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ESENCIA DE LA PERSONA

SINCRONIZACIÓN SISTÉMICA

Aprenda a dominar el estrés


cotidiano

Cada persona tiene una especial manera

de afrontar el estrés diario

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Índice
Prólogo ........................................................................................... 5
La ruta del estrés ........................................................................... 11
Las conductas y los hábitos ........................................................... 13
Los síntomas ................................................................................. 14
Síntomas más comunes ................................................................. 17
La respuesta de huida .................................................................... 18
Reacciones bioquímicas del estrés ................................................ 22
¿Qué ocurre durante el estrés crónico?.......................................... 25
Alarma, resistencia, agotamiento: ................................................. 28
Descifrar los mensajes del cuerpo ................................................. 33
El factor subjetivo ......................................................................... 35
El cambio no es posible sin alguien que cambie ........................... 40
La salud ........................................................................................ 42
La medida del estrés ..................................................................... 44
Alerta y pare ................................................................................. 46
Los efectos de la activación de la alarma ...................................... 51
Las neurociencias.......................................................................... 54
La emoción y la Razón ................................................................. 62
La inteligencia intrapersonal ......................................................... 68
Inteligencia interpersonal .............................................................. 69
Inteligencia emocional .................................................................. 70

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Inteligencia lógico matemática ..................................................... 74


Inteligencia lingüística .................................................................. 74
Inteligencia naturalista .................................................................. 75
Inteligencia cinético-espacial ........................................................ 76
Inteligencia visual-espacial ........................................................... 77
Inteligencia musical ...................................................................... 78
Las funciones cognitivas ............................................................... 78
Cómo el estrés afecta las funciones cognitivas ............................. 81
La Neuroplasticidad ...................................................................... 84
Placer y recompensa ..................................................................... 86
El desafío del cambio .................................................................... 87
El estrés mirado retrospectivamente ............................................. 95
El estrés en la vida intrauterina y en las etapas de la vida ............. 99
Las exigencias sociales de la actualidad...................................... 113
El ejercicio filosófico anti estrés ................................................. 121
La pareja ..................................................................................... 128
La importancia de la amistad ..................................................... 129
Las risas ...................................................................................... 131
La balanza del estrés ................................................................... 132
La salud y la felicidad ................................................................. 138
Bibliografía ................................................................................. 140

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Prólogo
Cuando llevamos a cabo una vida normal, sana, y

emocionalmente estable, podemos decir que tenemos

las funciones del organismo equilibradas. El

equilibrio es el principio del organismo por mantener

normalmente todas sus funciones, y lo único que lo

puede alterar es el estrés en exceso (distrés). Cuando

se altera (por un fuerte acontecimiento o por una

exposición prolongada al mismo), aparecen las

enfermedades del cuerpo o de la mente,

absolutamente todas son causa del desequilibrio. Lo

más importante aquí es que comprendamos que tener

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estrés en sí, no es bueno ni malo, es natural, lo que

ocurre es que sus niveles pueden aumentar,

dependiendo de las situaciones que estemos

afrontando y sobre todo, de cómo nos afectan

personalmente, porque cada persona tiene una manera

particular de comprender y reaccionar ante

determinados hechos.

Existe una conexión irrefutable desde el punto de vista

científico, entre la manera en que procesamos las

situaciones de la vida, y nuestro sistema nervioso,

endócrino e inmune. Por ello, es muy común que antes

de contraer una determinada enfermedad, se sucedan

una serie de mecanismos por los cuales nuestro

equilibrio pierde su capacidad de dar una respuesta

adaptativa.

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Para ilustrarlo de forma sencilla, hablaremos del viaje

por la ruta del estrés

¿Cómo se desata el proceso del estrés? La mente y el

cuerpo están absolutamente relacionados, nada del

funcionamiento del cuerpo escapa al influjo de nuestra

mente, nuestras emociones y nuestros pensamientos,

ni viceversa. Aquello que nos hace reaccionar de

determinada manera, es lo que tenemos en la mente,

sin importar de qué se trate, ni siquiera si es real. De

la misma manera, funcionan nuestros filtros de la

percepción, es decir la manera en cómo interpretamos

lo que nos sucede a nuestro alrededor, estos filtros

están compuestos por creencias, sentimientos,

pensamientos y valoraciones, y es lo que comúnmente

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utilizamos los seres humanos en el medio social en el

que nos movemos.

Según cómo funcionen, son más proclives a iniciar el

proceso de enfermar que otros, ya que un

acontecimiento cualquiera, puede tener múltiples

interpretaciones y oportunidades, entonces, ¿por qué

elegimos entenderlos de una forma que nos resulta

nociva? Así, la persona que se culpó a sí mismo por

un hecho cualquiera, tendrá un comportamiento muy

distinto de aquel otro que ante la misma situación vio

una oportunidad.

En estos procesos, intervienen las percepciones, el

sistema nervioso, el sistema endócrino, y el sistema

inmune. Todos están conectados, reafirmando la

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antigua idea de que mente y cuerpo son una unidad

indisoluble.

La enfermedad es un camino el cual se transita

siguiendo la ruta del estrés, que es el nombre que

recibe esta secuencia típica de pasos mediante los

cuales las personas buscan adaptarse a la realidad,

aunque a veces, no lo logren.

Entonces, en primer lugar, está cómo una persona

interpreta los hechos, es decir, La Percepción. Luego,

a partir de esta interpretación, se suscitan los

comportamientos, como por ejemplo, fuma “porque

está nervioso”, o va al bar a beber, o comienza a

“tratar mal a otras personas”, etc. Cuando este tipo de

comportamientos son más bien frecuentes, estos se

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convierten en hábitos, estos hábitos suelen traer más

problemas que soluciones, dando lugar a la aparición

de los primeros síntomas, por ejemplo ansiedad,

angustia, dolores de cabeza, dolores de pecho, etc.

Cuando, no hacemos nada, para cambiar los hábitos

nocivos, que son respuestas suscitadas por el estrés,

llegamos a un estado de enfermedad.

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La ruta del estrés


La percepción es un proceso por medio del cual

accedemos a la realidad desde nuestros propios

mecanismos psíquicos, la realidad tal cual es no nos

es posible conocerla, sino a través de nuestros

pensamientos, creencias, emociones y sentimientos.

Existen vínculos entre la percepción y otros procesos

mentales, por medio de los cuales obtenemos

información proveniente del mundo que nos rodea, si

bien la percepción actúa en nosotros como un filtro

para construir las representaciones de la realidad. No

actúa sola, la cognición, como proceso mental,

interviene en la recopilación de información puesta al

servicio de conocer la realidad, y lo hace a través de

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mecanismos cerebrales como la atención, el

razonamiento, el aprendizaje, la toma de decisiones,

la resolución de problemas, la memoria y los

sentimientos. Está absolutamente relacionada con la

capacidad de conceptualizar, así por nuestra

experiencia de vida, desarrollamos ideas, valores y

creencias que luego nos sirven de referencia para

vincularnos con el mundo. El proceso de cognición en

una palabra es: “como creemos que son las cosas" y

como consecuencia de ello, determinan la forma en

que actuamos y reaccionamos.

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Las conductas y los hábitos


Las conductas constituyen patrones estables de

comportamiento y modelan nuestra personalidad.

Cuando una persona experimenta una percepción de

amenaza, cambia sus conductas o hábitos. El cuerpo

produce alteraciones concordantes con la situación

percibida como estresante, tales como tensión, gestos

de preocupación, cambios en la conducta social, etc.

Es importante destacar que cada persona reacciona de

una manera particular, y ante el estrés (percibido por

él), tiende a responder casi siempre de la misma

manera, es decir su conducta de respuesta ante un

nivel elevado de estrés es casi siempre la misma. La

tendencia de las personas a responder de la misma

manera ante una situación percibida como estresante,

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es un intento de disminuir el nivel de ansiedad de

dicha situación, pero generalmente lo agravan. Si la

persona fuma, puede llegar a fumar más. Si la persona

bebe, seguramente beberá más. También pueden

ocurrir alteraciones en los hábitos alimenticios, ya sea

por mayor consumo de comida o por una marcada

disminución del apetito, de esta manera se genera una

interacción problemática y desfavorable con el

entorno, perpetuando la condición estresante.

Los síntomas
El síntoma es una señal o indicio de algo que está

sucediendo o que va a suceder en el futuro, en cuestión

de lo que estamos hablando, si en la instancia de los

comportamientos no se ha podido compensar como

corresponde la percepción de amenaza, entonces

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ocurrirán síntomas físicos o psicológicos. Del mismo

modo que con las conductas, los síntomas pueden ser

muy diversos según la personalidad que se trate.

Entre las manifestaciones más frecuentes podemos

encontrar acidez gástrica, palpitaciones, contracturas

musculares, ansiedad, angustia, dolores de pecho,

cansancio, dolores abdominales, cefaleas, entre otras.

En el desarrollo de los síntomas, siempre está

presentes la predisposición individual de carácter

genético. Con lo cual este es uno de los factores

predominantes en la adopción de las manifestaciones

psíquicas u orgánicas que se presentan como alertas

del cuerpo o de la mente. Las personas suelen repetir

sus síntomas. La contractura muscular y las cefaleas,

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por ejemplo se pueden presentar de forma inequívoca

cuando la misma persona está ante situaciones que la

estresan. Ya que se trata de su vulnerabilidad

característica.

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Síntomas más comunes


Síntomas Enfermedades Síntomas
psicológicos psiconeuroemocionales físicos
Miedos Ansiedad Dolores de
cuello
Culpa Depresión Hombros
columna
Inseguridad Angustia Dolor de cabeza
Nerviosismo Pánico Sensación-
opresión de
cuello
Frustraciones Obsesiones Cansancio
Compulsiones

Enfermedades crónicas

Dificultad en toma Ulcera gástrica debilidad


de decisiones
Disminución de la Acidez gástrica Boca seca
concentración
Cambios en el Colon irritable Diarrea-
apetito constipación
Llanto frecuente Asma Indigestiones
Pesimismo Alergias Alteraciones
sexuales

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Aislamiento Enfermedades de la piel Dificultad


respiratoria
Pensamientos Arritmias
autoagresivos
agresividad Hipertensión arterial
Angina de pecho
Infarto de miocardio
Arritmias cardíacas

La respuesta de huida
El afrontamiento, es la capacidad para manejar las

exigencias que traen aparejadas, determinadas cargas

de estrés, y resulta, una variable psicológica, de modo

tal, que un correcto afrontamiento de tales exigencias,

permitirá desarrollar actividades saludables, en

cambio, un afrontamiento, deficiente, conducirá a la

enfermedad, inevitablemente.

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Han Seyle, fue un científico Astro-húngaro, que

clasificó al estrés, como positivo, o negativo. Al

primero lo denominó eutrés, y al segundo distrés. Para

el eminente científico, la dosis justa de estrés, es un

mecanismo, que permite al organismo, responder con

adaptabilidad, a las exigencias de su entorno, lo cual

es completamente cierto. En este caso, sería un estrés,

positivo. En el otro extremo, demasiado alto,

conllevan un riesgo para la salud psicofísica.

Las cargas producto de las exigencias de nuestra vida,

siempre estarán presentes en el organismo, por ello, es

indispensable, saber afrontarlas, lo cual significa,

tener una capacidad de dosificarlas, para rendir

óptimamente, sin correr riesgos. Una diferencia

esencial, para comprender el concepto, de

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afrontamiento, tiene que ver con la diferencia entre

realizar varias tareas, de modo tal que, nos resulte

cómodo hacerlo, o realizar varias tareas, en medio de

las cuales, sentimos determinados síntomas, como

cansancio, irritabilidad, mal humor, insomnio, etc. Lo

cual quiere decir, que estas tareas exigen más de

aquello que el organismo puede soportar. Allí,

entonces, podemos indicar, que comienza la persona,

a tener estrés, utilizando esa palabra, estrés, de aquí,

en adelante, como sinónimo de sobrecarga de las

exigencias, o carencia de afrontamiento, de las

mismas.

