinadas a detener el

pensamiento, todas sencillas, pero muy efectivas, a las

que recurren las personas que intentan interrumpir,

sus pautas de pensamiento habitual. Algunos hacen

sonar una campana, otros llevan un tarjetón con la

palabra stop, en grandes letras rojas.

Si combinas una de esas técnicas, con otra llamada

cambio de atención, habrás de obtener resultados

mucho más duraderos. Para impedir que vuelvan los

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pensamientos a una creencia negativa, después de

haberlos interrumpido, dirige tu atención hacia otro

lado, finalmente, puedes también reducir la rumiación

aprovechando, los conocimientos que estas

adquiriendo. La rumiación está tratando de girar en

torno de tu mente, a fin de que no la olvides, y así

habrás de actuar sobre ella. Cuando sientas la

adversidad, fija algún momento posterior, para volver

a repensar las cosas. Digamos esta tarde, después de

las seis. Ahora, cuando te suceda algo que te perturba

y adviertas que no puedes dejar de pensar en eso,

puedes decir para ti, “Basta, dejaré de pensar en eso,

lo dejaré para más tarde”, también conviene escribir

los pensamientos perturbadores en el momento en que

ocurren, establece un momento posterior, para pensar

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en ellos, estar ahí para que los recuerdes y en esa

forma, le restas fuerza e importancia.

Discusión
Ponerle una condición, a nuestras creencias molestas

puede servir como auxilio de urgencia, pero

discutirlas es un remedio mejor, más duradero,

proponles una discusión y enfréntalas. Al discutir con

efectividad las creencias, que siguen a la adversidad,

estarás en condiciones de modificar tu relación

habitual, para pasar del desaliento a la actividad, y el

buen ánimo.

Adversidad: Comencé a tomar clases nocturnas

después del trabajo, para lograr un título académico

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más elevado. Cuando me dieron las primeras notas,

las encontré por debajo de lo que deseaba.

Creencia: Qué notas más malas. Sin duda, he sido el

peor de la clase. Sencillamente soy un estúpido. Es

todo. Lo que tengo que hacer es enfrentar los hechos,

además, ya estoy demasiado viejo para ponerme a

competir con esos chicos. Aunque lo consiga, ¿Quién

emplearía a alguien de cuarenta y tres, cuando tiene a

su disposición montones de jóvenes? ¿Qué estaría

pensando cuando se me ocurrió anotarme?

Sencillamente ya es tarde para mí.

Consecuencias: Me sentí completamente rechazado e

inútil. Me sentí tan molesto que hasta consideré la

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posibilidad de abandonar los cursos, y darme por

satisfecho con el trabajo que tengo.

Discusión: Estoy agrandando mucho las cosas y las

saco de sus proporciones. Esperaba obtener notas

sobresalientes en todo, pero saqué algunas que no

llegaban a tanto. Sin embargo no son malas notas. Es

posible que no haya sido el mejor de todos, pero el que

estuvo sentado junto a mí, tuvo peores notas que yo.

No creo haber estado por debajo de lo esperado a

causa de mi edad. El hecho de tener cuarenta y tres,

no significa que sea menos inteligente que cualquier

otro de la clase, tengo un trabajo al tiempo completo,

y soy padre de familia, asique, considerando todo esto,

me parece que estuve muy bien en mi examen. Casi

todos los que se gradúan en este programa consiguen

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un trabajo aceptable. Por el momento, debo

preocuparme por estudiar más y tener mejores notas,

para graduarme con mejor promedio.

La persona de nuestro ejemplo, discutió sus creencias

en cuanto a las notas obtenidas, al hacerlo modificó

sus sentimientos y pasó de la desesperación, a la

esperanza, y sus decisiones, pasaron del deseo de

abandonar, a la voluntad de seguir adelante.

Aprendiendo a discutir con uno

mismo
Felizmente, la experiencia en materia de discusión, es

algo que tiene cada persona, de toda la vida. Empleas

esta técnica, siempre que opinaste de otra forma ante

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los demás, tan pronto hayas comenzado a aplicar el

sistema, para discutir contigo mismo, acerca de

acusaciones infundadas con respecto a ti, las viejas

habilidades surgirán como por arte de encantamientos.

Cuatro son las formas más importantes de una

discusión convincente:

Evidencia-Alternativa-Implicancias-Utilidad

Evidencias
Lo más convincente cuando se trata de discutir en

torno de una creencia negativa, es demostrar su

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incorrección. La mayoría de las veces, los hechos

estarán de tu lado, puesto que las reacciones

pesimistas ante la adversidad, por lo general, son

exageradas. Adopta el papel de un detective y

pregunta ¿Cuáles son las pruebas para albergar esas

creencias? Así, lo hizo el protagonista de la historia

que relatamos más arriba, cuando creyó que sus

“malas” notas eran “las peores de su clase”, trató de

probarlo con evidencia y no pudo. Justamente, la

persona que se sentaba a su lado, en el aula, tenía notas

peores que las suyas. Con frecuencia, las creencias

negativas, que se producen, después de la adversidad,

no son exactas ni apropiadas. La mayoría de las

personas tienen una cierta tendencia a “tomar las cosas

a la tremenda” lo que denominamos catastrófica, de

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todas las causas potenciales, escogen la que tiene una

implicancia más directa. En materia de discusión, una

de las técnicas más efectivas, para ti, consistirá en la

búsqueda de evidencia, apuntando a la distorsión que

se ha producido en tus explicaciones catastróficas. La

mayoría de las veces, tendrás de tu lado a la realidad.

