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1.

ELEGÍA AL CANON
(CI,--
(t1 'Lh¡old, b0orrru: tú ¿<,^o^ occifu !"f
t gl, lo<grcna.< B«c¿!tñc, ElS )
,

Originariamenre,.cl canon
signifi ca.ba. laelección
pane de nuestlas iosritucionerJ;;r'.-o*r., de libros por
tcs ideas políticas de. y e pesar de las recien_
murticur*rriir-o'r. auténtica
cuestión del
.Hff ¿eue debe'i;;;;,", reer er i,,ai"ia,-".
",::::';'i;T,""* q*
sente años
r" o*lI§rfffffihh historia? r"' iiiiill, ,.-
"" *-ponen
des.escritoár q,r. de los.gran-
lo que podriaf-selección ,
occidentar, poi no h"Éra,
quc lee debe eregir' puesto
a. r.r=.."ffiffT:?lf:: h:frr::Bl
que literalmenre no hay
crente para lcerlo todo, ticmpo sufi-
aun t,.rando ;;;." hiciera orr" .or",.e'
I

-1*.o gr1. Er magnrfico **" l" ü"ri#


I ! w he lefdo todo;-los librosr- ,. h"
La superpobración, r" ,.prc.i0n"ffiü:XX,::
:i... o.lri:r} oy,
"oor,Íj1:
Í f¿llf'Ii.-
!

I telo dc las angustias


,i' qi"-r,r.vas orcadas¡"a" l"l
I canónicas.
pasa ni
i
I ::T-1.
cándosc su propio ertcrminio,
r"-r}§'d, :: un
i
!
9n
morales del crltico. aurlque, d;;:Iflr"il"..Tffii;;T:
con el tiarrrpo, cste moralismo
Todas ras institucioncs. -er,s.a-"-.,j".il'áru" remitirá.
I dc
i
estudios culturales, un su departamenro de
bucy;i
:
cgrá una estética subterránea, ;;;."#., r flore-
i
I cismo de Ia lectr¡ra.
__--_E, quc {ssraurara
en :*to"ar,
:ss resraurajjt: paftc el rornanti_
..
Reseñar malos libros,
i scñaló une vez Audcn,
rácter' Al iguar que todos es malo para el
r"r *"*,r"raláos, ca_

fr:#:::ffL?#*:,i h"b#il;i".*" presente, en Auden idea,zaba e


ra
paraer.",¿.*,.o,"i:.$**:;::":i::::TiIrJ,:X*f
tores -pongarnos a
convenirá ár,
Há',,.ro, b;,-Sü;.;
-.¡or., "i"¿"á*"r.';, "".'liti;i;,nJ:;;i:rH:
25

qq
el sublimc Osc.er Wlldc, quc tenfu ruón
según
nos diio quc tode
cn todo, Trmbién cuando nuestros departamentos de Literatura Inglesa u otras litera-
mara poerfn .r'rrn"iii. sr yo tuvreri pJ". a" turas se encojan hasta l¿s dimensiones de nucstroi actualcs dcparta-
hacerlo, darfa ordcn "i
.d.-C.r: .ru, p"l.bria fuernn gr.bra;rTii'.n-
trada de todas ras universidedcr, mentos de clásicas, cediendo casi todas sus funciones a las legioncs
f¡n dc
pudieran ponderar el esplendor dc " dicha quc todos ros cstudiantcs de los Estudios culturales, quizá seamos capaces dc rcgresar
idea,
del presidcnte Clinton, cscrito por Maya dio de lo ineludible, a Shakespeate y sus "i.rtr-
escasos iguales, quiencs,
o._ll^l".rT-" ^ "r#)
.angetou, -,,1Tf*, un editorial del New Vorn
fue elogiado
, una obra de magnitud en whitmaniana, y
f¡kr, ,o^o
después de todo, nos inventaron a todos nosotros.
fl
su sinceridad es de hecho tor y esc*or individual
abrumad.ra; entra a formar parte con lg.que se ha conservado de entre toáo
de'todas las ob.as instan;;;""- que se ha escrito, nos olr
mente. canónicas que inundan nuestras
academias. ra ¿esaici"aa lo ! _
verded es gue nada podemos hacer; podemos gidos para un estudio determinado, sc¡á idéntico a un A¡tc de la
resistir hasta cierto
punto' pero más allá de ese punto incluso Mems¡ria.literario, sin nada que ver.@-
nuestras universidades se non. La memoria es siempre un arte, incluso cuando aciúa involun-
vcrán compelidas a acusarnos de racistas
y sexistas. n..,r"áo q.r. ter_lamente. Emerson oponla el Partido de la Memoria al partido dc
un colcga, sin duda con ironfa, le dijo a un entrevistador d,el Ncw
Yorh Times que «Todos somos crfticás l"@".rra, pero eso era en una Norteamérica muy distinta.
rica ndecuad^ p^r^ un pllr ocupado, un
feministas». eri".rl"'*ro- An@ ¿,el partidodel"Esp n_
pals que no espera libera_
ción alguna dc Ia liberación. pulde q,r" t",
guir cl consejo del prlncipe de_Lampedusa,
instituciones..d;;; ;.- :@do. Pero siempre ha sidolelfr-oso
autor de El gatopard,o,
quc rccomienda a sus parcs: «eue todo ia. Ncccsitamos ense-
cambie ,r., po.o'p"í" q,r. 11¿: ra¡4: prrrur¡va¡r¡cI¡tgr.o
todo siga exactamentc igrral.» a-
cldad de convertirse en lectores v mrrl--áliliiiiFlt]^o
"§4ror.r -"li"ifiiliülililo,
Por dcsgracia, ntda. volverá y escrirores
a ser lo
dc lcer bicn y a fondo, que es cl .imienio
mismo, puesto. que el arte
de rrucstr";;;.r;,;.-
dffi -
pcndla de pcrsonas que ya en la infancia
cran fanáticas de la lectura.
mos abandonados a su suerte.
Er l" p.¿oi.a, el valár estético iuede
Incluso los dcvotos y soritarios lcctores
son ahora necesariamente
reconocerse o experimentars., p ,
ascdiados,.pues no_pleden .r,", ,.g"r", que sgn incapaces de ca r.r y pe¡sepci;;;;Tai,
ál qu. las nuevas genera- por él nunca lleva a nad,e.
ciones.acaben prefiriendo a Shakesf,eare
o a Dant" po, .n.-i*, i. h Í1. -ár -. i"t.*r, .
cualquier otro escritor. Las sombras se
alargan cn este oceso, y nos - , de
al segundo milcnio esperando mi profesión hayan dcscrtado de la estética, t"rri"rrdo o, orort" q,r"
1:ercaTos
aun mas.
irre las sombras .án^n al do la capacidad dc expe_
No deploro todo esto; la rimentar cl valor cstético. En Freud, esa dcserción cs la metáfora de
estética es, baio mi punto de vista, un
asunto individual más,que social. En cualquier la represión, del olvido inconsciente pero significativo. En el caso
."ro, ,ro h";;;E_ de-miscolegas, el propósito de esa deserción está claro: mitigar una
algunos de nosotros
,O^r-:r,-^"n0". "gr"d"".il"mos que no se nos di_
,era que carecemos de las ideas sociales
culpa desplazada. O-lvidar, en un conte tico, es desastroso,
de los que nos suceden. La crltica
libcrales, g.rr..or", y
P@ '
.
litcraria es un arte antiguo;"bi..i",
su in_ Longino habrla dicho que lo que los resentidos han olvidado es cl
ventor' según Bruno snelr, fue Aristófanes,
y casi estoy d-e acuerdo placer' Nietzschc lo habrla llamado dolor; pero todos ellos habrlan ,
con Fleinrich Hcine cuando dice que «Hay
Aristófanes». La crrtica curtural
un Dios, y ,., ,ro_U.. ., pensado en la misma expcriencia en las alturas. Aqucllos que dc allf
., o,." íamentable ciencia social, descienden, como lcmmin§, sal@ior
pero la crftica literaria, como arte, siempre fue
clitista' Fue un error creer que ra crftica literaria
y será ,., f.nOm.ro manera de explicar la l@ra es dccir que se trata de gna mistlfi-
podia convertir- cación promovida por las instituciones burquesas.
se en ur'¡ pirar de la educación democrática
o d. i" meiora social. -Eso;JrcAñ t, eiteti""i-iEál,ogffiEño mucho e mcteffsicr.