Lo importante, a destacar, es que existen varias

técnicas, para resultar más eficaz la tarea del

afrontamiento, y que sin duda, nos ponen frente a la

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posibilidad de estar prevenidos, y contentos. El

funcionamiento de nuestro cuerpo humano, se ve

afectado, cuando las demandas externas, o las

demandas internas, superan nuestra capacidad de

resistencia. Así, ocurren determinadas señales

orgánicas, tales que, nos alertan acerca de esta

situación. El sistema nervioso, endocrino, e

inmunológico, se desequilibran, cuando el estrés hace

su aparición en escena, de una forma sostenida. Por lo

tanto, digamos que el estrés, es aquella situación en la

cual las cargas son mayores que las resistencias.

Es ni más ni menos, que una reacción, tanto mental,

como física, frente a una exigencia dada, y como tal,

es parte de las funciones normales de nuestro

organismo.

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Reacciones bioquímicas del


estrés
Toda vez, que una persona, percibe un estresor

(situación que a él o ella, le causa estrés), produce

reacciones bioquímicas, tales como aumento de

presión arterial, incremento de la glucemia en sangre,

liberación de hormonas específicas, tensión muscular,

etc. y además, desata, la activación de las funciones

cerebrales propias de un estado de alerta, y de un

estado de gasto de energía, así, entonces, el organismo

está en condiciones de dar respuesta a dicha situación

estresora.

Esta reacción, fue denominada por Walter Cannon,

como respuesta de huida, o de lucha, que como

denominación, cumple la función, de esclarecer, para

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qué el organismo, desate las reacciones antedichas, sin

duda, que para salir corriendo, o para luchar,

recordemos, que se trata de reacciones naturales del

organismo humano, que corresponden a los más

remotos períodos de la especie. Es decir, en tiempos

prehistóricos, gracias a la reacción del estrés, fue

posible la supervivencia. En la actualidad,

conservamos los mecanismos biológicos, intactos.

Pero, aunque sean distintos los estresores, es decir las

situaciones que nos causan estrés, incluso, así,

necesitamos de nuestras dosis justas, para adaptarnos

a las circunstancias actuales.

Las dosis justas, tienen que ver, con la diferencia entre

un estrés agudo, o un estrés crónico. El primero se

inicia con una alarma, surge súbitamente por la

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aparición de determinado estresor, y permite al

cerebro, concentrar la energía suficiente, para

sobreponerse al mismo, todo eso, ocurre en un

instante, e implica, los cambios biológicos, que hemos

descripto más arriba. La clasificación de Cannon,

respuesta de lucha o huida, sigue siendo apropiada,

para comprender de una vez, en qué dirección ocurren

esos cambios dentro del organismo. Si la amenaza

desaparece, por cualquiera de las razones

imaginables, o porque nos fuimos corriendo

rápidamente, o porque vencimos la adversidad y

asustamos de un grito a un asaltante, por ejemplo,

entonces, las funciones del organismo, vuelven a su

estado natural, y la reacción de estrés, puede

considerarse transitoria. Sin embargo, si la amenaza

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perdura en el tiempo, la sobrecarga con la que la

pretende afrontar el organismo comienza a

debilitarse, y la resistencia del mismo va cediendo

paso a un tipo de estrés, que podemos considerar

crónico, y esto sin duda, conlleva al organismo a

enfermarse.

¿Qué ocurre durante el estrés


crónico?
En principio, durante un estrés crónico, las glándulas

suprarrenales, inundan de adrenalina al organismo,

con la finalidad de favorecerlo para la lucha o la huída,

sin embargo, si el estresor es persistente en el tiempo,

se produce un desequilibrio hormonal, y la hormona

típica de este síntoma, es el cortisol, el cual produce

daños psicofísicos. El estrés crónico, por lo tanto,

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impide nuestra tranquilidad, y nuestra paz. Una

persona, estresada, no es feliz. Para ejemplificar

cómo, podría darse una situación de estrés crónico, de

acuerdo con lo que venimos expresando, pensemos en

un cuadro de estrés postraumático, personas que han

padecido atentados a su vidas, por distintas causas, no

pueden percibir de buenas a primeras que la amenaza

ya pasó, aunque fuera cierto, el recuerdo del hecho,

produce para el organismo, el mismo estímulo que si

se estuviera reviviendo la situación, con lo cual,

facilita el desencadenamiento de las reacciones de

lucha o huída, de forma persistente, desgastando las

condiciones naturales para la adaptación saludable.

Las amígdalas cerebrales graban, desde la

profundidad de los lóbulos temporales, el hecho

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traumático, y por lo tanto, el hecho queda inscripto en

la memoria. Así, las reacciones orgánicas

correspondientes, estarían continuamente preparando

al organismo para responder, tal como si fuera a vivir

la situación en el tiempo presente. Palpitaciones,

miedo, angustia, son señales, del estrés crónico

postraumático. La secuela en la memoria, puede

causar desórdenes de ansiedad. Sin embargo, no todas

las personas responden igual a un mismo hecho

catastrófico, o donde se violenta la seguridad de la

vida.

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Alarma, resistencia, agotamiento:


El dinamismo con que el estrés se desata en el

organismo, se vincula con el factor temporal, y con

todo aquello que pueda representar una amenaza a los

intereses personales (estresores). En una primera

etapa, que denominamos la etapa de alarma, se inicia

la respuesta de lucha o huida, en una segunda etapa,

cuando el estresor persiste, hablamos de fase de

resistencia. Y Cuando el estrés se prolonga, estamos

en una fase de agotamiento.

Los procesos cognitivos de una persona, son los que

determinan si se encuentra ante una alarma o no. Los

mecanismos de percepción, cuando dan cuenta de un

estresor, y concluyen que está frente a una amenaza,

entonces, se inician las respuestas psicofísicas.

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Así, en una primera fase, se inicia una cascada del

estrés en todo el organismo, partiendo de una

respuesta neurológica y hormonal, que alcanza a todos

los órganos y sistemas corporales. Esto en sí, es ya una

alarma, correspondiente al inicio de una situación

estresante, que favorece la respuesta de lucha o huída,

automáticamente. Y por más que no sea necesario, ni

uno ni lo otro, todo el organismo, reacciona de esta

manera. El estrés agudo, es exactamente eso, y si el

estresor es controlado, el proceso inmediatamente se

revierte, y todas las funciones vuelven a la

normalidad, veamos cuales son las reacciones típicas

del estrés agudo: aumenta la frecuencia cardíaca, se

incrementa la presión arterial, se intensifica el tono

muscular, la dilatación bronquial, aumenta la fatiga, y

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el dolor, aumenta la glucosa en la sangre, como así

también el colesterol, desciende la temperatura de la

piel, en las extremidades, incrementa la circulación

sanguínea del corazón, cerebro, y músculos. También

sube la adrenalina, y se dilatan las pupilas. Con estas

funciones biológicas activadas de esta manera, el

organismo está capacitado para afrontar el estresor, y

ha sido así desde los tiempos inmemoriales. Durante

unos cuantos días, pongamos tres o más, el estresor

persiste con su amenaza para el organismo, entonces,

nos adentramos en la fase de resistencia, incluso si la

situación es provocada por tan sólo pensamientos. En

todos los casos de estrés crónico, las cargas se

mantienen en alto, por el nivel elevado de la

adrenalina, y las demás funciones, también continúan

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elevadas, aunque quizás, en menor medida. La

hormona del cortisol, que es la más característica del

estrés crónico, también se mantiene activa en esta

fase, dando lugar a daños colaterales en el organismo.

Ejemplos de esto, es la acidez, que puede llevar a la

gastritis, o la continua presión arterial, producto de la

persistencia de la respuesta del estrés. En el estrés

crónico, el conjunto de señales van acompañadas con

el deterioro del sistema inmunológico, y de sus

funciones defensivas, lo cual, puede traer resultados

negativos, como mayor propensión a contraer

infecciones, alteraciones en la piel, el aumento del

colesterol, etc. Es una fase insalubre, y puede llevar a

enfermedades.

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En la fase del agotamiento, el estresor persiste, y se

incrementa el cuadro de estrés crónico, la resistencia

que opone el organismo a la alteración momentánea

de las funciones para la respuesta de lucha o huída,

sosteniéndolas en el tiempo, caduca, por lo que los

síntomas se multiplican. Notamos en esta instancia,

una respuesta insuficiente, para el nivel de sobrecarga

que representa la amenaza, y devienen la fatiga,

insomnio, angustia, depresión, y el aumento de

cortisoles.

Como conclusión, podemos decir, que el estrés

crónico disminuye nuestro bienestar, aun antes de

condicionar las enfermedades, por lo tanto, la

felicidad y el estrés no se llevan bien.

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Descifrar los mensajes del cuerpo


La pregunta que suelen hacer la mayoría de las

personas es cómo saber si tienen estrés. Los síntomas

son la respuesta más simple. La verdad es que hay

muchísimos síntomas, y casi nunca dos síntomas son

iguales, porque las personas no lo son. Sin embargo,

un dolor de cabeza, la acidez gástrica, o una

contractura muscular, son indicios que podrían señalar

que ya es hora de tomar consciencia respecto de la

situación que estemos atravesando. El problema es

suponer que estos indicios, no significan más que

alguna irregularidad, porque cuanto antes podamos

atenderlos, mejor será para nosotros. El cuerpo, por lo

tanto, siempre nos está hablando, y debemos obrar con

la debida prestancia. El factor tiempo, se presenta

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como el tránsito hacia lo que podría ser el

advenimiento de un problema mayor, toda vez que los

síntomas persisten, y no estamos haciendo nada para

contrarrestar su influjo. Si bien es cierto, que el cuerpo

humano, puede soportar durante largos períodos los

indicios de un mal funcionamiento, no es menos

cierto, que la mayoría de las personas ignora estas

señales. Y es justamente esta la razón de por qué,

luego, el cuerpo nos pasa factura. El estrés es un

fenómeno acumulativo, sino podemos controlar los

factores que ejercen una sobrecarga, difícilmente

salgamos airosos de la situación. Entre las

herramientas que están al alcance de todas las

personas, se encuentran, el descansar más, y el

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desarrollo de la inteligencia emocional. Sobre ellas,

hablaremos más en detalle, más adelante.

El factor subjetivo
Las personas comúnmente piensan que la realidad es

para todos la misma, es una, e indiscutible, lo cual no

es cierto. La percepción, es un lente, con el cual, todos

los hechos son observados, por el ojo del observador.

Es lo que la mente interpreta de la realidad, lo que

cuenta. Por eso, el cerebro es capaz de procesar

información proveniente del mundo exterior, por

medio del pensamiento y de la emoción, pero en ese

proceso, intervienen, tanto la genética, la historia

particular de cada persona, sus aprendizajes y

experiencias, sus conocimientos, y muchas variables

que hacen simplemente imposible, que dos personas

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estén de acuerdo en algo siquiera, ni bien profundicen,

encontrarán diferencias sustanciales. Ya en este

apartado, lo que queremos señalar, es que

verdaderamente, no importa lo que sucede, sino más

bien, lo que cada cual cree que sucede. Lo que puede

ser un estresor para algunos, no lo es para otros. En

los partidos de fútbol, hay personas que corren riesgos

de ataques cardíacos, simplemente porque para ellos,

es muy importante el desenlace del encuentro. De

hecho, algunas asociaciones médicas, como la inglesa,

han solicitado suspender los penales, porque saben, la

cantidad de infartos que produce, en un partido de

copa del mundo, donde los equipos se disputan la

eliminación o la continuidad del torneo. Y he aquí,

porque insistimos en resaltar la importancia de la

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subjetividad, porque lo que puede parecer real para

algunas personas, para otras, puede parecer algo muy

increíble, que eso suceda. Y de esta manera, vamos

trasladando distintas personas, hacia distintas

circunstancias, y veremos, nuevamente lo mismo, lo

que para algunos es importante, para otros no, lo que

en algunos puede suscitar una amenaza, en otros tan

solo risa, y así, sucesivamente. El estresor, o amenaza,

depende de una percepción singular. Tal como reza el

dicho: “todo es según el cristal con que se mire”.