El optimismo aprendido, no actúa a través de una

positividad injustificable, respecto del poder que tiene

el chequeo con los hechos tal cual se han presentado.

Alternativas
Casi nada de cuanto nos pasa, obedece a una sola

causa, la mayor parte tiene muchas. Por ejemplo, si el

resultado obtenido en una prueba no es de lo mejor,

todas estas cosas pueden haber contribuido, lo difícil

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de la prueba, lo que hayas estudiado al momento de la

preparación, las condiciones del profesor a cargo, la

justicia de él, para considerar el puntaje, como

anduvieron los otros estudiantes, el cansancio anterior

al examen, etc. los pesimistas siempre explican estas

cosas de la peor manera, en la forma más permanente,

penetrante y personal que puedan encontrar. En el

caso del señor de quien hemos hablado, cuando no

obtuvo las mejores notas en su examen, eligió “soy

demasiado grande, para competir con gente joven”,

también aquí la realidad está del lado de la discusión,

las causas posibles son múltiples, así que ¿Por qué

aferrarse a la más insidiosa? Preguntando ¿No podré

pensar en esto de una manera que no sea tan

destructiva? La persona del ejemplo, no tardó en

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descubrir, que tiene un trabajo a tiempo completo, y

una familia, para poner en tela de juicio sus propias

creencias, ha buscado todas las causas que hayan

podido contribuir.

Tal vez faltó más tiempo de preparación, tal vez el

examen si fue realmente difícil, tal vez el profesor no

fue realmente justo con las notas, etc. es conveniente

esforzarse en generar creencias alternativas,

insistiendo en las posibilidades de cuya veracidad no

se puede extraer más que una posibilidad entre

muchas otras.

Implicancias
Pero, tal como andan las cosas en este mundo, no

siempre los hechos estarían de tu parte. Podría ser

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correcta la creencia negativa que alientas respecto de

ti. En esta situación, la técnica a emplear, es

comprender la catástrofe. Aun suponiendo que tus

creencias estén totalmente en lo cierto, ¿Cuáles son las

implicancias? La persona que en el ejemplo del

examen era mayor, que todos los otros alumnos, cabe

indagar ¿Qué es lo que eso implica? No significa que

nuestra persona, sea menos inteligente, tampoco

significa que por esa razón después nadie quiera

emplearle. El hecho de que Katy, por ejemplo, haya

roto su línea de conducta, rompiendo la dieta, de dos

semanas, que estaba cumpliendo, no implica que sea

una glotona, ni que sea tonta por hacerlo, y desde

luego, que significa todavía menos, que por esa causa

haya de abandonar completamente su objetivo. ¿Hasta

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dónde serán tan terribles todas esas implicancias? O

en el ejemplo ulterior ¿Cuántas probabilidades tendrá

alguien, de conseguir, un trabajo después de obtener

varias notas que no son sobresalientes? ¿Realmente

unos cuantos inocentes bocaditos implican que Katy

sea una glotona sin remedio? Cuando se haya

preguntado si todas estas implicancias son

efectivamente tan horribles, como parecen, repite la

búsqueda de evidencias. Katy recordó la evidencia de

que, durante un par de semanas, se había mantenido

absolutamente fiel a su dieta, de modo que no podía

ser tan glotona. La persona que rindió el examen,

recordó que casi todos los que habían obtenido el

título, donde rindió, habían encontrado buen trabajo,

a pesar de sus calificaciones no sobresalientes.

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Utilidad
Cuantas veces las consecuencias de mantener una

creencia tienen más importancia que la verdad de ésta

¿Es destructiva la creencia? En el caso de Katy, el

hecho de que creyera en su glotonería, aun si ello fuera

cierto, era destructivo. Era algo que estaba

indicándole abandonar su dieta por completo.

Algunos se alteran mucho cuando advierten las

injusticias del mundo. Podemos comprender ese

sentimiento y simpatizar con él, pero creer que todo

en el mundo, tendría que ser justo, puede causar más

dolores todavía ¿Qué podría ganar uno aferrándose a

la creencia de que el mundo es injusto? En cambio,

muchas veces resulta muy útil seguir con lo de cada

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uno, sin perder tiempo en detenerse a examinar la

precisión de nuestras creencias, y después discutirlas.

Otra táctica consiste en detallar en cuantas formas

podrá modificar en el futuro una situación similar.

Aun en el caso de que la creencia sea cierta, en el

momento de efectuarla. Es modificable la situación.

¿Qué es posible hacer para introducir esos cambios?

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El registro de discusión
Practiquemos ahora el modelo ABCDE, sabemos que

significa ABC, a las que ahora agregaremos D, por

discusión y E, por energización.