2(¡
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Un pocma no puede lcerse co¡no un poema, debido a quc cs origi- mciorcs sonetos, rcvolotca sobre este deseo o impulso obsesivo. La
nariamcnte un documcnto social, ot rara vcz, aunquc cabe csa po- rctórica de la inmortalidad es también una psicologfa dc la supervi-
sibilidad, un intento dc superar la filosoffa. CoqELt$C_idÉ jnsto a vcncia y una cosmologla.
ylr^ t.n.", r.§ist"n.ia obietivo sc" ¿Dc dóndc proccdc la idea dc concebir una obre litcraria que el
"uyg'rolo "ffi
lUt^ ptetitr¿ y pureza coma Ia postle. Nucstras lcgioncs quc mundo esté dispucsto a considerar inmortal? No la.encontramos en
hán .lesertado repñnta;Tn ramáiT; nuestras tradicioncs quc las Escrituras de los hebrcos, que al hablar de tcxto§ canónicos se
siem¡rre ha huido de la estética: cl moralismo platónico o la cien- referlan a aqucllos que contaminaban las manos que los tocaban,
cia social aristotélica. Cuando se ataca a le poesf^, o bi.@- presumiblemente Porque las manos mortales no eran aPta§ Para ma-
lia pqrque destruJe el hieg.éitár social o biéñE la tolera siempre y neiar escrituras sagradas, Para los cristianos, Jesús reemplazí a lt
,cuando asury? et p al @l Toú., y lo que más importaba de Jesús era la Resurrección. ¿En qué á
ru¡evo multiculturalisgro. Bajo las superficffi fecha de la historia de la escritunprofena se comienza a hablar de
nisrno o neohistoricism-o académicos, la antigua p"¡é*.Iá defttri- poemas o de relatos inmortales? El concepto está en Petrarca, y lo
[6ñTsmo, ;?il;;Aicina social aristotélicá igaralmente desarrolla maravillosamente Shakespearc en sus §onetos. Ya cs un
^r.ii.,
prosiguen su marcha. Supongo que el conflicto entre estas tenden- elefnento latente en el elogio que hace Dantc de su propia Diaina
cias y los siempre acosados partidarios de la estética nunca cesará. comed.ia, No podemos decir quc Dantc sccularizara la idce, Pucsto
Ahora estamos perdiendo, y sin duda seguiremos perdiendo, y cs que Io subsumió todo, con lo quc, cn cierto scntido, no secularizó
una lástima, porquc muchos de los mciores cstudientcs nos aban- nardt. Parl,;e é1, su pocma cra une profecla, tanto como la dc Isafes, dc
donarán por otras disciplinas y profesioncs, un abandono que ya se modo que quizá podamos dccir quc Dante invcntó nuestre modcrne
está produciendo. El quc lo hagan está justificado, pucs no pode- idea de lo canónico. Ernst Robert Curtius, cl cmincntc erudito me-
mos protegerlos contra l" pé.did" d" l"r y_.r- dieval, pone énfasis en que Dante considcraba quc sólo dos viaies al
".it.r más allá antes que el suyo eran auténticos: el dc Encas, en cl Libro
Aemos-ñ;;s vno 6 de la épica de Virgilio, y cl de San Pablo, tal como lo narra en Co'
ceder a la mentira de
de que aquello a que nos oponcmos gsl3 av.en- rintios 2, 1222. Dc Eneas surgió Roma; dc San Pablo cl cristienismo
tura y las nujrer_IilslPlgxgPEs. gentil; de Dantc iba a surgir, si hubicra vivido hasta los ochenta y
un años, cl cumplimiento de la profecfa csotérica oculta en le Come-
dia, peto Dante murió a los cincuenta y seis.
Es conocida la frase de Freud en la que define la ansiedad Crrrtius, sicmpre alerta a la fortuna de las metáforas canónicas,
como Angsl aor etutas, o inquietud por cl porvenir. Siempre hay tiene un excurso tituledo «La poesla como perPetuación» que re-
algo que nos angustia del futuro, aun cuando sólo sea el estar a monta ef origen dc la eternidad de la fama poética ab llíada (6.359)
la altura de las expectetivas depositadas cn nosoros. Eros, presu- y alas Odu dc Horacio (4.8, 28), donde se nos asegura que es la elo-
miblemente la más placentera de las expectatives, provoca sus pro- cuencia y afecto dc la Musa lo quc permite que cl héroe nunca
pias angustias en la conciencia reflexiva, lo cual es el tema de mucra. Jakpb Burckhardt, en un capftulo sobrc la fama litcraria quc
Freud. Una obra literaria también lcvanra lvas Curtius cita, observa quc Dante, el pocta-filólogo de la Italia rcna-
san ser t.as angustias centista, «tenfa plena conciencia dc ser un dispensador dc fa,me y,
mas de hecho, de inmortalidad», una conciencia que Curtius localiza cn-
nlón, detrnen lo lltera-rio y casi se identilidan con ello. Un poema, tre los poctas latinos de Francia en fecha tan temPrana como el año
.,rr",ul-láIiEiiro se@ rrastornos de ra 1100. Pero en cierto momento esta conciencia fue ligadt a la idea de
humanidad, incluyendo el miedo a la mortalidad, que en el..artc de la canonicidad laica, de modo que no era el héroe celebrado, sino la
la literatura se transmuta en la pretensión de scr canónico, de celebración misma, lo que se aclamaba como inmortal' F.l canon
unirse a la memoria social o común. Incluso Shakespearc, en sus laico, en el que la palabra significa catálogo dq ,utot.s-lplo!"'{ot,
28 29
tg-gg l, durante el nizo, de Nathanael §üest en Miss Lonelyhearts y de Thomas Pynchon
pcrfodo iitcr^riffirrtrüa"Iy lo subrime. en La subasta de I lote 49 gozaron de mayor considcración crltica quc
Las odas dc william collins restreen el canon sublime en los pre-
Hermana Carric y Una tragedia americana dc Thcodore Drciser.
cursores heroicos dc la sensibilidad, comenzando por los antiguos Ahora ha comenzado una posterior revisión dc géncros con cl dcsa-
griegos y pasando por Milton, y se cuentan entre lás primeros
f,oe_ rrollo de la novela periodfstica, como por eicmplo A sangre trfa de
mas ingleses escritos pare promover una tradición laica de l, cr.ro-
nicidad.
Truman Capote, La canción del verd,ugo, de Norman Mailcr, y La ho-
guera d,e las aanidad,c¡ dc Tom Wolfc; ala, luz de dichas obras, (lna
r,J
E_! s,gon, una palabra religiosa en su orige.n, se ha
convertido

tragedia americana ha rccuperado gran parte dc su brillo.
"-n.!.19t_.lgió. "rtr"
tc*tor q irr_ La novela histórica parcce haber quedado pcrmanentcmcnte de-
terplgt3lsa elg!&n corne_re¿!&1da por grupos sociales dorñjñ?n_ valuada. Gore Vidal me dijo une vez, con amarge clocuencia, que su
t§s, instljusiengg rduc3tivas, tradicionem yo, franca orientación sexual le habfa negado la categorfa canónica.
pot 4g!o*s- le*"prti"iEr
ryr,.rl* - ,"*=" , ,." "l.gtd.d nÉr- Pero lo que ocurrc, en mi opinión, es que las meiores obras de Vi-
iri_Ut:nores, "ol=t"s. Algor,@e-r"
denomina a sf mismo radicalismo ecadémico lregan a sugerir q,re las
dal (a exccpción de la sublimemente provocativa Myra Brechen-
bridge) son novelas históricas -Lincoln, Burr y varias más-r / este
obras entran a fotm* parte del canon debido a iructrferi's campanas
subgénero ye no conscguirá la canonización, lo cual cxplicarfa cl
de publicidad y propaganda. Los compinches de esros escépticos a
tristc dcstino dc la novcl¿ pródigamcnte imaginative dc Norman
veces llegan a cucstionar incluso a Shakespcare, cuya eminencia
lcs Mailer Noches d,c la anttgüedad, une maravillos¿ anatomla del cm-
parece cn cierto modo impuesta. si adoras al dios dc los procesos
baucamicnto y cl engaño que no sobrcvivió a su ubicación cn cl an-
históricos, estás condenado a negarle a shakespeare s'palpable su-
tiguo Egipto de El Libro de los mucrtos. La historiey le narrativa se
premacfa estética, la originalidad verdaderamente escandalosa de
han separado, y nuestras sensibilidadcs no parecen capaces de conci-
sus obras. La convierte en el liarlas.
términos como empresa i{rdividrr"@ .o*-
petencia, que ngalgg!án los corazo.effi"r,
vñtái; de t" -.;;ffi;;,
marxistas, neohistoricistas inspirados por ro"c*ii o 6ññi.ti-
Fou'lcr llega más leios a la hora de exponer la cuestión de por
qué, en cada momento de la historia, no todos los géneros gozan de
de la Escucla del Rescntimicnto. le misma popularidad:
una iluminadora tcorra de la formación del tanon la ex-
pone Alastair Fowler en Tipos ^cerc
de litcratura (19s2). En un caprtulo tenemos que tener en cucnta el hecho de que, cn cada pedodo
titulado r<Jerarqulas dc géneros y cánoncs de literaturar, Fowüt se- histórico, no todos los géneros gozan de la misma popularidad, y
ñala quc «los cambios en el gusto literario a menudo pueden atri-
algunos, de hecho, quedan prácticamente relegados al olvido.
buirse a una revaluación de los géneros que las obras canónicas re-
Cada época posee un repertorio de géneros bastantc escaso al
presentan». En cada época, hay géneros considerados más canónicos
que los lectores y crfticos reaccionen con entusiasmo, y el repcr-
quc otros. En las primeras décadas de nuestro siglo, la novela ro- todo del que pueden disponer sus escritores es también más pe-
mántica norteamericana fue exaltada como género, lo quc contri- queño: el canon provisional qucda fiiado, e! sr¡casi jgl:ded,
buyó a que Faulkner, Hemingway y FitzgerulJse convirtieran en los por los escritorcs má s, @ o!g4s
escritores dominantes de la prosa de ficción del siglo xx, dignos
arca.pos. Cada época elimina nuevos nombres del repertorio. En
sucesores de Hewthorne, Melville, Mark Twain, y dá Henry un sentido amplio, quizá existan todos los géneros en todas las
J"me,
que triunfó con La copa d,orada y Las alas de la paloma.