Recordemos que los estresores, son de causas

internas, (necesidades emocionales, ambiciones,

aspiraciones, expectativas, creencias, frustraciones) o

de causas externas, (familia, trabajo, el medio

ambiente, etc.). Si una persona considera una

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situación como una amenaza, basta para que desate la

respuesta de lucha o huida. Los estresores, entonces,

pueden ser producto de nuestra mente, incluso sin

ningún tipo de basamento o evidencia concreta. En sí,

el estresor puede ser verdadero o falso, eso en un

primer momento, aunque sea real, para cada persona,

y en segundo lugar, puede adquirir una dimensión

grande o pequeña, también según la percepción

particular. Es muy frecuente, que las personas

simplemente se vean afectadas por estresores que son

falsos, simplemente porque procesan erróneamente la

información que reciben de las situaciones cotidianas,

y con más frecuencia, las sobredimensionen, por lo

cual, presentan síntomas y muchas veces incluso, se

enferman. Comprender la dimensión que tiene esta

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tendencia, en casi todas las personas, es de un valor

inestimable, a la hora de afrontar con mayor éxito, el

procesamiento de la información, tanto de la

proveniente del mundo interior, como del mundo

exterior.

Es de antaño conocida y divulgada por las filosofías

de oriente, la práctica de vivir el presente, sin

embargo, en occidente muy pocas personas lo

practican, y si algo es verdad, es que el presente es lo

“único que efectivamente tenemos”. Esto de estar en

el tiempo presente, por lo tanto, disminuye el estrés

provocado por exceso de pasado y de futuro. La

obsesión por el mañana, es el rasgo distintivo de

quienes miran sin descanso en el futuro,

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predisponiéndose a la ansiedad, nerviosismo, miedo,

angustia, preocupación, y más.

El cambio no es posible sin


alguien que cambie
Nosotros somos el vehículo que transporta las cargas

del estrés, para bien o para mal, y debemos entonces,

ser conscientes, de que demasiado peso, podría

inducirnos a “volcar”. La mente y el cuerpo, son uno.

Esto significa, que los estados mentales, afectivos,

emocionales, y racionales, generan respuestas

fisiológicas, que pueden alertar al organismo.

Además, como idea falsa, respecto del estrés,

podemos notar, que muchas personas toman

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medicamentos que se auto administran, con la

finalidad de eliminar los síntomas, esto no es la

solución ni por lejos. La cuestión que suscita el estrés,

es personal, y por lo tanto, debe procesarse

adecuadamente, además, siempre es necesario seguir

las indicaciones de un médico, y jamás subestimar su

rol de prevención y curación. Las recetas más

comunes que las personas suelen darse a sí mismas,

también incluyen unas “vacaciones” como si por el

hecho de viajar, los estresores desaparecieran, esto

solo enmascara el estrés, y no todas las vacaciones

están “libres de estrés”. Lo más importante es que

tengamos una noción, al menos, mínima, de que no es

inevitable tener estrés, naturalizarlo, es el peor de los

“pseudo-remedios” que estamos enumerando ahora,

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ya que de esta forma, nos ponemos en un lugar de

víctimas, y no nos queda otra que padecer. El estado

natural de las personas es el bienestar, no es el estrés.

La salud
La salud, se considera como un estado de bienestar,

físico, psíquico y social, es decir que no es

simplemente falta de enfermedad. Asimismo, la

mente influye sobre el organismo, y como conforma

una unidad con él, de mutua retroalimentación, es

muy importante que podamos considerar de qué

manera interpretamos lo que es estar sano. Ya vimos,

que estresores falsos, o verdaderos, grandes o

pequeños, según la dimensión, y verosimilitud que le

aporta la mirada particular, conducen a síntomas, que

pueden llevar a una enfermedad, ya que

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fisiológicamente, las defensas naturales se alteran, y

no es posible sino afrontar con otra significación a los

hechos, para contrarrestar su influjo. Dicho de otra

manera, está científicamente comprobado, que en

situaciones de estrés perdurable o crónico, las

personas tienden a sufrir más accidentes, en general,

esto es así, porque la disminución de las funciones

también afecta a los modelos cognitivos, y los

desempeños de todas las áreas de la vida disminuyen

como consecuencia. A mayor estrés, por lo tanto,

mayores probabilidades de sufrir un accidente.

El test, de eventos de vida, una prueba de fácil

administración, conduce sinceramente, a una

inmediata reflexión, sobre el contexto en el que nos

encontramos, y favorece la toma de consciencia,

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respecto a aquello que podríamos esperar, y aquello

que podríamos hacer. A título meramente ilustrativo,

estos tipos de instrumentos, como los test, pueden

orientar a las personas y estimular su interés en una

adaptación activa a la realidad circundante.

La medida del estrés


La relación del entorno es singular, de modo tal que el

estrés, siempre es percibido, según la interacción que

nosotros mismos establecemos con las circunstancias

que nos rodean. Recordemos que la realidad objetiva

tal cual es, no es sino, un inalcanzable, sólo podemos

conocerla por medio de nuestras propias

percepciones. De esta manera, el estrés puede

desencadenar síntomas, toda vez que los estresores

(amenazas percibidas) sean estables en nuestra vida.

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Así, la respuesta al estrés es siempre una respuesta

particular, que cada persona manifiesta a través de

síntomas, según su propia vulnerabilidad biológico

característica. Por lo tanto, a algunas personas les

perturban algunos hechos (siempre interpretados) y a

otras otros, y en ambos, la manifestación del síntoma

puede ser distinta. Además, lo que es interesante

destacar, es que la naturaleza de los estresores puede

variar con el tiempo, de modo tal, que lo que antes era

causa de estrés, ahora ya no. Pero según el concepto

de “huella de estrés”, es posible identificar los

estresores que nos amenazan, a cada persona en

particular, y asociarlos, a los síntomas que nos

produce. Es una manera de conocer las fortalezas y

debilidades que poseemos, en general, y a su vez,

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representa una invitación a salir del piloto automático.

Así, podremos desarrollar un plan de acción

alternativo, que evita las consecuencias, e incluso las

causas de lo que nos produce estrés. Con la finalidad

de disminuir síntomas y enfermedades. El plan de

acción no está reservado a las personas enfermas, de

ningún modo, es sencillamente, una opción preventiva

de inestimable valor. Si nos abocamos en el camino

de desandar un adecuado manejo de las situaciones

que nos aquejan, estaremos mejorando nuestra calidad

de vida.

Alerta y pare
Justo allí, donde hemos socavado nuestras propias

capacidades de resistencias, sobrecargados de estrés,

comenzamos a manifestar síntomas, estas son señales

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de alerta, ya que brindan información acerca del

funcionamiento de nuestro organismo. Gracias a las

señales del estrés, podemos darnos cuenta a tiempo, e

intervenir, de manera adaptativa. Entre las señales

típicas, podemos mencionar, algunas alteraciones

físicas y mentales. Las alteraciones psicofísicas, que

persisten, vuelven crónico al estrés, lo cual no es señal

de salud. Cuando realizamos nuestras tareas de forma

tal que cumplimos con los objetivos cotidianos,

aportando nuestro esfuerzo y dedicación, sin recargar

nuestra capacidad de respuesta, nuestra vida se

desarrolla mentalmente y físicamente bien, es cuando

el manejo del estrés, resulta apropiado, y vamos

tranquilos, contentos, al encuentro con nuestras

exigencias. Aquí, el rendimiento y la eficacia, son

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realmente óptimos. En cuanto las cosas adquieren un

giro inesperado, las cargas en cualquiera de los

ámbitos de la vida, aumentan, y vemos los primeros

síntomas hacer su aparición. Aquí estamos ante una

clara señal de que nuestro rendimiento no es óptimo,

sino que por el contrario, está en jaque, para usar una

metáfora tomada del ajedrez. Esta es una señal de

precaución, no significa bajo ningún concepto, fin del

juego. Pero, debemos cambiar de posición, y no pasar

por alto, que de seguir así, nuestra escapatoria estaría

cada vez más reducida, de igual modo que nuestras

opciones y nuestras posibilidades. Por lo tanto, seguir

de cerca nuestros hábitos y notar ni bien se alteran,

resulta en sí, un acto de inteligencia supremo. De

repente nos sentimos más rígidos en nuestras

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relaciones sociales, tener un mayor cansancio, nuestra

vista la apreciamos más irritada, etc. Para a partir de

allí, contrarrestar el síntoma, reflexionando, qué es lo

que está ocurriendo. Además, si persisten las cargas,

las amenazas se harán sentir más, naturalmente, y los

síntomas podrían señalar algún tipo de manifestación

más contundente, lo cual, siguiendo la huella

personal, es decir, por donde aparecerá esta

manifestación, según las propias debilidades

genéticas, implica, una forma de comunicar que hay

que parar. Así, y todo, es posible seguir moviéndonos,

incluso, cuando nos vemos afectados por tales señales

de alerta.

Las patologías, están subyacentes, en modo latente, en

todas las personas, y de cada una de ellas depende, en

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gran medida, poder mantenerse firmes, interviniendo

en los momentos adecuados. De otra manera, durante

el estrés crónico, deberemos afrontar la enfermedad

con menos recursos disponibles. Recordemos, que los

pequeños cambios, obran grandes beneficios.

Recomendamos reducir las cargas del estrés, a veces

sencillamente, esto está relacionado con saber decir

que no, cuando es el momento oportuno de hacerlo. Si

indistintamente, asumimos más responsabilidades, y

compromisos, y no le damos una vía de escape a la

tensión que esto nos genera, entonces, no sabemos

decir que no.

Analiza con detalle, estos cuatro componentes del sí fácil,

y examina, si tienes mucho en común con él:

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a- Temor a que otros se sientan decepcionados

b- Temor al conflicto

c- Miedo a perder las oportunidades

d- Temor a ser mal considerado en el grupo social

de pertenencia

Los efectos de la activación de la


alarma
El estrés, se pone en funcionamiento con una

percepción de una amenaza, sea esta real o ficticia.

Así, al verse atacado en los intereses personales, una

persona, desarrolla la respuesta de lucha o huida,

típica del estrés. De aquí, en adelante, los sistemas

circulatorio, neurológico, hormonal, e inmunológico,

como así la actividad mental y los músculos de ese ser

humano, entran en “estado de alarma”.

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En el cerebro comienza todo. Precisamente la corteza

cerebral, que origina los pensamientos, los

razonamientos, las comparaciones y los juicios, de

donde devienen la toma de decisiones y el

planeamiento de nuestras acciones, interviene en la

evaluación de los estresores, determinando, si un

hecho o situación, es o no es una amenaza. Por su

parte, el sistema límbico, que controla o regula las

emociones, se ubica por debajo de la corteza cerebral,

y forma parte de una estructura, junto con las

amígdalas cerebrales, cuya función es producir la

reacción del miedo, y junto al hipotálamo, el área

septal, la circunvolución del cíngulo y el hipocampo,

configuran las distintas respuestas emocionales del

organismo, como así, condicionan la vivencia de los

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sentimientos. La corteza cerebral, junto con el sistema

límbico, determinan pensamientos y sentimientos,

justamente, es por estas funciones, donde se define la

reacción de lucha o huída. La evaluación de la

amenaza, ya sea que provenga del entorno, o del

mundo interior, depende entonces, de las funciones

racionales y de las emocionales. Por ello, es que la

realidad aparece moldeada por los procesos psíquicos

de cada persona, donde lo emocional y sentimental,

junto con lo racional, juegan un papel clave. Las

personas, al tener sentimientos y pensamientos

distintos, perciben como estresores diferentes causas.

Lo cierto es que la sintonía anatómica, es decir, el

desarrollo coordinado de estas funciones, tanto

emocionales como racionales, son producto de una

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interrelación compleja, en donde la percepción y la

toma de decisiones, se elaboran en ambas estructuras

cerebrales, tanto la corteza, como el sistema límbico,

sólo que aquí diferenciamos sus funciones, para ser

más explicativos.

Las neurociencias
El uso de tecnologías orientadas al estudio del

cerebro, permite conocer con mejor precisión, las

funciones y los procesos mentales. De esta manera, la

ciencia ha entrado en el campo de la psicobiologia, por

medio del cual, se establecen conceptos para

esclarecer, la forma en que el ser humano en general,

afronta las cargas o estresores. Entre las

neurociencias, versan tres tipos de psicología, además

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de la mencionada, a saber, la psicología cognitiva, la

psicología positiva y la psicología psicodinámica.