Durante los cinco acontecimientos adversos que ahora

hemos de enfrentar, prestemos mucha atención a cada

creencia, observando las consecuencias y

discutiéndolas vigorosamente.

Estudiemos el experimento a continuación.

Adversidad: Volví a casa más temprano que de

costumbre, y encontré a mi hijo en el garaje, fumando

en compañía de unos amigotes.

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Creencia: ¿Qué pensará que está haciendo? Lo voy a

estrangular, servirá para que se entere lo irresponsable

que es, no puede creerle nada, no hace más que decir

una mentira tras otra, pues bien, no pienso oírle una.

Consecuencia: Me sacó de mis casillas, ni siquiera

estuve dispuesto a discutir la situación. Le dije que era

un pequeño delincuente en el que no se podía confiar,

y pasé el resto del día echando chispas.

Pero aquí definimos una conclusión renovada, de

acuerdo a lo que hemos impartido.

Discusión: Está bien, es definitivamente cierto que

Tito es un irresponsable, por andar fumando a

escondidas, pero eso no significa, que su

irresponsabilidad, sea definitiva. Y no pueda confiar

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en él(implicancia), nunca deja de cumplir con la

escuela, y siempre llama por teléfono, cuando piensa

llegar más tarde a casa(evidencia), se trata de una

situación seria, pero no ayudará en nada suponer de

ahora en adelante cuanto diga será una

mentira(utilidad), hasta ahora nuestra comunicación

fue muy buena y me parece que si recupero la calma,

las cosas andarán mejor (utilidad) sino estoy dispuesto

a discutir las cosas con el chico, las cosas no van a

resolverse solas.

Energización: Pude tranquilizarme y empezar a

manejar la situación. Empecé pidiéndole disculpas,

por haber dicho, que no podía tener más confianza en

él, y le dije que tendríamos que conversar, de los

peligros que trae aparejado el tabaco. En algún

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momento alzamos el tono, pero finalmente, pudimos

conversar.

Ahora es tu turno, todos los días, de las próximas

semanas, no salgas a buscar situaciones adversas, pero

cuando se presentan, utiliza el filtro ABCDE.

Adversidad-Creencia-Consecuencia-Discusión-

Energización

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Revisión
Ahora ya tienes que estar bien informado, de cómo

recurrir a la discusión, la principal técnica para el

optimismo aprendido, aplicable a la vida diaria.

Comenzarás por hallar el vínculo ABC, que las

creencias específicas llevan al rechazo y la pasividad.

Las emociones y los hechos, por lo general, no siguen

directamente a la adversidad. Más bien, surgen en

forma directa de las creencias respecto a la

adversidad. Eso quiere decir, que si modificas tus

respuestas, podrás evaluar con una perspectiva más

enriquecedora cada situación particular. El principal

instrumento a tu alcance, es la discusión. Practícala,

discutiendo con tus propias percepciones e

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interpretaciones de cada momento. Siempre que te

encuentres malhumorado, ansioso, o irritado,

pregúntate que estás diciéndote a ti mismo.

Concéntrate en las posibilidades que puedan alterar la

situación o evitar que la adversidad se convierta en un

desastre. Pero, en general, las creencias negativas son

distorsiones. Desafíalas, y no permitas que influyan

negativamente en tu vida, contrariamente a lo que

pasa con las dietas, el optimismo aprendido es fácil de

mantener cuando se ha empezado. Cuando hayas

adquirido la costumbre de discutir las creencias

negativas, podrás ver que tu vida cotidiana, se

presenta mejor y te sentirás mucho más feliz.

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El pesimismo en la infancia
La infancia no está libre de riesgos de padecer

pesimismo, ya que es simplemente y naturalmente, la

etapa en la cual, con mayor facilidad se absorben

distintos tipos de pensamientos respecto de cómo es el

mundo. Estos modelos son absorbidos acríticamente,

de acuerdo a las circunstancias y estilos tanto de

pensar, como de actuar, propios de los padres. Por lo

tanto, enseñar optimismo a los hijos, es brindar

herramientas que no dejará de usar por el resto de su

vida, y además, que le ampliarán los horizontes de lo

que es capaz. De esta manera, no hay duda de que,

existen herramientas para evaluar el grado de

pesimismo, y como consecuencia, intervenir en lo que

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de otra manera, sería una mayor predisposición a la

depresión en general.

ABC para tu hijo


Los siguientes ejercicios se proponen dar a conocer

las conexiones inmediatas entre adversidad, creencias,

y consecuencias. Transmitiendo la enseñanza, para

niños de entre ocho a catorce años, dedicar una media

hora por cada niño, es lo recomendable. Una vez que

cada niño, haya comprendido cual es la dirección

general, comienza a trabajar con cada uno de los tres

ejemplos que siguen.

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Adversidad: mi maestro el señor Minner, me gritó

delante de todos los chicos, y todos se rieron

Creencia: me detesta, y ahora todos mis compañeros

me toman por un tonto.

Consecuencias: me sentí muy triste, y hubiese querido

desaparecer debajo de mi pupitre.