-ei efecto edades, vegamente encarnados en extravagantes y caprichosas
de esta exaltación del romanticismo sobre la novela nülista, fue excepciones... Pero el repertorio dc géneros en activo siempre
que narraciones visionarias como la de Faulkn er en Mientras ago-
ha sido pequeño, y sujeto a suprcsiones y adiciones proporcio-
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nalmente significativas ... algunos crfticos han sentido la tcnta- cloncr rntcr¡orcr. Por lo que se refiere a la «cualificación espccial»r,
ción de considerar el sistema de géneros como algo casi besado lr mf¡ propi¡, contrariamente a lo que dice Gramsci, es Purementc
en un modelo hidrostático, como si su sustancia total pcrmenc- pcrmnrl. Aun cu¡ndo sc identificara al «grupo social dominantc»
ciera constante, aunque suieta a redistribuciones. con l¡ Corporación dc Yalc, o con los administradores de la Uni'
Pero no existe una base firme para dichas espcculacioncs, vcnldrd dc Nucva York, o con la universidades norteamericanes cn
Haremos meior en tratar los vaivcnes de los géncros simplc- gcnerll, toy incepez de descubrir ninguna conexión interna cnúe
mente en términos de elección estética. curlquicr grupo social y la manera concreta en que he pasado mi :
vida'lcycnáo,' r""o.d"táo, juzgando e interpretanio lo qo" ' f'dl
Yo mismo querrla. argüir, en partc siguiendo a Fowler, quc¡ denominábamos «literatura de imaginación». Para descubrir a algu-
"ttt"ño
elgcción estética h
ffi
- nos crlticos al scrvicio dc una ideologfa social uno sólo ticne quc
dP»
gnÉg_dg|qenon, pero resulta diflcil mantener este argumenro en contcmplar a aquellos que desean desáitifica, o abrir el canon, o a
unos momcntos en que la defensa del canon literario, al igual que sus oponentes que han caldo en la trampa de convertirse en aquello
su ataque, se ha politizado hasta tal extremo. Las defensas ideológi- quc contemplaban. Pero ninguno de estos gruPos es verdadera-
cas del canon occidental son tan perniciosas en relación con los va- mente literario.
lorcs estéticos como las virulcntas cdtices de quienes, atacándolo, Dcscrtar de Ia estética o reprimirla es algo endémico en las ins-
prctcnden destruir cl canon o «abrirlo», como proclaman ellos. Na- titucioncs dc lo que todavfa se considera una educación superior.
da resulta tan csencial al canon occidental como sus princioios áe Shakcspcarc, cuya supremacla cstética ha sido conf¡rmada por el iui-
ta aa cio universal dc cuetro siglos, es ahora «histoizado» cn un menos-
criterios puramcnte artlsticos. Aquello@n in- cabo pragmático, precisamente porque su misterioso poder estético
sistcn en quc cn la formación del canon siempre hay una ideologla es un cscándelo para cualquier ideologla. El principio cardinal de la
dc por mcdio; dc hccho, ven más allá y hablan de la ideologf a de le prcsentc Escuela del Resentimiento puede afirmarse sin tapuios: lo
formación del canon, sugiricndo que construir un canon (o perpe- quc se denominan valores estéticos emana de la lucha de clases.
tuar uno ya existentc) es un acto ideológico en sl mümo. Este principio es tan amplio que no pucde ser refutado del todo. Yo
El héroe de estos anticanonizadores es Antonio Gramsci, que en mismo insisto en que el yo individual es el único método y el único
su Cuadernos de la cárcel niege que cualquier intelectual pucda estar criterio para pcrcibir el valor estético. Pero «el yo individual»r, ad-
libre dcl grupo social dominante si dcpende exclusivamentc de la mito muy a mi pesar, se define sólo en contra dc la sociedad, y parte
«cualificación cspccial»» quc comparte con cl gremio de sus colcgas dc su agón con lo comunitario inevitablemcnte participa del con-
(por cicmplo, los demás crfticos litcrarios): «Puesto que estas diver- flicto entre clases sociales y económicas. A ml, hijo de un sastre, se
sas categorlas dc intclectuales tradicionales adquieren su ininte- me ha concedido un tiempo ilimitado pata lcet y meditar sobre mis
rrumpida cualificación históricd a través de tn esprit de corps, arca- lecturas. La institución que me ha sustentado, la Universidad de
ban proponiéndosc a sf mismos como autónomos e indepcndientes Yale, es inevitablcmente perte del establishment norteamericano, y
dcl grupo social dominante.» mi meditación rcmunerada dc la literatura cs, Por tanto, vul-
^cerca
En cuanto que crltico literario en lo que yo ahora considero la nerable a los más tradicionales análisis marxistas de intcrese§ dc
peor de todas las épocas paru la crltica literaria, cl comentario de clase. Todas mis apasionadas soflamas sobre el valor cstético dcl yo
Gramsci no me parece pcrtinente. El esprit de corps del profesiona- aislado sc ven incvitablemcntc debilitadas cuando sc me rccucrd¿
lismo, curiosamente tan caro a muchos altos sacerdotes de entre los que.el ocio nccesario pairt la meditación es algo quc dcbc comPrersc
anticanonizadores, no me interesa lo más mfnimo, y yo repudiarla a la comunidad.
cualquier «continuidad histórica ininterrumpida» con la academia Ningún crftico, ni siquiera un servidor, es un hcrmético Próspero
occidental. Deseo y reivindico una continuidad con úñ puñado de que practica la magia blanca en una isla encantada. La crltica, al igual
crfticos anteriores a este siglo y con otro puñado de las tres gcnera- que la poesla, es (en el sentido hermético) una especie de robo de los
32 33
bienes públicos. Y si la clase gobernantc, cn ros dlru crc ml más idiosincrásica de Sfrakespeare: siempre cstá por encima de ti,
fuvcntud,
liberaba a alguien para que fuera sacerdote dc h cotéticr, ¡ln dudr tento conceptual como metafóricamente, seas quien seas y no im-
tenia sus propios intereses en tal saccrdocio. Sin cmbrrgo rdmltir porta la época a que pertenen s. Él te hace anacrónico porquc te
esto es admitir muy poco. La libertad pera comprcndcr cl vrlor c¡- contlcnc; no puedes subsumidc. No pucdcs iluminarlc con une
tético puede surgir del conflicto de crasc, pcro el v¡lor no cr idén- nucva doctrina, ya sea el marxismo, el frcudismo o cl csccpticismo
tico a la libertad, aun cuando ésta no pucda scr alcanz¡dr ¡ln com- lingüfstico demaniano. Por contra, él ilumina la doctrina, no prefi-
prender tal cosa. Por dcfinición, el valor estético cs cngcndrado por gurándola, sino posfigurándola; como si dijéramos, lo más impor-
una interacción entre los artistas, una influencia quc cJsicrnpr" un, tante que encontramos en Freud ya está en Shakespeare, además de
interpretación. La libertad para ser artista, o crftico, surgc nccesaria- una convinccnte crftica de Freud. El mapa freudiano dc la mente
mente del conflicto social. pero la fuente u origen di la libcrtad cstá en Shakespeare; Freud sólo parece haberlo escrito en prosa. O,
para percibir, aunque de importancia pa.* el vaior estético, no cs por dccirlo de otra manera, una lectura shakespcriana de Freud ilu-
idéntica a él' En una individuaridad madura existe siempre un sen- mina y carga de significado el texto de Freud; una lectura freudiana
timicnto de culpa; es una vcrsión de la culpa de ser un supervi- de Shakcspeare minimiza a Shakespeere, o lo harfa si pudiésemos
vientc, y no produce valor estético. soportar una rcducción quc llcga hasta el absurdo dc echarlo a pcr-
Sin alguna respucste a la triplc cuestión del agón -¿más que, del. Coriolano cs una lcctura dc El dtcciocho brumario de Luis Napo-
mcnos que, igual a7- no pucde haber valor estético. La cuestión se ledn de Mam mucho más convinccnte de lo quc ningún lector mar-
cnmerca cn cl lcnguajc metafórico de lo Económico, pero su res_ xista de Coriolano podrfa csperer.
pucsta cstará libre dcl Principio Económico de Freud. Nt puede ha-
La cminencia dc Shakespcerc cs, cstoy scguro, la roca sobrc la
bcr pocma cn sl mismo, / aun con todo algo irreductible permanece Cual acabará dcrrumbándosc la Escuela del Rescntimiento. ¿Cómo
cn la cstética, El valor que no puedc menoscabarse del tádo consti- pueden iugar a dos barajas? Si es algo arbitrario quc Shakcspearc
tuye en sl mismo el proceso de ra influencia interartrstica. Dicha in- centre el canon, cntonccs deben explicar por qué la clase dominantc
flucncia conticne componentes psicológicos, espirituales y sociales, le cscogió a él en lugar dc, pongemos, a BcnJonsonpa;t^ ese papel
pcro su clcmento principal cs estético. un marxista o un historicista arbitrario. O si la historia y no las clases dirigentes exalteron a Sha-
inspirado por Foucault puede empecinarsc en que la produccifin de kespeare, ¿qué habla en Shakcspeare que cautivó al poderoso De-
ln cotéticn cs una cucstión de fuerzas históricas, p.ro i" producción miurgo, la historia social y cconómica? Resulta claro que esta lfnea
cn ¡l misme no cs cl tcma que tretamos aqul. De buena gana con_ dc invcstigación comienza e orillar lo fantástico; cuánto más simple
vcngo con la máxime dcl Dr. Johnson -«sólo un zoquete eicribe sin serla admitir que existe una diferencie cualitativa, una difercncia es-
quc haya dinero de por medio»-, aunque la innegable economla de pccffica, entre Shakcspc rc y cualquier otro escritor, /t scc Chaucer,
le litcratura, desde Pfndaro hasta el prcsente, no Jetermina las cues- Tolstói o el quc elijamos. La originalidad es el gran cscándalo a que
tiones dc suprcmecfa estética. y los que ptetenden abrir el canon y el resentimiento no puede acomodarse, y Shakespeare sigu.e siendo
los tradicionalistas no disienten demasiaáo acerca de dónde se en- cl escritor más original que conoceremos nunca.