Todas ellas, contribuyen a esclarecer el concepto de

afrontamiento, el cual presenta la siguiente definición:

“conjunto de esfuerzos, conductas o pensamientos

tendientes a manejar, tolerar, reducir o minimizar, las

demandas y conflictos, sean estos internos o

externos”. Para adaptarnos a los estresores, por lo

tanto, es necesario adoptar acciones, poner empeño, y

una intencionalidad, a fin de conservar el equilibrio

que gobierna la salud del organismo. Pensemos que el

estrés, es siempre ese desajuste, entre las exigencias,

y nuestra capacidad de resistencia, por lo tanto, echar

mano de recursos, tales como la intencionalidad o la

toma de consciencia, son elementos claves para un

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manejo apropiado de las contingencias. Si no se

asume un desafío, para contrarrestar las cargas del

estrés, y no se adopta una conducta activa, no será

posible salir del piloto automático, ni controlar la

situación. Recuerda que pequeños cambios pueden

producir grandes resultados. El objetivo será siempre,

intentar controlar el estresor de forma total y

definitiva, aunque no siempre sea posible, es

importante ser flexibles, y adoptar estrategias de

seguimiento, para sobrellevarlo, de la mejor manera

posible. Si las demandas son externas, o internas, es

indistinto para el organismo, puesto que pueden tener

la misma relevancia, a veces los deseos, motivaciones,

metas, son más generadores de estrés, que cualquier

circunstancia externa, según claro el tipo de

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personalidad, la historia familiar, y otros factores por

el estilo. De modo tal, que el concepto de

afrontamiento, reviste total importancia nuevamente.

Los mecanismos típicos de afrontamiento, dijimos

que requieren una intervención activa de cada

persona, a fin de adaptarse, y disminuir las cargas de

los estresores. Entre los estilos de afrontamiento,

podemos encontrar acciones directas o indirectas, los

mecanismos indirectos, tienen que ver con

modificaciones de nuestro interior, de manera tal que

podamos actuar sobre las cogniciones, los

sentimientos, o el entendimiento, y adoptar versiones

que nos favorezcan más según la situación que se

trate. Entonces, la circunstancia, es la misma, pero

nuestro enfoque permite procesarla de una manera

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más eficiente en términos de salud. En cambio, en el

estilo directo, podríamos mediar entre dos personas

para intentar apaciguar sus ánimos, y lograr

reestablecer el clima en el trabajo, por ejemplo,

sugiriendo una nueva distribución de tareas, más

apropiada para ambos. Los estilos o mecanismos

directo e indirecto no son excluyentes, lo importante

son los resultados obtenidos con la implementación de

cualquiera de ellos, logrando sentirnos felices, y con

un agradable foco puesto en nuestro bienestar.

Veamos algunas conductas que pertenecen al estilo o

mecanismo directo de afrontamiento:

Confrontación: se abordan las cuestiones

directamente, sin tapujos, frente a frente, así, la

persona encara la situación con la finalidad de reducir

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sus niveles de estrés, o modificar la realidad del

estresor.

Búsqueda de apoyo social: es cuando acudimos a

amigos, familiares, grupos religiosos, para obtener

respuestas y sugerencias, además facilitan la

contención para sobrellevar el estresor o aliviar su

influjo.

Búsqueda de soluciones: Los recursos cognitivos

entran en escena para dilucidar formas de adaptación

capaces de disminuir las cargas de estrés, y

reestablecer la armonía del organismo.

Los mecanismos de afrontamiento indirecto son

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Autocontrol emocional: esto es posible cuando

regulamos las emociones de forma adaptativa, con la

finalidad de sentirnos equilibrados.

Reevaluación positiva: implica modificar las

características de la subjetividad, con la finalidad de

establecer nuevos patrones mentales, o una actitud

que propenda a la acción, y a la respuesta activa.

Evitación: es una simple estrategia de esquivar, o

postergar el estresor, como por ejemplo cuando

decidimos pensar en ello “más adelante”

No está de más, una vez que hemos pasado revista a

estos mecanismos básicos de afrontamiento, detectar

el estilo del lector, y evaluar, sobre la utilidad de los

que no utiliza con frecuencia, de modo tal de poder ir

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ampliando los recursos a disposición. A veces

determinadas circunstancias motivan más la

utilización de un mecanismo de afrontamiento que

otras, y al mismo tiempo, el estado emocional en que

se encuentre la persona, predispone con más facilidad

cierto estilo de afrontamiento que otro, en todos los

casos, es importante, revisarlos todos, a fin de

experimentar cuáles nos resultan más eficientes, a

medida que vamos dominándolos más naturalmente.

Estos han sido los procesos psicológicos de

evaluación, y su influencia posible en relación a

obtener una defensa, ante potenciales estresores.

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La emoción y la Razón
Es cierto que en el curso de la historia de la ciencia,

los conceptos han tenido cambios significativos, y

hasta a veces giros de 180 grados respecto del valor y

la importancia de determinadas cuestiones. Por

ejemplo, antes, la emocionalidad, era sinónimo de

debilidad, y de falta de razón. Al tener estas una

dinámica muy particular, validada solamente por la

persona que entra en contacto con ella, entonces, no

cumplía los principios de la razón, que debían ser

universales, y para todos iguales. Antes, los test de

aptitud, para ingresar al mundo laboral, consistían en

la resolución de ejercicios prácticamente

matemáticos. Desatendiendo, otras consideraciones

muy valiosas. Hoy en día se ha reconocido con mayor

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precisión, el papel que juegan las emociones en todos

los ámbitos de la salud, y de la vida. La historia

evolutiva del ser humano, permite afirmar sin

titubeos, que las personas somos seres emocionales

que razonan. Por tanto, ambos, son muy importantes

en nuestra vida, tanto la razón, como la emoción. Es

así, que resulta vital, comprender que una gestión

adecuada de los procesos perceptivos, y evaluativos,

tenderá al equilibrio psicofísico, y repercutirá en una

mayor salud. Las neurociencias, han dado cuenta de la

importancia que tienen los conceptos de inteligencia

emocional, empatía, y trastornos

psiconeuroemocionales. Los procesos que siempre se

ven afectados por el factor emocional, son tanto las

percepciones, las evaluaciones, como también la toma

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de decisiones y los comportamientos, y por supuesto,

nuestro propio diálogo interior. En el contexto del

estrés, la realidad, es una creencia, que está vinculada

con la perspectiva del observador, y resulta clave, que

ante las amenazas que perciba ese observador,

también, encontrará o no, de acuerdo con su

subjetividad, mecanismos de afrontamiento, lo cual,

puede desencadenar, en un estado de pasividad

creciente, o por el contrario, en una disminución de las

cargas estresoras. El estrés siempre se mide en ese

equilibrio, entre cargas y resistencia, ambos no son

sino, el resultado de procesos perceptivos, donde la

emoción, juega un papel sustancial.

Las emociones pueden alterar el pensamiento, porque

existen conexiones entre la amígdala cerebral, junto

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con las estructuras límbicas, y la neocorteza, y de

acuerdo con la naturaleza del mecanismo del cerebro

humano, cuando hay alteraciones emocionales, pensar

se vuelve mucho más dificultoso. Con la estimación

de los recursos de afrontamiento, sucede lo mismo. La

emoción, es una función que antecede por muchos

millones de años a la función de la razón. Por eso,

aunque a veces adjudicamos un sustento racional a

nuestras decisiones, lo cierto es que la mayoría de las

veces, la emoción decide, y la razón justifica. Ambas

sin duda, son muy importantes, y como tales, deberían

equilibrarse, siempre que sea posible, cuando estamos

frente a una toma de decisión. El estrés, podría

aparecer, en los casos en que la determinación de la

conducta, haya surgido sólo por razones de peso,

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despojadas de la subjetividad. Esto es porque los

deseos, las motivaciones, la confianza, y la

credibilidad, dependen en gran medida, de factores

emocionales.

Las neurociencias, han verificado mediante la

experimentación, que personas con un alto CI,

coeficiente intelectual, no lograban superar

dificultades ni exigencias de la vida real, puesto que

no tenían otras aptitudes, tales como la creatividad, la

empatía, es decir, habilidades muy importantes en

cuestiones de resolución de problemas reales, y de

sensación de bienestar, y felicidad. Por lo tanto, no

tardaron en aparecer, investigadores como Howard

Gardner, por ejemplo, que desarrollaran los conceptos

de inteligencias múltiples. A través de modelos de

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reconocimiento de destrezas o habilidades diferentes,

aunque interrelacionadas, las mediciones sobre

aptitudes, podían acercarse con mayor fidelidad, a

reflejar el potencial de cada persona, de acuerdo

también, con sus capacidades destacadas, y con

funciones específicas que se podrían requerir, acordes

con cada perfil. También, se ha llegado a descubrir,

que las lesiones cerebrales pueden afectar a algunas

habilidades o aptitudes, y dejar intactas otras, esto

sugiere, la existencia de las mismas, y también su

localización correspondiente en determinadas zonas

del cerebro. Las inteligencias que describió Gardner,

son: la inteligencias lógico-matemática, la lingüística,

la musical, la cinético-corporal, la visual-espacial, la

naturista, la intrapersonal, y la interpersonal. En

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conclusión, enfrentar los desafíos de la vida, pone en

juego distintas aptitudes.

La inteligencia intrapersonal
La posibilidad de permanecer en un estado

introspectivo profundo, realizar autoevaluaciones

atinadas y pertinentes, alcanzar un desarrollado grado

de autoconocimiento, y obrar en consecuencia, es un

aspecto de la inteligencia intrapersonal. Permite

dominar el océano emocional interior, identificar la

naturaleza de los sentimientos propios, y tomar

consciencia de ellos. Lo que lleva a modificar

importantes conceptos del sí mismo, tales como la

autoestima, y además superar logros vinculados a

metas solo emocionales, que están entrelazados con

intereses, deseos y necesidades personales. Además,

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todo proyecto que no esté en sintonía con estos

factores, son obstáculos al crecimiento y expresión

genuinos, de cada persona, y por lo tanto, pueden

acarrear altas cargas de estrés. Así, esta aptitud, nos

ayudará a gestionar nuestras acciones propiciando un

desenlace que garantiza el bienestar personal.

Inteligencia interpersonal
Esta habilidad nos conecta con el mundo de los otros,

y permite que formemos vínculos y relaciones que se

retroalimentan positivamente, permitiéndonos el

acceso a la conformación de lazos estables, con los

cuales podemos sentirnos apoyados, y contenidos,

además de apuntalados. La empatía juega un papel

clave en el desarrollo de la inteligencia interpersonal,

ya que nos da la posibilidad de intervenir en nuestras

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relaciones de modo tal que seamos valorados por las

demás personas, aspecto fundamental para establecer

relaciones sostenidas y crear mayor potencial a

nuestro alrededor. El liderazgo, se fundamenta en los

principios de la inteligencia emocional. Sin ir más

lejos, en esencia, esta aptitud, constituye el sustrato

de la organización social. Resulta por tanto,

indispensable, para la pertenencia social, puesto que

fomenta la interacción y la convivencia.

Inteligencia emocional
Es muy común, que las personas traten como

sinónimos, indistintamente, a la emoción, y al

sentimiento. En realidad, se trata de dos conceptos

distintos, tanto en términos biológicos como

psicológicos. Existen emociones básicas, tales como

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el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, el asco y la

sorpresa. Son de alguna manera, respuestas innatas, es

decir que traemos desde antes de nacer, e integran

nuestra carga genética. Estas emociones básicas,

existían desde antes que el lenguaje, y la razón, e

incluso que la autoconsciencia. Son necesarias para la

comunicación no verbal, y se distinguen por

pertenecer a la especie, más allá de los factores

culturales. Existen ciertas expresiones faciales que se

corresponden con estas emociones, y todos los seres

humanos manifiestan por igual, es decir, todos

mostramos la misma cara, en presencia de ellas. Por

otra parte, los sentimientos, son emociones

evolucionadas, en la que interviene la consideración

consciente, la elaboración es un requisito

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indispensable, cuando se trata de sentimientos.

Ejemplos de sentimientos son, el amor, el odio, la

vergüenza, la culpa, la envidia, la fe, el orgullo y los

celos. Podemos decir, que las emociones están más

entrelazadas con ciertas respuestas fisiológicas, y por

cierto, son en general, más intensas, y de menor

duración. En cambio, los sentimientos suelen ser más

perdurables, más indefinidos en términos físicos.