Así, preguntarle al niño, por qué se siente triste, es

incitarle, a que pensara distinto respecto del señor

Minner, por ejemplo, si pensara que todo el mundo

sabe que es injusto, las consecuencias descritas arriba,

podrían ser otras, y haber cambiado. Es nuevamente,

importante subrayar que las creencias son un paso

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previo esencial para llegar a las consecuencias más

optimistas.

Veamos otro caso.

Adversidad: Susan, mi mejor amiga, me dijo que

ahora su amiga del alma es Joannie, y que de ahora en

adelante se sentará junto a ella cuando vayamos a la

cafetería, y no conmigo como hasta ahora.

Creencia: Susan ya no me quiere porque no soy tan

simpática. Joannie verdaderamente siempre está

haciendo chistes, cuenta cosas divertidas, y en

cambio, nadie se ríe cuando yo digo algo gracioso. Y

Joannie viste bien, mientras que a mí todo lo que me

pongo, me queda como la mona. Si yo fuera un poco

más agradable, Susan volvería a ser mi amiga favorita.

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Consecuencias: Tenía muchísimo miedo a la hora del

almuerzo, porque no quería que se rían de mí, porque

tuviera que comer sola, así que fingí estar enferma del

estómago y pedí a la señorita Frankel permiso para ir

a la enfermería. También me sentí muy mal y quise

cambiar de escuela.

¿Por qué esa chica quería cambiar de escuela? ¿Se

debía a que su amiga Susan iba a sentarse con

Joannie? ¿O fue porque estaría creyendo que ninguna

otra chica querría sentarse a su lado? ¿Cómo

intervenían sus creencias en el hecho de sentirse

vestida como la mona? ¿En qué medida cambiarían

las consecuencias si esta niña creyera que Susan era

una veleidosa?

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Nuevamente notamos la importancia de corregir las

creencias, para subsanar las consecuencias.

Veamos un caso más.

Adversidad: Me encontraba esperando el ómnibus con

mis amigos cuando unos cuantos grandotes de

séptimo que llegaron a la parada se pusieron a

gritarme “gordinflón delante de todos”

Creencias: No pude contestarles, porque tenían razón,

soy un gordinflón, ahora todos mis amigos se reirán

de mí, y nadie querrá salir conmigo ni sentarse en el

mismo asiento en el ómnibus.

Consecuencias: Me sentí morir, era algo horrible.

Quería salir corriendo lejos de mis amigos, pero no lo

hice porque era el último ómnibus. Asique me quedé

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muy calladito y decidí sentarme solo en el primer

asiento, al lado del conductor.

¿Por qué ese chico salió corriendo? ¿Era porque le

habían dicho gordinflón o por creer que todos sus

amigos de ahí en adelante lo rechazarían? ¿Podría

haber sustentado otras creencias más constructivas,

como por ejemplo, “mis amigos son muy leales” “o

todos mis amigos saben bien cómo son esos grandotes

de séptimo”

Una vez que el pequeño comprenda el concepto de

ABC, podrá elaborar por sí mismo, el procedimiento.

Puedes practicar con él, arregla las cosas para

disponer de una hora al día siguiente, así irán

incorporando una forma de comprender las

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situaciones que resulta útil para el desarrollo de la

autoestima y de la salud psicofísica. Para la próxima

vez, entonces, pasas revista de lo comprendido la

sesión anterior, y puedes pedirle ejemplos, aplicables

a su propia vida. Recuerdale estos tres simples

conceptos, para que le acompañen de aquí en adelante.

Adversidad-Creencias-Consecuencias

El proceso de la discusión no difiere en el caso de

niños y adultos. Cuando el infante haya comprendido

los nexos entre ABC, sólo restará explicarle los dos

faltantes. Una manera simple para adentrarse

pedagógicamente en los conceptos de discusión y

energización, tiene que ver con pedirle al chico que

imagine a quien más teme, y que le imagine diciéndole

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a él, o ella, cosas negativas, para que una por una,

pueda usando su imaginación, discutirlas. Y trasladar

el mismo mecanismo, cuando sean sus propios

pensamientos o percepciones, las que jueguen el papel

de “enemigos” o “malos”, de esta manera, la práctica

y el poder elaborar las discusiones correspondientes a

los ejercicios repasados, son decisivas para dar un

comienzo claro y contundente.

Aquí brindamos unos ejemplos con las categorías

faltantes de discusión, y energización.

Adversidad: Mi maestro el señor Minner, me gritó

delante de todos los chicos, y todos se rieron.

Creencia: Me detesta, y ahora todos mis compañeros

me toman por un tonto.

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Consecuencias: Me sentí muy triste, y hubiese querido

desaparecer debajo de mi pupitre.

Discusión, Sólo porque el señor Minner haya gritado

no quiere decir que me odie: el señor Minner les grita

a casi todos, y nos ha dicho que la nuestra es su clase

favorita. Me parece que yo estaba un poco distraído

en aquel momento, asique no tiene la culpa si yo lo

hice enojar. Todos los demás, bueno, todos excepto tal

vez Linda, pero ella es algo especial, recibieron un

reto del señor Minner.

Energización: Todavía estoy algo triste por lo que me

pasó, pero ya no tanto como al principio, y ya no tengo

ganas de esconderme debajo de mi pupitre.