cuentre la suprcmacfa: cn shakespeare. shakcspearc es el canon
laico, o incluso la escritura laica; para propósitos canónicos, él dc-
fine por igual a predecesores y legatarios. Éste es el dilema al que se Toda podcrosa originalidad literaria sc convicrte en canónica. I>
enfrenran los partidarios del resentimiento: o deben negar la emi- Hace algu.nos años, en una tormentosa noche en New Haven, me
nencia única de Shakespeare (un esunto trabaioso y difrcil) o deben senté a relcer, una vez más, El paraíso perdido de Milton. Tenla que
mostrar por qué y cómo la historia y la lucha de clases produjeron escribir una conferencia sobre Milton pera un cursillo que estaba
aquellos aspectos de su obra que le han llevado o.rpa, un lugar impartiendo en la Univcrsidad de Harvard, pero querfa empezar de
central en el canon occidental. "
nuevo con el poema: leerlo como si no lo hubiera lefdo nunca, de he-
Aquí se encuentran con ra insuperable dificurtad de la fuerza cho como si nadie lo hubiera lefdo nunca. Hacerlo asl significaba re-
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lh¡zar toda la bibliografle crftica sobrc Milton quc habfa en mi ca- comedia dc Drntc, lr Torá, lor Evangclios, Don Qrljote de Cervan-
beza, lo cual cra virtualmente imposiblc. y aun con todo lo intenté tes, las epopcy¡t dc Homcro. A cxccpción quizá del poema de
porque nccesitaba la cxpcricncia de relecr El paraíso perdido tal Dante, ningune dc cctea obras cstá tan presta e der b*llla como la
como lo habla lefdo unos cuarcnta años antcs. y micntres lo lela, sombrf¿ obra dc Milton. No hay duda de quc Shakespeare recibfa
hasta que me quedé dormido, ya dc madrugtda, la familiaridad ini-
provocacioncs dc drematurgos rivalcs, mientras que Chaucer, de un
cial del poeme comenzó a disiparsc. siguió disipándose en los dras modo cncantador, citaba autoridades ficticias y ocultaba sus euténti-
que siguieron, mientras lo lela hasta el final, y me quedé curiosa_
mente perplejo, un tanto enaienado, y sin embargo tremendamente
cas deudas con Dante y Boccaccio. La Biblia hebrea y el Nuevo \ ,r*l
Testamento gicgo fueron revisados hasta presentar su forma actual tum
absorto. ¿Qué estaba leyendo? por rcdactores que probablemente tenlan muy poco en común con @*qm
Aunque el poema cs une epopeya blblica en form¿ clásica, la pe-
culiar impresión que me causó era la que generalmente atribuyo a la
los autores originales a quicnes estaban corrigiendo. Cervantes, con \
un humor desparcio, parodió sin compasión e autores de libros dc
fantasla literaria o a la ciencia ficción, no a Ia épica heroiia. Me
caballerlas que le habfan precedido, mientras que no tenemos los
produjo el abrumador efecto de haberme enfrentado e algo extrafro.
textos de los precursores de Homero.
Dos sensaciones relacionadas pero distintas mc deiaron estupefacto: Milton y Dante son los más bclicosos dc los grandcs escritores
la fuerza competitiva y triunfante del autor, maravillosamcnic exhi- occidentales. Los cruditos consigucn cludir la fcrocidad dc ambos
bida en su lucha, tanto implfcita como expllcita, contre todos los poetas c incluso los tratan de devotos. De cstc modo, C. S. Lcwis
autores y textos, la Biblia incluida, y también la extrtñeze.. cn oca-
fue capaz dc descubrir su propio y «puro cristianismo» en El paraíso
siones aterradora, provocada por lo que epareclaen aquellas páginas. perdid.o, y John Frccccro considcra a Dantc un ficl scguidor de San
sólo después de llegar el final recordé (conscienremente, dc iodos Agnstln, setisfecho dc emular les Confeston J en su «novela dcl yo».
modos) el virulcnto libro de William Empson El Dios d,c Milton, Dante, de un modo quc todavfa no hc hccho más quc cntrevcr, co-
con su crftica observación de que El paraíso perdid.o le parecla tan rrigió crcativamente a Virgilio (cntrc otro§) dc mancra tan profunda
bárbaramente espléndido como ciertas esculturas africanas primiti-
como Milton corrigió absolutamcnte a todos los que habfan cscrito
vas. Empson censuraba la bárbete, visión que Milton tenla del cris-
antes que él (Dantc incluido) mcdiante su propia crcación. Pero, se
tianismo, doctrina quc él encontraba abominable. Aunque Empson muestrc guasón cl artista cn csta lucha, como Chauccr, Cervantcs y
cra polfticamcnte merxista, y simpatizaba profundamente con los Shakcspearc, o agresivo, como Dante y Milton, la lucha sicmpre
comunistas chinos, dc ningún modo sc le puede considerar un prc_
está ahl. Hay una parte de la crltica marxista que mc parece de
cursor de Ia Escuela del Rescntimiento. su análisis histórico .r" L"s- cicrto valor: la que dicc que en todo texto importante hay conflicto,.
tantc libre y asombrosamente certero, y aunque continuamentc te- ambivalcncia, contradicción entre tema y estructure. Donde mc sc-
nfa prcscnte el conflicto cntre las clases sociales, iamás se sentfe paro de los manristas cs en los orfgenes dc ese conflicto. Dcsde Pfn-
tcnt¿do dc rcducir El paraíso perdid,o a una interacción de fuerzas daro h¿sta cl prcsente, el escritor que lucha por la canonicidad
económicas. Su interés primordial scgufa siendo estético, que es el puede luchar por une clase social, tal como hizo Pfndaro por los
tema propio dc la crftica literaria, y procuraba no convertir su ¿ver- aristócratas, pcro, primordialmcnte, todo escritgr ambic
sión moral por el cristianismo (y el Dios de Milton) en un juicio es- arena sólo cn su prooio nombrc. v frecuentementc traiciona o tc- \
tético en contra dcl pocma. El elcmento bárbaro me impresionó niesa de su clasc a fin de pcrsezuir sus proDios intereses. quc sc cen-
tanto como a Empson; el triunfalismo agonlstico me interesó más. iran complctimcnte e¡ h indioiduación. Dantc y Milton. sacrifica-
ron mucho por lo quc .cllos consideraban una carrera polftica
espiritualmente rica y justificada, pero ninguno de los dos habrfa es-
Hay, supongo, muy pocas obras que pare?r.^n másésenciales al
tado dispucsto a sacrificar su poeme clave por ninguna causa. Para
canon occidental que El paraíso perdido: las principales tragedias solucionar estc conflicto identificaron la causa con el poema, en lu-
de Shakespeare, los Cuentos de Canterburl de Chaucer, La áir¡no gar dc identificar cl pocma con la causa. Al hacerlo asf, sentaron un
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precedcntc quc, hoy cn dla, la chusma académica quc prctcnde rela-
Ésta cs la prueba más diffcil dc superar para incorporersc el canon.
cionar el cstudio dc la litcraiiliñillEñá, á" ün cambio so- Sólo unos pocos podrlen supcrer y subsumir la tradición, y ehora
cial no ha scguido, Podemos encontrar seguidorcs nortcemcricanos quizá no haya nadic quc pucde hecerlo, Por cllo le cucstión quc sc
dc cstc aspccto dc Dantc y Milton donde uno cspcrarle cncontrar-
plentca hoy cn dla cs: ¿Se puedc obligpr e le treditión e quc tc haga
los, cn nuestros más grandcs poetas dcsdc Whitman y Dickinson:
sitio abriéndotc paso ¡ codazoo dcsde dentro, por dccirlo dc elgune
los socialmentc reaccionarios §üallacc Stcvens y Robcrt Frost.
mancre, cn lugar dc dcsde fucra, tal como prctcndcn los multicultu-
Invarilblcmente, equellos ( dc escribir una obra relistasP
canontca vcn gus texto§ como a
Ningrtn movimicnto originado en cl interior dc Ia tradición
pucdc scr ideológico ni ponerse al scrvicio de ningún obietivo so-
\-o
cial, por moralmente admirable que sea éste. Uno solo irrumpe en
el canon por fuerza estétice, que se compone primordialmente de la
,ffi
siguiente amalgama: dominio dcl lenguaie metafórico, originalidad, , \***c
\
tlggpo. La cosa contenida varla; un gren poeme, por definición, re- poder cognitivo, sabidurla y exubcrancia en la dicción. La iniusticia
húsa ser contenido, ni siquiera por el Dios dc Dante o de Milton. El
última de la iniusticia histórica es que sus vlctimas no prccisan otra
Dr. Sarnuel Johnson, el más avispado de todos los crlticos literarios, cose quc sentirse vfctimas. Sea lo que sea el canon occidcntal' no se
conclufa acertadamentc que la poesla devota era imposiblc al com-
treta de un programd púe la salvación social.