Cuando se tiene un episodio de estrés agudo, el miedo,

en tanto emoción, podrá surgir como una

manifestación dentro del cuadro general del estrés. Si

el estrés persiste, puede que la persona desarrolle un

determinado sentimiento, al respecto, tal vez,

pongamos, odio al trabajo. Ya que el sentimiento

resulta de la combinación y la elaboración de las

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emociones primigenias, y tras, experimentarlas varias

veces a aquellas, se constituyen en un sentimiento,

más o menos estable, respecto de una determinada

cosa o situación. Por ello, decíamos que los

sentimientos, y las emociones, condicionan a su vez,

los procesos cognitivos, en relación con todas las

actividades que realizamos. Esta influencia

emocional, afecta nuestras percepciones, y por lo

tanto, puede incidir en el desarrollo del estrés.

Aquellas personas que destaquen por su inteligencia

emocional, sabrán, entre otras consideraciones,

valorar y expresar emociones con exactitud, acceder y

generar sentimientos que facilitan el pensamiento,

comprender emociones y el conocimiento emocional,

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regular emociones promoviendo un crecimiento

emocional e intelectual.

Inteligencia lógico matemática


Es una capacidad directamente asociada con los

conceptos abstractos y complejos. Los modelos

matemáticos, los cálculos sofisticados, y el tipo de

razonamientos deductivos e inductivos. Predominan

en áreas de conocimiento tales como la economía, la

ingeniería, las ciencias físicas.

Inteligencia lingüística
Esta inteligencia implica la comprensión y el manejo

fluido del lenguaje, tanto para la expresión oral como

escrita, la lectura, y la escritura. Los seres humanos,

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quizás, no hayan alcanzado semejantes logros como

especie, de no haber sido por esta herramienta tan

sofisticada y especial que dominan, la capacidad del

lenguaje, está presente en el programa neurológico del

cerebro humano, existen circuitos determinados para

estas funciones y sin duda, ofrecen una ventaja

evolutiva abismal, dentro del reino de la naturaleza.

Quienes se dedican al periodismo, la poesía, la

actuación y la docencia, poseen y desarrollan, la

inteligencia lingüística.

Inteligencia naturalista
Las personas que poseen una inteligencia naturalista,

fácilmente establecen semejanzas y diferencias dentro

del mundo animal y vegetal, saben ordenar y clasificar

tipos de flora y fauna, estableciendo criterios

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asombrosamente útiles a los fines de comprender y

conocer más sobre la vida. Sin duda, también esta

inteligencia, ha sido indispensable, para la

supervivencia de la especie, tanto para detectar

plantas tóxicas, como para identificar animales e

insectos nocivos. A su vez, los patrones climáticos y

relacionados a la agricultura, han sido quizás, los

descubrimientos que mayormente facilitaron la

adaptación al medio, y dieron origen a las técnicas de

cultivo moderno.

Inteligencia cinético-espacial
Se refiere a la capacidad de coordinación y ejecución

de movimientos corporales en relación con el espacio,

se necesitan equilibrio, precisión, y destrezas junto

con velocidad, y flexibilidad, para desarrollar

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competencias en el mundo del deporte y de las artes

escénicas, quienes poseen estas dotes, de manera

natural, alcanzan fácilmente a maravillar y sorprender

a las personas por cuanto hacen.

Inteligencia visual-espacial
Hay algunas personas que toman un papel y un lápiz,

y pueden retratar con exactitud lo que les apetezca,

mientras otras, apenas podrán garabatear algo

semejante a lo que pretenden representar. La forma, la

figura y el espacio, son categorías que dominan con

asombrosa capacidad, y pueden percibir los detalles

más sobresalientes, mientras conciben el juego de

luces y sombras, sin ningún tipo de inconveniente. Las

personas con este tipo de inteligencia, son

naturalmente más observadores, puesto que tienen

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más para observar, y organizan toda la información,

de un modo que les resulta completamente sencillo,

trasladar aquello que perciben y representarlo. Se

destacan en disciplinas como la arquitectura, las artes

plásticas y visuales, la navegación, entre otras.

Inteligencia musical
Este tipo de inteligencia se relaciona con la capacidad

de percibir, discriminar, transformar y expresar notas

musicales. Además, incluye la habilidad para el canto,

la ejecución de instrumentos, la composición y la

apreciación musical.

Las funciones cognitivas


El lenguaje, es un sistema de intercambio simbólico

que facilita la comunicación con los semejantes, y con

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uno mismo, vital, para el desarrollo del psiquismo. Si

a un infante, le falta una comunicación rica en

palabras, y caricias, puede lisa y llanamente, morir.

Además, estimular al cerebro, con la lecto escritura,

es una fuente de prevención inestimable.

Las funciones ejecutivas, basadas en la toma de

decisiones, resaltan la capacidad, de obrar acciones,

previendo ciertas consecuencias, y elegirlas

deliberadamente. Las decisiones, son un producto de

factores tanto emocionales como racionales. El área

prefrontal, se encarga de regular las emociones,

midiendo su intensidad y expresión. Por su parte, la

capacidad de prestar atención, haciendo foco en algún

estímulo, sobre una diversidad casi infinita de

posibilidades, juega un papel crucial en el aprendizaje.

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Junto con la memoria, se ha posibilitado, un sistema

avanzado, parecido a un registro de experiencias,

según sean estás recientes o de mucho tiempo atrás.

En periodos de estrés, estas funciones se ven

claramente afectadas, y/o condicionadas, por tanto, se

ha establecido una diferencia, entre aquellos olvidos

que resultan insignificantes, de otros que impiden

realizar las rutinas de la vida diaria. En este sentido,

las emociones, muchas veces, permiten grabar a

fuego, ciertos recuerdos, con la finalidad de

protección y prevención. Al mismo tiempo,

experiencias en las cuales las sensaciones han sido

gratificantes, producen recuerdos casi instantáneos,

que persisten como huella mémica. En este contexto,

el juego de la memoria, sigue un camino selectivo,

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priorizando experiencias, y descartando otras,

estableciendo una relación de orden de acuerdo a la

importancia que se le puede asignar a ciertos tipos de

información, en lugar de a otros. Además, siempre

teñida, de fantasía, emocionalidad y creatividad, la

memoria que se ocupa de la biografía, relacionada con

la identidad de cada persona, configuran recuerdos

evocados, que no son sino construcciones subjetivas,

que no alcanzan a expresar los hechos tal cual

ocurrieron.

Cómo el estrés afecta las


funciones cognitivas
Cada órgano del cuerpo humano, puede afectarse ante

un cuadro de estrés, y el cerebro, por lo tanto, puede

resultar lesionado, de igual manera, que el resto del

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organismo. Se trata de que el estrés, incide en el

desarrollo tanto mental como físico de las personas.

Cuando aumenta el cortisol en sangre, por un corto

tiempo, enfocado en una respuesta de inmediata

adaptación, será posible afrontar al estresor que lo

suscita, y volver a un estado anterior, de equilibrio

psicofísico. Pero, durante el estrés crónico, el cortisol

en sangre, permanece. Todo se habría iniciado, frente

a la percepción de una amenaza, por consecuencia, el

hipotálamo, libera adrenocorticotrofina, y la envía por

vía humoral, hasta la glándula hipófisis, como

reacción, esta glándula libera una segunda hormona, y

viaja por la sangre, para llegar hasta las glándulas

suprarrenales, donde se gestiona la liberación del

cortisol. Así, el cortisol, ejerce su acción en todas las

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células del cuerpo. Su persistencia en el organismo,

resulta nociva, sobre todo en algunas áreas cerebrales,

como la corteza prefrontal, ubicada en los lóbulos

frontales, justo arriba y detrás de los ojos. Justamente,

afectando, a las funciones ejecutivas, la toma de

decisiones, y las estrategias a corto, y mediano plazo.

Entonces, la capacidad de respuesta, se ve disminuida,

lo cual absorbe la aptitud en la resolución de

problemas. Tal es así, se ingresa en un círculo vicioso,

donde nuevos problemas no se resuelven, esto

produce más estrés, y por lo tanto, durante un periodo

de tiempo sostenido, puede incluso reducir el volumen

del hipocampo, literalmente su tamaño, afectando, a

su vez, la memoria, sin duda, clave, para la toma de

decisiones. El miedo, reinará como consecuencia, de

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la percepción de incapacidad de respuesta, acelerando

el ciclo, y reduciendo las funciones contextuales,

propias del hipocampo, que permiten establecer con

cierto éxito (basado en la memoria) el sentido de

realizar comportamientos que producen resultados

positivos. De esta manera, resolver las contingencias

cotidianas, se volverá cada vez más difícil. Por ello,

es importante conocer los efectos y los síntomas del

estrés crónico.

La Neuroplasticidad
La configuración del cerebro no es algo estático, la

neuroplasticidad, es la capacidad del cerebro de

establecer modificaciones en las redes de

comunicación neuronal, que le permite aprender

nuevas habilidades, y conocimientos, como así

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también, adoptar conductas que antes no se llevaban a

cabo. Esta asombrosa posibilidad, impacta de lleno en

el psiquismo humano, en los pensamientos del mundo

interior, imágenes, emociones, con repercusión en la

historia individual, y en las relaciones sociales. Todas

las experiencias vividas, tendrán una huella biológica,

y una psíquica, dando como resultado la subjetivación

de las vivencias personales, que a grandes rasgos,

constituyen la unidad elemental de un entramado

cultural. Esta capacidad, permite adaptarnos y

fundamenta la interrelación de lo que pertenece al

ámbito bio-psico-socio-cultural. Contemplar una obra

de arte, estimula redes neuronales y favorece la

plasticidad cerebral, tanto como leer un libro,

aprender algo nuevo, crearse nuevos hábitos, conocer

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personas, etc. Por su parte, en la función reparadora

del sueño, se producen nuevas modificaciones que

procesan la información diurna, facilitando

automáticamente, la incorporación de nuevas

adaptaciones.

Placer y recompensa
Existe un dispositivo denominado sistema de

recompensa, que es importante, en relación al manejo

del estrés, las regiones involucradas son el núcleo

accumbens, el área tegmental ventral y partes de la

zona prefrontal. Estas zonas generan un

comportamiento placentero mediante la satisfacción

de la necesidad y facilitan la repetición de esa

conducta para obtener, de esta manera, iguales

resultados. Así, cualquier conducta placentera, será

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repetida con mayor frecuencia. Gracias al

neurotransmisor dopamina, podemos experimentar

placer al realizar determinadas actividades. Por lo

tanto, es recomendable estimularse con tales

actividades, tras episodios de estrés, puesto que en

definitiva, se suscitan emociones que son

indispensables para lograr reestablecer el equilibrio

psicofisiológico.

El desafío del cambio


La vida está llena de desafíos continuamente, es por

tal motivo, que de alguna manera, todas las personas

están expuestas a los cambios, muchas veces

necesarios, sean por las razones que fueren. En

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general, el cambio, trae consigo una ansiedad,

promovida por el miedo a lo desconocido, que genera

incertidumbre, incluso en los casos en los que parece

todo previsto. El cerebro, por su parte, tiende a lo

conocido, y favorece las rutinas. Es una manera que le

sirve para mantener controlados los niveles de

energía, y adaptación. Es prácticamente un

mecanismo instintivo, que resulta útil a la especie,

puesto que muchas funciones se automatizan, y

podemos hacer, lo que tengamos que hacer, sin

necesidad de más. Pero, a veces, la estereotipia, puede

no ser tan adecuada, sobre todo en las culturas que

tienden al cambio en varios sentidos. En este sentido,

la zona de confort, es a veces, una resistencia, que no

hace más que prolongar la dificultad de abordar cosas

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nuevas. El piloto automático, es utilizado para varias

tareas cotidianas, sin necesidad de innovar, pero,

incluso, disponemos de él, cuando las situaciones no

nos son favorables en lo absoluto. La relajación, es un

fabuloso recurso, para ampliar la capacidad de

transformación, y contribuye a la adaptación, a los

cambios. El miedo, que genera una situación de

cambio, por otra parte, es un desafío, que puede

acrecentar los niveles de estrés. Incluso, cuando

debemos intentar nuevas maneras de afrontamiento,

anti estrés, es posible que el miedo aparezca. Debe

tenerse en cuenta, que la finalidad en todos los casos,

es ir en búsqueda del bienestar, la tranquilidad y la

armonía, y no desechar la capacidad humana, de

analizar los actos, y crear nuevos hábitos, que resulten

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a la postre, muy beneficiosos, para la vida de cada ser

humano.