Siguiente:

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Adversidad: Susan, mi mejor amiga, me dijo que

ahora su amiga del alma es Joannie, y que de ahora en

adelante, se sentará junto a ella cuando vayamos a la

cafetería, y no conmigo como hasta ahora.

Creencia: Susan ya no me quiere porque no soy tan

simpática. Joannie verdaderamente siempre está

haciendo chistes, cuenta cosas divertidas, y en

cambio, nadie se ríe cuando yo digo algo gracioso. Y

Joannie viste bien, mientras que a mí todo lo que me

pongo, me queda como la mona. Si yo fuera un poco

más agradable Susan volvería a ser mi amiga favorita.

Consecuencias: Tenía muchísimo miedo a la hora del

almuerzo, porque no quería que se rían de mí, y

tuviera que comer sola, así que fingí estar enferma del

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estómago y pedí a la señorita Frankel permiso para ir

a la enfermería. También me sentí muy mal y quise

cambiar de escuela.

Discusión: Susan será todo lo buena que quieran, pero

no es la primera vez que viene a decirme que tiene otra

amiga del alma. Recuerdo que una vez me dijo que

Connie sería su mejor amiga, y antes de eso también

me dijo que su nueva mejor amiga era otra. No creo

que tenga mucha importancia que mis chistes no sean

divertidos, y no pueden ser mis vestidos porque Susan

y yo siempre compramos exactamente las mismas

cosas. Me parece que simplemente es una de chicas a

las que les gusta cambiar de amigas.

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Energización: No me preocupa tanto quien se sentaría

conmigo para almorzar, y ya no me siento tan fea.

Vuelve a leer creencias y consecuencias, pídele a tu

hijo que las discuta con sus propias palabras, ayúdalo

un poco. Pídele que explique, en qué forma cada uno

de sus puntos puede contrarrestar la creencia: ¿En qué

medida comprender que Susan es una chica que

cambie a cada momento de amiga, suministra una

evidencia contra la idea de que “ya no le gusto más”?

Continuamos con más casos a modo de ejemplo.

Adversidad: Hoy, en la clase de gimnasia, el señor

Riley, eligió a dos chicos para formar los equipos de

fútbol, y después, cada uno de ellos fue eligiendo a los

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restantes. De entre todos nosotros, yo resulté elegido

entre los últimos.

Creencia: Esos dos chicos, Chrissy y Seth, me

detestan, no me quieren en sus equipos. Ahora todos

los chicos de mi aula creen que soy un tronco y nunca

volverán a elegirme para un equipo. En realidad, soy

bastante tronco y no es extraño que nadie quiera jugar

conmigo.

Consecuencias: Me sentí un estúpido y casi me echo

a llorar, pero sabía que si lloraba, los demás se reirían

todavía más. Así, hice de tripas corazón y recé para

que no me tocara nunca la pelota.

Discusión: La verdad es que no soy muy bueno para

los deportes. Pero decirme tronco no hace más que

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empeorar las cosas y me siento peor. De modo que, si

no soy bueno para esos juegos, tal vez sirva para otras

cosas, y hasta sobresalga en algo. Por algo cuando el

maestro forma grupos para estudiar determinado

tema, todos quieren estar en mi grupo. Y bueno, hay

chicos que son muy buenos para los deportes, y otros

que son mejores para otras cosas.

Energización: Después de decirme todas esas cosas

para mis adentros, me sentí mucho mejor. Sigo

deseando ser bueno en todo, y me sigue disgustando

que me elijan entre los últimos para formar el equipo,

pero por lo menos me consta que en otros casos me

eligen entre los primeros y que ninguno de los chicos

me detesta.

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Pide a tu hijo que exponga con sus propias palabras y

explique con su vocabulario, todas las evidencias

contra “Chrissy y Seth, me detestan” ¿Que otras

evidencias podría haber observado para contrarrestar

esa creencia?

Continuamos con más ejemplos.

Adversidad: Ayer fue el cumpleaños de mi hermano,

y tanto mami como mi padrastro le hicieron gran

cantidad de regalos, tuvo una enorme torta y a mí, ni

me miraron.

Creencia: Temple siempre fue el favorito de los dos.

Siempre consigue todo lo que quiere. Ni siquiera

saben que existo. Yo sé por qué lo quieren más:

Porque tiene mejores notas que yo, en el boletín, su

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maestro le escribió, que es “súper” y en el mío, la

señorita Crisanto anotó que “necesito mejorar”

Consecuencias: Me sentí realmente triste y solitaria,

tuve miedo de que mamá viniera a decirme que no

quería volver a verme triste

Discusión: Desde luego que mamá y Troy están

haciendo toda clase de regalos a mi hermano: Es su

cumpleaños. Cuando yo cumplí años, hicieron lo

mismo conmigo. Tal vez hoy, le presten más atención

a él, que a mí, pero eso no quiere decir que lo quieran

más. Sólo están tratando de que se sienta algo

especial, porque es su cumpleaños. Supongo que

también me gustaría que mi maestra me calificara

“súper”, como hizo el maestro de Temple, pero la

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señorita Crisanto también dijo lindas cosas acerca de

mí, en participación en clase y en ciencias.