pararla con la devoción poética: «El bien y cl mal de la Etcrnidad
son demasiado pesados para las alas del ingenio.» «Pesado» cs una
metáfor^ de «incontenible», que cs otra metáfora, Aquellos quc
La manera más estúoida dc defendcr cl canon occidcntal con-
quieren abrir cl cenon censuran la religión manifiesta, pero recla-
siste cn insistir cn que encarna las sictc virtudcs moralcs quc com-
man versos devotos (¡y una crltica devota!), aun cuando cl obieto de
Donen nuestra suDuesta mma de valores normativos y principios dc-
devoción se haya convertido en el ascenso al poder de las muieres, o La lllada
mocráticosl ,Fso es palmariamentc falso. muestra le
de los negros, o del más dcsconocido de todos los dioscs desconoci-
in-omparable gloria dc una victoria armada, micntres quc Dante se
dos: la lucha dc clascs cn Estados Unidos. Todo depende de vues-
rccrea en los eternos tormcntos sobre sus encmigos máo personales
tros valores, pcro siemprc mc parccc rero que los marxistas sean tan de que es testigo. La versión quc Tolstói ofrece dcl cristianismo dcia
pcrspicaces a la hora dc encontrar competencia en todas pertes, y
de lado casi todo lo que cualquicra dc nosotros conserva, y Dos-
aun asl no consigan vcr que cs algo intrfnseco a las bellas artes. Lo toicvski prcdica cl antisemitismo, el oscurentismo y la nccesidad dc
quc sc hacc es infrevalorar e idcalizar cn exceso la litcratura de ima- la scrvidumbrc humana. Las idcas polfticas dc Shakespcare, al mc-
ginación, quc sicmpre ha pcrscguido sus propios fines egglstas. nos por lo que podemos prccisar, no Parecen muy distintas dc las dc
El paratso pcrdido se convirtió en canónico antes dc que se esta- su Coriolano, y las ideas de Milton acerc de la libcrtad dc expte-
bleciera cl canon laico, durante el siglo siguientc al de Milton. La sión y la libcrtad de prensa no impiden la imposición de todo tipo
rcspucsta a «¿Quién canoniá a Milton?» está en primer lugar cn el
de rcprpsioncs sociales. Spenser se regociia cn la masacre de los re-
propio John Miltonr /, casi en primcr lugar, cn otros grandes poetas,
beldes idandescs, mientras que la egomanla de \üüordsworth exalte
desde su amigo Andrew Marvell hasta John Dryden, y en casi todos
su mentc poética por encima dc cualquier otra fuente de esplendor.
los poetes importantes del siglo Xvrrr y del perlodo romántico: Los más grandcs escritores occidentalcs subvierten todos los va-
Pope, Thomson, Cowper, Collins, Blake, §Tordsworth, Coleridge,
lores, tanto los nucstros como los suyos. Los eruditos que nos instan
Byron, Shelley, Keats. No hay duda de que algunos crlticos, el Dr.
a encontrer el origch de nuestra moralidad y de nuestra polftica en
Johnson y Hazlitt, contribuyeron a la canoniztción; pero Milton, al Platón, o en Isafas, están alicnados de la realidad social cn que vivi-
igual que Chaucer, Spenser y Shakespeare antes qoé-éI, y al igual
mos. Si leemos el canon occidental con la finalidad de conformar
que §lordsworth después, superaron la tradición y la subsumieron.
nuestros valores socialcs, pollticos, personales o morales, creo firme-
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mente que nos convertiremos en mon§truo§ entregados al egolsmo y mado su inmortalidad agonlstica. La oda socialmente aceptable del
la explotación. Lecr al scrvicio dc cualquier ideologfa, a mi juicio, futuro sin duda nos dispensará de tales Pretensiones, y en lugar de
es lo mismo quc no leer nada, La reccpción dc la fucrza estética nos eso se orienta:i'á ela apropiada humildad de la hermandad compar-
permite aprender a hablar de nostros mismos y a soporternos. La tida, a la nueva sublimidad de hacer ganchillo, que es ahora cl troPo
verdadera utilidad de Shakespeare o de Cervantes, de Homero o de preferido de la crftica fcminista.
Dante, de Chaucer o de Rabelais, consiste en contribuir al creci- Y aun con todo debemos elegir: puesto que nue§tro tiempo es
miento de nuestro yo interior. Leer a fondo el cenon no nos hará limitarlo, ¿debemos releer a Elizabeth Bishop o a Adrienne Rich?
¿Debo ir de nuevo a la busca del tiempo perdido. con Marcel
meiores o peores Dersonas. .i.rd^
logo de la mente consigo misme no cs primordialmente una realidad
social. Lo único que el canon occidcntal puede provocar es que utili-
Proust, o intentar releer la conmovedora denuncia de Alice §íalker
de todos los varones, blancos y negros? Mis antiguos cstudiantes,
%
cemos adecuadamente nuestra solcdad, esa soledad que, cn iu forma muchos de los cuales son ahora estrellas de la Escuela del Resenti- \
última, no es sino la confronteción con nuestra propia mortalidad. miento, proclaman que están enseñando a vivir en una sociedad sin
egolsmo, y pa:.a ello hay que comenzar aprendiendo a leer carentes
de todo egolsmo. El autor no tiene yo, cl Personaie literario no
Poseemos el canon porque somos mortales y nuestro tiempo es tiene yo, y el lector no tiene yo. ¿Dcbemos rcunirnos iunto al rfo
limitado. Cada dia nuestra vida se acofta y hay más cosas que leer. con todos cstos generosos fantasmas, librcs de la culpa de curndo cl
Desde el Yahvista y Homero hasta Freud, Kafka y Beckett hay un yo se manifestaba, y ser bautizados en las aguas dc Leteol ¿Qué hr'
viaje de casi tres milenios. Pucsto que este viaje pasa por puertos ten fcmos Pare salvarnos)
infinitos como Dante, Chaucer, Montaigne, Shakespearc y Tolstói, El cstudio dc la litcr?t.r^, por mucho quc rlguie lfi.l ¡g
todos los cuales compensen ampliamente una vida entere de relec- salvará-a nadie, no más dc lo quc mqior.rrÁ r le ¡ocicdrd, ShrJtcr.
t
turas, nos hallamos en el dilema de excluir a alguien cada vez quc ffi-os hará meiorcs. tamDoco not hsr4 peorci, PS-PggCc
leemos o releemos extensamente. Una antigua prueba para saber si qu c-ñ6ffiTñ6lcu a n d o hgb a m oi cc n n g!e!!e!-nr i ¡ m o¡. De
I
una obra es canónica sigue vigente: a menos que exiia una relectura, malera coniiguiEñ§frredc que nos enscñc ¡ eccPt¡r cl crmbio, cn
no podemos calificarla de tal. Lt enalogla. inevitable es erótica. Si nosotros y cn los dcmás, y quizá la forme definitive de egc cambio.
-
eres Don Giovanni y Leporello te lleva la cuenta, un breve encuen- Para nosotros, Hamlct cs el embaiador dc la muertc, quizá uno dc
tro es suficicnte, los pocos embaiadores iamás enviados por la mucrtc quc no nos
En contra de ciertos parisinos, el texto no está zhl pa:^a propor- miente de nuestra inevitablc relación con e§e pafs ignoto. La
cionar placcr, sino cl supremo displaccr o el más diFrcultoso placer ^cerca.
rclación es del todo solitaria, a Pesar de todos los obscenos intentos
quc un texto mcnor no proporcionará. No voy a entrar en disprrsta de la tradición por socializarla.
con los admiradores d,e Meridian, de Alice rJüalker, una novela que A mi difunto amigo Paul de Man le gustaba comParar la soledad
mc he obligado a leer dos veces, aunque la segunda lectur¿ fue una de todo tcxto literario con la de toda muerte humana, una analogia
de las cxperiencias literarias más extraordinarias de mi vida. produjo que rcchacé en una ocasión. Yo le habfa sugerido que un troPo
una epifanfa en la que vi claramente el nuevo principio impllcito en más irónico scda comparar el nacimiento humano con el naci-
los eslóganes de aqucllos que proclaman la apertura del canon. La miento de un poema, une analogfa que rclacionarfa los textos igual
prueba que hay que pasar para formar partc del nuevo canon es que se relacionan los niños, sere§ sin voz vinculados a voces ante-
simple, clara y maravillosamente conducente al cambio social: la riores, su incapacidad de heblar vinculada a lo que los muertos han
obra no debe y no puede ser relefda, pues su contribución al pro- hablado, a lo que nos han dicho en vida. No pudc venccr cn esa dis-
greso de la sociedad es su generosidad al ofrecerse a sf m.isma para cusiór, crltica porque fui incapaz dc convenccrlc dc cse analogfa
una rápida ingestión y un pronto olvido. Desde Pfndaro hasta Hól- más humana; él preferla la autoridad dialéctica de una ironla más
derlin y Yeats, las grandes odas de autocanonización han procla- heideggeriana. Lo único que un texto' Pongamos la tragcdia de Ham-
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/al, comprrte eon lr muettc et ru ¡Rlctlrrl, pero culnrlo lr enmprrte América. Somos los últimos herederos de la tradición occidental. La
ccrn nosotror, ¿hnhlr eon lr rutorklml cle lr mue¡fel sen eurl rlr tr cducación fundada sobre la llíada, la Biblia, Platón y Shakespeare
respuestf,' mc gurterln rcfrrlrr que lr ¡utorldrd de lr muortc,
litcraria o cxistencirl, no e! prlmordhlmGntc unr rutorldrd iochl,
[r rGr oiguc sicndo, de manera más o menos sostenida, nucstro idcal, aun-
que la relevancia de esos monumentos culturalcs en la vida dc nucs-
El canon, lcios dc ser el scrvidor de l¡ clrrc ¡ocht domlnrntc, e; ct
tra¡ ciudadcs interiores es inevitablemente bastante escasa. Aqucllos
ministro de la muertc. para abrirlo hry quc convcnccr rl lcctor clc
qu€ sc indignan ante los cánones sufren un complejo dc culpa eli-
#0
que se ha despeiado un nuevo espacio cn un ecpacio mÁs grrnde po-
tista basado cn la apreciación, bastante exacta, de que los cánones
#
Y
blado por los muertos. eue ros poetas consicnten en cedcinos su-ru-
sicmpre sirven indirectamente a los intereses y objetivos sociales y
gar, gritó Artaud; pcro eso es exactamcnte lo que nunca conscn_
polfticos, y ciertamente espirituales, de las clases más opulentas de
tirán.