Cuando reflexionamos acerca de las razones para

afrontar un cambio, la perspectiva se vuelve más

clarificada, por lo tanto, es necesario, reconocer, qué

motiva a hacer las cosas de otra manera, puede ser una

enfermedad, una situación imprevista, puede deberse

a la influencia de opiniones externas, a una autocrítica

respecto de lo anímico o emocional, etc.

También, como consecuencia, es interesante

descubrir, cuál es la razón de la resistencia, se trata de

una interpretación errónea de una situación, es por la

opinión de otros, tal vez algunas experiencias

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anteriores, condicionaron la resistencia, o cualquier

otra consideración, que pueda haber.

Una vez realizadas estas dos tareas de auto

evaluación, es muy importante, tener la confianza

suficiente en que se cuentan con todas las aptitudes

necesarias para afrontar el cambio. Pero, siempre,

conviene, repasar los logros obtenidos en situaciones

anteriores, y valorar el potencial de aprendizaje. No se

perderá nada, después de todo, con intentarlo, auto

limitarse, por cuestiones que no pueden ser probadas,

no es sino echar conjeturas subjetivas, que a modo de

excusas frenan el impulso al crecimiento.

No es cierto que los que superan todo tipo de

situaciones lo hacen porque no tienen miedo, muy al

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contrario, lo que les permite salir adelante, es hacer,

incluso sintiendo el miedo. A veces, el miedo

simplemente no debería ocurrir, pero el cerebro está

programado para la supervivencia, y es natural que

opere de esta forma. Si nos dejásemos atrapar por la

sensación de miedo, entonces, simplemente no

podríamos desarrollar la autosuperación, vehículo del

aprendizaje, el logro, y el crecimiento psicofísico.

Cuando el miedo es finalmente atravesado por una

determinación a ir hacia adelante, se exploran nuevas

sensaciones, se enriquecen los puntos de vista, y se

evoluciona hacia nuevos desafíos. Una técnica, muy

adecuada, finalmente, es visualizar buenos resultados,

representándolos en la mente, permiten sentir

confianza y seguridad, de antemano, lo cual facilita el

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logro. Pero, de todas las estrategias a recomendar, la

que no puede faltar, es el establecimiento de metas

razonables, expectativas realistas y alcanzables.

Cuando los objetivos son demasiado elevados, o las

expectativas demasiado pretenciosas, no podremos

reducir el nivel de incertidumbre, ni vivir la situación

que nos pone a prueba como menos amenazante. Es

muy probable, así, experimentar altos niveles de

frustración. En cambio, ir paso a paso,

experimentando entrar y salir de la zona de confort,

garantizando un pequeño disfrute por cada acción en

la dirección propuesta, Esto cuenta para todas las

posibilidades que implica adoptar nuevos

comportamientos, tanto para aquellos reticentes a

degustar nuevos sabores, como para quienes siempre

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toman la misma ruta camino al trabajo, o los que

eligen ir de vacaciones siempre al mismo lugar. Pero

también, para quien necesita realizar nuevas

actividades, porque se siente monótono, o tal vez, en

los casos en los que se desea, cambiar un hábito

nocivo, etc. El malestar y la sobrecarga promueven el

estrés, y si persiste en el tiempo, puede acabar en

síntomas psicofísicos y condicionar diversas

patologías. Es interesante, por lo tanto, cuestionar las

certezas y animarse al cambio cuando sea necesario,

así se trate de establecer nuevos vínculos, o de

cambiar de trabajo. En todos los casos, es importante

relajarse, analizar las cuestiones suscitadas más

arriba, y por último, implementar las técnicas

mencionadas, y pensar positivamente.

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El estrés mirado
retrospectivamente
Si nos quisiéramos ubicar en otro tiempo anterior a

este, en el cual los antepasados evolutivos de la

especie humana habitaban la tierra, y estaban

rodeados de inminentes peligros, todos ellos de vida o

muerte, podríamos notar con facilidad, por qué razón,

existe, a modo de herencia filogenética, una tendencia

al pesimismo, ya que en aquel entonces, frente a una

situación novedosa, el miedo y la percepción de

peligro, podría ayudar a estos primigenios habitantes,

a reaccionar a imprevistos que podrían terminar con

sus vidas. Con esta función activada, estaban mejor

preparados ante posibles amenazas. Hoy en día, casi

por la herencia de la especie, podemos hablar de

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pensamiento distorsionado, cuando confundimos la

realidad que interpretamos como hechos amenazantes

a nuestra integridad. Los mecanismos por los cuales,

la distorsión es posible, son: filtraje, pensamiento todo

o nada, la auto imposición de un deber, visión

catastrófica, y el etiquetado.

Cuando decimos filtraje, estamos refiriéndonos a un

tipo de focalización en el aspecto negativo de las

circunstancias. Y ponemos mayor atención en eso. De

esta manera, los aspectos positivos, quedan fuera del

primer plano, y se tiende a subrayar lo negativo.

En el pensamiento de todo o nada, los hechos se

interpretan a partir de categorías polarizadas, tales

como o una cosa o la otra, sin vislumbrar los matices

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que quedan fuera de la consideración, como tampoco,

soslayar ideas creativas que sinteticen o mejoren las

opciones y las alternativas. Es decir, si alguna vez se

sufrió de un engaño, no significa que siempre vaya a

suceder así.

Por auto imposición, comprendemos una perspectiva

que no se adapta a las situaciones de un modo flexible,

sino que parte de un conjunto de estandartes, reglas o

ideas rígidas, que suelen ser exigentes y dictaminan,

cómo deben ser las cosas. Lo cual, pocas veces

realmente, se corresponden con la realidad, puesto que

siempre la vida está llena de alternativas, y otros

modos de encarar las cosas.

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Por su parte, la visión catastrófica, como su nombre

lo indica, es la anticipación de los hechos, con la peor

de las expectativas posibles. Son distorsiones

frecuentes, que alimentan la preocupación y el miedo.

En el etiquetado. El saber popular, utiliza una frase

excelente que refleja un antídoto contra esta tendencia

“una golondrina no hace verano”. Si alguna vez, un

examen no salió como era previsto, entonces eso no

significa, que la persona que lo rindió sea una tonta.

Es la tendencia a atribuir como causas internas, los

resultados de determinadas acciones.

Todas estas cuestiones cognitivas, de distorsión, muy

a menudo son instantáneas, y automáticas. Al tener

una capacidad de conocer cada una de estas tendencias

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del pensamiento, se está en una posición diferente,

puesto que podemos dar cuenta de que una

percepción, es como todo punto de vista, una vista

desde un punto, de modo que al abrirse a nuevas

consideraciones, y cuestionar las interpretaciones que

hacemos de la realidad, enriquecemos las

posibilidades, y nos prevenimos de la cadena del

estrés. Aumentando nuestra calidad de vida, y

estableciendo nuevos rumbos en el estilo del

pensamiento.

El estrés en la vida intrauterina y


en las etapas de la vida
No sobra decir, que la subjetividad es muy importante

cuando se interpretan los hechos de modo tal que

resultan estresantes, una de las principales variables

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en relación a estresores, corresponde a la edad. La

juventud, por ejemplo, tiene ciertas preocupaciones,

que la vida adulta ha vivido, tiempo atrás, pero que

hoy considera insignificantes, de igual modo, para un

niño, ciertos hechos pueden estresarlo, y otros, que un

adulto considera de suma importancia, carecer de

sentido. Además, dentro de los rangos etarios, se

encuentran significativas diferencias, basadas también

en el género, de un modo general, y en las distintas

personalidades particularmente. Con el paso del

tiempo, experimentamos transformaciones al transitar

el proceso de maduración y crecimiento, y los

estresores van variando. También, vamos

descubriendo nuevos instrumentos de afrontamiento,

y de dominio emocional, a partir de sutiles

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modificaciones, nuestro repertorio emocional, se

vuelve más sofisticado, las ideas alcanzan un mayor

nivel de abstracción, y también, como consecuencia,

ciertos patrones de conducta se desechan, para dar

lugar a lo útil, lo eficaz, lo que retroalimenta

positivamente. Esta capacidad de desaprender puede

tener repercusiones en el ámbito social, e individual,

tal que, toda una nueva filosofía personal, puede

erigirse tras derrumbar otra. En este sentido, las

modificaciones de conducta, toda vez que causen

disminución de estrés, y aporten vitalidad, bienestar y

actitud optimista, son bienvenidos para todas las

personas. El hecho de que vivimos en una constante

transformación, lo prueba, la sorprendente

comprobación de que la influencia del entorno

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psicosocial, se ejerce incluso, en la etapa prenatal. Si

observamos el nacimiento desde la medicina del

estrés, comprenderemos el periodo de lactancia, como

un factor de inigualable protección emocional. Sin

embargo, aun en una situación de apego, existen

factores que resultan estresantes para los recién

nacidos. Por citar algunos ejemplos, pensemos en el

desarrollo del habla, el control de esfínteres, o la

deambulación.

Luego, en un periodo posterior, al que podemos

denominar socialización primaria, de un modo más

abarcativo, incluye desde el nacimiento, hasta el

periodo escolar, donde las instituciones, después,

impartirán experiencias de un orden secundario de

socialización. En definitiva, las etapas de la vida, se

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suceden, con la adolescencia, la adultez y la vejez, y

los desafíos que presentan estas etapas, son necesarios

para el crecimiento y la adaptación.

Las repercusiones, entonces, del prenatal hasta su

nacimiento, están basadas en el intercambio de

sustancias a través de la placenta, un órgano que

funciona como una verdadera fuente de crecimiento

para el feto, puesto que brinda los nutrientes

necesarios para el desarrollo de la vida. Una situación

estresante durante el embarazo, marcarán al hijo en la

historia de su vida, concepto más bien conocido como

programación intrauterina, los recién nacidos que se

han anticipado al periodo de los nueve meses, que son

prematuros, tienen más posibilidades de padecer, en

la edad adulta, de hipertensión arterial, por ejemplo.

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Lo que suceda a la madre, durante su embarazo,

también afectará a su bebé, y a muy largo plazo. De

allí, la importancia de crear un grado de armonía

fundamental para las posteriores etapas de la vida.

El parto, actualmente, se desarrolla por dos vías

posibles, cesárea o parto natural. El pasaje de confort

del líquido amniótico, de recibir los nutrientes y todo

lo que se necesita, a comenzar a respirar por sus

medios, es algo asombroso, además, por el tamaño del

cráneo humano, no sería exagerado reconocer, el gran

esfuerzo que significa nacer. Un primate, por ejemplo,

nace sin tanta dificultad, no necesita ayuda de un

tercero, y al ver la luz, toma por instinto la teta de su

madre. El parto natural, para el ser humano,

proporciona un beneficio a su sistema inmune, puesto

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que recibe las bacterias propias de la zona genital de

la madre, y las conforma en una flora bacteriana para

sí, que refuerza sus defensas naturales. Por otra parte,

la técnica de la cesárea, se utiliza en situaciones en que

existe un riesgo de vida para el feto, o para la madre,

y consiste en dar a luz, a través de un corte en la zona

de la pared abdominal. Muchas personas optan por la

cesárea, eligiendo deliberadamente la fecha, para

tener mayor previsión, otras en cambio, prefieren el

contacto con un hecho natural, que jamás olvidarán en

sus vidas.