Energización: No tengo miedo de que mamá fuera a

decirme que me vaya, y no me siento mal por las

atenciones que le dan a temple, porque sé que, cuando

llegara mi cumpleaños, el sentirá lo mismo que yo

siento ahora.

Una vez que el niño comprenda la dinámica, puedes

pedir que durante cinco días, escriba sus propios

ABC, cuando tengas acceso a sus registros, toma cada

uno de los cinco días y haz que él discuta las creencias.

Ayúdalo recurriendo a la evidencia, las alternativas,

las implicancias y las técnicas de utilidad, pero no es

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necesario que le enseñes esas cuatro categorías. Solo

úsalas para poder ayudarlo mejor.

Después tendrás que encargarle que durante cinco

días, discuta una vez por día, una creencia negativa

que se presentó en su registro. Tendrá que pasarlas por

escrito todas las noches, y volver a revisarlas. Al

término de cada sesión, prepáralo recordándole las

diversas contrariedades con que podrá tropezar al día

siguiente y en qué forma las podrá discutir.

Externalización de voces
El último ejercicio que deberás cumplir con tu hijo, es

el de la externalización de voces. La técnica

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psicológica aprovecha la ventaja concedida por el

hecho de que a las personas, nos resulta más fácil

examinar y discutir críticas, cuando éstas surgen de un

tercero neutral, más, que cuando proceden de una

parte interesada o comprometida. Para hacerlo, vamos

a elegir las cosas más terribles y amenazantes que

puedan pasar por la imaginación de tu hijo, y ponerlas

en boca de una tercera persona, o de alguien

absolutamente imparcial: uno de los padres o incluso,

un títere.

Podrías tomar el rol del proveedor de la parte crítica,

así él, luego, podrá dar las respuestas. Para elaborar

las críticas podrían trabajar juntos, de modo tal que

sean las críticas, que más caracterizan a la manera de

procesar las situaciones de él. De esta forma, se

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tendrán opciones alternativas y se podrá modificar el

patrón negativo. Es menester, con frecuencia, recalcar

que las críticas son sólo pensamientos, y que como

tales, pueden suplantarse por otros, sin más. Utilizar

un títere, puede ser una técnica altamente efectiva, el

títere inicia diciendo: Todo el mundo sabe que los

chicos suelen decir cosas feas de otros chicos. Cuando

otros digan cosas feas, injustas, acerca de ti, casi con

seguridad que pensarás en replicarles. Pues bien, eso

es lo que debe hacerse, aclarar las cosas. Pero tú y yo

sabemos, por el trabajo que estamos haciendo juntos,

en esto del ABC, que hay personas que suelen decir

cosas indebidas e injustas, refriéndose a ellas mismas.

En realidad, hasta sabemos que algunas veces tú dices

cosas de ti mismo, que en realidad no están en lo

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cierto. Tienes que aprender ahora a replicar a esas

cosas injustas que algunas veces dices sobre ti mismo.

Bueno entonces vamos a usar ahora al señor títere para

que te enseñe como tienes que replicar cuando te

pasen cosas a ti. El señor títere ya ha leído tu ABC.

Sabe que cosas te dices para tus adentros, pero don

títere es también un fanfarrón, y tendrás que poner las

cosas en claro, discutiendo con él, para demostrarle

que sus críticas son tan erradas como injustas.

Si lees en voz alta todos los ejemplos, el niño podrá

ver qué clase de creencias tendrá que contrarrestar y

observar a grandes discutidores en acción. Así,

algunas de las críticas las realizará el señor títere

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Situación: Ken está por terminar el ciclo escolar.

Todos los días lo llevan en el ómnibus escolar a una

buena institución en un vecindario de clase media,

Ken es un buen estudiante, le gusta la escuela y tiene

muchos amigos. Todos los días después de clase,

deciden entre todos, a la casa de cuál de ellos irán para

pasar un rato. A Ken también le gustaría invitar a sus

amigos, pero está muy avergonzado por el padre que

tiene, y por la casa en que vive. Cierto día, alguien

sugiere ir a la casa de Ken, y el chico se siente muy

molesto y les dice que no pueden ir porque “mi padre

es médico y tiene el consultorio en casa”. Después

Ken, se siente avergonzado y triste por haber dicho

una mentira, aduce que no se siente bien ese día, y

vuelve solo a casa.

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Acusación: (a cargo de mamá, pero recurriendo a lo

que dice el señor títere, para las críticas más crudas):

no eres más que un mentiroso, (señor títere): asique

¿papá médico? Es un chiste. Nunca podrás hacer que

la pandilla ignore cuál es tu casa. Tarde o temprano,

alguno de los chicos se enterará de la verdad, y todos

sabrán entonces que nunca te visitó nadie en tu casa ni

conoce a tus padres.

Discusión: verdaderamente me gustaría que mis

padres y mi casa, fueran como los padres de Ricky y

la casa en que vive. Detesto tener que avergonzarme

de mis padres y del lugar. Pero me parece que no es

mucho lo que puedo hacer para remediarlo. De todos

modos no soy el único cuya casa nadie haya visitado

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nunca. En realidad, casi siempre decidimos ir a lo de

Henry, porque nos queda más cerca.