cada generación de la sociedad occidental. Parecc claro que el capi-
Si fuésemos literalmente inmortares, o si nuestra vida doblara su
tal es necesario para el cultivo de los valores estéticos. Pfndaro, el
duración hasta elcanzar los ciento cuerenta años, podrlamos abando-
último campeón supremo de la llrica arcaica., componfa sus odas a
nar toda discusión ecerca de los cánones. pero sóio poseemos un in-
cambio dc grandcs sumas, y los ricos, a c¿mbio de su gcncroso
tervalo, y a continuación deiamos de ocupa. ,r.rartro lugar en el
apoyo financiero, obtenfan una espléndida exaltación de su divino li-
mundo; y no me perece que la responsabilidad del crltico- litcrario
naie. Esta dlianza dc sublimidad y poder fin¿nciero y polftico nunca
sea llenar ese intervalo con malos textos en nombre de cualquier
ha cesado, y presumiblemcnte nunca lo hará, ni podrá hacerlo.
iusticia social. El profesor Frant< Lentricchia, apóstol del cambiá so- Existcn, naturalmente, profetas, desde Amos hasta §íhitman,
cial a través de la ideologfa académica, ha conslguido lecr la «Anéc-
pasando por Blakc,,que se alzan para protestar en contra dc esta
dota de laiarca»>, de Wallace Stevens, como un pá.m" polftico, en el
alianza, y sin duda algún dla surgirá una gran figura comparable a
que el poeta se hace portavoz de las clases dominantis. El arte de
Blake; pcro la norma canónica sigue siendo Pfndaro, y no Blake. In-
colocar un iarrón, para stevens, estaba ligado al arte de haccr rami-
cluso profetas como Dante y Milton se comprometieron mucho más
lletes de flores, y no veo por qué Lcntricchia no deberra pubricar un
de lo quc Blakc estuvo dispuesto o fue capaz dc comprometcrse, en
modesto volumen acerca de la polftica de los ramilletcsl baio cl tf-
le mcdida en quc puedc afirmarse que las aspiraciones culturalcs
tulo de Ariel y las flores dc nucstra rcgión, Todavfa recuerdo mi pragmáticas tcntaron a los poetas de La divina comedio y El paralso
conmoción, hace unos treinta y cinco años, cuando me llevaron por
pcrd.tdo. Me ha llevado toda una vida de inmersión en el estudio de
primera vez a un partido de fútbol en
Jerusalén en el que los cspe._ la poesla el llegar a comprender por qué Blake y \üflhitman se vieron
tadores sefardlcs animaban al equipo visitante dc Haifa, qr"
obligados a convertirse en los poetas herméticos, incluso esotéricos,
ba polfticamente a la derecha, mientras que el "rt"-
equipo de Jerusarén que vérdaderamente fueron. Si rompes la elia¡za entre riqueza y
estaba afiliado al Partido Laborista.
¿por qué conftrmarno, po- cultura -una ruptura que marca la diferencia cntre Milton y Blake,
"o,
litizar el estudio de la literatura? Reempla".-o, a los comcnta.istas
entre Dante y §Thitman-, debes pagar el elevado e irónico precio
deportivos por lumbreras polfticas como primer paso hacia la reor-
de aquellos que buscan destruir las continuidades canónicas. Tc
ganizaciín del béisbol, con la Liga Republicana enfrentándose a la
convicrtcs en un gnóstico tardfo, cn gucrra contra Homcro, Pletón
Liga Demócrate en las series Mundiales. Eso nos ofrecerfa una for-
y la Biblia al mitologizar tu lectur¿ errónee de la tradición. Una
ma de béisbol en la que no podrfamos evadirnos en busca de erivio
guerra asf puede proporcionar victorias limitadas; Cuatro Zoas o
pastoral, tal como hacemos ahora. Las responsabilidades polfticas
Canto a rnl ¡nismo son triunfos que califico de limitados porquc con-
del iugador de béisbol serlan tan pertinenies, ni más ni menos, ducen a szs herederos a distorsiones perfectamente desesPeradas dcl
como las responsabilidades pollticas, ahora proclamadas a los cuatro
deseo creativo. Los poetas que transitan el camino abierto Por
vientos, del crftico literario.
§fhitman con mayor fortuna son aquellos que se le parecen profun-
Hoy en dla, y en casi todo el mundo, la cultura es una especie
damente, pero no superficialmente, Poetas tan severamente forma-
de antigualla, algo especialmente palpable en los Estados Unidos de
les como §flallace Stevens, T. S. Eliot y Hart Crane. Aquellos que
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buscan emular sus forme¡ rpnrcntemcntc rblcrt¡¡ mucrcn todos en huertor», donde se hace abicrtamcntc cco de h l¡urcrdr «Odr ¡ l¡
el páramo, rudimenterios mprodru c impoetorco ¡c¡démicos caldos muerte dcl Duque de §fellington», a fin de oblignr rl lector rtGnto r
en la cstcla dc csc padrc delicrdrmcntc hcrmético. N¡d¡ sc consi- reconocer hasta qué punto la clcgfa a Lincoln tupcrr el hmcnto por
gue por nada, y Whitman no h¡r4 tu trrbrjo por,ti. Un bl¿keano el Duque de Hicrro. No sé si la crltics feminl¡tr trlunf¡rl cn ru prc.
menor o un aprendiz dc lü(/hitman ca cicmprc un frl¡o profcta, y su tensión de cambiar la naturatcze humane, Pcro dudo brutrntc que
camino nunca llcva a ninguna perte. cualquier idealismo, por muy tardfo quc ree, crmbie todo ct funda-
No me complacen en absoluto esas vcrd¡deo occrca dc la dcpcn- mento de la psicologla occidcntal de la crcatividad, masculina y fc- ffi!""*'
dencia de la poesla del podcr terrcnal; simplcmentc estoy siguicndo menina, desde la conticnda dc Hcsfodo con Homcro hasta cl agón 4ss
a §lilliam Hazlitt, 9l verdadero izquicrdista entre todos los grandcs entre Dickinson y Elizabeth Bishop.
crfticos. Hazlitt, en su maravillosa discrtación sobre Coriolano de Mientras escribo estas frases, le echo un vistazo al periódico y \--
Personajes de las obras dc Shahespeare, comienza admiticndo a dis- leo una historia de la angustia de las feministas obligadas a
gusto que «la causa del pueblo cuenta muy poco como suieto poé- ^cetc
clcgir entre Elizabeth Holtzman y Geraldine Ferraro para la nomi-
tico: admite la retórica, que da lugar a razonamicntos y cxplicacio- nación al Senado, una elección no muy distinta de la de un crftico
ncs, pero no suscita cn la mentc imágenes inmcdiates o claras». quc cn la práctica si ve obligado a elegir entre la difunta May
Tales imágenes, descubre Hazlitt, están prcscntcs cn tod¡s partes dcl Swcnson, que se parece bastante a lo que podrfamos considcrar una
lado de los tiranos y sus instrumentos. gren poctisa, y la vehemente Adrienne Rich. Un supuesto Poeme
La. clalra noción quc tienc Hazlitt dc la turbulcnta intcrección pucde mostrar los sentimientos más eiemplares, ser pollticamente de
entre el poder de la retórica y la rctórica dcl poder poscc un ilumi- ' lo más cxaltado, y tcncr poco de
Poema. Puede que un cdtico tenga
nador potencial en la oscuridad quc ahora impcra. Les propies idcns obligaciones pollticas, pero su primera obligación es suscitar de
pollticas de Shakespcare pueden scr o no las de Coriolano, al ig¡ral nucve la antigue e inflexible Pregunta del agonistal ¿más que, mc-
que las angustias de Shakcspeare pueden ser o no las de Hemlet o nos que, igual a? Estamos destruyendo todos Ios criterios intelectua-
Lear. Ni tampoco es Shakespeare cl trágico Christopher Marlowe, lcs y cstéticos dc las humanidades y las cicnci¿s socialcs en nombre
cuya obra y vida parecen haberlc cnseñado a Shakcspearc cl camino de la iusticia social. En este Punto, nue§tras instituciones demucs-
que no debfa scguir. Shakespcare sabc implfcitamcnte lo quc scega- tran mala fe: no imponen cuotas a los ciruianos cerebrales o a los
damente Hazlitt dcja explfcito: la Musa, ye sca trágica o cómica, matemáticos. Lo quc se ha devaluado es el aprendizaie como tal,
sicmpre toma partido por la élite. Por cada Shellcy o Brccht, en como si la erudición fuera irrclevente en el reino dcl iuicio accrtado
cada sociedad hay más de una doccna dc grandes poetas que gravi- o erróneo,
tan de manere natural del lado dc lás clases dominantes. La imagi- Él ."t ot occidcntal, a Pesar del idealismo ilimitado de aquellos
nación literaria, está contaminada por cl celo y los excesos de la quc querrfan abrirlo, existe precisamente con el fin de imponer lf-
competencia social, pues e lo largo de toda la historia dc Occidente mitcs, de establecer un patrón dc medida que no es en absoluto Po-
la imaginación crcativa se ha concebido a sf misma como lo compe- lltico o moral. Soy consciente de que ehora existc une alienza eñcu-
titivo por antonomasia, semeiantc al corredor solitario, que sólo bierta entrc la cultura popular y lo que se autodenomina «crftica
persigue su propia gloria. cultural», y cn nombre de esa alia.nza la propia cognición pucdc, sin
Las muieres de mayor fuerza poética, Safo y Emily Dickinson, duda, adquirir el cstigma de lo incorrecto' La cognición no pucdc
son incluso agonistas más feroces quc los hombres. La señorita Dic- darse sin memoria, y el canon es el verdadcro arte de la mcmoria, le
kinson de Amherst no se propuso ayudar a la señora Elizabeth Ba- verdadera base dcl pensamiento cultural. Dicho con la mayor lla-
rrett Browning a ecabu su labor de ganchillo. En lugar de cso, Dic- neza, el canon es Platón y Shakespcare; es la imagen del pcnse-
kinson deia a la señora Browning muy atrás en el polv-o, aunque su micnto individual, ya sea Sócrates reflexionando durantc su ProPie
triunfo es más sutilmente transmitido que la victoria de Whitman agonla, o Hamlct contemplando csa tierra ignota. La mortalidad sc
sobre Tennyson en «La última vez que florecieron las lilas cn el une a la memoria en la conciencia de poner a prucba la rcalided e
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que induce el canon. por su misme naturarcze, cr cnnon occidental secuencia espiritual, polftica o moral que pueda haber favorecido.