Un bebé que recién llega al mundo, es pura emoción,

las vivencias de miedo, hambre, frio, y falta de

contacto, son las más habituales. Por tal motivo,

también, el ser humano necesita un cuidado constante,

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una asistencia total, sin la cual, en contraste con otros

mamíferos, no sobreviviría. El seno familiar,

apuntalará y determinará de alguna manera particular,

la impronta dotada de experiencias que el recién

llegado guardará para sí, como un cruce entre los

genes y las primeras vivencias. Es un hecho, que en

esa dinámica, por ejemplo, en la administración de los

cuidados básicos, en la protección o en su carencia, se

condicionarán los futuros estilos de afrontamiento

frente al estrés. Al comienzo de la vida humana, el

llanto y la sonrisa social, son recursos fundamentales

para expresar necesidades que requieren del auxilio

protector de una madre. En esa primera etapa, el

miedo se irá sosegando, y no podría ser de otra

manera, ya que es tanta la dependencia, de un ser

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humano cuando nace, hacia otro ser humano, que en

principio, el miedo condiciona todo tipo de

experiencias. Sin embargo, en el vínculo de apego con

su madre, o quienes cuiden del bebé, se forjarán

razones para estar más o menos seguro, según sean las

circunstancias. En todos los casos, el estilo del apego,

contribuye a formar patrones de respuesta emocional,

tanto positivas como negativas. El apego, entonces,

basado en el tipo de intercambio y satisfacción de las

necesidades, configura una programación

extrauterina. Y es muy importante, puesto que

favorecerá una mayor o menor plasticidad, en la toma

de decisiones y el manejo emocional. Entre los

primeros doce meses y los tres años, el bebé irá

progresivamente adquiriendo autonomía. Comienza a

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ser un explorador, los padres, mediante sus

intervenciones, experimentarán muchas veces estrés,

reacciones de alarma comunes, que se desatan ante

tales pruebas de autonomía y exploración. Un estilo

indiferente, o distraído, condiciona en el hijo, una

respuesta futura de poco cuidado hacia sí mismo. El

equilibrio delicado entre la sobreprotección o la

desprotección, frente a la exploración, y la autonomía,

convierte la paternidad y maternidad, en una posible

causa de estrés, y requiere de un manejo adecuado.

Durante el periodo escolar, el niño realiza grandes

cambios, pasando a una institución, los periodos de

adaptación, muchas veces son desatendidos, cuando

en verdad, constituyen una importante necesidad para

todos los niños. El paso del jardín a la primaria, es un

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salto cualitativo en lo que se refiere al desarrollo

cognitivo, consolidándose la alfabetización, y

además, ejerciendo el rol de estudiante, con las

responsabilidades que conlleva. Además, habrán

dificultades y tropiezos, pero también integración

social, a través del juego, todas estas cuestiones

apuntalan el crecimiento, y ciertas habilidades

cognitivas y sociales. El equipamiento emocional

disponible, y el apoyo recibido durante estas etapas,

son clave para un desempeño positivo, y una

administración favorable de los recursos psicológicos,

tanto para padres como para hijos.

Sin embargo, la transición quizás más revolucionada,

se da en la adolescencia, en un camino hacia la

adultez, donde no se es un niño. Desde lo biológico y

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lo psicológico, se experimentan una multitud de

cambios hormonales, que dan forma al cuerpo sexual,

y estimulan nuevas actitudes hacia la vida, y hacia la

familia. La necesidad de configurar una identidad, es

propia de la adolescencia. Es algo sencillamente

natural, por lo tanto, necesario, que la persona pueda

crecer en la búsqueda de su propio camino, ya que a

esta altura, se trata de alguien distinto al niño que

antes fue. Esta etapa, es casi como un nuevo

nacimiento. De modo tal, que el proyecto familiar, le

sienta las bases, para la construcción de un proyecto

personal, en el que lo más importante es dar un sentido

a la vida, que sea propio de cada persona, más allá de

las expectativas depositadas en él.

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La adultez temprana, podría darse cuando la persona

alcanza la autonomía, dicho de otro modo, su propia

capacidad para manejo del estrés y la toma de

decisiones, asumiendo los riesgos por su cuenta. Es

crucial, entonces, comprender la autodisciplina, como

una necesidad de ejercer control sobre impulsos

primarios, y el respeto por la diversidad humana. Los

hábitos que exige la autonomía económica,

psicológica y social, pueden resultar dolorosos para

muchos padres, y significa un verdadero cambio, y un

nuevo comienzo, ya que el nido ha quedado vacío.

Entre los elementos recomendables a los jóvenes en

esta etapa, se encuentran, la búsqueda y el desarrollo

laboral, la construcción del sentido personal de su

propia vida, la creación de nuevos lazos sociales, y la

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consolidación de hábitos que proporcionen un ocio

productivo. Además, por supuesto, la posibilidad de

equivocarse, corregirse y seguir buscando el mejor

camino personal.

En la etapa siguiente, denominada adultez tardía, las

preocupaciones pasarán por la consolidación del

proyecto en áreas fundamentales, tales como el

trabajo, una pareja consolidada, o la formación de una

nueva relación. Es muy importante, mantenerse

activos laboral, cognitiva y socialmente. También, en

el manejo de la soledad, que puede ser la nota en esta

etapa, sobretodo tras la emancipación de los hijos. El

estrés está vinculado al riesgo a perder el trabajo, y las

dificultades vinculadas a la reinserción laboral.

Además, es frecuente que se avecine un nuevo rol,

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tendiente al cuidado de los padres, ya mayores, por las

circunstancias propias de la vejez. Entre las

consideraciones a tener en cuenta, se encuentran la

internación en algún geriátrico, tras largas e intensas

reflexiones con el resto de los familiares, y el manejo

de la ansiedad, tendiente a soportar el cambio, que en

algunos casos trae una sensación de angustia, que

debería tratarse en terapia.

Las exigencias sociales de la


actualidad
La causa más frecuente de enfermedad, en la

actualidad, es la de origen cardiovascular, a diario las

personas deben lidiar con todo tipo de demandas,

familiares, laborales, con un ritmo de vida acelerado,

y una continua comunicación. El dilema de afrontar

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todas las exigencias, y poder sobrellevar los costos

emocionales que implica, se paga con salud y peor

calidad de vida, pero lejos de estar condenados,

resulta, al contrario, imprescindible el desarrollo de

herramientas cognitivo-emocionales. En la historia

reciente de la humanidad, hace unos 70 mil años, la

especie comenzaba un salto progresivo hacia el

alcance de procesos de cognición y meta cognición,

vinculados a la capacidad de reflexionar sobre los

propios procesos de pensamiento, y la forma en que

aprendemos. El inicio de esta etapa, trajo aparejado el

dominio del lenguaje simbólico, y las capacidades

cerebrales experimentaron un verdadero salto

evolutivo, pero ello no fue igual con el resto del

organismo, sobre todo, las emociones. La evolución,

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y el ritmo biológico de desarrollo, tienen su propio

reloj, mientras en la actualidad, la sensación de

vértigo es constante, y esto, sugiere que existe un

desajuste entre el nivel de estrés en las sociedades

globalizadas y la capacidad de adaptación del

corazón. Mientras nuestra mente es moderna, nuestro

corazón es antiguo. Sin embargo, la expectativa de

vida actual es mucho mayor que la de nuestros

antepasados. El estrés da inicio, cuando las cargas

sobrepasan la capacidad de resistencia, y el corazón se

encuentra exigido incluso por la longevidad. Las

emociones forman parte de la herencia biológica y la

evolución de la especie. Entre tanto comprendamos,

la unidad mente-cuerpo, y la situemos en el contexto

de la teoría evolutiva, podremos intentar explicar, que

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la emoción, como legado, cumplía una función

verdaderamente intensa, y necesaria para la

sobrevivencia, así la emoción, hoy en día, tiene la

misma intensidad que hace 70 mil años atrás, aunque

no se trate de situaciones de vida o muerte. La ira, por

ejemplo, que forma parte de un programa biológico

que se halla en la genética misma, tiene una fuerte

repercusión física, y anteriormente, era indispensable

en las disputas por el territorio, y la preparación para

la defensa, a todo o nada, sin embargo hoy, produce

su descarga ante circunstancias, que desde un punto

de vista racional, no son tan significativas. Hoy es una

cuestión desadaptativa, con un origen evolutivo. En

tipos de personalidad con comportamientos

impulsivos, impacientes, perfeccionistas, eficientes, y

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competitivos, con tendencia a la agresión, esta

emoción produce una elevación de la adrenalina en

sangre, que origina la respuesta de lucha o huída.

Como consecuencia, la persona experimenta cambios

psicofísicos agudos, distintivos de la reacción de

estrés, tales como taquicardia, aumento de presión

arterial, activación intensa de las funciones mentales,

típicas de un cuadro de alerta psico-emocional, y

mayor tensión muscular. Este tipo de personalidades

tienen un 2,5 veces más probabilidad de presentar

infarto agudo de miocardio. En la medida que entren

en el circulo vicioso del estrés, como consecuencia o

causa de este tipo de reacciones, el cortisol

multiplicará los efectos dañinos, tales como

aterosclerosis, arritmias cardíacas, entre otras. Las

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variables biológicas que interactúan en la

predisposición genética, tienen que ver con la

predisposición a la elevación del colesterol sanguíneo,

el aumento de hormonas esteroides en sangre

(cortisol) la supersensibilización del músculo

cardíaco, aumento de la viscosidad sanguínea, etc. Si

bien en la actualidad las cosas no son como hace 70

mil años, el mecanismo emocional conserva el mismo

esquema de funcionamiento que experimentaron

nuestros antepasados. Los efectos sociales también

serán negativos, y es indispensable realizar

tratamientos para controlar los estados iracundos. Lo

que sucede en nuestra mente, sucede en nuestro

cuerpo. La vivencia de emociones y sentimientos

negativos, condiciona la calidad de vida. Todas las

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interrelaciones humanas, como el propio universo

interior, pueden determinar vulnerabilidades

emocionales con gran repercusión en el corazón. En

el síndrome del corazón roto, mayormente frecuente

en mujeres posmenopáusicas, se presentan los

indicios de infarto de miocardio, sin ningún tipo de

arterias bloqueadas, pero tras la consumación de

episodios de desengaño amoroso, o algún tipo de

sufrimiento emocional intenso, tal como la muerte de

un ser querido. A manera de síntesis, el cerebro, no

distingue entre un dolor físico y uno emocional. Las

heridas emocionales por lo tanto, pueden considerarse

traumatismos con repercusión física, por ello, el dolor

emocional tiene un costo elevado a la salud, y

debemos estar atentos, considerando el desfasaje

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evolutivo y su historia filogenética. Lo cierto es que

las emociones y sentimientos, nos constituyen y

determinan en lo más profundo de nuestro ser, desde

tiempos ancestrales, en los que hemos surgido como

especie. Es fundamental tener presente la dimensión

de sus efectos, y el rol central que cumplen en nuestro

psiquismo, nuestras percepciones y, en consecuencia,

nuestro estrés. A los fines de favorecer a un principio

de autogestión emocional, consideremos que los

sentimientos, que son emociones procesadas a través

del complejo mecanismo psicológico, pueden ser

positivas o negativas. Estas últimas, obstaculizan el

pleno despliegue del potencial y tienden al

aislamiento social. La tristeza, puede ser considerada

una emoción negativa, pero no hay que olvidar que

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cumple un rol importante, para procesar, tal vez, una

perdida. Al focalizarnos en las emociones y los

sentimientos, desde una perspectiva del

autoconocimiento, aprenderemos la forma en que

establecemos nuestras relaciones con el mundo de los

otros. Algo, que beneficiará la salud, y aportará

bienestar, y por supuesto, cuidará al corazón.

El ejercicio filosófico anti estrés


Una buena filosofía de vida, debe ser tal, que no cause

estrés, de esta manera, se garantiza vivir más y mejor.

Lo que sucede, es que según la interpretación que

damos a los hechos, estos nos afectarán, y aunque no

debamos tener las respuestas a los grandes

interrogantes, sí, es importante que podamos crear un

marco de comprensión, de las circunstancias que nos

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rodean, de modo tal que no genere miedo, o ansiedad.

Sencillamente, el estrés es sinónimo, de cómo se

interpreta el mundo, para lo cual, sin duda, aunque a

veces, no se reconozca de forma consciente, es

necesario ser más conscientes de la escala de valores,

lo que realmente es importante, y lo que tal vez no lo

sea tanto, las verdaderas necesidades que subyacen a

la conducta, requieren del autoconocimiento, y de su

examen prolijo.