Mamá (algunas veces hablando como el señor títere)

interrumpe para decir: Van a descubrir que vives en

una pocilga, que tu padre es un borrachín y tu mamá

trabaja como doméstica. Y cuando lo sepan, ya no

habrá forma de recuperar tu amistad y juntarte con

ellos. Te vas a convertir en el hazmerreír de toda la

escuela (el señor títere)

Prosigue la discusión: Decididamente me sentiría

como un tonto, si mis compañeritos llegaran a

descubrir que mi padre es un pobretón, pero no creo

que por eso vayan a dejar de ser mis amigos. No andan

conmigo porque piensen que soy un chico rico. Quiero

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decir, que si yo descubriera que el papá de Sewie no

tuviera trabajo, probablemente lo sentiría por mi

amigo, pero no dejaría de andar con él. Por dios, si en

el fondo ni siquiera sé de qué viven los padres de mis

amigos y de muchos hasta ignoro donde viven. Por

cuanto sé, algunos de esos padres tal vez sean tan

pobres como los míos. Bueno, no voy a invitarlos en

un futuro próximo, pero trataré de no seguir mintiendo

acerca de lo que soy.

Vuelven a leer la acusación en voz alta. Pídele a tu

hijo que ahora la discuta, según su propio léxico.

Interrúmpelo con nuevas acusaciones y haz que él las

discuta.

Veamos más sobre cómo usar ésta técnica.

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Situación: Una amiga a quien Lynn, considera

correcta, la invita a su casa para una fiestita

improvisada. Cuando su madre la deja en casa de su

amiga, Lynn advierte que los padres de Betty no están,

y que su amiga tiene pensado beber alcohol. Lynn se

siente verdaderamente incómoda y se finge enferma

para llamar a su madre y pedirle que venga a buscarla.

Acusación: A cargo de los padres, si no querías beber,

por lo menos podrías haber dicho la verdad, en lugar

de fingirte enferma. Pero no, preferiste el camino más

fácil. No tienes nada de carácter, (dicho por el señor

títere).

Discusión: Yo también tengo mi carácter. Lo

verdaderamente fácil hubiese sido sólo seguirles la

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corriente a las otras y beber porque ellas lo hacían.

Fingir que estaba mal fue una treta inteligente porque

me permitió salir de aquella situación sí que me

presionaran ni me dijeran cosas.

Interrupción paterna: (como señor títere) que nenita

eres…es la primera vez que Betty te invita y que se te

ocurre hacer, lo echas todo a perder, como una

pazguata.

Sigue la discusión: Yo no eché a perder aquella fiesta.

No podría haberme divertido si me quedaba porque

hubiera estado siempre con miedo de que volvieran

los padres de Betty en cualquier momento. Y bueno,

después de todo, tal vez Betty no sea una amiga muy

conveniente.

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Vuelvan a leer la acusación en voz alta y que, esta vez,

replique tu hijo o hija, discutiendo, con sus palabras.

Interrumpe cuando lo creas necesario.

¿Podrá agregar el niño o la niña, alguna propuesta más

a la discusión para que sea más convincente?

Discutir los propios pensamientos negativos es una

técnica para toda la vida que cualquier niño está en

condiciones de aprender. Al igual que todas las

habilidades adquiridas, parecerá un poco torpe al

comienzo. Con la práctica, la discusión de las ideas se

tornará más fácil. Cuando las técnicas de optimismo

se aprenden en la juventud, se tornan fundamentales.

Es como tomar la costumbre de la higiene y la

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amabilidad, ser limpio y cortés recompensa tanto que

se termina siendo así automáticamente.

La biología de la transmisión

emocional
El doctor Robert Arnot, en “La biología del éxito” se

refiere al concepto de la biología de la transmisión

emocional, este concepto, nos ayudará a integrar la

perspectiva del fortalecimiento del yo, sin renunciar a

los valores muy importantes que son dirigidos al

quehacer comunitario. Justamente por ello, es que

consideramos muy estimable, compartir con el lector,

más sobre este concepto. Peter Salovey, Profesor de la

Universidad de Yale, indica que todo nuestro sistema

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emocional se halla construido para motivar y dar

prioridad al pensamiento, pero la emoción, es el

núcleo central de la motivación. Las personas

deficientes en habilidades emocionales, pueden tener

dificultades para centrar su comportamiento y su

pensamiento, sobre aquello que es importante para sus

vidas. Los que saben transmitir una valiosa carga

emocional en sus actos, suelen estar rodeados de

personas que les estiman y les aprecia. Puesto que en

torno a ellos, se suelen generar fácilmente “climas”

psicológicos, de comunidad y colaboración recíproca.

La emoción motiva, dirige y da prioridad a lo que

hacemos. Es muy común, notar que las personas

ponen en un segundo plano, la carga emocional de sus

conductas, pero es justamente allí, donde comienza a

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erosionarse el sentido que damos a nuestras acciones.