nunca se ce*ará,, pero nuestras animadoras no puedcn abrirlo por la Aunque la lectura, la escritura y la enseñanza son necesariamen-
fuerze. La fuerza sola puede abrirlo, pcro ha dt scr la fucrza te ectos sociales, la enseñanza posee también un aspecto solitario,
dc un
Freud o un Kafka, persistente en sus negacioncs cognitivae. una solcdad que sólo dos pueden compartir, en palabras de §flallace
Estas animadoras representan el podcr dcl pensrmicnto positivo Stevens. Gertrude Stein sostenla que uno escribia para si mismo y
llevado al ámbito académico. El legfiimo cstudiante dcr canon para los desconocidos, una megnffica reflexión que yo extendcrfa a
occi-
dental respeta el poder de las negaiioncs inhcrcntes a ra cognición, un apotegma paralelo: uno lee para si mismo y p^rl los desconoci- ,dñh
disfruta de los difrciles_ placercs de la pcrcepción estética, fprendc dos. El canon occidental no existe a fin de incrementar las élites so-
Ias sendas ocultas que Ia erudición nos enseña a transitar disdc cialcs preexistentes. Está ahf para que lo leas tú y los desconocidos, ^-qil_-
er
. momento en que rechazamos placeres más fáciles, incluycndo las in- de mancra que tú y aquellos a quienes nunce conoccrás podáis en-
qq,:' ' ''
\,0
cesantes llamadas de aquellos que dcfienden una virtud poiltica que contraros con el verdadero poder y autorid¿d estéticos de lo que il
esté por encima de todos nucstros recuerdos de la experiencia Baudclaire (y Erich Auerbach después de él) llamaba «dignidad es-
esté-
tica individual. tética». Uno de los ineluctables estigmas de lo canónico cs la digni-
Las fáciles inmortaridades nos acechan ahora porque la matcria ded cstética, que es algo que'no se puede alquilar.
prima de nuestra actual cultura popular ha deiaáo i" ,., cl con_ La autoridad estética, al igual que el poder estético, cs un troPo
cierto de rock, reemplued,o por el vldco de rock, cuya esencia o figura quc se refiere a unas encrglas que son esencialmcntc más
eg
una instantáne¿ inmortalidad, o, mejor dicho, la posibilidad de soliterias que sociales. Hace bastante tiempo, Hayden White cxPuso
eso.
La relación entre los conceptos de inmortalidad icligiosa y riteraria qug el gran fallo de Foucault ere su cegucnhacie sus propias metá-
siempre ha sido controvertida, incluso entre los antlguos "gricgos foms, un dcfccto que rcsultaba irónico en un disclpulo confeso de
y
romanos, entre quiencs las eternidades poéticas y olrmpica, ,. *"r- Nictzschc. Foucault sustitufa los tropos de la historia loveioyana' de
claban con bastante promiscuidad. Esa confusión fue iorerabrc,
in- lec idces por sus propios tropos, y entonces no siempre recordaba
cluso benigna, en la literatura crásica, pero se vorvió más ominosa que sus «erchivos» cran ironfas, deliberadas o no. Igual ocurrla con
en la Europa cristiana. Las distinciones catóricas entre inmortalidad laa «cncrgfas sociales» del neohistoricismo, ptopenso a olvidar que
, divina y fama humana, firmementc basadas cn una teologfa dogmá- le «cncrgfa social»r no cs más cuantificeble que la libido de Freud.
tica, permanecieron dcntro dc unos llmitcs bastantc pr"-"iro, ñ"rt" La eutorided cstética y cl poder creetivo también son troPos, Pero
el advenimicnto dc Dante, quc se considcraba a sl mismo un pro_ equcllo que rcemplazan -llamémosle «lo canónico»- Posee un as-
fcta, y de una mancra bastantc impllcita otorgó e su Dialna comcd,la pccto toscamcnte cuantificable, que cs decir que §lilliam Shakes-
la catcgorfa dc Escritura. En ra práctica, Dantc invalidó le distin- pearc cscribió trcinta y ocho obras de teatro, veinticuatro de ellas
ción entre la formación de un canon raico y uno sagrado, una dis- obras macstras, Pero que la energfa social nunca ha escrito ni una
tinción que nunca se ha recuperado, otra di l"s ."Áes que cxpli_ sola escena. La muertc dcl autor es un ttoPo, y bastante pernicioso; ,
cen que les idcas quc poseemos de poder y autoridad sigan siendo la vida del autor cs una entidad cuantificable.
controvertidas, Todos los cánoncs, incluyendo los contracánones ten dc moda
En la práctica, los términos «podeo» y «autoridad» poseen signi_ hoy en dfa, son elitistes, y como ningún canon está nunca cerrado,
ficados opucstos en el ámbito de la polftlc y en lo qrre todavla de_ la tan cecareada «apertura del canon» cs una operación bastantc rc-
berfamos llamar «litcratura de imaginación». ^ i dundante. Aunque los cánones, al igrral que todas las listas y catálo-
si nos cuesta ver esa ¡
oposición, puede quc sea debido e esc ámbito intermedio que se de- t
nomina a sí mismo «espiritual». Er poder espiritual y la autoridad I
espiritual se funden, de una manera 1. Sc rcficrc a Arthur Lovcioy (1873-1962), filósofo norteamericano más co-
notoria, ,^nto .n lá porftica nocido por su obra histórica. En La gran cadena del ser: estudio de la historia dc
como en la poesla. De este modo debemos distinguir el poáer y la una idea,trazaba la posibilidad dcl «principio de plen.itud», por el que todas las po-
autoridad estéticos del canon occidentel de cualq-uier tipt ae sibilidades han de ser llevadas a crbo. (N. d.el T.)
co.r-
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gos, tienen tendencia a ser inclusivos más quc exclusivos, hemos
obrera pintan algo a la hora.de determinar la supcrvivencia dc los
llegado al punto en que toda una vida de lettura y relcctura ape_
textos, y los crlticos de la izquicrda no pucdcn lccrlos en nombrc dc
nes nos pcrmitc Íccorrcr todo cl canon occidcntal. De hcciro,
la clase obrera. El valor estético surgc dc la memoria, y también (tal
ahora es virtuelmentc imposibrc dominar cl canon occidcntar. No
como lo vio Nietzsche) del dolor, cl dolor de renunciar a pleccres
sólo significarfa asimilar perfectamentc trescientos tibros, muchos
más cómodos en favor de otros mucho más diffcilcs. Los obrcros ya
de los cualcs, si no la mayorfa, presentan auténticas dificultades
tienen suficientes angustias, y prefieren la religión como alivio. Su
cognitivas c imaginativas, sino que las relaciones entre estos libros
ccÍtez de que la estética es, Para ellos, simplemente otra angustia *8,""
son más controvcrtidas a medida que se alargtn nucstras perspecti-
nos ayuda a aprender que las grandes obras literarias son angustias
vas. También tcnemos las cnormcs complejidades y contradic.ion., conquistadasr ] oo urla liberación de esas angustias. También los cá-
quc constituycn la esencia dcl canon occidental, ni mucho mc-
'nos cs una unidad o cstructura estable. Nadie posee
que noncs son angustias conquistadas, no pilares uniFrcados de morali-
autoridad para
decirnos lo que es el canon occidental, desde iuego no desde fg00
ded, ye sean occidenteles u orientales. Si pudiésemos concebir un §*
canon universal, multicultural y polivalente, su libro esencial no §e-
hasta el dla de hoy. No es, no puede ser, exactamente la lista que
rla una escritura, ya fuera la Biblia, el Corán, ni un texto oricntal,
yo doy, ni la quc pueda dar ningún otro. Si asl fuera, .ro .orr*,.rti-
sino Shakespeare, que es representado y lefdo en todas Partes' en to-
rla dicha lista en un mero fetiche, en une mercancfa más. pero no
dos los idiomas y circunstancias. Sean cuales sean las convicciones
estoy dispuesto a dar ie. raznn a los marxistas cuando dicen que cl
de los neohistoricistas de hoy en dla, para quiencs Shakespeare es
canon occidental es otro eiemplo de lo que denominan «capital
sólo un indicador dc las energfas sociales del Rcnacimiento inglés,
cultural». A ml no me resulta tan claro quc una nación tr., .ontr"-
Shakespcare, para cientos de millones de pcrsonas que no son euro-
dictoria como los Estados unidos de América pueda haber sido al-
peas ni de raz,a blanca, cs un indicador de sus emociones, dc su
guna vez el contexto pare un «capital cultural»», como no sea para
identificación con unos petsonaies a los que Shakespeare dio exis-
aguellos sectores de la alta cultura que contribuyen a la cultora de
tencia mediante su lengrraie. Para ellos su universalidad no es histó-
masas. En este pafs no hemos tenido una alta cultura oficial desde
rica, sino fundamcntah él pone cn escena sus vidas. En sus per§on¿-
1800, una generación después de la Revolución Americana. La
unidad cultural es un fenómeno francés, y en cicrto sentido un
t ics ellos percibcn y afrontan sus propias angustias
y fantaslas, no las
cncrglas socialcs manifcstadas por el incipiente Londres mercantil.