Los griegos por ejemplo, tenían la costumbre de ir al

oráculo de Delfos, para averiguar sobre el destino. La

famosa inscripción de “conócete a ti mismo” proviene

de la entrada a ese lugar. El conocimiento de uno

mismo, desempeña un rol vital para apreciar los

hechos y evaluar las situaciones de forma acertada, ya

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que el estrés resulta de la interacción, tanto de los

procesos emocionales como de los racionales, por

tanto, conocer en profundidad las emociones,

necesidades y deseos, junto con la escala de valores,

permitirá enfrentar circunstancias estresoras, y hacer

un manejo efectivo de dichas situaciones.

La palabra enfermedad, proviene de latín, y significa

falto de firmeza, el equilibrio, no es sino una fuente de

firmeza, de salud, de armonía, por lo expuesto, es que

los valores, funcionan como una guía, con la cual, es

posible sopesar las posibilidades, y afrontar las

decisiones, de modo tal, que la balanza no sobrepase,

más de un aspecto que valoramos, como de otro, que

también valoramos. Esta cuestión, suscita respuestas

estereotipadas, que dejan entrever, que la

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consideración sobre los valores personales, queda aún

sin revisar. Pero lejos de otra cosa, la invitación es a

ahondar en lo que realmente nos resulta importante,

más allá de los mandatos sociales, culturales o

familiares. En realidad, existen dos factores muy

frecuentes que resultan estresores, el dinero, y el

tiempo, sin duda, que también están relacionados con

la propia filosofía de vida.

El ritmo circadiano, es el reloj interior, todas las

funciones biológicas se vinculan con este ritmo.

Según cada persona, y cada ritmo circadino, las

necesidades pueden variar, la preferencia de horas o

momentos del día para realizar determinadas tareas,

varían en función del ritmo circadino, las horas

necesarias para obtener un buen descanso, son

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relativas a este reloj interior también. En todos los

casos, y a los fines de no sobre exigir al cuerpo, es

menester señalar y pensar, en las horas de sueño, y

como contrapartida en las horas de vigilia. De igual

modo, pensar en las horas de trabajo, y como

contrapartida en las horas de descanso. Una vez que

sea posible identificar las horas necesarias para

adquirir el buen descanso, será recomendable

respetarlas, a fin de obtener buenos frutos en las horas

de vigilia. Luego, determinar el número de horas

diarias de trabajo en las cuales el rendimiento sea

estable, y funcional físicamente, será útil para

establecer, breves períodos de receso planificado, de

corta duración, para mantener la mente lúcida,

despejada y sin saturación. La fatiga favorece y

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predispone a la enfermedad, la irritabilidad y la

depresión. El cuerpo y una mente descansada

dominan los estresores con mayor facilidad.

El estrés por dinero, requiere un abordaje especial,

sobre todo, en los aspectos emocionales y racionales,

por lo tanto, resulta, en principio, recomendable, hacer

un relevamiento detallado de los gastos. Cuando estén

detallados estos, es importante destacar los objetivos

económicos, previendo gastos fijos, y una posibilidad

de ahorro. Es realmente, una verdad de pedregullo,

pero no se puede gastar más de lo que se tiene, y a

veces lo emocional, empuja a tomar decisiones

irracionales. Quien no maneja correctamente el

dinero, pierde el control sobre su propia situación, y

esto es un motivo de estrés muy común.

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Para resistir y combatir al estrés en forma adecuada,

hay que mejorar en todos los aspectos posibles, ya que

los frentes por donde los estresores puedan acceder,

son múltiples. En principio, las relaciones

interpersonales, la relación de pareja, o la soledad. Es

indudable la naturaleza social del ser humano. La

necesidad del otro, desde el nacimiento, es de por sí,

un hecho irrefutable. Por lo tanto, el semejante, puede

ser tanto una fuente de estrés, como una fuente de

bienestar, esto en gran medida, depende de cada

persona, y de cómo interprete esos vínculos. La

calidad de vida no está asociada, en los estudios

experimentales, con la soledad, por el contrario,

aquellas personas que frecuenten grupos sociales, y

actividades comunitarias, tienden a vivir más y mejor.

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Por otra parte, las expectativas de vida de personas

que pierden a su pareja suelen reducirse

drásticamente, evidenciando, la necesidad de

compartir que subyace a la esencia humana.

La pareja
Una buena relación afectiva mejora el estado de ánimo

y garantiza mayor inmunidad. Quizá, lo más

importante en una relación de pareja, sea la

comunicación, el entendimiento mutuo, la atracción

sexual, el acuerdo y el compromiso. Esto está

relacionado con lo vital que resulta saber escuchar,

pero también, saber expresar, tanto lo que queremos,

como lo que sentimos, y estar atento, a las señales del

otro, que como toda comunicación, en gran parte, se

desarrolla por vía no verbal. Decir abiertamente, con

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honestidad y claridad, a tiempo y en el momento

adecuado, supone una buena garantía para el éxito.

El entendimiento correspondido, la satisfacción de las

necesidades mutuas, son aspectos que contribuyen a

la felicidad de pareja. Las personas perfectas no

existen, por lo tanto, es imprescindible apoyar los

proyectos y compartir los propios, es de un valor

insoslayable, entonces, permitirse superar obstáculos

y dificultades, encarándolas siempre de a dos.

La importancia de la amistad
El grupo social, cuando se lo elige libremente, y está

fundado en el respeto y la amistad, es un gran

proveedor de salud anti estrés. Es cierto, que algunas

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personas tengan facilidad para construir lazos de

amigos, en cambio, otros necesitan una mayor

dedicación. Lo importante es poder ir ampliando el

círculo de amigos, porque son siempre una fuente para

dar y recibir. Proponerse creer en relaciones sociales,

puede ampliar el marco de protección anti estrés,

además de brindar nuevas oportunidades para el

crecimiento. Entre algunos tips, para vencer la

timidez, se podrían mencionar, iniciar los diálogos,

tratar a los demás por su nombre, y con afecto, sonreír,

y mirar a los ojos con la finalidad de transmitir una

comunicación más cercana.

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Las risas
Nada es tan bueno para la vida y la salud, como el

buen humor. Existen datos que demuestran que

cuando las personas ríen, las endorfinas se liberan en

mayores cantidades, estas sustancias, disminuyen la

sensación de dolor, y producen un efecto de bienestar.

Cuando la risa hace su aparición en escena, el estrés

y las funciones orgánicas que se activan producto de

su influencia, momentáneamente, cesan. Por ello, la

risa, disminuye la presión arterial, la frecuencia

cardíaca, y la tensión muscular. La risa en sí misma,

es un medicamento. También podemos intentar, reír

más seguido, porque hasta a reír más se puede

aprender. Hay situaciones divertidas por todos lados,

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consideremos que oportunidades hay de sobra.

También es muy importante reírse para sentirse bien.

La balanza del estrés


El estrés, es una reacción mental y física, que surge

por la exigencia de una amenaza, denominada

estresor. Se trata de un proceso normal, que forma

parte de la constitución humana, desde los orígenes de

la especie. En situaciones en las cuales, el estresor no

deja de ser percibido como una amenaza, por

cuestiones vinculadas al modo en cómo percibimos la

realidad, o por razones en las que sentimos que

corremos peligro, se convierte en dañino, por lo tanto,

hay un estrés bueno, y hay un estrés malo. La

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multiplicidad de cargas, a las cuales está sometida una

persona adulta, requiere una capacidad para el manejo

adecuado de tanta estimulación, tanto del mundo

exterior, como también del proveniente de las propias

expectativas y el diálogo interno. A esa capacidad de

respuesta se le denomina afrontamiento, en tanto el

estrés sea bueno, podemos contar con que las

exigencias no sobrepasan la capacidad de resistencia,

en cambio, con la aparición de los primeros síntomas,

tales como agotamiento, cefaleas o dolores de cabeza,

contracturas, insomnios, depende el caso, las

exigencias son mayores que lo que es posible resistir,

interviniendo en las situaciones, la historia genética, y

el ambiente en el que se desata la situación, y a ello se

le denomina, estrés malo. Cuando el malo aparece y

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no se va, es decir que la sobrecarga es continua,

produce una reacción que puede acarrear daño

psicofísico, alterar el bienestar y la calidad de vida,

generar síntomas y condicionar la aparición de

enfermedad.

El tiempo es clave a la hora de prevenir la aparición

de enfermedades condicionadas por estrés. Por ello es

realmente determinante detectar las señales que envía

el cuerpo, a través de los síntomas. El estrés representa

una situación de alerta, que por distintas razones,

afecta a las funciones del sistema, incluyendo a los

órganos del cuerpo. Los sistemas afectados

fundamentalmente, son el sistema nervioso, el

endócrino, el inmune y el cardiovascular. Y por

supuesto, se producen variaciones hormonales. Pero

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no hay un medicamento para el estrés, sino que cada

persona debe desarrollar sus propios antídotos. Los

mecanismos de afrontamiento, dependen en gran

medida de la personalidad, el temperamento, y el

medio ambiente. Las herramientas para afrontar el

estrés, son el conjunto de esfuerzos, conductas o

pensamientos, tendientes a manejar, tolerar, reducir, o

minimizar, las demandas y conflictos, sean estos

internos y externos, según la definición de Richard

Lazarus.

Es importante destacar, que si no se realizan

modificaciones en el modo de procesar la

información, o en el modo de afrontar las situaciones,

entonces, hay un mayor riesgo, de estar a merced de

las circunstancias. El foco ha de situarse en el manejo

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de las emociones, y se ha de lograr, haciendo un

profundo acercamiento al insondable camino del

autoconocimiento, para lograr, que en todos los casos,

el estrés no afecte la calidad de vida, y el bienestar. De

esta manera, conocer la propia carga estresora, resulta

un mecanismo de coping, o afrontamiento necesario

para sustituir estrés malo por estrés bueno. El tipo de

personalidad, que surge de la conjunción entre

temperamento, mapa genético, y ámbito socio cultural

y social, que puede ser más propensa a tener episodios

de estrés, presenta los siguientes rasgos, tiende a la

multitarea, es competitivo, considera que hace las

cosas mejor que los demás, no pueden estar quietas,

no pueden esperar demasiado, se imponen muchas

metas, usualmente difíciles de alcanzar, y son

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iracundas. En otro tipo de personalidad, que podemos

denominar desadaptativa, los rasgos distintivos,

tienen que ver con la afectividad negativa, y la

inhibición social. Esto es, la tendencia a experimentar

emociones de orden negativo. Por consecuencia, se

presencia un malestar emocional constante que

disminuye la calidad de vida. Es muy frecuente entre

este tipo de personalidad, la vivencia de emociones

como la tristeza, y la ira. En tanto que la inhibición

social, conlleva a reducir la capacidad innata de

expresión de emociones, lo que trae aparejado un

cierto aislamiento social, y una mayor dificultad para

expresar el verdadero ser. Estos dos perfiles, que

hemos expuesto, son más vulnerables al estrés. Pero

en cuanto a los mecanismos de afrontamiento, es útil

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conocer los factores que suelen identificarse como

estresores, tales como rasgos y aspectos o tendencias

de ciertos tipo de personalidad, con la finalidad de

determinar cuando sea posible, algún tipo de

estrategia para abordar otras perspectivas que no

condicionen la aparición de enfermedades, y ayuden a

experimentar emociones positivas, y felices acerca de

la vida. La salud y el bienestar, no es un acto

espontáneo, sino que tiene mucho de intencional,

depende de cada persona.

La salud y la felicidad
Cuando se conocen las alternativas posibles para

afrontar desde perspectivas más saludables, las

situaciones que pueden ser causa de estrés, se está en

condiciones de experimentar un cambio, un cambio

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significativo y posible, para cada persona que quiera

intentarlo. Un primer paso, que da inicio a la rutina

de la caminata, manteniendo el paso, pero respetando

el reloj biológico, podría iniciar el cambio. Algunos

momentos de relajación efectuada conscientemente,

tal vez, dos veces por semana, capaciten a la persona

para el desarrollo de nuevas aptitudes. Pero, ser uno

mismo, es antes que todas las cosas, quizás lo más

importante, sea crecer enfatizando el desarrollo del

amor, que es más saludable que ninguna otra emoción,

comprobado científicamente.

La paz y la armonía, más allá de cualquier ideología o

creencia, son importantes en relación con uno mismo,

y con lo que nos rodea. Le deseamos éxitos en el

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camino del autoaprendizaje y del autoconocimiento,

pilares de la felicidad verdadera, y sostenida.

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