El profesor Salovey, fue el pionero en hablar de

“inteligencia emocional”. Dice al respecto: “la

inteligencia emocional se refiere a lo bien que

entiende uno las emociones, tanto las propias como las

de los demás”. Ser emocionalmente inteligente,

significa saber cómo regular las emociones y

utilizarlas como herramientas creativas y complejas,

para solucionar problemas. En general, indica Robert

Arnot, la noción que esta sociedad le da a la

inteligencia, es demasiado estrecha. Se resalta

sobremanera el cociente intelectual, y se resta

importancia a comprender las propias emociones y las

de los demás.

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Los pasos que brinda el doctor Arnot en su libro “La

biología del éxito” para transmitir emociones

comunitarias, son:

1. Abrirse a los demás.

Si puedes conseguir que el resto de las personas con

los que pasas la mayor parte del tiempo, puedan

sentirse a gusto, cuando están contigo, es muy común

que entonces, sean los demás quienes nos

correspondan con la misma calidez emocional. La

transmisión emocional, consiste en recopilar

activamente los propios sentimientos, y trasmitirlos a

todas las personas importantes de la vida. Es entonces

clave, reconocer que cuando realmente, se comienza a

realizar acciones por las otras personas, a preocuparse

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por ellas, se encuentra a cambio, una energía y

felicidad, y por supuesto, una mejor salud. El

intercambio positivo, contribuye a reforzar el sistema

inmunitario.

CONSEJOS CLAVES:

A veces resulta demasiado sencillo, contribuir al

bienestar y al buen ánimo, lo que ocurre con bastante

frecuencia, es que el común de las personas

simplemente no se anima a elogiar al prójimo, a

brindarle simplemente buenos augurios. Joe Gerard,

tiene el para nada despreciable record guines, como el

mejor vendedor del mundo de automóviles, llegó a

tener hasta 20 mil clientes, su sistema era muy

sencillo, enviar una postal de saludo cada mes a

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posibles y potenciales clientes. Las palabras, sencillas,

y sinceras, tales como “me agradas”, los cumplidos y

los piropos, las expresiones de afinidad y agrado,

provocan reacciones positivas.

El entrenamiento emocional

Si bien es cierto, que muchas veces resulta inquietante

abrirse a las demás personas, puesto que en general,

hemos recibido una educación que indica que tener

autocontrol es igual a mantenerse recluído de

transmitir emociones. Es necesario desarrollar un

poco de practica, ir soltándose de a poco, para

inmediatamente notar, que al contrario de lo que

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parece, realmente hacemos un bien, tanto a nosotros

mismos, como a los demás. Una técnica muy efectiva

es la actuación, el como sí…Si deseas sentirte, felíz,

entonces actúa como si fueses felíz, si deseas sentirte

optimista, actúa como una persona optimista. Los

expertos del entrenamiento de atletas olímpicos,

suelen impartir estos secretos con sus deportistas, es

decir, habilidades de actuación para poner en

movimiento las emociones en una dirección concreta.

Puesto que los atletas aprenden a mover su rostro, sus

hombros y otras partes del cuerpo, con el propósito de

provocar la respuesta correcta. Y ya que la emoción es

el resultado de la fisiología subyacente, ellos

experimentan una cascada de sistemas neurológicos y

fisiológicos, que utilizan para energizar sus destrezas

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olímpicas. Esto quiere decir, que si necesitaras

experimentar una cierta respuesta, debes representar

esa respuesta físicamente, así activarás la fisiología

subyacente, y comenzarás a percibir emociones, en

esa dirección.

Si crees que no eres capaz de realizar una tarea, de

todos modos asegúrate que sí puedes hacerlo. La

afirmación puede ayudar a cambiar el sistema de

creencias. Los psicólogos deportivos, someten a las

personas a un entrenamiento emocional, para hacerles

notar que pueden crear escenarios o nuevas respuestas

habituales, que contribuyen a modificar el sentimiento

hacia algo, esto resulta altamente recomendable.

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Hablando de las propias

emociones

Esta receta contribuye a crear lazos más estables y a

compartir los sentimientos de cuestiones que nada

tienen que ver con el trabajo en sí, sino más bien con

cómo las personas se sienten en los distintos ámbitos

de la vida, al procurar relaciones donde el flujo de

información tiene que ver con ayudarse en gran

proporción a manifestar lo que acontece y a

expresarlo, la confianza se activa y el alivio no tarda

en hacerse llegar, procura que las personas a quienes

les diriges tus comentarios sean de una actitud

optimista, y sepan sostener un buen estado anímico,

puesto que de lo contrario, obtendrás respuestas que

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te harán sentir peor. La culpabilidad, es un

sentimiento que potenciado no hace más que

alimentar la hoguera del pesimismo, de esta forma, no

sabrás que es recibir gratitud por abrirte con las

personas indicadas. En conclusión, no temas decir,

cuando puedes ayudar. Las personas se interesan en la

opinión de los expertos de todas las áreas, puesto que

con su simpleza y brillantes nos iluminan en distintas

esferas cotidianas, intenta comportarte como un

experto en algún área, puedes probar profundizando

tus conocimientos y aprendiendo más, de esta forma

podrás colaborar activamente en las necesidades de tu

prójimo, y sentirte dispuesto y preparado para ayudar.

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