asunto alcmán, pcro epenas una rcalidad nortcamericana, ni cn el
El arte de la mcmoria, con sus anteccdentcs retóricos y su má-
siglo Xtx ni cn cl xX. En nucr¡tro contexto y dcsdc nueotrt pcrs_ ' gico dcsarrollo, cs cn gran Parte una cucstión dc lugarcs imagina-
pcctivn' cl cenon occidcntal cs una cspccic dc listl de aupcnivicn-
iior, o dc lugarcs rcalcs transmutado§ en imágcncs visuales. Desde
tcs. El hccho ccntral cn rclación con Nortcrmérica, segrln er pocte
lo infencie hc gozado de una cxtraordinaria memoria para la litera-
Cherlcs Olson, cs cl espacio, pero Olson cscribió .ro ñ"r" rl prin_
turo, pcro ega mcmoria cs puramcnte verbal, sin ningún comPo-
cipio dc un libro sobre Melville, y por tanto, sobre cl siglo x¡i. ¡,1
ncntc visu¿l dc por mcdio. Sólo recientemcntc' ya rcbasados los se-
acebrr el siglo xx, nucstro hecho central es el tiempo,*pues en h
¡cntt tño8, hc llcgado a comprendcr que mi memoria literaria se ha
tierra del ocaso se da ahora el ocaso dc occidente.
¿óaliñcada uno il brsrdo cn cl c¡non como sisterria memorfstico. Si soy un caso esPe-
de fetiche la lista de supervivientes de une guerra cosmológica de
ü cinl, co ¡ólo cn el scntido de que mi experiencia es una versión más
trescientos años? { cxtrcme dc lo quc considcro la principal función pragmática del ca-
El tema central es la mortalidad o inmortaridad de ras obras lite- t
x non: cl rccorder y ordcnar les lccturas de toda una vida' Los más
rarias' Donde se han convertido en canónicas, han sobrevivido a
d grandcs autorcs esumcn cl pepcl dc «lugares» en el teatro de la me-
una inmensa lucha en las relaciones sociales, pero estas relaciones
i morie dcl cenon, y sus obras macstras ocuPen la posición que co-
tienen poco que ver con la lucha de cleses, El valor estético emana { rrespondcrfa a las «imágencs» cn cl arte de la memoria. shakespeare
de la lucha entre textos: en el lector, en el lenguaje, en el-aula, en
y Hamlct, un autor capital y un drama universal, nos obligan a re-
las discusiones dentro de una sociedad. Muy pocos lcctorcs dc clase
cordar no sólo lo que ocurrc en Hamlet, sino, más importante aún,
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qué sucede en la literatura qLle Io conviertc en memorable, prolon-
gando, de este modo, la vida del autor. cido a su contexto, no nos libramos de nuestros tiranos. En cual-
I;a muertc dcl autor, proclamada por Foucault, quier caso, no podemos librarnos de Shakespeare, ni del canon que
Barthes y otros gira a su alrededor. Shakespeare, tal como no§ gusta olvidar, en gran
autores clónicos postcriores, es otro lnito anticanónico, similar
al medida nos ha inventado; si añadimos el resto del canon, entonce§
grito de gucrre del rcsentimiento, que rechazarra a «todos los varo-
nes europeos blancos y muertos», es dccir, por nombrar Shakespeare y el canon nos han inventado por completo. Emerson,
a la docena en Hombrcs representativos, lo dijo atinadamente: «Shakespeare está
del frailc, Homero, Virgilio, Dante, Chaucer, Shakespeare,
tcs, Montaignc, Milton, Goethe, Tolstói, Ibsen, Kafka y proust.
Cervan_ tan por encima de la categorla de los autores eminentes como lo ñ
Más
vivos que vosotros mismos, quienesquiera que seáis, está por encima del vulgo. Es inconcebiblemente sabio; los demás
\J
Y
estos autores lo son concebiblcmente. Un buen lector puede, en cierto modo, si-
eran indudablemente varones, y supongo que «blancos». pero,
com_ tuarse en la mente de Platón y pensar desde ahl; Pero no en la de
parados con cualquier autor vivo de la ¿ctualidad, no
están muertos. Shakespeare. Sigue estando fuera de nuestro alcance. Por facilidad
Entre nosotros tenemos t_GarcÍa Márquez, pynchon, Ashbery, y compositiva, por creación, Shakespeare es único.»
otros que es probable que lleguen a ser tan canónicos como
Bo"rgcs
y Beckett, entre Ios recientemente fallecidos, pero Ccrvant", y Sña_
kespeare pertenecen a otro orden de vitalidad. El
canon es sii d,rd, Nada podemos decir de Shakespeare que sea tan impor-
un patrón de vitalidad, una medida quc pretcnde poner lfmitcs ^cerc
a lo tante como lo que expresó Emerson. Sin Shakespcare no habrfa ca-
inconmensurable. La antigua metáfoia dc ra inmortaridad
dcr cscri- non, pues sin Shakespeare no habrfa en nosotros, quicnesquiera que
tor resulta aquf pertinentc, y renucva, pzrra nosotros, cl podcr del
canon. curtius tiene un excurso titulado «La pocsfa .o-o p.rp.t,r"- seamos, ningún yo reconocible. Lc dcbemos a Shakcspeare no sólo
ción»,cn cl que cita la que rcprcscntara nucstra cognición, sino gran Parte de nucstra caPa-
fantasla de Burckhardt sobre «La fame,"r, l^ l¡-
tcratura» rl cquiparar fama e inmortalidad. pero Burckhardt cidad cognitiva,. La difcrcncia cntre ShakesPcarc y sus más dircctos
y curtius rivales es cualitatiira y cuantitativa, y csa doble difcrcncia dcfine Ia
vivleron y muricron antes dc la época de sflarhol, en la que tanta
gcntc er f¡mosa durentc quincc minutos. La inmortalidad durante realidad y nccesidad dcl canon. Sin cl canon, deiamos dc pensar. Sc
un currto dc hon re conficrc ahora pródigarnentc, y puedc conside- pucdc pcrscglir sin trcgua el ideal de sustituir los criterios estéticos
rtrrG unr dc lr¡ conrccucncie¡ más hirarintes dc naürir cl canon». por consideracioncs ctnocéntricas y de géncro, y también se puedcn
Lr defcn¡r dcl crnon occidcntal no es dc ningrln modo un¡ de_ tcncr utros obictivos socialcs admirables. Pero, a pesar de ello, la
fonm de t)celdentc o de l¡ cmprese necionalist¡. -si cl multicultu*- Íactzt, sélo rccpta la fuerza, tal como Nietzsche testimonió durante
lllmo tlgnlflerrl Ccrvrnt*, ¿quién podrfa qucjr*cp Lur ,.yoi", tod¡ su vida.
cnemlgor de lor critcrio¡ c¡téticos y cognitivoc ron rupuerto¡ dcfen-
¡016r guc.nor vlencn con tonterfas accrca de los vrlárc¡ morrlea y
polltleo de lr lltc*tur¡. No vivimos segrin ra étic¡ dc h lltada
ni
rcgrln l* lclc* polfticr¡ dc pratón. Aquelios quc cnscñan e intcrprc-
trr lo¡ tcxtor ticncn mÁs cn común.on lo, sohstas que con s¿iritcc,
¿Qué podcmos ccpcrar que haga Shakespeare por nuesrra socicd¡d
cn declivc, tcniendo en cuenta que la función áel teatro shar.cspea-
riano. tiene poco que ver con la virtud clvica o la justicia
social? Los
neohistoricistas de hoy en dra, con su extraña mezcla de Foucaurt y
Marx, son sólo un episodio menor de la interminable historia jel
platonismo. Platón tenla le esperanza de, al desterrar
a los po.,"r,
desterrar también al tirano. Al desterrar a Shakespea..,
o ,.do_
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